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Escuela Sistémica Argentina


Departamento de docencia e investigación
Director: Dr. Marcelo R. Ceberio, Coordinadora: Dra. Sonia E. Rodriguez
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TRABAJO MONOGRÁFICO
NOMBRE DE LA MATERIA

APELLIDO Y NOMBRE DEL ALUMNO: SALVADOR ANA INES

MAIL DEL ALUMNO: ANAINESSALVADOR@GMAIL.COM

SEDE EN LA QUE CURSÓ: JUJUY

FECHA EN LA QUE CURSÓ: DICIEMBRE 2018

FECHA DE ENTREGA DEL TRABAJO: ABRIL 2020


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INTRODUCCION

Ante la creciente patologización de los niños en la actualidad, resulta


innovador, algo ya propuesto por White y Epston hace bastante tiempo, y que a su
vez supone una premisa dentro de la terapia sistémica: el problema es el
problema, el problema no son las personas; esto es, exteriorizar el síntoma, el
problema con el que acuden las personas y así separar al portador o chivo
emisario del problema, esto produce que la familia del niño pueda empezar un
proceso de redefinición de su sistema familiar, de sus pautas, reglas, jerarquías y
poder, es decir un cambio estructural y dinámico de su sistema.

Desde esta perspectiva, la patologización de los niños queda en segundo


plano, para primero preguntarse sobre las implicancias relacionales y estructurales
ante la conducta sintomática, sin perder de vista la perspectiva neurológica pero
no reduciendo a ella las explicaciones. Es frecuente escuchar “licenciada necesito
una evaluación neuropsicológica de ni hijo/a porque algo le está pasando”
generalmente vienen con derivación neurológica, buscando una respuesta mágica
a través de un test, claro, ellos ya lo saben porque en el pedido medico solicitan
“evaluación neuropsicológica (wisc iv)” y aparece la ilusión de que dará las
respuestas a la conducta del niño. Cayendo en este reduccionismo, vemos como
crecen los diagnósticos, sin preguntarse el para que, de esa conducta en el
contexto del niño, del sistema familiar en el que crece el niño y toda la complejidad
de variables que esto implica; dejan de lado la importancia de los modos de
relacionarse como un aspecto recursivo de la conducta presente.

Es por esto, que el trabajo propone una lectura reflexiva desde una
perspectiva sistémica narrativa, intentando integrarla con una aproximación de
terapia estructural, buscando complementar aquellos aspectos que sean de
utilidad para comenzar a ver la realidad familiar en torno a los síntomas de las
infancias desde una perspectiva que corre al niño del centro del problema y
posibilitando que su sistema familiar lo vea como un niño que ese lugar activo
podrá ser parte de la solución conjunta que la familia pondrá en marcha para
modificar su estructura y dinámica que se volvió disfuncional en el ciclo vital que
atraviesa la familia en ese preciso momento.
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DESARROLLO

La creciente demanda para evaluación psicológica en niños y la


consecuente patologización de las infancias es uno de los desafíos que tiene la
clínica psicoterapéutica con niños en la actualidad.

La descontextualización de sus síntomas, los vínculos laxos, las familias


poco continentes, familias con limites difusos o extremadamente rígidos, falta de
comunicación, de contención afectiva, las instituciones sociales que tampoco
aseguran la protección física y afectiva de ellos son las características que se
hacen presentes a diario en consulta; encontramos niños a la deriva en donde lo
único que los define es un diagnóstico, un etiquetamiento que cumple un rol
identitario.

Y con esto no me manifiesto en contra de los diagnósticos, sino que nos


olvidamos que los niños, son personas en constante cambio, evolución,
construcción, su psiquismo está en pleno proceso de desarrollo, y que,
fundamentalmente forma parte de un sistema, primero familiar y luego social, que
espera de él/ella ciertas conductas como así también los niños esperan de los
adultos. Este rol que debemos cumplir, debe ser coherente en primera instancia
con su edad evolutiva, y luego con las funciones familiares, a su vez, en la
interacción niño-familia se generan pautas y posibilidades de interacción, a veces
claras y en otras ocasiones rígidas o difusas.

