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Curatola, Marco y Szemiński, Jan (ed.), El inca y la huaca: la religión del poder y el poder de la
religión en el mundo andino, (Perú: Pontifica Universidad Católica del Perú, 2016).
Lopez Austin, Alfredo y Luis Millones, Dioses del Norte, dioses del Sur. Religiones y cosmovisión en
Mesoamérica y los Andes. México: Ediciones Era, 2008 (Parte 2, “Dioses del Sur”)
Rostworowski, María (1999), Historia del Tahuantinsuyu. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
Taylor, Gerald, Ritos y tradiciones de Huarochiri (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, Instituto
Francés de Estudios Andinos, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2008.
Lopez Austin, Alfredo y Luis Millones, Dioses del Norte, dioses del Sur. Religiones y cosmovisión
en Mesoamérica y los Andes. México: Ediciones Era, 2008 (Parte 2, “Dioses del Sur”)
Si para los Andes se calcula que el hombre se trasladó desde el norte hace diez mil años,
Tanto en Mesoamérica como en los Andes, el felino Uaguar o puma) es el depredador cuyas
fauces reaparecen constantemente en las caras divinas, y el venado es la víctima por excelencia, al
que sólo la magia de un libro sagrado, como el documento de Huarochirí, puede, por un tiempo,
convertir en cazador de hombres (149)
Los autores del texto de Huarochirí están más preocupados por el enfrentamiento (divino y
humano) que ocurre entre la sierra y la costa central del Perú, y sus referencias al inca y al Sol son
secundarias frente al "dios creador" Cuniraya Viracocha y a Pariacaca, la montaña, que es la
referencia sobrenatural más evidente de la región.
Lo más interesante del texto de Huarochirí, que a continuación citaremos con frecuencia, es que a
lo largo de sus páginas, o de las de otros cronistas que las complementan, surgen retazos muy
semejantes al tejido argumental del Popol vuh. Ello nos hace pensar, reuniendo testimonios
arqueológicos y etnográficos, que hay un sustrato común, quizá ligado a los primeros habitantes
del continente, que alimenta el sistema de creencias sintetizado en los libros sagrados de las dos
Américas.
El Sol, que es el marcador del tiempo para las sociedades humanas, no invalida con su presencia a
otros medidores celestes como la Luna o Venus, pero su secuencia diaria, el día y la noche, fueron
la referencia inmediata para la división del tiempo. Su importancia en illo tempore no descansa en
su sola necesidad práctica; el Sol a sido el marcador de etapas mucho más extensas que un día o
un año, dado que ambas sociedades alcanzaron a descubrir el ciclo de la rotación de los astros.
Desde esta perspectiva, el Sol pudo alumbrar espacios de tiempo infinitos, en los que otras
humanidades existieron o dejaron de hacerlo. No es extraño, entonces, que el concepto Sol sea
también sinónimo de etapa o era: así sucede en Mesoamérica y en los Andes. (160)
Los cronistas indígenas no van a la zaga en esta transposición de imágenes que alimenta la historia
de la predicación precolombina
cactus San Pedro (Trichocereus pachanoi). Como en otras civilizaciones, la andina asentó parte de
su construcción religiosa en los alucinógenos. Además del cactus, las semillas del árbol llamado
wilka (Anadenanthera columbina), cuyos implementos para usarlas como alucinógeno han sido
hallados en ChavÍn de Huántar,36 y finalmente la trepadora amazónica ayahuasca (Banisteriopsis
caaPi) son los vegetales con mayor carga psicodélica y prestigio a lo largo de la cordillera andina.
(171)
Lo mismo puede decirse con respecto a los ganados de camélidos domesticados (llamas y alpacas),
que tenían que ser trasladados a lugares de pastoreo adecuado (bofedales) o ser tratados cuando
los agredía alguna enfermedad contagiosa, o bien si sufrían accidentes, o si había que proteger a
los recién nacidos, para que los animales se reprodujesen sin pérdida. Lo mismo puede decirse de
la crianza de los cuyes o conejillos de las Indias, una de las fuentes de proteínas más importantes
del área andina. (173)
El cactus sagrado // La idea básica que sostiene su ingesta es que abre un espacio de conversación
con los dioses (hoy día católicos y andinos: santos, vírgenes, montañas y manantiales) para que
ellos respondan a través del curandero a las inquietudes de sus pacientes.
