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1.

¿Para qué estudiar


sociología?
Se estudia sociología para tener una visión más completa y
comprensiva del mundo; para comprender cuál es nuestra
función y cómo podemos actuar para transformar la realidad.
Nuestra pro- fesión -cualquiera que sea- existe porque cumple con
una función para la sociedad. Es en este ámbito en donde nos
desarrollamos como personas. Somos lo que somos como
producto de los dife- rentes condicionamientos sociales. Incluso la elección de la
rrera universitaria fue motivada, en gran medida, por influencias
ca-
sociales obtenidas a lo largo de nuestra vida.

1.1. Hacia una definición


Veup zalgun

hecho,
El ser humano vive inmerso en infinitas relaciones sociales. De
no hay persona que no sociabilice. Se supone que la hu-
manidad surgió, en su sentido pleno, cuando desarrolló procesos
comunicativos y estos solo son posibles en la vida social. Com-
prender la sociedad equivale a comprenderse a sí mismo. Toda

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profesión se desarrolla en el marco de relaciones sociales comple- jas. De ahí la
necesidad de estudiar un curso como este.

Los estudios sociológicos observan y analizan los fenómenos cotidianos. Luego,


desarrollan teorías que permiten explicar por qué grandes grupos se ven afectados
por factores como la inequi- dad de género, el abismo entre los que tienen mucho
dinero y lo que tienen poco; las formas -burdas o sutiles- de la discriminación racial, etc.
Por supuesto, a los sociólogos no les preocupa, en pri- mera instancia, lo que cada
individuo haga o deje de hacer. Se interesa más bien por lo que realizan en tanto que
son miembros de un grupo social.

El eje fundamental de la sociología es el ser humano, anali- zado en su dimensión social.


Como ciencia, se interesa por inda- gar acerca de la naturaleza, estructura y desarrollo de la
sociedad humana. Se diferencia de sus congéneres en el hecho de desple- gar una
mirada global, general de su objeto de estudio: la socie- dad.

Para entrar directamente en materia, diremos con Schaefer (2012) que la sociología es una ciencia
que estudia el comporta- miento, social y de grupo, de personas, de forma sistemática. Se
preocupa fundamentalmente por comprender cómo las relacio- nes sociales influyen en el
comportamiento de los individuos. También se interesa en averiguar cómo evolucionan las
socieda- des y cuáles son las reglas que las gobiernan.

La anterior definición es sencilla, pero requiere de una expli- cación más amplia. En primer
lugar, es una ciencia. Por lo tanto, desarrolla estudios sistemáticos, rigurosos y confiables de la
socie- dad en general. Como toda ciencia, contribuye a superar la mirada ingenua sobre
los fenómenos que estudia y con ello ofrece una mirada más profunda y coherente.
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1.1.1. La imaginación sociológica

A pesar de los prejuicios existentes, todo científico debe po- seer y desarrollar una gran
imaginación. El pensamiento lógico solo no es suficiente: el científico-incluso el de las
ciencias puras, como las matemáticas- necesita de una gran dosis de imaginación para
interpretar los datos que la realidad estudiada le ofrece. De hecho, en matemáticas existen
los llamados "números imagina- rios": se acude a ellos cuando los números reales no alcanzan
para resolver una ecuación o problema numérico.

Lo mismo ocurre con el sociólogo: se ve en la necesidad de hacer un esfuerzo permanente


para desrrutinizar su mirada. De esa manera, se libera de lo inmediato de los hechos
que analiza, para poder comprenderlos en un concepto más amplio. Para en- tender esa
dimensión, C. Wrigdht Mills creó el concepto de ima- ginación sociológica. Se refiere a esa
actitud y principio operativo que permite captar el valor simbólico que se esconde
detrás de cualquier acto social. De esa cuenta, las acciones cotidianas se ven como rituales
en los cuales lo simbólico es más importante que el hecho mismo.

Vamos al mercado y observamos que la mayoría de los puestos es atendida por mujeres
con indumentaria maya. Es- cuchamos a una persona que desea comprar algo y se
refiere a quien atiende como "Vos, María". Cualquiera lo ve como algo normal. Algunos
pensarán que es natural que así sea porque así ha sido siempre. La imaginación
sociológica, en cambio, no se conforma con el "así es". Empieza a elucubrar para encontrar
explicaciones. Gracias a ello, puede comprender la estructura profundamente racista,
machista y clasista que se manifiesta en ese acto simple de lenguaje.

