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FADU · Ciclo de

Licenciatura en Artes Visuales


Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo
Universidad Nacional del Litoral

Psicología del Arte


Los inicios del Psicoanálisis

Los inicios del psicoanálisis.


El psicoanálisis empieza con Freud y con el cuerpo de las histéricas. Las primeras hipótesis freudianas se
formulan cuando se le presta atención a algo que antes del psicoanálisis era considerado un desecho.

Hay un texto muy interesante del psicoanalista francés “Jaques Allain-Miller que se llama “La salvación
por los desechos” allí Miller trabaja a partir de surgimiento de la vanguardia artística del siglo XX
llamado surrealismo, se trataba de artistas plásticos y escritores que trabajaban a partir de elementos
anodinos o desechables para el artista clásico moderno, vale decir que el surrealismo es de una inspiración
psicoanalítica. Así los surrealistas elaboraban sus cuadros o textos a partir de los sueños, o sus
asociaciones libres, etc.

Miller afirma entonces, que el psicoanálisis, al igual que el movimiento surrealista, es un invento que se
construye a partir de los desechos de la vida psíquica: los sueños, los actos fallidos, los lapsus, los
síntomas. De esta manera el cuerpo de las histéricas, y el modo en que aparecían sus síntomas, eran
también considerados un desecho en esa época, algo que no era digno de atención médica.

Podemos decir de entrada que Freud les da su dignidad cuando se presta a escuchar a los sujetos histéricos
que habitan esos cuerpos. La historia comienza con Anna O. esta cita está extraída del texto de Freud
“Estudios sobre la histeria” (1895) (Tomo II de Amorrortou Ediciones) Esta paciente padecía los
siguientes síntomas histéricos: parafasia, strabismus convergens, perturbaciones graves de la visión,
parálisis por contractura en extremidades superiores e inferiores, paresia de la musculatura cervical,
sonambulismo, imposibilidad de hablar en su lengua materna y sí en otras lenguas, etc.

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A los fines de tratar estos síntomas histéricos, Freud comienza utilizando el método de la hipnosis.

Desde el año 1886 y 1896, Freud utilizó este método que conoció cundo estudió en Paris, en el Hospital
de La Salpetriere junto al Dr. Charcot. Con el método de la hipnosis, Freud descubre que es posible
fabricar un nuevo síntoma bajo el efecto de la sugestión por medio de la palabra, y que una vez que el
trance terminaba los pacientes volvían al punto de partida.

Freud denominará a este fenómeno la “doble conciencia” o “la otra escena”. Hay algo que se decide en
otro lugar, en el que la conciencia no tiene injerencia.

Años más tarde, Freud pasará al método de abreacción que consistía en invitar a sus pacientes a que se
recuesten en el diván y posarle el dedo gordo de la mano sobre la frente haciendo presión. Pero lo que
descubre de todas formas es que el hecho de que los pacientes puedan hablar de su padecimiento los
alivia, se instala la cura por la palabra.

Coordenadas históricas. La histeria y la época victoriana.

Que el psicoanálisis se inicie escuchando las histéricas no es ninguna casualidad ya que se trata de los
síntomas que aparecen en el cuerpo, en una época muy particular. El cuerpo de la histérica era el portavoz
de la moral victoriana.

Se trataba de una época que prohibía las expresiones de la sexualidad, y más aún sobre las mujeres.
Cuando Freud comienza a escuchar a sus pacientes, advierte que las cuestiones de la sexualidad están
presentes de una u otra manera en todos sus relatos. Durante el primer tiempo se trata de verificar como la
represión de la sexualidad generó un síntoma en el cuerpo de la paciente.

Primera Tópica: (1893-1919).

Este primer modelo teórico sirve para dar cuenta de la construcción del síntoma freudiano. Principalmente
la primera tópica se resume en tres instancias psíquicas: El Inconsciente, el pre-consiente y la conciencia.
Y por lo tanto tenemos también una primera nosografía, es decir, una primera clasificación de las
patologías mentales: tenemos por un lado las neuropsicosis de defensa y por otro las neurosis actuales.

En este tiempo prima un modelo económico-dinámico del aparato psíquico. Es decir, un modelo de
energía psíquica que va migrando de una instancia a otra. Se piensa al aparato psíquico a partir de ciertas
legalidades.

