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APRENDIZAJES Y EMOCIONES

Mauricio Hidalgo-Ortega

“El cerebro solo aprende si hay emoción”. Este aforismo es casi una ley en los
foros de educación y de neurociencias aplicadas al aprendizaje… y diría casi
una verdad revelada para algunos. Sin embargo, creo necesario hacer algunas
precisiones al respecto. Precisiones que me ayudarán a entender esta supuesta
“verdad” y espero que a usted también lo ayude.

¿QUÉ SON LAS EMOCIONES?

Las emociones son estados afectivos que experimentamos, reacciones


subjetivas al ambiente que vienen acompañadas de cambios orgánicos de origen
innato, influidos por nuestras memorias epigenéticas heredadas - instintos - y
moldeadas por nuestra experiencia. Además, las emociones se activan cada vez
que detectamos algún cambio del entorno que nos resulta significativo. Este
hecho las convierte en un proceso adaptativo de interés evolutivo. Tiene como
característica una alta plasticidad y capacidad para evolucionar, desarrollarse y
madurar. Por ello decimos que las emociones no son procesos estáticos, sino
que van cambiando en función de las demandas del entorno. Su principal
función es la organización de toda nuestra actividad, recluta a los restantes
procesos psicológicos como la percepción, la atención, la memoria, el
pensamiento, la comunicación verbal y no verbal.

Podemos señalar que las emociones se construyen a partir de cimientos que


llamamos instintos; los instintos son las fundaciones sobre las cuales construimos
una casa, sin ese cimiento no serían posibles las emociones y los sentimientos. Las
emociones son prácticamente los mismos instintos, pero de rango más alto. Y el
sentimiento, a su vez, es la emoción más alta. Normalmente sentimiento se define
como emoción en conjunto con pensamiento, es decir, emoción consciente.

Los mecanismos cerebrales de la conducta emocional, tales como los que se


ponen en marcha durante el miedo, la búsqueda de alimento o el deseo sexual,
aparecieron muy temprano en la evolución animal y se han conservado durante
la evolución de los vertebrados, entre los que se cuenta el ser humano. Si bien
no es posible inferir que la emoción que se provoca ante una situación de miedo
sea percibida de igual modo por el ser humano o por otro animal, los patrones
de conducta que se evocan en los animales son muy parecidos. Por ello,
podemos asumir que una parte importante de los procesos cerebrales que
determinan tales conductas serían similares en todas las especies animales.

Además, las evidencias apuntan a que nuestras decisiones o respuestas frente a


determinados estímulos están subordinados, al menos inicialmente, a
operaciones inconscientes. Como especuló acertadamente Freud, la consciencia
es solo la parte final de un sistema de operaciones cerebrales mucho más
amplio. Hay que señalar, además, que al ser los mecanismos neurales de las
emociones evolutivamente más primitivos que los de los procesos cognitivos,
se ponen en marcha de manera inconsciente de un modo más inmediato. De ahí
que los procesos cognitivos estén más sometidos a las emociones que a la
inversa y que puedan, en determinadas circunstancias, verse avasallados por
éstas. 1

Las emociones juegan, además, un papel importante en la determinación de


conductas futuras y sus trastornos pueden dar lugar a graves alteraciones del
comportamiento. Finalmente, no hay razón para asumir a priori que los
componentes conscientes de las emociones son mas importantes que los
inconscientes, para lo que parece es el objetivo, en términos de la evolución de
los seres vivos, de la aparición de los mecanismos cerebrales de las emociones,
y que no es sino la supervivencia de la especie a través de la evitación del
peligro, de lesión corporal o muerte, la obtención del alimento y la reproducción
sexual. En tal dirección, tan importante o más son la taquicardia o las actitudes
motoras defensivas que se ponen en marcha con la emoción de manera
automática, y que ayudan decisivamente a la huida o la lucha del animal, como
las percepciones conscientes de miedo.

