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Estas políticas impulsaron la recuperación del país del norte, pero otro
crac bursátil en Wall Street, en 1987, ocasionó pérdidas tan o más
importantes que las de 1929. El derrumbe político y económico de la
superpotencia rival y el fin de la Guerra Fría significaron para los Estados
Unidos la posibilidad de iniciar una larga etapa de prosperidad. Sin
embargo, esto no ocurrió de inmediato porque la crisis de las cajas de
ahorro en 1989 volvió a afectar seriamente a la potencia del norte.
También en esa década, una nueva corriente de capitales fluyó hacia los
países periféricos, entre ellos los latinoamericanos, impulsada por políticas
que permitían la libre movilidad de los mismos y las privatizaciones de
activos públicos una vez regularizadas las deudas soberanas a través del
Plan Brady. Pero este ciclo de endeudamiento fue muy inestable y entró
pronto en problemas, aun más rápidamente que el de los setenta. Entre
mediados de la década y comienzos del nuevo siglo, México, Turquía,
Rusia, Brasil y, finalmente Argentina padecieron sucesivas crisis. También
los exitosos "tigres asiáticos" —cuyo formidable avance tecnológico e
industrial siguió un camino distinto, con fuerte presencia del Estado—
sufrieron un derrumbe económico entre cuyas causas estuvieron
presentes políticas de financiación de sus economías impulsadas por el
FMI.
CONTEXTO ACTUAL
Las crisis financieras no son un fenómeno nuevo. La economía mundial ha
sido golpeada por ellas de tiempo en tiempo y es muy probable que la
crisis actual no sea la última. Sin embargo, varios factores se combinaron
para hacer de esta crisis la más severa desde la Gran Depresión de 1930,
incluyendo problemas macroeconómicos, fallas en los mercados
financieros y deficiencias en la implementación de las políticas. El sector
financiero ha crecido en complejidad y sus agentes se han vuelto cada vez
más grandes, algunas veces demasiado grandes para controlarlos. Por lo
tanto estas instituciones y sus productos se han vuelto difíciles de regular
y supervisar. Incluso el control interno de las propias instituciones
financieras falló en muchos casos. Por lo tanto, los riesgos a nivel de
sistema se hicieron mucho más grandes que antes. Más aún, las políticas
de remuneración se sumaron a la acumulación de riesgos. Los gobiernos y
los bancos centrales tienen la responsabilidad de mantener la estabilidad
financiera mediante una adecuada supervisión y regulación de los
mercados financieros y sus instituciones. Sin embargo, en muchas
regiones las estructuras de supervisión estaban fragmentadas, lo que llevó
a una falta de responsabilidad por los riesgos a nivel de sistema. La
estructura de supervisión y regulación no pudo mantener el ritmo de la
evolución de los mercados financieros. Además, cuando las empresas
financieras se vuelven muy grandes en relación con la economía global, las
finanzas públicas se exponen a grandes riesgos.