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DEVOTED IN DEATH

(Entregado en la Muerte)
Tan excitados como las cabras, tan ardientes como los monos,

tan lúbricos como los lobos en celo .

(Otelo) William Shakespeare

¡La crueldad del hombre para con el hombre

Hace que incontables miles se lamenten!

Robert Burns
Traducción sin fines de lucro hecha por y para fans.
RESUMEN

Cuando la teniente Eve Dallas examina un cuerpo en un callejón del centro de


Manhattan, las lesiones de la víctima son tan extensas que casi se le pasa una pista.
Tallado en la piel está la forma de un corazón y dentro las iniciales E y D...Ella—Loo y su
novio, Darryl, habían sido separados, cuando Darryl se convirtió en huésped del estado de
Oklahoma, y ahora que la sentencia se ha cumplido, no tienen intención de separarse de
nuevo. Ella—Loo tiene sueños. Y Darryl cree que hay mejores maneras de lograr sus
sueños que trabajar por ellos. Así se ponen en camino, y cuando su auto se avería en
Arkansas, hacen planes para tomar el de otra persona. Entonces las cosas se complican y
terminan matando a alguien, una experiencia que alimenta un deseo feroz, salvaje en Ella—
Loo. Un deseo por Darryl. Y un deseo de matar de nuevo.
 
 Mientras que cruzan las
fronteras estatales en su camino a Nueva York para encontrar la vida que ellos piensan
que se merecen, dejarán un rastro del mal detrás de ellos. Pero ahora han aterrizado en la
jurisdicción de la teniente Dallas y su equipo en el Departamento de Policía y Seguridad de
Nueva York. Y con su marido, Roarke, a su lado, ella tiene toda la intención de darles caza
y dándoles lo que realmente se merecen.
Capítulo 1

El primer asesinato fue un accidente. Parcialmente.

Todo lo que ellos querían era un buen coche, que ni siquiera tenía que ser elegante,
porque su pedazo de camioneta de mierda se estremeció, resopló, luego soltó un estertor
justo después de que hubieran cruzado a Arkansas desde Oklahoma.

Fue idea de Ella—Loo cómo conseguir la adquisición de un nuevo transporte. Ella


siempre había tenido ideas y sueños, junto con estos, y desde que conoció a Darryl, había
llegado a creer que esos sueños podrían hacerse realidad.

Ella había estado trabajando en un bar para vaqueros en Dry Creek, un lugar, por
muchos de los que vivían allí, considerado como a axila de Oklahoma, ya que se asentó en
una curva de un desolado banco de arena en donde el Panhandle daba la vuelta hacia
Texas. Ninguno de sus sueños se había hecho realidad; y, de hecho, el hombre con el que
había estado, ese hijo de puta de Cody Bates, le había puesto un ojo morado y le había
partido el labio antes de que él la dejara tirada en el suelo frente al bar donde ahora
trabajaba.

Ella sabía que estaba hecha para cosas mejores que servir cerveza y whisky rancio a
los vaqueros y a las mujeres de ojos duros que los perseguían. Ella estaba hecha para algo
mejor que hacer mamadas y rápidos encuentros en el baño o en la cabina de una
camioneta, con hombres que apestaban a cerveza y ninguna ambición más allá del siguiente
revolcón.

El mejor en entrar en —Rope 'N Ride—, una fatídica noche, fue Darryl Roy James.
Ella lo supo, en el momento en que puso sus ojos en él. Era él. Lo que le había estado
faltando. Lo que ella necesitaba para completar todo lo que era y podría ser.

Más tarde ella le contaría que, cuando él entró a través de las puertas del bar, la
luz, roja y dorada como una puesta de sol, había resplandecido a su alrededor. Su cabello
luminoso había brillado, y sus ojos, azules y claros como el agua del lago en una postal,
resplandecían.

Y ella sabía todo lo que necesitaba saber.


Él no era como los otros, nada como la clase de tipos que apestaban a establo, y le
agarraban el trasero que frecuentaban el —Rope 'N Ride—.

Él tenía algo.

Después de una breve e intensa danza de apareamiento, después de que él


consiguiera clavarla prácticamente en la puerta de uno de los cubículos del cuarto de baño,
y luego otra vez contra la pared exterior de la sala de descanso, él le había dicho lo mismo
a ella.

Una mirada, había dicho él. Algo como, ni siquiera te miré y ya te amé. Eso era de un
libro. De Shakespeare. Darryl había leído algo de Shakespeare, Escurridizo Willy, lo
llamaba él, al obtener su diploma de secundaria, cortesía del reformatorio juvenil en el
condado de Denton, Texas, donde había ido a buscar fortuna a los dieciséis años.

Había salido del reformatorio a los dieciocho años, con un trabajo en el taller de
coches del novio de su madre. Darryl tenía una especial habilidad con los motores, como
algunos la tenían con los caballos. Barlow, quien fastidiaba a Darryl por su distracción, le
dijo que si dedicara tanto esfuerzo al trabajo como lo hacía en soñar con estar en algún
otro lugar, sería un hombre rico.

Pero Darryl nunca había visto la razón de trabajar hasta matarse cuando había
tantas otras maneras de conseguir lo que quería. Y tomándolo de otra persona era la
mejor manera que él conocía.

Aún así, ya que no quería volver a la cárcel, él arrimó el codo durante toda una vida
de casi tres años.

Entonces él había conseguido lo que quería con el robo de los 6.800 dólares en
efectivo, de debajo de la mesa, que Barlow mantenía oculto bajo el doble fondo de un
cajón de su oficina.

Lo que demostraba lo estúpido que era Barlow.

Luego le había echado mano a algunos equipos, algunos repuestos, había forzado la
vitrina del preciado cuchillo de caza de Barlow, pensando que podría venderlo por el
camino.

Había hecho las maletas mientras su madre estaba en el trabajo atendiendo mesas
como siempre lo había hecho por un salario de porquerías y peores propinas. Se embolsó
3.200 dólares de la bolsa que guardaba en su lata de harina, eso lo redondea a 10.000
dólares.
Como él se consideraba un buen hijo, le había dejado los 646 dólares restantes con
una nota que decía:

Gracias, Má. Con amor, Darryl

Había cargado la camioneta que empujó desde el garaje, y dijo —que os jodan— a
Lonesome, Oklahoma.

Entró en el —Rope 'N Ride—, y a la vida de Ella—Loo, en su vigésimo primer


cumpleaños.

Ese fue el destino, determinaron, ya que eran un regalo para el otro.

Al cabo de veinticuatro horas ella y la bolsa de lona que contenía todas sus
posesiones materiales fueron cargadas en la camioneta con él.

Condujeron velozmente, gastaron pródigamente, robaron cuando su estado de ánimo


se lo pedía, y follaron como un par de conejos rabiosos en cada oportunidad que tenían.

En el momento que Darryl fue arrestado en Tulsa por tratar de embolsarse un anillo
de compromiso para su alma gemela, ellos se habían gastado casi cada dólar que tenían
entre ambos.

Lo condenaron a cuatro años, porque él llevaba el cuchillo de caza encima, y esta vez
estaban en la Penitenciaria del Estado de Oklahoma.

Ella—Loo esperó por él. Ella consiguió un trabajo en otro bar, logró extras con
mamadas, aunque ella no podría, ni siquiera por una buena cantidad de dinero, permitir
ninguna otra penetración..

Era una mujer de un solo hombre.

Igual que un sacerdote devoto, con la Misa Dominical, visitó a Darryl cada semana, y,
de hecho, concibió un hijo en una visita conyugal.

Darryl leyó más a Shakespeare y perfeccionó sus habilidades mecánicas. Él aprendió


más sobre motores, aprendió cómo construir bombas, aprendió los entresijos de los
ordenadores y equipos electrónicos más complejos.

Se logró por sí mismo una educación de la que podría haber hecho un buen uso fuera
de la cárcel.
Ella llamó al bebé, Darra, por su Darryl, y la llevó de vuelta a Elk City, donde Ella—
Loo presentó a Darra a su abuela.

A pesar de que casi no podía soportar estar lejos de Darryl tanto tiempo, ella se
quedó diez días. Tiempo suficiente para que su madre se enamorase del bebé, y para que
su padrastro bajara la guardia.

Sabiendo que su madre nunca permitiría que su padrastro avisara a la policía, ella se
llevó la plata de su bisabuela, de todos modos hubiera llegado a ella algún día, dejó al
bebé, y se dirigió de nuevo a McAlester para el siguiente día de visita.

Tal vez, cuando estuvieran listos para establecerse, ella y Darryl volverían a por su
hija. Pero como Darryl dijo, eran amantes desventurados, y tenían que vivir y amar cada
minuto al máximo.

Un bebé no encajaba con eso.

Salió de prisión en tres años y medio, debido al buen comportamiento, y ella lo


estaba esperando con un ceñido vestido blanco y altos tacones rojos.

Apenas llegaron a la habitación de alquiler por meses cuando el vestido cayó al suelo
y los zapatos volaban por el aire.

Como ambos acordaron que sólo querían ver McAlester por el retrovisor de la
camioneta, pasaron sólo esa noche comiendo, bebiendo, el vino espumoso que Ella—Loo
había robado del bar donde ella ya no seguiría trabajando o haciendo mamadas, y tuvieron
sexo.

Ella quería ir al este, directa hacia el Océano Atlántico. Quería ver las luces de la
gran ciudad y ruido y todo lo que no era de Oklahoma.

La ciudad de Nueva York, le dijo a Darryl, era su destino, ya que era la única ciudad
grande y lo suficientemente brillante como para ellos.

Así que cuando la camioneta de Darryl tosió y resolló, él utilizó su habilidad, y


repuestos se robó de otra camioneta que encontró en un estacionamiento de la playa, y
consiguió arrancarla bastante bien de nuevo. Se dirigió al este con la radio a todo volumen
y Ella—Loo acurrucada contra su costado como un apéndice.

Incluso con su habilidad, la vieja camioneta no pudo aguantar los kilómetros y la


velocidad, y murió como un perro.

Y Ella—Loo tuvo su idea.


Darryl se las arregló para la camioneta se desplazara lo suficiente fuera de la
carretera principal mientras que ella consultaba el ordenador de la consola. A ella le
parecía que podría tener un poco de suerte en un pequeño tramo de la autopista 12, al sur
de Bentonville.

Ella sacó el vestido blanco y esos tacones rojos, se pintó sus labios de rojo y,
inclinándose desde la cintura, peinó su largo cabello rubio con los dedos.

Ella esperaba que un hombre, un hombre solo, como lo habría hecho sin duda un
hombre, se detendría para ella. El vestido ceñido se ajustaba sobre sus curvas, justo en lo
alto de sus muslos, y cuando ella se echó el pelo hacia atrás de nuevo, y cuando cayó
parecía una sirena.

Ella se rió, y mandó a Darryl hacia atrás cuando intentó agarrarla.

—Sólo espera, nene, tú sólo tienes que esperar. Y permanece fuera de la vista ahora.
Un hombre llegará, él va a parar para ayudarme, seguro.

—Él va a querer hacer más que eso. Santo Jesús, Ella—Loo, estás tan sexy con esos
pantis de encaje negro. Tengo una erección tan grande que me está matando sólo mirarte.

—Esa es la idea. Si llega una mujer, ella podría parar, puede que no. Podrían ser un
par de hombres, o un par de mujeres. Anímate, es hora de dejar los quizás. Pero tarde o
temprano aparecerá, nene.

Ella le pasó el dedo sobre su boca, se apretó contra él, ingle contra ingle, que le hizo
gemir antes de que ella le diera un codazo para apartarlo.

—Más de eso más tarde, cariño. Todavía no está completamente oscuro. La gente se
inclina más a parar para ayudar antes de que oscurezca. Ve a la parte posterior en ese
arbusto de allí. Tengo que verme indefensa, y no puedo hacerlo cuando tengo a un hombre
fuerte y apuesto a mi lado.

Ella había elegido bien el lugar, a pesar de que cuando se puso el sol no había pasado
ni un solo vehículo en ambos sentidos.

—Yo tal vez podría ponerla en marcha de nuevo –le gritó Darryl—. Lo suficiente
como para llegar a un motel o un pueblo, justo para coger algo allí.

—Esto va a funcionar, Darryl —ella tenía su mente puesta en so—. Sólo tenemos
que… Veo venir un coche. Cuando se detenga, dame un poco de tiempo para convencerle.
Entonces sales, nene, y te encargas de él. Vas a encargarte de él, ¿verdad, Darryl?
—Sabes que lo haré.

Se puso de pie al lado del coche, con las manos juntas como si estuviera rezando, sus
grandes ojos azules muy abiertos con lo que esperaba que parecieran un poco de
esperanza, un poco de miedo.

Le encantaba actuar.

Y sintió que su entusiasmo crecía cuando el coche, y uno bueno, también, desaceleró.
El hombre bajó la ventanilla, cruzándose en el asiento. —¿Tiene algún problema?

—Oh, sí, señor, seguro que lo tengo —Viejo, notó, tal vez alrededor de cincuenta
años, por lo que sería fácil para Darryl noquearlo, atarlo, y arrastrarlo hacia la maleza—.
Él justo se paró y murió. He intentado hablar con mi hermano, es su camioneta, pero mi
link debe haberse roto, o tal vez me olvidé de pagar el recibo. Siempre me estoy olvidando
de algo.

—Usted no se olvidó de llenarlo de gasolina, ¿verdad? –preguntó él.

—Oh, no, señor. Es decir, mi hermano, Henry, lo tenía completamente lleno. Él es


Henry Beam (el nombre de su profesor de historia americana en la secundaria) de
Fayetteville? Tal vez lo conozca, parece que todo el mundo conoce a Henry.

—Me temo que no. Yo no soy de por aquí. Déjame aparcar delante junto al tuyo, y le
echaré un vistazo.

—Muchísimas gracias. Yo no sabía lo que iba a hacer. Está oscureciendo, también.

Él estacionó. Su coche era de un plateado brillante, y aunque a ella le hubiera


gustado rojo, al igual que sus zapatos, no se quejaría. Ella revoloteaba alrededor cuando él
le dijo que abriera el capó, y él metió la mano en la camioneta, y soltó él mismo el pestillo.

Tenía una unidad de muñeca bonita, notó, plateada y brillante como el coche. Ella
quería que Darryl la tuviera.

—No sé mucho acerca de camionetas –comenzó él—, así que si no es algo fácil de
arreglar, puedo llevarla a Bentonville. Puede usar mi link para ponerse en contacto con su
hermano.

—Eso es muy amable de su parte. Yo tenía miedo de que tal vez alguien no tan amable
parase, y yo no sabía qué hacer —ella miró hacia el arbusto, manteniendo la charla para
ocultar el susurro que Darryl hizo cuando salió—. Mi madre pronto se va a preocupar si no
estoy de vuelta, así que si usted va a Bentonville, eso estaría bien. Ella misma se lo
agradecerá por llevarme a casa.

—Pensé que usted dijo Fayetteville.

—¿Qué? Oh, Henry —comenzó.

Algo debió ver en sus ojos o escuchó el paso quedo de la bota de Darryl, por como él
se echó hacia atrás, se giró justo cuando Darryl levantaba la barra de hierro. Esta golpeó
al hombre en el hombro.

Y saltó hacia Darryl como un demonio del infierno.

Todo sucedió tan rápido, los puños volando, los gruñidos animales y los rugidos.
Pensando sólo en Darryl, Ella—Loo cogió la barra de hierro que se le había escapado en su
mano, tratando de conseguir un agarre sólido.

Ella la balanceó, golpeando con fuerza en la espalda, al ahora furioso Buen


Samaritano, se dio cuenta de su error cuando eso no lo detuvo. La siguiente vez, apuntó a
las piernas.

Tras uno de los golpes, una de ellas cedió, ella escuchó claramente un crujido.
Incluso herido se las arregló para acercarse a ella, y darle un revés. Antes de que ella
pudiera equilibrarse, para intentar darle en la otra pierna, Darryl se volvió loco.

—¡Ponle las manos encima a mi mujer y te mataré!

Él lo aporreó, con los puños volando, los ojos desorbitados, mostrando los dientes.
Ella apenas tuvo tiempo de apartarse rápidamente, antes de que el hombre, desequilibrado
con su pierna herida, la cara ensangrentada, cayera hacia atrás.

Su cabeza golpeó el parachoques delantero de la camioneta, rebotó, y luego golpeó


contra el pavimento. Antes de que ella pensara en ello, se acercó de un salto, y le estrelló
la barra de hierro en el rostro. Dos golpes fuertes.

Él se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos en su rostro desfigurado. La sangre
empezó a derramarse y a encharcarse debajo de su cabeza.

Ella—Loo soltó el aliento como una máquina de vapor, silbante mientras su cuerpo se
estremeció. —¿Él está... él está muerto?
—Mierda, Ella—Loo, mierda —Mirando hacia abajo, Darryl sacó un pañuelo de su
bolsillo trasero para limpiarse el sudor y la sangre de su rostro—. A mí me parece que
está muerto.—.

—Lo matamos.

—No lo hicimos a propósito. Mierda, Ella—Loo. Él te golpeó en la cara. No puedo


permitir eso. No puedo permitir que nadie haga daño a mi chica.

—Yo no quería que él se levantara y te golpeara de nuevo, a ninguno de los dos. Así
que yo... Tienes que sacarlo de la carretera. Esconderlo detrás de esos arbustos, Darryl, y
rápido antes de que venga alguien más. Y coge su billetera, su unidad de pulsera. Coge todo
lo que tenga encima. Aprisa.

Ella encontró un trapo en la camioneta, limpió la barra de hierro, y luego la tiró en el


asiento trasero de su nuevo coche.

—Coge su ropa, también, cariño.

—¿Qué?

—Cógelo todo. Nunca se sabe, pero ¡date prisa!

Ella comenzó a transportar sus cosas de la caja de carga de la camioneta al coche. —


Sólo ponlo todo en la parte de atrás, y ya lo ordenaremos más tarde.

El corazón de ella martilleaba; sus manos temblaban. Pero ella se movió con rapidez y
seguridad.

—Tenemos que sacar todo lo nuestro de la camioneta, nene, y supongo que


necesitamos limpiar el volante y todo lo demás. Cualquier cosa que pensemos que hemos
tocado. Lo haré yo.

Ella lo hizo lo mejor que pudo, y luego terminó con la ayuda de Darryl, ya que no
había mucho que cambiar de la camioneta al coche. En diez minutos Darryl estaba al
volante con Ella—Loo lado.

—No sobrepases el límite de velocidad ahora. Sólo vamos a poner un poco de


distancia entre nosotros y el hombre y la camioneta.

Ella aguantó, un kilómetro, cinco, diez. A los veinticinco, ella se quebró.


—¡Ponte a un lado, ponte a un lado! ¿Ves ese camino allí? Dios Todopoderoso, sal de
la carretera, Darryl, dirígete hacia aquellos árboles allí.

¿Estás enferma, cariño?

—Todavía puedo oler su sangre. Esta en ti. También, está en mí, también.

—Está bien, ahora. Todo va a estar bien, ahora —salió de la carretera, golpeó
algunos árboles por el camino, se detuvo—. Cariño.

—¿Has visto su cara? Sus ojos mirándonos fijamente, ¿pero sin vernos? Y la sangre
que salía de su boca. De sus oídos.

Ella se volvió hacia él, con el rostro iluminado como el sol, sus ojos enormes, llenos
de asombro y de deseo. —Hemos matado a alguien. Juntos.

Cayeron el uno en brazos del otro. Para ellos, el sexo siempre era caliente, duro y
embriagador, pero ahora, con el olor de la sangre fresca, con la complicidad, resultó
salvaje hasta que los alaridos de ella y los gritos de él resonaron en el coche.

Cuando terminaron, cuando el sudor fusionó su piel como una lapa y el vestido blanco
estaba hecho jirones, manchado de una sangre tan roja como sus tacones, ella le sonrió.

—La próxima vez, no quiero hacerlo tan rápido. Vamos a tomarnos un poco de tiempo
con el siguiente.

—Te amo, Ella—Loo.

—Te amo, Darryl. Nadie ha amado nunca como lo hacemos nosotros. Vamos a tener
todo lo que queramos, hacer lo que nos dé la gana, empezando desde aquí y hasta la ciudad
de Nueva York.

El primer asesinato, en su mayoría suele ser un accidente, se llevó a cabo en una


noche caliente en agosto. En el momento en que llegaron a Nueva York, a mediados de
enero, la cifra ascendía a veintinueve.

Con su primer vistazo a Nueva York, Ella—Loo tuvo la misma reacción que había
tenido con su primer vistazo a Darryl.

Ella sabía que estaban hechas la una para la otra.


Un viento cortante como un picahielos apuñalaba en el callejón lleno de basura
esparcida, cortando la piel expuesta, silbando y rugiendo mientras se abría a hachazos su
camino desde Madison Street a través del túnel formado por edificios en ruinas de
ladrillo rojo y hormigón lleno de agujeros cubiertos de grafitis.

Las pocas luces que funcionaban, proyectaban sobre el enyesado, sombras púrpuras
junto con pálidos resplandores amarillos, haciendo que las manchas y las salpicaduras
destacaran amargamente, como si fueran moretones.

Las prostitutas callejeras del más bajo nivel, con licencia o no, podían llevar a un
John (John Doe: nombre como los americanos denominan a un desconocido) a uno de los
estrechos nichos con la esperanza de refugiarse lo peor del frío y el viento mientras
llevaban a cabo su negocio. Un drogadicto suficientemente desesperado como para
asegurarse su siguiente dosis, podría seguir a un traficante de drogas a través de esas
desagradables sombras.

Cualquiera podría pensar, que atajar a través del mismo es como llevar una señal
intermitente ofreciéndose a asaltantes, violadores o algo peor.

Ninguna de esas opciones se aplicaban a Dorian Kuper ya que él había conocido a su


desafortunado destino en otro lugar antes de que su cuerpo fuera envuelto en plástico y
abandonado, al igual que las bolsas de basura hechas jirones y llenas de alimañas, al lado
de un reciclador roto.

El viento despiadado no molestaría a Dorian nunca más. Sus cuchillas dentadas


cortaban lo suficientemente profundo, por lo que la teniente Eve Dallas cedió a la
necesidad y dio un tirón a la gorra de esquí con su embarazoso copo de nieve. Pero ella
marcó la línea con los brillantes guantes de peluche, ambos se los habían dado en un frío
día de diciembre, Dennis Mira, con esos ojos soñadores.

Pensó, fugazmente, que veinticuatro horas antes estaba tomando el sol, mayormente
desnuda, en la arena bañada por el sol de la isla privada de su marido, con Roarke, también
desnudo la mayor parte del día, a su lado.

Sin embargo, comoquiera que ella hubiese empezado el 2061, estaba de vuelta en
Nueva York ahora, al igual que la muerte.
Ella era una policía de homicidios, así que mientras otros dormían en la ventosa
oscuridad, faltando aún una hora para que amaneciera, ella se arrodillaba sobre un cuerpo,
con las manos desnudas salvo por el sellador, con los ojos castaños planos y entrecerrados.

—Se acabó el infierno para ti, ¿no es así, Dorian?

—Él tiene una dirección de Upper West Side, Dallas —La detective Peabody,
envuelta en un abrigo de color rosa, rematado con los pies calentitos en unas botas de
color rosa con peluche en la parte superior, y su rostro casi enterrado en los muchos
remolinos de una bufanda multicolor, transmitió los datos de la PPC para su compañera.

—Edad, treinta y ocho años, soltero, sin pareja. Está en la compañía de la


Metropolitan Opera. Es primer violonchelista.

—¿Qué está haciendo un violonchelista del Upper West Side, muerto en el callejón
Mechanics? No lo asesinaron aquí. Hay un montón de sangre en la lona, en él, manchado de
punta a punta. Hay marcas de ligaduras, en las muñecas y los tobillos, y algunos de los
hematomas, y laceraciones de forcejeo tienen como mínimo un día. Tal vez más. Morris lo
confirmará.

—Una gran cantidad de cortes, pinchazos, marcas de quemaduras, moretones —


Peabody, con los ojos de un marrón más oscuro y profundo que el de Eve, escaneaba el
cuerpo—. Muchos de ellos superficiales. Pero entonces…

—Sí, y muchos de ellos no. Lo ataron, lo amordazaron, las comisuras de sus labios
están cortadas y abrasadas, lo torturaron durante horas. Tal vez un día o más antes de
que dejara de ser divertido. Y entonces ... el corte a través del intestino, que lo mató.
Pero habría tardado un tiempo en desangrarse. Un tiempo doloroso.

Sacando sus medidores, estableció el momento de la muerte. —El doloroso tiempo


terminó a las veintidós veinte de anoche.

—Dallas, hay una denuncia en Personas Desaparecidas para él. Se presentó esta
mañana. Su madre lo denunció. Ah… vale. Él no se presentó en el trabajo anteanoche, no
respondía a su link, se perdió su clase, está impartiendo una en Juilliard, ayer por la tarde,
y no se presentó a la actuación de anoche.

—Así que cerca de dos días. Contacta con quien recibió la llamada en Personas
Desaparecidas, consigue un informe completo. Vamos a notificárselo a los familiares.
Agachada sobre sus talones, Eve estudió el rostro del muerto. Su foto de ID había
mostrado a un hombre atractivo con profundos e insinuantes ojos verdes y un largo y
abundante pelo al rape rubio. Una cara afilada en las mejillas, con los labios gruesos.

Su asesino le había cortado el pelo, dejando mechones y escasos y feas heridas,


pequeños círculos de quemaduras en sus mejillas, como hoyuelos ennegrecidos. Telarañas
rojos rompían la parte blanca de los ojos. Pero el asesino había concentrado la mayor
parte de su energía y creatividad en el cuerpo. Ella pensó que Morris, el médico jefe de
Medicina Forense, encontraría múltiples fracturas de huesos y órganos dañados.

—Algunas de estas quemaduras son pequeñas y precisas –anotó—, probablemente


utilizó una herramienta. Pero mira en la parte posterior de las manos, ¿aquí? Son mayores,
no tan precisas. Alguien apagó cigarrillos, hierbas, porros, o lo que sea, en las manos de la
víctima. Violonchelista. Un violonchelo es esa cosa tipo violín, ¿verdad?

—Bueno, es... —Peabody hizo una larga silueta en el aire con sus manos, y luego imitó
la acción de tocar de través en ella con un arco.

—Sí, un violín grande y gordo. Tú necesitas tus manos para tocar uno de esos.
Quemaron sus manos, rompieron cuatro de sus dedos, los de la mano derecha, aplastaron
la mano izquierda, con algún objeto pesado. Quizás era personal. Le cortaron el pelo a
hachazos, se ve como algo personal. Lo tiraron desnudo a un vertedero, podría
interpretarse como algo personal.

