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BelenSanchezFlores EstherC
3
Bella’ Macciardi
cherrykane Taywong
claudiavero Vickyra

Revisión Final
Bella’

Diseño
Larisa
Contenido
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6 4
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Epílogo
Sobre la Autora
Sinopsis
De vez en cuando, justo a mitad de una vida ordinaria, el amor nos da un
cuento de hadas.

Vi esa cita sobre cuentos de hadas bordada en un lienzo decorativo en


una tienda de decoración. Honestamente, me molesta. La propaganda
minorista que tiene como objetivo promover las ventas cuando cualquier chica
soltera de la ciudad podía decirles que venderían más si en su lugar ofrecían
Manten tus pantalones puestos, idiota.
Pero está bien. De todos modos, no tengo espacio para decoraciones.
Y no tengo tiempo para distracciones. 5
Por eso estoy ignorando la distracción que me mira en este momento. El
que parece que pertenece a una campaña publicitaria. El que tiene los labios
carnosos y la sonrisa engreída. El que se niega a mirar hacia otro lado incluso
cuando le doy mi ceño que dice ninguna manera.
El que ahora mismo se dirige en mi dirección.
Para Lauren,
Gracias por mandarme mensajes durante tus aventuras en Starbucks.
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1
De vez en cuando, justo a mitad de una vida ordinaria, el amor nos da un
cuento de hadas.

