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Tema 8

Psicologia de la Personalidad y las Diferencias


Individuales I

Tema 8. Enfoque cognitivo


de la personalidad
Índice
Esquema

Ideas clave

8.1. Introducción y objetivos

8.2. Las expectativas: variables previas a la conducta

8.3. La atribución: procesos posteriores a la conducta

8.4. Los planteamientos sociocognitivos para el estudio


de la personalidad

8.5. ¿Es posible la integración? Hacia perspectivas


futuras

8.6. La personalidad como sistema de procesamiento


cognitivo-afectivo: CAPS

8.7. Referencias bibliográficas

A fondo

Entrevista a Ángel del Rey

Relaciones entre la autoeficacia percibida y el bienestar


psicológico en estudiantes universitarios

Personalidad y percepción de autoeficacia: influencia


sobre el bienestar y el aprontamiento de los problemas
de salud

Estilo atributivo negativo, sucesos vitales y


sintomatología depresiva

Test
Esquema

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Tema 8. Esquema
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Ideas clave

8.1. Introducción y objetivos

Las teorías sociocognitivas de la personalidad destacan la importancia de la

cognición en el funcionamiento humano, es decir, en los procesos motivacionales,

emocionales y en la conducta desarrollada. Estas teorías proponen que los

determinantes más importantes de nuestra conducta son los mediadores cognitivos

o pensamientos y creencias que tenemos acerca de nuestro entorno y nuestra

conducta. En la primera parte de esta unidad se desarrollan, de forma general,

algunos de los factores cognitivos más estudiados en la literatura por su intervención

en la determinación de nuestras conductas presentes y futuras, como son las

expectativas y los procesos de atribución.

Estos factores contribuyen al sentimiento de control sobre nuestras vidas, percepción

que tiene importantes efectos adaptativos: por una parte, porque proporciona

seguridad sobre las consecuencias futuras, lo que lleva a invertir esfuerzo para

obtener los resultados deseados y, por otra, porque favorece la creencia de que uno

es eficaz y puede cambiar el entorno.

E l control percibido se define como una cognición o juicio de que uno tiene la

capacidad, recursos u oportunidades para llevar a cabo una acción que incremente la

probabilidad de obtener resultados positivos o evitar los negativos (Thompson y

Schlehofer, 2008, citados en Bermúdez, Pérez-García, Ruiz, Sanjuán y Rueda,


2011).

Las personas diferimos en el grado de control que creemos tener sobre nuestras

vidas o sobre el mundo que nos rodea. A veces, estas creencias no son objetivas,

sino subjetivas, porque lo realmente significativo a la hora de entender la conducta

humana es la forma en que las personas perciben las situaciones, porque su

conducta estará en gran parte determinada por esa percepción o valoración.

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Tema 8. Ideas clave
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Ideas clave

En primer lugar, analizaremos dos de las principales expectativas relacionadas con

esta necesidad de control: la percepción de control sobre los refuerzos o dónde

creemos que está el control, en nosotros mismos o en otras personas o elementos, y

l a expectativa de autoeficacia o la creencia de que tenemos los recursos para

hacer frente a las situaciones que debemos afrontar. Unidas a estas dos

expectativas, quedaría por mencionar la percepción de que la conducta que

realicemos lleve a los resultados deseados o expectativa de resultados, que será

importante a la hora de invertir el esfuerzo necesario para conseguir nuestros

objetivos.

Tras las expectativas, previas a la conducta, analizaremos los procesos de

atribución, que tienen lugar una vez que la conducta ha ocurrido, y que recogen las

causas que utilizamos para explicar los resultados positivos y negativos que

obtenemos y que pueden tener consecuencias cognitivas, motivacionales y

emocionales de cara a futuras conductas.

En la segunda parte del tema se desarrolla lo que las aproximaciones sociocognitivas

han aportado en la consideración y estudio de la personalidad. Así se exponen

algunas reflexiones fundamentadas en las principales aportaciones por parte de los

teóricos cognitivos para el estudio y explicación del desarrollo de la personalidad

recogidas por Bermúdez et al. (2011). La importancia de estas variables cognitivas


reside en que son los procesos a través de los cuales percibimos, formamos

creencias o interpretamos nuestra conducta y su función adaptativa a las situaciones

de la vida diaria. Su consideración lleva a la reformulación del concepto de la

personalidad y a la inherente crítica de la perspectiva de los rasgos para su única

descripción.

