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1. Bourdé, Guy y Hervé Martín, Las Escuelas Históricas, Madrid: Ed. Akal, 1992. (u otra edición).
pp.31 a 44 y 63-70
el cristianismo introdujo una nueva visión del devenir humano; al romper las viejas
cadenas de la visión cíclica de la historia e imponer una concepción lineal de la misma: la
historia humana comienza con la Creación, comporta un momento central, la
Encarnación, y está orientada hacia un fin (la Parusi seguida del Juicio Final). (31)
La historia humana queda reducida a las relaciones de Dios con el pueblo elegido, posee un
centro de gravedad en torno del cual gravita todo lo demas, de forma subordinada. Los
grandes agentes historicos estan desprovistos absolutamente de autonomia, tanto sus
pueblos como sus jefes No actuan, estan dirigidos como marionetas (por ejemplo: " han
servido para..." , "has prestado sus manos"). No tiene siquiera conciencia clara de lo que
hacen (no piensan en ello). Asimismo, muchos actores historicos se encuentran en el
ejercicio de una misma funcion actuante, que consiste en servir de auxiliares a la pedagogia
divina, respecto al pueblo de Israel. (43)
Toda historia escrita a base de las nociones cristianas tendrá que ser necesariamente universal,
providencial, apocalíptica y comprenderá el discurso histórico en épocas o períodos.
i) Será una historia universal, o historia del mundo, remontándose al origen del hombre.
Describirá la manera cómo surgieron las diversas razas humanas y cómo poblaron las diversas
partes habitables de la tierra. Describirá el orto y el ocaso de las civilizaciones y de las potestades.
La historia ecuménica grecoromana no es universalista en el mismo sentido, porque tiene un
centra de gravedad particularista: Grecia o Roma constituyen el centro en cuyo torno gira la
historia. Pero la historia universal de los cristianos supone una revolución copernicana en cuanto a
que la idea misma de un tal centro de gravedad desaparece. (65)
n) Adscribirá los sucesos, no a la sabiduría de sus agentes humanos, sino a las operaciones de la
Providencia que preordena su curso. La historia teocrática del Cercano Oriente no es providencial
en el mismo sentido, porque no es universal, sino particularista. Al historiador teocrático le
interesan los acontecimientos de una sociedad particular, y el dios que preside sobre ellos es un
dios para quien esa sociedad en particular es un pueblo elegido. La historia providencial, en
cambio, trata ciertamente a la historia como un drama escrito por Dios; pero un drama en que
ningún personaje es el favorito del autor. (65)
La historiografía medieval que se dedicó a elaborar esos conceptos es, en un sentido, la
continuación de la historiografía helenística y romana. El método no fué modificado. El historiador
medieval todavía depende de la tradición para obtener los hechos, y carece de armas eficaces para
criticar esa tradición. En esto está a la par con Tito Livio, y exhibe las mismas debilidades y las
mismas excelencias. No tiene a su disposición ningún medio para estudiar el desarrollo de las
tradiciones que llegan hasta él, ni para analizarlas en demanda de sus varios componentes. Su
único criterio es un criterio personal, que ni es científico, ni sistemático, y que frecuentemente lo
hace caer en lo que, a nosotros, nos parece boba credulidad. Por otra parte, exhibe a menudo gran
mérito estilístico y poder imaginativa. (69)
La gran tarea de la historiografía medieval consistía en el descubrimiento y la explícitación del
objetivo o plan divino de la historia. Era un plan de desarrollo temporal y, por lo tanto, de
despliegue a través de una serie definida de etapas, y fué, precisamente, la consideración sobre
ese hecho lo que produjo la concepción de edades históricas, cada una iniciada por un suceso
creador de época. Ahora bien, el intento de discernir períodos en la historia es señal de adelanto y
madurez del pensamiento historiográfico, porque indica que se tiene valor para interpretar los
hechos en lugar de sólo registrarlos; pero en esto, como en todo lo demás, el pensamiento
medieval, aunque nunca deficiente en denuedo y originalidad, se mostró incapaz de cumplir sus
promesas. (70)
De aquí que el detalle real de las acciones humanas resultaba relativamente insignificativo, y el
historiador olvidó ese deber tan principal suyo que consiste en estar dispuesto a ejercitar una
paciencia infinita en la búsqueda de lo que en realidad aconteció. Esta es la razón de la terrible
debilidad en el método crítico de la historiografía medieval. Semejante debilidad no era casual; no
dependía de la escasez de fuentes y materiales a disposición de los eruditos; dependía de la
limitación, no de lo que podían hacer, sino de lo que querían hacer. No procuraban un relato
preciso y científico de los hechos reales de la historia; querían un relato científico y preciso de los
atributos divinos, una teología inconmoviblemente establecida en la doble roca de la fe y de la
razón, que les permitiera determinar a priori lo que debió haber pasado y lo que debía pasar en el
proceso histórico. (72)
3. Chartier, Roger, El mundo como representación: Estudios sobre historia cultural, Barcelona:
Gedisa, 1992. (u otra edición) pp. 45 a 63.