Si bien cada familia se organiza bajo pautas que le son propias, deben
abogar por cumplir con la función de un sistema familiar, de una familia, que es
asegurar la integridad física, emocional y social de todos sus miembros para que
todos puedan desenvolverse según sus características en relación con los demás
miembros. Se entiende a la familia como “una unidad social que enfrenta una
serie de tareas de desarrollo” (Minuchin, 1974 p.39) y tiene “dos objetivos
distintos. uno es interno - la protección psico-social de sus miembros; el otro es
externo -la acomodación a una cultura y la transmisión de esa cultura”
(Minuchin,1974 p78)

Es así como el ciclo vital de una familia supone que los miembros deben
relacionarse bajo ciertas pautas de interacción que lejos de ser rígidas deben
tener la posibilidad de mantener la homeostasis del sistema familiar, y en este
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punto se encuentra también un concepto clave que es el de jerarquías, junto con


los roles y las reglas, como así también cada variable que constituye la estructura
de un sistema familiar “la estructura de un sistema está determinada por variables
y cada una de ellas posee un rango de ajuste equivalente a medidas limite,
mínimas y máximas, en las que se mueven para mantener la homeostasis del
sistema”.(Serebrinsky 2014. p.47).

Además de la estructura familiar, tenemos en cuenta otro gran grupo de


variables que corresponde a la dinámica familiar, esto es lo que anteriormente se
nombró como las reglas de juego y las interacciones que se dan dentro de una
familia, en pocas palabras podría resumirse a la dinámica de una familia como la
forma en que se comunican los miembros del sistema.

Cuando una familia llega a sesión, generalmente, el niño es presentado


como el paciente identificado, aquel “portador del problema” (Serebrinsky, 2014,
p.161) de la familia, entendiendo al problema como “una conducta inesperada en
el sistema” (Serebrinsky, 2014, p.126), sabiendo que en esta instancia no
solamente es la dificultad inicial que se presentó en el sistema sino todas los
intentos de solución que el sistema familiar generó con el objetivo de que esa
conducta que se presenta fuera de los limites máximos y mínimos permitidos
dentro del sistema y que mantiene la homeostasis del mismo, desaparezca. es por
esto que podemos entender al síntoma como una conducta disruptiva ya que
produce modificaciones en el sistema a partir de su aparición, develando las
disfuncionalidades del mismo, es aquí donde el sistema puede aislar esa
conducta, señalando al chivo emisario como portador del problema o ampliar su
rango homeostático, dejando de ser un problema.

Es importante que en el espacio terapéutico se produzca un reencuadre en


relación al problema y al portavoz del mismo para producir un cambio tipo 2 en el
sistema, ingresando información entrópica que produzca una morfogénesis en la
homeostasis del sistema familiar. En todo caso “el problema crea una realidad
propia. en la labor terapéutica...se desarticular… la visión y el circuito que sostiene
el problema-queja” (Ceberio, 2008, p.76) posibilitando en estos casos que la
familia pueda comprender que el problema es el problema. De esta manera se
posibilita crear un clima en terapia de participación y colaboración de todos los
miembros, ya que empiezan a entender que el foco no está en ninguno de ellos;
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“cuando se exterioriza un problema la actitud de los niños en la terapia


normalmente cambia. Cuando se percatan de que es el problema, y no ellos, el
que va a ser objeto de análisis, participan con entusiasmo en la conversación”
(Freeman, 2001, p.31)

Así, la exteriorización del problema se convierte en consultorio en una forma


de juego que permite enfrentar a los niños con los problemas, y por su parte
posibilita a la familia alejar al niño del concepto niño-problema. Adentrando así al
sistema familiar a buscar un camino a la solución de aquello que los aqueja, para
empezar a determinar que fue que volvió disfuncional al sistema, y que el niño
devino en chivo emisario de la disfuncionalidad familiar mediante un síntoma.

El reencuadre que se logra a través de la externalización del problema


permite que la familia modifique el marco conceptual en el que estaba encuadrado
al definir a su hijo como el problema. Así, “reestructurar el marco de las
significaciones del objeto implica, en la progresión del proceso, un cambio de
reglas de juego (cambio 2), en el que el otro ve alfo de manera diferente y, por lo
tanto, indica el inicio de un nuevo juego” (Ceberio y Watzlawick, 2008, p.127) esto
puede lograrse gracias al lenguaje que utiliza el terapeuta dentro de las sesiones
para nombrar el problema que la familia trae, brindando la posibilidad de
renombrarlo, o bautizar el problema, darle otro nombre de esta forma, el terapeuta
logra que las personas comiencen a percibir que “...implícitamente...el problema
«tiene efectos sobre» la vida de la persona, en lugar de «ser parte de»
ella”(Payne, 2002, p.27).