Vi esa cita sobre los cuentos de hadas bordada en un lienzo decorativo en


una tienda de decoración. No lo compré porque no tengo un hogar donde
ponerlo. También porque no creo en los cuentos de hadas. Honestamente, me
molesta. La propaganda minorista que tiene como objetivo promover el amor.
¿No me crees? No pude encontrar un solo cartel decorativo que dijera: De vez
en cuando, justo después de mudarte con tu prometido, te das cuenta de que
está durmiendo con otra persona.
Nop. Ni uno. De acuerdo, eso es más específico, pero no es como si
pudiera encontrar uno que dijera No lo necesitas o Mantén tus pantalones 7
puestos, idiota. Y viendo cómo en Home Stop tenían cuatro pasillos dedicados a
basura de boda y cero alcoholes, creo que su agenda era clara.
Está bien. Porque mi agenda también está clara.
Ser ascendida.
Obtener mi propio departamento, o al menos mi propio dormitorio.
No distraerme con una cara bonita con una gran polla.
Todo esto es más difícil de lo que esperías y te daré las cuatro razones por
lo que lo es.
Ciudad.
De.
Nueva.
York.
Yo también crecí viendo Sex and the City. Lo entiendo. Nueva York parece
romántico y lleno de promesas. La Gran Manzana. La ciudad que nunca
duerme. El lugar del que están hechos los sueños. Si puedes llegar hasta aquí,
puedes hacerlo a cualquier lugar.
Es la única ciudad del mundo donde puedes comprar un cupcake en una
máquina expendedora, conseguir comida Tailandesa como Pad Thai entregada
a domicilio a las tres de la mañana y lavar la ropa en una lavandería automática
de veinticuatro horas con detergente orgánico y wifi gratis.
Las atuendos para matar y los zapatos que cuestan más que el pago
mensual promedio de la hipoteca de los estadounidenses, se exhiben
regularmente en las mismas aceras en las que los perros orinan.
Lo que no anticipas es pagar setecientos dólares al mes para compartir un
apartamento de una habitación con otras tres chicas. Literas, en caso de que te
preguntes.
O un trabajo en marketing que es tan básico que mis deberes no equivalen
a mucho más que la captura de datos.
O el conocimiento de que no puedes permitirte el increíble envío de
alimentos a medianoche, y que incluso los cupcakes de las máquinas
expendedoras deben ser presupuestados en tus gastos mensuales de alimentos.
Es por eso que vine a Nueva York en primer lugar, porque las posibilidades
son infinitas aquí. En realidad, eso es una mentira. Vine a Nueva York porque mi
prometido estaba aquí. Brad, mi ex. Sigue aquí, pero ya no es mi prometido. Se
graduó un año antes que yo y consiguió un trabajo en la ciudad de Nueva York.
El plan era que lo seguiría cuando me graduara, y lo hice.
No me di cuenta que el plan incluía que él durmiera con otras mujeres 8
mientras esperaba.
En nuestro apartamento, nada menos. Un apartamento al que lo ayudé a
mudarse mientras él hablaba de cuán genial sería el espacio para los dos. Era un
gran apartamento. Realmente lo disfruté durante las pocas semanas que viví allí.
Durante las pocas semanas en las que todavía pensé que teníamos un futuro
juntos.
Mirando hacia atrás, no estoy segura de cómo no lo vi antes.
Mirando hacia atrás, debería haber sido tan claro, pero obviamente mis
corazonadas son una mierda. Había estado tan ansioso de que me mudara a
Nueva York. Hablando de las cosas que haríamos una vez que llegara aquí,
dejándome espacio en el armario para no acostumbrarse a usarlo antes que yo
me mudara. Solo seis meses antes de mudarme, cuando había estado en casa
por Navidad, mencionó que el siguiente año me llevaría a ver el árbol de
Navidad en el Rockefeller Center.
No llegamos al año siguiente. Ni siquiera logramos pasar el verano antes
de darme cuenta que debería haber escuchado mis entrañas. Antes
comprender que el par de bragas que encontré en su apartamento no fue un
error cometido por su servicio de lavandería. Antes de reconocer que no había
necesidad de excusarse para las llamadas entrantes de los números agendados
como “Brady” o “Chip”, a menos que en realidad fueran “Brandys” o “Christines”.
Mi error.
Cuando empaqué dos maletas y tomé un vuelo directo a LaGuardia hace
un año, pensé que sabía hacia dónde se dirigía mi vida. El hecho de que me
mudaba con dos maletas por mi cuenta después de ayudar a Brad a llevar sus
cosas a través de cuatro estados debería haber sido mi primera pista de que
estaba equivocada. Pero está bien porque Nueva York también es un lugar de
nuevos comienzos, de renovación y renacimiento, y mi historia aún no ha
terminado. Ni siquiera cerca.
Además, sé que dos maletas parecen escasas, pero mencioné la situación
del compañero de habitación, ¿verdad? Las chicas de las literas superiores
comparten una cómoda, las chicas de las literas inferiores tienen el espacio
debajo de las camas. El ligero equipaje resultó ser un pronóstico preciso de mi
futuro.
En serio, en serio necesito mudarme.
No me malinterpretes, es un lugar agradable. Un edificio con ascensor en
West Village. No está mal, solo está abarrotado. Aunque para ser justos, una de
las chicas es una azafata y, a veces, no la vemos por un par de días, lo cual es
una gran ventaja en el tiempo del baño.
Pero aun así. 9
Tengo metas. Me gradué en Iowa. La Universidad, no el estado. Vamos
Hawkeyes. Sé que tengo que avanzar en la escalera corporativa y puedo
hacerlo. Lo haré. Tengo que hacerlo. Principalmente porque los préstamos
estudiantiles no son broma y no quiero volver a Iowa. Porque la ciudad de Nueva
York, a pesar de todos sus defectos, es realmente mágica. Sin límites. La energía
es una vibra tangible que sientes todos los días, una sacudida más efectiva que
cualquier cafeína.
Paso página y todo eso. Encontré el apartamento en Nueva York a través
de una vieja amiga de la universidad, que es una de las compañeras de cuarto.
Ella es una perfecta talla cuatro. Aparentemente, algunas mujeres tienen una
talla cuatro, pero no perfectamente. Tampoco lo entiendo, pero significa que le
pagan cien dólares la hora por ser una modelo en forma. Solo en Nueva York,
¿verdad? Es un gran trabajo… cuando puedes conseguirlo. Resulta que la
mayoría de las modelos en forma no trabajan cuarenta horas a la semana; mi
compañera de cuarto solo agenda de seis a ocho horas a la semana, por lo que
tiene que complementarlo siendo camarera.
Encontré el trabajo a través de nuestra otra compañera de cuarto. Ella
estaba saliendo con un chico que trabajaba en el departamento de TI y me dijo
que había vacantes en marketing. Conseguí el trabajo y él recibió un bono de
referencia de quinientos dólares. Dos semanas más tarde, contagió a mi
compañera de cuarto con clamidia y se separaron. Es exactamente tan
incómodo como lo imaginé cuando lo veo en el trabajo, lo que
afortunadamente no es frecuente.
Me ofrecieron dos trabajos esta semana, pero tenía una muy buena
sensación con respecto a este, así que fui con mis instintos.
Terminé con una supervisora que es una pesadilla total. Yupi por mi
increíble intuición.
Pero es una buena compañía. Hay mucho espacio para avanzar y
necesitaré uno o dos ascensos si alguna vez voy a conseguir mi propio lugar.
Por eso no puedo distraerme con el chico atractivo que acabo de ver
mirándome desde Starbucks.
A veces me detengo aquí de camino a casa del trabajo. Derrocho en un
café negro y uso su wifi gratuito y disfruto de la paz y tranquilidad mientras
blogueo. Sé que técnicamente un Starbucks en Manhattan no es tan pacífico o
tan silencioso, pero a diferencia de mi apartamento, aquí nadie intentará hablar
conmigo.
Está girando su teléfono en su mano y no hace ningún intento para no ser
atrapado mirándome. Sonrío educadamente tipo Puedo verte mirándome y
deja caer su teléfono en su regazo. Su entrepierna más específicamente. Y, miro.
Por supuesto que miro. Y luego me sorprendo a mí misma mirando y suelto una 10
carcajada, la cual debe ser realmente fuerte porque tres personas se vuelven
para mirarme. ¿Sabes de algún tipo de auriculares que silencien tu propio ruido?
Ups.
Es realmente atractivo. Y en Nueva York, los modelos están en todas partes.
Parece que entra en la categoría: Menos de treinta años, en forma, atractivo y
engreído. Literalmente. Y se ve como un tipo que vería en una valla publicitaria
para colonia de hombres o algo así.
Una esbelta mujer se desliza en el asiento vacío frente a él y comienza a
hablar a un kilómetro por minuto. También parece una modelo. Alta, delgada,
hermosa y vestida como si acabara de salir de un casting. Su cabello oscuro
recogido en una coleta baja y sus delicados dedos están libres de esmalte al
agitarlos mientras habla. Aparte su mirada de la mía por un momento para
saludarla antes de dirigirla de nuevo hacia mí.
Me rio de nuevo, un poco sorprendida de que ignore a la hermosa criatura
que tiene en frente para participar en cualquier coqueteo extraño que crea que
está haciendo conmigo. Ahora sonríe completamente, a mí, mientras la chica
sigue parloteando.
Levanto una ceja hacia él con incredulidad.
Él levanta la suya en respuesta.
Solo sacudo la cabeza y me sonrojo.
Este tipo es como cuatro niveles más sexy de lo que estoy acostumbrada
a lidiar. La chica finalmente se da vuelta para ver qué es lo que lo tiene tan
distraído y me sonríe.
Oh, demonios, no… Apuesto a que son una de esas parejas pervertidas
que buscan un unicornio. Ya sabes, ¿una chica soltera dispuesta a unirse a una
pareja existente para un trío? No me gusta eso, no importa cuán atractivo sea.
Definitivamente no. Dirijo mi atención de nuevo a mi portátil y a la publicación
del blog en el que estoy trabajando. Ignóralo, me digo a mí misma. Concéntrate
en lo que viniste a hacer aquí.
Lo que vine a buscar aquí es a un poco de paz y tranquilidad, así puedo
terminar esta reseña para mi blog de libros. Entonces me golpea. El libro que
acabo de terminar era sobre un trío, y me encantó. Estallo en carcajadas otra
vez. Oh, la ridícula ironía. Pero, oye, solo porque me gusta leer sobre algo no
significa que quiera hacerlo.
Cuando vuelvo a mirar, la chica se ha ido y él todavía está allí. Esta vez
levanta una ceja y luego se para y se dirige en mi dirección.
Bajo los ojos a la pantalla y me doy cuenta que estaba a la mitad de hacer
una ilustración gráfica para la reseña. Una ilustración realmente atrevida con tres
personas semidesnudas. ¡Oh, joder, aborta! Cierro la tapa de mi portátil medio
segundo antes de que se detenga en mi mesa. 11
—No pude evitar fijarme en ti —dice a modo de saludo.
Apuesto, que lo pensé.
—Es agradable ver a una mujer hermosa sin miedo a reír —continúa y me
atrapa por sorpresa. Aquí no es adonde pensé que se dirigía la conversación.
—¿Gracias? —digo, pero sale más como una pregunta que como una
afirmación.
—De nada —responde—. Pero no deberías sonar tan incómoda cuando
recibes un cumplido.
Parpadeo, un poco insegura de cómo asimilarlo.
—¿Cuál es tu nombre?
—Lauren —me encuentro diciéndole, pero no estoy segura de por qué. Mi
nombre para los morbosos es Samantha. ¿Por qué le di mi verdadero nombre?
—Lauren —repite con un asentimiento—. ¿Te importaría si te hiciera una
pregunta?
—Um, está bien —respondo. Oh, mierda. Me va a invitar a un trío ahora.
No estoy lista—. Espera —espeto.
—¿Espera? —Me sonríe, y maldición si no tiene los hoyuelos más lindos. Los
hoyuelos son supuestamente una deformidad genética y me pregunto si eso
perjudica su modelaje. Probablemente no, porque de alguna manera es
adorable y erótico al mismo tiempo. Probablemente le pagan extra por ellos. Me
pregunto si están asegurados.
—Bueno, primero deberías decirme tu nombre también. —¿Esa es la mejor
línea que puedo encontrar? Pésimo.
—Max —responde con una pequeña inclinación de cabeza y una
expresión de desconcierto en su rostro.
—Bueno. —Asiento. Y porque realmente no tengo ningún juego, me
encojo de hombros y suelto—: ¿Qué?
—¿Qué estabas mirando en línea que te había embelesado tanto?
—Oh. —Miro hacia mi portátil cerrada y regreso a él—. Soy una blogger.
Estaba trabajando en la reseña de un libro. —Asiente y noto que tiene el cabello
ligeramente mojado, como si acabara de salir del gimnasio. Es oscuro y sus ojos
son del tono de azul más seductor. Aun así, no haré un trío. No, de ninguna
manera.
—¿Qué tipo de libros lees?
—Obscenidades en su mayoría —dejo escapar antes de pensarlo mejor.
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Siento que mi rostro se calienta mientras él sonríe.
—No hay nada de malo en leer algunas obscenidades, Lauren. Pero es
aún mejor realizarlas.
Santo. Infierno.
Luego me guiña un ojo, se da la vuelta y se va.
Solo en Nueva York, ¿verdad? Y santa mierda, ahora estoy caliente y
molesta y ni siquiera puedo irme a casa y masturbarme porque el apartamento
siempre está ocupado. ¡Siempre! Y nunca he podido liberarme con éxito en la
ducha, maldita sea.
Estrecho mis piernas mientras abro mi portátil nuevamente. Realmente
necesito mi propio lugar.
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Me despierto a la mañana siguiente antes que mi alarma, como de
costumbre. Siempre hay alguien entrando y saliendo del dormitorio por las
mañanas. Por suerte, el baño de este apartamento está fuera de la sala de estar,
por lo que reduce un poco el ruido. También mantenemos una mesa de tocador
en lugar de una mesa de cocina para crear una zona de peinado y maquillaje,
manteniendo el baño despejado tanto como sea posible.
Pero alguien está en el baño ahora, así que tendré que esperar. No es gran
cosa. Planeo mi rutina matutina alrededor de esto, así cuando suena mi alarma,
presiono el botón de repetición y me estiro bajo las sábanas para esperar.
En retrospectiva, es el momento exacto en que este día se va a la mierda.
Porque de alguna manera, inconcebiblemente, en un apartamento
compartido con otras tres chicas, me despierto una hora más tarde en completo 13
silencio. Y ahora llego tarde. Muy tarde.
—¡No, no, no, no, no! —murmuro mientras tiro las sábanas y me caigo de
la cama. Me caigo porque estoy arriba en la litera y no tengo tiempo para usar
la escalera y oh, mierda, ¿cómo es que mi vida incluye una escalera para entrar
y salir de la cama?
Mis pies golpean el suelo, pero uno cae sobre un calcetín y mi pie resbala
hasta que mi dedo meñique golpea el cajón de leche que mi compañera de
litera ha estado usando como mesita de noche. Hago esa cosa rara que uno
hace cuando se lastima antes de maldecir, cosa que hago después. ¿Cómo?
¿Cómo siquiera hice eso? Me levanto por un segundo mientras hago los cálculos
sobre cómo voy a llegar a trabajar a tiempo. Luego corro a la ducha y
agradezco a los dioses del agua que está caliente antes de saltar adentro.
Salgo en menos de un minuto, sin lavarme el cabello. No hay tiempo.
Rociaré un poco de shampoo en seco y aprovecharé al máximo. Tengo un
registro perfecto en el trabajo. Siempre llego a tiempo, siempre soy confiable, y
no necesito arruinar eso hoy. Especialmente cuando estoy solicitando ascensos.
Además, mi jefa es una perra del peor grado. Estoy bastante segura de
que me odia, así que no le voy a dar nada para usar contra mí. De ninguna forma
ni manera. Solo tengo que pagar mis deudas y luego ser promovida de su
departamento. Dedos cruzados.
Dientes cepillados, pantalones puestos, blusa abotonada y estoy volando
por la puerta. Y... el elevador tiene dos tiras de cinta amarilla de precaución
formando una X en las puertas. De acuerdo, Lauren. Solo respira, tienes esto. Seis
pisos no son tantos. Abro la puerta de la escalera y mantengo una mano en la
barandilla mientras bajo tan rápido como mis pies se mueven, mis zapatillas de
correr golpeando los escalones de cemento y haciendo eco a través del hueco
de la escalera. No tengo tiempo para preocuparme por el alboroto que estoy
haciendo, estoy contando mis bendiciones de que solo son seis pisos.
Empujando la puerta para abrirla en la planta baja, tiro mi bolso por mi
cuerpo y corro hacia el metro. Creo que todavía tengo esto, siempre y cuando
los trenes estén funcionando a tiempo, lo haré con unos minutos de sobra.
Estoy a dos minutos de mi carrera cuando recuerdo que olvidé agarrar mis
zapatos de oficina en el camino a la puerta. Maldita sea, espero tener un par de
zapatos planos en mi cajón de la oficina o estaré atrapada en ellos todo el día y
mi jefa hará un comentario sarcástico sobre las elecciones de zapatos de los
milenials mientras finge que es una broma.
No, no será una broma. Y sí, usaré zapatos que cuestan más que mi alquiler.
¡Pero lo voy a hacer a tiempo, para que ella pueda joderse! Suspiro aliviada
mientras corro bajando las escaleras hacia la estación de la calle Catorce y
cruzo los torniquetes a tiempo para tomar mi tren. Una vez que lo hago, obtengo 14
un asiento y me pongo a trabajar. Primero saco un cepillo de mi bolsa y me
pongo a domar mi cabello rubio en una perfecta cola de caballo con mucho
volumen y un mechón de cabello enrollado alrededor de la liga y lo sujeto con
una horquilla. Vi un video en línea una vez y ahora puedo hacerlo sin un espejo
y en movimiento cuando sea necesario.
Mi maquillaje lo realizo a través de un espejo compacto y termino antes de
llegar a mi parada. Luego camino otras cinco cuadras hacia mi oficina. En
Manhattan se llama caminar, pero en cualquier otro lugar este ritmo se
consideraría un trote. Reviso mi teléfono cuando estoy a una manzana de
distancia (el edificio está en mi punto de mira) y sonrío. Lo hice.
Incluso tengo el tiempo justo para tomar un café de la tiendecita ubicada
al lado de mi edificio, siempre que no tengan fila. Solo cobran un dólar por el
café, lo cual incluso yo puedo pagar, y cuando me acerco a la puerta y no veo
ninguna fila, estoy tentada a chocar los talones de mis deportivas. ¡No hay fila!
¡Todavía tendré mi café de la mañana! Lo cual realmente marca la diferencia,
¿sabes? Cuando no tengo tiempo para detenerme o la fila es demasiado larga,
me despisto toda la mañana. Necesito esa taza como un bebé necesita un
biberón. Es como una taza de zen para superar mi mañana, sin importar lo que
la jefa me arroje.
Ves, hoy es totalmente mi día porque la vida es todo lo que haces de ella.
Podría estar enojada por dormir demasiado, pero no. Llamaré a eso dormir y aun
así llegar a tiempo a mi trabajo. Un triunfo total, yaju, pienso mientras doy un
vistazo a la hora y tomo la manija de la puerta de la cafetería.
La puerta no se mueve porque está bloqueada. Mi cerebro registra esto al
mismo tiempo que registra la pegatina naranja de ocho por diez pegada a la
puerta. La que dice Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York con
una gran marca de verificación junto a "cerrado por violaciones al código de
salud" que no puede ser posible porque ayer compré café aquí. Y el día anterior
a eso. Y el día anterior a eso.
Espera.
Oh, mierda. Yo tomo café aquí todos los días.
En un lugar cerrado por violaciones del código de salud. Bueno, eso es
genial.
Caminando a la otra puerta, deslizo mi identificación para pasar seguridad
mientras me pregunto si el café puede estar contaminado. Puede, ¿verdad?
¿Igual que las bacterias en las máquinas o algo así? No importa, estoy bien. Mi
estómago está bien. Creo. Puede que necesite convencerme a mí misma de
que son problemas estomacales fantasmas hipocondríacos, pero