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La energía psíquica recorre un circuito por las diversas instancias del aparato psíquico y esto da como
resultado las distintas formaciones del inconsciente: sueños, lapsus, actos fallidos, chistes.

Lo inconsciente: “todo lo reprimido tiene que permanecer inconsciente, pero lo reprimido no recubre todo
lo inconsciente. Lo inconsciente abarca un radio más vasto; lo reprimido es una parte de lo inconsciente”
“Hay dos clases de inconsciente: lo latente susceptible de conciencia y lo reprimido que no pasa a la
conciencia. Eso latente que es inconsciente descriptivamente, es el preconsciente; y lo inconsciente es lo
reprimido dinámicamente”.

El sistema preconsciente esta determinado por la censura, que es el mecanismo que determina si pasa o no
a la conciencia, no se trata de un acto inmediato, sino de algo susceptible de conciencia, podemos decir
que se trata de un esfuerzo de la memoria.

Extraído de los siguientes textos de Freud: Capitulo VII “La interpretación de los sueños” (1900). “Lo
inconsciente” (1915). “La represión” (1915).

Decíamos entonces que el aparato psíquico tiene sus legalidades. Esta cuestión la leemos del Diccionario
de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis:

El proceso primario y el proceso secundario, aluden a:

...los dos modos de funcionamiento del aparato psíquico, tal como fueron descritos por Freud. Pueden ser
radicalmente distinguidos:
a) desde el punto de vista tópico: el proceso primario caracteriza el sistema inconsciente, mientras que el
proceso secundario caracteriza el sistema preconsciente-consciente.

b) desde el punto de vista económico-dinámico: en el caso del proceso primario, la energía psíquica fluye
libremente, pasando sin trabas de una representación a otra según los mecanismos del desplazamiento y
de la condensación; tiende a recatectizar plenamente las representaciones ligadas a las experiencias de
satisfacción constitutivas del deseo (alucinación primitiva).

En el caso del proceso secundario, la energía es primeramente «ligada» antes de fluir en forma
controlada; las representaciones son catectizadas de una forma más estable, la satisfacción es aplazada,
permitiendo así experiencias mentales que ponen a prueba las distintas vías de satisfacción posibles.
La oposición entre proceso primario y proceso secundario es correlativa de la existente entre principio de
placer y principio de realidad.

Tenemos el principio de no contradicción, por desplazamiento y condensación hay movimiento de las


investiduras afectivas, hay atemporalidad y sustitución de la realidad exterior por la psíquica.

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En este punto de la obra freudiana la vida del sujeto se rige bajo dos principios:

El principio de placer y el principio de realidad aluden a:

Principio de placer: uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental: el
conjunto de la actividad psíquica tiene por finalidad evitar el displacer y procurar el placer. Dado que el
displacer va ligado al aumento de las cantidades de excitación, y el placer a la disminución de las mismas,
el principio de placer constituye un principio económico.

Principio de realidad: uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental.
Forma un par con el principio del placer, al cual modifica: en la medida en que logra imponerse como
principio regulador, la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino
mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior.
Considerado desde el punto de vista económico, el principio de realidad corresponde a una
transformación de la energía libre en energía ligada; desde el punto de vista tópico, caracteriza
esencialmente el sistema preconsciente-consciente; desde el punto de vista dinámico, el psicoanálisis
intenta basar el principio de realidad sobre cierto tipo de energía pulsional que se hallaría más
especialmente al servicio del yo.

La represión es el mecanismo que actúa sobre los representantes de la pulsión, estas mociones pujan por
salir del sistema inconsciente y se topan con la censura y envía sus representantes al sistema
preconsciente. Una vez allí sucede la fuerza de desalojo y la búsqueda de los retoños en el inconsciente.
Ese es el mecanismo de la represión propiamente dicho.

Pero lo interesante de la represión es que siempre es fallida. Las formaciones del inconsciente son un
“arreglo” producido por el sistema inconsciente para que algo del deseo que se encuentra allí reprimido
salga a la luz, al menos disfrazado. La salida produce una satisfacción. El ejemplo más claro es el
mecanismo de la formación del sueño.

Segunda nosografía freudiana. En 1914 con “Introducción al Narcisismo”.