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Para comprender a cabalidad el concepto de imaginación so- ciológica, Zygmunt
Bauman (1994) acudió al concepto de sentido común. Le sirve para explicar cómo se
naturaliza lo social. Se trata de ese conocimiento compartido por la comunidad,
basado en creencias y costumbres. De esa cuenta, nuestra vida cotidiana está dominada
por el sentido común.
Como lo adquirimos de forma espontánea en nuestra interac- ción, apenas si somos
conscientes de ello. En palabras de Bauman, son prenociones, saberes preconcebidos
y aceptado por todos sin cuestionamientos racionales. De ahí su poder coercitivo: inmersos
en ese "sentido común" damos por presupuestos que reemplazan nuestra experiencia y
provocan que naturalicemos nuestras inter- acciones sociales. En términos sociológicos, estos
presupuestos nos hacen creer que las cosas sociales son así y que no pueden ser de
otra manera (Nejamkis, 2013).
A partir de lo anterior, Bauman (1994) plantea la existencia de cuatro diferencias entre las
maneras que la sociología y el sentido común abordan la experiencia humana: 6 zel ne zal

1. El sentido común se construye a partir de los "discursos" que gobiernan nuestras acciones.
El término "discurso" no se usa con el significado de un escrito o alocución pública. Se
refiere, más bien a esas pautas de conducta que se trasmiten cotidia- namente y que se dan
por pre-sabidos. De esa cuenta, las per- sonas subordinan sus actuaciones a las reglas
impuestas por el sentido común. La sociología, en cambio, debe cuidarse de dar por válidas ideas que
solo se sustentan en las creencias re- feridas.

En nuestra sociedad machista es muy común observar que los progenitores asignan a las hijas,
desde pequeñas, labores domésticas. En cambio, se suele emplear a los hijos en tareas

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que requieren fuerza física. Es un "discurso" muy arraigado contra el cual la sociología opone un
análisis más profundo.

2. El sentido común nos induce a asumir las costumbres como verdades absolutas y universales.
La sociología, en cambio, adopta una perspectiva más amplia: compara la sociedad con
otras y descarta prejuicios "naturalizados" por el sentido co- mún.

En Guatemala están muy arraigados el machismo y la mi- soginia. Se asume como natural
el pensar, afirmar y hacer bro- mas en las que se da por sentado que las mujeres son impru-
dentes al conducir su automóvil. Los estudios sociológicos ve- rifican que en otras
sociedades no prevalece ese prejuicio. Al analizar los datos estadísticos se verifica que los
hombres tie- nen muchas más incidencias de tráfico que las mujeres.

3. El sentido común lleva a tener una visión del mundo persona- lizada. El individuo construye
sus valores, creencias, verdades, a partir de su experiencia personal, dentro de su contexto so-
cial inmediato. La sociología, en cambio, se empeña en tras- cender esa visión y explicar la
condición humana. Así, analiza la realidad social a partir de una infinita red de relaciones de
interdependencia.

En las relaciones de pareja se suele observar que la mujer (como producto de ese
discurso machista dominante) es más hábil para realizar las tareas domésticas. En cambio,
el hombre (también como producto del discurso machista dominante) es visto como más
proclive a las tareas de reparación de peque- ñas fallas de la casa. Como eso "así funciona" se asume
como natural. Pero cualquier estudio sociológico, por modesto que sea, revela que esa
creencia experiencial no es más que otro de los muchos prejuicios machistas.

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4. El sentido común se basa en la "familiarización" de las costum- bres. Esta situación
hace que las personas acepten lo cotidiano porque "las cosas son como son". La
familiaridad es enemiga. a muerte de la curiosidad y el pensamiento crítico
(Nejamkis, 2013). De ahí la necesidad del sociólogo de confrontar las cos- tumbres
"familiares".

En nuestras sociedades es familiar dar por sentado que el amor materno es


incondicional y de renuncia a sí misma. Cual- quiera que publique algo en contra un
diez de mayo, se so- mete al escarnio público o a ser visto como un ser frustrado.

Por todo lo anterior, la imaginación sociológica permite com- prender que las
costumbres, necesidades cotidianas, valores, an- helos, deseos, gustos, no son más
que formas de comportamiento que adquirimos de nuestra sociedad.bizem zerou

Para un habitante del occidente de Guatemala es perfec- tamente normal y deseable comer
zompopos de mayo (en las comunidades de Huehuetenango se le conoce como
jocosh). El gusto y placer que se siente no es más que una manifesta- ción de las
tradiciones culinarias de la población.

Lo esencial para la imaginación sociológica es asumir la capa- cidad de observar nuestra


propia sociedad como si fuéramos ex- traños o ajenos a la misma. Gracias a ello,
podemos comprender mejor las costumbres y las vivencias personales. Un sociólogo
es como un viajero: se aleja de su sociedad, observa cosas diferentes en otras sociedades y,
cuando regresa, comprende de manera di- ferente sus propias costumbres.

1.1.2. La perspectiva sociológica

Con un objeto de estudio tan abstracto y concreto a la vez, los sociólogos se ven
precisados a adoptar una perspectiva muy
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amplia y heterogénea. Es necesario desarrollar una especie de "imaginación


epistemológica" que les permita comprender que lo que se considera "natural" en sociedad
no lo es; más bien, es pro- ducto de una organización determinada que pudo darse de
otra manera (Giddens, 2014).

