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CASO 1
Instrucciones: Analizar el comportamiento de Mohamed T.A. de acuerdo con
los hechos probados que seguidamente se describen. Procédase a su calificación
jurídica y a la determinación de la responsabilidad penal de Mohamed T.A. De
apreciarse la concurrencia de ésta, procédase a la determinación e individualización
de la pena a imponer, así como de la responsabilidad civil.
Se podrá utilizar el Código penal, pero sólo el texto de la ley sin comentarios
doctrinales ni jurisprudenciales.
Hechos probados:
“Sobre las 22.20 horas del 22 de agosto de 2007, se encontraban Munir A.
junto con Karim A. y otros amigos en la puerta del bar “El Sardinero”, de Ceuta,
tomando unas cervezas, y en un momento dado, al reírse aquél, se dio por aludido el
acusado Mohamed T.A., que estaba también allí, y tras preguntarle a Munir de qué se
reía, se entabló una discusión entre ambos en la que se insultaron e incluso llegaron a
empujarse, procediendo en un momento dado Mohamed a retroceder dos o tres pasos
y sacando una pistola semiautomática, marca parabellum 9mm, que llevaba dentro del
pantalón, y que no ha sido localizada, le disparó una sola vez a las piernas, tras lo cual
se dio a la fuga en una motocicleta. Munir sufrió lesiones por arma de fuego tanto en el
miembro inferior derecho como en el izquierdo, tardando en curar 105 días, sufriendo,
entre otras secuelas, cojera del miembro inferior derecho y atrofia de la musculatura
del miembro inferior izquierdo”.
SOLUCIÓN:
3. Una vez que hemos constatado la existencia de una acción típica pasamos a
comprobar si además es antijurídica. Para ello debemos comprobar si concurren causas
de justificación, como son la legítima defensa, el estado de necesidad y el ejercicio
legítimo de un deber o derecho. Es preciso afirmar que no concurre ninguna de dichas
causas de justificación. Habría que detenerse, no obstante, en el análisis de la legítima
defensa. Cabría pensar que la conducta de Mohamed podría estar amparada
parcialmente en la legítima defensa. No obstante, hay que desechar esa idea puesto que
el primer requisito de la legítima defensa tal y como establece el artículo 21.4 del
Código penal es la existencia de una agresión ilegítima por parte del sujeto, en este caso
Munir, que sufre la lesión. Dicho elemento, la agresión ilegítima, constituye un
requisito esencial de esta causa de justificación sin el cual no se puede apreciar ni como
circunstancia eximente completa ni incompleta. Y no existe agresión ilegítima por parte
de Munir pues los empujones y los insultos que le dirige a Mohamed se producen en el
seno de una riña mutuamente aceptada. Es Mohamed quien disparando reacciona de
manera completamente desproporcionada y sin respetar las condiciones de la riña.
Dicha riña mutuamente aceptada no constituye agresión ilegítima a efectos de
considerar la legítima defensa.
Hechos probados:
“El acusado Juan Pedro G.P., sobre las 7:30 horas del 4 de abril de 2007,
circulaba en dirección a Alicante por la carretera nacional 332, conduciendo el vehículo
de su propiedad marca Renault 9, y a la altura del km. 126 efectuó una maniobra
imprudente de adelantamiento chocando frontalmente con un Volkswagen Polo,
conducido por Rafael M.M., quien circulaba correctamente por su carril en dirección a
Valencia. A consecuencia del choque, Rafael M..M. sufrió erosiones superficiales en
cadera izquierda, codo y mano izquierdos, cara anterior de la zona tibial izquierda y
hematoma en flanco y clavícula izquierdos a nivel de musculatura costal, lesiones
todas ellas de poca gravedad, no obstante lo cual, Rafael M.M. ingresó en el hospital
de San Juan, a donde había sido trasladado en ambulancia inmediatamente después
de producirse el accidente, con intenso dolor torácico, sensación de ahogo por falta de
aire e insuficiencia respiratoria clínica, que resultó ser un cuadro de infarto agudo de
miocardio, falleciendo de este infarto en dicho hospital a las 17:30 horas del mismo
día.
