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CONCEPCIONES DE LIBERTAD A TRAVÉS DE LA HISTORIA

La libertad, al igual que la felicidad y la verdad, no han podido ser definidas de manera universal,
ya que han sido infinitos los modos en que el ser humano ha creído acercarse a ellas.

El concepto de libertad en Grecia

Para los helénicos, un acto no puede ser libre si primero no es moral y racional; estos dos
elementos son la condición imprescindible para que un acto sea libre. Como explicamos en el
capítulo dos, el ideal que perseguía la cultura griega era el de la verdad.

Conocerse a sí mismo era la pretensión que tenía el filósofo de la época clásica, ya que, al
conocerse, todo acto que realizase sería con plena conciencia. En este sentido, la libertad se
alcanzaría en el momento en que el individuo fuera capaz de aceptar las consecuencias de sus
actos.

El hombre de esta época sabía perfectamente el efecto que producía un acto, antes de actuar, el
sujeto debía estudiar las posibilidades que existían al ejecutar una acción, para no sorprenderse de
los resultados obtenidos.

Por este motivo, los filósofos de la época griega incitaban al hombre a conocerse a sí mismo, y
aceptar las consecuencias que provocaban sus actos.

Para alcanzar la libertad no sólo se debe pensar en uno mismo, sino también en los demás seres
humanos. Para el pensamiento heládico, nuestros actos tenían que ser dirigidos en pro de la
humanidad. En cambio, si nada más pensamos en el beneficio individual, podemos afectar a
nuestro entorno sin darnos cuenta.

Otro de los elementos relevantes en los actos morales y, por lo tanto, libres, es la concordancia
entre lo que se dice y lo que se hace. No es posible validar la sentencia que un sujeto enuncia si no
se corresponde con sus actos.

Podemos constatarlo con uno de los hombres que pasó a la historia por ser congruente consigo
mismo, el filósofo Sócrates. Él sufrió la injusticia al ser llevado a juicio acusado de corromper a la
juventud, y posteriormente fue condenado a muerte. Sin embargo, y a pesar de que pudo haber
escapado, Sócrates acepta la consecuencia de actuar conforme a lo que postulaba; así, toma el
veneno que le llevó a la muerte.

el ideal moral en el que se encuentra el acto libre no es asequible a todos los hombres: se necesita
ser congruente, saber cuáles son las posibilidades a las que puede conducir un acto, y aceptar las
consecuencias, pero, sobre todo, ser consciente de que mi acción no sea sólo benéfica para mí,
sino para todo ser humano.

La libertad en la doctrina cristiana

El pensamiento clásico fue transformado por las normas de la doctrina cristiana.

El cristianismo condicionará la conducta de los individuos: si cumplen con su axiología


determinada, podrán alcanzar el cielo.
Con lo anterior se podría concluir la inexistencia de libertad en la doctrina cristiana. Sin embargo,
teólogos como Santo Tomás de Aquino (1225-1274) asegurarán que es posible hablar de libertad
dentro de dicha doctrina. Para el escolástico, el ser humano es creado por Dios, pero no por ello
pierde su autonomía.

Dios crea al hombre, pero no interviene en la toma de decisiones de éste. La doctrina cristiana
piensa que Dios le otorga libre albedrío; gracias a esta facultad dada por Dios, el sujeto es capaz de
decidir autónomamente.

Sin embargo, en la libre toma de decisiones, al sujeto se le presentan dos alternativas: por un lado,
se encuentra el bien del espíritu, la buena conducta, en suma, la moral cristiana; mientras que, por
otra parte, se le presentan las tentaciones, la carne, el cuerpo. Si el hombre decide tomar la
primera opción, habrá logrado la salvación eterna; si decide dejarse llevar por sus inclinaciones
sensitivas, impulsivas, corpóreas, su destino quedará marcado por el pecado, mismo que le
garantizará la condenación.

La libertad en la Ilustración

Con la llegada de la Ilustración, los cuestionamientos acerca de la libertad tomaron otros caminos,
y dejaron de lado los postulados religiosos para enfocarse a este concepto desde la racionalidad.

