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TEMA 6: LOS DERECHOS POLÍTICOS, EL DERECHO DE REUNIÓN; EL


DERECHO DE ASOCIACIÓN
ÍNDICE

1) El significado de los derechos políticos.


2) El derecho de reunión.
3) El derecho de asociación.
4) Límites de la libertad de asociación.
5) Los partidos políticos: su régimen jurídico.

1. EL SIGNIFICADO DE LOS DERECHOS POLÍTICOS

Los derechos del ámbito político son las libertades de reunión y asociación y, también, el
derecho o régimen jurídico de los partidos políticos. Todos ellos presentan una relación funcional
directa con los derechos de participación, pues, sin ellos estos derechos se verían privados de su
sustrato, porque reunirse y asociarse son expresiones primarias del pluralismo social y político, que
alcanza también una expresión institucional en la organización del Estado, por virtud de la
participación y de la representación política. La Revolución de 1868, origen de la Constitución de
1869, proclamó por primera vez en nuestro país el derecho de los ciudadanos a reunirse
pacíficamente, a asociarse y a votar en las elecciones parlamentarias y locales; consagración
indispensable para la democratización del Estado liberal.
Los derechos de reunión y asociación tienen un ámbito de vigencia más general y están
encaminados a expresar la sociabilidad humana en todas sus dimensiones. Por otro lado, es
necesario subrayar la conexión de los mismos con algunas libertades civiles básicas como la libertad
ideológica y religiosa o, la libertad de expresión, ya que estas se proyectan en actividades que
jurídicamente revisten la forma de reuniones y asociaciones.
En definitiva, una clasificación material de los derechos fundamentales no implica
compartimentarlos, porque existe una conexión de sentido entre todos ellos que deriva de su
vinculación con la dignidad de la persona humana y con el modelo político del Estado democrático.

2. EL DERECHO DE REUNIÓN
a) Concepto

La reunión publica es la forma de expresión del pluralismo y la asistencia a ella la forma más
embrionaria de participación política. La reunión atiende a tres caracteres básicos:

• La previa concertación, que lleva aparejado un elemento subjetivo, de conocimiento de


la reunión, de la finalidad que esta persigue y de consciente voluntariedad de la
asistencia. No son reuniones las aglomeraciones espontáneas.
• La temporalidad, que distingue la reunión, tanto de la coincidencia momentánea con
otros, como de la asociación. La reunión consiste en una “asociación transitoria”.
• La finalidad perseguida por la reunión, que debe ser lícita.

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El TC ha subrayado su conexión con la libertad de expresión al considerar que se trata “ de una


manifestación colectiva de la libertad de expresión ejercitada a través de una asociación transitoria
de personas, que opera a modo de técnica instrumental puesta al servicio del intercambio o
exposición de ideas, la defensa de intereses o la publicidad de problemas y reivindicatorias”. Esta
interpretación tiene el efecto de dejar fuera del art. 21 CE las reuniones realizadas con otro tipo de
finalidades.
Hay que tener en cuenta, también, el carácter publico o menos abierto o restringido de las
reuniones. Las reuniones privadas están excluidas del ámbito del art. 21 CE.
La titularidad del derecho de reunión corresponde a las personas físicas nacionales y extranjeras.
La LO 9/1983 reconoce a las personas jurídicas ser “organizadoras o promotoras” de
manifestaciones y reuniones.

b) Reuniones en locales cerrados y en lugares de tránsito público.

