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Time Square - Jana Aston
Time Square - Jana Aston
Correctoras
BelenSanchezFlores EstherC
3
Bella’ Macciardi
cherrykane Taywong
claudiavero Vickyra
Revisión Final
Bella’
Diseño
Larisa
Contenido
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6 4
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Epílogo
Sobre la Autora
Sinopsis
De vez en cuando, justo a mitad de una vida ordinaria, el amor nos da un
cuento de hadas.
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5
Me lavé el cabello.
También me afeité las piernas... y todo lo demás. Por si acaso. Porque no
hay manera posible de que me acueste con Max, un tipo que conocí ayer. Si
siquiera aparece, claro está. Probablemente no lo hará. Probablemente sea un
loco con un fetiche de caminar por la ciudad, haciendo que las mujeres se
desmayen antes de desaparecer. Créeme, ni siquiera sería el fetiche más
extraño en esta ciudad.
Pero nunca duele lavarse el cabello. Tenía que hacerse de todos modos,
y es difícil extender el tiempo de baño con cuatro chicas compartiendo un
apartamento, así que es mejor aprovecharlo cuando sea posible. Eso es lo que
me digo a mí misma de todos modos.
Entonces no importa si aparece o no. Me lavé el cabello para mí, no para 26
el chico caliente con los hoyuelos y el estómago plano. El tipo con ojos azules,
brazos fuertes y cabello oscuro. El que logró poner una sonrisa en mi cara durante
un día realmente horrible.
Dios, espero que aparezca.
Estoy usando un vestido blanco. Creo que es un gesto divertido al fiasco
nupcial de hoy, ¿por qué no? Es un vestido hasta la rodilla con un toque bohemio
y finos tirantes. Lo he combinado con alpargatas de tiras y un cárdigan de
verano color rojizo.
Mientras me examino en el espejo, me pregunto si este look es demasiado
suave. Me pregunto si debería cambiarme por jeans y camisa escotada. O tal
vez una falda larga con una camiseta sin mangas. O… A la mierda. Me veo linda.
Además, voy a una reunión del club de lectura, no a una cita.
¿Verdad?
Guardo mi eReader en mi bolso y salgo de mi apartamento. El ascensor
fue reparado mientras estaba en el trabajo, por lo que mi salida del edificio es
más relajada de lo que fue esta mañana. Tal vez, solo tal vez, este día va a
terminar mejor de lo que comenzó.
Llego a la acera y me quedo maravillada con la belleza que es esta
ciudad mientras camino. Todavía no hace calor y con el sol a punto de ponerse
para la noche, la temperatura ha caído a un rango para una tarde de verano
perfecta. El Book Bar está a unos diez minutos a pie de mi apartamento y disfruto
de la caminata. Estoy acostumbrada a caminar a muchos lugares ahora, algo
que hubiera sido incomprensible para mí cuando vivía en Iowa. Solía moverme
en mi automóvil de un extremo del centro comercial al otro.
Pero ahora camino. Y me encanta. Me encanta ver gente y el ruido. El
sonido de las bocinas de los taxis se ha vuelto casi meditativo para mí ahora.
Paso por los restaurantes con asientos en la acera, las conversaciones se
extienden junto con el tintineo de los cubiertos. Las farmacias con puertas
automáticas abren y cierran a medida que la gente entra y sale apurada. Hay
un fervor de posibilidades donde quiera que mires aquí.
Mi club de lectura se reúne en esta tienda mixta realmente genial en la
Séptima. Venden vino y libros, el sueño de un ratón de biblioteca de Manhattan.
Hay un área en la parte posterior reservada para las reuniones del club de
lectura. Un par de sofás desparejados y una extraña variedad de sillas llenan el
espacio. Están cubiertas de almohadones coloridos y hay una gran mesa de
café destartalada en el medio de todo, de la clase en la que puedes apoyar los
pies o derramar una gota de vino tinto y a nadie le importa.
Es el paraíso escondido en medio de la ciudad.
Mi club de lectura consiste en una variedad de mujeres de diferentes
edades y antecedentes. A primera vista, es posible que no creas que tenemos 27
algo en común, pero nos reunimos una vez al mes por amor a los libros y cualquier
diferencia superficial que tenemos se desvanecen. Nuestro grupo incluye una
enfermera, una estudiante universitaria y una agente de bienes raíces, solo por
nombrar algunos.
Somos el primer grupo de novelas románticas de los viernes. La tienda
alberga clubes de libros todo el tiempo, con diferentes géneros que se reúnen
en diferentes semanas y diferentes días. Está abierto para todos; la tienda publica
un horario de lo que cada grupo está leyendo para que cualquiera pueda unirse
en cualquier momento.
No esperes nada, me digo mientras abro la puerta del Book Bar. Estás aquí
para tu club de lectura, no una cita. Si él se presenta, se presenta. Si no lo hace,
no lo hace. No necesitas que se presente para pasar una gran noche.
Hay una gran barra junto a la puerta. Detrás hay un cruce entre una
estantería y un estante para el vino, estantes alternados de los libros que se
exhibirán este mes y el vino que se exhibe. Aquí también hacen un club del vino
del mes.
No veo a Max por ningún lado.
Saludo con la mano a Martha, es una de las dueñas y siempre está aquí
los viernes, antes de abrirme camino por la tienda hacia la parte de atrás,
bordeando el área de descanso mientras avanzo. Una hilera de estantes se
amontona en el espacio donde se encuentra el club de lectura, ocultándolo del
frente de la tienda y creando un poco de privacidad y manteniendo el ruido
bajo. Justo en el centro hay una grieta en las estanterías, creando una entrada
para pasar. Echo un último vistazo a la tienda en busca de Max antes de
dirigirme, recordándome a mí misma que llegué unos minutos antes y apenas
conozco al tipo. Probablemente tenga mejores cosas que hacer.
O no.
Porque él está aquí.
Me muerdo el labio para ocultar la sonrisa que amenaza con apoderarse
de toda mi cara mientras lo observo. Está sentado en el sofá frente a la puerta,
pero no me ha visto entrar, su atención se centra en el libro que tiene en la mano.
Sus piernas están cruzadas, un pie en la rodilla opuesta. Una mano sostiene el
libro y la otra frota ligeramente su frente mientras lee.
¿Hay algo más sexy que un hombre absorto en un libro? No para esta
autoconfesada nerd de los libros. Está usando jeans, un par diferente al que tenía
antes. Estos son más oscuros y combinados con una camisa casual en color azul
claro, las mangas remangadas hasta los codos. Su cabello oscuro se ve
estilizado. Lo digo porque no está húmedo como ayer o despeinado como si se
hubiera pasado las manos cuando lo vi hoy.
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Quiero arrancarle la ropa.
Max pasa una página mientras lo miro y sus cejas se levantan en lo que
sea que esté en la página. Es tan lindo. Me pregunto qué estará leyendo. Espera.
Oh, mierda.
—Estás leyendo el libro —dejo salir.
Levanta la vista, su rostro se abre en una sonrisa cuando me ve.
—Por supuesto que estoy leyendo el libro. Ya estoy en el capítulo ocho.
—No necesitas leer el libro —murmuro.