Freud propone una diferencia entre Neurosis de trasferencia y neurosis narcisistas. La condición de
analizabilidad de los pacientes esta puesta en los fenómenos de la trasferencia. La trasferencia es
entendida como un lazo amoroso que se repite con la persona del médico. Será el retorno de lo reprimido
en el aquí y ahora de la sesión psicoanalítica.

Las neurosis narcisistas en cambio no posibilitan la trasferencia y no llegan a formar parte de un grupo
clínico, sino de aquellos fenómenos que no permiten la instalación de la trasferencia (grupo extraño que

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engloba las psicosis, las melancolías y las mujeres que se hacen amar pero no aman, llamadas por Freud
mujeres narcisistas)

Límites de la primera tópica y elaboración de la Segunda Tópica (1919-1939)

Para avanzar en este punto resultará necesario leer los siguientes textos de Freud: “Introducción al
Simposio sobre las neurosis de guerra” (1919) y “Más allá del principio de placer” (1920) Conferencia
N°31 “La descomposición de la personalidad psíquica” (1932) “El yo y el ello” (1923)

Freud se ve obligado a hacer una nueva interpretación el aparato psíquico y esto también sucede de
alguna manera como consecuencia de la época. Puntualmente el final de la primera guerra mundial (1918)
deja sus consecuencias, los soldados traumatizados por la guerra, es allí donde Freud escucha algo
novedoso, se trata de un fenómeno que no encaja con su teoría del psiquismo y el mecanismo del sueño
como paradigma general.

Lo que escapa a la regla son los sueños de guerra, también llamados sueños de angustia. Los soldados
sueñan una y otra vez con los mismos episodios desagradables. En ese punto, la hipótesis de que el sueño
es la expresión de un deseo, cae, falla, o por lo menos resulta insuficiente.

Freud sospecha que hay algo más y se hace la siguiente pregunta: ¿De qué se trata ese cuerpo extraño que
resulta imposible de elaborar? ¿Para quién es una satisfacción del deseo?

Es de esta manera como Freud elabora la pulsión de muerte en el texto “Más allá del principio del placer”
(1920) y se inaugura así una reformulación del aparato psíquico: el ello, el yo y el superyó. Elaboración
que no coincide de un modo trasparente con la tópica anterior.

Podemos decir, a los fines de darle un ordenamiento lógico, que primero nos encontramos con la
instancia del ello que es el caldero de todas las pulsiones sin domesticar, con una legalidad similar a la
que encontrábamos en el inconsciente en la primera tópica.

Luego, y como acción de la realidad exterior, una parte (no todo) de lo pulsional se doméstica, dando
lugar a la instancia del yo que está volcado al mundo exterior y que se comporta como un vasallo respecto
de tres amos. Los amos del yo son: el ello, el superyó y el mundo exterior. La instancia yoica es
pulsionada por el ello y encubre los conflictos del ello con la realidad. Es apretado por el superyó que le
presenta normas de conducta que no tienen en cuenta el mundo exterior y el ello. Y finalmente, con el
mundo exterior, porque es confrontado por la realidad.

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El ello que pugna por dejar salir sus pulsiones de acuerdo al principio de placer, y el superyó que lo
hostiga midiéndolo con el ideal, en el yo rige el principio de realidad y se puede tratar a si mismo como
objeto de la realidad exterior.

Por último tenemos al superyó como una tercera instancia que hunde sus raíces en el ello, que es un
desprendimiento del yo, y que el superyó tiene una porción que se denomina ideal del yo.

Podríamos decir que el superyó se encuentra dividido en dos instancias, una que es la heredera del
complejo de Edipo, en este sentido es el efecto de la acción de la cultura sobre el cachorro humano, y por
el otro lado la instancia de juzgamiento respecto del ideal que es el ideal del yo. Esta última es la que los
sujetos padecen y es lo que Lacan luego llamara la voz del superyó que exige gozar.

