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Mauricio Hidalgo-Ortega
“El cerebro solo aprende si hay emoción”. Este aforismo es casi una ley en los
foros de educación y de neurociencias aplicadas al aprendizaje… y diría casi
una verdad revelada para algunos. Sin embargo, creo necesario hacer algunas
precisiones al respecto. Precisiones que me ayudarán a entender esta supuesta
“verdad” y espero que a usted también lo ayude.
Ahora bien, si llevamos las emociones al dominio del aprendizaje, diríamos que
el aprendizaje surge como consecuencia de las experiencias que el organismo
vive, experiencias significativas que resultan de las percepciones que se
construyen a modo de decodificaciones de los estímulos que nos inundan,
emocionándonos. Decodificaciones que dependen de experiencias previas. Es
decir, las experiencias crean nuevas experiencias y en este proceso las memorias
crean nuevas memorias. Esto, en definitiva, nos lleva a pensar que las
emociones que viviremos están supeditadas a las emociones que hemos vivido,
y éstas están supeditadas a las memorias que hemos heredado de nuestros
ancestros. Y si las experiencias son diferentes, es muy probable que no nos
emocionemos con los mismos estímulos… y eso lo he vivido en carne propia.
FINALMENTE
Es muy poco probable que pueda lograrse aprendizaje si los estimulos que
recibimos no guardan alguna relación de coherencia con nuestras experiencias
y nuestras memorias. No olvidemos que la memoria es una transformación
plástica que se relaciona con una representación mental de una
experiencia y la capacidad de poder evocarla cuando nos enfrentamos a
estímulos que despiertan en nosostros algún sentimiento. Algo así como el
“Punctum”2.
2
El Punctum de una fotografía es ese azar que en ella me despunta, surge de la escena como una flecha que
viene a clavarse y despierta algún sentimiento.