De acuerdo con el art. 21 CE, el ejercicio del derecho de reunión “se reconoce” y no precisa de
autorización previa (con el único requisito condicionante de que la reunión sea pacífica y sin armas)
cuando este tiene lugar en enclaves cerrados al tránsito.
Sin embargo, el ejercicio de este derecho en lugares de tránsito público y en la vía pública por
medio de manifestaciones, aunque legítimo, puede perturbar la actividad y los derechos de
terceros. Por ello, el art. 21.2 CE exige una comunicación previa a la autoridad de las reuniones en
lugares de tránsito público, así como de las manifestaciones, las cuales son esa reuniones en las que
los participantes recorren un itinerario, en vez de permanecer concentrados en un mismo espacio
público. Ahora bien, esto no es una solicitud de autorización, sino que se trata de una obligación de
información para que la autoridad gubernativa pueda garantizar el ejercicio del derecho de reunión
y tenga ocasión de prevenir que su ejercicio exceda de los límites constitucionales. La comunicación
deberá realizarse con, al menos, diez días de antelación.
En el supuesto de que la autoridad gubernativa prohíba la reunión o proponga modificar alguno
de los aspectos de esta, la LO 9/83 prevé un procedimiento acelerado de control judicial en el que
los organizadores puedan impugnar esa decisión y obtener en nueve días una resolución judicial
que, en caso de ser favorable, les permita mantener la reunión en los términos de la convocatoria.
Por otro lado, si hay urgencia la comunicación podrá realizarse solo con 24 horas de antelación.

c) Límites.

El propio art. 21 CE justifica la prohibición de las manifestaciones “cuando existan razones


fundadas de alteración del orden público con peligro para las personas o bienes”. La inevitable
perturbación de los derechos de terceros que implique cualquier manifestación no justifica por sí
sola la prohibición de la misma, sino que son precisas unas razones fundadas de que se vaya a
alterar el orden público y a poner en peligro la integridad de las personas o de los bienes. Por lo
tanto, las resoluciones administrativas que la prohíban habrán de ser necesariamente motivadas y
sujetarse al criterio de proporcionalidad. No obstante, aparte del riesgo de alteración del orden
público, han de admitirse también límites implícitos al ejercicio del derecho de reunión. A ese
respecto, hay que tener en cuenta que el Convenio Europeo de Derechos Humanos puede justificar

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limitaciones al ejercicio del derecho de reunión siempre que estén previstas en la ley que sean
necesarias.
Ahora bien, no puede valer cualquier argumentación restrictiva. El TC rechaza, por ejemplo, la
prohibición de manifestaciones por razones como una posible incidencia de un proceso electoral o
la perturbación de la circulación o del tráfico rodado. Esta última se debe a que, como bien indica el
alto Tribunal, el espacio urbano no es solo un ámbito de circulación, sino también de participación.
En consecuencia, siguiendo el criterio de proporcionalidad, el TC solo ha justificado la prohibición de
las manifestaciones si hay una colisión particularmente grave con la libertad de circulación y,
cuando, durante un período de tiempo prolongado, se impida el acceso a determinadas zonas o
barrios, por inexistencia de vías alternativas.
Por otro lado, circunstancias como el lugar, el día o el itinerario de las manifestaciones son, en
principio, “adjetivas” y pueden ser modificadas sin afectar al contenido esencial del derecho. No
obstante, a veces pueden resultar decisivas.
En todo caso, tanto las reuniones en lugares cerrados, como en lugares de tránsito público, ha de
ser pacíficas y sin armas, y no pueden tener como finalidad cometer actos delictivos, pues en tal
caso están sancionadas por el CP. Los parámetros para juzgar la pertinencia de disolver una reunión
son los siguientes:

- Cuando se trate de reuniones ilícitas según leyes penales.


- Cuando se produzcan alteraciones del orden público.
- Cuando se haga uso de uniformes paramilitares.
- Cuando fueran organizadas por miembros de las Fuerzas Armadas o de la Guardia Civil
infringiendo las limitaciones impuestas por las LLOO que regulan sus derechos y deberes.
Sin embargo, tales supuestos no son frecuentes; sí lo son la celebración de una reunión en vía
pública sin previa notificación a la autoridad, o cuando se desvíen del itinerario, o la duración
notificados, esto es, incumpliendo el requisito del art. 21.2 CE. En esos casos, la LO 9/83 no señala
sanciones, sin duda, porque el legislador no considera “reuniones” en sentido legal a las que no
cumplen los requisitos legalmente establecidos.
Por otro lado, un límite específico del derecho de reunión que deriva del art. 77 CE es el que
prohíbe la presentación directa de peticiones a las Cámaras de las Cortes Generales “por
manifestaciones ciudadanas”.
Para finalizar, a causa de la neutralidad política de algunos colectivos funcionariales, la ley
impone a sus miembros diversas restricciones en el ejercicio del derecho de reunión (jueces,
magistrados, miembros FFAA, GC).

