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Cantos de vida y esperanza: obra cumbre de Darío

Cuando “ Cantos de vida y esperanza. Los Cisnes y otros poemas comenzó a circular, hacia
fines del mes de junio del año 1905, su publicación fue el acontecimiento literario del año
en Madrid por la cantidad de elogios que recibió de los mejores críticos de la época.
También se produjeron algunas críticas adversas, provenientes de los sectores más
recalcitrantes de la literatura española.

El éxito del libro contrasta con las dificultades que debió enfrentar Darío para su
publicación. Por más de un año sus amigos, los poetas Juan Ramón Jiménez y Gregorio
Martínez Sierra, por encargo de Darío, buscaron inútilmente un editor sin encontrar
ninguno que manifestara interés por el libro. Pero sucedió que, a principios del año 1905,
Rubén recibió un cheque por 6,000 francos del Gobierno de Nicaragua, la mayor suma que
de su gobierno recibió Darío en toda su vida, por el desempeño del cargo de miembro de
la Comisión nicaragüense que en Madrid defendió los derechos de Nicaragua en el litigio
de fronteras con Honduras. En ese entonces, Darío era cónsul de Nicaragua en París. Nos
cuenta don Edelberto Torres en La dramática vida de Rubén Darío , que con ese dinero
Darío decidió publicar sus Cantos de vida y esperanza . El costo de la edición de 500
ejemplares fue de 816.15 pesetas. Rubén costeó la edición de su propio bolsillo.

El joven poeta Juan Ramón Jiménez tuvo a su cuidado la edición, pero fue Rubén quien
dijo la última palabra en cuanto a los poemas que se incorporaron y las secciones del libro.
El libro está dedicado “A Nicaragua. A la República Argentina”. La sección de Cantos de
vida y esperanza está dedicada a José Enrique Rodó. La sección Los Cisnes a Juan Ramón
Jiménez y Otros poemas al doctor Adolfo Altamirano”. Esta sección es la más numerosa
con 41 poemas. El doctor Altamirano fue quien logró arrancarle al presidente José Santos
Zelaya el nombramiento de Darío como cónsul en París, tras siete años de insistencia. Esta
es la breve historia editorial de un libro que hoy está considerado como una de las obras
maestras de la literatura española y universal.

Hay dos aspectos fundamentales en Cantos de vida y esperanza que cabe destacar. El
primero de ellos comprende lo que podríamos llamar los poemas cívicos, donde Rubén se
nos presenta como poeta de la raza, poeta de América y de España, verdadero vate que
profetiza sobre el destino y el porvenir de las “ínclitas razas ubérrimas”. Tales son los
extraordinarios poemas Salutación del Optimista , escrito en sonoros y heroicos
hexámetros; Al Rey Oscar , Cyrano en España , la Marcha Triunfal , Los Cisnes y A
Roosevelt . Estos cantos representan “el momento cenital de la lírica de Rubén”. Hay en
ellos una verdadera profesión de fe en el destino de los pueblos iberoamericanos, que en
nuestros días adquiere nueva vigencia y actualidad. Porque, en un contexto diferente,
siguen siendo válidas las ideas claves que inspiraron estos magníficos poemas de Darío.
Los pueblos iberoamericanos encontrarán en la relectura de estos formidables poemas,
un nuevo evangelio de esperanza, una reiteración en la necesidad de afirmarnos en
nuestra identidad de pueblos mestizos, en nuestras raíces culturales, en nuestros propios
valores, cuya dimensión universal Rubén cantó con maestría sin par.

La otra veta que encontramos en los Cantos es la intimista, la del “hombre que siente”,
como lo subrayó el propio Rubén. Es la angustia vital, las confidencias que aparecen en el
poema con que se inicia el libro (“Yo soy aquel que ayer no más decía”), verdadera
“autobiografía espiritual del poeta”, según Oliver Belmás; y “una alta nota de la poesía en
lengua española”, según Ernesto Mejía Sánchez; los Nocturnos , Canción de otoño en
primavera , que Andrés González-Blanco considera como “una de esas composiciones
definitivas que solo se encuentran en número de dos o tres en la obra de todo gran
poeta”. La obra concluye con el célebre poema Lo fatal , que Gabriel García Márquez
consideraba como la mejor poesía escrita en español y en cualquier otro idioma.

Si Darío hubiese escrito únicamente este libro portentoso, Cantos de vida y esperanza ,
sería suficiente para consagrarlo como el más alto poeta en lengua española de todos los
tiempos

Análisis de Oda a Roosevelt Rubén Darío


Félix Rubén García Sarmiento fue un poeta nicaragüense que nació en el año 1867 y murió en
1916. Se trata del máximo representante del modernismo literario en lengua castellana.

Su seudónimo se remonta al apodo que recibió su familia a partir de la muerte de su tatarabuelo


llamado Darío. Con apenas trece años compuso su primer poema: Una lágrima. En el año 1905 vio
la luz el poema que nos ocupa: A Roosevelt. Con este trabajo pretendió enaltecer el carácter
hispano haciendo una severa crítica al imperialismo estadounidense: tanto al país como conjunto
político e ideológico como a su presidente en aquella época, cuyo nombre dio título al poema.

Apreciamos en la poesía de Rubén Darío una notoria influencia francesa; su estilo literario supuso
el inicio de nuevas formas de escritura y la renovación del lenguaje poético.

Este poema está compuesto por cincuenta y un versos ordenados en cinco estrofas irregulares;
son todos versos de arte mayor y rima libre. Gracia a su métrica Rubén Darío consigue que el
lector encuentre una historia, una narración dentro del poema; ofreciendo, además, muchos datos
históricos aunque, eso sí, de una manera muy subjetiva.

Podemos dividir el poema en dos grandes partes. La primera parte se encuentra desde el verso
número uno hasta el verso veintinueve, es decir, las tres primeras estrofas. En esta primera parte
describe el poeta aquello que para él es Estados Unidos y todo lo que caracteriza la “personalidad”
de este Estado. Rubén Darío muestra resentimiento hacia este país del que habla y le atribuye una
serie de calificativos fuertes y atrevidos. Es para nuestro poeta E.E.U.U. un cazador (verso 2), un
invasor (verso 6) y un país primitivo a pesar de todo lo moderno que cree ser (verso 3). Darío se
decanta más por la América indígena, a la que califica de ingenua (verso 7) y de la que destaca su
religión: Jesús, y su lengua: español (verso 8). La segunda parte del poema, desde el verso número
treinta hasta el final, viene introducida y claramente diferenciada por la conjunción “mas”.