Eve levantó una de las manos, utilizó su linterna para hacer un rápido examen de las
uñas. —No veo ninguna piel aquí debajo, y nada de lo que se ve parecen heridas defensivas
—ella se movió hacia la cabeza, levantándola cuidadosamente, sintiendo el cráneo—. Aquí
detrás tiene un enorme chichón.

—Él tuvo una pelea, verbal, quiero decir —Peabody comenzó—, con alguien que
conocía, le da la espalda, y le dan un buen porrazo. Están suficientemente cabreados para
atarlo, amordazarlo, torturarlo.

—Esto no es estar cabreado —Eve negó con la cabeza, finalmente se enderezó. El


viento tiraba de su largo abrigo de cuero, haciéndolo ondular, golpeando alrededor de sus
piernas—. No es paciente y parece complejo como…, ¿recuerdas a El Novio?

—No es probable que lo olvide. Nunca.

—Hizo una ciencia de la tortura. Era su trabajo. Esto se ve más como un juego.

—¿Juego?
—El que está cabreado, generalmente pega directamente. El cabreado iría más por la
cara, sobre todo si hay una conexión personal.

Pero aquí, pensó, la cara era lo de menos, como si el asesino hubiera querido
mantenerlo relativamente ileso.

¿Para que pudieran ver a la víctima? ¿Así permanecía reconocible?

—El cabreado no tortura así durante un par de días —añadió., el cabreado y loco, tal
vez. Pero, de nuevo, yo esperaría encontrar más contacto físico, más puñetazos o
cachiporrazos. Algunos daños en los órganos genitales, pero de nuevo, no tanto como yo
esperaría si fuera un amigo o amante cabreado.

—Pero vamos a ver eso.

Cambiando de posición, Eve miró por el callejón hacia Madison, se volvió, miró al
norte, hacia Henry.

—El asesino tenía que tener un medio de transporte, y probablemente robado en


Madison. Cerca del vertedero a Madison. La víctima medía metro setenta y cinco, y pesaba
unos setenta kilos. Los del equipo forense tendrán que determinar si el plástico con el
cuerpo fue arrastrado por el callejón, pero no parece que haya sido así. Es difícil estar
seguro con esta luz, pero arrastrado o cargado, el asesino tenía buena musculatura. O
ayuda. Veremos si el puerta a puerta nos revela algo.

Ella levantó la vista, escaneó las ventanas oscuras. –A medianoche, en medio del
invierno. En una noche fría como la teta de una perra.

—Es bruja.

—¿Por qué? No importa —dijo Eve rápidamente—. Ninguno tiene sentido. Si alguien
es una bruja, ¿por qué aguantarían con las tetas frías? Soy una perra, y hace veinte y
cuatro horas, mis tetas estaban bastante más calientes.

—¿Fueron maravillosas? ¿Tus vacaciones?

—No estuvieron mal.

Cielos azules, agua azul, arena blanca y Roarke. No, no habían estado nada mal.

Y ahora se habían acabado.


—Vamos a llamar al equipo forense, a la morgue, y conseguir un par de agentes de
uniforme que se queden aquí con el cuerpo —ella miró su unidad de pulsera—. Vamos a ir a
la residencia de la víctima en primer lugar. No hay motivo para despertar a su madre a
esta hora para decirle que está muerto.

Eve se encasquetó más la ridícula gorra sobre sus orejas congeladas, la luminosa
borla cayó. Mientras ella se inclinaba para recogerla, su mirada se desvió hacia el cuerpo
donde el extremo del haz de luz apuntaba.

—Espera. Es que... Peabody, las micro gafas.

—¿Ves algo?

—Voy a ver si lo veo algo mejor con las micro gafas.

Ella estaba de rodillas junto al cuerpo ahora, movió el brazo izquierdo más lejos.

—No me jodas, casi me perdí esto.

—¿Te perdiste qué? —después de sacar las micro gafas del equipo de campo de Eve,
Peabody se las entregó, cambió de ángulo tratando de ver lo qué la luz de Eve enfocaba.

—Es un corazón. Tanta sangre y magulladuras, se me había pasado por alto. Morris lo
habría descubierto una vez que la víctima estuviera en su mesa, pero desde con esta luz,
yo no lo vi.

—Yo no lo veo ahora.

—Justo debajo de la axila —inclinándose más cerca, con las gafas puestas, Eve lo
resiguió con los dedos, de arriba abajo, y luego de lado a lado—. Alrededor de dos
centímetros y medio de alto y ancho. Preciso como un tatuaje caro. Tiene iniciales en el
interior. E sobre D.

—D de Dorian.

—Podría ser —Y esto seguro como el infierno que cambió algunos ángulos—. Tal vez
una amante o aspirante cabreada o que solía ser amante después de todo. —¿Ante mortem
o post mortem?, se preguntó—. ¿Una firma o una declaración? Esta parte es meticulosa. El
asesino se tomó su tiempo y esmero en tallarlo.

—McQueen tallaba números en sus víctimas — recordó Peabody—, de manera que los
policías supieron cuántos había matado. Tal vez esta es la firma de E; y E selecciona a la
víctima y desarrolla algún tipo de relación enfermiza y delirante. Y ya que las relaciones
enfermizas y delirantes nunca terminan bien, el asesinos golpea, ata, amordaza, tortura,
asesina y luego le talla un corazón, el asesino mata a la víctima en su interior.

Eve asintió, una buena teoría. Sólida y lógica. — Eso podría encajar.

—Tal vez éste no es la primera relación enfermiza y delirante de E.

—Eso también podría encajar —Eve se levantó, se quitó las gafas—. Vamos a
comprobar los elementos a través de IRCCA, buscaremos delitos similares. En este
momento, vamos a ir a ver la casa de la víctima. Tal vez averigüemos quién sabía quién es
ese cuyo nombre empieza con E.

—Su madre vive en el mismo edificio —dijo Peabody cuando Eve señaló a uno de los
agentes de uniforme en la entrada del callejón.

—Bueno, eso nos ahorra tiempo. Vamos a ir primero a su casa, y luego a hacer la
notificación.

—Ella también está con la orquesta. Ella toca un violonchelo bebé.

—¿Tienen bebés?

—Fue como una broma. Ella es primer violín. Así, ja, ja, violonchelo bebé.

—Asume que me reí. Vive en el mismo edificio, tienen el mismo trabajo, básicamente.
Probablemente conoce a más de uno con la inicial E. Y cómo se llevaba en el trabajo, con
los amantes.

Eve se apartó, tuvo una breve conversación con el agente de uniforme.

Con la escena asegurada, y ningún testigo, por el momento, para entrevistar ya que
el cuerpo había sido descubierto por androides comunitarios, se metió en su coche. Y con
un alivio indecible, ordenó la calefacción al máximo.

Con alivio aún más indecible, se quitó el sombrero con el copo de nieve.

—¡Ah!. Se ve lindo en ti.

—Si yo quisiera parecer linda, no sería policía —ella se pasó los dedos por el corto y
despeinado pelo castaño—. Dirección, Peabody.

— Setenta y uno Oeste entre Amsterdam y Columbus.


—Un largo camino hasta donde terminó —Notaba pinchazos de agujas a lo largo de
sus dedos a medida que estos se descongelaban.

Una de las cosas que había descubierto era la manera de conseguir, en el vehículo
deliberadamente insulso y completamente equipado, que con un propósito determinado, su
marido había diseñado para ella, era el café del AutoChef incorporado.

Y justo en ese momento, pensó que podría matar para poder tomarse un auténtico
café.

—Ordenador, activar el AutoChef —comenzó Eve.

—¡Yupi!

—Cállate, Peabody, o tu no conseguirás ninguno.

AutoChef activado. ¿Qué te gustaría, Dallas, teniente Eve?

—Un café negro, uno de café normal, ambos en tazas para llevar.

Un momento por favor. ¿Desea la entrega en el asiento delantero?

—Sí, sí, sí, eso es lo deseado.

—Yo no sabía que podía hacer eso —Peabody elevó la voz—, pensé que sólo era para
el asiento trasero, ¡Guau!

Orden Completada, el ordenador anunció mientras dos tazas para llevar se


deslizaban por debajo del tablero.

—Eso está totalmente helado.

—Será mejor que no esté helado —Eve cogió la taza con la tapa superior negra,
dejando la de la tapa de color crema para Peabody.

Estaba caliente y fuerte y perfecto.

—Me encanta este coche –dijo Peabody, acunando su café.

—No te acostumbres al servicio de café. Tal vez la próxima vez que sean cerca de
las 05 a.m., con una sensación térmica de menos tres, u otra mierda parecida, lo haremos
de nuevo. De lo contrario, olvídalo.
Peabody se limitó a sonreír, tomó el primer sorbo glorioso. —Me encanta este coche
—repitió.
Capítulo 2

Eve llegó a la conclusión que tocar un violín grande y gordo se pagaba bastante bien.
Dorian Kuper había vivido en un apartamento de dos plantas en un edificio
meticulosamente rehabilitado, uno que había sobrevivido a las Guerras Urbanas. Este se
erguía, con el brillante ladrillo de color blanco y largas hojas de resplandeciente vidrio, en
una elegante zona del Upper West Side.

Cuando el portero, ataviado con un clásico abrigo negro por encima de su librea, la
saludó por su rango en lugar de lanzarle presumidos insultos sobre la apariencia anodina
del vehículo oficial del Departamento de Policía que ella conducía, ella supo que Roarke era
el propietario del edificio. Obviamente al portero Frank le había llegado el memorándum.

—¿Cómo puedo ayudarla hoy, Teniente?

—Necesitamos acceso al apartamento de Dorian Kuper.

Su cara redonda, casi angelical cayó. —Temía que fuera eso. Por favor, pasen al
interior lejos del viento. Oí que el Sr. Kuper había desaparecido. Supongo que lo encontró,
y supongo que no es nada bueno.

Ella pasó al interior, a la calidez y al blanco mármol veteado de gris, en el perfume


extrañamente picante de cualesquiera que fueran las masas de vistosas flores colocadas
en una urna plateada sobre la mesa central.

—Lo encontramos. No es bueno — confirmó ella.

—Esto va a destrozar a la Sra. McKensie. Su madre. Estaban muy unidos. Él era un


buen tipo, teniente, yo sólo quiero decirlo. Siempre tenía una palabra, ¿sabe usted?

—¿Conoce a alguien que no pensara que era un buen tipo?

—Así de pronto, no, lo siento. Tenía muchos amigos. Venían más a las fiestas, por la
música.

—¿Novias, novios?

Frank cambió su postura


—Cualquier cosa que nos pueda decir —dijo Peabody, tocándolo ligeramente en su
brazo—.Cualquier cosa puede ayudarnos a encontrar al quien lo asesinó.

—Lo entiendo, pero es difícil hablar de la vida personal de un residente. Yo diría que
el Sr. Kuper tenía de ambos, y nada realmente serio.

—Está bien. ¿Alguien ha venido en las últimas dos semanas, preguntando por él? —
preguntó Eve—. ¿Tuvo cualquier problema, con algún antiguo amigo?

—No, que yo sepa. Y cuando uno está en la puerta, generalmente lo sabe.

—Está bien, Frank, gracias. Necesito que nos dé acceso a su piso.

—Sexto piso. Apartamento seiscientos. Esa es la entrada principal. Voy a llamar al


primer ascensor. Tengo que pedir la autorización para obtener su clave de acceso y el
código. Sólo será un minuto.

—Tengo un código maestro. Nosotras entraremos.

Con un movimiento de cabeza, Frank se acercó a un mostrador de granito blanco, dio


un toque y surgió una pantalla. —El androide doméstico del vestíbulo está en la parte
trasera. No lo activo tan temprano. Por lo general está tranquilo, así que ¿para qué
activarlo? Puede pasar, teniente.

Se aclaró la garganta mientras Eve y Peabody entraban en el ascensor. —Ah, ¿lo


sabe su mamá?

—Vamos a hablar con ella después de ver su apartamento. Como usted dijo, es
temprano. No hay razón para despertarla con este tipo de noticias.

—Esto la va a hundir. Ellos se mimaban el uno del otro, ¿sabes?

A pesar de que no sabía lo que era tener una madre que la mimara a ella, o viceversa,
Eve asintió antes de entrar en el ascensor.

Ascendiendo al sexto piso, el ordenador anunció las plantas a medida que iban
subiendo, lo que demostraba que Frank era tan eficiente como cualquier androide.

—Buen tipo, un montón de amigos, amaba a su madre, bisexual —reflexionó Eve—. No


es un mal resumen de un portero en un par de minutos.

—Se veía triste —comentó Peabody—, cuando el portero se ve triste, sabes que vas
a estar tratando con un montón de gente apenada en la investigación.
—Si tú quieres felicidad, no seas una policía de homicidios. O una policía, punto —
decidió Eve.

El ascensor se abrió a un amplio pasillo alfombrado en un digno color gris con el


toque clásico de obras de arte dispuestas en las paredes. Unas tablas curvadas sostenían
esbeltos jarrones transparentes con flores blancas oscilando entre las puertas de los
apartamentos.

El número Seiscientos estaba en la esquina más alejada al oeste del ascensor. Una
propiedad de primera en un edificio de primera. Sí, pensó Eve, tocando el violín, grande y
gordo se ganaban muchos dólares.

— Máxima seguridad —señaló, conectando su grabadora—, cámaras, placa de palma,


cerrojos policiales dobles.

Ella lo desbloqueó todo con su código maestro, abrió la parte derecha de la doble
puerta. Las luces, que habían estado apagadas, se encendieron automáticamente a un diez
por ciento con una iluminación suave.

—Conveniente —dijo—, pero no lo suficiente. Luces al máximo —ordenó.

—Guau —los ojos de Peabody se abrieron como platos cuando la luz aumentó—. Es
totalmente elegante.

Con clase del viejo mundo, era lo que sentía Eve. El tipo de cosas que Roarke
prefería. Colores ricos e intensos, cómodos sofás y sillones. Respaldos altos, elegantes
curvas. Madera oscura y reluciente, el brillo de plata y cristal. Flores en los floreros que
se veían antiguos y caros, velas en esbeltos candelabros.

El arte estaba compuesto de jardines, paisajes urbanos y marinos.

—Vamos a mirar en esta planta primero, a ver si tenía una oficina aquí abajo.
Queremos echar un vistazo a sus ordenadores, al link de la casa.

Eve se movió a la izquierda, Peabody a la derecha.

Cuando Eve abrió las dobles puertas correderas que cerraban el paso, encontró el
espacio sin restricciones formando una gran L. Sala de estar, comedor, cocina.

Una cocina muy ordenada, concluyó ella, con una enorme encimera y horno, añadidos
a dos AutoChefs, kilómetros de mostrador terminados en oro pálido con pequeñas motas
relucientes. Al igual que la arena de playa, pensó mientras cruzaba la cocina, abriendo
puertas de los armarios y cajones al azar.
Un montón de genuinos utensilios de cocina, organizados con precisión.

Escondido dentro de una gran despensa, totalmente equipada, se encontró con una
androide doméstica creada para representar a una mujer de rostro agradable, de mediana
edad, de baja estatura y constitución robusta. La androide llevaba un uniforme gris y
delantal blanco, y tenía los ojos sin expresión de un androide en reposo.

—¡Encontré una androide aquí! — gritó Eve y empezó a examinarla buscando el


interruptor de encendido manual para activarlo.

—Hay un tocador, una sala de música totalmente magnífica— Comenzó a decir


Peabody mientras entraba —. Piano, violonchelo, contrabajo, tres violines, flautas,
flautines. Se puede abrir al igual que esta zona. Aquí, hay equipo de alto nivel.

Ella se movió alrededor de Eve, tocando bajo el moño gris acero en la base del cuello
de la androide e hizo lo que había que hacer para activarla.

Los inexpresivos ojos azules se llenaron de vida y alegría. La flácida boca se curvó en
una alegre sonrisa.

—Y ¿qué es lo que puedo hacer por usted esta agradable mañana?

El grave acento irlandés habría hecho que Roarke, cuyo propio acento irlandés era
como un indicio de música deslizándose a través de las palabras, riera o se encogiera de
dolor. Eve simplemente levantó sus cejas y su placa.

Los alegres ojos escanearon la placa, la procesaron y confirmaron. —¿Y qué, señora
teniente, en que quiere que la ayude?

—Dallas. Teniente Dallas. Detective Peabody. ¿En qué momento fue activada por
última vez?

—Estaré encantada de responder a eso, y cualquier otra pregunta que pueda tener
una vez que haya aclarado el asunto con mi Dorian. Ese bribón todavía estaría en la cama a
estas horas si no hubieran venido a hacer la ronda.

—¿Bribón?

—Él es muy bullicioso, lo es. Trabaja duro, toca igual. Si le han despertado tan
temprano, él estará deseando su café. Me alegra servirles a ustedes también.

—Él no añorará su café. Dorian Kuper ha muerto.


Algo parecido a una conmoción llegó y se fue de los ojos del androide. —No puedo
procesar esa información. Por favor repítalo.

Una vez más Peabody actuó. — ¿Podríamos saber su nombre?

—Soy Maeve.

—Maeve, lamentamos informarle que Dorian fue asesinado ayer por la noche.
Sentimos mucho su pérdida.

—Pero, él es joven y saludable —la pena, que cualquiera hubiera jurado que era
sincera, empañó su voz, sus ojos—. ¿Muerto? ¿Un accidente?

—Él fue asesinado. Salgamos de aquí —exigió Eve—. No tiene sentido permanecer en
un armario.

—Nadie le haría daño. Creo que hay un error de algún tipo, con perdón.

—No hay ningún error —comenzó Eve—, Su identificación ha sido verificada y


confirmada.

La androide se movió hacia el mostrador, se sentó en uno de los taburetes. —¿Por


qué los seres humanos son tan frágiles?

—Es un misterio. ¿Cuándo fue la última vez que interactuó con Dorian?

—Un momento, por favor —sus ojos se quedaron en blanco por un momento, luego se
llenaron con aparente angustia—. ¡Ah Dios!, ¡ah Dios!. Mis registros muestran que han
pasado sesenta y dos horas y dieciocho minutos desde que mi Dorian me desactivó. ¿Ha
estado muerto tanto tiempo?

—No. ¿Nadie la ha activado hasta ahora?

—No.

Eve se preguntó por qué el oficial de Personas Desaparecidas no había activado e


interrogado a la androide doméstica, entonces recordó que el informe acababa de ser
presentado.

—¿Dorian estaba solo cuando usted fue desactivada?

—Lo estaba, sí. Él dijo que iba a la sala de ensayo, antes de la actuación de esa
noche. Están haciendo Giselle en este momento. Dijo que no lo esperara, le gustaba
bromear conmigo, y que me despertaría él mismo por la mañana, ya que llegaría tarde de
cualquier manera. Él pensaba tener una cena tardía con sus amigos. A menudo lo hacía.

—Usted nos podría dar una lista completa de sus amigos, de personas que han estado
en su lista de invitados cuando ha dado fiestas aquí.

—Ciertamente que puedo. Yo podría generarla para usted, imprimirla si eso ayudará.
O puedo interactuar con cualquier ordenador y crear un disco.

—Amigos íntimos, también —dijo Eve.

—Mi Dorian tenía un grupo grande y animado de amigos, de todo tipo. Le gustaba
tener fiestas y musicales aquí, o noches tranquilas con sólo unos pocos, o su pareja del
momento.

Al igual que un portero, pensó Eve, un androide doméstico podía dar mucha
información. — ¿Alguno se cabreó cuando dejó de ser la pareja del momento?

—Nunca he oído hablar de ello, y seguro que lo habría hecho. Él hablaba conmigo, mi
Dorian, y me lo habría dicho si hubiera estado preocupado por una ruptura difícil. Para
esas amistades íntimas, como usted dice, tendía hacia aquellos que querían lo mismo que él,
para el momento. No estaba preparado para establecerse. Su música era lo primero,
siempre. Cuando trabajaba, teniente, trabajaba.

La androide dejó escapar un pequeño suspiro.

—He pasado muchas horas haciendo mis deberes aquí y escuchándole a él practicar.
Estaba escribiendo una ópera él mismo, y trabajaba en eso también cuando el tiempo de lo
permitía y el estado de ánimo le acompañaba.

—Bien.

—Le echaré de menos —cuando Eve levantó las cejas de nuevo, la androide negó con
la cabeza—. No es…, como se lo haría entender, no es una emoción humana. Pero su madre
hizo que me pareciera, en todas las formas posibles, a la Maeve que era su niñera cuando
él era un niño, y que lo quería mucho. Como él la quería a ella.

Extraño, pensó Eve, pero había un montón de la variedad de carne y hueso que no
podrían reunir la sinceridad de Maeve la androide doméstica.

—Entonces, lo lamento.
—Su madre. Puedo ser de consuelo y ayuda para ella, si ella lo desea. De hecho, ellos
se dedicaron mucho el uno al otro.

— Le preguntaremos a ella. Si pudiera facilitarme esa lista, una copia impresa y en


disco, nos sería muy útil. Mi compañera y yo tenemos que revisar el apartamento.

—Estoy contenta de poder ser de alguna ayuda. ¿Me puede decir, teniente Dallas,
por qué los humanos matan a otros seres humanos? No lo puedo procesar.

—Nunca lo entenderé —dijo Eve.

Eve le dio a Peabody los ordenadores y los links, y se encargó del dormitorio
principal en el segundo piso.

Ella encontró su cajón de juguetes mientras pensaba en ello, completamente


equipada con aparatos sexuales, juguetes, protección. Eso le mostró que había sido
aventurero y abierto en esa área de su vida. La escasez de drogas, todo lo que encontró
era legal, le indicó que había tenido buena salud.

Había un montón de productos de alta calidad para el cuidado de la piel y del cuerpo,
los aparatos de entreno, por lo que había cuidado su apariencia. Y su extenso armario
mostraba una gama de estilos, desde el formal hasta el de rockero de los '90's, que le
dijo que había tenido un sentido flexible de la moda.

Ella encontró la pequeña caja fuerte empotrada en la pared del armario, y se alegró
cuando; probablemente, en el triple de tiempo (en el mejor de los casos) que habría
tardado Roarke, quien le había estado enseñando a ella, consiguió abrirla.

Algo de efectivo, notó ella, su pasaporte, una pequeña colección de unidades de


pulsera, gemelos, nada fuera de lo normal, nada exagerado.

Él tenía una pequeña oficina en el segundo piso, pero no pasó mucho tiempo para que
ella descubriera que allí, sólo hacía el trabajo absolutamente necesario. Él pagaba sus
facturas a tiempo, mantenía un calendario actualizado, para ensayos, actuaciones, viajes,
compromisos sociales.

No encontró nada de particular interés en ninguna de las dos suites de invitados,


sólo un continuo reflejo sobre el gusto y el estilo de la víctima, y al parecer una habilidad
excepcional de su androide para mantener la limpieza y el orden.
—Tengo la lista de Maeve, y una copia en disco. Es una larga lista —añadió Peabody
cuando Eve volvió a bajar a la planta principal—. Y yo la he desactivado. Ella me lo pidió, y
dijo que estaría disponible para la Sra. McKensie, para cualquier cosa que necesite o
quiera.

—Vamos a darle la noticia —Eve miró su unidad de muñeca—. Ahora es un momento


tan bueno como cualquier otro. Arriba no hay nada que destaque. ¿Ordenadores, links?

—Un montón de comunicaciones. Conversaciones con amigos, arreglos para reunirse,


pedidos de provisiones para fiestas, el vino. Lo etiqueté para la EDD (División de
Detección Electrónica), pero no he encontrado ninguna amenaza, discusiones, cualquier
cosa que pareciera sospechoso, como alguien tratando de seguirle la pista. Cosas del
trabajo, también.

— ¿Trabajo? —repitió Eve, mientras bajaba la intensidad de las luces y salían al


pasillo —. Él tiene una oficina arriba, paga las facturas, etc.… allí.

—No, trabajo musical. Él tiene un ordenador en la sala de música. Al principio pensé


que era un armario, pero es una pequeña área de trabajo. Tiene música allí, composiciones
en las que estaba trabajando, y grabaciones que debía escuchar. Ningún otro negocio o
comunicación en él. Sólo la música.

—Está bien —Eve fijó un sello de la policía en la puerta—. Avisa a EDD para que
recojan la electrónica, que los revisen —Ella no creía que alguno de los frikis de la División
de Detectives Electrónicos, encontrara nada relevante, pero valía la pena ser minuciosos
con esto.

—Envía una consulta al oficial que recibió la llamada a personas desaparecidas.


Explícale la situación, consigue cualquier cosa que tenga, que a estas alturas es probable
que no tenga nada.

—Lo tengo.

—El 508 es el de la madre, ¿no? —Eve entró en el ascensor, pidió el quinto piso
mientras Peabody enviaba el correo electrónico—. ¿Alguna respuesta de IRCCA?

—Es temprano, y lo enviamos hace sólo una hora. Siempre se demoran un poco.
¿Estás pensando que no era el primero?

—¿Por qué alguien tortura, por lo que parece que fueron alrededor de cuarenta y
ocho horas y mata a un violonchelista? Tal vez fue personal. Tal vez uno de esos tipos de
—para el momento— no estaba tan contento de que fuera así como la androide dice. Tal
vez algún otro tocador del violín grande y gordo quería su primera silla. Tal vez la víctima
sabía algo acerca de algo o alguien que alguien más quería saber. Hay un montón de ángulos
todavía. Y uno de ellos es que no era el primero. El corazón me está molestando. ¿Cuántas
E hay en la lista?

—No puedo decirlo ahora mismo, pero vi un Ethan, una Elizabeth, un Edgar, una
Ellysa a simple vista. Dado que hay un par de cientos de nombres ahí, probablemente
vamos a encontrar algunos más que esos.

Salieron en la quinta planta, donde Mina McKensie tenía el apartamento más cercano
al ascensor. Misma seguridad, notó Eve, y pulsó el timbre.

De inmediato la luz de la cámara de seguridad parpadeó a verde.

—Buenos días. ¿Puedo ayudarles?

La voz era rica, afeminada y británica.

—Teniente Dallas, Detective Peabody —ella levantó su placa para el escáner—.


Tenemos que hablar con Mina McKensie.

—Si por supuesto.

Desactivando las cerraduras; la puerta se abrió.

Otro androide, pensó Eve, estaba creado para imitar un caballero distinguido con
una mata de pelo oscuro plateado en las sienes. Llevaba un uniforme negro de mayordomo.

—Por favor, entren. La Sra. McKensie aún no ha bajado. Voy a informarle de que
están aquí.

Él las acompañó a la sala de estar donde la madre de la víctima había elegido un


estilo más contemporáneo que su hijo. Seguía teniendo clase, pensó Eve, pero más
elegante, más pulido, más colores primarios, arte más audaz.

