Está en la página 1de 25

Las puertas diagnósticas

El propósito de esta fase es desarrollar hipótesis iniciales que sirvan de guía en la


explotación de los vericuetos de la primera entrevista. Desarrollar hipótesis provisionales
que serán corroboradas en la entrevista (estas hipótesis se completarán y revisarán con
la nueva información que se vaya reuniendo a lo largo del tratamiento).
Empezar por determinar la etapa del ciclo vital de la familia y los trabajos y
problemas predecibles en esa etapa.
Sobre esta base, construir hipótesis usando otros datos tales como la naturaleza
de la persona referente, el tono emocional transmitido por la persona que ha contactado
por teléfono y el miembro de la familia identificado como “el paciente”. Un conocimiento
de la teoría familiar y una estrecha supervisión son esenciales en la formación de
hipótesis verificables. Los principiantes no deben esperar de sí mismos la inmediata
confección de hipótesis exactas. Esta habilidad se desarrolla con la experiencia y la
supervisión.
Desarrollar una estrategia para la primera entrevista, incluyendo preguntas
concretas, observaciones o tareas que faciliten la recogida de datos y ayuden a probar la
hipótesis (la estrategia ayudará a prevenir el desorden de ideas y la confusión en la
sesión).
Habiendo desarrollado hipótesis iniciales y una estrategia de trabajo, hay que
tener cuidado de quedar abierto a las características propias de la familia y a la
información que apoye hipótesis alternativas.
El diagnóstico es un proceso estimativo en evolución conectado recursivamente
con el efecto terapéutico de la investigación del terapeuta sobre una o más personas
consideradas en su contexto relacional y emotivo. El diagnóstico se identifica con las
hipótesis formuladas a medida que el proceso terapéutico avanza. Crear un contexto
relacional de deutero-aprendizaje. Se exploran el contexto de vida y en el que se han
manifestado sus problemas que contribuyen a la evolución y persistencia de los mismos.
mostrar al paciente una visión alternativa de sus síntomas y de sus relaciones familiares
mediante un trabajo reconstructivo-comprensivo con el objetivo de co-construir una
nueva epistemología; prescripciones estratégicas para la contención-extinción de los
síntomas; prescripciones para controlar las hipótesis o producir un cambio relacional; a
veces definiciones y prescripciones paradójicas. Relación pasado-presente-futuro, “el
pasado está contenido en el presente que condiciona el futuro”.

1ª puerta: diagnóstico sistémico

1
El conocimiento de los datos de hecho de la historia de paciente y de su familia,
que hemos recogido en las entrevistas preliminares. Los datos de hecho más
importantes son los que emergen inmediatamente como elementos necesarios para
encuadrar la descripción de un problema (acto inicial de cualquier consulta), es decir, la
composición de la familia, con edad, títulos académicos, profesiones (con atención a las
diferencias significativas en cada uno de estos datos), orden de nacimiento,
enfermedades, muertes separaciones, fracasos existenciales, sucesos dramáticos como
per secuciones y guerras, etc.
La observación en el aquí y ahora de cómo se relacional familia tanto en su
interior como con el profesional que entra en contacto con ella (la primera puerta).

Dimensión estructural: los sistemas de pertenencia

Descrita por Minuchin, se refiere al organigrama de la familia en términos de


jerarquías, cercanía/lejanía, límites, subsistemas,... Esta dimensión permite rápidamente
diseñar una serie de estrategias de intervención. Por ejemplo, en la estructura madre e
hijo muy cercanos y padre ausente, se trabaja para acercar el hijo al padre y distanciarlo
de la madre. Valoración de la modelos transgeneracionales adecuados de figuras
parentales/maternales de cuidados, responsabilidad...
Durante muchos años, la investigación sistémica sobre la clínica ha intentado
relacionar una estructura familiar con una psicopatología, p.e. la familia del
esquizofrénico, la familia de la anoréxica,.. Esta línea de investigación ha fracasado
debido a una excesiva simplificación de los elementos a tener en cuenta. Para conseguir
mejores resultados debemos considerar tres variables interrelacionadas: familia, síntoma
y personalidad. Sin embargo, es posible identificar ciertas dimensiones sistémicas que
tiene una mayor probabilidad de la pura casualidad de asociarse a síntomas específicos o
trastornos de la personalidad. Un ejemplo clásico. Una estructura familiar muy paritaria
entre sus miembros, con límites porosos y ausencia de jerarquía, precoz e inestable
responsabilización del hijo, intercambio de roles paternos y filiales, con una madre y una
hija que se presentan como hermanas,.. es típico de la patología de la personalidad
(tanto en hijos como en padres del cluster dramático, borderline o histriónico. En
cambio, los rasgos narcisistas están frecuentemente asociados a una historia o a un
presente en el que el niño ha sido o es excesivamente admirado, a veces, entronizado
por uno o ambos progenitores. Un paciente nuestro, hijo único de un viudo y su segunda
esposa mucho más joven que dedicaba todo su tiempo a servir al marido e hijo. En este
caso, el hijo del primer matrimonio, se refería a su pequeño hermano como “el duque”.

Organización o estructura

2
Organización y demarcación del sistema terapéutico, incluyendo relaciones de im-
portancia tanto dentro como fuera de la familia. Determinar qué constituye la familia el
contexto terapéutico. Habrá que considerar la relación del sistema familiar definido no
solo con los miembros de la familia extensa sino también con los sistemas externos que
afectan a cada miembros de la familia (colegio, amigos…). A tener en cuenta también la
proximidad y la distancia entre las figuras importantes del sistema. La estructura familiar
cambia con el paso del tiempo lo cual es resultado del desarrollo simultáneo de los niños
y adultos. Cada miembro según su edad tiene su ciclo vitales. Debemos tomar en cuenta
los puntos específicos de la crisis del desarrollo adulto que tienden a producirse dentro
de este ciclo vital clásico (desprendimiento de los padres, mediana edad, madurez y ju-
bilación).
La organización es la dimensión diacrónica de la estructura, es decir, lo que per-
manece de la estructura del sistema a lo largo del tiempo
- Cohesión (dimensión emocional): distancia relacional entre los miembros de un
sistema, y se la suele considerar inscrita entre dos polos extremos de aglutinación y des-
ligamiento
- Adaptabilidad (cognitiva): capacidad de los sistemas de cambiar bajo la influen-
cia de las circunstancias, externas e internas. Rigidez, en la que la adaptabilidad se re-
duce al mínimo, lo que dificulta cualquier modificación como reacción frente a cambios
circunstanciales, y la caoticidad, que, por el contrario, hace al sistema muy influenciable
por tales cambios
- Jerarquía (pragmática): la función relacional que soporta la toma de decisiones
en el seno de un sistema. Y es una función que cambia de forma adaptativa con las peri-
pecias del ciclo vital y de forma no adaptativa en determinadas circunstancias.

Mitología

Es el espacio de confluencia de las narrativas de los miembros de un sistema. El


territorio narrativo consensuado, ocupado por las narraciones de los miembros del siste-
ma que pueden ser negociadas y compartidas.
- Valores y creencias: ideas que centran y polarizan los intereses de la familia. fa-
milias monolíticas, que no admiten disidencias en sus valores y creencias, sean ricos y
variados, sean pobres y escasos, hasta las tolerantes y polifacéticas, en que los diversos
subsistemas pueden profesarlos en respetuosa variedad
- Clima emocional: negociación, mayoritariamente implícita, sobre los estados
afectivos que se pueden compartir.

