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Así se dice que John Stuart Mill a los tres años aprendía el griego,
a los ocho el latín, de manera que a los doce leía a los clásicos griegos y
latinos, en especial obras históricas. A los trece años, y siempre dirigido
por su padre, comienza su conocimiento de la economía, precisamen-
te con una obra que no constituye un alimento fácil y agradable, según
ustedes lo han podido ver, como son los Principios de Economía Política y
Tributación de Ricardo, que había sido publicada a instancia de su amigo
James Mill, que tuvo que vencer la natural modestia del gran clásico. Su
padre, como lo recuerda John Stuart Mill en su interesante Autobiografía
se paseaba con el y le explicaba los capítulos de aquella obra, que el hijo
tenía que resumir por escrito para luego discutirlos, llevando inclusive
ciertos problemas en apelación ante el mismo Ricardo. Fueron estos resú-
menes los que constituyeran la base de los Elementos de Economía Política,
que publicara más tarde James Mill.196 A los catorce años Stuart Mill es
enviado a París, habiendo residido en la casa de Juan Bautista Say, con
quien discute sobre cuestiones de economía al igual que con otros pres-
tantes economistas franceses. A los quince años regresa a Inglaterra para
dedicarse a los estudios de derecho.
Hemos detallado un tanto esta enseñanza orgánica y planificada,
que constituye sin duda lo más interesante en la sucesión de una vida
pesadamente burocrática, para mostrar el sistema de estudios a que fue
sometido y la precocidad de sus conocimientos que hicieron de el “la
vieja dama que lo sabe todo”, como diría Villey.197
En realidad, John Stuart Mill en su indicada Autobiografía, tan útil
para conocer directamente su pensamiento y el medio en que se desa-
rrolla, concede mucha importancia al método pedagógico al que fuera
sometido, antes que a sus capacidades personales que parece inclusive
modestamente subestimar. La verdad es que si sus conocimientos fueron
196. Fue el año de 1819 cuando me hizo seguir un curso completo de economía política. Su ín-
timo y entrañable amigo, Ricardo, había publicado poco antes el libro que hizo época en la
economía política: libro que nunca se hubiera escrito y publicado, a no ser por las súplicas
y el fuerte estímulo de mi padre... No había aparecido aún ningún tratado didáctico que
incorporara las doctrinas de aquella, en forma apropiada por escolares. Mi padre comenzó,
pues instruyéndome en esta ciencia por medio de una especie de conferencias, que me daba
en nuestros paseos. Cada día exponía una parte del asunto, y al siguiente le entregaba yo un
resumen escrito de sus explicaciones, que el me hacía escribir una y otra vez hasta que queda-
ba claro, preciso y bastante completo. De esta manera recorrí toda la ciencia; y el conjunto de
mis diarios resúmenes escritos le sirvieron después como notas para escribir sus Elements of
Political Economy. Después de esto leí a Ricardo, dando cada día un informe de lo que había
leído, y discutiendo... los puntos colaterales que se ofrecían en nuestro camino, a medida que
progresábamos. Autobiografía, 27.
197. Petite Histoire des grandes doctrines économiques, 145.
Historia del Pensamiento Económico. Los clásicos y pseudoclásicos 213
198. Para el conocimiento de esta filosofía, puede consultarse, entre otros. The Grouth of Philosophic
Radicalism, de elie Halévy. Edit. Kelley y Millman.
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burgués, capitalista; siendo así que tanto las unas como las otras –pues
...las formas de distribución son, pura y simplemente, las mismas formas
de producción consideradas desde otro punto de vista”, y se hallan, por
otra parte, íntimamente ligadas con las del cambio y el consumo– no son
otra cosa que la expresión de ese mismo orden económico social, en el
que naturalmente la producción es el elemento determinante, como lo
consideraran Smith, Ricardo y Marx. 199 Además, al presentar la distri-
bución como un ente autónomo, desligado de la producción, se estaba
dando margen para que los economistas interesados fueran a buscar en
cualquier parte la fuente del beneficio, abandonando la tradición clásica
que lo origina en el excedente creado por el trabajo del obrero sobre su
salario subsistencia.
