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La lección es muy clara: un genuino encuentro con el Eterno trae la paz al corazón
del hombre y fuerzas para afrontar la vida diaria con sus pruebas y sus retos. Estas
son las dos ideas centrales entre la yuxtaposición de la tienda del encuentro de la
última porción del libro de Éxodo con la primera porción (o parshiyá) del libro de
Vayikrá (1:1 al 5:26).
Pero hay otros hechos que tenemos que considerar en torno a este encuentro que
el Eterno quiere tener con cada hombre que viene a este mundo. Al respecto me
gustaría compartir con ustedes los fundamentos básicos de la filosofía y la ética del
encuentro con el Eterno. Cuando la gloria del Eterno cubre el Mishkán el día de su
inauguración, nadie podría entrar; es decir, nadie podría penetrar al interior de la
tienda del encuentro, ni siquiera Moshé, como lo dice el libro de Éxodo (40:34,35).
Pero ahora, en la parashá Vayikrá, Moshé nos cuenta que el Eterno lo llama “desde
la tienda del encuentro” (1:1). Dos preguntas básicas deben ser formuladas acá: la
primera: ¿por qué llama a Moshé o qué méritos tenía Moshé para ser llamado? Y la
segunda: ¿para qué fue llamado Moshé?
Comencemos con la primera pregunta. Ante todo, se debe entender que cuando
en la Torá el Eterno hace un llamado para comunicar Su mensaje, menciona dos
veces el nombre de la persona como bien se puede leer en 1 Sm 3:10, que es el
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principio que se sigue cuando llama a Abraham dos veces por su nombre de la
manera explícita (Gn 22:11) y en Lv 1:1, de manera implícita en el caso de Moshé.
Por otra parte, la doble mención del nombre es un modo de expresar profundo
afecto. Más detalle de estos asuntos lo podemos leer en la Torá con Rashí y en el
Midrash Tanjumá, Vayikrá 1.
Esto implica que todo genuino encuentro (moed) es por gracia y, en el caso de
Moshé que nos ocupa implica la relación cercana que tenía con el Eterno; por lo
cual la Torá señala que en sus encuentros con Hashem, hablaba con Él como un
amigo (Ex 33:11). Esto refuerza lo que se dijo previamente, que cuando el Eterno
llama a Moshé a la tienda del encuentro dijo: “Moshé, Moshé”.
Esto nos conduce a plantear la filosofía judía del encuentro. El genuino encuentro,
ya sea entre Dios y el creyente o entre personas, se refiere a una relación cercana,
que establece un diálogo afectivo y de mutuo compromiso. Y en particular en el
plano de la relaciones humanas tenemos como ejemplos, cuando se ha establecido
el vínculo por gracia, se da la relación y el encuentro entre el esposo y la esposa,
entre el padre y el hijo, etc.; que no es sólo es un vínculo afectivo o consanguíneo
el que une sino un compromiso de asistirse mutuamente en todo momento.
Por ello, si uno “se encuentra” con una persona y hasta establece una conversación
pero no hay una conexión por gracia entre ellas que los una entonces será
simplemente una avistamiento físico formal o informal; pero jamás es un genuino
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encuentro en el sentido ya explicado.
Y he aquí un punto clave, pues tanto Moshé, como lo fue Noáj, fueron elegidos
para la misión que les fue encomendada porque ellos eran hombres llenos de Ruáj
hakodesh; hombres listos y preparados para los encuentros con el Eterno, de quien
recibían directrices para guiar como líderes a su generación. Igual se dice de
Mashíaj, que hallaba gracia delante de los hombres y del Eterno (Lc 2:40,52); y en
otra ocasión se dice que Sus oyentes estaban impactados “de las palabras de gracia
que salían de sus labios” (Lc 4:22). De hecho, el Mesías representa un ejemplo más
elevado que Moshé de encuentro con el Eterno, pues la conexión era mucho más
profunda, pues el Padre y el Mesías “eran uno” (Jn 17:11).