3. EL DERECHO DE ASOCIACIÓN
a) Concepto.
El derecho de asociación consiste en la libre disponibilidad de los ciudadanos para constituir
formalmente agrupaciones permanentes encaminadas a la consecución de todo tipo de fines lícitos.
Se incluyen en el art. 22, las asociaciones con finalidad lucrativa. En el caso de las sociedades

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mercantiles con forma de sociedades anónimas, como su etiología y sus problemas jurídicos son de
carácter económico, están relacionadas, más bien, con fundamentos como la propiedad y libertad
de empresa.
Por su parte, la asociación goza de vocación de permanencia y, también, supone un grado,
mayor o menor, de formalidad y requiere un acuerdo expreso de constituirla y una identificación
más definida de sus objetivos. Por otro lado, las asociaciones necesitan una estructura y
organización interna más desarrollada.
La Constitución reconoce que cualquiera puede constituir una asociación. Concretamente la LO
1/2002 ha reconocido la libertad de asociación de las entidades públicas, aunque no como un
derecho fundamental, sino como derecho de creación legal, que puede ser exceptuado por las
normas constitutivas o reguladoras específicas de cada persona jurídica pública. En virtud de este
derecho, los entes públicos pueden asociarse entre sí y también con los particulares. No obstante, el
propio legislador parece consciente del peligro que puede acarrear esta última asociación, por lo
que ha establecido algunas restricciones en el art. 2.6 LO 1/2002. b) Libertad positiva y negativa.
El derecho de asociación consiste, en su faceta positiva, en la libertad de constituir asociaciones
o de adherirse libremente a las ya existentes, sin que los poderes públicos o los particulares puedan
impedirlo. Asimismo, el derecho de asociación supone también que, una vez constituida una
asociación, esta pueda desarrollar libremente sus actividades, en cuanto sean lícitas. En su
perspectiva negativa, el reconocimiento de este derecho implica la exclusión de cualquier forma de
obligatoriedad de adhesión a una asociación determinada, en la medida en que una asociación
obligatoria o coactiva no sería, al carecer del requisito de voluntariedad, una verdadera asociación
en el sentido constitucional del término.
c) La inscripción en el registro y la adquisición de personalidad jurídica de las asociaciones.
La CE reconoce el derecho de asociación en términos genéricos (art. 22) con la única obligacion
de inscribirse en el registro “a los solos efectos de publicidad” (art. 22.3). El objetivo es evitar que la
regulación legal establezca condicionantes que priven de eficacia real a este derecho. De forma que
el reconocimiento sea pleno e inmediato, que las asociaciones se constituyan directamente “al
amparo de este artículo” y que la inscripción registral lo sea “a los solos efectos de publicidad”.
El derecho de asociación sufrió una precariedad normativa al no tener una LO hasta 2002 que lo
regulara. La llegada de esta estableció una normativa general aplicable a las asociaciones que no
están sometidas a un régimen jurídico especial.
Sin embargo, el TC había distinguido entre el “desarrollo legislativo” del derecho de asociación,
que afecta a los aspectos nucleares del mismo y está reservado al legislador orgánico por el art. 81
CE, y el “régimen jurídico de las asociaciones”, que se refiere a los aspectos accesorios o adjetivos
del mismo en los que puede intervenir el legislador autonómico. Además de aprobar ese desarrollo
legislativo, el Estado también puede establecer las condiciones básicas del “régimen jurídico de las
asociaciones” en virtud del art. 149. 1. 1ª CE.
Los principales problemas jurídicos que presenta vienen planteados por el hecho de que las
asociaciones tienen relaciones con terceros, de las cuales pueden surgir derechos y obligaciones. De

