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Hay que ser conscientes de que la familia es el único ámbito donde la persona nace,
crece y muere como persona, por lo que es fundamental entender la
trascendentalidad del amor en la familia. Necesito haber sido amado para poder
aprender a amar a los demás. Por haber sido amado y haber amado puedo llegar a
aprender a estimar qué es lo que yo soy.
1.1. La adolescencia
La adolescencia es una etapa que podría llegar a compararse con un diamante, dado
que es una edad clave por pulir, en donde el individuo va a aprender a conocerse y a
aceptarse. Una vez que el adolescente sabe quién es y se acepta así mismo tanto en
su mundo individual como en el mundo social, puede valerse de su propia libertad.
Esta libertad se observa en la exigencia (elaboración de hábitos correctos, mejora de
sus virtudes), en el avance de la inteligencia, la afectividad y la voluntad. Gracias a
que un adolescente se sabe querer bien es capaz de actuar con libertad para reforzar
sus propias cualidades.
La personalidad de una persona es el resultado de la suma de su temperamento
(impuesto genéticamente), el carácter (que aparece con la presencia de la educación)
y la libertad:
Son muchas las causas que pueden ocasionar alteraciones en la personalidad, pero,
fijándonos en la base del temperamento genético podemos llegar a comprender la
base innata de un individuo que sirve de base para el desarrollo de su personalidad.
Esta base podrá moldearse en base a la educación, obteniéndose el carácter y la
libertad adquirida al aceptarse así mismo como individuo y al resto de la sociedad,
siendo en este punto trascendental el cariño y amor de la familia e iguales.
El estilo educativo es la forma de actuar de los adultos respecto a los niños ante las
situaciones cotidianas, cuando hay que tomar decisiones sobre ellos o resolver algún
conflicto. Responde a la manera de cómo el adulto interpreta las conductas de los
niños y a la visión que tiene del mundo al que se van a incorporar. Va a reflejar el
manejo de conceptos como autoridad, control, afectividad, premios, castigos,
comunicación…
- Inseguridad e inconstancia.
- Falta de confianza en sí mismos.
- Falta de respeto hacia los demás y carencia de empatía.
- Bajo rendimiento escolar por una falta de esfuerzo.
- Baja tolerancia a la frustración.
- Cambios frecuentes de humor.
- Escaso autocontrol.
- Baja tolerancia a la frustración.
- Inseguridad y baja autoestima.
- Actitudes egoístas y prepotentes que pueden derivar en violencia hacia los
padres.
- Irresponsabilidad, inseguridad e inconstancia.
- Faltas de respeto constantes hacia los demás y una carencia de empatía.
- Cambios frecuentes de humor.
Si se tuviese que resumir las características de los padres sobreprotectores serían las
siguientes:
Los padres que ejercen la sobreprotección suelen tener miedo a defraudar a sus
hijos. Son personas que no saben o no quieren decirles que no dado que buscan no
querer frustrar su infancia, pensando que “ya sufrirán cuando sean mayores”. Tienen
un miedo de ser considerados como “autoritarios” puesto que, en el fondo, tienen
miedo de que sus hijos sufran lo mismo que ellos sufrieron (probablemente a
consecuencia de un estilo autoritario) Puede ocurrir que sean padres que no tengan
mucho tiempo para estar con sus hijos y que por culpabilidad tengan una actitud
indulgente con él. Tienen miedo al conflicto a observar el dolor en sus hijos, además,
puede ocurrir que les de pereza corregir a sus hijos, hacerles reflexionar o imponerse
ante ellos.
Son los padres los que deben enseñar a manejar las frustraciones desde pequeño,
dado que deben ayudar a comprender que no siempre se consigue lo que se quiere,
que los demás tienen sus propios límites y que hay que aceptar la realidad sin
experimentar sentimientos fuertes de cólera, miedo o tristeza.
- Cognitivos. Creencias.
- Afectivos. Emoción y sentimiento.
- Conductuales.
Entre las actitudes que deben fomentarse en nuestros niños estaría la de aprender a
desear lo bueno, a aprender a desear ser bueno, a aprender a desear a lo grande,
y la búsqueda de un equilibrio entre la cabeza, el corazón y la voluntad.
- Área pública. Lo que conocemos tanto yo como los otros. Comprende todo
aquello que sabemos de nosotros mismos y que dejamos ver a los demás.
Configura la imagen coherente y transparente que tenemos de nosotros
mismos.
- Área ciega. Lo que yo no conozco, pero sí que conocen los otros. Encuadra
todo aquello que los demás perciben de nosotros pero que desconocemos o
no somos conscientes de ello. Por ejemplo, podemos pensar que somos
personas muy pacientes, pero si alguien ajeno a nosotros detecta que hemos
perdido la paciencia puede no compartir nuestra opinión.
Suelen ser rasgos que descubrimos después de que otras personas de nuestra
confianza nos los hayan descubiertos, sacándonos de una espiral de negación en
la que podemos no ser capaces de reconocer ciertos aspectos de nuestra
personalidad.
- Área oculta. Lo que yo conozco, pero no conocen los otros. Somos nosotros
mismos los que conocemos determinados aspectos de nuestra personalidad
que elegimos ocultar a los demás. Hay diferentes razones para que
determinados rasgos o facetas nuestras no queramos que sean conocidas por
los demás como, por ejemplo.
o Porque consideramos que las demás personas no son dignas de tener
esa información.
o Porque tenemos miedo a ser juzgados por presentar dichos rasgos.
o Porque pensamos que dando a conocer esos rasgos estamos
brindando a las demás herramientas para poder hacernos daño.
- Área desconocida. Lo que no conocemos ni yo ni los otros. Está formada por
características de nuestra propia personalidad que aún no han sido
reconocidas. Aquí se encuentra el autoaprendizaje que vamos a realizar a lo
largo de nuestra vida para descubrir facetas de nuestra personalidad que se
van a ir ubicando en cada una de las otras tres áreas según van siendo
descubiertas.
Existe una interacción inevitable entre los cuadrantes, de tal forma que, al
introducirse información nueva en uno de los cuadrantes, afectará a los demás.
La solución que debemos aportar es: estar ahí, aceptar, ponerse en el lugar del
otro, dialogar y ofrecer modelos. Así lograremos comunicarnos de una forma
asertiva.