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NUESTRA PERIMERA ESCUELA…

Un aspecto que muchos olvidamos es el hecho que la etapa de desarrollo


intrauterino tiene un enorme impacto en el bienestar futuro de los niños,
marcándolos a fuego. El útero se transforma en un ambiente modelador del
epigenoma del feto, afectando el desarrollo del cerebro de formas muy variadas.
Similarmente, este ambiente resulta preponderante en el establecimiento de
huellas epigenéticas, que trazarán las rutas de salud o enfermedad de las
personas cuando éstas ya sean adultas. Este ambiente intrauterino es
especialmente permeable a las circunstancias gasseteanas que vive la madre. Es
así como es muy frecuente la exposición del feto al estrés prenatal (estrés de la
madre que incluye depresión y ansiedad). De hecho, alrededor de un 10% de las
mujeres embarazadas tiene un diagnóstico de trastorno depresivo mayor, un 20
% presenta síntomas depresivos y un 25% presenta síntomas de ansiedad
clínicamente relevante.[1],[2],[3] La evidencia indica que estos problemas de salud
mental de la madre no solo afectan su propia salud y bienestar durante el
embarazo, sino que también tiene efectos perjudiciales para la salud tanto física
como mental de sus hijos por nacer.[4],[5]

Las observaciones anteriores se corresponden con lo que podríamos esperar en


el contexto de la teoría de los Orígenes del Desarrollo de la Salud y la
Enfermedad (DOHaD).[6] Según esta teoría, la exposición del feto a las
adversidades ambientales (vividas por la madre) puede alterar el entorno de
desarrollo del feto de forma tal que puede dañar los órganos que se están
desarrollando, así como también alterar los sistemas de retroalimentación
fisiológica y, por lo tanto, aumentar el riesgo de problemas de salud física y
mental en la vida posterior.

Estudios realizados tanto en humanos como en modelos animales han


demostrado que las perturbaciones en la vida temprana, especialmente en la
ventana de desarrollo crítico de la vida intrauterina, tienen efectos de
programación sobre la salud en la vida posterior. Un creciente cuerpo de
literatura ha demostrado que el estrés materno prenatal puede afectar
adversamente a una variedad de procesos del desarrollo de los recién nacidos,
que perdurarán durante toda la infancia, persistiendo hasta la edad adulta.

Aunque los mecanismos biológicos que median la asociación bienestar de la


madre y su salud con la programación epigenética de la salud y la enfermedad
de los hijos por nacer aún no están totalmente esclarecidos, existe evidencia que
permite afirmar que en los mecanismos pueden estar involucradas
modificaciones epigenéticas fetales, como las modificaciones en la metilación
del ADN fetal. Igualmente, estaría involucrada la transferencia transplacentaria
de células de la madre hacia el feto, así como la transferencia de diferentes
mediadores epigenéticos (ej., miARNs).[7]

Durante el desarrollo embrionario y fetal los diferentes estímulos ambientales


remodelan nuestro genoma en términos epigenéticos y nos “programan” para
enfrentarnos a un determinado mundo, determinadas circunstancias
gasseteanas. Sin embargo, si ese mundo no se corresponde con el que vivimos
durante nuestra etapa intrauterina, se producirían alteraciones que tarde o
temprano nos provocarían problemas de gravedad variable.

Todos queremos, deseamos, la felicidad de nuestros hijos, que sean sanos al


nacer, que puedan desarrollarse en plenitud en un contexto de bienestar. Que
puedan acceder a un sistema educacional que les permita desarrollarse en un
contexto biopsicosocial inundado de relaciones dinámicas y recíprocas con sus
pares y con sus cuidadores principales, padres y maestros. Sin embargo, muchos
de esos logros dependen casi por completo de nuestra estadía en el vientre
materno, de las circunstancias gasseteanas de nuestros padres, especialmente
las de nuestra madre. Podríamos afirmar que nuestra primera escuela nos
“enseña” a enfrentarnos de la mejor manera posible con aquello que nos
relacionaremos después de nacer. Por ello ¿a qué estamos dispuestos para lograr
que nuestros futuros hijos aprueben con honores ese proceso natural de
enseñanza?

[1] Dennis CL, Falah-Hassani K, Shiri R. Prevalence of antenatal and postnatal


anxiety: Systematic review and meta-analysis. Br J Psychiatry. 2017;
210(5):315-23.

[2] Bennett HA, Einarson A, Taddio A, Koren G, Einarson TR. Prevalence of


depression during pregnancy: systematic review. Obs Gynecol. 2004;103:698–
709.

[3] Marcus SM, Flynn H a, Blow FC, Barry KL. Depressive symptoms among
pregnant women screened in obstetrics settings. J Womens Health (Larchmt).
2003;12(4):373–80.
[4] Grote NK, Bridge JA, Gavin AR, Melville JL, Iyengar S, Katon WJ. A
Meta-analysis of Depression During Pregnancy and the Risk of Preterm Birth,
Low Birth Weight, and Intrauterine Growth Restriction. Arch Gen Psychiatry.
2010;67(10):1012–24.

[5] Van den Bergh BRH, van den Heuvel MI, Lahti M, Braeken M, de Rooij
SR, Entringer S, et al. Prenatal developmental origins of behavior and mental
health: The influence of maternal stress in pregnancy. Neurosci Biobehav Rev.
2017; S0149-7634(16)30734-5.

[6] Peter D.Gluckman, Tatjana Buklijas and Mark A. Hanson. The


Developmental Origins of Health and Disease (DOHaD) Concept: Past,
Present, and Future. The Epigenome and Developmental Origins of Health
and Disease. Chapter 1. 2016, Pages 1-15

[7] Vania Januar, Gernot Desoye, Boris Novakovic, Silvija Cvitic, Richard
Saffery. Epigenetic regulation of human placental function and pregnancy
outcome: considerations for causal inference, American Journal of Obstetrics
and Gynecology, Volume 213, Issue 4, Supplement, 2015, Pages S182-S196,
ISSN 0002-9378.

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