Si bien al principio del poema ha atacada a E.E.U.U. y lo ha descrito como el opresor e invasor de
pueblos, y a la América indígena la ha considerado la víctima, ahora da lugar a la descripción de
todo lo importante y relevante que posee esta otra América que no es Estados Unidos. Enumera
una serie de méritos y logros sobre todo culturales de la América original: clásicos poetas que allí
nacieron (verso 31), una escritura propia (verso 33), conocimientos de Astrología y Geografía
(verso 34); además de los aspectos culturales que la salvan de ser “la América ignorante” resalta la
importancia de la humildad de su pueblo, el cual halla la felicidad en la luz del día, el calor y el
favor del fuego o el amor (verso 37). Contrapone la “América española” a la América invadida por
los ingleses (verso 44); y amenaza al pueblo invasor con que algún día podría cambiar la situación
(verso 47). En el último verso el poeta añade que E.E.U.U., a pesar de toda la fuerza que posee, no
llegará nunca a contar con la ayuda de Dios.

Rubén Darío nombra a lo largo del poema muchos personajes históricos que hacen del texto una
rica fuente cultural, destacamos a Alejandro (Alejandro Magno) y a Nabuconodosor (personaje del
Antiguo Testamento); así como aporta elementos religiosos en general (Dios) y católicos en
particular.

En cuanto a los recursos literarios, encontramos:

Antítesis en el verso 3: se atribuye a E.E.U.U. al mismo tiempo estos dos adjetivos: primitivo y
moderno. Enumeración de adjetivos: soberbio, fuerte, culto y hábil (versos 9 y 10). Hipérbole
cuando dice el autor en el verso 15 que la vida es incendio. En el verso 16 podemos leer una
metáfora con la que se afirma que “el progreso” es “erupción”; y en el verso 47 se compara al aún
inmaduro y sorprendido pueblo víctima de Estados Unidos con muchos cachorros de león.
Seguramente en su día este poema causara muchas controversias. No obstante, la poesía siempre
será una de las más bellas formas de libertad de expresión.

A Roosevelt, Rubén Darío

¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,


que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;


eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.

Los Estados Unidos son potentes y grandes.


Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.

Mas la América nuestra, que tenía poetas


desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!

Biografía de Theodore Roosevelt


Nació el 27 de octubre de 1858 en Nueva York.

Hijo de un rico comerciante. Educado por tutores privados, más adelante cursó estudios en
Harvard, donde se graduó en 1880, año en que se casa con Alice Hathaway, hija de un
banquero.

Fue elegido miembro de la Asamblea de Nueva York por el Partido Republicano en


1881.

En el año 1884 apoya la candidatura presidencial de James Blaine. Los dos años siguientes
vive en un rancho de Dakota, escribiendo artículos para revistas.

En 1886, regresa a Nueva York y reinicia su carrera política, escribe tres libros y se vuelve
a casar con Edith Kermit Carow. Se presentó para alcalde de Nueva York, hizo campaña
para ser candidato por el Partido Republicano en 1888 y fue director de la Comisión del
Servicio Civil (1889-1895) y de la policía de Nueva York (1895). Tras presentarse
nuevamente como candidato a la presidencia por su partido en 1896, fue secretario
adjunto de Marina (1897), organizando la flota de guerra estadounidense en los
momentos previos a la Guerra Hispano-estadounidense. Fundó el Rough riders, cuyo
ataque en la batalla de San Juan, en Cuba (julio de 1898), fue la hazaña más celebrada de la
guerra.

Fue elegido gobernador de Nueva York en 1898 y nominado para la vicepresidencia


federal en la candidatura republicana junto con el presidente William McKinley en 1900.
El asesinato de McKinley en septiembre de 1901, le convirtió por entonces en el
presidente más joven de la historia de Estados Unidos. Se ganó el apelativo de
trustbuster ('destrozador de monopolios'), medió en la huelga del carbón en 1902 y actuó
decididamente en la conservación de la tierra, utilizando sus poderes presidenciales para
hacer de 51 millones de hectáreas bosques nacionales en el oeste.

Reelegido en las elecciones presidenciales de 1904, se aprobó la Ley Hepburn de 1906,


que reforzaba los poderes de la Interstate Commerce Commission (Comisión de Comercio
Interestatal) y la ley por la que se creaba la Agencia para Alimentación y Narcóticos.
Apoyó programas de cobertura social y de protección ante la influencia de los grupos
económicos más poderosos. Designó como sucesor a su amigo, el secretario de Guerra
William Howard Taft, favoreciendo así su nominación y posterior elección como
presidente.

Su política exterior fue denominada Big Stick (política del 'Gran Garrote'). Apoyó la
revolución de 1903 en Panamá que permitió a Estados Unidos adquirir el territorio del
canal, intervino militarmente en la República Dominicana y Cuba para controlar las
economías de ambas, con el fin de favorecer los intereses estadounidenses. Hizo uso de los
canales públicos y privados cuando medió en la Guerra Ruso-japonesa en 1905 lo que le
hizo ganar el Premio Nobel de la Paz, el primero otorgado a un estadounidense.

Casado con Alice Hathaway Lee Roosevelt de 1880 a 1884, y con Edith Kermit Carow
Roosevelt de 1886 a 1919. Fue padre de Theodore Roosevelt, Jr., Alice Roosevelt
Longworth, Kermit Roosevelt, Quentin Roosevelt, Archibald Roosevelt y Ethel Roosevelt
Derby.

Abandonó las filas del Partido Republicano para presentarse como candidato por el Partido
Progresista recién constituido, aunque fue el candidato demócrata, Woodrow Wilson el
vencedor de las elecciones. Abandonó el Partido Progresista en 1916 para apoyar al
candidato republicano contra Wilson, y parecía ser el máximo favorito para las elecciones
de 1920, cuando falleció el 6 de enero de 1919 en Oyster Bay (Nueva York).

