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La formulación del dogma de la Santísima Trinidad tuvo lugar en el siglo IV durante una ardua
disputa teológica nacida a partir de la doctrina conocida con el nombre de “arrianismo”. Los orígenes
del arrianismo han de buscarse en la convicción de la unicidad absoluta de Dios, muy difundida en el
siglo III y cuyo más conocido exponente fue Sabelio († c.257). unicidad de Dios. Significa numérica
uno. No puede haber tres dioses, tres seres divinos. Sabelio, para explicar la Trinidad, argumentaba
que el único Dios se había manifestado en la historia de la salvación de “modos” distintos, de donde
el nombre de “modalismo”. Tal doctrina era el reflejo de otras que, apoyándose siempre en el mismo
principio de la unicidad absoluta de Dios, son conocidas con el nombre de “monarquianismo” (de
monós=único y arché=principio). Afirmar la existencia de un único principio. Otro error doctrinal
nacido del excesivo hincapié en la unicidad divina fue el “subordinacionismo”, que tendía a
subordinar al Hijo frente al Padre haciéndole inferior a Él (a veces negándole la eternidad, la igualdad
de naturaleza, o considerándolo un simple hombre dotado de una energía (dynamis) divina.
Tanto el “modalismo” de Sabelio como el “subordinacionismo” fueron condenados por la Iglesia, pero
la concepción subordinacionista cobró nuevo incremento con las enseñanzas de Arrio (256-336),
presbítero de Alejandría, formado según parece, en la escuela teológica de Antioquia. Arrio
profesaba un subordinacionismo radical, ya que no solo subordinaba el Hijo al Padre en cuanto a la
naturaleza, sino que directamente negaba su naturaleza divina. Su postulado fundamental era la
unicidad absoluta de Dios, único principio sin principio, fuera del cual todo cuanto existe es creado. El
Verbo habría tenido un comienzo, no sería eterno, sino la primera y más excelente de las creaturas,
además de la única creada por el Padre (todas las demás habrían sido creadas por medio del
Verbo1). Arrio expuso su doctrina en diversos sermones y en algunos de sus escritos, consiguiendo
una rápida difusión. Su obispo, Alejandro, trató infructuosamente de disuadir a Arrio y convocó un
concilio que condenó sus errores y lo excomulgó junto con sus partidarios. Lejos de aceptar tal
resolución, Arrio buscó apoyo en otras iglesias, creando un estado de agitación que decidió al
emperador Constantino a convocar un concilio general en Nicea (el primer concilio ecuménico de la
Iglesia) para buscar una solución.
1
El texto bíblico que servirá de base al arrianismo y sobre el que se debatirá acaloradamente, será el de Proverbios 8,22,
que habla de la Sabiduría creadora: “El Señor me creó como primicia de sus caminos, antes de sus obras, desde
siempre”. El evangelista Juan desarrolla la misma idea cuando dice, hablando de la Palabra creadora “Todo fue hecho
por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe” (Jn 1,3).
2
La ausencia del obispo de Roma, quizá circunstancial, creó precedente y en adelante, en los concilios ecuménicos
posteriores, la sede romana se hará representar regularmente por delegados.
Padre” (“homoousios”), es decir consubstancial al Padre. La introducción del homoousios abrió el
camino a la teología para expresar, con la ayuda de conceptos tomados de la filosofía el dato
revelado. Solo dos obispos se negaron a aceptar el concepto de consubstancial y fueron
inmediatamente excomulgados y desterrados junto con Arrio. Constantino confirmó con su autoridad
imperial todo lo decidido y aunque la cuestión parecía resuelta, muy pronto el conflicto se reanudaría.
A causa de la diferencia lingüística, cultural y teológica entre Oriente y Occidente, no resultaba fácil
hacer converger las dos fórmulas a las que cada una de las partes había llegado para resumir la
doctrina trinitaria: una ousia, tres hipóstasis entre los doctores capadocios; una substancia, tres
personas para los latinos. La situación, lejos de resolverse, se volvía cada vez más compleja,
abriéndose nuevos frentes de discusión por cuestiones derivadas del problema principal, aun no
resuelto: se planteaba ahora la cuestión relativa al Espíritu Santo y su status trinitario.
Las controversias doctrínales del arrianismo se habían centrado en la divinidad del Hijo. Las
consecuencias lógicas de la discusión condujeron a plantear la cuestión relativa a la tercera Persona
divina; quienes negaban la divinidad del Hijo, con mayor razón aún debían negar si eran
consecuentes con su visión subordinacionista, la divinidad del Espíritu Santo, que sería criatura del
hijo.
Sin embargo, aunque la cuestión trinitaria parecía concluida, algunos aspectos sobre los que el
Símbolo no se había declarado expresamente, vendrían a agitar nuevamente los ánimos: se trataba
de la cuestión referida a la procedencia del Espíritu; mientras los orientales entendían la fórmula del
concilio de Constantinopla en el sentido de que el Espíritu Santo procede del Padre “por el Hijo”, los
occidentales afirmaban la procesión conjuntamente “del Padre y del Hijo”. El III concilio de Toledo
(589) donde tuvo lugar la solemne conversión de los visigodos al catolicismo, introdujo en el Símbolo
niceno-constantinopolitano el vocablo “Filioque” (…qui ex Patre Filioque procedit) que los griegos
rechazaron decididamente como una inaceptable modificación del texto del símbolo 8.
La política religiosa de Teodosio se volvió cada vez más severa con los residuos de paganismo
todavía existentes y el catolicismo ortodoxo se terminó convirtiendo en religión de Estado, es decir
religión oficial de todo el mundo romano. El arrianismo, desaparecido del horizonte teológico de la
Iglesia, subsistió como forma peculiar de cristianismo de la mayoría de los pueblos germánicos que
invadieron el Imperio romano de Occidente.
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CREDO DE NICEA
8
La cuestión se convertiría en un motivo más de discordia entre Oriente y Occidente, sobre todo a partir del momento en que el
Patriarca Focio (858ss.) hizo del Filioque argumento principal de la polémica antirromana.
resucitó al tercer día, subió a los cielos, y vendrá a juzgar a vivos
y muertos; y en el Espíritu Santo.
CREDO NICENO-CONSTANTINOPOLITANO