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Capítulo 7
Transporte
1
CALLEJA. Martín, Derecho del Transporte, Ad Hoc, Buen Aires, 2010, p. 34
2
2
CALLEJA, M., Derecho … cit. P. 39
3
CRISAFULLI BUSCEMI, Salvatore, 1939, en “Voz nave”, Nuovo Digesto Italiano, Turín: UTET, t. VIII, p. 877, citado por MON-
TIEL, Luis B., 1983, Curso de Derecho de la Navegación, Buenos Aires: Astrea, p.80.
4
CALLEJA, Martín, Derecho … cit. P. 40. Un caso particular lo constituye el ducto o tubería y su eventual categorización como vehícu-
lo de transporte. Por medio de él se “transportan”, utilizando la superficie terrestre o el lecho subacuático de soporte, gases (gasoducto);
hidrocarburos (oleoducto); agua (acueducto); electricidad (electro-ducto), etc. Existen calificadas opiniones (aunque vertidas en épocas
donde este vehículo de transporte no tenía la importancia y difusión que la realidad actual ha impuesto) que le niegan tal condición (MA -
LAGARRIGA, Carlos C., 1963, Tratado Elemental de Derecho Comercial, Buenos Aires: TEA, T. III, nota (4), p. 4.).
5
GUZMAN ESCOBAR, José V., 2007, El contrato de transporte marítimo de mercancías bajo conocimiento de embarque, Bogotá:
Universidad Externado de Colombia, p. 37.
6
BARROILHET ACEVEDO, Claudio. y DIAZ DIAZ, Alejandro., Derecho del Transporte., t. I, Libromar, Valparaíso, 2002, p.11.
7
MONTIEL, L. B. Curso de Derecho de la navegación, Astrea, Buenos Aires, 1983, p. 80.
8
CALLEJA M., Derecho … cit. p. 148
3
tuarias y ocasionaba largas estadías de los camiones y buques en los puertos y estacio-
nes de transbordo o de transferencia9
Entre las nuevas tecnologías utilizadas en el movimiento de carga general y
su traslado, la llamada “unitarización de la carga” ha provocado una auténtica revolu-
ció n en la materia. Podemos definir a este proceso de unitarizació n de carga como
aquél en virtud del cual se agrupa determinada cantidad de bultos en una sola unidad
de carga de tamaño estándar, con el propósito de facilitar su manipulación, almacenaje
y transporte.
La Ley 24.921 de Transporte Multimodal 10 (art. 2) define la unitarizació n
como “El proceso de ordenar y acondicionar correctamente la mercadería en unidades
de carga para su transporte”.
Por lo tanto, mediante este recurso se logra consolidar en una unidad de di-
mensió n está ndar, varios artículos de menor tamañ o. De esta manera, en una sola
operació n se logran mover muchos artículos. Estas nuevas unidades podrá n ser fá cil-
mente operadas por maquinaria especialmente diseñ ada, provocando una reducció n
inmediata del costo de la mano de obra. La consecuencia directa de esta reducció n es
la mejora de la productividad de la empresa de transporte, dado que las operaciones
de carga y descarga demandará n cada vez menos tiempo de estadía en los puertos y
estaciones de transferencia.
Las modalidades utilizadas en este proceso de unitarizació n de carga son la
paletizació n y la contenedorizació n.11
Mediante la primera modalidad (paletización), se coloca o fija el
cargamento sobre una plataforma de madera o de otro material, llamada paleta o
pallet, unificando el bulto con una malla o película envolvente (p. ej. polietileno termo-
contraíble) que permite ser manipulada, almacenada y transportada como una sola
unidad de carga. Estas paletas se maniobran mediante la utilizació n de carretillas
elevadoras, que insertan sus “uñ as” en las aberturas que presentan estas
plataformas12.
Con fina simpleza, se ha dicho que “el bulto es al pallet lo que el libro a la bi-
blioteca o la oveja al rebaño”.13
Con la segunda modalidad de este proceso (contenedorización), las cargas
pequeñ as o sueltas, -paletizadas o no- se introducen o consolidan y se fijan en una caja
metá lica (contendor o conteiner) que admite ser manipulada y trasladada como una
unidad indivisible, segura, inviolable y generalmente estanca, que posibilita su
utilizació n (y reutilizació n o reemplazo) en los transportes intermodales.
