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Muy Buenos días, agradezco esta oportunidad de encuentro; tanto reflexivo como
expositivo. A nuestro anfitrión la Iglesia Ministerio de Fe y al Organizador La Fundación
Martin Luther King y, especialmente a mi amigo y uno de los referentes más significativos,
en lo que es la acción social y por qué no decirlo, la resistencia y confianza en la lucha
constante por un porvenir con mayor justicia y resiliencia para todos Roberto Parra
Vallette.
Les debo indicar esta presentación contendrá una breve introducción y clarificación sobre
lo que referirá, la que ya he empezado y, posteriormente en base a 4 puntos, abordaré
perspectivas de lo que a mi juicio constituye parte relevante del derrotero de la infancia en
Chile.
Por derrotero, debemos entender un concepto que no nace de la idea de derrota o
pérdida, ya que incurrir en este equívoco, sería perder su verdadera dimensión, ya que el
concepto, está asociado a un camino, rumbo o medio que permite alcanzar, dirigirse y
llegar a un fin propuesto, cosa que ustedes pueden confirmar a través de la revisión del
diccionario de la RAE.
1. La concepción de sujeto a persona y la profundización de las categorías de niño, niña y
adolescente.
La caracterización de un sujeto es un acto tanto reflexivo como práctico, vivencial y
administrativo.
Reflexivo porque requiere un análisis cognitivo para designar a otro, una relación asociada
a criterios prácticos de relación, vivencial en cuanto al contenido de esta misma que lo
sitúa en un tiempo, espacio y sentido para finalmente administrativo porque se traduce en
una clasificación de identidad(es).
Detrás de esta concepción legal y simbólica, un sujeto de derecho implica un tránsito
desde la cosificación del ser, hasta el reconocimiento de su esencia identitaria como una
integridad física y sicológica y también social; siendo portador de deseos, pulsiones y
razonamientos, perspectivas, evocaciones y melancolías, ansiedades, disfrutes y varias
otras características más que hablan de la necesidad y el derecho a la expresión, con
grados de conciencia diferenciados y en un proceso de desarrollo donde su lectura, no es
solamente desde una mirada de desarrollo sea cronológica o corporal, sino más bien
enfocada a definiciones esenciales de lo que es crecer y ser comprendido, por tanto
categorizado desde distinciones tales como de género, de autonomía, de relación y
negociación con el mundo de la autoridad en un sentido general.
Yendo desde lo familiar a las agencias de socialización secundaria y terciarias, por supuesto
convirtiéndose en un otro legítimo para el mundo de la adultez que construye o adhiere a
patrones, sean preconstruidos o internalizados desde el deber ser o categorías ideales
institucionalizadas.
Las garantías de derechos (BCN Ley Chile, 2022), representan los principios éticos de la
libertad y la justicia concordantes con la visión Ética de la Justicia (Rawls, 1971) respecto
de las democracias liberales o de aquellos que Kant designará como los imperativos
mínimos (Innenarity, 1995) y con posterioridad la Convención Internacional de los
derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes mandatara a los estados adherentes a
operacionalizar e integrarla en su propio ordenamiento social (BCN Ley Chile, 1990).
Sin embargo, este aspecto levanta en el derrotero, la necesidad de profundizar “el bien
superior del niño” junto con “la autonomía progresiva”, que constituyen principios
jurídicos, muchas veces en tensión con un ordenamiento y representación del mundo
adulto, basado principalmente en la deslegitimación de la razón de la infancia (UNICEF,
1991).
Los procesos de participación política en los espacios colectivos de toma de decisión que
ven como un foco institucional y principal a la escuela y, anteriormente incluso en los
espacios de sala cuna y jardín infantil, son condiciones sine qua non, las nuevas
características de lectura y tamizaje de lo que es ser NNA, deben interpelarse más allá del
clásico análisis evolutivo de niño a adolescente con ese “errático” tránsito llamado
pubertad.
Las políticas integrales, no solo son mecanismos de asistencia y caridad, sino más bien de
integración y preparación hacia una igualdad progresiva desde la mirada de las
competencias o lo que clásicamente podemos analizar como equilibrar las externalidades
del desarrollo para competir y enfrentar los desafíos de la vida desde condiciones objetiva
y subjetivamente con mayor equidad.