CoComo todo científico o filósofo, los sociólogos son capaces de ver aspectos
generales, sistémicos, en manifestaciones y experien- cias particulares o personales.
Como producto de ello, lo primero que se concluye es que las acciones desarrolladas por
cada indivi- duo no son del todo personales: la sociedad influye y, en algunos casos,
determina los comportamientos individuales.

Por ejemplo, pensamos que el dolor es algo natural y que nuestro cuerpo solo
reacciona instintivamente. Sin embargo, la forma en que vivimos y experimentamos el dolor
es algo que se aprende socialmente (Valdeavellano, 1994).

Por lo visto, la mirada sociológica nos permite superar las in- terpretaciones ingenuas
sobre lo que ocurre a nuestro alrededor. Gracias a ello, la humanidad va evolucionando.

Por mucho tiempo se pensó que era "natural" que la mujer trabajara en casa y el hombre
desarrollara actividades econó- micas para el sostenimiento del hogar. Ahora, se sabe
perfec- tamente que son conductas y actitudes construidas social- mente y que favorecen la
consolidación del sistema patriarcal excluyente y discriminatorio.

Por supuesto, como toda ciencia, la sociología desarrolla co- nocimientos sistematizados. No se
trata solo de crear interpreta- ciones antojadizas o espontáneas. Por el contrario, lo que dicta el
sentido común es siempre puesto en duda por la ciencia. A partir de ello, se desarrollan
procedimientos sistematizados que

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permiten superar las creencias y desarrollar conocimientos pro- fundos que permiten
proponer cambios sociales.

La afirmación de que estamos construidos socialmente no im- plica que todo nuestro
comportamiento esté determinado social- mente. De ahí que una de las labores de la
sociología consiste en investigar y evidenciar la conexión entre los condicionamientos que
ejerce la sociedad en el individuo y las acciones que este desarrolla por sí mismo. Somos
seres sociales pero también somos individuos, únicos e irrepetibles (Grimaldi &
Cardenal, 2006).

Siguiendo a Marx, considerado como uno de los padres de la sociología, se puede


afirmar que el ser humano es producto de sus circunstancias sociales. Pero estas son
construidas precisa- mente por el ser humano y es este quien puede transformarlas (Marx,
1980). De ahí el carácter crítico que siempre ofrece la socio- logía: es una ciencia que desnuda
lo "cotidiano", el sentido co- mún, y pone en evidencia su carácter social y, por lo tanto, trans- formable.

De esa cuenta, gracias a la mirada sociológica somos capaces de pensar distanciándonos de


nuestras rutinas y descubrir en ellas algo diferente; una manifestación de la organización social
a la que pertenecemos. Eso permite también saber que no estamos solos. Que las
preocupaciones personales no se originan necesa- riamente en nosotros mismos y tienen que ver
con elementos so- ciales generales.
Por supuesto, no es necesario ser sociólogo para estar cons- cientes de lo mucho que la
sociedad influye en nosotros. En la ma- yoría de los actos cotidianos basta con el sentido
común. Sin em- bargo, existen momentos de crisis en los que los conocimientos sociológicos
pueden contribuir a superarlos y desarrollar estrate- gias comunes.

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1.1.3. Lo peculiar de la sociología
Todas las ciencias sociales tienen en común el interés por es- tudiar el comportamiento social de las
personas. Cada una, desde una óptica diferente. Los politólogos estudian el poder y las
rela- ciones internacionales. Los economistas, los procesos de produc- ción e
intercambio; los lingüistas, el lenguaje y la comunicación verbal. Los historiadores dan cuenta del
devenir de las sociedades a través del tiempo. ¿Qué es lo peculiar de la sociología?
En términos sencillos, diremos con Giddens (2014) que la so- ciología estudia la influencia que
la sociedad ejerce en los indivi- duos que la integran. Estudia cómo estos configuran sus ideas
y comportamientos a partir de sus interacciones. Parte del principio básico de que los humanos
somos animales sociales. A partir de este, los sociólogos examinan científicamente las
relaciones entre las personas.

Como todos estamos inmersos en la vida social, desarrollamos nuestras interacciones de forma
espontánea. Asumimos conduc- tas y formas de relacionarnos como algo "normal". Nos es
difícil pensar que podría ser de otra manera.

El 10 de mayor vemos que se despliega una gran campaña publicitaria para ofrecer regalos
para la madre. Pero vemos que el día del padre apenas si se conmemora. Lo damos como
algo natural porque asumimos que la madre es sinónimo de abnegación amor incondicional
etc. Difícilmente reconocemos en esa diferencia elementos cargados de machismo.