probablemente estoy bien.
Necesito un reembolso en este día y ni siquiera son las nueve de la 15
mañana.
Suspiro antes de darme una charla de ánimo. Está bien, Lauren. Este día
solo puede mejorar. No hay otro lugar donde ir, bla, bla. Trabajo en marketing,
así que sé que todo depende de cómo lo voltee y ya he determinado que hoy
es un buen día para un buen día, así será. Voy a tener un buen día así me mate.
3
Puede que simplemente me mate.
—¿Quieres que haga qué? —Miro fijamente a través del escritorio de mi
jefa en estado de shock. Seguramente estoy malentendiendo algo, porque no
hay manera posible de que esté escuchando correctamente.
—Quiero que vayas a Times Square y repartas algunos folletos, Lauren. ¿Así
fue claro?
Odio la forma en que dice mi nombre. Ni siquiera me gusta escuchar que
mi nombre salga de su boca, pero el tono en el que lo dice empeora las cosas.
Y ella siempre lo agrega innecesariamente en las oraciones para intimidarme. La
gente normal no repite tu nombre en una conversación porque es innecesario.
—¿Tuviste una larga noche? Pareces un poco fuera de juego hoy, Lauren.
¿El fin de semana ha comenzado antes para ti? 16
¿Ves lo que quiero decir?
Ella sonríe cuando lo dice, pero no lo dice en serio. Porque es una perra.
Eso es todo lo que hay.
—No, mi fin de semana no ha comenzado antes. Estoy un poco
confundida acerca de por qué los turistas en Times Square estarían interesados
en una oferta en Budget Bridal Stop en Brooklyn. Pero tengo algunas ideas sobre
cómo podemos alcanzar mejor al público espectador —empiezo, pero eso es lo
más lejos que puedo llegar, porque me interrumpe.
—No pedí tu opinión, Lauren. Si estás interesada en una carrera aquí,
debes aprender a seguir instrucciones. El equipo solo puede tener un líder y esa
soy yo.
A veces me pregunto si ella era una perra de bebé. Creo que
probablemente lo era.
—Ahora entiendo que probablemente esta no sea la tarea más desafiante
que se te haya encomendado y puedo ver que no estás entusiasmada con eso,
pero es necesario hacerlo y espero poder confiar en que lo manejarás como una
profesional.
Me trago las palabras "vete a la mierda" y coloco una sonrisa falsa en mi
rostro mientras me pongo de pie.
—Tendrás que cambiarte aquí y que el servicio de taxi te deje en Times
Square. La caja de los volantes es demasiado pesada para caminar —añade,
una gran sonrisa que cualquier otra persona pensaría que es genuina, pero yo sé
que no.
—Claro —grito mientras deslizo el portatrajes de la parte superior de la
puerta de su oficina y la doblo sobre mi brazo mientras me preparo para salir de
su oficina.
—Y esto no debería tomar más de dos horas, Lauren. Por favor, no
desperdicies todo el día en eso, ¿de acuerdo?
Me muerdo el labio y asiento mientras salgo de su oficina. Me detengo en
mi escritorio para llamar al servicio de taxis que la compañía usa para recoger a
alguien y luego me dirijo al baño de mujeres para cambiarme.
Y esa es la historia de cómo termino en Times Square con un vestido de
novia.
A. La. Mierda. Mi. Vida.
Este día es una mierda. Una completa y absoluta mierda y he terminado
de intentar darle la vuelta. ¡Hecho! Es un buen día para que nada sea lo que es.
¿Sabes ese viejo dicho? ¿No eres tú, soy yo? No soy yo. Este día apesta.
Oh, Dios, este era probablemente un vestido de muestra. Probablemente
17
ya lo hayan probado cientos de veces y ahora lo llevo puesto y está sudado y
asqueroso.
Tengo que tragarme el nudo en la garganta para no llorar. Cuando dejo
la oficina con un vestido de novia casi me muero. Sé que es Nueva York y la
gente debería estar acostumbrada a ver cualquier cosa, pero eso no ayuda
cuando eres tú. Y una mujer que pasea por el vestíbulo de un edificio de oficinas
con un vestido de novia tendrá algunas miradas extrañas.
Caminar alrededor de Times Square a mitad de un viernes con un estúpido
vestido blanco no es mucho mejor.
No es algo que habría elegido si hubiera llegado tan lejos en la
planificación de mi boda antes de botar el prometido. Mi madre y mi dama de
honor se habrían ido conmigo y me habría probado algo parecido a una imagen
que había arrancado de una revista. Hubiera practicado caminando por el
pasillo y me pondría de puntillas para tener una idea de cómo se vería la longitud
con los tacones. Hubiera girado un poco para tener una idea de cómo se
movería el material y cómo se sentiría al rozar mis piernas.
Podría haber sido estilo princesa con mangas de encaje de tres cuartos de
largo y detalle de encaje a juego sobre el corpiño. O tal vez un vestido de baile
con una blusa de novia. Posiblemente línea A con un escote en V y una cinta de
raso alrededor de la cintura. No hubiera sido este vestido. No este vestido de
gasa de corte imperio y con finos tirantes que llevo actualmente.
Dejo caer la caja de volantes a mis pies y la pateo antes de agarrar una
pila de la parte superior. Al menos estoy usando mis deportivas. Mira, todo
sucede por una razón. Estas deportivas son como un pequeño regalo del
universo en este momento.
—¡Gran venta de vestidos de novia! —grito a un par de mujeres que
caminan cerca, pero ni siquiera giran la cabeza. Bueno, ese es un gran
comienzo. Logro repartir un par de docenas antes de que me pregunten cuál es
mi tarifa. Por noche. Porque el chico piensa que soy una prostituta.
Le digo que se joda y contemplo la posibilidad de buscar un nuevo trabajo,
que se jodan las buenas compañías. Esto es ridículo.
Estoy agarrando otro puñado de volantes cuando uno de los policías de
Nueva York se me acerca. Si esto termina en arresto, definitivamente renuncio.
Siempre podría mudarme a Hawai y ser camarera. Tengo mucha experiencia de
cuando la universidad. Buscaría un restaurante al aire libre frente al mar para
trabajar y ganaría más que ahora, además disfrutaría de una vista de un millón
de dólares y del aire fresco del océano. Bien, puede que haya fantaseado con
esto una o dos veces y haya hecho una o más horas de investigación. Visualizar
una vida de pantalones cortos y chanclas durante todo el año es mi escape. 18
—Señorita, no puede actuar aquí. Debe moverse a una de las zonas azules.
—Señala una sección de pavimento cubierto de pintura azul.
—¿Qué? —pregunto, mirando hacia el área a la que está apuntando.
Estoy vagamente familiarizada con los grupos disfrazados de personajes y artistas
callejeros que trabajan por propinas en Times Square restringidos a zonas
designadas.
—No soy un artista callejero —le digo sacudiendo la cabeza—. Solo le estoy
diciendo a la gente sobre una venta en Budget Bridal Stop. —Sostengo un
volante—. ¿Ve?
—Solicitaciones en la zona azul, señorita. Muévase antes de que tenga que
darle una multa.
¿Solicitaciones? ¡No estoy solicitando! Espera, tal vez estoy. ¿La publicidad
de una tienda de novias cuenta cómo ventas? Mierda. Recojo mi caja y camino
hacia la zona azul mientras me pregunto cuánto cuesta un boleto de ida a
Honolulu.
Probablemente más que yo.
Estoy en la zona azul por menos de cinco minutos antes de que un idiota
disfrazado de superhéroe intente ligar conmigo. Literalmente no puedo hacer
esta mierda.
Veinte minutos después recibo mi primer consejo. Un turista deja caer una
moneda en mi caja cuando pasa. Estoy a punto de gritarle que no soy un artista
callejero cuando me doy cuenta.
Salí de la oficina sin mi bolso.
Sin mi teléfono.
Sin mi tarjeta de metro.
Sin alguien para regresar.
Ese es el momento exacto en que empiezo a llorar. No soy un completo
desastre, no empiezo a sollozar, pero mis ojos se llenan de lágrimas, así que me
concentro en un letrero de neón gigante que anuncia el último éxito de
Broadway para tratar de distraerme del saber que se trata de una caminata de
siete kilómetros de regreso a la oficina desde Times Square. No es que sea
incapaz de caminar tanto; es la idea de caminar en un vestido de novia. Va a
ser un infernal paseo de la vergüenza, eso es seguro.
—¡Oh, ella está haciendo artes escénicas!
Parpadeo y me concentro en la mujer parada frente a mí. Aplaudió y tiene
una amplia sonrisa en su rostro, mirándome como si acabara de descubrir un
Koala en medio de la jungla de concreto que es la plaza peatonal en Times
Square.
19
—¿Qué se supone que eres? ¿Una novia abandonada?
Empiezo a negar con la cabeza, pero cuando lo hago, una solitaria
lágrima se libera y rueda por mi mejilla. Mierda.
La mujer asiente y parece satisfecha de que me haya descubierto.
—Muy bien hecho. Dale un dólar, Frank.
Bueno, entonces, ahora puedo agregar “artista callejera” a mi currículum.
Malditamente fantástico. Me limpio la lágrima de la mejilla y hago cuentas.
Tengo un dólar con veinticinco. Creo que un solo viaje en el metro cuesta tres
dólares si no mal recuerdo. Es más barato obtener una MetroCard y comprar un
pase mensual, así que eso es lo que normalmente hago. Entonces el problema
fue resuelto, ¿verdad? Solo necesito un par de propinas más y puedo tomar el
metro de vuelta a la oficina. Todavía es embarazoso, pero el metro está lleno de
personajes extraños, así que la gente probablemente solo piense que soy una
stripper camino a un show. En cualquier caso, me llevará de vuelta a la oficina
mucho más rápido.
No creo que pueda pagar el alquiler actuando en la calle porque me lleva
otros veinte minutos recoger dos dólares. Una vez que lo hago, llevo el resto de
los folletos a la basura. Mi jefa puede joderse.
No es que vaya a decirle eso.
En voz alta. En mi cabeza, se lo digo todo el tiempo.
Además, nunca va a saber que arrojé el resto de los volantes.
Normalmente no haría algo tan poco ético, pero seamos sinceros: estoy casi
segura de que ella hizo este trabajo solo para molestarme, y repartí la mayoría
de ellos. O más de la mitad, que es más.
Me pregunto si el Budget Bridal Stop si quiera es un cliente.
Recojo el material del vestido por debajo de mi cintura y lo levanto unos
centímetros para no tropezarme mientras camino por los peldaños del metro
para poder subirme al tren Uno al West Village. Compro una tarjeta de pago por
viaje con mis ganancias por mendicidad y me quedo con la moneda que me
sobra. Bien por mí.
Según los monitores, el tren llegará en tres minutos. Me han silbado dos
veces y he recibido otra oferta de sexo pagado justo en el tiempo que tardé en
comprar un boleto, así que me muevo lo más posible y trato de ocultarme en la
pared mientras espero llegar al tren.
Tengo curiosidad acerca de la oferta sexual. Me pregunto qué querían y
cuánto estaban dispuestos a pagar. ¡No es que lo hubiera hecho! Por supuesto
que no. Pero sería bueno saber cuánto podría conseguir en caso de un aprieto.
Solo digo. 20
Los subterráneos en Nueva York tienen estos increíbles mosaicos antiguos
que detallan los nombres de las paradas. Encuentro la mano de obra tan
encantadora en una época de letreros de neón y monitores electrónicos. Son
tan permanentes en una era de cosas desechables. Estoy en medio de examinar
los pequeños azulejos, maravillada por cómo deben tener cerca de cien años,
cuando siento a alguien a mi lado. Cuando vives en la ciudad te haces muy
bueno detectando personas en tu espacio personal en lugar de simplemente
caminar, así que doy un paso hacia la derecha y doy vuelta, esperando otra
oferta de prostitución. Creo que voy a preguntar esta vez de cuánto dinero
estamos hablando, porque siempre me imaginé a mí misma como una prostituta
de alto nivel y no como una prostituta de veinte dólares. Quiero decir, si alguna
vez llegara a eso. Son como tres planes de respaldo detrás del de camarera en
Hawái.
Pero no es una oferta de sexo. Es el bombón de ayer, sonriéndome en toda
su gloria con hoyuelos.
4
—Entonces eres una de esas chicas —dice.
Su tono y expresión son solemnes mientras niega con la cabeza un poco.
—¿Cuáles chicas? —pregunto confundida.
—Las locas —dice con una sonrisa y baja la mirada hacia mi vestido. Los
hoyuelos están en plena provocación y sus ojos brillan de alegría.
—Bueno, eso es grosero.
—¿Cómo es eso grosero? —Sus cejas se levantan y se ve horrorizado de
una manera burlona—. Fue un cumplido.
—¿Cómo es que llamar a alguien loca es un cumplido? —Estrecho mis ojos
hacia él.
—Bueno, las locas suelen ser buenas en la cama.
21
—Bueno, yo no lo soy —digo despectivamente. Imbécil.
—¿No eres buena en la cama? —Inclina la cabeza en mi dirección y baja
la voz—. ¿Estás segura? Apuesto a que tienes un potencial sexual sin explotar.
—No, no estoy loca —respondo con un movimiento de cabeza, pero no
puedo evitar sonreír. ¿Potencial sexual sin explotar? Qué idiota.
—Por supuesto que no. Es solo que… ¿Estás usando un vestido de novia un
viernes en tu oficina?
—Oh, lo entiendo. Eres uno de esos tipos.
—¿Qué tipos? —pregunta, pero está sonriendo.
—Los idiotas.
—Posiblemente. —Asiente—. No puedo decir que nunca haya sido
mencionado.
—Lo apuesto.
El tren se detiene y me muevo hacia las puertas mientras se abren. Por
supuesto, él me sigue. No hay ninguna razón para pararse en esa plataforma a
menos que esté esperando al próximo tren, así que supongo que me seguiría.
—¿Vas a decir que sí? —pregunta una vez que estamos a bordo y las
puertas se cierran. No hay asientos disponibles, así que me conformo con colgar
mi codo alrededor de un poste para estabilizarme mientras el tren se pone en
movimiento.
—No, no estoy interesada en un trío contigo.
Echa la cabeza hacia atrás y se ríe de eso. Se estira sobre mí, sus manos se
envuelven alrededor de la barra horizontal que pasa sobre mi cabeza. Tengo
una vista de su garganta desde este ángulo. Los músculos se flexionan mientras
se ríe y tengo que luchar contra el impulso de extender la mano y pasar los dedos
por el cuello de su camisa.
—En el altar. ¿Vas a decir que sí en el altar?
Oh.
Dios, qué idiota. ¿Alguna vez va a invitarme a un trío con él para poder
rechazarlo?
—No, no me casaré hoy. —Y digo casaré, como si me dejara mal sabor de
boca, porque así lo hace—. Y este no es mi vestido. Si me estuviera casando, no
estaría en esto. Estaría en... —Me detengo—. No esto. —No necesita escuchar
más que eso—. Y habría hecho algo más con mi cabello y no usaría deportivas.
—Saco el pie por debajo del borde del vestido y muevo la punta de mi zapato— 22
. Llevo este estúpido vestido porque estoy en medio de un día realmente malo.
—Creo que serías una novia deslumbrante tal como estás.
Me quedo sin aliento porque me está mirando como si lo dijera en serio.
¿Cuál es su trato? ¿Está coqueteando conmigo o qué?
Tiene los ojos más azules que he visto en un hombre y se siente bien tenerlos
enfocados en mí. Además, huele bien y me hace sentir menos estúpida con este
vestido cuando está parado a mi lado. Como si no me importara quién mirara
porque estamos bromeando. Luego se inclina más cerca y creo que podría
besarme, pero sus labios se detienen en mi oído.
—Y para conste, no me van los tríos. Me gusta centrar mi atención en una
mujer a la vez. —Se relaja y se encuentra con mis ojos mientras respiro.
—¿No tienes que ir y ver o no tienes algo que hacer? —murmuro porque
me estoy sonrojando y necesito romper este hechizo que tiene sobre mí antes de
masturbarme con su pierna en el metro.
—¿Qué es ir y ver? —Se ve confundido.
—¿No es así como se llama? ¿Cuándo vas a ver a los diseñadores y ellos
deciden si deben o no contratarte?
—¿Crees que soy modelo? —Sus ojos brillan y sus labios dibujan una amplia
sonrisa.
—Asumí que lo eras —digo, mirando sus abdominales. Se ríe de mí, así que
vuelvo a mirarlo a la cara—. Pero me refiero a un modelo de pasarela o algo así.
Obviamente eres demasiado horrible para imprimir.
—Por supuesto —contesta.
El tren ralentiza cuando llegamos a Penn Station y aprieto mi brazo
alrededor del poste para no tropezar. Se inclina más cerca mientras los viajeros
pasan para salir y entran nuevos pasajeros, sin embargo, no es intrusivo. No se
está aprovechando del limitado espacio personal disponible, lo que indica que
en Nueva York hay caballeros.
—Entonces, si no te casas hoy, ¿quieres decirme de qué se trata el vestido?
—pregunta cuando estamos en movimiento otra vez—. Ni siquiera tienes un
teléfono contigo —señala mientras apunta al vestido por un bolsillo que no
existe—. Eso no es seguro.
—Mal día en la oficina —respondo.
—¿Tu nombre realmente es Lauren o es el “nombre señuelo” que le das a
los desconocidos?
—Realmente es Lauren. —Suspiro—. Tenía la intención de darte mi
“nombre señuelo”, pero ayer me pillaste desprevenida.
—Bien. Lauren, cena conmigo esta noche.
23
—No lo creo. —Y realmente no lo hago. Parece el tipo de persona que es
demasiado para mí. Y probablemente no sea el hombre ideal para volver a tener
citas. Como saltar sobre un semental cuando perteneces a uno de esos ponis
que funcionan con monedas en la tienda de comestibles.
—¿Por qué no?
—Es un poco de último minuto —ofrezco porque no tengo nada mejor que
decir.
—Esa es una débil excusa.
—No te conozco.
—¿Qué tan bien conoces a alguien?
Buen punto.
—Estoy tratando de enfocarme en mi carrera en este momento —lo digo
firmemente. Probablemente sería más efectivo si no estuviera usando un vestido
de novia en medio de un día de trabajo. Sus ojos se posan en la ofensiva prenda
y luego de vuelta a mi otra vez antes de hablar.
—¿Cómo te está yendo en ese campo?
—Ya sabes… —Me encojo de hombros—. Podría ser mejor, podría ser peor.
El tren se detiene en la Veintiocho y volvemos a estar en silencio mientras
los pasajeros se agitan a nuestro alrededor, saliendo y entrando.
—¿Qué tal tu novia? —pregunto cuándo está tranquilo de nuevo.
Encuentro sus ojos con una mirada desafiante mientras recuerdo a la hermosa
chica de ayer—. ¿No le importará?
—No seas desagradable —se burla—. Esa vil criatura de ayer era mi
hermana. Ahora, ¿tienes otras suposiciones sobre mí que necesito corregir? No
estoy en tríos. No soy modelo y definitivamente no estoy saliendo con mi
hermana. —Alzo las cejas en desafío y agrega—. O cualquiera que no sea mi
hermana.
—Yo solo... —Mis ojos van a su pecho y froto la palma de mi mano libre
contra mi cadera, agrupando el material en mi puño antes de soltarlo—.
Simplemente no sé si estoy lista para ti.
—Es solo una cena, Lauren —dice y maldita sea si su voz no me excita—.
Di que sí. Puedes lavarte el cabello otra noche —agrega con su sonrisa llena de
hoyuelos.
Arranco mis ojos de su boca y lo señalo con un dedo mientras entrecierro
los ojos.
—Realmente necesito lavarme el cabello. 24
—Por supuesto. —Asiente.
—Y tengo una reunión del club de lectura esta noche.
—¿Una reunión del club de lectura? ¿En la noche del viernes?
—Es un club de lectura muy progresista.
—Bien. Entonces no les importará si voy.
—¿Quieres venir a mi reunión del club de lectura?
—Seguro ¿Por qué no?
—Umm… ¿Porque no has leído el libro?
—Eso suena bastante discriminatorio viniendo de un club de lectura
progresista.
—¿Que necesitemos que leas el libro para asistir? —Me rio.
—Tal vez compre el libro después de escucharlo. ¿Alguna vez pensaste en
eso? Le estarías haciendo un pobre favor al autor al rechazarme.
—Pero habrá spoilers. Sabrás cómo termina antes de que comiences.
—¿Es por eso que no cenarás conmigo? ¿Porque piensas que sabes cómo
termina antes de que empieces?
Tiene razón.
—Ocho en punto —digo—. Nos encontraremos en el Book Bar en la
Séptima and Charles.