El cóndor y el felino no son las únicas deidades que asoman en este mundo sobrenatural; es
evidente que la orca, o ballena asesina, ha sido otro de los dioses que asombraron a los
nazquenses. Pero por encima de todos ellos sobresale un ser que por las características de sus
representaciones ha sido identificado en el relato de los documentos coloniales con el ya
mencionado Huallallo Carhuincho o, de manera más enfática, con.el dios Con. La imagen de Nazca
lo muestra como un ser alado, con forma humanoide; SU cara está provista de una máscara que la
cubre parcialmente, de su boca pende la lengua excesivamente prolongada (característica que se
repite en la mayoría de las criaturas divinas nazquenses) y sus piernas terminan en uñas de felino
o ave rapaz.
Dicen que al principio del mundo vino por la parte septentrional un hombre que se llamó Con, el
cual no tenía huesos. Andaba mucho y ligero, acortaba el camino abajando las sierras y alzando los
valles con la voluntad solamente y palabra, como hijo del Sol, que decía ser. Hinchó la tierra de
hombres y mujeres que crió, y dioles mucha fruta y pan, con lo demás a la vida necesario. Más
empero, por enojo que algunos le hicieron, volvió la buena tierra que les había dado en arenales
secos y estériles, como son los de la costa; y les quitó la lluvia, ca [así fue que] nunca después
llovió allí. Dejóles solamente los ríos, de piadoso, para que se mantuviesen con regadío y trabajo.
Sobrevino Pachacama, hijo también del Sol y de la Luna, que significa criador, y desterró a Con, y
convirtió a sus hombres en los gatos, gesto de negros que hay [¿?]; tras lo cual crió él de nuevo
hombres y las mujeres como son agora, y proveyó les de cuantas cosas tienen. Por gratificación de
tales mercedes tomáronle por Dios, y por tallo tuvieron y honraron en Pachacama, hasta que los
cristianos lo echaron de allí de que muy mucho se maravillaban".
Esta reflexión sobre los nombres cobra relevancia porque en términos iconográficos hay una
confluencia en lo que parece ser la figura del dios mayor en ambos lugares. Se trata del viejo Dios
de los Bastones, traducción algo forzada del nombre que los arqueólogos anglohablantes dieron a
la imagen dominante en Tiwanaku y Wari (Staff Cad).
Volvamos, entonces, sobre la figura religiosa que preside el panteón de ambas sociedades, y cuya
influencia cubrió gran parte de ambos países. El relieve que preside la Puerta del Sol de Tiwanaku
y está presente en muchas de las botellas ceremoniales encontradas en Conchopata (sitio
arqueológico no muy lejos del centro de Ayacucho) nos serviría como ejemplo de una imagen que
se repite en cualquiera de los materiales que han resistido el tiempo. Las tradiciones recogidas en
lo que hoyes territorio boliviano coinciden con las que atribuyen la llegada del dios Viracocha o
Tunupa a las orillas del lago. En general, los estudiosos tienden a identificar la representación con
esta divinidad, que asumiría no sólo el rol de hacedor, formador, etcétera, sino que en algún
momento posterior vendría a predicar una reforma de las costumbres.
En realidad este dios, al que todos atribuyen una larga antigüedad, tiene muchos nombres: uno
muy significativo es el de Pacha Yachachic, que aparece en nuestro conocido Betanzos85 y con
traducciones interesantes en el diccionario de Santo Tomás.
* Naturalmente, los dioses pueden cambiar su apariencia o sus mandatos de acuerdo a las nuevas
audiencias. Por un tiempo, la evangelización en América trató de evitar la figura de los ángeles
(niños pequeños, o sus rostros con alas) por su semejanza con las aves, luego de haber favorecido
tal similitud en su prédica.
Los chancas también rendían pleitesía a Choclococha. La saga incaica tiene forma de epopeya en
varias crónicas españolas.
Momificar los cuerpos de sus líderes y mantenerlos presentes en la cotidianidad de los vivos no
parece haber sido una tradición muy difundida, e ignoramos su antigüedad. (228)
Los incas hicieron lo mismo. En la única ceremonia imperial que observaron los españoles, vieron
con asco y terror que los nobles incaicos sentaban entre ellos el cuerpo momificado de sus
parientes.
. No sería extraú.o, además, que los chancas hubiesen tenido una economía basada más en sus
rebaños de llamas y alpacas, con difícil acceso a cultivos de alturas medias (alrededor de 2500
metros de altura o menos). En Ayacucho hay pruebas de que las cerámicas Rancha y Chanca
estaban acompañadas por huesos de camélidos, lo que indicaría que formaban parte de rebaños
conducidos por pastores
Su función tiene que ver con la productividad del ganado de la comunidad y se ofrenda
preferentemente a los auquis o huamanis, es decir, a las elevaciones dominantes. La voz calpa
(kállpa) , que como hemos visto evoca fuerza y energía, puede entenderse también como
capacidad fertilizadora y, asimismo, como voluntad guerrera o de competición. Los cerros vecinos
son pensados como santos patrones de las comunidades que son parte de su entorno, lo que se
entiende como una fórmula de parentesco, yen cierta forma están obligados a proporcionar tal
energía.
La descripción de la divinidad que se le aparece al joven noble tiene claras reminiscencias de la
figura del Dios de los Bastones de los waris y tiwanakus; culebras y felinos forman parte de su
atavío, en su cabeza es posible distinguir los rayos del sol y sus orejas llevan pendientes muy
visibles que alargan los lóbulos. Sin embargo, el dios se llama a sí mismo Sol, y proclama ser padre
de Yupanqui, vaticinando, además, futuras victorias y dominios sobre muchas naciones, antes de
desaparecer y dejar el "espejo de cristal" en que había venido
Los incas
Es obvio que en algunos casos los restos arquitectónicos, los textiles y la cerámica o metales han
sido trabajados con la intención de que sus usuarios (líderes o dioses), al vestirlos, habitarlos o
alimentarse de ellos, dieran testimonio de su existencia. Es decir, querían perdurar más allá de la
existencia de quienes los construían o fabricaban. Los fieles, al hacerlo, estaban convencidos de
que el reclamo que obedecían serviría también a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Para ellos, no
se trataba de insertar a sus reyes o a sus dioses en la historia, porque el suceder sin fin no es
historia. Los constructores de las pirámides de Túcume o del Lanzón de Chavín, al tallar la piedra o
moldear los adobes, no estaban pensando en que sus divinidades serían parte del acontecer
humano; estaban seguros de que los seres que ordenaban las tareas habían existido siempre y
seguirían existiendo. Lo mismo puede decirse de los incas.
Rostworowski, María (1999), Historia del Tahuantinsuyu. Lima: Instituto de Estudios Peruanos.
El Cusco primitivo
El llamado Estado inca tuvo un tardío desenvolvimiento en el concierto de las altas culturas
prehispánicas; milenios lo separan de los inicios de la civilización.
El auge del Estado inca arranca en los albores del siglo XV, y su desarrollo quedó trunco-por la
aparición de la-hueste hispana. (26)
En la zona del Cusco, las etnías que ocuparon la región antes de la llegada de los grupos de Manco,
y los propios comienzos de los incas corresponden al Intermedio Tardío o a los Desarrollos Tardíos.
Killke es el nombre de una cerámica de baja calidad artística que predominó durante dicha época,
y a manera de hipótesis la identificamos como perteneciente a los grupos ayarmacas, cuyos jefes
étnicos tenían por nombres genéricos Tocay Capac y Pinahua Capac.
Más adelante, otras divisiones reemplazaron a los cuatro barrios de acuerdo con la importancia
que fue adquiriendo el grupo de Manco; sin embargo la disposición del espacio, dividido en cuatro
partes, se mantuvo como una necesidad del sistema organizativo.
Otra modalidad andina de delimitar las áreas se basaba en los principios de oposición y de
complementariedad. En efecto, la oposición de las mitades, ya fuesen hanan o hurin, es decir
arriba o abajo, o bien icho y allauca, izquierda y derecha, formaban una división dual en todo el
ámbito andino. Los ayllus, los pueblos, los valles comprendían estas particiones con un sentido de
oposición relativa.
Es interesante constatar que los ayarmacas desempeñaron un rol importante en los inicios del
Cusco, ellos sostuvieron prolongadas luchas contra los incas, y sólo cuando surgió el
Tahuantinsuyu quedaron definitivamente desbaratados y relegados al rango de simples curacas
locales, jefes de unos cuantos ayllus.
A la llegada de los ayllus de Ayar Manco al primitivo asiento de Acamama, tuvieron que
enfrentarse a sus habitantes para ha cerse de un Jugar en el valle. No sólo sostuvieron luchas con
los pequeños curacas vecinos, sino que sus principales enemigos fueron los ayarmacas, por aquel
entonces el grupo más poderoso e importante de la región. Los cronistas mencionan las guerras
entabladas entre los ayarmacas y los incas a lo largo de diferen- tes gobiernos; cada nuevo
soberano tenía que sostener continuas contiendas, sin alcanzar una definitiva conquista.
La continua reincidencia de las luchas entre esas dos etnías favoreció y ayudó a mantener viva la
tradición oral de los sucesos; de generación en generación se repetían las versiones de lar- gas
guerras, de derrotas sufridas, de triunfos pasajeros y de des- trucción de sus huacas. (34)
EL MITO DE LOS HERMANOS AYAR
Mama Huaco
En las leyendas cusqueñas su ejemplo no es el único: en la guerra contra los chancas, la curaca
Chañan Curi Coca era la jefa de los ayllus de Choco-Cachona, En la misma leyenda se sabe a través
de los Orejones de la ayuda proporcionada por los pururauca, piedras mágicas que en el momento
álgido de la lucha se transformaron en soldados y lograron el triunfo inca; lo interesante del mito
es la existencia de pururauca masculinos y femeninos, o sea que el ejercicio de la guerra no era un
oficio reservado sólo a los varones (Rowe 1979). (41)
Sobre la panaca de Huayna Capac es importante aclarar que este linaje dio su nombre al centro
administrativo inca edificado en el norte, en el actual Ecuador y no viceversa como erróneamente
se ha supuesto. En la probanza de Juan Sierra de Leguisamo, hijo de Mancio y de la ñusta Beatriz
Yupanqui, algunos testigos declararon que Tumipampa se llamaba antiguamente Surampalli (ver
Rostworowski 1983).
Es indudable que las panaca durante el incario, además de formar la corte del soberano, se
desempeñaron como facciones políticas. Sus alianzas o enemistades jugaron un rol preponderante
en la política inca y en la historia de la sociedad cusqueña. Además de las panaca tradicionales,
mencionadas líneas arriba, las crónicas hacen menciones esporádicas a otras panaca que
posiblemente tuvieron un papel importante en tiempos anteriores y que quedaron postergadas
por grupos antagónicos con Inayor poder. Es interesante anotar que si las añadimos a las
tradicionales, forman un total de ocho panaca por cada mitad, es decir ocho para hanan y otras
tantas para hurin, número frecuente en la organización andina de los ayllus por ser un múltiplo de
la dualidad y de la cuatripartición.
Con el surgimiento del Estado, las panaca de los soberanos creadores de la hegemonía surgieron
como las más poderosas y ricas, pues con ellas se inició la posesión de grandes tierras propias y de
servidores en gran escala.
Expansión y desarrollo
LA LEYENDA DE LA GUERRA CONTRA LOS CHANCAS
Estas narraciones contienen un fondo de sucesos verídicos encubiertos par la leyenda. No se
puede dudar de que el mito de Manco representa un movimiento de grupos étnicos que llegaron a
Ácamama, pequeño villorrio ocupado por otros pueblos. La leyenda de la guerra contra los
chancas responde a la necesidad que tuvieron los incas de explicar su realidad, es decir de contar
los acontecimientos que desataron la expansión incaica. Si bien la carencia de escritura entre los
naturales y lo confuso de las fuentes de los cronistas no otorgan una seguridad en el desarrollo de
los hechos, por lo menos la leyenda ofrece una versión andina de los posibles acontecimientos.
Cuando se trata de las conquistas incaicas debemos aclarar que, según las evidencias
arqueológicas conocidas a la fecha, su expansión databa de poco más de un siglo antes de la
llegada de los europeos. Tanto Cieza de León (1943) como Castro y Ortega Morejón (1974), en su
relación, afirman que los incas eran “modernos” en el panorama andino, es decir que su auge no
se perdía en la noche de los tiempos, incluso ellos mismos así lo reconocían. De la misma manera
en que los incas trataban de imponerse y de dominar a sus vecinos, la macroetnía de los chancas,
situa- da en la región de los ríos Pampas y Pachachaca, aspiraba también a la expansión territorial,
y sus conquistas la habían conducido al sur de sus dominios, a la región de Andahuaylas.
Los Señores
Con la expansión territorial del grupo inca, cada curacazgo anexado al círculo cusqueño enviaba a
un señor para que viviera y se estableciera en la capital como una manera de asegurar fidelidad.
Dicho señor podía servir de rehén en el caso de una sublevación en su lugar de origen. Un ejemplo
de esta índole lo tenemos en Caxapaxa, jefe de una de las dos mitades del señorío de Lima y que
habitaba en el Cusco, mientras que Taulichusco, segundo curaca del sistema dual, residía en el
curacazgo. Los sehores con mayor tiempo de anexión al Tahuantinsuyu tenían la particularidad de
vivir más cerca del centro. Ellos reproducían en sus personas las diversas zonas del espacio inca
ocupando el suyu o región que les correspondía geográficamente.
Dualidad en el mando
Insistimos en la dualidad en el ejercicio del poder porque muchos estudiosos encasillados en una
visión estereotipada del mundo indígena temen romper los esquemas establecidos y no desean
aceptar nuevos enfoques basados en numerosa informa- ción documental que obliga a una
revisión de los conceptos acostumbrados. (210)
En el Tahuantinsuyu cada Ccuracazgo se dividía en dos mita- des que correspondían a la visión
indígena de hanan y hurin (Anan y Lurin), o de ichog y allauca (izquierda-derecha). Cada una de
esas mitades era gobernada Por un curaca,
En el sur, los collaguas se dividían en Yanqui Collagua de Hanansaya y de Hurinsaya; los lari
collaguas también poseían señores distintos para cada bando, de la misma manera los cavana
condes se dividían en dos mitades con sus respectivos señores (Relaciones Geográficas de Indias
1885, t. 11: 38-59).
Sin embargo, el modelo organizativo andino no quedaba allí, sino que demostraba tener una
mayor complejidad en su engranaje. // hay una interesante referencia a la clásica división dual, no
solamente tenían a un curaca principal en cada mitad, sino a otro cacique de menor categoría
social, como subalterno del principal. Este personaje era el yanapaq, “ayudador” o “compañero”.
* Los curacas eventuales
* Curacas yana
LA TIERRA
La tierra era uno de los bienes más estimados en el Tahuantinsuyu y su propiedad seguía los
patrones andinos de la posesión.
Cuando se efectuó la dominación cusqueña, una de las primeras medidas adoptadas fue la
designación de tierras estatales en las que trabajaba gente local por turnos, y era obligación del
curaca proveer mano de obra necesaria y vigilar su cultivo. (262)
LA GANADERÍA
Los camélidos jugaron un papel muy importante en el desarrollo de las culturas andinas, sobre
todo en las tierras altas donde sólo mélidos por motivos religiosos, es decir la de ofrendas a las
huacas, y también para los augurios, Guaman Poma (1936, foja 88) dibuja y describe el modo de
sacrificar dichos animales, haciendo un corte al lado del corazón el sacrificador extraía con su
mano el palpitante corazón.
DEPÓSITOS ESTATALES
Fuerza de trabajo numéricamente importante que laboraba en tierras estatales, y extensos
pastizales con innumerables hatos de camélidos formaban una inagotable fuente de riqueza para
los incas, que se traducía en poder...
Reflexiones finales:
Historia del Tahuantinsuyu narra la gesta de un pequeño curacazgo perdido en la inmensidad de la
cordillera andina que se convirtió luego en un gran Estado, Es la narración mítica de sus inicios y de
la legendaria guerra contra peligrosos y numerosos enemigos.
Los incas asumieron aquel pasado y lo transformaron hasta alcanzar una hegemonía continental
en la región occidental de América del Sur.
La originalidad de las culturas andinas radica en su aislamiento y en el ingenio de sus habitantes
para superar las monstruosas dificultades del medio ambiente. Sin embargo este Estado sucumbió
ante un grupo de forasteros arribados a sus costas. Sucumbió por la debilidad de su propia
formación y por los mismos motivos que intervinieron en el origen de su expansión. A medida que
creció el Tahuantinsuyu y se alargaron extraordinariamente sus fronteras, sucedieron cambios en
el objeto y métodos de sus conquistas.