A partir de la explicación y estudio de esta unidad, has de ser capaz de cumplir los

objetivos concretados en este apartado que se detallan a continuación:

▸ Entender la importancia de las variables sociocognitivas para el desarrollo y

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Ideas clave

mantenimiento de conductas orientadas al desarrollo de objetivos vitales.

▸ Comprender la importancia de la inclusión de variables cognitivas para el

desarrollo de un campo de estudio de la psicología de la personalidad más

integrador.

▸ Entender el papel que desempeñan las expectativas y los procesos

atribucionales en el inicio y el mantenimiento de las conductas.

▸ Explicar las nuevas perspectivas de carácter más integrador para la definición

de la personalidad.

Los objetivos expuestos se complementan con el uso y comprensión de los

siguientes conceptos clave:

▸ Control percibido.

▸ Locus de control.

▸ Procesos de atribución.

▸ Sesgo hedonista.

▸ Expectativa de autoeficacia.

▸ Acercamiento tipológico.

▸ Interacción rasgos-procesos.

▸ CAPS.

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8.2. Las expectativas: variables previas a la


conducta

En este epígrafe se presentan dos de las expectativas más investigadas en la

literatura: el locus de control o percepción de control sobre los refuerzos y la

autoeficacia percibida.

E l locus de control se define como la creencia que tiene una persona de que su

respuesta influirá, o no, en la consecución de un refuerzo (Rotter, 1966; citado en

Bermúdez et al., 2011). Se trata de una expectativa generalizada de control sobre los

refuerzos o consecuencias de su conducta. Se trata de una fuente de diferencias


individuales a partir de su consideración como una dimensión de personalidad, en

uno de cuyos extremos o polos estaría el externalismo (o creencia del sujeto en que

la obtención del refuerzo está más allá de su control, dependiendo de la suerte, el

contexto o la intervención de otras personas) y, en el extremo opuesto, el

internalismo (o creencia del sujeto en que los refuerzos dependen de las conductas

que realiza).

«Se ha encontrado una relación significativa y positiva entre locus de control interno,

medido de forma general o unidimensional, e indicadores de bienestar subjetivo y

felicidad (DeNeve y Cooper, 1998; Ng, Sorensen y Eby, 2006; Wang, Bowling y

Eschleman, 2010), así como una relación negativa entre expectativas internas de

control y depresión (Presson y Benassi, 1996)» (Bermúdez et al., 2011).

L a autoeficacia percibida se entiende como el juicio que la persona hace en

relación con su capacidad para afrontar situaciones específicas (Bandura, 1977,

1997; citado en Bermúdez et al., 2011). Esta capacidad percibida influye en las

actividades en las que uno se comprometerá, en el esfuerzo que hará en la situación,

en cuanto persistirá en la tarea, y en las reacciones emocionales que se

experimentarán mientras se anticipa una situación o se está inmerso en ella.

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Ideas clave

Sentimos, pensamos y nos comportamos de forma diferente en las situaciones en las

que confiamos en nuestras habilidades frente a aquellas en las que nos vemos

inseguros o incompetentes. Es decir, la percepción de autoeficacia influye en


patrones de pensamiento, motivación, rendimiento y activación emocional.

Podemos decir, que las creencias de autoeficacia tienen un impacto importante en

los procesos motivacionales, de forma que las personas con altas creencias en

autoeficacia, cuando se comparan con personas con bajas creencias (Bermúdez,

2003; Maddux, 1999; Pervin y John, 2001; citados en Bermúdez et al., 2011), hacen

lo siguiente:

1. Seleccionan metas más difíciles y desafiantes.

2. Muestran mayor esfuerzo, persistencia y rendimiento

3. Se aproximan a las tareas con estados de ánimo más favorables (por ejemplo,

menos ansiedad y depresión).

