Está en la página 1de 21

Ósip Mandelstam

Antología poética

Edición, traducción del ruso,


prólogo y notas
de Jesús García Gabaldón
Diseño de colección: Estudio de Manuel Estrada con la colaboración de Roberto
Turégano y Lynda Bozarth
Diseño de cubierta: Manuel Estrada
Ilustración de cubierta: Retrato de Ósip Mandelstam extraído de su ficha policial
(1934). Archivo Estatal de Arte y Literatura de Rusia, Moscú.
© Fine Art Images / AGE Fotostock
Selección de imagen: Carlos Caranci Sáez

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas
de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para
quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una
obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en
cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

PPAPEL DE FIBRA
CERTIFICADO
R

© de la edición, traducción, prólogo y notas: Jesús García Gabaldón, 2020


© Alianza Editorial, S. A., Madrid, 2020
Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15
28027 Madrid
www.alianzaeditorial.es

ISBN: 978-84-9181-832-8
Depósito legal: M. 105-2020
Printed in Spain

Si quiere recibir información periódica sobre las novedades de Alianza Editorial,


envíe un correo electrónico a la dirección: alianzaeditorial@anaya.es
Índice

15 Prólogo
35 Sobre la presente edición
37 Cronología
48 Bibliografía

53 ANTOLOGÍA

De La piedra (1908-1915)
57 [Sonido sordo y cauto]
58 [Con pan de oro, brillan en los bosques]
59 [Leer sólo libros infantiles]
60 [Más tierno que la ternura]
61 [En un azulado esmalte]
62 [Hay hechizos castos]
63 [Me dieron un cuerpo: ¿qué haré con él]
64 [Una inefable pena]
65 [No es necesario hablar de nada]
66 [Cuando un golpe con otros golpes se encuentra]
67 [Más tardío que un panal nevado]
68 Silentium
69 [Un delicado rumor: la vela se tensa]
70 La concha
71 [¡Oh, cielo, cielo, tú soñarás conmigo!]
72 [No pude palpar en la niebla]
73 [No me ilumina la luna, sino]

7
Í d
Índice

74 El peatón
75 Casino
76 Notre Dame
77 Bach
78 [En las tranquilas afueras]
79 Cinematógrafo
81 Ajmátova
82 [Insomnio. Homero. Izadas velas]

Tristia (1916-1921)
85 [¡Cómo me pesa la opulencia de estos velos]
87 Casa de fieras
89 [En trineo, tendidos en un lecho de paja]
90 [Tengo frío. Una diáfana primavera]
91 [En la diáfana Petrópolis morimos]
92 [Sin creer en el milagro de la resurrección]
94 [Esta noche es irremediable]
95 [Se unieron los helenos para la guerra]
96 Solominka
98 El decembrista
100 [La dorada hidromiel tan espesa y lentamente de la botella]
102 [Todavía están lejos los asfódelos]
104 [Entre los sacerdotes un joven levita]
105 [Tu acento asombroso es]
106 [Si canta el reloj saltamontes]
107 [Cuando en las plazas y en el silencio de la celda]
108 A Casandra
109 [Esa tarde no resonaba el bosque ojival del órgano]
110 [En las terribles alturas, un fuego fatuo]
111 [Cuando en la cálida noche cesa]
112 [Cantemos, hermanos, el crepúsculo de la libertad]

8
Í d
Índice

113 Tristia
115 [En los pétreos contrafuertes del Pireo]
117 [¡Qué sima en el remolino de cristal!]
118 [Hermanas sois, iguales sois, pesadez y ternura]
119 [Regresa, Lía, al seno impuro]
120 [La sombría y estéril vida veneciana]
122 Feodosia
123 [Vayamos allí, al rincón de los oficios y las ciencias]
124 [Cuando Psique-la-vida visita las sombras]
125 [Olvidé la palabra que quería decir]
127 [En Petersburgo nos veremos de nuevo]
129 [Apenas oscila la escena transparente]
131 [Sueño con la encorvada Tiflis]
133 [Me duele que ahora sea invierno]
135 [Toma de mis manos para tu gozo]
136 [Porque no supe retener tus manos]
138 [Cuando una luna urbana aparece en las calles]
139 [Al igual que otros]
141 [En un coro de sombras, pisando un dulce prado]