“(...) El superyó se sumerge en el ello; en efecto, como heredero del complejo de Edipo, mantiene íntimos
nexos con él; está más alejado que el yo del sistema percepción” (Freud, Conferencia 31 “La
descomposición de la personalidad psíquica” 1932)

Hay varias características importantes del Ello, una de ellas es que: “Dentro del ello no se encuentra nada
que corresponda a la representación del tiempo, ningún reconocimiento de un decurso temporal (Freud
1932) esto coincide con uno de los procesos del sistema inconsciente, la atemporalidad; el paso del
tiempo no altera lo reprimido, el inconsciente y el ello están exentos del tiempo, y el ello comercia con el
mundo exterior solo a través del yo; lo reprimido se comunica con el yo a través del ello. El ello es la
parte oscura e inaccesible de nuestra personalidad, contiene nuestras pasiones y procura satisfacción de
las necesidades pulsionales regido por el principio de placer, hay mociones pulsionales móviles que se
manejan por la condensación y el desplazamiento.

¿Qué es el inconsciente para Freud?

La hipótesis del inconsciente, es la creencia en torno a la cual se organiza todo el campo disciplinario del
psicoanálisis. Cuando se intenta definir al inconsciente se utiliza la noción de sexualidad y las fallas en el
lenguaje.

Podemos considerar aquí toda una vertiente. Freud que enlaza el inconsciente a la sexualidad, en el
sentido de que la sexualidad resulta fallida en la cultura (ver el apartado que sigue), y el inconsciente se
posa sobre la insatisfacción sobre el cuerpo, sobre el goce. Podemos decir en otras palabras, que el
lenguaje no llega a recubrir las experiencias de goce sobre el cuerpo.

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Para entender mejor la noción del inconsciente freudiano, resulta fundamental ir a la noción de trauma.

Pág. 42 del libro de Mónica Torres “Clínica de las neurosis”

Volviendo a la cuestión del inconsciente, debemos decir que resulta necesario hacer una diferencia entre
el inconsciente freudiano y el lacaniano. Para Freud el incontinente es un sistema, o bien un campo de
determinación simbólica. Se trata de ese intervalo simbólico que permite poner en relación la causa
(trauma) con su efecto (el síntoma), el incontinente (a partir de sus formaciones del inconsciente) es lo
que permite conectar un hecho (escena primera sexual infantil traumática) con un síntoma (consecuencia)
padecido por el sujeto. El inconsciente freudiano es un sistema que se manifiesta a través de las
formaciones del inconsciente (sueños, lapsus chistes, actos fallidos) se trata de formaciones de
compromiso, entre el yo y lo reprimido inconsciente.

En cambio el inconsciente lacaniano (cuestión que también se desarrollará más adelante) es planteado a
partir de la idea de un corte, de una escansión en el lenguaje. Para ello será necesario remitirse a la clase 2
del seminario XI de Lacan titulado “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” (1963-1964).
Esta nueva formulación del inconsciente es la expresión, no solo de la excomunión de Lacan de la IPA
(Asociación Psicoanalítica Internacional), sino también el inicio de una nueva formulación del término
inconsciente, y con ello de una clínica novedosa para la época.

Conviene ubicar aquí, que así como para Freud, los desarrollos científicos de su tiempo y los sucesos
importantes de su época marcaron el rumbo del psicoanálisis, del mismo modo, en el psicoanálisis que
elabora Lacan fue posible a la luz de disciplinas que eran muy relevantes en su tiempo, estamos hablando
de la lingüística y el estructuralismo.

El inconsciente ya no funciona como un sistema continuo de simbolizaciones, sino que se trata de un


corte en el lenguaje, de una sorpresa (tyche) de un equívoco con el que se encuentra el paciente en su
discurso, eso que no tenía pensado decir, pero que aparece portando la verdad de goce de ese sujeto.

Para Lacan la sexualidad siempre es del orden de lo traumático, en tanto no hay suficiente simbólico para
nombrar los efectos o marcas que el lenguaje inscribió en el cuerpo.

Tenemos así una primera aproximación a la noción de trauma en Lacan. Donde podríamos decir que lo
traumático es la sexualidad misma, en la medida de que siempre estamos ante una satisfacción, una
experiencia de goce, que no resulta posible nombrar. Lo que en Lacan, deja al trauma en el lugar del
registro real. Lo real es aquello imposible de nombrar, en Freud tenemos estos atisbos cuando habla del
ombligo del sueño, de la roca de la castración, o de lo femenino como continente oscuro.

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¿Qué relación tiene el inconsciente con la sexualidad?

