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José Bonet. Pine Psicoinmunoneuroendocrinología .

Cuerpo, cerebro y emociones


Idea central:
Los estados emocionales y psicológicos influyen en la salud física o corporal, y
viceversa:
1) la idea de que los pensamientos, emociones, cogniciones, recuerdos: el psiquismo o la
mente, influyen en el funcionamiento corporal, y por lo tanto, en mantener la salud o que se
desencadene una enfermedad;
2) que los distintos sistemas fisiológicos reguladores de la función corporal funcionan de
una manera interactiva, modulándose entre sí y generando una red funcional que está al
servicio de la adaptación y la supervivencia, y
3) que el ambiente físico, emocional y sociocultural impacta en el mantenimiento de la
salud o en la susceptibilidad para el desarrollo de enfermedades: la forma y los caminos
en los que el ambiente o el contexto “se meten bajo la piel”.
Capítulo I. La influencia de la mente
Las evidencias científicas de la influencia de la mente sobre el cuerpo tiene tres áreas
convergentes de investigación:
 Investigaciones fisiológicas que estudian conexiones biológicas y bioquímicas entre el
cerebro y otros sistemas del cuerpo.
 Investigaciones epidemiológicas que muestran correlaciones entre ciertos factores
psicológicos y ciertas enfermedades.
 Investigaciones clínicas que testean la efectividad de estos abordajes en la
prevención, alivio o tratamiento de enfermedades específicas.
Postura emergentista:
 Está tomada de la idea filosófica inicial de emergencia o emergentismo. Postula que la
mente emerge del cerebro; la mente es considerada como un conjunto de
propiedades sistémicas a que da lugar el funcionamiento del sistema nervioso
central. A esas propiedades se las llama propiedades globales emergentes.
 La Teoría de la Emergencia surge a comienzos del Siglo XX y postula básicamente
que la mente emerge del cerebro. Según el diccionario de Ferrater Mora, el vocablo
emergente ha sido usado sobre todo para caracterizar una de las teorías generales
sobre la evolución: la evolución emergente. Esta afirma que cada nivel del ser es
emergente respecto del nivel anterior –e inferior. Es decir, que cada nivel del ser tiene
respecto del anterior una cualidad irreductible. Por niveles o capas del ser se entienden
realidades tales como materia, organismo, vida, conciencia.
 El término emergente fue sugerido como contraste de resultante; estos distinguen
entre
a) las propiedades exclusivamente sumatorias y substractivas, que son predecibles, y
b) las cualidades nuevas e impredecibles. Lo resultante es producto de la suma, lo
emergente es una cualidad nueva.
De estas ideas surge el Paradigma conexionista, también llamado Conexionismo,
Emergentismo, Dinámica de red o Complejidad, que se refiere a la emergencia de estados
globales en una red de componentes simples. Un ejemplo de lo dicho es la mente, que emerge
a partir de la conexión y de la relación de elementos sin mente (componente simple), es decir,
la conexión de las neuronas de las diferentes partes del cerebro, que no tienen mente.
Marvin Minsky publicó La sociedad de la mente:
 supone a la mente como un producto formado por una sociedad de agencias sin
mente. Con este planteo, se acerca a las filosofías orientales al indicar que no hay un
yo unido y centralizado, un autómata, una suerte de hombrecito que controla y dirige
las actividades del ser humano, sino que habla de un yo desunido.
 El autor habla de esta especie de sociedad que niega la existencia de un centro
coordinador único.
 No existe un yo sólido, centralizado y unitario, sino un sistema organizado y
complejo donde lo importante radica en el conexionismo y la emergencia de las
propiedades globales emergentes.
Psicoinmunoneuroendocrinología
 Mente, el cerebro y el cuerpo en un funcionamiento interactivo e intermodulado.
 Cuando hablamos de la red psiconeuroinmunoendocrinológica podemos considerar
que la adaptación y la supervivencia pueden ser estados globales emergentes de la
conversación cruzada, bidireccional, de los diferentes sistemas implicados, a través de
los sistemas de información principales que son el SNC, el SE, el SI, con sus señales
compartidas.
 Ya no es solamente una influencia de los “factores psicológicos”, sino que la mente,
los pensamientos, los recuerdos, las emociones, las conductas, son
participantes activos y determinantes en los estados globales al servicio de la
adaptación. Pasa a formularse una fisiología integrativa que da lugar a diferentes
formas de Medicina y Psicologías integrativas.
La medicina psicosomática
 El concepto de psicosomático. En un tiempo se refería exclusivamente a una etiología
psicológica de las enfermedades somáticas. Enfermedades específicas tales como
asma, artritis, úlceras, colitis ulcerosa, etc. eran vistas como psicosomáticas y, en
contraste, otras enfermedades se consideraba que tenían un origen exclusivamente
orgánico o biológico. Algunas teorías sostenían que factores psicológicos específicos
eran la etiología de enfermedades específicas, mientras que otras postulaban que las
enfermedades psicosomáticas eran el resultado de una reacción de estrés sostenida y
generalizada, impactando en un organismo vulnerable.
 Apoyando esta última hipótesis, en recientes estudios metaanalíticos se encontró que
la depresión, la dupla ira-hostilidad y la ansiedad estaban fuertemente
relacionadas no solo con la enfermedad coronaria cardíaca, sino también con las
llamadas enfermedades psicosomáticas como asma, úlceras, artritis y cefaleas.
También se produjo una evolución en otro sentido, ya que se empezó a pensar que muchas
enfermedades podían tener etiología psíquica, una especie de psicogénesis, sobre todo en
aquellas en las cuales no se conocían ni el mecanismo ni la causa. Una especie de concepción
mecanicista, psicologista en este caso. Este enfoque tiene su desarrollo y su apogeo en la
década del 50 y del 60 en los Estados Unidos, con autores como Franz Alexander y la llamada
Escuela de Chicago. Esencialmente, consideraban que cada enfermedad de las llamadas
psicosomáticas, “las siete grandes de Chicago”, se debían a un conflicto inconsciente
específico. Intentando resumirlo de una manera muy esquemática, podemos decir que:
 En el asma bronquial el conflicto era entre una excesiva dependencia materna no
resuelta y el miedo al abandono por parte del hijo.
 En la dermatitis atópica o neurodermatitis el conflicto inconsciente era entre una
especie de exhibicionismo, como forma de obtener amor y ser favorecido, combinado
con culpa y masoquismo por ese deseo de exhibición.
 En la colitis ulcerosa, una esperanza frustrada de cumplir una tarea o las obligaciones
y no poder llevarlas a cabo.
 En la hipertensión describen conflictos con la expresión de la ira e impulsos hostiles.
 En la úlcera duodenal, frustración de las necesidades de dependencia.
 En el hipertiroidismo, miedo a la muerte y desarrollo de fobias relacionadas con ese
miedo.
En los últimos quince años, los estudios en esta rama de la relación del psiquismo con la
Medicina han ido cambiando y se han focalizado en tres grandes líneas. No tanto en el
descubrimiento del significado, que fue perdiendo vigencia, sino en la investigación y en la
concepción. Estas tres grandes líneas serían:
 La detección de la psicopatología que acompaña a las enfermedades, como por
ejemplo la relación de la diabetes, el cáncer o el infarto con la depresión, o la ansiedad,
es decir la psicopatología comórbida.
 La influencia de la personalidad en el riesgo a una determinada enfermedad o en la
adherencia a un tratamiento. No es lo mismo atender a un paciente diabético sin un
trastorno de la personalidad que atender a uno borderline (fronterizo o con trastorno
límite de la personalidad o TLP).
 El diseño de intervenciones psicológicas centradas en mejorar la calidad de vida.
Indudablemente hay que mejorar la tecnología psicológica, la tecnología de
intervenciones, no tanto en curar desde el punto de vista psicológico. No se trata de
curar la enfermedad con la psicoterapia, sino de mejorar la calidad de vida, mejorar el
pronóstico, cambiar hábitos, mejorar la comunicación con el médico.
La Psicoinmunoneuroendocrinología
Relación entre varias disciplinas (endocrinología, inmunología, neurociencias,
psicología, etc.), lo que constituiría una disciplina híbrida que se nutre de los
conocimientos generados en cada una de ellas. Su objetivo fundamental es la
integración de partes de información previamente aportada con y desde distintas
herramientas disciplinarias.
 Inicialmente, se consideró a la PINE como el estudio integrado del comportamiento o la
conducta, lo neural, lo endócrino y las funciones inmunes, que permiten a un
organismo adaptarse a las múltiples demandas que están constantemente presentes
sobre él, desde su medio ambiente interno y externo. Entonces, abarcaría todo lo que
se conocía acerca de la interacción entre la función de la conducta, neural, endócrina e
inmune en el proceso de adaptación.
 Después se fueron sumando otras maneras de definirla, a través de la influencia de
procesos psicosociales como la psicopatología o la personalidad sobre la inmunidad, o
factores ambientales y conductuales que impactan en el bienestar psicológico y
simultáneamente ejercen efectos inmunomodulatorios, con consecuencias sobre la
salud.
 O también como todo lo que tiene que ver con la relación entre el sistema nervioso, el
sistema inmune, el sistema endócrino y el psiquismo.
 La comunicación estructural, funcional y constante entre los sistemas nervioso,
endócrino, inmune y el psiquismo, lo cual fundamentaría la concepción de red de
trabajo. Esto es, que los sistemas corporales funcionan de una manera interactiva,
intermodulada o interregulada.
 Se deja de pensar que los sistemas se autoregulan, —como el sistema inmune
autoregulado operando independientemente—, para comenzar a comprender el
funcionamiento como una red. Por ejemplo, que el principal freno del mismo son los
corticoides, un producto del sistema endócrino. Es decir, que el principal freno de la
acción del sistema inmune es un producto del sistema endócrino; que este freno
funcione de una manera muy ajustada es esencial dado que un sobredisparo del
sistema inmune tiene consecuencias letales para el organismo total, como se ve en las
enfermedades autoinmunes.
 Podemos considerar al sistema nervioso, al sistema inmune y al sistema
endócrino como los tres principales sistemas de información del organismo. Son
tres medios de señales químicas que reciben y transportan información desde y hacia
el cerebro, y desde y hacia el resto del organismo. Comparten:
 las señales químicas y los receptores, es decir, la capacidad de recibir el mensaje que
trae esa señal química. Las señales nerviosas son los neurotransmisores, como la
adrenalina, la noradrenalina y otros. Las señales endócrinas son las hormonas,
producidas por la diferentes glándulas endócrinas; las señales inmunes son las
citoquinas o interleuquinas, que son proteínas producidas por los linfocitos y otras
células del sistema inmune.
El cerebro
 Es el organizador central, el decodificador principal de los diferentes estímulos externos
captados por los diferentes sistemas sensoriales —vista, oído, tacto, etc.— e internos
—virus, bacterias, inflamatorios, neoplásicos—, captados por el sistema inmune; hay
además estímulos ambientales y metabólicos, captados por el sistema endócrino, y
estímulos cognitivos: pensamientos, recuerdos, emociones.
 Recibe la información, la decodifica, es decir, la interpreta, y envía respuestas
nerviosas, endócrinas, inmunes y conductuales. Esta información va y viene, de una
manera bidireccional, por vía nerviosa, a través del sistema nervioso autonómico, la
rama del sistema nervioso dedicada a las funciones involuntarias o automáticas, que
llega a cada órgano del cuerpo. Las citoquinas y las hormonas circulan por vía
humoral, o sea por la sangre y otros líquidos corporales.
 En resumen, podríamos decir que la mente y el psiquismo son un componente activo
de la red. La mente y la conducta participan en el proceso adaptativo y en el proceso
de sobrevida. Las emociones, la conducta y las cogniciones tienen que ver con el
grado de activación o no de esa red PINE. Las alteraciones de la red están
relacionadas con la fisiopatología de las enfermedades y también intervienen en la
prevención y en la curación de las enfermedades, según como sea ese estado de
actividad.
 La emoción y la conducta no son un “fenómeno agregado” secundario, sino que forman
parte de la respuesta adaptativa. Por ejemplo, el miedo, que tiene una emoción
específica, pensamientos específicos y una actividad motora, que inducen a actuar al
servicio de la supervivencia. Como veremos más adelante, algo similar ocurre con la
función inmune.
Algunas conclusiones: los sistemas inmunitario y nervioso relacionan al organismo con el
mundo externo y evalúan sus componentes. Tienen memoria y aprenden por experiencia.
Ambos contribuyen a la homeostasis. Los errores en la defensa pueden producir enfermedad,
por ejemplo autoinmunidad o alergias por un lado y fobias o pánicos por el otro. Muchos
autores las comparan: mientras la fobia es una reacción exagerada frente a un estímulo banal,
las alergias constituyen una hipersensibilidad inflamatoria frente a un estímulo no peligroso.

LAS FUNCIONES DEL SISTEMA INMUNE


el SI puede percibir una imagen interna del cuerpo y reaccionar ante cambios y distorsiones de
esta imagen; y, al mismo tiempo, es el encargado de informar al cerebro de estas
modificaciones internas que el cerebro “ve” o capta por su intermedio.
Con el propósito de comprender la relación de los estresores psicológicos con el sistema
inmune, es útil distinguir:
 inmunidad natural o inespecífica e inmunidad adquirida o específica.
1- La inmunidad natural es una respuesta inmune característica de los mamíferos
pero también de organismos de bajo orden como las esponjas. a-Las células
involucradas en la inmunidad natural no proveen defensas contra un patógeno en
particular, sino que más bien son células “todo propósito” que pueden atacar
diferentes patógenos y lo hacen en un tiempo relativamente corto (de minutos a
horas), cuando son desafiadas. El grupo más grande de células involucradas en la
inmunidad natural es el de los granulocitos. Incluyen los neutrófilos y los
macrófagos, células fagocíticas que, como su nombre lo indica, “comen” sus
objetivos.
b- La respuesta generalizada desplegada por estas células es la inflamación,
en la cual neutrófilos y macrófagos se congregan en el sitio del daño o
infección y liberan sustancias tóxicas, como radicales oxidativos, que atacan a
los invasores y fagocitan a ambos, invasores y tejido dañado. Los macrófagos
en particular también liberan moléculas de comunicación, o citoquinas o
interleuquinas, que tienen amplios efectos en el organismo, incluyendo fiebre e
inflamación, y también promueven la curación. Otros granulocitos incluyen los
mastocitos y los eosinófilos, involucrados en la defensa frente a parásitos y
alergias.
c- Otras células involucradas en la inmunidad natural son las natural killer, que
reconocen la falta de una molécula que permite identificar el tejido propio en la
superficie de las células (característica de muchos tipos de células infectadas
por virus y algunas células cancerosas) y eliminan estas células liberando
sustancias tóxicas. Se cree que las natural killer son importantes en limitar las
fases tempranas de las infecciones virales, antes que la inmunidad natural
comience a actuar, y para atacar células propias que se han malignizado.
d- sistema del complemento, que es una familia de proteínas involucradas en la
inmunidad natural. Proteínas del complemento unidas a microorganismos
pueden estimular la fagocitosis y la inflamación. El complemento también
puede ayudar en la inmunidad mediada por anticuerpos.
2- La inmunidad específica se caracteriza por mayor especificidad y menor rapidez
que la respuesta inmune natural. Los linfocitos tienen sitios receptores en sus
membranas celulares. El receptor de cada célula calza con una y solo una
pequeña forma molecular, o antígeno, en un invasor dado y por lo tanto responde
a un solo tipo de invasor. Cuando son activadas, estas células antígeno-
específicas se dividen para crear una población de células con la misma
especificidad antigénica en un proceso llamado proliferación clonal o respuesta
proliferativa. Aunque este proceso es eficiente en términos del número de células
que tienen que ser mantenidas cotidianamente, crea un retraso de varios días
antes de que se monte una defensa completa, y durante ese tiempo el organismo
debe apoyarse en la inmunidad natural para contener la infección.
A- Hay tres tipos de linfocitos que median la inmunidad específica:
 Las células T-helper tienen como función principal producir citoquinas, que dirigen y
amplifican el resto de la respuesta inmune.
 Las células T-citotóxicas reconocen los antígenos expresados por las células que
están infectadas con virus o comprometidas de alguna manera (por ejemplo, células
cancerosas) y lisan estas células.
 Las células B producen proteínas solubles, llamadas anticuerpos, que pueden cumplir
varias funciones, incluyendo la neutralización de toxinas bacterianas, uniéndose a
virus libres para prevenir su entrada a las células, y la opzonización, una cobertura de
anticuerpos que aumenta la efectividad natural.
3- INMUNIDAD ESPECÍFICA
Un importante desarrollo inmunológico es el reconocimiento de que la inmunidad específica en
seres humanos se compone de respuestas humorales y celulares. Las respuestas de la
inmunidad celular se montan contra patógenos intracelulares como los virus y son coordinadas
por un subgrupo de linfocitos T- helper llamados células Th1. En la respuesta Th1 las células T-
helper producen citoquinas que incluyen IL-2 e interferón gamma (IFNγ). Estas citoquinas
selectivamente activan células T- citotóxicas y células natural killer.
Las respuestas inmunes humorales se montan contra patógenos extracelulares tales como
parásitos y bacterias y son coordinadas por un subgrupo de linfocitos llamados células Th2. En
la respuesta Th2, las células T-helper producen diferentes citoquinas, incluyendo IL-4 e IL-10,
las que selectivamente activan células B y mastocitos para combatir patógenos extracelulares.
Hay cinco tipos de anticuerpos:
1)Inmunoglobulina (Ig)A, que se encuentra en las secreciones. IgE, que se une a
los mastocitos y está involucrada en la respuesta alérgica.
IgM, que es una gran molécula que limpia antígenos del torrente sanguíneo.
IgG, que es un pequeño anticuerpo que difunde en los tejidos y cruza la placenta.
IgD, cuyo significado no es conocido, puede ser producido por células B
inmaduras.
Experimento de las ratas mostró que hay una capacidad de memoria y aprendizaje del sistema
inmune, que podemos verla como otra evidencia de la conexión entre el sistema nervioso y el
sistema inmune. Al igual que las neuronas, los dos sistemas tienen las propiedades de
aprendizaje y memoria. Además, tiene sentido funcional que el sistema inmune, el cerebro y el
psiquismo deban unirse, ya que relacionan al organismo con el mundo externo y evalúan sus
componentes como indemnes o peligrosos; ambas funciones sirven de defensa y adaptación;
poseen memoria y aprenden por la experiencia; contribuyen a la homeostasis; los errores en la
defensa pueden producir enfermedad, por ejemplo autoinmunidad o alergias por un lado y
fobias o pánico por el otro.
En endocrinología se habla de “ejes”, porque en el funcionamiento de las principales hormonas
participan varios órganos de una manera jerárquica y que se retroalimenta a sí mismo. Por
ejemplo, el eje tiroideo; el gonadotrófico, o de las hormonas sexuales, cuyo producto terminal
son los estrógenos y la progesterona en las mujeres; el de la prolactina; el de la hormona de
crecimiento, etc. El hipotálamo es un grupo de núcleos que se encuentra profundo, en el centro
del cerebro, sobre la glándula hipófisis o pituitaria. Entre ellos hay una gran conexión funcional,
lo que constituyó uno de los descubrimientos del Premio Nobel argentino, Bernardo Houssay.
En el hipotálamo se forman una moléculas que se llaman factores liberadores, que salen por la
sangre y van a la hipófisis, donde activa la producción y liberación de hormonas hipofisarias,
que salen a la circulación general para finalmente llegar a la glándula que producirá la hormona
final, la que tendrá el efecto específico. El más estudiado por la gran cantidad e importancia de
sus efectos es el eje HPA. El hipotálamo produce el factor liberador de corticotrofina (CRF), que
llega a la pituitaria y la estimula para liberar una hormona hipofisaria, la adenocorticotrofina
(ACTH) Esta va por la sangre, llega a las glándulas suprarrenales, una vez allí activa la
liberación de cortisol y aldosterona, llamados corticoides internos, y son las hormonas que se
difundirán por todo el organismo cumpliendo las funciones biológicas. Dentro de ellas quizá la
principal es que el cortisol es el encargado de proveer energía, o sea glucosa, durante la
reacción de estrés, y en todo momento es el encargado de que llegue glucosa al cerebro, por
ejemplo. La segunda función importante es frenar o inhibir la respuesta inmune, a través de
diferentes mecanismos.
