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MODULO 3

ANTROPOLOGIA FILOSOFICA

1. Introducción.

La antropología filosófica es un objeto de la disciplina de filosofía que tiene como consigna “conócete a ti mismo”. La
antropología filosófica son las preguntas que uno se hace sobre sí mismo.

Poniendo de ejemplo el mito de Edipo Rey, Sigmund Freud se basó en él para desarrollar una teoría que determina el
comportamiento humano desde el inconsciente: denominó “el complejo de Edipo” al impulso agresivo hacia al padre y a
la inclinación amorosa hacia la madre. También menciona que nuestro terror al asistir a los hechos que se relatan en la
tragedia expresa la violencia de nuestro espanto ante la manifestación de esos impulsos inconfesables.

Pablo Ricoeur nos ofrece otra interpretación de la tragedia: “A través de la repetición de aquello que ha ocurrido, a
través de la anamnesis, el poeta trágico ha suscitado una segunda problemática, que es la tragedia de la conciencia de
sí”. El héroe trágico entra en una segunda culpabilidad que no es ya la culpa del inconsciente, sino la culpa de la
conciencia presuntuosa que ha presumido su inocencia; por eso ha de ser castigado de su orgullo.

Esta leyenda nos lleva a reflexionar acerca del destino del hombre. El hombre está condenado al error y al dolor; este es
el mensaje de la sabiduría mítica. El más sabio de los hombres, es a fin de cuentas el peor de los mortales. Por un lado, el
héroe trágico derrota con su sabiduría a la Esfinge y devuelve la dicha a su patria, pero por otro, él no se conoce a sí
mismo, no ha alcanzado la autoconciencia. Es biforme: devela el enigma porque sabe qué es el hombre, pero interioriza
el enigma porque no sabe todavía quién es el mismo.

A partir del siglo XIX con la aparición del psicoanálisis y de pensadores como Marx y Nietzsche, la filosofía y la
antropología filosófica, se enfrenta a un nuevo desafío. Se empieza a poner en cuestión el fundamento mismo y el
origen de toda significación. Se pone en juego la posibilidad de una antropología capaz de asumir la dialéctica del
consciente y del inconsciente.

Ha habido en todas las épocas una idea del hombre ligada al mundo en que estaba inmerso. Algunos autores han
intentado una historia de esta disciplina, una descripción de como el hombre se ha problematizado a sí mismo en cada
época histórica. El filósofo italiano Gianni Vattimo, al analizar la sociedad actual, a la que denomina “posmoderna” por
considerar que la modernidad en algunos sentidos esenciales ha concluido señala dos características cruciales en ella:

1. Ya no podemos seguir sosteniendo la idea de una historia unitaria y progresiva.


2. Una sociedad de la comunicación generalizada debido al protagonismo que asumen los mass media.

Según Vattimo, el advenimiento de la sociedad de la comunicación ha multiplicado las visiones del mundo y del hombre
y no hay una que pueda imponerse como la verdadera frente a las demás.

2. La concepción del hombre en la Antigua Grecia.

La época moderna parte del supuesto de la igualdad de todos los hombres y del individuo como elemento constitutivo
de la sociedad. Los antiguos griegos partían de los supuestos contrarios. Los hombres son una parte de la gran cadena
del ser, dentro de la cual existen grados y jerarquías. Dentro del conjunto de seres existentes, hay que diferenciar a los
seres vivos; y dentro de estos últimos se encuentra una escala jerárquica de acuerdo con los distintos tipos de vida y de
lo que da vida o alma. Aquello que caracteriza a todos los seres vivos es la existencia de un principio vital, es decir, un
alma. Aristóteles la define como “la forma de un cuerpo organizado (materia) que tiene la vida en potencia”. El hombre,
como ser viviente, es un ser compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo es la “materia” y el alma es la “forma” del
compuesto humano. Es una realidad única, compuesta de elementos diversos, distinguibles sólo por el pensamiento,
pero no en la realidad. Con esta concepción, Aristóteles se está oponiendo a la tradición pitagórico-platónica, según la
cual el alma era algo separable y transmigraba de cuerpo en cuerpo. Para Aristóteles no existe dualismo, pues cuerpo y
alma son dos elementos de una sola substancia, es decir, de un solo ser.