—Si desean esperar aquí. Por favor, siéntense y pónganse cómodas. ¿Les puedo traer
algún refresco?

—No gracias. Sólo Mina McKensie.

—Por supuesto.

Él se dirigió a la curva de la escalera y subió.


Ella lo sabría, pensó Eve. Ella lo sabría tan pronto como el androide dijera que la
policía estaba abajo. Aún habría un desesperado atisbo de esperanza, pero ella lo sabría.

Eve captó el movimiento, levantó la vista. Mina no se había vestido aún, y llevaba una
larga bata de color crema, de seda fluida. En su cara, unos llamativos ojos sensuales
contra la piel dorada. Eve vio la esperanza luchando para superar el dolor.

Los nudillos de sus manos que agarraban la barandilla mientras bajaba rápidamente,
estaban blancos..

—Dorian. Por favor, dígalo rápidamente. Dígalo rápido.

—Sra. McKensie, lamentamos informarle que su hijo fue asesinado.

Ella levantó las dos manos como si pudiera mantener las palabras a distancia, bajaba
tan cuidadosamente como un inválido en una silla.

—¿Están seguras de que es Dorian. Ustedes están absolutamente seguras?

—Sí, estamos seguras. Lamentamos su pérdida.

—¿Pérdida? Esa es una palabra tan pequeña, ¿no es así? La mayor parte de lo que se
pierde, se puede reemplazar de nuevo. Al igual que una llave electrónica o un pendiente.
Usted tan solo tiene que obtener otro. Pero…

Ella se meció suavemente, suavemente, mientras sus ojos se anegaban de lágrimas


que brillaban. —Lo sabía. Lo sabía. Lo sabía. Cuando se perdió el concierto. Él nunca se
faltaría a una actuación. Pero pensé: No, es sólo que... cualquier otra cosa. Cualquier otra
cosa. Pero él no respondió a su link, y le rogué que simplemente me hiciera saber que
estaba bien. Él nunca haría que me preocupara. Él nunca haría eso. Ellos dijeron, la policía,
que teníamos que esperar para presentar una denuncia. ¿Por qué, por qué?

Peabody se sentó, se inclinó hacia ella. —Una gran cantidad de personas, adultos, a
veces se toman un día o dos, sólo necesitan ese espacio.

—Dorian no es así.

—Entiendo, Sra. McKensie.

—¿Habría habido alguna diferencia? —la crudeza de la pregunta, apenas por debajo
de la acusación—. Si hubieran mirado antes, tendría que haber…
—No lo creo —en su forma amable, Peabody la tomó de la mano—. No lo creo, lo
siento. ¿Puedo conseguirle un poco de agua, Sra. McKensie?

—Necesito... —cerró los ojos, y dos lágrimas se deslizaron por ellos—. Jarvis,
necesito un brandy, por favor.

—Por supuesto, señora, de inmediato.

—Necesito un brandy — repitió Mina, abriendo los ojos de nuevo—, y necesito un


momento. Luego necesitaré que me digan lo que le sucedió a Dorian. Necesito que me digan
eso, y que me digan dónde está para que yo pueda ir a verlo. Tengo que ver a mi hijo.

—Vamos a arreglar eso, Sra. McKensie.

Ella tomó el brandy del androide, se lo llevó a los labios para un largo y lento sorbo.
—No voy a desmoronarme. Ese es para un momento privado. No voy a desmoronarse —
repitió ella, pero su voz tembló, y las lágrimas se deslizaron por su rostro—. Dígame lo que
le ocurrió a mi hijo.

—Sra. McKensie, ¿hay alguien con quien pueda ponerse en contacto para que venga y
esté con usted?

—Yo no necesito a nadie. Necesito saber.

—Sra. McKensie —Eve se acercó, se sentó en la elegante mesa plateada, mirando sus
ojos rebosantes de lágrimas—. Lo que tengo que decir es duro. Es muy difícil. Si hay
alguien de su confianza, alguien que pueda ayudarla, puede que esa persona venga y se
quede con usted después de que yo se lo cuente. Hablamos con la androide doméstica de
su hijo. ¿Quiere que nosotras la activemos, qué la traigamos aquí?

—Maeve —otra lágrima se derramó, pero ella se contuvo, negó con la cabeza—. No,
no Maeve, todavía no. Ethan. Ethan Chamberlin. Mi director de orquesta. Mi amante. Le
pedí que no se quedase anoche, pero ...

—Jarvis, por favor póngase en contacto con el Sr. Chamberlin y …

—Tal vez sería mejor si hablaba yo con él —se levantó Peabody.

—Jarvis, dale a la oficial la información.

—Vamos a hacer esto en la habitación de al lado —Peabody hizo un gesto hacia el


androide para que saliera.
— No me desmoronaré —repitió Mina—, soy muy fuerte. Crié a Dorian yo sola cuando
murió su padre. Dorian sólo tenía seis años. Yo lo crié sola, y construí una carrera. Soy
muy fuerte. Dígame.

—Su cuerpo fue encontrado en el callejón Mechanics. ¿Conoce esa zona?

—No estoy segura.

—Está en el centro. en el Lower East Side. ¿Conoce alguna razón por la que podría
haber estado en esa área?

—No. No. Él tiene amigos en el centro. En el Village, en Tribeca, SoHo. Dorian hacía
amigos fácilmente. Quiero saber cómo murió.

—El médico forense determinará eso.

—Usted lo sabe. Es lo que hace, ¿no es así? Usted sabe lo que le pasó. Soy su madre,
y necesito saberlo.

—Sra. McKensie, el médico forense tiene que determinar la causa de muerte. Le


puedo decir que desde nuestra evaluación en el lugar, parece que había sido atado. Sufrió
múltiples lesiones.

Con mucho cuidado Mina tomó otro sorbo de brandy. —¿Ellos lo retuvieron para
poder hacerle daño? ¿De manera que no pudiera evitar que le hicieran daño?.

Sí, ella era una mujer fuerte, concluyó Eve. Y lejos de ser estúpida.

—Parece ser el caso, pero el forense tendrá que examinar a Dorian. Lo siento mucho.
¿Sabe de alguien que pudiera hacerle algo así a su hijo? Alguien con resentimiento, un ex
amante, un competidor?

—No —Mina presionó sus dedos entre sus cejas, tomó aire lentamente —. ¡No, no lo
sé!. No estoy descartando lo que usted me preguntó, pero él era muy querido.

—Dio clases en Juilliard. Tal vez un estudiante al que suspendió.

—Ninguno que yo sepa. Le gustaba enseñar. No le hacía falta enseñar, por razones
financieras. Él dedicaba ese tiempo porque le gustaba cultivar nuevos talentos. Le
emocionaba poder ayudar a un estudiante a salir adelante. Nadie que lo conociera podría
haber hecho esto. Nadie que lo conociera podría haberle hecho daño de esta manera,
quitarle la vida.
—Estaban muy unidos —ella mantuvo sus ojos en Mina cuando Peabody regresó.

—Sí. Mucho.

—Entonces voy a preguntarle, ¿sabe de alguien que querría hacerle daño a usted
haciéndoselo a su hijo? La misma pregunta desde otro ángulo, Sra. McKensie. Alguien con
resentimiento, un ex amante, un competidor?

—¡Oh Dios! —sus manos temblaban mientras dejaba a un lado la copa, luego se las
apretó sobre el regazo. —¿Matar a Dorian para herirme a mí? Yo no conozco a nadie que
sea capaz de hacer una cosa tan terrible. Hay gente a la que yo no les gusto
especialmente, o gente con la que he tenido desacuerdos. Incluso graves. Pero le juro,
nadie que yo conozca le haría daño a Dorian. Incluso la gente a la particularmente yo no le
gustaba, él si les gustaba. La idea, incluso el pensamiento de que alguien le haría daño por
mi culpa.

—Sra. McKensie, tenemos que preguntar. Tenemos que mirar a todas las
posibilidades —Peabody se sentó de nuevo—. El Sr. Chamberlin está en camino.

—Gracias.

—¿Su hijo mencionó a alguien que lo estuviera molestando? Tendría admiradores,


¿no? —Eve sugirió—. ¿La gente que seguía la ópera, que disfrutaba de su trabajo?

—Sí… quiero decir, sí, tenía muchos que disfrutaron con su trabajo, que podían
asistir a las representaciones, y esperar a hablar con él o hacerle firmar un programa.

—A veces un admirador puede cruzar una línea, se puede desarrollar una relación
ficticia, y se enojan cuando el objeto de su interés no le corresponde.

Mina se tomó las manos otra vez, como si quisiera mantenerlas quietas, y asintió con
la cabeza. —Sí, entiendo, y Dorian tenía seguidores, sí, por supuesto. Era joven y muy
atractivo y talentoso. Él tocaba en clubs de vez en cuando, sobre todo fuera de
temporada. No opera, por supuesto. Jazz, blues. Dorian sabe tocar varios instrumentos.
Alguien podría oír que estaría en un determinado club e ir a verlo. O esperar cerca de la
puerta del escenario después de una actuación. No hay nadie que pueda... Espere.

Ella se enderezó en el sillón. —Había una chica con la que él hablaba las últimas
semanas. ¿Cómo la llamaba él? —Mina cerró los ojos un momento—. Earnest ,Tina.

—¿Ernestina? ¿Tiene un apellido? (juego de palabras intraducible, en ingles, Earnest


significa serio, sería seria Tina; y Eve lo interpreta como un nombre Ernestina)
—No, no, Earnest, ella era seria. Demasiado. Tomó una copa con ella una vez, él me
dijo que ella era atractiva. Y él dijo que pasó la mayor parte del tiempo diseccionando a
Wagner y a Mozart y así sucesivamente. No es un músico, no es eso, ella estaba
componiendo. Eso es. Componiendo una ópera, y muy, muy seria. Él dijo que ella había ido a
cualquiera que sea el club, en alguna parte, alguno en el que él tocaba, pocos días después
de haber tomado una copa con ella, y estaba muy enfadada porque él desperdiciara su
tiempo y talento en lo que ella considera música inferior. Él se rió de eso, pero ella se
había enfadado.

—Tina —Eve repitió—. ¿Sin apellido?

—Lo siento. Nunca lo dijo. Era sólo una anécdota durante el café de la mañana.
Podría habérselo mencionado a un amigo con más detalle.

— Lo averiguaremos —Eve dijo cuando sonó el timbre.

Peabody se levantó, hizo un gesto al androide para que regresara. — Yo me ocupo.

—No quiero ver a nadie más que a Ethan. Yo no quiero…

No se preocupe —le aseguró Eve.

—Tengo que ver a mi hijo, teniente. Lo siento, no puedo recordar su nombre. Yo no


puedo recordar.

—Dallas. Voy a arreglarlo. Voy a ir a verlo yo misma cuando me vaya de aquí, y voy a
arreglarlo. El Dr. Morris está ocupándose de él. Le prometo que va a estar bien cuidado.

—Mina —El hombre que entró corriendo era elegante, de apariencia dramática. Alto,
aunque imponente, y enjuto como un lebrel. Al igual que el androide, tenía una generosa
cabellera plateada en las sienes, y los ojos de un penetrante marrón oscuro bajo unas
arqueadas cejas negras.

Haciendo caso omiso de Eve cayó de rodillas junto a la silla de Mina, y la atrajo en un
fuerte abrazo.

—Dorian. Es Dorian. Es…

A pesar de que había mantenido su palabra, y no se había desmoronado, lo hizo ahora


con un gemido quejumbroso.
Capítulo 3

En la calle, Eve se rindió al viento y saco el tonto gorro de su bolsillo.

—Ella aguantó más tiempo de lo que pensé que podría —comentó Peabody.

—Esa es una voluntad de hierro. Comprobaremos con Morris ahora, después


empezaremos a visitar a los amigos, compañeros de trabajo. Quiero hablar con
Chamberlin. El director es el hombre a cargo, así que sí, necesitamos tener una
conversación.

Ella se puso al volante, se sentó un momento con un ojo en el espejo lateral juzgando
el tráfico. —Earnest Tina.

—Él tenía sentido del humor —dijo Peabody—. Probablemente le habló a alguien más
acerca de ella, y podemos obtener los nombres de los clubs en donde le gustaba tocar a él.

—Ella es una posibilidad —Eve aprovechó una oportunidad, se metió en el tráfico y


dejó una cacofonía de bocinas a sus espaldas—. Ella está escribiendo una ópera, ¿es que la
gente todavía hace eso? Pensé que todas las personas que escribieron óperas llevan siglos
muertos.

—Hubo una ópera de rock duro hace un par de años. Estruendo. Escuché el disco,
pero me dio dolor de cabeza. Creo que la gente todavía compone las normales.

—Bueno, ella está escribiendo una, y con un nombre como Earnest Tina no será una
de rock duro. Ella quiere aprovechar el cerebro de Kuper sobre los compositores de ópera
muertos. Tal vez ella quiere que él use su influencia para conseguir que le produzcan la
suya. Su madre se acuesta con el director, otra ventaja potencial allí. Pero él no es lo
suficientemente serio para su criterio, va por ahí tocando en sórdidos clubs. Una falta de
respeto hacia ella y la ópera.

Esto parecía seriamente fuera de órbita como motivo pero...

—La gente mata gente por todo tipo de razones absurdas — concluyó Eve.

— ¿La tortura?
—Tenemos que conocer a esta Earnest Tina, averiguar qué tan chiflada está. Vamos
a hacer una investigación sobre Ethan Chamberlin. Él tiene la inicial. Tal vez él no podía
conseguir lo que quiere de la madre con el hijo tan apegado a ella.

— O tal vez él realmente quería estar con el hijo en lugar de la madre

—Ahora estás pensando.

—Apuesto a que tú has estado en la ópera —dijo Peabody mientras empezaba la


investigación en su PPC.

—Dos veces. Entonces marqué un límite. Volvería otra vez cuando terminaran la
construcción del palacio de hielo en el infierno.

—Creo que me gustaría; me refiero a ir por lo menos. El vestuario, la música, el


drama, y todo el mundo vestido con elegancia y brillando.

—No se puede entender nada de lo que están diciendo, entonces todos mueren.
Tenemos un montón de eso en el trabajo.

—Pero si están haciendo todo eso en italiano; me gustaría ir a una ópera italiana,
creo, entonces es romántica.

—No entiendo cómo morir es romántico.

—Bueno, como Romeo y Julieta…

—Doble suicidio adolescente. Sí, eso hace que mi corazón se derrita.

Un poco enfurruñada, Peabody continuó con su investigación. —Es una tragedia


romántica.

—Esa es una de esas oxygons.

—Moron. (Juego de palabras intraducible, Peabody dice ‘Moron’ que significa idiota.)

Eve volvió la cabeza, mirándola con ojos acerados. —Repite eso.

—Quise decir oxímoron. Es oxímoron no gon. Señor

—Como sea —Eve agregó con un encogimiento de hombros.

—Cambiando de tema —dijo Peabody rápidamente—. Ethan Chamberlin, sesenta y


dos años de edad. Divorciado, dos veces, una hija, de treinta años, reside en Londres. Ha
sido el director durante once años, y anteriormente era director de la Orquesta Sinfónica
de Londres. Reside... eh, a sólo dos bloques al sur de la víctima y su madre. Unos cuantos
problemas aquí y allá. Destrucción de propiedad privada, arrestado por romper una viola,
pagó los daños. Igual trato para lanzar un flautín por la ventana y amenazar con tirar al
flautista detrás del instrumento. Asalto, cargos retirados. Otro asalto, libertad
condicional con control de la ira obligatoria.

—Violencia. Temperamento —Eve negó con la cabeza—. Eso indica un temperamento


repentino. Este asesinato no se lee de esa manera. Pero vamos a hablar con él. Saca los
nombres con E; eso es lo primero por ahora, empieza a hacer investigaciones rápidas.
¿Puedes ordenarlas geográficamente, para que tengamos la ruta más eficiente para las
entrevistas?

—Claro que puedo hacerlo. Su madre parecía muy segura de que nadie que lo
conociera podría hacer esto.

—Su madre lo amaba, y piensa que todos los demás también lo hacían. Al menos una
persona no lo hacía, ya sea que lo conocían o no. Así, que lo revisamos.

Una fina nieve comenzó a caer de los gruñones cielos grises. Lo que significaba, Eve
lo sabía, que por lo menos el cincuenta por ciento de los conductores que actualmente
estaban en la carretera perderían un mínimo de un tercio de su coeficiente intelectual y
cualquier habilidad que hubieran tenido previamente al conducir un vehículo, convirtiendo
así lo que había sido un molesto tráfico en un caos.

Ella se abrió su camino hacia el sur, determinada a adelantarse a la aparición de la


demencia.

En el momento en que ella entró en el depósito de cadáveres, se quitó el gorro de la


cabeza, y lo metió en el bolsillo.

El blanco túnel hacía eco de sus pasos, la calma de la tundra congelada después de
las fiestas navideñas, pensó Eve. No duraría.

Atrapó a Peabody mirando la máquina expendedora que ofrecía bebidas calientes.

—Tú sabes que todo lo que hay en esa cosa es una porquería.
—Sí, pero está nevando un poco, y cuando empieza a nevar me pongo a pensar en
chocolate caliente. A pesar de que el extraño líquido marrón que la máquina da no se le
parezca mucho. ¿Por qué las instalaciones policiales no pueden conseguir expendedoras
decentes?

—Porque entonces todos estaríamos acurrucados con el chocolate caliente en lugar


de estar haciendo nuestro trabajo.

Ella abrió la puerta del dominio de Morris.

Reconoció la ópera, no cual, pero identificó la angustiante tragedia que se elevaba en


las voces, la mezcla melancólica de los instrumentos como en todas las óperas.

Morris estaba de pie junto a Dorian Kuper. Una capa transparente protegía el traje
color ciruela del Médico Forense en jefe, y el fascinante rostro de altos pómulos estaba
sin enmarcar, ya que se había recogido su pelo negro en una de sus complicadas trenzas,
entretejidas con una cinta plateada.

La sangre embadurnaba sus manos selladas. El pecho de Kuper yacía abierto con una
incisión en Y.

—Giselle —dijo Morris, mirando hacia arriba como si viera la música—. Iba a verla la
semana que viene.

—¿Te gusta la ópera?

—Un poco —Se alejó para lavar la sangre y el sellador de sus manos—. Yo lo conocía.

—¿A la víctima? –Los pensamientos de Eve pasaron del gusto ecléctico de Morris por
la música, concentrándose en la conexión—. ¿Kuper? ¿Tu conocías a Dorian Kuper?

—Sí. Él era un músico brillante. Realmente brillante; no sólo su habilidad, la cual era
impresionante, sino su afinidad. Lamento tenerlo en mi casa de esta manera.

—¿Erais amigos?

—Muy casualmente. Él a veces iba al After Midnight, un club de blues que ambos
disfrutábamos. Nos encontramos varias veces. Tomamos una copa, hablamos de música.

Saxofón, pensó Eve. Morris tocaba el saxofón admirablemente. —Lo siento.

— Al igual que yo. Yo llevé a Amaryllis a una fiesta en su apartamento, justo unas
cuantas semanas antes de que la asesinaran. ¿No es extraño cómo las cosas se entrelazan?
Ella vio la pena envolviéndolo, fresca después de tantos meses, por la mujer que
había amado.

Él se dio la vuelta, metió la mano en su nevera y sacó una lata de Pepsi, la gaseosa de
naranja que sabía Peabody prefería y un refresco ginger ale para sí mismo. Les pasó las
latas, y abrió la suya.

—Una copa por los viejos amigos –dijo él.

—¿Qué me puedes decir acerca de él?

—¿En lo personal? Él tenía un grupo grande y ecléctico de amigos, si la fiesta y las


diversas personas que venían con él a los clubs es un indicador preciso. Él y su madre se
adoraban entre sí, se notaba. Lo he visto con hombres y con mujeres, en un sentido
romántico. Ello también se notaba. Podía tocar cualquier cosa. Tú podías entregarle
cualquier instrumento y te traería alegría o lágrimas con él

Morris bebió, echó un vistazo al cuerpo, al trabajo a realizar.

—Yo no lo conocía bien, pero me gustaba.

— ¿Conoces a alguien llamado Tina relacionado con él?

—Como ya he dicho, tenía un gran y... Tina? —Morris dejó escapar una risa rápida—.
Tina Earnest.

—Esa misma. ¿La conoces?

—No, para nada. Ella vino una noche, ¡oh!, antes de las fiestas navideñas. Más
cerca de principios de diciembre, creo. Yo estaba intranquilo una noche, cogí mi saxo y me
fui al club. Él ya estaba allí, al igual que algunos otros que ambos conocíamos. Ella entró;
una morena, sí, una atractiva morena, se sentó en una mesa, se veía su desaprobación. Él
se le acercó, habló con ella poco rato. Pensé, pelea de los amantes, ya que ella parecía muy
enfadada.

Hizo una pausa, tomó otro trago mientras entrecerraba los ojos. —Déjame recordar.
Él... Dorian puso una mano sobre la de ella, como si fuera a darle unas palmaditas, y ella la
retiró No puedo decirte lo que se dijeron, pero ella fue la que más habló durante la
conversación, y luego, un tanto dramática, salió furiosa. Yo recuerdo su frase de
despedida: ‘Nunca te lo perdonaré. Nunca’. Con lágrimas en los ojos.

—Alguien bromeó, cuando subió a tocar otra vez, sobre su enojada novia, y él dijo:
‘No, no es una novia, no es una amiga. Earnest Tina’ dijo él, y no es que estuviera muy serio.
‘Está cabreada porque piensa que me estoy rebajando’; eso es lo que dijo, y se rió, y dijo:
‘Vamos a improvisar una para Earnest Tina.

—Sin apellido.

—No.

— ¿Puedes describirla?

—Sí, estoy seguro de que puedo.

—¿Lo suficiente para Yancy? —preguntó ella, refiriéndose al artista de la policía.

—Ciertamente, puedo intentarlo si ayuda de alguna manera. La E en el corazón. E y D


dentro del corazón que el asesino talló en él.

—Está eso. No sé si alguien que se toma a sí misma tan en serio, usaría la inicial de
un apodo sarcástico, pero tal vez. Quiero hablar con ella, de modo que si Yancy puede
conseguir un boceto suficientemente parecido para que nosotros lo cotejemos a través del
reconocimiento facial, la podríamos encontrar.

—Yo mismo me pondré en contacto con él, para quedar.

—Te lo agradezco.

—Está bien —Morris dibujó en el aire, se volvió hacia el cuerpo—. Eso ayudó, por
extraño que parezca. Ahora, vamos a hablar de lo que le hicieron a él.

Cogió unas micro gafas para él y para Eve, sabiendo que Peabody, se saltaría
felizmente la aproximación más personal, y comenzó.

—El golpe en la parte posterior de la cabeza, objeto pesado y contundente, por la


forma de la herida, mi conclusión es una llave. Una llave inglesa.

—Herramienta de fontanero.

—Sí, y fácil de conseguir. Esta es la lesión más antigua. No he terminado mi


reconstrucción, pero... —Él ordenó la imagen en la pantalla, observó con Eve, como la
figura generada por ordenador de la víctima, era golpeada por detrás por otra figura.

—Se ve que el golpe vino desde arriba y desde atrás.

—Dirigido hacia abajo —notó Eve—, por encima de la cabeza del atacante. Así que,
sí, sí, la víctima estaba doblada o inclinándose al ser golpeado. Para recoger algo, alcanzar
algo, atarse su maldito zapato, pero estaba agachado, expuesto. Él no fue asesinado en el
callejón.

—A partir de las imágenes de la escena del crimen que enviaste, estoy de acuerdo.

—Atacado, después transportado a algún sitio para que el asesino pudiera tomarse
algún tiempo con él. Atacado, puesto en un vehículo. Lógicamente, atacado en o cerca del
vehículo, arrastrado hacia este. El primer golpe habría dejado a la víctima inconsciente,
¿no?

—Sí, lo dejó inconsciente.

—Por lo tanto, fue fácil atarlo.

—Cinta adhesiva. Creo que el laboratorio estará de acuerdo — le dijo Morris—.


Residuo pegajosos en las heridas, en muñecas y tobillos.

—Pero no de la boca.

—Las heridas en las comisuras de la boca fueron causadas por frotarse y luchar
contra una cuerda fuerte y delgada. Hay algunos residuos de silicona sobre los dientes y la
lengua.

—Mordaza de bola.

—Esa es mi conclusión, sí.

—Humillación, connotaciones sexuales. ¿Fue violado?

—No hay evidencia de actividad sexual de ningún tipo.

—Está bien —Sus manos se deslizaron en sus bolsillos mientras dejaba que la imagen
jugara a través de su mente—. Así que está noqueado, atado. Él todavía sería capaz de
hacer ruidos con ese tipo de mordaza, pero nada inteligible. Pero el asesino podría oírle
tratar de gritar o suplicar.

—Tengo que creer Dorian habría tratado de hacer ambas cosas. He enviado un
informe toxicológico, así que veremos si se le administró alguna droga. No encontré ningún
signo de marcas de aturdidor ni de jeringas de presión.

—Si lo sedan, él sentirá menos. ¿Dónde está la diversión en eso? —Ella se


interrumpió—. Lo siento, Morris.
—No es necesario, pensar como el asesino lleva a encontrarlo. Las marcas de
quemaduras. Estoy de acuerdo con tu informe de la escena del crimen. Algunas fueron
causadas por un cigarrillo, otras por una herramienta. Estas, por ejemplo.

Él se ajustó las micro gafas, al igual que Eve, y ambos se inclinaron sobre el cuerpo. –
En la parte baja del torso, el abdomen, los genitales, precisas, de una llama estrecha.

— Soplete portátil. Y las extremidades, las manos. Esas son más amplias, no tan
precisas. Expeliendo, humo de algún tipo. Los moretones, aquí, a lo largo de la caja
torácica. No son de puños.

—Lo más probable es que fuera una porra. Utilizada en las plantas de los pies
también. Ves que muchos de los cortes son de poca profundidad. Pinchazos, cortes. Al
menos usaron dos cuchillas diferentes.

—¿Los pinchazos que estoy viendo? Picahielos, o algo similar.

—Y los cortes, una cuchilla de filo dentado, no es liso como los pinchazos.

—Tenía una caja de herramientas.

—Las heridas más superficiales llegaron primero, junto con las quemaduras. Algunas
son de hace aproximadamente dos días.

— Sólo estaba empezando. No lo quería muerto. Quiere el miedo, el dolor, la


impotencia.

—Los dedos se los rompieron durante el período de dos días, no todos a la vez. Y la
mano derecha, estos huesos fueron aplastados. La izquierda se la rompieron.