3
- Rituales: constituyen el territorio de consenso de los comportamientos indivi-
duales, esto es, las conductas compartidas por los miembros del sistema. Y de nuevo
aquí son posibles todas las combinaciones imaginables: familias ricas en rituales y fami-
lias carentes de ellos; familias con rituales singularizados en los diversos subsistemas
(padres/hijos, mujeres/hombres, etcétera), familias que solo los poseen a nivel global.

Atmósfera relacional en familia de origen: conyugalidad y parentalidad

Son términos que se infieren de la atmósfera relacional de la familia de origen.


Son dos funciones relativamente independientes entre sí, que se comportan de forma
autónoma aunque pueden influirse recíprocamente.
- La conyugalidad es una ecuación que refleja la manera en que los miembros de
la pareja parental, o las figuras en que se delega parcial o totalmente el ejercicio de las
funciones parentales, se relacionan entre sí. Manera en que se afrontan los conflictos
inherentes al ejercicio compartido de la gestión de los hijos, pudiendo representarse
como un continuum inscrito entre dos polos ideales de armonía y disarmonía.
- La parentalidad es el ejercicio de las funciones parentales (amor complejo, nu-
trición relacional) por parte de los padres o de las figuras delegadas responsables de
ellas. Así, se inscribe en un continuum desde la conservación primaria al deterioro pri-
mario. Dentro de las funciones parentales podemos encontrar las vinculares (observa-
ción y conocimiento sensible, mentalización y empatía, regulación del estrés, calidez
emocional, involucramiento); formativas (organización de la experiencia, desarrollo de la
autonomía progresiva, mediación del aprendizaje, disciplina positiva, socialización, ga-
rantías de seguridad física, emocional y psicosexual); protectoras (construcción de con-
textos bien-tratantes, provisión de cuidados cotidianos, organización de la vida cotidiana,
conexión con redes de apoyo, construcción de proyecto de vida); reflexivas (anticipación
de escenarios relevantes, monitoreo de influencias y meta-parentalidad, historización de
la parentalidad, auto-cuidado parental).
La combinación de parentalidad y conyugalidad en la familia de origen genera una
determinada fórmula de nutrición relacional, que podrá incluir aspectos funcionales y,
eventualmente, aspectos de maltrato psicológico triangulador manipulatorio (neurosis e
histrionismo) o desconfirmador (psicosis), deprivador (depresiones) o caotizante (tras-
tornos de la vinculación social).
Dicha fórmula se corresponde con una determinada organización (con cohesión,
adaptabilidad y jerarquía características) y con una determinada mitología (con valores y
creencias, clima emocional y rituales propios) que influyen decisivamente en la persona-
lidad de los miembros de la familia y, sobre todo, de los hijos. A la vez, la personalidad
de los miembros influye retroactivamente sobre la organización y la mitología del siste-

4
ma familiar, así como sobre su fórmula de nutrición emocional y su combinación de con-
yugalidad y parentalidad.

*Modelos familiares

Hiperprotector

Los adultos asumen la misión de hacer la vida de sus hijos lo menos complicada
posible, de modo que llegan incluso a hacer las cosas en su lugar. Las palabras clave son
acogida, protección, amor, y el posible control, ejercido a menudo con reiteradas
preguntas a los hijos sobre lo que hacen, cómo están y a dónde van, está orientado a
prevenir o anticipar posibles dificultades. Los hijos, por su parte, con una exigencia cada
vez menor de dar cuenta de sus acciones, llegan a pretender que los padres los ayuden
en los deberes escolares, en las peleas con los compañeros de escuela y en las más
mínimas dificultades, y reaccionan a menudo con agresividad si sus necesidades y
deseos no son satisfechos inmediatamente.

Cuando los hijos tratan de escapar al control de los padres, lo más probable es
que se encuentren con caras largas del padre y de la madre, con silencios prolongados o
suaves reproches que pueden dar lugar a sentimientos de culpabilidad. El lema en estas
familias es: «Dinos lo que necesitas que nosotros te lo procuraremos». Aunque
aparentemente suena como un mensaje de amor, la frase esconde una descalificación
sutil, es decir: «Lo hago todo por ti porque temo que tú solo no lo consigas y no quiero
que sufras». Y esto muchas veces se convierte en una profecía autocumplida. Los hijos
crecen literalmente «incapacitados» por el exceso de protección paterna, porque la
confianza en las propias capacidades y recursos solo se conquista a través de la
experiencia concreta de la superación de obstáculos y dificultades. En la gran mayoría de
los casos, los hijos acaban por rendirse sin luchar, renunciando al pleno control de su
vida y refugiándose en la jaula dorada del privilegio, de la que cuesta mucho salir ya sea
por una deuda de reconocimiento o por incapacidad. Los problemas que inducen a las
familias o a los propios hijos a pedir la ayuda del experto tienen como base la
inseguridad o la convicción de la incapacidad, y abarcan desde las dificultades escolares
(problemas en el rendimiento y/o en el comportamiento que llevan a evitar la escuela, a
cambiar de clase/escuela, o incluso a abandonar los estudios) hasta los trastornos de
ansiedad, dificultades relacionales (desengaños amorosos que no consiguen superar o
relaciones amorosas interrumpidas continuamente) que pueden desembocar en una
actitud depresiva, y los trastornos de la sexualidad y de la alimentación.

La solución desde el punto de vista sistémico (esto es, desde el punto de vista de
las relaciones familiares) prevé que los padres introduzcan cambios aparentemente

5
mínimos en las formas de interactuar con el hijo, capaces de conseguir la transformación
de un modelo comunicativo y relacional disfuncional en un modelo funcional. De modo
que se indicará a los padres que realicen pequeños boicots diarios a las demandas
implícitas de los hijos y que adopten una actitud más distante respecto a sus
lamentaciones, a fin de permitirles descubrir y experimentar sus recursos personales. Se
establece de este modo una sana complementariedad entre padres e hijos, con
complicidad familiar pero también con papeles y responsabilidades bien diferenciados.

Democrático-permisivo

En este caso domina la ausencia de jerarquías: la familia se caracteriza por el


diálogo y la igualdad de todos sus miembros. Padres e hijos son amigos. Los fines que
hay que perseguir son la armonía y la ausencia de conflicto, el bien supremo es la paz.
Las reglas se acuerdan entre padres e hijos y pueden ser negociadas; no se
imponen castigos, sino que se intenta razonar conjuntamente sobre la actitud que hay
que adoptar. Cuando surge la necesidad de una intervención educativa se establece la
siguiente dinámica: escalation simétrica hasta el momento en que el progenitor pierde la
calma pero evita el conflicto cediendo. En estas familias crecen pequeños tiranos que
aprenden muy pronto a obtener todo lo que quieren a base de rabietas y actos de
prepotencia.

El progenitor no adopta la función de guía, de soporte estable y tranquilizador,


sino que se convierte en un amigo al que el hijo no suele dirigirse en los momentos de
crisis porque no lo considera capaz de ayudarlo, y buscará fuera de la casa, tal vez en
compañeros habituados a comportamientos transgresivos, puntos de referencia estables.
Los hijos crecen con la ilusión egocéntrica de ser lo que en realidad no son, y a menudo
se derrumban ante las primeras dificultades que la vida les presenta.

Aunque en estas familias la semilla de la psicopatología puede desarrollarse de


distintas formas, se observa una significativa incidencia de trastornos de la conducta,
como por ejemplo conductas inadaptadas, impulsivas, actos transgresores como
consumo de alcohol y de drogas y dificultades escolares. Dado que en estos sistemas
familiares no existe ninguna estructura jerárquica, la intervención prevé ante todo la
adopción por parte de los padres de un nuevo modelo interactivo que ratifique de forma
clara los papeles de padres e hijos y establezca el respeto de algunas reglas
fundamentales para desbloquear el problema.