El hombre ilustrado no negará la existencia de Dios, pero irá en contra de la idea de ganarse el
paraíso por medio del buen actuar. Immanuel Kant (1724-1804) es uno de los filósofos que se
adentran en el problema de la libertad. Una acción realizada con el propósito de obtener algún
beneficio de ella es según Kant un acto no moral. Y el acto moral debe ser aquel que se realice sólo
por el hecho de saber que tal acción es buena para todos.

Esto quiere decir que el hombre debe actuar pensando en que lo realizado por él no debe afectar
a ningún otro individuo; si su acción es buena individualmente también lo debe ser
universalmente.

Las tres determinaciones de la libertad, explicadas con referencia al pensamiento griego,


convergen de alguna manera en que no es posible ser libre si dicha libertad atenta contra la
alteridad, contra lo distinto a mí. Mi actuar no puede ser individual, sino siempre con miras al bien
en general.

Libertad en el existencialismo

Jean Paul Sartre, se autodenomina existencialista. Este concepto revolucionará la forma de ver al
hombre y de analizar la libertad dentro de la estructura filosófica.

Sartre niega que el ser humano posea algún tipo de esencia o naturaleza que lo determine. De
acuerdo con el existencialismo sartreano, el hombre se hace, no nace. Nosotros somos lo que
construimos, lo que hacemos, no estamos determinados a actuar. Mis acciones sólo dependen de
mi propia decisión, no de una serie de postulados que establecen códigos de conducta.

Para él, el hombre es arrojado al mundo sin que sepa de dónde surge, a qué viene, ni qué tiene
que hacer aquí.
El hombre no llega a ser tal, sino hasta el momento que se da cuenta de que es él y sólo él quien
decide cuál es su destino. Desde este planteamiento, es preciso concluir que el destino no está
marcado, sino que es el hombre quien lo forja en su modo de actuar, y que ahí es donde
realmente se ejerce la libertad.

La libertad es la capacidad de elegir entre dos opciones podemos tomar una de las dos opciones,
pero al no haber ningún fundamento, nadie puede garantizarnos que la elección que decidí tomar
sea la adecuada.

La herencia del existencialismo

A la par del surgimiento de esta doctrina filosófica, el universo de lo social se modificó, y dio un
giro radical; la familia modificó su significado y la moral sufrió una inesperada metamorfosis.

Los años 60 se convirtieron en el puntal de una nueva visión del hombre, de una nueva forma de
entender lo que era la libertad. La reestructuración individual se extendió al terreno de lo
colectivo; la solidaridad de los individuos para alcanzar el mejor de los mundos posibles.

Sin embargo, a pesar de los cambios logrados, el mundo parecía el mismo.

La libertad en la posmodernidad

Lo dicho acerca de los movimientos libertarios de alguna manera fallidos, nos acerca a la
explicación de la libertad actual.

Lo que se experimenta actualmente es una mezcla de todas las definiciones que se han dado de
esta facultad del hombre a través de la historia, la posmodernidad simplemente apela al respeto
por el otro, a la libertad de elección que posee cada individuo.

La realidad que se nos presenta exhibe el doble juego que el hombre ha adoptado en los últimos
tiempos: la tolerancia se cumple siempre y cuando la conducta de los demás no interfiera con mi
propio comportamiento.

LIBERTAD Y DETERMINISMO

Desde que nacen, los seres humanos quedan adscritos a un tipo de comunidad. La cultura será la
encargada de darle a ese sujeto la serie de estatutos normativos que harán de él un elemento
positivo. El hombre crece adoptando la forma en que su cultura ve el mundo, la moral, la felicidad;
en suma, todo lo que lo constituye como individuo.

Es el ámbito cultural quien enseña a los individuos qué es el bien y el mal. En el momento en que
el sujeto se topa con lo marcado por la comunidad como negativo, ese individuo será juzgado. Sin
embargo, lo establecido como prohibición provoca en el ser humano el deseo de conocerlo.

Desde el nacimiento hasta la muerte, el hombre se formaba dentro de una institución que no le
permitía ser libre, ya que sus actos y decisiones eran regulados por la comunidad. Las sociedades
modernas se han comportado de la misma manera, las normas eran y siguen siendo implantadas
por la cultura.

La familia será la encargada de enseñar al individuo lo establecido por la sociedad y la cultura. La


familia, no obstante, tiene su propia lógica interna; a pesar de que la cultura impone una serie de
prescripciones, cada núcleo familiar interpreta las reglas de manera distinta, o simplemente las
adecua a los principios que ella misma ha ido perpetuando de generación en generación.