De esta manera, con Mill da comienzo aquella tesis falsa que sostie-
ne la posibilidad de encontrar una justicia distributiva, manteniendo el
mismo sistema de producción capitalista; reformismo que aspira a un ab-
surdo e imposible equilibrio de intereses y armonía de clases, porque no
le conviene comprender que los ingresos de la clase capitalista provienen
íntegramente del trabajo realizado por la clase obrera, de manera que no
le queda otra camino para liberarse que la destrucción total de un sistema
en el que la explotación asalariada tendrá que subsistir mientras subsista
una clase social adueñada de los medios de producción y otra obligada a
vender su fuerza de trabajo.
John Stuart Mill, como hemos visto, es el tipo del liberal con inclina-
ciones reformistas, que se identifica con su congénere el socialista liberal
reformista. En realidad, no difiere gran cosa del revisionismo bernstei-
niano que había de aparecer veinte años después como lo anota inclusive
el mismo Schumpeter. Por lo demás, su posición llena de vacilaciones
teóricas que lo llevan a la transacción y el electícismo es un producto del
desarrollo económico que le permite la ambivalencia y el oportunismo,
especialmente en el campo de la política. El auge que había alcanzado el
capitalismo competitivo, especialmente el de Inglaterra, que ha llegado a
ser la dueña de los mercados del mundo, permitía darse el lujo de ciertas
concesiones que, sin comprometer el sistema, servía mejor para consoli-
darlo y afianzarlo. Por otra parte, el ascenso de una nueva clase, la clase
obrera, que aunque envuelta en las nieblas de un socialismo utópico, ha
comenzado a luchar y a organizarse, reclamaba cierta actitud que no po-
día ser otra que la cómoda posición intermedia, la del mal menor y la
concesión oportuna. Resultado de ello es su coqueteo con la clase obrera
que inclusive lo lleva al parlamento. No solo esto sino que llega a afirmar
que si hubiera que elegir entre el comunismo con todas sus posibilidades
y el presente estado de la sociedad con todos sus sufrimientos e injusti-
cias; si la propiedad privada entrañara que el producto del trabajo fuera
repartido casi en razón inversa del trabajo; si hubiera que escoger entre,
esto y el comunismo, todas las dificultades no pesarían más que el polvo
en la balanza.200
Pero no hay que olvidar que junto a estas concesiones y transacciones
está, como veremos, su abandono de la teoría ricardiana del valor trabajo,
que constituía el único camino para llegar al verdadero conocimiento de
la estructura económica social del sistema capitalista y la formulación
completa de la teoría científica que debía dar armas al proletariado en la
lucha por su liberación, como ha de hacerlo Marx.
200. Por consiguiente, si hubiera de elegirse entre el consumismo con todos sus azares y el estado
actual (1852) de la sociedad con todos sus sufrimientos e injusticias; si la institución de la
propiedad privada entrañara necesariamente que los productos del trabajo han de repartirse
como vemos que se hace hoy en día, casi en razón inversa del trabajo –la parte mayor para
aquellos que nunca han trabajado, la parte que le sigue en magnitud para aquellos cuyo
trabajo es casi nominal, y así sucesivamente en una escala descendente, disminuyendo la
remuneración a medida que el trabajo es más duro y más desagradable, hasta que el trabajo
corporal más fatigoso y agotador no puede contar con la seguridad de poder ganar ni aun
las cosas más necesarias para la vida; si eto o el comunismo fuera la alternativa, sería como
el polvo en el platillo de una balanza. Principios de Economía Política. Edit. Fondo de Cultura
Económica. 227.
Historia del Pensamiento Económico. Los clásicos y pseudoclásicos 217
201. I. Valor es un término relativo. El valor de una cosa significa la cantidad de alguna otra cosa,
o de cosas en general, por las cuales se cambia. Los valores de todas las cosas no pueden, por
consiguiente, subir o bajar simultáneamente. No puede haber un alza o una baja general de
valores. Todo aumento de valor supone una baja y toda baja un aumento. 184.
202. II. El valor accidental o de mercado de una cosa depende de la demanda y la oferta, sube
cuando aumenta la demanda y baja cuando aumenta la oferta. Sin embargo, la demanda va-
ría con el valor, siendo por lo general mayor cuando el artículo es barato que cuando es caro,
y el valor siempre se ajusta en tal forma que la demanda es igual a la oferta. Idem, pág. 484.
