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1
El desarrollo de este tema es una síntesis del capítulo “Explicación histórica del Derecho Administrativo” del
profesor Libardo Rodríguez Rodríguez, fuente: www.bibliojuridica.org/libros/4/1594/16.pdf.
Lo anterior se traduce en que la concepción del Estado de derecho, a pesar de
ser la fuente del derecho administrativo, como lo hemos afirmado, no implica
necesariamente la existencia de esa rama jurídica. A este respecto, son diversas las
clasificaciones que se hacen, aunque con mucha dificultad, para diferenciar los
países en los cuales se afirma y reconoce claramente la existencia de un derecho
administrativo, como conjunto sistemático y ordenado de normas especiales que
regulan la administración del Estado, diferentes de las que rigen para los
particulares, de aquellos que parecen no reconocer la existencia de ese derecho, en
cuanto tienen como principio la aplicación del mismo régimen jurídico a la actividad
tanto de los particulares como de la administración.
Así, teniendo en cuenta la naturaleza de las reglas de fondo aplicables a la
administración, se habla del sistema de “derecho administrativo”, de origen francés,
y el “otro sistema de derecho administrativo”, para referirse al “Administrative Law”
del sistema angloamericano del “Common Law”2.
En este orden de ideas, puede afirmarse que el derecho administrativo, como
rama especializada del derecho, es una concepción y creación del derecho francés,
originado en la Revolución Francesa de 1789 y producto de una evolución
progresiva que fue consolidando dicha concepción3.
La formación de ese conjunto especial de normas jurídicas para la
administración del Estado, diferentes de las que regulan la actividad de los
particulares, se vio estimulada por un hecho histórico muy particular producido con
el triunfo de la Revolución Francesa, consistente en que los hombres de la
revolución tuvieron un especial temor frente a los jueces, por cuanto en la etapa
previa a la revolución, los administradores de justicia de la época se habían
convertido en un obstáculo para la aplicación de las políticas del rey, cuando
estaban en desacuerdo con ellas, por lo cual temían que los jueces de la época
posrevolucionaria aplicaran la misma estrategia cuando estuvieran en desacuerdo
con las decisiones de los nuevos gobernantes.
Para enfrentar ese temor adoptaron una decisión contradictoria con la filosofía
revolucionaria, consistente en prohibir a los jueces inmiscuirse en los asuntos de la
administración, con lo cual en la práctica esta última quedaba sin control, situación
que afectaba gravemente la concepción del Estado de derecho en la medida de que
el principio consistente en que los gobernantes estaban sometidos al ordenamiento
jurídico quedaba en la realidad como un simple postulado teórico, sin significado
práctico.
Esta prohibición fue expresamente consagrada en la ley de 16-24 de agosto de
1790, en la cual se estableció que “las funciones judiciales son y continuarán siendo
separadas de las funciones administrativas. Los jueces no podrán, bajo pena de
prevaricato, inmiscuirse de manera alguna en las operaciones de los cuerpos
administrativos, ni citar ante ellos a los funcionarios de la administración por razón
de sus funciones”.
Este principio fue elevado a categoría constitucional mediante el artículo 3o. de
la Constitución francesa de 1791, el cual determinó expresamente que “los
tribunales no pueden inmiscuirse en el ejercicio del poder legislativo, o suspender la
ejecución de las leyes, ni en las funciones administrativas, o citar ante ellos a los
funcionarios de la administración por razón de sus funciones”.
Para resolver esa contradicción, los mismos hombres de la revolución idearon
el mecanismo de la administración-juez, consistente en que las eventuales
reclamaciones contra la administración debían ser presentadas ante ella misma y
resueltas por el jefe del ejecutivo, solución que, sin duda, debilitaba la filosofía de la
sumisión de los gobernantes a la ley.
Esta solución se vio complementada por una medida práctica ideada por los
nuevos gobernantes, consistente en la creación de un órgano especial, denominado
Consejo de Estado que, con alguna semejanza al Consejo del Rey existente en la
época monárquica anterior, debía servir de asesor del ejecutivo en diversos
aspectos, como los de redactar los proyectos de ley y de reglamentaciones
2
Vélez García, Jorge, Los dos sistemas de derecho administrativo, Bogotá, Universidad Sergio Arboleda, 994, pp. 1 y
ss.
3
Así lo afirman no sólo los autores franceses sino que lo reconocen doctrinantes muy importantes de otros países.
