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TRABAJO EN EQUIPO Y SISTEMAS COLABORATIVOS I

Qué es trabajar en equipo

De por sí la palabra "equipo" implica la inclusión de más de una persona, lo que


significa que el objetivo planteado no puede ser logrado sin la ayuda de todos sus
miembros, sin excepción. Es como un juego de fútbol: todos los miembros del
equipo deben colaborar y estar en la misma sintonía para poder ganar. El
futbolista no debe jugar por sí solo, tiene que tomar en cuenta el hecho de que
forma parte de un equipo. Solemos pensar que el trabajo en equipo sólo incluye la
reunión de un grupo de personas, sin embargo, significa mucho más que eso.

Trabajar en equipo implica compromiso, no es sólo la estrategia y el procedimiento


que la empresa lleva a cabo para alcanzar metas comunes. También es necesario
que exista liderazgo, armonía, responsabilidad, creatividad, voluntad, organización
y cooperación entre cada uno de los miembros. Este grupo debe estar
supervisado por un líder, el cual debe coordinar las tareas y hacer que sus
integrantes cumplan con ciertas reglas.

¿Por qué trabajar en equipo?

El éxito de las empresas depende, en gran medida, de la compenetración,


comunicación y compromiso que pueda existir entre sus empleados. Cuando éstos
trabajan en equipo, las actividades fluyen de manera más rápida y eficiente. Sin
embargo, no es fácil que los miembros de un mismo grupo se entiendan entre sí
con el objeto de llegar a una conclusión final.

Cada uno de nosotros piensa diferente al otro y, a veces, creemos que "nuestra
opinión" impera sobre la de nuestro compañero, sin embargo ¿cómo podemos
llegar a un equilibrio? Precisamente allí es que está la clave del éxito, en saber

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cómo desenvolvernos con un grupo de personas cuyas habilidades, formas de
pensar y disposición para trabajar, en algunas ocasiones, difieren de las nuestras.

¿Qué es un equipo de trabajo?

No debemos confundir "trabajar en equipo" con "equipo de trabajo". Son dos


conceptos que van de la mano, pero que poseen diferentes significados. El equipo
de trabajo implica el grupo humano en sí, cuyas habilidades y destrezas permitirán
alcanzar el objetivo final. Sus integrantes deben estar bien organizados, tener una
mentalidad abierta y dinámica alineada con la misión y visión de la empresa.

El miembro del equipo de trabajo debe producir para obtener mejores resultados,
centrarse en los procesos para alcanzar metas, integrarse con sus compañeros,
ser creativo a la hora de solucionar problemas, ser tolerante con los demás, tomar
en cuenta a sus colegas y aceptar sus diferencias, obviar aquellas discusiones
que dividan al grupo y ser eficiente, más que eficaz.

Fracasos del trabajo en equipo

 No existe un clima agradable de trabajo


 Se planifica incorrectamente
 Existe negatividad y egoísmo en el grupo
 Los miembros están desmotivados y no son perseverantes
 Los involucrados no se sienten parte del grupo
 No se da la confianza mutua
 Los objetivos a cumplir no están claros

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Construir un equipo de trabajo es una experiencia que implica reconocer y valorar
el aporte que realizan los demás en los éxitos que alcanzamos en nuestra vida
profesional. Cuando nos vinculamos a una empresa nos encontramos con las
personas que serán nuestros compañeros de viaje en la gran aventura de la
gestión laboral. Poco a poco vamos generando sinergias, espacios de
conversación y estrechando lazos de colaboración y cooperación que nos permite
considerar estos nuevos lugares como amigables y seguros.

Los vínculos que vamos creando con esas personas, desconocidas hasta hace
poco, nos permiten creer que hemos sido acogidos en un sitio que nos ofrece la
posibilidad de contribuir positivamente en los resultados de la organización. Nos
comenzamos a mostrar ante los demás, dejando a un lado las timideces y
prevenciones naturales que nos asaltan cuando estamos en ambientes nuevos y
desconocidos. Lentamente vamos dándonos a conocer y conociendo las personas
que ya llevan algún tiempo en esta cultura empresarial que nos recibe como uno
más de su equipo.

Al ingresar a nuevos ambientes organizacionales comenzamos una etapa de


adaptación que nos permite descubrir compañeros que nos aceptan y reciben en
sus ya conformados grupos.

Simultáneamente comenzamos a percibir, también, que algunos otros pueden


sentir algo de temor, inseguridad o hasta envidia con nuestra vinculación, quizá
porque entramos a “reemplazar” a alguien que era apreciado por el grupo o
simplemente porque no hubo la suficiente empatía desde el comienzo.