4. Afrontan mejor las situaciones negativas o de estrés.

«Las creencias de autoeficacia pueden venir de distintas fuentes de

información (Bandura, 1977; Maddux, 1999; Maddux y Volkman,

2010). La más importante, como hemos visto, es la propia

experiencia de éxito o de fracaso. Uno tiene cierto control sobre las

cosas que le suceden desde el momento en que cree que una

conducta producirá un determinado resultado (expectativa de

resultado), se siente capaz de superar los problemas y realizar con

éxito las actividades que tiene entre manos (expectativa de

autoeficacia), o piensa que los resultados que obtiene son


consecuencia de las conductas que realiza (expectativa de control

sobre los refuerzos).

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Tema 8. Ideas clave
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Ideas clave

»En general, las creencias de autoeficacia tienen un efecto

importante en el bienestar físico y psicológico de las personas,

contribuyendo a un afrontamiento más adecuado de las situaciones

estresantes, favoreciendo un estilo de vida más saludable, o el

cambio de conductas o hábitos insanos. Además de esta

consideración de la autoeficacia en términos específicos, vinculada a

situaciones concretas, puede hacerse una consideración de esta de

forma generalizada, como una característica de personalidad

relativamente estable que recoge la expectativa que se tiene acerca

de la capacidad para afrontar adecuadamente las situaciones difíciles

o problemáticas (Baessler y Schwarzer, 1996)» (Bermúdez, et al.,

2011).

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Tema 8. Ideas clave
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Ideas clave

8.3. La atribución: procesos posteriores a la


conducta

Los procesos de atribución se refieren a las causas que las personas utilizan para

explicar sus conductas. Para que una conducta sea juzgada causalmente, debe ser

fruto de una intención, es decir, una conducta que no sea involuntaria o rutinaria.

L a s consecuencias de la atribución recogerían los efectos emocionales

(reacciones afectivas de satisfacción, orgullo, culpa…), cognitivos (cambios en

expectativas, planes de acción…) y motivacionales (aumento o disminución del

esfuerzo) que afectarán la forma en que la persona se enfrentará en el futuro a


situaciones similares.

Todas estas consecuencias serían cruciales a la hora de entender la conducta futura,

en la medida en que afectan a la motivación (por ejemplo, la persona invertirá mayor

esfuerzo si ve que suspendió el examen porque había estudiado poco), a la emoción

o reacciones afectivas derivadas de los resultados (por ejemplo, un estudiante se

sentirá más culpable si suspende un examen fácil que si suspende un examen muy

difícil que prácticamente nadie ha superado) y a factores cognitivos que le llevan a

disminuir, si fracasa y lo explica por su falta de habilidad, sus expectativas para

futuras tareas y su autoestima.

En una primera formulación, Heider (1958; citado en Bermúdez et al., 2011)

considera la existencia de dos clases generales de fuerzas que entran en la

producción de una acción: fuerzas personales y fuerzas ambientales.

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Las fuerzas personales se localizan, a su vez, en dos factores:

1. Motivación que incluye dos elementos, la intención y el esfuerzo.

2. Capacidad que se refiere a la habilidad física o psicológica requerida para realizar


una acción.

Por su parte, las fuerzas ambientales varían en función de su grado de estabilidad,

considerando la dificultad de la tarea, por ejemplo, una fuerza estable, en la medida

en que se mantiene relativamente constante hasta que se completa la acción, y, la

suerte, una fuerza inestable, sujeta a fluctuaciones incontrolables del ambiente.

Posteriormente Weiner (1972, 1974, 1990, 1992; Weiner et al., 1971; citado en

Bermúdez et al., 2011) propone un modelo integrador de las adscripciones causales

y de los efectos cognitivos, afectivos y conductuales que dichas atribuciones pueden

tener, aplicándolo principalmente a situaciones o contextos de logro.

Weiner introduce una interesante diferencia entre «causas» y «razones», señalando

que las causas se asocian con los resultados, mientras que las razones lo hacen con

los acontecimientos. En su modelo, la búsqueda de causas se debe a la obtención

de resultados, señalando que serán los fracasos los que llevarán a una mayor

investigación causal por parte de las personas.