La contenedorizació n de la carga ha significado la transformació n de la
infraestructura y logística del transporte y la especializació n de los buques, camiones,
vehículos ferroviarios, puertos y terminales, elementos de elevació n (grú as pó rtico y
transtainers) y depó sitos. Jurídicamente, ademá s, provocó la modificació n de aspectos
9
ZUIDWIJK, Antonio J., 2001, Contenedores, buques y puertos, partes de un sistema de transporte, Buenos Aires: Poligrafik-Proamar,
p. 13.
10
B.O., 12/01/1998.
11
También deben ser considerados en este proceso los llamados buques LASH (ligther aboard ship) o “porta barcazas”. Estas barracazas
o “chatas” son las bodegas de estos buques que son cargadas y descargadas con mercadería a bordo.
12
MAINERO, Leonardo J., 1992, “Limitación de responsabilidad del transportista por agua: mercaderías unitarizadas en containers o
pallets”, Revista de Estudios Marítimos, Nº 5, p. 12.
13
MOHORADE, Alfredo, 2004, “Containers y Sistema Integrado de Transportes –Tesis doctoral” (primera entrega), Revista de Estudios
Marítimos, Nº 36, p. 27.
4
ter permanente y por lo tanto, suficientemente fuerte para ser utilizado varias veces, di-
señado especialmente para facilitar la movilización de productos por uno o varios mo-
dos de transporte, suprimiendo el proceso intermedio de recargue entre los modos, pro-
visto de dispositivos para un manipuleo rápido, especialmente su transferencia de un
modo de transporte a otro, y concebido para ser llenado o vaciado de manera expe-
dita…”.22
En los dos conceptos transcriptos, se destaca la calidad de “elemento del
equipo de transporte” de estas cajas de carga que se construyen bajo medidas estan-
darizadas. De ello se extrae como conclusió n, que, en modo alguno, el contenedor pue-
de ser considerado un mero embalaje o recipiente, no obstante servir de elemento
protector adicional a la mercadería que contiene y que debe estar debidamente emba-
lada y arrumada en su interior. Por lo tanto y teniendo en cuenta que este es un recla-
mo generalizado de los operadores, tampoco admite ser considerado “mercancía”.23
No obstante lo expuesto, y de manera contradictoria, el Có digo Aduanero, si
bien le reconoce acertadamente al contenedor el cará cter de elemento del equipo de
transporte, le da tratamiento de mercadería de importació n temporaria con imposi-
ció n de fuertes multas para el caso de que se exceda el plazo fijado para su reexporta -
ció n. Muchos han sido los proyectos presentados para rectificar esta contradicció n,
pero ninguno de ellos ha encontrado recepció n favorable en la autoridad fiscal.
d.2) Tamaño y capacidad de los contenedores Standard Dry (SD). En cuanto a
su estructura, el contenedor es un hexaedro (seis caras), generalmente de acero con
paredes corrugadas, de dimensiones standard (los dos má s utilizados son los de 20 y
40 pies24 de largo) y con dos puertas en la cara trasera (que facilitan su apertura desde
el camió n) en la que constan todos los datos referidos a su fabricante, propietario, in-
dividualizació n, peso de carga má xima, tamañ o, tipo, tara25, có digo de país, nú mero de
serie, volumen interno, etc.
Si bien hay varias medidas de contenedores, los má s utilizados para carga
general seca (bolsas, pallets, cajas, tambores) son los contenedores de 20 y de 40
pies26.
d.3) Efectos de la contenedorización. La generalizació n del uso de contene-
dores en el transporte de carga, juntamente con las grandes inversiones que irrogó la
reformulació n y adecuació n de todos los sistemas de transporte al contenedor, tuvo
efectos que aú n hoy conmueven tanto a la economía como a la infraestructura y logís-
tica aplicadas a la actividad.
21
La misión de la ISO es la de promover el desarrollo de la normalización y las actividades relacionadas en el mundo con la visión de fa -
cilitar el comercio internacional de productos y servicios, y de desarrollar la cooperación en las áreas de las actividades intelectuales,
científicas, económicas y tecnológicas.
22
Fuente: ISO 830:1981/EFR.
23
Sin embargo, la Administración Nacional de Aduanas (ANA), no obstante que en su nueva redacción el art. 485 el Código Aduanero
considera al contenedor un elemento de equipo de transporte, se le da el tratamiento fiscal de cualquier mercadería de importación
temporaria. Ello produce un impedimento para la libre circulación de containers en el país.