El desarrollo del trabajo que nos han encomendado debe realizarse, seguramente,
con la colaboración y apoyo de otros que quizá no pertenecen a nuestra propia
área, es el momento en que comenzamos a establecer vínculos y relaciones que
podrían llevarnos al conflicto o por lo menos a situaciones poco cómodas, sobre

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todo si requerimos que la otra persona o área se convierta en nuestro proveedor
de información o servicios para poder avanzar en la gestión que nos han
encomendado.

La vida de las organizaciones es viva y dinámica, transita entre los procesos


formulados y las decisiones gerenciales que no necesariamente pueden estar en
línea con los propósitos establecidos por la estrategia organizacional. 

La cotidianidad empresarial, siempre llena de actividad (y activismo) será la que


muestre a los colaboradores si las tareas que se realizan conducen a los
resultados esperados, es decir que la gestión no es garantía de resultados, hacer
mucho no significa hacer lo correcto. Es la paradoja de quienes se descubren, al
final del día, cansado por haber trabajado mucho, pero al mismo tiempo con la
sensación interna de no haber avanzado en la consecución de los resultados
esperados.

Cuando somos responsables de la tarea, no podemos olvidarnos de los


resultados, quizá la rutina nos lleve a concentrar muchas horas y esfuerzos en
tareas operativas y repetitivas que nos hacen olvidar de los resultados que espera
la dirección de la empresa. Hacer un PARE, detenerse para visualizar la meta,
revisar si la ruta que se lleva es la correcta y evaluar con el equipo los avances
obtenidos, son la mejor manera de no errar en la gestión. Son muchos los casos
que conocemos de gerentes que fueron despedidos por no asegurar el resultado
esperado, quizá eran buenos en la planeación pero su ejecución no llevó al
cumplimiento de los indicadores de éxito propuestos por la dirección de la
empresa.

Los nuevos integrantes de nuestros equipos de trabajo deben conocer, desde el


principio, cuáles son las expectativas que tiene la empresa respecto de su trabajo,
qué se requiere de su gestión como aporte al trabajo conjunto que realizan y los
recursos con los que cuenta para lograrlo.

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Pilar Jericó, en sus reflexiones sobre el compromiso organizacional (y en el cual
se inspira este texto), nos invita a profundizar sobre los aspectos que nos llevan a
los resultados empresariales, se trata de comprender que todos debemos
escuchar cuidadosamente la música que suena y que debemos bailar
armónicamente para que resulte una buena danza. Bailar juntos significa que
estamos escuchando lo mismo y nos acomodamos para no chocar, no entrar en
contradicción y no arruinar el baile al cual hemos sido invitados después de un
proceso de selección que quizá representó una gran inversión de recursos a la
empresa.

Bailando juntos significa que estamos alineados con la estrategia y con los
objetivos propuestos para hacerla realidad; nada peor que escuchar
conversaciones donde los funcionarios de una misma empresa dan explicaciones
distintas a un mismo cliente, o cuando los agentes de ventas de una misma
empresa visitan a un mismo cliente para ofrecer el mismo portafolio de productos,
o cuando no hay unidad de criterio frente a los precios de venta o los tiempos de
entrega de los productos o servicios adquiridos, o a la solución de un reclamo,
etc…

Crear sinergia es integrar en nuestra manera de hacer las cosas la experiencia de


los demás, entender que la alineación estratégica hace relación con el cambio
como experiencia compartida.

El camino recorrido, por los miembros del equipo de trabajo, suele ser diversa y se
enriquece con la experiencia que traen los nuevos que llegan a la organización,
sin embargo es frecuente encontrar que quienes llevan más tiempo en la empresa
se aferran a los paradigmas de éxito o fracaso que han vivido y suelen cerrar las
puertas para nuevas ideas e iniciativas que implican arriesgar el statu quo y la
zona de confort en la cual sentimos la seguridad de una semana más con trabajo
(aunque el cliente se vaya).

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Alinear la empresa, es entender que aunque puedan haber muchos grupos de
trabajo siempre será un solo equipo el que sale todos los días a la cancha del
mercado a jugar el partido más importante de su vida: el de mantenerse
competitivo frente a los nuevos jugadores que llegan todos los días con nuevas
maneras de hacer las cosas, con equipos que tienen visiones que van más allá de
los triunfos parciales y buscan las cumbres más altas.

Bailando juntos significa también que podemos descubrir el poder que tiene el
talento en nuestras empresas, el reto que significa generar espacios de
comunicación que valoren la individualidad y al mismo tiempo descubra, como
diría Mcclelland, la importancia de convertir a la empresa y al equipo de trabajo en
un referente motivacional orientado a producir desempeños sobresalientes.