Cargos

Presidente de los Estados Unidos


14 de septiembre de 1901 - 4 de marzo de 1909

Vicepresidente de los Estados Unidos


4 de marzo de 1901 - 14 de septiembre de 1901

Gobernador de Nueva York


1 de enero de 1899 - 1 de enero de 1901
Doctrina del Gran Garrote
La doctrina o política del Gran Garrote ,plan Garrote o Big Stick es el nombre con que
se conoce a una tendencia en las relaciones diplomáticas estadounidenses de principios del
siglo XX. La expresión se origina en una frase escrita por el presidente de Estados Unidos,
Theodore Roosevelt, en el año 1901, donde manifestaba su agrado porque el comité del
Partido Republicano de Nueva York había expulsado a un corrupto consejero. La frase,
tomada de un proverbio del África occidental era: "habla suavemente y lleva un gran
garrote, así llegarás lejos" (speak softly and carry a big stick, you will go far).

Tal concepto ilustra la voluntad de Roosevelt para realizar negociaciones y pactos con sus
adversarios internos y externos, pero siempre mostrando la posibilidad de una actuación
violenta como modo de presión. Aplicada a la política de Estados Unidos en América
Latina, la frase mostraba que el régimen de Roosevelt podía presionar a los países
latinoamericanos, particularmente los ribereños del Mar Caribe con una intervención
armada.

Causas de la creación del poema

Este poema Rubén Darío lo escribió estando en España en 1912. Fue su voz contra la
intervención de EEUU a Nicaragua en ese año (Nicaragua es el segundo país mas
intervenido militarmente por los EEUU en Latinoamérica con 12 intervenciones en nuestra
historia). Rubén se empapo en la mitología Griega desde temprana edad y la refleja en la
mayoría de sus escritos a través de sus dioses y divinidades.

Entre Oda y Salutación


Siempre se ha cuestionado que si el nicaragüense, Príncipe de las Letras Castellanas, Rubén
Darío (1867-1916) fue un escritor interesado y comprometido con el ambiente político de
su época o si fue un retratista de coyunturas. Quizás en cada gran autor existe una fuerza
exterior que, desde lejos, los avienta a verter sus eminentes producciones; las que a veces ni
siquiera ellos mismos pueden interpretar. A manera de ilustración, podríamos contrastar
dos poemas de Darío que se contradicen entre sí: Oda a Roosevelt y Salutación al águila.
Darío escribió la Oda a Roosevelt (1903) en España, cuando vivía en Málaga con la
española Francisca Sánchez; cuatro años después de la Guerra hispano-estadounidense, que
resultó en la pérdida, por parte de España, de sus colonias insulares asiáticas y americanas;
el mismo año que Roosevelt adquiere la Zona del Canal después que Panamá se separó de
Colombia; en el tiempo que Darío era amigo de Isaac Arias, cónsul de Colombia. En este
poema Darío vocifera contra los Estados Unidos, que firmemente continúa defendiendo
todo intento de colonización europea en América. Aquí el poeta hace una sofisticada,
severa caricatura del presidente Theodore Roosevelt a quien presenta como carente de Dios
y como futuro invasor del Sur. Esta es la faceta de Darío que a menudo celebran las
organizaciones de izquierda.
Aquí nos preguntamos por qué si el sentimiento de Rubén tenía sus bases contra toda
política invasora, su postura fuera aguerridamente orgullosa de la herencia Ibérica y del
heráldico, rampante “León Español”, como cita en el poema. Y quién pudiera decir cuántos
grados de separación de Dios tenía Roosevelt cuando le fue otorgado el Premio Nobel de la
Paz
por negociar el fin de la guerra Ruso-Japonesa. O cuando fue baleado por un anarquista al
comenzar un discurso, el cual terminó al momento en que se desplomó y en el hospital se
determinó la imposibilidad de extraerle la bala con la que vivió incrustada en un pulmón el
resto de su vida. Cuán alejado de Dios estaría este hombre de virtudes, virgen en su vida de
soltero, naturalista, explorador, escritor, soldado, estadista, temeroso y amante de Dios
como lo indican casi todas sus palabras y acciones.
En contraposición, en 1907, en el prólogo a su poemario El canto errante , Darío escribe:
“El mayor elogio hecho recientemente a la Poesía y a los poetas ha sido expresado en
lengua ‘anglosajona’ por un hombre insospechable de extraordinarias complacencias con
las nueve Musas. Un yanqui. Se trata de Teodoro Roosevelt. Ese Presidente de República
juzga a los armoniosos portaliras con mucha mejor voluntad que el filósofo Platón. Por esto
comprenderéis que el terrible cazador es un varón sensato”.
En ese libro Darío incluye su poema Salutación al águila (1906), asumiendo la voz de
América hispana para alabar, saludar y dar la bienvenida a los Estados Unidos y a lo que
esa nación representa: “Bien vengas, mágica Águila de alas enormes y fuertes/a extender
sobre el Sur tu gran sombra continental/, E, pluribus unum! Gloria, victoria,
trabajo!/Tráenos los secretos de las labores del Norte,/y que los hijos nuestros dejen de ser
los rétores latinos,/y aprendan de los yanquis la constancia, el vigor, el carácter./¡Que la
Latina América reciba tu mágica influencia/y que renazca un nuevo Olimpo, lleno de dioses
y héroes!”

Quizás en la misma inspiración del virtuoso es donde radica la perfección de su genio y, al


mismo tiempo, sus debilidades humanas y los indomables impulsos.

