Está en la página 1de 6

ÉTICA: El término ética, proviene del griego ETHOS, y hace referencia a la

reflexión filosófica sobre las normas o reglas de una sociedad.

Aristóteles

TODO TIENE UN FIN

El punto de partida para llegar a conocer que es el bien para el hombre es la teleología. Los humanos no
realizan ninguna acción ni toman ninguna decisión sin que estas tengan una finalidad –aunque no sean
conscientes de ello-.  Aristóteles identifica esta finalidad con el bien que persigue toda actividad, acción o
elección:

“Todo arte y toda investigación e, igualmente, toda acción y libre elección parece tender a algún bien; por
esto se ha afirmado, con razón, que el bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden”. 

Intentar explicar en qué consiste ese bien y cómo se consigue se va a convertir en su objetivo, que intentará
alcanzar a partir de un método de investigación basado en la observación del mundo, que lo llevará a sacar
conclusiones racionales a partir de datos empíricos (obtenidos a través de la experiencia). Se centrará
entonces, en la observación de los hombres, prestando atención a sus conductas y escuchando sus
opiniones sobre lo que está bien y lo que está mal. Pero, de antemano ya advierte que no podrá responder
qué es el bien, dado que las acciones humanas no pueden valorarse con la misma exactitud. (Ej: acción de
robar).

Aristóteles, a diferencia de Platón, va a sostener que el bien tiene que estar en las cosas reales mismas y no
en un supuesto “mundo de las ideas” como el que propuso Platón. Una cosa o una acción, no es buena “en sí
misma”, sin contexto alguno, sino en tanto que conduce al bien del hombre.

LA FELICIDAD, EL FIN ÚLTIMO

Mientras realiza su investigación, Aristóteles va a descubrir que no existe un solo tipo de bien, sino que hay
diferentes bienes que se corresponden con las diferentes artes o ciencias. Por lo tanto, toda acción tendrá
como objetivo una finalidad o bien concreto, que es el bien que queremos alcanzar al realizar la acción. (Ej:
Aprender a maneja, para viajar seguro).

Sin embargo, esta finalidad puede que no sea un fin en sí misma, sino solamente un medio para obtener otro
objetivo. Es decir, que hay bienes que se desean por sí mismos, como fin último, y hay bienes que se
persiguen solo porque sirven para obtener otros bienes. (Ej: conseguir trabajo, ahorrar, comprar algo que
deseo o independizarme).

Aristóteles afirma que el bien final hacia el que convergen todas las acciones de los hombres, la finalidad
última, es el bien supremo. Pero ¿en qué consiste concretamente este bien supremo? Aristóteles acepta lo
que parece ser la opinión general: ese bien supremo es la eudaimonia, que se traduce como “felicidad”,
aunque no se trata de cualquier felicidad, sino de una plenitud, una felicidad auténtica que es el éxito   o un
valor supremo en su vida.

Entonces, podemos afirmar dos cuestiones: que nuestras acciones no corresponden al azar, sino que tienen
una finalidad; y que la felicidad, sea lo que sea, es esa finalidad que persiguen nuestras acciones. De aquí se
desprende una tercera idea: esa felicidad o vida plena depende de nuestra conducta y no de algo externo.

¿Cómo se alcanza la felicidad? La felicidad es el bien supremo entre todos los que pueden realizarse; y todos
los seres humanos (el vulgo como los cultos) piensan lo mismo, que vivir bien y obrar bien es lo mismo que
ser feliz. El problema es que no responden lo mismo si se pregunta ¿en qué consiste la felicidad? De hecho,
uno mismo puede dar diferentes respuestas a lo largo de su vida.

La postura teleológica presupone que las cosas tienen una finalidad que se puede relacionar con algo así
como la función más propia de la cosa. (Ej: un abrelatas cumple la función de abrir latas, también puede
usarse con otros fines, pero para decir que es un buen abrelatas deberá cumplir a la perfección la función
para la que fue creado). Podemos repetir esta secuencia para el objeto que queramos, pero lo que propone
Aristóteles es aplicar este método a los seres humanos para descubrir que deben hacer para alcanzar la
felicidad (el bien).

El bien supremo del hombre debe ser algo que lo caracterice y de sentido a su existencia. Este bien tiene que
ser un fin último, por lo tanto, quedará descartado todo aquello que sirva como medio para obtener otra cosa.
Esto estará unido entonces, a la actividad racional del hombre que es la que lo diferencia de otros animales.