En el informe de autopsia se descarta una etiología traumática del infarto,
porque no se advierten signos de traumatismo directo de la zona cardiaca. Según
dicho informe, Rafael M.M. falleció porque, con bastante anterioridad al día del
accidente, había sufrido un pequeño infarto asintomático, y porque, con ello, se trataba
de una persona susceptible, con placa de ateroma ya formada, sobreviniendo el infarto
agudo que le produjo la muerte como consecuencia de esa predisposición física
desfavorable y de la fuerte angustia desencadenada en la victima por el accidente
automovilístico que acababa de sufrir”.
SOLUCIÓN:
1. Siguiendo el esquema de la Teoría Jurídica del Delito publicada en la web del
Departamento de Derecho penal y Criminología de la UNED dentro de la asignatura
practicum no presencial, debemos afirmar que el comportamiento llevado a cabo por
Juan Pedro consistente en realizar una maniobra inadecuada de adelantamiento
invadiendo el carril contrario y colisionando con el vehículo que circulaba
correctamente por dicho carril, constituye acción susceptible de ser relevante para el
Derecho penal pues cuando Juan Pedro realiza este comportamiento se encuentra
consciente y no condicionado físicamente de manera necesaria. No concurre ninguna
causa que excluya la acción como el acto reflejo, la fuerza física irresistible o la
inconsciencia.
2. Confirmada la existencia de la acción debemos proceder a analizar si la
misma ha sido prevista y penada por el Derecho penal. Pasamos pues a examinar su
tipicidad, diferenciando entre la tipicidad objetiva y la subjetiva.
En el plano de la tipicidad objetiva podríamos pensar que la acción quizá
subsumible en el delito de homicidio de los artículos 138 en relación con el 142, toda
vez que el adelantamiento provocó un choque frontal con otro vehículo en el que
viajaba Rafael que terminó falleciendo. Pero para que el adelantamiento y posterior
choque y fallecimiento del conductor que iba en carril contrario satisfaga la tipicidad
objetiva del delito de homicidio, es preciso confirmar la causalidad entre el
adelantamiento y el fallecimiento así como que el fallecimiento es objetivamente
imputable a la acción de adelantar de manera inadecuada, conforme a la teoría de la
imputación objetiva. Ello porque el delito de homicidio es un delito de resultado cuya
regulación exige la presencia de un comportamiento y el acaecimiento de un resultado
conceptualmente distinto del comportamiento y que sucede en un momento posterior al
mismo. Por ello es necesario vincular causalmente comportamiento y resultado y
comprobar si el resultado es objetivamente a la acción. Sólo así podremos estar seguros
de que se cumple el tipo objetivo del delito de homicidio que estamos analizando.
A efectos de vincular causalmente acción y resultado aplicamos la teoría de la
equivalencia de las condiciones. Según dicha teoría, una acción es causa de un resultado
si suprimida mentalmente hace desaparecer el resultado tal y como en concreto se
produjo. Y en el caso que nos ocupa, suprimido el adelantamiento el choque frontal de
los vehículos y posterior fallecimiento de Rafael también desaparecen. Es decir que
existe una relación de causalidad entre el adelantamiento y el resultado muerte tal y
como en concreto se produjo. Es cierto que quizá Rafael hubiese muerto a los pocos
días por el problema cardiaco que padecía, aunque no se hubiese chocado su coche con
el de Juan Pedro. Pero lo que nos interesa es la muerte de Rafael tal y como en concreto
se produjo, a la hora y en el día indicados en el relato de hechos. Y esa muerte sí
desaparece si desaparece el adelantamiento, pues a la condición cardiaca que padecía
Rafael hay que unir la angustia sufrida por el accidente que precipitó el infarto
precisamente ese día y a esa hora.
Comprobada la relación de causalidad de acuerdo con la teoría de la
equivalencia de las condiciones, es preciso determinar si el fallecimiento es
objetivamente imputable al adelantamiento imprudente. Para ello es preciso determinar
si la acción consistente en adelantar indebidamente a un vehículo introduce un peligro
jurídicamente desaprobado. Y en efecto es así. El adelantamiento indebido es un
comportamiento peligroso que lleva la conducción de vehículos a niveles de riesgo no
permitido en los que se pone en peligro la vida e integridad física del resto de los
conductores al igual que la seguridad vial.
