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Al arco!

Hay un secreto y húmedo entendimiento


entre el arquero y la pelota.

La pelota,
llena de congoja del pantalón cruel del jugador,
se refugió en el vientre del arquero,
que pareció envolverla
en el consuelo de una dialéctica intestinal,
toda desordenada y revuelta
de ternuras y amenazas,
con una mirada dura
clavada sobre el jugador

Córner

Los jugadores se reunieron a dar la bienvenida.

Como de un lejano horizonte


se levanta la pelota del corner,
abriendo su vuelo de serpentina…
Se encoge la guardia de los jugadores
y ajusta el paredón del gol.
Entonces,
entre las frentes endurecidas,
una frente,
aristada de voluntad
en un salto más alto que ninguno;
quiebra como un florete
el acero flexible de la parabola del corner.

Epílogo
La tarde se dispersaba
sin ninguna apoteosis.

La fatiga de la jornada
hallaba blanda
la cabalgata de la sombra…

La muchedumbre
había perdido su himno
como las nubes después de la tormenta,
y tenía un desparramo ancho de nubes…

Todo el polvo agitado de la tarde


asentaba sobre la ciudad,
con algo de vapor de insensatez
que se enfría.
(Patadas lejanas)

En lo alto, un pájaro negro,


lleno de gracia,
sorteaba la última alegría…

Los árboles se alineaban en su acera


para balconear la retirada.

(Oculto en la fronda,
vindicativo, un pajarillo granuja,
devolvía a la multitud
su más infamante silbatina).

Hasta que la noche


crispó en la Ciudad,
como su sexualidad,
el collar de ganglios de las luces.

Bernardo Canal Feijóo, “Penúltimo poema del fútbol”, 1924.

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