Sin embargo, cuando uno trata de explicar los actos que se llevan a cabo, las

personas se centran en razones, asociadas con deseos, incentivos (costes y

beneficios), e intenciones. Así, mientras las expectativas y creencias se dirigen a la

conducta futura y a las razones de los actos, las atribuciones o explicaciones

causales se centrarían en la conducta pasada, en los resultados obtenidos (Weiner,

2008; citado en Bermúdez et al., 2011).

Tal y como señala Bermúdez et al. (2011)., en las investigaciones realizadas en este

contexto se ha puesto de manifiesto que los resultados esperados (por ejemplo,

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triunfar o fracasar cuando la mayoría lo hace o triunfar o fracasar habitualmente)

llevan a más atribuciones estables (facilidad o dificultad de la tarea, en el primer

caso, alta o baja capacidad, en el segundo), mientras que los inesperados (por

ejemplo, triunfar o fracasar cuando el resultado de la mayoría es otro o cuando no es

habitual en esa persona) promueven más adscripciones causales inestables (buena

o mala suerte, alto o bajo esfuerzo).

Los procesos de atribución o causas que utilizamos para explicar nuestra conducta

en una determinada situación tienen a su vez distintos efectos o consecuencias

(cognitivas, emocionales o afectivas y motivacionales) en la forma en la que la

persona se enfrentará a situaciones similares en el futuro.

1. Efectos cognitivos: la adscripción causal a factores estables produce mayores


cambios típicos en las expectativas (aumento tras el éxito y disminución tras el
fracaso), que la adscripción a factores inestables (Weiner, 1980; Thomas, 1983;

citados en Bermúdez et al., 2011).

2. Efectos emocionales o afectivos: el éxito autoatribuido (personalidad,


habilidad, esfuerzo) lleva a una mayor autoestima que el éxito externamente
atribuido. De hecho, y de cara a salvaguardar la imagen que uno tiene de sí mismo,
se puede adoptar un sesgo «hedonista», es decir, una estrategia defensiva
consistente en atribuirse uno mismo los éxitos, utilizando causas externas para el

fracaso.

3. Efectos motivacionales: las atribuciones internas del fracaso y externas del

éxito, es decir, las que generan dudas sobre uno mismo, así como las creencias
estables del fracaso, son importantes impedimentos para la motivación. Por eso, el
reentrenamiento atribucional o las intervenciones dirigidas a un pensamiento causal
más adaptativo, con adscripciones inestables del fracaso, llevan a más esperanza,
facilitando la motivación (Weiner, 2010; citado en Bermúdez et al., 2011).

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8.4. Los planteamientos sociocognitivos para el


estudio de la personalidad

Como veíamos en la unidad anterior, el rasgo permite describir a los individuos y

tiene una gran utilidad clasificatoria, para identificar tendencias comportamentales

promedio, pero parece encontrar muchas limitaciones para predecir el

comportamiento de individuos concretos en circunstancias igualmente específicas.

«Parafraseando a Bandura (1999, pág. 168), podríamos decir que,

aun cuando sea preciso reconocer el valor de los rasgos como

taxonomías descriptivas, nos dicen, sin embargo, realmente poco


acerca del papel que en la determinación de la conducta juegan las

características idiosincrásicas (la personalidad) del individuo, porque

los factores y características personales influyen sobre la conducta

en función, al mismo tiempo, de las características específicas de la

situación y no como tendencias comportamentales aplicables

indistintamente a cualquier situación» (Bermúdez et al., 2011).

A estas cuestiones se intenta dar respuesta desde los planteamientos

sociocognitivos, sugiriendo para ello, en primer lugar, una conceptualización diferente

de los elementos que integran la personalidad y de las interrelaciones existentes

entre los mismos, que permiten hablar de la personalidad como un sistema; en

segundo lugar, delimitando el papel de la situación en la explicación de la conducta y,

en tercer lugar, ofreciendo el marco de referencia desde el que explicar y predecir la

conducta individual, atendiendo al mismo tiempo a las circunstancias específicas en

que en cada momento se desarrolla la conducta.

En resumen, el planteamiento sociocognitivo parte de la convicción de que «[…] la

discriminabilidad de la conducta y la complejidad de las interacciones entre el

individuo y la situación, sugieren la conveniencia de focalizarse más específicamente

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en el modo en que la persona elabora y maneja cada situación particular, en vez de

intentar inferir los rasgos que tiene generalmente» (Mischel, 1981, pág. 484)»

(Bermúdez et al., 2011).

