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Escatología

1. Desarrollo de la doctrina

Inicialmente definamos cual es la raíz etimológica de escatología teniendo en cuenta a Hernando


(2012):

Del (gr. eschatos, “último, final”) Aquella rama de la teología que intenta entender el

alcance completo de la historia redentora y destino último que Dios reservó para la

humanidad. La historia humana es llamada “esta edad gr. Aion, que se traduce en algunas

Biblias como ‘siglo’ y se contrasta en el NT con “la edad venidera” (p. 124).

Esta se concentra en los acontecimientos finales que sucederán “al final de esta edad”, sobre todo
en el culminante fin de la historia humana antes de la segunda venida de Cristo. También se
interesa en los acontecimientos culminantes que seguirán al retorno de Cristo p.ej. la
resurrección, el milenio, el juicio que conducen a la edad eterna por venir (Lc. 18:30) y su reino
eterno (2 P. 1:11).

De acuerdo con Lacueva (1987) introduce de la siguiente manera:

Escatología, es un término griego que significa tratado de las últimas cosas. La

Escatología cristiana tiene, como el resto de la teología, un fondo antiguo testamentario,

ya que los escritores del Nuevo Testamento eran judíos, con una mentalidad semítica,

según se echa de ver por los frecuentes hebraísmos. Ahora bien, los judíos dividían la

historia de la humanidad en dos partes: los primeros tiempos, que abarcan hasta la Venida

del Mesías, con la que se inauguraba el llamado cumplimiento de los tiempos (Mr. 1:15;

Gá. 4:4); y los últimos tiempos, a partir de la Venida del Mesías (v. 1.a Jn. 2:18), los

cuales habían de culminar en el acto final: el Día de YHWH, en el que Dios juzgaría a la

humanidad y bajaría el telón de la Historia (p. 13).


La Escatología suele dividirse en individual o particular, y colectiva o general. La primera
concierne a las propias decisiones de cada individuo, y trata de responder a preguntas tan
inquietantes como éstas: ¿Se acaba todo con la muerte? ¿Adonde voy a desembocar al final de
mi vida en este mundo? ¿Qué hay reservado para mí al otro lado de la tumba? He. 9:27 nos dice
lacónicamente, aunque allí lo ofrece únicamente como una comparación que está reservado a los
hombres el morir una sola vez, y después de esto el juicio. La muerte marca así la línea divisoria,
irreversible, para el individuo humano.

Es cierto que hay aspectos de la Escatología no del todo claros, más por defecto de una correcta
hermenéutica que por la cantidad de datos revelados, los cuales es menester analizar, estudiar y
ponderar en sí mismos y en el conjunto de las Escrituras. Para esta tarea, es preciso dejar a un
lado los prejuicios de escuela, revestirse de humildad para cambiar de opinión ante la evidencia y
no permitir que se relaje el vínculo de la paz que es el amor (Ef. 4:2-3) en la discusión con otros
hermanos que, sin mala fe, sostienen puntos de vista diferentes de los demas. “Tales aspectos no
deben producir división entre los creyentes es conveniente recordar siempre lo de Agustín: en lo
necesario, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad” (Lacueva, 1987, p. 15).

Lacueva (1987) sostiene que:

El estudio y la discusión de las doctrinas escatológicas nunca deben relegar a segundo

plano las verdades medulares del Evangelio para la salvación de los perdidos y la

santificación de los creyentes. Una morbosa curiosidad acerca de fechas, lugares y otros

detalles periféricos, es claro indicio de inmadurez espiritual. Como dice Thieme, el bebé

busca entretenimiento (p. 15).

El interés del hombre en el futuro es legendario, y muchos profetas verdaderos y falsos han
tratado de satisfacer dicho interés. Profetizar es un negocio arriesgado, aunque sólo sea por la
simple razón de que no se puede mantener un negocio cuando se han sufrido demasiados
fracasos.

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Lacueva (1987) expresa en palabra de Ryrie:
El Antiguo Testamento preceptuaba que el profeta del que hubiese evidencia de que no

hablaba en nombre del Señor, o cuya profecía no se cumpliera, fuese apedreado sin

compasión (Dt, 13:1-11; 18:20-22). En el caso de profetas que hiciesen algunas veces

predicciones acertadas (lo cual ocurre, en algunos casos, incluso hoy), su mensaje tenía

que ser contrastado con los verdaderos mandamientos que el Señor había dado

previamente a Su pueblo. Si no se ajustaban a dichos mandamientos, tales profetas tenían

que ser apedreados también. La Biblia, por supuesto, no sólo contiene muchas profecías,

sino que a través de esas mismas profecías nos da seguridad de su exactitud. Ha

transcurrido suficiente tiempo como para observar que muchas de sus predicciones se han

cumplido con toda exactitud, dándonos así la seguridad de que las que están todavía sin

cumplir, sucederán tan exactamente como quedan registradas (p. 18).

