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Universidad de la Cuenca del Plata

Facultad de Psicología, Educación y Relaciones Humanas.

Trabajo Integrador

Alumnas: Rosso Ethel, Salinas Guadalupe, Sandoval Micaela y Sena Tatiana.

Grupo: 8

Carrera: Licenciatura en Psicología

Materia: Psicopatología

Ciudad de Corrientes

Fecha de entrega: 17 de junio de 2020.


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Introducción

En el presente trabajo se tuvieron en cuenta los textos y autores que consideramos más

pertinentes de la cátedra, además de nuestro posicionamiento personal, con el objetivo de lograr

una construcción teórica y una indagación que guarde relación con el video propuesto por la

cátedra: “Mesa redonda: encuentro 1975”, y permita así su análisis.

En esta conferencia, se exponen en un debate las diversas posturas más relevantes que posee

cada uno de los integrantes de la mesa, especialistas y profesionales de diferentes índoles, en

torno a la salud mental, la cuestión de las internaciones y los psicofármacos, la distinción entre

normalidad y anormalidad, la antipsiquiatría, etc. Todas estas cuestiones debatidas allí, nos

permitirán entonces llevar a cabo un análisis realizando un recorrido por los ejes temáticos de la

presente cátedra, como así también, desde luego, nos darán lugar y material para la reflexión

personal. 

Trabajo Integrador

Relacionar la trama discursiva con la locura parece ser una tarea de gran dificultad para

aquellos que intentan separarlas, conflicto que claramente se refleja en la discusión que tenían

los profesionales y especialistas en el encuentro de Mesa Redonda (1975).  Sin embargo, la

relación entre ambas y su mutua dependencia es algo de lo que podríamos dar cuenta utilizando

nada más y nada menos que el recurso de la historia.

“No niego que exista una persona que sufra padecimientos mentales, pero tenemos que

insertarla en un contexto particular que es la sociedad en la cual vivimos, que está regulada por

un sistema social que es el que nos impone qué somos y qué no somos”, afirmaba Franco

Basaglia (1975), psiquiatra y especialista en el estudio de instituciones psiquiátricas. Ahora bien,

teniendo en cuenta este planteo y en relación con “Historia de la locura” (1967), estamos en
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condiciones de decir que históricamente la locura siempre estuvo inserta en el ámbito de lo

social. De hecho, es muy interesante el análisis que hace el autor de cómo al final de la Edad

Media y a principios del Renacimiento, la locura y la razón se relacionaban “positivamente”,

pero en el siglo XVII el discurso cambia radicalmente, y la locura termina considerándose una

“sin razón”, siendo los enfermos excluidos y encerrados para ser tratados.

De esta manera y siendo que locura y sociedad están en estrecha relación, podemos entender

el cambio de perspectiva del que hablaba Foucault (1967) tomando el aporte de Marité Colovini

(2008) acerca de los criterios entre lo normal y lo patológico: uno de ellos, el ideológico, tiene

que ver con considerar la anormalidad como aquello que no se adecúa a una norma definida

como normal en un momento determinado. Por ejemplo en el Renacimiento, explicaba Foucault

(1967), la normalidad se adecuaba al dominio de la razón. Sin embargo, no todos los

profesionales de Mesa Redonda comparten este criterio ideológico: de hecho, el Dr. Calderón y

el Dr. Toledo se posicionan bajo un criterio de índole más estadística, considerando como normal

al promedio de la sociedad. Ahora bien, nos preguntamos, ¿cómo entender a este promedio que

define la normalidad? ¿En qué se basa dicho promedio y por qué hay una mayoría que se

comporta de “cierta forma”? ¿De qué se trata esta forma?

Teniendo en cuenta un criterio ideológico y pensando a la locura como inserta en una trama

social, como recalcaban en el debate Franco Basaglia y Thomas Szasz, podemos afirmar que no

todos logran adecuarse a la “forma”, al “promedio” que promueve la sociedad como normal. De

hecho, hay quienes huyen de esta realidad regida bajo el promedio, como es el caso de los

psicóticos. En este punto nos será de gran utilidad “Pérdida de realidad en neurosis y psicosis”

(1924), para comprender la relación entre la realidad y estos dos cuadros. En el caso de la

psicosis, el Yo huye de la realidad, se arranca de ella, y como compensación de esa pérdida,