—Me dijiste que leyera el libro —dice mientras se pone de pie. Tiene una
sonrisa en su rostro y me señala mientras lo dice.
—Creo que lo que dije es que era extraño asistir a una reunión del club de
lectura por un libro que no habías leído. No te dije específicamente que lo
leyeras.
—Bueno, al menos ahora sé por qué estás tan obsesionada con los tríos.
—Oh Dios. —Cubro mis ojos con mi mano por un segundo antes de mover
mis dedos—. No estoy obsesionada. No me gusta eso. Me refiero a ficción, sí,
estoy interesada. Realmente, realmente me gusta. —Se ríe y alejo mi mano a un
lado y me encojo de hombros—. Pero no realmente, no en la realidad —agrego
y luego me alejo antes de mirarlo a los ojos.
—Lo tengo. Es solo una fantasía. No estás tratando de reclutarme para
algo perverso. —Me guiña un ojo mientras está de pie, recogiendo unas flores
que no había notado colocadas a su lado en el sofá y moviéndose alrededor de
la mesa de café para detenerse frente a mí—. Te traje esto —dice,
sosteniéndolo—. No tenías uno antes.
Miro hacia abajo y tomo las flores, un simple trío de peonías rosas pálidas y
un par de ramitas de eucalipto. Los tallos se envuelven con una cuerda de yute.
Es un pequeño ramo de novia, y posiblemente el gesto más dulce que un
hombre haya hecho jamás para mí. Tampoco podría haber comprado estos en
una bodega de la esquina en el camino, es demasiada específica. Encontró una
floristería para hacer un pequeño ramo de novia de último minuto un viernes por
la tarde en la época de más bodas en la ciudad de Nueva York. Todo para
sorprender a una mujer que apenas conoce.
—Gracias —le digo en voz baja, quitándole las flores. Las elevo a mi nariz,
usándolas para ocultar la sonrisa en mi cara.
—De nada —responde y uno de esos malditos hoyuelos hace acto de
presencia —. Pero no las uses para esconder esa sonrisa tuya. Es cautivadora.
Dejo caer las flores unos centímetros, los pétalos rozan la piel expuesta
sobre mi vestido, y sonrío, retorciendo mis labios después de un segundo y riendo.
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—Gracias de nuevo —le digo, mirando las flores y de nuevo a él.
—Voy a buscarnos bebidas —dice, gesticulando hacia el frente—. ¿Qué
te gustaría?
Estoy tentada de decir "lo que quieras", pero no creo que lo tome como
una respuesta, entonces pido un Riesling, luego me siento en el lugar que dejó
vacante y recojo el libro que dejó. Necesito un recordatorio sobre lo que sucedió
en los primeros ocho capítulos, así que lo abro para echar un rápido vistazo.
Pasaron muchas cosas.
Ha doblado las esquinas de las mejores, o en las peores partes, según
cómo se mire. Estoy excitada recordando esas escenas, pensando en él leyendo
esas escenas.
Max regresa con una botella y dos copas cuando las mujeres de mi club
de lectura comienzan a llegar, así que cierro el libro y lo coloco sobre mi regazo,
froto mis dedos a lo largo del borde del papel mientras lo veo verter una cop a
cada uno de nosotros y coloca la botella sobre la mesa.
Estaré durmiendo con este chico si tengo la oportunidad.
En cuanto tenga la oportunidad.
¿Me hace una pequeña prostituta el estar planeando desnudarlo cuando
ni siquiera sé su apellido? ¿Cuándo aún no nos hemos besado?
No me importa.
Me da una copa mientras se sienta a mi lado en el sofá y luego apoya su
mano en mi rodilla, pasando su pulgar hacia adelante y hacia atrás sobre mi piel
desnuda.
En el momento en que se inclina para mencionar cuán grande es este
lugar, estoy mojada y no creo que esté tratando de excitarme. Es solo él.
Lo que me lleva a fantasear sobre cómo es Max cuando lo intenta. ¿Es un
tirador de cabello? ¿Un hablador sucio? ¿Querría doblarme y follarme por detrás
o querría mirarme a los ojos mientras yo estoy a horcajadas sobre él?
Dios, espero que esta sea una reunión corta.
El resto de las chicas llega, dejando caer sus bolsos y tomando bebidas.
Hacen una pequeña charla sobre el clima y la pérdida de tiempo y desearía que
todas se dieran prisa.
Cuando la reunión finalmente se pone en marcha, Max mueve su mano
desde mi rodilla. Mi piel se enfría al instante por la pérdida de su toque y creo
que probablemente pueda mantener mi excitación bajo control durante una
hora siempre y cuando él no me toque. Pero luego mueve su brazo hacia el
respaldo del sofá, sus dedos descansan sobre mi hombro, y no estoy tan segura.
Cuando enrolla un mechón de mi cabello alrededor de su dedo, mis pezones se 30
endurecen. Ni siquiera está tirando, no realmente, pero mierda santa, solo esa
pequeña cantidad de jugar con mi cabello es demasiado provocativo.
Cuando el grupo comienza una discusión sobre las decisiones que llevan
a la protagonista femenina a pedirle a su amante que la comparta con otro
hombre, coloco mi mano sobre el muslo de Max. Creo que es justo que lo intente
enloquecer como él lo está haciendo.
Está usando jeans. La mezclilla desgastada se desvanece en todos los
lugares correctos y es suave debajo de mi mano. Siento fácilmente el calor de
su piel y el contorno de sus músculos a través de la tela y, aunque estoy tentada
de llevar esto mucho más lejos, sé muy bien dónde estamos y que no quiero ser
expulsada del club de lectura por acariciar mi cita durante una reunión.
Así que me conformo con un toque ligero y el más ligero apretón de mis
dedos.
Soy recompensada con un sutil tirón en mi cabello a cambio.
Una rápida mirada al enorme reloj colgado detrás del sofá opuesto me
dice que son solo las ocho y diez.
Me pregunto qué tan lejos vive de aquí y si tiene compañeros de piso. Por
favor, por el amor que sientes por mí, deja que sus compañeros estén fuera de la
ciudad. O en el trabajo. Demonios, ni siquiera me importa si están en la cárcel,
por favor solo déjalos en cualquier lugar excepto en casa esta noche.
—¿Lauren?
Sonia, una de mis compañeras del club de lectura, me hace una pregunta.
Me imagino que se trata del libro sobre el que estamos debatiendo, pero no sé
porque estaba demasiado ocupada pensando en lugares donde poder tener
relaciones sexuales con Max para escuchar.
—¿Disculpa qué? —pregunto, sacando mi mano del muslo de Max para
poder concentrarme—. ¿Qué estabas preguntando?
—Compartimos nuestra cita favorita del libro. Es tu turno —dice mirando a
Max.
Cierto.
Le entrego el libro a Max y saco mi eReader de mi bolso.
—Solo un segundo —murmuro mientras abro mi dispositivo y hago clic en
mis aspectos más destacados. Dios, no puedo leer ninguno de estos en voz alta
con Max sentado aquí. ¿Destaqué algo que no sea pervertido? No. No, no lo
hice—. Sabes —le digo, cerrando la tapa de mi eReader—, creo que pasaré esta
vez y dejaré que Max te lea su favorito.