Sacrificante

Los padres creen que tienen el deber de sacrificarse para promover el placer y la
satisfacción de los hijos, que quedan libres de toda obligación. Los padres dan sin que a

6
los hijos se les exija nada, con la esperanza no declarada de que algún día los
recompensarán, ya sea alcanzando el éxito en la vida, o bien consiguiendo todo aquello
que ellos no lograron conquistar. Para garantizar a los hijos un nivel de vida elevado,
muchas veces los padres se sacrifican y renuncian a muchas cosas. Los hijos crecen
desarrollando una falta casi total de respeto y se avergüenzan con frecuencia de sus
humildes progenitores descalificándolos continuamente; les atraen los mitos y
estereotipos de éxito y poder, pero no están dispuestos a hacer los sacrificios y
esfuerzos necesarios para conseguirlos. Por lo general, cuando el hijo llega a la
adolescencia, tiende a escapar de la atmósfera cargada de preocupaciones y ansiedad
que envuelve la casa y abre la puerta a otras posibilidades.

El joven no habituado a las frustraciones y negativas se encuentra con


dificultades y obstáculos en el mundo exterior, de modo que regresa a la familia, rechaza
los contactos sociales y se repliega sobre sí mismo, o bien presenta formas manifiestas
de patología psicológica más aguda como las crisis psicóticas, los trastornos de
alimentación y las fobias.

Pese a encontrarse con dificultades de inserción, el joven está dispuesto a todo


con tal de no regresar a la familia. Es posible que busque contextos en los que la
integración no se produce por sus capacidades, sino por adaptación a la conducta de
grupos dominantes (ultras, baby-gang, emo). En este caso, a menudo el joven se vuelve
violento, sobre todo en familia, donde los padres son las víctimas.

El joven adopta plenamente el modelo de vida basado en el sacrificio y la


abnegación, que puede ayudarle a obtener los objetivos profesionales deseados. Sin
embargo, cuando no se ve recompensado por el éxito, es bastante frecuente que
aparezcan crisis depresivas y trastornos de la conducta alimentaria. La intervención en
este modelo familiar se basa en la petición a los padres de un nuevo sacrificio en nombre
del bienestar del hijo, esto es, no sacrificarse o abandonar sistemáticamente el habitual
desvelo por él. Se trata de adoptar la postura del «perdona pero no puedo» y de aliviar
la atmósfera cargada de expectativas respecto al hijo, a veces con declaraciones como:
«Lo sentimos, hemos tratado de hacerlo todo por ti, pero ya no podemos más, hemos
esperado mucho de ti, pero ahora nos hemos dado cuenta de que tal vez no eres capaz
de hacerlo». Como el lector deducirá fácilmente, con ello se libera al hijo del papel de
quien debe obligatoriamente responder a las expectativas de los padres y se le da toda
la responsabilidad de su realización personal.

Intermitente

7
Se caracteriza por una fuerte ambivalencia: las posturas adoptadas por los
padres cambian continuamente, se alternan de forma totalmente imprevisible rigidez y
flexibilidad, actitudes que valoran o descalifican a los hijos, quienes a su vez
inevitablemente envían mensajes contradictorios, a ratos son obedientes y colaboradores
y a ratos rebeldes y contestatarios. La constante es el cambio continuo debido a la
ausencia de puntos de referencia y de bases seguras. Los miembros de la familia
manifiestan una clara incapacidad no solo para tomar decisiones o descubrir las
estrategias más adecuadas para la resolución de problemas o conflictos, sino también
para mantenerlas, de modo que por la prisa de ver los resultados o por las dudas de que
la estrategia adoptada sea la correcta, no les dan ni tiempo ni oportunidad de demostrar
su eficacia.

Metafóricamente hablando, estos padres son como aquel que se ha perdido en el


bosque y para salir toma primero una dirección, luego, ante la duda de haberse
equivocado, vuelve atrás, pero no ve el camino de salida y toma otra dirección, y así
sucesivamente hasta dar vueltas sobre sí mismo y perderse trágicamente. Los hijos
crecen inestables e incapaces de asumir y mantener los roles y responsabilidades.
Puesto que la persistencia de las dificultades en estas familias está vinculada
estrechamente al cambio continuo de las intervenciones educativas, la solución, una vez
identificada la estrategia más adecuada para el problema concreto, consistirá justamente
en seguir en la dirección emprendida. Por ejemplo, frente a las pérdidas de control,
bastante frecuentes en este modelo familiar porque ante las escalation del hijo los
padres acaban cediendo siempre, se indicará al padre o a la madre que mantengan una
postura decidida y distante, que consistirá en decirle al hijo que se vaya a otra
habitación y que no vuelva hasta que haya recuperado el control y sea capaz de estar
entre las personas.

Delegante

Los padres auténticos delegan su función en la familia extensa y ya estructurada;


este modelo crea una dinámica de competición entre las distintas generaciones que se
ocupan de los niños, quienes aprenden a identificar las estrategias más favorables para
obtener lo que desean del uno o del otro. Las reglas se discuten con diferentes criterios
debido al exceso de figuras de referencia. Muchas veces lo que los padres critican o
prohíben es apoyado y aprobado por los abuelos, y viceversa. Los padres no son puntos
de referencia autorizados: los abuelos son intermediarios eficaces para que los hijos
obtengan lo que desean, pero en los momentos difíciles no hacen la función de guía, de
modo que existe una falta de orientación. Los hijos crecen manipulando las relaciones en
beneficio propio, pero sin capacidad de gestionar las relaciones de una forma estable y,
como carecen de modelos de conducta autónoma y emancipada respecto a su familia de

8
origen, con frecuencia desarrollan una dependencia relacional de figuras destacadas, o
adoptan conductas de riesgo con objeto de ponerse a prueba.

Las estrategias terapéuticas que se utilizan en estas familias están orientadas a


restablecer los roles de forma funcional y a devolver a cada uno de sus componentes las
responsabilidades que les corresponden. Se trata de pasar de un modelo interaccional de
complementariedad patológico, en el que uno delega totalmente en otro sus
responsabilidades, a un modelo de sana complementariedad familiar.

Autoritario

Uno de los progenitores o ambos, aunque con mayor frecuencia el padre, intentan
ejercer el poder sobre los hijos. La vida en familia está marcada por el sentido de la
disciplina y del deber, así como por el control de las propias necesidades y deseos; son
frecuentes los castigos, incluso los inadecuados. El ambiente familiar es en general
bastante tenso; el padre es dominante y los otros son sus súbditos; la madre ejerce a
menudo de mediadora en caso de posturas divergentes. Como es bien sabido, en estas
familias los hijos se rebelan y se convierten en individuos claramente conflictivos o se
someten y desarrollan frustración, represión e incapacidad de réplica. Por lo general, la
demanda de ayuda terapéutica parte de la madre y/o del propio hijo, lo cual constituye
la palanca de primera clase de la intervención. Al joven se le ayuda a emanciparse de
sus padres mediante un equilibrio entre las habituales estrategias fallidas de la rebelión
tempestuosa y la sumisión acrítica al modelo familiar, recurriendo a menudo a
intervenciones dirigidas que oponen flexibilidad a la dureza, a fin de permitirle en primer
lugar descubrir y perseguir sus propios objetivos en la vida y en segundo lugar favorecer
un cambio en los modelos interactivos familiares.

Bientratante

Las relaciones adulto-niños son siempre personalizadas, afectivas y respetuosas. En


ellas se reconocen los derechos y deberes de los padres y de los hijos, manteniendo
siempre que la responsabilidad de los cuidados, la educación y la protección es de los
adultos. 

Las representaciones de los niños y niñas corresponden a imágenes positivas de


ellos, de tal manera que sus atributos y logros despiertan admiración, gratificación y
placer a los adultos. 

Las expectativas de las conductas de los niños y niñas son constructivas, es decir, se
confía en sus posibilidades y se espera que se comporten adecuadamente. Si esto no

9
ocurre, se analizan las transgresiones, considerando los contextos y las circunstancias en
donde ellas ocurrieron. 

Se aceptan y se respetan las diferencias entre los niños, incluyendo sobre todo la
diversidad de género, edad y singularidades ligadas a minusvalías u otros problemas. En
el caso de los sistemas institucionales, se respeta y valora la diversidad étnica y
cultural. 

El intercambio comunicacional es una característica relevante de este modelo de


buen trato: las conversaciones se organizan espontáneamente y permiten abordar todos
los aspectos.

Dimensión de la nutrición relacional

Fenómeno relacional complejo que incorpora elementos cognitivos y pragmáticos


a los componentes emocionales. Existen, pues, un pensar, un sentir y un hacer amoro-
sos que, dirigidos hacia la persona objeto de ellos, deben ser percibidos por esta como
tales. Al resultado de este proceso lo llamamos nutrición relacional, que no es sino la
conciencia de ser complejamente amado. Se trata de un fenómeno subjetivo, una viven-
cia subjetiva, por lo que importa poco que alguien asegure amar si el objeto de ese amor
no alcanza a percibirlo. Además, el hecho de ser un fenómeno complejo exige que se
manifieste en todos sus componentes, de modo que un bloqueo parcial cancela la efecti-
vidad del conjunto.
La nutrición relacional es el motor que rige la construcción de la personalidad,
animando los procesos madurativos del psiquismo de forma continuada

- Componente cognitivo

- Reconocimiento. Es la aceptación de la existencia del otro, lo que implica limitar la


propia. Implica percibir las necesidades del otro, sin estar supeditadas a las propias.
Una falta de reconocimiento, estabilizada en una pauta relacional, implica una des-
confirmación (percepción de la no existencia del otro en términos relacionales). Am-
bos procesos se producen a nivel implícito.

- Valoración. Apreciar las cualidades del otro aunque sean distintas de las propias. La
descalificación es la ausencia de esta.

- Componente emocional -> Cariño y ternura. Entrega y disponibilidad para el otro. La


falta de estos puede producir indiferencia, o el efecto pendular, una irritación e hiper-
criticismo que son muy típicos de contextos triangulados (hijo = antagonista). Estos

10
son los componentes que más rápido se pueden afectar pero que luego más fácilmen-
te se recuperan.

- Componente pragmático -> Socialización. Compromiso de los padres por garantizar la


viabilidad social de sus hijos.

- Protección. Defender a los hijos frente a eventuales agresiones procedentes del en-
torno social.

- Normatividad. Asegurar que los hijos respeten a la sociedad.

Juego de poder o estratégica

De acuerdo a la metáfora del juego, considera al PD en una estrategia del actor


(dimensión individual) y límites del actor al pertenecer a sistemas supraindividuales
(dimensión sincrónica - diacrónica). La hipótesis relacional pasa por identificar la
estrategia de los actores individuales. Los síntomas “encajan” con jugadas encubiertas e
indirectas de otros miembros familiares, síntomas como estrategias basadas en los
síntomas. Así, el objetivo de la terapia: sugerir a los pacientes nuevas estrategias para
permitirles modificar las reglas familiares.
Es la esencia de la escuela estratégica (Madanes, 1981) que iniciándose en Haley
llega a “Los juegos psicóticos de la familia” Los conceptos fundamentales son alianza,
bando, triángulo perverso, insigación, embrollo, estancamiento de pareja, coalición,
desvinculación,.. Se pueden encontrar muchos ejemplos en mi libro “Reinventare la
psicoterapia” . Uno de ellos, el caso Cremoni (introducción , p.25), donde se describe el
triángulo perverso entre un padre y una hija que es instigada contra la madre (inepta,
enferma) y cae en un embrollo (se ilusiona con tener una relación privilegiada con el
padre).
Esta dimensión de la hipotetización está históricamente relacionada con las
paradojas (intervenciones provocadoras indirectas) o con el desvelamiento
(intervenciones provocadoras directas, preguntas terribles,..). Sobre el tema de la
desvinculación del joven adulto ha escrito Luigi Cancrini y Cecilia La Rosa en “La caja de
Pandora”, p.59 y siguientes. Esta dimensión del poder, junto con la de la justicia, es
fundamental para identificarse como terapeuta sistémico. La experiencia clínica muestra
como la persona que tiene menos poder y sufre injusticias es el llamado paciente
designado. Véase como ejemplo mi artículo :“Los secretos familiares: cuando el paciente
no sabe”. Si el profesional asume un papel de vengador o justiciero destruye su rol
terapéutico ya que
1. Infravalora el rol activo del paciente.
2. No toma en cuenta la importancia del sufrimiento de los familiares, antes y

11
después del inicio de los síntoma
La dimensión del poder afecta también al terapeuta, que debe trabajar a nivel
personal para encontrar un difícil equilibrio entre omnipotencia e impotencia. Después
deberá llevar este equilibrio a pacientes y familias para que consigan una redistribución
del poder y de la responsabilidad. Históricamente, este importante dilema clínico y ético
se han resulto a través de la “neutralidad” o “curiosidad”. Conceptos que hoy me causan
perplejidad por que existe el riesgo de legitimar dificultades del profesional para
involucrarse con sinceridad en la relación con los pacientes y sus familias. No me
olvido que existe el riesgo de la involucración excesiva, equivocada, yatrógena en
determinados casos, de caer en el juego de coaligarse con un miembro de la familia
contra otro. Creo que el profesional inteligente e intuitivo, pero emocionalmente
distante, no será casi nunca un buen terapeuta y desilusionará a quien ha ido a buscar
su ayuda.

La diferencia principal entre la dimensión estructural, que subraya más la


disposición de las relaciones en el espacio afectivo de la familia, con la estratégica, que
subraya la lucha por el poder.

Reglas, control y liderazgo


Esta dimensión se refiere a la capacidad de los padres para conseguir que se
respeten las REGLAS . Hay una amplia literatura psicopedagógica sobre este tema como
“Si me quieres dime que no” , Ukmar 1997 o “Los no que te ayudan a crecer” de Phillips,
1999. Describo dos situaciones para aclarar el concepto de control.
1. En la tradición sistémica (y no tan solo en esa), las familias de los
toxicodependientes han sido valoradas como deficientes en esta dimensión de
control (mastering o capacidad de dirigir). De ahí la habitual prescripción de la
desintoxicación en casa o los intensos programas de involucración en paralelo de
los padres en los programas de ciertas comunidades terapéuticas. A otro nivel, la
convocatoria en la primeras entrevistas con todos los miembros de la familia
para activar una débil parentalidad.
2. En el extremo opuesto de esta dimensión, encontramos la anorexia restrictiva,
en la que nos encontramos habitualmente con un exceso de parentalidad en la
dimensión del control, y específicamente sobre le tema alimentario. Por eso, la
prescripción habitual, en las primeras sesiones, de disminuir el control directo de
los padres sobre la alimentación de la hija y sobre la vida en general Es muy interesante
valorar el control que ejercen los hijos sobre los problemas de los
padres.

12
El principio sistémico de REFORMAR a los padres constituye el núcleo, quizás el
más importante, del tratamiento de los problemas de los adolescente, incluyendo los
psicóticos. Es fácil de relacionar la dimensión del hipercontrol y el cluster C del DSM
(dependientes, evitantes y obsesivos) Aunque el concepto de control es demasiado
genérico, podemos ser más precisos. El hipercontrol se ejerce a través de la crítica en
los dependientes o simbióticos, a través de avergonzar al hijo para los evitantes y con el
exceso de reglas y disciplina para los obsesivos.

Preocupación
En este apartado trataremos de la preocupación de los padres respecto los
problemas de los hijos. Existe paralelismos con el tema estructural de la cercanía y
lejanía, pero la dimensión de la preocupación se centra más en los aspectos emotivos
que en los ejecutivos de la parentalidad.
Es útil tomar en cuenta esta dimensión en las primeras visitas, situando la
preocupación entre la MINIMIZACIÓN y la DRAMATIZACIÓN del problema.
La minimización se presenta de dos formas, con distancia e indiferencia o con
hostilidad e hipercriticismo.
Respecto a este problema el terapeuta debe reequilibrar la situación, enfrentando
a la minimización, la dramatización. En mi artículo, Técnicas para abordar a un paciente
no solicitante , Selvini, 2003, he ilustrado esta técnica a través del RECONOCIMIENTO
DEL SUFRIMIENTO usando etiquetas diagnósticas. Es frecuente, en mi práctica clínica, el
resaltar el diagnóstico de anorexia con una paciente y su familia que al banalizar y
minimizar se confunden. Pueden ser usadas otras técnicas, como destacar cierta
dificultad psicológica, por ejemplo, el pedir ayuda en momento de grave dificultad, o
destacar la dificultad en regular e integrar el área emotiva, por ejemplo en los casos de
psicopatología borderline.
Respecto al opuesto de , la dramatización, se utilizan técnicas de CONTENCIÓN
de la ansiedad. Típicamente, la connotación positiva, en áreas donde el paciente y la
familia poseen recursos, el énfasis en el pronóstico favorable y, más en general, en que
el terapeuta asume alguna responsabilidad y un rol de dirección. En esta dimensión de la
preocupación (conjuntamente con otras) recordemos la clasificación de familias
DESLIGADAS (poca dramatización, lejanía interpersonal y poco control) y las
AGLUTINADAS (con características opuestas).

Conflicto/Cooperación
Esta dimensión está frecuentemente entrelazada con la de la competición interna.
Así nos podemos encontrar con familias, o parejas, muy conflictivas o, al contrario, con
conflictos totalmente inhibidos.

13
No hablaré sobre las técnicas inventadas por el modelos familiar-sistémico para
mediar en conflictos excesivos. Una ejemplo clásico es el de “días pares e impares”
(Selvini 2004). Las técnicas para desinhibir el conflicto se apoyan en los miembros
“down” de la familia. Las intervenciones paradójicas sobre el sacrificio del paciente
pueden ser interpretadas en esta dimensión. Estas intervenciones tienen el objetivo de
ayudar al paciente a dejar el poder patológico del síntoma para combatir a cara
descubierta.
En el otro extremo nos encontramos la cooperación y la colaboración.
Implícitamente, la terapia familiar al realizar la convocatoria colectiva se ha colocado en
una intervención que en sí misma apuesta por la salud. Dicho en otras palabras, la
aceptación de una convocatoria familiar es un elemento de buen pronóstico en las
demandas relacionales o por un familiar no demandante. En esta dimensión se sitúa la
reflexión sistémica sobre las técnicas para activar al colaboración de la familia hacia la
terapia. Es un debate reciente ya que hasta lo años 80 prevalecieron modelos de
intervención poco sensibles a la dimensión de la cooperación.

Empatía y calidez
Aquí nos referimos a la aceptación del otro y más específicamente a la aceptación
del hijo, opuesto a la hostilidad (véase “Tra rischio e protezione: La valutazione delle
competenze parentali” Paola Di Blasio, en particular el comentario sobre los conceptos
de Chiara Ionio ). La empatía y la calidez se diferencia del aglutinamiento ya que una
gran proximidad puede ser fruto de control, ansiedad, conflicto, competición,..., por
tanto muy alejado de la calidez.
Los alumnos más jóvenes de las escuelas de psicoterapia abusan con frecuencia
de esta dimensión de la hipotetización: El hijo paciente tiene unos padres poco atentos a
sus necesidades reales. Los padres presentan un preocupación formal o lo miman en
exceso. Estas ideas son nocivas ya que crean una imagen negativa de los padres. Al
contrario debemos actuar ayudando a los padres a ser conscientes de distancia excesiva,
de su insensibilidad, de su hipercriticismo respecto al hijo. Ayudando a los padres a
identificar esos elementos antes de la aparición de los síntomas, y encontrando las
razones para esas actitudes. Así relacionamos la historia del hijo con la de la familia,
realizando un trabajo sobre la empatía.
No me resulta sencillo encontrar ejemplos en la literatura sistémica. Quizás ha
prevalecido una cierta “amor maligno”, quizás porque el “Love and concern” ha sido
despreciado por ridículo y psicoanalítico. Sin embargo, ya hablábamos hace años, del
terapeuta sistémico oscilando entre la “caza” y la “crianza” (“Los juegos psicóticos de
la familia”) , palabras que nos recuerdan al mundo animal, pero que empezaban a dar
legitimidad a intervenciones más prolongadas y a conceptos clásicos como

14
MATERNAGE. Es una dimensión que debe ser explorada en profundidad.
En general, la tradición sistémica había apostado por una posición “distante” del
terapeuta. En este sentido, se puede entender la gran directividad de Minuchin, las
técnicas hipnóticas de Erikson, y las estratégicas de Haley, las terapias breves y
provocadoras, las intervenciones paradójicas, la enorme preocupación de “no caer en el
juego de la familia” hasta el planteamiento narrativo y constructivista que frena la
involucración personal del terapeuta. Nos podemos preguntar hacia donde evoluciona la
identidad del terapeuta sistémico siu hacia una identidad “técnica” o va a evolucionar.
Por ejemplo, mi propuesta de cambiar el término de “connotación positiva” por el de
“benevolencia”. En términos generales, creo que hay una menor aceptación de la
brevedad de la intervención psicoterapia, por ejemplo las famosas diez sesiones (Selvini
Palazoli) o veinte (Boscolo, Bertrando 1996).

Comunicación y metacomunicación
Desde siempre hemos evaluado al comunicación desde la cantidad (mutismo vs.
logorrea) y desde la calidad con los conceptos clásicos dela “Teoría de la comunicación
humana” : confirmación, rechazo, desconfirmación, doble vínculo, claridad, confusión,
etc ... También hemos trabajo basándose en los conceptos de metacomunicación, la
capacidad de la familia para hablar sobre relaciones, sentimientos,... De esta dimensión
han surgido prescripciones clásicas como la de desvelar los tabúes de la familia. Un
ejemplo lo encontramos en la narración del caso Casanti de “Paradoja y
Contraparadoja” donde la familia nuclear de la paciente, una joven que padece
anorexia, no puede criticar al clan. De aquí surge la prescripción de un ritual vespertino
en el que cada uno de los cuatro miembros de la familia debe hablar del clan durante
quince minutos con prohibición absoluta de ser interrumpido.
En la historia de la psicoterapia, nos encontramos esta dimensión en la práctica
de la psicoeducación que se basa en el concepto de emoción expresada. La evaluación
de este parámetro en la familia (completado cualitativamente con el hipercriticismo y la
hiperprotección que se refiere a otra dimensión) permite prever las recaídas de los
pacientes graves, y por tanto, prevenir las recaídas con un tratamiento piscoeducativo
de la comunicación familiar). La clásica área de los secretos (individuales o internos) es
parte fundamental de esta dimensión (Selvini, M. 1.994). Para evaluar el funcionamiento
de una familia es muy interesante observar como cambia la comunicación de los
individuos según la convocatoria, individual, hermanos, la familia al completo,... Por ello,
es fundamental, ir variando las convocatorias para poder observar, por ejemplo, como la
jovencita que padece anorexia, arrastrada por sus padres hacia la terapia, que declara
no querer ser un estorbo para los demás en la entrevista familiar, cambia sus
declaraciones, en una convocatoria individual, hacia una fuerte crítica hacia el padre. El

15
mismo padre al que defendía en la sesión conjunta. Semejantes “dobles caras” son
observables en las parejas: un remanso de paz en las sesiones a dos, desprecio e hiel en
las sesiones separadas.

Apertura/Impermeabilidad hacia el exterior


En términos generales , se asocia la impermeabilidad con menores recursos y
pronóstico más negativo. Emblemático es el caso dela familia incestuosa aislada del
contacto social y ambiental. En esta dimensión encontramos los secretos colectivos:
todos saben pero nadie quiere saber.
En el diagnóstico familiar es importante evaluar la cualidad de las relaciones de
los padres hacia sus respectivas familias de origen, hacia los amigos, y también su
involucración personal y afectiva hacia el área laboral y social. Todo ello permite
evaluar la cohesión y el equilibrio de la pareja. Lo habitual, hoy en día, es encontrar a
las familias más orientadas hacia el eje de la familia de origen materna y en donde la
madre es el eje de la familia. Es interesante cuando nos encontramos con familias
diferentes a este modelo. Por ejemplo, una madre con escasa o nula relación con su
propia madre, una pareja inseparable que vive en función de los hijos, con poco
contacto con sus familias y sin red de amigos. Los funcionamientos “atípicos” son
muchos, otro ejemplo, los “japoneses” en el que el padre vive para el trabajo y la madre
para los hijos. Esta dimensión de apertura / impermeabilidad debe completarse con la
dimensión estructural que está, como hemos dicho, en el punto de partida de toda
hipótesis relac A nivel de equilibrio en la pareja podemos evaluar las visitas a las
respectivas familias y a los amigos siendo todas de un miembro de la pareja o de ambos.
Típico el caso del “pobrecito” que es adoptado por el clan familiar y red de amigos del
cónyuge dominante o cuidador.
Esta dimensión la podemos relacionar con el lugar de residencia, como más o
menos favorable hacia el exterior y hacia las respectivas familias. En el área rural
italiana, la residencia se fija cerca o dentro del área paterna. Este fenómeno puede
chocar contra la actual orientación hacia el eje materno. He hipotetizado que la
residencia cerca de lafamilia paterna es un factor de riesgo para el desarrollo de
problemas conductuales y psicológicos en los miembros de estas familias “arcaicas”
(Selvini, 2000).

Responsabilización
Una cualidad característica de las relaciones padres-hijos es la de la adultización
versus infantilización. Una dimensión parecida la encontramos en la relación de pareja,
es la “rigidez complementaria”. Éste es un clásico tema sistémico recogido en “La teoría
de la comunicación humana”. Describe el proceso de cómo un cónyuge se convierte

16
progresivamente en más responsable, competente, activo, potente y líder, a la vez que
su pareja en irresponsable, incompetente, pasivo, impotente y sumiso. En nuestra
práctica clínica, el ejemplo más evidente de esta dimensión es la pareja formada por el
alcohólico y su cónyuge. En la tradición de los “Alcohólicos Anónimos” las mujeres de
estos pacientes son llamadas como “co-dependientes”. Esta curiosa definición resalta la
necesidad de recibir una importante “gratificación narcisística” al posicionarse como
“salvadora” de un marido que presenta unas graves dificultades. De esta forma los
propios límites, fragilidad y dificultades son olvidadas en aras de la heroica empresa de
salvamente que con el tiempo se transformará en asistencial. En este círculo
disfuncional de la rigidez complementaria, el alcohólico progresivamente se
desresponsabiliza y se convierte en un ser inútil.
En la clínica sistémica esta dimensión nos conduce al “presupuesto de
competencia” (L. Viaro1990) y, de una forma más genérica, a toda las intervenciones
que valorizan los recursos de los miembros del sistema que aparecen como “down”,
como marginales y descalificados. De esta idea proviene la técnica de conducción de las
sesiones familiares, y especialmente con las primeras sesiones, de no aceptar los
mensajes implícitas o explícitas que tienden a clasificar a los miembros como
competentes/incompetentes, capaces/incapaces, .... El terapeuta sistémico se presenta
con un estilo muy igualitario, dando la palabra a todos de forma paritaria, frenado a
quien se propone como dominante y animando a los más pasivos y silenciosos. Una
estrategia que siempre se utiliza y que funciona como un test para evaluar la rigidez de
las relaciones familiares. Esta técnica clásica puede ser corregida si existe otra
prioridad, por ejemplo, en el caso del paciente no demandante (Selvini, 2003).

Ética de la justicia
El autor que más ha profundizado en esta dimensión es Boszormenyi-Nagy
(1.981) planteando la equidad en el intercambio de las relaciones, el peso de las
lealtades y el reconocimiento de los méritos. La equidad es fácil de plasmar a nivel de
pareja, donde podemos “medir” la contribución de los cónyuges al bienestar familiar
desde los puntos de vista de presencia/ausencia, de realizar gestiones pesadas, del
dinero, ... de una balanza entre dar y recibir (también escucha, tiempo, atención,...) El
tema del sacrificio es importante por que se cree que quien sufre una injusticia relacional
presenta más riesgo de desarrollar un síntoma o de convertirse en tóxico para el otro.
El tema del sacrificio ha sido ampliamente descrito en las madres de las
anoréxicas en “Chicas anoréxicas y bulímicas” (Selvini Palazzoli et al., 1998). Esta
dimensión es muy importante en las parejas con un miembro con patología grave
(depresión, alcoholismo, psicosis,...) Se observa con frecuencia que el paciente ha

17
sufrido injusticias, por ejemplo, la mujer que ha sufrido injusticias machistas, como
puede aceptar privilegios y protección que a la larga la convierten en un parásito.
Cuando el dar y recibir demasiado se refiere al eje paternofilial, esta dimensión se
parece a la precedente de adultización/infantilización. Sin embargo, focalizar en el tema
de la justicia destaca aspectos diferentes, en donde la salud mental se relaciona con la
capacidad de identificar y defender los propios derechos. El desequilibrio en los
intercambios es inherente a muchas relaciones, pero debe ser planteada de forma que
pueda ser “contenida” y asumida conscientemente como una elección libre,
recompensada por la gratitud para así conseguir una reciprocidad simbólica.
Concluyendo creemos que la salud mental tiene un pilar ético: sufrir o cometer
injusticias es un importante factor de riesgo.

Miedo
Muy relacionado con el tema de la justicia encontramos el del miedo. Cuando una
persona vive en un estado de miedo respecto a uno u otros miembros de la familia
presenta un grave riesgo psicopatológico. Son los casos de violencia física o
psicológica.
Frecuentemente, con el tiempo, el miedo se convierte en odio, con sus efectos
tóxicos para el que odia como para persona odiada. El sujeto temido y después odiado
es habitualmente un varón: un padre o un hermano.
Revisando mis casos de pacientes graves he encontrado que, en la menos la
mitad de los casos, el paciente había odiado a uno o ambos progenitores antes de la
aparición de síntomas. Una vivencia de este tipo es observable en ,los trastornos de
personalidad límites, antisociales, esquizoides y paranoides.

Creencias irracionales compartidas o mitos


Toda la familia puede compartir lo que los cognitivistas llaman “constructos
disfuncionales” Hemos visto un ejemplo en el caso Casanti (“Paradoja y
contraparadoja” SelviniPalazzoli et al., 1975), en el que toda la familia comparte el
mito de la indisolubilidad del clan patriarcal, con la consiguiente desviación del
conflicto hacia otros miembros de la familia. El mito coloca a la joven Nora en una
posición imposible: objeto de fuertes ataques envidiosos de las tías y primas, no pede
reaccionar, ni ser defendida por los padres y la hermana.
En el movimiento sistémico italiano, Andolfi(1987) y Onnis(1988) se han ocupado de
este tema.

2ª puerta: Dimensión de los síntomas

18
Tipo de sufrimiento que se expresa en ese síntoma o conjunto de síntomas. Es
decir, el significado metafórico al que alude la psique del sujeto para buscar una
expresión de su sufrimiento. Por ejemplo, en el caso de la AN se habla de un control del
cuerpo como intento de control mental; en el caso de un TOC como la búsqueda de un
orden exterior…

3ª dimensión: Diagnóstico del apego

A través de las experiencias iniciales con las figuras significativas todo individuo
se mide con diferentes modalidades interactivas (control, protección, culpa, crítica, re-
fuerzo, etc), algunas de las cuales podrían resultar predominantes con respecto a otras
y, por consiguiente, más significativas e incisivas (por ejemplo, una madre que tiende
predominantemente a controlar, o un padre que tiende más a culpabilizar que a reforzar,
etc,). En este momento se llegan a estructurar las representaciones interiorizadas de las
figuras de apego con los relativos estilos relacionales y de crianza recibidos desde la más
tierna infancia (se introyecta, por ejemplo, a partir de las primeras interacciones, la in-
formación de que la relación está asociada con el control al que se ha aprendido a estar
sometido en lugar de rebelarse, o bien la protección con la consiguiente capacidad de
confiar, etc.). Al crecer, cada uno será llevado a interaccionar con los otros justo a partir
de esta especie de sintaxis relacional y, en particular, tenderá:
- A comportarse como una de sus figuras de apego (es decir, por ldentifcación:
«Mi padre tendía siempre a culpar y he aprendido de él a ser crítico y despreciar a los
demás»). * ¿Dónde lo aprendió? ¿Quién actuaba así?
- Y/o a comportarse como lo hacía con una específica figura de apego (es decir,
por Recapitulación: «Mi padre me criticaba siempre y yo en mis relaciones actuales me
adapto y me someto, exactamente como había aprendido a hacer con él»); por ejemplo,
una niña adultizada que tiende a asumir la responsabilidad y a actuar como una «Floren-
ce Nightingale» también de adulta. *¿Con quién actuaba así?
- Tratarse a sí misma como se ha sentido tratado por una figura afectivamente
importante (hablaremos en este caso de Introyección: «Tiendo a sentirme siempre cul-
pable, como me hacía sentirme mi madre cada vez que me criticaba por mi incompeten-
cia»). *¿Quién le hacía sentir así?

Es importante tener presente que todo lo dicho puede referirse


independientemente a uno de los progenitores más que al otro. En este sentido,
Benjamin subraya que, a veces, si se produce un impasse en el desarrollo de la terapia,
es probable que el terapeuta y el paciente se hayan concentrado en la función de una

19
específica figura de apego, ignorando o infravalorando el papel y el poder de otra figura
y de sus interiorizaciones.

Apegos inseguros:
- Evitativo: profunda desconfianza con el prójimo y lleva a cabo un intento
autárquico de bastarse a sí mismo, así lo caracteriza la distancia, clausura,
inaccesibilidad, falta de empatía.
- Ansioso: no tiene confianza en sí mismo y sobrevalora a los demás. Puede
relacionarse con nosotros u otros.
- Desorganizado: polarización contrapuestos.

En el apego desorganizado el niño se ha encontrado con una figura de referencia


asustada o que asusta, hostil o impotente. El funcionamiento desorganizado es un
estado subjetivo de angustia elevada en el dilema miedo-necesidad respecto a la figura
de referencia: es una ambivalencia imposible de soportar. El niño realiza adaptaciones
que colorean la personalidad: flight (hipervigilancia, evolución tiránica de dominio en las
relaciones para contener el pánico a un posible abandono); flight (disociación, amnesias
y pérdida de lucidez); Frozen (congelación depresiva y, con su derivación en el tiempo
de sumisión).
Por lo tanto, al ser el apego una fuente de pánico y angustia se activan otros
sistemas motivaciones para resolver el impasse, para retomar y reorganizar. Las
personas traumatizadas presentarán diversos sub-yo con oscilaciones de uno a otro. Por
lo tanto, es importante identificar el área del apego inseguro y luego la reorganización
predominante.
- Protector (salvador). Parentificación, inversión de rol.
-> Ansioso. Mejor pronóstico, riesgo de síntomas ansiosos, profesiones de
ayuda.
- Punitivo (verdugo). Se hace tiránico/dominante con la figura de referencia.
Sobre todo en límite, dramáticos, antisocial y narcisista.
-> Evitativo. Provoca mucha negatividad en los padres, posible maltrato.
Reacción fight ante el estrés/trauma. TP de tipo narcisista, antisocial y paranoia.
- Sometido (víctima). Ponerse a las órdenes de la figura de apego en una
complacencia/sumisión.
-> Ansioso. Reacción Frozen, mal pronóstico. Niño excelente aunque
adormecido. TP de tipo límite dependiente.
- Seductor (manipulador). Controla la figura de apego en el terreno de la
búsqueda de atención. Contexto relacional donde la angustia de la desorganización está
alimentada por una vivencia de invisibilidad.

20
-> Ansioso. Reacción traumática fight y flight (somatización). TP
histriónico.
- Autárquico (autosuficiente). Fuertemente evitativo (trasfondo de personalidad
obsesivo, esquizoide o paranoide) pero que en momentos inestables se pueden
presentar con síntoma límites o psicóticos.
-> Evitativo. Reacción flight.

Mentalización

Integración del trauma

Fase 1 - Reconocimiento del trauma o herida originaria, o sea, de la condición de


sufrimiento y de malestar.

Fase 2 - Preservación de la seguridad tanto intrapersonal como relacional. Tanto


a nivel individual (capacidades del PD para no dejarse arrollar por el sufrimiento,
aptitudes para regular sus emociones, si puede ser ayudado a través de técnicas) como
relacional (capacidades de apoyo del ambiente familiar/afectivo, factores de riesgo sobre
la emoción expresada).

Fase 3 - Compartir el dolor en un modo empático y y reflexivo en el contexto


familiar.

Fase 4 - Integración de la personalidad disociada: Capacidad narrativa para


contarla e integrar emocionalmente en lugar de intervenir en su sufrimiento mediante el
síntoma.

Fase 5 - Evitar victimización: Enfrentamiento ante quien le ha provocado dicho


malestar. Ahora se hace protagonista a tiro de las elecciones vitales y consciente de la
corresponsabilidad en el mantenimiento de los síntomas.

Fase 6 - Perdón y reconciliación: El paciente llega a entender las «buenas


razones» de quien le ha hecho sufrir, abandona la obsesión por el daño sufrido, aunque
no siempre podrá perdonar, acción que dependerá del comportamiento reparador de
quien se da cuenta de sus errores y también de la permanencia en el presente del dolor
provocado por las viejas heridas.

La reparación del trauma es como un bisturí que cauteriza. Al mismo tiempo que
abre va curando pero en un vínculo (tutor de resiliencia) que conecta, regula y procesa.

21
Se trata de un esquema teórico, un proceso recursivo, un mapa que usar como
orientación y no como territorio.

4ª dimensión: Diagnóstico de la personalidad - Modelo de personalidad


del análisis estructural de la conducta social

Se caracteriza por distintas interacciones, básicas e intermedias, en la dimensión


relacional del individuo; las intermedias son el resultado de el cruce de las primeras. Las
básicas:
- Afiliación (horizontal): hostilidad y benevolencia. Hacia la izquierda se caracteri-
za por ataque, mientras que a la derecha al cuidado o hacerse cargo.

- Interdependencia (vertical): diferenciación e implicación. Valores superiores ha-


blan de emancipación/autonomía/distancia y concesión de libertad. Valores inferiores ha-
blan de control/cercanía/dependencia e involucración.

- Verde: relación buena

- Rojo: apego trastornado

- Amarillo: posición neutral respecto al apego que se evalúan según el contexto

El contexto y el grado de una determinada modalidad interactiva sugieren la pre-


sencia de un funcionamiento patológico/neurótico/predominante o estilo predominante o
una interacción. Se conecta el funcionamiento de un individuo y sus síntomas con su his-

22
toria interpersonal, partiendo de las primeras interacciones con las figuras de apego más
significativas. Estas deben de entenderse como factores predictivos y no como indicado-
res de una relación determinista.
Un trastorno de personalidad es una configuración generalizada del carácter de
una persona, que constituye una organización defensiva frente a las vivencias subjetivas
de sufrimiento, frente a las angustias relacionales y existenciales, y frente a los desafíos
evolutivos; está caracterizada por un funcionamiento repetitivo, en general no funcional,
por el tipo rígido de respuesta que se lleva a cabo. Los síntomas emergen cuando las or-
ganizaciones defensivas de la personalidad colapsan y/o deben ser extremadas para te-
ner a raya una nueva oleada de sufrimiento.
Se pueden clasificar según particulares aspectos del funcionamiento de la
persona. Estos rasgos no son ontológicos, sino modelos del terapeuta.
- Clúster A (extraño): búsqueda de una referencia autárquica para los propios
pensamientos como refugio ante la angustia. Predomina el polo hostilidad y separación.
- Clúster B (dramático): expresa de forma impulsiva estados afectivos. Polo
hostilidad/separación (narcisista y antisocial) y polo sumisión/amabilidad (límite e
histriónico).
- Clúster C (ansioso): se gestiona la ansiedad a través de la adhesión a un
modelo exterior que es más fiable que las propias percepciones. Polo sumisión
(dependiente, evitativo) y separación autárquica (evitativos/obsesivos-compulsivos).

Así, los comportamientos estresantes de las personas con TP o ratos de personali-


dad son consecuencia natural de las experiencias disfuncionales tenidas con las primeras
personas importantes. Por lo tanto, las estrategias relacionales están incluidas por temo-
res experimentados con las figuras de crianza y en el intento de defenderse de ellos y
por deseos profundos (insatisfechos a menudo) en un intento e encontrar en las relacio-
nes adultas una satisfacción compensatoria. En el proceso de terapia, tras la construc-
ción e un vínculo, se procede a reconocer las estrategias relacionales recurrentes, origen
y su función a través de preguntas*

Individuo: identidad o narrativa identitaria y no identitaria

Narrativa
La atribución de significado a la experiencia relacional, es el magma constitutivo
de la personalidad. Proviene de un armazón cognitivo que brinda una estructura cohe-
rente a la atribución de significado, un sentir, resonancia afectiva que le hace vibrar con-
firiéndole una relevancia específica para el propio sujeto, y un hacer, que le aporta una

23
dimensión pragmática imprescindible en el plano relacional. Cuanto más abundante y va-
riada es la narrativa, más rica y sana es la personalidad.

Identidad
La identidad debe limitarse a unas pocas narraciones, claramente definidas y deli-
mitadas. De hecho, la narrativa identitaria, que así podemos llamar también a la identi-
dad, sirve de amarre o ancla al conjunto de la personalidad, y muy especialmente a la
narrativa no identitaria, mediante las sutiles prolongaciones con las que asegura una
leve presencia en esta. El resultado es que el sujeto se reconoce en todas sus narracio-
nes, pero solo se emplea a fondo en la defensa de algunas de ellas, obviamente las iden-
titarias.
El ideal de la personalidad sería una narrativa no identitaria diversa y amplia, y
una identitaria más limitada.

5ª dimensión: Diagnóstico trigeneracional

Entra en juego, normalmente, después de algunas sesiones. Se centra en el


aspecto diacrónico: historia y procesos de transmisión de rasgos y comportamientos a
través de las generaciones. Por ejemplo, qué crianza ha tenido el padre y el modelo que
ha interiorizado.

Así, de acuerdo al modelo, los padres en la segunda cita preliminar contarán su


historia infantil, ambiente de su familia, relaciones de sus padres en presencia de ellos.

6ª dimensión: Diagnóstico basado en las emociones del terapeuta

La gestión de las emociones del terapeuta es el factor esencial del éxito en la


terapia. Es una condición necesaria pero no suficiente. Así, el terapeuta ha de vivir
momentos de escisión: alternando entre momentos de mayor fusión y de separación
necesaria y así conseguir una integración de los aspectos metacognitivos.
Las emociones del terapeuta son provocadas reaciamente por las actitudes del
paciente (contratransferencia) o por mecanismos de identificación con él (resonancia). El
primero, la contratransferencia, es la emoción que el paciente provoca en el terapeuta.
Desde lo no verbal, incluso en el primer encuentro sin haber hablado, hasta lo verbal. La
resonancia es la emoción que se activa en el terapeuta por una semejanza o
identificación suya con aspectos de la vida del paciente u otros miembros de la familia.
El terapeuta usará la evaluación de sus emociones como guía para la
hipotetización individual y relacional. Así, explicitar cómo se ha sentido en la relación

24
puede ser útil para ayudar al paciente a entender cómo se sienten los demás por su
modo de situarse en las relaciones. Pero no debe de hacerse en las primeras fases de la
terapia, salvo si el paciente realiza movimientos de oposición o resistencia que pongan
en riesgo el tratamiento.
¿Se puede hacer autodesvelamiento al paciente? Es inoportuno abrirse sobre un
contenido íntimo, una posición pretenciosa y actitudes seductores o cómplices. Puede
ayudar cuando queremos aumentar la confianza en nuestra capacidad de entenderle,
disminuir el temor al juicio y tranquilizarse sobre la normalidad de sus experiencias
dolorosas.
Reacciones emocionales antiterapéuticas - huida, rechazo, fastidio,
distanciamiento, omnipotencia, exceso empatizo, exceso de identificación,
hiperimplicación, necesidad de control, temor, preocupación.

25

También podría gustarte