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ahí que resulte necesario un cierto grado de formalización jurídica de la asociación: en suma, que
toda asociación que exista en la realidad goce de personalidad jurídica. En todo caso, la mayor parte
de la doctrina y jurisprudencia ordinaria considera que la asociación adquiere personalidad jurídica
desde que se constituye o desde que sus promotores acuerdan constituirla, siendo la inscripción
registral un mero requisito de publicidad.
No obstante, en ocasiones, la adquisición de personalidad jurídica se ha hecho depender de la
inscripción en algún registro público. Tal es el criterio que han seguido las leyes sobre partidos
políticos, sindicatos y confesiones religiosas. Para la generalidad de asociaciones el art. 5.2, dispone
que “el acuerdo de constitución, que incluirá la aprobación de los Estatutos, habrá de formalizarse
mediante acta fundacional. Con el otorgamiento del acta adquirirá la asociación su personalidad
jurídica y la plena capacidad de obrar, sin perjuicio de la necesidad de su inscripción a los efectos del
art. 10”.
En todo caso, el art. 20 CE impide que la aparición de una asociación sea ocasión para someterla
a un control material acerca de su compatibilidad con los límites del derecho de asociación, es decir,
la autoridad encargada del registro no puede “controlar materialmente y decidir sobre la
legalización o reconocimiento de las asociaciones”. Esta restricción de las facultades administrativas
resulta reforzada por la regla del silencio positivo, según el cual, transcurrido el plazo de tres meses
sin que se haya notificado resolución expresa, se podrá entender estimada la solicitud de
inscripción.
No obstante, cuando existan indicios racionales de la constitución de asociación ilícita
contemplados en el CP la ley prevé que la autoridad encargada del registro puede, mediante
resolución motivada, remitir la documentación al Ministerio Fiscal o al órgano competente,
quedando suspendido el procedimiento administrativo de inscripción hasta que recaiga resolución
judicial firme sobre la concurrencia del ilícito penal.
d) Suspensión y disolución de las asociaciones
La CE reserva al PJ toda facultad relativa a la suspensión o disolución de las asociaciones,
característica que forma parte del contenido esencial del derecho de asociación. Conforme a la LO
1/2002, serán competentes los tribunales civiles cuando se trate de la disolución o suspensión por
aplicación de la legislación civil. Por su parte, los tribunales penales serán competentes para
declarar una asociación ilícita y suspender sus actividades en aplicación del CP. La declaración de
ilicitud puede traer causa de su actividad o de su constitución misma y puede ser promovida
también de oficio por la Admón. encargada del registro.
4. LOS LÍMITES DE LA LIBERTAD DE ASOCIACIÓN
Es preciso mencionar que la CE prohíbe a jueces y magistrados y fiscales (art. 127.1 CE)
pertenecer a partidos políticos y sindicatos. Los miembros de las Fuerzas Armadas están también
sometidos a restricciones en el ejercicio de este derecho (art. 28.1). Además de estas restricciones,
la CE establece otras de carácter material u objetivo, en tanto prohíbe o declara ilegales
determinadas clases de asociaciones (art. 22.2). a) Asociaciones prohibidas
Están constitucionalmente prohibidas dos géneros de asociaciones:

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• Las secretas:
Estas no son las que no se hayan inscrito en el registro, porque el art. 22.3 admite expresamente
que la constitución es anterior a la inscripción. Por tanto, se consideran secretas aquellas
asociaciones que quieren serlo, esto es, las que premeditadamente acuerden mantener en secreto
la propia existencia de la asociación, sus fines y la identidad de sus miembros. Nótese que no todo
lo que no es público es secreto. La nota distintiva de estas asociaciones prohibidas es la voluntad de
sus miembros de mantener la existencia de la asociación en secreto. En este sentido, si una
asociación solicita su inscripción en el registro, no podrá considerarse secreta.

• Las de carácter paramilitar (art. 22.5): Son paramilitares las asociaciones que adoptan las
estructuras organizativas, los comportamientos o los signos externos que caracterizan a
las organizaciones militares.