El caso es que tuve la buena idea porque Max no pierde el ritmo. Para
nada. No, simplemente quita su brazo de mi hombro y tranquilamente abre el
libro. Me doy cuenta de que cometí un error táctico antes que él empezara a
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hablar, porque solo verlo manejar el libro es un juego previo para mí.
Pasa un pulgar mientras busca una página específica que dobló. No está
apurado o nervioso mientras busca y me gusta la forma en que maneja el libro.
Espera, ¿realmente solo pensé eso?
Lo hice.
Leer es sexy, amigos míos. Muy, muy sexy.
La forma en que sus ojos escanean las páginas mientras arrastra su labio
inferior a través de sus dientes. La forma en que sus dedos acarician el borde del
libro. El sonido que hacen las páginas cuando las pasa y el susurro casi inaudible
de su dedo deslizándose por la página cuando encuentra la sección que está
buscando.
Entonces comienza a leer.
Es una parte del punto de vista del hombre. Donde le pide a Winnie, la
protagonista femenina, que le dé una oportunidad. Él promete que ella puede
confiar en él con lo que sea que sea su fantasía y que él será cuidadoso con ella.
Que lo hará bien.
Recuerdo haber pensado en ese momento que mi fantasía era una galleta
caliente con trocitos de chocolate.
Ahora no lo es.
No, ahora es un hombre llamado Max. Un hombre realmente atractivo
llamado Max con una voz que podría escuchar todo el día. Un hombre que
apenas conozco, pero que me trajo flores y me hizo reír. Sospecho se ve tan bien
sin esa ropa como lo hace con ella.
Tampoco creo que esté solo en mis fantasías, porque cuando termina de
hablar, cada miembro de mi grupo lo mira fijamente. Hay una pausa donde
nadie dice nada y, finalmente, Debby habla y le recuerda a Vilma que es su
turno de elegir su cita favorita.
Max toma mi mano durante el resto de la reunión y lentamente frota
círculos en mi piel con su pulgar. Es solo mi mano, pero no lo parece. Se siente
como si me estuviera acariciando en todas partes. Se siente como si estuviera
pasando las puntas de sus dedos por mi brazo y por la parte interior de mi muslo.
Se siente que todo mi cuerpo está zumbando con su toque.
Eso es lo que se siente.
O simplemente tengo una imaginación sexual muy hiperactiva.
De cualquier manera, cuando la reunión termina, me levanto tan rápido
que mi eReader cae al piso y tengo que agacharme y recogerlo. Lo meto en mi
bolso y luego me dirijo a Max. 32
—¿Estás listo?
—Por supuesto. —Me sonríe y sacude la cabeza un poco, como si estuviera
sorprendido por mi actitud ansiosa—. Estoy listo.
6
—Entonces, ¿Quieres ir a cenar conmigo? —pregunta Max una vez que
estamos afuera, en la acera.
—No. —Puede que esté mirándolo como si fuera una idiota, porque quién
demonios querría comer ahora mismo.
—Está bien. —Se encoge de hombros—. Te acompañaré a casa.
¿Qué?
—No, yo te acompañare a tu casa —respondo.
—¿Me acompañarás a casa? —Max sonríe, hoyuelos en todo su esplendor.
Sus ojos brillan divertidos ante mi arrebato—. Qué progresista eres.
—Sí, soy un poco revolucionaria —acepto.
—¿Iniciarás el beso de buenas noches también?
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—Tal vez. —Me encojo de hombros—. Si tienes suerte. —Echo un vistazo por
la calle, ansiosa por ponerme en movimiento. Comienzo a preguntarle dónde
está su casa, pero no pronuncio más que "dónde" antes de que sus labios estén
sobre los míos.
Sostiene mi rostro con ambas manos y roza sus labios suavemente con los
míos, un susurro de un roce, cien veces más hábil en su suavidad de lo que podría
haber imaginado.
—Tengo suerte —murmura—, pero también disfruto de las tradiciones
habituales como las flores y los primeros besos. Si está bien para ti.
—Sí —murmuro porque me está besando de nuevo—. Está bien. —Está
mucho más que bien.
—Bien. —Inclina su frente hacia la mía mientras pasa sus manos por mis
antebrazos—. Entonces vamos. —Agarra mi mano izquierda y comenzamos a
caminar hacia el sur por la Séptima, pero tan pronto como cruzamos la
Decimoctava, para un taxi y me sostiene la puerta antes de deslizarse a mi lado.
Le da una dirección al conductor en la calle Bleecker y me rio.
—Eso está a un kilómetro de aquí —resalto. Es una tontería tomar un taxi
por un kilómetro.
—Lo sé —responde con un guiño. No hay más conversación después de
eso. Ya no se habla porque a partir de ese momento nos estamos besando como
adolescentes en el asiento trasero de un automóvil. En un momento dado, Max
levanta sus caderas y creo que estamos progresando hacia la etapa de follar en
seco, pero luego me doy cuenta de que el taxi se ha detenido y que solo está
tratando de sacar dinero de su billetera.
—Me acompañas a la puerta, ¿verdad? —pregunta, besándome otra vez
cuando se acerca para abrir la puerta del taxi. Él sonríe mientras pregunta. Está
demasiado oscuro y él está demasiado cerca como para verlo, pero puedo
sentir sus labios curvarse contra mi mejilla. Su piel es cálida y más áspera que la
mía y, demonios, sí, voy a acompañarlo hasta la puerta.
—Por supuesto que sí. No dejo a mis citas en la puerta y salgo corriendo.
Necesito asegurarme de que entres a salvo. —Lo empujo ligeramente con las
manos mientras hablo porque él es el que está sentado del lado de la acera y
estoy ansiosa por ponerme en movimiento. Hola, ¿puedo ser más obvia?
Max da un paso hacia la acera y, cuando salgo del taxi, agarra mi mano
inmediatamente, dando un portazo detrás de mí. Esta calle es un poco más
tranquila. Más tranquila para Nueva York, en todo caso. Hay un gran edificio
residencial detrás de nosotros y, al otro lado de la calle, edificios más pequeños
de tres pisos, cada uno construido con diferentes tonos de ladrillo. Los 34
escaparates se alinean en la planta baja de los edificios. Es la quintaesencia de
la ciudad de Nueva York. Encantador con un ambiente de barrio pequeño. Creo
que nos dirigimos al edificio que está detrás de nosotros, pero cuando el taxi se
aleja y la calle se despeja, Max me lleva cruzando la calle hasta una puerta entre
una tienda de cosméticos y una tienda de moda femenina.
Cuando introduce la llave en la cerradura, le pongo la mano en el brazo
y lo detengo.
—Espera, ¿tienes compañeros de cuarto?
Su rostro se entristece y niega con la cabeza.
—Mierda, no, lo siento.
—¿Lo sientes? ¿Por qué?
—Sé lo pervertida que eres. —Suspira y apoya su espalda contra la
puerta—. ¿Quieres que llame a un amigo?
—Cállate y abre la puerta.
Max sonríe y empuja la puerta, retrocediendo hacia las escaleras y
arrastrándome con él. Estamos uno encima del otro antes de que la puerta se
haya cerrado por completo. He abandonado mi bolso y las flores y he
desabrochado su camisa en el tercer escalón. Su mano está debajo de mi
vestido por el sexto.