25
5
Me lavé el cabello.
También me afeité las piernas... y todo lo demás. Por si acaso. Porque no
hay manera posible de que me acueste con Max, un tipo que conocí ayer. Si
siquiera aparece, claro está. Probablemente no lo hará. Probablemente sea un
loco con un fetiche de caminar por la ciudad, haciendo que las mujeres se
desmayen antes de desaparecer. Créeme, ni siquiera sería el fetiche más
extraño en esta ciudad.
Pero nunca duele lavarse el cabello. Tenía que hacerse de todos modos,
y es difícil extender el tiempo de baño con cuatro chicas compartiendo un
apartamento, así que es mejor aprovecharlo cuando sea posible. Eso es lo que
me digo a mí misma de todos modos.
Entonces no importa si aparece o no. Me lavé el cabello para mí, no para 26
el chico caliente con los hoyuelos y el estómago plano. El tipo con ojos azules,
brazos fuertes y cabello oscuro. El que logró poner una sonrisa en mi cara durante
un día realmente horrible.
Dios, espero que aparezca.
Estoy usando un vestido blanco. Creo que es un gesto divertido al fiasco
nupcial de hoy, ¿por qué no? Es un vestido hasta la rodilla con un toque bohemio
y finos tirantes. Lo he combinado con alpargatas de tiras y un cárdigan de
verano color rojizo.
Mientras me examino en el espejo, me pregunto si este look es demasiado
suave. Me pregunto si debería cambiarme por jeans y camisa escotada. O tal
vez una falda larga con una camiseta sin mangas. O… A la mierda. Me veo linda.
Además, voy a una reunión del club de lectura, no a una cita.
¿Verdad?
Guardo mi eReader en mi bolso y salgo de mi apartamento. El ascensor
fue reparado mientras estaba en el trabajo, por lo que mi salida del edificio es
más relajada de lo que fue esta mañana. Tal vez, solo tal vez, este día va a
terminar mejor de lo que comenzó.
Llego a la acera y me quedo maravillada con la belleza que es esta
ciudad mientras camino. Todavía no hace calor y con el sol a punto de ponerse
para la noche, la temperatura ha caído a un rango para una tarde de verano
perfecta. El Book Bar está a unos diez minutos a pie de mi apartamento y disfruto
de la caminata. Estoy acostumbrada a caminar a muchos lugares ahora, algo
que hubiera sido incomprensible para mí cuando vivía en Iowa. Solía moverme
en mi automóvil de un extremo del centro comercial al otro.
Pero ahora camino. Y me encanta. Me encanta ver gente y el ruido. El
sonido de las bocinas de los taxis se ha vuelto casi meditativo para mí ahora.
Paso por los restaurantes con asientos en la acera, las conversaciones se
extienden junto con el tintineo de los cubiertos. Las farmacias con puertas
automáticas abren y cierran a medida que la gente entra y sale apurada. Hay
un fervor de posibilidades donde quiera que mires aquí.
Mi club de lectura se reúne en esta tienda mixta realmente genial en la
Séptima. Venden vino y libros, el sueño de un ratón de biblioteca de Manhattan.
Hay un área en la parte posterior reservada para las reuniones del club de
lectura. Un par de sofás desparejados y una extraña variedad de sillas llenan el
espacio. Están cubiertas de almohadones coloridos y hay una gran mesa de
café destartalada en el medio de todo, de la clase en la que puedes apoyar los
pies o derramar una gota de vino tinto y a nadie le importa.
Es el paraíso escondido en medio de la ciudad.
Mi club de lectura consiste en una variedad de mujeres de diferentes
edades y antecedentes. A primera vista, es posible que no creas que tenemos 27
algo en común, pero nos reunimos una vez al mes por amor a los libros y cualquier
diferencia superficial que tenemos se desvanecen. Nuestro grupo incluye una
enfermera, una estudiante universitaria y una agente de bienes raíces, solo por
nombrar algunos.
Somos el primer grupo de novelas románticas de los viernes. La tienda
alberga clubes de libros todo el tiempo, con diferentes géneros que se reúnen
en diferentes semanas y diferentes días. Está abierto para todos; la tienda publica
un horario de lo que cada grupo está leyendo para que cualquiera pueda unirse
en cualquier momento.
No esperes nada, me digo mientras abro la puerta del Book Bar. Estás aquí
para tu club de lectura, no una cita. Si él se presenta, se presenta. Si no lo hace,
no lo hace. No necesitas que se presente para pasar una gran noche.
Hay una gran barra junto a la puerta. Detrás hay un cruce entre una
estantería y un estante para el vino, estantes alternados de los libros que se
exhibirán este mes y el vino que se exhibe. Aquí también hacen un club del vino
del mes.
No veo a Max por ningún lado.
Saludo con la mano a Martha, es una de las dueñas y siempre está aquí
los viernes, antes de abrirme camino por la tienda hacia la parte de atrás,
bordeando el área de descanso mientras avanzo. Una hilera de estantes se
amontona en el espacio donde se encuentra el club de lectura, ocultándolo del
frente de la tienda y creando un poco de privacidad y manteniendo el ruido
bajo. Justo en el centro hay una grieta en las estanterías, creando una entrada
para pasar. Echo un último vistazo a la tienda en busca de Max antes de
dirigirme, recordándome a mí misma que llegué unos minutos antes y apenas
conozco al tipo. Probablemente tenga mejores cosas que hacer.
O no.
Porque él está aquí.
Me muerdo el labio para ocultar la sonrisa que amenaza con apoderarse
de toda mi cara mientras lo observo. Está sentado en el sofá frente a la puerta,
pero no me ha visto entrar, su atención se centra en el libro que tiene en la mano.
Sus piernas están cruzadas, un pie en la rodilla opuesta. Una mano sostiene el
libro y la otra frota ligeramente su frente mientras lee.
¿Hay algo más sexy que un hombre absorto en un libro? No para esta
autoconfesada nerd de los libros. Está usando jeans, un par diferente al que tenía
antes. Estos son más oscuros y combinados con una camisa casual en color azul
claro, las mangas remangadas hasta los codos. Su cabello oscuro se ve
estilizado. Lo digo porque no está húmedo como ayer o despeinado como si se
hubiera pasado las manos cuando lo vi hoy.
28
Quiero arrancarle la ropa.
Max pasa una página mientras lo miro y sus cejas se levantan en lo que
sea que esté en la página. Es tan lindo. Me pregunto qué estará leyendo. Espera.
Oh, mierda.
—Estás leyendo el libro —dejo salir.
Levanta la vista, su rostro se abre en una sonrisa cuando me ve.
—Por supuesto que estoy leyendo el libro. Ya estoy en el capítulo ocho.
—No necesitas leer el libro —murmuro.
—Me dijiste que leyera el libro —dice mientras se pone de pie. Tiene una
sonrisa en su rostro y me señala mientras lo dice.
—Creo que lo que dije es que era extraño asistir a una reunión del club de
lectura por un libro que no habías leído. No te dije específicamente que lo
leyeras.
—Bueno, al menos ahora sé por qué estás tan obsesionada con los tríos.
—Oh Dios. —Cubro mis ojos con mi mano por un segundo antes de mover
mis dedos—. No estoy obsesionada. No me gusta eso. Me refiero a ficción, sí,
estoy interesada. Realmente, realmente me gusta. —Se ríe y alejo mi mano a un
lado y me encojo de hombros—. Pero no realmente, no en la realidad —agrego
y luego me alejo antes de mirarlo a los ojos.
—Lo tengo. Es solo una fantasía. No estás tratando de reclutarme para
algo perverso. —Me guiña un ojo mientras está de pie, recogiendo unas flores
que no había notado colocadas a su lado en el sofá y moviéndose alrededor de
la mesa de café para detenerse frente a mí—. Te traje esto —dice,
sosteniéndolo—. No tenías uno antes.
Miro hacia abajo y tomo las flores, un simple trío de peonías rosas pálidas y
un par de ramitas de eucalipto. Los tallos se envuelven con una cuerda de yute.
Es un pequeño ramo de novia, y posiblemente el gesto más dulce que un
hombre haya hecho jamás para mí. Tampoco podría haber comprado estos en
una bodega de la esquina en el camino, es demasiada específica. Encontró una
floristería para hacer un pequeño ramo de novia de último minuto un viernes por
la tarde en la época de más bodas en la ciudad de Nueva York. Todo para
sorprender a una mujer que apenas conoce.
—Gracias —le digo en voz baja, quitándole las flores. Las elevo a mi nariz,
usándolas para ocultar la sonrisa en mi cara.
—De nada —responde y uno de esos malditos hoyuelos hace acto de
presencia —. Pero no las uses para esconder esa sonrisa tuya. Es cautivadora.
Dejo caer las flores unos centímetros, los pétalos rozan la piel expuesta
sobre mi vestido, y sonrío, retorciendo mis labios después de un segundo y riendo.
29
—Gracias de nuevo —le digo, mirando las flores y de nuevo a él.
—Voy a buscarnos bebidas —dice, gesticulando hacia el frente—. ¿Qué
te gustaría?
Estoy tentada de decir "lo que quieras", pero no creo que lo tome como
una respuesta, entonces pido un Riesling, luego me siento en el lugar que dejó
vacante y recojo el libro que dejó. Necesito un recordatorio sobre lo que sucedió
en los primeros ocho capítulos, así que lo abro para echar un rápido vistazo.
Pasaron muchas cosas.
Ha doblado las esquinas de las mejores, o en las peores partes, según
cómo se mire. Estoy excitada recordando esas escenas, pensando en él leyendo
esas escenas.
Max regresa con una botella y dos copas cuando las mujeres de mi club
de lectura comienzan a llegar, así que cierro el libro y lo coloco sobre mi regazo,
froto mis dedos a lo largo del borde del papel mientras lo veo verter una cop a
cada uno de nosotros y coloca la botella sobre la mesa.
Estaré durmiendo con este chico si tengo la oportunidad.
En cuanto tenga la oportunidad.
¿Me hace una pequeña prostituta el estar planeando desnudarlo cuando
ni siquiera sé su apellido? ¿Cuándo aún no nos hemos besado?
No me importa.
Me da una copa mientras se sienta a mi lado en el sofá y luego apoya su
mano en mi rodilla, pasando su pulgar hacia adelante y hacia atrás sobre mi piel
desnuda.
En el momento en que se inclina para mencionar cuán grande es este
lugar, estoy mojada y no creo que esté tratando de excitarme. Es solo él.
Lo que me lleva a fantasear sobre cómo es Max cuando lo intenta. ¿Es un
tirador de cabello? ¿Un hablador sucio? ¿Querría doblarme y follarme por detrás
o querría mirarme a los ojos mientras yo estoy a horcajadas sobre él?
Dios, espero que esta sea una reunión corta.
El resto de las chicas llega, dejando caer sus bolsos y tomando bebidas.
Hacen una pequeña charla sobre el clima y la pérdida de tiempo y desearía que
todas se dieran prisa.
Cuando la reunión finalmente se pone en marcha, Max mueve su mano
desde mi rodilla. Mi piel se enfría al instante por la pérdida de su toque y creo
que probablemente pueda mantener mi excitación bajo control durante una
hora siempre y cuando él no me toque. Pero luego mueve su brazo hacia el
respaldo del sofá, sus dedos descansan sobre mi hombro, y no estoy tan segura.
Cuando enrolla un mechón de mi cabello alrededor de su dedo, mis pezones se 30
endurecen. Ni siquiera está tirando, no realmente, pero mierda santa, solo esa
pequeña cantidad de jugar con mi cabello es demasiado provocativo.
Cuando el grupo comienza una discusión sobre las decisiones que llevan
a la protagonista femenina a pedirle a su amante que la comparta con otro
hombre, coloco mi mano sobre el muslo de Max. Creo que es justo que lo intente
enloquecer como él lo está haciendo.
Está usando jeans. La mezclilla desgastada se desvanece en todos los
lugares correctos y es suave debajo de mi mano. Siento fácilmente el calor de
su piel y el contorno de sus músculos a través de la tela y, aunque estoy tentada
de llevar esto mucho más lejos, sé muy bien dónde estamos y que no quiero ser
expulsada del club de lectura por acariciar mi cita durante una reunión.
Así que me conformo con un toque ligero y el más ligero apretón de mis
dedos.
Soy recompensada con un sutil tirón en mi cabello a cambio.
Una rápida mirada al enorme reloj colgado detrás del sofá opuesto me
dice que son solo las ocho y diez.
Me pregunto qué tan lejos vive de aquí y si tiene compañeros de piso. Por
favor, por el amor que sientes por mí, deja que sus compañeros estén fuera de la
ciudad. O en el trabajo. Demonios, ni siquiera me importa si están en la cárcel,
por favor solo déjalos en cualquier lugar excepto en casa esta noche.
—¿Lauren?
Sonia, una de mis compañeras del club de lectura, me hace una pregunta.
Me imagino que se trata del libro sobre el que estamos debatiendo, pero no sé
porque estaba demasiado ocupada pensando en lugares donde poder tener
relaciones sexuales con Max para escuchar.
—¿Disculpa qué? —pregunto, sacando mi mano del muslo de Max para
poder concentrarme—. ¿Qué estabas preguntando?
—Compartimos nuestra cita favorita del libro. Es tu turno —dice mirando a
Max.
Cierto.
Le entrego el libro a Max y saco mi eReader de mi bolso.
—Solo un segundo —murmuro mientras abro mi dispositivo y hago clic en
mis aspectos más destacados. Dios, no puedo leer ninguno de estos en voz alta
con Max sentado aquí. ¿Destaqué algo que no sea pervertido? No. No, no lo
hice—. Sabes —le digo, cerrando la tapa de mi eReader—, creo que pasaré esta
vez y dejaré que Max te lea su favorito.
El caso es que tuve la buena idea porque Max no pierde el ritmo. Para
nada. No, simplemente quita su brazo de mi hombro y tranquilamente abre el
libro. Me doy cuenta de que cometí un error táctico antes que él empezara a
31
hablar, porque solo verlo manejar el libro es un juego previo para mí.
Pasa un pulgar mientras busca una página específica que dobló. No está
apurado o nervioso mientras busca y me gusta la forma en que maneja el libro.
Espera, ¿realmente solo pensé eso?
Lo hice.
Leer es sexy, amigos míos. Muy, muy sexy.
La forma en que sus ojos escanean las páginas mientras arrastra su labio
inferior a través de sus dientes. La forma en que sus dedos acarician el borde del
libro. El sonido que hacen las páginas cuando las pasa y el susurro casi inaudible
de su dedo deslizándose por la página cuando encuentra la sección que está
buscando.
Entonces comienza a leer.
Es una parte del punto de vista del hombre. Donde le pide a Winnie, la
protagonista femenina, que le dé una oportunidad. Él promete que ella puede
confiar en él con lo que sea que sea su fantasía y que él será cuidadoso con ella.
Que lo hará bien.
Recuerdo haber pensado en ese momento que mi fantasía era una galleta
caliente con trocitos de chocolate.
Ahora no lo es.
No, ahora es un hombre llamado Max. Un hombre realmente atractivo
llamado Max con una voz que podría escuchar todo el día. Un hombre que
apenas conozco, pero que me trajo flores y me hizo reír. Sospecho se ve tan bien
sin esa ropa como lo hace con ella.
Tampoco creo que esté solo en mis fantasías, porque cuando termina de
hablar, cada miembro de mi grupo lo mira fijamente. Hay una pausa donde
nadie dice nada y, finalmente, Debby habla y le recuerda a Vilma que es su
turno de elegir su cita favorita.
Max toma mi mano durante el resto de la reunión y lentamente frota
círculos en mi piel con su pulgar. Es solo mi mano, pero no lo parece. Se siente
como si me estuviera acariciando en todas partes. Se siente como si estuviera
pasando las puntas de sus dedos por mi brazo y por la parte interior de mi muslo.
Se siente que todo mi cuerpo está zumbando con su toque.
Eso es lo que se siente.
O simplemente tengo una imaginación sexual muy hiperactiva.
De cualquier manera, cuando la reunión termina, me levanto tan rápido
que mi eReader cae al piso y tengo que agacharme y recogerlo. Lo meto en mi
bolso y luego me dirijo a Max. 32
—¿Estás listo?
—Por supuesto. —Me sonríe y sacude la cabeza un poco, como si estuviera
sorprendido por mi actitud ansiosa—. Estoy listo.
6
—Entonces, ¿Quieres ir a cenar conmigo? —pregunta Max una vez que
estamos afuera, en la acera.
—No. —Puede que esté mirándolo como si fuera una idiota, porque quién
demonios querría comer ahora mismo.
—Está bien. —Se encoge de hombros—. Te acompañaré a casa.
¿Qué?
—No, yo te acompañare a tu casa —respondo.
—¿Me acompañarás a casa? —Max sonríe, hoyuelos en todo su esplendor.
Sus ojos brillan divertidos ante mi arrebato—. Qué progresista eres.
—Sí, soy un poco revolucionaria —acepto.
—¿Iniciarás el beso de buenas noches también?
33
—Tal vez. —Me encojo de hombros—. Si tienes suerte. —Echo un vistazo por
la calle, ansiosa por ponerme en movimiento. Comienzo a preguntarle dónde
está su casa, pero no pronuncio más que "dónde" antes de que sus labios estén
sobre los míos.
Sostiene mi rostro con ambas manos y roza sus labios suavemente con los
míos, un susurro de un roce, cien veces más hábil en su suavidad de lo que podría
haber imaginado.
—Tengo suerte —murmura—, pero también disfruto de las tradiciones
habituales como las flores y los primeros besos. Si está bien para ti.
—Sí —murmuro porque me está besando de nuevo—. Está bien. —Está
mucho más que bien.
—Bien. —Inclina su frente hacia la mía mientras pasa sus manos por mis
antebrazos—. Entonces vamos. —Agarra mi mano izquierda y comenzamos a
caminar hacia el sur por la Séptima, pero tan pronto como cruzamos la
Decimoctava, para un taxi y me sostiene la puerta antes de deslizarse a mi lado.
Le da una dirección al conductor en la calle Bleecker y me rio.
—Eso está a un kilómetro de aquí —resalto. Es una tontería tomar un taxi
por un kilómetro.
—Lo sé —responde con un guiño. No hay más conversación después de
eso. Ya no se habla porque a partir de ese momento nos estamos besando como
adolescentes en el asiento trasero de un automóvil. En un momento dado, Max
levanta sus caderas y creo que estamos progresando hacia la etapa de follar en
seco, pero luego me doy cuenta de que el taxi se ha detenido y que solo está
tratando de sacar dinero de su billetera.
—Me acompañas a la puerta, ¿verdad? —pregunta, besándome otra vez
cuando se acerca para abrir la puerta del taxi. Él sonríe mientras pregunta. Está
demasiado oscuro y él está demasiado cerca como para verlo, pero puedo
sentir sus labios curvarse contra mi mejilla. Su piel es cálida y más áspera que la
mía y, demonios, sí, voy a acompañarlo hasta la puerta.
—Por supuesto que sí. No dejo a mis citas en la puerta y salgo corriendo.
Necesito asegurarme de que entres a salvo. —Lo empujo ligeramente con las
manos mientras hablo porque él es el que está sentado del lado de la acera y
estoy ansiosa por ponerme en movimiento. Hola, ¿puedo ser más obvia?
Max da un paso hacia la acera y, cuando salgo del taxi, agarra mi mano
inmediatamente, dando un portazo detrás de mí. Esta calle es un poco más
tranquila. Más tranquila para Nueva York, en todo caso. Hay un gran edificio
residencial detrás de nosotros y, al otro lado de la calle, edificios más pequeños
de tres pisos, cada uno construido con diferentes tonos de ladrillo. Los 34
escaparates se alinean en la planta baja de los edificios. Es la quintaesencia de
la ciudad de Nueva York. Encantador con un ambiente de barrio pequeño. Creo
que nos dirigimos al edificio que está detrás de nosotros, pero cuando el taxi se
aleja y la calle se despeja, Max me lleva cruzando la calle hasta una puerta entre
una tienda de cosméticos y una tienda de moda femenina.
Cuando introduce la llave en la cerradura, le pongo la mano en el brazo
y lo detengo.
—Espera, ¿tienes compañeros de cuarto?
Su rostro se entristece y niega con la cabeza.
—Mierda, no, lo siento.
—¿Lo sientes? ¿Por qué?
—Sé lo pervertida que eres. —Suspira y apoya su espalda contra la
puerta—. ¿Quieres que llame a un amigo?
—Cállate y abre la puerta.
Max sonríe y empuja la puerta, retrocediendo hacia las escaleras y
arrastrándome con él. Estamos uno encima del otro antes de que la puerta se
haya cerrado por completo. He abandonado mi bolso y las flores y he
desabrochado su camisa en el tercer escalón. Su mano está debajo de mi
vestido por el sexto.
Por el noveno ya sé que este va a ser el mejor sexo que haya tenido.
Cuando llegamos al descanso, me saco el vestido por la cabeza y lo tiro
al suelo.
—Jesús, Lauren —gime mientras pasa sus manos por mis costados, sus
pulgares se extienden sobre mi piel. Busco a tientas los botones restantes en su
camisa antes de quitársela, pero claramente olvidé uno porque la camisa lo
atrapa y luego un botón golpea el piso y rueda por la habitación.
—Oops, lo siento —digo.
—Está bien.
—Bien, porque no lo siento.
Me pellizca el culo y grito.
—Lo siento. —Sonríe.
—No tú no lo sientes.
—No —confirma.
Me levanta y envuelvo mis piernas alrededor de su cintura. Tengo el
pensamiento fugaz de que mi ex no era lo suficientemente fuerte como para
levantarme y luego lo saco de mi mente porque ya no importa. En lo más mínimo. 35
Max me apoya en una superficie dura, supongo que es la isla de la cocina,
y tiemblo cuando me desabrocha el sostén, arrastrando los dedos por mi
columna vertebral mientras los tirantes caen de mis hombros. Levanto mis
caderas cuando él engancha sus dedos en mis bragas y las desliza por mis
caderas hasta el piso.
—Eres preciosa —murmura mientras deja caer sus manos sobre el
mostrador a cada lado de mis caderas y baja sus labios hacia los míos.
—Ídem. —Sonrío, mirando su pecho.
—Ahí está esa sonrisa de la que estoy tan enamorado. —Roza sus labios
con los míos—. Pero voy a borrarla de tu rostro ahora.
—Sí por favor.
—Me gusta tu entusiasmo.
—Me gusta tu polla.
—Todavía no conoces mi polla.
—Lo sé, pero me haces sentir optimista. —Me muerdo el labio cuando lo
digo porque me doy cuenta de que es verdad. Me hace sentir esperanzada. Me
hace sentir como yo misma.
—Ídem —repite. Su voz es suave y ronca. Sus ojos son oscuros y
penetrantes, sus labios son cálidos cuando se encuentran con los míos, suaves
pero firmes. Perfecto.
Afuera un taxi toca la bocina y alguien grita una obscenidad. Dentro del
apartamento de Max gimo mientras desliza un dedo dentro de mí. Gruño
cuando mete dos y agarro sus antebrazos cuando él inclina la palma de su mano
sobre mi clítoris.
—Eso está bien —jadeo.
—Puedo hacerlo mejor que bien —dice mientras deja caer su cabeza
sobre mi pecho, su lengua se aplana en uno de mis pezones. Me encanta que
jueguen con mis pechos y cuando mueve su mano hacia mi otro pezón y tira,
aprieto los dedos que empuja dentro de mí. Luego se ríe, agrega dientes a la
combinación, y estoy a punto de acabar.
—Eso es mejor que bien —jadeo, casi sin aliento.
—Eres una chica muy perversa para alguien con un exterior tan dulce. —
Retira sus dedos de mí y envuelve sus labios alrededor de ellos.
Mierda.
Lo miro deslizar sus dedos lentamente fuera de su boca, un ligero estallido
resonando al final. Luego estoy bajando de la mesada y tirando del botón de sus
36
pantalones vaqueros, desesperada por agarrarlo, por sentirlo dentro de mí.
Ahora.
—No soy tan dulce —le digo mientras desabrocho el botón y bajo la
cremallera.
—Es bueno saberlo —responde y se hace cargo de sus pantalones,
empujando mis manos fuera del camino para liberarse. Su polla está dura. Y es
bastante grande, oh, día de suerte.
Estoy tan contenta de haberle dicho que sí a Max, pienso mientras
envuelvo mi mano alrededor de su polla. No puedes ir por la vida siendo
escéptica solo porque te han quemado un par de veces. La intuición de nadie
es correcta todo el tiempo y no debería culparme por eso. Además, creo que
mis instintos están mejorando porque me siento realmente bien con Max. Creo
que me estoy volviendo más sagaz porque todo sobre esta noche es un gran sí.
—Sí —sisea mientras giro mi muñeca y acaricio su longitud.
¿Ves? Estamos en total armonía.
Envuelve su mano sobre la mía y lo acariciamos juntos. Es grueso y largo, y
cada vez estoy más húmeda sintiéndolo en mi mano. Realmente es largo. No
puedo esperar para sentarme sobre él.
—Eso es agradable.
—¿Eso?
—Tu polla. No estaba equivocada. —Muevo mis ojos hacia él y aprieto mi
mano alrededor de esta.
—Gracias. —Me sonríe—. Es amable de tu parte mencionarlo. Muy
educado —agrega con un golpe en el culo que me atrapa con la guardia baja
y grito. Luego él me levanta de nuevo, mis piernas se envuelven rápidamente
alrededor de su cintura, y nos traslada con facilidad al sofá, apoyándome sobre
mi espalda y siguiéndome hasta los almohadones.
Es de cuero y el material es suave y fresco debajo de mí, en fuerte
contraste con el calor y la dureza sobre mí. Max aparta un mechón de cabello
de mi mejilla y me besa. Nuestras lenguas se arremolinan, explorándose
mutuamente, antes de presionar mis labios en su cuello, disfrutando de su textura,
la sutil abrasión de su mandíbula, la piel más áspera del afeitado, cada vez más
suave a medida que desciendo en mi exploración. Huele como una
combinación de pino y océano, una colonia cara, sin duda, pero también algo
más. Algo Max.
Sus pantalones aún cuelgan alrededor de sus caderas y deslizo mis manos
hacia adentro y le acaricio el culo, recorriendo los contornos de su cuerpo, mis
manos enloquecidas en un viaje sexual de reconocimiento.
37
Cuando me muevo para bajar sus jeans, mi mano golpea su billetera, así
que la saco, pero soy una carterista terrible porque inmediatamente la agito en
su rostro y le pregunto si tiene un condón. Por favor, déjalo tener uno en su
billetera, porque no creo que pueda esperar lo suficiente para que pueda traer
uno del baño o de donde sea que los esconda.
Max asiente como indicando que lo saque yo misma, así que abro la
billetera mientras él mira, su boca sobre mi pecho. Del lado izquierdo hay una
licencia de conducir de Nueva York en una solapa transparente que me dice
que Max no posa, pero que de alguna manera se las arregla para salir bien en
la foto de identificación, lo que todos saben que es casi imposible, y que su
nombre es Max Hunter. Sonrío ante eso porque no sabía su apellido hasta este
momento. En el lado derecho de la billetera hay tres tarjetas de crédito en
ranuras escalonadas y detrás un bolsillo largo con efectivo. Indago con mi dedo
detrás de su licencia y soy recompensada, no con uno, sino con dos condones.
—Dos —digo, sosteniéndolos y tirando la billetera a un lado—. Me gusta tu
confianza.
—Espero que todavía te guste mañana cuando tengas problemas para
caminar.
—Oh, que comience el juego. —Abro uno de los condones y lo examino
en la tenue luz para asegurarme de que lo he volteado del lado correcto y luego
deslizo una mano por toda su longitud mientras le coloco el condón con la otra.
Lo bajo lentamente, centímetro a centímetro. Su polla está dura y pesada
en mi mano, el condón resbaladizo. Cuando termino, dirijo mis ojos hacia él
mientras coloco mi palma sobre sus abdominales, arañándolo ligeramente con
las uñas. Entonces grito cuando él me desliza más abajo en el sofá mientras
extiende mis muslos de par en par y se acomoda entre ellos. Me maniobra como
si no pesara nada, colocándome a su gusto. Max tiene una de mis piernas sobre
su hombro y la otra descansando en el hueco de su brazo. Luego se guía a mi
entrada y me da una bofetada con su polla. Lo hace de nuevo y yo gimo.
—Deja de joderme y ponla dentro.
—¿La quieres adentro? —bromea, empujando su punta en mi entrada.
—Sí. —Arqueo la espalda y agarro el apoyabrazos sobre mi cabeza—. Sí,
maldición. Ahora.
—No sé —dice, haciendo una pausa y retrocediendo—. No estoy seguro.
¿Crees que estamos listos para esto, Lauren? ¿Tal vez deberíamos esperar?
—¿Me estás tomando el pelo? —Muevo mis brazos hacia atrás y los golpeo
contra el sofá, tratando de levantarme lo suficiente como para discutir con él.
Estoy goteando en su sofá y él se hace el difícil. Increíble. Sabía que era
demasiado bueno para ser verdad. Esta ciudad está llena de bichos raros. Gente
rara, sexy, con hoyuelos y manipuladores sexuales. Probablemente sea su 38
fetiche, hacer que las mujeres se exciten y se desparramen en su sofá. Bromear
con ellas sobre lo bueno que va a ser y hacer promesas sobre no poder caminar
y luego no cumplir. Hijo de puta.
—Sí, estoy bromeando —dice, y luego lo confirma cuando se desliza
dentro de mí con una larga estocada.
Un empuje duro. Perfectamente posicionado.
Un empuje que me estira con el dolor más delicioso.
Es perfecto.
Él es perfecto.
Palmea mis pechos suavemente y luego pellizca mis pezones
simultáneamente. Rápido, rudo e inesperado. Arqueo mi espalda en el sofá y
grito su nombre.
—Voy a follarte a fondo, Lauren —dice mientras me agarra los pechos con
tanta fuerza que me pregunto si me va a dejar hematomas. No me importa si lo
hace, vale la pena. Cada toque y pellizco y tirón me pone más húmeda, mis
pezones son un boleto directo a mi excitación. Me aprieto alrededor de su polla
al ritmo de sus empuje y aprieto más fuerte cuando me pellizca.
—Tan bueno, Max. Muy bien. Justo así. —Debería sorprenderme por mi
comportamiento licencioso con él. O tener un momento de modestia por los
sonidos que estamos haciendo: las bofetadas de la piel y el sonido de su polla
deslizándose dentro y fuera de mí. Los sonidos indeterminados que salen de mi
boca y las palabras sucias que provienen de la suya. El desastre que
seguramente estamos haciendo en su sofá.
Pero no lo tengo. Lo único que me importa es lo bien que se siente. La
presión se está acumulando en mi pelvis. El calor, el sudor, la forma en que se
siente cuando se inclina lo suficiente como para causar contacto con mi clítoris
mientras roza sus labios con los míos. Las palabras que susurra sobre lo hermosa
que soy y lo bien que se siente estando dentro de mí. La forma en que tira de mi
cabello para besarme el cuello.
Eso es todo lo que tengo en mente en este momento.
—Estoy cerca —le digo, pero él niega con la cabeza y mueve sus caderas,
deslizándose fuera de mí.
—No.
—¿Qué quieres decir con no? ¡Quiero venirme! —me quejo.
—Todavía no.
—¿Qué quieres decir con que todavía no? ¿No puedes apurarte? —Luego
pronuncio las palabras "por favor" en silencio y él se ríe.
39
—Las cosas buenas les suceden a los que esperan, Lauren.
—El que madruga se viene, Max.
—Jesús —dice, pero está sonriendo—. Debería haber prestado más
atención a las mujeres que leen. ¿Quién diría que los ratones de biblioteca eran
tan respondones en la cama?
—Puedo leerte más tarde si quieres —ofrezco con un guiño.
—¿Como un cuento pervertido para dormir? —Parece interesado.
Asiento, mi cabello se desliza contra el cuero debajo de mí.
—Está bien, trato hecho —acepta medio segundo antes de volver a
embestirme. Gruño mientras el aire me golpea y luego apoyo mis manos sobre
mi cabeza contra el brazo del sofá mientras él se mueve.
—Max —lloro y arqueo la espalda. Es muy bueno. Y cuando pellizca mis
pezones otra vez alcanzo el clímax, mis músculos se contraen a su alrededor
como una prensa. Por encima de mí, sus hombros se estremecen cuando llega
y lame su labio cuando su boca se abre en un jadeo. Es sexy como el infierno y
vibro alrededor de su polla de nuevo, en una réplica de mi orgasmo.
Si es posible brillar en el sexo, juraría que estoy radiante. Probablemente
solo sea sudor, pero voy a disfrutar de mi momento.
Se retira y luego nos gira hasta que estoy acostada encima de él, ambos
con los corazones palpitantes. Cierro los ojos por un momento y recuesto mi
cabeza mientras me pasa los dedos por el cabello.
—¿Max?
—¿Hm?
—Tengo que levantarme.
—En un minuto.
—Estoy goteando en tu muslo.
—Lo sé —acepta y desliza su otra mano por mi espalda y me cubre el
trasero, sosteniéndome contra él.
—Vas a tener una mancha en tu sofá.
—Dios, eso espero. Pensaré en ti cada vez que me masturbe mientras la
miro.
—Qué dulce —le respondo, apoyando mi barbilla en mi mano para
mirarlo.
—Una pregunta —declara a modo de demanda.
—¿Qué? —Lo examino desde debajo de mis pestañas, preguntándome 40
qué es lo que quiere saber.
—¿Ahora puedo invitarte a cenar? Me muero de hambre.
—Sí. —Me rio, me siento y finalmente miro a mi alrededor. Ladrillo expuesto
y conductos industriales. Enorme cocina con, sí, una gran isla cubierta de mármol
en la que estuvo mi culo. Electrodomésticos de acero inoxidable y estanterías
abiertas y... ¿Escaleras?—. ¿Tienes un segundo piso? —pregunto.
—Sí, pero no subas allí.
—¿Por qué no? —pregunto y el escepticismo debe estar escrito en todo mi
rostro porque se ríe.
—Dios, eres fácil. Estoy bromeando. Mi habitación está allá arriba. Ve a
limpiarte y encuentra algo para ponerte. Pediré la cena.
—¿Vas a enviarme a tu habitación sin acompañarme?
—Síp. Adelante, husmea, Snooper McSnooperton.
—¿Snooper McSnooperton?
—¿Prefieres Gatita Curiosa? 1. ¿Fisgona Noctámbula?2
—Tomaré Fisgona Noctambula.
—Trato hecho.
—Simplemente no estoy acostumbrada a tanta transparencia —agrego.
—¿Tienes problemas de confianza o algo así?
—No. Más bien problemas con mi juicio.
—¿Porque te juntas con idiotas?
—Sí, algo así.
Se levanta y se pone los pantalones mientras camina hacia la cocina.
Abriendo un cajón, agarra un menú y pregunta si la comida china está bien.
—¡Ohhh! —Aplaudo con entusiasmo—. ¿Vamos a pedir comida china?
Regresa, pasándome su camisa y el menú, luego baja las escaleras
corriendo para recuperar todo lo que dejé en el camino.
—¿Qué deseas? —pregunta, hojeando su teléfono, con el pulgar posado
sobre el dial.
—No puedo decidir. —Golpeo mi dedo contra mi labio. Esto es 41
emocionante para mí. Realmente emocionante. Gran oferta emocionante. Mi
estómago gruñe.
—¿Entre? —Golpea el dial y levanta el teléfono hacia su oído.
—La Carne Mongoliana o el Pollo al Sésamo —reflexiono. —O tal vez el Lo
mein3. ¿Tienen buenos rollitos de huevo? —chillo cuando comienza a hablar por
el receptor—. Espera, espera, ¡voy a decidir! —le digo, pero él me rechaza y pide
todo lo que acabo de mencionar, más un pollo con brócoli.
Obviamente, estoy enamorada de él.
Es una broma, no soy tan fácil.
Subo corriendo las escaleras y me limpio mientras esperamos la comida,
pero me dejo puesta su camisa porque me gusta. También porque no pude
encontrar nada mejor para usar mientras husmeaba. Consideré ponerme una
de sus camisetas, pero estaban limpias y la camisa que llevo puesta huele a Max.
Sin embargo, tiene mucha ropa bonita. Trajes y corbatas de seda. Este
apartamento. Está claro que no tiene un trabajo de bajo nivel en marketing.

