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Entendemos que leer para aprender supone un trabajo intelectual bien activo, intenso
y complejo por parte del alumno, y que la lectura es una de las actividades básicas
para aprender sociales. Sin embargo, en las clases de ciencias sociales no es muy
común que se enseñe a leer, “simplemente” se usa la lectura. Esto es asi porque
tradicionalmente la organización (y fragmentación) escolar del conocimiento en
disciplinas escolares supuso la atribución exclusiva a “Lengua” de la responsabilidad
de la enseñanza de la lectura. Cuando los alumnos trabajan con los textos, suelen
predominar consignas que promueven fundamentalmente la localización de
información (Aisenberg, 2000).Pero leer es mucho más que extraer información de un
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En los últimos años se están desarrollando investigaciones en el campo de la didáctica de las ciencias sociales que
se interesan por la relación entre lectura y aprendizaje de contenidos específicos. Estos trabajos se realizan en
situaciones concretas de aula y nos aportan elementos para nuestro análisis.
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De acuerdo con Dubois, M.A (1991) existen tres concepciones teóricas en torno al
proceso de la lectura. La primera, concibe la lectura como un conjunto de habilidades o
como una simple transferencia de información. La segunda, considera que la lectura es
el producto de la interacción entre el pensamiento y el lenguaje. Mientras que la tercera
concibe la lectura como un proceso de transacción entre el lector y el texto. Vamos a
referirnos a las dos primeras concepciones porque la primera es la que puede observarse
más frecuentemente en la enseñanza usual y la segunda es considerada por
investigadores y especialistas en la didáctica como eficaz para aplicarla a la enseñanza
orientada a la formación de lectores autónomos.
“El lector construye un texto a través de diferentes transacciones con el texto impreso,
y durante el proceso de entrar en transacción con el texto, sus propios esquemas
también sufren una transformación a través de la asimilación y la acomodación que
describe Piaget.” (Goodman, K.: 1996).
La interacción entre el lector y el texto se da en función de los elementos del texto que
facilitan la comprensión y las características del lector. Éste como sujeto activo en el
proceso tiene diferentes intenciones de lectura, aporta sus conocimientos previos,
procesa la información que recibe del texto en virtud de estos conocimientos anteriores,
formula hipótesis, hace deducciones, interpreta un sentido global del texto y sentidos
más localizados, puede resumir esa información.
El texto, a su vez, sigue una cierta lógica, que lo hace más o menos comprensible; son
claves la coherencia, los procedimientos de cohesión, la estructura textual, el léxico, los
tiempos verbales.
Toda la actividad mental que el lector realiza mientras lee puede orientarse
específicamente al aprendizaje con la intervención del docente. No referimos a
estrategias de lectura para aprender en forma autónoma que es necesario enseñar.
Para contribuir a que los alumnos “dejen de lado el piloto automático” y pasen a un
estado estratégico en el que cada alumno/lector controla de modo consciente si la
lectura le sirve para los propósitos de aprendizaje, es necesario enseñar
sistemáticamente estrategias de lectura que permitirían al alumno:
dotarse de objetivos concretos de lectura y aportar a ella los conocimientos
previos relevantes. Las preguntas que el docente ayuda al alumno a
plantearse son : ¿por qué tengo que leer? ¿para qué voy a leer?. En
relación a la aportación de conocimiento previo promover las predicciones e
hipótesis de los alumnos, dejar que ellos formulen preguntas más que
formularlas el docente. Estas preguntas indicarían al docente y en particular
a los alumnos lo que todavía no saben
establecer inferencias de distinto tipo, revisar y comprobar la propia
comprensión mientras se lee y tomar medidas ante los errores o fallos en la
comprensión. Para estimular estas estrategias el docente ofrece tiempo
para la lectura silenciosa que permita la autointerrogación del alumno/lector
sobre su comprensión, para volver a leer, para consultar con un
compañero, etc.
resumir, sintetizar y extender el conocimiento obtenido mediante la lectura
permiten extraer ideas principales, separar lo que es fundamental de lo que
no lo es. Enseñar estas estrategias tiene que ver con proporcionar a los
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alumnos de criterios para llegar a la esencia del texto según los objetivos
de lectura que es la guía que orienta lo que es más importante del texto.
Debilidades y fortalezas
La separación entre alfabetización en sentido estricto y alfabetización en sentido
amplio es responsable de que la enseñanza de la lectura y la escritura en los primeros
grados se centre en la sonorización desvinculada del significado y de que en los
niveles siguientes se exija la comprensión del texto sin haber preparado a los alumnos
para esta exigencia, ya que la comprensión es evaluada pero escasamente tomada
como objeto de enseñanza.
Para hacernos cargo de esta debilidad que se instala en el aula en que enseñamos
sociales señalamos algunos aspectos que nos aporta la didáctica de la lengua:
el lector accede al texto con un propósito y éste en la escuela es
determinado por la consigna que da el docente
los conocimientos y representaciones del lector son los que le permiten
hacer predicciones, inferencias, hipótesis sobre el texto. El alumno necesita
suficiente tiempo y libertad para desplegar esta actividad mental durante la
lectura y un espacio para explicitarlas y confrontarlas con otros.
Preservar el sentido del objeto de enseñanza para que el alumno/lector
pueda atribuirle un sentido personal a ese saber.