Veáse, por ejemplo, García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás-Ramón, Curso de derecho administrativo, 9a.
ed., Madrid, Civitas, 1999, t. I, p. 26; Santamaría Pastor, Juan Alfonso, Principios de derecho administrativo, 2a. ed.,
Madrid,Centro de Estudios Ramón Arcés, 1990, t. I, pp. 13 y ss; Zanobini, Guido, Curso de derecho administrativo,
Buenos Aires, Arayú, 1950, t. I, p. 56; y Gordillo, Agustín, Tratado
de derecho administrativo, 5a. ed., Buenos Aires, Fundación de Derecho Administrativo, 1998, t. 1, p. II-4.
administrativas y “resolver las dificultades que se presenten en materia
administrativa”4. La segunda de las funciones citadas, dado el carácter simplemente
asesor del Consejo de Estado, se tradujo en que este órgano estudiaba las
reclamaciones que fueran presentadas por los ciudadanos contra la administración
del Estado y proponía al jefe del ejecutivo la decisión que las resolviera. Se habló
entonces de la “justicia retenida”, para indicar que, en materia de reclamaciones
contra la administración, el jefe del ejecutivo se reservaba el poder de resolverlas, a
pesar de que el estudio de las mismas estuviera a cargo de un órgano asesor.
Paradójicamente, esta debilidad inicial en la aplicación de la concepción del
Estado de derecho, se convirtió con el tiempo en la fuente real del nuevo derecho
para la administración pública por varias razones.
En primer lugar, porque en 1806 se creó dentro del Consejo de Estado una
comisión contenciosa a fin de separar la asesoría en materia de conflictos de todos
los demás aspectos de que conocía ese organismo, de tal manera que se produjo
una especialización por parte de quienes componían dicha comisión.
En segundo lugar, porque el jefe del ejecutivo, agobiado por las múltiples
tareas estatales, progresivamente fue depositando su confianza en el buen juicio de
su órgano asesor, y se limitaba a firmar las soluciones a los conflictos que el
Consejo de Estado le proponía.
Correlativamente con lo anterior, la sociedad francesa fue comprendiendo y
reconociendo la seriedad e imparcialidad con la que el Consejo de Estado ejercía su
función asesora, hasta el punto de que, a pesar de que la justicia administrativa
continuaba retenida en manos del jefe del ejecutivo, empezó a considerarse que en
la práctica quien administraba justicia era el Consejo de Estado, pues si bien
formalmente no tenía el poder de decidir, en la realidad sus puntos de vista eran los
que se imponían.
A su vez, el Consejo de Estado fue consolidando su prestigio y desarrolló su
labor con sentido creativo, en aras de equilibrar el poder de la administración con
los derechos de los ciudadanos, a través de decisiones que no siempre
correspondían a la aplicación de soluciones tradicionales, sino que, en ocasiones,
implicaban la adopción de principios especiales por tratarse de la solución de
conflictos entre el Estado y sus ciudadanos.
Todo lo anterior trajo como consecuencia que mediante la ley del 24 de mayo
de 1872 se reconociera al Consejo de Estado carácter jurisdiccional, al otorgarle
competencias como juez de la administración para algunos asuntos y no ya como
simple cuerpo asesor, de tal manera que comenzó el abandono de la concepción de
la administración-juez y de la justicia retenida para abrir la época de la justicia-
delegada, en el sentido de que ya no era el jefe del ejecutivo quien adoptaba las
decisiones, sino que ellas eran tomadas directamente por el Consejo de Estado, “en
nombre del pueblo”.
Además, se creó el Tribunal de Conflictos para resolver las dudas que se
presentaran en relación con la competencia entre los tribunales comunes y los
tribunales administrativos. Con todo ello apareció el sistema de dualidad de
jurisdicciones, consistente en que la administración de justicia quedaba en manos
de dos órdenes jurisdiccionales diferentes: la jurisdicción común, encargada de
resolver las controversias entre particulares, y la jurisdicción administrativa,
competente para resolver las controversias en que fuera parte la administración
pública.
Por la misma época se produjo uno de los hitos más importantes en la
formación del derecho administrativo, con el famoso Fallo Blanco5, dictado por el
4
Artículo 52 de la Constitución francesa de 1799.