Por el noveno ya sé que este va a ser el mejor sexo que haya tenido.
Cuando llegamos al descanso, me saco el vestido por la cabeza y lo tiro
al suelo.
—Jesús, Lauren —gime mientras pasa sus manos por mis costados, sus
pulgares se extienden sobre mi piel. Busco a tientas los botones restantes en su
camisa antes de quitársela, pero claramente olvidé uno porque la camisa lo
atrapa y luego un botón golpea el piso y rueda por la habitación.
—Oops, lo siento —digo.
—Está bien.
—Bien, porque no lo siento.
Me pellizca el culo y grito.
—Lo siento. —Sonríe.
—No tú no lo sientes.
—No —confirma.
Me levanta y envuelvo mis piernas alrededor de su cintura. Tengo el
pensamiento fugaz de que mi ex no era lo suficientemente fuerte como para
levantarme y luego lo saco de mi mente porque ya no importa. En lo más mínimo. 35
Max me apoya en una superficie dura, supongo que es la isla de la cocina,
y tiemblo cuando me desabrocha el sostén, arrastrando los dedos por mi
columna vertebral mientras los tirantes caen de mis hombros. Levanto mis
caderas cuando él engancha sus dedos en mis bragas y las desliza por mis
caderas hasta el piso.
—Eres preciosa —murmura mientras deja caer sus manos sobre el
mostrador a cada lado de mis caderas y baja sus labios hacia los míos.
—Ídem. —Sonrío, mirando su pecho.
—Ahí está esa sonrisa de la que estoy tan enamorado. —Roza sus labios
con los míos—. Pero voy a borrarla de tu rostro ahora.
—Sí por favor.
—Me gusta tu entusiasmo.
—Me gusta tu polla.
—Todavía no conoces mi polla.
—Lo sé, pero me haces sentir optimista. —Me muerdo el labio cuando lo
digo porque me doy cuenta de que es verdad. Me hace sentir esperanzada. Me
hace sentir como yo misma.
—Ídem —repite. Su voz es suave y ronca. Sus ojos son oscuros y
penetrantes, sus labios son cálidos cuando se encuentran con los míos, suaves
pero firmes. Perfecto.
Afuera un taxi toca la bocina y alguien grita una obscenidad. Dentro del
apartamento de Max gimo mientras desliza un dedo dentro de mí. Gruño
cuando mete dos y agarro sus antebrazos cuando él inclina la palma de su mano
sobre mi clítoris.
—Eso está bien —jadeo.
—Puedo hacerlo mejor que bien —dice mientras deja caer su cabeza
sobre mi pecho, su lengua se aplana en uno de mis pezones. Me encanta que
jueguen con mis pechos y cuando mueve su mano hacia mi otro pezón y tira,
aprieto los dedos que empuja dentro de mí. Luego se ríe, agrega dientes a la
combinación, y estoy a punto de acabar.
—Eso es mejor que bien —jadeo, casi sin aliento.
—Eres una chica muy perversa para alguien con un exterior tan dulce. —
Retira sus dedos de mí y envuelve sus labios alrededor de ellos.
Mierda.
Lo miro deslizar sus dedos lentamente fuera de su boca, un ligero estallido
resonando al final. Luego estoy bajando de la mesada y tirando del botón de sus
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pantalones vaqueros, desesperada por agarrarlo, por sentirlo dentro de mí.
Ahora.
—No soy tan dulce —le digo mientras desabrocho el botón y bajo la
cremallera.
—Es bueno saberlo —responde y se hace cargo de sus pantalones,
empujando mis manos fuera del camino para liberarse. Su polla está dura. Y es
bastante grande, oh, día de suerte.
Estoy tan contenta de haberle dicho que sí a Max, pienso mientras
envuelvo mi mano alrededor de su polla. No puedes ir por la vida siendo
escéptica solo porque te han quemado un par de veces. La intuición de nadie
es correcta todo el tiempo y no debería culparme por eso. Además, creo que
mis instintos están mejorando porque me siento realmente bien con Max. Creo
que me estoy volviendo más sagaz porque todo sobre esta noche es un gran sí.
—Sí —sisea mientras giro mi muñeca y acaricio su longitud.
¿Ves? Estamos en total armonía.
Envuelve su mano sobre la mía y lo acariciamos juntos. Es grueso y largo, y
cada vez estoy más húmeda sintiéndolo en mi mano. Realmente es largo. No
puedo esperar para sentarme sobre él.
—Eso es agradable.
—¿Eso?
—Tu polla. No estaba equivocada. —Muevo mis ojos hacia él y aprieto mi
mano alrededor de esta.
—Gracias. —Me sonríe—. Es amable de tu parte mencionarlo. Muy
educado —agrega con un golpe en el culo que me atrapa con la guardia baja
y grito. Luego él me levanta de nuevo, mis piernas se envuelven rápidamente
alrededor de su cintura, y nos traslada con facilidad al sofá, apoyándome sobre
mi espalda y siguiéndome hasta los almohadones.
Es de cuero y el material es suave y fresco debajo de mí, en fuerte
contraste con el calor y la dureza sobre mí. Max aparta un mechón de cabello
de mi mejilla y me besa. Nuestras lenguas se arremolinan, explorándose
mutuamente, antes de presionar mis labios en su cuello, disfrutando de su textura,
la sutil abrasión de su mandíbula, la piel más áspera del afeitado, cada vez más
suave a medida que desciendo en mi exploración. Huele como una
combinación de pino y océano, una colonia cara, sin duda, pero también algo
más. Algo Max.
Sus pantalones aún cuelgan alrededor de sus caderas y deslizo mis manos
hacia adentro y le acaricio el culo, recorriendo los contornos de su cuerpo, mis
manos enloquecidas en un viaje sexual de reconocimiento.
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Cuando me muevo para bajar sus jeans, mi mano golpea su billetera, así
que la saco, pero soy una carterista terrible porque inmediatamente la agito en
su rostro y le pregunto si tiene un condón. Por favor, déjalo tener uno en su
billetera, porque no creo que pueda esperar lo suficiente para que pueda traer
uno del baño o de donde sea que los esconda.
Max asiente como indicando que lo saque yo misma, así que abro la
billetera mientras él mira, su boca sobre mi pecho. Del lado izquierdo hay una
licencia de conducir de Nueva York en una solapa transparente que me dice
que Max no posa, pero que de alguna manera se las arregla para salir bien en
la foto de identificación, lo que todos saben que es casi imposible, y que su
nombre es Max Hunter. Sonrío ante eso porque no sabía su apellido hasta este
momento. En el lado derecho de la billetera hay tres tarjetas de crédito en
ranuras escalonadas y detrás un bolsillo largo con efectivo. Indago con mi dedo
detrás de su licencia y soy recompensada, no con uno, sino con dos condones.
—Dos —digo, sosteniéndolos y tirando la billetera a un lado—. Me gusta tu
confianza.
—Espero que todavía te guste mañana cuando tengas problemas para
caminar.
—Oh, que comience el juego. —Abro uno de los condones y lo examino
en la tenue luz para asegurarme de que lo he volteado del lado correcto y luego
deslizo una mano por toda su longitud mientras le coloco el condón con la otra.