24
El pie es una medida de longitud del sistema de medición inglés y equivale a 0,3048 mt.
25
La tara es el peso propio del contenedor vacío.
26
Los contenedores de 20 pies, externamente y según las normas ISO miden: de largo: 6,05 mts.; de ancho: 2,44 mts.; y de alto: 2,59 mts.
Estos contenedores tienen una tara de 2.300 Kg.; una capacidad de carga máxima de 28.180 kg.; y un volumen de 33,2 mts3.
Por su parte, los contenedores de 40 pies, están estandarizados en las siguientes medidas externas: largo: 12,20 mts.; ancho: 2,44 mts.; y
alto: 2,59 a 2,90 mts. Su tara es de 3.750 kg.; tienen una capacidad de carga máxima de 28.750 kg.; y un volumen de 67,7 mts
6
fuera de todo vínculo contractual como un simple hecho. Es el caso de quien se trans-
porta a sí mismo o desplaza sus propios bienes sin valerse del servicio de otro. En ra-
zó n de ello, se le atribuye al transporte la posibilidad de existir tanto como un hecho o
como un contrato; lo cual resulta imposible en los casos de la compraventa, la loca-
ció n, el mandato, etc., institutos só lo concebibles como contratos. 28 Cabe señ alar que
tal particularidad no implica negarle capacidad de producir efectos jurídicos a un
transporte só lo existente desde lo fá ctico.
De la misma manera debe ser distinguido el contrato de transporte de la re-
lació n de transporte. En el primero, el traslado de una cosa o de una persona constitu -
ye el objeto principal del negocio jurídico. En la segunda, este traslado de la cosa o de
la persona, reviste la calidad de acto jurídico que accede a otro que es principal. Así, en
la compraventa, el vendedor puede obligarse a entregar la mercadería que ha sido ob-
jeto de ese contrato en el domicilio del comprador, pero en modo alguno asume frente
a él ni la calidad de transportista ni las obligaciones inherentes a él. Luego, si no entre-
ga la mercadería, se ha producido el incumplimiento del contrato de compraventa y,
en virtud de él, el vendedor responderá sin poder esgrimir las causales de exonera-
ció n de responsabilidad que se les reconoce a los transportistas. 29
28
MALAGARRIGA, Carlos C., ob. cit., t. III, p. 1.
29
SOLER ALEU, Amadeo, 1980, Transporte terrestre. Mercaderías y personas. Su régimen jurídico, Buenos Aires: Astrea., p. 4.
30
MARIENHOFF, Miguel S., 1975, Tratado de Derecho Administrativo, Buenos Aires: Abeledo Perrot, t. III-B, p. 577.
31
Están declarados como servicio público el transporte terrestre de pasajeros, el transporte de pasajeros por lanchas en el Delta argentino
y el transporte aéreo.
8
34
Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, 22ª ed. ,2004, www.rae.es
35
PEÑA GUZMAN, Luis A. y ARGÜELLO, Luis R., 1966, Derecho Romano, t. II, pp. 366-367. Estos autores destacan el receptum
nautorum, cauponum et stabularium constituye la declaración de los navieros, posaderos o dueños de establos, por la cual se encuentran
obligados a indemnizar por la destrucción o pérdida que pudieran sufrir las cosas que sus clientes dejaran bajo su esfera de custodia o la
de sus dependientes. Esta responsabilidad nacía del sólo hecho de haber recibido los efectos, equipajes o animales en el buque, posada o
establo. Ello así porque la palabra receptum viene del verbo recipere, que quiere decir recibir, aceptar o encargarse de. De esta manera el
transportista cuando recibe lo que le es confiado, (la carga o la propia persona del pasajero) asume la obligación de encargarse del bien
aceptado, a través del deber de custodia. (DI PIETRO, Alfredo y LAPIEZA ELLI, Angel E., 1983, Manual de Derecho Romano, Buenos
Aires: Depalma, p. 310.).
10
36
MEHESZ, Cornel Zoltan, 1967, El pretor y la jurisprudencia pretoriana, Córdoba: Editorial Universitaria de Córdoba, p. 144.
37
(p. ej. Ley de la Navegaqción, art. 259)
38
SAGARNA P 100
11
• Otras Concordancias: Ley de la Navegación: arts. 352 y 353. Cód. Aeronáutico: art. 163.