En esta jerarquía, cada grado es superior al anterior, lo presupone e incluye. Así el alma sensitiva además de su función
propia, incluye la función del alma vegetativa, y el alma intelectiva la de las dos anteriores. Esta inclusión no debe ser
entendida como una sumatoria, las funciones que se incorporan lo hacen a una nueva unidad. Aristóteles distingue tres
tipos de seres vivientes de acuerdo con los distintos tipos de alma y sus funciones: el alma vegetativa que cumple una
función nutritiva; el alma sensitiva que cumple una función sensitiva y motriz y el alma intelectiva que cumple la función
pensante.

1. El primer grado de la vida es el más elemental e inferior, en él los vivientes cumplen la función vegetativa que
consiste en alimentarse, crecer y reproducirse (plantas).
2. El segundo grado está compuesto por los brutos (seres animados que no están dotados de razón). Lo propio de
estos seres es el conocimiento sensible y el deseo (o apetito sensible).
3. El tercer grado (alma intelectiva) es el que corresponde a los hombres, en ellos además de las funciones
anteriores se encuentra la razón (lógos) y el apetito racional (o voluntad).

Lo propio de los seres humanos es el alma que tiene la capacidad del lógos, que puede traducirse por “razón” y por
“palabra”. Lo que distingue a los hombres de los otros seres vivos es esta capacidad de hablar y de resolver las
cuestiones a través de la palabra, de razonar y argumentar.

Según Aristóteles, hay tres formas diferentes de participar de la razón o de ser racionales:

1. Están los hombres que sólo tienen la capacidad de comprender lo racional, lo que les permite obedecer y
ejecutar las órdenes que se les dan (esclavos).
2. Están los seres humanos que tienen una participación mayor que aquellos que sólo entienden lo que se les
ordena, que son los que además de comprender y obedecer, son capaces de tomar decisiones (mujeres).
3. Finalmente, los hombres que alcanzan el nivel superior, que es la capacidad de deliberar. No se trata solamente
de plantear respuestas a las cuestiones (respuestas mejores o más racionales), sino que además pueden evaluar
las condiciones de los problemas, lo que es propiamente deliberar.

Aristóteles define al hombre como un zoon politikón, es decir, como un ser dotado de vida cuya naturaleza se realiza en
la polis. Esto implica que el hombre escindido de la polis no es hombre,

porque no tiene garantizadas las condiciones necesarias para bastarse a sí mismo como humano plenamente. Según
Aristóteles, sólo la polis es capaz de garantizar la seguridad de sus componentes mediante la defensa común y de
satisfacer sus necesidades por la diversidad de tareas que en ella se realizan. Lo esencial es que en ese medio el hombre
realiza su naturaleza, allí la vida humana encuentra su manifestación más plena. En el orden social hay una prioridad de
la polis sobre las anteriores organizaciones y sobre los individuos.

El fin humano que sólo puede realizarse en la polis es la eudaimonía o felicidad. La polis brinda los medios necesarios e
impone las normas convenientes para que los hombres realicen su esencia, por ello es que su finalidad no es
exclusivamente biológica, sino más bien moral.

La autoridad común de la polis habrá de ocuparse de la defensa común y de la organización del intercambio, y tiene que
establecer relaciones de justicia entre sus miembros y que fomente en ellos una voluntad justa. La vida en la polis no
sólo aporta las condiciones materiales que el hombre requiere, también le proporciona el medio adecuado (orden justo)
para que se realice como ser racional.

Aristóteles afirma que no todos los hombres son iguales por naturaleza. Hay hombres que son libres por naturaleza y
hay otros que no tienen esta esencia, que son los esclavos por naturaleza. Los primeros son capaces de conducirse a sí
mismos de un modo racional, los segundos tienen inteligencia suficiente como para comprender y obedecer, pero no de
conducirse a sí mismos. Así el esclavo realiza su esencia al mismo tiempo que cumple con una función necesaria en la
polis. Para Aristóteles la esclavitud no es el resultado de una necesidad social, sino la manifestación de un modo de ser,
pueden superarse las necesidades, pero no las esencias.

Por estas diferencias “naturales” es que la justicia sólo puede aplicarse adecuadamente entre iguales.

Aristóteles concluye que un hombre separado o escindido de la polis, ni siquiera es hombre, ya que no tendría
garantizadas las condiciones necesarias para su realización plena.

3. La concepción del hombre en el cristianismo.

La concepción del hombre en la filosofía de San Agustín tiene su base en la aparición del Cristianismo, en la novedad
sorprendente de su propuesta de cara a la historia humana, de tal modo que se plantea el surgimiento de un hombre
nuevo y un mundo nuevo.

Los primeros pensadores cristianos señalaron analogías y diferencias entre las filosofías paganas (griega y romana) y el
mensaje evangélico.

La primera gran síntesis filosófica de este encuentro entre el viejo mundo pagano y el nuevo mundo cristiano, se forja
precisamente en el pensamiento de San Agustín.

Su pensamiento respondió a la necesidad de una nueva sistematización filosófica. Por un lado, entonces, la gran
tradición grecolatina, su asimilación y absorción dentro de la nueva realidad, para construir un nuevo sistema de
pensamiento. Por otro lado, con respecto a la novedad del cristianismo, el tratamiento de problemas tales como la
libertad, la historia, el hombre concebido como persona, el ser humano como universal, etc.

El pensamiento de San Agustín (filosofía cristiana) se basa en la idea de libertad está vinculada con las ideas del mal y de
la caída. La voluntad es buena por naturaleza, y el mal se origina cuando el hombre hace un mal uso de la voluntad. No
es el libre albedrío el que es malo, sino el mal uso que se hace de él.

Con esto se habla del mal moral. Aquello que consideramos un mal físico o mal natural es visto como mal debido a la
finitud de la comprensión humana.

San Agustín señala que el libre albedrío tiene una doble limitación: Una limitación ontológica, que depende del hecho de
que el hombre es un ser creado y por lo tanto finito; y una limitación moral, que depende del pecado original.

Puesto que el hombre es libre, es responsable. La voluntad del hombre puede someterse al influjo de las pasiones, en
vez de seguir la parte superior: el espíritu. Pero, aunque por naturaleza esta voluntad debe tender a Dios, por ser libre
también puede rebelarse y aquí está la raíz del mal y del pecado. El hombre es responsable de esta elección: por lo
tanto, debe aceptar la responsabilidad e imputabilidad de sus actos.

Para San Agustín, el hombre puede definirse como un alma que se sirve de un cuerpo. El hombre es un ser compuesto
de alma y cuerpo. El hombre es la unidad del alma con el cuerpo y no un alma encadenada al cuerpo, como decía Platón.
Sostiene que el hombre tiene como fin la felicidad, pero la novedad es que dicha felicidad sólo puede hallarse en Dios.

Agrega que el hombre ha sido hecho esencialmente para vivir en sociedad, y elabora su teoría de las dos ciudades: la
ciudad de Dios y la ciudad terrena. La ciudad de Dios, que es la de aquellos que han elegido vivir según el espíritu, y la
ciudad terrena, que es la de aquellos que han elegido vivir según las pasiones.

4. La concepción de la naturaleza humana en el Siglo de las Luces

En Occidente, se ha llamado al siglo XVIII «el siglo de las luces» y, ciertamente, lo es. El imaginario de las luces de la
razón extendiéndose sobre las tinieblas del oscurantismo. Para que esto suceda, se produjeron acontecimientos tan
significativos como la emancipación de los pueblos de América del Sur, la independencia de los Estados Unidos de
Norteamérica, la Revolución Francesa o el desarrollo del capitalismo competitivo inglés.
El movimiento de la Ilustración o Iluminismo es una continuación del Humanismo renacentista y del Racionalismo del
siglo XVII, pero no puede ser reducido a éstos; porque aquél no es solamente una apelación a la razón sino una
reivindicación de la libertad y de la autonomía humanas. La Ilustración es la expresión de la confianza del hombre en sí
mismo, en sus capacidades y en sus poderes, para conformar el mundo de acuerdo con su dignidad.

La concepción ilustrada expresa la conciencia que la burguesía europea tiene de sí misma, del

crecimiento de su poder y capacidad, y la decisión de salir de toda tutela exterior. El desarrollo del poder económico y la
acumulación de capital en el siglo XVIII habían permitido a la burguesía acceder a la decisión política autónoma.

La historia se convierte en racional construyéndola a partir de principios racionales, adecuando la historia a la razón,
construyendo la sociedad nuevamente desde principios racionales: éste es el intento de la Revolución Francesa. La
pretensión de construir la realidad y la historia a partir de la razón es la tarea de la revolución, pero el desarrollo de este
poder requiere de un conocimiento de las condiciones de posibilidad, los límites y los alcances de la razón. A esto Kant lo
llama “crítica de la razón”.

Se cuestiona el conocimiento y la sociedad en su conjunto, la política, la economía, el arte, la religión. Este


cuestionamiento de las condiciones de los distintos ámbitos de la realidad, de las posibilidades y los límites, es lo que se
llama “crítica”. El individuo sólo se consideraba digno de ser hombre si se comportaba críticamente respecto de la
realidad y no aceptaba el orden establecido pasivamente o por mera costumbre.

En el siglo XVIII, la burguesía prepara su último asalto al poder con la Revolución Francesa en que la clase triunfante
formula los valores morales, estéticos, políticos, epistemológicos, que habrían de sustentarse desde entonces. Elabora
también un modelo de hombre, que se impondrá como el ideal a imitar por todos los pueblos del mundo.

Inmanuel Kant dice: ““La Ilustración es la salida del hombre de su auto culpable minoría de edad”. Auto culpable porque
no es un estado que resulte de la edad cronológica, sino más bien de la falta de conciencia histórica del hombre.

Para Kant hay una sola instancia responsable de los actos: la conciencia moral. Esta instancia nos define desde adentro
como hombres. Lo que caracteriza esta salida de la minoría de edad es una libertad responsable, la capacidad de darse a
sí mismo las propias normas, sin que sean impuestas desde el exterior. El ejercicio de la libertad exige autodominio.

Kant considera al hombre como un ser que pertenece a dos mundos:

1. Es hijo de la naturaleza y está sujeto a su legalidad como cualquier criatura


2. Habita en él la ley moral y, en ese sentido, pertenece al reino de la libertad.

Una de las novedades que trae la concepción ilustrada es el papel activo del hombre en todos los terrenos en que se
desenvuelve.

Ya se dijo que el siglo XVIII es la época de despegue del capitalismo, unido a la racionalización de la vida, trabajo, función
publica, etc. La mentalidad ilustrada es profundamente analítica: no deja de establecer distinciones, separar planos,
dislocar los ámbitos. Separa la esfera del trabajo y la producción de bienes para la satisfacción de las necesidades de la
comunidad política.

John Locke fue el fundador del liberalismo político, pero la obra de Adam Smith dio un giro decisivo en la concepción
liberal de la sociedad, elaborando los principios del capitalismo liberal y comprendiendo de manera simple las leyes que
gobiernas el sistema social.

Para Hume coexisten móviles egoístas y desinteresados en la naturaleza humana que no pueden reducirse unos a otros.
Smith, a partir de esta premisa, afirma que las acciones de los hombres no dependen solamente del interés individual y
egoísta, sino también del juicio de los demás. Es así como la sociedad se convierte en un intercambio de servicios entre
los individuos.

Smith sostiene la tesis de la libertad en la búsqueda de la riqueza es condición del progreso y fuente de la desigualdad
social.
Se han señalado dos de los valores que propugnaron los ilustrados:

1. Libertad radical: el hombre tiene el derecho infinito de iguales el mundo conforme a su pensamiento.
2. Utilidad.

Estos valores pueden contradecirse porque si nuestros actos están determinados por el interés, entonces, nuestra
voluntad ya no es autónoma, sino subsidiaria de una pauta que le es completamente exterior.

Hacia los siglos XV y XVI se había empezado a disolver el orden feudal y asumió el orden social burgués. Surge una nueva
entidad: el individuo, que yergue la dignidad del hombre como el más alto valor, al tiempo que se derrumba el
paradigma teológico vigente hasta entonces.

El tercer baluarte de los ilustrados fue la igualdad política y jurídica (principal defensor fue Rousseau). El ideal
rousseauniano era el de una sociedad lo más igualitaria posible en la que la libertad pudiera ser ejercida por todos los
ciudadanos cuyo único yugo sería el de la ley.

5. La concepción del hombre en el Romanticismo

5. a. El modelo de hombre pleno o íntegro

Hacia fines del siglo XVIII surgió un movimiento cultural como reacción al Iluminismo y a los efectos de la revolución
industrial, a los que criticó por unilaterales y reduccionistas, pues solo valoraban una parte de lo humano (lo racional). A
este movimiento se lo llamó Romanticismo. El ideal de romántico y su objetivo fundamental es el desarrollo de la
libertad en un sentido pleno: la realización de todas las potencialidades naturales y humanas. El Romanticismo es la
reivindicación de la multiplicidad y de las diferencias, la afirmación del contenido particular, e incluso singular, contra el
predominio de las formas. El Romanticismo le da un contenido positivo a la modernidad: el hombre ya no se define por
su capacidad racional sino por su acción. El ideal del romántico es la realización de una personalidad individual armónica,
en la cual todas sus capacidades estén armonizadas, en concordancia, y una sociedad integrada por un orden orgánico y
vital.

Para Schiller la humanidad en su sentido pleno es la unidad de lo formal (el pensamiento) y lo material (lo corporal),
ambos aspectos se encuentran equilibrados. El modelo a imitar es el hombre griego, que toma por modelo a la
naturaleza que todo lo une. Por el contrario, considera al hombre moderno como alienado (provocado por el trabajo
serial impuesto por la forma de producción industrial) y fragmentado (entre razón y naturaleza), significando que no
alcanzó la armonía. El hombre moderno ha sacrificado su sensibilidad, su emoción y ha hipertrofiado su entendimiento.
Solo el arte puede devolver al hombre su esencia.

La capacidad más rica y más vasta del hombre y su más valioso vínculo con el mundo es, para el romántico, el
sentimiento, lo afectivo, la pasión, el mito e, incluso, la fe.

El Romanticismo es un movimiento negativo y crítico del tiempo presente, pues percibe que la historia estaba animada
por dos procesos contradictorios y complementarios: el desgarramiento y la integración, y que el hombre está
fragmentado y escindido lo que impide un desarrollo armónico de todas las posibilidades de su ser. El Romanticismo
critica tanto al Iluminismo como al orden burgués. Su perspectiva histórica es opuesta a la del Iluminismo. No ven un
progreso en el desarrollo de las sociedades, sino un regreso. Los románticos expresan un pensamientos profundamente
nostálgico y pesimista.

El romántico lucha por un desarrollo de la personalidad individual en todos los planos y con todas sus potencialidades y
capacidades. Percibe a la sociedad como una represión de los instintos naturales y sanos, como un envilecimiento de lo
humano.

El iluminista mira hacia afuera, hacia la naturaleza conocida por la ciencia y controlada por la técnica. El romántico, por
el contrario, se vuelve hacia adentro, hacia los conflictos internos del hombre y sus contradicciones con la sociedad.
Los románticos piensan que el hombre debe reencontrar su verdadera naturaleza, reprimida o pervertida por los
controles sociales y confían en lograrlo sobre todo gracias al arte.

5. b. Los tipos de hombres según Nietzsche

Friedrich Nietzsche parte de algunas de las reflexiones críticas que planteaba en Romanticismo, pero rápidamente su
propia filosofía se apartará de dicho movimiento y se volverá cada vez más radical, puesto que considera al
romanticismo heredero del Cristianismo.

Nietzsche discute y critica de manera radical todos los valores existentes, hacia la raíz misma del problema del Hombre.
El Romanticismo realiza una crítica a los valores heredados e impuestos acríticamente por la Ilustración, pero Nietzsche
va a hacer una crítica al valor de los valores.

Al método filosófica capaz de llevar adelante esta tarea critica de analizar el valor de los valores Nietzsche le da el
nombre de “genealogía”. En una de sus obras de madurez, titulada La genealogía de la moral. Un escrito polémico,
intentará descubrir cuál es la génesis o el origen de los valores morales actuales. Su interés está en analizar la potencia
creadora misma de los hombres, los tipos de potencias posibles, en función de la cual los hombres crean valores.

Según Nietzsche, todo lo que existe es potencia en movimiento, fuerzas que no dejan de desplegarse, replegarse,
transformarse unas en otras, de aumentar o disminuir. La vida es el esfuerzo constante de conquistar cada vez más vida,
cada vez más potencia de vida (voluntad de poder). El placer es la conciencia de que mi potencia está en aumento; el
dolor es la conciencia de su disminución.

Aplicando el método genealógico Nietzsche busca la génesis, el momento en que los hombres crean, fabrican y modelan
sus valores. Los valores son la exteriorización o expresión de la potencia y de las fuerzas creadoras de los hombres: los
hombres crean sus propios valores, y al hacerlo, expresan su potencia. Nietzsche dice que pueden dividirse en dos
grandes tipos:

1. Potencias o fuerzas activas: tienden a expandirse, desplegarse hasta el límite de lo que pueden.
2. Potencias o fuerzas reactivas: tienden a contraerse, concentrarse, replegarse, y que jamás van hasta el límite de
lo que son capaces.

A partir de estos dos tipos de fuerzas Nietzsche va a definir dos tipos de hombres:

1. Señor, noble, hombre superior:


a. Fuerzas activas.
b. Quiere desplegar la potencia exuberante de la vida, quiere que las fuerzas avances y tiendan al límite de
lo que pueden. No quiere conservar la vida o auto-conservarse.
c. Es aquel que al momento de definirse y darse una identidad parte siempre de sí mismo.
d. Es aquel que quiere que triunfe la vida, aunque perezca la Verdad.
2. Esclavo, plebeyo, hombre inferior:
a. Fuerzas reactivas.
b. Quiere depotenciar la vida, que la vida retroceda y se empobrezca, que las fuerzas se repriman y se
distiendan, puesto que buscan conservarse y valora su propia auto-conservación.
c. Al momento de definirse y darse una identidad parte siempre de otro.
d. Es aquel que quiere que triunfe la Verdad, aunque perezca la vida.

No se refieren a jerarquías sociales o políticas, sino que se refieren al espíritu, al tipo de voluntad o fuerza.

La genealogía es la herramienta de combate con la que Nietzsche desnuda la psicología del tipo noble y del tipo esclavo,
la forma en que crean valores, la forma en que construyen su imagen del mundo y del hombre.

Ambos tipos de hombre son creadores de valores: los esclavos también crean valores. Nietzsche dice que solo pueden
crear valores propios de la reacción, valores decadentes, nihilistas, valores que niegan al hombre la posibilidad de
expandir sus potencias porque la reprimen, valores que suscitan el odio y el resentimiento contra la vida y contra todo
otro modo de existencia superior que intente llevar su potencia hacia el límite de lo que es capaz. Nietzsche considera
que el Cristianismo es el gran enemigo del hombre y de la vida, porque su imagen del mundo y del hombre ha triunfado
en Occidente y porque esa imagen consiste en establecer la idea de que el tipo humano superior es el sacerdote.
También considera que la moral cristiana es la forma de reacción, negación y represión más acabada en el plano moral.

Nietzsche considera que hay que realizar una transvaloración de todos los valores. El hombre jamás llegará a desarrollar
y expresar su verdadera potencia si persiste bajo los valores actuales que reprimen la expansión de las fuerzas. Es
necesario liberar las fuerzas creando nuevos valores, una nueva imagen del mundo, del hombre y del pensamiento;
valores que sean el sello de que el hombre se supera a sí mismo.

Según el nacimiento de la crítica disuelve las esencias de los valores como algo permanente e Inalterable. Los valores no
son eternos, son creados cada vez y surgen de la voluntad humana que es creadora. Considera que Ia vida es creación y
superación, es un escalón más en la evolución creadora. Para él la vida es heroísmo, defiende un ideal de vida
aristocrático y critica las tendencias igualitarias de la sociedad de su tempo.

Súper-Hombre

Este proceso de tres cambios nos lleva al superhombre: el creador de nuevos valores 1) Camello: por sus grandes
esfuerzos, sacrificio, y resignación. Se arrodilla y se somete al deber. 2) León: la imagen del espíritu libre que rompe sus
cadenas, y debe hacer diciendo “yo quiero” 3) Niño: el niño crea su propio mundo, el hombre lucha por su propia
voluntad retirando del mundo conquistado, que ahora es su mundo, el que crea sus propios valores considerándolo
como verdadero

Nietzsche se opone tanto a la imagen del hombre ilustrado de Kant, como a la del Romanticismo. Contra Kant dice que
se trata de una filosofía y una moral que, al estar anclada en un “sujeto trascendental”, no hace nada más que construir
hombres uniformes, unidimensionales.

6. La concepción del hombre en el existencialismo

El existencialismo surgió con fuerza después de la Primera Guerra Mundial en defensa de la singularidad y autonomía del
existente humano. El existencialismo tiene una postura crítica respecto del modelo positivista de la ciencia cuya
estructura supone alguna forma de esencialismo. Este sostiene que lo real es en última instancia esencia. La esencia
precede y fundamenta a lo existente. Por el contrario, Jean Paul Sartre y los demás autores existencialistas afirman que
la existencia precede a la esencia.

Para Sartre, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto: este ser es el hombre. En este contexto,
existencia significa “lo que está ahí”, “ser/estar ahí”. Existencia hace referencia a aquel ser que está ahí, antes de que se
defina su esencia. Los existencialistas parten del principio general de que la existencia precede a la esencia y que la
libertad, precede al ser.

