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Ensayo

La Ilíada y el conocimiento científico.


(Primer canto)

Mtro. Rafael Vázquez Díaz

Docente: Dr. José Fernando Vázquez Avedillo


1er semestre.
Doctorado en Ciencias Jurídicas.
Introducción
La Ilíada1 es probablemente uno de los textos más conocidos que perduran desde la antigua Grecia.
Escrito originalmente por Homero, narra la batalla entre Griegos y Troyanos -aunque aún se discute si
esta guerra realmente sucedió- su influencia fue tal que hoy en día todavía es motivo análisis
históricos, sociológicos y hasta fuente de inspiración de numerosas obras artísticas que buscan retratar
el tenso momento entre hombres y dioses.
Narrada por Homero en el Siglo VIII, está desarrollada en 24 capítulos (conocidos también como
“cantos”) y fue escrita en griego antiguo. La historia se desarrolla durante el décimo año de la guerra
y los personajes –tanto soldados, gobernantes, héroes y dioses- van construyéndose a la par que el
conflicto avanza, por lo que sus epopeyas exploran temas como la ira, la gloria, la venganza y la
humanidad con sus mejores virtudes y sus peores defectos.
La perspectiva que el presente ensayo explora, está relacionada con el conocimiento científico y cómo
a través de la literatura y de la historia, podemos explorar a la humanidad y cómo el conocimiento fue
generándose hasta el día de hoy.

Canto 1; El conflicto.
Nueve años han pasado desde la guerra que asolaba a Troya y Grecia; el campamento aqueo era
asolado por una terrible peste y el cólera mermaba la salud precaria de los soldados que fallecían
víctimas de la fiebre. Agamenón, el líder aqueo, lidiaba con el conflicto sin ofrecer tregua a los
troyanos, pero Aquiles, mucho más consciente y cercano a la soldadera, se quebraba la cabeza
pensando en qué tipo de ofensas habían proferido a Apolo para que los castigara con enfermedades y
desolación.
Aquí es importante interrumpir la historia y recordar algo; para los griegos, sus dioses eran entes
presentes en la vida cotidiana, lejos de la tradición que más adelante los romanos establecerían, las
deidades griegas sufrían como los humanos, eran presas de la envidia, de la ira, tenían hombres
consentidos y atormentaban a sus enemigos. El día a día estaba marcado por el capricho de los dioses
y ofenderlos podía ocultar el sol o marcar el devenir de la guerra.
Apolo no sólo era relacionado con la muerte, las plagas y las enfermedades, también era el dios de la
belleza, la razón y la armonía… y Agamenón lo había ofendido. Criseida, hija de un sacerdote del
templo de Apolo había sido raptada y el dios conjuraba sus artes contra los griegos que la mantenían
captiva. Aquiles era consciente de esto porque Calcante, un adivino que se comunicaba con los dioses,
le había advertido de la injuria y Aquiles persuadía al líder griego que regresara a la muchacha.
Agamenón, presa de su vulnerabilidad y sentimientos humanos, aceptó regresar a Criseida, pero
castigar a Aquiles quitándole a su esclava favorita; Briseida. Encolerizado, desenvaina la espada para
zanjar el desencuentro con Agamenón, pero Atenea, la diosa de la sabiduría y la prudencia, lo detiene
en el instante para evitar un funesto desencuentro. Aquiles acepta el agravio, pero se retira del frente,
dejando sin líder a las tropas que combatían.
El héroe, no obstante, acude con Tetis, su madre, y le suplica que interceda ante Zeus para favorecer a
los troyanos hasta que Agamenón lo compense. Hera, con una preferencia hacia los aqueos, monta en

1
(Homero, 1959)
cólera cuando Zeus acepta tomar bando por los troyanos; la suerte de los dioses, los héroes y los
soldados está en el aire.

El poder de la observación y la voluntad de los dioses.


Los griegos, al igual que muchas otras culturas posteriores, intentaron explicar el mundo a través de
los dioses; estos no eran solo fuerzas invisibles que decidían el destino de los humanos, también
dictaban las leyes de la naturaleza y eran los artífices de fenómenos que sólo se comprendían bajo la
óptica de un ser divino con poderes más allá de lo conocido. No obstante, la razón humana, principal
motivo de la evolución de la humanidad, no podía dejar de lado la observación de patrones que se
repetían día tras día.
Así los dioses que poblaban el Olimpo y se reflejaban en la bóveda celeste, también comenzaron a
revelar sus secretos conforme fueron escudriñados con mayor cuidado. La observación –y la
curiosidad humana, sobretodo- empezó a descubrir las correlaciones de la naturaleza y entender que
había fenómenos, atribuidos a los dioses, que en realidad tenían un origen mucho más terrenal.
Los fenómenos físicos no eran el único objeto de preguntas; también la sociedad griega comenzó a
cuestionar sobre la justicia, el destino, la humanidad y sus reflexiones empezaron a crear escuelas de
pensamiento que terminaron en centros medianamente bien estructurados donde el análisis
compartido entre pares fue un pilar importantísimo para la siguiente gran civilización que tomaría y
sistematizaría todo el conocimiento; los romanos.
La Ilíada no sólo es un texto que nos permite apreciar la poética narración de una gesta entre humanos
y dioses, ayuda a comprender cómo se explicaba el mundo cotidiano; las pestes, la guerra, el capricho
de los gobernantes, la obstinación de los jefes militares y la diferencia de cosmovisión de dos pueblos
distintos. Trascendió tanto la narración que hoy, varios siglos después, seguimos utilizando “el talón
de Aquiles”, por ejemplo, para explicar nuestras debilidades naturales humanas.

Bibliografía
Homero. (1959). La Ilíada. CdMx: Porrua.

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