Una vez en la sangre, y cumpliendo su función, el cortisol puede llegar al cerebro y se
liga o une con unos receptores especiales que se encuentran en el hipocampo —otro
núcleo muy importante—, en el hipotálamo y en la pituitaria; estos receptores de
corticoides, cuando el cortisol y la aldosterona se ligan, empiezan el proceso de
regulación de la secreción de corticoides. A esto se lo denomina retroalimentación
negativa o mecanismo de feedback negativo. ¿Por qué? Porque con esta ligadura del
cortisol a su receptor, el hipotálamo y la hipófisis toman noticia que la cantidad de cortisol es la
adecuada y que hay que empezar a disminuir la liberación del mismo. Cuando este receptor
funciona mal, como veremos en el capítulo de la depresión, el cerebro no puede recibir la
información de que ya es suficiente y sigue produciendo y liberando CRF y ACTH, generando
así un estado de hipercortisolismo; es decir, el circuito no cierra, ha perdido la regulación
normal. Esto ocurre en algunos estados de estrés crónico y en algunos tipos de depresión.
Otro dato importante, que habla de la relación del sistema endócrino con el inmune, es que
en los linfocitos se encontraron receptores para diferentes sustancias del sistema endócrino;
por ejemplo, receptores para agonistas alfa y beta adrenérgicos, receptores para la acetilcolina,
corticoides, ACTH y CRF, para insulina, para hormona de crecimiento, para angiotensina, para
sustancia P, para el VIP (péptido intestinal vasoactivo), somatostatina, betaendorfinas y
opioides. Es decir, los linfocitos pueden recibir señales de estas hormonas.
La conexión sistema inmune-cerebro
Las citoquinas
 son moléculas producidas por células del sistema inmunológico encargadas de la
comunicación intercelular y regulan interacciones de las células del sistema inmune,
por lo cual pueden afectar las funciones de muchas células distintas.
 Son un conjunto de proteínas de pequeño peso molecular sintetizadas especialmente
en respuesta a un estímulo, y su actividad se detiene cuando cesa el estímulo, bien por
mecanismos regulatorios dentro del sistema inmune o externos como son los
corticoides.
 Ejercen su acción en dosis muy pequeñas uniéndose a receptores específicos en la
superficie de las células en las cuales tienen que actuar. Las citoquinas pueden actuar
en forma local o en forma sistémica.
 Su función inmunorreguladora es clave en la respuesta inmune, en la inflamación y
en la hematopoyesis (proceso de formación de las células sanguíneas) de distintos
tipos celulares.
 Son fundamentales en la comunicación y en las interacciones que establecen las
células del sistema inmune entre sí y con otras células. Para ello activan a
macrófagos, eosinófilos, células NK y neutrófilos.
Las citoquinas tienen diferentes funciones en el sistema inmunitario:
 Inician la respuesta inmunitaria, fundamental para defendernos de las infecciones.
 Regulan de alguna forma la barrera hematoencefálica (BHE), utilizando las moléculas
de adhesión; las citoquinas activadas regulan la BHE.
Generan mecanismos de desarrollo, reparación y crecimiento post-injuria.
 Tienen una acción de factores neurotróficos que generan reparación y crecimiento
neuronal.
 Regulan el sistema nervioso autónomo y el sistema endócrino, estimulan la producción
de CRF.
 Tienen un efecto activador e inhibidor sobre algunos neurotransmisores, como
adrenalina, serotonina, dopamina y la acetilcolina.
CÓMO LLEGA LA INFORMACIÓN
El cerebro y el sistema inmune se comunican a través de diferentes vías.
1- Una es la neural, una vía rápida en la cual las citoquinas producidas en la zona de
injuria o infección o trauma activan nervios aferentes sensoriales, que van hacia el
cerebro, tales como los nervios vagales durante la infección o lesiones, es decir
estímulos abdominales y viscerales. Se conectan con zonas del cerebro como el
núcleo tracto solitario, el núcleo parabraquial, el hipotálamo, núcleos paraventricular y
supraóptico y la amígdala central. Llega a las áreas de proyección neural, genera la
producción de citoquinas y produce efecto en las áreas blanco.
2- La vía humoral, una vía más lenta, implica que las citoquinas y linfocitos activados
circulan por la sangre, llegan al cerebro y en ciertas zonas por donde pueden entrar
inducen la producción y liberación de citoquinas proinflamatorias por células y
macrófagos cerebrales, aunque todavía no se conocen del todo algunos mecanismos.
Tenemos evidencias en trabajos en animales y en humanos que la activación inmune produce
cambios en los niveles de neurotransmisores cerebrales, como la adrenalina, la noradrenalina,
la serotonina y la dopamina. Estos neurotransmisores son los moduladores de los distintos
circuitos cerebrales y están asociados al funcionamiento óptimo del cerebro; cuando se
desregulan, a las patologías mentales, y también son blanco de muchas de las drogas
utilizadas en Psiquiatría.
CITOQUINAS Y CEREBRO
Las citoquinas, cuya función principal es la de actuar como moléculas de señalización del
sistema inmune, han sido implicadas en el desarrollo o la exacerbación de conductas y estados
emocionales y anímicos específicos. Los efectos fisiológicos y psicológicos de la activación
inmune, denominados colectivamente comportamiento o conducta de enfermedad (sickness
behaviour), están mediadas por citoquinas derivadas de células inmunes activadas. Diferentes
estímulos inmunes como infecciones, lesiones o células cancerosas producen sus efectos
iniciales en la periferia, pero la información sobre su presencia es casi inmediatamente
transmitida al cerebro, en un proceso similar al sensorial.
Dentro del cerebro, esta información producida por el sistema inmunológico activado estimula
varias áreas e induce las células gliales y las neuronas, los dos tipos de células del cerebro,
para empezar a producir y liberar citoquinas como la interleuquina 1 o el factor de necrosis
tumoral-alfa (TNF-alfa), que también actúan como neurotransmisores y neurorreguladores. Es
decir que, dentro del cerebro, la información que llega de “afuera” activa también la
producción de algunas citoquinas; dentro de ellas, la más estudiada e importante es la
IL-1.
La conducta de enfermedad se refiere al estado corporal y psicológico, por ejemplo cuando
tenemos gripe; sentimos fatiga, disminución del apetito, un estado de apatía, de letargo, de
desgano, con pérdida de interés social y sexual e incremento del sueño, además de una cierta
debilidad general. También se la llama estado de malestar general, y es importante
considerar que de alguna forma es una situación parecida a la depresión. Este estado no es
producto de la infección o la enfermedad, es una reacción del organismo para defenderse de la
infección; la fiebre no es producto del germen, sino una reacción adaptativa del organismo
coordinada por la IL-1, que está al servicio de la defensa y la adaptación.
La respuesta defensiva y adaptativa consiste en una respuesta corporal febril, inflamatoria o
metabólica.
a- La respuesta febril, como el aumento de la temperatura;
b- la inflamatoria, como proliferación y activación de células y otros mecanismos inmunes
(las únicas células que se reproducen y que se activan con una temperatura corporal
mayor a 37 grados son las del sistema inmunitario) y cambios metabólicos, y
c- una respuesta conductual y emocional, la conducta de enfermedad. La señal química
que coordina esta respuesta es, fundamentalmente, la IL-1, pero también participan las
otras citoquinas llamadas proinflamatorias, que coordina toda esa respuesta; es decir,
modifica la red psiconeuroinmunoendócrina para activar esa respuesta de defender al
organismo. En síntesis, la conducta de enfermedad es una conducta adaptativa y al
servicio de la defensa.
Las citoquinas, que son un producto del sistema inmunitario, tienen un efecto
conductual, con lo cual podemos comprobar la estrecha relación que existe entre el
psiquismo, el cerebro y el sistema inmune. La conducta y la emoción participan en una
respuesta adaptativa general.
Actualmente se considera a la conducta de enfermedad como una manifestación externa de
episodios reversibles de expresión y acción de CTQ en el cerebro en respuesta a la
estimulación inmune periférica.
Las CTQ inducen la conducta de enfermedad, que es un fenómeno totalmente reversible y
adaptativo, pero puede volverse desadaptativo, o sea patológico. Como el miedo o el dolor,
también puede devenir anormal o patológica. Estos son mecanismos que ayudan a la
supervivencia, pero cuando se hacen crónicos o fuera de tiempo o excesivos, pierden esa
capacidad adaptativa y se transforman en un problema. Por ejemplo, el dolor crónico, las fobias
y el exceso de miedo.
La conducta de enfermedad también se puede trasformar en desadaptativa: cuando se
convierte en patológica o cuando ocurre fuera de contexto en ausencia de estímulos
inflamatorios, es decir que se activa de forma inadecuada; o cuando es de una intensidad o
duración exagerada.
¿En qué condiciones se puede dar esta situación?
 Cuando las CTQ proinflamatorias son producidas en cantidades mayores que lo normal
y por más tiempo.
 Cuando fallan las moléculas regulatorias que frenan la activación de los componentes
moleculares y celulares de la respuesta.
 Cuando los circuitos neuronales, que son los encargados o los mediadores neurales y
organizan la SB, devienen hipersensibilizados.
 Cuando ocurre fuera de contexto en ausencia de estímulos inflamatorios o cuando es
de una intensidad o duración exagerada.
La principal manifestación puede ser que, después que pasó la enfermedad, sigue el estado
de agotamiento, de apatía, de fatiga, con diferentes niveles de intensidad. Esto lo relaciona con
el tema de la depresión. Dado que la conducta de enfermedad es muy parecida clínicamente,
se consideró que otra manifestación de la alteración de la conducta de enfermedad era la
depresión. Existen personas que luego de un proceso de enfermedad son más vulnerables a
presentar un episodio depresivo como complicación de la conducta de
CONDUCTA DE ENFERMEDAD Y DEPRESIÓN
La depresión mayor se asocia con una elevación significativa de los niveles circulantes de
citoquinas proinflamatorias.
Capítulo 2. Estrés y sistema inmune
El estrés es un concepto multidimensional que involucra:
 los estímulos de estrés, o estresores,
 los sistemas de procesamiento biológico y psicológico del estrés, y
 la respuesta o reacción de estrés.
Hans Selye, científico húngaro creador del concepto, lo definió como un síndrome causado
por diversos agentes nocivos que producen una respuesta inespecífica del organismo, a
la que llamó Síndrome general de adaptación.
Describió tres etapas o estadios:
 la reacción de alarma o alerta aguda ante el peligro o la injuria; la etapa de
resistencia, que si el estímulo continúa en montos pequeños puede llevar a un estado
de nueva adaptación, manteniendo esa resistencia, y de continuar la injuria en alto
nivel puede llevar a una pérdida de la resistencia, entrando en la tercera etapa, la fase
del agotamiento
 la reacción de estrés sería el conjunto de todas las respuestas montadas por el
organismo que intentan contrarregular las demandas o los desafíos, tanto internos
como externos, que amenazan con desorganizar la homeostasis.
 Los organismos para sobrevivir tienen que responder a esas fuerzas internas o
externas que tienden a desorganizar o a sacar al organismo de esa homeostasis.
 Los estímulos de estrés o estresores son fuerzas perturbadoras que amenazan la
homeostasis y las respuestas adaptativas incluyen reacciones físicas y/o mentales que
intentan compensar los efectos de los estresores; fuerzas de reequilibrio que consisten
en un complejo repertorio de respuestas celulares, moleculares, fisiológicas y
conductuales. De acuerdo a como sea esta respuesta generará efectos protectores o
dañinos, como si fueran dos caras de la respuesta.
Hay dos modelos:
 El modelo clásico o modelo homeostático se puede resumir mediante el ejemplo de la
presión arterial:
Exposición al estresor → alerta → sube la presión → cesa el estímulo → baja la presión.
 el modelo alostático no es tan rígido, sino que plantea una fluctuación continua, por
ejemplo de la presión arterial y de otros sistemas reguladores, ante las diferentes
actividades y momentos de la vida, y es esa fluctuación y posibilidad de cambio lo que
permite la adaptación. Es decir, se mantiene el equilibrio a través de la realización de
cambios constantes. Cuando el alerta deviene crónico, el cuerpo se adapta
produciendo cambios estables como el adelgazamiento de la musculatura y de la pared
de las arterias, para mantener más efectivamente la presión alta. Entonces, cuando el
sujeto se relaja, la presión ya no baja a los niveles anteriores. El sistema vascular bajo
la coordinación del cerebro alerta ajusta, resetea sus parámetros frente a un ambiente
estresante de alerta crónico; cambia algunos parámetros frente a una demanda para
los cuales el sistema no venía preparado. De esta manera, la alostasis otorga viabilidad
al sistema, cambiando temporalmente sus rangos óptimos y puntos de equilibrio de
manera de adaptar el sistema ante las circunstancias enfrentadas.
¿Por qué es estresante para mí y no para otros?
Eventos estresantes:
 Eventos de vida de primer tipo: los cataclismos, inundaciones, terremotos, guerras;
situaciones que son desbordantes, que generan reacciones intensas, pero que al
mismo tiempo son compartidas por muchas personas, por lo que se puede generar
toda una serie de mecanismos compensatorios de la gravedad del suceso, como la
solidaridad.
 Eventos de vida de segundo tipo: cambios importantes en la vida personal, como un
nuevo trabajo, casarse o divorciarse, la muerte de un familiar, una mudanza, un
proceso judicial. A partir de allí se hicieron escalas en las que se adjudicaba un valor a
los eventos vitales, que luego se utilizaba para calcular el riesgo potencial del sujeto
para las pólizas de los seguros de vida. Se basaba en trabajos epidemiológicos que
mostraban que a mayor puntaje en este tipo de escala, más posibilidades había de
enfermarse o de morir.
 Eventos “menores”: no son importantes en sí mismos, pero sumados pueden
“amargar” la vida.
En consonancia con el desarrollo de la psicología y de la psicoterapia cognitiva, se produjo un
cambio en la investigación, y esta pasó a focalizarse en el proceso psicológico interno que se
llevaba a cabo, más que en los eventos estresantes. Ya el filósofo Epícteto, con un papel
central en la creación de la escuela de la filosofía estoica, que nació esclavo y luego fue
liberado por la importancia que tuvieron sus aportes, en sus enseñanzas sostenía que “las
personas no sufren por las cosas del mundo, sino por la visión que tienen de esas cosas”.
También Marco Aurelio, emperador de Roma y admirador de Epícteto, escribió: “La felicidad de
tu vida depende de la calidad de tus pensamientos”.
Tomando la teorización de Richard S. Lazarus, la evaluación cognitiva inicia el proceso del
estrés, y se divide a su vez en otras dos:
 Evaluación primaria: es un mecanismo esencial para distinguir situaciones peligrosas
de las que no lo son, condición necesaria para sobrevivir. Podemos definir a la
evaluación primaria como “aquel proceso que tiene lugar de forma continua durante
todo el estado de vigilia, y determina las consecuencias que un acontecimiento dado
provocará en el individuo”, que hace referencia a repercusiones y consecuencias.
Mediante la evaluación primaria se pueden distinguir tres clases de estímulos:
1) irrelevantes,
2) benigno-positivos y
3) estresantes.
Cuando se evalúa que el encuentro con el entorno no conlleva implicaciones para el
individuo, se evalúa como irrelevante; las evaluaciones benigno-positivas tienen
lugar si las consecuencias del encuentro se valoran como positivas; es decir, si
preservan o logran el bienestar o si parecen ayudar a conseguirlo. Se caracterizan
por:generar emociones placenteras tales como amor, alegría, felicidad, regocijo o
tranquilidad.
Entre las evaluaciones estresantes se encuentran aquellas que implican
daño/pérdida, amenaza o desafío. Daño/pérdida es cuando el individuo ya ha
recibido algún perjuicio. La amenaza se refiere a aquellos daños que todavía no han
ocurrido pero se prevén. Como genera valoración del potencial lesivo, se generan
emociones negativas como miedo, ansiedad y malhumor. El desafío tiene en común
con la amenaza que ambos implican la movilización de estrategias de afrontamiento.
En el desafío hay una valoración de las fuerzas necesarias para vencer en la
confrontación, lo cual genera emociones placenteras como impaciencia, excitación y
regocijo. Estas no son excluyentes entre sí y pueden darse en forma simultánea o
alternarse y cambiar en una misma situación. Las personas para las cuales los
acontecimientos significan un desafío disponen de ventajas en la calidad de
funcionamiento y salud del organismo sobre aquellas que se sienten fácilmente
amenazadas; tienen más confianza, emocionalmente están menos abrumadas y son
más capaces de desarrollar recursos adecuados.
Evaluación secundaria: es cuando el individuo está en peligro, es preciso actuar sobre la
situación y predomina una forma de evaluación dirigida a determinar qué puede hacerse. Es
característica de cada confrontación estresante, ya que los resultados dependen de lo que se
haga, de que pueda hacerse algo y de lo que está en juego. Las evaluaciones primarias de
lo que está en juego, y las secundarias de las estrategias de afrontamiento, interaccionan
entre sí determinando el grado de estrés y la intensidad y calidad de la respuesta emocional y
de estrés en general.
Los factores personales que influyen en la evaluación
 el grado de compromiso, que es aquello que es importante para el individuo, y las
creencias, que todos tenemos, y sin darnos totalmente cuenta, intervienen y modifican
el proceso de evaluación modelando el entendimiento y el significado. Por ejemplo, no
es lo mismo un divorcio en una persona que cree que “el matrimonio es para toda la
vida”, que para otra que piensa lo contrario. Estas creencias se inician en la infancia y
se van elaborando y consolidando a lo largo de toda la vida.
 Los factores situacionales que influyen sobre la evaluación son variados. Por ejemplo,
la novedad de la situación y la predictibilidad o incertidumbre del acontecimiento.
También podemos considerar factores temporales que influyen en la evaluación como
la inminencia o la duración de la situación.
Filtros. Otros autores consideran que el propósito de la respuesta no es solo eliminar los
estímulos en sí mismos, sino también afrontar la situación que les da lugar. Esto quiere decir
que la razón en la falta de respuesta lineal entre un estímulo y lo que ocurre dentro del
organismo se da porque el estímulo es evaluado o “filtrado” antes de que se produzca una
reacción corporal. Estos filtros del estímulo reducen el impacto del potencial estresor.
Los filtros más importantes serían
 la evaluación de la amenaza potencial, o expectativas del estímulo, y
 la evaluación del rendimiento o de las respuestas disponibles, expectativa de
respuestas de desempeño.
La expectativa del estímulo se refiere a la información archivada en la memoria acerca de los
estímulos: cuando se produce uno que sucede a otros, se ponen en marcha mecanismos de
evaluación y respuesta. Cuando un evento adverso, penoso es reconocido (señalado por otro
estímulo que evoca una experiencia anterior) aparece la respuesta de estrés.
El segundo tipo de filtro surge de las expectativas de desempeño, y tiene que ver con el
conocimiento acerca de las consecuencias de los actos propios. Este tipo de expectativas está
referido a la relación entre los actos y el resultado, entre lo que se hace y lo que se logra, y da
lugar a tres tipos de estados psicológicos y conductuales:
 La sensación de estar en control: cuando se afronta con una expectativa positiva, con
sensación de control, lo que configura un afrontamiento exitoso, por lo tanto una
reacción de estrés más adecuada.
 La sensación y conducta de desamparo o indefensión: cuando se considera que el
resultado no depende de lo que se haga.
 La conducta de desesperanza: cuando se espera que, más allá de lo que se haga, el
resultado va a ser negativo. Estos dos últimos estados producen una reacción de
estrés significativa.
Con respecto al afrontamiento, uno de tipo exitoso reduce el estrés y el sufrimiento
psicológico; mientras que la incapacidad o estilos de afrontamiento inadecuados resultan en
altos niveles de estrés y, además, en un gran sufrimiento psicológico. Podemos decir que se
refiere a las acciones cognitivas, fisiológicas y emocionales o a las conductas que la persona
pone en marcha con el fin de enfrentarse a los eventos de la vida. Por lo tanto, los recursos de
afrontamiento del individuo están formados por todos aquellos pensamientos, interpretaciones,
conductas y emociones que puede desarrollar para tratar de conseguir los mejores resultados
posibles en una determinada situación.