Nuestras percepciones de los social generalmente provienen del sentido común: experiencias,
conversaciones, costumbres, te- levisión, cine, redes sociales, etc. Asumimos que eso es así casi por
naturaleza. Cuando la sociología descubre que eso llamado "nor- mal" no es más que una
construcción histórica y que, por lo tanto,
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puede ser cambiado, tiemblan las estructuras del poder pues se corre el riesgo de que
algo cambie. De ahí el por qué la sociología incomoda a quienes detentan el poder.

Sigamos con el ejemplo del día de la madre: La forma en que se construye el concepto
y las cualidades de la maternidad es una de las estrategias más finas del sistema
patriarcal. El concepto de madre abnegada, que renuncia a sí misma para entregarse a
sus hijos; la construcción del mito del "instinto ma- terno han logrado naturalizar esos roles y
han desarrollado elementos éticos que persiguen a la mujer a lo largo de toda su vida.
Todo ello constituye el marco ideológico para natura- lizar también el papel del hombre,
del macho, como el ente productivo. En ese marco, la mujer asume como su más su- blime
destino el ser madre. Renuncia a ser para sí.

Por eso, la sociología es también una ciencia liberadora. No acepta como verdadera una
creencia solo porque lo es para todo el mundo. No acepta una costumbre o un conocimiento
popular solo porque forma parte de nuestra sociedad. Desarrolla estudios científicos para
descubrir la verdad profunda detrás de las supues- tas verdades superficiales.

1.2. Orígenes y desarrollo


Las elucubraciones sociológicas tienen larga data. Desde la antigüedad clásica, los filósofos griegos
hicieron de las reflexiones sociales un eje importante. Sus inquietudes giraban en torno a
preguntas prácticas: ¿Cómo se debe organizar la ciudad? ¿Cuál es la mejor forma de
convivencia social? Tales preguntas estaban orientadas con fines políticos y se remitían, por lo
regular a res- ponder la pregunta ¿cómo organizar nuestra sociedad?
1.2.1. Causas de su desarrollo científico

La sociología alcanza su estatus científico hasta entrado el si- glo XIX. Este siglo fue
particularmente propicio para que terminara de configurarse como ciencia. Grimaldi
y Cardenal (2006) apuntan algunas de las transformaciones sociales ocurridas durante
el siglo en mención y que dieron como resultado el desarrollo cientifico de la disciplina que nos
ocupa:

Revoluciones políticas. A finales del siglo XVIII se da el triunfo de dos grandes revoluciones que
transformaron todas las for- mas de organización social: la estadounidense y la francesa.
Especialmente esta última sirvió como referente para los críti- cos sociales. No solo se
analizaron las grandes trasformaciones positivas. Estas, por supuesto, fueron la materia prima
más re- currente. Pero también fueron muy importantes para el ojo cri- tico del sociólogo los
elementos negativos: el caos, desorden, anomia y demás incertidumbres que se tradujeron
en formas de organización social diferentes.
Revolución industrial. Aunque el sistema mercantilista venía gradualmente desplazando a las formas
de organización feu- dal, la revolución industrial supuso el inicio oficial del capita- lismo. No es
casual la coincidencia temporal de estos dos eventos históricos. La revolución industrial provocó una
trans- formación fundamental en términos sociológicos: las socieda- des pasaron de ser
fundamentalmente agrícolas y evoluciona- ron hacia una organización basada en la
industria. Por primera vez en la historia las grandes capas desposeídas de la sociedad no
producían su propio sustento pues vivían de la venta de su mano de obra. Como consecuencia, se
consolidó un senti- miento de aversión en contra del sistema y surgieron los pri- meros grandes
movimientos obreros de la historia.

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Socialismo. Como producto del punto anterior, se consolida un estudio científico para la
emancipación de los obreros: surge la teoría socialista que propugnaba por el fin de la ex-
la plotacióny de las clases sociales, así como la instauración de la dictadura del
proletariado, como alternativa al inhumano e injusto sistema de explotación capitalista.
Urbanización. Como es obvio, la revolución industrial trajo consigo la concentración de grandes
grupos sociales en ciu- dades cada vez más densamente pobladas. Con ello, surge una
enorme lista de nuevos problemas derivados del hacina- miento, desempleo, pobreza,
falta de recursos y satisfactores para esos grandes conglomerados obreros.
Religión. Como una reacción de la moderna burguesía y para evitar que la iglesia frenara sus
intereses de desarrollo capita- lista, surge la necesidad de separar la iglesia del Estado.
Este se convierte en entidad laica, dirigida por los intereses de la burguesía.
Ciencia. La revolución industrial trajo consigo la necesidad de desarrollo tecnológico. Las
ciencias vivieron un enorme im- pulso para responder a esas demandas de la sociedad indus-
trial burguesa.
bibulov

Todo lo anterior generó las condiciones propicias para descu- brir que los comportamientos
sociales, al igual que la Naturaleza, están regidos por leyes que regulan su evolución. Aunque
con el paso del tiempo se fue afinando ese principio fundamental, sirvió de base para el
desarrollo de la sociología.