5
En lo referente al fallo expedido por el tribunal de conflictos en 1873, en el caso Blanco, su importancia radica en la
consagración clara y expresa del principio por la cual la administración debe regirse por normas especiales diferentes
de las aplicables a las relaciones entre los particulares, afirmación que constituye la base de la existencia del derecho
administrativo. El caso como tal es el accidente de un niño que fue arroyado por un carro de mina de una fábrica de
tabaco, que era operado por un órgano administrativo, de esta manera el padre del niño pidió ante los tribunales que
declare al Estado como responsable subsidiario de los daños con base en los artículos 1382 a 1384 del código civil,
como podemos ver el conflicto tuvo unos niveles altos de confrontación de teorías, pues en si no se sabía cuál era la
jurisdicción que debía de conocer sobre el caso, si era la jurisdicción administrativa o la jurisdicción común u ordinaria,
además la aplicación de normas del código civil solo eran aplicables para los particulares pero no para el Estado, de
esta manera el Estado actuaba irresponsablemente ante los hechos similares anteriores al caso, como así otras cosas
más, de esta manera el tribunal de conflictos que fue creado con el fin de resolver las dudas que se presentaran en
relación de la competencia entre los tribunales administrativos y los tribunales comunes, dicto la sentencia sobre la
cual dicho órgano atribuye a la jurisdicción administrativa el conocimiento del caso, además de la consagración de la
responsabilidad del Estado por los daños causados por los servicios públicos, poniendo fin a una larga historia de
irresponsabilidad, de la que no hubiera excepciones en los casos de intervención contractual o legislativa, pero en el
Tribunal de Conflictos francés en 1873, que se constituyó en el símbolo del
nacimiento de esta rama jurídica, por cuanto en él, si bien no por primera vez ni
como principio general, pero sí de la manera más clara y expresa, se consagró el
principio consistente en que la actividad de la administración debe regirse por
normas y principios especiales diferentes de los aplicables a las relaciones entre los
particulares, afirmación que constituye la base de la existencia del derecho
administrativo6.
Puede decirse que esta etapa termina con el dictado del Fallo Cadot7, de 1889,
mediante el cual el propio Consejo de Estado consolidó su carácter de juez de la
administración, al expresar que no obstante que la ley le reconocía ese carácter sólo
para resolver directamente algunos asuntos específicos, él era el juez común en
materia de controversias de la administración, es decir, que su competencia era
general8.
LA ETAPA DE CONSOLIDACIÓN DEL DERECHO ADMINISTRATIVO
A partir del reconocimiento de la necesidad de un régimen jurídico especial
para regular los asuntos propios de la administración del Estado, ese nuevo
derecho, llamado derecho administrativo, fue consolidándose progresivamente, de
manera especial por la labor jurisprudencial del Consejo de Estado francés.
Fue así como esa labor jurisprudencial fue creando principios propios para
regular la actividad administrativa, que progresivamente fueron dando lugar a la
aparición de reglas y normas que fueron conformando un cuerpo sistemático que
permitió que la idea original se consolidara en el tiempo y diera lugar a la existencia
de una verdadera rama del derecho, diferente de las ramas tradicionales.
Entre esos principios propios, pueden destacarse el de legalidad; el de la
presunción de legalidad; el de la culpa o falla del servicio para sustentar la
responsabilidad de la administración pública; el de la dualidad de contratos de la
administración, que permite diferenciar los contratos administrativos y los contratos
de derecho privado de la administración; los principios de la función pública, que
permiten dar un tratamiento especial a las relaciones laborales entre el Estado y sus
colaboradores; el principio del servicio público; el de la dualidad de bienes del
Estado, que permite diferenciar los bienes de naturaleza pública de aquéllos que, si
bien pertenecen al Estado, se asimilan a los bienes de los particulares.
Esa consolidación del concepto de derecho administrativo en Francia, como un
derecho especial y autónomo para la administración del Estado, se vio reforzada por
la adopción de esa misma concepción en un buen número de otros países, que a
partir de la misma filosofía fueron reconociendo y aplicando ese nuevo derecho,
mismo fallo sostiene que la responsabilidad del Estado debe estar sometido a un régimen especifico, considerando que
la responsabilidad del Estado por el servicio público se regirán por los principios establecidos en el Código Civil solo
para los informes de los propietarios. Había la necesidad de aplicar un régimen especial, justificada por las
necesidades de servicio público. En el mismo fallo se afirma que el corolario de la existencia de reglas especiales es
responsabilidad de la corte administrativa a la que dicha responsabilidad bajo la Ley 16 y agosto 24 de 1790, prohíbe
a los tribunales de "perturbar de cualquier manera de las operaciones de los órganos administrativos". Más allá de la
responsabilidad, aunque en la decisión se reconoce el servicio público como el criterio de competencia del Tribunal
Administrativo dijo que las normas específicas aplicables a los servicios públicos establece un vínculo entre el fondo de
la legislación aplicable y la jurisdicción del tribunal administrativo.