Espero que estas breves reflexiones puedan conectar con la importancia de darle
la bienvenida a los nuevos integrantes de nuestros equipos, de acogerlos y
contextualizarlos en los resultados que se espera de su gestión, de reconocer la
música que deben danzar e identificar con quienes pueden y deben apoyarse para
que no terminen por abandonar el baile antes de terminar la canción. 

Si trabajamos sólo para producir resultados externos, sólo “hacemos”. Si


trabajamos para interiorizar lo que hacemos, y quedarnos con la operación en
nosotros, estamos trabajando de verdad porque estamos obrando, interiorizando
lo que hacemos. 

Hablo del trabajo en sí mismo como un despliegue de energías humanas para


producir bienes o servicios, con o sin valor económico, en cualquier campo de la
actividad, y con miras al perfeccionamiento personal y social. El trabajo como ley
de vida de toda persona: aprender a trabajar para vivir. 

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Prepararse para la vida es formarse bien (trabajo formativo) para ejercer una
profesión (trabajo productivo). La persona tiene por misión construir el mundo y
esto lo consigue trabajando. El trabajo expresa una relación de dominio frente al
mundo, distinta de la relación de coordinación o convivencia con los demás, y de
la de subordinación a su fundamento, a Dios como creador del hombre. Lo
importante es dejar claro que el trabajo exige una actitud determinante, decidida,
inteligente y activa, que compromete a la persona con lo que hace , con quienes
trabaja, y para quienes trabaja. 

El trabajo no es un fin en sí mismo, tiene valor de medio y por eso la persona


puede hacer de él un instrumento de perfeccionamiento y de realización personal
o de desadaptación vital o insatisfacción. El trabajo es acción creadora, no pasiva
o receptiva. Exige una actitud que compromete a la persona con el mundo y con
las otras personas, abierto a lo trascendente, es decir a lo que va más allá de
cumplir una tarea técnicamente bien y obtener un medio de subsistencia. 

Reducir el trabajo a su función económica, o a un simple factor que se suma al


capital es, por lo menos, falta de visión. “Proponer al hombre –son palabras de
Aristóteles– solamente lo humano significa desconocer la grandeza del hombre”. 

El trabajo se puede entender de modo objetivo (en función de lo que produzco) o


subjetivo (en función de lo que me produce interiormente). Cuando pienso en lo
que me produce, no desde el punto de vista material, sino desde el punto de vista
de mi realización personal, adquiere una trascendencia y una connotación de
generosidad (doy buen ejemplo, no espero sólo una retribución material, y los
demás se benefician de todo lo que hago bien). 

Aunque yo no tenga la intención de ser generoso, resulto siéndolo en función de


las personas que están en relación con el trabajo que yo realizo. El impacto
favorable que causa en los demás hace que rebose el nivel de satisfacción que yo
buscaba. 

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Puedo hacer mi trabajo objetivamente bien, en cuanto a lo que produzco, pero
subjetivamente mal, en cuanto a lo que me produce, por ejemplo, porque no me
permite crecer interiormente, porque no sé interiorizar ese trabajo, porque no
desarrollo virtudes en él, porque me dejo llevar por el activismo, etc. 

No importa cuál sea el trabajo que una persona realiza. Por insignificante que
parezca, tiene el mismo poder realizador en la medida en que se logre
interiorizarlo, integrarlo a la vida. Todo esto depende de una actitud frente al
trabajo, del sentido que se da al trabajar, y de lo que finalmente se busca con el
esfuerzo que se hace. Trabajo, por muy importante que sea, sólo es un medio
para lograr el fin de la persona, su felicidad. 

Para que las cosas cambien

“No es el sentirse bien en el trabajo lo que nos hace buenos. Más bien es el
volvernos buenos en el trabajo lo que nos hace sentirnos bien respecto de
nosotros mismos” (R. O’Connor). 

Si el trabajo enriquece a la persona, la hace sentirse mejor, es eficiente (manejo


de instrumentos, método) y eficaz (resultados positivos). Cuando tenemos bien
claro en la cabeza para qué trabajamos, la finalidad de ese esfuerzo de todos los
días, se supera la rutina tediosa, la apatía y la indiferencia. 

Un trabajo vivido con una actitud positiva frente a las dificultades se convierte en
tarea activa, con espíritu de iniciativa y creadora. “El trabajo creador resulta de un
equilibrio dinámico donde se combinan libertad y necesidad, riesgo y
responsabilidad, esfuerzo y satisfacción” (Donati). Este equilibrio produce
satisfacción y deseo de servir mejor. 

Inseparablemente unido a la mejora en el trabajo está el aprovechamiento del

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tiempo. La Biblia dice: “Para cada cosa hay su momento; existe un tiempo para
todo lo que hay que hacer bajo el cielo”. El tiempo se aprovecha mejor cuando se
establece una jerarquía, un orden sistemático de tareas y necesidades que nos
dice lo que debe hacerse primero, segundo... etc. 