Por lo tanto, Aristóteles cree que la felicidad no está ligada ni  a lo que nos une con las bestias (felicidad
entendida como placer), ni a los honores o reconocimientos públicos (ya que depende de que otro nos
reconozca), tampoco a las riquezas (porque no son queridas por sí mismas, sino para conseguir otras cosas);
pero sí a los bienes del alma, que consisten en la actividad racional, que es querida por sí misma
(autárquica). 

LA VIRTUD

El concepto virtud, proviene de la palabra griega “areté” y representa la excelencia en el cumplimiento o la


realización perfecta del propósito de algo o alguien (incluyendo tanto las virtudes morales como
intelectuales). 

En el caso de los hombres, estas son diversas, tanto como sus actividades, pero en general, todas sirven
como medio para alcanzar la eudaimonia.

Actuar de acuerdo con la virtud, quiere decir que nos comportamos virtuosamente de forma habitual (con
hacerlo una vez no alcanza). Por lo tanto, es necesario un HÁBITO, es decir que no alcanza con conocer lo
virtuoso, sino que también se tiene que llevar a la práctica. Pero como sabemos, los hábitos no siempre son
buenos, también existen hábitos malos, que serán llamados vicios.

EL JUSTO MEDIO ENTRE DOS EXTREMOS


Para Aristóteles existen dos tipos de virtud: las éticas (que nos ayudan a dominar nuestros impulsos
determinados por nuestra naturaleza animal) y las dianoéticas (virtudes intelectivas –relacionadas con la
razón).

Para determinar en qué consisten las virtudes éticas, observa a los hombres considerados virtuosos, y
descubre que estos se sitúan en un término medio entre dos extremos. Es decir, que la virtud a considerar
fuera el valor, el defecto sería la cobardía y la temeridad el exceso, mientras que el bien o punto medio sería
la valentía.

Entonces, la virtud no consiste en no tener impulsos, sino en dominarlos gracias a la razón, vinculándose con
aquello que depende de nuestra voluntad o capacidad de decidir. 

ÉTICA UTILITARISTA

JOHN STUART MILL (1808-1873)

No es el creador, pero sí el representante más significativo del UTILITARISMO. Otros representantes



son: su padre James Mill y Bentham.
Principio de mayor felicidad
(…) las acciones son justas en la proporción en que tienden a promover la felicidad e injustas en cuanto
tienden a producir lo contrario de la felicidad. Se entiende por felicidad el placer y la ausencia de dolor, y por
infelicidad, el dolor y la ausencia de placer (…) El placer y la exención de dolor son las únicas cosas
deseables como fines, y (…) todas las cosas deseables (…) [lo son] por el placer inherente a ellas mismas o
como medios para la promoción del placer y la prevención del dolor”

Sin embargo, a diferencia de posturas éticas como la de Aristóteles, la felicidad que debe buscarse no es la
felicidad individual, sino la felicidad “del mayor número de personas posibles”. A esto se refiere con el
principio de “mayor utilidad”. 

Por lo tanto, solo los actos que contribuyan con la felicidad del mayor número de personas pueden ser
considerados buenos.
Por otro lado, según Stuart Mill, la felicidad se basa en el placer. Siendo que “por felicidad se entiende el
placer y la ausencia de dolor, por infelicidad el dolor y la falta de placer.” 

Esta postura ética sostiene que el placer y la exención del sufrimiento son las únicas cosas deseables, ya sea
por el placer inherente a ellas mismas o como medios para la promoción del placer y la evitación del dolor. 

Es debido a esto que ha sufrido fuertes críticas, al punto de que a los primeros filósofos que la sostuvieron
eran calificados irónicamente como “cerdos”. El fundamento de la crítica era el siguiente: Si una persona
actúa bien solo cuando busca placer y evita el dolor, esa persona se guía como lo hacen los animales. 
A esta crítica Stuart Mill responde de la siguiente manera: 
Los seres humanos poseen facultades más elevadas que los apetitos animales, y una vez que son
conscientes de su existencia no consideran como felicidad nada que no incluya la gratificación de aquellas
facultades. 

En efecto, existen varias clases de placeres, algunos son más elevados que otros porque implican una
destreza mental, una preparación, una ejercitación, algún tipo de conocimiento. Por otro lado, algunos
placeres son más durables que otros, y esto también los hace más valiosos.

Jerarquía de los placeres

Según Mill, los seres humanos elegiremos aquel placer que tenga mejores cualidades (entre dos que

conocemos) ya que buscamos emplear cualidades superiores.

Un hombre con facultades elevadas necesita más para ser feliz, así como también sufrirá más

agudamente.

El sentido de DIGNIDAD hará que el hombre que accede a placeres más elevados rechace algo

inferior.

¿Por qué muchos eligen placeres inferiores?