—Le pisotearon la derecha, o la golpearon con una herramienta, o le dejaron caer


algo muy pesado.

—La segunda es mi conclusión. Un martillo, golpeando aquí, a lo largo de la parte


superior de los nudillos, en repetidas ocasiones, y con fuerza. La mano izquierda primero,
la derecha en las últimas veinticuatro horas. Los cortes más profundos y los pinchazos,
también dentro de las últimas veinticuatro horas.

—Aumento en la severidad después de esas veinticuatro horas, avanzando hasta el


asesinato.

—Sí, pero, Dallas, el asesino trató algunas de las heridas.


—¿Qué? ¿Cómo?

—Había rastros de lo que estoy seguro que el laboratorio identificará como NuSkin
o uno de sus derivados. Algunas de las heridas más graves fueron tratadas para detener el
flujo de sangre, a continuación, se abrieron de nuevo. Y más de una vez, hasta el corte
mortal a lo largo del abdomen.

—Le tomaría un tiempo desangrarse con eso.

—Incluso con las otras lesiones, el trauma, por lo menos una hora. Lo más probable
es que dos antes de que la pérdida de sangre lo dejara inconsciente, le evitara el dolor. La
muerte puede que aún haya llevado más tiempo, pero eso, al menos, vendría suavemente.

— ¿Él mira, lo graba? El novio grababa todo, su gran experimento. Pero esto... no se
siente tan organizado, tan enfermizamente científico. Humillar, torturar, aterrorizar.

Ella se quitó las micro gafas, bebió un sorbo de su lata de Pepsi, deambuló mientras
trataba de visualizar.

— Lo bastante organizado como para tener un plan, contar con herramientas, tener
el transporte y un lugar para trabajar. Pero romper los dedos de una mano, pulverizar la
otra, apagando un cigarrillo en las extremidades, las manos, los pies, utilizando una
herramienta en el torso y los genitales. La porra. El picahielos, la cuchilla dentada.
Desnudo. La mordaza de bola. ¿Es una caja de sorpresas psicótico o... El corazón? ¿Cuándo
empezó el asesino a tallar el corazón?

—Postmortem, y eso con una hoja lisa y delgada. Muy preciso, de nuevo.

—Porque es la firma. Es el orgullo o tal vez ... Tal vez el D no es por Dorian. Él no
importaba. Su dolor, sí, la diversión de torturarlo, teniéndolo extendido para
entretenerse, pero ¿quién era, cómo se llama? ¿Y si eso no importaba un carajo? Si su
madre tiene razón, nadie que le conociera podría haberle hecho esto. Si nadie que lo
conociera lo hizo, su nombre no significaba nada. Pero D y E, sí son importantes.

—Tallando el corazón en él —murmuró Morris—, como los amantes tallan un corazón


y sus iniciales en un árbol.

—¿Dos de ellos? —Siseó Peabody con un suspiro—. ¿Una pareja?

—Es una teoría. Y es territorio de Mira. Necesito hablarlo con ella, pero es una
teoría interesante. Ellos lo desnudan, usan una mordaza de bola, una herramienta de SMB
le desnudan, le queman las pelotas. ¿Pero ningún asalto o la actividad sexual? Porque ellos
se tienen el uno al otro para eso.

—Si esto es válido, lo que hicieron con él sería…

—Juegos preliminares —terminó Eve cuando Morris no pudo.

Morris puso una mano en el hombro de su amigo muerto. —Nunca lo pedí, y no


debería hacerlo ahora. Pero encuéntralos.

No, él nunca pidió, pensó Eve. Y ella no debería responder como se sintió obligada a
hacerlo. —Lo haré. Puedes contar con ello.

—Él está triste de nuevo. —Peabody esperó hasta que estuvieron fuera—. La víctima
le hizo pensar en Coltraine, por lo que está triste otra vez.

—Él lo superará —Pero Eve pensó en llamar al sacerdote, recordando que Morris
había encontrado tanto consuelo como amistad con Chale López—. Nosotras trabajamos el
caso, lo resolvemos, y él lo superará más rápido.

—¿Quieres que vea si puedo programar una reunión con Mira?

—Sí. Vamos a la Central primero. Quiero preparar el tablero, pensar en esta teoría
del par de un poco. Dile que le enviaré un informe.

—De acuerdo. ¿Crees que esto fue al azar; me refiero a la elección de la víctima.

—No te lo puedo decir. En este momento ni siquiera sabemos dónde fue atacado,
dónde fue retenido. Necesitamos hablar con sus amigos y socios —continuó mientras
conducía a través de una densa nevada—. Sigue con lo de la E primero; nosotras no
cambiamos una teoría por otra. Pero empieza a ponerte en contacto con ellos y haz
arreglos para que ellos vengan a la Central. De esta manera, si Mira tiene una ventana, yo
puedo hablarlo con ella.

Peabody se quedó en silencio y comenzó el trabajo, luego se detuvo, frunció el ceño a


la nieve a través de la ventana. —Creo que fue una pareja.

—¿Porqué piensas que yo creo que lo fue?


—Eso me hizo ver el tal vez, pero mi primera reacción fue negarlo. Simplemente
negarlo, eso es demasiado enfermizo. Entonces; voy a decir que antes de que lo hagas tu,
hemos visto cosas más enfermizas. Muchísimo más enfermizas. Pero fue el clásico símbolo
romántico del corazón lo que me hizo negarlo, entonces me hizo ver que sí. Ellos firmaron
en la víctima; o uno lo hizo por el otro, no como una obra de arte, sino como un símbolo de
su idea retorcida del amor.

Eve esperó un segundo. — ¿Por qué eso te cabrea?

—Porque yo creo en los símbolos del amor, maldita sea. Hay un gran árbol en mi casa.
Mi papá talló sus iniciales y las de mi mamá en él antes que cualquiera de nosotros hubiera
nacido. Y cuando empezamos a llegar, él construyó ese banco circular alrededor del árbol;
le dejó un montón de espacio para que pudiera crecer más. Y lo ha hecho. Lo hizo para que
ellos pudieran sentarse allí, mirándonos jugar, y con vistas a los jardines. Y cuando cada
uno de nosotros llagamos a los seis años, él nos ayudó a cada uno a construir nuestra
propia pajarera, de manera que hay todas estas pajareras que cuelgan en las ramas y los
móviles de viento que mi madre hizo, y... Es especial, es realmente especial, y todo eso
comenzó cuando él talló ese corazón y sus iniciales en su interior. Y...

—No lloriquees, Peabody —le advirtió Eve, oyéndolo venir.

—No voy a lloriquear. Es sólo que cuando fuimos allí por Navidad mis padres nos
llevaron a ambos ahí, al árbol, y mi papá le entregó a McNab su cuchillo, y le dijo que
debería tallar nuestras iniciales en el árbol. Porque saben que lo amo y que me ama, y ellos
creen que es real y duradero. Significó tanto para mí, tantísimo, porque el árbol es
especial. Importa. Los símbolos importan, y no deberían ser usados como este modo. Eso
es todo.

Eve no dijo nada hasta que entró en el garaje de la Central y estacionó en su plaza
del aparcamiento. —La gente contamina y destruye lo que es bueno y puro y especial cada
maldito día. Lo vemos, lo sabemos, lidiamos con ello.

—Lo sé, pero…

—Cállate. Piensa en esto. Cuando algún jodido enfermo utiliza lo que es bueno y
puro y especial en su maldita manera enferma, sólo hace que el símbolo sea más fuerte y
más importante. No lo disminuye ni una maldita pizca, a menos que se lo permitas.

Como ella había lloriqueado un poquito, Peabody se pasó las manos por la cara. —
Tienes razón. Estas completamente en lo cierto. Acabo de permitir que me afectara.
—Fue bonito —dijo Eve, cuando salieron del coche—. Lo que tus padres hicieron, fue
bonito.

Ella levantó la vista ante el sonido del rápido taconeo, vio a Mira cruzando hacia el
ascensor desde su propia plaza de aparcamiento.

Eve pensó que el color del abrigo que rozaba las rodillas de las excelentes piernas de
la Dra. Charlotte Mira podría ser llamado aguamarina. Los tacones con seguridad eran de
color esmeralda como lo era el vestido que atisbaba debajo del abrigo. Una coqueta boina
de un rico color zafiro se posaba sobre el liso cabello color visón. Llevaba un bolso del
mismo color de la boina y un maletín de cuero con correa al hombro, de un sutil color
bronce.

—Bueno, buenos días. ¿Acabáis de llegar, o ... Peabody, ¿te encuentras bien?

Instintivamente, Peabody se restregó la cara de nuevo. —Oh sí. Acabo de tener un


momento, eso es todo. Y acabo de llamar a su asistente para ver si usted podría hacerle un
hueco a Dallas para una consulta.

—Así que estáis entrando, pero no acabáis de empezar a trabajar —Mira dirigió sus
tranquilos ojos azules hacia Eve—. En realidad no empiezo a trabajar hasta dentro de
otros veinte minutos. Me fui temprano, ya que no estaba segura de cómo estaría el tráfico
una vez que comenzó a nevar. Puedo subir contigo a tu oficina ahora, si tú tienes tiempo.

—Me haré el tiempo.

Cuando ella podía conseguir tiempo con la principal psiquiatra y analizadora de


perfiles del departamento, ella lo tomaba.

— ¿Un caso nuevo? Tú acabas de regresar de tus vacaciones.

—Regresamos ayer por la tarde. Cogimos el caso de las cuatro de esta madrugada
cuando un androide comunitario encontró el cuerpo.

No viendo razón para desperdiciar el tiempo, Eve comenzó el resumen mientras


subían al ascensor.

—Dennis y yo fuimos a el Met (Metropolitan Opera House) con amigos, vimos Giselle
justo el pasado fin de semana. Tu víctima debía haber estado tocando. —Mira cambiaba de
posición cuando el ascensor se paraba en casi cada piso y más policías se apiñaban en él—.
Retenido y torturado durante dos días. ¿Componente sexual?
—Ninguno que se vea. El asesino usó una llama precisa; probablemente un soplete
portátil, para infligir pequeñas quemaduras en los genitales.

Todos los policías de sexo masculino en el atestado ascensor se removieron, y Eve se


imaginó las pelotas de los policías encogiéndose por solidaridad o como defensa.

— ¿Sin mutilación?

— No según tu criterio. Huesos rotos, quemaduras, cortes, contusiones.


Principalmente torso, abdomen, extremidades, dedos rotos y aplastados. Le raparon el
pelo, dejaron pequeños insultantes mechones. Él tenía una gran cantidad de grueso y
brillante cabello.

—La humillación. Pero la cara, casi sin marcas, sin mutilación de los genitales. No
parece algo personal.

—Si alguien tiene una llama en mis bolas, yo lo tomo como algo personal –dijo uno de
los policías. Mira le sonrió.

—Las quemaduras sanan, Oficial, con el tiempo. Personal sería rebanárselas o


quitárselas.

—Ácido. –dijo Eve casualmente—. Yo tuve una vez un caso en el que la novia se
cabreó, y cuando el tipo estaba inconsciente debido al Zoner, derramó ácido sobre sus
pelotas.

Agradecida cuando el ascensor se detuvo en el nivel de Homicidios, Eve se abrió


paso a través de los policías, hizo todo lo posible para abrirles un espacio a Mira y
Peabody.

—Todo el mundo en ese ascensor va a comprobar sus propias pelotas, a la primera


oportunidad —dijo, e hizo reír a Mira.

—Creo que eso es un análisis muy acertado.

Cuando giraron hacia Homicidios, Eve vio al Detective Baxter empezar a ponerse de
pie, como si hubiera estado esperando por ella. Pero volvió a sentarse otra vez.

—Hola, Dra. Mira. Se la ve bien.

—Como a usted, detective. Siempre —Mira miró hacia la esquina donde habían tenido
un árbol de navidad perfectamente patético. Y donde Eve, Baxter y casi todos los policías
que actualmente estaban en la sala, habían estado demasiado cerca de la muerte en el
último día de 2060.

—Voy a extrañar sus muy eclécticas e inclusivas decoraciones navideñas —dijo.´ Tal
vez puedan hacer algo para el Día de San Valentín.

—Nunca –dijo Eve definitivamente, en caso de que alguien tuviera algunas extrañas
ideas. —Peabody, inicia la organización de las entrevistas. Dra. Mira, ¿por qué no vas a mi
oficina? Voy justo detrás de ti —Pero primero se acercó a Baxter.

— ¿Algo candente?

—No, nada candente, jefa —Se encogió de hombros, unos hombros que llenaban el
elegante traje, perfectamente cortado—. Sólo es algo que quería hablar con usted cuando
tenga un minuto.

—Después de que hable con Mira —Ella miró a través de la sala, estudiando la
corbata de Jenkinson. Hoy tenía copos de nieve blancos girando sobre un azul tan
llamativo y vivaz que Eve pensó que podría tener un ataque de taquicardia.

—Eso nunca va a parar, ¿verdad?

Baxter sonrió y sacudió la cabeza. —Ahora es una tradición de la División de


Homicidios. Reineke me dijo que Jenkinson ha encontrado un vendedor ambulante que va a
vendérselas a con un descuento si le compra cinco a la vez.

—Que Dios nos ayude a todos —murmuró Eve, y se alejó para unirse a Mira.
Capítulo 4

En el despacho de Eve con su sola ventana escuálida, Mira se sentó en la silla de


visitas, muerde—culos, tan cerca de su borde como pudo sin caerse.

—Déjame organizar esto y luego puedes sentarte en mi silla —Eve frunció el ceño
ante la fea, y miserable excusa de silla que había tenido desde que tenía la oficina—. Creo
que probablemente debería solicitar una nueva silla para visitas.

—Lo que no has hecho antes porque prefieres no recibir visitas aquí.

—Se está haciendo difícil mantenerlos fuera. No me refería a ti.

Entendiendo perfectamente, Mira se quitó la boina y se ahuecó su abundante cabello


castaño. —Hoy no, en todo caso.

—¿Quieres un poco de ese té? Tengo algo.

—En realidad, a esta hora del día que no me importaría un poco de tu fantástico
café.

Eve se acercó al Auto Chef, casi tan antiguo como la silla, y programó dos cafés. —
Quiero instalar el tablero. Será más fácil para mostrártelo —Con el café a su lado, Eve se
sentó en el escritorio para ponerlo en marcha. Después de la interconectar su grabadora,
ordenó las fotos de la escena del crimen que ella quería.

—Tendré un informe escrito, y una copia de los resultados de Morris dentro de una
hora —comenzó ella—. El pariente más cercano, la madre de la víctima, ha sido notificada
y entrevistada. Aparte del portero de la víctima, no hemos hablado con nadie más.
Peabody y yo revisamos la residencia, etiquetamos la electrónica para el EDD, pero no hay
nada allí que indique que tenía problemas. La imagen que estás viendo —continuó mientras
transfería las imágenes a su tablero—, es la de un talentoso hombre de éxito, que tenía un
amplio grupo de amigos. Eso incluye a Morris, como una especie de conocido.

—¿Morris conocía a la víctima?

—Rutinariamente la víctima se dejaba caer en los clubs de jazz y blues, improvisaba


con otros músicos. Él tenía una gama de talentos e intereses musicales.

—Igual que Morris —dijo Mira con una inclinación de cabeza.


—Esto lo ha golpeado un poco fuerte, le recordó a Coltraine. Se podía ver. Pensé en
llamar al sacerdote; López. Ellos se hicieron amigos.

Mira asintió de nuevo. —Es una buena idea. Yo le daría un día o dos, a ver si lo busca
él mismo, o si siente la necesidad. Tú eres un muy buen juez, una buena amiga. Tú lo
sabrás.

—Está bien —eso ayudó, y le compró tiempo antes de seguir adelante con la idea de
meterse en la vida personal de Morris. Ella le daría un día o dos.

—Las impresiones de Morris sobre la víctima encajan con la entrevista de la madre,


—continuó Eve, más cómoda con el tema de la muerte—. Tipo agradable, talentoso,
amistoso, que disfrutaba de relaciones íntimas con ambos sexos, según se dice, de manera
ocasional. Sin enemigos, ningún amante especial, muy sociable, muy dedicado a su arte.

Poniéndose de pie, Eve señaló su silla. Ella prefería estar de pie en todo caso. —No
hemos establecido cuando se lo llevaron, o si se fue por voluntad propia. Ya que el golpe en
la parte posterior de la cabeza fue el primero, es más probable que fuera atacado y
llevado, y luego retenido durante dos días. Torturado.

Aunque Mira se levantó, no tomó la silla de Eve, sino que se puso de pie a su lado,
estudiando el tablero... — Quemaduras, laceraciones, contusiones. Los huesos aplastados y
rotos.

—Aumentando en severidad. Los menos malos son más antiguos. Tres tipos de
objetos punzantes en opinión de Morris. Un picahielos o algo similar, una hoja de filo
dentado y una cuchilla lisa. Las quemaduras son tanto de cigarrillos como de una
herramienta de llama, una de capacidad milimétrica, de quemar con precisión. La víctima
fue atada con cinta adhesiva, o un producto similar, pero amordazado con una mordaza de
bola.

—Más comúnmente una herramienta sexual.

—No hay señales de asalto o actividad sexual. Y tú puedes ver que las heridas en los
genitales son menos graves que las del torso y las extremidades.

—Lo mismo con su rostro, pero el pelo fue cortado y rapado, toscamente. Y el cuerpo
estaba desnudo. Esas son humillaciones, y lo del pelo sería más personal. Pero la falta de
mutilación, en la cara y los genitales es más impersonal.

—Y esto —Eve le dio un golpecito a la foto del corazón con las iniciales talladas.
—D por Dorian. E por el asesino —Mira frunció el ceño—. Muy personal, incluso
romántico. Está hecho con mucha precisión, ¿no? Pero…

—Si pero…

—Yo esperaría que se prestase más atención a los genitales, al rostro. Yo esperaría
algún tipo de componente sexual. Si se tratara de un amante despechado o infeliz, o un
admirador delirante que anhelaba y se imaginó una relación, yo esperaría ver eso reflejado
en sus heridas.

—Sí. Y lo que vemos es una escalada, humillación, dolor, miedo, sangre, y Morris dijo
que algunas de las heridas fueron tratadas.

¡Ah! —asintió Mira—. Para evitar que se terminara demasiado pronto. ¿El corte en el
abdomen fue el final?

—Sí, ese fue el tiro de gracia, y habría tardado un tiempo para que la víctima
quedara inconsciente, para que se desangrara.

—Vamos a necesitar más datos sobre la víctima, una mejor percepción de él y los que
le rodeaban. Pero si esto fue al azar, no personal, es muy posible que tengas un equipo.

Eso hizo clic, simplemente hizo clic para ella. —Románticamente, vinculados
sexualmente, iniciales D y E, que se excitan con la tortura y el asesinato.

—Necesito más información —comenzó Mira—, pero si la víctima fue elegida


específicamente, tendrías que buscar a alguien que quería humillar y aterrorizar, mientras
tenía un completo control. Si Dorian Kuper fue elegido al azar, y me inclino hacia eso con
la información actual, tendrías que buscar a un sádico, que utiliza tanto el sadismo
simbólico de cortar el pelo, así como infligir dolor mientras la víctima está atada e
indefensa.

—El corazón cambia esto. La firma lo cambia —insistió Eve.

—Quizás. Si se trata de una pareja, entonces es muy probable que sean sádicos
sexuales que usan esta humillación, este control, esta imposición del dolor como estímulo
sexual, que utilizan uno con el otro en lugar de la víctima. No hay pinchazos – murmuró—.
No hay apuñalamiento en los senos, las nalgas, ni mutilación de genitales, ni violación. La
variedad en las heridas, en las herramientas...

Se interrumpió y, como a menudo hacía Eve, dio vueltas alrededor del tablero, de la
oficina. —La mayoría de veces uno esperaría un dominante y un sumiso. Uno para infligir el
dolor, y el otro observando. O uno para ordenar al pasivo que inflija el dolor. Pero, en esta
etapa preliminar, puede ser que ellos sean una verdadera pareja, un equipo de igual poder
y autoridad.

—Tiene que ser planeado, no impulsivo. Tenían que tener el lugar, un lugar privado
para torturar a esta víctima durante dos días. El transporte, las herramientas.

—Un psicópata predatorio; o psicópatas, que planean, incluso ensayan. Sádicos que
disfrutan y se estimulan al infligir dolor. Quizás asesinato por lujuria. La muerte que él o
ellos causan les brinda un intenso placer. El corazón simboliza el amor, la unidad. Ellos
creen en el amor, y la víctima es un regalo del uno al otro.

—No sé si Kuper es el primero, estamos cotejando crímenes similares, pero no será


el último. Los depredadores tienen que cazar. Los sádicos necesitan víctimas. Y los
amantes, si estamos lidiando con eso, necesitan ese estímulo sexual.

—Estoy de acuerdo. Es posible que, mientras que el corazón es una firma, un


símbolo, el asesino idealiza a su presa, la víctima de forma romántica. Puede ser un único
depredador, que carece del deseo y del componente sexual.. Lo siento, no puedo ser más
definitiva.

—No, he conseguido líneas claras a seguir. Y tendremos más datos una vez que
entreviste a amigos y compañeros de trabajo. Sabremos más cuando consigamos algo de
IRCCA. Te enviaré un informe una vez que tenga suficiente para armarlo. Gracias por tu
tiempo.

—Pagado en su totalidad con el café —Le entregó a Eve la taza vacía, y entonces
sonrió—. Te ves muy descansada. No puedo decir eso muy a menudo.

—He tenido unos días en los que no he tenido que hacer prácticamente nada, sólo
estar descansando.

—Te los ganaste. Ninguno de nosotros olvidará pronto cómo pasamos el último día
del año. Mantenme informada —añadió, con otro vistazo al tablero antes de irse—. Tengo
muchas ganas de hacer el perfil de este caso.

Una vez a solas, Eve se sentó a redactar su informe preliminar, para iniciar el
expediente del caso, para refinar el tablero. Agregó el informe de Morris cuando llegó,
luego levantó la vista cuando oyó el ruido de las botas con borde de peluche de Peabody.

—Tengo la primera de las entrevistas viniendo hacia aquí –informó—. Yo les


organizado cada treinta minutos. He logrado que viniera Chamberlin. Él convenció a la
madre de la víctima para que tomara un tranquilizante, y activó a Maeve, el androide, para
que se quedara con ella. Él está bastante ansioso por hablar contigo, así que lo puse el
primero.

—Bien. Siempre es bueno hablar con el jefe. Ahora bien, si ellos sólo me
enviaran… ¡Por fin! —dijo ella cuando su ordenador señaló que llegaba un informe—. Los
resultados de IRCCA. Ordenador, en la pantalla.

Peabody se acercó mientras los datos comenzaron a desplazarse por la pantalla.

—¡Mierda!, Dallas, esos son un montón de crímenes similares.

—Ordenador, retirar todos los casos cerrados. Retirar cualquier resultado que
incluya asalto sexual, mutilación o violación.

Echándose hacia atrás, Eve levantó sus cejas. —Eso la disminuye. Ordenador,
resaltar todos los resultados con el elemento de un corazón tallado o marcado con fuego
en el cuerpo.

Sus cejas bajaron y se fruncieron cuando una veintena resaltó.

—Los resultados con las iniciales D y E tallado o quemados en el cuerpo.

—Lo repito, Dallas. Mierda.

—Veinte –dijo Eve—. Veinte desde Tennessee a Nueva Jersey. Hombres, mujeres,
una gran variedad de razas, edades. No hay un tipo específico. El primero en septiembre
pasado. Eso da un promedio de alrededor de uno por semana, pero...

—Hay algunos huecos —comentó Peabody—. Un par de semanas entre algunos, o diez
días, y luego mira como se intensifica en Ohio, Pennsylvania a dos por semana, entonces
vuelve a caer.

—Porque son más de veinte.

—¿Más?

—¿Un depredador como este? Una vez que lo prueban necesitan más, y al igual que
un drogadicto empiezan a necesitarlo cada vez más pronto. ¿Destruyeron algunos de los
cuerpos? — especuló Eve—. ¿Los ocultaron, los enterraron? Tal vez probaron algo
diferente por lo que no aparece aquí, pero lo más probable es que los ocultaran,
destruyeran. Asesinaron a algunos que nadie está buscando. Un vagabundo, un trabajador
itinerante, un sin techo.
—La D no se refiere a la víctima después de todo.

—No. E y D, son sólo un par de chicos locos de amor. Ordenador, despliega un patrón
de ruta por víctima, cronológicamente.

Trabajando…

—El primero de ellos aquí — comenzó Eve, mientras el ordenador analizaba—, en


septiembre, en Nashville. Mujer, veintitantos, desaparecida durante cincuenta y seis
horas. Encontrada muerta en una casa desocupada por el agente de bienes raíces y un
comprador potencial.

—Apuesto a que bajó el precio de venta.

—Ja. Ella llevaba muerta unas veintiocho horas. No pasaron mucho tiempo con ella.
No había huellas identificadas o ADN en la escena del crimen.

—Ella no fue la primera.

Tarea completada, anunció el ordenador.

—Visualización en pantalla —Eve vio la ruta, punto por punto, muerte por muerte.

—Algunas desviaciones por los alrededores, —señaló Peabody—, pero más o menos en
dirección noreste.

—Un par de desvíos cortos — Tal vez visitando algunos puntos de interés, especuló
Eve, tal vez visitar a amigos—. Es posible que hicieran una excursión rápida por diversión.
¿Es Nueva York el destino, o simplemente otro punto de la ruta?

Datos insuficientes para llegar a una conclusión.


—Yo no te estaba preguntando a ti. Ordenador, copiar todos los datos de mi unidad
en casa, a las unidades en casa y la oficina de la detective Peabody. Peabody, empieza a
contactar con los investigadores principales en esos casos, y averigua si el FBI ha metido
las narices, y si es así, consigue al agente a cargo.

—Empezaré con eso. Chamberlin llegará en cualquier momento.

—Yo lo recibiré. ¿Reservaste una sala?

—Tienes la de Interrogatorios A, durante seis horas, si la quieres.

Ella se limitó a asentir. —Dorian Kuper no conocía a su asesino. No era más que el
siguiente en la línea. Pero tal vez averigüemos algo. Voy a empezar las entrevistas. Tú
consigue los datos. Avísame cuando hayas conseguido todo lo que puedas. Haz que
Chamberlin sea llevado a Interrogatorios A si llega antes de que yo salga. Necesito cinco
minutos. Mierda. Diez.

Ella empezó a escribir un informe para Mira; ella le informaría a su comandante tan
pronto como pudiera, pero quería que Mira tuviera la nueva información. Antes de que
hubiese terminado, oyó pasos rápidos y enérgicos dirigiéndose a su oficina.

No era Peabody, pensó, eran pasos más ligeros, mejores zapatos.

Baxter.

Y cuando ella levantó la vista, ligeramente molesta, Baxter se paró en el umbral de


su puerta.

— ¿Tienes unos minutos?

—Estoy un poco presionada aquí —terminó el informe mientras hablaba, y lo envió.

—Sí, ya lo veo –echó un vistazo al tablero, a su pantalla—. ¡No me jodas!. ¿Lo mismo?

—No he tenido la oportunidad de cotejar las probabilidades, pero voy a decir que
son altas. Tengo a alguien viniendo para entrevistarlo, Baxter, que sea rápido.

—Esto puede esperar.

Si ella no tuviera tiempo para sus hombres, podría ser una buena investigadora, pero
sería una pésima jefe.

—Desembucha. Tengo unos minutos.


—Es sólo que... Trueheart se presentará para el examen de detective en un par de
días.

—Sí. Ya lo tengo marcado. ¿Hay algún problema?

—No. Tal vez. No.

Eve se sentó de nuevo. Baxter estaba de pie con las manos en los bolsillos,
jugueteando con lo que fuera que tuviera en ellos. No era su estilo habitual. Ella esperó.

—Lo presioné, ya sabes. La verdad es que lo presioné para que presentara su


solicitud, y te estuve fastidiando para que dieras el visto bueno.

—Yo no di el visto bueno porque tú me fastidiaras.

— ¿Así que él está listo?

— ¿Tienes alguna razón para pensar lo contrario?

—No. Quiero decir que esto lo está haciendo sudar un poco. Tiene que costarte un
poco. Él ha estado estudiando. Yo he estado examinándolo.

El jugueteo se detuvo, y volvió a empezar. Eve dejó que continuara.

—Tiene buenos instintos, teniente, y una increíble ética en el trabajo. Él es un


maldito buen policía. Todavía está un poco de verde, pero él nunca perderá eso por
completo. Esa es la parte de él que lo hace la clase de buen policía que es. Es sólo que, yo
realmente lo presioné para que se examinara para ser detective.

—¿Crees que, si él no se sintiera preparado, lo intentaría sólo para hacerte feliz?

Baxter abrió la boca, y luego dejó escapar un suspiro. —No. Él no se deja presionar
tan fácilmente, ya no. Soy yo. Jesús, jefa, soy yo. No he tenido una noche de sueño
decente desde…, bueno, desde que todos casi volamos por los aires. Supuse que eso era
debido a que casi volamos, pero no es eso. Demonios, uno se acostumbra a eso de una
forma u otra en este trabajo. No quiero que el muchacho se decepcione.

—Entonces relájate, no lo ha hecho. Cuando lo enganché contigo me preguntaba cómo


saldría eso. Él necesitaba que algo de esa frescura se le borrara. Y tú lo hiciste sin
quitarle lo que le hace quien es. Tú lo has entrenado, Baxter, y ayudaste a hacer de él un
maldito buen policía. Si él no logra pasar el examen de detective en este momento, sólo
significa es que no está listo para ello. Si lo hace, y es lo más probable, me imagino que vas
a pedirme que lo asigne como tu compañero. Y eso es lo que voy a hacer, pero también te
voy a decir que si, en algún momento, quieres entrenar a otro, yo lo autorizaré. Eres mejor
en eso de lo que pensé que serías.

—Vale. Vale. Lo agradezco. Tú sabes, yo no estaba tan nervioso cuando fui tras mi
propia placa de detective.

—Porque estabas seguro de ti mismo. ¿Estás en algo caliente?

—No. Tuvimos un caso abierto y cerrado a primera hora de esta mañana. Pensé que
podríamos revisar algunos casos abiertos y no resueltos, mantener su activa mente aguda.

—Puede que yo tenga algo más que lograría eso. Ve y dale un repaso. Si esto resulta
cómo se ve, tengo bastante para mantener su mente aguda. Ahora lárgate.

—Me largo.

— ¿Baxter? Si alguien no es un maldito buen policía, no se queda en mi división.

Él asintió con la cabeza, se relajó un poco. —Gracias, teniente.

Cuando él salió, ella se tomó un minuto para sentarse, para estudiar el tablero, y
pensar en Dorian Kuper.

Luego se apartó de su escritorio y comenzó a salir de su oficina. Peabody entraba en


la división cuando Eve salía.

—Justo a tiempo. Acabo de llevar a Chamberlin a Interrogatorios A. Él está


bastante abatido, Dallas.

—Puede que consiga más de él de esa forma. Mira ya tiene los datos. Deberías
escribir un informe para Whitney. Y no digas ‘¿yo?’ en ese tono estúpido –le advirtió Eve—
. Ya sabes cómo escribir un maldito informe, y eso me ahorrará tiempo. Ponte en contacto
con todos los primarios que puedas administrar, y nos ocuparemos de eso en cuanto
termine con las entrevistas. Si necesitas cualquier ayuda, utiliza a Baxter y a Trueheart.
Están libres, sólo están revisando algunos abiertos y no resueltos.

—Ellysa Tesh, violinista, debería estar aquí en treinta minutos.

—Me ocuparé de ella después de Chamberlin. Mantengamos esto en movimiento.

Encontró a Chamberlin sentado en Interrogatorios A, con las manos cruzadas sobre


la maltratada mesa. Unos ojos exhaustos pasaron de sus manos al rostro de Eve.
—Tengo que regresar con Mina tan pronto como sea posible.

—No lo entretendré mucho tiempo. Voy a grabar esta entrevista. Encender


grabadora –ordenó—. Dallas, teniente Eve en entrevista con Chamberlin, Ethan. Sr.
Chamberlin, voy a informarle de sus derechos. Este es el procedimiento.

—No sería la primera vez.

Eve leyó el Miranda revisado.

—Lo entiendo, y no quiero un maldito abogado. ¿Soy un sospechoso?

—En este momento estamos recopilando información. Creo que nos puede ayudar con
eso. Usted trabajó con Dorian, y tiene, creo, en una relación con su madre.

—Mina y yo hemos estado comprometidos en una relación monógama durante varios


años.

—Ustedes no viven juntos.

—Ambos disfrutamos de nuestro espacio separado. Dorian... Dorian era todo para
ella. Es un cliché, soy consciente, pero la verdad es que él era como un hijo para mí. Si
teníamos desacuerdos siempre eran sobre la música. Él tiene… tenía, tan tremendo
talento. Con tanto talento así siempre hay diferentes opiniones.

Casi sonrió; la sonrisa casi llegó a sus ojos. —De vez en cuando esas opiniones
resultaron ser mejores que las mías. No muy a menudo, pero sí de vez en cuando.

—Usted tiene mal genio, Sr. Chamberlin.

—Así es. He pagado mi cuota de multas, he hecho esa tontería de sesiones de


control de la ira. Que se jodan. — Él hizo eso a un lado con un dramático gesto de la
mano—. Es mi pasión y temperamento lo que me hace grandioso. Es mi pasión y
temperamento lo que hace que todos los músicos con los que trabajo realicen una
representación brillante. Porque yo lo exijo así.

—Y si no son lo suficientemente brillante, usted les rompe el flautín.

—Reconozco eso —Él se encogió de hombros quitándole importancia —. Si alguien no


toca brillantemente, no merece estar en mi orquesta.

Como le había dicho esencialmente lo mismo a Baxter acerca de sus policías, Eve no
podía encontrar ninguna pega ahí. — ¿Alguna vez rompió el chelo de Dorian?
—Dorian siempre fue brillante. Sin él el mundo ha tenido una gran pérdida.
Teniente...

Él se agarró otra vez las manos con fuerza hasta que los nudillos se pusieron
blancos. —Por favor, no permita que Mina lo vea hasta que esté... Ella me dijo que había
sido torturado, y si hay signos físicos… —Se interrumpió, miró hacia otro lado por un
momento—. Por favor, no deje que lo vea hasta que él haya sido... No quiero que lo que le
hicieron sea el último recuerdo que ella tenga de él. Conozco a excelentes artistas del
maquillaje.

—Usted puede confiar en el Dr. Morris; el médico forense, respecto a eso.

—Yo no conozco a ese Morris.

—Yo sí. Usted puede confiar en él.

Su mirada se clavó en la de ella. —Si Dorian no está…, si no se ve como debería, los


haré responsables a ese Morris, y a usted.

—Entendido. Aceptado.

¿Realmente usted piensa que yo podría haberle hecho lo que le hicieron.¿La tortura?

—No —dijo Eve con facilidad, y observó a Chamberlin parpadear sorprendido—. Pero
todavía estamos empezando con el proceso de investigación. Dígame usted quien podría
haberle hecho esto a él.

—No lo sé —La admisión hizo que golpeara sus puños sobre la mesa—. Conozco a
muchos de sus amigos y conocidos. Conozco a cada miembro de mi orquesta. Y no lo sé.

—Él era, según sus propias palabras, siempre brillante, y pensaba en él como un hijo,
siendo usted el director de orquesta. Eso podría propiciar fácilmente los celos, el
resentimiento, la ira.

Chamberlin negó con la cabeza. —Él trabajaría con cualquiera que pudiera estar
teniendo dificultades. Llegaría temprano, o se quedaría hasta tarde. Vivía para la música y
para la gente. ¿Hay competencia, conflicto, drama, en la orquesta? Si no fuera así, no
habría pasión, y sin pasión no puede haber brillantez. Pero conozco a mi orquesta, y
ninguno de ellos podría haber hecho esto.

Él se inclinó hacia adelante. —¿Qué le hicieron a él? ¿Me lo dirá? ¿Qué querían de
él? ¡Si hubiesen querido dinero, él se lo habría dado! ¿Qué es lo que ese maníaco quería de
Dorian?
Su dolor, pensó Eve. Su sangre. Su muerte. Pero ella sólo dijo: — Estamos
empezando la investigación. Puedo prometer que Dorian tiene toda mi atención, y estamos
siguiendo activamente todos los ángulos.

—Eso es algo muy ambiguo.

—Es la verdad, y todo lo que le puedo darle. ¿Cuándo fue la última vez que vio a
Dorian?

—Hace dos noches, tres con la de hoy. En la representación. Mina y yo tuvimos una
cena tardía después, con algunos amigos. Cuando nos dimos cuenta al día siguiente, no
había vuelto a casa, no nos alarmamos, pero lo estuvimos cuando él no respondió a su
llamada para la representación de la noche siguiente. Él nunca lo había hecho… nunca lo
haría. Le expliqué todo esto al detective cuando denunciamos su desaparición.

— Dígamelo a mí ahora.

—Nos preguntamos si alguien lo había visto. Theo Barron, del oboe, dijo que él y un
par más se iban a encontrar con Dorian en ese club del centro de la ciudad. Después de
medianoche. A menudo iba allí para improvisar, para relajarse. Pero él no había aparecido.
Theo pensó que probablemente sólo se había encontrado con alguien. Las bebidas, sexo.
Dorian tenía una variada vida sexual. Theo había tratado de llamarlo a su link, le dejó un
par de mensajes, pero no le dio mucha importancia. Pero entonces él todavía no respondía,
y él no había vuelto a casa en absoluto.

—¿Por qué no salieron juntos? ¿Ese tal Theo y Dorian?

—Theo tenía un flirteo con una de los contraltos de la compañía de ópera, y quería
esperar hasta que ella se cambiara, ya que él la había convencido para salir con él. Theo le
dijo a Dorian que se adelantara.

—¿Cómo iba al centro, normalmente?

—En taxi. Él habría cogido un taxi.

—Está bien —Ella hizo una anotación—. ¿Qué sabe usted de Earnestina?

—¡Ah! —Chamberlin soltó una carcajada—. Pequeña imbécil pomposa. Ella me


entrevistó y a algunos de los otros, tanto de la orquesta como del escenario, para un
artículo que afirmaba estar escribiendo. Earnest era una palabra amable. Pomposa, como
he dicho, prepotente, intensa. Dorian era amable con ella, probablemente considerara
acostarse con ella, pero ella hizo una escena en ese club donde él disfrutaba. No conozco
los detalles, ya que no estaba allí, pero ella le molestó. Él nunca habría ido a ningún sitio
con ella después de eso.

—¿Tiene su nombre completo?

—Tina R. Denton. Lo recuerdo porque ella insistió en el nombre completo; con la


inicial incluida —Él se echó hacia atrás, se presionó brevemente los ojos con los dedos—.
Teniente, ella era como un mosquito. Una mujer que zumbaba alrededor hasta que querías
darle una buena bofetada, pero no era capaz de hacer nada más que darle a uno un
pequeño picazón.

—Cada ángulo —le recordó Eve—. Vuelva con la madre de Dorian ahora. Cuando el Dr.
Morris lo tenga preparado, le llamaremos. Si usted recuerda alguna otra cosa, cualquier
detalle, quiero enterarme.

Mientras ella lo acompañaba afuera, vio a una mujer, a principios de los treinta, el
pelo largo y rubio peinado en una cola, dejando al descubierto un rostro encantador, una
cara manchada de lágrimas y unos profundos ojos azules hinchados y enrojecidos.

Ella dijo –Maestro—, con una voz que se quebró.

Chamberlin se volvió hacia ella y, cuando ella titubeó, él le extendió los brazos.

—Maestro —dijo de nuevo, arrojándose a sus brazos para presionar la cara en su


pecho—. ¿Es una horrible pesadilla? ¿Me puede decir que es una horrible pesadilla?

—No. Él se ha ido, Ellysa.

—¿Cómo? —Ella se echó hacia atrás, el dolor y la furia batallaban en su rostro—.


Nadie nos va a decir cómo, nadie nos dirá el porqué.

—Yo lo haré. ¿Ellysa Tesh?

—Sí. ¿Quién es usted?

—Teniente Dallas. Hablaremos aquí dentro.

—¿Quieres que me quede contigo? —preguntó Chamberlin.

—Es mejor si hablo con la señorita Tesh a solas. Aquí dentro – repitió Eve, y abrió la
puerta de Interrogatorios A.

—Estaré bien. ¿Mina?


—Me voy con ella ahora.

—¿Debería ir? ¿Cuando pueda? ¿Nosotros deberíamos ir?

—Ahora no. Déjame ver, y tal vez mañana —Él puso sus labios sobre su frente—.
Quizá mañana.

Una vez que Ellysa estuvo dentro, volvió a conectar la grabadora, y le leyó el
Miranda revisado, Ellysa levantó sus manos en el aire como echando todo eso a un lado.

—No me preocupo por mis derechos o su grabadora. ¿Qué le pasó a Dorian?

—Usted está aquí para responder preguntas. Vamos a empezar con eso. ¿Cuándo fue
la última vez que vio o habló con Dorian?

—En la representación, la noche en que desapareció. Que le sucedió a…

—¿A dónde fue usted después de la actuación?

—¡Oh, por Dios!. Fui con Theo y Hanna y Samuel. Tomamos un taxi a un club del
centro. Después de medianoche. Dorian iba delante de nosotros, pero él no estaba allí. Yo
quería ir con él, pero ... me quedé colgada.

—¿Colgada?

—Mi madre. Ella vive en Austin, y ella se comunicó conmigo justo después de la
representación. Mi hermana se comprometió. Mi madre estaba tan emocionada, y me
quedé colgada hablando con ella, y no llegué a encontrarme con Dorian a tiempo para
decirle que no iría con él. Si lo hubiese hecho... Si lo hubiese hecho.

Sus ojos se anegaron de nuevo, las lágrimas brillando en el borde. —Debimos haber
tardado cerca de una hora detrás de él. Hanna tenía que cambiare de traje, y quitarse el
maquillaje. Al menos treinta o cuarenta minutos detrás de él, no lo sé. Pero él no estaba
allí, y Stewie dijo que no había llegado.

—¿Stewie?—

—El barman. Somos asiduos, Dorian más que nadie, pero muchos de nosotros vamos
allí a escuchar música, o para tocar, para relajarnos. Él no estaba allí –murmuró—. Pensé…
pensamos, que él se habría encontrado con alguien y decidió irse a otro lugar. Theo trató
de comunicarse con él, pero fue al buzón de voz. Él no vino a la noche siguiente. Nunca ha
faltado a una actuación. Ahí fue cuando todo el mundo empezó a preocuparse. No
podíamos encontrarlo, pero la policía dijo que teníamos que esperar antes de que Mina
pudiera presentar una denuncia en personas desaparecidas. Si ustedes hubiesen empezado
a buscarlo antes…

—No hubiese importado — terminó Eve—. ¿Sabía que usted estaba enamorada de él?

Ellysa apretó los labios, negó con la cabeza mientras sus ojos se llenaron de nuevo. —
No. Tuve cuidado para que él no lo notara. Él habría sido amable, y la bondad me hubiera
aplastado. Nosotros nos acostábamos juntos de vez en cuando, pero yo sabía que para él
era sexo y amistad. Afecto. Me gustaba pensar que un día, cuando estuviera listo, lo vería.
Vería que lo había amado desde la primera vez... Tres años, dos meses y cinco días. Fue
entonces cuando me uní a la compañía. Esa fue la primera vez que lo vi, la primera vez que
lo escuché tocar. Ese es el tiempo que he estado enamorada de él. ¡Por favor!. ¡Por favor!,
dígame lo que le pasó a él. Usted lo sabe. Dígame que le pasó a Dorian.

— ¿A quién conoce usted que quisiera hacerle daño?

—A nadie. A nadie –repitió—. Algunas personas tienen la capacidad de caminar


suavemente a través del mundo y aún dejar una impresión profunda. Ese era Dorian. Se
quién es usted. Lo supe cuando su compañera se puso en contacto conmigo. He leído el
libro, he visto la película. Miro la pantalla. Sé que usted investiga asesinatos. ¿Fue un
atraco?

—No —Esto saldría a la luz, pensó Eve, bastante pronto—. La actual línea de
investigación indica que fue secuestrado, retenido durante dos días en un lugar
actualmente desconocido donde fue torturado y asesinado.

—Torturado… ¿Qué quiere decir? —Su rostro se congeló; su color desapareció de


manera que por un momento parecía tallada en hielo—. ¿Qué significa eso?

— Quienquiera que lo retuviera contra su voluntad le hizo daño. ¿Conoce a alguien


que sintiera ese tipo de rencor contra él? ¿Sabe si Dorian tenía información que alguien
pudiera querer lo suficiente como para ocasionarle dolor con el fin de conseguirla? ¿Debía
dinero?, ¿tenía secretos?

—No —La palabra salió estrangulada, y luego sacudió la cabeza furiosamente—. No,
no, no. Él tenía secretos, me imagino, como cualquiera los tiene. Él no le debía dinero a
nadie, no que yo sepa, y no apostaba, no se drogaba. Él no hacía el tipo de cosas que te
convierten en un deudor. ¿Dos días? ¡Oh Dios!, ¿dos días? Durante todo ese tiempo,
haciéndole daño.
Ella se levantó de la mesa, cruzando los brazos, abrazándose a sí misma mientras
daba vueltas en la pequeña habitación. —Dos días. Dios. Dios. No, no, no. Nadie que lo
conociera podría haber hecho eso.

Se volvió hacia Eve, con los ojos furiosos. –Usted está casada. El libro, la película, y
lo que he visto en la pantalla…, se ve claramente que usted está enamorada de su marido.

—Mi vida es irrelevante.

—¡No lo es! Usted sabe lo que es amar a alguien, conocerlo, porque para amar de
verdad, completamente, usted tiene que conocerlo. Yo conozco a Dorian. Nadie que lo
conozcamos podría haber hecho esto. Alguien más. Algún bastardo enfermo, retorcido y
sádico. ¿Puede usted echarme una mano, puede darme unos cuantos dólares, usted puede
decirme cómo llegar a la Séptima Avenida; eso es todo lo que se necesitaría. Él ayudaría.
Dorian ayudaría. Tomó un taxi.

Ella se presionó el rostro con las manos. — ¿A qué hora, a qué hora? No puede haber
sido mucho después de las once y media. Él habría ido justo enfrente y parado un taxi.
Descúbralo usted. Tiene que averiguar si se subió a un taxi o, si quienquiera que haya
hecho esto, se lo llevaron directamente desde el Lincoln Center. O si él llegó al centro, y
se lo llevaron de allí. Usted necesita…

—Yo haré mi trabajo, Srta. Tesh, se lo prometo.

—Usted no lo conoció.

—Eso no importa. Él es mío ahora, y va a obtener lo mejor de mí.

— ¿Es usted tan buena como dicen que lo es en el libro, en la película?

—Él va a tener lo mejor de mí — repitió Eve.


Capítulo 5

Eve volvió a su división y al escritorio de Peabody.

—Dame lo que tienes. Vamos a intercambiar.

—El FBI está involucrado en él. El agente responsable es Carl Zweck. Están
siguiendo una pista en Branson, Missouri, pero ya han conectado con la primaria en
Pleasant Acres, Nueva Jersey, sobre el asesinato de la semana pasada. Acabo de hablar
con ella —continuó Peabody—. La detective Francine Lupine. Son un pequeño pueblo,
Dallas, y no tienen muchos recursos o experiencia con los asesinatos en serie. Ella está
buscando toda la ayuda que pueda conseguir.

— Estoy transfiriendo las notas a tu equipo en este momento. Localicé a los dos
primarios de Pensilvania. Estoy intentando contactarlos. El equipo del FBI ha hecho un
perfil, el ángulo romántico, justo hacia donde nos estamos inclinando.

—¿Sospechosos? ¿Descripciones?

—No tienen nada —Peabody levantó las manos—. Estoy vadeando a través de páginas
y páginas de informes y eufemismos federales, pero el resultado no es mucho. Parece que
los sospechosos cambian de vehículos aquí y allí, y los que son recuperados; en los casos
donde el propietario fue una víctima, están limpios. Decenas de entrevistas durante los
últimos dos meses, e informes contradictorios, como cabría esperar. Un hombre y una
mujer, dos hombres, diversas razas, rangos de edad. La probabilidad más alta es la de una
pareja hetero, y el perfil está dando un rango de edad de entre veinticinco y treinta y
cinco años.

Lo cual, concordó Eve, no era mucho.

—Voy a trabajar con esto. Las entrevistas aquí indican que la víctima se fue después
de la actuación, con planes para ir al centro al After Midnight. Varios amigos iban a
reunirse con él. Earnestina es Tina R. Denton. Ella no va a entrar en esto, pero le haremos
un seguimiento.

Un seguimiento no era perder el tiempo, pensó Eve, incluso cuando daba esa
sensación.

—Lo más probable ahora es que Kuper tomó un taxi, fue el centro, y ellos lo
cogieron. Una elección al azar, lugar equivocado, momento equivocado. Busca alguna idea
de las entrevistas restantes, y la corroboración de la línea de tiempo y movimientos en la
noche que la víctima desapareció. Y si no me equivoco, alguna sensación de que lo
estuvieran vigilando o amenazando previamente.

—No vas a estar equivocada. Todo lo que tengo aquí indica que estos dos llegaron a
un pueblo, una comunidad, escogieron una víctima, tuvieron su diversión y siguieron
adelante. Las áreas identificadas hasta ahora son por lo general zonas remotas o en zonas
urbanas, un edificio abandonado. Ellos ya podrían haber terminado aquí, Dallas, y se
fueron. Ese es el patrón.

—Haremos el seguimiento. Mira la ruta, Peabody. Ellos estaban apuntando a Nueva


York. Aquí es donde ellos querían estar. Vamos a averiguar la razón

En su oficina, ella revisó las notas de Peabody, e instaló un segundo tablero. Por una
vez, mientras arreglaba los datos sobre las víctimas anteriores, ella deseó una oficina con
mayor espacio.

Le costó algo de trabajo, pero rastreó el taxi. Su víctima había tomado uno en
Broadway, que le llevó al centro donde, a petición del cliente, el taxi lo dejó en la esquina
de Perry y la Séptima, a pocas calles del club.

¿Por qué? Se preguntó Eve. ¿Una noche agradable?

Ella dio una rápida mirada al tiempo de esa noche, asintió con la cabeza.

—Una noche agradable –murmuró—. Dar un pequeño paseo, estirar las piernas, tomar
un poco el aire. Conoces el vecindario. ¿Cómo te marcaron ellos?

Se sentó de nuevo, puso las botas sobre el escritorio, cerró los ojos.

La mujer, pensó; porque ella creía en la probabilidad de que fueran una pareja
hetero, utilizar a la mujer para atraerlo.

¿Discúlpeme? Intentando parecer coqueta pero nerviosa, sólo un poco


desamparada. Ciertamente inofensiva. ¿Usted me podría ayudar? Estoy perdida.

Sí, tal vez, tal vez así de sencillo.

O la estratagema utilizada por Dahmer; ese clásico había demostrado ser útil para
hacer el trabajo en todas las décadas siguientes.

Mujer solitaria luchando por levantar algo pesado en la parte posterior de un


vehículo.
¿La puedo ayudar?

Oh, caramba. ¿Le importaría? Yo sola no consigo levantarlo para meterlo dentro.

La víctima hace la buena acción, y el hombre se acerca por detrás, le golpea. Ellos lo
arrastran a la parte trasera del vehículo, camioneta o todo terreno, uno entra con él para
atarlo, el otro se pone detrás del volante.

Abrió los ojos de nuevo, estudió el tablero.

No pueden retenerlo en el vehículo durante dos días. ¿Tienes un agujero en alguna


parte, algún lugar? ¿Cómo lo consiguieron? En el centro, lo más probable. Es el lugar donde
se lo llevaron, es donde lo arrojaron.

Ella comprobó la ruta, la hora en coche desde Perry hasta Mechanics Alley. Destacó
el sector en su mapa.

Posible locación del asesinato, pensó ella. En algún lugar de ese sector.

¿Un edificio abandonado? Nada permanecía vacío por mucho tiempo, pensó.
Drogadictos, los sin techo, los ocupantes ilegales, alguien se mudaría allí.

Ella hizo una búsqueda, encontrando seis edificios potenciales, hizo los arreglos para
que agentes uniformados les dieran un vistazo.

Luego siguió donde Peabody lo había dejado, empezó a localizar a otros policías con
otras víctimas.

A media tarde, y viéndose un poco ojerosa, Peabody entró, dejó caer una bolsa de la
expendedora en el escritorio de Eve.

— ¿Qué es eso?

—Es un pequeño Vegalicious; es nuevo. Y, bueno, yo lo llamaría Vegaterrible, pero


llena el agujero. ¿Puedo tomar un café, mi entrenamiento diario pos—vacaciones va a tope
y estoy para el arrastre.

Eve simplemente movió un dedo pulgar hacia el AutoChef, e informó a Peabody sobre
los movimientos de las víctimas, las notas de los otros primarios.

