Está en la página 1de 7

Derroteros de la infancia en un Chile de alta complejidad desde una mirada ético-política

Edmundo Mercado Cabrera

Abogado y Trabajador Social

MG Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos

Muy Buenos días, agradezco esta oportunidad de encuentro; tanto reflexivo como
expositivo. A nuestro anfitrión la Iglesia Ministerio de Fe y al Organizador La Fundación
Martin Luther King y, especialmente a mi amigo y uno de los referentes más significativos,
en lo que es la acción social y por qué no decirlo, la resistencia y confianza en la lucha
constante por un porvenir con mayor justicia y resiliencia para todos Roberto Parra
Vallette.
Les debo indicar esta presentación contendrá una breve introducción y clarificación sobre
lo que referirá, la que ya he empezado y, posteriormente en base a 4 puntos, abordaré
perspectivas de lo que a mi juicio constituye parte relevante del derrotero de la infancia en
Chile.
Por derrotero, debemos entender un concepto que no nace de la idea de derrota o
pérdida, ya que incurrir en este equívoco, sería perder su verdadera dimensión, ya que el
concepto, está asociado a un camino, rumbo o medio que permite alcanzar, dirigirse y
llegar a un fin propuesto, cosa que ustedes pueden confirmar a través de la revisión del
diccionario de la RAE.
1. La concepción de sujeto a persona y la profundización de las categorías de niño, niña y
adolescente.
La caracterización de un sujeto es un acto tanto reflexivo como práctico, vivencial y
administrativo.
Reflexivo porque requiere un análisis cognitivo para designar a otro, una relación asociada
a criterios prácticos de relación, vivencial en cuanto al contenido de esta misma que lo
sitúa en un tiempo, espacio y sentido para finalmente administrativo porque se traduce en
una clasificación de identidad(es).
Detrás de esta concepción legal y simbólica, un sujeto de derecho implica un tránsito
desde la cosificación del ser, hasta el reconocimiento de su esencia identitaria como una
integridad física y sicológica y también social; siendo portador de deseos, pulsiones y
razonamientos, perspectivas, evocaciones y melancolías, ansiedades, disfrutes y varias
otras características más que hablan de la necesidad y el derecho a la expresión, con
grados de conciencia diferenciados y en un proceso de desarrollo donde su lectura, no es
solamente desde una mirada de desarrollo sea cronológica o corporal, sino más bien
enfocada a definiciones esenciales de lo que es crecer y ser comprendido, por tanto
categorizado desde distinciones tales como de género, de autonomía, de relación y
negociación con el mundo de la autoridad en un sentido general.
Yendo desde lo familiar a las agencias de socialización secundaria y terciarias, por supuesto
convirtiéndose en un otro legítimo para el mundo de la adultez que construye o adhiere a
patrones, sean preconstruidos o internalizados desde el deber ser o categorías ideales
institucionalizadas.
Las garantías de derechos (BCN Ley Chile, 2022), representan los principios éticos de la
libertad y la justicia concordantes con la visión Ética de la Justicia (Rawls, 1971) respecto
de las democracias liberales o de aquellos que Kant designará como los imperativos
mínimos (Innenarity, 1995) y con posterioridad la Convención Internacional de los
derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes mandatara a los estados adherentes a
operacionalizar e integrarla en su propio ordenamiento social (BCN Ley Chile, 1990).
Sin embargo, este aspecto levanta en el derrotero, la necesidad de profundizar “el bien
superior del niño” junto con “la autonomía progresiva”, que constituyen principios
jurídicos, muchas veces en tensión con un ordenamiento y representación del mundo
adulto, basado principalmente en la deslegitimación de la razón de la infancia (UNICEF,
1991).
Los procesos de participación política en los espacios colectivos de toma de decisión que
ven como un foco institucional y principal a la escuela y, anteriormente incluso en los
espacios de sala cuna y jardín infantil, son condiciones sine qua non, las nuevas
características de lectura y tamizaje de lo que es ser NNA, deben interpelarse más allá del
clásico análisis evolutivo de niño a adolescente con ese “errático” tránsito llamado
pubertad.
Las políticas integrales, no solo son mecanismos de asistencia y caridad, sino más bien de
integración y preparación hacia una igualdad progresiva desde la mirada de las
competencias o lo que clásicamente podemos analizar como equilibrar las externalidades
del desarrollo para competir y enfrentar los desafíos de la vida desde condiciones objetiva
y subjetivamente con mayor equidad.
Las ciencias derivadas de la neurolingüística, por una parte nos han liberado de
determinismos biológicos, psicológicos y sociales tales como; el estado nutricional y su
afectación del desarrollo, el contexto del orden y el equilibrio emocional conforme al
desarrollo y pertinencia de estímulos o refuerzos y la disponibilidad de recursos y
estigmatizaciones sociales diferenciadas; todas sin duda, importantes y relevantes pero
que deben contemplarse desde una perspectiva resiliente, donde las cualidades del
desarrollo se juegan también desde un aspecto cerebral como articulador de otros
órdenes o discursos para el reconocimiento del poder del ser en la emoción, el apego y
desarrollo del medio para su vivencia o sea el cerebro.
Nada peor que una credibilidad de la competencia o la capacidad del otro (NNA),
sustentada en el miedo a su negación o la denuncia de su posible no reconocimiento, o
peor aún a la no inclusión de las propiedades o cualidades esenciales que permiten
entender que la palabra sujeto, debiera estar equiparada naturalmente con la de persona
de y con derechos, pero aún opera, desde una perspectiva del sujeto como déficit,
proveniente de la tensión de paradigmas adultocéntricos versus la emergencia de los
infanto y adolescéntricos.