Este artículo se corresponde con el art. 1206 del Proyecto de Có digo Civil
unificado con el Có digo de Comercio de 1998. El "transportista que ofrece sus
servicios al pú blico" es aquél que actú a organizado como empresa. La obligació n del
empresario de transporte de aceptar los transportes ofrecidos, se compensa con la del
pasajero o cargador de seguir las instrucciones dadas por el transportista.
El Có digo de Comercio, limitaba su á mbito de aplicació n al “acto de
comercio”. Ríos de tinta han corrido sobre su conceptualizació n y sistematizació n
doctrinaria. Ello así, toda vez que definir el acto de comercio, importaba determinar el
contenido del derecho mercantil.
Sin embargo, la doctrina advirtió que el contenido del derecho comercial
resulta manifiestamente variable y condicionado a las circunstancias histó ricas. Esta
50
BIANCHI, Enrique T., “Encuadre jurídico del transporte benévolo”, J.A., t. 29-1975, p. 821.
51
CNCiv., Sala A, 19/12/1994 – Fusichella, Alejandra c/ Mujica Perfilio J. S/ Sumario.
52
LENA PAZ, Juan A. Compendio de Derecho Aeronáutico, 4ª ed., 1975, Buenos Aires: Plus Ultra, p. 307.
18
59
BRUNETTI, Antonio, Tratado de derecho de las sociedades, trad. de Felipe de Sola Cañizares, t. I, Buenos
Aires: Uteba, 1960, p. 69.
60
El Código Italiano de 1942 define al empresario en su art. 2082 de la siguiente manera: “Es empresario
quien ejercita profesionalmente una actividad económica organizada a los fines de la producción o del cam-
bio de bienes o de servicios”.
20
61
Simone, p. 448
21
En nuestro criterio, siendo el retraso un hecho, y sin que del mismo se ha-
yan derivado dañ os o perjuicios resarcibles, una eventual acció n carecería de proce-
dencia por falta de interés del demandante.
En la misma norma que comentamos (art. 1285), el legislador prevé que el
transportista pueda eximirse de responsabilidad, en tanto pruebe que el retraso en-
cuentra su origen en causa ajena. En este sentido, el onus probandi que se pone en ca-
beza del porteador, reafirma que su responsabilidad se presume (con cará cter iuris
tantum), en virtud de haber asumido una obligació n de resultado. De ahí, que poda-
mos concluir que la causa ajena, es en realidad, una causa extraña no imputable al
transportista.
Ahora bien, la forma de evaluar al retraso es resorte de un debate que no es po-
sible eludir en este trabajo. En efecto, el contrato puede tener un plazo de ejecución estipu-
lado en el instrumento contractual, pero aún así, los transportes se materializan en determi-
nados ámbitos espaciales y con especiales vehículos, que pueden estar sometidos a sujetos,
hechos o normas o reglamentos específicos que pueden enervar o contrariar la voluntad de
cumplimiento del transportista. Tales son los supuestos del “hecho del príncipe”, caso
fortuito, fuerza mayor, hecho de un tercero por el cual no se es civilmente responsable
y hasta la propia culpa de la víctima. Todos estos ejemplos los consideramos abarca-
dos en el concepto de “causa ajena”.
Luego, en las circunstancias apuntadas precedentemente, entra en escena el
concepto de “plazo razonable” y de “transportista diligente”. Ambos refieren a que se debe-
rá estar a las cuestiones de hecho que exhiba cada caso en particular, el cual deberá ser juz -
gado a la luz del estándar jurídico de la razonabilidad o de los usos del lugar de ejecución
del contrato.
En honor al viejo Código de Comercio, podemos proponer que se mantenga en
vigencia la regla interpretativa que preveía el art. 218, inciso 6º, ap. 4º. Sabiamente ahí se
expresaba que: "Siendo necesario interpretar la cláusula de un contrato, servirán para
la interpretación las bases siguientes:… 4º Los hechos de los contrayentes, subsiguientes
al contrato, que tengan relación con lo que se discute, serán la mejor explicación de la
intención de las partes al tiempo de celebrar el contrato…”.
embargo, tratá ndose de un vocablo medular en el mundo del derecho, cabe aquí
realizar unas pocas reflexiones para ubicarlo en el marco de la responsabilidad del
transportista que esta norma intenta regular.