Lazarus define al afrontamiento como “aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales
constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas
externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los
recursos del individuo”. Este autor toma el afrontamiento como proceso y no como rasgo, se
produce una diferenciación entre afrontamiento y conducta adaptativa automatizada, al limitar
el afrontamiento a aquellas demandas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de
los recursos del individuo.
Afrontar puede significar minimizar, evitar, tolerar y aceptar las condiciones estresantes, y no
solamente dominar el entorno. El afrontamiento es un proceso cambiante en el que el individuo,
en determinados momentos, debe contar principalmente con estrategias, digamos defensivas, y
en otros con aquellas que sirvan para resolver el problema, todo ello a medida que va
cambiando su relación con el entorno. Esto no puede describirse con una medida estática de
un rasgo general o un tipo de personalidad. La clasificación de tipos de afrontamiento que hace
Lazarus:
Métodos dirigidos a la emoción: estrategias diseñadas para modificar las emociones, en
general para atenuarlas, y entonces hacer más soportable la vida, evitando las realidades que
podrían ser desbordantes si se las afrontara directamente.
Métodos dirigidos al problema: estrategias dirigidas a resolver el problema, búsqueda de
soluciones alternativas, consideración costo-beneficio.
Otras formas de describirlo:
Afrontamiento instrumental: está orientado hacia el manejo; es operativo, activo, un estilo de
orientación hacia la meta con un sentimiento de control personal.
Afrontamiento emocional: muestra una expresión emocional adecuada hacia los problemas.
También se han descrito otras categorías, como:
 el incrementador, sujeto vigilante y muy sensible con la información relacionada con
las amenazas;
 el atenuador, donde predomina la evitación o transformación cognitiva de la
información relativa a la situación amenazante, y otros tipos como el confrontador o
 el evitador, que es una de las que genera más patología mental.
Un compromiso del cerebro, la mente y el cuerpo
La respuesta al estrés puede entenderse como una de alerta generalizado, de alerta o de
activación del cerebro que lleva la actividad del mismo a un nivel más alto y lo mantiene
activado en ese nivel.
La activación normal tiene varias fases:
 la primera, aguda,
1- sigue inmediatamente al estresor, consiste en varias respuestas y afecta casi todos
los sistemas regulatorios y órganos.
2- Todos los sistemas endócrinos, el sistema autonómico y el sistema inmune son
sensibles a los cambios ambientales a través de estos mecanismos.
3- Esta activación puede ser experimentada como placentera o displacentera,
dependiendo del contexto de la situación y de las atribuciones con las que el
individuo clasifica al estímulo.
4- El objetivo central es la redirección adaptativa de la energía, como el oxígeno y la
glucosa dirigidos al cerebro y a los músculos, que en ese momento requieren
energía adicional.
5- Además de una inhibición transitoria del crecimiento y de la reproducción, de los
mecanismos del dolor, o analgesia, para enviar la energía a lugares que en ese
momento la necesitan más.
CIRCUITO CEREBRAL DEL ESTRÉS: PROCESADO CENTRAL
¿Qué sucede en el cerebro durante la respuesta de estrés? El cerebro tiene un rol
determinante, como coordinador central de la respuesta y como interpretador y respondedor de
la respuesta de estrés y de la carga alostática.
A partir de la neurociencia actual, y de la teoría conexionista y emergentista de la mente, se
piensa que es imposible entender el funcionamiento del cerebro si no se considera que una
neurona individual participa en muchos patrones globales cambiantes, que se conforman y se
desarman para determinada actividad, pero tiene escasa significación cuando se la toma
aisladamente, solo si está activada o desactivada.
Este enfoque —conexionismo, emergentismo, asociación, dinámica de red— sostiene que lo
importante es la emergencia de estados globales en una red de componentes simples;
por ejemplo, en el sueño lo que está despierto o dormido es el animal, no las neuronas. Los
cerebros son sistemas altamente cooperativos, no son redes estructuradas con uniformidad
pues consisten en muchas redes conectadas de varias maneras.
Antonio Damasio, piensa que algunos sistemas neurales no se desarman, sino que
permanecen constantes, en especial los evolutivamente más antiguos. Es decir que existen
ciertos circuitos que permanecen estables y con una misión específica. Dentro de ellos se
encuentra lo que podemos denominar circuito central del estrés.
Este circuito, que realiza el procesado central, cerebral, del estrés está compuesto por la
amígdala, el hipocampo, el hipotálamo, el locus coeruleus y la corteza prefrontal. Estas
son estructuras interconectadas, anatómica y funcionalmente, que integran las funciones
psicológicas con las funciones autonómicas, neuroendócrinas e inmunes en la respuesta de
estrés. Participan en procesos cognitivos, emocionales, conductuales y viscerales. Tanto el
hipocampo como la amígdala, el hipotálamo y la corteza prefrontal son lugares estratégicos que
conectan redes involucradas en diferentes aspectos de la respuesta al estrés.
La amígdala es un pequeño núcleo de cuerpos neuronales localizado en la profundidad del
cerebro, que participa en otorgarle el contenido emocional a las vivencias, fundamentalmente el
miedo. El miedo es una emoción que tiene mucho en común con la ansiedad y con el estrés,
son muy parecidas, y tienen un mecanismo biológico y psicológico similar. Cuando se activa la
amígdala, se despliega el miedo. El hipocampo es otro núcleo o grupo de cuerpos neuronales
íntimamente comunicado con la amígdala, que tiene una importancia fundamental con respecto
a la memoria, le otorga significado y la guarda del contexto o hábitat, o memoria contextual.
Ante cualquier estímulo captado por los órganos de los sentidos, que puede ser tanto interno
(un pensamiento o una sensación física) como externo (vista, oído, olfato, etc.),
inmediatamente se informa al cerebro de esta percepción; existe una puerta de entrada, que es
una especie de filtro, un núcleo que se llama tálamo; de aquí se activa la amígdala, para
evaluar si es peligroso o no, y luego se comunica con el hipocampo, con la corteza cerebral y
con el hipotálamo.
La amígdala está situada en una vía que es interfaz entre el sistema sensorial, por un lado, y el
sistema motor, por otro; probablemente es el sitio donde la información sensorial es
transformada en señales neurales, químicas y luego emocionales, llevando a la determinación
cuando una amenaza ambiental existe o no y, si existe, determinando cuándo y cómo debe ser
respondida. La amígdala es entonces la puerta de entrada cognitiva y sensorial y participa en la
evaluación del estímulo, que indica no solamente si el estímulo es dañino o no, sino también
bajo qué condiciones puede serlo.
Está constituida por varios núcleos internos interconectados en los cuales se produce un flujo
de información y activación, y luego parten proyecciones o conexiones hacia los otros centros
componentes del circuito del estrés como son el hipocampo, el hipotálamo, el locus coeruleus y
la corteza prefrontal.
Funciona muy aceitadamente con el hipocampo, que es esencial para la acumulación de
recuerdos y para la memoria; sobre todo con la memoria del contexto o ambiente en el cual se
llevó a cabo alguna experiencia o situación. Cuando la situación es urgente, la amígdala evita
algunos pasos y activa y dispara el
sistema de estrés para mantener el foco de atención y de actividad en el peligro presente, para
no distraerse en situaciones en las que debe actuar. Más tardíamente, una vez cesada la
situación de peligro, cuando la situación lo permite, hará una reevaluación junto con el
hipocampo, la memoria y la corteza prefrontal para producir una acción más específica.
La hiperactivación de la amígdala podría ser un paso esencial que lleve a la sobreactivación de
los sistemas involucrados en la respuesta de estrés.
El locus coeruleus es un pequeño núcleo del tronco cerebral formado por los cuerpos de las
neuronas productoras de noradrenalina, y es donde nace el sistema nervioso simpático,
encargado principal de la respuesta de lucha-fuga ante signos de peligro, sean reales o
imaginarios. Este núcleo, ampliamente conectado con el resto del cerebro —tiene más de 100
mil terminales neuronales que salen del mismo— produce y mantiene las respuestas
excitatorias e inhibitorias en distintas partes del cerebro. Tiene una especie de funcionamiento
tónico, necesario para el desarrollo normal de la función cerebral; en una situación no
estresante hay como un funcionamiento silencioso, pero la acción de la noradrenalina en el
cerebro permite que se mantenga la función neural. Ante una situación de estrés, la tasa de
descarga se activa y consecuentemente se activa el sistema de alarma, que será el que genere
la reacción de estrés. Una de las teorías sobre cómo se producen los ataques de pánico indica
que se trata de un incremento en la velocidad de descarga del locus coeruleus. Tiene como
funciones estimular el sistema nervioso simpático, estimular el hipotálamo, inhibir el sistema
parasimpático, activar el rol de la amígdala e inhibir la corteza prefrontal.
El hipotálamo es un centro cerebral compuesto por diferentes núcleos menores en los cuales
se encuentran los cuerpos neuronales que van a producir factores liberadores, señales
químicas que se dirigen a la glándula hipófisis o pituitaria para activar la producción de
diferentes hormonas que van a constituir los llamados ejes hormonales, como el tiroideo o el de
las hormonas sexuales, o el eje hipotálamo pituitario adrenal (HPA), fundamental en el estrés.
Dentro del hipotálamo existe un núcleo que produce una neurohormona, es decir una hormona
producida por neuronas, que se llama factor liberador de corticotrofina (CRF, por sus siglas en
inglés). Tiene una función nuclear en la reacción de estrés, porque es el regulador primario del
eje HPA; pero últimamente se ha descubierto que, además de esta función endócrina, se
encuentra ampliamente diseminado por el cerebro y participa en otras actividades como por
ejemplo en las respuestas conductuales. Nos vamos a referir en detalle en otro capítulo del
libro.
La corteza prefrontal ocupa un tercio del volumen del cerebro humano, tiene una participación
y un rol central en respuestas cognitivas, conductuales, afectivas y fisiológicas, antagónicas de
las que se necesitan en momentos de estrés agudo. En momentos de estrés agudo
necesitamos una acción rápida y enérgica para mantener la vida; en cambio, la corteza
prefrontal participa en respuestas que no son necesarias en ese momento, por ejemplo las
funciones intelectuales superiores: lenguaje, aprendizaje, toma de decisiones, planeamiento,
discernimiento, capacidad de espera. En el circuito del estrés, la corteza prefrontal tiene
efectos inhibitorios sobre la amígdala, el locus coeruleus y el hipotálamo; y estos
núcleos tienen un efecto inhibitorio sobre la corteza prefrontal: se inhiben mutuamente.
Podemos decir entonces que el sistema o circuito del estrés o procesado central del
estrés consiste en que tres núcleos —la amígdala, el locus coeruleus y el hipotálamo—
funcionan interconectados y se activan entre sí, y de esta intermodulación depende la
activación de los efectores que desplegarán la respuesta en el resto del organismo.
Estos tres núcleos a su vez inhiben la función de la corteza cerebral prefrontal, que tiene
funciones más específicas, y no tan útiles en el momento agudo; pero cuando se activa,
la corteza prefrontal tiene un efecto inhibitorio del funcionamiento de los tres núcleos
anteriormente nombrados.
En conclusión: en los momentos de estrés se requiere un sistema activado y la corteza
prefrontal inhibida, y en los momentos más calmos empiezan a tener importancia otras
funciones intelectuales, como la capacidad de juicio, la afectividad y la cognición en general,
para lo cual se requiere de una corteza prefrontal activa y de un sistema de estrés inhibido.
Cuando el sistema de estrés está activado, interfiere en el funcionamiento de la corteza
prefrontal y altera su funcionamiento. De este funcionamiento conjunto interactivo e
intermodulado dependerá el grado de activación de los efectores periféricos que desplegarán la
respuesta de estrés a lo largo de todo el organismo.
EFECTORES PERIFÉRICOS: SE DIFUNDE LA NOTICIA
Los efectores periféricos de la respuesta de estrés más importantes son el eje HPA y el
sistema nervioso autónomo, en su rama simpática. Si bien se activan todos los ejes
hormonales, la mayoría de los sistemas reguladores y el sistema inmune, la reacción de estrés
consiste, fundamentalmente, en la activación del sistema nervioso periférico autonómico y del
eje HPA. La función fundamental del simpático es asegurar la llegada de sangre, y la del
cortisol —corticoide producto final del HPA— es asegurar la llegada de glucosa, un
“combustible” que va a los lugares más necesitados, el cerebro y los músculos, en los
momentos de urgencia.
El sistema nervioso se divide en dos ramas: el central y el periférico.
 El central comprende el cerebro y la médula, y el periférico, los nervios que se
conectan con la periferia del organismo.
 El sistema nervioso periférico se divide en otras dos ramas, el musculoesquelético o
voluntario, que transporta las ordenes voluntarias, y el autónomo o autonómico o
neurovegetativo, que es la rama del sistema nervioso que regula las funciones que nos
son voluntarias como la respiración, la micción, la postura, la digestión, etc. Este a su
vez se subdivide en dos ramas: la simpática, en general activadora, que interviene en
la reacción de estrés, y la parasimpática, en general inhibidora, que interviene en la
respuesta de relajación. En realidad, funcionan como dos “riendas” que se regulan
mutuamente.
En la reacción aguda de estrés, se produce inicialmente una activación simpática, que genera
una respuesta conductual, corporal y emocional generalizada que se conoce como respuesta
de lucha o fuga. Aunque también debemos considerar una tercera posibilidad de respuesta,
que es la de parálisis o freezing, cuando el sujeto queda “congelado” o paralizado porque
predominan los circuitos inhibidores centrales y se produce un exceso de la respuesta de
miedo y de estrés.
Cuando se activa el sistema nervioso simpático se producen varios cambios fisiológicos
necesarios en la preparación del cuerpo para responder a una amenaza o peligro, mediante lo
que se conoce como respuesta de lucha o fuga. Es decir, se prepara al organismo para correr o
para pelear. Y provoca cambios corporales esenciales para la acción: aumenta la frecuencia
cardíaca y la presión arterial, aumenta la frecuencia respiratoria, aumenta la sudoración, se
produce piloerección o piel de gallina, aumenta el deseo de micción, se dilatan las pupilas (lo
que da la expresión de ojos de miedo), etc.; y a nivel psicológico aumenta la frecuencia de
pensamientos, se incrementa la sensación de alerta y aparece lo que se llama ansiedad
anticipatoria.
La capacidad de tener una reacción adecuada al estrés es indispensable para sobrevivir
y reproducirse con éxito.
El otro efector periférico es el eje HPA, que es el eje hormonal que produce corticoides
internos. Ya vimos que el CRF del hipotálamo una vez liberado es transportado, y actúa en el
lóbulo anterior de la hipófisis o pituitaria, muy importante glándula que se encuentra en el
centro del cerebro y produce y coordina varios ejes hormonales. Aquí se inicia un proceso por
el cual esta produce otra hormona adrenocorticotrofina (ACTH) que es liberada por la pituitaria
en la sangre, y a través de la circulación llega al tercer componente del eje HPA, las glándulas
adrenales o suprarrenales. Una a cada lado del cuerpo, se encuentran situadas sobre ambos
riñones, como una especie de sombrero. La ACTH actúa estimulando las células
adrenocorticales para liberar corticoides, fundamentalmente cortisol y aldosterona, que son los
principales efectores del metabolismo energético, que producen la disponibilidad de
“combustible”, fundamentalmente glucosa; y también son mediadores en la función
antiinflamatoria para suprimir la respuesta inmune y evitar el “sobredisparo” del mismo. O sea
que son hormonas, productos del sistema endócrino, que a la vez constituyen el principal freno
del sistema inmune.
Finalmente, los corticoides salen por la sangre a la circulación general, entran al cerebro
de nuevo y se unen a receptores para corticoides en la hipófisis, el hipotálamo y el hipocampo
e inhiben la secreción de CRF. A esto se lo llama hacer feedback negativo, dado que el
incremento de cortisol por la activación del eje HPA frena la producción y liberación de CRF, es
decir, “apaga” el eje. Estos estados tardíos de la respuesta pueden funcionar como un
mecanismo supresor que enfría la respuesta aguda y reestablece el balance fisiológico, en
condiciones normales y cese de la estimulación.
“¿Es cierto que baja las defensas?”
Dentro de los factores psicológicos que pueden impactar en la función inmunológica más
estudiados se encuentran estados emocionales, como el duelo; rasgos de la personalidad,
como el optimismo; trastornos psicopatológicos asociados a trastornos o a la función
inmunológica, entre ellos el más conocido es la depresión. Pero además es necesario
considerar momentos especialmente susceptibles, en los cuales hay una cierta vulnerabilidad,
por lo cual el estrés impacta de una manera más potente. Básicamente son dos: el estrés pre y
post natal temprano, es decir en los primeros momentos de la vida, tema que consideraremos
en otro capítulo; y el que se produce durante el envejecimiento. Son dos momentos en los que
el sistema inmune se encuentra particularmente vulnerable, y sobre todo susceptible al estrés
psicosocial.
ESTRÉS AGUDO: REACCIÓN NORMAL
En el estrés agudo, el sistema inmune, como todo el organismo, se prepara para la acción. Los
cambios que se producen son parte de la respuesta de lucha o fuga, en guardia para enfrentar
la situación de estrés. Para esto se producen diferentes pasos. Si bien en los corticoides,
productos del eje HPA, la función fundamental es inhibitoria de la respuesta inmune,
inicialmente amplifican esa respuesta. La activación del eje HPA y del cortisol, uno de los
corticoides, estimula la respuesta inicial y pone en alerta la memoria inmune, es decir las
células de memoria. Los linfocitos de memoria son los que guardan el “recuerdo” de que una
vez ya se estuvo en contacto con el antígeno.
Ese tipo de contacto queda guardado en la memoria de ciertos linfocitos, y cuando el antígeno
invade nuevamente, la respuesta es muchísimo más rápida. Se saltea el período de enseñanza
o de aprendizaje de los linfocitos y dispara la respuesta en menor tiempo. Es el fenómeno de
las vacunas.
Los linfocitos y monocitos se movilizan desde la sangre hacia las paredes de los vasos,
nódulos linfáticos y médula ósea, preparando la respuesta. Esto se evidencia por la reducción
de los leucocitos sanguíneos. Hay alrededor de un 50% menos de leucocitos en la sangre en el
momento de estrés agudo, y un 80% más de neutrófilos. Hay, además, un incremento de
leucocitos en otras áreas de choque, por ejemplo en la piel. Allí, los mastocitos —que son una
especie de células presentadoras de antígenos de la piel, que empiezan a producir localmente
diferentes citoquinas inflamatorias, como interferón, interleuquina 1, interleuquina 6, TNF, que
amplifican la respuesta en la zona— despliegan una reacción inflamatoria local. Hoy se sabe
que esta respuesta “local” es capaz de activar la respuesta general de estrés, y a su vez la
respuesta general activa la respuesta local. Esto configura lo que actualmente se llama el eje
cerebro-piel. Este efecto de activación aguda puede mantenerse de 3 a 5 días. Luego
comienzan los fenómenos del estrés crónico o efectos de la carga alostática. Pero en los días
iniciales la reacción inicial es de activación, sobre todo de la inmunidad innata o inespecífica.
Podemos encontrar una especie de evolución, o un esquema evolutivo de cómo ha sido
considerado el impacto del estrés en el sistema inmune; serían diferentes modelos que se
han ido produciendo en la evolución del conocimiento.
 El primero es el modelo de la “inmunosupresión global” de Selye, por la involución
del timo, del bazo, etc.
 El segundo es el “modelo bifásico”, según el cual el estrés agudo amplifica la
respuesta inmune, y el estrés crónico la suprime. El estrés agudo, con la respuesta
lucha o fuga, prepara al sistema inmune para actuar más rápido y eficientemente.
Cuando aparece la idea de clasificar la respuesta en dos —inmunidad inespecífica o
innata y específica o adquirida —, se considera que el estrés altera el balance entre
ambas respuestas, se activa la inmunidad inespecífica y se inhibe la específica.
Sabemos que la respuesta inespecífica es más rápida, hay menos mecanismos
inhibitorios, consume menos energía, es la respuesta inmediata del sistema inmune; es
más rápida pero menos específica. Se activa la inespecífica y se inhibe la específica.