El segundo requisito de la imputación objetiva consiste en que el resultado
muerte por infarto debido a la angustia que provoca el accidente en una persona con un
padecimiento cardiaco previo sea objetivamente previsible desde una perspectiva ex
ante para un hombre medio colocado en la posición del autor. Y firmemente entiendo
que la previsibilidad objetiva del resultado tal y como se produjo no se da. De un
adelantamiento indebido se puede esperar un choque frontal entre dos vehículos y la
muerte de los ocupantes por el traumatismo del golpe. Lo que de ninguna manera es
objetivamente previsible es que uno de los ocupantes padezca un problema cardiaco que
le ponga en riesgo de muerte por infarto al experimentar la angustia propia del
accidente.
Otro tanto de lo mismo hay que decir respecto del tercer requisito de la
imputación objetiva. Aquel que consiste en que el resultado tal y como en concreto se
produjo (infarto por angustia provocado por condición cardiaca previa del sujeto) sea la
realización del mismo riesgo que introdujo la acción. En efecto, el resultado no es la
realización del riesgo introducido por el adelantamiento imprudente. El adelantamiento
imprudente introduce riesgo de choque y fallecimiento por traumatismo, y no por una
condición cardiaca específica de uno de los conductores que le hace especialmente
sensible al estrés o la angustia del accidente.
Y tampoco se cumple el último de los requisitos de la imputación objetiva,
puesto que la evitación del resultado no queda abarcada por la finalidad de la norma
infringida. La norma que prohíbe adelantar en determinados momentos y lugares
pretende evitar resultados como muerte o lesiones por traumatismo, pero no la muerte
por infarto de quien tiene una enfermedad cardiaca con carácter previo al accidente y
sufre angustia como consecuencia del mismo, sentimiento que unido a su condición
médica deviene letal.
Por todas las razones expuestas hay que negar la imputación objetiva de la
muerte respecto del adelantamiento y concluir que no concurre el tipo objetivo del
homicidio.
3. Los hechos podrían no obstante ser constitutivos de una falta de lesiones del
artículo 617. 1, dado que se ha producido un menoscabo en la integridad física de
Rafael que como consecuencia del choque sufre erosiones superficiales en cadera
izquierda, codo y mano izquierdos, cara anterior de la zona tibial izquierda y hematoma
en flanco y clavícula izquierdos a nivel de musculatura costal, lesiones todas ellas de
poca gravedad. Al no requerir tratamiento médico quirúrgico dichas lesiones, las
mismas no cumplen con lo establecido en el artículo 147 y no pueden ser constitutivas
de delito. Es preciso advertir que la falta de lesiones es una infracción penal de resultado
y que, teniendo en cuenta las razones expuestas más arriba, se debe establecer una
relación de causalidad entre el adelantamiento y el resultado consistente en la merma en
la integridad física de Rafael. También habrá que determinar si dicho menoscabo es
objetivamente imputable al adelantamiento. Ambas circunstancias (causalidad e
imputación objetiva) se dan y no es preciso abundar en ello si tenemos en cuenta lo
planteado para descartar el tipo objetivo del delito de homicidio. Se cumple pues el tipo
objetivo de la falta de lesiones de quien sería sujeto activo Juan Pedro que respondería
en su caso como autor, de acuerdo con lo establecido en el artículo 28 del Código penal,
pues es el quien de manera directa lleva a cabo el comportamiento descrito en el tipo
penal. El sujeto pasivo sería Rafael, pues es el titular del bien jurídico protegido: la
integridad física.
Confirmada la tipicidad objetiva de la falta de lesiones apuntada, habría que
comprobar si se da la subjetiva. A este respecto es preciso descartar la forma de
tipicidad subjetiva dolosa, pues no existe elemento volitivo por parte de Juan Pedro,
quien no quería herir a Rafael (su voluntad sólo abarca la maniobra de adelantamiento
inadecuada y no los resultados que la misma pueda provocar). Cabe considerar, por
tanto, que la forma de tipicidad subjetiva que concurre respecto de la falta de lesiones es
la imprudencia. Juan Pedro no quiere realizar el hecho criminal pero lo acaba realizando
al infringir un deber de cuidado (el deber que le obliga a abstenerse de adelantar a otros
vehículos en determinados momentos y lugares). Al tratarse de una imprudencia, es
preciso advertir que entonces los hechos no se pueden castigar como una falta de
lesiones, puesto que la falta de lesiones que estamos aplicando sólo contempla la
comisión dolosa y no la imprudente (el artículo 12 del Código penal impide castigar por
imprudencia a no ser que dicha forma de comisión esté específica y expresamente
prevista en la figura delictiva en cuestión).