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construye una nueva realidad que “ya no ofrece el mismo motivo de escándalo que la

abandonada” (Freud, 1924, p. 195). La realidad, por ende, es desmentida y sustituida por otra,

construida gracias al mundo de la fantasía, y logra sostenerse gracias a la alucinación. Pero no

solo ellos entran en conflicto con la realidad, también los neuróticos. Cada neurosis perturba de

algún modo el nexo del enfermo con la realidad, es para él un medio de retirarse de esta. La

pérdida de la realidad estaría dada de antemano en la psicosis, sin embargo, en la neurosis se la

evita. Además, en esta última tampoco faltan intentos de sustituir la realidad indeseada por otra

más acorde al deseo, esto es posible a través de las fantasías. En palabras de Marie Langer:

La locura es una huida de la realidad, ahora es una huida de la realidad que impone

determinada sociedad, huyen las personas que no pueden resistir ya sea por su historia personal,

sea por una situación global o sea también por factores físicos, hay un intercambio constante

entre la influencia de lo psicológico y lo somático y eso todo dentro de un contexto social.

Finalmente quisiera decir una cosa, primero el concepto de la locura, el psicótico, el loco, es una

persona sumamente angustiada, y lo otro, Freud sostuvo que todos nosotros tenemos nuestras

locuras, nuestros núcleos locos, y que entre el normal y el loco hay solamente una diferenciación

cuantitativa (1975).

Siguiendo con esta línea es de gran importancia preguntarse, tanto en la neurosis como en la

psicosis, ¿por qué se entra en conflicto con la realidad? S. Freud, en su texto “Manuscrito H”

(1895), presenta la diferenciación de las posiciones tanto psiquiátricas como psicológicas, es

decir, desde el punto de la psiquiatría la locura es considerada una perturbación en el orden de lo

intelectual, en cambio para la psicología, tanto las representaciones obsesivas como las

representaciones delirantes se categorizan como perturbaciones afectivas, y deben su intensidad a

un conflicto, un proceso psicológico. Estos conflictos tienen que ver con lo expuesto
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anteriormente por la Dra. Langer. Tanto la paranoia, como la histeria, la neurosis obsesiva y la

confusión alucinatoria, tienen que ver con un modo patológico de la defensa, por lo tanto, uno se

vuelve paranoico por las cosas que no tolera.

Teniendo en cuenta esta diferenciación entre las consideraciones acerca del porqué de la

perturbación, las cuales se ven también manifiestas en el debate, podemos comprender además

las distintas maneras de entender al síntoma y de realizar un diagnóstico. Las referencias

constantes a las clasificaciones y grupos que hace el Dr. Calderón, dan cuenta de una noción

sobre el síntoma que subyace: el síntoma como índice de una patología y disfunción, que permite

realizar una posterior clasificación. Síntoma que, según la medicina, debe ser suprimido

mediante, por ejemplo, los psicofármacos de los que se enorgullece el Dr. Toledo. Ahora bien,

esta concepción dista desde luego de la que sostienen los psicoanalistas de Mesa Redonda, que

entienden al síntoma como un retorno deformado y una satisfacción sustituida de lo reprimido.

En palabras de Mazzuca (2013): 

La posición del síntoma asume en el psicoanálisis una función diferente que en la psiquiatría

porque, sin dejar de constituir una forma patológica, construye un componente esencial y una

herramienta para la cura ya que por su intermedio y elaboración permite recuperar los elementos

inconscientes disociados por la represión (p. 71).

Ahora bien, estas diferencias entre las concepciones psiquiátrica y psicoanalítica que se

muestran en el debate, pueden ser situadas también en cuanto a la perspectiva acerca del

diagnóstico. Podemos nombrar dos tipos que se corresponden a cada concepción; por un lado el

diagnóstico descriptivo, aquel que corresponde particularmente a la psiquiatría, ya que sólo

busca introducir o encasillar a ciertos individuos dentro de una clase más amplia, dentro de una

clasificación en sentido nosográfica y apuntando fundamentalmente a la objetivación del sujeto;


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por otro lado encontramos el diagnóstico estructural; éste se adecúa mayormente al propósito del

psicoanálisis, en tanto implica delinear un trayecto para determinar cuál es la estrategia del sujeto

frente a la falta del Otro y de esta manera, la posición de la transferencia y la asociación libre.