 Más adelante, al avanzar el conocimiento se empezó a pensar que altera la estructura
de secreción de citoquinas, altera el balance entre la activación de citoquinas
proinflamatorias y citoquinas antiinflamatorias. Entonces el estrés crónico amplifica y
suprime simultáneamente: amplifica algunas funciones y suprime otras. Las citoquinas
proinflamatorias intervienen fundamentalmente en la inmunidad celular para la defensa
contra infecciones y neoplasias; cuando están inhibidas, disminuye la protección frente
a estas. Las citoquinas antiinflamatorias intervienen fundamentalmente en la inmunidad
humoral, que cuando predominan exacerba alergias, y varias formas de enfermedades
autoinmunes. En el estrés crónico encontramos algunas funciones inmunitarias
inhibidas y otras activadas.
Evidencias de la relación entre el estrés y la función inmune
Los Glaser investigaron los efectos del estrés agudo y del crónico sobre la inmunidad, tomando
como modelo de investigación situaciones propias de la vida, de mayor valor que las
situaciones artificiales de laboratorio.
Los modelos o diseños utilizados fueron:
 Estrés académico,
 Disrupción en relaciones,
 Separación y conflicto marital, Depresión por duelo y,
 como modelos de estrés crónico, Familiares cuidadores de pacientes con Alzheimer y
Habitantes de una población en riesgo por una amenaza nuclear:
Estrés académico: estudiaron ciertos parámetros inmunes en estudiantes de Medicina o de
una maestría de posgrado durante el período de exámenes, en el que encontramos mayor nivel
de estrés agudo. Hallaron alteraciones como la disminución de la toxicidad de las natural killers
y del número total de linfocitos; disminución de la proliferación linfocitaria; aumento de
anticuerpos para virus del herpes, del citomegalovirus, y del virus de Epstein Barr, y aumento
en la incidencia de infecciones y de síntomas de resfríos.
Estrés conyugal: el conflicto marital es una forma que se ha vuelto muy popular como modelo
de estrés agudo; más tarde incluyeron otras formas como disrupción en las relaciones,
separación marital, etc. En los primeros trabajos, con respecto al conflicto marital concluyeron
que las conductas negativas durante el conflicto se asociaban con una peor regulación
inmunológica. Después de una selección muy rigurosa, quedaron alrededor de 100 parejas, a
las que se invitaba al centro de estrés de la Universidad, se constataba el tipo de interacción
previa a través de filmes e interrogatorios, y se tomaba una serie de escalas psicológicas.
Querían detectar, fundamentalmente, conductas hostiles y negativas. Considerando en
términos generales que las personas con este tipo de comportamientos tienden a mantener y a
amplificar el conflicto, y que las personas con conductas menos hostiles o negativas tienden a
contemporizar y a resolverlo, al mismo tiempo se les tomaba una serie de parámetros
inmunológicos, neuroendócrinos y fisiológicos. Al otro día se invitaba a discutir un tema
particularmente conflictivo para la pareja por un tiempo determinado, y se medían las variables
bioquímicas y fisiológicas antes, durante y después del conflicto. Encontraron que en las
parejas que tenían un nivel alto de conductas hostiles y negativas se producían un aumento de
las catecolaminas, la adrenalina y noradrenalina, disminución de la prolactina y cambios
inmunológicos como disminución de la proliferación de linfocitos y de la función de las células
natural killers. En cambio, en las parejas que tenían un nivel bajo de conductas hostiles y
negativas no se presentaban esos cambios inmunitarios. Las alteraciones se encontraban en
mayor medida, y persistían más, en la mujer que, por lo tanto, estaría más afectada que el
hombre.
Estrés del cuidador de un paciente con una enfermedad crónica: se lo tomó como modelo
de estrés crónico. El rol de cuidador es muy estresante, por varias razones; entre otras, porque
es un trabajo de 24 horas. Cuando hay que cuidar a un familiar enfermo, sobre todo con
enfermedades graves, como Alzheimer, o enfermedades discapacitantes, es una función con
pocos momentos de descanso, porque se “tiene en la cabeza” el tema durante todo el tiempo.
Este rol es un trabajo para el que no se estudia, sino que se es cuidador “de hecho”. Muchas
veces se pretende que el familiar sepa cómo se hacen las cosas, cuando en realidad no se
tiene entrenamiento, que se va adquiriendo con mucho costo personal. Es un trabajo muy poco
reconocido y, más aún, cuando todo funciona bien, no se nota. Como otra característica
negativa, la expectativa es de peoría: aunque se haga el trabajo lo mejor posible, el paciente
suele empeorar. Es decir que constituye una serie de características que hacen que sea un
trabajo de tiempo completo, poco recompensado y con un futuro a largo plazo incierto y
negativo. Teniendo en cuenta estas particularidades, estudiaron a familiares cuidadores de
pacientes con Alzheimer, en los que encontraron alteradas varias funciones inmunológicas,
como la de proliferación linfocítica claramente disminuida. También estaba muy afectada la
actividad de las células natural killers, comparadas con los controles. Al mismo tiempo, en
estos pacientes se encontró un incremento significativo del riesgo de depresión, una
disminución de los índices de salud en general, una caída de varios índices inmunitarios que no
se adaptaban con el tiempo. Los cuidadores de pacientes más demenciados sufren un mayor
impacto: a mayor gravedad del paciente, más estrés, menor soporte social y mayores cambios
inmunes.
Contamos con importante evidencia que demuestra que durante diferentes eventos estresantes
de la vida —exámenes, divorcios, conflictos maritales—, el aumento del nivel de anticuerpos
indica que se reactiva el virus, que hasta ese momento estaba controlado; el estrés aumenta la
actividad antiviral y por lo tanto lo vemos reflejado con el aumento de anticuerpos. En esos
momentos se puede desplegar una reactivación del virus del herpes genital y del virus del
herpes simple, aumentando tanto la frecuencia como la duración de las enfermedades. El virus
de Epstein-Barr, cuando se reactiva, puede generar una faringitis o una amigdalitis común y
simple; o, en los adultos, mononucleosis infecciosa. Esto se confirma en estudios tempranos
que indicaban que otros tipos de herpesvirus, el HSV 1 y 2, y el citomegalovirus pueden
activarse por el estrés y afecta tanto a personas inmunocompetentes como inmunodeprimidas.
Es en los pacientes inmunodeprimidos en los que produce complicaciones severas. Como otros
virus de su familia, es posible que el citomegalovirus se reactive, que actúe como una nueva
infección. Este tipo de infección es recurrente y puede ocurrir en cualquier momento, pero
especialmente cuando el sistema inmune está alterado o débil.
El sistema inmune es una ventana frágil, en especial en la infancia y en la vejez, que son
períodos en los que la actividad inmune está más vulnerable, más susceptible a las
enfermedades y a la influencia del ambiente. Estos estudios demuestran que el proceso
inmune que mantiene los virus latentes fue afectado por el estrés psicológico.
En un muy reciente trabajo es posible evidenciar la asociación entre el estrés laboral y
marcadores alterados de la función inmune. En general, la exposición a estrés laboral
psicosocial (alta demanda, bajo nivel de control y libertad, insatisfacción, desbalance entre el
esfuerzo y la recompensa, sobreinvolucramiento, burnout) tiene un impacto medible sobre
algunos parámetros inmunes como actividad reducida de linfocitos y de las natural killers,y un
incremento de los indicadores de inflamación, o marcadores inflamatorios. Estas evidencias
sostienen que este tipo de estrés tiene un efecto disruptivo en la respuesta inmune.
Capitulo 3. Emociones, función inmune y salud
¿Las emociones influyen en la salud?
las emociones han jugado un papel esencial en la supervivencia y en la adaptación de la
especie humana. La capacidad de las personas de experimentar emociones positivas y
negativas tiene una perspectiva evolutiva y la presencia de sentimientos diseñados para influir
en el comportamiento así debería reflejarse en las interacciones fisiológicas e inmunológicas.
Una emoción es un estado psicobiológico que incluye un afecto o sentimiento, sus
pensamientos característicos y una variedad de tendencias a actuar. Son impulsos que la
evolución nos ha inculcado para afrontar la vida. La raíz de la palabra emoción es motere, que
quiere decir mover, y el prefijo e, de alejarse. Cuando se trata de tomar decisiones los
sentimientos cuentan tanto o a veces más que la razón. El psicólogo estadounidense Paul
Ekman dice: “Son una guía en momentos difíciles y tareas demasiado importantes para
dejarlas en mano de la razón: los peligros, las pérdidas, la persistencia hacia una meta a
pesar de los fracasos, los vínculos con un compañero, la formación de una familia”.
Cada una ofrece una disposición definida a actuar, nos señala una dirección que ha funcionado
bien en los desafíos repetidos de la vida humana. El repertorio emocional implica tendencias
innatas y automáticas importantes para la supervivencia, confirmado con el hecho de que han
quedado grabadas en nuestro organismo. Pero frecuentemente nos enfrentamos a dilemas
posmodernos con un repertorio emocional adaptado a urgencias del pleistoceno.
Si bien no existe un consenso generalizado, actualmente se considera que existen emociones
básicas o primarias y emociones secundarias, de un modo similar a como se describen los
colores en primarios y secundarios. El argumento de que existe un puñado de emociones
centrales o primarias o básicas se basa, entre otros, en la observación que las expresiones
faciales para cuatro de ellas (temor, ira, placer, tristeza) son reconocidas por personas de todo
el mundo, incluidos los pueblos prealfabetizados, presumiblemente no contaminados por la
televisión o el cine.
Cada una de estas familias tiene un núcleo emocional básico y estados emocionales
cercanos, sus “parientes”, formando ondas a partir de ese núcleo básico. Podríamos
considerar como:
 una de esas ondas al temperamento, que sería la prontitud de evocar una emoción, la
facilidad que tiene un sujeto de expresar una determinada emoción y que hace que la
persona sea miedosa, melancólica, tímida o alegre.
 Otra onda serían los estados de ánimo, que son más apagados, y duran mucho más
tiempo que una emoción; es raro mantener el calor de la ira todo el día, pero no es tan
raro que se mantenga el humor irritable en el cual se activan fácilmente ataques de ira
más cortos. Más allá de estas ondas, encontramos los trastornos de la emoción, como
la ansiedad extrema y persistente o la depresión clínica, en la que alguien se siente
constantemente atrapado en un estado negativo y no puede dejar de estar triste.
Las emociones, entonces, son respuestas transitorias fisiológicas, cognitivas,
emocionales y conductuales que constituyen soluciones adaptativas críticas para la
supervivencia. El humor o estado de ánimo es un estado emocional más estable,
predominante durante un tiempo dado. Los sentimientos, por su parte, serían el
componente consciente.
Otros autores consideran que existen familias y dimensiones emocionales, donde las
familias principales son: ira tristeza, temor, placer, amor, vergüenza. Cada una de estas
familias tiene a su vez un núcleo emocional básico con muchas combinaciones posibles: celos
(ira + tristeza + temor), furia, ultraje, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflicción,
acritud, animosidad, fastidio, irritabilidad, hostilidad y, en el extremo, violencia y odio patológico.
También hay quienes las dividen en dos grandes categorías:
Emociones positivas: desplegadas por estímulos que connotan alimento, seguridad u
oportunidades reproductivas. Generan conductas de acercamiento y curiosidad. Emociones
negativas: desplegadas bajo estímulos que connotan peligro, desafíos, dolor u otras
condiciones nocivas. Generan conductas defensivas como evitación o escape.
¿TIENEN OTRAS FUNCIONES?
Se considera que las emociones cumplen otras funciones tanto a nivel inter como
intraindividual:
 A nivel interindividual tienen la capacidad de informar a otros acerca de los estados
internos de cada uno. Este intercambio de información es esencial para las relaciones
humanas, un factor crucial del bienestar social y psicológico. Se ha demostrado que
personas de todo el mundo interpretan estas expresiones de manera similar.
 A nivel intraindividual, sería como un marcador o indicador somático; es decir,
genera una especie de conocimiento del estado interno, que es un factor motivacional
crítico, e influye en la toma de decisiones, entre otras funciones. En los estados
emocionales tenemos que considerar la experiencia subjetiva, lo que experimenta el
sujeto; la respuesta motora visceral, que sería el componente visceral de las
emociones, y la respuesta motora somática, es decir, la acción que se toma. Algunos
autores consideran a esto como el sistema motor emocional.
Clásicamente se consideraba que las emociones no participaban en la toma de decisiones
racionales. Sin embargo, a partir de los importantes trabajos del neurólogo portugués Antonio
Damasio se piensa que la emoción, los sentimientos y la regulación biológica juegan un papel
fundamental en la razón humana. También considera que la esencia de un sentimiento puede
no ser una elusiva cualidad mental ligada a un objeto, sino más bien una percepción directa en
un paisaje específico: el cuerpo. El cuerpo, en tanto representado en el cerebro, puede
constituir el marco de referencia indispensable para los procesos neurales que experimentamos
como mente.
NATURALEZA DE LAS EMOCIONES
Actualmente los psicólogos consideran a nuestras emociones como un producto del modo en el
cual se interpreta el mundo. Una mirada neurobiológica considera a las emociones como una
expresión de programas heredados para una acción en situaciones específicas, que han sido
importantes para los humanos y especies relacionados por millones de años. Existen otros
investigadores que postulan que el sistema neural puede llevar a cabo algunas formas simple
de evaluación, pero no hablan acerca de una relación compleja persona-situación en la que la
emoción debe ser desplegada.
La teoría cognitiva de las emociones nos dice que las emociones y sentimientos dependen de
los pensamientos, y no de los hechos objetivos de la realidad, aunque generalmente la mayoría
de las personas crean lo contrario, que los sentimientos dependen de los hechos. Es decir,
sentimos lo que pensamos y lo que interpretamos a partir de un hecho. No es el hecho en sí
mismo, sino nuestra interpretación lo que genera la emoción o sentimiento: por ejemplo, el
miedo. Esto es muy importante, dado entonces que si podemos cambiar lo que pensamos y
creemos, podremos modificar lo que sentimos.
La interpretación que cada persona haga de los hechos o situaciones del mundo se
genera a partir de creencias más profundas que, aunque no nos demos cuenta,
constituyen la forma de ver el mundo, de verse a sí mismo y de ver a los demás.
Esto se llama tríada cognitiva. De esta tríada se generan lo que llamamos pensamientos
automáticos negativos, es decir que surgen espontáneamente sin intervención de la voluntad
del sujeto, en forma telegráfica, o en forma de imágenes, y de estos surgirá el sentimiento o
emoción que experimentemos.
El paciente con trastorno de pánico, por caso, produce una interpretación catastrófica de un
hecho en sí mismo inofensivo; por ejemplo, a partir de una palpitación normal (latido cardíaco
hecho consciente) piensa automáticamente, o le surge automáticamente la interpretación, que
es un infarto de miocardio, y que por esto está en peligro de muerte, o que se está muriendo.
Es decir, a partir de un hecho simple, lo interpreta catastróficamente. Surge un flujo de
pensamientos negativos automáticos que le hace creer que se está muriendo o que tiene una
enfermedad grave o que está por volverse loco, y esto genera pánico o terror.
Concomitantemente con esto, por lo general se ve a sí mismo como más vulnerable de lo que
realmente es, lo que configura una autoimagen pobre y vulnerable. Esta deviene de las
creencias profundas a las que nos referíamos anteriormente, y que se han ido formando a lo
largo de nuestra vida, fundamentalmente en los primeros años, a partir de nuestras relaciones
con padres hermanos, maestros, amigos, vecinos, etc. En síntesis, un trastorno de ansiedad
es una respuesta inapropiada, que está basada en una sobreestimación del peligro y en
una subestimación de las habilidades personales para poder enfrentarlo. La terapia
cognitiva consistirá en modificar lo que pensamos para modificar lo que sentimos.
REPRESENTACIÓN DE LAS EMOCIONES EN EL CEREBRO
Los circuitos neurales de las emociones involucran regiones del cerebro que incluyen la
amígdala, el hipocampo, la corteza prefrontal, el núcleo Accumbens, que es fundamental en el
circuito del placer y la recompensa, y conexiones con el hipotálamo y el tronco cerebral. Estos
circuitos evalúan la potencia y valor del estímulo y activan las respuestas apropiadas. La
evaluación de los estímulos requiere la integración de información sensorial y cognitiva que
desde las cortezas de asociación proyectan a los circuitos que procesan las emociones para
luego activar la respuesta. Emociones importantes inhiben ciertas conductas para privilegiar
otras conductas automáticas defensivas. Este flujo incluye la activación del alerta y la atención,
del sistema nervioso autónomo y de los sistemas neuroendócrino e inmune.
¿Qué sucede una vez que los estímulos han sido captados e ingresados al cerebro? ¿Qué
media entre estímulos externos y las respuestas subjetivas y fisiológicas? ¿Cómo se integra la
Información? Es decir, ¿cuál es el proceso que transforma el sentimiento de horror en
activación simpática o una obra de arte, como una canción, en un sentimiento de placer?
Existen lo que se llaman estructuras de asociación emocional; estas son organizaciones
cerebrales que median la emoción, entre ellas el sistema límbico, la amígdala, el hipotálamo, el
tronco cerebral. El sistema límbico proviene de la palabra limbo, que quiere decir borde. Es la
llamada corteza arcaica, como veremos más adelante. Se configura como el vínculo entre la
actividad cortical alta de la corteza prefrontal, y los sistemas bajos que controlan la respuesta
emocional y conductual. Los procesos corticales altos serían los que intervienen en las
emociones secundarias, típicamente humanas.
En el miedo, por ejemplo, vemos que la corteza prefrontal participa de manera central en la
memoria de trabajo, el planeamiento y la toma de decisiones, el control de las conductas
impulsivas, y la modulación hacia abajo inhibe la reacción aguda de estrés. La amígdala
participa en la percepción emocional del miedo, la ansiedad y la agresión, modula hacia arriba,
activa la reacción de estrés. En tanto, el hipocampo tiene un rol central en la memoria
contextual, espacial y episódica, y modula hacia abajo, inhibe o frena la reacción de estrés. El
hipocampo y la
amígdala son estructuras cerebrales límbicas, que procesan experiencias y forman una interfaz
que conecta áreas cerebrales vegetativas, como el hipotálamo y el tronco cerebral, con áreas
corticales altas, como la corteza prefrontal.
CEREBRO TRINO DE PAUL MACLEAN
Este es un modelo neural amplio y especulativo sobre la emoción, creado a partir de la idea de
que en nuestro cerebro se encuentran resumidas todas las especies por efecto de la evolución.
Básicamente considera que el cerebro humano puede considerarse como un sistema de tres
capas:
 La primera tiene que ver con nuestra naturaleza reptil, que es controlada por el tallo
cerebral. Es la capa más antigua y profunda, herencia de los reptiles, por lo tanto lo
llama cerebro reptiliano. La estructura relevante de esta parte sería el tronco
encefálico, o tallo cerebral, que ante un estímulo emite respuestas automáticas,
rápidas, simples, sin sentimientos, e intermedia actos estereotipados y rutinarios. Por lo
tanto, tienen repertorio limitado, fundamentalmente acciones que han de realizarse
para sobrevivir, como respirar y comer.
 La segunda capa de nuestro cerebro se desarrolló con el tiempo y la evolución. Es el
cerebro mamífero en el cual aparecen las emociones. La estructura relevante es el
aparato neural, que incluye el sistema límbico y la zona tálamo cingulada, y media las
emociones, tales como la reacción de lucha y fuga, la evitación del dolor, la
conservación de la especie y del individuo y la búsqueda del placer. Es lo que vemos
en los animales domésticos: exhiben emociones pero no tienen el proceso de
culturización como los seres humanos; por ejemplo, el sentido del tiempo o el
pensamiento de prioridades.
 La tercera y última capa es el cerebro humano, que incluye el sistema límbico, con la
participación central y el control de la corteza prefrontal. La estructura relevante es la
corteza cerebral, o sea el aparato neural que activa el pensamiento racional. Esta capa
es la clave para el desarrollo del proceso de culturación, dado que el cerebro humano
es capaz de procesos cognitivos superiores como percibir el tiempo, reflexionar, el
sentido espiritual y de trascendencias, etc.
