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José Castillo
Liberal sin duda, si nos remitimos a su ubicación histórica y política. Pero cuando lo
traemos a nuestros días, la respuesta no resulta tan sencilla. Es utilizado por las corrientes
neoclásicas contemporáneas (lo que es popularmente conocido como “neoliberalismo”)
como bandera, proponiéndolo como el campeón del laissez faire, de la no intervención
estatal, y de la iniciativa privada. Veremos en seguida que hay elementos en esa dirección
en el pensamiento smithiano, pero se trata claramente de un abuso hacerle decir cosas que
pertenecen en economía al neoclasicismo y en política al pensamiento conservador –en una
tradición que va desde fines del siglo XIX, con Spencer hasta el neoconservadurismo
moderno.
Por otro lado, haciéndole justicia a Smith, tenemos que decir que el liberalismo
clásico, la economía política clásica -Smith y Ricardo-, al igual que todo el pensamiento del
liberalismo político del siglo XVIII y la primera parte del XIX, formaron parte de una
fenomenal transformación, económica, política y social, que los ubicaba claramente en el
espectro izquierdo de la pantalla política de su época. Smith es contemporáneo de la
revolución americana y de la revolución francesa, de sus políticos y teóricos, de los que
golpeaban contra el antiguo régimen. Fue uno de los que ofreció coherencia teórica y un
programa político a la burguesía industrial en ascenso. En cambio, lo que entendemos hoy
por liberalismo económico, lo que escuchamos cotidianamente bajo ese nombre, es algo
totalmente diferente: se trata de un discurso corrido varios kilómetros a la derecha,
desarrollado especialmente a partir del pensamiento neoclásico.
Por lo tanto, no le podemos adscribir a Smith y a Ricardo todo lo que hoy sucede
con el liberalismo económico. Sí hay, por supuesto, “usos” de los autores del liberalismo
económico clásico. En el caso de Smith se ha incluso desarrollado una “leyenda” acerca de
lo que el propio autor dijo, construyéndose así una falsa imagen de este. Más de un lector se
sorprenderá al encontrar a un Smith que en Acerca de la Naturaleza y Causa de la Riqueza
de las Naciones, escrito el mismo año de la independencia de los Estados Unidos -en 1776-,
desarrolla un montón de aseveraciones complejas y contradictorias. Por ejemplo, no es
cierto que Smith no se preocupara en absoluto por las clases bajas; ni que no reconocía que
había instancias en las que tenía que intervenir el Estado; ni que no tuviera una posición
absolutamente clara acerca de que los impuestos debían ser justo y que, entonces, los que
más tenían, más debían pagar. Smith desconfiaba profundamente de los empresarios,
1
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señalando que cada vez que se juntaban, era para conspirar contra el bien común de la
sociedad. Y así podríamos seguir hasta el infinito, encontrando párrafos enteros de nuestro
autor para refutar a los neoclásicos de hoy.
Sin embargo, visualizando las luces y sombras de Smith, y sin dejar que se lo
vulgarice como lo ha hecho el neoclasicismo, debemos reconocer que los fundamentos del
liberalismo económico, de una sociedad fundada en el individuo y el libre mercado, se
encuentran plenamente en los textos del escocés.
Por eso, visto desde el prisma ideológico, Smith es un autor que nos interpela
causándonos simpatía y antipatía a la vez. Porque de él podemos decir que es un autor
“progresista”, claramente entroncado con el pensamiento iluminista y revolucionario de la
burguesía de fines de Siglo XVIII. Es uno más de esos grandes publicistas que fueron
arietes contra el Antiguo Régimen, como Rousseau, Voltaire, Diderot, etcétera. Adam
Smith fue sin lugar a dudas una de las figuras más importantes para abrir el terreno al
dominio de la burguesía. Esta es sin duda una lectura posible de su libro publicado trece
años antes de la Revolución Francesa. Pero por otro lado vamos a encontrar los pilares
básicos del liberalismo económico, la corriente apologética por excelencia del modo de
producción capitalista, la más fuerte justificación del capitalismo; y de hecho, desde el
punto de vista político, lo que en el futuro va a ser el programa económico de las derechas a
partir de la reacción neoconservadora de la década del 80 del siglo XX. Entonces
proponemos leer a Adam Smith en este claroscuro: el de un autor que construye los pilares
fundamentales del liberalismo económico, que hoy sostiene y legitima lo central del
capitalismo, pero al mismo tiempo ubicándolo en una coyuntura de época donde esos
mismos pilares eran un arma contra el antiguo régimen.
Casi todos los textos de economía política, al hablarnos de Adam Smith, nos
remiten a esa obra monumental, Acerca de la naturaleza y causa de la riqueza de las
naciones. Se trata de la primera “Biblia” del pensamiento económico, uno de esos textos
que todos los economistas se ufanan de haber leído1. Como bien señala Eric Roll2, una obra
infernalmente larga, donde Smith habla prácticamente de todo, sólo pudo alcanzar el éxito
que tuvo a partir de estar en condiciones de transformarse en el programa de la burguesía en
ascenso, que se encontraba en plena lucha por el poder político. En transformarse, en
síntesis, en un “discurso de poder”.
Pero vamos a ver que Smith era fundamentalmente (mas allá de que se convirtiera
en el padre de la economía política y, por tanto, en el primer “economista”3) un Filósofo
Social, que intentaba dar cuenta de toda una teoría de la evolución política y social. Y por
lo tanto una comprensión profunda de su pensamiento nos exige remitirnos a su obra
anterior, Teoría de los sentimientos morales (1759, con revisiones posteriores a la edición
de la Riqueza de las Naciones)4. Y mas aún, al conjunto de lo que se conoce como el
1
Aunque, como señala Blaug, es cada vez más difícil encontrar la “especie” que ha leído completo el
voluminoso libro de Smith.
2
Roll, Eric, Historia de las doctrinas económicas, FCE, México, 1942.
3
Título que sin duda merecen más los fisiócratas, que llegaron a llamarse a sí mismos “les economists”.
4
Smith, Adam, Teoría de los sentimientos morales, Alianza Editorial, Madrid, 2013.
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“Renacimiento Escocés”, cuerpo de pensamiento que incluye a figuras como Francis
Hutcheson, Adam Ferguson y David Hume. Y también nos obligará a comparar su
pensamiento con el un autor inglés de principios del siglo XVIII, conocido como el Barón
de Mandeville, en donde podemos encontrar el origen del individualismo liberal5. En la
Teoría de los Sentimientos Morales, Smith señala que aspira a escribir “los principios
generales de la ley y el gobierno, y de las diferentes revoluciones que han sobrevenido en
las diferentes edades y periodos de la sociedad”. Vemos entonces, que la Riqueza de las
Naciones no puede ser considerado un mero tratado de economía, sino que se inscribe en un
proyecto mas amplio, el de explicar la evolución histórica de la humanidad, en un esquema
que nos puede hacer remembrar al intento de Marx.