no hay practica ni estructura que no sea producida por las representaciones,
contradictorias y enfrentadas, por las cuales los individuos y los grupos den sentido al
mundo que les es propio. (53)
4. Suárez, Luis, Las grandes interpretaciones de la Historia, Bilbao: Moretón, 1978 EL CONCEPTO
DE HISTORIA, pp. 13 a 19
Las más importantes ideas que concurren a moldear el sentido de la Historia en nuestra cultura
proceden de la Biblia. Pero la interpretación judía de la Historia (13)
El cautiverio de Babilonia y los tiempos que inmediatamente le precedieron —Isaías, Oseas, Joel,
Jeremías— tienen gran importancia en la elaboración de este esquema bíblico de la Historia de
Salvación. Entonces se establecieron los principales datos. Fue fijada cronológicamente la Creación
del hombre —el año 3760 a. de J. C.— y perfilada la esperanza en el próximo advenimiento del
Mesías. La lucha entre el hombre y Dios, esencia dramática de la Historia, se definió como
alternativas en el apartamiento y la obediencia. La Humanidad es única; si una gran parte de ellas
ha apartado de Dios, tiempo vendrá en que toda ella se vuelva a Iahvé. Dios es el motor de la
Historia que usa a los pueblos de acuerdo con sus fines para cumplir este proceso único de
salvación final de la Humanidad. (15).
La oposición entre este esquema histórico y la interpretación dada por los griegos no puede ser
más radical. Historia única en lugar de ciclos sin sentido Una voluntad omnisciente y exterior a la
Historia es quien la mueve de acuerdo con un plan. Este plan incluye un progreso, no material,
sino espiritual, y es superior a la Naturaleza. La Historia profana se subordina a esta única Historia
sagrada (15)
Del Cristianismo han tomado los historiadores, incluso los no cristianos, la costumbre de fechar
por años antes y después de Jesucristo. Pero esta norma cronológica, como señala Osear
Cullmann, tiene un sentido interior muy profundo en la historiografía cristiana, puesto que en
Jesús de Nazareth, Dios hecho hombre, se halla el centro de dos procesos, uno de concentración,
ya pasado, y otro de expansión, presente (16)
El esquema cristiano de la Historia se formó en el curso de los tres primeros siglos de nuestra Era,
después de haberse superado la creencia en un fin del mundo demasiado inmediato. De modo que
es lícito suponer, como piensa Dinkler, que la conciencia histórica es algo que se superpone a la
mentalidad cristiana primitiva, para quien Cristo era el fin de la Historia. La historicidad no
destruyó a dicha mentalidad primitiva, sino que la enriqueció; al ajustar su eje sobre un hecho ya
pasado, logró dar una explicación completa a la Historia haciendo de ella la realización de un plan
de Dios, misterio de Amor. De ahí el argumento de que el medio mejor de entenderlo es la Fe. En
su esencia ya conocemos lo que ha de ocurrir hasta el fin del tiempo, pues la Iglesia, siempre
perseguida y nunca vencida, perdurará hasta entonces. (16)
La marcha de la Humanidad constituye un regreso y, aunque los cristianos atribuyesen a la luz de
la Fe a la comprensión del mismo, se ha impuesto lentamente la conciencia de que también desde
el punto de vista temporal el progreso se afirma. Las tres aportaciones fundamentales son éstas:
1) el tiempo es lineal e irreversible; 2) la Historia se ordena en torno a un acontecimiento central, y
3) constituye el desarrollo de un plan previamente establecido por la Providencia divina. (17)
La idea del tiempo se cuenta entre las más importantes y también más difíciles de captar. Dios es
dueño absoluto del tiempo y elige el momento de cada suceso, sin que al hombre sea dado
decidirlo. La Eternidad es tiempo indefinido y no, como en la filosofía platónica, inmovilidad
absoluta. El tiempo se desenvuelve en línea recta ascendente. (17)
El acontecimiento central de la Historia es la creación del Reino de Dios por Jesucristo; ha puesto
término a la serie de concentraciones y dado origen a un movimiento de expansión de la palabra.