Desde esta perspectiva, las variables que definen el conjunto de recursos personales

desde los que la persona se enfrenta a la situación y pone en marcha el proceso

dinámico que define y caracteriza cualquier manifestación de comportamiento,

podemos concretarlas en las siguientes (Mischel, 1973, 2004; Mischel y Shoda,

1995, 2008; Smith y Shoda, 2009; citados en Bermúdez et al., 2011):

▸ Capacidad de simbolización.

▸ Capacidad de anticipación.

▸ Valores, intereses, metas y proyectos vitales.

▸ Sentimientos, emociones y estados afectivos.

▸ Mecanismos y procesos autorreguladores.

Desde esta perspectiva, en consecuencia, es importante conocer cómo percibe el


individuo la situación a la que se enfrenta (amenazante, ocasión para lograr un

objetivo, placentera, controlable, etc.). Pero entenderemos mejor su conducta si

además conocemos qué tipo de expectativas se activan en tales circunstancias,

cómo valora sus recursos y competencias para hacer frente a esa situación concreta

que percibe con unas connotaciones específicas, cómo reacciona emocionalmente

en tales circunstancias, qué tipo de objetivos e intereses defiende y en qué medida

las diversas alternativas de las que cree disponer en tal contexto concreto le

permiten avanzar de la manera más eficaz posible en los proyectos que se ha

trazado en su vida.

La conducta, a la postre, será la resultante de la ponderación conjunta de cada uno

de estos factores, de forma que, por ejemplo, una persona pondrá en marcha un

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determinado curso de acción, si: (1) percibe que la situación le brinda la oportunidad

de alcanzar determinados objetivos; (2) cree que posee los recursos y competencias

necesarios para hacer frente a la situación y llevar a cabo la conducta necesaria y

apropiada; (3) y, finalmente, anticipa la satisfacción que le producirá el logro de tales

objetivos.

A este respecto, no debe entenderse la secuencia global de conducta como un

encadenamiento de fases o compartimentos estancos, sino como un entramado

dinámico en el que los distintos procesos que configuran las «unidades de análisis

de la personalidad» están continuamente interaccionando recíprocamente entre sí y


con las características de la situación a la que se enfrenta el individuo en cada

momento y que va cambiando precisamente como efecto del mismo proceso de

interacción y afrontamiento, de forma que el modo en que percibimos y valoramos la

realidad y a nosotros mismos va cambiando constantemente en función de los

resultados (positivos, negativos o neutros) que vamos alcanzando con nuestra

conducta.

Desde esta perspectiva, cabe esperar que una persona se comporte de manera

similar en situaciones que, de acuerdo con los parámetros anteriores, perciba e

interprete de manera semejante; de la misma forma que cabe esperar que se

comporte de manera distinta en aquellas otras situaciones que valore de manera

diferente. Es en este sentido en el que decimos que la conducta es coherente, en la

medida en que siempre responde a la interacción que en cada ocasión y

circunstancia se establece entre características del individuo (expectativas,

necesidades, emociones, valores, metas, proyectos, etc.) y requerimientos

específicos de la situación. Una persona se comportará de manera similar en una u

otra situación cuando el balance de la interacción persona-situación sea semejante.

En cambio, es esperable que la conducta cambie en la medida en que cambien los

elementos que entran en interacción o el balance final de la misma.

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8.5. ¿Es posible la integración? Hacia perspectivas


futuras

La historia del estudio de la personalidad refleja una tendencia a la confrontación,

más que a la integración, que se mantiene aún en nuestros días, aunque, al haberse

reducido sensiblemente el número de microteorías que plagaron la teorización en

psicología de la personalidad durante décadas, pueda dar la impresión de que el

horizonte hacia la construcción de un marco teórico integrado y comúnmente

aceptado está mucho más despejado.

Pese a que la confrontación continúa, es cierto que hoy disponemos de dos marcos
de referencia teóricos hegemónicos:

1. Por un lado, aquel en el que la personalidad se define esencialmente como el


conjunto de predisposiciones de conducta existentes en el individuo, que se
manifiestan en conducta estable y consistente (hablamos comúnmente en este
contexto de teorías de rasgos, teorías disposicionales, estructurales o centradas en

la variable).

2. Por otra parte, aquel en el que la personalidad se define como un sistema

integrado por variables y procesos psicológicos que, en constante y recíproca


interacción con la situación en que se desarrolla la conducta, genera patrones
discriminativos de conducta coherentes y predecibles (se hace referencia en este
caso a teorías sociocognitivas, o sociocognitivo-afectivas, acercamientos
interaccionistas, teorías basadas en el análisis de los procesos de interrelación

dinámica que tienen lugar a nivel intraindividual y los que se desarrollan entre la
persona y la situación, o teorías centradas en la persona).

El acercamiento tipológico

«“[…] cada individuo se caracteriza por una configuración única de

las variables personales” (Shoda y Mischel, 1993, pág. 576). Luego,

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estudiar e identificar la personalidad de un sujeto supone

concentrarse en la configuración y organización peculiar que las

variables y procesos psicológicos, que hemos señalado como

unidades básicas de personalidad, presentan en tal individuo.

»No obstante, este análisis idiográfico no impide necesariamente que

se puedan elaborar tipologías a partir de la agrupación de aquellos

individuos que comparten una misma, o muy similar, configuración de

variables personales, que, a su vez, en interacción con el contexto,

se traduciría en similares perfiles de conducta discriminativa. De esta

forma se identificarían categorías o grupos de individuos que


comparten similares perfiles de personalidad y conducta» (Bermúdez

et al., 2011).

Interacción rasgos-procesos psicológicos

Una segunda vía posible de integración pasaría por la reconceptualización del rasgo

de personalidad para centrarse en el estudio de la interacción recíproca existente

entre elementos estructurales, como los rasgos, y la dinámica de interrelaciones

entre competencias, procesos psicológicos y variables contextuales. En el curso del

desarrollo, los procesos psicológicos, inicialmente activados en contextos

específicos, se van consolidando y estabilizando, dando lugar a elementos

estructurales de la personalidad que, posteriormente, servirán para activar tales

procesos.

La cuestión es la siguiente: cuando calificamos a alguien con un determinado rasgo,

lo que estamos indicando es que en el pasado hemos observado que esa persona ha

mostrado de manera consistente, en situaciones y momentos diversos, un

determinado estilo de conducta, que resumimos en el concepto de rasgo que le

estamos aplicando. Pero tal estilo de comportamiento no se debe al rasgo (que,

como sabemos, no es más que una abstracción que elaboramos, precisamente, para

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resumir la conducta que hemos observado en el individuo). La conducta, como

hemos venido comentando a lo largo de este capítulo, se debe a la acción

coordinada de una serie de competencias y procesos psicológicos, recíprocamente

interrelacionados, que se activan diferencialmente en función de las características

del contexto interno (por ejemplo, el definido por el estado emocional) o externo (es

decir, circunstancias externas al individuo) en que se encuentre uno en cada

momento.

En este sentido, el rasgo representaría ni más ni menos que la cristalización del

complejo entramado dinámico de interrelaciones existente entre competencias,

recursos y procesos psicológicos, que, activado diferencialmente por

características relevantes de la situación, se refleja en formas de comportamiento

relativamente estables y coherentes. En la práctica, esto supone ampliar el concepto

de disposición comportamental, para incluir los patrones estables de interacción

situación-conducta definitorios de la conducta individual y que, como hemos venido

señalando a lo largo del capítulo, constituyen la auténtica seña de identidad

psicológica de cada persona.

En otros términos, los rasgos y los perfiles estables de variabilidad situación-

conducta podrían ser entendidos como facetas complementarias estables del

funcionamiento de la personalidad (Fournier et al., 2008, 2009; Mischel, 2009;

citados en Bermúdez et al., 2011).

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8.6. La personalidad como sistema de


procesamiento cognitivo-afectivo: CAPS

Para el desarrollo de este apartado será necesario que el alumno lea y resuma los

principales puntos del siguiente artículo:

Romero, E. (2005). ¿Qué unidades debemos emplear? Las «dos disciplinas» de la

psicología de la personalidad. Anales de Psicología, 21(2), 244-258.