6
Long, M., et al., Les grands arrêts de la jurisprudence administrative, 11a. ed., París, Dalloz, 1996, pp. 1 y ss.
7
El consejo de Estado conocía de los asuntos que la ley le otorgara, es decir tenía una competencia de carácter
especial y no general, ya que los demás asuntos los conocía la propia administración con la figura de administración-
juez, de la cual consistía en que las reclamaciones que se presentaban contra la administración, era resueltas por ella
misma. Pero el Consejo de Estado puso fin a esa limitación de su competencia mediante el fallo Cadot expedido en
1889 por el detener Cadot, en este fallo el mismo órgano judicial se autoconfirió la competencia general en materia de
litigios de la administración, el caso como tal fue la denuncia del señor Jean-Robert Cadot, que fue director de
carreteras y el agua de la ciudad de Marsella, ciudad donde la administración elimino su puesto de trabajo, el
demandante exigió el pago de los daños y perjuicios de la decisión administrativa, y pidió a la negativa que iba dar el
consejo de Estado para que este exigiera la cancelación, ya que la ciudad se le oponía dar la respectiva cancelación, la
cuestión o el problema que tenía el consejo de estado para el reconocimiento o aceptación de esa denuncia era que en
aquellos tiempos tenía una competencia limitada, incluso en la ley 16-24 de August 1790 y 16 Fructidor III había
estableció o predicho que las protestas contra las decisiones administrativas debe ser dirigida al ministro competente
a cargo de él y de sus servicios para pronunciarse sobre esas controversias, esta era lo que se conocía como la teoría
de "El ministro de Justicia”. El Consejo de Estado se creó pocos años después por la Constitución del año VIII, se le
asignó competencia para pronunciarse en algunas cosas, entre ellas estaba el recurso de anulación interpuesto por los
demandantes contra las decisiones administrativas, siempre y cuando existiera algún texto que especificara que
tendría como destinatario para su conocimiento al consejo de Estado, si por el contrario no existía tal referencia, lo
debían de conocer y resolver los ministros los recursos contra las decisiones administrativas, ya que ellos tenían esa
clase de competencia general, pero el consejo de Estado sin dejar de especificar en qué razonamiento del consejo de
Estado ha basado su competencia, está claro que él era sensible a la preocupación por garantizar que cualquier
decisión administrativa puede ser impugnada ante un juez, de esta manera se establece el principio según el cual se
plantea cualquier decisión de una autoridad administrativa debe ser impugnada ante un juez que permanezca en la
base del derecho administrativo, con esta decisión se marcó la culminación de un proceso histórico de continuo
fortalecimiento de la jurisdicción contencioso-administrativa en ese país.
8
Ibidem, pp. 35 y ss.
aunque, como es obvio y en diferente medida, con las particularidades propias que
han impuesto las necesidades y conveniencias de cada uno de ellos.
En la Argentina la formación del derecho administrativo tiene las siguientes
raíces:
El profesor Agustín Gordillo, al comentar la incidencia del constitucionalismo
de los Estados Unidos, la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del
Hombre, sobre el derecho administrativo, afirma tajantemente que “en este
momento se da el germen del moderno derecho administrativo”9.
Para Dromi10, los orígenes remotos del derecho administrativo argentino se
remontan a Roma y al derecho indiano, en primer lugar porque aun cuando en
Roma no existiera derecho administrativo, sí es posible encontrar instituciones
administrativas que tienen alguna influencia sobre España y, como “Argentina nace
mirando a España”, algunas normas del derecho indiano constituyen medidas
político-administrativas destinadas específicamente a Argentina y que constituyen
las primeras normas propias del derecho administrativo argentino.
