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Lic.

Dario Pajor

Documento de cátedra Nro 1

Caracterizando “lo social”

Gracias al texto de Marques (1982) pudimos comprender la diferencia


entre “lo natural” como las necesidades programadas por la biología y “lo
social” que marca cómo, con quién, dónde, cuándo o por qué realizamos
distintas actividades. Así, mientras que mantenemos una necesidad biológica
de alimentación, comer en una mesa o en el piso, con la familia o en soledad,
papas fritas o carne, por hambre o por un evento social, son aspectos que se
relacionan más con la sociedad en la que vivimos que con nuestras
necesidades biológicas.

Para entender mejor las particularidades de “lo social” nos remitiremos a


otras características siguiendo los aportes de algunos autores “clásicos” de la
Sociología. Exploraremos como lo social es exterior al individuo y las
particularidades de las relaciones sociales.

Durkheim y los hechos sociales

Un primer autor clásico que vamos a retomar para ello es Émile


Durkheim (1858-1917). Para establecer a la Sociología como una disciplina
científica y distinguirla de la Psicología o el resto de las Ciencias Naturales,
Durkheim afirma que el objeto de estudio de la Sociología son los hechos
sociales, bien distintos de los hechos naturales o psicológicos.

Define a los hechos sociales como “modos de actuar, pensar o de sentir


que presentan la propiedad notable de que existen fuera de las conciencias
individuales” (Durkheim, 1988:39). Lo importante de esta definición es que nos
quedemos con su existencia fuera de las conciencias individuales.

Nacemos en una sociedad que ya tiene modos preestablecidos de como


actuar, pensar o sentir. Aprendemos cuando crecemos a caminar de una
manera, comer determinada comida, seguir ciertas normas (no matar, no robar,
etc.), a sentir cariño frente determinados actos y repulsión frente a otros. Todo
esto no lo decidimos siendo bebés, sino que se nos impuso a través de la
familia de origen, la escuela, el trabajo, etc.
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Es por ello que Durkheim remarca que existen fuera de nuestras


conciencias: no creamos y no decidimos cuando nacimos las normas y
prácticas correctas o no para la sociedad. He aquí la primera característica
que vamos a distinguir de “lo social”: es exterior en tanto se encuentra fuera
de nuestra conciencia individual y se nos impone.

¿Y cómo nos damos cuenta de qué cosas se nos imponen en nuestra


sociedad? Muy fácil, si intentamos hacer lo contrario vamos a recibir una
coerción, es decir, una presión por parte de la sociedad. Pensemos que pasa
si decidimos ignorar la norma o hecho social de “no matar”: existe una
institución estatal, la policía, que tiene el poder para encarcelarnos por ello. Al
quebrantar las normas escritas se siente toda la fuerza de la sociedad. ¿Y si
decido, por ejemplo, no tomar mate en un grupo de estudio de la facultad?
Aunque no existe una “policía del mate” o de las bebidas, voy a recibir
seguramente una mala mirada del grupo en el que estoy o de alguna manera
voy a sentir que no formo parte del mismo. En esos momentos se siente la
presión de las normas o hechos sociales de que los siga.

La producción de la vida mediante las relaciones sociales

Inmediatamente puede surgir una duda del apartado anterior ¿Siempre


las normas sociales son exteriores? ¿No tuvo alguien que inventarlas alguna
vez? Efectivamente, aunque nacemos en una sociedad que ya nos impone
determinados comportamientos, en algún momento lo tuvieron que haber
inventando y propagado algunas personas. Podemos decir entonces que “lo
social” también es el producto de relaciones sociales ya que no pudo existir
desde la nada.

Siguiendo los aportes de Weber (1864-1920), una relación social es


“una conducta plural que se presenta como recíprocamente referida y se
orienta por esa reciprocidad.” (Weber, 1987:21). Esto significa que para que
exista una relación social tienen que existir dos o más personas que orienten,
es decir, dirijan su acción hacia otra persona. Cuando yo oriento mi acción a
otra persona le doy un sentido a esa acción (mover la mano para saludar a
alguien, hablarle para pedirle algo, abrazarlo para demostrar afecto). Si la otra
persona también realiza una acción orientada a mí (mover también la mano

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para saludarme, rechazar el pedido que le hago, recibir el abrazo), existe una
relación social. Por ello es recíproca.

No importa si ambas personas le ponemos el mismo sentido a la acción,


puede pasar que, por ejemplo, yo le de un regalo a alguien como muestra de
amistad y la otra persona lo reciba como declaración de amor. Importa que yo
dirija el sentido de mi acción hacia esa persona y esa persona lo dirija hacia mí.