—El que está en Woodsbury, Ohio, lo está manteniendo activada. Es el primer


asesinato en su ciudad desde hace más de una década, y él se lo está tomando como algo
personal. Él puede ser un buen recurso a medida que avanzamos, y…. Jesucristo.
Eve logró, apenas, tragar el bocado que había sacado de la envoltura de la
expendedora, entonces cogió el café con leche de Peabody y le dio un trago. —Ah, y casi
tan malo. ¿Quién hace deliberadamente algo que sabe cono esto?

—Tal vez hay más sádicos por ahí de lo que podemos imaginar.

—Mierda. Mierda. No quiero ni pensar en lo que hay ahí, y ahora está dentro de mí.
Junto con el café asesinado con leche y azúcar. Y ahora estoy hambrienta.

Eve tiró la ofensiva envoltura en la recicladora donde pertenecía. —Yo no tenía


hambre, y ahora la tengo. Maldita sea.

Ella fue hacia el AutoChef, programó un batido de vitaminas.

Y se sorprendió cuando fue exactamente eso lo que consiguió.

Esto le había funcionado a Feeney, pensó con amargura, disfrazando su café real por
un batido de espinacas en la máquina de su oficina. Pero ¿acaso ella había conseguido la
barra de chocolate que había escondido allí?

No, no la consiguió.

—Maldito ladrón de chocolate. Debería haber sabido que él me lo robaría mientras


estaba de vacaciones.

— ¿Tienes chocolate allí? Qué tipo de…

—Ya no es así —Enfadada, Eve volvió a su escritorio, tiró de un cajón—. El bastardo


deja las barritas energéticas, se lleva el buen chocolate.

— ¡Chocolate!

—Se fue —En penitencia por su propio fracaso, Eve le dio un sorbo al batido, que
podría haber sido peor, desenvolvió la barrita energética.

—En el mapa —dijo ella—. Es lógico suponer que lo golpearon entre Perry y
Christopher. Le atraparon en equipo, lo incapacitaron, lo metieron en el vehículo, lo ataron.
La madriguera lo más probable sería en ese sector. Tengo agentes uniformados revisando
los edificios abandonados.

—Hasta ahora no he conseguido nada nuevo ni relevante de las entrevistas. Theo


Barron y Samuel Deeks llegaron por su cuenta, así que seguí adelante y hablé con ellos.
—Parte del grupo del After Midnight.

—Exacto. Theo lloraba todo el tiempo, seguía diciendo, que si no hubiera tratado
de ligar con la cantante, Hanna, él habría estado con Dorian, Dorian todavía estaría vivo.

—Tiene razón en eso —Cuando los ojos cansados de Peabody se abrieron como
platos, Eve le quitó importancia con la mano—. No le hace culpable o responsable o en
falta, es sólo un hecho. Estos dos no habrían intentado nada con un par de tipos a la vez.
Ellos agarran a personas solas, por lo que sabemos.

—¿Todavía crees que hay más?

—No es de hecho, todavía. Pero es lógico. Algunas lagunas en la ruta. Ahora, tal vez
ellos tenían prisa por ir de un punto a otro, o tal vez simplemente no encontraron a nadie
que lo hiciera por ellos, pero la conclusión más lógica es que mataron a alguien en estos
lapsus de tiempo. No se ha conectado, o el cuerpo no ha sido encontrado. Pero aquí... —Con
la barrita energética ella hizo un gesto hacia el mapa de Nueva York—. Esto es
prometedor. Vamos a echar un vistazo.

—Programé este tiempo de descanso, pero tenemos algunas personas más que vienen
para entrevistas.

¿Baxter y Trueheart todavía están en la división?

—Sí, no han cogido nada.

—Infórmales —le ordenó Eve—. Ellos se encargarán de las entrevistas mientras


nosotras estamos en el campo. Dame cinco a poner al día a Mira, y enviarle una
actualización a Whitney.

Ella trató de hablar con Mira, pero se le dijo en términos inequívocos por el dragón
de secretaria que tenía Mira, que la doctora estaba reunida. Así que Eve se puso a
escribir una rápida actualización, enviando copias tanto a Mira como a su comandante.

Y ya que estaba allí, se bebió el resto del batido, y luego cogió su abrigo.

— ¿Lo tenéis? —le preguntó a Baxter, asintiendo hacia Trueheart cuando entró en la
división.

—Lo tenemos.

Se detuvo un momento, volvió la mirada hacia el joven y serio rostro de Trueheart.


— ¿Está listo para otra cosa, oficial?
—Yo... sí, señor.

—Ella se refiere al examen de detective, mi joven aprendiz.

—Si señor. Estoy preparado para eso.

—Mantente así. Peabody, conmigo.

Eve se puso el abrigo mientras se dirigía a los deslizadores y, recordando el frío


inclemente de la mañana, sacó la bufanda que Peabody había tejido para ella.

—El FBI está considerando el de Tennessee como el primero –comenzó—. Yo no creo


eso. Fue demasiado organizado, demasiado limpio. ¿Acaso el primero no sería más
chapucero, tal vez incluso impulsivo? ¿Cómo llegaron a averiguar que matar, torturando y
asesinando, era lo que los excitaba?

—Tal vez la primera vez fue alguien a quien ellos conocían —Mientras bajaban,
Peabody se envolvió su bufanda de una milla de largo atándola en una especie de complejo
y artístico nudo alrededor de su cuello—. Alguien con el que ellos, o uno de ellos al menos,
estaba cabreado, o del que querían algo.

—Es más posible —concordó Eve—. ¿Cómo se juntaron? ¿Cuánto tiempo han estado
juntos? Y el primero, añádele posible defensa propia o por accidente, otro crimen que se
fue al diablo. Pero en algún lugar de allí, ellos encontraron su romance.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca de su destino, ella cambió del deslizador


al ascensor. — ¿Son de Nueva York y están volviendo a casa, o de nuevo uno de ellos, o son
del oeste, en busca de un poco de diversión en la gran ciudad? No tengo lo suficiente para
verlos todavía. No tenemos suficiente para verlos todavía. Pero no están escogiendo el
tipo de víctima. No es sólo azar, también se ve como oportunidad. El anterior al nuestro,
una mujer de unos setenta años, muy probablemente secuestrada en el estacionamiento de
un pequeño centro comercial al aire libre en el que ella trabajaba, fuera del alcance de las
cámaras de seguridad, y luego la arrojaron dos días más tarde en un barranco a nueve
kilómetros y medio de distancia. Y tenemos un varón de veinte años de edad, que
desapareció de un área de descanso de una parada en Pennsylvania, arrojado dos días
después en la autopista en dirección noreste.

Salió del ascensor, se dirigió a su coche. —Siempre una sola víctima, siempre sola, y
lo que se ve como oportunidad y no como objetivos específicos. El cuerpo es arrojado a
cierta distancia de la zona del asesinato, o la mayoría de las veces. Lo que significa que su
agujero es más probable que esté en Lower West que cerca del vertedero en Mechanics
Alley donde lo arrojaron.
Ella se puso al volante, retrocedió. —Si Kuper no se hubiera bajado en Perry, si
hubiera hecho que el taxi le llevará hasta el club, él probablemente estaría tocando su
violonchelo y alguien más estaría muerto.

—Ellos todavía podrían estar dirigiéndose hacia el norte —comentó Peabody—.


Nunca han estado en ningún sitio tan grande o tan urbano como Nueva York.

—Exactamente por eso parece ser su destino.

Y mírenlos a todos ellos, pensó Eve mientras conducía. Millones de posibles víctimas.

Los acompañantes con licencia, los mendigos, los turistas incautos, el ejecutivo
apresurándose a una última reunión, con su mente en los negocios, el dependiente de una
tienda, cerrando por la noche, el stripper dirigiéndose a casa en la oscuridad antes del
amanecer.

Escoger y elegir, pensó Eve, y la variedad era interminable.

Aparcó en Perry, pensó en el barrio.

—Hazme un favor. Contacta con Charles o Louise, viven bastante cerca, y Louise,
sobre todo, puede ir y venir en horas irregulares y sola —Los médicos y policías, pensó
Eve, no mantienen ninguna hora regular. Ellos estaban en servicio a todas horas.

—Ya lo hice, después de ver el mapa.

—Bien pensado. El taxi lo dejó aquí. Perry y Greenwich. A tres calles de


Christopher, y otra calle y media de Christopher al club. En algún lugar de estos cuatro
bloques y medio, lo golpearon.

Ella empezó a caminar, escaneando, reflexionando, tratando de verlo.

—Él conoce la zona, viene por aquí con mucha frecuencia. Hacía frío, pero estaba
despejado. No hacía viento, nada cayendo del cielo. Una agradable noche helada para un
ligero paseo, despejarse de la ópera, tal vez, entrar en el jazz.

—No serían más de cinco minutos de paseo —señaló Peabody.

—Eso es todo lo que ellos necesitaban –Ella se detuvo—. Aquí. Mira ese edificio de
piedra rojiza. Nadie ha despejado la nieve de la calzada o de los escalones. Todas las
pantallas de privacidad están abajo. ¿Qué te apuestas a que quien vive allí se ha ido? Viaje
de negocios, vacaciones.
—¿Crees que utilizaron este lugar? Pero como tú dijiste, el camino, los escalones. Si
se lo llevaron allí, habría señales de que alguien había caminaba por la nieve.

—No creo que lo llevaran allí dentro, creo que lo atacaron aquí. Aparcan delante de
este lugar. Sí, hay otras casas alrededor, pero ninguna directamente. Y es medianoche,
una noche fría y clara en un barrio tranquilo. Apuesto que un montón de luces estaban
apagadas en las casas vecinas. Tienen que sacarlo rápido, y en silencio. Lo distraen con la
mujer, el hombre entra en escena, tiene que ser así. Incapacitar, atar, transportar. Vamos
a llamar a las puertas.

Ellas lo intentaron con el vecino más cercano, otro digno edificio de piedra rojiza con
un patio cuadrado delantero que lo distanciaba de la acera. Encontraron a la niñera, y
después de que ella escaneara electrónicamente su identificación, les echó un vistazo ella
misma, luego sólo las dejó entrar hasta el vestíbulo principal.

—Los chicos están haciendo la siesta. Si Justin sabe que hay un policía cerca, se va a
poner hiperactivo. A él le encantan las películas y juegos de policías. ¿Hay algún problema?

—Ninguno. Sólo unas cuantas preguntas. ¿Los vecinos de al lado? ¿Están de viaje?

—Los Minnickers, sí –El metro cincuenta que medía la niñera, resopló—. No me digan
que alguien allanó la casa. Tienen suficiente seguridad como si fuera la Casa Blanca. No es
lo que usted llama gente amable, tampoco. Bastante presumidos, no como mi gente. Y esa
mujer. Ella vino aquí el pasado verano plantándome cara porque mi pequeña Rosie cogió una
de sus flores. La flor se había salido por entre las rejas, asomando a la acera. ¿Qué daño
podía hacer que Rosie la tuviera? Pero ¿qué hizo mi señora?, mi señora tiene clase. Ella
hizo que la florista le trajera a esa mujer un gran arreglo. Y ni siquiera le dio las gracias
por ello. Eso es qué tipo de personas que viven allí.

Cruzó los brazos en su pecho con una distintivo hmmph. —Apuesto a que se metieron
en problemas, ¿verdad?, ¿en Hawai? Ahí es donde están, hasta marzo es lo que escuché.

—No podría decirlo. ¿Usted vive aquí?

—Nop. Ocho o cuatro la mayoría de los días. ¿De qué se trata todo esto?

— ¿Ha notado un extraño vehículo por el barrio en los últimos días? Tal vez sólo
pasando con demasiada frecuencia, o estacionado en la puerta de al lado.

—No puedo decir que lo haya hecho, no, lo siento —Ella se detuvo, la cabeza
inclinada, los ojos entrecerrados—. Están empezando a despertarse. Tengo que volver con
ellos. Ustedes podrían intentar con el Sr. Havers, en el otro lado de esa casa. Él trabaja
mucho por las noches, en casa. Son buena gente.

Encontraron a Havers en casa y dispuesto a hablar.

Era un hombre corpulento en la mitad de los cincuenta, según calculó Eve, y con una
mirada ausente en los ojos de color castaño claro.

—No anoche –murmuró—. Ni anteanoche. La noche anterior a esa. Vale, vale, yo


había estado trabajando. Escribo novelas de terror, y en este momento la inspiración me
llega a eso de las diez de la noche.

—¿Drew Henry Havers? —preguntó Peabody.

—Eso es correcto.

—Usted me ha dado sustos de muerte durante años.

Su rostro pálido se iluminó como una pista de aterrizaje. —El mejor cumplido que he
recibido. Gracias.

—¿Dónde trabaja usted? —preguntó Eve.

—Oh. Arriba. Tengo un estudio mirando a la calle, así no molesto a mi esposa y los
niños. Los dormitorios están en la parte trasera. Un vehículo dice usted, un vehículo
extraño. Me quedo atrapado en el trabajo, no noto mucho fuera de este. Pero... —Se rascó
la cabeza, se frotó los ojos—. Yo estaba paseando por el estudio, tratando de averiguar si
el demonio psicótico debería destripar al personaje o si desollarlo era más apropiado dado
el desarrollo. Yo sí vi a alguien estacionado frente a la casa de al lado. Gente antipática la
que vive allí, están fuera ahora. Pero yo no pensé nada al respecto, me temo. Ni siquiera
recordaba que no estaban. Yo debí haber pensado, ¡eh!, los anti—vecinos, así es como los
llamamos, deben haber comprado un nuevo coche. Pero ellos estaban fuera.

—¿Qué tipo de vehículo?

—Ah... yo apenas si le presté atención. Oscuro, sí, no era blanco o crema, sino de un
color oscuro. No es un coche –consideró—, más grande. Tal vez una de esos corpulentos
todo terreno. O una furgoneta. Tal vez una camioneta.

— ¿Vio usted a alguien merodeando a su alrededor?

—Apenas miré por la ventana, sólo mientras paseaba meditando. Creo que vi a
alguien. Yo no puedo decir si era un hombre o una mujer. Abrigado. Creo que tenían un
sillón. Debo estar imaginando eso, mezclándolo. ¿Por qué alguien se pararía en la calle con
un sillón? Es muy probable que lo esté mezclando, lo siento.

— ¿Qué estaba haciendo esa persona con el sillón?

—No puedo decirlo, probablemente no era un sillón. Mi esposa siempre está diciendo
que vivo más en mi cabeza que fuera de ella. Tengo la impresión de que estaban poniéndolo
en la parte trasera de la furgoneta, o tal vez la habían sacado fuera.

— ¿Se acuerda de la hora, el momento en que lo vio?

—No tengo ni idea. Podría haber sido después de las diez, cuando empecé a
inspirarme. Probablemente mucho después de las diez, ya que había escrito hasta el
asesinato. Y antes de las dos, cuando me detuve y me fui a la cama; mucho antes de las dos
ya que me decidí por el destripamiento, y escribí de un tirón a través del sacrificio ritual
antes de retirarme.

—Me gustaría poder ser de más ayuda. Yo aprecio todo lo que ustedes hacen; la
policía. Aprecio especialmente a los policías que leen mis libros.

—Agradecemos su tiempo, Sr. Havers –le dijo Eve—. Si usted recuerda algo más, por
favor póngase en contacto con nosotras. Peabody, dale al Sr. Havers una de tus tarjetas.

Llamaron a unas cuantas puertas más, pero no consiguieron nada que igualara a
Havers.

—Él es el responsable de la mayoría de mis pesadillas —dijo Peabody mientras


regresaban al coche.

— ¿Por qué leer algo que te da pesadillas? —La vida y el trabajo, pensó Eve, le daban
un montón de las propias.

—No lo sé. Es irresistible. Él es realmente bueno. Sobre todo me gustan las


historias que tienen un final feliz, y las de él las tienen. Quiero decir que el bien vence al
mal, después de una gran cantidad de sangre, terror y muerte. Algo así como nosotras —
concluyó Peabody—. Tal vez esa es la razón.

—Todo terreno o camioneta de color oscuro. Estaba apoyado en la camioneta. No es


mucho, pero es más de lo que teníamos. Y la mujer con el sillón.

—Él no dijo que fuera mujer.


— Debe de haber sido la mujer. La mujer tratando de meter el sillón en la parte
trasera del vehículo.

—Estratagema clásica — agregó Peabody.

—Debido a que a menudo funciona. Kuper llega, la ve esforzándose, y le ofrece una


mano.

Tal como ella lo había visto, pensó Eve. Había sido la más lógica, ya que era la más
real.

—Todo encaja, incluyendo el tiempo. Vamos a investigar en el club ya que estamos


aquí.

After Midnight era un pequeño lugar sombrío con algunos clientes dispersos, y un
anciano pianista tocando las teclas mientras que una mujer con el rostro y el cuerpo de
una sirena se balanceaba y cantaba sobre un amor que no pudo ser.

Ella podía ver a Morris aquí, lo veía con claridad añadiendo la música lastimera de su
saxo. Y con la imagen formada en las últimas horas, ella podía ver a Dorian Kuper,
añadiendo aquellas notas bajas del violonchelo.

Un lugar íntimo, pensó, con mesas apiñadas y colocadas cerca del escenario. Una sola
barra y el hombre que lo atendía, y la iluminación tenue y ligeramente azul.

Ella habló con el barman, con la única camarera, con el anciano y la joven sirena. Ella
consiguió el dolor y la conmoción, pero ninguna información nueva.

—Realmente les gustaba —comentó Peabody cuando salieron del calor azul al frío
gris.

—Parece tener ese efecto en la mayoría de las personas. ¿Qué hemos aprendido?

—Bueno, que él iba allí al menos tres o cuatro veces al mes, y que le agradaba a ellos.

—Eso, y que sus asesinos nunca estuvieron allí. Es pequeño, íntimo, y aunque tienen
gente de paso, un turista que ha oído hablar del lugar, en su mayoría tienen clientes
asiduos. Una pareja que hubiese estado allí alrededor de la hora en que la víctima
desapareció, ellos la hubiesen notado. Y eso pone más peso en que fue al azar. Lugar
equivocado, momento equivocado.

—Vale, sí. Sí, yo veo eso. Todo el mundo recordaba a Earnestina, con detalle.

—Y hablando de eso —Eve miró la hora—. Te voy a llevar de vuelta a la Central.


Cualquier progreso que Baxter y Trueheart hayan hecho, quiero saberlo. Dale un vistazo a
los de EDD en caso de que hayan encontrado algo en la electrónica de la víctima que
nosotras hayamos pasado por alto. A menos que algo más se presente, vuelve a casa
después de eso. Voy a ir a hablar con Earnestina de camino a casa, tanto su trabajo como
su residencia, están de camino. Ella no encaja, pero la investigaremos de todos modos para
tacharla de la lista.

—Ella debería estar en casa. Yo revisé su horario —Peabody subió al coche—. Su


última clase debería haber terminado hace una media hora. Incluso si se retrasa en la
universidad por cualquier cosa, ella debería estar en casa en el tiempo que tardes en
llegar a la parte alta de la ciudad. Puede que quieras asegurarte primero. El tráfico va a
ser una putada.
Capítulo 6

El tráfico era un hijo de puta, pero, igualmente, pensó Eve, ella también lo era. Se
abrió camino hacia la parte alta de la ciudad conduciendo agresivamente. A su manera,
disfrutaba gruñéndole a un pesado maxibus o pensando cosas desagradables del conductor
de un Mini de dos asientos quien zigzagueaba a través de los estrechos espacios entre
vehículos como una aguja con hilo.

Ella podía mirar con desagrado los dirigibles de anuncios que jubilosamente
publicitaban las ¡NUEVAS LINEAS DE PRIMAVERA! en el jodido centro comercial
SkyMall cuando la temperatura rondaba los — 2 grados Celsius.

En el tiempo que le llevó viajar al norte, actualizó sus notas, revisó las de Trueheart
en tres entrevistas conducidas y contactó con Juilliard.

Tina R. Denton efectivamente se había retirado por el día.

Encontró el edificio con bastante facilidad una casa encalada que podía ver que había
sido convertida en cuatro unidades.

Encontrar estacionamiento era otra historia. Consideró estacionar en doble fila,


pero recordando su propia lucha con el tráfico no lo justificaría. Algunos de los
conductores y pasajeros de allá afuera eran inocentes.

Pero cuando divisó un espacio en el camino del frente, no tuvo ningún reparo en hacer
sonar las sirenas, impulsándose hacia arriba en vertical y cruzando sobre los techos de los
coches para dejarse caer en la apertura.

La explosión de bocinazos no la molestaron para nada.

Caminó hacia la esquina, cruzó, siguió caminando, y echándole un vistazo a los


números en las puertas, presionó el timbre del apartamento de Tina R. Denton.

— ¿Qué desea?

Ante la impaciente voz, Eve levantó su placa para ser escaneada. —Teniente Dallas,
NYPSD. Necesito hablar con Tina R. Denton.
— Este no es un momento conveniente. Estoy trabajando.

— Hey, yo también. Si ahora no es conveniente, haremos arreglos para que usted sea
llevada a la Central en la mañana para ser interrogada.

—¡Usted no puede hacerme hacer eso!

Eve simplemente sonrió. — Míreme.

Se escuchó un siseo de fastidio, luego el sonido de los cerrojos siendo desactivados.

Tina R. Denton aparecía más favorecida en la foto de su identificación. En persona,


en ese momento, su pelo castaño oscuro estaba tirado hacia atrás de su cara larga, casi
caballuna. Ella no se había molestado con realces faciales, pero obviamente que tenía
realces de otro tipo.

Eve podía oler el Zoner, podía ver los primeros efectos en la mirada vidriosa de sus
ojos azules pálidos y entrecerrados.

— Esto es acoso.

— Presente una queja. Entonces yo no me sentiré obligada a ignorar las drogas que
puedo oler junto con el tenue humo de un cigarrillo de Zoner que todavía no se ha disipado.
O usted puede dejarme pasar, tendremos una conversación, y luego ambas podemos seguir
con nuestras cosas.

— Una persona tiene derecho a hacer lo que le dé la gana en su propio hogar.

— No, una persona no tiene derecho a involucrarse en actividades ilegales en ninguna


parte. — Con los pies bien plantados, Eve enfrentó aquellos ojos, que cada vez mostraban
más los efectos de la droga, con frío desdén. — ¿Usted quiere esa complicación, Srta.
Denton?

— Oh, entre entonces. Créame, he tomado nota de su nombre y número de placa.

— Y yo he tomado nota de que usted está siendo poco cooperativa.

La sala de estar en el apartamento mostraba una tendencia a la limpieza compulsiva.


Nada estaba fuera de lugar, y tenía un estilo minimalista que no incluía fotos personales,
ni flores o plantas. Un sólo sofá en gris oscuro en frente de una pantalla de pared. Un
sólo sillón en el mismo tono estaba colocado en ángulo bajo una lámpara de pie.

Earnestina, como Eve siempre pensaría de ella no sugirió que tomaran asiento, y Eve
no lo pidió.

— Usted conocía a Dorian Kuper, y de hecho, tuvo una discusión con él en un club
llamado después de Medianoche.

— Conocía a Dorian, sí. Hoy escuché que había sido asesinado. Esa es una gran
pérdida para la ópera, pero no tiene nada que ver conmigo.

— Usted estaba bastante enfadada con él.

— Disgustada es un término más exacto, que un hombre con sus considerables


talentos pudiese desperdiciarlos en un lugar de tan poca cultura.

— El ya no estará haciéndolo de ahora en adelante.

— Ni trasportará a aquellos que valoran la verdadera música con sus habilidades y


comprensión.

— Vayamos a paraderos. En dónde estuvo usted la noche del domingo entre la 11:00
p.m. y la 1:00 a.m.

— Estuve aquí, y habría estado en cama alrededor de las once.

— ¿Sola?
— Mi vida personal no es…

— ¿Sola?— repitió Eve, su tono duro como un ladrillo.

— Sí, sola. Asistí a un musical por la tarde, y estuve en casa a las seis. Comí algo y
trabajé hasta las diez. No es posible que usted crea que yo tuve algo que ver con la
muerte de Dorian.

— Anoche, entre las la 10:00 p.m. y la 1:00 a.m.

— Asistí a un ensayo de La Bohemia, en Juilliard. Estuve allá desde las siete hasta
después de las diez. Dos colegas y yo fuimos por una copa después para discutir las áreas
que requerían mejorarse o cambiarse. Estuvimos juntos hasta un poco después de
medianoche, luego compartimos un taxi, y yo vine a casa.

— Nombres.

— Usted es insultante.

— Sí, añádale eso a sus notas. Nombres.

Ella se los dio, con la barbilla bien el alto. — Quiero que usted se vaya ahora.

— En eso estoy. ¿Usted tiene un vehículo?

— No lo tengo. Vivo en una ciudad con un excelente tránsito de masas, y mi trabajo


está a un paseo de cinco minutos de distancia de mi residencia.

Más por fastidiar a la mujer que por otra cosa, Eve le mandó una más. — ¿Alguna vez
ha estado usted en Nashville, Tennessee?

— ¿Ciertamente no, por qué iría? Esa es la tierra de Opry (programa radial de
música country), ¿no es así?— Ella dijo la palabra como si fuera la palabrota más vil. —
Sólo por eso, yo nunca pondré un pie en ese estado.

— Estoy segura de que se las arreglarán sin usted. Gracias por su tiempo.

— Si usted vuelve a acosarme, tendré a un abogado.

— La única forma de que yo regresara es si usted me mintió acerca de cualquier cosa.


Si resulta ser ese el caso, usted necesitará un abogado.

Y ahora, pensó Eve mientras salía hacia lo que se sentía aire agradablemente fresco
y Earnestina dio un portazo detrás de ella, necesitaba una copa.

Al menos la batalla con el tráfico comprendía una distancia mucho más corta, y ella
condujo a través de los muros de su hogar no mucho después de que el cielo se tornara
índigo y las farolas esparcieran su luz blanca.

La silueta más al fondo de la casa que Roarke construyó, la casa que se había
convertida en la suya, se levantaba y esparcía como un castillo con sus elegantes torretas
y torres. Las luces resplandecían en demasiadas ventanas como para contarlas.

Ella deseaba su hogar más de lo que deseaba esa copa. Hogar, en donde ella podía
encontrar paz, espacio, tiempo para aclararse la cabeza. Un lugar para empezar fresca
para el homicidio.

Ella dejó su coche al frente, se abrió paso a través del viento que había decidido
tomar velocidad otra vez, y entró por la puerta principal.

Ella sabía que él estaría allí, el esqueleto vestido de negro fúnebre con el gato
regordete a sus pies.

Summerset, el mayordomo de Roarke, alzó sus cejas. — Un primer día completo con
ninguna lesión aparente o algún daño. ¿Cuánto puede durar esto?