En 1759 publica la Teoría de los Sentimientos Morales, que puede ser considerado
el fundamento psicológico de la Riqueza de las Naciones. Ahí Smith va a describir lo que
llamará, siguiendo a Hume, los “principios de la naturaleza humana”. Estos eran
universales e inmodificables y de ahí se debían deducir tanto las instituciones como las
conductas sociales.
5
Horne, Thomas, El pensamiento social de Bernard Mandeville, Breviarios FCE, México, 1982.
6
Poco es lo que se sabe en general de los primeros años de Smith (incluso es desconocida la fecha exacta de
su nacimiento). Como dato “de color” podemos referir que aparentemente a la edad de cuatro años fue
secuestrado por una banda de gitanos, aunque luego, cuando se lanzó una persecución para rescatarlo, estos lo
abandonaron. De ahí que John Rae, en Life of Adam Smith (1895) escriba: “pudo haber sido, me temo, un
pobre gitano”.
7
Un dato importante para tener en cuenta la contradicción entre el “provincialismo” del pensamiento escocés,
pero a la vez su vinculación con el liberalismo, y en particular el empirismo inglés, es el hecho de que en
1707 se había producido la unión política entre Inglaterra y Escocia. Al respecto, ver Broadie, Alexander, The
Scottish Enlightenment, Canongate, Edinburgh, 1997.
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La experiencia resulta fuertemente desmoralizante para Smith, que encuentra la famosa Universidad Inglesa
como un “desierto intelectual”. Incluso es penalizado por habérselo descubierto leyendo el Tratado sobre la
Naturaleza Humana, de David Hume, que le es confiscado por herético y ateo. Gran parte de las reflexiones
que encontraremos después en la Riqueza de las Naciones a favor de que los alumnos “paguen” a sus
profesores en función de la calidad de su enseñanza se basan en esta experiencia juvenil.
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Una cuestión que Smith toma de su primer maestro en Glasgow (Francis
Hutcheson) es el interrogante acerca de donde adquiere el ser humano sus habilidades para
formar sus juicios morales, incluyendo los que hacen a su propia conducta, y como se
enfrenta a lo que aparece como irrefrenable, las pasiones de autopreservación y
autointerés9. La solución de Smith es la de la presencia en cada individuo de un “ser
interior”, algo así como un “espectador imparcial”, que aprueba o condena nuestras
acciones y las de los demás.
Por lo tanto, con el supuesto central que ningún individuo podía impedir a otro
perseguir su propio interés, el egoísmo no es entonces un elemento de orden y desarrollo
estatal, sino individual y positivo. En este último punto, disiente con su maestro Hutcheson,
al afirmar en su Teoría de los Sentimientos Morales: “…Los hábitos de economía, de
industria, de discreción, de cuidado, de aplicación son generalmente considerados como el
fruto de motivos egoístas y, sin embargo, se les considera como cualidades loables, que
merecen la estima y la aprobación de todos. La negligencia, la prodigalidad y el desorden
se reprueban unánimemente, no porque impliquen una falta de altruismo, sino una falta de
atención del individuo en lo que respecta a la consideración de sus propios intereses.”11
El individuo para Smith va a ser concebido como una criatura dirigida por pasiones,
pero al mismo tiempo autocontrolado por su capacidad de razonamiento y misericordia.
Esta capacidad que poseen los individuos es lo que les va a permitir tanto crear
9
El tema evidentemente no era nuevo, y ya había sido trabajado por Hobbes en el Leviatán (1651).
10
Mandeville, Bernard, The Fable of Bees, Penguin, Middlesex, 1970.
11
A.Smith, Teoría de los Sentimientos Morales, parte VII, secc.II, cap. III.
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instituciones, como hacer que la lucha de unos contra otros12 no sea a muerte e incluso
termine orientándose a la producción de bienes comunes. Así vamos a ver aparecer por
primera vez en la Teoría de los Sentimientos Morales la famosa frase que luego Smith
repetirá en la Riqueza de las Naciones: “...liderado por una mano invisible,… sin saberlo,
sin intentarlo, avanza el interés de la sociedad”.
Si la Teoría de los Sentimientos Morales puede ser considerado una síntesis de todo
lo que a Smith le aportó el ambiente intelectual escocés, será en su posterior viaje al
continente donde adquirirá los elementos que le faltaban para transformarse en el padre de
la economía clásica.13 Durante su estadía en Francia comenzará a escribir los primeros
borradores de lo que luego será Acerca de la Naturaleza y causa de la riqueza de las
Naciones.14Su obra maestra comenzó a ser redactada en Tolouse en 1763 y recién
terminada trece años después.15
12
en Hobbes, recordemos, conducía a la destrucción: “el hombre es lobo del hombre”.
13
Smith renuncia a la Universidad de Glasgow en 1763, para convertirse en el tutor del joven Duque de
Buccleuch en la realización, a la usanza de la época, de un viaje de estudios. Smith va a permanecer casi dos
años en el continente, principalmente en Francia donde es introducido, gracias a los oficios de Hume –
entonces secretario de la Embajada Británica-, en los salones de la Ilustración Francesa. Ahí conocerá a los
fisiócratas y frecuentará a Francois Quesnay. Otro de sus encuentros importantes en ese período se dará en
Génova, donde visita a Voltaire.
14
Maurice Dobb considera que no existe “deuda” de Smith con los fisiócratas, sino mas bien una elaboración
paralela e independiente a partir de un medio ambiente preparado para estas reflexiones. Algo parecido
sucederá en la década del setenta del siglo XIX con el surgimiento del pensamiento neoclásico.
15
La redacción final se hizo entre Kirkcaldy, el pueblo natal de Smith, y Londres, donde vive
intermitentemente entre 1767 y 1776.
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pobre, o de todos los que tienen propiedad contra quienes no la tienen”. Smith plantea que
el paso del feudalismo a la sociedad mercantil va a requerir de nuevas instituciones regidas
por la lógica del mercado más que por la de los gremios –como en el medioevo-.
Acá vemos que el problema no es “la soledad del hombre”, ni el carácter ontológico
de si es gregario o no, sino un problema de eficiencia e interés individual: si al ser humano
“le conviene” o no estar con los demás. Detrás de este planteo se encuentran las premisas
básicas del pensamiento liberal. En este punto vamos a introducir a un autor considerado
por muchos como el gran antecedente de Adam Smith, a pesar de que el propio escocés
sostuviera que su planteo ético no tenía nada que ver con él: se trata del Barón de
Mandeville.
Aparece en el cambio de siglo, fin del XVII y comienzos del XVIII, en medio de
una violentísima mutación política, social y económica en Gran Bretaña. Es lo que muchos
historiadores llamaron la “revolución burguesa” en Inglaterra, una mezcla de guerras de
religión, derrocamiento y ejecución de un monarca, república y restauración, en síntesis, un
largo proceso histórico que llevaron a que Inglaterra, ya a comienzos del siglo XVIII,
asumiera el régimen político que, con algunas pocas modificaciones, conserva hasta hoy. A
partir de allí estará clara la preeminencia de la burguesía y el comienzo de la decadencia del
poder terrateniente.
En medio de este proceso, con Cromwell exactamente en 1651, fue cuando alcanzó
su apogeo el pensamiento mercantilista. La revolución estuvo teñida del final de las luchas
religiosas que habían estallado un siglo antes, en las épocas de Enrique VIII. Y había un
sector muy fuerte que sostenía que la lucha política pasaba por la reforma moral -lo que se
conoce como el puritanismo-. Su lucha los llevó a crear una asociación, “La Sociedad para
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la Reforma de las Costumbres”, cuya acción concreta consistía en cerrar las tabernas y los
prostíbulos, “limpiando” moralmente la sociedad. Resumiéndose su planteo en que, en una
buena sociedad, una comunidad sana que crece y se desarrolla es aquella en la cual impera
la virtud pública; los buenos ciudadanos, entonces, son aquellos que son virtuosos porque
se preocupan por las cuestiones públicas y colectivas.
Pero Mandeville va más a fondo. Porque dice que los seres humanos viven en
comunidad porque “les conviene”. ¿Esto significa que al vivir en comunidad se ven
obligados a ser virtuosos, patriotas, solidarios, a pensar en los demás, a hacer beneficencia?
No, en absoluto. Lo que dice Mandeville es que vivimos en comunidad y somos egoístas en
nuestro accionar dentro de ella. Más aún, “hay que ser egoísta” para que la sociedad
funcione bien.
Mandeville argumenta que la tarea central de un gobierno debe ser promover las
manufacturas, las artes, las artesanías, todo lo que el hombre sea capaz de inventar, así
como desarrollar la agricultura y la pesca. El aumento de la felicidad de una nación se da
desde estas políticas y no desde intentar regular la frugalidad o los deseos de sus
habitantes.16 Smith tampoco cree que el estado deba regular la moral, sino que esta depende
de la virtud ciudadana, considerando por lo tanto como “buena” la frugalidad.
16
Hay una diferencia fuerte entre Smith y Mandeville. Smith considera que el crecimiento económico
requiere un acervo de capital para la inversión que proviene del ahorro –y por lo tanto de la frugalidad-. En
cambio, Mandeville, en lo que después va a ser la tradición económica de Malthus y Keynes, pone el énfasis
en el consumo como garante de la demanda efectiva (desde la terminología del análisis económico la
inversión está “primero” y es determinante del ahorro).
17
Maurice Dobb sostiene que existe una afinidad entre la Teoría de los Sentimientos Morales y la Fábula de
las Abejas basada en que ambas se preocupan de explorar la naturaleza humana en relación con la esencia del
orden automático burgués. Pero al mismo tiempo cita el párrafo en que Smith desecha la fabula porque
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produce el caos sino un modelo metódico que está lógicamente determinado”
Acerquémonos entonces a la esencia del modelo smithiano.
Pero Smith prefiere citar a los fisiócratas, particularmente Quesnay, con su célebre
“laissez faire, laissez passer”. Quesnay había escrito un pequeño material, el Tableau
Economique, donde le daba forma al discurso fisiocrático de la sociedad como un orden
natural: médico de profesión, pensaba la economía como la anatomía del cuerpo humano,
con el fluir de la sangre por venas y arterias, haciendo un paralelo con bienes y dinero,
donde de un lado se produce y del otro se consume. El consumo, al pagar, genera el
reciclaje para la nueva producción. Pero no es un círculo que se reproduce siempre en la
misma dimensión. Cada ciclo deja algo más de producción por sobre el consumo: el
excedente. Quesnay, y los fisiócratas en general, sostenían que ese excedente sólo podía ser
producido por la actividad agrícola –y ese era su punto débil-. Smith rápidamente va a
repudiar esto y centrar en el carácter productivo de toda actividad. Pero en lo que
efectivamente hay coincidencia total entre los fisiócratas y Smith es en la afirmación de que
la economía “funciona sola” siguiendo un orden natural, y por lo tanto la intervención
estatal en los mercados produce, salvo las excepciones luego mencionadas por nuestro
autor, más ineficiencias que soluciones.
Para Smith se trata de desarrollar una teoría de la producción. Por eso propone que
nos comencemos preguntando de que depende la provisión de bienes y servicios en un
periodo determinado (anualmente, por ejemplo)18. Smith responde inequívocamente cuando
dice “del trabajo anual de cada nación”. Y avanza sosteniendo que la cantidad de esa
producción anual estará regulada por dos cuestiones: primero, “la habilidad y juicio con
que esa fuerza de trabajo es generalmente empleada” y segundo, “la proporción entre el
número de aquellos que están empleados en actividades útiles y aquellos que no”. La
primera de estas cuestiones nos introduce en el tema de la división del trabajo, que es como
“parecía hacer desaparecer por completo la diferencia entre el vicio y la virtud” (en la Teoría de los
Sentimientos Morales).
18
Observemos que Smith cuando habla de riqueza se refiere a “la nueva riqueza creada en un periodo” –lo
que llamaríamos modernamente una variable “flujo”- y no al acervo de riqueza existente –variable stock-.
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Smith comienza su libro. La segunda en las discusiones del libro II sobre trabajo productivo
e improductivo.
Y Smith da tres motivos para que la división del trabajo aumente la productividad:
aumento de la destreza por la especialización, reducción de tiempos muertos al no tener que
pasar de una tarea a otra, y creación de nuevas máquinas producto del esfuerzo concentrado
hacia la especialización. Al mismo tiempo sostiene que todo trabajo es productivo si puede
acrecentar la división del trabajo. Y señala que la mayor productividad de la industria por
sobre la agricultura tiene que ver con la mayor posibilidad de parcelar el trabajo industrial
por sobre el agrario. Vemos entonces que se trata de una división del trabajo siempre
creciente, solo limitada, como veremos, por el alcance de la extensión de los mercados.