De ediciones previas de Tristia


145 [En la polifonía del coro de las doncellas]
146 [¡Oh, este aire, ebrio de revuelta]
147 [Perdí mi dulce camafeo]
148 [Amo, bajo el silencio grisáceo de las bóvedas]

De Poesía (1921-1925)
153 Concierto en la estación
154 Llovizna moscovita
155 El siglo

9
Í d
Índice

157 Quien encuentra una herradura


161 Oda a la pizarra

De Cuadernos de Moscú (1930-1934)


167 Armenia
174 [En el verjurado papel policial]
175 [No hables con nadie]
176 [Amo a este pueblo cautivo de la tierra]
177 [Hablar espinoso del valle del Ararat]
178 [Los hombres aúllan como bestias]
179 [Regresé a mi ciudad, conocida hasta las lágrimas]
180 [Me siento contigo en la cocina]
181 [Ayúdame, Señor, a pasar esta noche]
182 [Te lo digo con la última]
183 [Duelen las pestañas. En el pecho cayó una lágrima]
184 [Por el atronador coraje de los siglos venideros]
185 [Beberé a la salud de los astros guerreros, de todo lo que
me reprochan]
186 [Guarda para siempre mis palabras por el sabor de la
desgracia y el humo]
187 Fragmentos de poemas destruidos
189 [¡Cuánto nos complace ser hipócritas]
190 El impresionismo
191 [Amiga de Ariosto, de Petrarca y Tasso]
192 [Primavera fría. Crimea sin pan, temerosa]
193 Octavas
198 [Maestra de miradas culpables]

Cuadernos de Vorónezh (1935-1937)


Primer cuaderno
205 [Vivo en huertos importantes]

10
Í d
Índice

206 [¡Orejeras, mis orejeras!]


207 [Déjame marchar, déjame volver, Vorónezh]
208 [Debo vivir, aunque esté dos veces muerto]
209 [¿Qué calle es ésta?]
210 Tierra negra
211 [Privándome del mar, del vuelo y de la carrera]
212 [Sí, estoy en el suelo y mis labios tiemblan]
213 [¡Qué turbio fluye el Kama cuando]
215 Estanzas
218 [Era un día de cinco cabezas. Yo llevaba ya encogido
cinco días]
220 [Hablando de una húmeda cinta]
221 [Aún estamos llenos de vida]
222 [Lingotes contantes y sonantes de las noches romanas]
223 [¿Es posible alabar a una mujer muerta?]
224 [En las pestañas muertas se heló San Isaac]
225 [Tras el pálido Paganini]
226 [Corre la ola junto a la ola, rompiendo la cresta de la
ola]
227 [Oficio el ritual del humo]
228 [No devolveré a la tierra como mariposa enharinada]

Segundo cuaderno
231 [Tras las casas y los bosques]
232 Nacimiento de la sonrisa
233 [Me asombra el mundo cada vez más]
234 [Jilguero mío, inclino mi cabeza]
235 [El día tiene hoy el pico amarillento]
236 [Ni tú ni yo, sino ellos]
237 [En las montañas descansa el ídolo]
238 [Estoy en el corazón del siglo. El camino es oscuro]

11
Í d
Índice

239 [Y el maestro del taller de los cañones]


240 [La ley de los pinares]
241 [Con la fina hoja de Gillette]
243 [Noche. Viaje. El primer sueño]
244 [Las etapas lejanas del convoy]
245 [¿Dónde estoy? ¿Qué me pasa?]
246 [Con la soga se hundió en el agua oscura]
247 [Cuando tiembla y palpita]
248 [Siento el invierno]
249 [Todo va mal]
250 [Tu pupila en la corteza celeste]
251 [Sonríe, colérico cordero del lienzo de Rafael]
252 [Cuando el mago]
253 [Como halcón cautivo]
254 [La amada levadura del mundo]
255 [Un diablillo con el pelo húmedo]
256 [Aún no estás muerto, aún no estás solo]
257 [Miro solo la cara del hielo]
258 [Este campo abierto, lento y sofocante]
259 [¿Qué haremos con el crimen de la llanura]
260 [Como plata de mujer arde]
261 [Ahora estoy en una telaraña de luz]
262 [Como piedra caída del cielo que despierta la tierra en
cualquier parte]
263 [Siento el primer hielo, lo siento]
264 [¿Dónde encontraré cobijo en este mes de enero?]
265 [Me gusta el aliento helado]
266 [Entre el rumor y la prisa del pueblo]
268 [¿Dónde está el lamento atado y clavado?]
269 [Me sumergí, como Rembrandt, mártir del claroscuro]
270 [Jirones de redondas bahías, grava y azul]