Lo bajo lentamente, centímetro a centímetro. Su polla está dura y pesada
en mi mano, el condón resbaladizo. Cuando termino, dirijo mis ojos hacia él
mientras coloco mi palma sobre sus abdominales, arañándolo ligeramente con
las uñas. Entonces grito cuando él me desliza más abajo en el sofá mientras
extiende mis muslos de par en par y se acomoda entre ellos. Me maniobra como
si no pesara nada, colocándome a su gusto. Max tiene una de mis piernas sobre
su hombro y la otra descansando en el hueco de su brazo. Luego se guía a mi
entrada y me da una bofetada con su polla. Lo hace de nuevo y yo gimo.
—Deja de joderme y ponla dentro.
—¿La quieres adentro? —bromea, empujando su punta en mi entrada.
—Sí. —Arqueo la espalda y agarro el apoyabrazos sobre mi cabeza—. Sí,
maldición. Ahora.
—No sé —dice, haciendo una pausa y retrocediendo—. No estoy seguro.
¿Crees que estamos listos para esto, Lauren? ¿Tal vez deberíamos esperar?
—¿Me estás tomando el pelo? —Muevo mis brazos hacia atrás y los golpeo
contra el sofá, tratando de levantarme lo suficiente como para discutir con él.
Estoy goteando en su sofá y él se hace el difícil. Increíble. Sabía que era
demasiado bueno para ser verdad. Esta ciudad está llena de bichos raros. Gente
rara, sexy, con hoyuelos y manipuladores sexuales. Probablemente sea su 38
fetiche, hacer que las mujeres se exciten y se desparramen en su sofá. Bromear
con ellas sobre lo bueno que va a ser y hacer promesas sobre no poder caminar
y luego no cumplir. Hijo de puta.
—Sí, estoy bromeando —dice, y luego lo confirma cuando se desliza
dentro de mí con una larga estocada.
Un empuje duro. Perfectamente posicionado.
Un empuje que me estira con el dolor más delicioso.
Es perfecto.
Él es perfecto.
Palmea mis pechos suavemente y luego pellizca mis pezones
simultáneamente. Rápido, rudo e inesperado. Arqueo mi espalda en el sofá y
grito su nombre.
—Voy a follarte a fondo, Lauren —dice mientras me agarra los pechos con
tanta fuerza que me pregunto si me va a dejar hematomas. No me importa si lo
hace, vale la pena. Cada toque y pellizco y tirón me pone más húmeda, mis
pezones son un boleto directo a mi excitación. Me aprieto alrededor de su polla
al ritmo de sus empuje y aprieto más fuerte cuando me pellizca.
—Tan bueno, Max. Muy bien. Justo así. —Debería sorprenderme por mi
comportamiento licencioso con él. O tener un momento de modestia por los
sonidos que estamos haciendo: las bofetadas de la piel y el sonido de su polla
deslizándose dentro y fuera de mí. Los sonidos indeterminados que salen de mi
boca y las palabras sucias que provienen de la suya. El desastre que
seguramente estamos haciendo en su sofá.
Pero no lo tengo. Lo único que me importa es lo bien que se siente. La
presión se está acumulando en mi pelvis. El calor, el sudor, la forma en que se
siente cuando se inclina lo suficiente como para causar contacto con mi clítoris
mientras roza sus labios con los míos. Las palabras que susurra sobre lo hermosa
que soy y lo bien que se siente estando dentro de mí. La forma en que tira de mi
cabello para besarme el cuello.
Eso es todo lo que tengo en mente en este momento.
—Estoy cerca —le digo, pero él niega con la cabeza y mueve sus caderas,
deslizándose fuera de mí.
—No.
—¿Qué quieres decir con no? ¡Quiero venirme! —me quejo.
—Todavía no.
—¿Qué quieres decir con que todavía no? ¿No puedes apurarte? —Luego
pronuncio las palabras "por favor" en silencio y él se ríe.
39
—Las cosas buenas les suceden a los que esperan, Lauren.
—El que madruga se viene, Max.
—Jesús —dice, pero está sonriendo—. Debería haber prestado más
atención a las mujeres que leen. ¿Quién diría que los ratones de biblioteca eran
tan respondones en la cama?
—Puedo leerte más tarde si quieres —ofrezco con un guiño.
—¿Como un cuento pervertido para dormir? —Parece interesado.
Asiento, mi cabello se desliza contra el cuero debajo de mí.
—Está bien, trato hecho —acepta medio segundo antes de volver a
embestirme. Gruño mientras el aire me golpea y luego apoyo mis manos sobre
mi cabeza contra el brazo del sofá mientras él se mueve.
—Max —lloro y arqueo la espalda. Es muy bueno. Y cuando pellizca mis
pezones otra vez alcanzo el clímax, mis músculos se contraen a su alrededor
como una prensa. Por encima de mí, sus hombros se estremecen cuando llega
y lame su labio cuando su boca se abre en un jadeo. Es sexy como el infierno y
vibro alrededor de su polla de nuevo, en una réplica de mi orgasmo.
Si es posible brillar en el sexo, juraría que estoy radiante. Probablemente
solo sea sudor, pero voy a disfrutar de mi momento.
Se retira y luego nos gira hasta que estoy acostada encima de él, ambos
con los corazones palpitantes. Cierro los ojos por un momento y recuesto mi
cabeza mientras me pasa los dedos por el cabello.
—¿Max?
—¿Hm?
—Tengo que levantarme.
—En un minuto.
—Estoy goteando en tu muslo.
—Lo sé —acepta y desliza su otra mano por mi espalda y me cubre el
trasero, sosteniéndome contra él.
—Vas a tener una mancha en tu sofá.
—Dios, eso espero. Pensaré en ti cada vez que me masturbe mientras la
miro.
—Qué dulce —le respondo, apoyando mi barbilla en mi mano para
mirarlo.
—Una pregunta —declara a modo de demanda.
—¿Qué? —Lo examino desde debajo de mis pestañas, preguntándome 40
qué es lo que quiere saber.
—¿Ahora puedo invitarte a cenar? Me muero de hambre.
—Sí. —Me rio, me siento y finalmente miro a mi alrededor. Ladrillo expuesto
y conductos industriales. Enorme cocina con, sí, una gran isla cubierta de mármol
en la que estuvo mi culo. Electrodomésticos de acero inoxidable y estanterías
abiertas y... ¿Escaleras?—. ¿Tienes un segundo piso? —pregunto.
—Sí, pero no subas allí.
—¿Por qué no? —pregunto y el escepticismo debe estar escrito en todo mi
rostro porque se ríe.
—Dios, eres fácil. Estoy bromeando. Mi habitación está allá arriba. Ve a
limpiarte y encuentra algo para ponerte. Pediré la cena.
—¿Vas a enviarme a tu habitación sin acompañarme?
—Síp. Adelante, husmea, Snooper McSnooperton.
—¿Snooper McSnooperton?
—¿Prefieres Gatita Curiosa? 1. ¿Fisgona Noctámbula?2
—Tomaré Fisgona Noctambula.
—Trato hecho.
—Simplemente no estoy acostumbrada a tanta transparencia —agrego.