Asimismo, indaga sobre la etiología de estos padecimientos, a saber, las posibles causas,

atendiendo principalmente a lo singular y subjetivo de cada persona. Entonces podríamos decir,

tomando los señalamientos de Marité Colovini (2008), que, dentro de la lógica médica, nombrar

(diagnosticar) es otorgar universalidad al individuo, es decir situar a alguien dentro de un

conjunto que lo universaliza. En cambio, en psicoanálisis, se trata justamente de singularidad, es

decir algo de aquello que es lo más propio, lo más singular, lo que lo diferencia: la perturbación

“afectiva”, su propio conflicto afectivo, trayendo a colación lo que menciona Freud en su

Manuscrito H (1895) y a lo que hace referencia la Dra. Langer al hablar de no tolerar la realidad.

Desarrolladas estas diferencias entre ambas posturas, cabría preguntarnos el porqué de las

mismas. ¿A qué se debe el hecho de que la psiquiatría no considere la verdad del síntoma o que

diagnostique descriptivamente? ¿Qué subyace bajo el uso de los psicofármacos y el encierro en

los hospitales mentales? En este punto resulta conveniente traer a colación una ética de la que

habla Mazzuca (2013), que es aquella a la que responden, por ejemplo, el Dr. Calderón y el Dr.

Toledo: la ética utilitarista, que brega por el bienestar, pero a escala social, ética que sostiene una

organización capitalista, parafraseando al autor. Un claro ejemplo de la misma es el momento en

que el Dr. Toledo advierte que dejar sueltos a los psicóticos supondría un problema legal que

debe evitarse. Claramente, el “evitar” pasa por el proteger a la sociedad y asegurar su bienestar y

orden. De esta manera, podemos entender los reclamos que hace la posición anti psiquiátrica de

Franco Basaglia o Thomas Szasz, quienes recalcan que el encierro tiene que ver en realidad con

un miedo, con una custodia y con un control, no con una cura en sí.
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Estas diferencias teóricas y las distintas posturas frente al encierro en hospitales mentales que

exponen los especialistas en el debate nos llevan a pensar, entonces, que la salud mental

concebida desde la psiquiatría tiene que ver con una ética utilitarista donde tener salud mental se

liga estrechamente con el hecho de resultar útil para la sociedad y encajar con el orden de la

misma para no perturbarla. Sin embargo, el psicoanálisis y su “verdad del síntoma” no coincide

con esta ética, ya que le otorga valor a los síntomas en vez de encerrarse únicamente en la

pretensión de suprimirlos y supone un tratamiento sin límites de tiempo o cronologías que no

responde al bienestar social sino al del paciente. En este sentido, la psiquiatría y el hecho de no

aceptar la afectividad como causa de la enfermedad supondría, entonces, una reducción de costos

necesaria para la sociedad utilitaria de hoy en día, opuesta a la singularidad a la que apunta el

psicoanálisis.

Ahora bien, es en este marco de diferencias, que surge un giro discursivo radical en los años

60’s y 70’s: si la psiquiatría pasó por una larga evolución desde Pinel y Esquirol hasta las

clasificaciones de Kraepelin y las críticas de las mismas, una nueva perspectiva completamente

opuesta tiene lugar en la historia y en este debate de Mesa Redonda, una postura que agranda el

“Espacio Psico” del que hablaba Filippini y que vemos reflejada sobre todo en los postulados de

Thomas Szasz, Franco Basaglia y Eliseo Verón: la antipsiquiatría. Denunciando los procesos y

éticas subyacentes de la psiquiatría a la que el Dr. Calderón y el Dr. Toledo le son fieles, aquella

que destaca el valor de los psicofármacos y la internación, estos especialistas relativizan la

concepción de normalidad como lo hizo Foucault (1967) al indagar los discursos de las distintas

épocas, de hecho no es casual que el auge de las teorías de este autor haya tenido lugar en la

época en que surge el movimiento de la antipsiquiatría, es decir, en un contexto de revoluciones,


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de posmodernidad, de antimilitarismo y reivindicación, que entiende al encierro como un modo

de control para perpetuar un orden social determinado. 