Aclarados esos antecedentes remotos el mismo Dromi afirma: “de allí que en el
derecho administrativo argentino concurriera la fuente universal (los antecedentes
institucionales de España, Francia, Estados Unidos), pero también lo propio
nacional (pactos provinciales y constituciones provinciales, dictadas anteriormente a
1853). De modo que los pactos, tratados y acuerdos interprovinciales, las
Constituciones, reglamentos y leyes fundamentales locales preexistentes a la
Constitución nacional, conformaron un régimen propio de las autonomías
provinciales”11, citando finalmente como precursores de la doctrina administrativista
argentina a Juan Bautista Alberdi (Derecho público provincial, 1856), Ramón
Ferreira (Derecho administrativo argentino, 1866), Vicente Fidel López (Escritos,
1870), Lucio V. López (Derecho administrativo argentino, 1902) y Adolfo Horma
(Conferencias sobre derecho administrativo, 1902-1914). De lo dicho por Dromi, lo
cual es corroborado por Marienhoff12, se colige que el derecho administrativo
argentino es originalmente un derecho local, un derecho provincial, lo cual se
explica por el sistema federal de gobierno argentino y porque las provincias son
preexistentes respecto de la nación argentina.
En cuanto al control judicial de la actividad administrativa, el derecho
administrativo argentino acogió la solución judicial, es decir, que la actividad de la
administración pública es controlada por jueces y tribunales pertenecientes a la
rama judicial, de sistema unificado.
En ese marco define al Derecho Administrativo, como aquella parte del Derecho
Público interno que regula la organización y las funciones de sustancia
administrativa, legislativa y jurisdiccional del órgano Ejecutor y de las entidades
jurídicamente descentralizadas, las funciones administrativas de los restantes
órganos que ejercen el Poder del Estado (legislativo y judicial) y en general, todas
9
Gordillo, Agustín, op. cit., nota 5, p. II-4.
10
Dromi, Roberto, Derecho administrativo, 5a. ed., Buenos Aires, Ciudad Argentina, 1996, pp. 146 y ss.
11
Ibidem, p. 147.
12
Marienhoff, Miguel S., Tratado de derecho administrativo, 5a. ed., Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1995, t. I, p. 160.
aquellas actividades realizadas por personas públicas o privadas a quienes el
ordenamiento les atribuye potestades de poder público derogatorias o exorbitantes del
Derecho Privado. Aun cuando no sean personas administrativas 13.
13
Cassagne, Juan Carlos, Derecho Administrativo, T I, Lexis Nexis, séptima edición, pág. 114/115.
14
MARIENHOFF, Miguel S.: Tratado de Derecho Administrativo. 5ª. Ed., T. I, Buenos Aires, Ed. Abeledo-Perrot,
1995, pág. 160.
15
GORDILLO, Agustín “Tratado de Derecho Administrativo” T. I, Parte General, 8va. Edición, Editorial “Fundación
de Derecho Administrativo”, Buenos Aires, 2003, pág. V-19.
16
REVIDATTIl, Gustavo Adolfo “Derecho Admistrativo”, T. I, Edición “Fundación de Derecho Administrativo” Buenos
Aires, 1984, pág. 130.
provinciales todo lo atinente a su organización administrativa interna,
ministerios, procedimientos y procesos administrativos, obras públicas,
municipios, acción de amparo, expropiación, contabilidad pública, empleo
público, empresas o entes autárquicos, etc..
Es dinámico, el ordenamiento administrativo no sólo lo integran las leyes y
la Constitución que le sirve de base, sino también y fundamentalmente, las
distintas formas jurídicas de la actividad administrativa, donde sobresalen: el
reglamento administrativo, el contrato administrativo y los actos administrativos.
A estas formas jurídicas se las emplea para regir situaciones que se movilizan y
transforman día a día; y en ese cambio permanente de la realidad se sustenta la
flexibilidad y dinamismo del derecho administrativo.
17
Véase Farrando, Ismael (h.), Martínez Patricia R., Manual de derecho administrativo, Buenos Aires, Depalma,
2000, p. 99/100.
- Es necesario contar hoy con información adecuada para el éxito de cualquier
actuación. Para ello, muchas veces, es indispensable la cooperación ciudadana.
- Es frecuente advertir cierta incapacidad de los controles estatales de
inobservancia de infracciones a reglamentaciones administrativas (por ejemplo, el
problema del tránsito y de accidentes automovilísticos); por lo que se torna
indispensable inducir a los destinatarios a un cumplimiento voluntario de estas
normas (tomar “conciencia” de ellas) a los efectos de adecuar las conductas privadas
a las disposiciones de ellas.
- En cuanto a los problemas relacionados con el “medio ambiente”, dada la
naturaleza y objetivos de la acción administrativa respecto de ellos, se torna
también indispensable la colaboración activa de los agentes privados en tales
temáticas.
