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Guía 1
HISTORIA DE LA QUÍMICA
La historia de la química está profundamente relacionada con el desarrollo del ser humano.
Embarca desde las transformaciones de materia más básicas a sus teorías posteriores. A
menudo, la historia de la química se encuentra relacionada con la historia de los químicos,
que resaltan en mayor o menor medida los logros hechos en un determinado campo o por
una determinada nación.La química está íntimamente relacionada con el desarrollo del
hombre. Es una ciencia milenaria, tan antigua como la curiosidad del hombre buscando
comprender y explicar los fenómenos y misterios de la naturaleza y el entorno donde habita.
La definición de la química ha variado enormemente a lo largo del tiempo, principalmente
debido a que su campo ha crecido y evolucionado en forma gigantesca, resignificando a esta
disciplina.
Sin embargo, la química como ciencia empezó a existir en el siglo XVIII, cuando tuvieron
lugar en la Europa moderna los primeros experimentos científicos comprobables con la
materia, especialmente luego de la postulación en 1983 de la Teoría atómica por John Dalton.
La Organización de las Naciones Unidas declaró que 2011 sería el Año Internacional de la
Química, en reconocimiento a la enorme trayectoria científica recorrida y al innegable
impacto que esta disciplina tiene en nuestra vida.
El hombre de entonces buscó controlar los cambios y convierte, sin saberlo, en un químico
práctico, generando reacciones químicas, como las producidas por la cocción de alimentos,
permitiéndole preparar y preservar su comida, la cual era más fácil de digerir y como
contenía menor cantidad de microorganismos patógenos, muchas enfermedades
desaparecieron, disminuyendo así la mortalidad y mejorando sus condiciones de vida.
Posteriormente surgen otras tecnologías más complejas, como la cerámica, cuyos orígenes
datan del Neolítico, y el vidrio a partir de cuarzo y carbonato de sodio o carbonato de potasio,
el cual tiene su origen en el Antiguo Egipto y que fue posteriormente perfeccionado por los
romanos. Cada cultura desarrolló técnicas y estilos propios, fabricando instrumentos y
hornos de diferentes tipos.
A pesar de que el uso del fuego fue la primera reacción usada de forma controlada, el hombre
no podía explicar por qué era capaz de transformar unas sustancias en otras produciendo luz
y calor, por lo que las culturas antiguas lo consideraban una fuerza misteriosa y mística,
capaz. De igual forma sucedía con otras transformaciones químicas, no sabían el por qué ni
cómo sucedían, pero esto no les impedía la práctica. El hombre fue capaz de combinar
ingredientes naturales para producir pigmentos y adornar sus cuerpos y prendas, decorar
las paredes de cavernas y viviendas, fabricar instrumentos y herramientas con metales. A
pesar de que llegaron a dominar sus técnicas, no podían explicarlas. Tampoco sabían que
componía la materia pero de forma empírica, con la práctica descubrieron sus propiedades.
Los griegos propusieron las primeras teorías sobre la composición de la materia. Tales de
Mileto (640-560 a. C.) pensaba que la sustancia básica era el agua porque sin agua no hay
vida, es decir, el principio era el agua, unidad indivisible, principio elemental, de carácter
divino, capaz de cambiar de estado y donde se origina la vida. Heráclito (533-473 a. C.)
planteaba que la materia era un fluir constante, mientras que Anaxímenes (ca. 590 a. C. –
entre 528 y 525 a. C) pensaba en el aire como un elemento infinito que daba origen a otras
cosas que eran finitas.
Sin embargo, la visión que se impuso en Occidente durante los siglos venideros, fue la
propuesta por el cristianismo, cuyas preocupaciones se centraba más en la salvación del
alma humana que en la comprensión de la materia, prevaleciendo que Dios había creado
todo lo que existe. Es por esto, que el siguiente paso en la historia de la química debe buscarse
en las florecientes naciones árabes, herederas de los saberes misteriosos de la Antigua
Mesopotamia y el Antiguo Egipto, la alquimia.
La alquimia llegó a Europa a través de los árabes (al-kimiya), quienes para ese entonces
habían estudiado la materia, entendiendo esta como un conjunto de de cuerpos y espíritus
que podía ser manipulados o transformados. Se considera que este período, es
prácticamente una edad oscura en la historia de la química, que estuvo en manos de los
árabes durante cinco siglos. Aun en la actualidad usamos algunos términos derivados del
árabe, como álcali, alambique, alcohol, garrafa, circón, nafta.
