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a. la dimensión política
b. la política económica de Krieger Vasena
c. la movilización popular
a. El sector industrial
b. El sector agropecuario
c. El sector financiero
d. Las clases trabajadoras
e. La deuda externa?
A partir del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 comenzó a implementarse un conjunto
de medidas que tuvieron un importante impacto en la esfera económica argentina,
produciendo una ruptura de las características estructurales del funcionamiento de la
económica del país. El proceso de cambio se encontraba estrechamente vinculado a factores
de orden interno, aunque también a las transformaciones de la coyuntura económica
internacional, y a la particular articulación entre ambos conjuntos de factores. Respecto el
contexto internacional, existen las consecuencias del proceso de internacionalización que
se desarrolló en un marco general de crisis, con la exacerbación de prácticas especulativas
en los mercados financieros. Esos formaron parte de una puja desde los grandes centros de
la economía mundial y los organismos internacionales para lograr la inserción de los países
en desarrollo a los nuevos circuitos financieros. Los factores internos vinculados al proceso
de liberalización eran algo más sutiles. Nuestro país vivió desde fines de los años ’60 un
proceso de agudos conflictos sociales y políticos, las movilizaciones populares así como la
existencia de fuertes grupos radicalizados en la escena política nacional entrañaban una
seria dificultad, tanto para la persistencia de los modos de regulación vigentes como para
la implementación de otros diferentes, que implicaban el abandono del proceso de
sustitución de importaciones, la liberalización de la economía y un nuevo tipo de inserción
en la economía mundial. La existencia de numerosos grupos políticos radicalizados puso en
guardia a las grandes potencias que ya habían intervenido apoyando golpes de Estado en una
lucha que adquirió tanto la forma Norte-Sur (guerra de liberación nacional) como Este-Oeste
(luchas en relación con el posicionamiento geopolítico y el acercamiento/alejamiento del
bloque soviético).
Martínez de Hoz sintetizaba los objetivos centrales de su plan económico en: Lograr el
saneamiento monetario y financiero indispensable, como base para la modernización y
expansión del aparato productivo del país, en todos sus sectores, lo que garantizará un
crecimiento no inflacionario de la economía. Acelerar la tasa de crecimiento económico.
Alcanzar una razonable distribución del ingreso, preservando el nivel de los salarios, en la
medida adecuada a la productividad de la economía. Su diagnóstico señalaba que la
economía argentina era básicamente sana y que su problema central consistía en una
excesiva tasa de inflación, originada en la puja distributiva y en el déficit fiscal. Se
implementó inmediatamente un congelamiento de salarios por tres meses, se eliminaron los
controles de precios, y se practicó una devaluación del tipo de cambio. Las medidas de
contención del salario nominal se complementaron con otras tendientes al disciplina miento
de la fuerza laboral. A mediados de 1976 comenzó el avance sobre aspectos más
estructurales. Se desreguló la inversión extranjera, otorgando igualdad de derechos al
capital trasnacional respecto del nacional incluyendo a las matrices de las empresas
instaladas en Argentina. Respecto el sector externo, se unificó el tipo de cambio, se
eliminaron regulaciones y subsidios a las exportaciones y se redujeron los aranceles de
importación. Las dificultades que arrastraba el mercado de divisas desde 1975 fueron
superadas rápidamente. Dados los excelentes vínculos del ministro con los organismos
financieros internacionales, no le fue difícil lograr que el FMI aprobara diversos créditos,
que fueron acompañados por préstamos de la banca privada. El ingreso de divisas provocó
un cambio de expectativas entre los operadores financieros locales, que detuvieron su
corrida contra el peso, disminuyendo la demanda especulativa de moneda extranjera.
La reforma apuntaba, por un lado, a incrementar el rol del sector financiero privado y
disminuir la participación del Estado por ser el primero un asignado más eficiente de
recursos. Además por su intermedio se conformaría un sistema financiero más apto, solvente
y competitivo, que redujera el costo de los servicios bancarios. Por otro lado la reforma
apunto a aumentar las tasas de interés pasivas. De esta forma, los ahorristas incrementarían
sus colocaciones en activos financieros cuasi líquidos y no presionarían tanto sobre el
mercado de bienes. Ese aumento del ahorro podría canalizarse a inversiones productivas. Al
reemplazarse el sistema de nacionalización de depósitos por uno de encajes fraccionarios,
la base monetaria quedo en niveles demasiado altos, por lo que, para neutralizar los efectos
expansivos. Se fijó un encaje del 45%, que luego descendió al 15%. Mantener inmovilizada
una parte de los depósitos implicaba para los bancos un costo que incidiría ampliando la
brecha entre las tasas de interés activas y pasivas, encareciendo los créditos y provocando
un desplazamiento por parte de los tomadores de hacia fuentes financieras externas. Para
evitar estos efectos, se creó la Cuenta de Regulación Monetaria (CRM), por la cual el
gobierno remuneraba los encajes obligatorios, asumiendo el costo mencionado. A su vez,
cobraba un pequeño impuesto sobre la porción prestable de los depósitos. El saldo negativo
de la CRM se transformó pronto en una fuente de creación de dinero, operando
implícitamente como un subsidio al sector financiero e impactando sobre las cuentas
públicas.
El nuevo enfoque de la política económica no hizo más que fortalecer las tendencias que se
prefiguraban en las primeras etapas del gobierno militar. Luego de un breve periodo de
crecimiento, la recesión provocada por la apertura comercial y el retraso cambiario se
manifestó con crudeza, dejando como saldo una economía estancada, ya que el PBI solo
creció un 2,3% entre 1975 y 1983. Sin embargo, no todos los sectores se vieron afectados de
la misma manera. Los vinculados principalmente al mercado interno o sometido a la
competencia de la importación sufrieron un derrumbe muy pronunciado. Su
comportamiento, sin embargo, reconoció una etapa de auge hasta 1980, debido a grandes y
discutidas obras públicas en infraestructura. La industria mostro un comportamiento
fluctuante que ocultaba una profunda transformación estructural, aunque el resultado
cuantitativo fue una contracción del 12,4% en el periodo. Por el contrario, el sector
agropecuario y la explotación de recursos mineros, con algunos altibajos, lograron una
expansión, por medio de una mayor inserción exportadora. Le primero creció un 19%
mientras que el segundo lo hizo en un 29% Pero el mejor barómetro de la evolución de la
economía y de la incidencia de la política economía de Martínez de Hoz fue el sector
financiero, que comenzó un lento crecimiento en el trienio 1976-1978, para convertirse en
el epicentro de una febril actividad especulativa entre 1979 y 1981; en 1980 su contribución
al PBI arrojaba un incremento de más del 40% comparado con 1975. La política económica
tuvo también una importante incidencia en la evolución del comercio exterior. Al compás
de las transformaciones productivas y de la declinación del mercado interno, las
exportaciones se triplicaron entre 1975 y 1981. A lo largo del último lustro de la década del
70, la Argentina se vio favorecida por términos del intercambio más elevados que en el lustro
anterior, a tal punto que los precios de las exportaciones en 1980 eran dos veces y media
superiores a los de 1970. El quantum de las exportaciones también se duplico en el
transcurso de la década, de modo que el crecimiento de las ventas al exterior se debía tanto
a mayores cantidades exportadas como a mejores precios.