— Esto podría terminar ahora mismo si decido patear ese palo con el que está tan
encariñado un poco más arriba de su trasero.

— Y el día no estaría completo sin una observación como esa.

Ella arrojó su abrigo sobre el poste de la escalera porque estaba a la mano y porque
eso lo hacía enfadar. Y con el gato frotándose en una bienvenida felina contra su pierna,
empezó a subir las escaleras.

Se paró.

— Apuesto a que usted es un gran admirador de la ópera. Eso sería algo que a usted
le gusta.

— Yo disfruto muchos de las artes, incluyendo la opera. He oído tocar a Dorian


Kuper, en el Metropolitano, en el Después de Medianoche, y en otros lugares. Oí sobre su
muerte hace poco. Perder a alguien tan joven y tan vibrantemente talentoso es algo
trágico.

— Todo homicidio es trágico.

— Y algunos se sienten más profundamente que otros. ¿Él está en sus manos ahora?
El informe no dio el nombre del primario.
— Él es mío ahora, — dijo Eve y continuó subiendo las escaleras.

Ella se fue directamente hacia el dormitorio y al localizador.


— ¿En dónde está Roarke?

— Roarke no está en residencia en este momento.

Todavía no había llegado a casa, pensó ella, y recordó revisar su enlace. En efecto,
ella encontró un texto de él.

— Teniente, espero que tu día esté yendo bien. Ella se quitó la chaqueta mientras
escuchaba su voz, y al acento irlandés susurrando a través de ella.
— Tengo necesidad de hacer un viaje no programado a Detroit, pero no debería
tomarme mucho tiempo. Estaré en casa alrededor de las siete y media si no es
antes. Hasta entonces, cuida de mi policía.

Eso le daba algo de tiempo, pensó ella. Ella podría instalar su tablero en su oficina,
comenzar a repasar sus notas e informes.

O, reflexionó ella mientras Galahad se enrollaba a través de sus piernas como una
serpiente peluda, ella podría aclarar la cabeza primero.

Ella se sentó, se quitó las botas, acarició al gato que saltó a su lado. Entonces se
cambió a su ropa para entrenar.

Cuando iba a entrar al elevador, el gato se sentó, se quedó mirando fijamente las
puertas que se abrían con sus suspicaces ojos bicolores.

— Yo tampoco soy una gran admiradora de la caja movible, pero... ya regreso, — dijo
ella mientras se cerraban las puertas.

Ella no había tenido tiempo, no realmente, para apreciar totalmente el regalo de


Navidad de Roarke, ya que el dojo había sido completado mientras ellos estuvieron fuera.

Ahora ella salió del elevador entrando en el dojo y respiró larga y relajadamente.

Los pisos de un dorado suave, resplandecían. El espacio incluía su propio jardincito


en donde unas flores blancas se desplegaban sobre las piedras de una fuente de agua que
burbujeaba quedamente en la esquina más alejada. Paneles deslizables ocultaban una
pequeña área para la cocina, completamente provista con botellas de agua mineral y
bebidas energéticas.

El café estaba prohibido, lo cual no parecía correcto en ningún planeta, pero ella
había aceptado el edicto.

Más paneles se abrían a un vestidor provisto con toallas blancas, con tatamis,
uniformes para artes marciales en negro y blanco. Y la puerta interna llevaría a la ducha,
y a través de ésta ella podría acceder al gimnasio si ese espacio era más de su gusto.

Él incluso había pensado en el arte pero, bueno, el hombre pensaba en todo. Jardines
serenos, flores de cerezo arqueados, verdes colinas nubladas por la mañana.

El espacio hablaba de paz y disciplina, y simplicidad.

Y era una habitación holográfica completamente operativa.

El regalo había sido doble. El dojo, y el Maestro Lu. Cuando el tiempo lo permitiera
ella podría acudir al maestro para instrucción, o programar una sesión en su propio dojo.

Y cuando no hubiera tiempo, ella podría llamarlo holográficamente.

Ella hizo eso ahora, ansiosa por un entrenamiento bueno y fuerte con el maestro de
artes marciales.

Su imagen resplandeció en el centro de la habitación. El usaba su pelo en una larga


cola de caballo, y llevaba un uniforme negro sobre su cuerpo musculoso.

Él puso una mano sobre la otra, se inclinó hacia adelante. — Teniente Dallas.

— Maestro Lu. Gracias por este honor.

— Me complace tener a una estudiante valiosa.

— Yo sólo tengo treinta minutos, pero…

— Entonces debemos hacer que cada uno cuente.


— Su patada voladora con giro es, bueno, casi increíble. Yo nunca he sido capaz de
llegar a esa altura, o esa forma. Si…

— Usted es muy amable. Eso vendrá. Para esta nuestra primera lección, usted
aprenderá a respirar.

— A…'respirar'

— Respirar es el principio de todo. Respirar, — dijo él mientras se aproximaba a ella,


— luego respiración y movimiento. Manos.

Él le tomó las manos, presionó una de sus palmas contra su estómago, la otra en su
corazón con los ojos oscuros clavados en los de ella. — La respiración es vida. Usted no
es un guijarro bañado en la orilla por la ola, sino el pez que nada en la ola. Respire para
atraer y llenarse de luz. — Lentamente. —Le dijo a ella, — con conocimiento. Expirar para
vaciarse. Y pausa, manténgase en ese espacio medio. Ahora inspire para llenarse.

Ella respiró.

Cuando tomó el elevador para regresar, ella tenía que admitir que su mente se había
aclarado. ¿Quién sabía que había tantas maneras de respirar?

Cuando el elevador se abrió hacia el dormitorio, y Roarke estaba ahí parado


desabotonándose la camisa, bueno, ella perdió la respiración.

Su pelo le caía casi hasta los hombros, un marco de seda negra para un rostro creado
para robar el aliento, para debilitar las rodillas, para capturar el corazón. Todo esto se lo
había hecho a ella, y más.

Había veces como ésta en que él la miraba, sólo la miraba, y esos labios
perfectamente esculpidos, esos ojos más salvajes y más azules que cualquier océano se
encendían con lo que ella sabía que era amor, esto no sólo era algo más. Lo era todo.

—¿Una sesión con el Maestro Lu?

— Sí. Ella dio un paso adelante para que la puerta pudiera cerrarse detrás de ella.
— He estado aprendiendo cómo respirar. Yo pensé que ya lo sabía, estando viva y todo
eso, pero aparentemente no. ¿Sabías que podías respirar hasta con los dedos de tus pies?
Yo creo que lo hice. Suena como una estupidez, pero creo que respiré con los dedos de
mis pies.

Él se rió y, tomando sus caderas la atrajo hacia él. — Tú eras el pez, no el guijarro.
Yo repasé el primer par de lecciones. Sus manos se deslizaron alrededor de su cintura. —
Esto es lo que me perdí hoy. — El la besó lento y profundo, como respirando. —Me
acostumbré a poder hacer esto en cualquier momento del día o de la noche.

— De vuelta a la realidad. ¿Detroit?


— Sólo unas tuercas que necesitaban ajustarse, con mi mano en la llave, — dijo él. —
Y tú, lo oí, ¿ya hay un asesinato?

— Ellos probablemente tuvieron unos cuantos mientras yo no estaba, también.

— Sin duda. Dorian Kuper, el chelista.

— ¿Lo conocías?

Con una sacudida de la cabeza, Roarke retrocedió, se quitó la camisa. — Sólo por su
reputación, y lo he escuchado tocar. ¿Cómo lo mataron? Las noticias eran muy escasas de
manera que asumo que deliberadamente.

— Él fue torturado durante dos días antes de que ellos, y eran ellos, le abrieran el
estómago y lo dejaran desangrarse.

Roarke se puso un suéter gris, e hizo que Eve se preguntara por qué el color se había
visto tan apagado y rígido en el apartamento de Earnestina, y sobre el torso de Roarke se
veía vivo y suave.

— De regreso a la realidad, en verdad, — murmuró Roarke. ¿'Ellos'? ¿Has


identificado a sus asesinos?

— Todavía no, pero son dos, y él no fue su primer asesinato. Él está muy lejos del
primero.

— Eso suena como que deberíamos tomar una copa de vino, una comida, y tú deberías
contarme.

— Podría tomarme una copa de vino. Sádicos sexuales, — empezó ella mientras salían
del dormitorio juntos. — Con algo retorcido.
Ella se lo relató cómo se lo informaría a otro policía. Él podría encogerse ante la
comparación, pero él podía, y lo hacía, pensar como un policía.

Mientras ella acomodaba su tablero, él fue a hacerse cargo de la comida. Lo cual


significaba que ella no tendría pizza, pero se tenían que hacer compromisos. Eso estaba
en las reglas del matrimonio. El ciertamente los hacía, pensó ella, con sólo comer en la
mesita de su oficina con el asesinato y la muerte completamente expuesta.

— Tú crees que Nueva York era su destino.

— A largo plazo, no puedo decirlo, pero tú sólo tienes que echarle una mirada al mapa,
y ver los lugares de sus asesinatos. No es una flecha de un punto a otro, pero cada vez
que ellos se desviaban, luego volvían a su ruta norte y este.

Ella tomo el vino que él le ofrecía, señalando con éste hacia el mapa. — Desvíos, así
es como yo lo veo. Tal vez necesitan combustible para su vehículo, para ellos mismos, o
hay alguna atracción, o alguien a quien conocen, de manera que se alejan unas cuantas
millas.

— Pero regresan, — dijo él, asintiendo, — a esa misma dirección. — ¿Qué es lo que
ellos se llevan de sus víctimas?

Ya ves, pensó ella. Pensamiento de policía. — Efectivo y joyería sí es que lo hay. Un


vehículo, o en algunos casos piezas de un vehículo. La mayoría, no todas, de sus víctimas
conocidas andan por las zonas de alto riesgo. Acompañantes Licenciados, los indigentes,
pero ellos también tienen a otros como objetivos. A menudo en zonas remotas. Una mujer
de setenta y tantos años viviendo sola. Ellos utilizaron su residencia como su zona de
tortura/asesinato, se llevaron sus objetos de valor fáciles de transportar. Un tipo de
unos veintitantos años dirigiéndose tarde a su casa por los caminos secundarios,
regresando de un bar. Ellos utilizaron una cabaña vacía para él.

— ¿Y ninguna pista?

— Ellos lo limpian bien, tal vez se ponen sellador, tal vez los del departamento
forense han sido descuidados. Demasiados para saber, pensó ella, demasiados para
escoger, paso—a—paso. — No puedo decirlo con certeza. Pero al menos uno de ellos es lo
bastante organizado para ser cuidadoso. Ellos no han encontrado todas las ubicaciones de
los asesinatos. Los asesinos no dejan el cuerpo en donde ellos trabajan como regla. Ellos
utilizan basureros, y generalmente a una buena distancia. Y lonas plásticas.
— De manera que alguien podría pensar que han tenido un allanamiento, pero sin la
sangre, ni señales de violencia, no lo reportan como un posible asesinato.

— Exactamente. Y para cuando unen las piezas, la escena del crimen ha sido
completamente comprometida. — Suertudos, — reflexionó ella. — Algo de esto es sólo
suerte. Organizado, cuidadosamente, pero con suerte.

— Ven a comer. Él la tomó de la mano, y la llevó hacia la mesa.

Los platos blancos cuadrados contenían una línea de medallones de cerdo bañados en
una especie de salsa, un acompañamiento de doradas patatas asadas salpicadas con
hierbas, y una colorida mezcla de vegetales de invierno.

Él tenía una mano mucho más creativa con el AutoChef, reflexionó ella, de la que ella
nunca tendría.

— El corazón, las iniciales, — empezó él.

— Su firma.

— Sí, pero también una declaración, ¿no lo crees? No sólo hicimos esto juntos, sino
que estamos juntos.

— Amor verdadero.

— ¿No pensarían ellos así? El corazón conteniendo sus iniciales simboliza justo eso.
Añade el hecho de que ellos no utilizan a sus víctimas sexualmente.

— Porque están comprometidos uno con el otro, y eso sería ser infieles.

— Sin el corazón, ¿qué hubieses concluido?

Reflexionando, ella comió lo que fuera el baño de salsa, estaba muy bueno.
— Probablemente yo hubiese concluido que era un equipo. Es posible para un asesino
seleccionar, atraer, reducir y torturar con diversos golpes. Pero es más probable que
sean dos, dada la cantidad de las víctimas. Es menos probable que una mujer se detenga al
lado de la carretera por un hombre desconocido, o abrirle la puerta a uno en la noche. Dos
de las Acompañantes Licenciadas no tenían licencia para el mismo sexo, no es que ellas no
se hubiesen salido potencialmente del menú, pero la mejor probabilidad es que: El cliente
era masculino. Es más fácil, también, para una mujer sola el atraer a un hombre solo con
el ardid de me—darías—una—mano—con—este—objeto—pesado.

—De manera que tu conclusión más probable es que sería un equipo de dos personas:
un hombre, una mujer.

— Es lo más probable. Yo no hubiese desechado a uno solo, pero es lo más probable.


Pero... — Ella asintió y comió. —Sin el corazón yo no los hubiese visto como una pareja,
como vinculados románticamente. Sexo, de hecho, pero no románticamente.

Ella volvió a asentir. — Y ellos quieren ser reconocidos como eso. Interesante.

— ¿En dónde está el detonante?

Ahora ella sonrió, y aunque ellos siempre estaban bajos en la lista, probó los
vegetales. — Sabes, no todos los criminales piensan como policías.

— Los que son exitosos, incluso reformados, lo hacen. El levantó su vino, y la estudió
por sobre su copa. — No es probable que ellos despertaran una mañana y lo decidieran.
Bueno, no es como decir demos un paseo y encontremos a alguien para torturar y matar, al
menos no sin lo que ellos vieran una causa. Uno de ellos podría haber matado en un
momento de ira o en defensa del otro, el ángulo romántico otra vez, o incluso por
accidente.

— Lo cual los habría puesto en ese camino, — concordó Eve. — O ellos descubrieron
la tortura como un estimulante sexual por un feliz accidente durante la perpetración de
otro crimen. O uno llevó al otro a su pervertido pasatiempo.

Roarke echó una ojeada al tablero. Parece que ellos son unos hábiles aficionados.

— Sí, y esa es una complicación para mí. ¿Cómo es que llegas a ser bueno en algo?—

— La habilidad innata y un verdadero interés crean una buena base. Pero es la


práctica, ¿no es así?, — eso perfecciona una habilidad. — Ellos no empezaron con la
víctima que está actualmente primera en tu tablero.

— No lo creo. Puedes ver que ellos han ido en aumento, gradualmente. Con menos
tiempo entre una y otra víctima, pero luego hay un lapso más largo. Consistentemente
ellos mantuvieron a la víctima viva por más tiempo hasta que se establecieron en el
período de dos días. Pero el trabajo de equipo parece demasiado fluido para haber
empezado en donde los tenemos ahora. ¿Y esos lapsos?

— Las víctimas que todavía no han sido halladas o identificadas como tales.

— Allí el FBI y yo estamos en desacuerdo. Sus perfiladores piensan que son veinte o
cerca. Veintiuno ahora con Kuper. Yo pienso que esos lapsos son más probablemente por
las víctimas no halladas todavía. Asesinos como estos no disminuyen a menos que sean
forzados a detenerse por un período de tiempo. Ellos se inclinan en mi dirección con los
lapsos más largos, pero están enfocados en este grupo, esta ruta. Ellos tienen una baja
probabilidad de una víctima antes de la mujer en Nashville. Y han pasado demasiado
tiempo debatiendo si ellos son asesinos seriales o masivos.

— Dudo de que la terminología les importe a las víctimas, o a aquellos que los amaban.

— Sí. Tú llenas esos lapsos con víctimas, no hay un período de enfriamiento. Tú


consideras la victimología, sin un tipo específico, escogidos al azar. Hay asesinos masivos,
sádicos sexuales que pueden sentir, pero sólo uno por el otro. Lo más probable es que
sean un hombre y una mujer, lo más probable es que sean atractivos en cierto modo, de
apariencia y conducta inofensiva. En ninguna de las entrevistas o los sondeos, incluyendo
los míos, alguien ha recordado a un individuo o individuos que destacaran, que parecieran
fuera de lugar.

— De manera que ellos no hacen ninguna de esas cosas.

— Es bastante común no destacar. Y es bastante inteligente el no hacer nada que


llame la atención. Una pareja, eso disminuye las sospechas al instante. Tomarse unas
copas en un bar, registrarse en un motel, alquilar una cabaña. Cambiar de vehículos
regularmente, de manera que para cuando estemos buscando uno, ellos ya están en otro.

— ¿Es muy pronto para estar frustrado, verdad?

— Por Kuper, sí, pero cuando ves todo el panorama, ellos han tenido una tremenda
cantidad de víctimas. He conseguido muchísima información, pero nada que me dé alguna
pista sobre ellos.

— ¿Qué haces ahora?


— Sigo investigando lo de Kuper. ¿Por qué ellos escogieron ese vecindario? Fue algo
completamente al azar, o ¿había una razón específica? Tenemos un testigo que vio el
vehículo, de manera que investigamos eso. Un todo terreno oscuro o camioneta, y él se
estaba inclinando hacia una camioneta. Hacemos lo que podemos por Kuper, pero
necesitamos encontrar al primero. Tenemos que trabajar retrocediendo hasta el primero
conocido, revisar en personas desaparecidas, en casos no resueltos, en lo que se consideró
como muerte accidental. Todo se genera desde el primero.

— ¿Acaso los federales no están haciendo justamente eso?

— Ellos tienen a alguien investigando, pero fundamentalmente están enfocados en la


primera víctima conocida y de ahí para adelante. Necesito contactarme con el cuerpo de
policía local al sur y al norte de la primera víctima conocida. Personas desaparecidas, —
ella continuó. — fugitivos, accidentes, casos sin resolver.

—¿Eso no va a ser divertido?

— Ni de cerca. Ella suspiró, levantó su vino. — Voy a correr probabilidades, utilizando


la ruta actual, trabajando de regreso al primero conocido.

— Yo puedo hacer eso por ti, y más rápido. No tienes ninguna búsqueda de
información financiera para entretenerme. La geografía y la navegación podrían hacerlo.

— Es todo tuyo, campeón. Gracias. Ella cortó un pedacito de cerdo. — Esta pareja,
ellos vienen de algún lugar, esa es otra clave. Ellos crecieron con padres o en hogares de
acogida, tuvieron alguna educación, alguna fuente de ingresos. Y, dados sus perfiles, uno o
ambos probablemente tienen un prontuario y alguna historia de comportamiento violento.

— ¿Una historia juntos? — preguntó Roarke. — Eso encaja.

— No veo una historia de larga duración, a menos que descubramos que los asesinatos
comenzaron hace años. Y no los veo escapándose de esto por años antes de que la policía
se percatara. Ellos no son chicos, — continuó ella. — La gente tiende a prestar atención a
los chicos. Sí, vi a un par de chicos merodeando por allá. ¿Por qué no están en el colegio?
¿En qué lío se están metiendo? Además, cualquiera que quiera hacerse pasar por
adolescente, en sus primeros veinte años, no es probable que tenga el control que se
necesita para escoger una víctima, tener un lugar para retenerla, y limpiarlo todo.
Probablemente tampoco hayan pasado de los treinta.
— ¿Y eso por qué?

— ¿Cómo acallas esos impulsos por tanto tiempo? Ellos están allí, ellos sólo
necesitaban el detonante correcto. Todo el mundo es capaz de matar, dadas las
circunstancias correctas. No todo el mundo es capaz de torturar. ¿Y añadiendo otra vez
el corazón? No todo el mundo es capaz de disfrutar o encontrar romance en la tortura.

Ella puso su plato a un lado. — ¿Tú matarías por mí?

— Lo haría, sí, por supuesto.

— Jesús, no digas eso sin siquiera pensarlo dos veces.

— Yo no necesito pensarlo dos veces. Consideramos quienes somos nosotros, Eve.


Ambos somos capaces de matar, y lo hemos hecho así. Pero está el… criterio. Mataría yo
por protegerte, por salvar tu vida, ¿por evitar que te hagan daño? Sin dudarlo. Mataría
yo porque tú digas, ¿'Hazme un favor, me gustaría que esta persona esté muerta'? No
tengo que pensarlo dos veces ya que tú nunca lo dirías, lo desearías, o me lo pedirías.

— Si lo hago.

Él se terminó su vino. — Pienso que tendríamos que tener una seria conversación.

— Okay. Eso la satisfizo. — ¿Torturarías a alguien por mí?

Sus cejas se alzaron. — Estamos pisando terrenos extraños. Muy bien entonces, te
voy a seguir la corriente. Para salvarte o protegerte de algún daño, si yo creyera que la
tortura, de cualquier naturaleza, lograría eso, entonces, sí, lo haría. ¿Podría yo o tú en las
mismas circunstancias descubrir que eso aumentaba la pasión sexual? no. Causar dolor
deliberadamente es un feo negocio. Ambos hemos sido usados físicamente,
emocionalmente, y sabemos cuán desagradable es.

— Es verdad. Algunas personas que han experimentado abuso se han convertido en


abusadores. De manera que necesito echarle un vistazo a eso también. Alguien le hizo
daño a ella, un padre, una figura de autoridad, cónyuge, compañero. Ahora tú eres el que
tiene el control. Tú eres el que proporciona el daño y el temor.

Ella se puso de pie, caminó hacia el tablero. — Pero no por venganza, no de inmediato
de cualquier manera. Porque eso se siente bien. ¿Quién iba a saber lo bueno, lo excitante
que podía ser causar el dolor, el miedo? Y ahora que los sabes, no puedes parar.

— Una adicción.

— Exactamente. Y nuevamente, ese es el por qué esto no empezó aquí. Ella golpeteó
el tablero, la imagen de la primera víctima. — Esta no fue la primera probada. Ellos
sabían cómo era lo que iban a sentir aquí. ¿El primero? Eso fue una sorpresa. Quizás lo
que podrías llamar una revelación. Yo sé lo que son ellos. Tengo una muy buena sensación
de lo que ellos ya son. Pero quién, y por qué. Eso no puedo verlo.

El también se puso de pie, y se acercó para pararse detrás de ella. Él le puso las
manos en los hombros, le dio un beso en la cabeza. — Y eso te preocupa porque sabes que
habrá otro.

— Nueva York es el área más grande en donde ellos han estado, eso lo sabemos. Y
cuando miro el mapa, la ruta, eso es una certeza. Aquí, ellos pueden escoger como en
ninguna otra parte. Eso debe de ser excitante. Y motivador.

— De manera que ellos querrán otro rápidamente.

— Si es que ellos ya no tienen a uno, lo tendrán en un día más. Me sorprendería si les


tomara más tiempo. Dos días para jugar con la víctima antes de matarla. Entre los dos
últimos, Kuper y la víctima en Nueva Jersey, apenas si pasó una semana. Los adictos
siempre necesitan más y más rápido. No pasará mucho tiempo antes de que necesiten a
otro.

— Como la clave está en quiénes son y cuándo empezaron, me encargaré de correr tus
probabilidades.

— Gracias. Tú serviste la comida, yo me encargaré de recoger la mesa.

— Me parece bien. Él le inclinó la cabeza hacia ella un momento, le tocó el hoyuelo de


la barbilla. — A fin de cuentas, considerando quienes somos, es bueno estar en casa.

Cuando él se fue a su oficina adjunta, ella llevó los platos a la cocina, los metió en el
lavaplatos. Ellos hacían un buen equipo, pensó ella, trabajaban bien juntos, la policía y el
(antiguo) criminal. El hombre ridículamente acaudalado con sus raíces en los callejones de
Dublín, y la mujer que se había ganado la vida con el sueldo de una policía y quien había
crecido en el sistema después de la pesadilla de sus primeros ocho años.
Pocos, incluyéndose ella misma, habrían pronosticado que ellos se emparejarían y
encajarían como lo habían hecho. Que ellos lo eran todo el uno para el otro.

Ella dudaba de que los asesinos que buscaba parecieran tan mal emparejados en la
superficie. La gente prestaba atención a esas cosas también. Ellos se veían bien juntos,
eso creía ella. Se veían como la gente esperaba que se viera una pareja.

Y ellos con seguridad trabajaban bien juntos.

Ella volvió a pensar en Roarke, y cuán fácilmente ella había estado de acuerdo en
aceptar su oferta de ayuda en una investigación oficial.

Confianza, se dio cuenta ella. No sólo atracción, no sólo pasión, no sólo una meta
mutua. Tenía que haber confianza para trabajar como un equipo.

Con eso en mente ella regresó a su escritorio para repasar sus notas.
Capítulo 7

Eve leyó el resumen de las entrevistas de Baxter, marcó las grabaciones para
verificarlas. Nada destacó, nada surgió, y ella no lo había esperado. Pero esto le dio una
oportunidad para evaluar las técnicas de interrogación de Trueheart, su ritmo.

Ella decidió que hacía un buen balance con el estilo más profesional de Baxter.

Ella hizo otra anotación para que Trueheart hiciera equipo con otros detectives para
los interrogatorios, hacerlo salir de lo que estaba acostumbrado.

Ella terminó otro informe para Whitney y Mira con sus conclusiones de que la
información y la evidencia indicaban que Kuper había sido una víctima al azar, la última
conocida en una serie de asesinatos perpetuados por dos sospechosos desconocidos, y no
un objetivo específico.

Ella le informó a Morris que habían identificado a Earnestina. Morris reportó que la
madre de la víctima había ido a la morgue y había preguntado cuándo podía llevarse a su
hijo. Eve le recomendó que el cuerpo sea entregado al familiar más cercano o a su
representante lo más pronto posible.

No había caso, pensó ella, simplemente no había caso en prolongar la pena. El cuerpo
de Kuper les había contado todo lo que podía.

Ella se comunicó con otros dos primarios, lo cual conllevó a largas conversaciones, sin
nuevas perspectivas o información, y promesas de todos lados de compartir toda la
información.

Cuando Roarke regresó a su oficina, ella estaba ejecutando nuevas probabilidades en


la víctima de Nueva Jersey.

— He generado varias rutas, con tres que son las principales contendientes, — le dijo
él. — Las probabilidades de estas tres son muy similares como para escoger una en este
punto. Incluso esas tendrían un número de discrepancias.

— ¿Puedo verlas, en pantalla?

