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Introducción

En este presente trabajo nos habla sobre el desarrollo de las actividades


económicas o comerciales, la empresa puede dar ocasión a que se produzcan
una gran variedad de delitos. Algunas veces pueden que sean delitos contra
bienes o intereses ajenos a la empresa y en otros casos serán delitos contra
bienes o intereses ajenos a la empresa y también puede que sean delitos
contra los titulares de la empresa o contra sus propios trabajadores.

Las personas que intervienen normalmente en las actividades de la empresa,


así como la complejidad de las relaciones funcionales que se establecen entre
ellas, hace que resulte difícil en estos casos determinar la responsabilidad
individual. Más allá de los problemas relacionados con la interpretación y
aplicación de los distintos penales afectados, desde un punto de vista general
se plantea problemas sobre todo a la hora de identificar a quien o a quienes se
debe imputar el hecho delictivo.
El principio de confianza
El principio de confianza es un criterio que excluye la imputación objetiva a un
funcionario público que, de modo causal, brinda un aporte para la realización
de un hecho delictivo, pero siempre sobre la base de que el tercero beneficiado
ha actuado dentro de un marco de legalidad. Este principio implica la
presunción de que todo funcionario o servidor público actuará conforme a los
parámetros propios de su cargo. No obstante, se han establecido una serie de
criterios para analizar en qué escenarios es procedente el principio de
confianza y, sobre todo, cuando es que no será posible invocarlo.

Este principio de confianza se dio, originalmente, dentro del desarrollo del


tráfico viario. Es en los primeros años de desarrollo del tráfico motorizado
donde comienzan a surgir diversos cuestionamientos acerca de hasta qué
punto deberá responder el conductor de un automóvil respecto del actuar poco
diligente de los transeúntes dentro del tráfico viario.

El principio de confianza surgió en Alemania, a mediados del pasado siglo XX,


como un criterio jurisprudencial destinado a determinar la responsabilidad por
imprudencia en el ámbito del tráfico viario. Así, mediante este principio, los
tribunales alemanes pretendieron limitar el deber de cuidado de los
conductores, reconociéndoles la posibilidad de confiar en la conducta correcta
de los demás participantes del tráfico, siempre que las circunstancias del caso
concreto no hicieran pensar lo contrario. Se trataba, en última instancia, de
limitar el excesivo alcance del criterio de previsibilidad, permitiendo a los
conductores no tener que contar con las previsibles actuaciones incorrectas de
los terceros (Maraver, 2009, pp. 35-36).

Según el Reichsgericht, los conductores no solo debían estar pendientes en


todo momento de los obstáculos de la carretera, sino que, además, debían
contar con las posibles conductas incorrectas de los demás participantes del
tráfico, incluidas, por ejemplo, las extrañas maniobras que pudieran realizar
otros conductores al ser adelantados o las invasiones repentinas de la calzada
que pudieran llevar a cabo los peatones despistados (Maraver, 2009, pp. 36-
37). Es así que, el ordenamiento jurídico alemán exigía una especie de
principio de desconfianza por parte de los conductores frente a la actuación de
los transeúntes o demás participantes del tráfico viario, se refiere que este
autor había llamado la atención sobre los problemas que podía generar el
reconocimiento jurisprudencial de un deber general de contar con las
conductas antirreglamentarias de los terceros. En su opinión, esta línea
jurisprudencial convertía las reglas de circulación en algo completamente
ilusorio, pues la principal labor de tales reglas consiste, precisamente, en hacer
predecible la conducta de los demás participantes del tráfico.

Principio de autorresponsabilidad

La fundamentación más utilizada es la que se define el principio de confianza


como una aplicación o manifestación del principio de autorresponsabilidad, de
esta forma se viene a decir que la posibilidad de confiar obedece a la existencia
de un principio más general según el cual cada sujeto es responsable de su
propia conducta y no de la conducta de los demás, particularmente es
importante porque se basa en un principio que se formula con carácter general
y que además toma referencia de la intervención de los terceros, por lo tanto
nos permite que el principio de confianza no solo sea reconocido como una
regla válida sino también que se presente como un contenido propio
diferenciado con respecto a otros criterios destinados a determinar El Deber de
ciudadano puesto que es necesario identificar qué es lo que permite establecer
este principio general ya que no queda claro Por qué razón no es posible
responder al menos en ciertos casos de los que hagan los terceros

El principio de autorresponsabilidad nos explica limitaciones y excepciones a la


posibilidad de confiar con independencia de que el tercero siga siendo
responsable y que no solo se refieren a los supuestos en los que por las
circunstancias del caso Es evidente que el tercero va a comportar
incorrectamente.

Este principio constituye un criterio de ponderación complementario


Independiente que opera con carácter general y que obedece a la valoración
positiva que de entrada merece la limitación negativa de ámbitos de
responsabilidad, se dice que no es un criterio absoluto sino que da lugar a un
esquema de regla en el que se admite que por excepción general las
relaciones con los terceros tienen carácter negativo descentralizado pero que
excepcionalmente pueden tener también un carácter positivo o centralizado.

Delimitación negativa de la posición de garante

La exigencia de la posición de garante hace alusión, en definitiva, a la


necesidad de reconocer en todo tipo de delitos una especial relación con el
sucesivo lesivo. Puesto que Jakobs nos dice que son dos principalmente las
formas en las que se puede fundamentarse la posición de garante, por
organización y institución, la primera consiste de la existencia de un deber
negativo y general y la segunda resulta de la existencia de ciertos deberes
positivos especialmente intensos que se derivan de una vinculación.

EL principio de confianza en la empresa

El Principio de Confianza es concebido dentro de la doctrina penal, como uno


de los supuestos excluyentes de la imputación objetiva, de acuerdo con el cual,
no se imputarán objetivamente los resultados producidos por quien ha obrado
confiado en que otros se mantendrán dentro de los límites del peligro permitido.

Este principio, cobra vital importancia dentro de las relaciones entre Directivos,
Gerentes y Supervisores, y sus colaboradores dentro de la organización, en
donde se estila como forma de trabajo la delegación de funciones, por lo que
se presume que cada uno de ellos cuenta con las competencias necesarias
para llevarlas a cabo, ya que en este orden de ideas, el Directivo confía en el
buen hacer de sus colaboradores respecto de las tareas que le son asignadas;
por lo tanto, en caso de originarse una investigación penal por un delito
cometido en el seno de la organización, éste podrá cimentar las bases de su
defensa penal en el Principio de Confianza.

En consecuencia, al aplicarse dicho principio, se estaría verificando una de los


supuestos que excluyen la imputación objetiva, lo que se traduciría en una
ausencia de tipicidad, y en virtud de ello, no estaríamos en presencia de delito
alguno y operaría una solicitud de sobreseimiento de la causa.
Finalmente, se invita a los Gerentes Legales, Consultores Jurídicos y
Representantes Legales de la Empresa, a tomar en consideración este
postulado jurídico, y con ello blindar de posibles consecuencias penales a los
integrantes de la Compañía.

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