En primer lugar es importante decir que la sexualidad para el psicoanálisis no es lo mismo que para el
lenguaje coloquial o de la medicina, la sexualidad en psicoanálisis no tiene que ver con la genitalidad,
sino que se produce una ampliación de este término al referirlo a las experiencias de satisfacción e
insatisfacción que tiene un sujeto a lo largo de su vida, esto dejará huellas en el sujeto (marca de goce en
Lacan)

La novedad es también que Freud descubre que la causa de los síntomas siempre es del tipo sexual, pero
no porque exista un acontecimiento traumático sexual, sino porque lo sexual siempre es traumático.

¿Qué relación hay entre la organización social moderna y la sexualidad?

En el tiempo en el que Freud inventa el psicoanálisis nos habla de una “Moral sexual civilizada” en este
sentido los síntomas neuróticos están ligados a la actitud moral que mantiene la sociedad victoriana con la
sexualidad.

La moral civilizada es el efecto de la sexualidad misma, entonces la causa de la neurosis no es la moral


que impide la vida sexual del sujeto, sino que la sexualidad es por si misma perturbadora. La moral es una
herramienta simbólica que se utiliza para protegernos de eso traumático que es la sexualidad, por lo tanto
podemos afirmar que la cultura es un síntoma.

Fundamentalmente para Freud, y esto lo leemos en el capítulo V de “El malestar en la cultura”, lo que se
opone a la sexualidad es la cultura. Brevemente podemos decir que Freud trabaja la tensión que existe
entre el individuo y la civilización.

En la segunda tópica ya no podemos hablar de la oposición entre las pulsiones del yo (civilización) y las
pulsiones sexuales, sino que al elaborar la noción de pulsión de muerte tenemos la oposición entre Eros y
Thanatos.

Freud va a plantea algo muy sencillo, la insatisfacción humana se presenta por el solo hecho de vivir en la
civilización, por el principio de placer tendemos a la felicidad (al goce dirá Lacan) pero en tanto y en

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cuanto vivimos con otros es imposible de llevarlo a cabo plenamente. El principio de realidad pone
límites al goce.

Freud describe que hay tres fuentes de sufrimiento en el ser humano, lo real del cuerpo, los pensamientos
y las relaciones humanas; esta última hace referencia a la renuncia de las satisfacciones pulsionales.

Las instituciones sociales cumplen la función de organizar el desorden pulsional y de alejarnos de la


animalidad primordial, tienen una doble función: Protegen al hombre de la naturaleza y les posibilita la
supervivencia.

Desde el punto de vista de las instituciones parece que hay lugar para el conflicto, pero el problema
aparece cuando se trata de la prohibición del incesto, la ley primordial. Esta es la entrada al orden
simbólico para Lacan, se trata del sacrificio más importante que se ofrece a la civilización.

Puntualmente respecto de la sexualidad se exigen las siguientes restricciones:

1-Coartación de la sexualidad infantil

2-eliminación de las perversiones.

3-elección de un objeto heterosexual.

4-monogamia.

Podríamos concluir que la aglutinación social, o la civilización se construyen en tanto y en cuanto se


produce una renuncia a la satisfacción sexual, la prohibición de la endogamia, del autoerotismo, estas
limitaciones impiden que los sujetos queden gozando en soledad. La ley obliga a buscar otros rumbos
diferentes al familiar, es decir que tenemos que orientarnos hacia la exogamia a la búsqueda de nuevos
lazos libidinales.

¿Qué es el inconsciente para Lacan?

Aquí vamos a trabajar a partir de la clase 2 del Seminario XI de Lacan, titulado “Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis” la clase que tomaremos se titula “El inconsciente freudiano y el
nuestro”.

La novedad que trae aquí Lacan es que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, esto Lacan lo
puede enunciar porque Lacan es contemporáneo a la disciplina de la lingüística. Lacan dice: “Son los
significantes los que determinan las relaciones humanas, dan las estructuras de estas relaciones y las
modelan” (pág. 28).

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El inconsciente se posa sobre el hueco de lo real (trauma). Es una construcción que posibilita codificar el
goce, es decir, hacer pasar por la maquinaria inconsciente (por el lenguaje) eso imposible de decir.