Los romanos consideraron que el orden jurídico y la paz social dependían
del cumplimiento de só lo tres reglas: vivir honestamente (honeste vivere), dar a cada
uno lo suyo (suum cuique tribuere) y no dañ ar al otro (alterum non laedere).
La responsabilidad alude, en esencia, al deber de responder que tienen todas las
personas con capacidad de contraer obligaciones, cuando violan algunas de las tres únicas
reglas expuestas y sobre las cuales se fundamenta la buena convivencia en sociedad.
La expresión –o verbo- “responder” de acuerdo con el Diccionario de la Real
Academia, significa en su acepción 16ª: “Estar uno obligado u obligarse a la pena y
resarcimiento correspondientes al daño causado o a la culpa cometida”62.
Es este sentido, coincidimos con la enseñanza de Bustamante Alsina cuando
dice que responder no es otra cosa que “dar uno cuenta de sus actos”63. De ello se deriva,
además, el carácter instrumental del derecho a los fines de hacer coercitivamente efectiva
tal conducta, a quien deba “responder” en un caso concreto.
Hoy, los sistemas de responsabilidad civil –aunque hay otros en gestación-
son esencialmente dos; a saber: a) el de la responsabilidad subjetiva, en el cual lo que
predomina es la culpa del agente causante del daño y en el cual el acento está puesto
en el victimario; y b) el de la responsabilidad objetiva, que cuya finalidad es satisfacer
la reparación a la víctima. Mientras que en el primero siempre se deberá indagar sobre la
conducta del agente causante del daño, debiendo ser verificada su culpa (negligencia,
impericia, desidia, etc.), en el segundo bastará con comprobar la existencia del hecho, del
daño y de la relación de causalidad entre uno y otro.
En el Código Civil cohabitan ambos sistemas en calidad de principios
generales, lo cual lo hace particularmente contradictorio y original. En efecto, mientras que
el art. 1109 sienta el principio general de la responsabilidad subjetiva basada en la culpa,
para las obligaciones que nacen de los hechos ilícitos que no son delitos, el art. 1.113,
establece, -también con igual rango de principio general- el de la responsabilidad objetiva
por los daños causados por los dependientes o por las cosas de que se sirve, o que tiene a su
cuidado.
b) La responsabilidad del transportista. En el contrato de transporte, el
fundamento de la responsabilidad recae: en el transporte de personas, en la obligación del
transportador de conducir al pasajero sano y salvo hasta el lugar de destino acordado; y en
el de bienes o efectos, en la obligación del porteador de trasladarlos y entregarlos a quien se
encuentre legalmente facultado a recibirlos en el mismo estado en que fueron admitidos
para su transporte. En este sentido, el fundamento de la responsabilidad del
transportista radica en el deber de seguridad hacia el pasajero y en el de custodia de
los bienes que le han sido confiados. Tal fundamento, es una consecuencia de la
obligación de resultado asumida en el contrato.
Para imputar de responsabilidad al transportista, es necesario que los
daños experimentados en las personas o cosas transportadas, se hayan producido
mientras éstas se encontraban bajo su esfera de seguridad y custodia.
Más aún, la responsabilidad requiere no sólo de la existencia del hecho
62
RAE
63
Bustamante Alsina, Teoría General de la responsabilidad civil, 8ª ed. Abeledo perrot, Buenos Aires, 1993, pp. 77-79
23
64
ARRIZALAGA, Miguel A., 1998, Responsabilidad en el transporte terrestre de pasajeros, Buenos Aires: Abaco; p. 39.
24
resultado; razón por la cual se le atribuye el onus probandi), imperativa (por la prohibición
de incluir cláusulas que limiten o exoneren su responsabilidad) y limitada (en cuanto al
monto de la reparación). También el Código Aeronáutico (en sus arts. 139, 140, 142 y 143),
ha establecido un sistema similar al del transporte por agua, sin perjuicio de que en el plano
internacional se acepta -en determinados supuestos y bajo determinadas condiciones- la
responsabilidad objetiva para el caso de daños a las personas (Vg. Convención de Montreal
1999). Creemos que siendo todo contrato de transporte generador de las mismas
obligaciones de resultado, más allá del medio y el vehículo utilizados (los cuales pueden
aportar particularismos que impliquen determinadas normas y soluciones específicas),
debiera ser compatibilizado un único sistema de responsabilidad; el cual, a su vez, debe
necesariamente armonizar con el que rige en el plano internacional; pues no debe pasar
inadvertido que el transporte tiene siempre la característica de la internacionalidad, ya sea
en acto o en potencia
65
HADABAKA, Alberto R., 1993, Gestión logística en la distribución física internacional, Bogotá: Norma, p. 13.