1.2.2. Los precursores


Es, justo, el momento en el que surge la figura del filósofo Au- gusto Comte (1798-1857).
Se trata del fundador del positivismo filosófico. Su empeño, entre otros, consistió en adaptar el
análisis

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y el método usado por las ciencias naturales para el estudio de los fenómenos sociales.
Este pensador reflexionó sobre la evolución de la sociedad a lo largo de la historia. Con ello,
planteó su tesis conocida como Ley de los tres estados: una interpretación evolu- tiva de la
trasformación del saber universal:

a. Estado teológico. Los sucesos y fenómenos de la naturaleza se interpretan como una acción
sobrenatural, metafísica. En este estado no es posible construir conocimientos científicos por-
que no se localizan las causas en elementos internos e inma- nentes; sino en fuerzas
externas y trascendentes.
b. Estado metafísico. Las respuestas a las interrogantes sobre fe- nómenos de la naturaleza
se humanizan: ya no se encuentra su explicación en fuerzas externas y trascendentes. Se trata
ahora de encontrar explicaciones racionales. Sin embargo, las elucu- braciones eran
abstractas y lógicas por lo que no podían veri- ficarse y contrastarse con la realidad empírica.
c. Estado positivo. Las elucubraciones racionales del estado me- tafísico exigen las
verificaciones empíricas concretas. Los seres humanos renuncian a las grandes teorías
metafísicas que pre- tendían interpretaciones totalizantes. Ahora, buscan el conoci- miento en
los hechos concretos gracias a la observación de la realidad y al descubrimiento de las leyes
que rigen los cambios que operan en la naturaleza, que incluye a la sociedad.

A partir de lo que llama la consolidación del estado positivo, Comte hace una revisión del estado de
desarrollo de las ciencias. Se percata de que algunas de ellas han desarrollado descubri-
mientos teóricos muy avanzados: astronomía, física, química, etc. Sin embargo, advierte que muy
poco se ha avanzado en el descu- brimiento de leyes sociales. Entonces, propone la creación
de una nueva ciencia, a la que bautiza como física social. Con el paso del tiempo se le llamaría
sociología.

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Comte visualizó la necesidad de una teoría científica para la sociedad, a
partir de investigaciones sistemáticas. Su objetivo era crear una ciencia que
fuera capaz de descubrir las leyes que go- biernan el mundo social. Sin embargo,
asumía que esto se podría lograr usando los mismos métodos que aplican las
ciencias natu- rales. Pensaba que el método cientifico debe ser común a todas las
ciencias. Por ello, asumía que la sociología debía ser una cien- cia positiva.
Su hipótesis era que al comprender las leyes que rigen la so- ciedad se podría prever
su evolución. Con ello, sería más fácil pla- nificar el futuro y garantizar el bienestar
de la humanidad. Con un objetivo tan ambicioso como ese, visualizó a nuestra diciplinal
como la más importante. La concebía como una especie de cien- cia rectora y organizadora del
conocimiento.

Harriet Martineau (1802-1876) es la primera mujer que desa- rrolló teorías sociológicas de
gran impacto. Inició en esta ciencia como traductora de las obras de Comte al inglés. Sin
embargo, supo distanciarse y hasta oponerse a las teorías conservadoras de su antecesor.
Aprovechó los principios teóricos heredados para comprender mejor las costumbres y prácticas
sociales en Inglate- rra y Estados Unidos. De hecho, escribió uno de los primeros tra-
tados de sociología. Su aporte fundamental se desarrolló en torno a dos fenómenos que supo
identificar como elementos de un mismo origen: las discriminaciones raciales y de género.

Como su contemporáneo Karl Marx, comprendió que los inte- lectuales no deben conformarse
con describir la realidad y plan- tearla de manera aséptica en los libros. Su papel fundamental
debe ser la acción: la unión de la teoría con la práctica. Conse- cuente con ello, investigó la
naturaleza del empleo femenino y lu- chó por los derechos de las mujeres.

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Karl Marx (1818-1883) es otro de los grandes precursores. Sus escritos siguen
teniendo influencia hasta nuestros días y dieron origen a diversas tendencias
sociológicas, politicas, económicas, filosóficas, etc. Nunca se asumió como
sociólogo, pero aportó te- sis fundamentales para esta ciencia.

Su objetivo era comprender y explicar los grandes cambios que estaban ocurriendo
durante la Revolución industrial. Sus res- puestas, sin embargo, fueron radicalmente
diferentes a las de Comte y Durkheim. Según sus tesis, el cambio social se origina,
principalmente, por razones económicas. En cada estadio de la humanidad han surgido
conflictos entre las clases sociales. Como producto de ello, los sistemas pasan de una
forma de producción a otra. Todo ello, en virtud de las contradicciones económicas. Por lo tanto, el
conflicto es el motor principal de la historia. Acuñó una frase célebre: la historia de la
humanidad es la historia de la lucha de clases.