4. Dicho esto cabe considerar que los hechos son a su vez constitutivos de un
delito contra la seguridad vial recogido en el artículo 380 del Código penal. Dicho
precepto castiga a quien <<condujere vehículo a motor con temeridad manifiesta y
pusiere en peligro concreto la vida o la integridad de las personas>>. Es preciso
advertir que el comportamiento de Juan Pedro cumple el tipo objetivo de este delito que
es de mera actividad. Adelantar en un momento inadecuado invadiendo el carril
contrario constituye sin duda alguna una maniobra sumamente peligrosa que pone en
peligro concreto la vida y la seguridad del resto de usuarios de la vía. La prueba más
inequívoca de que en el caso analizado se ha puesto en peligro concreto la vida y la
seguridad de otros conductores es que se ha producido un choque frontal con otro
vehículo que sí iba circulando correctamente por su carril. La temeridad se puede
apreciar además, por la importancia de la norma de cuidado infringida que prohíbe
adelantar invadiendo el sentido contrario de la vía, en determinados momentos y en
determinadas localizaciones. También se desprende la temeridad de la alta probabilidad
de causar resultados lesivos si dicha norma se quebranta y de la entidad del bien jurídico
que protege dicha norma (seguridad vial, integridad física y vida).
5. El tipo contra la seguridad vial contemplado en el artículo 380 desde el punto
de vista de la tipicidad subjetiva es un delito sólo compatible con la comisión dolosa
ya que no está prevista la comisión imprudente de este delito. Y dicha forma de
tipicidad subjetiva concurre en Juan Pedro quien consciente y voluntariamente decide
realizar un adelantamiento invadiendo el carril contrario. Juan Pedro sabe, como
conductor, que invadir un carril contrario en un momento inadecuado entraña un riesgo
elevado de accidente y él toma la decisión de realizar dicho comportamiento
probablemente en la creencia de que el riesgo estaba controlado y en la esperanza de
que nada fuese a suceder. Juan Pedro adelanta e invade el carril contrario consciente y
voluntariamente. El dolo de Juan Pedro abarca el tipo del 380 aunque no es predicable
ni de la falta de lesiones acaecida ni del fallecimiento respecto del que tampoco existe,
como ya se advirtió, imputación objetiva.
6. Con respecto a la antijuricidad hay que apuntar que ésta se da puesto que no
concurre ninguna causa de justificación en el comportamiento de Juan Pedro.
7. El comportamiento realizado por Juan Pedro es por tanto típico y antijurídico
y también culpable. En este sentido se puede decir que Juan Pedro es consciente de que
el comportamiento que realiza es contrario a derecho. No incurre pues en un error de
prohibición, dado que el saber que adelantar invadiendo el carril contrario en un
momento inadecuado está prohibido se le presume a cualquier conductor que tenga
permiso de conducir como es el caso de Juan Pedro.
Por otro lado, y también en sede de culpabilidad, se puede afirmar que Juan
Pedro es imputable. Ello porque es mayor de edad y porque en el momento que lleva a
cabo una infracción no padece ninguna alteración psíquica que le impida comprender la
ilicitud o adaptar su comportamiento a dicha conciencia de ilicitud. Tampoco se puede
afirmar que Juan Pedro se encuentre dentro de alguno de los supuestos de inexigibilidad
del comportamiento debido, dado que no actúa bajo miedo insuperable, ni se puede
apreciar la concurrencia de estado de necesidad exculpante.