Es decir, para poder hacer un trabajo de calidad hay que saber administrar bien el
tiempo. Si el trabajo no lleva a la persona a sentirse realizada, a sentir gusto por lo
que hace y a la armonía existencial, puede convertirse fácilmente en un “trabajo
mercancía”, en el cual se siente explotada, o se convierte en una rutina
despersonalizada o en un hacer incesante y fatigoso, que produce cansancio
físico o psicológico. 

Algún autor dice que “un quehacer que no nos hace mejores, no nos hará mejorar
lo que hacemos”. La realización personal se logra en la medida en que el
ambiente de trabajo positivo es estimulante y generador de un sentido de
pertenencia a la organización. El trabajo tiene un carácter expansivo, es decir,
haciendo bien nuestro trabajo hacemos bien a los que nos rodean 

El hombre alcanza el desarrollo de su personalidad trabajando. El trabajo tiene tal


valor para él que es muy difícil concebir su felicidad sin trabajar, cualquiera que
sea, una tarea que lo mejore interiormente, y que lo expanda en todas sus
dimensiones: humana, profesional, cultural, espiritual, social. 
Parte importante de ese trabajo es el esfuerzo de uno mismo para integrar todas
las facetas del trabajo en una unidad de vida o coherencia. 

Indicadores básicos

Trabajar bien significa:

 Hacer todo bien desde el primer momento.

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 No dejar las cosas empezadas ni comenzar varias al tiempo. 

 Hacer una tras otra, salvo que haya que atender a varias a la vez.

 Una vez dispuestos los elementos de trabajo, comenzar a trabajar sin


dilaciones.

 Concentrarse en la actividad que nos corresponde evitando distraerse o


distraer a los demás.

 Ser constante, sobre todo cuando llega el cansancio o cuando nos sentimos
con menos ganas de trabajar. A veces toca hacer las cosas sin ninguna
gana, por sentido de responsabilidad.

 Hacer primero lo principal y luego lo secundario.

 Evitar la precipitación: hay que dedicar unos minutos antes de empezar a


planificar bien las acciones del día y seguir ese plan para llegar a todo lo
previsto.

 Si cometemos un error, reconocerlo enseguida. E intentar de nuevo aquello


mismo, consultando, si es necesario.

 Cuando el error proviene de intentar hacer bien las cosas, se saca algo
positivo, se adquiere experiencia.

 Todo trabajo implica prestar un servicio, directa o indirectamente, y siempre


se puede servir mejor, incrementar la calidad de lo que se hace.

 Competitividad: que pueda compararse con el de otras personas y ser


elegido como el mejor. 
 “Hacer lo que se debe y estar en lo que se hace” (J. Escrivá), o sea, tener la
cabeza y los sentidos puestos en lo que estamos realizando.

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 Si el trabajo de otros depende de nosotros, no basta con decir las cosas:
hay que hacer que se hagan. La efectividad se logra diciendo y haciendo, y
haciendo hacer.

 Estar en los detalles: de presentación, de trato cualitativo, personalizando la


atención, terminar bien todo, incluso aquello que no se ve. Recordar que:
“Lo más grande van sin reparo con lo pequeño. Lo mediocre va solo”
(Tagore)

 Disponibilidad: que puedan contar con uno siempre.

 Perseverancia en el empeño: lo fácil es empezar, lo difícil, perseverar en la


tarea. Importa más colocar últimas piedras que primeras piedras. 

 Intensidad: No importa hacer muchas cosas sino hacer las cosas bien.

Trabajo en equipo

Hoy en día es muy difícil concebir el trabajo sin una disciplina de trabajo en
equipo. Siempre habrá talentos solitarios que en determinados ámbitos de la
creatividad, literaria por ejemplo, que producen individual y aisladamente. Cada
vez más el trabajo es participativo, no sólo por el hecho de contar con los demás,
sino porque el trabajo en equipo no anula la actuación individual , aunque la
subordina a los objetivos comunes.

El trabajo en equipo pone a pruebas la capacidad comunicación. Es indispensable


saber expresarse y saber escuchar. El trabajo en equipo permite ampliar los
propios puntos de vista, opiniones o visión de los temas o problemas. Implica
también someter el trabajo personal a la crítica externa a nosotros, y valorar
posiciones y criterios distintos a los nuestros. 

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Trabajando en equipo hay mayores posibilidades de conocer la verdad y ocasión
de comparar y correlacionar las diferentes formas de ver las cosas. Por otra parte,
el trabajo en equipo nos da posibilidad de enriquecer la personalidad en el trato
con los demás, sobre todo si captamos y aprendemos de ellos sus cualidades, si
mutuamente nos ayudamos a corregir los defectos de unos y otros. 