La vida social es producto del conjunto de estas relaciones sociales. Mas


adelante nos dedicaremos a pensar como es ese proceso y como se relaciona
con el turismo. Antes, nos interesa resaltar una última característica de las
relaciones sociales: que están atravesadas por relaciones de poder.

Michel Foucault (1926-1984) fue un investigador que se dedicó a pensar


sobre el poder y cómo funciona. Gracias a él aprendimos varias lecciones: que
el poder es inminente a cualquier tipo de relación (económica, social, sexual,
de conocimiento, etc), que el poder viene desde abajo y no existe una
dualidad dominados-dominadores y que donde existe poder existe
resistencia (Foucault, 2012).

Dediquémonos un rato a desmenuzar esto. El poder es inminente a


cualquier tipo de relación porque nos atraviesa constantemente, no existen
las relaciones sin poder. Piensen en un maestro con un estudiante, un hijo con
una madre, una charla entre hermanos, un grupo de amigas decidiendo qué
van a hacer, una charla con una persona extraña. En cualquiera de estas
relaciones existen relaciones de fuerza: negociaciones, discusiones, debates y
luchas. Cuando una profesora pide que se entregue un trabajo práctico, cuando
en un grupo de whatsapp se decide si salir o no esta noche, cuando en un
almuerzo familiar se pregunta quién va a comprar la bebida, en todas se juega
el poder.

No existe una dualidad dominados-dominadores porque todo el


tiempo el poder se encuentra en movimiento. Aunque, en primer lugar, parece
que un profesor tiene el poder en el aula, si en algún momento pierde
credibilidad como profesor o no logra conseguir la atención de estudiantes es
fácil observar que la relación de poder está invertida. Lo mismo cuando el
hermano menor que siempre parece que es el encargado de comprar la bebida

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los domingos un día dice “no, andá vos, yo voy siempre” e invierte la relación o,
aunque parezca que el presidente de una nación tiene mucho poder cuando
realiza un decreto, esto puede ser invertido por la demanda de la población u
los mismos militantes del partido al que responde. Es en ese sentido que el
poder no viene de arriba hacia abajo sino más bien es lo contrario.

Por ello la lección más valiosa que nos da Foucault, donde hay poder
hay resistencia: Desde la física ya sabemos que si me cuesta mover la mesa
es porque la mesa posee un peso que requiere que utilice fuerza. Lo mismo
pasa con las relaciones sociales de poder: Aunque como profesor diga que la
asistencia es obligatoria tengo que vencer bastantes resistencias: las ganas o
no que tengan los estudiantes de asistir, su cansancio, si hay paro de colectivo
o no, el costo del transporte, etc. Nunca el poder se ejerce directamente, sino
que siempre se ofrece una resistencia. Aunque en el ejército parece que se
obedece sin rechistar los mismos reclutas tuvieron que atravesar toda una
educación en la que aprendieron a obedecer órdenes rápidamente.

La imaginación sociológica como herramienta para el análisis

Hemos aprendido entonces como las relaciones sociales están


atravesadas por el poder y el conflicto, como producen “lo social” y como “lo
social” es exterior a la conciencia individual. Finalmente quisiéramos retomar el
concepto de imaginación sociológica de Mills (1961) para pensar a la
sociología como una herramienta de la vida.
Mills establece que muchas veces las personas se sienten atrapadas en
sus vidas, dirigidas a un destino que no pueden evitar y que la vida les pasa
por al lado con una cantidad enorme de información que no pueden procesar.
Todos los días vemos en la tele noticias sobre femicidios, masacres, problemas
económicos, pobreza, problemas ambientales, etc. que nos desbordan
completamente.

El autor responde entonces que no es más información lo que


necesitamos (porque ya es demasiada) sino la cualidad de la imaginación
sociológica como capacidad de entender su vida dentro de un escenario
histórico más amplio, de localizarnos en nuestra época, entender que es

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posible y que no para nosotros, comprender básicamente la relación entre


nuestra biografía personal y la historia para vivir en sociedad.

Sin entender por qué vivimos como vivimos es muy difícil cambiar las
cosas que nos parecen injustas en nuestra sociedad. Por ello sugerimos
analizar y estudiar la historia para entender-nos.

Bibliografía:

 Durkheim, E. (1988). ¿Qué es un hecho social? En “Las reglas del


método sociológico y otros escritos”. Madrid: Alianza.
 Foucault, M. (2012). Historia de la sexualidad 1: la voluntad del saber:
Cap. 3 “Método”. México: Siglo XXI.
 Marqués, J. (1982). Casi todo podría ser de otra manera En “No es
natural – Para una sociología de la vida cotidiana. Barcelona: Anagrama.
 Mills, C. (1961). La imaginación sociológica. México: Fondo de Cultura
Económica.
 Weber, Max (1987) Economía y Sociedad. México: Fondo de Cultura
Económica.

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