En conclusión la acción consistente en adelantar a un vehículo invadiendo el
carril contrario inadecuadamente y provocando un choque frontal con el vehículo que
circulaba correctamente en el sentido contrario constituye un delito doloso y
consumado contra la seguridad vial recogido en el artículo 380 del CP. Se trata por
tanto de una acción típica, antijurídica y culpable de la que debe responder Juan Pedro a
título de autor según lo establecido en el artículo 28, respecto de quien no concurren
circunstancias modificativas de la responsabilidad penal. Se trata asimismo de una
acción punible, es decir, susceptible de ser castigada con la pena que para la misma
prevé el Código penal, dado que el tipo delictivo aplicable (el del artículo 380) no exige
condiciones objetivas de punibilidad ni resulta de aplicación al caso ninguna excusa
absolutoria.
HECHOS PROBADOS
“El procesado Iván, mayor de edad y carente de antecedentes penales, el día 25 de abril de
1997 entre las 16.15 horas y las 16.30 horas, cuando paseaba en compañía de su hermana
Ruth se encontró con su esposa, María Soledad, de la cual se encontraba en trámites de
separación matrimonial en vía judicial, y a la que hacía más de un mes que no veía. La misma
se encontraba en avanzado estado de gestación (cinco meses y medio), lo que era conocido
por el procesado, ya que en la anterior ocasión que se habían visto, su esposa así se lo había
comunicado. Siendo así que el procesado en aquella ocasión le había llegado a proponer a su
esposa la posibilidad de abortar, dado que el hijo había sido gestado por una tercera persona
distinta de él, y a la que en alguna ocasión el acusado se había referido como "moro de
mierda", llegando a llamar a su esposa "zorra" y "basura". En el día de autos, la esposa se
dirigía a recoger a su hija a la salida del colegio. Por lo que Iván, al percatarse de la presencia
de María Soledad, se dirigió a la misma manifestándole de forma insistente que quería hablar
con ella, y aunque en un principio María Soledad se negaba, hubo finalmente de acceder dada
la insistencia de Iván, encargándose de recoger a la niña su hermana Ruth, quien se alejó a tal
fin, por lo que no vio más de lo ocurrido con posterioridad. Una vez que Iván y Soledad se
encontraron solos, comenzaron a caminar sin detenerse e interpelándose mutuamente acerca
de asuntos familiares; y al cabo de unos instantes Soledad decidió detenerse con el fin de
conocer qué es lo que pretendía Iván, haciéndolo a la altura de la entrada del parking sito en la
calle X, procediendo a sentarse en el muro que conforma dicha entrada en el sentido contrario
al acceso de los vehículos, y que tiene una altura de 80 centímetros. Y allí, estando Iván
enfrente de ella y sabedor de que a su espalda había una altura considerable por ser la rampa
de entrada al parking, de forma inopinada y sorpresiva, empujó violentamente a Soledad en los
hombros de ésta y hacia atrás, deshaciéndose de ella pese a que la misma intentó agarrarse al
procesado, quien le dijo, "no tengo más remedio", cayendo finalmente la misma al vacío desde
una altura de 4,120 metros golpeándose antes de llegar al suelo con la barandilla de acceso al
parking. A continuación Iván, tras asomarse y ver a su esposa tendida en el suelo, emprendió a
pie la huida del lugar, dejando pasar el tiempo y siendo detenido 4 días después. A
consecuencia de estos hechos, Soledad fue diagnosticada de diversas lesiones consistentes
en: politraumatismo, estallido esplénico (rotura del bazo), homoperitoneo, fracturas 6ª, 7ª, 8ª y
9ª costillas izquierdas, neumotórax izquierdo, hemotórax bilateral, feto (parto vaginal) muerto
retenido, insuficiencia respiratoria, y sepsis urinaria, estando hospitalizada 34 días y
necesitando para su curación e incapacitada para sus tareas habituales un total de 102 días, y
quedando como secuelas: esplenectomía y un perjuicio estético importante debido a tres
cicatrices quirúrgicas. Asimismo sufrió la pérdida del hijo que esperaba”
SOLUCIÓN:
Así pues Iván incurre en una acción típica constitutiva de un delito de aborto.
Confirmada la tipicidad debemos determinar la antijuricidad del comportamiento. A tal
efecto debemos plantearnos si el aborto causado por Iván está amparado en una causa de
justificación, y debemos concluir que no lo está, por lo que se confirma la antijuricidad
del la conducta de Iván.
1
2. Antijuricidad:
3. Culpabilidad: