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Planteamiento de la cuestión
Seguramente no es del todo casual que el año 1776, en que Adam Smith publicó "
La Riqueza de las Naciones " - que puede con toda razón considerarse el momento
germinal del capitalismo - coincida con la fecha de la proclamación de la
independencia de los Estados Unidos. El capitalismo se levantó contra el fracaso
del intervencionismo y proteccionismo derivados de la doctrina mercantilista que
imperaba desde el siglo XV ; fracaso en cierto modo ya denunciado por los
fisiócratas franceses contra el colbertismo, al son de la famosa y tan denigrada
frase " laissez faire, laissez passer " que no era otra cosa que un llamamiento a la
eliminación de las trabas feudales al derecho del individuo a producir y a
comerciar.
eficacia ?
Capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera.
Acá hacemos una comparación entre dos países europeos, Suecia y Suiza, tal como
recientemente lo ha realizado el señor Nils - Eric Sandberg, editorialista del primer
diario sueco. Si acaso era Suecia la que se encontraba en mejor situación por la
abundancia de recursos naturales. Pues bien, el señor Sandberg apunta que después
de la guerra un franco suizo valía 0,9 coronas suecas : en junio de 1997 vale 5,65 ;
también que en 1970, la renta per cápita sueca era la tercera de la OCDE y la suiza
la segunda ; hoy, la suiza sigue segunda y la sueca ha caído al rango diecisiete. La
balanza de pagos suiza ha mostrado un superávit casi todos los años desde 1965,
mientras la sueca ha estado casi siempre en déficit. El paro en Suiza es del 5%,
mientras que en Suecia, sumando los desempleados oficiales, los inscritos en cursos
de formación, los prejubilados y los refugiados extranjeros, la cifra alcanza el 20% de
?
la población activa. El que la tasa aparente del crecimiento del PIB de Suecia haya
sabido encontrarse durante estos años por encima de la de Suiza sólo indica lo
engañosa que es una cifra que suma el gasto social del Estado como si todo él fuera
productivo. Para el señor Sandberg las causas inmediatas de este deterioro están
claras. Las causas remotas de estas tendencias son, para el señor Sandberg, el
colectivismo del Estado de bienestar, la ideología de la igualdad y la centralización
del poder político. La prosperidad de Suiza debe de tener alguna relación con la
división del poder.
El consumismo
Sin obstáculo para admitir que los individuos, lo mismo en una sociedad capitalista
que en una sociedad socialista, pueden comportarse egoístamente, lo cierto es
que el funcionamiento del capitalismo descansa en la generosidad, la
magnanimidad y el altruismo. George Gilder, el conocido autor de " Riqueza y
Pobreza ", dice textualmente : " El capitalismo empieza por dar. Es una manera
atractiva de expresar la célebre ley : " la oferta crea su propia demanda ",
debida al gran economista francés, Jean Baptiste Say, discípulo e introductor en
Europa de las teorías de Adam Smith y personaje más bien silenciado - hasta
que los modernos defensores de la teoría de la oferta lo ha sacado del olvido en
que yacía - a pesar de haber sido el primero en resaltar el papel del
empresario, situándolo en un lugar preferente en toda sociedad industrial, al
tiempo que distinguía entre el beneficio derivado de la actividad empresarial y
las rentas del capital o del trabajo. Gilder, glosando esta Ley de Say dice : La
producción capitalista se basa en la confianza ; confianza en el prójimo, en la
sociedad y en la lógica compensatoria del cosmos.
El propio interés.
Así, Milton y Rose Friedman, en su obre " Libres para elegir ", destacan el amplio
significado que hay que atribuir al concepto de interés propio. " La obsesiva
preocupación por el mercado económico - dicen los Friedman - ha dado lugar a
una angosta interpretación del interés personal como egoísmo miope, como el
exclusivo interés por las ganancias materiales inmediatas. Generosidad que no tiene
nada que ver, por supuesto, con la generosidad de que se llenan la boca los
partidarios de las " razones del corazón " cuando piden que el Estado - es decir, los
otros - atiendan generosamente a las necesidades de ciertos sectores de la
población, quedando ellos de esta forma exonerados de cualquier generosidad
personal que imponga sacrificio. De hecho, a medida que el Estado Benefactor se ha
ido desarrollando, con cargo al presupuesto y a los impuestos, incluido el
inflacionario, han ido mermando las manifestaciones de la generosidad personal -
virtud moral - de que está llena la historia de la humanidad.
La lucha contra la pobreza
Otro gran valor moral del capitalismo - y me parece que voy por el cuarto - es que es el
mejor sistema que existe para paliar el problema de la pobreza ; y digo paliar
porque pienso que la pobreza es imposible erradicarla completamente de este
mundo. No hace falta esforzarse mucho en explicarlas causas de esta pobreza
generalizada. Sin embargo, la existencia de la pobreza debe provocar seria
preocupación en cualquier persona que no sea insensible a la suerte de sus
semejantes. Pero, cuando se habla de la situación de ignominiosa pobreza en que el
capitalismo manchesteriano sumió a los niños que tenían que dormir junto a sus
máquinas y de las mujeres que empujaban las vagonetas en las galerías subterráneas
de las minas de carbón, se olvida la condición de absoluta indigencia en que las
multitudes se hallaban sumidas antes de la revolución industrial. Pero, sin olvidar
que estas situaciones son, desde luego, mucho más graves, y es más perentoria su
resolución, en las sociedades colectivistas ; ya que, insisto, cuando analicemos
cualquier crítica del sistema capitalista debemos recordar aquello que decía Maurice
Chevalier cuando le preguntaban su opinión sobre le vejez : " no está nada mal,
sobre todo cuando se la compara con su alternativa ". Esto es, la pobreza se debe a
la riqueza, lo que no deja de destilar cierta sensación de contradicción.
Países ricos, países pobres
Dentro de los valores éticos figura la justicia, si esta virtud se entiende como debe ser
entendida. Pero también aquí aparecen los contradictores. Con mucha frecuencia se
intenta justificar, éticamente, el socialismo diciendo que propugna realizar la justicia
social, cosa que no hace el capitalismo.
La apelación a la "justicia social" se ha convertido en el argumento más manido y eficaz en
la discusión política. Casi siempre que se pide la intervención del gobierno a favor de
determinado grupo, se hace en nombre de la justicia social; y si se logra que
determinada medida sea considerada imperativo de la justicia social, cualquier
oposición perderá rápidamente consistencia. Se podrá discutir si una medida concreta
es o no exigida por la justicia social. Nunca, sin embargo, se pondrá en duda que ésta
constituye el modelo al que la acción política deberá apuntar. Cabe afirmar, en
consecuencia, que probablemente no existe en la actualidad movimiento o
personalidad política que de buena gana no apele a la "justicia social" en apoyo de las
concretas medidas propugnadas.
Los pretendidos "derechos sociales