2. El reino y la venida de Cristo

La erudición moderna sostiene de forma más bien unánime que el Reino de Dios fue el mensaje
central de Jesús. Marcos introduce la misión de Jesús con las palabras "después que Juan fue
encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: el tiempo
se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio" (Me.
1:14-15). Mateo sintetiza su ministerio con las palabras: "recorrió Jesús toda Galilea, enseñando
en las sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del reino" (Mt. 4:23). La escena
introductoria en Lucas no menciona el Reino de Dios, pero, en su lugar, cita una profecía de
Isaías acerca del advenimiento del Reino y luego agrega la afirmación de Jesús, "Hoy se ha
cumplido esta Escritura delante de vosotros" (Lc. 4:21).

Interpretaciones del Reino de Dios

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Ladd (2002), explica que: Las interpretaciones acerca del Reino de Dios han asumido varias
formas distintas, con una variedad casi infinita en cuanto a detalles. Desde Agustín hasta los
reformadores, la idea predominante fue que el Reino en algún sentido se identificaba con la
Iglesia. En la actualidad pocas veces se defiende tal posición, ni siquiera entre los eruditos
católicos. La Iglesia es el pueblo del Reino, pero no se puede identificar con el Reino. Donde el
Reino de Dios se entiende como la religión puramente profética que Jesús enseñó: la paternidad
de Dios y la hermandad de los hombres, y el valor infinito del alma individual y la ética del
amor.

El elemento ciertamente apocalíptico en la enseñanza de Jesús fue sólo la corteza impuesta por
su tiempo que contenía la pulpa de su verdadero mensaje religioso. Las interpretaciones no
escatológicas del Reino de Dios han sido innumerables. Muchos estudiosos han entendido el
Reino primordialmente en términos de una experiencia religiosa personal del reinado de Dios en
el alma individual.

El reino de los cielos

La frase "el reino de los cielos" se encuentra sólo en Mateo," donde se usa treinta y cuatro
veces." En el resto del Nuevo Testamento, y algunas veces en el propio Mateo, se utiliza la
expresión "reino de Dios". "El reino de los cielos" es una expresión semítica, en la que cielos
sustituye al nombre divino (ver Le. 15:18). Como la tradición evangélica muestra que Jesús no
eludió sistemáticamente la palabra "Dios", es posible que "el reino de los cielos" sea una
expresión propia del medio judeocristiano que conservó la tradición evangélica en Mateo, sin
reflejar el empleo que hizo Jesús de esas palabras.

El reino escatológico

Ladd (2002), Señala: Hemos visto antes que la estructura básica del pensamiento de Jesús es el
dualismo escatológico de los dos siglos. La venida del Reino de Dios (Mt. 6:10) o su aparición
(Le 19:11) es lo que concluirá este siglo e inaugurará el siglo venidero. Es importante advertir,
sin embargo, que basileia puede indicar tanto la manifestación como la venida del dominio

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soberano de Dios y la esfera escatológica en la que se disfruta de ese dominio. En este sentido,
heredar la vida eterna y entrar en el Reino de Dios son sinónimos de entrar en el siglo venidero
(p. 123).

Cuando el joven rico le preguntó a Jesús qué debía hacer para heredar la vida eterna, pensaba en
la vida escatológica de Dn. 12:2. Jesús contestó que le es difícil a un rico entrar en el Reino de
Dios" Luego, volviéndose a los discípulos, les aseguró que recibirían vida eterna en el siglo
venidero por haber dejado casa y familia para seguirle. (Mc.10:17-31). La venida del Reino de
Dios significará la destrucción final y total del demonio y sus ángeles (Mt. 25:41), la formación
de una sociedad de redimidos sin mezcla de mal (Mt. 13:36-43), comunión perfecta con Dios en
el festín mesiánico (Le. 13:28-29). En este sentido el Reino de Dios es sinónimo de siglo
venidero.