El hombre empieza por existir, se encuentra en el mundo y sólo después se define: el hombre empieza por no ser nada,
y solo después será, y será tal como se haya hecho. El hombre no es otra cosa que lo que él se hace.

El hombre existe y, en su ser existente, es subjetividad. El hombre comienza por existir arrojado hacia un porvenir y con
conciencia de proyectarse hacia ese futuro. Por eso mismo se hace también responsable del mismo. La esencia del
hombre no está predeterminada, sino que se realiza como proyecto a partir de cada existencia concreta, entonces cada
hombre es responsable por la esencia del hombre, y al elegir, cada uno elige al hombre. La absoluta responsabilidad que
implica esta condición de ser siempre yo y solo yo el que elige, genera un sentimiento de angustia, de desamparo e
incluso de desesperación. El existencialismo afirma que el hombre es angustia y esto corresponde a todos los que
sienten realmente las responsabilidades.

Si bien el hombre no está determinado por ninguna esencia o naturaleza, se puede hablar de una condición humana,
entendiendo por tales necesidades del hombre de estar en el mundo, de estar allí en el trabajo, de estar allí en medio de
otros y de ser allí mortal. Desesperanza significa no esperar nada de la naturaleza del hombre porque no hay tal
naturaleza. La única realidad del hombre es lo que hace: su acción.

El hombre se hace, no está ya hecho desde el principio, se hace al elegir su moral, y la presión de la circunstancia es tal
que no puede dejar de elegir una.

La moral existencialista reclama la libertad como fundamento y fin de toda acción humana.

LECTURA Y ANALISIS DE TEXTOS

a. El hombre es un ser animado que habita en la polis (Aristoteles)

Si uno presta atención desde un comienzo al desarrollo natural de los seres, podrá observar el problema de la
constitución, la organización y la forma de gobierno propia de las polis de mejor modo.

En primer lugar, es importante que se emparejen los seres que no pueden subsistir uno sin otro. Por ejemplo, la hembra
y el macho. O, también, lo que por naturaleza domina y lo dominado (amo y esclavo), para su supervivencia. Porque el
que es capaz de deliberación con su lógos es un gobernante natural, un jefe natural. El que es capaz de realizar las cosas
con su cuerpo es súbdito y esclavo, también por naturaleza. Amo y esclavo tienen una conveniencia común.

Hay tres grados o tipos humanos: los varones libres, las mujeres y los esclavos. Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo
ocupan el mismo rango ya que carecen del elemento gobernante por naturaleza. Así que su comunidad resulta de
esclavo y esclava.

De las dos comunidades, la originaria es la casa familiar. La familia es la comunidad, constituida por naturaleza, para
satisfacción de lo cotidiano (supervivencia), por los que Carondas llama “compañeros de panera”, y Epiménides de
Creta, “los del mismo comedero”.

La primera comunidad que a su vez resulta de muchas familias y cuyo fin es servir a la satisfacción de necesidades que
no son meramente las de cada día, es la aldea [municipio].

Se podría llamar a la aldea [municipio], si se atiende a su naturaleza, una extensión de la familia, constituida como está
por quienes han mamado la misma leche, por sus hijos y por los hijos de sus hijos. Esta es la razón por la cual nuestras
polis fueron primero gobernadas por reyes, y lo son aún las naciones extranjeras, porque concurrieron elementos
sometidos a autoridad real –ya que toda familia es regida por el más viejo como por un rey-; y así lo fueron las aldeas a
causa de la consanguinidad entre sus miembros.

Las familias ciclópeas (poetas) estaban dispersas. Por esto, todos hablan de los dioses como sometidos a un rey, y como
los hombres se representan a su imagen la forma de los dioses.

La polis [ciudad] es la comunidad procedente de varias aldeas; es perfecta (realización plena), ya que alcanza el fin de la
autosuficiencia, y que tiene su origen en la urgencia del vivir, pero subsiste para el vivir bien. Así que toda polis [ciudad]
existe por naturaleza, del mismo modo que las comunidades originarias. Ella es la finalidad de aquéllas, y la naturaleza
es finalidad, es decir, la polis realiza aquello que las otras comunidades no pueden realizar por si solas.

