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Sigmund Freud descubrió a través de numerosos casos clínicos que algunos pacientes de

moral intachable le confesaban haber cometido algunos actos ilícitos, siendo jóvenes, casi en
plena pubertad, tales como hurtos, fraudes e inclusive incendios.

Su tarea como terapeuta analítico lo llevó a la sorprendente conclusión que esos delitos
habían sido cometidos principalmente porque se trataba de hechos prohibidos y porque le
producían a su autor alivio psíquico.

Parecía ser que al sufrir de un intenso sentimiento de culpa de origen ignorado el hecho de
cometer una transgresión concreta disminuía la presión del mismo.

Por lo tanto, el delito procedía del sentimiento de culpa y en estos casos no es posterior a él,
como es de suponer.

Freud se preguntaba de dónde procede este sentimiento de culpa anterior a un delito y cuál
era la fuente de la culpa en general.

El resultado de sus investigaciones analíticas fue que procedía del complejo de Edipo como
reacción a las intenciones infantiles del varón de matar al padre y poseer a la madre.

Para Freud, esta intención o doble delito agravado por el vínculo, son considerados los dos
delitos más grandes que pueden cometer los hombres, considerando que en las sociedades
primitivas eran los únicos hechos condenados como tales.

A partir de esta afirmación, Freud se atreve a formular la hipótesis de que el complejo de


Edipo habría sido la fuente de donde la humanidad extrajo su conciencia.

Posteriores investigaciones lo llevaron a observar que los niños a veces se portan mal por el
solo hecho de provocar el castigo y una vez que han sido castigados se sienten mejor.

Por supuesto que esto no incluye a todos los delincuentes; porque se deben descartar los
que cometen delitos sin sentimientos de culpa, aquellos que no pudieron desarrollar
inhibiciones morales y a los que creen que su conducta es justificada en virtud de su lucha
contra la sociedad.

Pero la mayoría de los demás delincuentes, la motivación citada bien podría ser posible y
este punto de vista podría aclarar algunos puntos oscuros en la psicología de los delincuentes
dándole un nuevo fundamento psicológico.

Según Freud, Nietzsche también había notado la actitud de delincuentes por sentimiento de
culpa apareciendo en las palabras de Zaratustra con el concepto de “pálido delincuente”.

El sentimiento de culpa es un tema que ha preocupado a muchos filósofos de la antigüedad y


también a muchas religiones
Algunos filósofos coinciden en afirmar, como Kierkegaard, que la culpa es el
sentimiento de carencia que tiene la humanidad por no ser perfecto.

Para la religión católica la culpa la genera el pecado original de los padres de la


humanidad, Adán y Eva, que fueron arrojados del paraíso por desobedecer a
Dios.

La filosofía oriental considera que el origen de la culpa está en el karma, o sea,


el condicionamiento o aflicción que trae el alma de sus vidas pasadas.

Pero lo cierto es que sin duda existe y existirá siempre en el hombre una culpa ancestral en
su vida que no se fundamenta en sus propios actos, algo inherente a nosotros, que a veces
no se supera y puede condicionar la vida y moldear el carácter, un sentido de
responsabilidad que nos puede limitar al hacernos sentir siempre en falta.

Somos seres inacabados, y lejos de ser perfectos tenemos el ansia de perfección que nos
acecha y la libertad de elegir, con el riesgo de cometer errores; y el hecho de estar en el filo
de la navaja nos desconcierta en esta realidad de opuestos que se manifiesta en todo.

“Los que Fracasan al Triunfar”:

Análisis sobre las ideas de Sigmund Freud al respecto.-

“Los que fracasan al triunfar” son personas que una vez que han logrado un éxito
determinado (como por ejemplo una conquista amorosa largamente esperada, o
una promoción profesional de mayor responsabilidad, prestigio y retribución
económica) lejos de disfrutar del éxito, experimentan cierta sensación de fracaso
psicológico, profesional, emocional y aún personal. Y como ellos vivencian su
fracaso pasivamente, sólo bajo tratamiento psicológico pueden ser capaces de
reconocer su participación activa en ese proceso. Este dramático rasgo de carácter
(patológico) descrito por S. Freud en 1916, está basado en una dinámica
inconsciente que tiene que ver con la posición de ese futuro “saboteador” en la
situación edípica. Freud explica el fenómeno, como la consecuencia de una
equiparación inconsciente entre el éxito en la adultez y una supuesta victoria sobre
el progenitor del sexo opuesto, en la niñez. El éxito real en la vida adulta, deberá
ser luego sancionado como si se tratara de un crimen edípico, con su consecuente
sentimiento de culpa. Esto tiene su fundamento en la sexualidad infantil y el
Complejo de Edipo.