En Guatemala, durante la Colonia gobernaban las autori- dades peninsulares, impuestas por la
corona española. La par- ticipación política de los criollos era inferior e irrelevante. Pero
conforme estos fueron tomado protagonismo económico, en- traron en conflicto de
intereses con los peninsulares. Esa lucha entre esos dos grupos dominantes provocó
la firma de la inde- pendencia.
Marx tenía formación filosófica. Sobre todo, logró desarrollar una filosofía dialéctica, heredada
de Hegel, que le permitió com- prender los fenómenos sociales a partir de la dialéctica del amo
y el esclavo. Con esa base descubrió que en la sociedad industrial el ser humano vive alienado.
El capitalismo es el primer sistema económico en el cual el trabajador se ve obligado a vender
su fuerza laboral. Lo que produce ya no satisface directamente sus
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necesidades por lo que desarrolla una actividad que no le es satis- factoria.

De igual manera, el sistema burgués se mantiene gracias a va- rios tipos de


alienaciones. La religiosa es una de ellas. Marx la des- cribía como el opio del pueblo.
Es decir, la religión funciona como una especie de droga que mantiene al individuo
alienado o ale- jado de su realidad. Esto es aprovechado por los empresarios para
explotarlo sin que el trabajador se dé cuenta. En la misma línea están varias formas de
alienación: la ideológica, que hace que el obrero acepte la explotación como parte de la
realidad, sin cues- tionarla; la política que provoca que las personas de escasos re- cursos
asuman que son los ricos quienes tienen que dirigir la na- ción; etc.

Un ejemplo de la alienación política se sigue viviendo en la Ciudad de Guatemala. Durante


varias décadas ocupó la al- caldía un heredero de la aristocracia criolla. Su aspecto euro- peo
(cabello rubio, piel blanca y pecosa) y su extracción de clase fueron factores fundamentales
para que la población, mayoritariamente mestiza y de clase media o baja, votara por él, a
pesar de que nunca resolvió los problemas más profundos de la ciudad.

Émile Durkheim (1858-1917) es considerado como otro de los precursores, aunque ya


se asumía como sociólogo pleno. Al igual que Comte, pensaba que la sociología debía
desarrollar metodo- logías similares a las de las ciencias naturales. Reclamaba a los so-
ciólogos la misma objetividad que a los científicos de la naturaleza. Para garantizar un estudio
científico y la objetividad, Durkheim exi- gía a los sociólogos eliminar los prejuicios y
planteamientos ideo- lógicos del investigador. Exigía una mente abierta y libre de ideas o teorías
preconcebidas.
A diferencia de Comte, consideraba que el objeto de estudio de esta disciplina debería ser los
hechos sociales: esos que con- forman nuestras acciones como individuos: formas de actuar,
pen- sar o sentir. Los individuos creen que sus acciones son libres y sin presiones. Durkheim,
en cambio, señalaba lo contrario: "los he- chos sociales son formas de actuar, pensar o
sentir externas a los individuos y tienen una realidad propia al margen de las vidas y
percepciones de sus integrantes" (Giddens, 2014, pág. 33). Por lo general, la gente solo
sigue las pautas de comportamiento apren- didas en su sociedad. Raramente se actúa por
voluntad propia.

Uno de sus aportes fundamentales es el concepto de anomia. En sus estudios logró


establecer que las sociedades gozan de es- tabilidad gracias a manifestaciones de
solidaridad entre sus miem- bros. Sin embargo, observó que la sociedad industrial trajo con-
sigo una enorme especialización, lo que provocó la pérdida de la solidaridad. El
comportamiento social de los individuos perdió su carga afectiva. Con ello se crea la
anomia: la falta de dirección y solidaridad. Cada individuo actúa de forma autómata y para de-
fender sus propios intereses. Según Durkheim, los estados de anomia ocurren durante
épocas de profundo cambio social. En esas circunstancias, las personas pierden el sentido y el
propósito de su orientación social y se refugian en su individualidad.

Un ejemplo de la anomia en Guatemala se dio a partir del ascenso al poder del llamado
"pacto de corruptos". El grupo está conformado por políticos corruptos, militares vinculados
con el narcotráfico, empresarios que se benefician de la co- rrupción, etc. Ante la
sensación de corrupción total y de impo- tencia, la población se refugió en su propia lucha
por sobrevi- vir. No hubo reacciones de protesta más que en algunas orga- nizaciones
campesinas y populares.

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Max Weber (1864-1920) es otra de las figuras señeras en la constitución de la
sociología como ciencia. Su enfoque ofrece cambios radicales en comparación con
los sociólogos anteriores. No se preocupó tanto por lo macrosocial. Por el contrario
planteó que el objetivo de la sociología debe ser el comprender los signi- ficados
subyacentes a las acciones individuales.