A veces el trabajo en equipo cuesta más porque pensamos que es mejor y más
rápido hacer las cosas individualmente que ayudar a hacerlas o enseñar a
hacerlas a otros. Es una concepción equivocada y corta de miras. Hay cosas que
o se hacen colectivamente o no se hacen, precisamente porque suponen
compartir objetivos, métodos y a veces las herramientas de trabajo. 

El trabajo en equipo no sólo favorece la confrontación, sino que fomenta el


pluralismo de enfoques, la tolerancia, la complementariedad. Es muy necesario
para adelantar con éxito cualquier proyecto, incluido el proyecto de vida, que
necesariamente está ligado a grupos como la familia, la empresa, el círculo de
amistades, el equipo deportivo, y a otras formas asociativas que requieren
participación y solidaridad para cumplir sus metas. 

En el grupo se da primacía a los aportes individuales. En cambio en el equipo se


requiere tanto el esfuerzo individual como el colectivo. Además prima en él la
integración de voluntades hacia un propósito común. Y esto muchas veces es
dispendioso en términos de esfuerzo y tiempo, pero vale la pena por los resultados
que produce y por la mejora de sus integrantes. 

Es propio del trabajo en equipo el compromiso y el sentido de pertenencia que


genera en sus miembros. Se mira el aporte de todos como valioso y vinculado al
éxito que se logre en la tarea común. Se aprende a ver la relación que existe entre
las tareas individuales y el objetivo común. 

El trabajo en equipo ayuda a madurar valores como la disponibilidad, la

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responsabilidad, la sinceridad, la confianza, la tenacidad, la flexibilidad, el espíritu
de iniciativa y la comprensión. 

La complejidad y multiplicidad de los controles a que está sometida hoy en día una
empresa en Venezuela, ha llevado a que la organización formal y estable, no
siempre sea capaz de manejarlas; eso es porque está diseñada principalmente
para manejar los procesos de negocio y no está preparada para enfrentar un gran
aparato estatal de control. Por otra parte, al ser externos a los procesos de
negocio, los controles tienden a perder eficacia y se van renovando, ya sea
modificándose o siendo reemplazados por otros, generando un estrés permanente
sobre las empresas.

Para hacer frente a la situación, la empresa tiene la opción o bien de modificar su


organización formal dándole un peso significativo al área de relaciones
gubernamentales, o bien de crear grupos de colaboración multidisciplinaria,
multicultural, multinivel y participativa para tratar las variadas relaciones con los
diferentes ámbitos y entes de control.

Los grupos colaborativos, comités, o equivalentes, despejan de una manera


importante las vías hacia la efectiva preparación de las respuestas y acciones, a
veces rutinarias y a veces especiales, apoyados en tecnología de información e
internet como plataforma del ambiente colaborativo dando confianza al proceso de
toma de decisiones, y minimizando los “errores no forzados”.

Si alguien cree que es problemático que este concepto invada los predios de la
organización tradicional y la reemplace, se encontrará con que es posible que la
invada, pero no que la reemplace, por aquello de las responsabilidades
individuales (accountability) y de la toma final de decisiones.

Trabajar en equipo: es más fácil decirlo que hacerlo. No se trata del simple

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concepto al que estamos acostumbrados, sino de lograr un entendimiento
compartido de las situaciones y de los objetivos. Con una orientación muy fuerte a
la innovación creativa.

Colaborar y compartir información no es exactamente lo mismo; el segundo es un


componente del primero. Colaboración se ha vuelto una parte inseparable del
trabajo en equipo, y vital en la migración desde trabajo en grupo hacia trabajo en
equipo.

El ambiente colaborativo, puede comenzar desde la simplicidad del teléfono, el e-


mail, las redes sociales y el chat, hasta un site en internet/intranet basado en la
web; con una variedad de atributos que permita, entre otros aspectos,
Colaboración, Conocimiento, Manejo de Contenido, Computación Colaborativa, E-
Learning (aprendizaje electrónico), Manejo de Información, Manejo de
Conocimiento y Portales, entre otros.

Cuando alguien dice somos un equipo, está diciendo algo fuerte y comprometido.
Uno debería preguntarse si una orquesta es un grupo o un equipo; y no cabe duda
que en un deporte (futbol, polo o basquetbol) se trata de un equipo.

Una letra de Mario Benedetti dice, refiriéndose a una pareja, algo como “...en la
calle codo a codo, somos mucho más que dos...” En la aritmética de los equipos la
suma es multiplicativa; mientras que en los grupos tiende a solo ser suma: uno
más uno es igual a dos.