Todas las premisas que estamos analizando imponen la necesidad de una
profunda revisión de los presupuestos y principales construcciones del derecho
administrativo, fundamentalmente, frente a esta suerte de “dispersión” de la
actividad de la Administración.
La sustancia del derecho administrativo se ha desplazado actualmente hacia la
Administración prestacional, siendo ahora clave los contenidos y presupuestos
relacionados con técnicas y logros de “eficacia”, “eficiencia”, “servicio al
consumidor”, “protección al usuario”. En este terreno se podría hablar de un
desplazamiento de la Administración de coacción a la Administración de prestación.
Por último, también se aprecia en esta etapa de evolución del derecho
administrativo y de la Administración, una línea evolutiva hacia una suerte de
progresión lineal del control jurisdiccional sobre la actividad administrativa, que
coadyuba al logro del difícil y anhelado equilibrio entre las prerrogativas estatales y
las garantías o libertades de los particulares.
4. Relaciones del Derecho Administrativo con las demás ramas del Derecho:
Derecho Constitucional, Derecho Civil, Derecho Procesal, Derecho Financiero,
Derecho Penal y con la Ciencia de la Administración.
Es dable señalar que, el derecho es uno sólo, lo que lleva a concluir que sus
partes (las distintas ramas o disciplinas jurídicas) están siempre vinculadas y
entrelazadas). En esta perspectiva, no deben existir disciplinas contradictorias que
puedan afectar –con su regulación normativa- al ciudadano a las instituciones
sociales, ya que el derecho debe entenderse como una verdadera unidad en garantía
de aquél y de éstas.
18
Véase Farrando, Ismael (h.), Martínez Patricia R., op. Cit., p. 90.
19
Ver Cassagne, Juan Carlos, Derecho Administrativo, T I, Lexis Nexis, séptima edición, pág. 135.
20
Villegas Basavilbaso, Benjamín, Derecho Administrativo, T. I, pág. 139, Bs. As. 1949.
También encontramos “procesos contencioso administrativos”, que es la
revisión judicial de los actos dictados en la función administrativa.
Señala el Dr. Juan Carlos Cassagne 21 que, las relaciones del Derecho Procesal
y el Derecho Administrativo se manifiestan en tres campos diferentes: a) en el
ejercicio de la actividad jurisdiccional de la administración donde se aplican
numerosas normas y principios del derecho procesal;
21
Ver Cassagne, Juan Carlos, op. Cit., pág. 142.
22
V. gr. El proyecto de Código Procesal en lo Contencioso Administrativo que elaboró en el año 1981 la comisión
integrada por los Doctores Miguel S. Marienhoff; Juan Francisco Linares y el Dr. Juan Carlos Cassagne.
Como consecuencia de ello, en contraste con lo que acontece en el Derecho
Privado, los sujetos y órganos estatales gozan del poder jurídico de imponer efectos
por su exclusiva voluntad (en forma unilateral) que pueden incidir en la esfera
jurídica de los particulares, siempre que se respeten las garantías y los límites
ínsitos en el ordenamiento jurídico 23.
Entre las principales instituciones del Derecho Civil con las que el Derecho
Administrativo tiene relaciones de contacto o interferencias pueden mencionarse: 1)
Capacidad de las personas físicas; 2) Personas jurídicas; 3) Locación de cosas; 4)
Dominio Privado; 5) Instrumentos Públicos; 6) Prescripción, etc..
Recíprocamente y conforme a las relaciones cada vez más estrechas entre los
distintos Estados de la comunidad internacional, el derecho administrativo asiste al
Internacional por medio de la ejecución de los servicios públicos de carácter
internacional mencionados en el párrafo anterior, donde sobresalen los servicios
postales y las comunicaciones.
23
De Laubadére, André, Traité Élémentaire de Droit Administratiff, pág. 35-36, T. I, 5ta. Ed. Paris, 1970.
24
Ver Cassagne, Juan Carlos, op. Cit., pág. 144/145.
ciencia de la Administración lo hace desde el punto de vista de la eficacia (aspecto
no jurídico).
A modo de conclusión podemos señalar que, las dos disciplinas tienen íntima
vinculación, ya que si bien una cosa es el estudio de las diferentes formas posible de
organizar y accionar por parte de la Administración –con el fin de lograr la máxima
eficiencia-, otra es estudiar su régimen jurídico, pero no es conveniente ni factible
efectuar dichas investigaciones separadamente.