Está en la página 1de 5

Facultad de Historia, Geografía y Ciencia política

Historia Moderna
Claudio Rolle
Octubre 2021

Reorganización política, tendencias y sociedad


La monarquía absoluta como designio divino

Francisca Díaz Anwandter

“El propio Dios llama dioses a los Reyes”1


1
Jacobo I
En las siguentes páginas, nos disponemos a analizar un fenómeno histórico para nada
simple. La formación y acentación de las monarquías absolutas como nuevas formas de
organización política, social y económicas en la Europa de fines de la Edad Media y
comienzos de la Edad Moderna, forman parte de un contexto y un proceso histórico que es
complejo, principalmente por la cantidad de aristas que se presentan como factores que
influyen de alguna u otra forma en el tema a tratar. Es por esto, que debido a la brevedad
del ensayo y el tiempo dedicado a la investigación, buscaremos enfocarnos en los factores
más relevantes del proceso, para así, de manera consisa y sólida analizar cómo comenzaron
a configurarse las nuevas monarquías absolutas en Europa, y enfatizar en este tipo de
monarquía comprendiéndolas como un producto de los valores y principales herencias que
deja el largo período presendente, conocido como Medioevo, pero que serían imposibles en
otra época que no fuera la moderna.
Para comenzar, debemos comprender que entendemos por absolutismo. Este término,
como explica Krebs en su texto sobre La monarquía absoluta en Europa: El desarrollo del
Estado moderno en los siglos XVI, XVII y XVIII, citando a G. Durand, es acuñado
posteriormente al Antiguo Régimen y “su significado etimológico,…, designa un poder
ilimitado, esto es un poder en el que el soberano no está sujeto a ninguna influencia externa
que pudiera suspender o dilatar sus acciones…”2.
Esta primera cita, nos da pie para introducir nuestro primer punto, la monarquía
absoluta es aceptada como posible forma de gobierno. Pues los valores infundidos por la
religión en la Edad Media, permiten en el imaginario social, la concepción de un poder
absoluto ilimitado pero temporal, atribuyéndo su legitimidad por completo a la voluntad
divina, que ha ido perdiendo importancia en elgunas esferas de la sociedad, pero que aún es
la principal respuesta al orden civil.
La figura del monarca absoluto, es fundamental para comprender este punto, como
explica Krebs, en su texto anteriormente mencionado: “La escencia del absolutismo está en
que el monarca absoluto, a diferencia del rey feudal, goza de poder para alterar las leyes
existentes y crear derecho nuevo. Ello no significa, sin embargo, que el monarca absoluto
22
Krebs, Ricardo. La monarquía absoluta en Europa. Santiago: Editorial Universitaria, 1979. Pág.
89.
puede gobernar de forma arbitraria y despótica. Está sujeto a la religión y moral”. Como
vemos, la voluntad del monarca absoluto tiene un límite, un límite, por lo demás, bastante
abstracto y difícil de juzgar, pues está sujeto a la religión y a la moral, lo cual no le permite
arbitrareidad absoluta, pero a la vez le entrega un perímetro que es difuso y que le permite
bastante libertad y potestad como gobernante.
Que la voluntad del monarca esté sometida a la religión y a la moral, nos demuestra
que los valores medievales siguen profundamente insertos en esta sociedad cambiante hacia
una más moderna. La religión entendida como el orden fundamental de las cosas y Dios
como su titiritero por excelencia, evita hasta cierto punto el cuestionamiento o la necesidad
de respuestas lógicas y racionales a los eternos problemas que trae la distribucion el poder.
Es inconcebible la aceptación de la monarquía absoluta, en donde se entiende el poder
como un designio divino y la herencia de este como la voluntad misma de Dios, sin tener en
cuenta el profundo arraigo de los valores religiosos y de la práctica de la religiosidad en la
sociedad de manera transversal.
De la misma manera, la aceptación de la monarquía absoluta como forma de
gobierno, en una sociedad que viene de profundas luchas y anarquías, tiene sentido, como
explica Alberto Tenenti en su magnífico texto La formación del mundo moderno, pues;
“Así, se sigue considerando legítimo al soberano en la medida en que acata las exigencias
básicas tradicionales, como las de defender la fe y su dominio o respetar las prerrogativas
de los distintos miembros del cuerpo social y en especial de quienes lo representan.” 3 Con
esta cita, el autor comienza a explicar un punto sumamente relevante para nuestra
investigación, pues debemos entender que en naciones como Inglaterra y los Países Bajos
en ese entonces, es mucho más evidente y natural la lealtad al rey, al monarca absoluto, que
a cualquier concepto de nación que podamos atribuir hoy a ese entonces.
Como vemos, la tradición viene cargada de lealtades a personalidades protectoras
elegidas por el designio divino y estas, en una sociedad aún teocéntrica, tienen mucho más
sentido que una “entidad política” que está lejos de ser un cuerpo homogéneo al que
podríamos denominar como nación.

3
Tenenti, Alberto. La formación del Mundo Moderno: siglos XIV – XVII. Barcelona:
Crítica, 1985. Pág. 123
Podemos concluir, con este breve análisis que las monarquías absolutas, desarrolladas a
mediados del siglo XVI y establecidas a lo largo del siglo XVII, son una forma de gobierno
sustentada en valores medievales arraigados profundamennte y transversalmente en la
soceidad que hoy se considera -generalmente- como una sociedad moderna. Más, en una
sociedad de valores modernos, no es posible sostener un monarca, con un poder de tales
características, en el que se confía pues es el elegido de Dios, y así su primogénito y sus
descendientes, quienes, independiente de sus habilidades y falencias, deben gobernar por
voluntad divina. Esta idea, solo es comprensible, si entendemos que la Edad Media y sus
profundas huellas, siguen influyendo hasta mucho después de que en las líneas de tiempo se
marque el comienzo de la Edad Moderna.

Bibliografía

1. Tenenti, Alberto. La formación del Mundo Moderno: siglos XIV – XVII.


Barcelona: Crítica, 1985.

2. Sombart, Werner. Lujo y capitalismo. Madrid: Alianza Editorial, 1979.


3. Villari, Rosario (comp.). El hombre barroco. Madrid: Alianza Editorial, 1992.

4. Kamen, Henry. Capítulo primero: “El gobernante”.

5. Parker, Geoffrey, “El soldado”. Capítulo segundo: “El soldado”.

6. Rossi, Paolo. Capítulo décimo: “El científico”.

7. Amelang, James S. Capítulo duodécimo: “El burgués”.

8. Krebs, Ricardo. La monarquía absoluta en Europa. Santiago: Editorial


Universitaria, 1979.

También podría gustarte