—¿Tienes problemas de confianza o algo así?
—No. Más bien problemas con mi juicio.
—¿Porque te juntas con idiotas?
—Sí, algo así.
Se levanta y se pone los pantalones mientras camina hacia la cocina.
Abriendo un cajón, agarra un menú y pregunta si la comida china está bien.
—¡Ohhh! —Aplaudo con entusiasmo—. ¿Vamos a pedir comida china?
Regresa, pasándome su camisa y el menú, luego baja las escaleras
corriendo para recuperar todo lo que dejé en el camino.
—¿Qué deseas? —pregunta, hojeando su teléfono, con el pulgar posado
sobre el dial.
—No puedo decidir. —Golpeo mi dedo contra mi labio. Esto es 41
emocionante para mí. Realmente emocionante. Gran oferta emocionante. Mi
estómago gruñe.
—¿Entre? —Golpea el dial y levanta el teléfono hacia su oído.
—La Carne Mongoliana o el Pollo al Sésamo —reflexiono. —O tal vez el Lo
mein3. ¿Tienen buenos rollitos de huevo? —chillo cuando comienza a hablar por
el receptor—. Espera, espera, ¡voy a decidir! —le digo, pero él me rechaza y pide
todo lo que acabo de mencionar, más un pollo con brócoli.
Obviamente, estoy enamorada de él.
Es una broma, no soy tan fácil.
Subo corriendo las escaleras y me limpio mientras esperamos la comida,
pero me dejo puesta su camisa porque me gusta. También porque no pude
encontrar nada mejor para usar mientras husmeaba. Consideré ponerme una
de sus camisetas, pero estaban limpias y la camisa que llevo puesta huele a Max.
Sin embargo, tiene mucha ropa bonita. Trajes y corbatas de seda. Este
apartamento. Está claro que no tiene un trabajo de bajo nivel en marketing.
1 Hace referencia a personajes de dibujos infantiles: Snooper, de la caricatura animada Snooper and Blabber (Fisgón y
Despistado) y a la gatita de la película The Curious Kitty & Friends.
2 “Nosey Night Owl” Juego de palabras con el título del webcómic The Night Owls que trata sobre un grupo de detectives
43
4 Mármol de carrara, mosaicos de cestería y en espiga, azulejos subway son diferentes tipos y estilos de revestimientos de
lujo.
7
Casi terminamos de comer cuando veo las galletas de la fortuna
esparcidas en la bolsa para llevar.
—¡Mira, nos dieron galletas de la fortuna extra! —chillo, mirando el montón.
—Bueno, para ser justos, pedimos suficiente comida para media docena
de personas, así que creo que nos dieron una cantidad normal —comenta con
ironía, pero parece entretenido por mi emoción, con los ojos fijos en mi rostro.
—Silencio —le digo mientras agarro una. La abro, como una esquina de la
galleta, saco la fortuna y la leo en voz alta—: “Eres capaz, competente, creativa
y cuidadosa”. —Asiento y coloco la fortuna en la encimera—. Ahora vas tú —le
digo a Max.
Se echa un trozo de brócoli en la boca mientras abre una de las galletas
selladas de plástico y la abre. 44
—“Serás invitado a una pequeña reunión con una conversación picante”
—lee con una sonrisa—. Bueno, este ya se hizo realidad —comenta mientras me
mira en su camisa.
—Está bien, mi turno. —Agarro otra galleta y quito en envoltorio.
—No terminaste la última. —Max señala con su tenedor las piezas de
galleta de la fortuna abandonadas que yacen sobre su encimera.
—Lo sé, solo me gustan las fortunas —le digo, pero como un trozo de la
nueva galleta mientras despliego el papel—. “El tiempo es el consejero más
sabio” —leo. Los dos gemimos y lo arrojo sobre la encimera—. Aburrido. Tu turno.
Max abre otra galleta y mira el papel con una sonrisa.
—“El objeto de tu deseo se acerca” —lee y luego, sugestivamente, me
mira.
—Sigues recibiendo las buenas —murmuro mientras tomo otra, comiendo
de nuevo un bocado de la nueva galleta mientras doy la vuelta al papel para
poder leerlo—: “Encuentras belleza en las cosas ordinarias. No pierdas esta
habilidad” —leo en el papel—. Eh, algo genérico.
—¿Por qué sigues haciendo eso? —pregunta Max.
—¿Haciendo qué?
—Comer parte de cada galleta. ¿Por qué no solo terminas una de ellas?
—Realmente no quiero la galleta, pero siento que es de mala suerte si no
como al menos una parte de ella antes de leer la fortuna.
—¿Qué hay de mi suerte? ¡No me dejaste entrar en esta pequeña
superstición y ahora mi fortuna no es válida! —Agita las galletas sin comer frente
a él y me mira.
—¡La tuya no! —insisto—. ¡Es mi superstición, no se aplica a ti!
—¿Pero cómo puedes correr el riesgo, Lauren? —Me mira tan suplicante
que no puedo evitar reír. Sus ojos son tan implorantes. Creo que él podría
llevarme hacer cualquier cosa con esos ojos.
—Está bien, ¡lo siento! Me disculpo. Me equivoqué al no contarte sobre el
procedimiento adecuado para comer y leer una galleta de la fortuna.
—La disculpa fue aceptada, pero te he echado el ojo.
Pongo mis ojos en blanco y me encojo de hombros.
—La última es tuya —le digo y deslizo la galleta restante por la encimera.
Abre el paquete y hace un gran espectáculo de meter la mitad de la
galleta en la boca antes de leer la fortuna. Luego frunce las cejas y asiente para
sí mismo antes de meterse el resto de la galleta en la boca y el trozo de papel en 45
el bolsillo.
—¿No vas a leerlo? —pregunto, confundida.
—Lo leí.
—¿No me lo vas a leer? —lo intento de nuevo, un poco herida. ¿Por qué
siento que las cosas se vuelven raras?
—Lo estoy guardando para más tarde —dice y me pregunto qué
demonios significa.
—Um, está bien —coincido sin mirarlo y barro el desorden de migas de
galletas en mi plato mientras me pregunto si todos los hombres son cerrados o
simplemente los que me atraen—. Eso es realmente cauteloso —espeto.
—¿Cauteloso? ¿Cómo soy cauteloso? —Se ve tan confundido que en
segundo adivino mi reacción visceral para interrogarlo. ¿Por qué soy tan
desconfiada?—. Estamos en mi apartamento y te di carta blanca para revisar
mis cosas. Tú eres la que no me deja llevarte a casa —señala mientras se levanta
y deja caer nuestros platos en el lavavajillas. El bastardo también tiene un
lavaplatos.
—Oh eso. —Sí, él tiene un punto—. Eso es porque comparto un
apartamento de una habitación con otras tres chicas.
—¿Cómo funciona exactamente? —Se ve genuinamente curioso, luego
sonríe—. ¿Implica acurrucarse y pelear con almohadas?
—No, pervertido. Literas.
