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Este documento explica el término "homoousios", que significa "de la misma sustancia". Originalmente fue usado por gnósticos valentinianos de manera sospechosa, pero luego fue adoptado por los cristianos para afirmar la consubstancialidad del Hijo con el Padre en contra de herejías subordinacionistas. En el concilio de Nicea de 325 d.C. se impuso el uso de este término para condenar las enseñanzas arrianas sobre la creaturalidad de Cristo. Más tarde, los concilios de Constantinopla en 381
Este documento explica el término "homoousios", que significa "de la misma sustancia". Originalmente fue usado por gnósticos valentinianos de manera sospechosa, pero luego fue adoptado por los cristianos para afirmar la consubstancialidad del Hijo con el Padre en contra de herejías subordinacionistas. En el concilio de Nicea de 325 d.C. se impuso el uso de este término para condenar las enseñanzas arrianas sobre la creaturalidad de Cristo. Más tarde, los concilios de Constantinopla en 381
Este documento explica el término "homoousios", que significa "de la misma sustancia". Originalmente fue usado por gnósticos valentinianos de manera sospechosa, pero luego fue adoptado por los cristianos para afirmar la consubstancialidad del Hijo con el Padre en contra de herejías subordinacionistas. En el concilio de Nicea de 325 d.C. se impuso el uso de este término para condenar las enseñanzas arrianas sobre la creaturalidad de Cristo. Más tarde, los concilios de Constantinopla en 381
(substancia) y tiene como correspondiente latino la voz «consubstancial». Se trata de un concepto originalmente bastante sospechoso, va que lo usaban los gnósticos valentinianos para quienes los hombres materiales eran llamados consubstanciales del diablo (cf. Orígenes, Comm, in Joh. XX, 20: 8, 44), y los ángeles consubstanciales de Cristo (cf. Ireneo, Adv. haer. 1, 2, 6).
Esta expresión vuelve a aparecer en sentido trinitario con
ocasión de la disputa que opuso a Dionisio, obispo de Alejandría, con ciertas tendencias subordinacionistas, y a algunos sabelianos que lo acusaron ante el obispo de Roma de distinguir al Hijo del Padre hasta separarlos a los dos, afirmando por el contrario la creaturalidad del Hijo y negándose a describirlo como homoousios al Padre. En su autodefensa Dionisio sostuvo que había evitado el término homoousios debido a su ausencia en la Escritura; de todas formas, él aceptaba su significado, pero genéricamente, en el sentido de «participando de su misma naturaleza». No es posible comprobar históricamente la infirmación de que en el sínodo antioqueno del 268, celebrado contra Pablo de Samosata, obispo de Antioquía, acusado de negar al Logos como hipóstasis distinta del Padre, se le acusó también a él de usar el homoousios, entendiendo quizás así la falta de una ousía propia por parte del Logos.
Unos años más tarde Arrio, sosteniendo la creaturalidad
del Hijo, llegó a negar automáticamente que pudiera ser consubstancial al Padre. Afirmar la consubstancialidad del Hijo suponía para él dividir la substancia divina en dos partes, reduciendo la divinidad a categorías físicas. En el concilio de Nicea se impuso el término homoousios, sin que fuera extraña a ello la influencia de Constantino. Pero se ignora quién propuso su asunción en clave antiarriana. El uso que hacían del mismo los monarquianos, así como la ambigüedad de significados y la connotación materialista que podía asumir, justifica por qué después de Nicea fue también arrinconado por parte antiarriana. Volvió a destacarlo Atanasio después del 355, sobre todo en Occidente. En Oriente, sin embargo, las polémicas sobre el homoousios se aplacaron tan sólo gracias a las aclaraciones de Basilio de Cesarea y de Gregorio de Nacianzo, que tomaron ousía en el significado de substancia divina común a las tres hipóstasis. El concilio de Constantinopla del 381, rechazando toda expresión de subordinacionismo, sancionó el reconocimiento de la homoousia o consubstancialidad también para el Espíritu Santo.