b) Asociaciones ilegales.
La CE declara ilegales a las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como
delito, estando remitidas al Código Penal. En la actualidad, el art. 515 CP cumple esa función
definitoria incluyendo en esa categoría: a las asociaciones que tengan por objeto cometer algún
delito, a las que aun teniendo un fin lícito, empleen medios violentos o de alteración o control de la
personalidad, a las que promuevan la discriminación, el odio o la violencia contra personas o grupos
por razón de su ideología, religión o creencias, etc.
De esta forma, debe ser la asociación en sí, y no alguno o algunos de sus miembros
individualmente considerados, los que persigan fines o utilicen medios delictivos; lo que resulta
fácilmente determinable cuando el fin o la utilización del medio delictivo se encuentren
expresamente previstas en los estatutos asociativos. Lo normal es que solo algunos de los miembros
de la asociación incurran en el ilícito penal.
c) La exigencia de democracia interna.
El legislador en el art. 2.5 LO 1/2002 ha introducido un límite adicional exigible con carácter
general a todas las asociaciones que consiste en la exigencia de que todas ellas tengan una
organización interna y un funcionamiento democrático. Este es un requisito que la CE solo establece
para los partidos políticos y los sindicatos, así como para los colegios y organizaciones profesionales.
Este planteamiento legal impone una determinad relación entre el asociado y el ente asociativo de
participación.
En todo caso, estas relaciones quedan bajo la tutela de los tribunales ordinarios. A este
respecto, el art. 21 LO 1/2002 reconoce a los asociados el derecho a impugnar los acuerdos de los
órganos de la asociación que estimen contrarios a la ley o a los Estatutos.

5. LOS PARTIDOS POLÍTICOS


a) Su posición constitucional.
Los partidos políticos están reconocidos en el art. 6 CE como organizaciones que “expresan el
pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son

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instrumento fundamental para la participación política”, siendo libres su creación y el ejercicio de su


actividad dentro del respeto a la Constitución y la ley.
Este reconocimiento constitucional es consecuencia de la “democracia de partidos”. El
protagonismo de los partidos resulta manifiesto, tanto en los proceso electorales, como en la
actividad misma de las Cámaras parlamentarias e incluso en el ámbito del Gobierno. En ese sentido,
las funciones que el art. menciona son plenamente efectivas. Sin embargo, es importante saber que
existen áreas de la organización estatal excluidas de la actividad de los partidos y que, por ello, estos
no están llamados a condicionar el funcionamiento de toda la organización estatal, razón por la cual
no está justificado definir al Estado como “Estado de partidos”, siendo preferible la denominación
“democracia de partidos”.
La posición de los partidos políticos no significa que estos sean órganos del Estado o que
presenten diferencias con las asociaciones ni implica que su creación o constitución este despojada
de las garantías del art. 22 CE. Los partidos políticos son formas específicas de asociaciones a las
que, por su funcionalidad en el sistema, la Constitución ha querido dotar de relevancia
constitucional, pero a las que es aplicable la protección genérica del derecho de asociación.
En consecuencia, el derecho a constituir partidos políticos no plantea, problemas en cuanto a su
régimen de protección.

b) La ley de partidos.
La legislación sobre los partidos políticos se contiene en la LO 6/2002, de 27 de junio, de Partidos
Políticos, que vino a desarrollar las previsiones de su art. 6. Esta Ley Orgánica está inspirada en
consideraciones sobre la necesidad de defender la democracia frente a los partidos políticos que
atenten contra ella, en especial, por su colaboración con los grupos terroristas. Entre las principales
características destacan las siguientes:

• La libertad de creación de partidos queda reservada a los ciudadanos de la Unión


Europea mayores de edad que se encuentre en el pleno ejercicio de sus derechos y no
hayan sido penalmente condenados por asociación ilícita o por algunos de los delitos
graves contra la Constitución, el orden público, la paz o la independencia del Estado y la
defensa nacional, así como contra la comunidad internacional, previstos en el CP.
• El significado de la inscripción en el Registro de Partidos Políticos lleva aparejado la
adquisición de esa precisa personalidad jurídica y los derechos o facultades que de ella
dimanan. Solo cuando esta se produzca, el partido político habrá adquirido su especifica
configuración. El plazo para entender realizada la inscripción por silencio positivo es de
veinte días.
• Exigencia a los partidos políticos de que su estructura interna y funcionamiento sea
democráticos.
La LO 6/2002 (art. 7 y 8) exige que el órgano supremo del partido sea la Asamblea General
(Congreso) la cual debe estar integrada por la totalidad de los miembros del partido, directamente o
a través de compromisarios; que los órganos de gobierno y representación habrán de elegirse
directa o indirectamente, por sufragio libre y secreto y renovarse, como máximo, cada cuatro años;