Pensaba que es imposible estudiar los hechos sociales con los mismos criterios de
objetividad con los que se miden elementos de la naturaleza no humana. Las personas
desarrollamos concien- cia de nuestras acciones y es ella la que dirige nuestras
actitudes y valoraciones. De esa cuenta, cada sujeto otorga significados sub- jetivos a
sus acciones. Para explicar estas, es necesario compren- der las motivaciones
personales.

Según esa teoría, los cambios sociales son impulsados por las ideas y valores que
detentan los individuos; los sujetos del cambio. Las motivaciones del ser humano, cuando
actúan, explican las fuerzas que impulsan el cambio. Los individuos son capaces de
actuar con libertad para construir su futuro. No están condiciona- dos por estructuras
externas. Estas, más bien, se forman a partir de la compleja interconexión de acciones
individuales.

Weber heredó un concepto muy útil para estudiar los fenóme- nos sociales: el tipo ideal. No se
refiere a un ser perfecto; al con- trario, se trata de a algo así como prototipo. El concepto
constituye una herramienta metodológica para evaluar casos sociales especí- ficos. Un ser
estándar, con elementos constitutivos de un grupo como el burócrata, el empresario, el
activista, etc.
1.3. Paradigmas sociológicos
Toda ciencia produce teorías como resultado de sus investiga- ciones: enunciados que expresan
cómo y por qué se relacionan
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determinados hechos. Para construir una teoría son imprescindi- bles dos elementos: los
datos analizados y la metodología con la que se analizan. La selección de una u otra
metodología no surge espontáneamente y de la nada. Siempre se ampara en
paradig- mas teóricos o metodológicos (Grimaldi y Cardenal, 2006). Lo an- terior explica
el por qué en todas las ciencias existen diferentes paradigmas: se trata de enfoques
diferentes a partir de los cuales se realiza el acercamiento de estudio. Desde su nacimiento, se es-
tablecen las tres perspectivas básicas que habrá de desarrollar la ciencia sociológica.

1.3.1. Funcionalismo

Este es el primero de los paradigmas de estudios sociológi- cos. Tiene como referente
principal e inicial a Comte. Concibe a la sociedad como un complejo similar a un organismo
vivo: cada parte encaja con las otras y gracias a su interacción, el complejo funciona. De
esa cuenta, cada institución social es concebida como una estructura que cumple con funciones
específicas y ne- cesarias para el resto del organismo social.

Se concibe a la sociedad como una vasta red de interconexio- nes. Cada parte está conectada a las demás. El
equilibrio social se logra gracias a las relaciones armónicas entre las partes o funcio- nes. Así se
explica también la evolución: cuando un aspecto u or- ganismo de la vida social no contribuye a
la estabilidad o bienestar del todo, seguramente no pasará a la generación siguiente. Es
así como desaparecen instituciones sociales, de acuerdo con esta perspectiva.

Los sociólogos funcionalistas advierten dos clases de funcio- nes; las manifiestas y las latentes.
Son manifiestas aquellas que se evidencian de forma clara, específica y consciente. Se
desarrollan de forma intencional o consciente. Por su parte, las funciones

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latentes se desarrollan de forma inconsciente. Generalmente son producto de la ideología
dominante y reflejan propósitos ocultos. En tanto que generadas por intereses
ideológicos dominantes, es- tas funciones contribuyen a que el individuo se adapte y
acepte el orden social establecido, sin cuestionarlo.

Por ejemplo, las funciones manifiestas de las leyes es servir para mantener el
orden y la cohesión de la sociedad. Regulan los comportamientos permitidos y
establecen sanciones para aquellos que no son beneficiosos para la sociedad. En
cambio, las funciones latentes se refieren a que cada ley no hace más que consolidar
los intereses del grupo que detenta el poder. Por ello, se generan muchas leyes
que protegen y promueven la propiedad privada y que garantizan la defensa de sus
intere- ses. En cambio, hay pocas leyes que protegen los intereses co- munitarios.

En paralelo con las funciones (manifiestas y latentes) se gene- ran las disfunciones. Se
trata de elementos o procesos sociales que pueden llegar a alterar el sistema social y
reducir su estabili- dad. Como en todo, la definición de algo como función o disfun- ción
depende de los valores dominantes. Lo que para unos aspec- tos puede ser una
disfunción, para otros intereses puede ser una función latente.