Y por otra parte, el Mesías, como ya conocemos Yeshua mismo era el Mishkán (Jn
1:14), la tienda del encuentro que el Eterno plantó entre los hombres para
acercar a los hombres a Él mismo, para hablar con ellos y así pudieran
encontrarar el perdón y la paz. Hashem quiere, y de hecho lo hace, crear las
condiciones para que el hombre venga a Él, e invita a todos los hombres a Su
tienda del encuentro, el Mesías, la escalera, la gracia, que conecta el cielo con la
tierra.
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puede venir al Mishkán a encontrarse bajo dos condiciones: la primera, cuando
quiera traer ofrendas voluntarias (Lv 1 al 3), y la segunda, cuando quiera traer
ofrendas por el pecado (Lv 4:1 al 5:26). El hombre toma la decisión de ir al Eterno.
La otra condición que establece, es que tanto la ofrenda voluntaria como aquella
por causa del pecado, deben ser específicamente los animales y los vegetales que
Él ha ordenado y que están señalados en estas porciones de la Torá. Esto explica el
rechazo del Eterno a la ofrenda de Caín (Gn 4:1-7). Caín es el primer y típico
ejemplo de hombres que quieren y buscan un encuentro con el Eterno a su
manera; y que se enojan y rebelan cuando se les dice que han tomado un camino
errado.
A partir de esta parashá, se dan otras condiciones que tienen que ver con los
tiempos para traer las ofrendas, y en cuanto a las ofrendas por el pecado, por
ejemplo, el oferente debe colocar su mano sobre la víctima, lo que es una alusión a
la confesión la cual a su vez supone un arrepentimiento.
Por último, el Mesías nos dio una lección de ética basada en la tienda el
encuentro: “… si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu
hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, y anda, reconcíliate
con tu hermano, y luego regresa y presenta tu ofrenda” (Mt 5:23,24). No seguir
este consejo, no sólo impide un genuino encuentro entre el Eterno y el pecador,
sino que constituye un ejercicio de hipocresía religiosa.
Aquellos, que ya hemos tenido un encuentro con el Mesías, que el cielo nos ayude
a concretar el próximo encuentro con Él, y que sea pronto y en nuestros días, y
digan: Amén!!
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SEFER VAYIKRÁ
PARASHÁ VAYIKRÁ (Lv 1:1-5:26)
EL KORBÁN Y EL MESÍAS
Las instrucciones para acercarnos al Eterno
Rabbí Dr. Williams Pitter
En cierta ocasión leí que entre la intelectualidad alemana del primera mitad del
siglo veinte se decía que cuando la gente llegaba al paraíso se le ponía en una
encrucijada que tenía dos carteles. En uno de ellos decía: “Dios” y todo el mundo el
mundo tomaba esa vía, pero los arrogantes filósofos alemanes decían que cuando
ellos llegaban a tal encrucijada tomaban la vía del cartel que decía: “Conferencias
sobre Dios”. Esto lo decían para burlarse de los creyentes cristianos, y al mismo
tiempo servía para afirmar que ellos habían elegido el camino correcto.
En esta semana comienza el ciclo de lecturas del libro de Levítico también conocido
como Vayikrá, el cual está dedicado a una amplia y detalla descripción del sistema
de sacrificios y de sus rituales correspondientes. En la antigüedad se le llama Torat
Kohanim, o Torá de los Sacerdotes porque el libro de Levítico constituía el manual
básico para todos los sacerdotes. Vayikrá se ha considerado un libro muy difícil de
entender pero el tiempo que se invierta en estudiarlo será retribuido en la
bendición de la comprensión del plan de la redención y de la obra que el Mesías
iría a ejecutar.