El reino actual

No era nada nueva la expectativa respecto a la venida del Reino escatológico en la enseñanza de
Jesús. Se remonta a los Profetas y, en el judaísmo, se desarrolló de diferentes maneras. C. H.
Dodd tiene razón al afirmar que los dichos más característicos y distintivos del Evangelio son los
que hablan de la venida actual del Reino. “Tales dichos no tienen paralelo en la enseñanza judía
de las oraciones de la época Jesús vio su ministerio como cumplimiento de la promesa del
Antiguo Testamento en la Historia. Lejos de la consumación apocalíptica. Esto se ve con
claridad sobre todo en dos pasajes” (Ladd, 2002, p. 125). En la sinagoga de Nazaret, Jesús leyó
la profecía mesiánica de Isaías 61:1-2 acerca de la venida del Ungido para proclamar el año
agradable del Señor y luego afirmó solemnemente: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de
vosotros (Lc. 4:21).

Cuando Juan el Bautista, dubitativo, envió emisarios a que le preguntaran a Jesús si era
realmente el que había de venir, Jesús contestó con la cita de la profecía mesiánica de Isaías
35:5-6 y les dijo que informaran a Juan de que la profecía se estaba cumpliendo (Mt. 11:2-6). A
lo largo de los Evangelios Sinópticos, la misión de Jesús se entiende repetidas veces como el
cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento.

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La venida del Reino

El fin del siglo y la venida del Reino se describen brevemente en Marcos 13:24. Primero, Jesús
habla de una catástrofe cósmica: el oscurecimiento del sol y de la luna, la caída de las estrellas y
la conmoción de las potencias de los cielos. Éste es un lenguaje poético y debe entenderse en el
trasfondo del Antiguo Testamento. Este autor ha realizado un estudio detallado de este lenguaje
y concluye que es poético y que, por tanto, no debe interpretarse de una forma estrictamente
literal, aunque sí pretende describir sucesos cósmicos reales.

Ladd (2002), argumenta:

Estamos de acuerdo con Beasley-Murray cuando dice: La expresión poética no debe

confundirse con la alegoría. Cuando Dios interviene para salvación, el Universo palidece

ante Él. Este lenguaje no significa necesariamente una destrucción completa del universo;

sabemos, por un uso parecido en otras partes, que se refiere al juicio de Dios sobre un

mundo caído que comparte la situación del pecado del ser humano, y que de las ruinas

del juicio surgirá un nuevo mundo (p. 126).

En el discurso del monte de los Olivos, la venida del Reino de Dios se describe completamente
como la venida del Hijo del Hombre. Se verá que vendrá en las nubes con gran poder y gloria"
(Mc. 13:26). Este lenguaje tiene una conexión directa con Daniel 7:13, donde uno como un Hijo
del Hombre viene con las nubes del cielo hasta el Anciano de días para recibir un reino perpetuo.
En el pasaje de Lucas encontramos la misma verdad: Porque como el relámpago que al fulgurar
resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su
día (Lc. 17:24).

Ladd (2002), analiza que:

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Algunos investigadores actuales han tratado de eliminar de este lenguaje todo el significado
escatológico futurista. Dodd cree que es un símbolo de la penetración del orden eterno en el que
no hay ni antes ni después. “El Día del Hijo del Hombre se refiere a un hecho atemporal T. F.
Glasson" arguye que la esperanza de la parusía no formaba parte de la enseñanza de Jesús, sino
que surgió en la Iglesia a mediados del siglo I, mientras que J. A. T. Robinsorr" interpreta los
textos sobre la parusía en función de la vindicación de Jesús en la presencia de su Padre” (Ladd,
2002, p. 134).

Ladd (2002) explica que:

La cuestión es encontrar una base para el argumento de que en Daniel 7:13 el que es

como un Hijo de Hombre, viene al Padre, no a la tierra; y que describe la vindicación por

parte de Dios, no un "segundo advenimiento" a la tierra. Sin embargo, en Daniel 7,

aunque el Hijo de Hombre va primero al Padre para recibir su reino, éste se da luego a los

santos en la tierra, y esto implica claramente que su representante, el Hijo de Hombre, lo

trae: "En Daniel 7:22 se afirma claramente que el Anciano de días vino, es decir, a la

tierra, con una intención de juicio y liberación"." Es imposible ofrecer una imagen visual

de este evento, pero la idea es que Jesús ya ha sido exaltado en el cielo; las nubes, en su

parusía, descubren la hasta entonces gloria oculta, que es la gloria de Dios, compartiendo

Su majestad y Su poder." La Teología que subyace es que la venida del Cristo de Dios en

su consumación escatológica es totalmente un acto divino. La historia de este siglo será

de conflicto, guerra, odio y persecución; sólo un acto de Dios en la parusía de Cristo

puede establecer su Reino (p. 135).