La Prensa.Max L. Lacayo- 03/06/2014

Libro de Jeff Browitt

Rubén Darío ante la crítica literaria en la época del Modernismo

Se ha afirmado que hasta la publicación de un par de poemas en Cantos de vida y


esperanza (“Yo soy aquel que ayer no más decía” y “A Roosevelt”) Darío cuidadosamente
evitaba cualquier enganche con las realidades socio-económicas y políticas de la época. De
hecho sus opiniones políticas (liberales y anti-imperialistas) ya se habían dado en sus
crónicas y diversas notas periodísticas, para quienes se quisieran tomar la molestia de
buscarlas.1 Pero la poesía en aquel entonces era todavía el género literario predilecto para
expresar los “grandes valores humanos”, y en una época de consolidaciones de
nacionalismo, con la amenaza de los Estados Unidos, con la modernización socialmente
enajenante, su apelación a una aristocracia de imágenes suntuosas y exóticas era herética.
Darío no era un José Martí, es verdad, pero no se debe buscar su valor tanto en el contenido
de su poesía, en su compromiso político, sino en el espíritu de independencia creativa e
intelectual que originó entre los artistas afines. Ésa fue su verdadera contribución. Darío era
fundamentalmente artista y no político, a pesar de escribir poemas épicos que celebran a
Chile o a Argentina y de aplacar a sus críticos de cuando en cuando con una diatriba contra
los Estados Unidos. De ahí la ambivalencia del primer poema de Cantos de vida y
esperanza, “Yo soy aquel que ayer no más decía” (25), dedicado sin ironía a Rodó y a
veces mal leído por los críticos como un poema exculpatorio. Aunque el poeta dice “La
torre de marfil tentó mi anhelo” (27), nunca cede a la tentación de admitir evasiones. De
hecho procede a justificar la postura del poeta como la de fidelidad a uno mismo, a la
imaginación creativa, libre de los dictados y preceptos sofocantes del funcionalismo y del
conformismo socio-político, socavando así el supuesto acto de contrición de la primera
estrofa. El poema concluye con un llamado a ser “tranquilo y fuerte” en sus creencias (30).
El poema directamente más combativo, el muy citado “A Roosevelt” de Cantos de vida y
esperanza, critica fuertemente la intervención norteamericana en Cuba y Puerto Rico en 1898.
Supuestamente Darío se había bajado de su torre de marfil:
Eres los Estados Unidos,

eres el futuro invasor

Crees que la vida es incendio,

que el progreso es erupción;

en donde pones la bala

el porvenir pones. (48)

Aunque es un poema que se adecúa perfectamente al discurso “latinoamericanista”, debe verse


mejor como un intento desafortunado de aplacar a los críticos que clamaban por un arte
comprometido. Como propaganda, funciona bien; como poesía, mucho menos. Además, es
1
Por ejemplo, para Ángel Rama, la denuncia de Darío en Azul de la desigualdad es parabólica: “la pobreza
sarcástica junto a la opulencia, el poeta al servicio del señor ignorante, la crueldad del poderoso en ‘Estival’,
la injustica del orden presuntamente natural en ‘Ananke’, poemas estos en que, a medida que Darío se
distancia del dato concreto, se instauran parábolas que interpretan una sociedad o incluso un país, a partir
de un desvelamiento de la contradicción […] los poemas artísticos ofrecen más fértil campo para comunicar
la situación misma, para que se haga patente y actúe directamente en la conciencia del lector, incluso para
que sean recibidos […] construyen ese mundo en su misma contradicción, las magnifican y distorsionan
hasta alcanzar un alto grado de teatralidad y logran que sus significados sólo se resuelvan en la conciencia
del lector” (“Prólogo” xx-xxi).
seguido un poco más tarde por la “Salutación al águila”, donde expresa la emoción opuesta. Se
puede resolver la contradicción dándole crédito a Darío por ser capaz de criticar allí donde se debe
criticar (la intervención imperialista en Cuba), y de elogiar allí donde se merece elogio (los logros
indudables de una nación trabajadora y democrática). De hecho dice más tarde en “Historia de mis
libros” que se aburría con los temas locales:
No se tenía en toda la América española como fin y objeto poético más que la celebración de las
glorias criollas, los hechos de la independencia y la naturaleza americana: un eterno canto a Junín, una
inacabable oda a la agricultura de la zona tórrida, y décimas patrióticas. (211).

“Canto a la Argentina” ocasiona un malentendido similar con sus referentes históricos


reconocibles. Cathy Jrade declara que el poema es “infaliblemente optimista, un reflejo nacional
de las aspiraciones personales de Darío hacia la armonía a través de la belleza y la cultura alta”
(Modernismo 92). Para Jrade, cantar las bondades de Argentina se considera una instancia de
Darío demostrando su americanismo. Lo es, hasta cierto punto, pero ella falla al no hacer la
conexión, como lo hace Ángel Rama, con el hecho de que el poema fue encargado por el estado
argentino como una pieza propagandística, un producto hecho a petición y por un emolumento
apropiado –“Pieza de música por pedazo de pan”. 2 Los poemas con temas explícitamente políticos
o con imágenes americanas eran compensaciones para los críticos o maneras de ganarse la vida.

El afán de probar las credenciales criollistas ya tiene sus antecedentes, como hemos visto, en Rodó
y los devotos del americanismo literario. En un artículo publicado en el número aniversario de
Nosotros en 1927 (vol. 57: 219-220), y recopilado en R.F. Giusti y R.A. Arrieta, La
profesionalización de la crítica literaria, Álvaro Melián Lafinur repasa la crítica argentina hasta
aquel entonces, estableciendo un linaje que va desde Juan María Gutiérrez, “patriarca de la
historia y la crítica literarias en el país”, pasando por Santiago Estrada y Carlos Guido y Spano,
hasta Miguel Cané, Martín García Mérou y Norberto Piñero que, junto con Cané y otros, fundaron
la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1896 (109-110). Allí brillan
por su ausencia los modernistas como Rubén Darío y Leopoldo Lugones. El artículo es como una
obra de revisionismo histórico, la revancha de un vocero de los nacionalistas contra el reto a la
hegemonía cultural de parte de los modernistas. Melián destaca y elogia a Ricardo Rojas, Emilio
Becher, Manuel Ugarte y Ernesto Quesada, “un cultor autorizado” (de hecho enemigo de los
modernistas). Elogia igualmente y sin ironía a Calixto Oyuela: “Por su seria consagración a este
género, por el rigor y valentía [...] es de las que más se singularizan en el cuadro de nuestra crítica
literaria” (111), juicio que contrasta marcadamente con el de Roberto Giusti en sus sus propios
recuerdos literarios de Oyuela: “Ese crítico dogmático”; “su casticismo intransigente” (Momentos