2. Del diseño a la ejecución de una política que se mira en sus principios como un
sistema integral de derechos y garantías.
Como se señaló en el punto anterior, la CIDNNA, resulta ser un instrumento que instala
junto a un conjunto de derechos, una serie de principios que lo hacen operativo y que
además permiten progresivamente su tránsito desde la concepción de Derechos Humanos
a la de Derechos Fundamentales, es decir integrándolos, sino en forma directa en la
Constitución, (ya sabemos de experiencias fallidas con el proyecto Constitucional
rechazado por la ciudadanía anteriormente), por medio de la explícita igualación de nivel
normativo, derivada de un tratado internacional como en este caso opera con la
Convención.
Sin embargo, hoy el ritmo de la discusión como también la celeridad en la puesta en
marcha de las acciones dan cuenta que hacia el año 2023 superamos más de 2 décadas
desde la propia convención, constatando que el ritmo de los cambios da cuenta de una
tarea aún no acabada y en constante proceso de perfección.
Solo por poner un ejemplo, la separación del SENAME e implementación de dos servicios
especializados; es un proyecto que se encuentra en desarrollo.
Su ubicuidad en espacios ministeriales con énfasis y distinciones muy marcadas permite
que estemos saliendo de una fase embrionaria del proceso de garantías de derechos de la
infancia y adolescencia.
Sin duda, uno de los aspectos de mayor potenciamiento y fuerza del derrotero lo entregan
los programas de primera infancia, los que son un ejemplo al menos en la región y
referencia constante de protección, desarrollo y cambio cultural proveniente de un
proceso intencionado de política pública.
Además, con un fuerte esfuerzo por hacer del enfoque de la interdisciplina e
intersectorialidad, mecanismos reales y operativos para las áreas educación, familia y
social, salud, justicia y derechos humanos, hoy solo por destacar algunos.
Nombro esto, porque en una lógica de derrotero o la profundización de la capacidad
organizacional para alcanzar logros en esta perspectiva, es clara evidencia del cómo
proceder con un enfoque que entiende la focalización como criterio accesorio al proceso
que hoy día tiene carácter de principal y corresponde a una política universal y que habla
de las garantías de derechos como una situación con valor de incuestionable motor en la
transformación de lo social.

Quizás por defecto o por afecto profesional, no puedo perder noción del sistema de
protección de Justicia e Infancia y de la judicatura especializada de familia, que en el
primer caso aún tiene el desafío de la recuperación e identificación con el espacio y
territorio, ha tendido a proporcionar una especialización que puede dar garantías para las
situaciones más graves de vulneración y sembrar la reflexión de los valores básicos y las
prácticas asociadas a la crianza y el apego en que se sostiene el manejo de altas
complejidades que hoy se nos presentan a niveles de salud mental, nuevas experiencias de
la vivencia transicional de la infancia a la juventud, la mirada sociológica del integración de
la diversidad cultural sea en materia de género u origen étnico, al igual que el uso
placebos ante déficit notorios de socialización y afecto que inciden en el involucramiento
de niños y jóvenes con el universo de las drogas y las prácticas de la delincuencia.
En cuanto a la segunda, reconocer la ruptura de un genérico por un diálogo especializado
en estas materias y más afín con la autocomposición que la asistencia heterónoma en la
gestión de soluciones (detrás está los principios de la no discriminación y el tener voz y ser
escuchado).