Entonces, este lenguaje, el del paciente y el que introduce el terapeuta, abre


posibilidades a la invención, a la imaginación y creatividad de los niños y sus
familias para dar soluciones a los problemas ya que corre al niño de la culpa o
vergüenza que se generó sistémicamente alrededor de él y el síntoma.

“utilizamos preguntas para proporcionar recursos lingüísticos que el


niño pueda relacionar con sus conocimientos y su imaginación para
desarrollar posibles significados y abrís el camino a ideas originales
(Brunner 1986). es importante que escojamos nuestras aportaciones
y preguntas siendo conscientes de nuestra influencia” (Freeman,
2001, p.28)
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Pequeña Viñeta Clinica.

Un niño de 8 años diagnosticado con “síndrome de asperger y síndrome de


atención dispersa” sus conductas hiperactivas e impulsivas se manifestaban ante
situaciones precisas, sin embargo, no presentaba síntomas coherentes con el
diagnóstico con el que había sido diagnosticado exceptuando una
hipersensibilidad táctil y auditiva; así etiquetado se manejaba su familia al
momento de presentarlo y explicar su comportamiento, anticipando antes que
nada su diagnóstico, como si esto lo definiera.

Comenzó a tener pesadillas que no podía describir, solo se despertaba


asustado, él no podía poner en palabras el contenido de sus pesadillas, y me
pedía que quería dormir tranquilo y allí pudo manifestar “necesito protección”, se
comenzó trabajando con él sobre esta necesidad, y surgió de él otro recurso
narrativo que empezamos a utilizar, fue el de “Uganda Nuckles“, un dibujo
animado al que el paciente admiraba en esa época, reconstruyéndolo con
superpoderes, en este caso, de protección construimos una historia en donde, los
Ugandas, protegían a los niños y empezaban a desaparecer los temores; en
terapia, junto a la familia, él tuvo la idea de realizar dibujos de Ugandas que
debían ser colocados en los lugares de los que los monstruos podían salir, así, las
pesadillas desaparecieron; sistémicamente se posibilitó, que él tenga un lugar
dentro de su familia mas allá del rótulo patológico que tenía hasta ese momento;
ya que si él mencionaba algo que estaba fuera de la sintomatología que podría
llegar a manifestar, no era considerado importante, más bien un capricho, como lo
eran las pesadillas.

Indagando con sus padres, el niño presentaba un diagnóstico biológico que


le ocasionaba dolores articulares y musculares; un día en el consultorio tirándose
al piso, él diciendo que hacía como “viborita” comenta sobre su dolor y
seguidamente, manifiesta “si, ¿en la escuela me duele la espalda sabes? Y el frio
del piso me calma el dolor, eso descubrí. Pero cada vez que lo hago me retan y
no me dejan hablar, solo retos, retos, retos…”; luego realizando visitas a la
institución, vivencio que en esas aulas caóticas el libertinaje se hace presente y
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este niño que intenta hacer sus actividades para regular su conducta, esas
técnicas de respiración tan practicadas en consultorio, él desentona y no puede
realizarlo, porque claro, su manifestación supuestamente “hiperactiva” es
congruente con ese lugar, entonces el diagnostico neurológico y psicológico se
disuelve frente a esta situación, y realizando un cambio contextual, sus conductas
modificaron, ya que él no presentaba dicho diagnóstico, sino que reaccionaba a
ese contexto, y parte de sus conductas eran respuestas a síntomas biológicos que
le permitían sentirse mejor en ese plano. En este sentido, se trabajo con el niño
armando una historia alternativa, cuando el problema estuvo fuera de él, era
externo a su persona, se pudo reversionar esta parte de su historia, dejando de
ser “Xxx el niño problema” para ser “Xxx y el contexto caótico”.