12
Í d
Índice

271 [Canto con la garganta mojada y el alma seca]


272 [Armado con la vista de puntiagudas avispas]
273 [Hubo ojos más cortantes que una afilada guadaña]
274 [Aún recuerda Tiflis el desgaste de mis botas]
275 [El sueño defiende el Don en mi sueño]
276 [Como madera y cobre es el vuelo de Favorski]
277 [Estoy hundido en el foso de los leones y en la fortaleza]

Tercer cuaderno
281 Versos del soldado desconocido
286 Fragmento de «Versos del soldado desconocido» no
incluido en la versión final
287 [Imploro, como piedad y gracia]
289 [Vi un lago erguido, a plomo]
290 [En la pizarra bermeja, carmesí]
291 [Lo diré llanamente, en un susurro]
292 [El cielo de la última cena se encariñó del muro]
293 [Me extravié en el cielo. ¿Qué haré?]
294 [Me extravié en el cielo. ¿Qué haré?]
295 [Quizás es un signo de locura]
296 [No compares: lo que vive no es comparable]
297 Roma
299 [Para que la piedra arenisca cobijara]
301 [Verde Creta, vasta isla azul]
302 [Culpable deudor de dilatada sed]
303 [Cómo me gustaría]
304 [Nereidas, mis Nereidas]
305 [La teta y la iota de la flauta griega]
307 [Como en las calles de Kiev-Vij]
308 [Llevo a mis labios este verdor]
309 [En viscoso juramento se pegan los brotes]

13
Í d
Índice

311 [Me apuntaban la pera y el cerezo aliso]


312 [Hacia la tierra vacía, cojeando sin querer]

De Últimos versos
317 Charlie Chaplin

Poemas sobre Stalin


321 Epigrama sobre Stalin
322 [Tú debes mandarme]
323 Oda a Stalin
327 [Si me apresaran nuestros enemigos]

329 Notas a los poemas


353 Índice de primeros versos

14
Prólogo

A Rosa Lentini y Ricardo Cano Gaviria,


en el fulgor de la palabra y el fervor de la
poesía.

Desde 1910, año de la crisis simbolista, hasta 1930, año


del suicidio de Maiakovski, la cultura rusa se puso, por
primera vez en su historia, a la vanguardia de las cul-
turas europeas, con figuras como Stravinski, Prokófiev,
Rajmáninov, Scriabin, Stanislavski, Méyerhold, Kandins-
ki, Chagall, Malévich, Ródchenko, Stepánova, Lariónov,
Goncharova, Tatlin, Diaguílev, Nijinski, Vértov, Pudov-
kin, Eisenstein...
En ese contexto de efervescencia cultural surgieron
dos grandes movimientos poéticos: el futurismo, nacido
originariamente en Italia y arraigado con sorprenden-
te fuerza en la Rusia prerrevolucionaria, y el acmeísmo,
genuinamente ruso. En torno al futurismo moscovita
se  agruparon un gran número de jóvenes poetas como
Maiakovski, Jlébnikov, Pasternak, Kruchónij, Burliuk,
Kamenski y Severianin... En cuanto a los acmeístas pe-
tersburgueses, guiados inicialmente por Nikolái Gumi-