El ejemplo de la división técnica del trabajo está dado para ir al otro eje, que es el
que realmente le importa a Smith, el de la división social del trabajo. Porque en una
comunidad, esta va a ser más rica, produciendo más y mejores bienes, si cada uno se
especializa en la producción de algo. El cómo se decide la especialización de cada uno es
algo en lo que no se detiene a fondo Smith: la “destreza y habilidad”, al parecer innata u
obtenida por la educación parecería ser la respuesta.19No es el eje de Smith reflexionar
acerca de cómo se decide quien es “carnicero” y quien “panadero”. Lo que es obvio es que
es mejor que haya en una sociedad carniceros y panaderos especializados, antes de que
cada uno de los individuos tenga que hacer las dos cosas.
19
Este tema va a adquirir trascendental importancia cuando, con Ricardo, se teorice sobre las ventajas
comparativas en el comercio internacional. En este tópico, Smith, al limitarse a las ventajas absolutas en el
comercio internacional, se queda a mitad de camino.
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Un zapatero hará mejores zapatos, de los que podemos hacer cada uno de nosotros,
los “no zapateros”. ¿Por qué? Smith da tres causas. La primera nos remite a la mejora de la
destreza de cada trabajador. Si se reduce la ocupación de cada hombre a una operación
simple únicamente, y se hace de esta operación el empleo de su vida se incrementará
necesariamente la habilidad del trabajador.
Y acá vale una pequeña digresión. Estamos hablando de la división social del
trabajo. Evidentemente una pequeña comunidad donde hay una persona que ahora es
zapatero, puede ser pensada como una comunidad en la que el común de sus miembros se
desarrolla más o menos armónicamente. Pero tenemos que poner un alerta, porque Smith
está diciendo esto no solo para la división social del trabajo, sino también para la técnica. Y
en esta última se nos genera aquel problema que luego verá Marx en los Manuscritos de
1844, cuando introduzca el concepto de enajenación. ¿Qué modelo de ser humano se
construye a partir de un trabajador que desconoce la totalidad de su proceso de trabajo, que
toda su vida es “cortar un alambre”, cuya especialización no es “ser zapatero”, sino cortar
un alambre para algo que no sabe de que se trata?
20
O bien reemplazando fuerza de trabajo humano, o bien permitiéndole a ésta tener mas fuerza –caballos de
fuerza- o velocidad.
21
Todos los debates sobre el “post-fordismo” o “toyotismo” arrancan de esto.
10
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debate japonés también es fuerte, pero sólo aparece en los últimos cuarenta años. Se puede
aseverar que para todo el pensamiento de la economía política y también de las teorías de la
administración y la organización industrial, hay un acuerdo muy fuerte con Smith en que el
valor de la división del trabajo radica en su capacidad de incrementar la productividad.
Acá debemos remarcar la diferencia entre esta división del trabajo y la separación
por jerarquías o estamentos de la Edad Media. Smith es claramente moderno e igualitario
en esto. Las diferencias surgen, según expresa en el capitulo II, por hábito, costumbre o
educación, y no por naturaleza, como habría señalado Aristóteles.
Es interesante remarcar que Smith cree que todo trabajo puede ser productivo, no
importando su origen industrial o agrícola. Aquí se diferencia, y completa, el planteo
fisiocrático: el trabajo productivo es todo aquel que crea excedente. Y la capacidad de
hacerlo, la mayor productividad del trabajo depende de la posibilidad de una división del
trabajo siempre creciente. Y ahí es donde Smith va a sostener que normalmente la industria
es más productiva que la actividad agrícola, porque en esta última la naturaleza de las tareas
no permite una subdivisión del trabajo tan profunda.22Smith va a sostener en el capitulo III
que lo que le pone un límite a la división del trabajo es la extensión de los mercados.
El mercado
El segundo capítulo de la Riqueza de las Naciones nos introduce en otro debate, más
profundo y que será el fundamental para diseñar toda la doctrina del libre mercado.
Aparentemente se trataría, si seguimos estrictamente los interrogantes del texto, de un
planteo sobre los orígenes de esa división del trabajo. Pero el planteo es mucho más rico. Es
obvio, desde el capítulo previo, que si en una comunidad se produjo algún grado de
especialización la suma total de bienes será mayor que si esa misma sociedad no hubiera
producido esa división del trabajo.
Pero a partir de que cada uno se especializó en algo nace un nuevo problema,
¿Cómo se “junta” todo de vuelta? Porque ahora el zapatero tiene muchos zapatos, y
probablemente de buena calidad, pero sólo necesita un par, o a lo sumo dos. Y al mismo
tiempo no posee ninguno de los otros bienes que necesita para su vida cotidiana. Y lo
mismo les sucede a los prestadores de cada una de las otras profesiones.
¿Cómo volver a reunir todos los bienes producidos “separadamente” a partir de que
existe división del trabajo? La respuesta a esta pregunta es el centro del pensamiento
liberal. Si ahora articulamos a Mandeville y el “orden natural” fisiocrático, tenemos la
22
Sin embargo, Smith acota que normalmente, en las naciones más opulentas, también la agricultura es más
productiva en comparación a la de otras naciones. Evidentemente Smith era conciente de la revolución
agrícola que ya estaba plenamente desarrollada en su tiempo.
11
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respuesta de Smith: por el mecanismo de mercado. Este es el centro del desarrollo del
capítulo II.
Toda sociedad medianamente avanzada tiene alguna división del trabajo, pero el
mercado como mecanismo de redistribución es apenas uno de los mecanismos posibles.
Contrapongámoslo a mecanismo, el de la centralización. Demos dos ejemplos, uno técnico
y uno social. Imaginemos una sociedad donde hay división del trabajo pero todos vuelcan
esos bienes a un centro, que planificadamente redistribuye (sin entrar en el debate sobre el
carácter autoritario o democrático de esa redistribución). Es obvio que ha habido múltiples
sociedades anteriores al capitalismo que han funcionado con esta lógica, por ejemplo, el
Antiguo Egipto, o varias dinastías del Imperio Chino. También podemos pensar que el
redistribuidor sea el de una sociedad socialista como el que plantea Marx. Vayamos ahora
al ejemplo técnico: en una empresa donde hay especialización y secciones productivas, la
sección A realiza un producto intermedio. ¿Luego lo “vende” a la sección B? ¿Y ésta a su
vez a la C? Es evidente que así no funciona ninguna empresa: exista un centro de
producción que planifica el conjunto del proceso.24
Entonces, para Smith, el ser humano, tiene una propensión natural al intercambio.