3. Las tensiones para la eticidad de la adultez desde una perspectiva infanto y


adolescéntrica.
Existen una serie de actos y características que vengo en denominar, eticidad de la
adultez, correspondientes con la valoración de los discursos construidos sobre un ser
distinto a la infancia y adolescencia, uno que refiere de otro, desde un llamado a la
complementariedad pero en ocasiones con una representación construida desde la
oposición o negación de éste.
La crisis de autoridad e incluso la crisis intergeneracional, son cosas distintas, ya que en
este caso nos referimos al paradigma de la adultez desde el deber ser y la ejecución de una
manera concreta de roles, donde cada vez el tiempo se define en función de la excusa de
una disminución concreta de los espacios relacionales sea por las distancias propias del
mundo laboral o aquellas generadas por las redes sociales y la presencia de dispositivos
tecnológicos de cercanía virtual y física pero de alejamiento y desconocimiento emocional
paradojalmente.
Creo que parte esta crisis se refleja en el acomodo con la consignada “más vale el tiempo
de calidad que la cantidad de tiempo”, la que creo necesaria de reevaluar por aquella que
nos señale “vale más tiempo de calidad y en mayor cantidad”.
Las estructuras disipativas muestran como el desorden que incide en planos éticos no solo
genera caos y entropía sino también una oportunidad para los equilibrios y los sistemas
sociales por naturaleza abiertos, depuran mensajes y prácticas, en especial las de
justificación y representación de las ausencias como un estímulo a la autonomía.
El cuestionamiento desde esta perspectiva sobre la construcción del rol de adulto en un
sentido teatral manifiesta vivencia que operan desde la comedia a la tragedia, marcadas
por rupturas entre lo privado y lo público, lo doméstico y lo económico, lo diligente y lo
negligente y otras categorías más que podrían interpelar su fundamento sea en el control
normativo de la formación social de la adultez encontrando vemos dos fuentes
explicativas; por una parte una heterónoma, consignada en expectativas ideales y
responsabilidades delegadas, que muy bien la acción de programas y judicaturas,
ponderan como competencias básica que a nivel parental suponen internalizadas por sus
actores y por otra la vertiente intergeneracional, consignada en el espacio formativo de la
vivencia familiar propia de cada sujeto que modeliza, sea para adherir o rechazar las
prácticas y modelización de sus vivencias de y con la adultez.
Estas se dirigen especialmente sobre la relación con la infancia sea desde los roles
parentales, o bien complementarios, pero con alta incidencia en la formación de personas
de derecho, como el que ejerzan profesores/as, por ejemplo.
No es menor dar cuenta del déficit y segmentación de los espacios para el encuentro
intergeneracional, los que suelen ser pocos, al menos de forma intencionada en su diseño
a niveles tanto macro como microsociales.
Desde esta perspectiva, garantizar el derecho al juego, por medio de aquellos proyectos
que tienden a tener ciudades amistosas, debe pensarse con un diseño inteligente y con
una arquitectura e ingeniería, que impliquen los pasos de la integración de las diferencias
y diversidades, considerando también la intergeneracionalidad, vale decir la posibilidad de
interactuar entre adultos y niñas, niños y adolescentes.
Les invito a reflexionar sobre ¿cuál es el rol de un adulto en un parque? Alguno/a me
podría decir que, meramente el de cuidador o de actor pasivo, pero yo podría oponer a
ese accionar o rol, varios otros que suelen estar en una perspectiva de señalamiento o
estigmatización, que niegue el juego en condiciones de horizontalidad y posiciona al
adulto en una verticalidad de constante evaluación del riesgo y observación de este.
Es por eso que se valoran las nuevas tecnologías de juegos que, entre otras cosas, lo que
hacen es estimular el desarrollo motor, la capacidad de pensamiento por medio del
interactuar físico y también vivir una experiencia afectiva, ya no solamente la del control
sino, la de poder otorgar y darle un valor emocional a esa experiencia con cercanía y
fortalecimiento de habilidades afectivas expresivas.
No es menor encontrar los que los teóricos denominan “ese niño interior”, para recuperar
una eticidad de la adultez desde la mirada infantocéntrica y que no ofrezca un
cuestionamiento a la pérdida de roles adultos por el ejercicio de esta acción.