“La ley del inconsciente, es la ley del significante en el lugar en donde esa hiancia se produce” (pág. 31)
A los fines de comprender un poco mejor este enunciado, resulta necesario recordar que cuando hablamos
de la influencia que tuvo la lingüística en el psicoanálisis lacaniano, tenemos que hablar de la inversión o
subversión del signo saussureano.

Ferdinand de Susurre (el padre de la lingüística) propone la noción de signo lingüístico, el cual puede ser
dividido en dos partes:

Cuando Lacan dice que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, es porque considera que el
inconsciente ya no se encuentra en las profundidades, que no es el desván de lo reprimido, sino que se
encuentra en la superficie. En el lenguaje hablado, y por lo tanto el inconsciente funciona con las mismas
reglas que el lenguaje que estudian los lingüistas (metáfora/metonimia). Pero la novedad lacaniana es que
en psicoanálisis rompe e invierte (o subvierte) el signo saussureano. Quedando así:

Significante

Significado

No se trata entonces de una función de relación recíproca entre dos conjuntos preestablecidos
(significantes y significados) sino de un estatuto causal del significante respecto de la significación.

Es desde ese punto de vista que puede abordarse el isomorfismo planteado en el texto de Lacan titulado
"La instancia de la letra". Allí Lacan hace un paralelismo entre la condensación y el desplazamiento
freudiano con la metáfora y la metonimia propuesta por la lingüística y considerada por Lacan como
funcionamiento del inconsciente. Explicamos un poco mejor esto:

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Metáfora: la función significante de un significante por otro significante y que tiene un plus de
significación. En términos de la clínica, la metáfora le va a servir a Lacan para trabajar la metáfora
paterna, o nombre del padre. Se trata de ese punto de capitón (capitoné en el oficio del tapizado) o punto
de basta, que le permite a un sujeto posicionarse del lado de la neurosis y con ello se abre también la
posibilidad de dar un sentido relativo o metafórico a las cosas que percibe.

Metonimia: la función significante de la conexión de un significante a otro significante es congruente con


el mantenimiento de la barra, no hay un significado nuevo. Se trata del desplazamiento o del discurrir de
un significante a otro sin punto de basta, sin fin, y por lo tanto sin la posibilidad de un sentido. El sentido
o significación está dado por el punto en el que se detienen los significantes. En el armado de una frase,
de una oración, la última palabra es la que sanciona el sentido de todo lo que fue dicho anteriormente.

En la clínica, la presencia de una metonimia infinita en el discurso de un paciente, es uno de los


indicadores que nos permiten vislumbrar una posible estructura psicótica. En otras palabras podemos
decir, que no cuenta con el punto de capitón o metáfora paterna, porque se la ha saltado o bien forcluído.

De este modo el inconsciente no es una formulación romántica, ni como dijimos anteriormente, el desván
de los recuerdos, mucho menos es una versión oscurantista del inconsciente, sino que este está en la
superficie, porque está en el lenguaje. El inconsciente está en las fallas del lenguaje, en los tropiezos del
lenguaje, allí eso funciona como un imán en donde hay que ir a buscar al inconsciente, por eso resulta
muy importante que no comprendamos, ni tengamos empatía con el paciente, sino que indaguemos. El
inconsciente no está de entrada, sino que hay que hallarlo y cuando aparece siempre es una sorpresa, un
encuentro azaroso que siempre está destinado a volver a escabullirse.

En Lacan hay una idea de discontinuidad en el lenguaje y es allí, en donde encontramos al inconsciente.
Es por ello que Lacan dice en el Seminario de los Cuatro conceptos (seminario XI) que el inconsciente
tiene una lógica pulsátil: entre tyché y automatón. Son dos términos que están en oposición.

A la tyche: Lacan primero la considera como “insistencia del significante” cuestión que más tarde
interpretará como “automatismo de repetición”, esto significa que si bien hay algo de sorpresivo para el
propio sujeto, al mismo tiempo se puede leer allí algo que insiste, es decir, que vuelve siempre al mismo
lugar.

El atomatón: es la insistencia de los signos. Lo real es lo que yace siempre bajo el atomatón, está bajo el
principio de placer.

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Lacan utiliza estos dos términos inspirado en la filosofía de Aristóteles, para quien la tyché, tenía que ver
con el encuentro con la fortuna. Lacan traduce esto como un encuentro azaroso con lo real, algo que
sucede inesperadamente y que da cuenta de que allí se abrió el inconsciente para dar lugar a una lectura
posible de ese real que hay en juego.