En la situación especial que vive nuestro país es más importante que nunca
“comprar” la filosofa del trabajo colaborativo; el tema de la tecnología, en nuestro
caso, es subsidiario, principalmente porque está disponible y es relativamente fácil
de implementar. Mientras que pensar como equipos no es tan sencillo de lograr.

Sugiero que los equipos que se constituyan reporten al más alto nivel de la

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empresa y estén orientados a mantenerse un paso delante de los requerimientos
gubernamentales. Que estén conscientes del “riesgo regulatorio” y traten de
minimizar los puntos de conflicto; con énfasis en la precisión y en la negociación;
deben contar con toda la base jurídica, regulatoria y documental para de esta
manera permitir que el resto de la empresa se dedique al trabajo creativo y de
agregación de valor asegurándose que su gran preocupación sea la sostenibilidad,
económica, ambiental y social y no solo el cumplimiento de trámites que no
agregan valor y son una de las externalidades negativas más impactantes en
nuestra economía.

Como siempre, la solución está en nosotros mismos.

El equipo de trabajo como gestor de talento humano

Hoy día, las organizaciones privilegian los equipos de trabajo en el desarrollo de


sus diferentes procesos, encuentran en ellos la posibilidad de favorecer el
desarrollo de los talentos como factor de éxito en el logro de los propósitos
corporativos, más allá del mejoramiento del desempeño, por cuanto reconocen
que los resultados se dan en la sinergia que desarrollan los integrantes de los
equipos de trabajo.

Dificultades tales como los conflictos, ausencia de compromiso, desmotivación


laboral e incumplimiento de fechas, por ejemplo, han sido superadas gracias al
reconocimiento de que el impulso para superar los desafíos que plantea el trabajo
en la organización, puede lograrse gracias a que los colaboradores se sienten
parte de un equipo de trabajo donde su aporte no sólo es valorado sino requerido.

En todos los equipos habrá personas que por su experiencia, conocimiento,

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habilidad, actitud o por la suma de todos ellos, se convierten en las estrellas
alrededor de las cuales gira el trabajo de los otros, de tal manera que este
liderazgo natural es reconocido y apoyado. Estas personas sienten que cuentan
con los soportes necesarios para desarrollar con éxito la gestión. El talento
comienza entonces a evidenciarse como una expresión colectiva y no sólo
individual. Citando a Pilar Jérico, “El talento sólo es posible cuando tiene un
equipo que lo respalde” y efectivamente podemos verlo en los equipos deportivos
donde se reconocen los talentos individuales, pero siempre se concluirá que sus
resultados son obtenidos gracias a la labor conjunta de todos los integrantes. 

Esto nos lleva a reflexionar entonces sobre el impacto que tiene en el equipo de
trabajo la selección de cada uno de ellos. Cuando una persona llega a un equipo
debe tener claro cuál es la contribución esperada, reconocer que su trabajo será
definitivo independientemente de que se trate de un trabajo humilde o quizá no tan
aplaudido a la hora de las celebraciones, pero con seguridad sí recordado y
reclamado si se fracasa.

Un ejemplo que suelo poner, tiene que ver con el mecánico que le cambia la rueda
trasera derecha al campeón mundial de FÓRMULA UNO cuando entra a los
garajes; por sus condiciones de seguridad, lleva casco que le protege e impide
que pueda ser reconocido, es un trabajo anónimo pero de la máxima valía, ya que
si hace mal su trabajo el campeón puede fallar en su intento de ganar la carrera o
lo que es peor, puede producir un accidente de impredecibles consecuencias. El
hecho de que al final los aplausos puedan ser para una persona es una invitación
a incluir a todos los que hicieron posible los resultados superiores obtenidos.

Esta reflexión se orienta a validar la importancia de contar en nuestros equipos de


trabajo con estrellas capaces de marcar la diferencia con relación a la gestión y
por tanto desarrollar en ellos las competencias necesarias para construir
desempeños óptimos, pero al mismo tiempo identificar la necesidad de motivar,
mediante el reconocimiento y la capacitación, los aportes realizados por cada uno

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de los miembros del equipo.

Encontramos en las organizaciones personas que sienten que pueden dar mucho
más de lo que les exige su trabajo y esto hace que en ocasiones se dejen llevar
por la rutina, entre otras cosas porque su trabajo no necesariamente les
representa un reto que deban afrontar con toda su capacidad, se mecaniza su
labor y desaparece la motivación inicial llevándolos a estados de postración
anímica y en muchos casos a salir de la organización en la búsqueda de
horizontes y organizaciones que les permitan una mayor participación.