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que los afiliados deberán ser personas físicas mayores de edad, no necesariamente ciudadanos de la
UE, de modo que está abierta a extranjeros; que los estatutos podrán establecer modalidades en
función del nivel de vinculación al partido y deberán regular el régimen de infracciones y sanciones
de los afiliados, así como un procedimiento para aplicarlas, contradictorio y garantista. Por otra
parte, la reforma de la ley de partidos de 2015 ha exigido la suspensión cautelar automática de los
afiliados incursos en un proceso penal respecto de los cuales se haya dictado auto de apertura de
juicio oral por un delito relacionado con la corrupción asi como la sanción de expulsión del partido.
Además, la ley de partidos enuncia unos derechos de los afiliados entre los que cabe destacar:

- El derecho a participar en las actividades del partido y a ejercer el voto de acuerdo con los
estatutos.
- A ser electores y elegibles para los cargos del partido.
- A ser informados acerca de la composición y decisiones de los órganos directivos, así como
sobre las actividades y la situación económica del partido.
- El derecho a impugnar los acuerdos de los órganos contrarios a la ley o a los estatutos.
Los derechos de participación democrática interna de los afiliados integran el contenido del
derecho de asociación cuando este se ejerce a través de partidos políticos y que la garantía
jurisdiccional de esos derechos de participación puede obtenerse incluso por medio del cauce
especial de protección de los derechos.
En definitiva, estas exigencias legales constituyen la base mínima exigible para que la
organización interna de un partido pueda ser calificada de democrática, pero dejan sin previsión
legal elementos como el de no hacer referencia alguna ni al ejercicio de la libertad de expresión en
el seno de las organizaciones partidarias, ni a la organización territorial de los partidos.

c) La ilegalización de los partidos.


La LO 6/2002 introduce las causas y el procedimiento para la ilegalización de los partidos
políticos que atenten contra el régimen democrático.
El art. 9.2 LO 6/2002 contempla que sea declarado ilegal un partido político que, con su
conducta “reiterada y grave”, “vulnere los principios democráticos, particularmente cuando con la
misma persiga deteriorar o destruir el régimen de libertades o imposibilitar o eliminar el sistema
democrático”. Además, concreta este supuesto haciendo referencia a la siguiente tipología de
comportamientos:

1. Vulnerar sistemáticamente las libertades y derechos fundamentales, promoviendo,


justificando o exculpando los atentados contra la vida o la integridad de las personas, o la
exclusión o persecución de personas por razón de su ideología, religión o creencias.
2. Fomentar, propiciar o legitimar la violencia como método para la consecución de objetivos
políticos.
3. Complementar y apoyar políticamente la acción de organización terroristas.

En el art. 9.3, la ley establece algunas conductas concretas que no son causas, sino
especificaciones de esos supuestos básicos, por ejemplo: incluir regularmente en las listas

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electorales a personas que hayan sido condenados por delitos de terrorismo, aunque hayan
cumplido la condena.
La competencia para decidir la ilegalización viene atribuida a la Sala Especial del Tribunal
Supremo que se trata de una especie de pleno reducido del TS al estar integrada por su presidente,
los presidentes de sus salas y el magistrado más antiguo y más moderno de cada una. De este
modo, se ha optado por residenciar esta competencia en el Poder Judicial, en vez de atribuirla al TC.
La disolución puede ser instada por el Ministerio Fiscal o por el Gobierno. Además, tanto el
Congreso como el Senado pueden instar al Gobierno a que solicite la ilegalización de un partido,
quedando este obligado a formalizar la correspondiente solicitud, previa deliberación del Consejo
de ministros. Durante la tramitación del proceso, el TS puede acordar la suspensión cautelar de las
actividades del partido. En todo caso, la sentencia que pone fin al proceso no puede ser objeto de
recurso alguno y será ejecutiva desde el momento de su notificación. El incumplimiento del cese de
actividades dará lugar a la responsabilidad penal.
En todo caso, con la ley de partidos no se ha pretendido introducir un sistema de “democracia
militante” que exija de los partidos un deber positivo de defensa activa de la CE. La propia
exposición de motivos de la ley afirma que la misma no pretende limitar las ideas o fines
proclamados de los partidos.
En definitiva, la LO se ha configurado como una vía de ilegalización de los partidos,
especialmente por razón de su colaboración con el terrorismo, que es distinta e independiente de la
ilegalización penal por el delito de asociación ilícita.
Algunas críticas dirigidas contra esta ley han puesto en duda su constitucionalidad por entender
que excede las previsiones del art. 22 CE, cuyo apartado segundo solo se refiere a la ilicitud de las
asociaciones tipificadas penalmente, pero parece necesario tener en cuenta que el régimen jurídico
de los partidos puede presentar algunas diferencias con el general de las asociaciones, por razón de
las funciones que les atribuye el art. 6.
Por último, hay que distinguir la ilegalización de la declaración judicial de extinción de un partido
por haber incumplido las obligaciones de adaptar sus estatutos a las disposiciones legales de
renovar sus órganos de gobierno y representación o de presentar sus cuentas anuales, en los
términos previstos en el art. 12 bis LO 6/2002.