4. Los escenarios para el desarrollo de infancias ante vulnerabilidades y vulneraciones.


Un aspecto del derrotero, en tensión indudable contempla el hecho de reconocer las
vulnerabilidades de los sistemas de atención y tratamiento para aquellas infancias y
juventudes que han vivido vulneraciones graves de derecho.
En puntos anteriores, ya se ha sugerido la importancia de considerar las metodologías de
nuevo trato con NNA, basadas en enfoques teóricos que superan ya hace décadas, los
meros paradigmas de la protección y cobertura ante las necesidades básicas
particularmente de alimentación y abrigo, ya enfocados en niveles diferentes, sea en
cuanto necesidades de protección y seguridad emocional y autorrealización.
Entre estos últimos niveles fue fundante en el tránsito “de la tutela a la justicia”,
parafraseando la obra Jaime Couso, que da cuenta de los progresivos cambios en los
antiguos sistemas proteccionales, donde se fundía esta palabra con la sanción ante la
comisión de un delito y la imposibilidad de disponer de un dispositivo que garantizara el
principio de especialidad y la garantía fundamental y el derecho del debido proceso.
Me lleva esto a reflexionar y cuestionar, ¿si tenemos como sociedad el mal hábito de la
demora en función de un sentido reflexivo necesario para garantizar una buena operación
de política social o si meramente estamos hablando qué en los eslogans del estilo de “los
niños primero, la priorización por la infancia” o el similar de turno, solo hay una operación
comunicacional que puedan poner el tema en discusión y nada más, debido a que solemos
carecer de celeridad como sociedad, generando la imagen o representación de buenas
intenciones con una capacidad restringida de reacción.
Imagino escenarios futuros hacia el 2050 (solo faltan 28 años) y trato de pensar si serán los
mismos temas y desafíos los qué movilizarán los NNA, donde solo cambiará la forma del
contenido o bien, dónde estaremos evaluando la incidencia en las decisiones que
tomamos desde el discurso de personas que fueron objeto de las políticas actualmente en
tensión y ejercicio, verificando la real incidencia y cambios en una nueva generación
adulta.
La resiliencia individual y social, debiera ser la manifestación de una cultura pro infancia o,
de ella extraer los parámetros para poder medirla y distinguirla tanto en aspectos privados
como lo familiar y público como las judicaturas especializadas.
Puedo entender la normalización de vicios y la institucionalización de la desesperanza más
no aceptarlas, como también la utilización de las competencias derivadas de la resiliencia
como activadores de un cambio necesario bajo un soporte crítico y realista de la posición
ética y política con que debe pronunciarse y proyectarse la presencia social de los NNA.
Cuando hoy nos instalamos para hablar de un sistema de protección, fundado en un
sistema de garantías, favorecido por un sistema de derechos, vigilado por una judicatura
cuyos mandatos tienen reporte y acompañamiento, ya no solo en jurisdicción nacional,
sino que también internacional, tenemos que preguntarnos ¿qué está pasando con el
proceso internacional de la migración qué en materia de NNA?
El que solo puede ser comprendido desde una crisis humanitaria y con mi experiencia de
vida hace un par de años en Iquique y conversaciones con NNA, lo manejo con mucha
claridad.
Asimismo, las necesidades de reacción ante el acercamiento precoz con la cultura de
valorización de la droga y de la delincuencia con experiencia mucho más satisfactoria que
cualquiera de las que pudieran vivir en familia y con un estilo arrojado y desafiante ante
las normas donde la judicatura del encierro y la sanción es parte de un proceso asumido
previamente casi como una fatalidad necesaria para alcanzar un fin mayor.
No es baladí el hecho que ya hemos dividido el SENAME en dos servicios, ni tampoco que
de cada uno de éstos se levanten discursos sistémicos y se apele a una operación integral,
la que debe venir indudablemente, acompañada de la recuperación de la intervención en
el territorio, con una acción georeferenciada; espacial y culturalmente situada, pero
también con una tecnología coordinada entre los diversos sectores que ya naturalmente
operan en este espacio.
Hoy como sociedad, algo pasa cuando finalmente el crimen organizado, el imperativo del
narco y sus mandatos, marcan tendencia como las principales agencias de socialización y
expectativa de integración desde lo asocial a lo social, potenciando el temor del otro en la
expectativa de relación Infancia, adolescencia y adultez.
Esto marca parte del derrotero, ya a esta altura, el camino o ruta de desafíos para la
infancia en este Chile de alta complejidad.
Muchas gracias.

También podría gustarte