En cierto sentido el Reino de Dios existe ya, a través de la Iglesia; en cierto sentido no alcanzará su
cumplimiento hasta el fin de los siglos. La diferencia más radical entre Cristianismo y Judaismo
reside en este punto, pues los hebreos esperan un Reino en la tierra, mientras que Cristo ha dicho
con claridad que .su Reino no es de este mundo. De ahí. la indudable ventaja de la interpretación
cristiana: descansa sobre un hecho ya cumplido. El suceder histórico no es una simple evolución
natural, biológica y ciega, como en la cultura clásica, sit el resultado de un plan inteligente que
Dios ha pensado. (17)
Este cambio, maduración del pensamiento cristiano, procede de la sustitución del ciclo de la
Naturaleza por la creación de ésta por Dios. El proceso histórico, que es constante novedad
creadora, depende de Dios. Dios, que la ha creado, puede modificar la Naturaleza como quiera; de
ahí se desprende que los Imperios, como las criaturas, no son sustancias en sí mismos, sino que
dependen de la Providencia divina. Una de las dos líneas de la Historia, la sagrada, que conduce a
la salvación del hombre, se torna valor principal y adquiere un sentido. Conforme a ella la otra
Historia, la profana, se ordena también en un proceso lineal que se divide en siete etapas, porque
éstos son los días de la Creación. San Agustín afirmaba hallarse en la sexta y también que la
séptima sería algo especial, ya que correspondía al descanso sabático (17)
La historia es una cosa viva, esta con nosotros y en nosotros en cada momento de nuestras vidas.
No sólo la persona informada sino todo el mundo, en todo lo que hace, se está moviendo
constantemente en la historia. (23)
Los mitos aun en las edades historicas mas tempranas, no solo se toman como relatos de la
realidad, sino que constituyen una unidad con la realidad presente, siguen siendo efectivos en las
vidas de la gente (29)
la periodicidad cíclica surge de dos fuentes, una cósmica y otra míticamente humana; ambas
probablemente de antiguo origen oriental. La primera alcanza su forma definitiva en la
representación estoica del "año cósmico" o "año grande!, que constituía una recurrencia periódica
de la misma constelación astronómica y la correspondiente recreación, y de la repetición de todo
acontecimiento individual. (30)
La filosofia estoica, de mentalidad universal, producto ella misma de la mezcla helenistica, creo un
clima general que favorecia actitudes y valores proximos a los del cristianismo original:
compostura e imperturbabilidad, concepto neumatico de la deidad, incrementado sentimiento de
culpa, comopolitismo e igualdad humana, amor a los semejantes, hasta el punto de auxiliar a los
enemigos. (57)
En verdad, sin embargo, considerando la totalidad de los desenvolvimientos antes y despues del
ascenso del cristianismo con fundamentos puramente historicos, creo que se nos considerará
justificados si reconocemos este acontecimiento como un punto de inflexión que fija en el tiempo
terrenal la creación judia del concepto y realidad de la unidad del acontecer humano, es decir de
la historia. La evolución del mesianismo y la escatologia judios, de la dinamización y caracter de
este mundo de los cultos, de la Stoa helenistica y del Imperio Romano, son genuinos procesos
historicos que convergieron en el suceso critiano y no necesitamos revelación para ver en este
acontecimiento un resultado comprehensivo y al mismo tiempo un comienzo. En el pasado,
presente, futuro estan claramente diferenciados y , no obstante, conectados vitalmente. la nueva
fe produce una primera clara conciencia de lo nuevo, de la total novedad que es la esencia de la
unicidad. Ha emergido un nuevo mundo, no una renovación del mismo, como en los cons
recurrentes. Se proclamó el surgimiento de una "nueva criatura", y el ser humano apareció
cambiado y por consiguiente cambiable. Los Padres de la Iglesia fueron los primeros que
rechazaron violentamente el punto de vista ciclico (fin tiempo ciclico) (61)
La nueva crconologia iniciada por el abad romano Dionisio el Pequeño en 525 d.c, que tomaba
como punto de arranque un acontecimiento no mitico y aproximadamente determinable- a saber,
el nacimiento de Jesucristo- no es mas que una expresión de este giro fundamental. Ni que decir
tiene que esta fecha se volvió un "punto central temporal" solo cunado, en el siglo xviii, se
establecio la costumbre de no solo contar del nacimiento de Cristo en adelante, sino tambien
hacia atras. (61)
El cristianismo original veia aun la vida del hombre de acuerdo con la tradicion escatolofica judia,
es decir, como un movimiento vital que habia de santificarse y consumarse aqui abajo, en un
Reino de Dios en el que cielo y tierra se hacen uno. (62)
*San Agustin // doctrina cristiana //* el hombre no ha existido nunca antes y de que ha sido
originalmente creado en determinado tiempo
Así, para Agustin tambien la historia del hombre es un curso unico de aonctecer, que se inicia con
la genesis, sigue con la caida y concluye en la salvación, un curso de acontecer cuyo punto esencial
es el acto de sacrificio del Salvador. (71)
Después, como existimos en relación con los demás, subsiste un tiempo colectivo, ya
sea familiar, religioso, político. Las divisiones de estos “tiempos” vienen determinadas
por los hombres, aunque tengan en cuenta el ciclo de la naturaleza, también temporal.