Este fenómeno tiene relación con el sentimiento de que “algo es demasiado bueno
para ser cierto”. La esencia del éxito consiste en “haber llegado” más lejos que el
propio padre, siendo ésto algo prohibido. De allí el intenso sentimiento de culpa y
la necesidad de “pagar” por ello. De todos modos convendrá aclarar que tanto el
éxito como el fracaso deberán ser definidos en función de los deseos y
prohibiciones propios de cada persona, más que a través de una valorización
externa. Lo paradójico reside en que, mientras la gente busca tener logros por sus
consiguientes sentimientos de satisfacción y placer, lejos de producir alegría,
algunas personas, una vez obtenida la realización de sus deseos, comienzan a sentir
ansiedad, se desorganizan o bien se enferman somáticamente y no se tranquilizan
hasta haber hecho añicos tales logros.

Un tipo de carácter

Es uno de los tres “rasgos de carácter” que Freud describió por el año 1916.
Cuando Freud escribió estos artículos, estaba interesado en las manifestaciones
clínicas de la culpa inconsciente, los estudios sobre el narcisismo y la melancolía,
trabajos en los que la culpa inconsciente jugaba un papel fundamental. Junto con
el trabajo sobre “Los que fracasan al triunfar” describió:

A Las excepciones: que se refieren a aquellos individuos que sienten que merecen
privilegios especiales en la vida adulta por razones que permanecen inconscientes.
B. “El delincuente por sentimiento de culpa” que se refiere a criminales que por un
sentimiento de culpa cometen crímenes en el presente a fin de justificar su culpa
inconsciente. Lo que es común a todos estos tipos de caracteres, incluyendo a “los
que fracasan al triunfar”, es algún antecedente de un proceso dinámicamente
inconsciente, que lleva a manifestaciones observables, en apariencia
contradictorias con los principios del funcionamiento psíquico que Freud ya había
mencionado en 1911: el principio de placer–displacer y el principio de realidad.

¿Qué temen?

Se supone que los niños que están destinados a ser “futuros saboteadores” de su
propio éxito, han sido niños con un gran talento natural. Estos dones facilitarían
sus potenciales logros. El primer éxito experimentado por el niño es la situación de
haber logrado muy tempranamente, ser los preferidos de su madre. Las fantasías
de exclusiva posesión de la madre, se acompañaron de grandes dificultades para
separarse de ella. Si la madre los prefirió o no en realidad más que al padre, no se
puede saber. Pero lo que está claro es que el vínculo con la madre en la niñez y que
aún perdura inconscientemente es “intenso” y “exclusivo”. Ellos se sienten en el
centro de la vida de su madre. Se sienten sobrevalorados por ella. El padre es
percibido como impotentemente furioso por haber sido excluido de la díada
madre-hijo. En el desarrollo normal, el niño puede reconocer que él no satisface
los deseos de su madre; que ella necesita de otro adulto, el padre y esto lo tienen
claro aún en los casos de viudez o divorcio, dado que siempre hay sustitutos
paternos. “Los que fracasan al triunfar” perciben al padre como muy agresivo e
intensamente envidioso del vínculo madre-hijo, mientras a la madre la sienten
como intrusiva y demandante de atención y gratificación. El vínculo (cuando
adultos) es experimentado como pegajoso, por lo que en la adolescencia el joven
hará desesperados esfuerzos para separarse como un pseudoadulto en un intento
de romper el lazo con la madre. Al acceder al éxito, la excitación narcisística, la
imagen de sí mismo como un triunfador edípico y paralelamente la de ser como
una parte valiosa del cuerpo de la madre (falo) es excesivo para la barrera de la
represión contra los deseos incestuosos. Ser exitoso de una manera tan apasionante
es demasiado arriesgado. Cuando se sabotean, simbólicamente se castran a sí
mismos, pero mágicamente dejan de ser el codiciado falo de madre, sintiéndose por
fin autónomos. El éxito representaría seguir siendo una parte de la madre y el
fracaso es percibido como únicamente propio.