Después de los enfrentamientos entre chancas e incas, de los cuales salieron victoriosos los
cusqueños, el objetivo de las gue- rras incaicas cambió, y la meta principal fue adueñarse de fuerza
de trabajo ajena a través de la expansión territorial. El sistema de la reciprocidad evitó en la
mayoría de casos los enfrentamientos militares. Sin embargo este método trajo consi- go
consecuencias no previstas. La necesidad de tener acumula- das enormes cantidades de productos
agrícolas de subsistencia y de objetos manufacturados para hacer frente a las constantes de-
mandas de la reciprocidad, obligó a los soberanos no sólo a ace- lerar la producción agrícola con
distintas tecnologías y métodos, sino al empleo masivo de mitmaq y yana que prestaban servicios
en las tierras estatales y cuyos frutos iban a colmar los depósitos gubernamentales.
El Estado se veía presionado a dar un mayor número de continuas dádivas a los señores de
diversas categorías y a los innumerables jefes militares.
A estas exigencias se añadía el costo del sostenimiento de los ejércitos permanentemente en
campaña; las pretensiones de los sacerdotes de los santuarios y huacas poderosas que debían ser
aplacadas con dones para conservar su protección y neutralizar sus posibles descontentos, que
serían funestos para el Inca.
El Sapan Inca se veía invariablemente apremiado a hallar mayores fuentes de productos y de
riquezas para cubrir las demandas incontrolables, y forzado a buscar la solución en nuevas
conquistas. (311)
El espectacular derrumbe del Estado inca se produjo por una serie de motivos que se pueden
dividir en dos tipos; las causas visibles y las causas profundas. Los fundamentos visibles son bien
conocidos y fueron: la guerra fratricida que mantuvo dividido el poder y el mando, el factor
sorpresa aprovechado en la emboscada de Cajamarca, la superioridad tecnológica europea
referente a sus armas, es decir los arcabuses, falconetes, espadas de acero, y finalmente la
presencia del caballo.
Existieron otros elementos que actuaron de manera decisiva en la derrota indígena, a saber: la
falta de integración nacional, por no tener los naturales conciencia de unidad frente al peligro
extranjero, la carencia de cohesión entre los grupos étnicos, el creciente descontento de los
grandes señores “provincianos” frente a la política de los soberanos cusqueños, secundado a su
vez por la mita guerrera y el aumento considerable del número de mit mag y de yana.
La hegemonía inca no intentó anular la existencia de los grandes señoríos étnicos porque sus
estructuras socioeconómicas se apoyaban en ellos, como no suprimió sus particularidades. Al Inca
le bastaba recibir el reconocimiento de su poder absoluto que le daba acceso a la fuerza de trabajo
para cumplir sus obras de gobierno, además de la designación de tierras estatales y del culto.
a única medida centralizadora ordenada por el Inca fue la implantación de una misma lengua en
todos sus territorios.
Si la identidad a nivel Estado parece bastante dudosa, veamos si este sentimiento se dio entre los
señoríos locales, Ahi también la tarea es difícil. Los cronistas nombran “provincias” y
“repartimientos” con bastante imprecisión; denominan por ejemplo a los conchucos, los
cajamarcas, los lucanas, y otros, sin entrar en detalles; no nombraban sus componentes étnicos, ni
sus territorios.
Curatola, Marco y Szemiński, Jan (ed.), El inca y la huaca: la religión del poder y el poder de la
religión en el mundo andino, (Perú: Pontifica Universidad Católica del Perú, 2016).
La monarquía como un sistema mítico Aparte de sostener en sus manos el mundo como monarca
carente de una circunscripción material, la condición de principio metafísico del Inca es también
destacada de manera semejante a monarcas divinos de otras culturas, como la egipcia, la de los
shilluk y algunas más, en las que este personaje figura como equilibrador o mediador de los
opuestos complementarios en que se organiza el cosmos. Para el caso andino quien mejor da
cuenta de ello es una vez más Guaman Poma, al representarlo pictóricamente al medio de los
jerarcas que representan la división hanan y hurin con que dividieron el Cuzco y, en general, el
Tahuantinsuyu (fig. 1).
Su condición de mediador o principio unitario fue realzada con uno de varios epítetos que se le
adjudicaron. Este fue el de Sapa Inca (Zapan Inqa), que literalmente puede ser traducido como
«Inca único» (29)
las crónicas de los siglos XVI y XVII dan varias versiones sobre el origen de los incas, de las cuales
dos presentan coincidencias con los mitos también de origen que daban cada cual de dos tipos de
poblaciones que convivían en muchas localidades (Ossio, 1995, p. 210). Unos fueron conocidos
como huaris (waris) y su característica principal es que eran reconocidos como los autóctonos de
una localidad. Se decía que adoraban a un dios gigante, que practicaban la agricultura y que
originalmente habían emergido del subsuelo en cuevas, lagos u otros accidentes naturales que
recibían el nombre de paqarina. Contrastando con estos pobladores estaban los llacuaces
(llaqwas) o forasteros que decían haberse originado en el Lago Titicaca y doblegado a los locales.