Ante el interrogante acerca de su origen, nuestro autor señala: “parece más probable- no se
anima a afirmarlo con énfasis- que es la consecuencia necesaria de las facultades de la
razón y el habla”. Es fundamental detenerse ante esto. Smith esta sosteniendo que el ser
humano tiene una propensión natural a comerciar y esto es una consecuencia directa a
aquello que hace al individuo en su esencialidad: la razón y el lenguaje. Y esto es
exactamente lo que diferencia a los hombres de los animales. Sigue la frase “Nadie ha visto
jamás a un perro cambiar con otro equitativa y deliberadamente un hueso con otro, nadie
ha visto jamás a un animal significar a otro mediante gestos y gritos, esto es mío esto es
tuyo, estoy dispuesto a dar esto a cambio de aquello”.
23
Es sumamente recomendable al respecto, la respuesta de Karl Polanyi en La Gran Transformación.
24
La no existencia de ese centro planificador es posible si las “secciones” quedan fuera de la empresa,
asumiendo el carácter de empresas independientes, en el mecanismo conocido como “outsourcing”.
12
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Es impresionante. Si el comerciar –el trocar, la compra-venta- cumple una función tan
esencial en determinar lo más profundo y primario del ser humano –podríamos decir que
para Smith es un derecho humano universal- entonces, como consecuencia, todo aquel que
impida su libre desarrollo –llámese Estado, sindicato o monopolio- está cometiendo una
violación de lesa humanidad. Un estado intervencionista en lo económico sería para esta
concepción un violador de los derechos humanos.
Acá tenemos entonces como se resuelve el problema creado por la división del
trabajo, “de la cual se derivan tantos beneficios”, como decía Smith. Si cada uno se dedica
egoístamente a hacer aquello que mejor puede hacer, y después lo vende para comprar
13
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todos los demás bienes y si, a la vez, todos hacen lo mismo, “como por una mano invisible”
la sociedad alcanza los mayores beneficios.
Ahora bien, en cuanto hay alguno que sale del “vicio privado” de sólo procurarse su
propio beneficio, para dedicarse a los demás, llámese interés político en el bien común, o
preocupación por hacer beneficencia, lo que sucede realmente es que está dejando de
producir –porque dedica un tiempo a “ayudar” a otro, y ese tiempo es estéril, tiempo
muerto en la producción-, está bajando la masa total de bienes que pueden existir. O sea
que está impidiendo a su comunidad llegar al óptimo social de producción. Es una lógica
terrible e implacable.
El supuesto es el ser humano “racional”, por lo que Adam Smith es antecesor de los
utilitaristas del siglo XIX, que van a desarrollar esto con más fuerza. Jeremy Bentham, por
ejemplo, va a afirmar que el hombre racional es una máquina de placer, donde la conducta
racional es justamente maximizar el goce y minimizar el dolor. Todo el utilitarismo
desarrollará posteriormente su pensamiento en esta dirección. Cada individuo es egoísta, y
en tanto tal, su conducta racional debe seguir este modelo de maximizaciones de lo que
siente como positivo y minimizaciones de lo negativo.
25
Citado en Bladen, From Adam Smith to Maynard Keynes, University of Toronto Press, Toronto, 1974.
26
Todos los elementos que después los neoclásicos modelizarán de lo que debe ser un mercado de
“competencia perfecta” están ya estudiados en Smith, con la excepción de la “información exacta”.
14
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ella. Así podrá intercambiar su producto por la mayor cantidad de bienes para obtener de
ellos el máximo de placer posible. Cualquier otra actividad, cualquier otra acción, hace que
esa sociedad ya no esté en el óptimo social, sino que en un renglón de satisfacción más
bajo. Y en esto, Smith introduce en la economía la afirmación moral de Mandeville, cuando
este, contra todas las afirmaciones éticas y políticas de su tiempo afirmaba que no era cierto
que Inglaterra iba a ser mejor si los ciudadanos ingleses se transformaban en más virtuosos
y no concurrían a la taberna a emborracharse. De hecho, sostenía Mandeville con una
lucidez increíble, lo único que lograrían medidas como cerrar las tabernas y casas de
prostitución sería la quiebra de los productores de cerveza.27 Pero quedémonos con el
centro del planteo de Mandeville: los individuos son libres de ir a la taberna a
emborracharse si desean, porque los vicios privados van a construir las virtudes públicas.
Para ir a gastar su dinero en cerveza, primero tendrán que conseguirlo produciendo, y ello
promoverá la existencia de mayores bienes para todos. Smith retoma este principio de
conducta, dándolo vuelta, introduciendo la división del trabajo y obteniendo así un esquema
doctrinario completo con eje en el libre mercado.
Pero veamos las diferencias que Smith plantea entre la Teoría de los Sentimientos
Morales y la Riqueza de las Naciones. En la primera, el elemento disciplinador de los
extremos del egoísmo individual nos remitía al “ser interior”. En la Riqueza de las
Naciones, el límite es colocado por un mecanismo institucional: la competencia. Aquí las
pasiones del hombre por mejorar su situación - “un deseo que viene con nosotros desde la
cuna, y nos acompañara hasta la tumba”- es redireccionada hacia el beneficio de la
comunidad por la acción de cada hombre dirigiendo sus deseos de adelantar en la vida
“contra” los otros, y provocando, con la tensión de todos en ese sentido, el funcionamiento
de la mano invisible. Así, los precios se moverán hacia sus niveles naturales (como
veremos mas abajo), y lo mismo sucederá con los salarios, las rentas y las ganancias.
Queda evidentemente mucho por debatir. Pero lo que es claro es que Adam Smith,
tomando a Mandeville, a Hobbes y a Locke va a sostener que el cemento social es el
mercado. Y para que este funcione, nadie debe interferir su delicado mecanismo de
relojería. Y en este “nadie”, todos podemos imaginarnos el fantasma del Estado, de la
intervención económica sobre la oferta y la demanda. Acá es donde Smith, en la discusión
entre los mercantilistas y los fisiócratas, se ubica claramente del lado de los fisiócratas. En
el comercio ganan todos: esta es la afirmación principal que nuestro autor toma de la
fisiócracia. Smith no es fisiócrata en muchísimos aspectos, pero toma de ellos el orden
27
Aunque este eje, de que el vicio y el consumo crean “demanda efectiva”, no hizo mella en Smith, pero sí en
Malthus y posteriormente en Keynes.
28
Weber, Max, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Sarpe, Madrid, 1984.