2
En el “El rey burgués” (Azul, publicado en 1888), se le presenta al lector una fábula alegórica y
aleccionadora sobre la necesidad de respetar y apreciar las artes creativas. Darío se mofa del rey filisteo en su
palacio, rodeado de objetos culturales de todas partes del mundo. Al no tener sensibilidad artística, el rey no
aprecia el pleno valor de sus posesiones artísticas –es un mero coleccionista. A este mundo llega un poeta
hambriento. Le dice al rey: “Señor, no he comido.” “Habla y comerás”, responde el rey. El poeta da un
discurso largo en el cual invoca los ideales de la creatividad artística, critica los jarabes que pasan por poesía e
impugna a los críticos ignorantes de su arte: “el zapatero critica mis endecasílabos y el señor profesor de
farmacia pone puntos y comas a mi inspiración”. El consejero del rey le dice que deben mandar al poeta al
jardín a darle vueltas al manubrio de una caja de música, símbolo del arte industrial repetitivo: “Pieza de
música por pedazo de pan”, declara el rey. 29-34.
59, 60). Paul Groussac, que se encontraba entre la voz oficial de la tradición y los modernistas,
recibe un mesurado halago de parte de Oyuela (ver Oyuela, citado en Melián Lafinur 111), sin
duda porque estaba todavía vivo y era un crítico de temer, y porque había sido muy ambivalente
hacia el modernismo.

Melián no sólo hace caso omiso a la erupción de los modernistas, tampoco hace referencia a las
literatas de aquella época que coexistían al lado de los hombres de letras, descuido que se repite
50 años después cuando Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo declaran que el campo literario
bonaerense del período en cuestión estaba basado en “una amistad exclusivamente masculina”
(44). Pero veinte años antes habían afirmado Héctor Lafleur y otros en Las revistas literarias
argentinas 1893-1967 (1962) que unos días después de la fundación del Ateneo, las literatas de
Buenos Aires fundaron la Sociedad Proteccionista Intelectual, “cuyo objeto era ‘proteger a las
personas que se dedican al trabajo intelectual’”:
La fundación de esta sociedad de damas, indica que la mujer participaba activamente en el
movimiento literario de la época, circunstancia que merece ser destacada. En una conferencia
pronunciada por Clorinda Matto de Turner en el Ateneo de Buenos Aires el 14 de diciembre de 1895,
por invitación de su entonces presidente, Carlos Vega Belgrano, se despliega con amplitud el parnaso
femenino de entonces: Juana Manuela Gorriti, Eduarda Mansilla de García (“La fantástica Eduarda”),
Josefina Pelliza de Sagasti [...] Juana Manso [...] Ana Pinto [...] Amalia Solano [y 16 mujeres más] (15).

Luego Lafleur y otros añaden seis nombres más de literatas “que hemos espigado en las revistas
de la época” (16). El discurso de Matto de Turner se publicó en el primer número de El búcaro
americano de febrero de 1896, revista dirigida por la peruana misma. ¿Será que los críticos e
historiadores literarios no hayan prestado suficiente atención a las escritoras por el hecho de que
no tomaban parte en los conflictivos debates sobre los méritos artísticos y políticos del
modernismo? De todos modos la omisión es significante.

De sumo interés es la postura de Paul Groussac, otro crítico que emitió juicios ambiguos y a veces
severos sobre la obra de Darío y de los modernistas en general. En Paul Groussac: un estratega
intelectual, opina Paula Bruno sobre la manera en que ejercía Groussac el poder cultural:
Seleccionar los escritos, escribir los comentarios bibliográficos y redactar los “medallones” le permitía
impulsar o censurar trayectorias, establecer límites entre lo aceptable y lo prescindible del mundo de
las producciones culturales, señalar quiénes eran para él protagonistas destacados de la
intelectualidad argentina y quiénes, decididamente, no lo eran. (79).

En la edición de la revista La Biblioteca de julio de 1896, Groussac elogia a Darío, el “poeta de


imaginación exótica con extrañas magnificencias, y de factura novedosa y exquisita: un cincelador
a lo Moréas y Régnier” (Groussac citado en A. Imbert 71). Pero ya en noviembre del mismo año
dice de Los raros de Darío lo siguiente: “Tenemos ahora al señor Darío convertido en heraldo de
pseudo-talentos decadentes, simbólicos, estetas” (“Los raros” 152); “El arte americano será
original –o no lo será. ¿Piensa el señor Darío que su literatura alcanzará dicha virtud con ser el eco
servil de rapsodias parisienses ...?” (156). Y de Prosas profanas:
La mayor y mejor parte de Prosas profanas no difieren exteriormente de las formas ya conocidas en
castellano –sino por lo acabado de la cinceladura y, sobre todo, por el licor exótico e inquietante que
en ellas nos sirve. Por mi parte, y en dosis prudente, la bebida no me perturba ni disgusta; pero
comprendo que otros estómagos no la soporten: esta doble forma de la tolerancia es un privilegio del
espíritu crítico. (Prosas profanas 160).

Y de hecho lo es. Groussac es ya un crítico moderno por, en palabras de Ángel Rama, “los
elementos de independencia crítica, de provocación en el juicio” (Rubén Darío 92).

Al fin el modernismo en Argentina fue gradualmente opacado por el fervor nacionalista con las
celebraciones que se acercaban de 1910, el centenario de independencia. El conflicto entre el
nacionalismo cultural y el cosmopolitismo surge, entonces, debido a un supuesto (pero falso)
antagonismo entre las exigencias de la consolidación nacional y la afirmación y de hecho la
inevitable influencia de otras culturas en la modernidad, especialmente dado el legado cultural del
colonialismo europeo y los avances en los viajes y la comunicación modernos hacia fines del siglo
XIX, que necesariamente ponían a los latinoamericanos en contacto más estrecho con Europa, en
particular los circuitos de consumo cultural modernos. 3 Entonces es cuestión de contexto y grado.
Darío mismo fue tildado de afrancesado, de dilettante cosmopolita y así evasivo y no auténtico. Sin
embargo era un cosmopolita “arraigado”, arraigado en la lengua castellana y esos aspectos de la
cultura hispánica-latina que unían a la mayoría de los latinoamericanos (y a los españoles también)
por encima de las divisiones nacionales sin que esa mancomunidad cultural equivaliera a alguna
auto-evidente subjetividad orgánica, o destino en común. El hecho de que Darío predicaba la
autonomía artística y el abrirse a los cuatro vientos le ganó el título de herético en el monasterio,
pero como insiste Ángel Rama:
No postuló una evasión, ni podía hacerlo, en la medida en que al contrario asumió la situación
histórica nueva con un ingente esfuerzo de comprensión y adecuación a sus veloces imposiciones [...]
ninguna poesía moderna puede prescindir de la aportación del modernismo, que estableció las bases
de una creación autónoma y vigente; nutre la poesía posterior, le permite vivir y desarrollarse. ( Rubén
124-125).