1 Hace referencia a personajes de dibujos infantiles: Snooper, de la caricatura animada Snooper and Blabber (Fisgón y
Despistado) y a la gatita de la película The Curious Kitty & Friends.
2 “Nosey Night Owl” Juego de palabras con el título del webcómic The Night Owls que trata sobre un grupo de detectives

que resuelven crímenes sobrenaturales, la referencia se pierde con la traducción.


3 Plato de fideos suaves, con algunas porciones de carnes o mariscos.
Suena el timbre, entonces abandono mi fisgoneo y vuelvo a bajar las
escaleras. Llego cuando Max está extendiendo nuestro festín en la isla.
—Dime que limpiaste esa encimera —bromeo cuando agarro un rollo de
huevo—. Santa mierda, me voy a comer todo —murmuro con la boca llena—.
Muy bueno —agrego y me siento en un taburete de la barra—. Gracias por la
cena. Todas las cenas, ya que ordenaste tres de ellas para mí.
—De nada, pero lo hice por mí.
—¿Cómo es eso? —pregunto, arrastrando los contenedores de comida
más cerca de mí y mirándolo.
—Necesito mantener elevado tu nivel de energía. Para el maratón de
sexo.
—Voy a estar demasiado llena para tener relaciones sexuales después de
comer toda esta comida. —Agito un tenedor sobre mi extensión y me encojo de
hombros—. Así que espero que Maratón de Sexo sea el nombre de un
espectáculo que querías ver conmigo.
Arrastra dos de los contenedores hacia él.
—¿Qué haces de todos modos? —pregunto, mirando alrededor de su
departamento.
42
—Finanzas.
—Uf, los chicos de finanzas son los peores. Mi ex está en finanzas.
—Lauren, la única ex aquí es la cruz en forma de X en mi habitación de
sexo al final del pasillo.
—¿De verdad? —Mis ojos se salen de sus órbitas.
—No, en realidad no. Niega con la cabeza mientras me mira como si
estuviera loca—. Hay una oficina y otro baño al final del pasillo.
—Mierda, ¿tienes dos baños?
—¿Debería haber empezado con eso cuando te invité a salir? —Se levanta
y saca dos botellas de agua del refrigerador de gran tamaño y me entrega
una—. Dos baños y la comida china a domicilio es el camino hacia tu corazón.
Lo tengo.
—Demonios, sí, deberías haber empezado con eso. ¿Dos baños en la
ciudad de Nueva York? Comparto un baño con otras tres chicas. La idea de dos
baños para mí misma podría hacerme llegar al orgasmo espontáneamente. —
Me abanico el rostro con la mano—. ¿Hace calor aquí?
—Podemos follar en ambos baños si te gusta —dice.
—Continúa. —Me meto un tenedor con fideos en la boca y asiento.
—Tengo una ducha infernal en el baño del piso de arriba.
—Hmmm.
—Mosaicos de carrara italianos. —Baja la voz y levanta sus cejas
sugestivamente—. Mosaicos de cestería —agrega con un guiño.
Me rio.
—Ya revisé tu baño. Tienes mosaicos en espiga no de cestería.
—¿Crees que tengo alguna idea de lo que estoy diciendo? Estoy diciendo
cosas que creo que te van a excitar. Azulejos estilo Subway4, algodón egipcio,
cabezales de ducha de alta presión. ¿Algo de esto está funcionando?
—Oh, está funcionando, pero es innecesario. Me convenciste con los dos
baños, ¿recuerdas?
—Nunca está de más cargar las bases.

43

4 Mármol de carrara, mosaicos de cestería y en espiga, azulejos subway son diferentes tipos y estilos de revestimientos de
lujo.
7
Casi terminamos de comer cuando veo las galletas de la fortuna
esparcidas en la bolsa para llevar.
—¡Mira, nos dieron galletas de la fortuna extra! —chillo, mirando el montón.
—Bueno, para ser justos, pedimos suficiente comida para media docena
de personas, así que creo que nos dieron una cantidad normal —comenta con
ironía, pero parece entretenido por mi emoción, con los ojos fijos en mi rostro.
—Silencio —le digo mientras agarro una. La abro, como una esquina de la
galleta, saco la fortuna y la leo en voz alta—: “Eres capaz, competente, creativa
y cuidadosa”. —Asiento y coloco la fortuna en la encimera—. Ahora vas tú —le
digo a Max.
Se echa un trozo de brócoli en la boca mientras abre una de las galletas
selladas de plástico y la abre. 44
—“Serás invitado a una pequeña reunión con una conversación picante”
—lee con una sonrisa—. Bueno, este ya se hizo realidad —comenta mientras me
mira en su camisa.
—Está bien, mi turno. —Agarro otra galleta y quito en envoltorio.
—No terminaste la última. —Max señala con su tenedor las piezas de
galleta de la fortuna abandonadas que yacen sobre su encimera.
—Lo sé, solo me gustan las fortunas —le digo, pero como un trozo de la
nueva galleta mientras despliego el papel—. “El tiempo es el consejero más
sabio” —leo. Los dos gemimos y lo arrojo sobre la encimera—. Aburrido. Tu turno.
Max abre otra galleta y mira el papel con una sonrisa.
—“El objeto de tu deseo se acerca” —lee y luego, sugestivamente, me
mira.
—Sigues recibiendo las buenas —murmuro mientras tomo otra, comiendo
de nuevo un bocado de la nueva galleta mientras doy la vuelta al papel para
poder leerlo—: “Encuentras belleza en las cosas ordinarias. No pierdas esta
habilidad” —leo en el papel—. Eh, algo genérico.
—¿Por qué sigues haciendo eso? —pregunta Max.
—¿Haciendo qué?
—Comer parte de cada galleta. ¿Por qué no solo terminas una de ellas?
—Realmente no quiero la galleta, pero siento que es de mala suerte si no
como al menos una parte de ella antes de leer la fortuna.
—¿Qué hay de mi suerte? ¡No me dejaste entrar en esta pequeña
superstición y ahora mi fortuna no es válida! —Agita las galletas sin comer frente
a él y me mira.
—¡La tuya no! —insisto—. ¡Es mi superstición, no se aplica a ti!
—¿Pero cómo puedes correr el riesgo, Lauren? —Me mira tan suplicante
que no puedo evitar reír. Sus ojos son tan implorantes. Creo que él podría
llevarme hacer cualquier cosa con esos ojos.
—Está bien, ¡lo siento! Me disculpo. Me equivoqué al no contarte sobre el
procedimiento adecuado para comer y leer una galleta de la fortuna.
—La disculpa fue aceptada, pero te he echado el ojo.
Pongo mis ojos en blanco y me encojo de hombros.
—La última es tuya —le digo y deslizo la galleta restante por la encimera.
Abre el paquete y hace un gran espectáculo de meter la mitad de la
galleta en la boca antes de leer la fortuna. Luego frunce las cejas y asiente para
sí mismo antes de meterse el resto de la galleta en la boca y el trozo de papel en 45
el bolsillo.
—¿No vas a leerlo? —pregunto, confundida.
—Lo leí.
—¿No me lo vas a leer? —lo intento de nuevo, un poco herida. ¿Por qué
siento que las cosas se vuelven raras?
—Lo estoy guardando para más tarde —dice y me pregunto qué
demonios significa.
—Um, está bien —coincido sin mirarlo y barro el desorden de migas de
galletas en mi plato mientras me pregunto si todos los hombres son cerrados o
simplemente los que me atraen—. Eso es realmente cauteloso —espeto.
—¿Cauteloso? ¿Cómo soy cauteloso? —Se ve tan confundido que en
segundo adivino mi reacción visceral para interrogarlo. ¿Por qué soy tan
desconfiada?—. Estamos en mi apartamento y te di carta blanca para revisar
mis cosas. Tú eres la que no me deja llevarte a casa —señala mientras se levanta
y deja caer nuestros platos en el lavavajillas. El bastardo también tiene un
lavaplatos.
—Oh eso. —Sí, él tiene un punto—. Eso es porque comparto un
apartamento de una habitación con otras tres chicas.
—¿Cómo funciona exactamente? —Se ve genuinamente curioso, luego
sonríe—. ¿Implica acurrucarse y pelear con almohadas?
—No, pervertido. Literas.
—Literas —repite con un movimiento de cabeza, pero un momento
después frunce el ceño, sutilmente, la piel de su frente arrugada por una fracción
de segundo, tan rápido que me pregunto si me lo imaginé—. ¿Puedo traerte
algo más para beber? ¿Debo abrir una botella? —No me está mirando,
guardando las sobras en el refrigerador mientras me pregunta, y me pregunto si
es una despedida. No esperaba pasar la noche aquí. No esperaba estar aquí en
lo absoluto, pero luego apareció en mi club de lectura con sus hoyuelos y flores,
y las cosas se salieron de control.
—¿Quieres que me vaya? Se está haciendo tarde. —Probablemente
debería irme antes de enamorarme de este tipo. Esto ha ido demasiado lejos,
tiempo para protegerme.
—No, definitivamente no quiero que te vayas. —Asoma su cabeza
alrededor de la puerta del refrigerador y me mira—. ¿Qué es esta charla de
despedida?
—Um, no sé.
—Me prometiste una historia sucia antes de dormir —me recuerda—. Te 46
vas a quedar.
—Está bien. —Sonrío, la rareza de antes olvidada.
—Creo que tengo algo que te gustará —dice mientras saca una botella
de una nevera para vino de debajo de la encimera y la coloca sobre la esta
antes de quitar el precinto y agarrar un sacacorchos. Es realmente hábil con un
sacacorchos y estoy ebria viendo cómo se flexionan los músculos de sus brazos
mientras agarra la botella y saca el corcho. La destreza es excitante, incluso para
una tarea simple—. ¿De dónde dijiste que eras, Lauren?
—No dije.
Inclina la cabeza como para hacer la pregunta ahora.
—¿No crees que soy una neoyorquina de nacimiento? —pregunto con
una sonrisa.
—No exactamente. —Sacude la cabeza mientras vierte el primer vaso.
—Iowa —le digo.
—Iowa —lo repite lentamente para una palabra tan corta—. ¿Qué te trajo
a Nueva York?
—Un chico. —Tomo el vaso ofrecido y lo llevo a mis labios—. El estúpido
chico de finanzas.
—El infiel —dice, centrándose en inclinar la botella, verter un vaso para sí
mismo.
—Sí. —Asiento—. Ese. —Me detengo por un momento, pensando—.
Espera, ¿cuándo mencioné que me engañó? —No recuerdo haberlo
mencionado. Lo encuentro algo vergonzoso, así que generalmente soy
cuidadosa sobre a quién se lo menciono.
—Esta tarde. Cuando intentaste escaparte de cenar conmigo. —Me
muestra una sonrisa mientras guarda la botella medio llena en la nevera.
—Sí, eso es extraño. Trato de no mencionarlo. Pero sí, era un infiel. Sigue
siendo un infiel, supongo. Ahora está engañando a otra persona, supongo.
—Es un idiota —dice Max—, no deberías culparte a ti misma.
—Eso es verdad —concuerdo—, pero es difícil no hacerlo. Durante mucho
tiempo me sentí estúpida por no verlo, ¿sabes? Pero demonios, yo estaba en
Iowa la mayor parte del tiempo que estaba sucediendo. —Me encojo de
hombros—. Así que ahora culpo a sus amigos.
—¿Y eso por qué? —pregunta Max, haciendo una pausa.
—¿Para no culparme a mí misma? —bromeo—. Porque él era un chico
muy agradable en la universidad. Luego vino a Nueva York y consiguió un trabajo
elegante y un buen apartamento y no sé qué le pasó. Cambió. Empezó a salir
47
con un montón de tipos de Wall Street. Sin ofender —agrego cuando levanta
una ceja ante ese comentario.
—Lo dejaré pasar.
—Sin embargo, sus amigos son claramente un grupo de idiotas
degenerados. Uno pensaría que uno de ellos podría haberle indicado que ya
tenía novia.
—Tal vez ellos no sabían.
—Posiblemente. —Asiento—. Excepto que en realidad me dijo que no era
gran cosa. Dijo que estaba desahogándose y que yo sería su novia. Al igual que
debería ser honrada de encabezar la lista en una relación polígama que no
sabía que tenía —resoplo.
—Jum —murmura.
—No pasas el rato con tipos así, ¿verdad? —cuestiono.
—No a propósito, no —dice, y luego agrega—: Al carajo con él. —Mientras
me saca del taburete en el que estoy y me lleva de vuelta al sofá en el que
tuvimos relaciones sexuales antes de la cena. Luego hablamos y nos besamos y
es la mejor noche de mi vida. Me hace preguntas sobre mi trabajo y mis
compañeras de cuarto, sobre lo que extraño de mi hogar y sobre lo que más me
gusta de la ciudad.
Está de acuerdo con que mi jefa es un duende y escucha todas las ideas
que me hubiera gustado implementar para Budgey Bridal en lugar de caminar
por Times Square vestida de novia hoy.
Realmente nos llevamos bien, como si nos conociéramos desde siempre.
Más tarde subimos y Max tiene su historia para dormir.
—Había una vez una chica llamada Lauren y su boca estaba tan, tan
mojada —ronroneo en su oído mientras deslizo mi mano hacia abajo.
—Joder. —Max gime en respuesta. No dice mucho después de eso.
Después de todo, es mi historia.