15
Jesús García Gabaldón

liov, Anna Ajmátova y Ósip Mandelstam, soñaban, como


los simbolistas, con la nostalgia de una cultura univer-
sal,  profundamente europea. Clasicistas, admiradores
del arte gótico y de Shakespeare, Rabelais, Villon, Gau-
tier, se reunieron hacia 1909 en torno a una nueva revis-
ta, Apolo (Apollon), crearon la editorial Acmé («cima»,
«cumbre», «perfección», en griego) y fundaron en 1911
el Taller de los Poetas. El nuevo movimiento poético pa-
recía en sus comienzos una renovación del simbolismo
ruso, del que tomaron prestado su gusto por la cultura
europea y la mitología occidental, una conciencia históri-
ca, la dimensión ética y epistemológica de la sensibilidad
poética y una estética organicista, fundada en la forma
interna del verso. Sin embargo, los acmeístas se alejaban
del simbolismo en su rechazo de la metafísica, del misti-
cismo, de la vaguedad, de lo ambiguo, como evidencia su
primer lema poético: «¡Al diablo el simbolismo! ¡Viva la
rosa viva!». Al creer en las propiedades orgánicas del
lenguaje, los acmeístas propugnaban un regreso a los orí-
genes, a la noche etimológica de la palabra. A mi juicio,
el acmeísmo ruso fue un movimiento que sintetizó el mo-
dernismo y la vanguardia europeas, sobre la base simbo-
lista.
De acuerdo con Lidia Guinzburg, la poesía de Man-
delstam puede agruparse en dos periodos y tres ciclos o
libros que, a modo de círculos concéntricos, presentan
una asombrosa y orgánica unidad. El primer periodo
abarca desde 1906 hasta 1925, y el segundo, desde 1930
hasta 1937. Entre ellos hay un intervalo de cinco años en
los que no escribió poesía, aunque sí hizo numerosas tra-
ducciones poéticas y escribió diversos ensayos literarios.

16
Prólogo

El primer periodo fue recogido en 1928 en Stikhotvore-


nija 1906-1925, aunque no es una edición definitiva, de-
bido a los problemas con la censura. El segundo periodo
está marcado por el progresivo ostracismo del poeta en
la sociedad soviética, y nos ha llegado gracias a su mujer,
Nadiezhda Mandelstam, quien memorizó, transcribió,
organizó, guardó, distribuyó copias y solicitó numerosas
veces la rehabilitación pública de Mandelstam (que lle-
garía tardíamente, ya en la era de la perestroika de Gor-
bachov, el 28 de octubre de 1987) y la publicación de su
poesía. Al igual que el gran poeta simbolista Alexánder
Blok, Ósip Mandelstam organizó su obra poética en tres
ciclos. El primer ciclo gira en torno a su primer libro, La
piedra, cuya primera edición vio la luz en 1913, un año
decisivo para las vanguardias rusas. Este primer ciclo se
alarga hasta diciembre de 1915, en que apareció la se-
gunda edición, ampliada, de La piedra. El segundo ciclo
tiene como eje central Tristia, el segundo libro del poeta
ruso, publicado en 1922 y ampliado hasta 1925. El tercer
ciclo, desde 1930 hasta 1937, está constituido por cua-
dernos escolares, y a su vez se puede dividir en dos sub-
ciclos: los Cuadernos de Moscú (1930-1934) y los Cuader-
nos de Vorónezh (1935-1937), separados por el arresto y
condena de destierro por componer un epigrama sobre
Stalin en noviembre de 1933.
Es importante tener en cuenta que Mandelstam com-
ponía mentalmente, de manera oral y peripatética, sus
versos. Los recitaba en voz alta una y otra vez, y cuando
consideraba que el poema estaba terminado, lo transcri-
bía o lo dictaba. Por otra parte, su obra poética es con-
cebida como una suma creativa, es, literalmente, una

17
Jesús García Gabaldón

obra en marcha, y por ello Mandelstam amplía y recons-


truye en muchas ocasiones los poemas, lo cual da lugar a
numerosas variantes. Existen, además, otros dos factores
no desdeñables que imprimen una gran complejidad
textual a la poesía de Mandelstam. En primer lugar, está
la unidad orgánica de su poesía, donde cada poema en-
tabla una especie de diálogo intertextual con el resto de
su poesía, incluso si están separados por una cierta dis-
tancia temporal o temática. La imagen emblemática que
se podría aducir para ello es la de un rosetón o vidriera
gótica. Ahora bien, la unidad orgánica de la poesía de
Mandelstam no es estática, sino que es un espacio en
movimiento que describe, en su trayectoria, un fascinan-
te vuelo o metamorfosis, que podríamos denominar «la
metamorfosis de la crisálida». Todo confluye en ella: vi-
siones, sueños, lecturas, conciertos, cuadros, sucesos,
amores. Todo se lee a la luz de la cultura, habitada, vivi-
da, revivida por el poeta. En ese proceso vertiginoso se
alza la creciente sombra del yo del poeta, que llegará, en
sus máximas creaciones, a identificarse con la totalidad
de la cultura humana, interpretando a través de ella su
propia vida. Pero esa interpretación se plasma en sus
poemas de madurez como una fuga de sentidos, una in-
cesante orquestación de palabras e imágenes en constan-
te metamorfosis. En ese reino –el reino de la alta poesía–
la mariposa deviene crisálida. No en balde, Mandelstam
había declarado, ya en La mañana del acmeísmo (1912),
que la lógica es el reino de lo inesperado. O como sen-
tenciaría años más tarde: «en poesía es siempre la gue-
rra». Mandelstam cortocircuita el sentido, crea una sin-
taxis visual, abisal y devuelve a su época una lengua, una