Otra de las características del libro de Vayikrá es que se aparta de estilo narrativo
de los libros de Génesis y Éxodo, y se dedica extensamente a describir mitzvot a ser
realizadas por los sacerdotes o cualquiera del pueblo de Israel, desde el Kohen
Gadol, el rey hasta el israelita más humildes; apenas contiene el relato de dos
episodios. La característica más notable es la estructura que a simple vista se nota
en el texto hebreo, y cuando los rabinos dividieron el libro Vayikrá en parashot
respetaron esa estructura original de modo tal que podemos ahora tener la
oportunidad de estudiarlo de una manera más didáctica o amigable.
Por ejemplo, La primera parashá del libro Vayikrá lleva su mismo nombre, y para
tener una visión global de ella, podemos decir en primer lugar, que esta parashá
ocupa los 5 primeros capítulos de este libro (Lv 1:1-5:26). Estos 5 capítulos están
dedicados a describir las ofrendas voluntarias y las ofrendas obligatorias por el
pecado que cada persona debería traer al Mishkán; las ofrendas comunitarias las
tratará más adelante. En segundo lugar, las ofrendas personales voluntarias están
contenidas en los primeros tres capítulos (Lv 1:1-3:17), y las ofrendas obligatorias
por el pecado están contenidas en los capítulos 4 y 5 (Lv 4:1-5:26).
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podía hacerlo siempre y cuando fueran los tipos de ofrendas kosher mencionadas.
De igual modo, si alguna persona de los benei Israel, reconocía que había faltado
en algunos del mitzvot señaladas en la Torá, y deseaba solicitar expiación por su
falta, entonces podía presentar la ofrenda que el Eterno, según el caso, le
ordenara. De esta manera, se establecía un orden, y conforme a ese orden los
sacerdotes efectuaban los sacrificios. Esta disposición es importante, pues la Torá
especifica que la expiación solo es posible por efecto de la sustitución del tipo
animal kosher seleccionado a tal efecto por el Eterno.
SEFER VAYIKRÁ
PARASHÁ VAYIKRÁ (Lv 1:1-5:26)
LAS ESTRUCTURAS NARRATIVAS DE LA TORÁ
Ejemplo, la Parashá Vayikrá (Lv 1:1 al 5:26).
Rabbí Dr. Williams Pitter
LAS PARSHIYOT
LOS DIBBURIM
El primer dibbur, Lv 1:1-2:16, que define las ofrendas que han de llevarse
por expiación (note que el texto hebreo no especifica la razón de la
expiación), y las que se han de llevar para una celebración especial o
pacífico (Lv 3:1-17). Ese tipo de celebraciones las va a definir Lv 7:11-38.
El segundo dibbur, Lv 4:1-5:26, expiaciones para diversas faltas, y además
presenta un escalafón de korbanot u ofrendas según el rango de la
persona que falte a los preceptos de la Torá.
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Esta clase de narrativa es muy útil para el estudio del sefer Vayikrá, ya que la
distribución de dibburim en el libro de Levítico permite una mejor vía para
identificar el tema de cada dibbur para su estudio respectivo. Para todos aquellos
que deseen estudiar este libro les recomiendo buscar la Biblia Hebraica
Stuttugartensia en pdf. Y no tienen que saber hebreo, basta visualizar la estructura.
SEFER VAYIKRÁ
PARASHÁ VAYIKRÁ (Lv 1:1-5:26)
EL ENIGMA DE LA EXPIACIÓN EN Lv 1:1-16
Rabbí Dr. Williams Pitter
Es fácil notar que en esta parashá hay dos porciones dedicadas a describir rituales
expiatorios, la primera parte del primer dibbur: Lv 1:1-2:16 y todo el segundo
dibbur: Lv 4:1-5:26. Vale preguntarse ahora: ¿cuál es la diferencia entre ambas
secciones que ordena expiación? Bueno, en Lv 1:1-2:16 se dice que hay que
ofrecer un Korban Olá, u ofrenda de holocausto, para expiación, pero no dice de
manera explícita qué clase de falta se va a expiar; por su parte, la sección de Lv 4:1-
5:26 si especifica la falta, toda acción concreta que viole un precepto de la Torá la
persona o la comunidad debe llevar el korban respectivo; incluso, si se comete la
falta por ignorancia, y luego se entera de su error, entonces está obligado a traer
un Korbán si quiere el perdón por medio de la expiación.