La polis [ciudad] es una de las cosas que existen por naturaleza y que el hombre es, por naturaleza, un ser que vive en
polis, y resulta también que quien por naturaleza, y no por casualidad, carece de polis, es o bien un ser de naturaleza
inferior o superior a un hombre. Quien por naturaleza es de tal condición es además amante de la guerra, o sea, es
agresivo por naturaleza.

La razón de que el hombre sea un ser que vive en polis, más que cualquier otro animal gregario, es clara. Solo el hombre
posee la palabra (razón). La voz es una indicación del dolor y del placer; por eso la tienen también los otros animales. En
cambio, la palabra existe para manifestar lo conveniente y lo dañino y, en consecuencia, lo justo y lo injusto. La
participación comunitaria en estas cosas es la que fundamenta a la casa familiar y a la polis [ciudad].
Por naturaleza, la polis [ciudad] es anterior a la casa y a cada uno de nosotros. Todas las cosas se definen por su
actividad y su capacidad funcional, de modo que cuando éstas dejan de existir no se puede decir que sean las mismas
cosas, sino homónimas. Así que está claro que la polis [ciudad] es por naturaleza y es anterior a cada uno. Porque si cada
individuo, por separado, no es autosuficiente, se encontrará, como las demás partes, en función del conjunto. Y el que
no puede vivir en polis [sociedad], o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la polis [ciudad], sino
que es una bestia o un dios.

La injusticia es más feroz cuando posee armas, y el hombre está dotado naturalmente con armas que ha de emplear al
servicio de la sabiduría y de la virtud; pero puede utilizarlas precisamente para las cosas opuestas. Por eso, sin virtud, es
el animal más impío y más salvaje, y el peor en su sexualidad y su voracidad. La justicia, en cambio, es algo propio de la
polis (social), como que la justicia es el orden de la polis, y la virtud de la justicia consiste en la apreciación de lo justo.

b. La moral de los señores y la moral de los esclavos (Nietzsche)

A través de las numerosas morales hay ciertos rasgos que se repiten juntos y que se coligan entre sí de modo regular:
hasta que por fin se me han revelado dos tipos básicos: Hay una moral de señores y una moral de esclavos; incluso en el
mismo hombre, dentro de una sola alma. Las diferenciaciones morales de los valores han surgido o bien entre una
especie dominante, la cual adquirió conciencia, con un sentimiento de bienestar, de su diferencia frente a la especie
dominada —o bien entre los dominados, los esclavos y los subordinados de todo grado. Cuando los dominadores son
quienes definen el concepto «bueno», son los estados anímicos elevados y orgullosos los que son sentidos como aquello
que distingue y que determina la jerarquía238. El hombre aristocrático separa de sí aquellos seres que los desprecia.
Una creencia fundamental de todos los aristócratas es que el pueblo vulgar es mentiroso. Se daban el nombre de los
veraces a sí mismos los nobles en la antigua Grecia. La especie aristocrática de hombre se siente a sí misma como
determinadora de los valores. Todo lo que conoce que hay en ella misma lo honra: semejante moral es autoglorificación.
El hombre aristocrático socorre al desgraciado por un impulso engendrado por el exceso de poder.

Las cosas ocurren de modo distinto en el segundo tipo de moral, la moral de esclavos. Se expresará aquí una suspicacia
pesimista frente a la entera situación del hombre, tal vez una condena del hombre, así como de la situación del mismo.
La mirada del esclavo no ve con buenos ojos las virtudes del poderoso: esta mirada posee escepticismo y desconfianza,
es sutil en su desconfianza frente a todo lo «bueno» que allí es honrado. La moral de esclavos es una moral de la
utilidad. Así se formó antítesis «bueno» y «malvado»: —se considera que del mal forman parte el poder y la
peligrosidad, así como una cierta terribilidad y una sutilidad y fortaleza que no permiten que aparezca el desprecio.
Según la moral de los esclavos, el «malvado» inspira temor; según la moral de señores, es cabalmente el «bueno» el que
inspira y quiere inspirar temor, mientras que el hombre «malo» es sentido como despreciable250. La antítesis llega a su
cumbre cuando, de acuerdo con la conciencia propia de la moral de esclavos, un soplo de menosprecio acaba por
adherirse también al «bueno» de esa moral, porque, dentro del modo de pensar de los esclavos el bueno tiene que ser
en todo caso un hombre no peligroso: es bonachón, fácil de engañar, acaso un poco estúpido, un buen hombre.

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