La importancia de la familia es muy amplia, pues gracias a ella el individuo es capaz de ser
productivo dentro de una sociedad. Sólo la buena estructuración de dicha institución garantizará
el desarrollo de cada integrante del núcleo familiar.

Otra de las instituciones que se encargan de establecer un orden moral en las conductas humanas
es la religión. Esta instituye unas normas que los individuos deben acatar si desean seguir
perteneciendo a ella; en su defecto, tendrán que realizar un acto de penitencia para que esa falta
quede subsanada.

El orden religioso es un fuerte condicionamiento de la libertad humana, ya que al igual que la


cultura y la familia, coacciona el pensamiento, la conducta y hasta la misma existencia. Sin
embargo, habría que preguntarse si el hombre sería capaz de sobrevivir sin dichas instituciones,
pero este problema se analizará de manera más detallada al final de este apartado.

Un factor inevitable en la forma de actuar del ser humano es el de la ley. El marco de la legalidad
se nos presenta como el más forzoso y necesario. El hombre es capaz de decidir si se sale del seno
familiar, si deja de profesar alguna religión o incluso si quiere cambiar de cultura, pero no puede
escapar de las leyes que le son impuestas. Dicho marco de legalidad funcionará como condición
necesaria para la convivencia de los hombres, y aquel que no cumpla con los estatutos expresos
en la ley, tendrá que recibir un castigo.

Las leyes dan garantías y derechos, pero también responsabilidades.

Desde el principio de la civilización y la creación de las leyes, los seres humanos renunciamos a
cobrar justicia por nuestras propias manos. El estado es el encargado de brindarnos un respaldo
que nos proporcione seguridad, y el que debe responder por el buen cumplimiento de las leyes.

De lo antes expuesto se infiere el tipo de condicionamiento que surge del marco de la legalidad. El
hombre, al renunciar a hacer justicia por sí solo, cede el poder y, por lo tanto, somete su propia
libertad.

La consecuencia de todo esto es que la conducta de los individuos queda coartada y no se puede
hacer nada que vaya en contra de las leyes establecidas sin atenerse a las consecuencias.

LIBERTAD Y RESPONSABILIDAD
La cultura y la sociedad enseñan al hombre a ser responsable; o en su defecto, por lo menos lo
obligan a cumplir una serie de normas establecidas.

La libertad va más allá de la cultura, de la familia o aun de las mismas leyes. Estas últimas refrenan
al sujeto, pero no le dicen por qué dicho acto debe ser castigado.

La libertad tiene que ver forzosamente con la razón, con la reflexión, con el uso de la conciencia,
pero desde la exigencia del propio sujeto. Un acto no puede ser libre si sólo lo hacemos porque así
está impuesto, sino porque como individuos tenemos la capacidad de discernir qué es lo correcto
y qué calificar de perjudicial. Ese paso reflexivo y consciente hace al sujeto ejercer la libertad, no la
prescripción, ni la obligación.

El binomio anterior (acto libre y moral) puede ser confundido con la ley, ya que la ley ostenta en su
lógica interna que todos los actos deben ser dirigidos al bien común. Sin embargo, la diferencia
radica en que mientras la ley se impone desde el exterior, la responsabilidad a la que llega el ser
humano por medio de la reflexión es interior. Y ahí es donde se encuentra la libertad, donde se
lleva a cabo una acción moral. El ser humano es capaz de darse cuenta de que sus actos deben ser
dirigidos al bienestar de la especie.

Si el hombre es capaz de llegar por sí solo a la conclusión ya expuesta, no será necesario que se le
imponga nada; él mismo se dará cuenta de por qué debe actuar a favor de él y de los demás.

ELEMENTOS COERCITIVOS DE LA LIBERTAD

Además de ser una entidad cultural, el hombre también es una estructura biológica y psíquica, y
debido a ello su conducta es influida por agentes de su propia naturaleza. Es pertinente aclarar
que a la naturaleza que nos referimos es biológica y, por lo tanto, irreductible. Los seres humanos
poseen una naturaleza animal que no puede ser omitida ni eliminada.