Los gerentes deben reconocer a cada una de las personas que hacen parte del
equipo, no basta sólo con seleccionarlos, es preciso que tengan claro cuál es la
meta que deben alcanzar y los recursos con los que cuentan para lograrlo. Las
organizaciones que desconocen la potencialidad de sus colaboradores están
perdiendo la oportunidad de desarrollar y generar procesos innovadores en la
gestión que realizan.

Los equipos de trabajo no sólo comparten un espacio y un tiempo juntos, deben


compartir también con claridad la expectativa de tareas y trabajos que induzcan a
la creatividad y la innovación. Es preciso entonces que cada miembro del equipo
identifique, como dice Ken Blanchard “las reglas de juego” de tal manera, que
reconociendo su área de acción pueda en ella diseñar nuevas maneras de hacer
las cosas.

Trabajar en equipo es una competencia bastante desgastada en los últimos


tiempos, en últimas, podemos preguntarnos ¿qué es trabajar en equipo?; basta
con reunir un grupo de personas y decirles que el trabajo en equipo es importante
y asignar una tarea específica con objetivos y tiempos?, quizá no. Una de las
mayores contradicciones que encontramos en las organizaciones que promueven
el trabajo en equipo como competencia organizacional o bien como eje transversal
a toda la gestión, es que los reconocimientos siguen siendo individuales, se

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premia al mejor del mes, al de mejor desempeño, etc.., de tal manera que los
demás integrantes quedan excluidos del reconocimiento. Esta contradicción se
refleja en el clima organizacional y es un precio que termina por pagarse en el
desarrollo de nuevos proyectos. 

El trabajo en equipo entonces es la manera conjunta de obtener resultados, debe


entonces acompañarse la compensación con un componente colectivo, que
permita establecer modelos de equidad y participación. A los integrantes del
equipo de trabajo les corresponde orientar los esfuerzos para diseñar un modelo
de gestión que refleje lo que es el trabajo en equipo, de tal manera que los
problemas que reconocemos a diario en la organización y que nos llevan a buscar
alternativas orientadas a disminuir las dificultades de relación entre las personas o
entre las áreas de trabajo no caigan en el vacio de la indiferencia gerencial por
cuanto, en muchas ocasiones, no acertamos con soluciones que atiendan las
causas de los problemas y seguimos, por el contrario, insistiendo en calmar los
síntomas que vuelven a surgir por la sencilla razón de que no hemos intervenido
en los orígenes de la problemática que se expresa de múltiples maneras y que
seguramente tenemos identificadas en test, encuestas y evaluaciones que
realizamos cada tanto.

El talento surge entonces como una manifestación de esfuerzos conjuntos, de los


apoyos recibidos y de la combinación de múltiples actores en el desarrollo de una
tarea. Es evidente que la disciplina personal, las capacidades individuales y el
compromiso demostrado ante un reto, logran establecer resultados valiosos para
la organización. Cuando una persona con talento no encuentra un equipo de
trabajo que afirme sus competencias se verá muy rápidamente redoblando
esfuerzos para alcanzar las metas.

Todos poseemos talentos, es indudable, la cuestión tiene que ver con la manera
como ponemos a disposición del equipo los mismos y la manera como logramos
multiplicar los efectos de estas sinergias construidas a partir del reconocimiento de

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los otros. 

En Gung Ho (Ken Blanchard y Sheldon Bowles), se propone un símil con tres


animales, el primero, el espíritu de la ardilla que nos lleva a reconocer que todo
trabajo vale la pena y por humilde que sea contribuye con la meta propuesta, que
nuestro trabajo hace que el mundo sea mejor, sin esta condición estaremos
sumergidos en la rutina perdedora que nos lleva a vivir en organizaciones poco
motivadas y alimentadas por la envidia entre los miembros de los equipos. 

El segundo, el estilo de castor, que nos invita a reconocer los límites de nuestra
gestión, a saber que no podemos hacerlo todo solos, que necesitamos de los
demás y que es preciso crear espacios donde podamos compartir, colaborar y
participar en las tareas de los demás. Cada persona del equipo debe saber no
sólo qué hace sino también para qué lo hace, como dice S. Covey “permanecer
con el fin en la mente” ayuda a que el trabajo tenga sentido.

Por último, el don del ganso, el cual es una invitación a fortalecer los vínculos
entre las personas, reconocernos en una cultura empresarial dinámica de la cual
nos sentimos parte, donde somos capaces de aplaudir y de alegrarnos con los
éxitos de otros, de apoyar y felicitar, un espacio donde no sólo encontramos
culpables de los errores y las fallas, al contrario un lugar donde se anima y motiva
a aprender cada día más.

El equipo de trabajo es el sitio donde cada día entregamos nuestra vida, donde
compartimos nuestro saber y donde nuestros esfuerzos adquieren sentido porque
establecemos vínculos y relaciones que nos permiten sentirnos reconocidos y por
lo tanto desafiados a ir más allá de la tarea y de lo esperado. 