Sin duda. Sin embargo, al tratar el poema “Yo persigo una forma” en Las máscaras del
modernismo, Rama declara que el anhelo desesperado de la forma […] se puede leer como
la historia de la frustración de un proyecto de la solución intermedia de que lo proveyó el
simbolismo, a modo de compensación del fracaso” (54-55).
¿Pero no será que el anhelo de forma del poema no sea más que la proyección alegórica de
parte de una conciencia artística que se transmita al lector de manera doblemente figurativa:
una meditación sobre el arte dentro del arte (aquí la forma poética)? No necesariamente
equivale a un sentimiento de fracaso o frustración: Darío simplemente expresa la naturaleza
necesariamente incompleta del arte (lo que define parte de lo que el arte es). Es un juego de
distanciamiento del artista de su ser creativo, un leitmotiv bastante común en el arte (casi un

3
En Darío, según Ángel Rama, la modernidad corría pareja con el “cosmopolitismo”: “Era ésta la palabra
clave del progresismo de la época y aun el adolescente Martí subtitula su primer periódico patriótico:
‘Democrático y Cosmopolita`.” (“Prólogo” xviii).
clisé). El sujeto meditador evocado en el contenido del poema no es un hecho sociológico –
el Darío “real”– sino una proyección creativa. El artista tiene el derecho al desdoblamiento
psicológico-artístico en sus obras.
Bernard McGuirk hace algo parecido a Rama en su ensayo sobre la relación cuasi-
freudiano entre Darío y Mallarmé en términos de influencia, especialmente los “poemas-
cierre” de Prosas profanas (Darío) y Poesíes (Mallarmé): “tomo el caso de ‘Yo persigo una
forma’ para sugerir que el poema de Darío constituye una ‘deslectura’ creativa del soneto
de Mallarmé ‘Mes bouquins refermés sur le nom de Paphos’” (281). El ensayo se parte de
dos ejes: uno que es estético-filosófico –el principio mallarmeano de “peindre non la chose
mais l’effet qu’elle produit” (“pintar la cosa no tal como es, sino como el efecto que
produce”) (Mallarmé, citado en McGuirk 283)–; y otro que es crítico-filosófico y que viene
de Harold Bloom –“El significado de un poema fuerte es otro poema fuerte, el poema de un
precursor que se mal interpreta, revisa, corrige, evade, tuerce, hace sufrir la parcialidad que
es la propiedad del poema posterior y del poeta precursor” (Bloom, citado en McGuirk 280-
281; traducción mía, J.B.)–. McGuirk hace una comparación de los dos poemas para
mostrar como una limitación estético-filosófica inherente al arte poético de Darío le impide
seguir a Mallarmé hasta la conclusión lógica: el lenguaje gesticula hacia una ausencia no
representable. Parecería, a primera vista, que Darío es incapaz de aceptar ni la trayectoria ni
las implicaciones no-teológicas de la estética mallarmeana. Arguye McGuirk:
Mientras el poema de Mallarmé tiene como objetivo la destrucción irónica de la noción de que la
forma poética puede expresar un contenido como presencia, el soneto de Darío, en su primer verso,
re-establece la forma como objetivo de aquella búsqueda constantemente negada, frustrada sólo por
lo inadecuado de un estilo personal. La ausencia, por consiguiente, no constituye una condición
necesaria, ni mucho menos el objetivo mismo, porque el soneto de Darío implica ya, desde su primer
verso, la persecución de una trascendencia que, cada vez más en su poesía posterior, asumirá la forma
de un logocentrismo desesperado, por no decir una total teleología ética. (285).

Sin embargo, lo valioso en Darío para nosotros no es la superación de un problema filosófico-


estético (el abandono de la forma ideal, la cual Mallarmé expone como una quimera), sino la
manera artística con la que Darío intenta dar una resolución al problema. El arte no está en la
solución de problemas filosóficos (aunque sea posible que de cuando en cuando pueda cumplir
semejante función), sino en su escenificación artística.

Pero McGuirk insiste:


El sentido, sin embargo, es el de incumplimiento, de remordimiento, a diferencia de la no-presencia
convocada, o más bien la no-presencia deseada de “sein brûlé”. Es decir, el clinamen de Darío consiste
en su incapacidad o poca voluntad de aceptar le docte, núcleo de cerebralidad mallarmeana que
iguala (“égale”) la ausencia y la presencia [y además] … la incapacidad de Darío de aceptar que
Mallarmé rehúse llorar, con un lamento vacío (“nénie”), la pérdida de una trascendencia escapista por
medio del Arte visto como un vehículo hacia lo Ideal. (291).

No obstante la inhabilidad de Darío de reproducir la posición filosófico-literaria de Mallarmé –el


reconocimiento de la imposibilidad “de que la forma poética puede expresar un contenido como
presencia” (284)– la interpretación de McGuirk es bastante restringida y estrecha porque busca
juzgar el valor del poema de Darío (y por extensión, la poética de los modernistas en general) por
su supuesto escapismo de corte trascendentalista. Pero no se puede reducir la obra de Darío a
solo esto. McGuirk concluye: “Pero esto no es una condena, porque Darío no es el único que
siente malestar hacia la invitación mallarmeana al silencio.” (292). Pero si no es una “condena”, es
la acusación de fracaso, que da lo mismo aquí. Parece que McGuirk pierde de vista que la verdad
está en el arte, no en el artista –está en el intento de dar expresión a lo no expresable, no a la
resignación filosófica, aunque ésta pueda ser un tema de la literatura creativa. En vez de ver “Yo
persigo una forma mi estilo no encuentra” como un fracaso, debe verse como constitutivo del
impulse artístico en general, aunque Darío no se diera cuenta de ello, que no es seguro ya que,
como hemos comentado arriba, el poema puede ser interpretado como la proyección de una
subjetividad creativa, no el reflejo del Darío “real”.

Irónicamente, retratar la persecución de la trascendencia de parte de Darío como vana ignora la


trascendencia implícita también en la postura de Mallarmé y McGuirk mismo al creerse haber
superado profunda- y filosóficamente la dicotomía entre la ausencia y la presencia por su
igualación. McGuirk lee demasiado vigorosamente aquí. Aunque Darío no acepte la imposibilidad
de la presencia y por lo tanto la busca incesantemente, no es piedra angular que tumbe su obra
artística, sino una limitación de un aspecto filosófico de su pensar artístico. El sentido de
“incumplimiento” es lo que impulsa el proceso creativo –el arte está en el hacer, en la
performancia, y en la recepción de la misma. Dicho de otro modo, la verdad está en el arte y no en
el artista. Así, la crítica de McGuirk, aunque acertada en descifrar un posible límite filosófico-
lingüístico del pensamiento dariano, no le resta a Darío el valor de las innovaciones engendradas
durante dicha búsqueda y su habilidad de dejar un problema poético-filosófico profundo por
resolver, que quizás sólo César Vallejo intentará. En cuanto a la poesía posterior que según
McGuirk “asumirá la forma de un logocentrismo desesperado, por no decir una total teleología
ética”, McGuirk niega la existencia de poemas, por ejemplo, como la “Epístola a la señora de
Leopoldo Lugones” (analizado en este volumen por Susana Zanetti), en el cual se nota la ironía y
sarcasmo de un poeta ya en plena conciencia de su ocaso, postura que no concuerda con “ un
logocentrismo desesperado”. Y la acusación de que Darío no observa la máxima mallarmeana
–“peindre non la chose mais l’effet qu’elle produit”– es simplemente incorrecta. Muchos poemas
de Darío son interpretaciones metafóricas-parabólicas de eventos, situaciones, y sentimientos
personales, en los cuales se escenifica el efecto que producen, característica, entre otras cosas, del
Simbolismo y del Impresionismo que ejercieron efecto sobre Darío (de hecho era una de las
críticas a sus obras de parte de los tradicionalistas).

Lo social co-produce el arte –es un lugar común. Fundamenta el contextualismo de la sociología


del arte que en su forma menos sofisticada busca el fiel reflejo de las contradicciones socio-
políticas en la fábula, el contenido, la superficie de la obra. Las versiones más sofisticadas se
atienden al récit, la forma y la figuración. Pero ni la una ni la otra tiene el derecho de obligar que la
obra adopte funciones éticos-políticas. Reducir el arte que renuncia esas funciones a un clisé –“el
arte por el arte”– es equivocado y pierde la oportunidad de tratar el corazón de la promesa del
arte: the working through de la intuición creativa. La crítica tiene que ajustarse a esta “verdad”.

La Guerra hispano-estadounidense (Spanish–American War en inglés), denominada


comúnmente en España como Guerra de Cuba o Desastre del 98, en Cuba como Guerra
hispano-cubano-norteamericana, y en Puerto Rico como Guerra hispanoamericana,
fue un conflicto bélico que enfrentó a España y a los Estados Unidos en 1898, resultado de
la intervención estadounidense en la guerra de Independencia cubana.

Al final del conflicto España fue derrotada y sus principales resultados fueron la pérdida
por parte de esta de la isla de Cuba (que se proclamó república independiente pero quedó
bajo tutela de Estados Unidos) así como de Puerto Rico, Filipinas y Guam, que pasaron a
ser dependencias coloniales de Estados Unidos.

En Filipinas, la ocupación estadounidense degeneró en la guerra filipino-estadounidense de


1899-1902. El resto de posesiones españolas de Extremo Oriente serán vendidas al Imperio
alemán mediante el tratado hispano-alemán del 30 de febrero de 1899, por el cual España
venderá al Imperio alemán sus últimos archipiélagos —las Marianas (excepto Guam), las
Palaos y las Carolinas— a cambio de 25 millones de marcos.

Darío: Antiimperialista
29 enero de 2016

Por Manuel Noguera y Benito Lacayo.

En su formación Política está impregnado desde su infancia y adolescencia del ambiente


socio familiar de sus padres adoptivos, El Coronel Félix Ramírez Madregil y su tía
Bernarda Sarmiento, quienes en su casa realizaban círculos políticos revolucionarios en su
tiempo.

En el Diario La Nación de Buenos Aires, Argentina escribió el 28 de septiembre de 1912,


en la serie “El fin de Nicaragua”, “Cuando el Yanqui William Walker lleva Nicaragua sus
rifles de ojos azules, los Estados Unidos hartos y preocupados en sus asuntos de esclavistas
y antiesclavistas y el futuro imperialismo en ciernes…”

Diez años antes del nacimiento de Rubén Darío, se escenificó la Guerra Nacional con el
filibustero William Walker 1857. El Coronel Félix Ramírez, su “papa Félix”, fue
protagonista de esa guerra que desoló Nicaragua, por lo que siempre escuchó muchas
anécdotas de la misma. Sin embargo, al referirse a Walker, como analista con métodos
científicos, Rubén se distanció de las posiciones de los partidos Liberales y Conservadores
y lo juzga en su justa dimensión:

“William Walker era ambicioso, más el conquistador nórdico no llegó solamente por su
propio esfuerzo, sino que fue llamado y apoyado por uno de los partidos en que se dividía
el país y llega Walker a imperar en Granda y tuvo partidarios nicaragüenses y hasta algún
cura celebró sermón a su favor”.
Darío escribió en Chile acerca del Canal de Nicaragua y la doctrina Monroe:

“Un senador americano dijo un día en unos de sus discursos: “Si Nicaragua nos conviene,
tomémosla”, esto fue en 1854 y el senador era de apellido Brown.

En Paris en 1902 expresó: “ Desde 1895 los Estados Unidos no se preocupaba por la
América Latina… Atacaron México y se anexionaron Texas en 1835, y en 1848, Nuevo
México y California.” Y continúa: “ Buchanan proyectaba el establecimiento de un
protectorado sobre las provincias mexicanas septentrionales y pidió al Congreso el derecho
de entrar en caso necesario en territorios de México, Nicaragua y Nueva Granada, para
defender a las personas y los bienes de los ciudadanos americanos, si el Congreso hubiera
cedido el Presidente de los Estados Unidos hubiera sido pronto el dictador de América
Central.”

Como Corresponsal del Diario La Nación de Argentina en España y París, entonces cuna de
la cultura Mundial Darío, en su Prosa Periodística y connotadamente política, se dedicó a
denunciar las tropelías norteamericanas en México, Advirtiendo a Nicaragua y Nueva
Granada (Colombia), de las maniobras imperialistas por posiciones y expresiones vertidas
en el Congreso de los Estados Unidos y el interés por el Canal por Panamá, convirtiéndose
en un Ideólogo del antimperialismo y defensor de Latinoamérica. Su concepto de
Antimperialismo incluye no solo los aspectos militares, sino, los Económicos lo que aborda
en su artículo “El triunfo del Calibán” en el que expresa:

“No, no puedo, no quiero estar de parte de esos buitres de dientes de plata, son enemigos
míos, son los aporreadores de la sangre latina, son los barbaros…el ideal de esos calibanes
está circunscrito a la bolsa y la fábrica, comen cálculos, beben whisky y hacen millones
enemigos de todo ideales… tiene tiempo para todos los dioses y no creen en ninguno… en
el arte, en la ciencia, todo lo inundan y contradicen no, no puedo estar de parte de ellos, no
puedo estar por el triunfo de Calibán”.-

León, 21 de enero, 2016.

* Manuel Noguera – Benito Lacayo

Asociación Rubén Darío – Alexander Pushkin

Poesía como fuente

Análisis del contenido en cuanto a tema y argumento

Los poemas analizados en el poemario Prosas Profanas, perteneciente a la etapa preciosista


o torre marfilista, son, Era un aire suave y Blasón; aquí se llegaron a escribir lo que
llamamos poemas artefactos, al igual que predominaba los temas exóticos y símbolos de la
antigüedad; en esta etapa el arte no tiene ninguna clase de responsabilidad con la realidad
que se estaba viviendo para ese momento, sino que mas bien se tratan de alejar de esta
trabajando en su mayoría la estética de los textos; también presentaba una preferencia por
los paisajes versallescos y las innovaciones que se estaban presentando en la poesía
francesa, como lo son los versos alejandrinos.

El poema Era un aire suave se encuentra ubicado en la Francia del siglos XVIII, en donde
trata sobre la descripción de la marquesa Eulalia y su vivencia por lo pagano, por el amor a
los placeres refinados, y el como esta coquetea con varios caballeros en una fiesta por ese
mismo amor. Se podría decir que Eulalia representa a esa mujer modernista, que no teme el
buscar ese amor pasional, ni el destrozar el corazón de esos galanes que la buscan. Y el
poema Blasón es una clase de alabanza realizada al cisne por su gran belleza, su armonía,
su complejidad. En el poema éste va describiendo cada aspecto del cisne con algún
fenómeno de la naturaleza que sea de gran belleza o con algún objeto, como en el momento
que compara las alas de la ave con un abanico, o su cuello que inspira como proa ideal que
navega, al igual que menciona a la condesa que debe cuidar a los cisnes, que gozan de una
gran belleza. En el trasfondo Darío trabaja el cisne como si fuera la poesía, dando a
entender cuan bella y majestuosa es esta, y como a ésta no se le había tomado en cuenta de
una manera relevante, y como la monarquía la había marginado, pero que ya era hora de
cambiar dichos papeles.

Para el segundo caso se están analizando dos poemas extraídos del libro, Cantos de vida y
esperanza, que serían, Letanía de nuestro señor Don Quijote y Tarde del Trópico, que se
ubican en la etapa mundonovista, en donde se valoriza la latinidad en Darío, denotándose
en él el interés que aparece por los temas sociales y políticos de la época.

El poema Letanía de nuestro señor Don Quijote es principalmente una oda realizada a Don
Quijote por su característica de héroe, la valentía que este posee al enfrentarse ante toda
clase de aventuras, su búsqueda por esos ideales caballerescos, es decir, se refiere a los
valores hispánicos representados por Don Quijote, que es un personaje totalmente idealista,
frente al materialismo de las sociedad a principios del siglo XIX. Este es un buen ejemplo
de la defensa de lo hispánico frente a la cultura angla en un momento en que Estados
Unidos ya presentaba rasgos de imperialismo.

En el poema Tarde del trópico, es la descripción de una tarde nublada, que poco a poco va
oscureciéndose ya que esta atardeciendo, y al mismo tiempo se va oscureciendo porque las
nubes de lluvia aumentan y comienza la lluvia, y luego se desata una tormenta. Podría ser
que Darío nos trata de expresar como se va formando una revolución poco a poco,
momento a momento, terminando en un estallido.

Recogiendo todo lo visto en este trabajo, desde la vida del autor Rubén Darío, pasando por su obra
literaria y terminando con un análisis completo de cuatro de sus textos poéticos (pertenecientes a
sus dos más grandes obras, Prosas Profanas y Cantos de vida y esperanza), hemos podido
comprobar que junto con este autor vino una gran revolución sobre la concepción del texto poético,
una revolución donde la parte rítmica, estética y musical, van a la par de el contenido poético de
cada poema, buscando así un equilibrio y una belleza que alguna vez se tuvo y se perdió, una
revolución donde se olvidan los principios planos del realismo y se rescatan los más importantes del
romanticismo. Fue un Hombre que con su vida pesada y llena de obstáculos, y con tan solo una
sarta de hermosos poemas, logro crear una pacífica revolución, una revolución llamada
Modernismo.

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