Sin embargo, al ser creada la cultura, el ser humano creyó eliminar esa parte salvaje que en un
principio era indisoluble. El hombre era tan animal como el resto de las bestias.

Los individuos inventaron el lenguaje: un sistema de comunicación que sirvió como el máximo
mediador entre ellos y el mundo. Gracias a la estructura lingüística se pudo dar una evolución y un
supuesto alejamiento de su naturaleza animal.

¿Es posible eliminar el orden biológico e instintivo? Definitivamente no, y por eso siempre será
constante la dialéctica, la lucha entre instinto y razón. El orden impulsivo tendrá tanta influencia
en la forma en la que nos conducimos cotidianamente como la tiene la estructura racional.

¿Cómo afectan los instintos a nuestra forma de actuar? El instinto es un elemento inmanente; así,
en cada acto que realizamos nos encontramos con una instancia irracional, con una forma de ser
instintiva. El primer instinto que encontramos es el de supervivencia. En él se encuentran todos los
elementos internos que hacen que el individuo persevere en su propio ser. Es la estrategia
biológica que evita lo más posible el encuentro con la muerte.

El instinto de supervivencia es el que hace que nos alejemos rápidamente de algún objeto que
pueda atentar contra nuestra existencia.
De lo anterior es posible dar cuenta que el instinto de supervivencia funciona aun sin la
autorización del sujeto, ya que es parte de la naturaleza que el hombre posee; por lo tanto, la
acción que proviene de este instinto no puede ser calificada de moral o inmoral. Es lo que dentro
del derecho puede ser calificado como actuar en “defensa propia”.

Por otro lado, el instinto animal que tienen los hombres no puede ser utilizado en todo momento:
no es lo mismo el instinto de supervivencia que ayuda al hombre a estar alerta de todo lo que
pueda ponerlo en peligro, al instinto irracional de agredir a una persona por el simple hecho de
causar molestia o disgusto. En este caso, los seres humanos tienen que apelar a la razón para no
dejarse llevar por su inclinación natural.

El que sí puede ser controlado, mas no eliminado, es el impulso que se puede convertir en una
agresión, el instinto violento que va en contra de otro hombre. La diferencia entre uno y otro es
que el instinto de supervivencia no afecta a nadie, mientras que la otra estructura instintiva, si no
es controlada, puede desencadenar circunstancias indeseables.

Existen otro tipo de instintos que sí son juzgados como buenos o malos por la cultura y la
sociedad. Nos referimos a los instintos eróticos, mejor dicho, sexuales.

Tomando como base lo dicho por el teórico francés Georges Bataille, podemos hacer la
diferenciación entre erotismo y sexualidad. La última es la realizada por los animales, y su única
finalidad se encuentra en la reproducción.

Por su parte, el erotismo es el proceso de desestructuración que sufre el hombre al enfrentarse a


otra subjetividad completamente distinta a él. La finalidad del erotismo se encuentra en la
desaparición de mi propio yo; esto quiere decir que los dos agentes que se enrolan en el acto
erótico renuncian a su identidad y se convierten en una sola realidad.

Este fenómeno, que originariamente se presentó como un acto biológico, se transformó en la


estipulación externa de la civilización y la cultura: las prácticas sexuales son el reflejo mismo de
una época y de un lugar en específico.

No es posible decir que las prácticas sexuales contemporáneas son las mismas que se daban en el
siglo XIX, ni que serán las mismas en el siglo XXII. El orden biológico es interceptado por la cultura
y, ya que no es posible eliminarlo, se ha optado por darle un orden y una delimitación.

Hay que decir, sin embargo, que, dentro de nuestra realidad, en los países del tercer mundo, las
prácticas sexuales siguen siendo establecidas por el orden moral.

Los jóvenes aún no están preparados para ejercer una sexualidad responsable, pues a pesar de la
infinidad de campañas que se hacen a favor del uso de preservativos, la mayoría sigue haciendo
caso omiso. En este sentido, es imposible que se dé una total libertad; esto sólo será posible
cuando los seres humanos sean responsables y utilicen los elementos creados para su propio
beneficio y salud.
Por ello la conclusión se asemeja a la antes expuesta. La libertad en cualquier ámbito sólo será
posible cuando el ser humano logre ser responsable de sus propios actos, cuando sepa qué es
positivo o negativo para él.

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