Mill rechaza la objeción de que ciertas personas que son capaces de placeres superiores a veces los
posponen a los inferiores porque se tientan ante estos últimos.

Por el contrario, sostiene que si eligen de esa manera es porque están incapacitados para disfrutar de los
primeros (la capacidad para experimentar sentimientos nobles está atenuada).
La FELICIDAD
Si se la identifica con un placer exaltado es obvio que no puede darse en forma ininterrumpida, pero en
realidad cuando se ha hablado de la vida feliz siempre se ha pensado en aquella vida en la que los placeres
activos (momentos de exaltación) se alternan con los pasivos (momentos de tranquilidad, con dolores
escasos o transitorios). Entendida de esta manera, que claro que la felicidad no es inalcanzable.

Tres grandes calamidades que acechan a la humanidad



Ignorancia

Enfermedad 

Pobreza extrema

Todas estas podrán ser extinguidas por: la difusión de la EDUCACIÓN, el desarrollo de la MEDICINA y la
legislación adecuada (JUSTICIA SOCIAL)

KANT
Nació en Prusia (Rusia) 1724-1804

Luego de la muerte de su padre tuvo que abandonar sus estudios para trabajar como tutor, pero gracias a la
ayuda de un amigo pudo retomarlos y obtener un doctorado
Nunca salió de su ciudad natal, pero se informaba sobre todo lo que acontecía en el mundo

Llevaba a cabo un riguroso régimen de vida

Sufría una dolencia pulmonar que lo mantenía encorvado, pero a pesar de eso tuvo una vida prolongada

Ética del DEBER


 Desarrolló la Ética DEONTOLÓGICA (Deon: deber)

Su propuesta ética corresponde a las obras: Crítica de la razón práctica y Metafísica de las costumbres

Kant va a sostener que una cualidad cualquiera puede ser buena o mala, conforme a la intención con

que se la use

No siempre se obra bien, a veces aunque sepamos que es lo que debemos hacer nos dejamos llevar

por nuestros intereses. Porque según Kant, el ser humano no se constituye sólo por la razón sino
también por INCLINACIONES. Estas entran en juego en la toma de decisiones y muchas veces nos
alejan de lo que es correcto.
Si bien Kant sostiene que los seres humanos no conocemos lo absoluto, afirma que podemos tener un

“contacto” con lo absoluto: la conciencia del bien y el mal, de lo justo e injusto, de lo que debemos o no
debemos hacer, que él llama CONCIENCIA MORAL

Es decir, que todos hacemos discriminaciones de orden ético


Esta conciencia moral es la conciencia del DEBER


En la naturaleza las cosas simplemente son, suceden, pero entre las personas hay libertad

La BUENA VOLUNTAD
Supongamos que una persona se está ahogando en un río:

1- Trato de salvarla, hago todo lo posible, pero no lo logro y se ahoga

2- Trato de salvarla y finalmente la salvo

3- Por casualidad, pescando con una gran red, sin darme cuenta la saco junto con unos peces y la salvo

*Si Kant afirma que la buena voluntad no es buena por lo que se efectúe o realice sino que es buena en sí
misma:

¿Cuál de estos actos es bueno en sí mismo?


Kant clasifica los actos en tres tipos según su relación con el deber
ACTOS CONTRARIOS AL DEBER: en estos se obra por inclinación, es decir que no sigo el deber. 

*En el ejemplo de la persona que se está ahogando en el río, supongamos que teniendo todos los medios
para poder salvarlo, decido no hacerlo, porque le debo dinero y si muere me libero de la deuda.
ACTOS DE ACUERDO AL DEBER POR INCLINACIÓN MEDIATA: El deber coincide con la inclinación,

porque cumplo el deber ya que este es un medio para obtener otra cosa.

*Continuando con el ejemplo, supongamos que quien se está ahogando es mi deudor, por lo tanto, si no lo
salvo no podré recuperar mi dinero.

En este caso, este acto no puede ser calificado como bueno o malo sino moralmente neutro.
ACTOS DE ACUERDO AL DEBER POR INCLINACIÓN INMEDIATA: El deber y la inclinación

coinciden, pero en este caso la acción no se realiza por un medio sino por un fin en sí misma.

*Por ejemplo, salvo a la persona que se está ahogando porque la amo.

Pero este acto también será moralmente neutro, ya que a pesar de cumplir con el deber sigo una inclinación.

ACTOS POR DEBER: Se procede conforme al deber, sin seguir inclinación alguna. Según Kant son los

únicos actos moralmente buenos.

*El que se ahoga me es indiferente, o peor aún, es mi enemigo, pero dejando de lado mis sentimientos
(inclinaciones) decido salvarlo.

También podría gustarte