Accede al artículo a través del aula virtual o desde la siguiente dirección

web:https://www.um.es/analesps/v21/v21_2/06-21_2.pdf

En clase se comentarán las dudas presentadas por los alumnos tras su lectura.

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Ideas clave

8.7. Referencias bibliográficas

Bermúdez, J., Pérez, A. M., Ruiz, J. A., Sanjuán, P. y Rueda, B. (2011). Psicología

de la Personalidad. Madrid: UNED.

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Entrevista a Ángel del Rey

¿Son realmente eficaces las medidas de personalidad?. Un modelo en desarrollo

para medir inteligencia en el ámbito laboral.

Accede al vídeo:https://unir.cloud.panopto.eu/Panopto/Pages/Embed.aspx?

id=00700c5e-9737-4250-ab6b-aecf00af663a

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Tema 8. A fondo
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A fondo

Relaciones entre la autoeficacia percibida y el


bienestar psicológico en estudiantes universitarios

González-Cabanach, R., Valle-Arias, A., Freire-Rodríguez, C. y Ferradás-Canedo, M.

(2012). Relaciones entre la autoeficacia percibida y el bienestar psicológico en

estudiantes universitarios. Revista Mexicana de Psicología, 29(1), 40-48.

En el presente trabajo se analiza la relación entre la autoeficacia percibida y el

bienestar psicológico experimentado por estudiantes universitarios mediante un

diseño ex post facto prospectivo simple de corte transversal. Los resultados ponen

de relieve una relación significativa entre la autoeficacia percibida y las seis

dimensiones que integran el bienestar psicológico (autoaceptación, relaciones

positivas con otros, autonomía, dominio del entorno, propósito en la vida y

crecimiento personal).

Accede al artículo a través del aula virtual o desde la siguiente dirección

web:https://www.academia.edu/5828344/Relaciones_entre_la_autoeficacia_per
cibida_y_el_bienestar_psicol%C3%B3gico_en_estudiantes_universitarios

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Tema 8. A fondo
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A fondo

Personalidad y percepción de autoeficacia:


influencia sobre el bienestar y el aprontamiento de
los problemas de salud

Rueda, B. y Pérez-García, A.M. (2004). Personalidad y percepción de autoeficacia:

influencia sobre el bienestar y el aprontamiento de los problemas de salud. Revista

de Psicopatología y Psicología Clínica, 9(3), 205-219.

Esta investigación examinó el papel que desempeñan la personalidad y

determinados factores psicosociales en relación con criterios de salud (bienestar,

satisfacción y conductas preventivas), y el afrontamiento ante los problemas de

salud. Ciento setenta y tres participantes completaron medidas de los Cinco

Factores, Percepción de Autoeficacia Generalizada (AEG) y Competencia Percibida

en Salud (CPS), junto con criterios de salud y afrontamiento. Los resultados

mostraron que los rasgos se conectaron más con la satisfacción, mientras que AEG y

CPS se vincularon más estrechamente con las conductas preventivas y el bienestar,


respectivamente. Asimismo, los rasgos dieron cuenta de una mayor varianza del

afrontamiento instrumental y emocional, en comparación con AEG y CPS. Sin

embargo, CPS fue el principal predictor de estos dos tipos de afrontamiento. Estos

resultados sugieren que la consideración conjunta de las dimensiones de

personalidad y los factores psicosociales permite clarificar su utilidad predictiva en el

campo de la salud.

Accede al artículo a través del aula virtual o desde la siguiente dirección


web:http://revistas.uned.es/index.php/RPPC/article/view/3980/3835

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A fondo

Estilo atributivo negativo, sucesos vitales y


sintomatología depresiva

Sanjuán, P. y Magallares, A. (2006). Estilo atributivo negativo, sucesos vitales y

sintomatología depresiva. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 11(2), 91-

98.