En nuestra existencia, marcada en un el contexto dinámico, de multiples


interacciones con el ambioma, podríamos imaginarnos como un nodo de una
red de redes de interacciones multidimensionales, de una red que además es
dinámica y que evoluciona en su campo de relaciones espacio temporales. En
este modelo, el ser humano está sujeto a las mismas “fuerzas” que moldean a
todos los seres vivos, donde las memorias inter y transgeneracionales son clave
para crear nuevas soluciones de continuidad, en una constante metamorfosis de
emociones y razones. Así, en la metamorfosis de nuestras vidas, las “fuerzas”
que gobiernan nuestras acciones y decisiones se ven inundadas con nuevas
1
SOON, CH. S., BRAAS, M. and HAYNES, J-D. (2008). Unconscious determinants of free decisions in
the human brain. Nature Neuroscience. 11: 543-545.
memorias, nuevos instintos, nuevas emociones, nuevas percepciones y nuevas
motivaciones. Por ello, no cabe duda que las emociones cambian en el
transcurso de la vida. Diríamos que las emociones crean nuevas emociones. Y
los objetivos de la cambiante emoción, pueden corresponder a otro medio por
el cual la maduración biológica incorpora experiencias ambientalmente
específicas en el desarrollo del cerebro, en un contexto de cambio y adaptación;
es decir, evolución.

EL APRENDIZAJE COMO PREDICTOR DE CAMBIOS

Es fundamental comprender que el aprendizaje es una característica


generalizada, valiosa en la medida en que favorezca la adaptación dinámica de
los organismos a su cambiante entorno. Además, es inherente a lo vivo e
involucra dos acciones que se oponen y, a la vez, se complementan: recordar y
olvidar. En términos evolutivos el aprendizaje habría surgido como una
solución de continuidad que permitiría “amortiguar” los constantes cambios del
entorno.

Ahora bien, si llevamos las emociones al dominio del aprendizaje, diríamos que
el aprendizaje surge como consecuencia de las experiencias que el organismo
vive, experiencias significativas que resultan de las percepciones que se
construyen a modo de decodificaciones de los estímulos que nos inundan,
emocionándonos. Decodificaciones que dependen de experiencias previas. Es
decir, las experiencias crean nuevas experiencias y en este proceso las memorias
crean nuevas memorias. Esto, en definitiva, nos lleva a pensar que las
emociones que viviremos están supeditadas a las emociones que hemos vivido,
y éstas están supeditadas a las memorias que hemos heredado de nuestros
ancestros. Y si las experiencias son diferentes, es muy probable que no nos
emocionemos con los mismos estímulos… y eso lo he vivido en carne propia.

La figura siguiente se representa, de forma esquemática, el hecho de que la


satisfacción que se produce el comprobar que se ha aprendido o comprendido
algo, gracias a una motivación gatillada desde la emoción, provoca nuevas
emociones positivas como resultado de la realimentación que recibe el sistema
límbico. Esto nos lleva a querer aprender más y así a sentir más satisfacción
(gratificación). En este ciclo, la dopamina es una sustancia clave de nuestro de
sistema de gratificación cerebral y cuando es posible activarlo, nuestro
comportamiento se ve reforzado, consiguiendo nuevas emociones positivas.
Sin embargo, el esquema no da cuenta de nuestras memorias ontogénicas,
intergeneracionales y transgeneracionales. Es decir, las emociones que surgen
ante esos primeros estímulos están supeditados a nuestros instintos, herencias
transmitidas por nuestros ancestros mediante marcas epigenéticas inter y/o
transgeneracionales. Por ello, nuestras memorias conforman nuestro yo, lo que
somos y lo que podríamos llegar a ser. Como señalo Karl Rogers: “He llegado
a creer que los únicos conocimientos que pueden influir en el comportamiento
de una persona son aquellos que él mismo ha descubierto y los ha hecho suyos”.
Por eso resulta tan difícil hacer nacer en otros una actitud, un valor, que para
uno mismo es estimable, a no ser que ellos hayan tenido en sus vidas
experiencias similares.En definitiva, con cada aprendizaje generamos una nueva
experiencia humana, que es más que una mera vivencia. Fundamentalmente, es
esa relación consciente y reflexiva que hemos vivido sea con un hecho o con
una persona. Es una relación que nos ha implicado y hasta transformado
interiormente.

FINALMENTE

Es muy poco probable que pueda lograrse aprendizaje si los estimulos que
recibimos no guardan alguna relación de coherencia con nuestras experiencias
y nuestras memorias. No olvidemos que la memoria es una transformación
plástica que se relaciona con una representación mental de una
experiencia y la capacidad de poder evocarla cuando nos enfrentamos a
estímulos que despiertan en nosostros algún sentimiento. Algo así como el
“Punctum”2.

En definitiva, sin emociones no habrán aprendizajse y sin aprendizajes no


habrán emociones.

2
El Punctum de una fotografía es ese azar que en ella me despunta, surge de la escena como una flecha que
viene a clavarse y despierta algún sentimiento.

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