Podemos pensar aquí la noción de repetición, la cual ya aparece en Freud (Ampliar de qué se trata la
repetición en Freud). Para Lacan, la repetición no es la insistencia de los signos, sino el encuentro con
aquello que esta velado por la identificación.

Podemos decir entonces que en Lacan tenemos dos tipos de repetición, la repetición simbólica: que es la
que tiene relación con los significantes, más del lado del automatismo de repetición, es lo que no cesa de
escribirse.

Y por otro lado tenemos la repetición de lo real, que es aquello que nos sale sorpresivamente al encuentro,
se trata siempre de un encuentro fallido, imposible de asimilar mediante la palabra, es por ello que insiste,
no cesa de no escribirse.

La segunda repetición es el trauma: se trata de aquello inasimilable para el sujeto, pero que en su carácter
de incidental determina todo lo que sigue. Es un acontecimiento que debe ser taponado por la homeostasis
subjetivante (por el sentido), es lo que no se soporta por la falta de sentido que eso soporta. El trauma es
aquel hecho anodino para el cual no hay suficiente palabra (simbólico) para recubrirlo, es aquello
imposible de nombrar.

Esta idea del inconsciente estructurado como un lenguaje lo vemos en el ejemplo que en “Psicopatología
de la vida cotidiana”. Freud nos habla sobre el olvido del nombre propio Signorelli. Lo que queda debajo
de la barra, es decir, lo que se encuentra reprimido es el verdadero significado Signor, Herr: el amo de la
muerte. Invitamos en este punto a repasar este texto de Freud.

Citamos a Lacan: “Así el inconsciente se manifiesta siempre como lo que vacila en un corte del sujeto-de
donde vuelve a surgir un hallazgo que Freud asimila al deseo- deseo que situaremos provisionalmente en
la metonimia descarnada del discurso en cuestión en que el sujeto se capta en algún punto inesperado”
(pág. 35)

Pulsión.

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Para trabajar este punto nos vamos a servir del texto de Freud “Pulsiones y sus destinos” (1915) y la Clase
XIII del Seminario XI de Lacan “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”

Freud en “Pulsiones y destinos de pulsión” define a la pulsión como “Un concepto limítrofe entre lo
psíquico y lo orgánico”, es decir que se trata de un fenómeno de origen orgánico que solo conocemos a
través de su representación psíquica. Solo sabemos de su representante que adquiere diversas formas
según el caso: deseos, excitaciones, fantasías, etc. Estas pulsiones en sus diferentes formas buscan la
descarga en el mundo exterior a través del yo, es decir buscan la satisfacción.

Freud plantea la noción de pulsión y la diferencia de la de instinto:

Instinto (Instinkt): es un comportamiento animal fijado por la herencia que aparece en una forma casi
idéntica en todos los individuos de una misma especie, preformado en su desenvolvimiento y adaptado a
su objeto para cumplir un fin determinado. Corresponde a la noción clásica de “instinto animal” que
maneja la etología.
Pulsión (Trieb): significa literalmente empuje y puede ser bien traducido por “impulso o pulsión”
queriendo significar con ello el proceso dinámico (energético, factor de motilidad) originado en una
excitación corporal (estado de tensión que hace que un organismo tienda a descargarse, según el principio
de constancia y que constituye el resorte del funcionamiento del aparato psíquico).
Si bien se trata de un concepto que Freud presenta con su lógica propia en 1915, podemos encontrar
antecedentes previos.
La primera teoría de las pulsiones la elabora en 1905 en “Tres ensayos para una teoría sexual infantil”,
allí habla de pulsión sexual que se encuentra en oposición con la pulsiones de autoconsevación o del yo.
En 1914 con el texto “Introducción al narcisismo” introduce la diferencia entre libido del yo o narcisista y
libido objetal.
Finalmente sostiene que la libido del yo engloba a las pulsiones de autoconsevanción o de amor a sí
mismo y que la pulsión sexual está ligada a la libido objetal.
En 1920, con la segunda tópica cambia su teoría de la libido para dividirlas entre pulsiones de vida o Eros
y pulsión de muerte Tanhatos. Cada una de estas puede verse actuar en cada una de las instancias del
psiquismo.