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natural y la no intervención del Estado. Smith toma también del acervo común de
fisiócratas y mercantilistas la concepción moral de Mandeville: el comerciante, el
industrial, el burgués, son buenos ciudadanos y por lo tanto “virtuosos”, no porque se
conviertan en virtuosos en sus conductas privadas, sino que son virtuosos públicos en su
pecaminosidad.
Pero, y también tenemos que tener claro esto, para tener completo el esquema
ideológico de Smith, no hay mercado, si no hay ciudadanos libres y sujetos plenos de
derecho. Y en este punto está la coincidencia entre Smith y todos los otros publicistas que
llevaban adelante la lucha contra el Antiguo Régimen, que para nuestro autor implicaba
alcanzar la igualdad formal que supone la mercancía –donde todos son iguales, estando sólo
diferenciados cuantitativamente por el monto de bienes que poseen-.
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Proponemos volver ahora al tema que dejamos pendiente en cuanto a de que
dependía la riqueza de una nación. Habíamos señalado que, además del tema de la división
del trabajo y su consecución en el mercado, estaba el tema del trabajo productivo e
improductivo.
Debemos dirigirnos al capitulo III del Libro II: “Hay una clase de trabajo que
adiciona al valor del sujeto mas de lo que toma: hay otro que no tiene tal efecto. El
primero, que produce un valor, puede llamarse productivo; el segundo, trabajo
improductivo. El ejemplo del primero será para Smith el obrero manufacturero y del
segundo el sirviente. El trabajo del sirviente perece en el momento en que se realiza. No se
materializa en nuevas mercancías vendibles en el mercado29. Sin embargo, Dobb, siguiendo
a Marx, va a señalar que hay una contradicción, o mejor dicho una “doble definición” de
trabajo productivo en Smith. Una es la señalada anteriormente, como todo trabajo que
produce una mercancía para la venta. Pero existe otra, que es la que Marx va a considerar
correcta, referida al trabajo capaz de producir un excedente sobre sus insumos, que sigue la
definición fisiócrata.
Pero el “misterio”, que los economistas clásicos van a tratar de dilucidar será otro:
¿porqué el precio de un bien “gira” alrededor de un cierto centro? ¿los bienes llegan con un
precio al mercado, y luego este puede fluctuar según las variaciones de oferta y demanda, o
bien llegan sin ninguna apreciación previa y todo se determina en el intercambio?
Las respuestas a estas preguntas, donde resuenan las reminiscencias de los viejos
debates medievales sobre el “justo precio” y el “precio natural” darán lugar a un largo y a
veces oscuro debate llamado de la “teoría del valor”.
29
Smith deja claro el carácter “técnico” de la palabra improductivo, que no significa ninguna mención
derogatoria para esas actividades.
30
Sin embargo, deberemos esperar al pensamiento neoclásico, y en especial a Alfred Marshall, para encontrar
los análisis más refinados en este campo, que luego dará lugar a la microeconomía.
17
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Pero no deja de tener su importancia, ya que funda todas las discusiones posteriores al
respecto, tanto en el campo clásico posterior, como en el marxista e incluso en el
neoclásico.
En este punto, las influencias recibidas por Adam Smith del resto de sus antecesores
fueron distintas a las de la escuela fisiocrática francesa. Existen tres autores que se destacan
por ello y por haber superado de manera diversa a los mercantilistas: W.Petty, R.Cantillón
y J.Steuart. Los tres centran (al igual que los fisiócratas) en la agricultura una importancia
que había sido desestimada por los mercantilistas. La lógica de la mercancía se amplía a la
producción agrícola: “La tierra es la fuente o la materia donde se saca la riqueza, el
trabajo del hombre es la forma que la produce” (R.Cantillón, Ensayo sobre la naturaleza...
Pág.1); “El trabajo es el padre y el principio activo de la riqueza, como las tierras son su
madre” (W.Petty, Economics Writtings of W.P.Pág.68). Pero la agricultura no es la única
actividad rentable como lo consideraba Quesnay, sino que la industria y el comercio son
considerados más rentables: “Hay una mayor ganancia en la manufactura que en la
agricultura y en el comercio que en la manufactura” (Petty, Pág.256 Ibídem).
Smith va a plantear: “el trabajo anual de cada nación es el fondo que originalmente
provee con todas las necesidades y conveniencias de la vida que se consumen
anualmente”. Como vamos a ver luego, hay un concepto, que el trabajo humano (de hecho,
su costo, aunque veremos que en dos definiciones distintas) es el eje básico para entender la
economía en tanto discusión sobre el origen de la riqueza. En cambio, en la discusión
neoclásica la economía muta de definición, pasando a ser su eje la asignación racional de
recursos escasos dados y lo central el costo alternativo de oportunidad.
De hecho, el concepto del hombre obteniendo sus bienes de la naturaleza a partir del trabajo
es de los más antiguos de la humanidad. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”31,
“Dios envía alimentos al cuerpo y al espíritu, pero no sin trabajo”32. Mas acá en el tiempo,
podemos citar a Thomas Mun, mercantilista, diciendo “La pesca en las costas de su
Majestad en Inglaterra, Escocia e Irlanda es nuestra riqueza natural, y no nos cuesta nada
sino trabajo”33.Por lo tanto Smith no estaba inventado un concepto nuevo, sino trayendo al
análisis económico un término familiar.
La discusión sobre la teoría del valor debe ser dividida en dos partes. Una, en la cual
están pensando sin duda los clásicos, Smith entre ellos, remite, al origen de la riqueza. La
otra a la determinación de los precios en el mercado. Es evidente que en Smith y Ricardo (y
podemos agregar hasta cierto punto en Marx) hay a veces alguna “confusión” entre estos
dos planteos. Pero si los leemos con cuidado, y siempre teniendo en mente estas dos
avenidas, creemos que la discusión se aclara bastante. Tenemos entonces la discusión más
“general”, referida a los recursos (u origen) de la riqueza, y la mas restringida (podemos
llamarla teoría del valor propiamente dicha), que se refiere a la determinación de los
precios y la distribución del ingreso.
31
Génesis.
32
Citado en Jonson, Predecessors of Adam Smith, de un sermón de Latimer.
33
England’s Treasure by Foreign Trade, 240.
18
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Cuando leemos la Riqueza de las Naciones tenemos que tener cuidado, ya que a
veces Smith utiliza indistintamente el termino “valor” en diferentes sentidos. A veces
sostiene que valor es “la dificultad y pena que cuesta adquirir algo”. O sea, lo que hay que
ceder. Otras veces, habla en términos de lo que nosotros entendemos por el concepto más
moderno de “valor de cambio”, o sea lo que se obtiene a cambio34.