Este es un breve resumen del modelo de MacLean, de los tres cerebros: el reptil, el mamífero y
el humano. Esta división puede dar la idea errónea de un funcionamiento simple, separado. Sin
embargo, nuestro cerebro debería pensarse como una interacción dinámica e
intermodulada de las habilidades de los tres. Sobre todo cuando consideramos, en línea
con la neurociencia actual, que la emoción no solamente es subcortical y límbica, ni que
la razón es todo cortical, sino que tanto emoción como razón surgen de la integración
dinámica de los tres “cerebros”.
¿CUÁNDO UNA EMOCIÓN SE VUELVE UN TRASTORNO?
Esto es muy importante porque nos da una pauta de cuándo hay que tratar a la persona,
cuándo deja de ser normal para transformarse en una enfermedad. Entonces se dice que hay
un trastorno del estado de ánimo:
 cuando no guarda relación con el evento que lo desencadenó, cuando la
reacción es exagerada para la situación.
 Segundo, cuando no responden a medidas tranquilizadoras comunes o simples.
 Tercero, cuando se generan consecuencias interpersonales y disminución del
funcionamiento en general, por ejemplo afectación del juicio o dificultades con las
relaciones de trabajo.
Desde hace tiempo se propone la hipótesis de que las personas que indican experimentar
emociones negativas tienen mayor riesgo de enfermarse, y aquellos que reportan emociones
positivas tienen menor riesgo. Con respecto a lo primero tenemos mayor evidencia, dado que
se ha estudiado desde hace más tiempo y con más intensidad, que las emociones negativas se
encuentran positivamente asociadas con resultados adversos en salud. Están asociadas a
incremento de mortalidad por cualquier causa, enfermedades cardiovasculares,
inmunoinflamatorias, progresión del cáncer, VIH-sida. Al mismo tiempo, las emociones y
estados emocionales negativos tienen correlatos inmunológicos: duelo, depresión, ira-
hostilidad, soledad-aislamiento, soporte social, agotamiento vital.
Más aún, en los últimos años han sido testigos de un creciente interés en estudiar la relación
entre las emociones y los sentimientos positivos, llamado estilo de humor y afectividad positiva,
con el bienestar psicológico y físico y su asociación con un menor riesgo de contraer
enfermedades y, finalmente, reducir la mortalidad. Estos sentimientos pueden ser transitorios,
pero por lo general son estables, como un rasgo constitutivo de la personalidad. Curiosamente,
el afecto positivo es en gran medida independiente del afecto negativo: alguien puede ser
generalmente una persona feliz y contenta, pero de vez en cuando puede estar ansiosa,
enojada o deprimida.
Rápidamente se pensó que uno de los caminos que podía relacionar las emociones con los
resultados en la salud era la función inmune, el impacto de las emociones en el sistema
inmune. Por lo tanto en este capítulo vamos a estudiar los efectos inmunes de las emociones,
estados emocionales negativos, y luego de las emociones y estados positivos.
Duelo y función inmune
A través de la historia se ha comprobado que ciertas situaciones vitales como la muerte de un
ser amado, la guerra y otras situaciones traumáticas juegan un rol importante en el bienestar
psicológico y físico de las personas y, por lo tanto, tienen la posibilidad de desencadenar
trastornos afectivos, cognitivos y conductuales. Así, la asociación entre experiencias adversas
de la vida y los trastornos psiquiátricos ha sido reconocida desde hace siglos. Por ejemplo, el
gran psiquiatra francés Philippe Pinel preguntaba rutinariamente a sus nuevos pacientes: “¿Ha
sufrido vejación, duelo o algún revés en su fortuna?”.
El duelo es una reacción humana universal, adaptativa a la pérdida de un ser querido;
por lo tanto es una respuesta emocional completamente normal y esperable ante la
pérdida.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-IV) de la Asociación de
Psiquiatría de los Estados Unidos, distingue claramente el duelo normal y esperado después de
la pérdida de los síntomas más persistentes y graves de depresión clínica. Y lo hace por buena
razón: a pesar de que el duelo puede ser muy penoso, es de corta duración y de naturaleza
benigna, y no afecta seriamente la función ni aumenta el riesgo de suicidio como sí lo hace la
depresión mayor.
Algunos autores diferencian entre duelo agudo o simple, que es la respuesta penosa inicial,
que puede adaptarse o no, y duelo complicado, al que a veces se le dice no resuelto o
prolongado, en el que el dolor sigue siendo intenso y persistente. En el duelo agudo, sin
importar la causa de la muerte, las personas pueden experimentar emociones intensas y
angustiantes. Inmediatamente después de la muerte, las personas en duelo a menudo
experimentan sensaciones de embotamiento emocional, sorpresa y una especie de negación
inicial. Esta negación podría ser adaptativa y defensiva, ya que disminuyendo temporalmente la
pena, otorga tiempo y energía para ir aceptando la muerte y, además, hacer frente a cuestiones
más prácticas, legales, planificación del funeral, atención de los niños y otras personas
TEORÍAS ACERCA DEL DUELO
Existen algunas aproximaciones teóricas que intentan entender la naturaleza del duelo.
 La más sencilla es la que postula que la pérdida es un evento traumático, perturbador
y que requiere una gran capacidad y recurso de adaptación, no siempre disponibles;
menos aún en ese particular momento de vulnerabilidad.
 Otra idea que se ha tomado en cuenta es la Teoría del apego de Bowlby, del
psiquiatra británico John Bowlby, que sostiene que el estilo de vínculos que se
establecen con las relaciones afectivas cercanas, padres e hijos, o parejas, es a partir
de la confiabilidad que se tuvo en la relación con la figura de apego; algunos autores
sostienen que es como una especie de condicionamiento conductual regulador
durante el cual se instalan ciertos procesos y representaciones mentales de esta
figura. La figura de apego en general produce una reducción de la angustia y genera
tranquilidad y calma. Por lo tanto, la calidad del apego condiciona el comportamiento
en las sucesivas relaciones afectivas cercanas, por ejemplo el mantenimiento de
mayor o menor cercanía, o de cierta calma ante la ausencia, y la angustia o
desesperación ante la separación o pérdida de la figura de apego. La pérdida de una
figura confiable puede ser entendida en términos de la eliminación de la figura
reguladora psicológica, emocional, y fisiológica, corporal; y además, reguladora intra e
interpersonal. En este sentido, el duelo sería una especie de proceso o trabajo que
consiste en la desaparición gradual de las representaciones mentales de la figura de
apego. Cuando se logra reorganizar psicológicamente los sentimientos y
pensamientos, se logra el final del trabajo de duelo.
REGULACIÓN FISIOLÓGICA
De la misma manera que el apego confiere regulación emocional, también otorga una forma o
capacidad de regulación fisiológica, por lo tanto el duelo incluye la pérdida de los reguladores
fisiológicos, y no solo el estrés psicológico. Se sabe que el duelo provoca una respuesta de
estrés agudo tipo lucha- fuga, con activación del sistema nervioso autónomo y del eje
hipotalámico-pituitario-adrenal (HPA); existen datos de investigación que han
demostrado el aumento de las catecolaminas y el cortisol en las primeras etapas del
duelo.
Hay autores que sostienen que, además de la respuesta de estrés habitual, el duelo tendría
otras respuestas particulares generadas por la pérdida de los aspectos tranquilizadores y
gratificantes de la relación fiable y estable del apego. Indican que la sensación de seguridad
que produce esta figura estaría sostenida por los sistemas fisiológicos específicos del apego,
como son el sistema de la dopamina, el de opioides y el de la oxitocina.
El sistema de la dopamina es una catecolamina que actúa como neurotransmisor en el cerebro,
tiene un papel importante en la motivación en general, en la motivación de búsqueda de
recompensas o gratificaciones y en la búsqueda del objeto deseado. Es muy importante en la
asociación de la experiencia de recompensa con objetos específicos. En este caso, crea el
apego a una figura particular, pero también puede ser en otras situaciones como observamos
en la adicción a las drogas.
Los opioides son otros neurotransmisores, ciertas formas de “morfinas” endógenas que
intervienen en situaciones de relajación, calma y placer; también se liberan en una variedad de
interacciones sociales y con el contacto físico suave. La oxitocina es una hormona que tiene
funciones importantes en el nacimiento y la lactancia en todos los mamíferos, pero por sus
funciones en los seres humanos últimamente se la llama la hormona del apego y la confianza;
se la vincula con la supresión de la ansiedad durante el estrés psicosocial. En síntesis, la
dopamina es importante en la búsqueda de recompensas; los opiáceos son importantes
en cuanto al goce de esos premios, y la oxitocina, en el apego y la confianza. En el
duelo, entonces, se perdería la modulación adecuada de estos sistemas vinculados a la
regulación emocional asociada a la figura del apego. Y predominarían, desregulados, los
circuitos del estrés, el miedo y la ansiedad.
Existen trabajos que indican que hasta el 10% y el 20% de las personas que sufrieron una
pérdida de un ser querido desarrollan duelo complicado o patológico. Estos individuos pueden
tener un déficit en el funcionamiento físico y psicológico y en la actividad social y laboral. En
ellos existe un aumento de las tasas de depresión mayor y de trastorno por estrés
postraumático (TEPT), dos patologías psiquiátricas que complican la situación de duelo.
Además de las consecuencias en la salud mental, el duelo, particularmente el complicado, se
asocia con peores rendimientos en salud física, lo que configura un verdadero estado de
deterioro, vulnerabilidad física y malos resultados en salud. Las personas se enferman más y
se mueren en mayor número en estado de duelo. Por lo tanto, rápidamente se pensó que uno
de los caminos a través de los cuales se podría producir esto era la afectación de la función
inmune.
CAMBIOS INMUNOLÓGICOS ASOCIADOS
En cuanto al mecanismo a través del cual se puede producir esta alteración inmune durante el
duelo, parecería que no existe una respuesta inmune específica del estrés del duelo, sino más
bien que el duelo es una respuesta de estrés común, inespecífica, o una forma de estrés de la
vida, que aunque es muy grave, opera a través de los sistemas conocidos de respuesta al
estrés. Además, sabemos que en el estrés hay un incremento del cortisol, y que una de las
acciones principales de este es el “frenado” de la respuesta inmune; en algunos estudios
encontraron una asociación entre el cortisol alto y las alteraciones inmunes. Sin embargo,
existen otros estudios que investigaron el cortisol y los parámetros inmunes al mismo tiempo y
no han encontrado cambios en el cortisol que pudieran estar relacionados con la disminución
en la función inmune. Se pensó entonces que podrían estar actuando otros mecanismos
alternativos, con lo cual rápidamente se pensó en la intervención del sistema nervioso
simpático y sus catecolaminas en exceso como otro mecanismo responsable: la angustia lleva
al aumento de la respuesta de lucha-fuga, y esto conduce a una reducción de la función
inmune celular.
Sabemos que las catecolaminas tienen como una especie de respuesta dual, son
necesarias en el estrés agudo, unos pocos días, pero si se mantienen en exceso por un
tiempo largo inhiben algunas funciones en los linfocitos. El duelo complicado o
prolongado ha sido poco estudiado desde la perspectiva inmune, y tal vez podría arrojar
un poco más de luz.
También se ha postulado que el estrés prolongado ante la pérdida lleva a la depresión, y solo
las personas en duelo con depresión muestran las alteraciones inmunes, a partir de varios
estudios que encuentran que las viudas que estaban deprimidas tenían las alteraciones
inmunes descriptas mientras que las viudas que no estaban deprimidas no las tenían. A partir
de estudios como estos, y de la semejanza clínica entre el duelo y la depresión, es que se
empezó a estudiar este tema que veremos en el próximo punto, y que es central en la PINE: la
relación entre la depresión y la inmunidad.
Depresión y función inmune
De acuerdo con las proyecciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año
2020 las dos mayores contribuyentes a la carga global en el mundo entero serán la enfermedad
coronaria y la depresión mayor; para el año 2030 la depresión se traducirá en más años de vida
perdidos por discapacidad que cualquier otra enfermedad. Para agravar el enorme peso de la
depresión por sí sola, hay un reconocimiento cada vez mayor de una alta prevalencia de
comorbilidad entre la depresión y muchas de las enfermedades médicas importantes de
nuestro tiempo (por ejemplo, enfermedad cardíaca, accidente cerebrovascular, cáncer, VIH-
sida), evidencia de que la depresión es un factor de riesgo y un indicador pronóstico negativo
para muchas de estas enfermedades, y un consenso de que la relación entre depresión y
enfermedades es bidireccional y, al menos en parte, depende de varios procesos biológicos,
incluyendo la desregulación inmune. Al mismo tiempo, la aparición de la epidemia del VIH y el
reconocimiento del papel de la inflamación en la patogénesis de las enfermedades del corazón,
Ataque cerebrovascular y la enfermedad de Alzheimer han establecido un papel central para el
sistema inmune a través de todo el espectro de las enfermedades crónicas.
Cuando hablamos de depresión estamos hablando de varias cosas a la vez, por lo cual
es útil detenernos un poco y aclarar algunos conceptos. Podemos estar hablando de
síntomas depresivos, depresión leve o grave, aguda o crónica, unipolar o bipolar. Es
decir, desde síntomas depresivos que no llegan a ser una enfermedad, sino que se
presentan frente a situaciones de la vida difíciles, como una reacción normal, también
llamada depresión situacional, con sentimientos como tristeza, congoja, pesar,
melancolía, pesimismo, pena, autocompasión, soledad, abatimiento, desesperación,
hasta síntomas de una enfermedad que puede ser grave, o también la manifestación en
la conducta de una enfermedad médica, como un cáncer u otra.
Podemos decir que existe un temperamento depresivo;
 el temperamento sería una estructura en parte heredada y en parte adquirida que
indica la facilidad para expresar determinado sentimiento; es decir, el primer
sentimiento que se expresa ante cualquier circunstancia.
 El temperamento depresivo incluiría rasgos como melancolía, incapacidad de disfrute y
diversión, tendencia a lamentarse. También falta de humor, escepticismo, pesimismo,
propensión a la culpa, baja autoestima y preocupación por el fracaso. Así, quien sufre
de depresión sería alguien introvertido con vida social restringida, poco activo, pocos
intereses pero constantes, pasivo, confiable, formal, leal e hipersomne.
Uno de los problemas más grandes con respecto al diagnóstico de la depresión es que está
basado principalmente en experiencias subjetivas, es decir en base a lo que siente la persona,
como humor depresivo o anhedonia; no contamos todavía con pruebas de laboratorio, de
neuroimágenes u otros estudios auxiliares que colaboren con el diagnóstico. Es verdad
que existen indicadores bioquímicos, y otros que pueden ser de gran ayuda, pero todavía no
cuentan con un consenso entre los psiquiatras, investigadores y médicos en general. A pesar
de eso es una enfermedad muy frecuente, causa mucha discapacidad y estudios
epidemiológicos realizados en grandes poblaciones calculan que 1 de cada 6 personas van a
tener al menos una depresión en su vida, mientras que en la diabetes, por ejemplo, será 1 de
cada 3 individuos.
Aunque quizá la característica central sea su heterogeneidad, con respecto a qué la provoca,
en la mayoría de los casos es idiopática, es decir que no se conoce la causa. Con respecto al
origen genético, se están haciendo avances muy importantes en este campo. Se sabe que
existe una vulnerabilidad genética, es decir que existe cierta participación de la herencia, que
se calcula en riesgo genético o de heredabilidad de alrededor del 40%; pero no se ha podido
encontrar “un gen” responsable o causante de la enfermedad.
Con respecto a los factores que aumentan el riesgo de tener una depresión también
contamos con una gran heterogeneidad.
 Se han citado desde situaciones psicosociales como eventos de vida estresante,
pérdidas afectivas, crisis personales. Se han podido encontrar otros rasgos o perfiles
psicosociales como mayor prevalencia de depresión en grupos de población con
menos ingresos, por ejemplo 23% de mujeres trabajadoras contra el 6% de mujeres no
trabajadoras de clase media. Un perfil psicosocial muy frecuente es una mujer que
tiene un hijo pequeño, menor de 6 años, una relación marital de indiferencia,
desempleada, con una vivienda “subestándar”.
 Otro factor que aumenta el riesgo para la depresión, como veremos en detalle en otro
capítulo, es el abuso sexual temprano.
 En algunos estudios, las mujeres que han tenido abuso temprano tienen un riesgo
hasta 2 o 3 veces mayor que las que no lo sufrieron; y las formas más severas del
abuso aumentan considerablemente la tasa de depresión mayor.
 También se ha encontrado una fuerte evidencia de la asociación entre depresión y
carencia de soporte social, esto es, una red social que es fundamental como sostén y
contención para las personas. En esta línea se encuentra el tener una relación de
“intimidad” y confianza con otra persona; se ha visto que las personas que carecen de
este vínculo tienen un riesgo mucho más alto de depresión.
 En estudios en chicos que luego padecieron una depresión una vez adultos se
encontró que tres variables independientes indicaban mayor riesgo: sucesos de vida
negativos precediendo al primer episodio, historia familiar de depresión y ajuste
psicosocial en el colegio.
 También un factor de riesgo psicológico para la depresión serían ciertos rasgos de la
personalidad, como puede ser un nivel exagerado de perfeccionismo o detallismo;
exceso de responsabilidad, rigidez psicológica y una tendencia general a los
pensamientos negativos automáticos, producto de creencias irracionales, todo lo que
determina un perfil cognitivo depresivo especial. Siguiendo la idea de que el estado de
ánimo no se produce por las cosas, sino por la interpretación y por los pensamientos
que generan los hechos de la vida real, o sea que el estado de ánimo, la tristeza, la
depresión, no depende de los eventos, sino de la interpretación de los hechos.
 Además de estos factores psicosociales podemos encontrar alteraciones biológicas
corporales como factores que aumentan el riesgo de una depresión mayor. Entre ellas,
modificaciones endócrinas como hipo e hipertiroidismo o hiper e hipocortisolismo;
alteraciones inmunoinflamatorias, como artritis reumatoidea, lupus eritematoso y otras
enfermedades autoinmunes.
 También puede ser secundaria a enfermedades sistémicas, como los accidentes
cerebrovasculares o el cáncer, como de páncreas o mama.
 Además, la depresión puede surgir como un efecto secundario de algunas drogas
utilizadas en tratamientos médicos de otra patología, como interferon-α, que se utiliza
en el tratamiento de algunas hepatitis crónicas; o reserpina, que antiguamente se
utilizaba para el tratamiento de la hipertensión arterial, entre otras drogas.
 Se han postulado diferentes mecanismos cerebrales que intervienen en su génesis o
fisiopatogenia, como la actividad anormal del eje HPA, con exceso de cortisol o con
déficit de cortisol; actividad anormal del eje tiroideo con alteraciones en señales
neurotróficas del cerebro, es decir que el mecanismo de alimentación, reparación y
sobrevida cerebral o la disminución de la neurogénesis del hipocampo están
disminuidos o anormales. Este proceso es un mecanismo de producción de neuronas
jóvenes o nuevas que hasta hace pocos años se pensaba que en el sistema nervioso
central no se producía, como sí en el resto del organismo. O déficits en el proceso de
recompensa cerebral, es decir que se interfiere el mecanismo a través del cual se tiene
la experiencia de placer, de ahí que la anhedonia, síntoma esencial del trastorno
depresivo, se refiere a la imposibilidad de sentir placer: an-hedonismo.
 También se ha atribuido a procesos psicológicos anormales, como la predominancia
de un estilo cognitivo anormal, que incluye los pensamientos negativos automáticos.
EL DIAGNÓSTICO DE TRASTORNO DEPRESIVO
En primer lugar tenemos que decir que, según los manuales que utiliza la mayoría de
psiquiatras y psicólogos en el mundo entero, el diagnóstico es esencialmente clínico. Se basa
en la presencia de cierta cantidad de síntomas durante cierto tiempo. Quizá sea necesario
diferenciar en primer lugar lo que es un episodio depresivo de un trastorno depresivo mayor. Un
episodio depresivo mayor se puede dar en un trastorno depresivo o en otras enfermedades
mentales —trastorno bipolar, esquizofrenia, etc.— y no mentales.
Para recibir un diagnóstico de episodio depresivo mayor el paciente debe tener
fundamentalmente dos síntomas centrales:
 el estado de ánimo deprimido y la pérdida de la capacidad para el placer, la anhedonia.