Analizando esta última postura con la psicoanalítica del Dr. Caruso y la Dra. Langer, es

inevitable encontrar relaciones. El hecho de relativizar la locura y la normalidad no es idea

exclusiva de la antipsiquiatría, de hecho es más propia de Sigmund Freud que de alguien más:

recordemos que fue este autor quien, al indagar el Caso Schreber, plantea (en oposición a la

psiquiatría) que el conflicto primario de Schreber era volverse mujer, y que en todo caso el

delirio del contacto con Dios y de devolver la bienaventuranza al mundo era el punto de

estabilización del delirio, es decir, la construcción de una nueva realidad que realizó Schreber,

donde ser mujer no supondría un conflicto porque estaría justificado divinamente, parafraseando

a Freud (1911). De esta manera, ¿podemos afirmar que Schreber es “anormal”? ¿O acaso sería

más conveniente decir que simplemente no toleró la normalidad impuesta por la sociedad y se

defendió de ella con una defensa patológica para la cual se encontraba predispuesto?

Inevitablemente, la sociedad parece intervenir incluso cuando se quieren utilizar criterios

estadísticos y orgánicos.

Conclusión

El debate analizado en el presente trabajo nos ha brindado un claro reflejo del “Espacio Psico”

que describía Filippini, de hecho, Mesa Redonda es un encuentro de diferentes logos y

perspectivas que entre sí suponen conflictos. Sin embargo, como decía la autora: “si quedarán

planteados sólo como una contradicción, perderíamos la posibilidad de percibir su génesis”

(Filippini, 2008, p. 53). Es decir, cada postura ha contribuido de una forma u otra con el

conocimiento que se tenía en un momento determinado: la psiquiatría nacida con Pinel les da un

estatuto médico a las patologías que hasta ese entonces eran religiosas y míticas, los aportes de
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Freud le dan una merecida cuota de verdad a la patología y las denuncias de la antipsiquiatría

ponen en tensión los discursos sociales que sostienen a la psiquiatría en sí. Es decir, en la

diferencia, todas las posturas confluyen y se retroalimentan constantemente. 

De esta manera podemos concluir, entonces, afirmando que así como estas posturas se han

cuestionado la realidad y han producido un cambio en ella, nosotras como futuras profesionales

de la salud mental deberíamos realizar las mismas puestas en tensión de los discursos que nos

rodean, para así encontrar aquellos puntos de fragilidad que requieren evolución, entendiendo,

desde luego, que la misma es posible únicamente mediante el diálogo y la puesta en común de

diversas perspectivas como las que tuvieron lugar en el encuentro de Mesa Redonda. 

Referencias bibliográficas

Círculo Psicoanalítico Mexicano (23 de octubre de 2015). Mesa redonda: Encuentro. 1975- Parte

1 (desarrollo de la antipsiquiatría) [video de Youtube]. Recuperado de

https://www.youtube.com/watch?v=7Hig8J9gBeo

Colovini, M. (2008). Introducción a Psicopatología. Uader.

Filippini, S. (2008) Psycopathos del Logos. En Comisión de Papel (Ed.). Revista de

Psicoanálisis (pp. 42-57). Montevideo: Ñacate.

Freud, S. (1924). La pérdida de la realidad en la neurosis y la psicosis. En Obras Completas.

Vol. XIX (1984). Buenos Aires: Amorrortu editores.

Freud, S. (1895).  Manuscrito  ‘H’. Paranoia.  En Obras completas. Vol. I (1986). Buenos Aires:

Amorrortu editores. 

Freud, S.  (1911). Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (Schreber). En Obras

Completas. Vol. XII (1986). Buenos Aires: Amorrortu editores.


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Foucault, M. (1967). Historia de la locura en la época clásica. Bogotá: Fondo de cultura

económica.

García Urcola, M. I. (2003). Diagnóstico descriptivo versus estructural. Desclasificar. Función

del diagnóstico en psicoanálisis. Cuadernos de psicoanálisis Nº 2. Asociación de

psicoanálisis de La Plata.

Historia de la Antipsiquiatría [ficha de cátedra]. Recuperado de

https://drive.google.com/file/d/1K-vRU7qMD3hCrq6PM2UnDVOwETXJJZrB/view?

usp=sharing

Mazzuca, R., (2013). Ética, psicopatología y psicoanálisis (Lo normal y lo patológico). En F.

Schejtman. (Ed.), Psicopatología: clínica y ética. De la psiquiatría al psicoanálisis.

Buenos Aires: Grama.

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