La actividad económica que privilegiaban era la ganadería (40)
La versión llacuaz del mito es la que más proyección divina le da a los orígenes de los incas, pues
aparte de destacarse el vínculo con el sol y la misión civilizadora u ordenadora que se les otorga a
Manco Capac y Mama Ocllo, el escenario que se les asocia es el mismo que figura en relación a los
mitos que hablan del origen de la humanidad.
De todos estos mitos, el más reiterado en las antiguas crónicas es aquel del origen de los
iniciadores del Imperio incaico de Pacaritambo en el cerro Tamputoco. Las versiones con que
cuenta son numerosas y todas ellas encierran multiplicidad de detalles de índole social, espacial,
temporal que guardan una estrecha correspondencia con agrupaciones sociales íntimamente
vinculadas a la elite incaica, con su geografía sagrada, sus divinidades, sus símbolos reales y sus
ritos de pasaje, así como los de la coronación del monarca supremo.
La distinción más genérica que se establecía era aquella entre los dioses de la ciudad del Cuzco y
los exteriores a ella. Entre aquellos del ámbito interno la divinidad más encumbrada y con la cual
se iniciaban los sacrificios era Viracocha. Luego seguían el Sol, Trueno, y otras divinidades que no
se mencionan, pero que podemos suponer que serían la Luna, Venus, las momias o bultos de los
incas pasados.
El espacio en el Cuzco donde el sacerdote principal ofrecía los sacrificios era Hurinaucaypata, que
quedaba al sur hacia el camino al Collao.
Pasando a los sacrificios que se hacían a las huacas fuera del Cuzco los especímenes usados para
tal efecto eran divididos por el Inca en cuatro grupos, de acuerdo a los suyus del Tahuantinsuyu.
Aquellos que conducían camélidos estaban facultados para transitar por los caminos reales,
mientras que aquellos que llevaban otras ofrendas lo hacían fuera de ellos, siguiendo una línea
recta atravesando montes y quebradas.
La afirmación folclórica que las piedras iban allá donde el Inca les mandaba ir es un reflejo
moderno de los enormes trabajos de ingeniería ejecutados durante esta época por el imperio. Los
incas no fueron los primeros en realizar construcciones que influían en las condiciones ecológicas
de un área. Un ejemplo es el canal intervalles construido probablemente en siglo XIII, entre los
valles del reino de Chimor, en la costa norte del Perú moderno. Aquí solamente enumeraré tipos
de construcciones de importancia ecológica, practicadas por los incas como organizadores de las
obras.
Pueblos
Los incas construían sus pueblos en lugares determinados: laderas de los cerros lo suficientemente
espaciosas, partes de la puna, colinas al lado de un cerro mayor, y siempre con agua traída al
lugar. Nunca en el fondo de una valle, en las tierras más fértiles. Se puede argüir que el Cuzco
mismo está en un valle, sin embargo, el espacio que ocupa son las laderas del valle y no su fondo.
En la elección del lugar influían varios factores: la defensa, la accesibilidad del agua, las
comunicaciones, los lugares santos y las manifestaciones divinas. Como ya lo hemos mencionado,
influía también la necesidad de cuidar de las tierras fértiles. Pero, hay un factor más importante
raras veces mencionado: la seguridad del lugar, es decir, los incas escogían un lugar en el cual los
enormes bloques de piedra que se desprenden durante los terremotos no aplasten a la población
Desagüe
En algunos edificios de lujo, como en un palacio del Inca Huayna Capac, los arqueólogos
encontraron también una red de desagüe.
Dentro de las construcciones ecológicas incaicas los andenes son quizá lo más impresionante. En
diversos lugares, de donde es posible ver mayor parte del valle, se encuentran piedras enormes,
talladas tomando como modelo el valle, sus ríos y sus andenes. La construcción de andenes seguía
cierta lógica. Primero se construían las acequias, especialmente la mayor, que venía desde una
bocatoma en un río o en un lago. Debajo de la acequia se construían los andenes, siempre de la
misma manera: primero una pared de contención, después diversos estratos de piedras, arena y
tierra fértil, para evitar salinización de la gleba, garantizar el movimiento de agua y el aire
suficiente en la tierra.Los andenes eran unidos por escaleras, y por el sistema de acequias que
traían agua desde la acequia principal, siempre con la posibilidad de detener la entrada del agua al
andén. Es decir, el proceso mismo de construcción permitía controlar el agua durante un año
agrícola y decidir qué tipo de gleba estará en el andén.