Estos síntomas deben permanecer la mayor parte del día y cada día, según lo
explicado por el propio sujeto o de acuerdo a la observación de otro.
 Debe haber una disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer, de
todas las actividades, la mayor parte del día.
 También se necesitan 5 o más de los siguientes síntomas asociados durante un
período de dos semanas que representan un cambio con respecto a la actividad previa:
pérdida de apetito, insomnio o hipersomnia, agitación o enlentecimiento psicomotor
casi cada día, fatiga o pérdida de energía, sentimientos de inutilidad o de culpa
excesivo o inapropiados, disminución de la capacidad para pensar o concentrarse o
indecisión, pensamientos recurrentes de muerte, no solo de temor a la muerte, sino de
ideación suicida recurrente. Es necesario descartar que no se deba a una enfermedad
médica, ni a ninguna droga que los pueda estar ocasionando.
 Estos síntomas son los que indican un episodio depresivo mayor, que puede ser único
o recurrente. Este episodio no se explica mejor por la presencia de un trastorno
afectivo y no está superpuesto a una esquizofrenia. Es importante investigar si se ha
producido un episodio maníaco, porque si es así pasa a ser una enfermedad bipolar.
En la última actualización de este año del Manual Diagnóstico y Estadístico de
Trastornos Mentales, el DSM5, cambian algunas cosas con respecto al diagnóstico y a
su nomenclatura: los llama trastorno disruptivo con desregulación del estado de ánimo,
trastorno depresivo mayor, episodio único, trastorno depresivo mayor, recurrente,
depresión crónica (distimia), trastorno disfórico premenstrual, trastorno mixto ansiedad-
depresión, trastorno depresivo inducido por sustancias, trastorno depresivo asociado a
una enfermedad médica conocida, otros depresivos especificados y trastorno depresivo
no especificado.
Existen dos subtipos de depresión mayor según el manual DSM4:
 el tipo melancólico y el atípico. La depresión melancólica es cuando hay una
hiperactividad del eje HPA y la atípica es cuando hay una hipoactividad.
 El melancólico está hiperalerta, en cambio el atípico está hipoalerta, apático; el
melancólico está ansioso y el atípico no. Esto es lo que se conocía como depresión
ansiosa y depresión inhibida. El melancólico no es reactivo al ambiente (no escucha,
está tan ocupado en su ideación melancólica que no puede recibir ningún estímulo) y el
otro sí.
El otro tema importante es el afecto, que siempre es el mismo si es estereotipado, siempre hay
una cosa displacentera, de tristeza y de angustia. Anhedonia presentan los dos, pero en el
melancólico hay una disminución de la concentración, mientras que el atípico puede enfocarse
más. La conducta en el melancólico es repetitiva, algo típico de la ansiedad, tienen una
hiperactividad inútil o inefectiva; en cambio, en el atípico la actividad está disminuida y en
general no es reactivo.
Con respecto a los síntomas vegetativos, el melancólico tiene insomnio o mala calidad de
sueño, en general no puede dormirse o se despierta muy temprano y angustiado, en cambio el
atípico tiene un incremento del sueño pero es característico que se levante cansado. El
melancólico no tiene hambre y disminuye de peso, dice “se me cierra el estómago”, y en el
atípico hay un incremento del apetito y en general hay un aumento de peso. El nivel de energía
es variable en el primero, en cambio en el segundo hay un letargo y una fatiga marcada. La
libido está disminuida en ambos.
“¿BAJA LAS DEFENSAS?”
En este momento hay dos teorías explicativas de la depresión, aunque tienen muchas cosas en
común y pueden ser complementarias: una es la que tiene que ver con la hipótesis del receptor
de corticoides y otra es la de los factores neurotróficos hipocámpicos. La primera dice que un
defecto en la señal del receptor de corticoides es el mecanismo primario de la patogénesis de
la depresión. ¿Por qué? Porque ese receptor que se encuentra en el cerebro, en el hipocampo,
en el hipotálamo y en la pituitaria o hipófisis, es el lugar donde se “pega” el cortisol para indicar
que ya hay mucho, y que necesita frenar la producción; ese receptor es el lugar en donde llega
la señal que hay que parar con la actividad del eje HPA. Cuando ese receptor no funciona bien,
“no escucha” la señal del cortisol y el circuito no se frena; sigue hiperactivo, se sigue liberando
CRF en el hipotálamo, que produce no solo hiperactividad del eje pituitario adrenal, sino
diferentes signos de la depresión. Es decir, el receptor de corticoides tanto en el hipotálamo
como en el hipocampo y en otros lugares del organismo no funciona bien, pero eso genera una
hiperactividad del CRF y una hiperactividad HPA, que se manifiesta en exceso de cortisol en el
organismo, o hipercortisolismo.
El tema de por qué ese receptor no funciona bien es un tema muy importante, pero excede el
límite de este trabajo; no obstante, hoy día se sostiene que es necesario que exista en el sujeto
una cierta vulnerabilidad genética, más la existencia de eventos traumáticos en la infancia
temprana, como separaciones, abuso sexual y/o conductual, muertes, etc. Esa combinación
alteraría el funcionamiento del circuito del eje HPA, que finalmente sería uno de los
mecanismos de la depresión. Tanto el tratamiento antidepresivo con medicamentos, como la
psicoterapia y otras técnicas, mejoran la acción del receptor de corticoides y bajan el cortisol
plasmático, es decir, vuelven a regular el eje HPA. Si bien existen otras hipótesis, esta es la
más útil para entender lo que sigue, es decir la relación de la depresión con el sistema inmune.
El tema de la relación de la depresión con los cambios inmunológicos es uno de los más
importantes de la PINE. Es uno de los temas más estudiados que vinculan un trastorno, que
implica un estado emocional y un estado psicológico, que sería la depresión, con las
alteraciones inmunológicas. La relación entre la depresión y la inmunidad se conoce y se
estudia desde hace muchos años. Partiendo de estas evidencias y descripciones queda
claramente expresado que tanto los síntomas como el trastorno depresivo acompañan a
diversas enfermedades en humanos y modelos experimentales animales. Enfermedades
infecciosas y no infecciosas se asocian con la depresión. Otras evidencias sugieren que
el sistema inmune puede ser uno de los mecanismos fisiológicos implicados; y, más
aún, que la depresión asociada con las diferentes condiciones médicas no es
simplemente una reacción al dolor, o incapacidad, o alteraciones que acompañan al
proceso de la enfermedad física: no solo es parte de la respuesta general del organismo,
sino que puede ser causada directamente por la activación del sistema inmune.
La respuesta inmune tiene dos ramas fundamentales:
 la inmunidad humoral, que es la que va por los humores o líquidos del cuerpo, por
ejemplo la sangre; y
 la inmunidad celular, que es la que va por los tejidos y células.
También es útil distinguir entre dos tipos de respuesta inmune: la inmunidad inespecífica
o natural y la inmunidad específica o adquirida:
 Inmunidad inespecífica: es una respuesta característica no solo de los mamíferos
sino también de organismos de bajo orden evolutivo, como las esponjas. Las células
involucradas en la inmunidad natural no proveen defensas contra “un” patógeno en
particular sino más bien son células “todo propósito” que pueden atacar diferentes
patógenos y cuando son estimuladas lo hacen en un tiempo relativamente corto (de
minutos a horas). El tipo principal de células involucradas es el de los neutrófilos y los
macrófagos, son células fagocíticas que, como su nombre lo indica, “comen” sus
objetivos. La respuesta generalizada desplegada por estas células es la inflamación, en
la cual neutrófilos y macrófagos se congregan en el sitio del daño o infección y liberan
sustancias tóxicas como radicales oxidativos que atacan a los invasores y fagocitan a
ambos, invasores y tejido dañado. Los macrófagos en particular también liberan
moléculas de comunicación, o citoquinas que tienen amplios efectos en el organismo.
Otros granulocitos incluyen los mastocitos y los eosinófilos, involucrados en la defensa
frente a parásitos y alergia. Otras células involucradas en la inmunidad natural son las
natural killer, que reconocen y se activan ante la falta o ausencia de una molécula que
permite identificar en la superficie de las células el tejido propio, lo que sucede en
muchos tipos de células infectadas por virus y en algunas células cancerosas, y liberan
sustancias tóxicas que destruyen estas células.
 Inmunidad específica: se caracteriza por mayor especificidad y menor rapidez que la
respuesta inmune natural. Las células principales son los linfocitos que tienen sitios
receptores en sus membranas celulares. El receptor de cada célula calza con uno y
solo un antígeno, que se presenta en un invasor dado y por lo tanto responde a un solo
tipo de invasor. Cuando son activadas, estas células antígeno-específicas se dividen o
proliferan para crear una población de células con la misma especificidad antigénica;
este proceso es llamado proliferación clonal o respuesta proliferativa. Aunque este
proceso es eficiente en términos del número de células que tienen que ser mantenidas
en el día a día, crea un retraso de varios días antes de que se monte una defensa
completa, y
DEPRESIÓN Y CITOQUINAS PROINFLAMATORIAS
Con el avance de la tecnología biomédica se empezó a conocer y poder estudiar las citoquinas
y el efecto de las mismas en el cerebro. Como hemos visto, su función principal es la de actuar
como moléculas de señalización y comunicación del sistema inmune. Las citoquinas son
proteínas producidas por las células inmunes. Las principales citoquinas inflamatorias son las
IL 1, la 6 y factor de necrosis tumoral alfa y las principales citoquinas antiinflamatorias son la IL
4 y la IL 2 e IL10.
Basándose en la observación de que las citoquinas producidas por los macrófagos tienen
efectos conductuales, la conducta de
enfermedad, y que inducen síntomas de depresión cuando se administran en humanos, e
incluyendo la activación del eje hipotalámico pituitario-adrenal, se propuso la primera teoría,
que se llamó Teoría de los macrófagos de la depresión. De acuerdo con esta idea, la
producción excesiva de mediadores inflamatorios por los macrófagos desempeñan un papel
causal en la depresión. Al mismo tiempo, se encontró que las citoquinas interleuquina 1B, IL-6,
IL-2 y otras se encuentran activadas en los pacientes deprimidos; en estos hay un incremento
en la concentración plasmática de IL6 y otras con una diferencia bastante significativa
comparada con los controles no depresivos. Entonces se comenzó a hablar de la depresión
como una enfermedad inmunoinflamatoria.
Como no todos los pacientes que reciben inmunoterapia finalmente desarrollan depresión
clínica, es importante determinar los factores de riesgo de estos efectos secundarios. En los
pacientes con cáncer, las personas con riesgo de desarrollar depresión inducida por citoquinas
tenían un estado de ánimo depresivo mayor al inicio del estudio, según lo expresado por los
sentimientos de tristeza y pesimismo, junto con los trastornos del sueño y el apoyo social bajo.
El conocimiento de la depresión clínica inducida por citoquinas es muy útil como modelo para
comprender la relación entre inflamación y depresión. Inicialmente se pensó que los cambios
psíquicos y conductuales eran inducidos por las dosis masivas que se administraban a los
pacientes. Sin embargo, en estudios más recientes, tanto en voluntarios como en pacientes,
utilizando dosis más bajas, se producen efectos depresivos similares. De todo esto se concluye
que la aparición de estado de ánimo depresivo se asocia con aumento de la producción de
citoquinas proinflamatorias. Esto contrastaba con los hallazgos de inmunodepresión que se
había informado en estos pacientes, basada en la actividad de células natural killer y ensayos
de proliferación de linfocitos.
Se puede decir que en la depresión hay aparentemente un estado proinflamatorio porque
se produce un aumento de las citoquinas proinflamatorias plasmáticas, y al mismo
tiempo hay una reducción de la actividad celular, de la inmunidad celular, de la
proliferación de linfocitos y de la actividad de las células natural killer. Entonces no se
puede decir que la inmunidad está disminuida o está baja, que bajan las defensas: hay
fenómenos inmunológicos variados.
CITOQUINAS, IRA Y AGRESIÓN
La ira y la hostilidad constituyen un complejo fisiológico emocional adaptativo, que en
determinadas situaciones puede transformarse en desadaptativo y aumentar el riesgo a
contraer ciertas enfermedades. Lo más estudiado en esta relación ha sido el incremento del
riesgo para enfermedad coronaria y para eventos agudos de isquemia coronaria, es decir,
infarto de miocardio y muerte súbita. A partir de que en los pacientes con enfermedad coronaria
se encuentran en un estado proinflamatorio con activación de citoquinas inflamatorias y TNF o
factor de necrosis tumoral, existe mucha evidencia de la asociación entre el incremento de
citoquinas y el aumento del rasgo de hostilidad e ira. Hay mucha literatura en donde vemos que
los pacientes con depresión y hostilidad tienen un incremento de citoquinas proinflamatorias.
A partir de esto, estudios recientes han sugerido una relación importante entre las
citoquinas, la inmunidad y el conducta hostil. En principio, existen informes clínicos de
pacientes que reciben inmunoterapia con citoquinas en los cuales se describen niveles altos de
hostilidad, ira e irritabilidad; existen informes de una asociación positiva entre los niveles de
citoquinas y la conducta agresiva. En base a estos datos se empezó a pensar en la acción de
diferentes citoquinas en regiones del cerebro asociadas con el comportamiento agresivo. Por
ejemplo, parecería que la IL-1 y la IL-2 tienen potentes efectos en la modulación de rabia
defensiva en animales. La investigación actual está tratando de definir con mayor precisión el
papel de las citoquinas en la conducta agresiva y comenzar a conocer los circuitos cerebrales
que participan de estos procesos.
EMOCIONES POSITIVAS: ¿FUNCIÓN EVOLUTIVA?
Fredrickson se pregunta: ¿Qué clase de problemas adaptativos han resuelto de una manera
fiable los estados emocionales positivos? ¿Se podría hacer un análisis evolutivo funcional de
las emociones positivas? ¿Para qué eran útiles y para qué han evolucionado? Como el resto de
las emociones, las positivas debieran considerarse como un repertorio de pensamientos,
sentimientos y acciones, que en algún momento de la evolución fue adaptativo y eficaz para la
supervivencia; un repertorio que activa e induce a la acción para resolver una situación difícil, y
que luego evolucionó porque otorgó una ventaja para la especie. En este sentido evolutivo
funcional sería necesario considerar las condiciones del ambiente en el cual se produjeron las
emociones positivas. Es habitual que las circunstancias que provocan alegría, interés, amor se
produzcan en condiciones en las cuales existe una percepción de seguridad, saciedad,
carencia de daños o injurias y ausencia de necesidades del cuerpo.
El entorno ancestral de nuestros antepasados humanos, cazadores recolectores, se caracterizó
por fluctuaciones entre momentos de seguridad y estados de saciedad, con momentos y
contextos, más habituales, de peligro. En esas condiciones y circunstancias es importante
aprender a reconocer y aprovechar las oportunidades que se ofrecen en los momentos de
seguridad, saciedad y calma; en esos momentos de predominio de emociones positivas. ¿Qué
cosas podría hacer en esos momentos de predominio de emociones positivas? Jugar, explorar,
saborear, con la finalidad, tal vez, de promover el descubrimiento de ideas nuevas y creativas y
acciones que a su vez ampliaran los recursos personales, físicos, intelectuales o sociales del
individuo. A través del proceso de selección natural, la capacidad de experimentar emociones
positivas se ha convertido en parte de la naturaleza humana universal, y luego en una
capacidad genéticamente codificada. En este sentido, actualmente se podría pensar que las
emociones positivas han evolucionado para cumplir una amplia gama de propósitos en la vida
de las personas, y no solamente la “búsqueda de felicidad y bienestar”; que pueda reflejar algo
más que el hecho de que son hedónicamente agradables y gratificantes. En resumen, la
funcionalidad adaptativa de las emociones positivas sería construir recursos en momentos de
seguridad y saciedad, como jugar, explorar o disfrutar, y otro repertorio de acciones y recursos
para construir supervivencia.
ESTILO EMOCIONAL, INYECCIÓN DE VIRUS Y SUSCEPTIBILIAD AL RESFRÍO
La tendencia a experimentar emociones positivas se asocia con una mayor resistencia a los
resfríos objetivamente verificables, y con un menor número de síntomas, tal vez asociado con
una tendencia a subestimar la gravedad de los síntomas en relación con los marcadores de
enfermedades objetivas.
En otro trabajo posterior, el mismo grupo confirmó el hallazgo de que el estilo emocional
positivo predice mayor resistencia a contraer una infección de las vías aéreas superiores luego
de una exposición experimental al virus de la influenza o rinovirus, controlando factores
sociales y cognitivos, y además con un grupo de control.
LOS EFECTOS SOBRE LA SALUD
Podemos pensar en tres vías mediatizadoras posibles del efecto de la afectividad positiva
sobre la salud:
 La primera posibilidad especula acerca de una cierta vulnerabilidad genética.
 La segunda refiere como responsable de estos efectos al estilo de vida; los individuos
felices tienen hábitos de vida más saludables, más favorables que las personas menos
felices. Dentro de estos últimos estarían presentes el consumo de alcohol, el
tabaquismo y las conductas sexuales de riesgo, mientras que el ejercicio físico regular
y la elección de la dieta estarían potencialmente asociados con la afectividad positiva.
 La tercera vía posible es a través de la activación psicobiológica y la variación en las
vías neuroendócrinas, autónomas, inmunes e inflamatorias. Entre otros caminos a
través de los cuales la afectividad positiva puede ejercer su influencia sobre la salud,
rápidamente aparece la función del eje hipotálamo-pituitario- adrenal (HPA), y su
producto final el cortisol, que junto con la aldosterona son los principales corticoides
internos. El otro es la función del sistema nervioso autonómico, con sus
catecolaminas; y finalmente la función inmune, con su proceso inflamatorio.
Dentro de los caminos neuroendócrinos, el eje HPA y cortisol podemos decir que tanto la
inducción experimental, como alto nivel de rasgos y/o estados de ánimo positivos, en diferentes
estudios está asociado con menores niveles de cortisol,
incremento de la hormona de crecimiento y con un aumento de los opioides endógenos. En
general, diferentes estudios han demostrado que el cortisol tiende a ser menor cuando las
personas tienen mayor afecto positivo. Que la producción de cortisol sea menor quiere decir
que la respuesta HPA es menor, y que entonces puede tener menos efectos sobre la función
inmune.
El especialista Andrew Steptoe se pregunta si los individuos más felices o las personas con
mayor rasgo de afecto positivo difieren en su perfil de cortisol de los demás. La mayoría de los
estudios han demostrado un menor volumen de cortisol en las personas con niveles más altos
de afecto positivo, pero hay variaciones dependiendo de la hora del día, la edad y el método de
medir el afecto positivo.
Con respecto a la activación simpática, se ha encontrado que la afectividad positiva se asocia
con un perfil de disminución activación simpática y posible activación parasimpática; que se
traduce en una disminución de la adrenalina y noradrenalina, es decir, las catecolaminas
plasmáticas. De nuevo parecería que predomina una respuesta de relajación, parasimpática,
sobre una
respuesta de activación simpática; en resumen, una menor respuesta de estrés.
PROCESOS INMUNOINFLAMATORIOS
La relación entre la función inmune y el afecto positivo ha sido objeto de mucho interés
recientemente. Dentro de las vías que conectan la afectividad positiva con la función inmune,
se encuentra la competencia inmune celular. A la afectividad positiva se la encontró asociada
con un aumento de la competencia inmune celular evaluada en términos de citotoxicidad de las
células natural killer; cuatro estudios muestran un incremento en esta capacidad.
AISLAMIENTO SOCIAL Y SENTIMIENTOS DE SOLEDAD
Los seres humanos necesitamos de los demás para sobrevivir y prosperar. El aislamiento
social, conocido más popularmente como la “soledad”, se caracterizó en los primeros estudios
científicos como “una angustia crónica sin remedio”. Investigaciones recientes sugieren que la
sensación de soledad es:
 un estado psicobiológico que ha evolucionado como una señal de que el vínculo con
los demás se están debilitando o perdiendo.
 Además, es una motivación para la reparación y el mantenimiento de las relaciones
con otros que son necesarias para nuestra salud, bienestar y supervivencia de
nuestros genes.
 También es necesario decir que la soledad no es simplemente estar solo; es algo más
complejo, pero que excede el propósito de este trabajo, pero aun así vamos a tocar
algunos temas.