El texto de lectura no tiene un sentido unívoco que el alumno tiene que
desentrañar. Diferentes personas leyendo el mismo texto variarán en lo que
comprendan de él, según sean sus contribuciones personales al
significado.
Para comprender un texto se despliegan estrategias que no se aprenden en
forma automática, es necesario enseñarlas.
En Sociales es muy frecuente trabajar los textos con preguntas para responder,
con lo cual, para los alumnos, la finalidad central en la lectura es responder estas
preguntas, quedando el texto mismo y su análisis en un segundo plano. En
muchas ocasiones los cuestionarios llevan a fraccionar o descomponer el texto,
alentando a hacer una correspondencia término a término entre las preguntas y
cada párrafo del mismo. El trabajo finaliza cuando los niños se dan cuenta de "qué
va" en cada pregunta, y pueden responder correctamente el cuestionario sin
entender el texto. Los alumnos adquieren gran habilidad en la localización de
información en un texto; si bien se trata de una habilidad imprescindible, no es
suficiente para aprender a travès de la lectura. Los alumnos leen para responder
las preguntas del maestro. Para evitar esta situación que es muy común damos el
siguiente ejemplo desde una investigación de Beatriz Aisenberg:
2.- los conocimientos y representaciones del lector son los que le permiten hacer
predicciones, inferencias, hipótesis sobre el texto. El alumno necesita suficiente tiempo
y libertad para desplegar esta actividad mental durante la lectura y un espacio para
explicitarlas y confrontarlas con otros.
La intervención del docente es fundamental. Por ejemplo, cuando un niño expresa algo
que el texto no dice, lejos de descalificarlo o aceptarlo como válido, el docente abre la
discusión al grupo pidiendo volver al texto para buscar "dónde dice" eso. Este tipo de
intervención tiene como propósito enseñar la necesidad de control en la lectura, dando
la posibilidad de ajustar aquellas interpretaciones alejadas de lo que el texto dice. El
control, la anticipación, la corroboración, el barrido -entre otras- son estrategias
utilizadas por los buenos lectores en todo acto de lectura. El docente va relevando los
logros y las dificultades en las interpretaciones de los alumnos y esto le permite decidir
cómo intervenir; por ejemplo, cuándo es necesario brindar a los alumnos la
información necesaria para interpretar el texto, y que ellos no tienen. En muchos
casos, es fundamental que el docente explicite su propia interpretación del texto; con
esto quiero remarcar que el docente no se queda solamente con lo que los chicos
pueden entender solos. También es muy importante la intervención docente para ir
sistematizando el análisis del texto (en el ejemplo anterior: entonces, cuáles son las
razones por las cuales vivir en la selva es difícil, por qué es una razón).
Desde este tipo de propuestas, el docente está enseñando, paralelamente, los
contenidos de Ciencias Sociales y a leer.
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3.- Preservar el sentido del objeto de enseñanza para que el alumno/lector pueda
atribuirle un sentido personal a ese saber.
4.- El texto de lectura no tiene un sentido unívoco que el alumno tiene que
desentrañar. Diferentes personas leyendo el mismo texto variarán en lo que
comprendan de él, según sean sus contribuciones personales al significado.
la hallamos visto. Pero acá se está planteando también la cuestión del control y de la
disciplina, del tipo de comunicación que el maestro habilita en su aula. Parece que nos
estamos alejando del propósito de este artículo, pero en realidad estamos llegando al
centro más problemático. Porque abrir la posibilidad de encontrar sentidos diferentes,
de expresarlos, de confrontarlos, de cambiarlos, tiene que ver con la concepción de
aprendizaje con la que enseñamos. Si aspiramos a un aprendizaje con sentido,
necesitaremos más tiempo que el usual (para el aprendizaje mecánico) porque
necesitamos darle autoridad a la palabra de los chicos y esto lleva tiempo. El
aprendizaje con sentido es lento y por aproximaciones sucesivas. ¿los chicos tienen
derecho a este tiempo? Claro que todos estamos de acuerdo con esto, entonces
otorguemos ese tiempo, seleccionemos y organicemos los contenidos que vamos a
enseñar para que ese tiempo verdaderamente esté a disposición de nuestros alumnos.
Los chicos en la lectura silenciosa, en el intercambio con otros, con las intervenciones
del maestro, en la propia verbalización de sus ideas las van corrigiendo, mejorando,
aproximándose a un conocimiento más válido. Parece surgir claramente que el
proceso de aprendizaje se hace junto con la lectura. Entonces si queremos mejorar la
enseñanza, necesitamos ver qué pasa con esto en el aula.
Bibliografía:
CASTEDO, M. (1999) “Saber leer o leer para saber” en CASTEDO y otros Enseñar y
aprender a leer. Buenos Aires, Novedades Educativas
GOODMAN, K. (1996) “La lectura, la escritura y los textos escritos: una perspectiva
transaccional sociopsicolinguística” Textos en contexto N° 2. Los procesos de lectura y
escritura. Lectura y Vida. Asociación Internacional de Lectura. Argentina (pp.9-68)
LERNER, D. (1996): Es posible leer en la escuela, Lectura y Vida, Año 17, Nº1.
(2001) Leer y escribir en la escuela: lo real, lo posible y lo necesario.
Fondo de Cultura Económica. México
(2002) “La autonomía del lector. Un análisis didáctico” Lectura y vida.
Revista Latinoamericana de Lectura N° 3. Año 23
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