—Literas —repite con un movimiento de cabeza, pero un momento
después frunce el ceño, sutilmente, la piel de su frente arrugada por una fracción
de segundo, tan rápido que me pregunto si me lo imaginé—. ¿Puedo traerte
algo más para beber? ¿Debo abrir una botella? —No me está mirando,
guardando las sobras en el refrigerador mientras me pregunta, y me pregunto si
es una despedida. No esperaba pasar la noche aquí. No esperaba estar aquí en
lo absoluto, pero luego apareció en mi club de lectura con sus hoyuelos y flores,
y las cosas se salieron de control.
—¿Quieres que me vaya? Se está haciendo tarde. —Probablemente
debería irme antes de enamorarme de este tipo. Esto ha ido demasiado lejos,
tiempo para protegerme.
—No, definitivamente no quiero que te vayas. —Asoma su cabeza
alrededor de la puerta del refrigerador y me mira—. ¿Qué es esta charla de
despedida?
—Um, no sé.
—Me prometiste una historia sucia antes de dormir —me recuerda—. Te 46
vas a quedar.
—Está bien. —Sonrío, la rareza de antes olvidada.
—Creo que tengo algo que te gustará —dice mientras saca una botella
de una nevera para vino de debajo de la encimera y la coloca sobre la esta
antes de quitar el precinto y agarrar un sacacorchos. Es realmente hábil con un
sacacorchos y estoy ebria viendo cómo se flexionan los músculos de sus brazos
mientras agarra la botella y saca el corcho. La destreza es excitante, incluso para
una tarea simple—. ¿De dónde dijiste que eras, Lauren?
—No dije.
Inclina la cabeza como para hacer la pregunta ahora.
—¿No crees que soy una neoyorquina de nacimiento? —pregunto con
una sonrisa.
—No exactamente. —Sacude la cabeza mientras vierte el primer vaso.
—Iowa —le digo.
—Iowa —lo repite lentamente para una palabra tan corta—. ¿Qué te trajo
a Nueva York?
—Un chico. —Tomo el vaso ofrecido y lo llevo a mis labios—. El estúpido
chico de finanzas.
—El infiel —dice, centrándose en inclinar la botella, verter un vaso para sí
mismo.
—Sí. —Asiento—. Ese. —Me detengo por un momento, pensando—.
Espera, ¿cuándo mencioné que me engañó? —No recuerdo haberlo
mencionado. Lo encuentro algo vergonzoso, así que generalmente soy
cuidadosa sobre a quién se lo menciono.
—Esta tarde. Cuando intentaste escaparte de cenar conmigo. —Me
muestra una sonrisa mientras guarda la botella medio llena en la nevera.
—Sí, eso es extraño. Trato de no mencionarlo. Pero sí, era un infiel. Sigue
siendo un infiel, supongo. Ahora está engañando a otra persona, supongo.
—Es un idiota —dice Max—, no deberías culparte a ti misma.
—Eso es verdad —concuerdo—, pero es difícil no hacerlo. Durante mucho
tiempo me sentí estúpida por no verlo, ¿sabes? Pero demonios, yo estaba en
Iowa la mayor parte del tiempo que estaba sucediendo. —Me encojo de
hombros—. Así que ahora culpo a sus amigos.
—¿Y eso por qué? —pregunta Max, haciendo una pausa.
—¿Para no culparme a mí misma? —bromeo—. Porque él era un chico
muy agradable en la universidad. Luego vino a Nueva York y consiguió un trabajo
elegante y un buen apartamento y no sé qué le pasó. Cambió. Empezó a salir
47
con un montón de tipos de Wall Street. Sin ofender —agrego cuando levanta
una ceja ante ese comentario.
—Lo dejaré pasar.
—Sin embargo, sus amigos son claramente un grupo de idiotas
degenerados. Uno pensaría que uno de ellos podría haberle indicado que ya
tenía novia.
—Tal vez ellos no sabían.
—Posiblemente. —Asiento—. Excepto que en realidad me dijo que no era
gran cosa. Dijo que estaba desahogándose y que yo sería su novia. Al igual que
debería ser honrada de encabezar la lista en una relación polígama que no
sabía que tenía —resoplo.
—Jum —murmura.
—No pasas el rato con tipos así, ¿verdad? —cuestiono.
—No a propósito, no —dice, y luego agrega—: Al carajo con él. —Mientras
me saca del taburete en el que estoy y me lleva de vuelta al sofá en el que
tuvimos relaciones sexuales antes de la cena. Luego hablamos y nos besamos y
es la mejor noche de mi vida. Me hace preguntas sobre mi trabajo y mis
compañeras de cuarto, sobre lo que extraño de mi hogar y sobre lo que más me
gusta de la ciudad.
Está de acuerdo con que mi jefa es un duende y escucha todas las ideas
que me hubiera gustado implementar para Budgey Bridal en lugar de caminar
por Times Square vestida de novia hoy.
Realmente nos llevamos bien, como si nos conociéramos desde siempre.
Más tarde subimos y Max tiene su historia para dormir.
—Había una vez una chica llamada Lauren y su boca estaba tan, tan
mojada —ronroneo en su oído mientras deslizo mi mano hacia abajo.
—Joder. —Max gime en respuesta. No dice mucho después de eso.
Después de todo, es mi historia.
48
8
El lunes sonreí durante todo el día. Pasé el fin de semana con Max y volví a
mi apartamento el tiempo suficiente para recoger ropa limpia el sábado por la
mañana y no regresar hasta el domingo por la noche. Jugamos turista todo el fin
de semana, haciendo las cosas que imaginé haría cuando me mudé aquí. Vimos
un espectáculo en Broadway, algo que Brad había prometido hacer conmigo
pero que nunca sucedió. Después, caminamos por Times Square, lo cual es una
locura las veinticuatro horas del día, pero por la noche es una locura con una
cereza de neón en la parte superior. No hay nada como Manhattan por la
noche. Las luces, los sonidos, la energía y la gente.
Conseguimos gyros5 de un vendedor ambulante en la calle cincuenta y
tres con la sexta que Max insistió en que cambiaría mi vida, y masa de galletas
comestible del nuevo lugar en Greenwich Village, que yo alegaba cambiaría el
tamaño de mi culo. Max me susurró algunas promesas muy sucias acerca de 49
cómo quemaríamos las calorías mientras esperábamos en una fila que
serpenteaba por la puerta principal y bajaba la manzana.
Incluso tomamos uno de esos viajes en autobús de dos pisos. Max dijo que
nunca había estado en uno tampoco, y probablemente fue bastante repetitivo
para él ver un montón de sitios que ha visto durante años, pero fuimos de todos
modos. Hicimos una visita nocturna y sé que es una tontería porque estábamos
en un autobús rodeados de turistas, pero fue romántico. Como estúpido
romántico. Max tenía su brazo colgado a mí alrededor mientras descansaba mi
cabeza sobre su hombro y disfrutaba del paseo. Condujimos más allá del
Rockefeller Center y el Madison Square Garden. Pasando el Empire State Building
iluminado con luz blanca y el Flatiron Building, que el guía turístico nos contó fue
ridiculizado una vez concluido por los críticos que creían que la combinación de
la forma triangular y la altura causaría la caída del edificio. Más de cien años
después todavía se mantiene y se considera uno de los edificios más
fotografiados del mundo.