 De la misma manera que el dolor físico es una señal desagradable que se desarrolló
para que se tomaran medidas tendientes a minimizar el daño al cuerpo, sentirse
desconectado y aislado socialmente desencadena una señal desagradable que se
desarrolló para tomar acciones que minimizaran las amenazas o daños en el ámbito
social.
 La percepción de aislamiento social, o la soledad, aumenta la vigilancia, el alerta, los
sentimientos de vulnerabilidad y, al mismo tiempo, el deseo de volver a conectarse.
El aislamiento social tiene efectos significativos sobre la salud. James House, Karl Landis y
Debra Umberson publicaron una revisión de estudios epidemiológicos sobre el aislamiento,
cuya principal conclusión, que ha sido posteriormente confirmada, es que es un factor de riesgo
significativo para la morbilidad y mortalidad; es decir, que la gente con mayor aislamiento y
soledad se enferma y se muere más, comparada con la que está menos sola. Otra conclusión
del mismo es que el aislamiento social era un factor de riesgo tan fuerte como el tabaquismo, la
obesidad, el sedentarismo y la hipertensión arterial. Después se confirmó que el aislamiento
social predice la morbilidad y la mortalidad por cáncer, enfermedades cardiovasculares y una
serie de otras causas.
Los mecanismos a través de los cuales produce el impacto sobre la salud no están del todo
claros, pero la percepción de aislamiento social, o la soledad, es un estado emocional-
fisiológico y cognitivo que activa circuitos y sistemas regulatorios que se desajustan y se
transforman en patológicos. La evidencia empírica de las enfermedades endócrinas,
autonómicas y el funcionamiento inmune sugiere que los efectos fisiológicos de la soledad se
desarrollan durante un período de tiempo relativamente largo. Además, está el hecho de
involucrarse en hábitos poco saludables y la falta de cuidado y mantenimiento personal.
Estudios experimentales en animales sociales indican que el aislamiento tiene efectos
fisiológicos directos dañinos. En general, estos estudios experimentales sugieren que el
aislamiento social aumenta la actividad del sistema nervioso simpático, tiene una activación
HPA y mayor cortisol crónicamente elevado; al mismo tiempo, disminuye el control de los
mecanismos inflamatorios y de la inmunidad.
En humanos, el aislamiento es predictor de elevación de la presión arterial, incremento
del cortisol matinal, dificultades con el sueño (menor cantidad y calidad) y estilos de
vida sedentarios. También se ha encontrado una disminución de la sensibilidad de los
linfocitos a regulación fisiológica por el cortisol, es decir que tienen alterado el
mecanismo de regulación y frenado inmune.
Uno de los primeros estudios demostró que en estudiantes de Medicina ante una situación de
estrés académico, los más asilados tenían niveles significativamente más bajos de actividad
natural killer y un incremento de las inmunoglobulinas A, lo que los colocaba en un estado de
vulnerabilidad para las afecciones alérgicas, ya que estaba afectada también la rama humoral
de la inmunidad.
Al preguntarse si la Psicoterapia puede reducir la incidencia de problemas de salud, James
Pennebaker, Janice Kiecolt-Glaser y Ronald Glaser hicieron una serie de experimentos con
voluntarios intentando demostrar si la explicitación de experiencias traumáticas -hablar, escribir
o conversar con alguien anónimo de temas difíciles de su vida- podría tener efectos sobre la
función inmune y por lo tanto sobre la salud. Basados en el modelo clásico general de la
psicosomática, que indica o asume que la falta de la comunicación o hablar, confesar o
compartir ciertas experiencias produce consecuencias a largo plazo como el estrés y la
enfermedad. Entonces iniciaron la experiencia de que voluntarios contaran, o escribieran
activamente, experiencias perturbadoras con la presunción de que así iban a disminuir los
efectos negativos del silenciamiento y la evitación. Se encontró que la autoconfesión
incrementa o realza la actividad de las células natural killer, y también genera un mayor número
de anticuerpos para el virus de la hepatitis B luego de la vacuna. Esto quiere decir que los
sujetos que siguieron el protocolo de la confesión tuvieron estas dos funciones inmunes
realzadas. Este hallazgo podría ser un dato más en la búsqueda de los caminos que vinculan al
desahogo emocional con la salud.
EFECTOS BIOLÓGICOS DE LA CONFESIÓN O EL DESAHOGO
Existe evidencia de que las emociones tienen efectos sobre la salud física y el bienestar de las
personas. Y de que las emociones tienen un componente neuroinmunoendócrino, vías por las
cuales median sus efectos. La afectividad positiva se asocia con cambios predominantemente
antiinflamatorios y de activación parasimpática. Las emociones sociales se asocian con
hipercortisolemia, incremento de las citoquinas proinflamatorias. También hay muestras de
cambios inmunes en otros estados emocionales como la soledad o la confesión de un episodio
traumático.
La medicina ha tenido avances importantes tanto en prevención como en diagnóstico y
tratamiento, que han reducido la mortalidad en un número sustancial de personas. Del mismo
modo, se ha avanzado en la relación entre las emociones y la salud física, aunque de forma
menos espectacular con respecto al cambio emocional y conductual. No menos importantes
son los procedimientos que ayudan a conseguir que las personas mejoren su manejo y
regulación emocional para mejoría de su salud mental y física y, por lo tanto, de su calidad de
vida.
Capitulo 4
EL EJE MENTE-CEREBRO-CORAZÓN
Emociones negativas, potentes enemigos del corazón
Dentro de los estados psicológicos y emociones negativas asociados a la enfermedad
coronaria, de las que tenemos mayores evidencias científicas son la depresión y los estados
psicológicos parecidos, como el agotamiento vital; el complejo ira- hostilidad, al que más
adelante nos vamos a referir; el nivel patológico de ansiedad, y sobre todo de preocupación; los
estados tanto agudo como crónicos de estrés. Después, el estrés en el trabajo, también
llamado Job Strain; el nivel de soporte o sostén social, que sería como un indicador también de
aislamiento de la persona. Y por último, los eventos sociales o psicosociales estresantes, que
tienen sus propias características.
Las emociones tienen una función adaptativa, con el propósito básico de preparar al ser
humano para responder ante situaciones ambientales. Sin embargo, al extenderse a otros
contextos pueden dejar de ser útiles, resultando en una activación crónica que se asocia con
una conducta disfuncional, produciendo un costo biológico mayor.
Por emociones negativas (EN) se consideran aquellas desplegadas por estímulos que
connotan peligro, desafíos, dolor u otras condiciones dañinas, y que generan conductas
defensivas como evitación o escape. Recientes revisiones han identificado tres disposiciones
afectivas negativas —el agotamiento vital y la depresión, la ansiedad y el complejo ira-
hostilidad— como factores de riesgo para EC y eventos coronarios agudos.
En estas emociones se puede describir un estado psicocorporal que incluye pensamientos,
sentimientos y una situación afectiva específica. En general, los diferentes equipos del mundo
que están estudiando la relación de las emociones con las enfermedades cardíacas las
estudian por separado. Nosotros pensamos que, en realidad, en la misma persona hay una
tendencia general a las emociones negativas, por lo tanto se dan conjuntamente. Pensamos
que existe una especie de disposición general a la afectividad negativa, en la que hay
irritabilidad, ataques de ira, un estado anímico depresivo, preocupaciones.
ESTRÉS AGUDO Y ENFERMEDADES CARDÍACAS
Vamos a considerar en primer lugar el tema del estrés agudo y su impacto cardiovascular.
Todos sabemos que en parte de la reacción corporal frente a una situación de estrés agudo, es
muy importante la activación del sistema cardiovascular, neural y hormonal. Por ejemplo, se
produce un aumento de la frecuencia cardíaca, de la presión arterial y de otros parámetros
cardiovasculares. Al mismo tiempo se activa el eje de las hormonas tiroideas, y las hormonas
del eje HPA, es decir, los corticoides internos. Esta activación está al servicio de adaptar el
organismo ante un peligro o desafío, efectuar cambios, preparar al cuerpo y a la mente para la
lucha o la fuga. Es decir que la respuesta cardiovascular es muy importante como uno de los
componentes somáticos —es decir, físicos— de la reacción de estrés.
La situación de estrés agudo produce una activación cardíaca, respiratoria, endócrina neural, e
inmune, y las señales químicas encargadas de avisar el peligro son las llamadas catecolaminas
—la adrenalina y la noradrenalina, entre otras— y algunas hormonas como el cortisol, que es
producida por las glándulas suprarrenales, y tienen como misión, entre otras, la de preparar al
organismo. En las personas con alguna vulnerabilidad cardíaca esto va a tener consecuencias,
como veremos más adelante.
Una de las situaciones paradigmáticas del efecto del estrés agudo en el corazón, en las
enfermedades cardíacas, es la cardiomiopatía de Tako-Tsubo, también llamada cardiomiopatía
aguda de estrés. Si bien tiene diferentes nombres, se caracteriza por un desencadenamiento
agudo de dolor en el pecho o precordial típico de infarto, y disnea, o dificultad para respirar; hay
cambios en el electrocardiograma, pero inespecíficos; existe también hay una leve elevación de
las enzimas cardíacas, que indicarían la lesión cardíaca; y además, lo que le da el nombre,
existe una anormalidad transitoria de la movilidad de la pared del corazón, que se ve en el
ecocardiograma; esta imagen es similar a las redes utilizadas por los pescadores de pulpos
japoneses, cuyo nombre es Takotsubo. O sea que todo el cuadro semeja un infarto de
miocardio. Lo más llamativo es que cuando se estudian las arterias coronarias de estos
pacientes, pensando que es un evento coronario, las arterias son normales, hay ausencia de
enfermedad arterial de las coronarias. Esta cardiomiopatía no es muy habitual, pero desde que
se la describió se la está diagnosticando más frecuentemente. No se conoce la causa, pero lo
que está muy claro es que habitualmente se asocia con estresores emocionales agudos; en
estos pacientes hay presente
Un evento emocional agudo cercano en las horas previas al desencadenamiento del cuadro.
Los diferentes eventos emocionales descriptos en sujetos que presentaron uno de estos
episodios en general son situaciones súbitas como la muerte de un ser querido, o inclusive en
varias de estas personas fue una fiesta sorpresa. El pronóstico de corto y largo plazo es
favorable, y a menudo requiere solamente psicoterapia o tratamiento de las situaciones
psicosociales.
EVENTOS NEUROLÓGICOS AGUDOS Y ENFERMEDADES CARDÍACAS
Dentro de las situaciones de estrés agudo, también podemos involucrar, porque de alguna
manera están asociadas, a las patologías cardíacas que se dan en contextos de trastornos
neurológicos agudos. Habitualmente, la patología cardíaca en estas situaciones queda
disimulada por la importancia que tiene la patología neurológica, pero muchas veces la lesión
cardíaca es la causa de la muerte del paciente, y es otro indicador del eje cerebro-corazón, de
la asociación que existe entre ambos, del impacto del sistema nervioso y del cerebro sobre el
sistema cardiovascular.
Dentro de las patologías cardíacas y catástrofes neurológicas, tenemos fuerte evidencia que
indica que hay una sobreactividad del sistema nervioso autonómico en su rama simpática, es
decir, una hiperactividad de adrenalina y noradrenalina que generaría como una toxicidad
catecolamínica (por exceso de catecolaminas), fenómeno común vinculante de estas
patologías cardíacas en estos trastornos neurológicos. Estos efectos “centrales” —es decir, por
lesión neurológica sobre el corazón— contribuyen a la tasa de mortalidad de muchas
afecciones primariamente neurológicas, como son el stroke (accidente cerebrovascular); el
“status epiléptico”, que es un estado epiléptico muy grave, o diferentes traumas encefálicos.
Este es un tema para tener muy en cuenta, porque puede ser importante en la patogénesis
(origen y evolución de una enfermedad) de la muerte súbita en el adulto durante, por ejemplo,
ciertos ataques de asma, o la muerte inducida por cocaína o anfetaminas, o los estados de
abstinencia de alcohol. Es decir, tener en cuenta esta especie de sobreactividad o
toxicidad catecolamínica, que es un fenómeno habitual en patologías centrales que
impactan en el corazón. En la anatomía patológica de estos pacientes se encuentra una
afección que se llama “miocitolisis coagulativa”, o Stone-heart, que sería como la
patología o la anatomía patológica de la lesión neurocardíaca; esto consiste en bandas
de necrosis por contracción cardíaca y degeneración de las fibras musculares.
ESTRÉS CRÓNICO Y ENFERMEDADES CARDÍACAS
Así como vimos el impacto del estrés agudo en la función y en las enfermedades cardíacas,
nos vamos a ocupar del estrés crónico en las enfermedades coronarias.
claramente establecida la estrecha relación y la incidencia del estrés psicosocial como un factor
que aumenta el riesgo para la enfermedad coronaria y el infarto de miocardio. Con respecto a
qué mecanismos intervienen, lo veremos más adelante, pero la red
psiconeuroinmunoendócrina es una descripción muy útil para entenderlo.
DEPRESIÓN Y ENFERMEDAD CORONARIA
La depresión, y estados depresivos relacionados, y la enfermedad coronaria han sido
vinculadas desde hace mucho tiempo. En este momento es un tema muy estudiado, por la
importancia del mismo, dado que ambas constituyen padecimientos extremadamente
frecuentes; existen estadísticas que dicen que la depresión será una de las enfermedades más
comunes para el año 2020. En casi todos los congresos de Cardiología, lo mismo que en los
congresos de Psiquiatría, hay simposios, mesas redondas y presentación de trabajos acerca de
la relación entre la depresión y la enfermedad coronaria. Desde el punto de vista de la PINE
podemos decir que en ambas enfermedades se encuentran alteraciones de la red PINE,
como por ejemplo activación de citoquinas pro inflamatorias; alteración del equilibrio
simpático-parasimpático; alteraciones en el eje HPA, con aumento de los corticoides
internos.
A la depresión la encontramos como una situación premonitoria —es decir, estados
depresivos previos al evento coronario—, y como una complicación posterior al evento
coronario, asociada con la repetición de nuevos eventos coronarios, relacionada con el
incremento de la mortalidad, y luego de una cirugía coronaria. Con lo cual podemos decir que
tenemos evidencias de que la depresión interviene tanto en la etiología, en el curso, como en el
pronóstico de esta enfermedad.
Cuando hablamos de depresión y estados relacionados nos referimos a un amplio arco y
a las diferencias que existen entre la depresión como enfermedad, que se llama
Trastorno Depresivo Mayor, a otros estados depresivos que no son una enfermedad, y
otros estados clínicos que comparten algunos síntomas con la depresión, que podemos
llamar “espectro depresivo”. La mayoría de los investigadores en este tema encuentran
que lo que está más ampliamente asociado es un estado de humor depresivo, que no
llega a ser una enfermedad. Este espectro depresivo incluiría ciertos síndromes relacionados
a la depresión, como es el síndrome de Burnout, la personalidad de tipo D y el síndrome de
agotamiento vital, que en realidad no son una depresión mayor, pero reúnen muchos criterios
similares a los de depresión mayor. Los más frecuentes son la fatiga, la desmoralización, la
irritabilidad y la anhedonia, que es la imposibilidad de sentir placer.
DEPRESIÓN PREMONITORIA
Con esto nos queremos referir a personas con depresión que se presenta como premonitoria
de eventos coronarios en personas sanas, es decir, sin enfermedad coronaria al inicio. Para
este tema es necesario conocer lo que es un “metaanálisis”. Se trata de un recurso utilizado
desde hace algunos años, y es una forma de analizar y comparar mediante complejos procesos
informáticos todos los trabajos publicados en un período con respecto a un tema. Sería como
un análisis de análisis publicados. Es un método al que se le otorga un muy buen nivel de
calidad y cuyos resultados se consideran como una muy buena evidencia, de mucha utilidad
para la toma de decisiones médicas.
Desde hace algunos años, existen varios metaanálisis publicados en los cuales se evidencia a
la depresión como factor predictor para la enfermedad coronaria. En este tipo de estudio se
analizan muchos trabajos publicados sobre el tema, y en este caso concluyen que la depresión,
como enfermedad y como sintomatología depresiva, predice el desarrollo de enfermedad
coronaria en pacientes sanos al inicio. También existen otros que comparan el riesgo para
eventos coronarios de los factores tradicionales versus el riesgo asociado con depresión, y se
encuentra que son similares, tanto al humor depresivo como la depresión clínica. La depresión
clínica tiene mayor riesgo, pero el humor depresivo también lo tiene, y es comparable con el
riesgo de los factores más conocidos antes mencionados.
La Organización Mundial de la Salud nos dice que la depresión clínica se asocia con
aproximadamente dos veces más probabilidades de enfermedad coronaria subsecuente,
y que esta asociación permanece significativa tras ajustar las variables de consumo de
cigarrillo, alcohol y café; también indica un metaanálisis que compara 28 estudios en
80.000 sujetos y encuentra que la depresión se asocia a un mayor riesgo de enfermedad
cardiovascular, fundamentalmente de infarto agudo de miocardio. Es decir, sigue la línea
de lo que veníamos trabajando: la depresión como una enfermedad premonitoria de la
enfermedad coronaria. En la Argentina recientemente publicamos un trabajo de nuestro grupo
en la Fundación Favaloro, en el cual vimos que tanto la depresión clínica como los síntomas
depresivos se encontraban asociados a la presencia de placa de aterosclerosis en las
coronarias de pacientes que se iban a hacer un estudio muy actual que se llama tomografía
computada multicorte coronaria. Los pacientes que en la tomografía tenían presencia de placa
estaban deprimidos o con sintomatología depresiva
EL SÍNDROME DE AGOTAMIENTO VITAL
La fatiga y la pérdida de la energía son una condición clínica muy frecuente, y ambas
han sido señaladas dentro de los síntomas más comunes premonitorios de eventos
isquémicos coronarios como Infarto Agudo de Miocardio (IAM) y muerte súbita. A partir
de esto, ha sido descripto a finales de la década del 80 por el psicólogo holandés Adrian
Appels, de la Universidad de Maastricht, el síndrome de Agotamiento Vital. Este síndrome se
ha transformado en uno de los factores psicosociales vinculados con la enfermedad cardíaca
más estudiados. A pesar de ello, muchos autores dicen que en realidad no se distingue de la
depresión mayor, mientras muchos otros, fundamentalmente europeos, dicen que es diferente,
lo que representa una discusión teórica que todavía no está resuelta. Para su diagnóstico
podemos decir que hay criterios mayores y criterios menores, y que se detectan mediante el
cuestionario y la entrevista pautados para hacer el diagnóstico de este síndrome, que fueron
traducidos a 8 idiomas e investigado en numerosos países, incluida la Argentina.
Los criterios mayores son la presencia de una fatiga inusual y falta de energía,
incremento de la irritabilidad y sentimientos de desmoralización. Lo que podemos llamar
criterios menores, a su vez los podemos dividir en tres dimensiones: la dimensión de la fatiga
incluye despertarse cansado, debilidad permanente, dificultades para resolver problemas, falta
de concentración, sensación de “batería agotada”, de ya “no tener lo que se necesita para
seguir adelante”. La dimensión del afecto depresivo incluye desesperanza, sensación de estar
en un callejón sin salida y darse por vencido, crisis de llanto, trastornos de sueño, sensación de
no poder enfrentar y, a veces, deseos de estar
muerto. Y la dimensión de la irritabilidad, con pequeñas cosas que irritan más que antes,
molestia fácil, explosión.
Con respecto a las causas del AV, los estudios inicialmente se focalizaron en factores
psicológicos causales, tales como hostilidad excesiva, estrés crónico, déficit de afrontamiento
ante el estrés, trabajo excesivo y prolongado, exceso de horas extras, problemas financieros,
sobrecompromiso en el trabajo. Estos hallazgos, tomados juntos, nos indican que el AV puede
reflejar un quiebre en el proceso de adaptación ante una situación de estrés prolongado, un
estado al cual se llega cuando los recursos adaptativos se han agotado o han fracasado.
Publicaciones posteriores han intentado descubrir mecanismos biológicos asociados con el AV.