18
Prólogo

poesía y una imagen radicalmente clásicas y radicalmen-


te modernas, nuevas. Partiendo de la herencia musical y
asociativa de la palabra poética de Verlaine y Tiútchev,
Mandelstam cultiva esencialmente el verso de métrica si-
labo-tónica, procediendo a una exploración sistemática
de todas sus posibilidades rítmicas y combinándolo es-
porádicamente con pareados de la lírica popular, versos
blancos o libres, sobre todo en su poesía final. Por últi-
mo, a partir de la reinstauración de la censura en 1921, la
poesía de Mandelstam se vio claramente afectada por
ella, en varios sentidos. Aunque el poeta apoyó incial-
mente la Revolución de Octubre, muy pronto se distan-
ció de ella y su poesía siempre da muestras de una liber-
tad interior, de expresión y de opinión, que evoluciona
con la época, denunciando el totalitarismo y el terror a
partir de 1918, pero sobre todo, en los Cuadernos de
Moscú.
En su primera etapa, los símbolos antiguos y moder-
nos de la cultura europea se entrecruzan y superponen
en la poesía de Mandelstam en una durée bergsoniana
desde la que se enuncia el subjetivismo antimimético del
poeta. El resultado es una densa síntesis de resonancias
y asociaciones culturales y metapoéticas que diluyen la
arquitectura temática del poema en un cúmulo de sensa-
ciones y sentimientos. A través de ese sintetismo, el poe-
ta entabla un diálogo infinito, ilimitado, con la cultura,
sobre todo musical, poética, literaria y arquitectónica eu-
ropea. Así, aparecen en sus versos referencias a la música
de Bach, Beethoven, Schubert; a la poesía de Dante, Pe-
trarca, Villon, Chénier; a las catedrales de Notre Dame,
la Asunción y la Anunciación del Kremlin, Santa Sofía,

19
Jesús García Gabaldón

San Pedro... En ese diálogo del poeta con la cultura eu-


ropea, adquiere gran relieve la época moderna, de co-
mienzos del siglo XX, que aparece representada por el
cine, el tenis, los automóviles, los tranvías, las grandes
metrópolis como París, Berlín, Roma, Moscú y San Pe-
tersburgo, y, más tarde, por la Primera Guerra Mundial
y la Rusia posrevolucionaria.
En su excepcional trayectoria creativa, la poesía de
Mandelstam, desde La piedra (1913) hasta los Cuader-
nos de Vorónezh (1935-1937), presenta una asombrosa
transformación de imágenes, motivos, temas y técnicas
métrico-musicales, y una coherencia simbólica profun-
da, extraordinariamente original e innovadora. Quizás
la gran complejidad de su poesía deriva del dinamismo
excepcional de su simbología, que crea una especie de
laberinto semántico e intertextual que aún no ha sido
interpretado en su totalidad. La figura cambiante del
poeta y del aliento poético es el nexo entre la palabra y
la cultura, que permite interpretar la vida del hombre
y la época soviética en torno al símbolo trágico del sol
negro.
La piedra, un delicioso y sorprendentemente moderno
libro acmeísta, es el eje central del primer ciclo poéti-
co  de Mandelstam. El propio poeta sufragó la edición
de 300 ejemplares de la obra en 1913, en una editorial
inexistente, Akme, en clara alusión semántica al movi-
miento acmeísta, del que formaba parte. El libro consta-
ba de 23 poemas, que después se ampliarían en la segun-
da edición de 1915. Inicialmente, el libro tenía el título
de La concha, que, al parecer, a sugerencia de Nikolái
Gumiliov, Mandelstam cambió a La piedra, considerada