Los alquimistas, considerados personajes misteriosos, a los que se les solían llamar “químicos”
(de alquímicos), además de buscar entender y explicar los fenómenos del mundo natural,
buscaban la perfección y transformar la materia mediante métodos empíricos, con base a
ensayos de prueba y error. Buscaban principalmente la transmutación de los metales
comunes en oro, ya que para ellos el oro era el metal perfecto. Creían que lo único que les
faltaba para conseguirlo era encontrar una substancia desconocida (al-iksir), que para los
griegos era el xerion, que significa “seco”, a la cual posteriormente en Europa se convirtió
Quizás, entre muchos alquimistas de la época, el más importante fue Jabir ibn-Hayyan,
conocido en Europa como Geber, quien consideraba que el mercurio era el metal por
excelencia y por otra parte el azufre poseía la propiedad de ser combustible, por lo que creía
que los metales estaban formados por mezclas de mercurio y azufre; bastando solamente
hallar algún material que facilitase la combinación entre el mercurio y el azufre en la
proporción exacta para formar oro.
Alberto de Bollstadt (aprox. 1200-1280) fue un filósofo cristiano, poseedor de unos amplios
conocimientos y sabiduría, que le ganaron el título de San Alberto Magno, patrono de los
científicos. Se erigió como el primer alquimista europeo importante, y en los escritos que
describen sus experimentos, detalla con precisión el arsénico, por lo que se le considera su
descubridor, aunque probablemente este ya era conocido por los antiguos alquimistas.
Siglos más tarde, el alemán Georg Bauer (1494-1555), conocido como “Agrícola”, recopiló
en su libro De Re Metállica, el uso práctico que se le daba a los minerales en esa época, y en el
que se describe el bismuto, por lo que algunos le atribuyen su descubrimiento, pese a que este
era producido en Alemania antes del siglo XV. Asimismo, el suizo Teophrastus Bombastus
A pesar de que los alquimistas buscaban una piedra que no existía, no eran seres con poderes
mágicos (aunque en la edad media, las personas así lo creían), ni tuvieron metodologías
refinadas, ni siguieron lo que denominamos el método científico, diseñaron procedimientos y
aparatos para sus pruebas, creando una buena parte del instrumental que hoy en día
empleamos en los laboratorios químicos, siendo los primeros en realizar lo que conocemos
como química experimental, estableciendo las bases para lo que posteriormente sería la
química moderna. Sin embargo, la combustión constituyó un misterio y una fuente de
especulación para los alquimistas.
Los iatroquímicos creían que la fisiología dependía del balance de los fluidos corporales y
que debían encontrar sustancias que pudieran curar las enfermedades. De modo que
hicieron de su misión y objeto de estudio, encontrar explicaciones químicas a las
enfermedades y procesos fisiológicos del cuerpo humano y proporcionar el tratamiento
para la cura de enfermedades mediante el empleo de sustancias químicas. Con esta nueva
preocupación, las boticas se convirtieron en laboratorios de experimentación, donde se
realizaban preparados químicos que pudieran ser empleados como medicamentos. Para la
época, en la cura de las enfermedades era común medicar a los pacientes con opio,
mercurio y diferentes sales minerales
Para esta época, el concepto de elemento aún estaba en evolución, identificándose una docena
de elementos, pero el número total dependía de quién llevara la cuenta. Nadie tenía muy claro
cómo incluir el aire en esa nueva clasificación, ya que no se sabía qué era el aire exactamente,
debido a los frecuentes descubrimientos que reportaban diferentes formas de transformarlo
en sustancias diferentes, a las que comúnmente denominaban aires.
La propuesta fundamentada por Stahl consistía en que todos los cuerpos combustibles
perdían algo cuando ardían: el flogisto; al mismo tiempo quedaba un residuo, conocido como
ceniza o cal (actualmente óxido), que carecía de flogisto y que por lo tanto no podía seguir
ardiendo. Stahl establecía que cuanto más flogisto tenía una sustancia más combustible
era. Así, por ejemplo, un papel arde porque contiene flogisto, sin embargo las cenizas carentes
de dicha sustancia no pueden arder.