El estilo atributivo negativo es una variable cognitiva de personalidad que refleja la

tendencia relativamente estable a explicar los eventos negativos mediante causas

internas, estables y globales. El modelo reformulado de indefensión aprendida y su

desarrollo posterior, la teoría de la desesperanza, predicen que el estilo atributivo

negativo interactúa con el estrés percibido en la predicción de la sintomatología

depresiva. Este estudio toma como objetivo general probar esta hipótesis en una

muestra de población adulta. Los resultados llevan a los investigadores a su

confirmación, subrayando además la importancia de estudiar variables como la

autoestima, así como la percepción de la controlabilidad de las situaciones

estresantes o el grado de importancia otorgado a las mismas.

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Magallanes.pdf

Psicologia de la Personalidad y las Diferencias Individuales I 24


Tema 8. A fondo
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Test

1. Las causas que las personas utilizan para explicar sus conductas se denominan:

A. Mediadores cognitivos.

B. Procesos de atribución.

C. Consecuencias de atribución.

2. Según las teorías sociocognitivas, se ha puesto de manifiesto que los resultados

esperados llevan a:

A. Atribuciones causales inestables.

B. Atribuciones causales estables.

C. Un descenso de la motivación incluyendo una menor intención, y un menor

esfuerzo en acontecimientos futuros de similar naturaleza.

3. Se conoce como sesgo «hedonista»:

A. La tendencia del individuo a no implicarse en tareas que le requieren un

esfuerzo.

B. La tendencia del individuo a comprometerse en tareas bajo la creencia de

que los resultados serán exitosos.

C. La estrategia defensiva consistente en atribuirse uno mismo los éxitos,

utilizando causas externas para el fracaso.

4. El locus de control interno se conoce como:

A. La creencia del sujeto en que los refuerzos dependen de las conductas que

realiza.

B. Los esfuerzos que realiza el sujeto por controlar sus impulsos.

C. Las habilidades cognitivas autorreguladoras.

Psicologia de la Personalidad y las Diferencias Individuales I 25


Tema 8. Test
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Test

5. El modelo integrador de Weiner propone:

A. Una explicación interaccionista entre rasgos y situaciones para el estudio

de la personalidad.

B. Un enfoque tipográfico para el estudio de la personalidad.

C. Una explicación de las atribuciones causales de nuestras actuaciones

donde pone de relieve los efectos cognitivos, afectivos y conductuales de

dichas atribuciones.

6. El planteamiento sociocognitivo de la personalidad implica:

A. Una confrontación del modelo estructuralista o de rasgo para el estudio y

definición de la personalidad.

B. Un enfoque que resalta la importancia de incluir variables procesuales para

el estudio y conceptualización de la personalidad.

C. Es un enfoque situacionista del estudio y conceptualización de la

personalidad.

7. El análisis idiográfico de la personalidad propuesto por autores como Mischel,

implica:

A. El estudio comparativo de los individuos a través de las puntuaciones

obtenidas en cuestionarios de personalidad.

B. El estudio individual del individuo en base a los logros y las competencias

alcanzadas a lo lardo de su ciclo vital.

C. El estudio e identificación de la configuración de la personalidad de un


sujeto a partir de su organización peculiar que las variables y procesos

psicológicos.

Psicologia de la Personalidad y las Diferencias Individuales I 26


Tema 8. Test
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Test

8. El interaccionismo recíproco surge:

A. Como un enfoque opuesto a la perspectiva de los rasgos o estructuralista.

B. Como un enfoque que considera las variables personales y situacionales

para la explicación de la conducta.

C. Como un enfoque complementario a la perspectiva cognitivista.

9. El modelo cognitivo-afectivo propuesto por Mischel implica:

A. El auge de las emociones, y su reconocimiento como componentes

importantes de la personalidad.

B. La importancia de considerar el papel de las emociones en su interferencia

en los procesos cognitivos implicados en los procesos de atribución.

C. La inclusión de constructos como las habilidades sociales en la interacción

del ser humano con su entorno.

10. El modelo cognitivo-afectivo o CAPS incluye en la descripción de las

interacciones propuestas para la explicación de una conducta determinada en una

situación concreta:

A. Factores situacionales y cognitivos.

B. Variables cognitivas y de rasgo.

C. Variables temperamentales, cognitivas y afectivas.

Psicologia de la Personalidad y las Diferencias Individuales I 27


Tema 8. Test
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