20
Prólogo

símbolo arquitectónico de la palabra poética y de la per-


manencia de la cultura.
Tristia, titulado inicialmente Nueva Piedra, constituye
el segundo libro o ciclo de la poesía de Mandelstam.
Está marcado, inevitablemente, por el golpe leninista de
octubre de 1917, que desencadenó una guerra civil y,
posteriormente, daría lugar a la creación de la Unión So-
viética. En Tristia Mandelstam deja atrás el esteticismo
de los años iniciales, gracias a la fórmula de una poesía
cívica en la que contrapone el mundo de la Antigüedad
grecorromana a la Revolución Rusa, que reinterpreta a la
luz de Homero y de la mitología clásica. Pues el delibe-
rado clasicismo o helenismo de Tristia es un viaje anacró-
nico, mítico, al tiempo de los orígenes grecolatinos de la
cultura y, sobre todo, de la poesía europea, a la vez que
una respuesta a la tabula rasa de la Revolución Rusa, vi-
vida, como en el famoso poema de Jlébnikov, como el
año cero de una nueva civilización.
Frente a la destrucción del pasado, Mandelstam se
esfuerza justamente en efectuar una operación cultural
restitutoria, consistente en interpretar el presente a tra-
vés de la continuidad de la cultura occidental: Europa
es una nueva Hélade, Rusia es Fedra, San Petersburgo es
Venecia, Moscú es Florencia... Los paisajes y ciuda-
des del mar Negro (Feodosia, Táuride, Tiflis) son vistos
como espacios de síntesis entre la cultura clásica y la cul-
tura rusa. Espacios en penumbra, que iluminan, en un
tono crepuscular y apocalíptico, la nueva era, sentida
como ocaso de la libertad, muerte del hombre civilizado
y agonía de la cultura, simbolizada en San Petersburgo
(helenizado en Petrópolis) y en la poesía.

21
Jesús García Gabaldón

Aparece también en Tristia el ambiente bélico de la


Primera Guerra Mundial, evocado por Mandelstam en
los poemas «Casa de fieras» y «Se unieron los helenos
para la guerra». Tristia es el diario del poeta y de la revo-
lución. Mandelstam dedica «El decembrista» y «Cante-
mos, hermanos, el crepúsculo de la libertad» a saludar a
la Revolución de Octubre:

Y bien, probemos: un inmenso, torpe


Y chirriante golpe de timón.

La tierra flota. ¡Ánimo, hombres!


¡El océano se abrirá bajo el arado!

Sin embargo, esa esperanza revolucionaria pronto se


verá defraudada, como testimonian «Casandra» y, sobre
todo, «Tristia», el poema que da título al libro.
Ahora bien, podemos preguntarnos por qué, en una
época de guerras y revolución, un poeta moderno recu-
rre a los clásicos grecorromanos. Es una cuestión simple
y complicada, a la que podemos aducir varias hipótesis.
En primer lugar, hay una razón simple, evidente: la per-
manencia de la cultura clásica en la época moderna. Pero
hay, además, otras razones. «En poesía –afirma Mandels-
tam en “La palabra y la cultura”– es necesario el helenis-
mo [...] la revolución en el arte conduce inevitablemente
al clasicismo [...] la poesía clásica es la poesía de la revo-
lución.» No obstante, como señalaron Víctor Terras y
Clarence Brown, el clasicismo de Mandelstam es fruto
de una mezcla del estilo grecorromano, elevado y distan-
te, con la simplicidad familiar de la realidad rusa. En