Es obvio, una persona está trayendo un Korbán para la expiación de su pecado y así
conseguir perdón, pero hay un silencio escritural: no se dice qué clase pecado se
está confesando que requieren la debida expiación. Rashí, en su comentario indaga
o rastrea en las Escrituras a fin de identificar el tipo de falta cometida; y viendo que
ya prácticamente todos los tipos de faltas ya están especificadas en la Torá,
entonces infiere que se refiere “a un precepto prescriptivo o la transgresión de un
precepto prohibitivo que desemboca en un precepto positivo” (Rabbí A. Coffman,
La Torá con Rashí. Editorial Jerusalén de México, 2002. Levítico, pp. 13,14). No voy
a reproducir los argumentos de Rashí, pero quienes deseen conocerlos pueden
consultar el intento fallido de Rashí en la referencia dada y las notas añadidas por
el traductor. Para una explicación del ritual de la semijá véase Rabbí C. Chavel,
Ramban: Commentary on the Torah. Shilo Publishing House, 1974, Tomo Vayikrá,
p. 10.
Ramban (1195-1270), hace la pregunta: “¿Para qué clase de pecados el korban olá
efectúa la expiación de aquel que lo trae?” Ramban pasa revista a los argumentos
de Rashí y argumenta las razones por las cuales no está de acuerdo con él. Y luego,
invoca un Midrash, que se le pasó citar a Rashí.
En Vayikrá Rabbá 7:3 dice así: “Rabbí Shimon Bar Yojai enseñó: la ofrenda del
holocausto solo efectúa expiación para los pensamientos pecaminosos del
corazón”. Y más adelante el mismo Midrash cita un texto esclarecedor del libro de
Job: “Y ocurría que al finalizar el festín (de sus hijos), Job enviaba por ellos para
purificarlos, y levantándose de madrugada, ofrecía holocaustos, por todos ellos,
conforme a su número, pues decía Job: Quizás mis hijos han pecado contra Dios y
blasfemado en su corazón. Y así hacía Job siempre” (Job 1:5).
Luego, Ramban remata diciendo: “Esto prueba que el korban del holocausto solo
hace expiación por los pensamientos pecaminosos del corazón” (Rabbí C. Chavel,
obra citada, pp. 13,14). Pero hay más; Ramban agrega un comentario genial: “La
razón por la cual el korban olá fue distinguido con este propósito es que por se
trata de pecados no nadie sabe, solo el Eterno, quien conoce los pensamientos
secretos; por tanto, el korban es quemado totalmente a Dios (en honor a Él)”.
Nada escapa al escrutinio del Eterno. Pero los pensamientos pecaminosos no están
restringidos a las impurezas o imaginaciones sexuales de la mente, como una vez
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criticara Yeshua, sobre codiciar una mujer ajena, ya era adulterio; sino que el
corazón guarda toda clase de sentimientos contra el prójimo: “Porque del corazón
salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los
hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias..,“ (Mt 15:19). Lo que aquí quiere
decir el Mesías es que los malos pensamientos no se quedan en el corazón, sino
que, eventualmente, el mal deseo se puede hacer realidad. En ese mismo sentido
hablaba Santiago al referirse que las malas acciones tienen su origen en la mente
de aquel que da rienda suelta a su mala inclinación (Stg 1:13-15).
No en vano la Escritura nos ayuda con una variedad de cercas: “Sobre toda cosa
guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida” (Pr 4:23), y Pablo
enseñaba: “Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo que es
verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo
que es de buen nombre, si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza en esto
piensen” (Filp 4:8).
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