Los invito entonces a revisar los diagnósticos que tenemos en la organización,


definamos cuáles de ellos son sólo síntomas de problemas que no se resuelven
con una acción de capacitación, con un traslado, con un incremento de salarios,

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con una bonificación, etc.. Encontremos las causas profundas que han dado
origen a esas situaciones que hoy reconocemos como obstáculos para el buen
desarrollo de la gestión y definamos acciones contundentes capaces de resolver
estas situaciones. 

Una de las tendencias actuales en el mercado laboral tiene que ver con el llamado
“teletrabajo” que ha permitido que muchos profesionales desarrollen sus tareas y
trabajos desde sus casas o por lo menos sin asistir regularmente a una oficina
donde tenga la oportunidad de encontrarse físicamente con sus compañeros de
trabajo para compartir ideas o establecer acuerdos y por tanto las reuniones son
sesiones virtuales. Considero que todo lo dicho aplica igualmente en razón de que
nuestra condición de seres gregarios nos lleva a buscar la permanente relación
con quienes reconocemos como nuestros compañeros de trabajo.

Finalmente, es importante reconocer que el talento individual y el equipo de


trabajo van de la mano, el uno no aparecerá sin el otro y es responsabilidad de los
gerentes seleccionar al personal adecuado, entrenarlos para obtener resultados
superiores y evaluar su trabajo para evidenciar los aprendizajes que permitirán
ajustar y mejorar individual y colectivamente.

Espero que estas reflexiones contribuyan de alguna manera a diseñar un modelo


de gestión que permita mejores desempeños individuales y grupales que impacten
positivamente en los resultados esperados por la organización.

Cuando se habla del trabajo en equipo se habla de muchas cosas a la vez, hay
quien entiende de la misma manera equipo que grupo, quien cree que un conjunto
de personas ya se constituye en un equipo. Sin embargo se trata de conceptos
diferentes.

La primera diferencia entre equipo y grupo la encontramos en las definiciones que

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da el Diccionario:

 Equipo: Grupo de personas organizadas para un servicio, deporte, etc.

 Grupo: Pluralidad de seres o cosas que forman un conjunto.

El equipo se refiere a un conjunto de personas interrelacionadas que se van a


organizar para llevar a cabo una determinada tarea, mientras que el grupo se
refiere a ese conjunto de personas sin considerar la tarea para la que han formado
un conjunto, considerándolo en su totalidad.

Pero para que un conjunto de personas se convierta en un equipo necesita cumplir


una serie de requisitos imprescindibles:

1. Aunque es cierto que no existe un número ideal en su composición es


importante que los miembros reconozcan que se necesitan los unos a los
otros y que sin esa necesidad que tienen los unos de los otros es
improbable poder llevar a cabo los objetivos previstos. A esto se le llama
sentido de interdependencia.

2. Además, es importante que el equipo tenga una identidad propia que le


defina y le de coherencia, porque va a ser precisamente ese sentimiento de
coherencia el que le va a indentificar como equipo.

3. Como consecuencia de las características anteriores, en el equipo tiene


que haber una interacción entre sus miembros (la interdependencia se
materializa por medio de la interacción y ésta genera una identidad común
que es el motor del equipo).
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Como consecuencia de esa necesidad de interacción que hay en el equipo, que
hemos llamado interdependencia, cada uno de sus miembros debe desempeñar
un rol que le complemente con el resto del equipo. Esta es una característica que
en el grupo no se da. 

Esta afirmación hace que la realización adecuada de un rol determine el resultado


final por la interdependencia existente entre ambos. Es decir, los roles en el
equipo interactúan mientras que en el grupo, no. (Juan Carlos Cubeiro).

De esta manera, podemos dar una definición más concreta sobre equipos de
trabajo: unidades compuestas por un número de personas indeterminado que se
organizan para la realización de una determinada tarea y que están relacionadas
entre sí, que como consecuencia de esa relación interactúan dentro del mismo
equipo para alcanzar los objetivos que se han propuesto alcanzar, reconociendo
que se necesitan las unas a las otras para dicho cumplimiento y reconociéndose
con identidad propia como equipo. Además estas exigencias hacen que los roles
de sus miembros se deban complementar.

Esto nos lleva a la conclusión de Novotec Consultores de que el trabajo en equipo


es una filosofía inherente a la empresa y el equipo de trabajo es la materialización
de esa filosofía, es decir, el trabajo en equipo es el conjunto de valores, actitudes

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o ideas que constituyen una cultura para la organización y el equipo de trabajo es
el encargado de plasmar en la organización dicha cultura.

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