Es un hecho que Smith fracasa en medir el “precio real” o valor de los bienes en la
primera definición. Gide nos dice que Smith sostiene: “el precio real está basado en el
trabajo”. Pero existe otra cosa llamada “precio natural” donde los bienes se valúan de
acuerdo a su costo de oportunidad35. E insiste, “no creemos que el cambio de nombre sea
de gran importancia”. Permítasenos diferir fuertemente con esta aseveración. Justamente la
discusión acerca de si Smith desarrolla o no una teoría del valor trabajo arranca de este
punto. Este es el debate: o hay una teoría del valor trabajo, que da cuenta de los cambios en
la productividad, y por lo tanto en los flujos de riqueza; o se trata de una teoría de los costos
de oportunidad, centrados en la optimización de la asignación de los recursos “dados”.
Hay un concepto muy interesante en Smith, que reaparece en Marshall y en Keynes, que es
definir que “un hombre… puede ser rico o pobre de acuerdo a la cantidad de trabajo (i.e.
el trabajo de otra gente) que pueda comprar”. No debemos confundir esto con el concepto
de valor (en Smith a veces se lo confunde, cosa que denuncia Ricardo para a su vez caer el
también en la misma trampa). Será lo que luego Ricardo llamará “valor del trabajo” y Marx
el “valor de cambio de la fuerza de trabajo”, que monetariamente se materializará en el
34
Marx salva esta distinción con los términos valor de cambio (manifestación del valor) y valor (generado por
el trabajo abstracto, entendido como desgaste físico y mental para producir un bien).
35
Gide, Historia de las doctrinas económicas.
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salario. Es muy importante entender la diferencia entre este concepto y el de valor trabajo
como desgaste o pena del trabajador medido en horas de trabajo.
36
Nótese que Adam Smith va a usar esta forma de medir para sus comparaciones en el Comercio
Internacional.
37
Smith, Riqueza de las naciones, Pág. 31, FCE
38
La Política.
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de la palabra “barato” que no se refiere aquí al menor precio relativo de un bien con
respecto a otro, sino a la menor utilización de tiempo de trabajo en su producción. De la
convicción de Smith de que el dinero no es una buena medida del valor, sale el intento de
utilizar el valor del trabajo como medida.39
Ahora bien, para determinar el valor (precio real) de un bien, Smith nos plantea
hacer el recorrido histórico a lo largo de los diferentes estadios en que, recordemos, había
dividido la historia de la humanidad. En el “estadio primitivo y rudo” de la comunidad,
donde no hay propiedad privada de la tierra ni acumulación del capital, el tiempo de trabajo
es la única medida del valor. Esta afirmación, en este estadio, permite pensar
indistintamente tiempo de trabajo con valor del trabajo, que en este caso coinciden. E
incluso con la noción de costo de oportunidad. Evidentemente acá hay una coincidencia
entre precio real o valor con valor de cambio.40
Desde un punto de vista lógico los dos criterios de medición del valor ya no son
equivalentes, por lo que Smith “abandona” el criterio de “trabajo incorporado” por ser
“históricamente obsoleto” y se queda con el de “trabajo adquirido”. El surgimiento del
beneficio en el capitalismo hizo que el trabajador ya no reciba el equivalente a su trabajo
incorporado al producto sino solo una parte: el salario. La otra parte es reposición de
materias primas usadas y beneficios del poseedor de los medios de producción: el
capitalista.
Y acá entonces tenemos a un Smith que nos lleva a lo que vamos a llamar una
“teoría del costo de producción”. Habrá que incluir en el precio natural del bien, la
remuneración al capital, la ganancia. Vemos entonces que el “valor del trabajo” ya no va a
39
Las dificultades objetivas para medir el “valor del trabajo”, en particular debido a las diferencias que podían
surgir en diferentes comarcas, y la creencia que el trigo era mas fácil de conocer y homogéneo en su precio,
hizo que de hecho se tomara a este último como una medida sustituta del valor (en tanto bien-salario). El trigo
además, era considerado una buena medida por su lugar en la “canasta de subsistencia del trabajador” que
integraba su salario.
40
Aun en este ejemplo sencillo Smith reconoce que se produce una desviación entre tiempo de trabajo y
precio en cuanto el trabajo requerido de una de las partes es mas severo que el de la otra, o exige un mayor
grado de preparación.
41
Smith, Riqueza de las naciones, Pág.47, FCE
21
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ser igual al producto del tiempo de trabajo, sino un numero menor. Citemos de nuevo a
Smith: “Cuando el precio de cualquier mercancía es no mas ni menos que lo suficiente
para pagar la renta del terrateniente, los salarios de los trabajadores y las ganancias del
capital empleado…de acuerdo a sus tasas naturales, la mercancía es entonces vendida por
lo que se podría llamar su precio natural…El precio real al que una mercancía es vendida
es comúnmente llamado su precio de mercado”.
Ya tenemos entonces todas las definiciones de Smith. La teoría del valor de nuestro
autor se ha transformada en una teoría del costo de producción, o sea que el llamado
“precio natural” de un bien se constituye con la suma de las remuneraciones a los factores
de la producción (renta más salario más ganancia).
Hasta aquí el análisis de Smith desde “el lado de la oferta”. Smith lo complementa
con el lado de la demanda. Para él resulta obvio que el monto o cantidad vendida puede
aumentar con una caída en el precio. Smith plantea que cuando la cantidad de un bien
llevado al mercado es menor a la demanda de éste, todos aquellos que estarían dispuestos a
pagar el precio natural (o sea la suma de rentas, salarios y ganancias) no pueden proveerse
del bien. Algunos estarán dispuestos a pagar más. Y así comenzará una competencia que
culminará con un precio de mercado por encima del precio natural. En el caso inverso,
cuando la oferta excede a la demanda, el precio de mercado caerá por debajo del precio
natural. Entonces, algunos de las partes componentes del precio deberán ser pagadas debajo
de su precio natural; si se trata del terrateniente, esto puede llevar a que algunos de ellos
retiren su tierra de la producción; si se trata de los trabajadores, algunos de ellos pueden no
trabajar a menores salarios; y lo mismo sucede con el capitalista, que puede retirar parte de
su stock de capital al no obtener la ganancia esperada. Esto lleva a una contracción de la
producción, hasta que la oferta vuelva a igualar la demanda de mercado, con una suba del
precio de mercado volviendo a su precio natural. “El precio natural…es, como si fuera el
precio central, alrededor del cual los precios de todas las mercancías están gravitando
continuamente”.