d) La financiación de los partidos.


El régimen de financiación de los partidos políticos condiciona su funcionamiento y presenta
diferencias con el resto de las asociaciones.
La financiación partidista en España tiene carácter mixto, porque combina aportaciones privadas
con subvenciones públicas. Las bases del sistema de financiación fueron establecidas por la LO
3/1987, de 2 de julio, que ha sido derogada y sustituida por la LO 8/2007, de 4 de julio, sobre
Financiación de los partidos políticos, modificado por la LO 5/2012, de octubre, y posteriormente
por la LO 3/2015, de 30 de marzo de control de la actividad económico-financiera de los partidos
políticos. Existen las siguientes modalidades de subvenciones públicas:

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1. Las subvenciones destinadas a sufragar los gastos electorales y las que puedan establecerse
para los gastos de propaganda en los referéndums.
2. Las subvenciones estatales anuales que pueden ser de dos clases: o Las destinadas a cubrir
los gastos de funcionamiento ordinario de los partidos políticos con representación en el
Congreso de los Diputados;
o Otras subvenciones previstas específicamente para atender a los gastos de seguridad
de los partidos.
El importe global de las partidas presupuestarias se distribuye en tres partes iguales: una de
ellas se asigna en proporción a los escaños y las otras dos terceras partes proporcionalmente a los
votos obtenidos por cada partido.

3. Las subvenciones de las CCAA para gastos de funcionamiento de los partidos representados
en las asambleas autonómicas.
4. Las aportaciones que puedan recibir de los grupos parlamentarios que están presentes en las
dos Cámaras de las CCGG y en las Asambleas autonómicas y las que puedan obtener de los
grupos de representantes en las corporaciones locales.
Las subvenciones a los partidos son incompatibles con cualquier otra ayuda económica o
financiera incluida en los presupuestos públicos.
Por otro lado, la ley regula la financiación privada de los partidos, estableciendo algunas
limitaciones:

• Las aportaciones deben ser de personas físicas y tener carácter nominativo (prohibidas
las donaciones de personas jurídicas);
• No pueden tener carácter finalista;
• Las donaciones de una misma persona física no pueden superar la cantidad de 50 mil
euros al año;
• Las cantidades donadas a los partidos políticos deberán abonarse en cuentas abiertas en
entidades de crédito exclusivamente para dicho fin.
Por su parte, la ley prohíbe cualquier financiación por parte de Gobierno y organismos,
entidades o empresas públicas extranjeras o de empresas relacionadas directa o indirectamente con
los mismos.
La valoración general del sistema de financiación de los partidos debe ser crítica, porque hay que
reconocer que ha beneficiado más que proporcionalmente a los partidos mayores frente a los
menores; no ha sido capaz de asegurar la suficiencia financiera de los partidos; y no ha evitado que
estos hayan recurrido a prácticas de financiación irregulares.
La LO 8/2007 y sus reformas de 2012 y 2015 han introducido mejoras importantes. Finalmente,
hay que tener en cuenta que la LO 1/2015 ha tipificado los delitos de financiación ilegal de los
partidos políticos.

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