22
Prólogo

cierto sentido, Mandelstam es «anticlásico», puesto que


lo que él hace es más bien una lectura o reescritura libre
y creativa de la cultura clásica, mediante la evocación de
los mitos griegos de la muerte y del inframundo. Así,
Perséfone, reina de la vida en el más allá y esposa de Ha-
des, es la diosa de Tristia. Y su ciudad es Petrópolis, con-
vertida, como en Derzhavin, en Necrópolis. Y el río que
la cruza no es el Neva, sino el Leteo. Es primavera en el
Elíseo y crecen los asfódelos, flores mortuorias. Caronte,
con su barca, transporta al poeta a la otra orilla. De esa
manera ha entretejido Mandelstam su evocación mítica
de la Antigüedad mediterránea, para rendir homenaje a
Ovidio y a Pushkin. Ovidio, como símbolo del destierro
y como puente entre el mundo clásico y el mundo eslavo.
Pushkin, como símbolo de la dignidad del poeta perse-
guido y asesinado. Y la música que suena en Tristia no es
tanto la de Schubert (el músico preferido de Mandels-
tam) o Bach, sino la de Scriabin, cuyo camino, que es
también el de Puhskin, sigue Mandelstam al considerar
al mundo cristiano un organismo, un cuerpo vivo, lo que
le permite sintetizar la religión católica, la ortodoxa, la
protestante y la judía. El cristianismo representa así una
estética de la redención, una «helenización» de la muer-
te, que halla entonces un profundo sentido religioso. En
cierta medida, el concepto cristiano de eternidad se em-
pareja con el de arte cristiano a través de la armonía, sen-
tida como libertad interior. La muerte del poeta es vivida
como catarsis, redención a través del arte. Además, con-
viene no olvidar que para Rusia el cristianismo represen-
ta el germen de la cultura, ya que con él llegó y se desa-
rrolló la escritura.

23
Jesús García Gabaldón

Tras un quinquenio de silencio poético, Mandelstam


vuelve a escribir poesía en el otoño de 1930, después de
pasar seis meses en Armenia, gracias a la ayuda de Buja-
rin. Allí conoció y entabló amistad con el zoólogo Borís
Kuzin, que influirá en una nueva perspectiva evolucio-
nista del poeta. El ciclo Armenia inicia los Cuadernos de
Moscú (1930-1934), el principal periodo de la poesía po-
lítica de Mandesltam, centrado en la denuncia del totali-
tarismo, la reivindicación del libre albedrío y la libertad
individual como resistencia civil del poeta en la sociedad
soviética. Este periodo final de su poesía viene precedi-
do por el ensayo La cuarta prosa y tiene su punto álgido
en el epigrama contra Stalin, compuesto en noviembre
de 1933, por el que sería arrestado en Moscú en la ma-
drugada del 17 de mayo de 1934, en presencia de su mu-
jer, Nadiezhda Mandelstam, y de Anna Ajmátova, bajo la
acusación de realizar actividades antisoviéticas y contra-
rrevolucionarias:

Vivimos sin sentir el país bajo nuestros pies,


Nuestras voces a diez pasos no se oyen.
Y cuando osamos hablar a medias,
Al montañés del Kremlin siempre evocamos.

Sus gordos dedos son sebosos gusanos


Y sus seguras palabras, pesadas pesas.
De su mostacho se burlan las cucarachas,
Y relucen las cañas de sus botas.

Una taifa de pescozudos jefes le rodea,


Con los hombrecillos juega a los favores:

24
Prólogo

Uno silba, otro maúlla, un tercero gime.


Y sólo él parlotea y a todos, a golpes,

Un decreto tras otro, como herraduras, clava:


En la ingle, en la frente, en la ceja, en el ojo.
Y cada ejecución es una dicha
Para el recio pecho del oseta.

Tras pasar quince días sometido a interrogatorios, sin


apenas comer ni dormir, y tras un primer intento de suici-
dio cortándose las venas, fue condenado por la policía po-
lítica soviética (entonces GPU) a tres años de destierro.
Era, en realidad, una condena extremadamente suave,
quizás la menor posible en aquella época, a la que Ajmá-
tova denominaba «vegetariana», en contraste con los si-
guientes años de terror. En otras circunstancias, Mandels-
tam habría sido fusilado (como sucedió en 1921 con el
poeta acmeísta Nikolái Gumiliov, primer marido de Aj-
mátova, o como entre 1938 y 1941 sucedería con Méyer-
hold, Bábel, Pilniak y tantos otros escritores) o condena-
do a trabajos forzados. Por aquel entonces, Mandelstam
era ya una persona muy enferma (de asma, del corazón,
del sistema nervioso), prematuramente envejecida (tenía
cuarenta y ocho años y aparentaba más de setenta). Toda-
vía gozaba de la protección de Nikolái Bujarin, director
de Izvestia, quien sería fusilado el 15 de marzo de 1938, y
quien, sin conocer el poema, intercedió por Mandelstam
ante Stalin, al igual que lo hicieron ante otras instituciones
soviéticas Anna Ajmátova, Borís Pasternak y Víctor Sklo-
vski. El propio Stalin se encargó personalmente de llamar
por teléfono a Pasternak para preguntarle si Mandelstam

25

También podría gustarte