66
ZUIDWIJK, Antonio, 2003, “Aclaraciones sobre transporte combinado/intermodal y transporte multimodal”, Revista de Estudios
Marítimos, Nº 53, p. 59.
26
71
SAGARNA 95
72
SIMONE
28
73
La falta de exhibición del boleto no exime de responsabilidad por los daños causados a la actora, a la empresa transportista y principal
del chofer del rodado. Cciv. y Com. 1ª., Mar del Plata, Sala 1ª., 17-8-95, “D’rpic, Nilda E. c/ Empresa de Transporte El Libertador S.R.L.
s/ Daños y perjuicios”.
74
PRESTO DE GONZALEZ, Alicia y GAGGERO MONTANRE, Marta, “Reflexiones acerca del billete electrónico”, Liber Amicorum
en hoinor al Dr. Enrique Mapelli, López, 2007, Buenos Aires:ALADA. P. 248.
29
Vale citar que el art. 139 del Có digo Aeroná utico, en el mismo sentido que el
criterio volcado en el artículo que comentamos, prevé que el transportador es respon-
sable de los dañ os y perjuicios causados por muerte o lesió n corporal sufrida por un
pasajero, cuando el accidente que ocasió n el dañ o se haya producido a bordo de la
aeronave o durante las operaciones de embarco o desembarco.
ciones que aseguren la asistencia del enfermo y eviten el peligro de contagio para las
demá s personas que viajen en el buque y si el transportador acepta a un pasajero de-
mente, debe exigir que viaje al cuidado de una o dos personas mayores, segú n la clase
de demencia.
Entre las leyes especiales que regulan este contrato, el art. 332 de la Ley de
la Navegació n impone al pasajero que sufra lesiones corporales durante el transporte,
el deber de comunicarlo sin demora al transportador, siempre que le sea posible. Sin
perjuicio de ello debe notificarle por escrito, dentro de los 15 días de su desembarco,
las lesiones sufridas y las circunstancias del accidente, en defecto de lo cual se presu-
me, salvo prueba en contrario, que el pasajero desembarcó en las mismas condiciones
físicas en que se embarcó .
En la idéntica sintonía, el art. 338 de la misma ley, obliga al pasajero a no-
tificar al capitá n, inmediatamente y antes de su desembarco, de toda pérdida o dañ o
que sufra durante el transporte en los efectos personales que tenga bajo su guarda.
Respecto de los que sean guardados en bodega, la notificació n deberá hacerse en el
32
acto de la entrega, o dentro del tercer díaa de la misma, si el dañ o no es aparente, o del
día en que debieron ser entregados si se han perdido. En todos los casos debe denun -
ciar al mismo tiempo el monto del perjuicio sufrido. La ley sanciona al viajero que
omite estas notificaciones, con la pérdida de todo derecho a reclamo con respecto a
los efectos de uso personal que tenía bajo su guarda inmediata, y en relació n a los de-
positados en bodega, se presume que le fueron devueltos en buen estado y conforme
con la guía de equipaje.
c) Reparación plena: El art. 1740 categó ricamente dispone que “La repa-
ración del daño debe ser plena. Consiste en la restitución de la situación del damnificado
75
SAGARNA 119
34
al estado anterior al hecho dañoso, sea por el pago en dinero o en especie. La víctima
puede optar por el reintegro específico, excepto que sea parcial o totalmente imposible,
excesivamente oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar en dinero. En el caso de da-
ños derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad personal, el juez puede, a
pedido de parte, ordenar la publicación de la sentencia, o de sus partes pertinentes, a
costa del responsable”.
Aquí también la solución que da nuestra legislación para los
transportes de pasajeros por vía aérea o acuática es distinta. La Ley de la
Navegación y en el Código Aeronáutico, en armonía con sus fuentes, las Reglas
de La Haya Visby (1924-1968) y la Convención de Varsovia de 1929 (con su
Protocolo modificatorio de La Haya de 1955), respectivamente, establecieron
que la reparación será cuantitativamente limitada.