3. La inmortalidad y la vida eterna

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Estos dos temas tienen que ver con la Resurrección la enseñanza de la resurrección en el Cuarto
Evangelio tiene que ver tanto con un evento escatológico futuro como con una realidad
espiritual
presente. Hay un énfasis reiterado en la resurrección corporal en el último día cuando los
muertos serán resucitados en plenitud de vida eterna; pero también encontramos que la vida que
pertenece a la resurrección ha irrumpido en este siglo y está a disposición de las personas en el
ámbito espiritual.

Este disfrute anticipado de la resurrección es gracias a Cristo que es la resurrección y la vida.


Ante la muerte de Lázaro, Jesús dijo: Conforme a la Santa Biblia RV (1960), “Yo soy la
resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquél que vive y
cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11 :25-26). La vida resucitada, tanto futura como
presente, está en Cristo; el que cree en él, aunque haya muerto físicamente, vivirá de nuevo; y
quienquiera que disfrute de la bendición de la vida espiritual en el presente por medio de la fe en
él algún día entrará en una existencia inmortal.

Ladd (2002), explica el texto:

La realidad de la vida resucitada en el presente se expresa vivamente en 5:25:"Viene la

hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren,

vivirán. Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el

tener vida en sí mismo" (]n, 5:25, 26). En cierto sentido la hora que viene ya está aquí y

las personas espiritualmente muertas pueden volver a la vida si responden a la voz del

Hijo de Dios (p. 426).

Esta enseñanza del goce presente de una realidad futura es otra ilustración de la estructura
escatológica básica que se encuentra en todo el Nuevo Testamento, en el cual este siglo y el
siglo venidero se han superpuesto de tal manera que las personas que todavía viven en este siglo
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pueden entrar en el goce real de los poderes y bendiciones del Siglo Venidero. El pleno
reconocimiento del significado de este hecho no nos permite, sin embargo, estar de acuerdo con
Dodd cuando dice que la resurrección de Lázaro es una ilustración de que la vida eterna por
medio de Cristo es algo que se posee en el presente "y no ya una esperanza para el último día.

La resurrección, según el Cuarto Evangelio, es tanto algo para su disfrute subjetivo aquí y ahora
como una realidad objetiva en la consumación escatológica Esta previsión de la resurrección
corporal futura aparece en numerosas ocasiones. ''Y ésta es la voluntad del Padre, el que me
envió: que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Ladd (2002), argumenta con el evangelio de Juan:

Y ésta es la voluntad del que me ha enviado: que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él,

tenga vida eterna y yo le resucitaré en el día postrero" (6:39-40). "Ninguno puede venir a

mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero" (6:44). "El

que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré en el día

postrero" (6:54). Esta resurrección escatológica se describe con gran intensidad en el

mismo pasaje en el que Jesús habla de la resurrección como una realidad espiritual

presente (p. 428).

Después de afirmar que ha llegado la hora de que los que oigan la voz del Hijo de Dios entren en
la vida, dice: No os maravilléis de esto; porque vendrá la hora cuando todos los que están en los
sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación (Juan 5:28,
29). En este pasaje se afirma con claridad que los que gozan de la realidad actual de la vida, los
que han sido resucitados de la muerte para pasar a la vida espiritual, en el futuro serán
resucitados corporalmente.

4. Cristo nuestra esperanza

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El Señor Jesucristo es el eje central de toda la Escritura, en él hay perdón y vida eterna, citando
una vez conforme a la Santa Biblia RV (1960), “Yo soy la resurrección y la vida, el que crea en
mí, aunque este muerto vivirá” (Juan 11:25). Las grandes verdades bíblicas no pueden dejarse
por un lado dan sentido al creyente ya que El Señor Jesucristo es el autor de la vida, el autor del
acto de salvación en donde vinculado con el Padre muestran su amor por la humanidad. Hay otra
gran declaración manifestada por el apóstol Pablo conforme a la Santa Biblia RV (1960),
“Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana
es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (1 Corintios 15:13-14).

Entonces se puede concluir que la esperanza esta bien detallada y marcada en Jesucristo, es
cuestión de seguir fieles en el camino de salvación al cual todos los creyentes fueron
convocados.

Bibliografía

Hernando, J. D. (2012). Diccionario de Hermenéutica. Springfield, Missouri: Gospel Publishing


House.

Lacueva, F. (1987). Escatologia II. Barcelona: Clie.

Ladd, G. E. (2002). Teología del Nuevo Testamento. Barcelona: Clie.

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