Las ciencias derivadas de la neurolingüística, por una parte nos han liberado de
determinismos biológicos, psicológicos y sociales tales como; el estado nutricional y su
afectación del desarrollo, el contexto del orden y el equilibrio emocional conforme al
desarrollo y pertinencia de estímulos o refuerzos y la disponibilidad de recursos y
estigmatizaciones sociales diferenciadas; todas sin duda, importantes y relevantes pero
que deben contemplarse desde una perspectiva resiliente, donde las cualidades del
desarrollo se juegan también desde un aspecto cerebral como articulador de otros
órdenes o discursos para el reconocimiento del poder del ser en la emoción, el apego y
desarrollo del medio para su vivencia o sea el cerebro.
Nada peor que una credibilidad de la competencia o la capacidad del otro (NNA),
sustentada en el miedo a su negación o la denuncia de su posible no reconocimiento, o
peor aún a la no inclusión de las propiedades o cualidades esenciales que permiten
entender que la palabra sujeto, debiera estar equiparada naturalmente con la de persona
de y con derechos, pero aún opera, desde una perspectiva del sujeto como déficit,
proveniente de la tensión de paradigmas adultocéntricos versus la emergencia de los
infanto y adolescéntricos.
2. Del diseño a la ejecución de una política que se mira en sus principios como un
sistema integral de derechos y garantías.
Como se señaló en el punto anterior, la CIDNNA, resulta ser un instrumento que instala
junto a un conjunto de derechos, una serie de principios que lo hacen operativo y que
además permiten progresivamente su tránsito desde la concepción de Derechos Humanos
a la de Derechos Fundamentales, es decir integrándolos, sino en forma directa en la
Constitución, (ya sabemos de experiencias fallidas con el proyecto Constitucional
rechazado por la ciudadanía anteriormente), por medio de la explícita igualación de nivel
normativo, derivada de un tratado internacional como en este caso opera con la
Convención.
Sin embargo, hoy el ritmo de la discusión como también la celeridad en la puesta en
marcha de las acciones dan cuenta que hacia el año 2023 superamos más de 2 décadas
desde la propia convención, constatando que el ritmo de los cambios da cuenta de una
tarea aún no acabada y en constante proceso de perfección.
Solo por poner un ejemplo, la separación del SENAME e implementación de dos servicios
especializados; es un proyecto que se encuentra en desarrollo.
Su ubicuidad en espacios ministeriales con énfasis y distinciones muy marcadas permite
que estemos saliendo de una fase embrionaria del proceso de garantías de derechos de la
infancia y adolescencia.
Sin duda, uno de los aspectos de mayor potenciamiento y fuerza del derrotero lo entregan
los programas de primera infancia, los que son un ejemplo al menos en la región y
referencia constante de protección, desarrollo y cambio cultural proveniente de un
proceso intencionado de política pública.
Además, con un fuerte esfuerzo por hacer del enfoque de la interdisciplina e
intersectorialidad, mecanismos reales y operativos para las áreas educación, familia y
social, salud, justicia y derechos humanos, hoy solo por destacar algunos.
Nombro esto, porque en una lógica de derrotero o la profundización de la capacidad
organizacional para alcanzar logros en esta perspectiva, es clara evidencia del cómo
proceder con un enfoque que entiende la focalización como criterio accesorio al proceso
que hoy día tiene carácter de principal y corresponde a una política universal y que habla
de las garantías de derechos como una situación con valor de incuestionable motor en la
transformación de lo social.
Quizás por defecto o por afecto profesional, no puedo perder noción del sistema de
protección de Justicia e Infancia y de la judicatura especializada de familia, que en el
primer caso aún tiene el desafío de la recuperación e identificación con el espacio y
territorio, ha tendido a proporcionar una especialización que puede dar garantías para las
situaciones más graves de vulneración y sembrar la reflexión de los valores básicos y las
prácticas asociadas a la crianza y el apego en que se sostiene el manejo de altas
complejidades que hoy se nos presentan a niveles de salud mental, nuevas experiencias de
la vivencia transicional de la infancia a la juventud, la mirada sociológica del integración de
la diversidad cultural sea en materia de género u origen étnico, al igual que el uso
placebos ante déficit notorios de socialización y afecto que inciden en el involucramiento
de niños y jóvenes con el universo de las drogas y las prácticas de la delincuencia.
En cuanto a la segunda, reconocer la ruptura de un genérico por un diálogo especializado
en estas materias y más afín con la autocomposición que la asistencia heterónoma en la
gestión de soluciones (detrás está los principios de la no discriminación y el tener voz y ser
escuchado).