48
8
El lunes sonreí durante todo el día. Pasé el fin de semana con Max y volví a
mi apartamento el tiempo suficiente para recoger ropa limpia el sábado por la
mañana y no regresar hasta el domingo por la noche. Jugamos turista todo el fin
de semana, haciendo las cosas que imaginé haría cuando me mudé aquí. Vimos
un espectáculo en Broadway, algo que Brad había prometido hacer conmigo
pero que nunca sucedió. Después, caminamos por Times Square, lo cual es una
locura las veinticuatro horas del día, pero por la noche es una locura con una
cereza de neón en la parte superior. No hay nada como Manhattan por la
noche. Las luces, los sonidos, la energía y la gente.
Conseguimos gyros5 de un vendedor ambulante en la calle cincuenta y
tres con la sexta que Max insistió en que cambiaría mi vida, y masa de galletas
comestible del nuevo lugar en Greenwich Village, que yo alegaba cambiaría el
tamaño de mi culo. Max me susurró algunas promesas muy sucias acerca de 49
cómo quemaríamos las calorías mientras esperábamos en una fila que
serpenteaba por la puerta principal y bajaba la manzana.
Incluso tomamos uno de esos viajes en autobús de dos pisos. Max dijo que
nunca había estado en uno tampoco, y probablemente fue bastante repetitivo
para él ver un montón de sitios que ha visto durante años, pero fuimos de todos
modos. Hicimos una visita nocturna y sé que es una tontería porque estábamos
en un autobús rodeados de turistas, pero fue romántico. Como estúpido
romántico. Max tenía su brazo colgado a mí alrededor mientras descansaba mi
cabeza sobre su hombro y disfrutaba del paseo. Condujimos más allá del
Rockefeller Center y el Madison Square Garden. Pasando el Empire State Building
iluminado con luz blanca y el Flatiron Building, que el guía turístico nos contó fue
ridiculizado una vez concluido por los críticos que creían que la combinación de
la forma triangular y la altura causaría la caída del edificio. Más de cien años
después todavía se mantiene y se considera uno de los edificios más
fotografiados del mundo.
Cruzamos el puente de Brooklyn, que es impresionante a la luz del día y
mágico al caer la noche, las luces suben por los cables hasta la parte superior
de las torres de piedra y luego vuelven a bajar. En el lado del puente en Brooklyn,
el autobús se detuvo lo suficiente para tomar fotografías del horizonte de
Manhattan. Max tomó nuestra foto con su teléfono, sonrisas en nuestras caras y

5 Comida callejera de origen turco parecida a los burritos.


la ciudad brillando detrás de nosotros. Mi corazón late un poco más rápido y me
mordisqueo el labio simplemente recordándolo.
Estoy tan feliz que incluso mi jefa troll no ha sido capaz de derribarme. Sigue
mirándome sospechosamente, probablemente tratando de imaginar lo que me
está haciendo feliz para que pueda idear maneras de aplastarme, pero da igual.
No importa. Ella no importa porque eventualmente encontraré otro trabajo. Este
trabajo es solo un punto en el radar de mi carrera. Ya encontré dos puestos
vacantes dentro de la compañía para los cuales soy perfecta y aplicada. Tal vez
consiga uno de ellos, tal vez no lo haga. Pero al final encontraré algo porque no
renunciaré hasta que lo consiga. Resulta que no tengo que esperar mucho
porque la semana siguiente me piden una entrevista para uno de los trabajos
que solicité y tengo una oferta para el final de la semana.
Es para trasladarme al equipo de redes sociales. Un aumento del veinte
por ciento en el pago y, aún mejor, es un trabajo que podía estar emocionada
por hacer. Realmente congenié con la supervisora con la que me entrevisté.
También es bloguera y pasamos la mayor parte de la entrevista conversando
sobre programas de afiliados y algoritmos. Ella bloguea sobre la vida en espacios
pequeños y cuando le conté sobre mi situación de litera me preguntó si podía
tomar algunas fotos y mostrar mi apartamento en su blog. Entonces, sí, nos
llevamos bien y, ¿me atreveré a ser demasiado optimista? Creo que va a ser más
que una jefa, creo que también será una amiga. Ya me envió enlaces de varias
50
conferencias de blogs a las que quiere que asista y me dijo que si hay otras que
me interesen que se lo haga saber, siempre que sea algo que pueda usarse para
el trabajo, entonces podremos encontrar una forma de justificar que asista. Es un
trabajo de ensueño. Utilizaré mis habilidades en lugar de usar un vestido de novia
en Times Square y me pagarán por aprender cosas que también podré aplicar
a mi blog personal.
¿Conocen el dicho que dice la “vida pasa muy rápido”? ¿Que en un abrir
y cerrar de ojos todo puede cambiar? Es verdad. Me he pasado el último año
atascada, por así decirlo, y en las últimas dos semanas siento que mi vida se
mueve más rápido que un minuto en Nueva York.
Probablemente porque es así. Un ascenso y un chico nuevo. Loco.
Y no solo cualquier hombre. El hombre perfecto.
Uno que me hace sonreír.
Uno que me hace dejar de lado mi escepticismo.
Uno del que me podría enamorar.
Sé que solo han pasado un par de semanas. Sé que suena loco y que
debería ser más precavida. Pero se siente bien. Parece que todo está tomando
forma. Conocer a Max se siente como la razón por la que vine a Nueva York.
Quiero decir, sé que la razón por la que vine a Nueva York fue Brad. Pero cuando
eso salió mal, me quedé. Perseveré a pesar de un año de mierda en el trabajo y
un presupuesto ajustado. Enfrenté dudas sobre mí misma y preguntarme si
debería haber regresado a Iowa con la cola entre las piernas, donde al menos
podría haber tenido mi propio apartamento y un automóvil. Pero no lo hice. Me
quedé, y conocer a Max es más que una recompensa por quedarme. Max es
como la respuesta a “todo pasa por una razón”. Todos los caminos conducían a
él. Muy cursi, pero no sé cómo explicarlo.
Todavía estoy sonriendo cuando entro por la puerta después del trabajo
el viernes y todo el tiempo que me alisto.
—¿Estás viendo al chico nuevo esta noche?
—Síp —respondo con una gran sonrisa en mi rostro.
Mi compañera de cuarto Allison —la modelo de medio tiempo—, está
sentada en el sofá de nuestro departamento mirándome prepararme en la mesa
de la cocina convertida en tocador.
—¿A dónde vas?
—Estamos cenando con su hermana. Un restaurant hindú que ella ama y
Max tolera.
—Su hermana, ¿eh? Cosas serias. —Allison levanta la vista de su teléfono
con interés, mi vida amorosa de repente se vuelve más interesante que sus redes
51
sociales—. ¿No acabas de conocer a este tipo?
—Sí, hace un par de semanas. ¿Pero qué puedo decir? Me gusta.
—También me gusta —comenta Allison.
—No lo has conocido. —Me vuelvo hacia ella con confusión, una varita de
máscara a mitad de camino de mis pestañas.
—Me gusta que te mantenga en su casa todo el fin de semana. El fin de
semana pasado te fuiste, Delaney voló a casa para la boda de alguien y Bridget
estaba en una etapa de múltiples noches con la aerolínea. Tomé una ducha de
diez minutos el sábado y el domingo, y fingí que vivía sola. Fue glorioso. —Suspira
feliz.
—¿Te dije que Max tiene dos baños? —Termino con la máscara y aplico mi
lápiz labial de larga duración.
—¿Dos? Cásate con él.
—¿Lo sé, verdad? —Asiento—. Pero dejando de lado todas las bromas,
realmente me gusta.
—Bueno, si te gusta, también me gusta —dice Allison desde el sofá, en
donde hace una gran presentación de estiramiento acaparando todo el sofá—
. Creo que voy a ver una película en mi laptop esta noche. Sin auriculares. Bam
—se jacta mientras alardea de espalda.
Me rio porque sé lo que quiere decir. Cuando tienes compañeros de piso
pasas mucho tiempo con los auriculares metidos en los oídos para no molestar a
los demás.
—Disfruta de tu película con la banda sonora añadida de los vecinos de
la planta baja teniendo sexo y los que están en el otro lado del salón peleando.
—Oh, lo haré. —Allison aplaude en regocijo—. El ruido del vecino es igual
a la banda sonora adicional —dice mientras se desplaza por las opciones en su
computadora portátil.
Un minuto después, llega Max, el timbre de la puerta de entrada
anunciando su llegada. Allison se baja del sofá antes de que incluso haya dejado
mi cepillo y golpee el comunicador, lo que le permite entrar al edificio. Luego
abre la puerta de entrada y se asoma al pasillo esperando su llegada como una
pequeña hermana a punto de ver la gran cita de su hermana.
—Estás demasiada entusiasmada con mi vida social, Allison —comento.
—Estoy aburrida. Demándame —responde.
Estoy a punto de preguntarle por qué está en casa por segundo fin de
semana seguido, ya que no es propio de ella, pero Max está aquí, así que me
52
pongo un par de sandalias y las abrocho mientras los presento.
Allison lo evalúa enseguida, lo que significa que ella lo interrogara para
obtener información.
—¿Cuáles son tus intenciones hacia mi amiga? —pregunta ella
exactamente un latido después de hacerse las presentaciones.
Max se ríe y pongo los ojos en blanco. No tengo que decirle a Max que
está bromeando porque no puede mantener la cara seria, estallando en un
ataque de risas en el momento en que las palabras salen de su boca.
—Lo siento, no sé de dónde vino eso —dice entre risas—, acabo de
canalizar a mi padre por un minuto en eso.
—Bueno, puedes estar segura, solo tengo las más pervertidas intenciones
hacia Lauren.
—Perra afortunada —murmura Allison y todos nos reímos mientras agarro
mi bolso.
—No olvides tus cosas —me dice Max, levantando una ceja a modo de
pregunta—. ¿Bolsa de fin de semana? No te llevo a casa —murmura en mi oído
mientras me atrae y besa el lugar justo debajo de mi oreja.
Tenía la esperanza de pasar el fin de semana con él otra vez, pero no
quería ser presuntuosa, así que solo hice una maleta mentalmente. Como si
supiera exactamente lo que necesitaba agarrar ahora e incluso qué mochila
llevarme, pero realmente no he empacado la mochila.
—Está bien —concuerdo con un rápido asentimiento—. Solo dame un
segundo para agarrar algunas cosas —le digo mientras corro a la habitación
para agarrar mi bolso y los atuendos predeterminados para el fin de semana.
Max se para en la puerta y me mira con una expresión divertida en su rostro.
—Estás empacando bastante rápido allí, tigre.
—Sí, porque me muero de hambre y vamos a llegar tarde a la cena —
miento.
—No hay prisa, mi hermana rara vez llega a tiempo.
—Estoy lista —anuncio medio segundo después y él no hace nada para
ocultar su sonrisa mientras entra a la habitación.
—Las infames literas —comenta mientras me quita la bolsa de las mano—.
¿Cuál es la tuya?
—Litera de arriba —le digo, dando palmaditas en el costado del colchón.
—Podemos jugar en la litera de arriba más tarde si quieres. 53
Me guiña un ojo y me rio mientras empujo su pecho y lo dirijo hacia la
puerta. Agarro mi bolsa de maquillaje cuando pasamos por la mesa de la
cocina. Ya tengo un cepillo de dientes en casa de Max. Me dio un lugar para
eso y cualquier cosa. También me compró shampoo y acondicionador el fin de
semana pasado. Se había quejado de que mi cabello no olía a vainilla cuando
lo usaba en la ducha y luego ordeno las cosas que normalmente uso y lo hizo
entregar el mismo día. Manhattan es ideal para una entrega indulgente el mismo
día. Botellas de tamaño grande. Su plato de ducha tiene dos estantes
empotrados para botellas de shampoo y me dio uno de ellos.
¿Quién dice que la caballerosidad está muerta?
El espacio de baño en la ducha es realmente importante.
9
La hermana de Max es genial. Ella llega tarde, él no estaba equivocado
acerca de eso. Ella irrumpe en el restaurante a las ocho y cuarto con una gran
sonrisa y disculpa por su tardanza. Es una estudiante de la NYU y está llena de
optimismo con ojos brillantes sobre la humanidad y el futuro. Agita sus manos
cuando habla y casualmente lanza que Max y yo haríamos bebés lindos a mitad
de la cena. Lo dice como si fuera un hecho y con una franca sinceridad, no
como si estuviera tratando de causar problemas o hacer enojar a Max.
—Gracias, Molly. No he tenido la oportunidad de hablar con Lauren sobre
dejarla embarazada, pero ahora parece un momento tan bueno como
cualquier otro —dice Max, mientras yo disfruto viendo sus interacciones. Soy hija
única, así que este tipo de bromas de hermanos es nuevo para mí—. Lauren —
comienza mientras coloca su mano sobre la mía en la mesa—. ¿Te gustaría tener
a mis hijos? He pensado en cinco con exactamente veintiséis meses entre cada 54
uno, por lo que probablemente deberíamos comenzar más temprano que tarde.
Quizás esta noche, si estás ovulando.
—¿Cinco? ¿En la ciudad? —Ensancho mis ojos en respuesta—. No,a menos
que tengas un tercer piso, que no me había dado cuenta.
—No seas ridícula. Nos mudaremos a Connecticut entre el segundo y
tercer hijo. Ya he hecho un depósito en el futuro preescolar de Max Junior. Las
mejores reservas se hacen antes de nacer. Todos lo saben.
—Por supuesto —estoy de acuerdo—. ¿Pero cómo sabes que el primero
será un Max?
—Max, Maxine. Cualquiera.
—Huh. —Me encojo de hombros—. Bueno, tengo algunas reservas sobre
tener cinco de ellos, pero parece que ya pensaste en esto, ¿por qué no?
—Está bien, está bien, suficiente, ustedes dos. Ahora me están sacando de
quicio —protesta Molly.
—Lo pediste —dice Max, señalándola con un pedazo de naan antes de
arrancar un trozo y metérselo en la boca. Pero lo hace amablemente y con
humor. Yo amo eso de él. La forma en que trata a su hermana. La forma en que
mira detrás de mí cada vez que sostiene una puerta abierta para asegurarse de
que no haya otra mujer dentro de un radio de tres metros a la que deba seguir
sosteniéndole la puerta. Es tan malditamente arcaico, y él ni siquiera se da
cuenta de que lo está haciendo, y me encanta. Me encanta que en una ciudad
de prisa nunca parece estar apurado cuando está cerca de mí. Sé que tiene un
trabajo estresante: trabaja en el capitalismo de riesgo al igual que Brad. Entonces
sé que puede ser brutal y horarios muy largos, pero lo deja en la oficina. Sí, lo he
visto sacar su computadora portátil los fines de semana para ponerse al día con
algo, pero nunca me hace sentir que estoy en el camino. Cuando está cerca de
mí, su atención soy yo y es sexy como el infierno.
La forma en que coquetea conmigo y cómo me hace reír todo el tiempo.
La forma en que se asegura de que tenga mi shampoo en su casa y de cómo
camina fuera de la acera, porque quiere estar entre yo y la calle. Me hace sentir
protegida cuando ni siquiera me daba cuenta de que me faltaba esa sensación.
Y ni siquiera he empezado con lo del sexo. Bruto y sucio y bueno.
Desinhibido y desordenado. Me hace reír y me hace venir. Sin embargo, por muy
bueno que sea, tan grande como es, también encajamos de muchas otras
maneras.
Se me ocurre entonces un montón de cosas que me encantan sobre él y
mi estómago se tensa. Juré que nunca más volvería a perderme en un chico,
pero aquí estoy cayendo en el amor como una idiota.
—De todos modos —interrumpe Molly—. ¿Traes a Lauren a los Hamptons 55
para el cuarto? Todavía vienes, ¿verdad?
—Sí, estaremos allí —le dice—. Y tomaremos la casa de la piscina.
—¿Tienes una casa de la piscina? —cuestiono. Sabía de la casa de los
Hamptons. Pertenece a su padre, pero según Max, él no la usa más. Sabía que
la compartiríamos con su hermana, pero estaba imaginando una casa en la
costa llena de camas y electrodomésticos anticuados.
—¿No has estado? —pregunta Molly—. Te va a encantar. Está a solo un
par de horas fuera de la ciudad y es un soplo de aire fresco durante el verano.
Ya sabes cómo se pone la ciudad —dice, arqueando las cejas—, todo caliente,
apestoso y estaremos en la playa si prefieres agua salada o cloro.
—Tienes una playa —repito con una mirada a Max—. Y una piscina.
—¡Oh! ¡Tendremos helado! —continúa Molly—. ¡Te llevaré a la Compañía
de Fudge! Tienen las mejores máquinas de hielo. —Molly aplaude emocionada—
. ¡Y dulces!
—¿Cuántos tienes, diez? —interpone Max.
—No, estoy emocionada de que traigas a alguien este año que no
golpeará a mis amigos —responde mientras le lanza una mirada sucia—. Y
puedes tener la casa de la piscina —agrega con una dulce sonrisa—. Deberías
disfrutarlo mientras puedas. Una vez que tengas a todos esos niños, tendrás que
quedarte con ellos en la casa principal.
—Touché, hermanita.