203. VIII. El costo de producción lo forman diversos elementos, algunos de los cuales son cons-
tantes y universales y otros accidentales. Los elementos universales del costo de producción
son los salarios del trabajo y las ganancias del capital. Los elementos accidentales son los
impuestos y cualquier costo suplementario ocasionando por el valor de escasez de algunos
de los requisitos. Idem. 485.
204. XIII. Si dos cosas se hacen con la misma cantidad de trabajo y este se paga a igual precio, y
si se han de anticipar los salarios por igual espacio de tiempo, y la naturaleza del empleo no
hace preciso que exista una diferencia permanente en la tasa de ganancias de ambas, enton-
Historia del Pensamiento Económico. Los clásicos y pseudoclásicos 219
La plusvalía o beneficio
Stuart Mill no puede dejar de darse cuenta del origen de la plusva-
lía, que el como todos sus antecesores confunde con el beneficio, cuando
afirma entre otras cosas que “La causa de la ganancia es que el trabajo
produce más de lo que precisa para sostenerse”.
ces ya sean altos y bajos los salarios y las ganancias, y ya sea mucha o poca la cantidad de
trabajo gastado, esas dos cosas se cambiarán, por término medio, la una por la otra.
XIV. Si de dos cosas, una se cotiza, por término medio, a un valor mayor que la otra, la causa
tiene que ser que precisa para su producción ya sea una cantidad mayor de trabajo, ya una
clase de trabajo que se paga a un tipo más elevado; o que se ha de adelantar por más tiempo
el capital, o una parte de este; o, por último, que la producción se realiza en circunstancias
especiales que hacen precisa una tasa más elevada de ganancia.
XV. El elemento más importante de la producción es la cantidad de trabajo que requiere su
realización: los demás elementos son menos importantes, si bien ninguno es insignificante.
Idem. 485-486.
205. Idem. 442.
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206. “La causa de la ganancia es que el trabajo produce más de lo que precisa para sostenerse.
La razón por la que el capital empleado en la agricultura produce una ganancia es que los
seres humanos pueden criar más alimentos de los que son necesarios para sostenerse mien-
tras los crían, incluyendo el tiempo empleado en construir las herramientas y hacer todas
las reparaciones precisas, de lo que se deduce que si un capitalista se encarga de alimentar
a los trabajadores con la condición de que le entreguen lo que produzcan, le quedará algo
para sí después de reponer sus anticipos. O variando la forma del terreno: la razón por la
que el capital produce un beneficio es porque los alimentos, los vestidos, los materiales y las
herramientas duran más tiempo del que se precisa para producirlos; de manera que si un
capitalista provee de esas cosas a un grupo de trabajadores, con la condición de recibir todo
lo que producen, estos además de reponer lo que han necesitado ellos mismos y sus instru-
mentos, dispondrán de una parte de su tiempo sobrante, durante el cual podrán trabajar para
el capitalista. Vemos así que la ganancia surge, no por el accidente del intercambio, sino por
la fuerza productiva del trabajo, y la ganancia general del país es siempre lo que la fuerza
productiva del trabajo hace que sea, independientemente de cualquier cambio que pueda
tener lugar. Si el conjunto de los trabajadores de un país produce un veinte por ciento más de
lo que importan sus salarios, las ganancias serán de un veinte por ciento, cualesquiera que
sean los precios”. 423.
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El eclecticismo de Mill
Con John Stuart Mill, la economía política clásica llega a su descom-
posición; su obra constituye la quiebra de lo mejor que tenían Smith y
Ricardo y representa un descenso y decadencia. Incapaz de encontrar
nuevos caminos en plena bancarrota, marca el paso en su propio terreno.
Sin poder negar la miserable situación a la que el capitalismo había con-
ducido a los trabajadores, no deja de mirar el problema social que tiene
delante, pero es incapaz de resolverlo, disolviéndose en frases de conmi-
seración y aun de protesta, como hacen muchos, pero sin abandonar las
viejas y tradicionales posiciones.
De esta manera, Mill representa esa embrollada erudición ecléctica
solamente profesoral, que trata de organizar las posiciones más opuestas
con recortes de fragmentos hábilmente colocados y acoplados, en los que
se procura remendar y zurcir las opiniones y conciliar lo inconciliable;
ese querer poner los pies al mismo tiempo sobre dos rieles que corren en
sentidos opuestos, lo que no puede traer sino la anulación y la caída; esa
actitud indefinida y cobarde que tanto dañó hace a la ciencia y esteriliza
toda acción.