En lo referido a su sistema familiar, se logró correrlo del lugar de niño-


problema-diagnostico, y aparecieron conflictos conyugales que mientras el foco
era el diagnóstico del niño no se nombraban. Se derivo a terapia de pareja y al
tiempo, el niño dejo de presentar estas conductas dispersas e hiperactivas.

Los niños tienen la posibilidad, mediante la externalizacion del sintoma, de


hablar lenguaje de niños, esto es lenguaje ludico, y podemos de esta manera
comenzar a conocer realmente al niño que estaba detrás del diagnostico, detrás
del sintoma, colocándolo en un lugar activo, que le permite, también a él,
conocerse y desarrollar sus potencialidades.
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CONCLUSIONES

He aquí el desafío de la clínica con niños: tener en cuenta


fundamentalmente el contexto, la dinámica y pautas de relación familiar.

Resulta sencillo aislar al niño, administrarle test psicométricos, proyectivos y


establecer un diagnostico; pero este no refleja quien es la persona que esta
sentadita frente a nosotros porque es mucho más que sus conductas, es su
contexto, su biología, su historicidad, su familia, su escuela, sus modos
comunicacionales, es un ser integral y tenemos el desafío de verlo como tal un ser
bio-psico-social.

Es así que, etiquetar tan abruptamente y de manera desmesurada nos


olvidamos de la persona y sistema familiar que está detrás de esas conductas,
llámense “hiperactivas” “desatentas” “impulsivas” “desafiantes”. La exacerbación
de diagnósticos, la excesiva patologización de las infancias llevó actualmente a
cosificar al niño, donde no se le da lugar a su palabra, a su historia, a su narrativa,
y paradójicamente a esta llamada “era de la comunicación” lo que falta es
comunicar, esto es escuchar para poder dar respuesta y como psicólogos
tenemos el desafío de darles ese lugar dentro del consultorio a los niños, que se
sientan escuchados, que puedan manifestarse y allí es cuando descubro que los
diagnósticos se diluyen.

También es importante tener en cuenta la multiplicidad de factores que


intervienen en el devenir histórico de cada niño, fundamentalmente su familia, los
modos particulares de relacionarse, las pautas sistémicas de funcionamiento
familiar allí encontramos respuestas a las conductas del niño quienes responden
coherentemente a las disfuncionalidades de las que son parte, responden
acertadamente a las ambivalencias, a los mensajes paradójicos y condicionantes
del medio; es entonces ahí, donde esa conducta cobra sentido y el diagnostico
queda en un segundo plano privilegiando a la persona.

Tener una mirada sistémica sobre los síntomas abre la posibilidad de


encontrar respuestas en donde no tenemos culpables, sino relaciones
disfuncionales que produjeron que un síntoma actúe como estabilizador
homeostático, como un agente que encubre disfuncionalidades.
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Correr a las familias del lugar de niño-problema o de chivo emisario implica


generar en ellos un cambio de atribución de causas a lo que sucede pudiendo de
esta manera reestructurar o reencuadrar el problema que traen a terapia.

Cuando las familias logran comprender que el problema es el problema y


que no es su hijo el problema, le otorgan al niño un lugar diferente dentro del
sistema familiar, un lugar activo, donde se amplían las posibilidades de lo que
sucede, como así también, le permite al niño despojarse de culpa o vergüenza
que su conducta puede haberle generado el sentirse portador del síntoma y ser
acusado de culpable. Se abre la posibilidad de generar historias alternativas
dentro del sistema familiar y adentrarse en el conocimiento de las personas, de la
interacción persona – persona, y no persona – problema, como era hasta ese
momento.
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REFERENCIAS

Ceberio, M y Watzlawick P (2008) “Ficciones de la realidad. Realidades de la


ficción. Estrategias de la comunicación humana”. Barcelona: Ed Paidós.

Freeman, J; Epston, D y Lobovits, D, D (2001) “terapia narrativa para niños. una


aproximación a los conflictos a través del juego “Ed. Paidós 1° ed.

Payne, M (2002) “una visión global de la terapia narrativa. una introducción para
profesionales” ed. Paidós

Minuchin, S. (1974). Familias y Terapia Familiar. Ed. Gedisa

Serebrinsky, H y Rodríguez, S (2014). Diagnostico sistémico: el diagnostico de los


sistemas humanos. 1°ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Psicolibro
Ediciones.

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