En nuestros países serían consideradas como disfunciones las actividades desarrolladas


por los grupos denominados "maras". Sus comportamientos delictivos, extorciones, asesina-
tos, etc. claramente perjudican al organismo social en su con- junto. Sin embargo, también
pueden ser consideradas como función latente para grupos en el poder que se benefician
con su accionar. Investigaciones sociológicas han establecido que un candidato llegó al
poder en 2012 gracias a haber impulsado a estos grupos para asesinar pilotos y
generar un estado de
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terror que garantizara el clamor por "mano dura" en el go- bierno. De igual manera, otra
investigación estableció que las Mi armas usadas por esos grupos son aportadas por
militares de
alto rango.
201

1.3.2. Sociologia del conflicto


Estas teorías analizan a la sociedad desde una perspectiva dia- léctica: la explicación de un
fenómeno se puede realizar a partir del análisis de los conflictos sociales. De esa manera, este para-
digma ayuda a comprender cómo la organización general de la sociedad (y
particularmente la económica) genera desigualdades y conflictos debido a su
naturaleza misma. Eso significa que las re- laciones de poder y dominación imponen
sistemas sociales que generan dominación social, ideológica, legal, etc.

La sociología del conflicto tiene como origen las interpretacio- nes sociales aportadas por
Karl Marx. Este filósofo alemán com- prendió desde muy temprano que la esencia del
capitalismo era la explotación. A partir de sus estudios logró establecer que los problemas
sociales tienen como base y origen la estructura eco- nómica.

Pero el pensador fue más allá: realizó un análisis histórico de las grandes transformaciones de
la humanidad. Concluyó que la historia se construye a partir de la lucha entre las diferentes
clases sociales que han existido. El factor del cambio social es, siempre, el conflicto entre
opuestos. Estos se generan, fundamentalmente en las relaciones económicas de producción.

Desde esa perspectiva, si se quiere comprender un fenómeno social, debe iniciarse por analizar
todas las circunstancias econó- micas, culturales, históricas que existen. En todas ellas debe iden-
tificarle los conflictos y las luchas que pueden estar originando el

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fenómeno. En cualquier estudio sociológico se debe analizar quié- nes
están implicados, cuáles son sus intereses, qué grupos se con- traponen y
quiénes son los dominantes.

Dentro de la sociología del conflicto se ubican muchos de los estudios de género. Las
sociólogas de corte feminista han visuali- zado la falta de equidad de género como punto
central de todos los comportamientos y organizaciones sociales. En un principio, las
precursoras del feminismo vieron la subordinación de las mu- jeres como un elemento
inherente al sistema capitalista. Sin em- bargo, pronto se dieron cuenta de que iba
mucho más allá, pues antes del capitalismo se observa igual o peor subordinación.
De ahí el énfasis en el sistema patriarcal como base legitimadora de cualquier forma de
inequidad de género (Schaefer, 2012).

La sociología con perspectiva de género está vinculada a la lucha por los derechos de la mujer.
Han logrado que los estudios de la mujer dejen de ser manifestaciones marginales y se
valoren en su importancia central. Han permitido, también, que los estu- dios sociales
se extiendan más allá del punto de vista masculino.

1.3.3. Interaccionismo simbólico

Este paradigma ofrece un enfoque microsociológico. No parte del estudio general


de la sociedad. Prefiere hacerlo a partir de los fenómenos particulares: las personas, sus
acciones e inter- acciones. Por ello, observa los hechos desde la realidad inmediata y personal de sus
protagonistas.

Se trata de un paradigma interpretativo. Presupone que cada acción viene precedida de una
interpretación de la realidad. El ini- ciador de esta corriente fue Max Weber. Este filósofo renunciaba a
estudiar la sociedad desde las macroestructuras. Pensaba que los individuos tienen la
capacidad de actuar libremente. De ahí

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que
el estudio social debería centrarse en el análisis del cambio: interpretar por qué una persona actúa como lo
hace. Es decir, de- finir las ideas y los valores que generan dichas actuaciones sociales

Más recientemente, el norteamericano G. H. Mead desarrolló su teoría del interaccionismo


simbólico. El planteamiento es que el ser humano construye su identidad a partir de sus
interacciones con los demás. Estas están siempre medidas en una inmensa red de
significados. Los actores sociales observan el mundo como una realidad preinterpretada. Por
eso es imposible comprender la ac- ción social si no se toma en cuenta el significado que tiene
la misma para las personas que la desarrolla.

De acuerdo con el interaccionismo simbólico, el papel de la sociología consiste en desvelar el


sentido que se oculta detrás de cada acción más que describir la acción misma. Ello implica
des- entrañar las razones que las impulsan. Pero más que a un sentido general, el
interaccionismo se refiere a la comprensión del signifi- cado subjetivo. Por supuesto, el
propósito es desentrañar, desde lo subjetivo, lo social. Ello implica explicar los sucesos desde
el contexto sociocultural.

Presentamos los tres paradigmas (funcionalismo, del conflicto e interaccionismo) en el orden


cronológico, según surgieron. Ello no significa que uno haya reemplazado a sus antecesores. Se
puede afirmar que los tres siguen vigentes. Cada científico social adopta el que mejor se
adapte a visión del mundo.

RESUELVA LAS ACTIVIDADES DE LAS PÁGINAS 149-152

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