Hay cuatro términos de las pulsiones en Freud:


Empuje: Se trata de una fuerza constante de empuje. Al no tratarse de una función biológica, no tiene un
ritmo preestablecido, Lacan dice: “No tiene día ni noche, ni primavera ni otoño, ni alza ni baja”.

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Fuente: Por fuente se entiende aquél proceso somático que se desarrolla en un órgano y es representado
en la vida anímica por la pulsión”
Objeto: El objeto de la pulsión es por medio del cual ella alcanza su satisfacción, cabe aclarar que este
objeto puede ser exterior al cuerpo, o cualquier parte del propio cuerpo del sujeto y que al no estar
determinado a priori, puede ir cambiando a lo largo de la vida. Lacan diría que el objeto de la pulsión está
dado por aquel objeto que tiene una marca fálica para el sujeto, la marca fálica es lo que lo hace deseable.
Fin: el fin de la pulsión siempre es la satisfacción, que se alcanza una vez que se alcanza la fuente de la
excitación. Aunque existen excepciones, en este punto la sublimación es la posibilidad de que la pulsión
se satisfaga por otras vías, no hay concreción respecto de la meta, ni represión, dice Lacan: 2En este
momento no estoy copulando, les estoy hablando y sin embargo puedo alcanzar la misma satisfacción que
copulando” (pag.173) para la pulsión la satisfacción es una exigencia. A partir de aquí la pregunta
lacaniana por excelencia es ¿Qué goza allí?

El goce para Lacan:

Podemos ubicar rápidamente y solo a los fines didácticos la posibilidad de decir que el goce es el
concepto lacaniano que condensa la nociones freudianas de Pulsión de muerte, repetición y súper-yo.

La clínica lacaniana nos muestra que hay algo que se satisface en los sujetos por la vía del displacer, esto
Lacan lo extrae del texto de Freud titulado “Más allá del principio de placer”, y fundamentalmente con la
invención de la pulsión de muerte.

Lacan a la altura del seminario XI, se refiere al goce del sujeto como ese “penar de más” (trop de mal)
este plus de gozar es lo que orienta y justifica la intervención del analista. Desde este punto de vista, el
goce será “aquello que no sirve para nada”, que tiene un carácter negativo y que parte de la vía del placer
hasta hacer de ese cuerpo un desecho, una nada. El goce esta por fuera de la voluntad del sujeto.

Desde el punto de vista freudiano la noción de goce es posible leerla como la pulsión de muerte.

El goce es el mandato, imperativo por excelencia de la instancia superyoica: “Nadie obliga a nadie a
gozar, salvo el superyó”.

En términos de Lacan podremos decir que en el inicio hay un individuo que es puro goce, pura pulsión y
que por el acto de la castración simbólica, es decir por la inscripción de la metáfora paterna, ese goce se
limita. Es la acción del orden simbólico, ubicado en el significante fálico que limita el goce y permite el
inicio del sujeto de lenguaje y la posibilidad de desear.

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Hay una primera experiencia de goce en el momento en el que el niño reconoce su imagen en el espejo,
hay dice Lacan una “vivencia gozosa” se trata de una imagen que anticipa una imagen de
completud/maduración imaginaria del cuerpo del sujeto.

Otro: el Otro con mayúscula, o en francés Autre, hace referencia en la obra de Lacan al tesoro de los
significantes. Se trata de una estructura de simbólica que preexiste, que esta antes de la llegada del bebe,
que nos antecede y que nos espera con palabras. Cuando un bebe viene al mundo, por lo general ya tiene
un nombre, alguien espera algo para él o ella.

No obstante el ingreso en el universo simbólico, en el lenguaje y por lo tanto la posibilidad de ser un


sujeto de lenguaje, no va de suyo, no es natural. Para que este pasaje se produzca es necesario que ese
universo simbólico del Otro, sea mediado por otro.

El otro con minúscula es el semejante, las personas que nos rodean y que nos esperan al momento del
nacimiento, en el inicio de la vida de un ser humano, estos otros con minúsculas encarnan al Otro con
mayúscula, en la medida en que muestran y mediatizan el universo simbólico para el bebé. En otras
palabras podemos decir, el sujeto al inicio de subida es hablado por el Otro.

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