Estudios psicobiológicos encontraron que personas exhaustas o agotadas se caracterizan por
un incremento en algunos factores de la coagulación y la disminución de la fibrinólisis;
activación de marcadores serológicos de inflamación e inmunitarios como nivel incrementado
de interleuquina 1 (IL-1), Interleuquina 6 (IL-6), factor de necrosis tumoral (TNF), proteína C-
reactiva, incremento en la agregación plaquetaria y trastornos del sueño. Últimamente se ha
encontrado una asociación positiva del AV con la obesidad, ya que se vio que las personas con
alto AV tenían mayor índice de masa corporal (BMI), que permanecía a los 3 y a los 6 años.
Asimismo, se lo ha asociado con la reactivación de una infección de citomegalovirus y
chlamidia pneumoniae , que podrían estar involucradas en la progresión de la enfermedad
coronaria. De tal forma que desde el punto de vista biológico existen evidencias del vínculo del
AV con alteraciones metabólicas, inmunoinflamatorias y coagulatorias, a partir de lo cual se
postula que el AV podría ser una conducta o estado psicológico adaptativo al proceso
inflamatorio coronario, y por lo tanto un marcador subclínico de enfermedad coronaria.
Con respecto al tratamiento del mismo, en los últimos tiempos se han diseñado ensayos de
intervención psicológica con dos metas mayores: primero, mejorar el estado de agotamiento, y
segundo, probar si la reducción del agotamiento reduce el riesgo de nuevos eventos
coronarios. Estos ensayos han presentado resultados mixtos: si bien mejoran el estado de
agotamiento, no logran reducir el riesgo de nuevos eventos coronarios.
CÓMO SE PRODUCEN LOS EFECTOS CARDIOVASCULARES DE LA DEPRESIÓN
A partir de la concepción PINE, cuando hablamos de una fisiología integral también estamos
hablando de una fisiopatología, o de mecanismos de enfermar integrales. A partir de lo cual
podemos decir que este tipo de enfermedades complejas, como la depresión, podemos
considerarlas como enfermedades de la mente, el cerebro y el cuerpo. Si bien lo que más llama
la atención es el aspecto “psíquico” o mental de la depresión, desde la evidencia PINE
podemos afirmar que se encuentran alterados no solamente la mente, sino también el cerebro
y el cuerpo. En este punto vamos a hacer una síntesis de cuáles son los sistemas alterados
que nos encontramos en la depresión y que pueden producir los efectos cardiovasculares. Hoy
en día, además, sabemos que esos sistemas también se encuentran alterados en la
enfermedad coronaria, que es otra enfermedad compleja; lo que quiere decir que la depresión
puede influir en la enfermedad coronaria y está presente en los mecanismos de la depresión,
muchas veces sin poder determinar qué se produjo primero.
En los trastornos depresivos sabemos que hay alteraciones del eje hipotálamo-pituitario-
adrenal, en la funcionalidad del sistema nervioso autónomo y del sistema inmune, alteraciones
metabólicas y de la coagulación. Los pacientes con depresión se involucran en estilos y hábitos
de vida perjudiciales.
Como ya hemos visto en otro capítulo, muchos autores consideran que la depresión, o al
menos algunos subtipos, es la consecuencia de una respuesta de estrés alterada; en la
mayoría de estas personas, a partir de cierta vulnerabilidad genética, sumada a la presencia de
situaciones traumáticas en la vida temprana, se crean las condiciones biológicas para que esa
persona tenga una tendencia a producir una respuesta de estrés exagerada a lo largo de la
vida. Frente a situaciones cotidianas, la respuesta de estrés es hiperactiva, lo que en el largo
plazo llevará a la depresión. Se produciría una secuencia progresiva y creciente de estrés,
ansiedad y, finalmente, depresión.
Dentro de los mecanismos corporales alterados, en el estrés, la ansiedad y la depresión
producen una hiperactividad del eje hipotálamo-pituitario-adrenal, produciendo una
hiperactividad del CRH y el cortisol, es decir de los corticoides internos. Los corticoides
elevados en el momento agudo son beneficiosos para una serie de funciones del organismo;
pero cuando están crónicamente elevados producen efectos perjudiciales. Por ejemplo, la
hipercortisolemia está muy asociada con alteraciones en las grasas que pueden llevar a la
obesidad; sobre todo a la acumulación de grasa visceral, que es la obesidad más dañina y
produce toda una alteración metabólica, como el aumento de los ácidos grasos no
esterificados, que genera una alteración por el aumento de los triglicéridos y la disminución del
colesterol HDL, llevando a una dislipemia o alteración de los lípidos. También produce
alteraciones en el metabolismo de los hidratos de carbono, con un incremento de la glucosa en
la sangre, y esto va a provoca una serie de alteraciones en la insulina, con generación de
insulinoresistencia. A su vez, esto está relacionado con el aumento de la presión arterial.
También existe evidencia de la relación entre la depresión y la alteración del funcionamiento del
sistema nervioso autonómico. Vemos que existe un predominio simpático sobre el
parasimpático. La estimulación simpática se asocia con una disfunción en la rama
parasimpática: en los pacientes depresivos el parasimpático funciona menos. Al mismo tiempo,
encontramos niveles elevados de catecolaminas plasmáticas circulantes y un incremento de la
frecuencia cardíaca en reposo, comparado con los pacientes no depresivos, con lo cual hay
una variabilidad cardíaca disminuida. La variabilidad de la frecuencia cardíaca es un dato muy
importante con respecto a la salud cardiovascular.
También vemos que se agregan alteraciones inmunológicas, como es el aumento de las
citoquinas proinflamatorias, como la citoquina 1, el factor de necrosis tumoral o TNF-a, y la
citoquina 6, que nos indica que existe un estado proinflamatorio que va a colaborar con la
inflamación endotelial, proceso muy relacionado con la formación de ateromas en la pared de
las arterias coronarias.
Al mismo tiempo de este aumento de los ácidos grasos, hay un aumento del fibrinógeno y de
otros factores que intervienen en la coagulación, con lo cual lo que produce el estado
procoagulativo; es decir, hay un aumento de la agregación plaquetaria. Esto es importante
porque este estado colabora con la formación del ateroma en la pared de la arteria coronaria.
Teniendo eso en cuenta, la depresión está asociada a modificciones hormonales, neurales y
metabólicas, y produce alteraciones como dislipemia, insulinoresistencia, aumento de la
presión arterial, un estado procoagulatorio y un estado proinflamatorio. Estas alteraciones
generan un cuadro que se llama síndrome metabólico, muy asociado a un mal pronóstico
cardiovascular.
La relación entre la depresión, la inflamación y el sistema inmune es otro de los temas que en
este momento se están estudiando más a fondo, por lo que algunos autores llegan a considerar
algún tipo de depresión como una enfermedad inflamatoria. Entonces, vamos a ver la relación
entre la depresión, la inflamación y el sistema inmune. Desde hace algunos años se conoce
que en los pacientes con depresión mayor existe un incremento de la concentración plasmática
de la interleuquina 6, de interleuquina 1 y otros factores. Desde la década del 90 comenzaron
las publicaciones en las que se ve una activación aberrante o exagerada de las interleuquinas
inflamatorias. Más tarde aparecieron otros trabajos, en los cuales se relaciona el estado mental
de agotamiento vital y un aumento bastante significativo de las interleuquina 1, de la
interleuquina 6 y del factor de necrosis tumoral, que son las denominadas citoquinas
inflamatorias. En conclusión, podemos decir que existe una asociación entre la depresión y el
agotamiento con un incremento de marcadores de inflamación, y por eso se habla de un estado
proinflamatorio en estos pacientes.
También es conocido que en la enfermedad coronaria existe un incremento de estos
indicadores de inflamación. Más aún, el ateroma o la placa ateromatosa de pared de la
arteria coronaria es una verdadera reacción inmunoinflamatoria que va obstruyendo la luz de la
pared, y que cuando se rompe o lesiona, se desprende el pedazo roto. Este circula por la
arteria hasta que llega a una más pequeña y obstruye toda su luz. Esto es lo que produce el
infarto de miocardio en el músculo regado por esa pequeña arteria ahora obstruida. Al conocer
estos procesos, rápidamente se pensó en la relación entre depresión, enfermedad coronaria e
inflamación.
Existe otro mecanismo recientemente descubierto que es la vía colinérgica antiinflamatoria, que
tiene efectos antiinflamatorios; a partir de la activación de ciertas fibras receptoras sensoriales
que se activan frente a una injuria producida por un antígeno, una bacteria o un virus, o una
lesión traumática, se produce como defensa una inflamación con liberación y producción de
citoquinas en la zona, por ejemplo la piel o la pared de la arteria coronaria. Estas citoquinas
producidas activan las terminales sensoriales del nervio, por ejemplo el vago, un nervio muy
importante. La información entonces viaja al cerebro a través de las ramas aferentes, o sea que
es información que recibe el cerebro, y este a su vez envía a través de las ramas motoras
descendentes del mismo nervio una señal química, un neurotransmisor llamado acetilcolina
que es el principal neurotransmisor de la rama parasimpática del sistema nervioso autónomo.
Esta señal es captada por receptores especiales que se encuentran en la pared o membrana
de unas células inmunes llamadas magrófagos, linfocitos productores de citoquinas y factores
centrales en el proceso de inflamación y dolor. Cuando llega la señal se produce un efecto
inhibidor de la secreción de citoquinas inflamatorias. Este es un trabajo publicado
recientemente por un grupo de investigadores de la Cleveland Clinic, que se encargan de
investigar también el eje cerebro- corazón. Como sabemos, en la depresión la rama
acetilcolinérgica del sistema nervioso parasimpático se encuentra afectada. Sería otro
mecanismo que influye en este estado proinflamatorio con aumento de citoquinas y de otros
marcadores inflamatorios, y con disminución de la función de las vías antiinflamatorias.
En conclusión, podemos decir que la enfermedad coronaria contribuye con la depresión mayor
y el agotamiento, y estos con la enfermedad coronaria. Dentro de los mecanismos posibles
serían la hiperactividad del cortisol, el desbalance autonómico simpático parasimpático, el
estado proinflamatorio por activación de las citoquinas, el estado procoagulatorio y las
alteraciones metabólicas.
Efectos cardiovasculares de la ira
La rabia o ira o cólera es una emoción primaria natural, biológicamente necesaria e innata; es
un estado agudo, que dura unos minutos, o un estado de ánimo de intensidad más leve que
puede durar días. La hostilidad es un rasgo normal componente de la personalidad. Los rasgos
de la personalidad son características personales estables a largo plazo, que facilitan la
expresión de ciertas emociones específicas; en este caso, la hostilidad facilita la expresión de
ira. La ira y la hostilidad, términos relacionados, a veces son usados de manera intercambiable
aunque tienen importantes diferencias entre sí. Las vamos a considerar por separado, pese a
que hoy frecuentemente se describe el “complejo ira-hostilidad”.
DEFINIENDO TÉRMINOS
Cuando hablamos de hostilidad nos referimos a un rasgo de la personalidad, que puede estar
presente en menor o en mayor nivel, o que puede ser de mayor o menor intensidad, pero que
básicamente se define como una serie de actitudes negativas como enojo, animosidad, odio,
que se extienden a largo plazo; es decir, son estables en el tiempo, persisten sin estimulación y
usualmente están dirigidas contra otra persona. En general, la hostilidad se acompaña de otra
característica que se llama cinismo, también llamada hostilidad cínica, que consiste en un
grado muy alto de desconfianza e insatisfacción con las relaciones sociales, que genera una
actitud desconfiada y defensiva con respecto a los motivos de los demás, y que se traduce en
una creencia negativa de la humanidad en general, llevando a un estado de alerta contra el
“mal comportamiento” esperado. A veces se la llama atribución hostil, que es la creencia que la
conducta de los otros es malintencionada y dirigida. Todas estas actitudes y creencias facilitan
la explicitación del ataque de ira. La hostilidad es de naturaleza predominantemente cognitiva,
es un concepto más amplio que la ira e involucra creencias, expectativas y actitudes negativas
duraderas y estables sobre los otros, la tendencia a esperar lo peor de los demás y estar
siempre a la defensiva y alerta. Las personas hostiles presentan bajos niveles de apoyo social,
tanto en cantidad como en calidad, dificultades en la adherencia a las indicaciones médicas y
mayor probabilidad de padecer ataques de ira.
Dentro de las características que nos ayudan a detectar alto nivel de hostilidad encontramos
síntomas conductuales como:
 Irritación fácil, intensa y desmedida ante errores “triviales” de los otros.
Frecuente pérdida del control conduciendo autos. Incredulidad en el altruismo.
 Insomnio por rumiaciones que generan rabia y/o frustración. Dificultades crónicas en la
relación con los hijos.
 Tensión y competencia intramarital.
Dentro de los signos psicomotores:
 Hiperpigmentación periorbital (de la piel alrededor de los ojos).
 Retracción de ambos párpados, ojos muy abiertos o desorbitados.
 Retracción bilateral de los músculos de los labios, generando una semisonrisa irónica y
desconfiada.
 Cualidades vocales y risa hostiles.
Con respecto al ataque de ira, de nuevo lo podemos definir como un complejo emocional
fisiológico, con un componente afectivo o de sentimientos específicos, un componente
cognitivo o pensamientos específicos y un componente motor o conductas también
específicas. Dentro de los sentimientos podemos decir que son diversos y de diferente
intensidad, desde moderados hasta graves, y podríamos pensarlos como un “mix” de
furia, ultraje, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflicción, acritud,
animosidad, fastidio y, en el extremo, violencia y odio patológico. Estos sentimientos van
acompañados de una mayor reactividad cardiovascular y neuroinmunoendócrina; es decir que
se activan todos los sistemas reguladores del organismo. Para describir y diagnosticar la
importancia de un ataque de ira tenemos que pensar en tres datos a tener en cuenta: la
frecuencia, la intensidad y la duración. Con respecto a la duración, es habitual que dure
algunos minutos, pocos, no se puede estar con un ataque de ira que dure varias horas. En
general el ataque de ira es similar al ataque de pánico, pero está menos estudiado, y ha
recibido menos atención. Con respecto a su intensidad, puede ir desde un fastidio o un enojo
leve, sin demostrarlo, o bien un crescendo con enojos, gritos, insultos, golpes, lanzamiento de
objetos, furia. Es decir que hay diferentes escalas que dividen el ataque de ira en diferentes
grados. Luego de los ataques es habitual que permanezcan rumiaciones sobre la situación
pasada que denotan frustración. La evidencia empírica ha demostrado que las rumiaciones, es
decir, las representaciones cognitivas de los eventos pasados, cuando son sostenidas en el
tiempo prolongan la experiencia subjetiva de ira y la reactividad cardiovascular. Recientes
estudios han evidenciado que el incremento de la actividad autonómica continúa durante varias
horas, incluso durante el sueño, luego de que una cognición perdurable es procesada
conscientemente.
Otra característica importante es la forma de expresión; actualmente se consideran tres
formas de expresión de la ira:
 Anger-in: cuando el sujeto está muy enojado, tiene el ataque de ira pero no lo expresa
por fuera, “se traga la rabia”. Se refiere a aquellas personas que tienden a suprimir o
dirigir su rabia contra sí mismos, lo cual podría resultar en sentimientos de culpa y
depresión cuando el sentimiento de rabia actual está siendo reprimido.
 Anger-out: cuando expresa su rabia hacia otros en forma de insultos verbales o
manifestaciones físicas, lo hace con el cuerpo y con la conducta; esta expresión de
rabia puede ser dirigida al objeto provocador o a otros objetos cercanamente
vinculados con este.
 Anger-control: que es cuando el sujeto está enojado y tiene el ataque de ira, pero
puede ser controlado; mitiga la expresión de rabia. Personas que demuestran anger
control intentan controlar los sentimientos amargos y resolver el problema que causa la
rabia. Esto último sería la meta para llegar con los tratamientos de los ataques de ira. A
veces no se puede evitar el enojo, no tener ira, pero es necesario poder controlar la
expresión del mismo, que no es lo mismo que “reprimirlo”.
Otro punto a tener en cuenta cuando hablamos de ataques de ira y corazón, es que puede
funcionar como una especie de gatillo, o de disparador, de infarto de miocardio en personas
con alguna patología cardiovascular. Las personas con patología cardíaca, y que presentan
ataques de ira, son personas altamente vulnerables, con un riesgo incrementado para los
eventos coronarios agudos.
En el DSM-IV, que es una clasificación de las enfermedades mentales confeccionada por la
APA, la asociación de psiquiatría de los Estados Unidos, y muy utilizada por los psiquiatras de
todo el mundo, describe una patología que se llama trastorno explosivo intermitente. Este se
focaliza solamente en la fenomenología externa del ataque de ira, sin extenderse en otros
aspectos tan importantes como la fenomenología externa, como el componente cognitivo y
afectivo, que son fundamentales para que el sujeto sufra el ataque de ira.
ORÍGENES DE LA HOSTILIDAD Y LA IRA
El desarrollo de la hostilidad y la ira ha comenzado a ser estudiado recientemente, y algunos
autores dicen que puede reflejar la calidad del apego en la relación padre-hijo. Esta teoría,
basada en observaciones de cómo los niños se relacionan con sus madres, ha identificado tres
tipos mayores de relación de apego entre infantes y sus padres: el niño seguramente apegado;
el niño evitador, inseguramente apegado, y el inseguramente apegado ambivalente. Algunas
observaciones indican que el inseguro-evitador muestra reacciones similares a la conducta
anger-in en niños grandes y adolescentes. Estos chicos, siete años después eran más hostiles,
de enojo rápido y más agresivos socialmente. Madres que eran inseguras-evitadoras
demostraron mayor expresión de enojo hacia el niño. Los maestros tienden a demostrar más
enojo con los niños evitadores. Otra hipótesis estudiada es que un clima familiar de
involucración y soporte, positivo, se asocia con un nivel disminuido de estado de alerta e ira,
mientras que un clima familiar con una estructura rígida y controladora, autoritario, se asocia
con un nivel incrementado de ira y hostilidad. También se ha definido a la hostilidad como una
orientación oposicionista hacia los demás, desarrollada en la infancia. El niño desarrolla
sentimientos inseguros acerca de sí mismo y sentimientos negativos hacia los demás como
consecuencia de conductas parentales que carecen de aceptación genuina, interferencia con
los deseos propios del niño e inconsistente con las acciones disciplinarias. Otros estudios han
mostrado que los estudiantes con alto nivel de hostilidad cínica fueron menos aceptados por
sus padres, interfirieron en sus deseos genuinos y tuvieron un mayor control punitivo por parte
de sus padres, comparados con personas con niveles bajos de hostilidad cínica.
Finalmente, a modo de conclusión, hemos revisado la relación entre el cerebro, la mente y las
enfermedades cardíacas, lo que se puede llamar eje mente-cerebro-corazón, a partir de la
estrecha relación fisiológica que existe entre el cerebro y el corazón, cómo cada uno influye en
la actividad del otro. Después, vimos la estrecha relación que hay entre algunas patologías
neurológicas asociadas a dolencias cardíacas, o cómo patologías que inicialmente fueron
neurológicas después se transforman en cardíacas, como en las grandes catástrofes
neurológicas en las que aparecen patologías cardíacas. Más tarde nos dedicamos al tema de
las emociones negativas, y de la relación entre estas y el aumento del riesgo, tanto en sujetos
sanos como en quienes ya tienen enfermedad coronaria, para el desarrollo de patología
cardíaca. Y también las emociones negativas que analizamos fueron la depresión y el
agotamiento, el estrés agudo y crónico, y el complejo de ira-hostilidad. La idea de nuestro
equipo, para lo cual mostramos algunas publicaciones, es que en la misma persona hay una
tendencia a tener una disposición general a la emocionalidad negativa, en la que tienden a
agruparse las emociones negativas en un mismo sujeto. Finalmente, analizamos algunos
mecanismos fisiológicos que intervienen en la relación entre las emociones y el corazón, como
son la alteración del eje hipotálamo-pituitario-adrenal, alteraciones del sistema nervioso
autonómico, alteraciones metabólicas, alteraciones inmunes y alteraciones coagulatorias. La
idea de estudiar el eje mente-cerebro-corazón es que interviniendo tempranamente en estos
pacientes, que son psicosocialmente vulnerables, podemos modificar o ayudar a modificar el
curso del pronóstico de enfermedades, tanto psiquiátricas como cardiovasculares.

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