Según Stahl, la teoría del flogisto también era aplicable al enmohecimiento de los metales,
fenómeno que explicaba haciendo analogía con la combustión de la madera, afirmando que
los metales contenían flogisto, solo cuando estaban enmohecidos. Este planteamiento fue
usado para explicar la conversión de algunos minerales en metal. Sin embargo no podía
explicar el aumento de masa que se obtenía, cuando los metales se enmohecían, a pesar de
liberar el flogisto, a diferencia de la madera o el papel, que al quemarse generaba un residuo
(cenizas) que era mucho más ligera que el material inicial.
Estas variaciones de las masas, no parecía tan importante en aquella época, ya que para ese
entonces las mediciones con precisión no eran de gran importancia. El gran mérito de Shtal,
fue concebir una teoría que podía entenderse con gran facilidad, que sedujo a muchos
científicos de la época, que de pronto explicaba lo que hasta entonces era un mundo mágico-
espiritual y del que todo el mundo podía ahora experimentar casi matemáticamente. Esta
teoría se mantuvo por casi cien años, perdiendo fuerza y credibilidad, con los nuevos
descubrimientos de muchos gases.
Para los hombres de ciencia del siglo XVIII, la teoría de los cuatro elementos ya no era
suficiente para explicar la composición y el comportamiento de la materia. Por ejemplo, los
avances en el conocimiento de los gases ponían en duda que el aire fuera un elemento, en lugar
de un conjunto de diferentes sustancias.
En 1754, el médico, físico y químico escocés, Joseph Black (1728 - 1799) identificó el "aire
fijo", lo que hoy conocemos como dióxido de carbono. Lo llamó así porque podía
transformarse (o "fijarse") en el mismo tipo de sólidos de los que provenía. Unos años
después, en 1766, un aristócrata excéntrico británico-francés, llamado Henry Cavendish
(1731 - 1810) sintetizó una sustancia gaseosa altamente inflamable, que Lavoisier bautizaría
como hidrógeno, del griego "hacedor de agua".
Luego de realizar un gran número de experimentos y de forma muy sistemática, analizó las
propiedades de distintos aires, descubrió un gas que era liberado por las plantas, que permitía
mantener viva una llama y dejaba respirar a un animal. Priestley llamó a su descubrimiento
La química dio sus pasos como ciencia, trayendo numerosas hipótesis y teorías sucesivas,
muchas que fueron descartadas, como la teoría del flogisto, así como el descubrimiento de los
primeros elementos químicos. Pero quizás la gran contribución hacia la química moderna
fueron las investigaciones de Antoine Lavoisier, cuya innovación del uso de la balanza y sus
experiencias en sistemas cerrados, fue el primer paso efectivo para hacer de la química una
ciencia exacta, sentando los pilares fundamentales de la química.
Gracias a su trabajo concluyó que: “En todo cambio químico, la masa total permanece
constante”, esto permitió descartar la Teoría del Flogisto, formulando en 1789 la primera ley
cuantitativa de la química la ley de la conservación de la masa. Fue capaz de discernir
claramente entre compuesto y elemento químico; este último definido como el que no puede
dividirse en sus partes constituyentes.
Además, con la aparición de nuevos elementos y compuestos, hizo falta colocar nombres que
pudieran ser utilizados para identificarlos. Lavoisier pudo identificar la existencia de 27
elementos químicos conocidos en la época. Identificó el fósforo (aislado en 1669 por Brand)
como un elemento químico. Para facilitar el lenguaje entre los químicos, junto a otros colegas
químicos franceses, Louis Bernard Guyton de Morveau (1737-1816), Claude Louis
Berthollet (1748-1822) y Antoine Francois de Fourcroy (1755-1808), publicaron el
primer sistema de nomenclatura química en 1787.
Se considera que la química alcanza el rango de ciencia de pleno derecho con las
investigaciones de Antoine Lavoisier, cuya innovación del uso de la balanza y sus
experiencias en sistemas cerrados, fue el primer paso efectivo para hacer de la química una
ciencia exacta, sentando los pilares fundamentales de la química. Como resultado, en
la historia de la Química se considera a Antoine Lavoisier como el Padre de la Química
Moderna.
