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A pesar de tener casi tres décadas de antigüedad, estos pilares siguen estando vigentes, pues
apuntan claramente a la construcción de competencias para la vida en un contexto social,
económico y cultural vertiginosamente cambiante y caracterizado por las nuevas tecnologías y la
amplia disponibilidad de la información.
Ser protagonistas de nuestro propio aprendizaje y tomar conciencia de los procesos que lo
acompañan.
Obtener una comprensión global y creciente del mundo que habitamos.
Entender la relevancia práctica y social del aprendizaje.
Razonar y tomar decisiones con autonomía.
Fortalecer el sentido crítico.
Despertar el amor por el aprendizaje y la curiosidad intelectual.
Ejercitar procesos cognitivos generales como la atención, la memoria y el pensamiento
abstracto.
Por poner un ejemplo, mientras que en la educación tradicional el énfasis se ponía en “aprender a
leer y escribir”, hoy se pone en “aprender a comunicarnos adecuadamente en distintos tipos de
situaciones, que en muchos casos son imprevistas o desconocidas”.
Aprender a conocer es un pilar que interpreta todo de lo que no se tiene conocimiento como la
mejor oportunidad para seguir desarrollándose, pero enfrentarse a lo desconocido también puede
generar incertidumbre y resistencias. La dimensión cognitiva de este pilar debe ir de la mano con
la dimensión emocional, fortaleciendo elementos como la autoconfianza, la autonomía y la
flexibilidad, entre muchos otros.
No solo se trata de la capacidad de aplicar en el mundo real lo que hemos aprendido de la teoría,
también implica una actitud positiva ante los retos y una búsqueda constante de formas más
eficientes y novedosas de hacer las cosas, encontrar soluciones o resolver conflictos.
Aprender a hacer también significa adaptar el aprendizaje a las demandas de la realidad, en este
caso, orientarlo hacia la empleabilidad en el mercado laboral actual, pero también a los retos
sociales más importantes de nuestra comunidad.
En pocas palabras, aprender a hacer tiene que ver con un constante esfuerzo de responder a la
pregunta: ¿cómo esto que estoy aprendiendo puede ayudarme a mí y a mi comunidad a tener
mayor bienestar?
Incluso dentro de nuestra misma comunidad puede haber diferencias sociales que es necesario
zanjar y abordar con proyectos colaborativos que busquen el bienestar común y dejen patente
que lo que nos une es mucho más que lo que nos separa.
En este tenor, el pilar de aprender a vivir con los demás apuesta por una enseñanza permeada por
el trabajo en equipo, el civismo, la participación y, sobre todo, la empatía.
Aprender a ser significa que sabemos cómo cultivar de manera permanente nuestra mente,
nuestro cuerpo, nuestro sentido estético y nuestra personalidad de acuerdo con nuestros valores
e intereses.
Las nuevas tendencias muestran que es necesario abandonar el sistema tradicional de educación y
plantearse un sistema basado en lo multidisciplinar con el que generar la sinergia necesaria para
crear estudiantes con visión reflexiva, global y capacidad de asumir los retos sociológicos de la
sociedad del conocimiento.
Ante estos cambios es necesario una gestión educativa capaz de encabezar una nueva visión que
acerque al país a un sistema más inclusivo, de mejor calidad y más participativo.
Básicamente, la gestión educativa busca aplicar los principios generales de la gestión presentes en
la teoría de la administración, al campo específico de la educación.
La gestión educativa es clave para llevar a cabo acciones acertadas y consolidar un buen desarrollo
académico en los estudiantes. Por medio de ella, las instituciones pueden diseñar nuevas políticas
y proyectos de desarrollo que les permitan garantizar una educación de calidad, más humana,
participativa e institucional, en vez de enfocarse únicamente en el aspecto mercantil y comercial.
Mejor convivencia.
Más participación.
Toma de decisiones adecuadas y ajustadas al contexto.
Manejo óptimo de los recursos.
Escuelas más inclusivas.
Planificación y previsión.
Directiva
Pedagógica
Está considerada como el eje central del proceso formativo de los estudiantes, por lo que se
enfoca en cómo estos aprenden. Implica desarrollar, actualizar y repensar la oferta curricular,
tomando en cuenta los conocimientos de los docentes especializados, las sugerencias del
profesorado en general y los acuerdos con los demás miembros de la comunidad escolar,
particularmente en lo que concierne a las formas de evaluación.
Enfocada en asegurar la supervivencia a largo plazo de la estructura general del centro escolar,
gestionando de la mejor manera posible sus recursos humanos y materiales.
Gestión de la comunidad
Referida al lado social de la educación. Implica la promoción de la participación ciudadana, los
planes de intercambio, los programas de estímulo al investigador, el fomento del crecimiento
profesional y otros aspectos de la comunidad educativa.
Como se puede ver, incluir la gestión escolar en los planteles ecuatorianos es fundamental para
garantizar que los alumnos tengan más y mejores oportunidades educativas. Estas les permitirán
desarrollar el pensamiento crítico que se requiere para salir adelante en el mundo globalizado y
destacar en el mercado laboral.
Los directivos de los planteles deben de ser los encargados de implementar en las escuelas – ya
sean públicas o privadas– los modelos más adecuados de gestión. Para ello es recomendable que
estudien una Maestría en Liderazgo y Dirección de Centros Educativos como la que ofrece UNIR
Ecuador, que les proporcionará los conocimientos necesarios en la materia.