Si nosotros somos nuestra memoria, estamos nutridos por ella, por tanto, por el
pasado, es cierto que nuestra percepción del tiempo está orientada hacia el futuro. En
definitiva, vivimos en una multiplicidad de percepciones y de dimensiones del tiempo.
(253)
La discusión sobre el concepto de tiempo, en este sentido, no cae en la dicotomía del objetivismo-
subjetivismo, sino que aparece como un dato social y un instrumento de orientación, ligado a la
búsqueda de sentido, y corresponde a un cúmulo cultural que se traspasa y se hereda de
generación en generación. Elías plantea que el tiempo responde a una “síntesis simbólica” que
evoluciona históricamente. En este punto, objetivismo y subjetivismo entran en el juego de la
explicación por el tiempo, ¿es el tiempo acaso una cualidad del mundo exterior, O es una
proyeccion subjetiva del individuo? La cuestión sobre el tiempo ha sido desligada de su carga
socio-histórica; una mirada a la historia cultural permite diferenciar los constructos que se
mencionan a continuación. Este planteamiento subyace al postulado del artículo en desarrollo: el
tiempo considerado como un constructo social, desligado del cuestionamiento sobre la naturaleza
objetiva o subjetivo de este. El individuo se apoya en un saber preexistente y lo prolonga, esto
corresponde a la concepción del tiempo, es un tiempo histórico, un saber adquirido, transformado y
prolongado. (15)
La concepción cristiana del tiempo, es decir, la situación de un fin en el plano espacio- temporal
que permite fijar un punto de apoyo en un presente ficticio. En consecuencia, cuando el pasado y el
futuro se localizan en torno a un punto indefinido, la inmediatez de la vida presente es anulada,
todo presente delimita con un futuro donde no existe una línea clara que determine tal separación
“La vida es realmente pasado y futuro; éstos no son añadidos a ella por el pensamiento, como si
fueran realidades inorgánicas”. (16)
La concepción cristiana del tiempo será definida a partir de la diferenciación de dos concepciones
basicas del tiempo en la historia de la humanidad. Por una parte existe el Tiempo cíclico
(cualificado) y por otro tiempo lineal (cuantificado). (18)
Antiguamente, antes de la existencia de Cristo (a.c) el tiempo estaba dictado por los ritmos
naturales de la vida, es decir, la concepción de un tiempo calificado. Desde esta concepción los
eventos naturales marcaban fechas importantes (solsticios, las estaciones del año). La naturaleza y
la sociedad sostenían una relación más estrecha, debido a que lo primero sometía a lo segundo,
en cuanto orden de la realidad y ritmos socioculturales. Existe una continuidad de lo celeste a lo
terrestre (flora), de lo terrestre a lo animal y finalmente a lo social. Es la naturaleza misma la que
dicta los festejos, rituales y en general las prácticas del sujeto a partir de acontecimientos físico-
químicos. Esto corresponde a un sujeto religioso que cree en muchos dioses, es politeísta,
caracteriza a la naturaleza con personalidades humanas. El sentido del sujeto se encontraba en el
pleno contacto con la naturaleza, por tanto el individuo en contacto con sus sentidos, con su cuerpo
natural-sensorial. Tal concepto de tiempo conlleva a su vez una creencia religiosa del tiempo,
debido a que los acontecimientos naturales eran connotados como acontecimientos religiosos, su
explicación se fundamenta en la creencia en dioses poderosos. (19)
La pasión de Cristo y su resurrección plantean una gestación del tiempo lineal, la división entre
pasado, presente y futuro, desde el cual el concepto de tierra prometida propia del judaísmo se une
a la creencia de un juicio final que marcar un punto fijo en la historia.(20)