Un andén simplifica los climas de la ladera. Sus constructores crean un espacio donde el clima, la
gleba, el agua, y en mayoría de casos también la exposición al sol, son constantes y abarcan todo
el espacio del andén. Este espacio artificial aumenta el espacio de las tierras cultivadas. Se
conocen andenes de tamaño de más de una decena de hectáreas, pero también andenes donde
caben solo unos surcos de maíz. El ingeniero agrónomo —llamado chakra kamayuq— siempre
decidía qué se cultivaba en un andén. El andén, así como la acequia, exige cada año un trabajo de
limpieza y conservación. En una ladera cubierta de andenes, cada andén corresponde a un piso
ecológico diferente
1. Cuando los ríos de valles costeños llevaban más agua, el exceso de esta era desviado a unas
acequias que lo llevaban a terrenos que normalmente no estaban bajo cultivo, fuera del valle
ordinariamente regado. Así la presencia del fenómeno aumentaba temporalmente el área bajo
cultivo y permitía conseguir cosechas adicionales, conservar el agua en el suelo, y quizá proteger y
alzar el nivel de la capa freática.
2. Las lluvias, tan inusuales en la costa, formaban reservorios naturales y fueron aglomeradas en
estanques. También causaban el crecimiento de vegetación en zonas normalmente desérticas. El
imperio protegía tales zonas, lo cual creaba un reservorio de vegetación para animales silvestres,
como los venados, un reservorio de leña para humanos y de pasto para las caravanas de llamas. El
manejo cuidadoso de reservas permitía guardar la vegetación, y a veces, algo de agua hasta la
siguiente aparición de El Niño.
Sin embargo, la misma época de El Niño creaba otros problemas y desequilibrios en la sierra,
desde nevadas a sequías, lo cual obligaba a la población a tener un manejo del agua más
cuidadoso.
Las pruebas de que Pachacamac fue un importante lugar de culto local en el periodo antes
mencionado son múltiples, y se distribuyen frente a la fachada norte del Templo Pintado (figs.1,
2a), en la amplia pampa arenosa posteriormente ocupada por la Plaza de los Peregrinos y por las
pirámides con rampa. El mismo templo tuvo en este periodo un tamaño reducido, guardando
aparentemente la misma forma escalonada que lo caracteriza en su última fase (Uhle, 2003[1903],
pp. 101-129; Franco 2004, pp. 472-476; Pozzi-Escot (y otros, 2013). Frente a su fachada
septentrional se ha formado a partir del Horizonte Medio 2 un extenso cementerio de entierros
múltiples de cámara, similares a las que Reiss y Stübel (1980-1987) excavaron en Ancón (Uhle,
2003[1903], pp. 111-207; Kaulicke, 2001; Shimada y otros, 2004, 2010; Eeckhout, 2005, 2010b;
Makowski, 2013). Alrededor del cementerio se realizaban actividades ceremoniales. Shimada (y
otros 2004, 2010) ha registrado una secuencia de apisonados con ofrendas en las periferias del
cementerio. Estas superficies se relacionan probablemente con estructuras ceremoniales de
tamaño reducido. La dispersión de fragmentos cerámicos correspondientes a los periodos antes
mencionados es amplia y sugiere que las ceremonias se realizaban periódicamente y de manera
multitudinaria. (160)
La estratigrafía del Templo del Sol y la cronología relativa de los periodos tardíos
La mayoría de los investigadores que han realizado excavaciones en Pachacamac han asumido que
el periodo inca corresponde en la compleja estratigrafía del sitio al último estrato debajo de la
capa superficial, y que se distingue por la abundancia de fragmentos de las imitaciones de la
cerámica cuzqueña y de otros estilos foráneos de la época. La presencia de estos fragmentos en
las capas inferiores fue considerada de manera implícita como efecto de intrusión. (169)
Taylor, Gerald, Ritos y tradiciones de Huarochiri (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, Instituto
Francés de Estudios Andinos, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2008.