***

Más tarde, mientras caminamos de regreso al departamento de Max, él se


disculpa por el entusiasmo de Molly.
—Está bien, ya sabía que algo debe estar mal contigo.
—Sí, que estoy relacionado con una persona loca. Sin embargo, no te
preocupes por nuestros futuros hijos. Molly es adoptiva.
—Ella no —le digo, riendo mientras le doy un codazo en las costillas—. Ella
se ve exactamente como tú.
—Bien, eso es una mentira. —Suspira—. Ella es mi hermana. Y ni siquiera una
media hermana.
—Ella me gusta.
—Sí, también me gusta. —Sonríe y me pasa un brazo por los hombros—. 56
Entonces estás buscando cosas que están mal conmigo, ¿eh?
—Absolutamente. —Asiento—. Eres demasiado perfecto para ser real.
—Lo soy real —está de acuerdo.
—Entonces qué es príncipe azul. ¿Deudas de juego? ¿Un registro de
arresto? ¿Un pasado psiquiátrico inestable, tal vez? No es posible que tengas una
esposa o novia escondida en algún lado, ya que me presentaste a tu hermana.
—No hay esposas. Y no hay novias, excepto tú misma —agrega,
agarrándome de la mano mientras cruzamos Eleventh Street. Probablemente no
sea muy maduro, pero mi corazón late un poco más rápido al escuchar que se
refiere a mí como su novia—. Jugué con chicos ocasionales en Atlantic City, pero
puedes tomarlo en cuenta o no. Por poco evité el arresto un par de veces en la
universidad, pero mi registro está oficialmente limpio. Y aunque no he sido
evaluado profesionalmente, creo que mi mentalidad es sólida
—¿Y qué hay de mí? ¿No te preguntas cuál es mi locura? Todo el mundo
tiene algo, ¿verdad? Esto todavía es nuevo —le dije, gesticulando entre
nosotros—. Tal vez estoy en mi mejor comportamiento.
—No, no estoy preocupado. —Estamos parados en la esquina de Perry y
Hudson, esperando que cambie la luz para poder cruzar. Me mira a los ojos
cuando lo dice y creo que podría desmayarme en la maldita acera, que aunque
sea romántico es realmente desagradable, porque las aceras de Manhattan en
general son bastante sucias. Luego agrega—: Ya sé cuál es tu locura.
—¿Qué crees que sabes? —pregunto, entrecerrando los ojos.
—Te vuelves un poco loca si la nata en tu café de la mañana no está. La
viertes y la revuelves —dice, imitando una cuchara con la mano—. Y luego
viertes otra gota y la revuelves nuevamente. Siempre.
—Bien —resoplo. Es verdad.
—Y te entra el pánico de quedarte sin nata cuando acabas de abrir una
botella nueva.
—Un heredero y uno de repuesto.
—¿Qué? —Me mira mientras caminamos—. ¿Y eso que significa?
—¿Reinado? Siempre tienen que tener un heredero al trono, ¿verdad? Y
luego necesitan tener un segundo en caso de que algo le pase al primero. Por
lo tanto, es un heredero y un repuesto.
—Eso está jodido.
—Dice el tipo que quiere cinco hijos.
—¿Qué tiene esto que ver con la nata del café? 57
—¡Ah! Me gusta una botella de repuesto. Una vez que la botella principal
está abierta, me gusta ver el recambio alineado en la nevera.
—Derecha. —Asiente—. No estoy loco. Estoy a doscientos pasos de una
bodega en la esquina, pero una botella extra de nata es motivo de pánico.
—Realmente me gusta que mi taza de café de la mañana vaya por buen
camino.
—Luego, si tú te comes más de la mitad de una bolsa de ositos de goma,
te duele el estómago, pero nunca te detienes a la mitad de una bolsa. Te comes
toda la bolsa y luego te quejas durante al menos una hora sobre lo mucho que
te duele el estómago.
—Oh eso. —Me encojo de hombros—. Eso es solo parte de mi encanto.
—Es algo —está de acuerdo.
—¿Así que quieres llevarme a los Hamptons en lugar de a los amigos que
coquetean con chicas que apenas terminan la escuela secundaria? —bromeo
porque tengo una manera de arruinar un momento perfectamente bueno.
Echó un vistazo al temporizador al lado del semáforo. Según parece, los
tienen en cada intersección de Nueva York: una pequeña luz de neón que
cuenta los segundos hasta que los peatones impacientes puedan cruzar y luego
el reloj se restablece nuevamente. Los turistas que he notado generalmente
esperarían a que el semáforo les dé permiso para cruzar antes de entrar a la
calle. Los locales son más propensos a bajar de la acera en el momento en que
el último automóvil ha pasado.
—Chicos del trabajo —dice encogiéndose de hombros—. No me di cuenta
de que eran tan malos. O tal vez lo hice —agrega—. Tal vez debería haberlo
hecho.
—Lo siento —le digo—. Estoy siendo grosera.
—Estás bien.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Me puedes preguntar lo que sea.
—Olvídalo, esto va a salir raro. —Cambio de opinión mientras balanceo
nuestras manos mientras caminamos por Hudson.
—No puede ser más extraño que una conversación sobre cuán lindos
serán nuestros futuros hijos.
—Así que —empiezo porque es de lo que quiero preguntarle—.
¿Realmente piensan los chicos sobre eso?
—¿Qué cosas? ¿Tener una familia? Algunos hombres sí. Yo lo hago.
58
—Huh —le digo, porque sinceramente me sorprende un poco. Los hombres
siempre han sido un misterio para mí en ese sentido. Supuse que las mujeres eran
las que pensaban en los bebés y en los distritos escolares y arrastraban a los
hombres. Cuando estaba comprometida, yo era quien hacía todo el
planeamiento, y pensé que eso era normal. No es que llegáramos muy lejos de
todos modos.
—Chicos que piensan esas cosas son digno de tu tiempo.
—Digno de mi tiempo. Me gusta eso. Tan completa revelación —digo,
tomando aliento—. ¿Recuerdas que estuve comprometida antes?
—Sí —responde, apretando mi mano.
—Ese fin de semana en el que quieres ir a Hamptons es el fin de semana
en el que se suponía que me casaría. Antes de cancelar el lugar y devolver el
anillo, ese era el fin de semana. No he pensado en eso desde hace un tiempo,
pero luego en la cena tu hermana trajo el fin de semana y pensé que debería
mencionarlo.
—Su pérdida —responde Max y me enamoro un poco más de él—.
Lamento que te haya lastimado —agrega—, pero no me arrepiento de que te
haya llevado hasta aquí. A Nueva York. A mí. No estoy seguro de que te haya
encontrado en Iowa. —Me sonríe cuando agrega la parte sobre Iowa y me
acerca un poco más a él.
—Sí yo también. —Sonrío en respuesta. Y lo estoy. Feliz, eso es. Puedo ver
ahora que estoy mucho mejor con Max de lo que nunca fui con Brad. Amaba a
Brad, pensé que me iba a casar con él y pasaría el resto de mi vida con él. Pero
estoy agradecida de que no lo hice. Que no llegó tan lejos. Pude haber elegido
una forma diferente de terminarlo, pero mirando hacia atrás no puedo decir que
no fue lo mejor que terminara. Esto con Max puede ser nuevo, pero es fácil. Es
mucho más fácil entre nosotros, como si lo conociera desde hace años en lugar
de semanas. Es tan transparente conmigo, nunca siento que deba adivinar lo
que está pensando o lo que realmente quiere.
—Entonces, completa revelación —repite Max antes de que un transeúnte
al azar interrumpa y le pregunte dónde está la entrada más cercana al metro.
Max los dirige a la estación de Christopher Street y luego la luz cambia y cruzamos
la calle. Luego nos encontramos con la farmacia y me doy cuenta de que nunca
terminó su oración.
—¿Querías decirme algo? —pregunto mientras salimos de la tienda.
—Sí, estábamos peligrosamente cerca de quedarnos sin condones —dice,
levantando la bolsa.
—No. —Ruedo mis ojos en su cara—. Antes. ¿Cuándo fuimos
interrumpidos? Además, estoy tomando la píldora por cierto.
59
—Está bien, cielos —dice, levantando las manos—. No hay por cierto sobre
esa afirmación, Lauren. Porque si esa era una luz verde para follarte sin
protección, ese era el punto central de todo lo que acabas de decir. Eso es todo
lo que escuché de todos modos. Ya me he desmayado para el resto. —Me da
vuelta en dirección a su apartamento con una mano firme en mi espalda y me
empuja a caminar, su mano permaneciendo en su lugar mientras avanzamos
por miedo a que yo reduzca mis pasos y necesite ser empujada—. ¿Deberíamos
tomar un taxi?
—Tu apartamento está literalmente a la vuelta de la esquina —le digo,
señalando—. Es nada de un kilómetro y con las calles de un solo sentido tomaría
más tiempo para el taxi que caminar, y ¿por qué estoy entreteniendo esta
pregunta con una respuesta? —Pero me rio porque sé que es medio serio y eso
me encanta de él.
—Mierda, Lauren. —Niega con la cabeza como si acabara de ocurrirle
algo.
—¿Qué?
—Ni siquiera es mi cumpleaños —dice en voz baja. Luego guiña un ojo y es
tan lindo que estoy a dos segundos de darle mis bragas en la acera.
Y luego no lo estoy.
Deberíamos haber doblado a la izquierda cuando salimos de Rite Aid.
Deberíamos haber girado a la izquierda y tomar el décimo lugar para Bleecker.
Al diablo con todo, ¿por qué no giramos a la izquierda?

60
10
Giramos a la derecha.
Giramos a la derecha para tomar Charles hasta Bleecker.
Giramos a la derecha, lo que nos llevó más allá del pub irlandés en la
esquina. Y solo en Nueva York y de algún modo terminamos tropezando con mi
ex novio, Brad. Ocho millones de personas en Nueva York, uno punto seis millones
de personas solo en Manhattan ¿y con quién nos tropezamos? El último chico
que estoy interesada en ver.
No lo he visto en los diez meses desde que rompimos, ni una vez. Siempre
imaginé que me encontraría con él de nuevo, pero en Iowa. Ambos estaríamos
en casa para las vacaciones y nos encontraríamos en el Hy-Vee mientras
recogíamos un ingrediente de última hora para la cena de Navidad. O tal vez
en el aeropuerto, esperando un vuelo de regreso a Nueva York. Pero en 61
Manhattan, asumí que estaba a salvo de cualquier encuentro incómodo.
Lo veo antes de que me vea. Está directamente frente a mí, pero él no
está mirando en mi dirección. Está mirando detrás de él, buscando la mano de
alguien. Una mujer. Es bonita, me doy cuenta de manera distante. Me sonrojo,
como cuando algo te sorprende, porque estoy sorprendida de verlo. Pero no
estoy segura de sentir nada más. Espero, anticipando sentir un poco de dolor,
pero no está allí. Me encuentro esperando que madure, si no por su propio bien
entonces por el de ella. Quienquiera que sea ella
Brad se da vuelta y el reconocimiento cruza su rostro, pero no me está
mirando. Está mirando a Max.
—Oye, amigo —grita un segundo antes de que mi cerebro registre lo que
está sucediendo. Antes de darme cuenta, se conocen. En un abrir y cerrar de
ojos observo algo en la expresión de Max que me hace darme cuenta de que
no solo conoce a Brad, sabe quién es exactamente Brad para mí. Que este es el
Brad. Todo esto sucede en un momento, pero se siente como cámara lenta, mi
cerebro un paso atrás. No es un minuto de Nueva York, eso es seguro. Es más un
minuto de microondas. ¿Ya sabes? ¿Cómo se siente un minuto en esperar que
algo se cocine en el microondas? Más o menos así.
Entonces la mirada de Brad se mueve de Max a mí, a la mano de Max
sobre mi hombro, y un destello de sorpresa cruza su rostro al vernos juntos.
—Hola, Lauren —dice Brad, mirando de nuevo entre nosotros—. Es bueno
verte. No me di cuenta de que ustedes dos se conocían.
No estoy segura de qué decir a eso porque no estaba al tanto de esta
conexión hasta ahora, pero antes de que tenga que responder, él está
presentando a la mujer a su lado. La presenta como su novia y luego de una
pausa menciona que se conocieron hace unos meses. Supongo que esto es
para mí beneficio, una bondad que me está otorgando para que no me
pregunte si fue su ropa interior la que encontré en el departamento que
compartía con él. Me doy cuenta cuando lo dice que no me estaba
preguntando. Que se siente como siempre. Que simplemente no me importa.
Además, estoy demasiado ocupada preguntándome cómo mi ex conoce
a mi novio actual. Estaré condenada si pregunto eso ahora mismo sin embargo.
Brad pregunta sobre mi trabajo y cómo estoy. Si ya tengo mi propio lugar
o si todavía estoy en el departamento de literas. Le doy las respuestas genéricas
que le das a alguien que no conoces lo suficiente como para explicar.
—Cariño —dice la novia con un ligero tirón en el brazo de Brad. Ya he
olvidado su nombre. Es bonita. Dócil, sería mi breve impresión—. Vamos a llegar
tarde a la película —le dice.
Él asiente y me dice que fue bueno verme. Que me cuide. Le dice a Max 62
que lo verá el lunes. Entonces eso responde eso. Trabajan juntos.
Estoy en silencio mientras los veo alejarse, pero me deslizo por debajo del
brazo de Max. Cuando cruzaron a Charles, me giró y lo miro.
—Iba a decírtelo —comienza. Lo cual nunca es una buena manera de
comenzar una conversación con una mujer. ¿Cómo es que los hombres no
saben esto? Todos los hombres mayores de dieciocho deberían saber esto.
Deben compartir esta información entre ellos, pasarla de mano en mano
mientras realizan sus abrazos de hermano o agregarla a los comentarios de
condones que publican en línea. Escribirlo en las paredes del baño si eso es lo
que se necesita para transmitir el mensaje.
—¿Qué diablos, Max?
—En una escala de uno para terminar conmigo, ¿qué tan molesta estás?
—Tengo veintitrés años, Max, no trece. Vamos a tener una conversación
sobre esto, no a elegir una canción de ruptura dramática.
—Bien. —Asiente lentamente, parte de la tensión abandona su frente.
—¿Así que tú y Brad trabajan juntos?
—Más o menos —dice, y cuando levanto una ceja, agrega—:
Técnicamente, soy su jefe.
—Por el amor de Dios —digo, levantando las manos mientras comenzaba
a caminar hacia su departamento—. Entonces, ¿cuándo exactamente te diste
cuenta de eso? —Dejo de caminar y lo miro fijamente—. ¿Siempre lo has sabido?
Porque Brad —señaló en la dirección en la que acaba de alejarse—, claramente
no lo sabía.
—No, no siempre lo he sabido. La primera noche —dice—. Mientras
comíamos comida para llevar, dijiste algo sobre un ex en finanzas, que podría
haber sido uno de los diez mil hombres en esta ciudad. Pero luego mencionaste
que era de Iowa y algunas otras cosas y todo encajó.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Estoy incrédula.
—Porque habías hecho algunos comentarios sobre el tipo de personas con
las que Brad estaba asociado y no quería que me cancelaras antes de darme
una oportunidad. Pensé que te irías si te lo decía entonces. Además, para ser
justos, estabas medio desnuda en ese momento y podría no haber estado
pensando racionalmente.
—Eres tan estúpido.
—De acuerdo.
—Está bien. —Suspiro. Hemos llegado a su departamento y nos detenemos
frente a la puerta y nos miramos el uno al otro—. Vamos sacar esta mierda. 63
—¿En serio?
—Sí.
—Realmente eres demasiado buena para mí.
—Estoy de acuerdo. Ahora abre la puerta.