Cruzamos el puente de Brooklyn, que es impresionante a la luz del día y
mágico al caer la noche, las luces suben por los cables hasta la parte superior
de las torres de piedra y luego vuelven a bajar. En el lado del puente en Brooklyn,
el autobús se detuvo lo suficiente para tomar fotografías del horizonte de
Manhattan. Max tomó nuestra foto con su teléfono, sonrisas en nuestras caras y
***
60
10
Giramos a la derecha.
Giramos a la derecha para tomar Charles hasta Bleecker.
Giramos a la derecha, lo que nos llevó más allá del pub irlandés en la
esquina. Y solo en Nueva York y de algún modo terminamos tropezando con mi
ex novio, Brad. Ocho millones de personas en Nueva York, uno punto seis millones
de personas solo en Manhattan ¿y con quién nos tropezamos? El último chico
que estoy interesada en ver.
No lo he visto en los diez meses desde que rompimos, ni una vez. Siempre
imaginé que me encontraría con él de nuevo, pero en Iowa. Ambos estaríamos
en casa para las vacaciones y nos encontraríamos en el Hy-Vee mientras
recogíamos un ingrediente de última hora para la cena de Navidad. O tal vez
en el aeropuerto, esperando un vuelo de regreso a Nueva York. Pero en 61
Manhattan, asumí que estaba a salvo de cualquier encuentro incómodo.
Lo veo antes de que me vea. Está directamente frente a mí, pero él no
está mirando en mi dirección. Está mirando detrás de él, buscando la mano de
alguien. Una mujer. Es bonita, me doy cuenta de manera distante. Me sonrojo,
como cuando algo te sorprende, porque estoy sorprendida de verlo. Pero no
estoy segura de sentir nada más. Espero, anticipando sentir un poco de dolor,
pero no está allí. Me encuentro esperando que madure, si no por su propio bien
entonces por el de ella. Quienquiera que sea ella
Brad se da vuelta y el reconocimiento cruza su rostro, pero no me está
mirando. Está mirando a Max.
—Oye, amigo —grita un segundo antes de que mi cerebro registre lo que
está sucediendo. Antes de darme cuenta, se conocen. En un abrir y cerrar de
ojos observo algo en la expresión de Max que me hace darme cuenta de que
no solo conoce a Brad, sabe quién es exactamente Brad para mí. Que este es el
Brad. Todo esto sucede en un momento, pero se siente como cámara lenta, mi
cerebro un paso atrás. No es un minuto de Nueva York, eso es seguro. Es más un
minuto de microondas. ¿Ya sabes? ¿Cómo se siente un minuto en esperar que
algo se cocine en el microondas? Más o menos así.
Entonces la mirada de Brad se mueve de Max a mí, a la mano de Max
sobre mi hombro, y un destello de sorpresa cruza su rostro al vernos juntos.
—Hola, Lauren —dice Brad, mirando de nuevo entre nosotros—. Es bueno
verte. No me di cuenta de que ustedes dos se conocían.
No estoy segura de qué decir a eso porque no estaba al tanto de esta
conexión hasta ahora, pero antes de que tenga que responder, él está
presentando a la mujer a su lado. La presenta como su novia y luego de una
pausa menciona que se conocieron hace unos meses. Supongo que esto es
para mí beneficio, una bondad que me está otorgando para que no me
pregunte si fue su ropa interior la que encontré en el departamento que
compartía con él. Me doy cuenta cuando lo dice que no me estaba
preguntando. Que se siente como siempre. Que simplemente no me importa.
Además, estoy demasiado ocupada preguntándome cómo mi ex conoce
a mi novio actual. Estaré condenada si pregunto eso ahora mismo sin embargo.
Brad pregunta sobre mi trabajo y cómo estoy. Si ya tengo mi propio lugar
o si todavía estoy en el departamento de literas. Le doy las respuestas genéricas
que le das a alguien que no conoces lo suficiente como para explicar.
—Cariño —dice la novia con un ligero tirón en el brazo de Brad. Ya he
olvidado su nombre. Es bonita. Dócil, sería mi breve impresión—. Vamos a llegar
tarde a la película —le dice.
Él asiente y me dice que fue bueno verme. Que me cuide. Le dice a Max 62
que lo verá el lunes. Entonces eso responde eso. Trabajan juntos.
Estoy en silencio mientras los veo alejarse, pero me deslizo por debajo del
brazo de Max. Cuando cruzaron a Charles, me giró y lo miro.
—Iba a decírtelo —comienza. Lo cual nunca es una buena manera de
comenzar una conversación con una mujer. ¿Cómo es que los hombres no
saben esto? Todos los hombres mayores de dieciocho deberían saber esto.
Deben compartir esta información entre ellos, pasarla de mano en mano
mientras realizan sus abrazos de hermano o agregarla a los comentarios de
condones que publican en línea. Escribirlo en las paredes del baño si eso es lo
que se necesita para transmitir el mensaje.
—¿Qué diablos, Max?
—En una escala de uno para terminar conmigo, ¿qué tan molesta estás?
—Tengo veintitrés años, Max, no trece. Vamos a tener una conversación
sobre esto, no a elegir una canción de ruptura dramática.
—Bien. —Asiente lentamente, parte de la tensión abandona su frente.
—¿Así que tú y Brad trabajan juntos?
—Más o menos —dice, y cuando levanto una ceja, agrega—:
Técnicamente, soy su jefe.
—Por el amor de Dios —digo, levantando las manos mientras comenzaba
a caminar hacia su departamento—. Entonces, ¿cuándo exactamente te diste
cuenta de eso? —Dejo de caminar y lo miro fijamente—. ¿Siempre lo has sabido?
Porque Brad —señaló en la dirección en la que acaba de alejarse—, claramente
no lo sabía.
—No, no siempre lo he sabido. La primera noche —dice—. Mientras
comíamos comida para llevar, dijiste algo sobre un ex en finanzas, que podría
haber sido uno de los diez mil hombres en esta ciudad. Pero luego mencionaste
que era de Iowa y algunas otras cosas y todo encajó.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Estoy incrédula.
—Porque habías hecho algunos comentarios sobre el tipo de personas con
las que Brad estaba asociado y no quería que me cancelaras antes de darme
una oportunidad. Pensé que te irías si te lo decía entonces. Además, para ser
justos, estabas medio desnuda en ese momento y podría no haber estado
pensando racionalmente.
—Eres tan estúpido.
—De acuerdo.
—Está bien. —Suspiro. Hemos llegado a su departamento y nos detenemos
frente a la puerta y nos miramos el uno al otro—. Vamos sacar esta mierda. 63
—¿En serio?
—Sí.
—Realmente eres demasiado buena para mí.
—Estoy de acuerdo. Ahora abre la puerta.
***
Fin
Sobre La Autora
71
A Jana Aston le gustan los gatos, las grandes tazas de café y los libros sobre
billonarios que desfloran vírgenes. Escribió su primera novela mientras atendía
llamadas de servicio al cliente sobre facturas de electricidad y siempre está
agradecida por el ginecólogo ficticio de Wrong que los lectores abrazaron tanto
que fue capaz de hacer que trabajar en pijama fuera una realidad.
El trabajo de Jana ha aparecido en las listas de bestsellers de NYT, WSJ y
USA Today, algunas veces en múltiples ocasiones. Le gustan los múltiplos.
72