76
ENRIQUEZ ROSAS, 232
37
Este artículo se corresponde con el art. 1219 del Proyecto de Có digo Civil
unificado con el Có digo de Comercio de 1998. Resulta una obviedad establecer que la
provisió n de las mercaderías sin las marcas o señ ales, la falta de entrega de la carga al
transportista y la irregularidad de la documentació n que aporte, genera la
responsabilidad del cargador por todos los dañ os que sufran el transportador, otros
cargadores o terceros, como consecuencia del incumplimiento de tales obligaciones
exigidas en el artículo 1296 precedente.
38
77
SOLER ALEU
40
Art. 1300. — Guía. Si no hay carta de porte, el cargador tiene derecho a exigir al
transportista que le entregue un recibo de carga, denominado guía, con el
mismo contenido de aquélla.
• Concordancias con el Código derogado: Sin concordancias.
• Otras Concordancias: Sin concordancias.
En primer lugar, la norma regula -en sustancia- una de las obligaciones na-
turales que el contrato pone en cabeza del porteador, cual es, entregar la mercadería
al destinatario de acuerdo con los términos acordados en el contrato.
Ahora bien, en caso de que la condició n de entrega no esté contractual-
mente determinada, el transportador deberá obrar con sujeció n a los usos y costum-
bres en la materia, aplicables en el lugar de ejecució n.
Pero a continuació n, el artículo alude al supuesto de que el cargador hubie-
re librado una carta de porte; cuestió n ésta que merece un comentario.
En efecto, el art. 1298 establece que "el transportista tiene derecho a reque-
rir del cargador que suscriba un documento …"; pero suscribir un instrumento no es lo
mismo que librarlo o emitirlo.
Como consecuencia de lo expuesto, só lo cabe colegir que el artículo referi-
ría a la posibilidad de que el cargador haya hecho circular un segundo ejemplar de la
misma, la cual debe ser presentada y entregada al transportista para obtener la entre -
ga de la carga. Siendo así, la menció n del ú ltimo pá rrafo, coincidiría conceptualmente
con la del anterior; resultando por ello redundante y/o subsumiéndose una en la otra.
Ello así, toda vez que, en todos los casos, el tenedor de la carta de porte debe presen -
tarla al transportista para hacerse de los efectos transportados.
El art. 192 del Có digo de Comercio contenía una norma similar, la cual pre-
vía que cuando el transporte hubiere sido impedido o extraordinariamente demorado,
por caso fortuito o fuerza mayor, el acarreador debía dar aviso inmediatamente al car-
gador, asistiéndole el derecho de rescindir el contrato, reembolsando al porteador los
45
subjetiva, el cual le permite ampararse bajo mayores causas que operen como
eximentes de su responsabilidad.
No obstante ello, no le está permitido al transportista exonerar su
responsabilidad, ante los casos aquí contemplados, a través de clá usulas
predispuestas.
Los arts. 268 y 283 de la Ley de la Navegació n refieren a excepciones a la
imperatividad de las normas de orden pú blico que regulan al transporte de mercan-
cías por agua. Así, en el caso del transporte de animales vivos, carga peligrosa o sobre
la cubierta del buque con consentimiento del cargador, la agravació n del riesgo justifi-
ca la inclusió n de clá usulas limitativas o exonerativas de responsabilidad.-
Art. 1311. — Cálculo del daño. La indemnización por pérdida o avería de las
cosas es el valor de éstas o el de su menoscabo, en el tiempo y el lugar en que se
entregaron o debieron ser entregadas al destinatario.
• Concordancias con el Código derogado: Sin concordancias.-
• Otras Concordancias: Ley de la Navegación: art. 277. -.
79
MONTIEL 317
50
Aquí se advierte -en nuestro criterio-, una nueva hipó tesis en la cual el
transportador actú a como mandatario del cargador en el caso de un transporte sucesi-
vo.
Luego, cada transportista se obliga só lo por el trayecto a cumplir, agotando
de ese modo su propio contrato. Ante la eventualidad de que se produzca el trasbordo
de los efectos de un transportista efectivo a otro, a nuestro juicio, la obligació n del
transportista se agota, segú n el texto legal, con el empleo de una razonable diligencia
en la contratació n del transportista siguiente. Es decir, lo que se le exige al
transportista es que actú e con el grado adecuado y debido de cuidado y atenció n que
podría ser esperado de un “buen sujeto de negocios”, en la elecció n encomendada.