***

Ambos reímos mientras abre la puerta y la cierra de golpe detrás de


nosotros, deteniéndose solo lo suficiente como para girar el cerrojo antes de
correr por las escaleras detrás de mí. No es nuestra primera cita, ahora somos
unos cabrones civilizados. Lo que básicamente significa cualquier lugar excepto
la escalera. Porque ¿alguna vez has estado en una escalera? Sus escaleras son
de madera, lo que no ayuda. No es que la alfombra sirva de mucho, porque las
quemaduras por fricción de alfombras no son una broma, especialmente en el
verano cuando quieres ponerte un vestido hasta la rodilla para trabajar al día
siguiente.
—Tengo algo para ti —dice cuando alcanzamos la parte superior de las
escaleras—. Estuve esperando toda la noche para dártelo.
—Lo sé, he estado esperando toda la noche para obtenerlo —concuerdo
con una mirada a sus pantalones.
—Claramente, soy el romántico en esta relación, pequeña pervertida —
dice negando con la cabeza mientras deja caer mi bolsa de fin de semana en
la mesa de su comedor. Una mesa con capacidad para seis personas en la que
nunca hemos comido. Me encanta la sensación alta y abierta de su lugar. Es
relajante y me hace sentir como si pudiera relajarme. Como si pudiera
dispersarme en el medio de una ciudad que está abarrotada, cuando
normalmente me veo obligada a apretarme en ella.
—¿Sexo en la mesa? —pregunto, porque nunca hemos hecho eso.
—No —responde con un resoplido y luego hace una pausa—. Bueno, tal
vez. No olvidemos eso. Pero primero —dice, entregándome una pequeña caja
que debe haber estado esperando en la mesa del comedor.
La tomo de él y la examino en mis manos. Es del tamaño de un paquete
de chicles, pero más grueso. Es de cartón con un cordel envuelto alrededor de
ella y sujeto debajo de un pequeño disco adherido a la parte superior. No es una
cadera elegante, urbana, tal vez. Muevo mis ojos hacia él y luego vuelvo a la
caja en mis manos.
—Tampoco es mi cumpleaños —señalo. 64
—Ábrela —me urge.
Desenvuelvo el cordel y el cartón se abre para revelar otra caja de cartón,
esta con bordes corrugados y una solapa superior que se desliza para abrirse.
Paso los dedos por los bordes por un segundo, disfrutando de la forma en que el
material se siente bajo mis dedos y disfrutando el dulce momento.
Luego, deslizo la tapa superior para abrirla y miro adentro, confundida por
un momento sobre lo que estoy viendo. Es una fortuna, como una galleta de la
fortuna. Pero está dentro de una pequeña caja con la fachada de cristal.
—¿Esto es…? —empiezo a preguntar mientras lo saco de la caja y la
cadena cuelga libremente—. Es un collar —murmuro. Es hermoso, la caja de oro
rosa más delgada colgando de una cadena a juego. La acerco para leer lo que
está escrito en el papel. Es una fortuna, tenía razón al respecto. Dice: “No tengas
miedo de sonreír. Nunca se sabe quién se está enamorado de ella”.
—Max. —Sonrío—. Me encanta. —La deslizo sobre mi cabeza, la cadena
es lo suficiente larga para permitir que me la ponga sin abrirla. Una vez que está
en mi mano, toco el colgante entre mis dedos y miro a Max con una sonrisa tan
grande que muerdo mi labio para tratar de contenerla—. Gracias.
—De nada.
—¿Es esta la fortuna que no me leíste esa noche? ¿En nuestra primera cita?
Asiente.
—¿Porque ya amabas mi sonrisa? ¿Incluso entonces?
—Porque yo ya sabía que podía amarte, incluso entonces.
—¿Lo hacías? —pregunto.
—Lo hago —corrige—. Te amo.
—Yo no —digo con un movimiento de cabeza casi imperceptible—. No lo
sabía aún entonces. Pero lo hago ahora. Bueno, lo supe hace un tiempo. Creo
que técnicamente me atrapaste mientras comíamos comida de un vendedor
ambulante. Estabas… —No termino ese pensamiento porque el sexo
aparentemente está de vuelta en la mesa. Literalmente. Mi trasero está sobre la
mesa y mi vestido está siendo levantado sobre mi cabeza.
—No —dice Max, alejándose de mí. Sus labios están justo sobre los míos y
me inclino hacia delante mientras él retrocede como si pudiera arrastrarlo de
regreso a mis labios por pura fuerza de voluntad.
—¿No? —Es un maldito bromista, este tipo.
—No en la mesa —dice y me desliza fuera del borde, mis piernas
envolviendo sus caderas mientras lo hace—. No sobre la mesa en este momento
—agrega—. No estoy concediendo la mesa como una superficie viable para 65
cualquier comportamiento futuro. Pero ahora, cama.
—Qué hombre de las cavernas eres —le digo, tirando del lóbulo de su oreja
con mis dientes y haciendo mi mejor esfuerzo para girar contra él, para obtener
la fricción que quiero desesperadamente en mi clítoris—. Me gusta.
—Por supuesto que sí. —Me para al pie de la escalera y me da una
palmada en el culo—. Sube. Quítate el sostén y las bragas y espérame en la
cama.
—Oh, también estamos siendo mandones. Realmente me gusta.
—Ve. —Niega con la cabeza y ríe.
Arriba, me quito mi ropa interior y las dejo caer en una silla de su dormitorio.
Luego me quito el collar y lo examino de nuevo antes de colocarlo en su tocador.
No quiero que la cadena se enrede, y si se queda, terminará envuelta en mi
cabello. Noto que hay una pequeña bisagra en la caja y el broche que abre la
tapa de vidrio, por lo que puedo cambiar la fortuna si quiero. No puedo imaginar
querer hacerlo, sin embargo, es perfecto tal como es. Paso los dedos por la
ventana de vidrio y sonrío, recordando nuestra primera noche juntos.
Recordando la primera vez que nos encontramos cuando dijo algo acerca de
disfrutar de mi risa. Que a él le gustaba mi sonrisa.
—¿Por qué no estás en la cama? —Max entra a la habitación, quitándose
la camisa y mirándome fijamente—. Tus instrucciones eran estar desnuda y en la
cama. Estás desnuda, lo cual agradezco, pero no estás en la cama, lo que no
aprecio. —Se desabrocha el cinturón, sus movimientos sin prisa, sus manos ágiles
mientras abre el cinturón y se desabrocha los pantalones. Dirigiendo sus ojos a
los míos, sonríe, ese maldito hoyuelo que me hace más húmeda de lo que ya
estoy—. Espera, ¿estás tratando de pedirme algo de nalgadas pervertidas?
¿Dónde deliberadamente no sigues las instrucciones y luego pretendo estar
enfadado contigo y doblarte sobre mis rodillas? Porque estoy en la página
ochenta del libro de este mes del club de lectura y todavía no me he encontrado
con ninguna escena, así que no estoy seguro de lo que estamos haciendo aquí.
—Sonríe cuando lo dice, y su tono es burlón, así que no lo tomo en serio.
—No. —Niego con la cabeza con una risa—. No lo estaba.
—Bien, porque esa mierda nunca sale tan caliente como crees que va a
pasar. Se ve bien en las películas, pero aquí, sin la iluminación correcta y alguien
filmando, es un poco incómodo. —Empujando los pantalones por su cadera, su
polla pesada, la pequeña charla no hace nada para calmar su erección—. Pero
oye, si es tu fantasía sexual, estoy dispuesto a complacerte.
—No lo es. Quiero decir, no lo quitemos de la mesa —le guiño un ojo—,
pero no ahora.
—Está bien, practicaré. Solo para estar preparado si cambias de opinión.
66
—Espera, ¿cómo demonios vas a practicar nalgadas?
—¿De verdad? —Levanta una ceja, su expresión divertida—. ¿Realmente
me preguntas eso? Una vez fui un adolescente.
—Detente. —Me rio—. ¿Cómo vas a practicar darme nalgadas?
—No lo sé. —Se encoge de hombros—. ¿Una almohada?
—No lo creo.
—¿Qué? Podría funcionar. —Agarra una almohada de la cama y le da un
golpe. Hace el mismo sonido que esponjar una almohada, lo cual es ridículo.
Frunzo el ceño y niego con la cabeza—. Eres una buena chica, tómalo —dice,
dándole otro golpe a la almohada mientras se deja caer en la cama.
Mierda.
—Está bien, esta cosa de la chica buena fue caliente —admito, mis ojos se
alejan rápidamente y después vuelven de nuevo. Parece interesado en esta
revelación, pero levanto una mano mientras bajo el collar y camino hacia él—.
¿Puedo preguntarte algo? —pregunto, doblando una rodilla sobre la cama.
—Por supuesto.
—Esa noche que nos encontramos —comienzo y veo el reconocimiento
en su rostro. Él sabe a dónde voy con esto—. Cuando estaba blogueando en
Starbucks, simplemente coqueteaste conmigo y te fuiste. ¿Y si nunca me
hubieras visto?
—Lauren. —Sonríe y extiende su mano hacia mí hasta que me inclino hacia
adelante y me arrastro sobre él, descansando mi cabeza sobre su pecho—. Mi
gimnasio está a la vuelta de la esquina de ese Starbucks. Te había visto allí al
menos media docena de veces.
—¿Me viste? —pregunto, sorprendida—. ¿Por qué esperaste tanto para
hablarme?
—No pensé que estuvieras lista.
—¿No? —cuestiono. Pero él tiene razón, no lo estaba.
—Esa fue la primera vez que levantaste la mirada. La primera vez que me
atrapaste mirándote.
—Eso no es escalofriante —bromeo mientras golpeteo su pecho con mis
dedos.
—Sabía que te vería allí otra vez. Y supuse que eventualmente te
encantaría.
—Todavía un poco espeluznante —le digo, manteniendo el dedo y el
pulgar separados unos centímetros. 67
—Pero luego me encontré contigo al día siguiente en el metro: vistiendo
un vestido de novia y examinando el mosaico de Times Square como si fuera tu
trabajo.
—Realmente amo esos mosaicos —murmuro.
—Dándome mierda sobre los tríos y presentando todas las excusas que se
te ocurría para no salir conmigo.
—Oh, sí, los tríos. —Me rio—. Estaba convencida de que ibas a invitarme a
una fiesta sexual pervertida.
—Sueña. —Nos da la vuelta así está arriba y tira de un pezón entre sus
dientes—. Pero no te estoy compartiendo. Eres mía.
—Me gusta ser tuya —le digo, entrelazando mis dedos en su cabello.
—Entonces, ¿estamos bien? —pregunta.
—Muy bien —acepto—. Ahora deja de molestar y dámelo.
—¿Te lo doy? No creo que seas una buena chica después de todo. Creo
que eres una chica mala.
—¿No puedo ser ambas?
—Me gusta cómo funciona tu mente sucia. —Guiña un ojo—. Ahora, ¿por
qué no eres una buena chica y colocas tus manos sobre tu cabeza?
Lo hago. Por supuesto que sí.
Su polla es pesada contra mi estómago mientras acuna mi mandíbula y
mueve sus labios por encima de mi cuello. Me encanta cómo se siente cuando
su pene esta duro y está presionado entre nosotros, tan cerca de donde yo
quiero. Me gusta su peso, la calidez. Muevo mis piernas abiertas y giro mis
caderas, esperando atraer directamente a su pene en mi búsqueda para
obtener lo que quiero.
—Pídelo amablemente —se burla. Oh, me gusta este juego.
—¿Por favor? —pregunto.
—Esfuérzate más —dice, arrastrando sus labios hasta mis senos. Tampoco
está bromeando, puede trabajarme por lo que parece ser una eternidad.
Jugando conmigo, besando cada centímetro de mi cuerpo. Presionando mis
pechos juntos y deslizando su polla entre ellas, luego deslizándola para saborear
su polla mientras la palmeo con movimientos largos y lentos.
—Por favor, dame tu polla —intento.
—¿Todos esos libros que lees y eso es lo mejor que puedes hacer? —Niega
con la cabeza y logra una mirada de decepción, pero su labio tira una pequeña
sonrisa, delatándolo.
—Quiero sentirte sin nada dentro de mí —le digo, mordiendo mi labio—.
68
Quiero que me folles como si me pertenecieras, Max —le digo, mirándolo a los
ojos—. Sujétame y toma lo que quieras.
—Jesús —murmura y me da vuelta. Un segundo después mis muslos están
muy abiertos y está dentro de mí. Gimo y mantengo mis brazos estirados sobre
mi cabeza, las palmas extendidas contra la cabecera, mi frente contra la
almohada mientras él se mueve. Es tan profundo como está y me aprieto
alrededor de su eje y gimo en la almohada. Una y otra vez me acerca y cuando
trato de poner una mano en mi clítoris, agarra mi muñeca y dobla mi brazo
detrás de mi espalda. Pone su otra mano en la parte posterior de mi cuello y
aprieta ligeramente, con tanta ligereza, y podría tener aún más potencial
pervertido de lo que pensaba porque solo me lleva un minuto llegar así. Los
espasmos parecen que duran para siempre, Max suelta mi brazo y mi muñeca y
envuelve sus manos alrededor de mi cintura mientras continúa bombeando
dentro de mí hasta que me sigue por el borde.
—Recuérdame que nunca te desafíe —dice después, cuando está a mí
alrededor, de espaldas a su frente, su boca a mi oreja—. Vas a matarme.
—Sin embargo, sería un infierno que atravesar.
—¿Fue sexo de reconciliación? Ni siquiera tuvimos una pelea real. Guau.
—Conversación racional —le recuerdo adormilada.
—Así que tenemos que saltarnos la pelea e ir directamente al sexo de
reconciliación —reflexiona—. Joder, soy el hombre vivo más afortunado.
—No presiones tu suerte. Todavía podemos pelear si estás metido en eso.
—No, soy bueno.
—Eso pensé.
—Aunque voy a encontrar un cartel. Para la cama.
—¿Qué? —pregunto, girando mi cabeza para mirarlo.
—¿Sabes cómo la gente que cuelga mierda motivacional sobre su cama
como “Siempre Dame Un Beso de Buenas Noches”?
—Sí.
—El nuestro dirá, Omite la pelea. Ve directo al sexo de reconciliación.
—Realmente eres el romántico en esta relación.
—Es por eso que me amas.
—Lo es —acepto y luego me acurruco en sus brazos y cierro los ojos,
totalmente satisfecha con el cuento de hadas que encontré justo en el medio
de mi vida ordinaria.
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Epílogo
—Entonces, ¿realmente estamos haciendo esto? —Me sonríe, esos
hoyuelos no menos efectivos que la primera vez que los vi hace cuatro meses.
—Realmente estamos haciendo esto —estoy de acuerdo, deteniéndome
para mirarlo—. ¿A menos que no quieras?
—Por supuesto que quiero, chica loca. Mientras esto sea lo que quieras.
Quiero que tengas el día perfecto. Traeremos a tu familia, iremos a Iowa, Las
Vegas, no me importa mientras seas feliz.
—Honestamente, Max, solo te quiero. —Recojo la falda de mi vestido en
mis manos para que no se arrastre en la acera—. Y este vestido —agrego con
una sonrisa—. El vestido es realmente el único detalle de la boda que me
importa. No necesito una boda perfecta de Pinterest. Solo el chico perfecto, el
vestido perfecto y… 70
—Y el ayuntamiento —termina Max.
—Y el ayuntamiento —confirmo—. Hagámoslo.
—¿Estás segura de que no quieres que llame a un servicio de automóviles?
—pregunta mientras nos acercamos a la acera afuera de su, nuestro,
apartamento.
—De ninguna manera, metro o bus —le digo.
Extraoficialmente hemos estado viviendo juntos desde el verano. En
septiembre lo hice oficial y dejé mi cama de litera a otra chica.
En octubre Max se me propuso. Un diamante de dos quilates con corte
redondo fijado en un halo, lo que me preocupa porque él mismo lo eligió, pero
hubiera respondido que sí a un anillo hecho con una envoltura de goma. La
parte que más me gusta es lo que está grabado dentro de la banda: Tu sonrisa
cambió mi vida.
Hoy voy a deslizar un anillo en el dedo de Max con un grabado propio. Tu
amor cambió la mía.

Fin
Sobre La Autora

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A Jana Aston le gustan los gatos, las grandes tazas de café y los libros sobre
billonarios que desfloran vírgenes. Escribió su primera novela mientras atendía
llamadas de servicio al cliente sobre facturas de electricidad y siempre está
agradecida por el ginecólogo ficticio de Wrong que los lectores abrazaron tanto
que fue capaz de hacer que trabajar en pijama fuera una realidad.
El trabajo de Jana ha aparecido en las listas de bestsellers de NYT, WSJ y
USA Today, algunas veces en múltiples ocasiones. Le gustan los múltiplos.
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