Tan trascendentes fueron los aportes de Dalton, que la química del siglo XIX estuvo toda
dividida entre quienes apoyaron la visión de Dalton, y quienes no. Los primeros, sin embargo,
continuaron y actualizaron la teoría atómica en los años posteriores, sentando así las bases
para los modelos atómicos contemporáneos surgidos en el siglo XX, así como para el
entendimiento que hoy tenemos sobre el funcionamiento de la materia. En ello fue también
fundamental el estudio de la radioactividad, cuyos pioneros fueron Marie Curie (1867-1934)
y su esposo Pierre Curie (1859-1906).
Para 1830, se conocían apenas 55 elementos, pero treinta años después se habían descubierto
63. Este aumento considerable de nuevos elementos hizo que los químicos comenzaran a
cuestionarse sobre cómo clasificar los elementos y cuántos nuevos elementos faltaban por
descubrir. En 1860 se realizó en Alemania el Primer Congreso Internacional de Química,
con la presencia de cuarenta delegados, que discutieron los avances alcanzados hasta la fecha.
Triadas de Döbereiner
En 1864, el químico inglés John Alexander Reina Newlands (1837 – 1898) ordenó los
elementos conocidos según sus pesos atómicos observando algunas semejanzas. Tal como
sucede con el calcio y magnesio. A esto se le llamo ley de octavas, Aunque esto no se cumplió
con muchos otros elementos y fue considerado entonces solo como una coincidencia. Igual
suerte tuvo el geólogo francés Alexandre Emile Beguyer de Chancourtois (1820 – 1886)
dos años después, en un intento de ordenar nuevamente mediante un gráfico cilíndrico. El
químico alemán Julius Lothar Meyer (1830 – 1895) estudio más profundamente la
correlación de los elementos y como agruparlos, el cual no era usando simplemente la ley de
las octavas. Lamentablemente, cuando publico su trabajo en 1870, otro químico se le había
adelantado.
Este químico, fue el ruso Dmitri Ivanovich Mendeleyev (1834-1907), quien en 1869,
después de varios intentos para clasificar los elementos, publicó su primera tabla periódica
de elementos, en la cual ordenó 66 elementos de menor a mayor peso atómico, Su mayor
mérito es como distribuyo los elementos para que mantengan la misma valencia. Además, su
La tabla periódica de los elementos químicos es uno de los acontecimientos de la Química más
relevantes. Sin duda alguna, conforma la piedra angular de esta ciencia. Todos los elementos
conocidos se ordenan según la cantidad de protones que se hallan en el núcleo de los átomos.
Existieron diversos estudios sobre la electricidad desde hace muchos años, pero en 1740
Benjamín Franklin (1706 – 1790), que fue el primer gran científico norteamericano, sugirió
la existencia de un único fluido eléctrico, introduciendo los conceptos de carga positiva y
negativa, que actualmente usamos aunque de una manera diferente, a la originalmente
pensada. En 1800, el físico italiano Alessandro Volta (1745-1827) determinó que dos
metales sumergidos en soluciones eran capaces de generar una carga, creando así la primera
Humphry Davy (1778-1829), químico inglés, tuvo la idea de separar elementos de una
manera diferente. Usaría una corriente eléctrica, la cual debería romper esas moléculas que
aún no se podía determinar su composición real. Así, con una batería eléctrica con más de 250
placas metálicas, utilizo una corriente eléctrica para encontrar la manera de separar
elementos. Entre las varias pruebas realizadas, descubrió de cloro en forma de gas, así como
que los ácidos no tienen una obligada relación con el oxígeno.
Estos descubrimientos y otros tantos más de grandes científicos del siglo XIX, como Berzelius,
Wöhler, Dirac Liebig, Kolbe, Pasteur, Van't Hoff, Raoult, Gibbs, Waage, Dobereiner, Becquerel,
Werner, Lewis, Pauling, entre otros, establecieron las bases sobre las que descansan los
grandes avances tecnológicos de nuestros días.
Este nuevo período tuvo sus aciertos (como la energía nuclear) y sus horrores (como la bomba
atómica), inaugurando así un capítulo insospechado de la historia de la química, que le
permitió a la humanidad una comprensión profunda y revolucionaria de la materia, como
nunca antes lo habría siquiera soñado.
Woodcock, L. V. (2005). Phlogiston theory and chemical revolutions. Bulletin for the History
of Chemistry, 30(2), 57-62.