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Este conjunto de leyes, representan una legislación sobre derechos civiles muy
avanzada considerando la época en la cual fue revelada, porque aun Egipto, la
nación más avanzada de entonces era gobernada por tiranos que disponían de la
vida de los súbditos a placer. Sin embargo, muchos teólogos cristianos, al estudiar
estas leyes no tienen esta misma opinión.
Examinemos los tres argumentos del Dr. Cox. En primer lugar, el Dr. Cox está
afirmando que Moshé aceptó como válida la ley del talión de sociedades más
antiguas y la incorporó como parte de las leyes de la Torá. El Dr. Cox comete dos
errores garrafales:
(1) Olvida que la parashat Mishpatim expresa claramente que es una revelación del
Eterno a Moshé: “Estas son las leyes judiciales (mishpatim) que establecerás
delante de ellos” (21:1). A Moshé le ha sido revelado estas leyes y él a su vez las ha
revelado para que sean implementadas en la sociedad hebrea; Moshé no ha
prestado nada de las culturas antiguas o circunvecinas de su tiempo. Esto es una
revelación original del Eterno, y el Dr. Cox y compañía rebajan la revelación de la
Torá a una historia de la religión de Ysrael.
(2) El Dr. Cox, y muchísimos teólogos han identificado erróneamente los pesukim
24,25 con la “ley del talión” que en verdad eran parte de los códigos de leyes
antiguas. Lamentablemente, estos eruditos prefirieron dejarse llevar por la lógica
de sus estudios pues la aparente similitud de algunas de las leyes de la Torá con
ciertas normas antiguas elaboraron la suposición que Moshé simplemente las
había importado a la Torá (Esta es la escuela teología liberal llamada "Alta crítica").
¿Cómo resolver este problema que los teólogos han creado? Bueno, estos buenos
hombres llegaron a la conclusión debido a dos errores elementales: no dominan
bien el hebreo bíblico y tampoco tuvieron la deferencia de consultar fuentes
rabínicas donde este asunto está aclarado hace casi dos mil años; y lo peor,
traducen el texto griego condicionado por la suposición ya mencionada.
Consideremos ahora la expresión: “Ojo por ojo, diente por diente, mano por mano,
pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, y contusión por
contusión” (24-25). Esta versión bíblica tiene un grave problema de traducción, y
por eso parece comunicar la misma idea de la ley del talión.
Me explico. El texto hebreo dice así: “Ayin tajat ayin”, que debe ser traducido
literalmente así: “un ojo tajat un ojo”, “yad tajat yad”, que debe ser traducido “una
mano tajat una mano”, etc. La clave está en la palabra “tajat” que erróneamente la
tradujeron como “por”. La palabra hebrea “tajat” tiene connotaciones espaciales
y en algunas instancias puede ser traducida como “bajo de”, pero en otras
porciones de la Torá, como es el caso que nos ocupa, se traduce como “en lugar
de”. Por tanto, la traducción debería haber sido: “un ojo en lugar de un ojo”, “una
mano en lugar de una mano”, etc.
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No obstante, esta traducción no parece aclarar del todo el sentido que la Torá
quiere imprimirle. Leamos un pasuk en donde también aparece la palabra hebrea
"tajat": Bereshit 22:13: “…y fue Abraham, tomó el carnero, y lo ofrendó tajat/en
lugar de su hijo”. Como ven, la idea que quiere comunicar la palabra “tajat” no es
la de identidad, pues un carnero no es igual a su hijo, sino más bien, la de
sustitución apropiada a la situación, es decir, se ha hecho una restitución.
La pregunta es ahora, ¿cómo aplicar esta ley en un caso práctico de “un ojo en
lugar de un ojo” o de “una mano en lugar de una mano”? En la Mishná y en el
tratado talmúdico Baba Kama 83b y en Leyes sobre daños de la Mishné Torá de
Maimónides, la sabiduría judía enseña que la persona que ha recibido un daño en
un ojo o en una mano, etc., ha de recibir una compensación monetaria.
La idea básica es que el sanedrín estableció que cada parte del cuerpo humano
(un ojo, una mano, un pie, etc.) está tarifado, es decir, como si existiera una ley
de seguros para cada parte del cuerpo humano, y al tener cada una de ellas un
monto ya fijado el que sufra un daño puede demandar la compensación al
ofensor. Esta legislación rabínica facilita la aplicación de la Torá a la vida real.
De esta manera, “un ojo en lugar de un ojo”, quiere decir, que de acuerdo con la
ley que establece el valor de un ojo recibirá una restitución o compensación en
forma monetaria del ojo dañado. Como se ve, esta es una legislación avanzada, y
en este sentido, la sabiduría judía ha captado el espíritu de la norma que la Torá ha
revelado. Por tanto, el segundo argumento del Dr. Cox, no puede probarlo, pues ha
sido la práctica histórica del pueblo judío de la ley de indemnizaciones que ha sido
inferida de la porción de Shemot 21:18-27.
Por último, la declaración de Yeshua: “Oísteis que fue dicho: ojo por ojo y diente
por diente. PERO yo os digo: No resistáis al que es malo, antes, a cualquiera que te
hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mt 5:38-48). La manera
como está traducido este pasuk (especialmente lo del “ojo por ojo”), parece
contrastar la ley del talión dada en la Torá con el amor cristiano, implicando, por
supuesto, que el amor cristiano que ofrece perdón es mucho mejor que lo
normado por la Torá. Pues ni lo uno ni lo otro, pues, como ya mostré que la idea
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que la Torá enseña una ley del talión es una lamentable interpretación cristiana
que rebaja el sentido de justicia que el Eterno desea establecer.
Por tanto, Yeshua no se está poniendo en contraste a la supuesta ley del talión de
la Torá con su “ley del amor cristiano”. El Mesías quiere enfatizar y poner en
equilibrio la letra de la Torá que es la interpretación rabínica de la ley de
indemnizaciones inferida de Shemot 21:18-27; con el espíritu de la misma. El
Mesías no está exigiendo que uno renuncie al derecho de recibir compensación por
un daño recibido (asunto que por cierto se encuentra en las leyes de los países
cristianos y que además usan libremente).
Lo que está proponiendo Yeshua es que el juicio contra el ofensor no debe estar
basado estrictamente en la justicia que la ley establece: la demanda para recibir la
compensación respectiva por el daño causado, sino que debe estar acompañado
con un sentido de perdón hacia el ofensor. Pues si el espíritu de la Torá enseña el
principio de reparación por el daño físico recibido, pues no puede quedar abierta
la herida emocional contra aquel que nos causó el daño físico; ya que para este
daño emocional la única reparación posible es el libre y gratuito perdón al
culpable.