La definición del precio natural a partir de la suma de las retribuciones a los factores
de la producción lleva naturalmente a Smith a tener que determinar como se constituyen
estas remuneraciones. En Smith, como en todos los clásicos, salarios, rentas y ganancias (o
beneficios) se tratan separadamente, como remuneración de distintas clases sociales: los
trabajadores, los terratenientes y los empresarios (o capitalistas) respectivamente.42
Uno de los elementos nodales del pensamiento clásico es que la distribución del
ingreso (como se llama a la proporción que le toca a cada factor del producto) está en
alguna medida relacionado con factores históricos, geográficos, demográficos e
institucionales43: “...Se entiende por salario del trabajo aquella recompensa que se otorga
cuando el trabajador es una persona distinta del propietario del capital que emplea al
42
Como veremos en el capítulo respectivo, el neoclasicismo va a integrar los precios de los factores de la
producción dentro de los precios de los productos.
43
En términos de la modelización de la “ciencia económica” diríamos que son variables “exógenas” al
modelo.
22
La Ues Presidencia
obrero”44…“Es posible que se piense que las ganancias del acervo son solo un nombre
diferente que se asigna a los salarios de una clase particular de trabajo, el trabajo de
vigilancia y dirección. Empero, son enteramente distintas, están regidas por principios
perfectamente diferentes y no guardan proporción alguna con la cantidad, dureza o el
ingenio de éste pretendido trabajo de vigilancia y dirección”.45
44
Smith, Riqueza de las naciones, Pág.65, FCE.
45
Smith, Riqueza de las naciones, Pag.48, FCE
46
Ibid.
47
Eastern Tour (1771), citado en Furniss, E., The position of the Laborer in a System of Nationalism
(1920), New York, reimprimido A.M.Kelley, 1965.
23
La Ues Presidencia
Al final del capítulo XI aparece una interesante digresión sobre lo que Smith va a
llamar tres “ordenes” de hombres: terratenientes, trabajadores y capitalistas. Señala que el
interés de los terratenientes esta “estricta e inseparablemente conectado con el interés
general de la sociedad”, ya que sus rentas crecen con el mejoramiento general. Sin
embargo, muchas veces los terratenientes tienen un conocimiento defectuoso de esto.50Los
48
Smith plantea aquí lo que luego será nodal tanto en Ricardo como en Marx. La crisis para ambos tendrá
como génesis la “tendencia a la caída de la tasa de ganancia”.
49
Esto dará lugar en Ricardo a la teoría de la Renta Diferencial.
50
Evidentemente es impresionante acá la diferencia entre Smith y Ricardo.
24
La Ues Presidencia
intereses de los trabajadores también coinciden con el mejoramiento de la sociedad, ya que
de el depende el aumento de sus salarios.
Sin embargo, señala Smith, distinta es la situación con los capitalistas, ya que su
ganancia no aumenta con la mayor prosperidad: “La tasa de beneficio no aumenta con la
prosperidad, como la renta y los salarios, ni cae con la decadencia de la sociedad. Por el
contrario, es naturalmente baja en los países ricos y alta en los países pobres y es siempre
la más alta en los países que van más rápidamente hacia la ruina. Por lo tanto, el interés
de este tercer orden no tiene la misma conexión con el interés general de la sociedad como
aquel de las otras dos”. Y de allí se deduce entonces un consejo de política económica: “El
interés del comerciante…es siempre en algunos aspectos diferentes, e incluso opuestos, a
los del público. Agrandar el mercado y achicar la competencia es siempre el interés del
comerciante. Pero achicar la competencia…implica alcanzar, para su propio beneficio, un
absurdo impuesto sobre el resto de los ciudadanos. Cualquier propuesta de nueva ley o
regulación del comercio que venga de este origen debe ser siempre escuchada con gran
precaución, y nunca adoptada sino después de haber sido larga y cuidadosamente
examinada, no solo con la más escrupulosa, sino también con la más sospechosa
atención”.
El comercio exterior sirve, para Smith, para eludir “los límites del mercado que no
permiten que continúe la división del trabajo”. Esto posibilita aumentar la productividad y,
por lo tanto, el producto anual. Nótese la diferencia entre esta exposición de las ventajas del
comercio exterior con la que encontraremos en Ricardo. Hay una cierta tendencia a ver la
exportación de bienes en forma “keynesiana”, como si fuera necesaria esa actividad para
garantizar la demanda efectiva. 51En este punto Smith se estaría alejando de la ley de Say y
del supuesto de la plena ocupación de los recursos.
Como hemos señalado antes, Smith es un muy fuerte defensor del rol central del
mercado y, por tanto, contrario a la intervención del Estado en los mercados. Pero su
concepto de Estado no es un “ausente” como cierta lectura neoclásica del autor ha hecho
creer.
51
Hemos encontrado esta acotación en John Stuart Mill, quien ve aquí una contradicción en un Smith que no
es plenamente coherente con la teoría de la división del trabajo. Para Mill esa coherencia “reaparece” en los
planteos de Ricardo.
25
La Ues Presidencia
independientes; segundo, la obligación de proteger, tanto como sea posible, a cada
miembro de la sociedad de la injusticia y la opresión de los otros miembros de ésta; y
tercero la obligación de erigir y mantener ciertas obras e instituciones públicas, que no
pueden ser nunca erigidas ni mantenidas por el interés de ningún individuo, porque la
ganancia que se podría obtener de ellas nunca repagaría el gasto, aunque visto desde el
conjunto de la sociedad, hace mucho mas que repagar este gasto.
Nuestro recorrido por los tópicos de Smith llega a su fin. Es evidente que no hemos
sino “sobrevolado” algunos de los numerosos temas a los que se dedica el escocés. Llega el
momento, a modo de balance, de hacerse la pregunta crucial: ¿Dónde ubicamos a Smith y
su doctrina en el espectro ideológico? Es evidente que esta respuesta sólo puede
responderse en perspectiva histórica. Porque el palo en la rueda a la mano invisible de
mercado, ese estado que interviene y molesta, en Smith es el estado feudal del Antiguo
Régimen; es el Estado de los privilegios. Por eso nosotros invitamos a leer a Smith con
cuidado: con espíritu crítico, pero viendo todos los contextos en juego. Visto desde su
época, Smith está a la izquierda del espectro político. Lo mismo va a pasar con Ricardo.
Los economistas clásicos ingleses militan en esa tradición, no tienen que ver con la
reacción, sino con el progresismo. Son, como va a decir Marx años después, los portavoces
de una clase social en ascenso. Pero por supuesto ¿Qué pasa cuando esa clase social se
convierta en clase dominante? Aquí será donde los “usos” de los textos, den lugar a
violentos giros reaccionarios.
Bibliografía:
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