Las señales del auto-boicot:

1. La ansiedad que acompaña al logro personal.


2. La consecuente desorganización.
3. La ausencia de la esperable alegría o placer ante el éxito.
4. El descontento consigo mismos a pesar del triunfo.
5. Ciertas ideas paranoides de sentirse envidiado por los demás.
6. La depresión.
7. Algunos síntomas somáticos.
Los delincuentes por sentimiento de culpabilidad
En sus informes sobre sus años juveniles, especialmente sobre los anteriores a la pubertad,
personas honradísimas luego y de elevada moralidad me han revelado, frecuentemente, haber
cometido por entonces actos ilícitos, tales como hurtos, fraudes e incluso incendios. En un
principio solía yo dejar de lado estos hechos, explicándolos por la conocida debilidad de las
inhibiciones morales en aquella época de la vida, y no intentaba insertarlos en un más amplio
contexto. Pero el examen de algunos casos más claros y favorables, en los que tales actos
fueron cometidos por enfermos míos durante el tratamiento y en edad muy posterior a aquellos
años juveniles, me impulsó ya a un estudio más penetrante y detenido de estos incidentes. La
labor analítica me condujo entonces al sorprendente resultado de que tales actos eran
cometidos, ante todo, porque se hallaban prohibidos y porque a su ejecución se enlazaba, para
su autor, un alivio psíquico. El sujeto sufría, en efecto, de un penoso sentimiento de
culpabilidad, de origen desconocido, y una vez cometida una falta concreta sentía mitigada la
presión del mismo. El sentimiento de culpabilidad quedaba así, por lo menos, adherido a algo
tangible.

Por muy paradójico que parezca he de afirmar que el sentimiento de culpabilidad existía antes
del delito y no procedía de él, siendo, por el contrario, el delito el que procedía del sentimiento
de culpabilidad. Tales sujetos pueden ser justificadamente designados con el nombre de
«delincuentes por sentimiento de culpabilidad». La preexistencia del sentimiento de culpabilidad
pudo ser demostrada por toda una serie de otros efectos y manifestaciones. Ahora bien: el
señalamiento de un hecho curioso no es por sí solo un fin de la investigación científica.
Habremos, pues, de resolver dos cuestiones: de dónde procede el oscuro sentimiento de
culpabilidad existente antes del hecho y si es verosímil que una tal causación entrañe
considerable importancia en los delitos de los hombres. El examen de la primera de tales
cuestiones prometía descubrirnos la fuente del sentimiento de culpabilidad en general. El
resultado de la labor analítica fue el de que tal oscuro sentimiento de culpabilidad procedía del
complejo de Edipo, siendo una reacción a las dos grandes intenciones criminales: matar al padre
y gozar a la madre. Comparados con éstos, los delitos cometidos para la fijación del sentimiento
de culpabilidad habían de ser realmente un alivio para el sujeto atormentado. Hemos de
recordar, a este respecto, que el asesinato del padre y el incesto con la madre son los dos
magnos delitos de los hombres, los únicos perseguidos y condenados como tales en las
sociedades primitivas. Y también cómo otras investigaciones nos han aproximado a la hipótesis
de que la fuente de donde la Humanidad extrajo su conciencia, que hoy se manifiesta como una
potencia psíquica heredada, habría sido el complejo de Edipo.

La respuesta a la segunda interrogación rebasa los límites de la labor psicoanalítica. En los niños
podemos observar directamente que «son malos» para provocar el castigo, y una vez obtenido
éste, se muestran tranquilos y contentos. Una investigación analítica posterior nos procura
muchas veces la pista del sentimiento de culpabilidad que los llevó a buscar el castigo. De los
delincuentes adultos hemos de restar, desde luego, todos aquellos que cometen delitos sin
sentimiento de culpabilidad, aquellos que no han desarrollado inhibiciones morales o creen
justificada su conducta por su lucha contra la sociedad. Pero en la mayoría de los demás
delincuentes, en aquellos para los cuales se han hecho realmente las leyes penales, tal
Traducción directa del alemán. Por Luis López Ballesteros

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