Él lo programó. — Esta los trae desde el sudeste de Texas, a través de Luisiana,


hacia Arkansas, pasando por Mississippi antes de que se encontraran con tu primera
víctima conocida en Tennessee. Aquí también se especula, como puedes ver por los puntos
resaltados, de otras paradas más probables en Tennessee, y cruzando el límite de
Missouri a través de Kentucky, lo cual elimina el lapso antes de Virginia Oeste, y el
segundo punto en Virginia Oeste. Otra en la parte occidental de Maryland elimina el lapso
anterior a Ohio. Tienes dos en Pennsylvania, pero esto pareció algo inusual, y la
computadora estuvo de acuerdo, de que ellos no cazaran en una de estas zonas más
rurales y menos habitadas, de manera que todavía hay otro punto allí antes de dirigirse a
Nueva Jersey, y luego a Nueva York.

—Algunos desvíos, pero una ruta bastante directa al noreste.

— La segunda viene desde el oeste. Yo empecé tan lejos al oeste como desde
California, cruzando Nevada, pasando por Arizona, a través de Nuevo México. Pasando
por Texas, luego por Oklahoma, una vez más pasan por Arkansas, y la ruta permanece
como la primera desde allí.

— California. Un largo camino, un montón de tiempo. Un montón de potenciales


cuerpos, pensó Eve.

— Ambas, sí. Esta sería una ruta sudoriental para empezar, curvándose en dirección
al noreste. La última ruta supone que ellos tenían un propósito en Tennessee o que
cambiaron direcciones allá, viniendo inicialmente desde Florida, pasando a través de
secciones de Alabama y Georgia, potencialmente a Mississippi otra vez antes de tu
primera víctima conocida en Tennessee, y la siguiente ruta permanecería como las otras
dos.

— ¿Cuál es el rango de probabilidad?

— De 70.2 a 73.4. No se puede especular por un rango más alto sin más información.

— Tomemos la tercera. Ella la estudió, trató de imaginársela. — Viniendo desde el


sur, en donde es cálido y soleado, ¿correcto? Ellos habrían empezado en el otoño, lo más
probable, para esta línea de tiempo, pero el invierno está llegando. La gente sí deja lo
cálido y soleado por el frío cortante, pero si eres un asesino en serie, y has empezado
durante el calor, ¿por qué no esperar la primavera para conducir tan lejos hasta el norte?

— Con Nueva York como destino, — le recordó él.


— Sí, eso lo entiendo, ellos quieren venir a darle una mordida grande y sangrienta a la
manzana. ¿Pero, entonces, por qué no tratar de llegar aquí antes de las fiestas? ¿Verla
toda adornada? La gente hace eso, ellos vienen como ejércitos para ver todas las
decoraciones navideñas. ¿Por qué dejar lo razonablemente cálido por un lugar
verdaderamente frío? Dada la naturaleza humana, voy a escoger esta tercera de las tres.
La segunda, viniendo desde California.

Ella deambuló alrededor del tablero, volvió a mirar la pantalla. — Esa porción
oriental, es la misma cosa, pero tal vez algo sucede. Tienes que irte. O sólo lo inicias otra
vez. Es un viaje más largo que si vinieras del sudeste, de manera que quizás vuelvas a
hacerlo en el verano. Probablemente desde tan atrás. No piensas que es invierno, y te
pones en camino. Pero esas son un montón de víctimas no halladas y/o casos no resueltos.

— Elige cualquier punto a lo largo de esa ruta como punto de partida, — le dijo
Roarke. — Arizona, Nuevo México, Oklahoma. Cualquiera de esos son más probables que
los puntos al norte de ellos.

— Sí, por eso es que me gusta esa ruta. Estudiando, especulando, ella enganchó sus
pulgares en los bolsillos, tamborileó sus dedos. — Ellos podrían haber empezado en
cualquier parte desde el punto occidental más lejano, y en el mapa tiene sentido. Línea de
tiempo…… parece más posible que ellos tuvieran su primera víctima ¿aquí? ¿Qué es
esto?—

— Nuevo México.

— ¿Por qué esa gente que hace los mapas, o los que les dan el nombre a los estados
ponen tantos Nuevo donde sea?

— Así habla la Neoyorkina.

— La pregunta se mantiene. Si tan apegados estaban a México, o Hampshire o York,


¿por qué simplemente no los dejaron así? De cualquier manera, acerca de Nuevo México, o
esa parte de Texas o de Oklahoma. Para mí eso es lo más probable, y también la primera
posibilidad. Desde el sudeste de Texas, a Luisiana, Mississippi, Arkansas. ¿Por qué S—
A—S se pronuncia S—A—W? Debería ser Ar—Kansas. ¿Acaso Kansas objetó?—

Curiosamente, él encontró la pregunta perfectamente razonable. — No puedo


decirte.
— Eso no tiene nada que ver con esto, pero es una pregunta. La segunda ruta es más
probable para mí.

Curiosamente, pensó él otra vez, esa también le había parecido la más probable a él.
¿Por qué? Y esa también es una pregunta.

— Es esa cuestión del sur—al—norte otra vez. De lo cálido a lo frío. Es sólo una
intuición, pero me da esa impresión.

— Eso mismo me pareció a mí, — le dijo a ella. — Pero eso puede ser debido a que
estoy acostumbrado a la manera en que viaja tu mente.

— O puede ser porque simplemente parece lo correcto. Vamos a trabajar con


personas desaparecidas y casos no resueltos en las otras rutas, pero voy a enfocar mis
propios esfuerzos en la segunda ruta.

Ella extendió la mano para agarrar su café del escritorio, y se dio cuenta de que no
estaba allí. Mientras ella fruncía el ceño Roarke le entregó lo que quedaba de éste.

— Esto está bien, — le dijo a él. — Nos da ángulos para trabajar hasta que tengamos
el siguiente cuerpo.

Él le despeinó el cabello. — Eso es pensar positivamente.

— Lo es. Estoy segura de que va a haber otro cuerpo. Lo que es detestable es saber
que otro cadáver podrá darnos más con lo que trabajar.

Ella volvió a estudiar el mapa, sacudió la cabeza. — De manera que trabajar hacia
atrás es lo mejor que podemos hacer. Voy a organizar esto y enviarlo fuera. Peabody
puede empezar a hacer algunas investigaciones en la primera ruta.

— ¿Por qué no hago lo mismo con los menos probables? Al menos podrás tacharlos.

Ella lo miró. Incluso en ropas casuales, él irradiaba mando. Él tendría un montón de


negocios propios que ver. — Ese es un trabajo policial bastante aburrido para una noche.

— Lo bastante aburrido como para que yo pueda avanzar en mi trabajo menos


aburrido al mismo tiempo.
— Te lo debo.

— Ya elaboraremos un programa de pagos.

— Sí, como si yo no supiera cuál es tu moneda de cambio.

Él se rió, y la atrajo para darle un beso. — Lo cual me hace el hombre más rico del
mundo.

— Tu ya lo eres, y bastante.

— No sin ti. Esta vez él la besó en la frente, tiernamente. — Ya no más.

Él lo decía en serio, pensó ella mientras regresaba a su escritorio. Y ella entendía el


sentimiento. Una vez la placa había sido suficiente para ella. Todo para ella.

Ya no más.

Con la primera ruta encargada a Peabody, y la otra a Roarke, Eve se puso a trabajar
en la segunda probabilidad. Ella entró en IRCCA, la depuró región por región, dividiéndola
en tres búsquedas. Personas desaparecidas, homicidios sin resolver y, la última,
incidentes que combinaban ambas.

Eso tomaba tiempo, siempre lo hacía, de manera que mientras ella esperaba por los
resultados iniciales, regresó a su tablero, eligió una víctima al azar.

Ella se sentó, revisó el archivo del caso, preguntándose qué habría hecho ella de
forma diferente, en todo caso, si hubiera algunos lapsos que pudiera llenar, qué patrón ella
podría empezar a crear.

La intensificación era un patrón claro, el aumento en la violencia y la duración de la


tortura, la disminución del tiempo entre los asesinatos conocidos.

Lo normal, pensó ella, para el perfil y la patología de los asesinos en serie.

Desde la primera víctima conocida hasta la última, notó ella, el marco de tiempo iba
desde las dieciocho horas en que fueron vistas por última vez hasta las cuarenta y nueve
horas que era el Tiempo de la Muerte. El lapso entre el Tiempo de la Muerte de la
primera víctima conocida y la última vez que fuera vista la segunda víctima era de diez
días. El lapso entre la víctima en Nueva Jersey y Kuper era de cuatro días.

Se acabó el viaje, si es que ella los interpretaba correctamente. Ahora ya se habían


establecido. Ya no más ciudades pequeñas, ni caminos secundarios. Era tiempo de la gran
ciudad.

Ella cambió de posición para mirar la oscuridad a través de la ventana.

Ellos tendrían a otro ahora, o pronto. Antes de la mañana si el patrón continuaba. Y


eso le daba a ella dos días para encontrarlos, y salvar una vida.

Sus ojos se abrieron como platos por el shock cuando los resultados empezaron a
llegar. Demasiadas personas desaparecidas que seguían estándolo, decidió ella, y
demasiados casos no resueltos.

Ella se enfocó en la tercera búsqueda, y en su menor número.

— Puede que tenga un par de posibilidades, — dijo Roarke mientras entraba.


Entonces levantó las cejas cuando vio la fiera mirada en su rostro mientras ella trabajaba.
— Y yo diría que tienes su rastro.

— Al Sudoeste de Missouri. Esa pequeña porción que se apretuja entre Arkansas y


Tennessee.

— Una zona aislada llamada Cutter's Bend.

Esa fiera mirada se alzó. — Diste con esa.

— Esta apenas rozó mi búsqueda. Un muchacho de diecinueve años, desapareció a


finales de Septiembre cuando iba de camino a casa desde el campo de baseball una noche
templada. Él nunca llegó a casa.

— Su cuerpo fue hallado casi una semana después, tirado en una zona arbolada sobre
el límite con Tennessee. Para entonces la descomposición y los animales se habían hecho
cargo de él. Muñeca rota, dedos quebrados, tajos, perforaciones, sin evidencia de abuso
sexual, pero con evidencia de haber estado atado en las muñecas y los tobillos. Golpe con
objeto contundente, en la parte trasera de la cabeza, algunas marcas de quemaduras
evidentes.
— Diez días antes de que confirmáramos a nuestra primera víctima en el día que él
desapareció. No había un corazón tallado, pero con la descomposición y los animales no
era probable hallarlo de cualquier manera. Y si sigues desde esta víctima…….

— Noah Paston.

— Sí, continúa desde Paston a la primera confirmada y llegas a Ava Enderson.

Roarke se acercó, apoyó una cadera en su escritorio. — A ella no la encontré.

— Nadie lo ha hecho. Ella desapareció casi al tiempo que dos chicos se toparon con
los restos de Paston. Viajaba sola, de Memphis a Nashville, vista por última vez,
confirmado cenando en una cafetería cerca de las siete de la noche, a unas diez millas
fuera de la carretera. Del tipo amigable, de acuerdo a la mesera que la atendió. Ella dijo
que se dirigía a Nashville para tener una pequeña reunión con algunas amigas, pero ya que
ellas no llegarían hasta el día siguiente, ella estaba jugando con la idea de pernoctar por la
noche y comenzar el viaje fresca en la mañana, ya que su coche no estaba andando bien de
cualquier manera.

Mientras ella hablaba, Eve puso en la pantalla la foto de la identificación de la mujer.


— La mesera le recomendó un par de lugares. Enderson dijo que quería algo tranquilo y
rústico, algo fuera del camino. De manera que la mesera le habló de este lugar, una
especie de posada. Enderson lo buscó en su computadora portátil y le gustó lo que vio, de
manera que reservó una habitación.

— Y, yo asumo, que no llegó allá.

— Asumes correctamente. Su coche fue encontrado a cerca de dos millas de este…


Aquí está. Ella lo resaltó en la pantalla. — Posada Sundown. Estaba en mal estado. Con la
capota subida, su equipaje todavía estaba en el maletero. La computadora de la consola
había sido removida, de manera experta. Ellos no la han hallado a ella.

— Muéstrame la ruta, — le pidió Roarke, y entonces asintió mientras la estudiaba en


la pantalla. — Ya veo, sí. Una navegación muy lógica desde el muchacho, a esta mujer, a la
primera víctima confirmada.

Sí, ella tenía el rastro, y tenía que ponerse de pie, y pasear por su oficina mientras lo
seguía.
— Tengo otro en Kentucky que me suena, y uno en Virginia Oeste que mi instinto me
dice que es trabajo de ellos. Ese estaba haciendo la cosa esa de caminar y acampar, lo
cual me desconcierta. ¿Por qué alguien querría hacer eso a propósito? Acurrucarse junto
al fuego a la intemperie, ¿dormir en una carpa? Pero ellos lo hacen. Su esposa envió una
alarma cuando él no se puso en contacto con ella ya que él se comunicaba cada mañana, y
no contestaba su enlace. Ella despotricó contra los policías hasta que fueron a su
campamento. Él lo había registrado. No estaba allí, y ellos pensaron que sólo se había ido
a caminar ya que no había señales de que estuviera engañando a su esposa.
Ella regresó a mirar la pantalla.

— Seis días antes ellos encontraron su cuerpo, al fondo de un barranco. Los animales
y la descomposición otra vez se habían encargado del cuerpo, y ellos lo juzgaron como una
muerte accidental. Pero la esposa hizo un verdadero escándalo, fue a los medios,
consiguió abogados, contrató detectives privados. De manera que ellos marcaron este
archivo.

Eve hizo un ademán mientras dividía la pantalla entre la foto de la identificación y la


ruta. — Jacob Fastbinder. Y aquí yo le creo a la esposa, ya que él era un fanático del
senderismo, hacía viajes de excursiones al menos dos veces al año, cada año desde que
tenía como doce años. El conocía la región, era inteligente y preparado y era cuidadoso. Y
no tenía su mochila cuando lo hallaron. Los policías locales dicen que podía haberse
perdido o haber sido arrastrado al caerse, pero esas son tonterías. Tampoco tenía su
sofisticada unidad de pulsera para senderismo. El forense no puede confirmar si algunas
de las heridas fueron infligidas o sufridas durante la caída.

— Vas a hablar con la esposa.

— Oh, sí. Ella prefirió enterrarlo, eso es lo que saqué de su obituario. Pienso que
ella estaría dispuesta a permitir que los restos de su esposo sean exhumados y
examinados por un antropólogo forense.

— Vas a recurrir a DeWinter. Asintió Roarke. — Una buena decisión.

— Tengo un par más a los que les quiero dar un buen vistazo. Ella se frotó los
cansados ojos. — Pero sé que estos suben el conteo. No puedo decir si el muchacho de
Missouri fue el primero, todavía no se siente como que lo fuera, pero él es de ellos.

— Ahora él es tuyo.
Ella se encogió de hombros, lanzó una mirada hacia el AutoChef.

— Tú necesitas dormir. No puedes comunicarte con la esposa del senderista a esta


hora, o despertar a alguno de los policías de estos casos, no a esta hora.

El la hizo ponerse de pie. — A menos que Peabody también encuentre algo, tú puedes
empezar tu ruta en Missouri, y retroceder desde allí si sientes que el muchacho no fue su
primera víctima. Dale a tu mente y tus instintos un descanso.

Ella no discutió sólo porque quería que esto se asentara, que diera vueltas en su
subconsciente. Noah Paston, y ella lo añadiría a él a su tablero en la mañana, no había sido
el primero.

— Paston, — dijo ella mientras Roarke la llevaba fuera de la oficina. — Los locales
hicieron un trabajo minucioso, y cuando él fue encontrado sobre el límite del estado,
llamaron a los federales. Es una comunidad pequeña del tipo rural. La gente conocía al
muchacho. Él les gustaba. Él había tenido un rompimiento con su novia, y unos
encontrones con el tipo por el que ella lo había plantado, pero nada serio. Y el tipo con el
que se había enfrentado tenía una coartada sólida, y simplemente no daba la impresión de
ser un asesino.

En el dormitorio ella se quitó las zapatillas. — Él iba bien con sus estudios, optó por
hacer cursos por internet en lugar de ir a la universidad de manera que pudiera quedarse
en casa y ayudar con el negocio familiar. Un vivero. Y él jugaba baseball, entrenaba a la
Liga Menor junto con su padre. Él le gustaba a la gente, eso vino a través de los informes.

— ¿Por qué no el primero?

— Eso simplemente no me convence. Es el lugar erróneo, el tiempo erróneo


nuevamente. Generalmente él conducía a casa desde la cancha. Él tenía una camioneta
pequeña. Pero se la prestó a un amigo cerca de una hora antes de que terminaran las
prácticas. Y él se quedó más tiempo para trabajar uno a uno con un chico y luego lo
acompañó a su casa. Esa no era su rutina usual, de manera que si alguien estaba
esperándolo, él no habría llegado cuando ellos lo esperaban. Él tomó un atajo, ya que
estaba a pie, o le dijo al chico que iba a hacerlo, y se dirigió en la dirección del camino
secundario que cruzaría el campo y pasándolo llegaría a su casa. Eso fue al atardecer.
Empezaba a oscurecer.

— Y esto dos pasaron por ahí, y lo vieron.


— Sí, podría ser así. Le preguntan si quiere que le den un aventón, o le piden
indicaciones. O la mujer lo atrae de alguna manera. Él era un atleta, joven, rápido. Él
tenía un bate de baseball, pero lo atraparon. Él no era un objetivo fácil, no realmente,
pero ellos ven a un joven, estúpido, sólo por un camino secundario en la oscuridad. Él era
un muchacho, de manera que no es por el dinero. Él no tenía dinero por último. Un enlace,
y ellos nunca lo hallaron, un buen bate y un guante, pero nada de verdadero valor. Y ellos
no lo violan o abusan de él sexualmente, de manera que no es eso.

— Cuestión de azar.

— Eso es lo que me parece. Eso estaba dando vueltas en su mente, y ella quería
asimilarlo bien. — Y el primero no va a ser como esto. El primero tuvo un motivo, tuvo el
fusible que los encendió. No he encontrado al primero.

— ¿Por qué arrojar el cuerpo tan lejos, sobre los límites del estado, haciendo que el
FBI se involucre?

Ella se puso un camisón. — Ellos estaban en camino a algún lugar tenían un destino en
mente para la noche. Lo agarraron en el camino, probablemente lo incapacitaron. Tengo
que imaginarme que ellos no pensaban en cruzar la línea estatal, no consideraban eso. Sólo
llevarlo a una buena distancia, les da mayor tiempo para jugar.

Aún reflexionando, ella se estiró en la cama, acariciando distraídamente la cabeza de


Galahad cuando él saltó encima para unirse a ella. — Muchos lugares fuera del camino por
allá, como con la víctima que se dirigía a Nashville. Una casa antigua, una cabaña, una
casucha de pesca, cualquier cosa. Limpiarla cuando terminaban, tirar el cuerpo lo
bastante lejos del sitio del asesinato. ¿Quién buscaría?

— Tú.

— Ahora, sí. Ahora tenemos bastante retrospectiva.

— Entonces, — corrigió él, y se deslizó dentro de la cama al lado de ella. — Tu


habrías considerado la ruta, justo como lo haces ahora habrías considerado que ellos
necesitarían un lugar para retenerlo, y habrías buscado.

— Esto no lo ayuda a él ahora. Hay uno en Arkansas, es una baja probabilidad, pero
quiero echarla otro vistazo. Y un segundo en Virginia Oeste, yo pienso…
— Mañana. Roarke la envolvió con un brazo, y la atrajo más cerca. — Dejémoslo
descansar hasta mañana.

— Tú sólo quieres que te pague.

— Yo había considerado dejar la deuda pendiente, con intereses considerables, pero


estoy más que dispuesto a recibir el pago ahora.

— Tú siempre estás dispuesto.

Mirándolo a los ojos ella le pasó la mano por el pecho, el torso, el vientre y lo
encontró caliente y duro.

— ¿Ves?— Ella envolvió sus dedos alrededor de él. — ¿Cómo ustedes pueden vivir
con esto?

— Es la carga que soporta un hombre.

— Sólo unas pocas pulgadas, y gobierna la mente, el ego y puede anular el sentido
común.

— ¿'Unas pocas'? Replicó él, haciéndola reír.

—Sabía que ibas a saltar.

— Usado adecuadamente puede gobernar la mente de una mujer, su ego y anular su


sentido común.

— Supongo que me vas a mostrar cómo usarlo adecuadamente.

— Sería un placer para mí.

El rodó colocándose encima de ella, pero primero utilizó su boca, muy


adecuadamente, sobre la de ella.

Ella se dejó llevar, le fue fácil, cuando antes había sido imposible, dejar a un lado el
asesinato y la muerte. Dar y recibir sin que el mundo interfiriera.
Sólo ellos dos, o sólo ellos dos después de que el gato aterrizara en el piso con un
sonido de irritación, en la gran cama bajo la claraboya. Tal como habían sido sólo ellos dos
en la isla, durante largos días soleados y agradables noches con frescas brisas.

Él podía transportarla, con esa boca, con esas hábiles manos. Ellas se movían sobre
ella ahora, deslizándose sobre sus formas como si las hubiese moldeado en cristal.

El amor, que ahora conocía – cuando antes ni había creído - podía ser calmado y dulce,
y aún sostener el mundo.

Se enroscó alrededor de él, desinhibida y dispuesta, con el corazón henchido con un


suspiro que susurraba felicidad, estimulando la sangre de él con la presión de sus dedos.
Y él estaba enroscado en ella, corazón, sangre y espíritu, tan entretejidos
intrincadamente entre sí que se fundían en uno solo.

— Te amo, — murmuró él en inglés, y luego otra vez en irlandés mientras el corazón


de ella latía con más fuerza bajo su mano, y su pulso saltaba contra sus labios.

Ella se apretó alrededor de él, rápido y con fuerza. — Tú eres el amor para mí. Tú
eres el amor. Ella le enmarcó el rostro, lo alejó lo suficiente para mirarlo a los ojos. —
Mío, — dijo ella, atrayendo sus labios hacia los de ella muy, muy suavemente.

Ella podía dejarse caer ahora, hacia ese pozo de amor insondable, hacia lo profundo y
apasionante. Ella podía flotar incluso mientras las sensaciones brillaban sobre ella, a
través de ella, dentro de ella. Y elevarse, saturada, cuando el brillo se convirtió en
centella.

Ella lo llevó con ella, lo llevo a lo ardiente y lo duro, lo llevó con ella hacia lo profundo
y lo apasionante de manera que se elevaron y cayeron juntos.

Con las manos unidas con fuerza, y los corazones latiendo al unísono. Cuando ellos
culminaron, el amor se derramó a través de ellos.

Ella se acurrucó contra él, abrazándose a la calidez, la forma, inhalando su aroma. Y


sus labios se curvaron contra su garganta.

— Pagado totalmente, amigo.

— Anotaré eso en el libro mayor, con un memo diciendo que me has ayudado a
soportar mi carga por otro día más.

Ella soltó una carcajada mientras su mente comenzaba a adormilarse. — ¿Cómo está
la mente, el ego y todo eso?

— Están bien, gracias. ¿Y las tuyas?

— Están bien. Todo bien. Somos buenos.

Él le acarició la espalda mientras ella se quedaba dormida, y sintió que la cama se


hundió cuando el gato dedujo que no había moros en la costa y se volvió a subir de un salto.

Él pensó que esto era bueno. Muy bueno en realidad.

No sería bueno para Jayla Campbell. Ella estaba más que cabreada mientras
caminaba fatigosamente cruzando Carmine, encorvada en contra del frío. Si Mattio no
hubiese sido tremendo cabrón, ella no se hubiese salido intempestivamente de la fiesta,
no estaría lo que parecía a millas de su apartamento, y sin un maldito taxi a la vista.

Él había tenido su mano, ambas manos en el culo gordo de esa rubia, y se habían
estado frotando las entrepiernas. No habían excusas esta vez, nada de —yo sólo estaba
pasando el tiempo— esta vez, nada de —Pero, nena, yo estaba medio drogado— esta vez.

Ellos estaban en la T de terminado.

Ella nunca debió de haber salido esta noche. Empezó el día de trabajo temprano, y
ella no conocía este vecindario. Ella no había conocido a nadie en la estúpida fiesta.

Debería haber escuchado a su compañera de piso y quedarse en casa. Pero ella había
estado un poco enfadada con Kari por decir que Mattio era un cretino tramposo. Ella
había estado un poco enfadada, lo admitía ahora, porque ella había sabido que era cierto.

¿Por qué diablos él tenía que ser tan atractivo y tan bueno en la cama?

Estaban en la T de terminado, se recordó ella, conteniendo las lágrimas y


texteándole a su compañera.

—Estoy en camino a casa termine con esta mierda.


Espérame levantada, okay si no estás en cama, levántate si lo estas.
Quiero vino y lloriquear. J.—

Ella parpadeó por las lágrimas que caían tanto por la rabia como por la pérdida del
cretino tramposo.

—¡Hey, señorita! ¡Hey, disculpe!—

Ella escuchó la voz, bastante gangosa y siguió caminando.

— Por favor, lo siento, pero en verdad estoy perdida. ¿Podría sólo decirme cómo
llego a Broome? ¿Eso es correcto? ¿Broome es correcto?

La voz gangosa se acercó apresuradamente a ella, y la mujer que la poseía temblaba y


se mordía el labio. — Simplemente estoy perdida, y estoy terriblemente nerviosa. Si
usted tan solo pudiera decirme qué camino tomar. Hace mucho frío, y no puedo encontrar
un taxi.

— Dígamelo a mí. Suspiró Jayla. — ¿Dijo usted Broome

— ¿Sí, con una 'e', es eso correcto? No soy de Nueva York.

hizo una mueca de sorpresa .

La mujer sonrió, y luego miró hacia abajo. — ¿Oh, podría mirar eso?

Instintivamente Jayla bajó la vista, se inclinó un poquito.

El golpe fue como de un martillo. Tal vez era un martillo. El dolor explotó, el mundo
giró, volviéndose rojo en los bordes. Ella trató de gritar, pero sólo pudo soltar un quejido.

Algo, alguien la empujó, le dio un tirón. Ella cayó con fuerza, lo bastante fuerte para
robarle el poco aliento que todavía tenía en sus pulmones.

— ¡La tengo, cariño!— La voz gangosa llegó como a través de un túnel, un túnel
anegado de agua. — Vámonos, la tengo. Te dije que me dejaras escogerlos a mí, Darryl.
Yo tengo buen ojo.

Alguien se rió. Aun cuando ella lloriqueaba, trató de voltearse, y el martillo volvió a
golpear, y la hundió en la oscuridad.
Capítulo 8

Eve despertó a lo familiar. El aroma del café, Roarke, ya vestido con uno de sus
trajes de amo del universo de los negocios, sentado en el sofá del área de la sala de estar
trabajando en su computadora portátil mientras la pantalla, en modo silencioso, pasaba la
información financiera que ella nunca entendería. Y el gato despatarrado sobre la parte
superior del sofá como algún potentado felino.

En serio, esto no se podía mejorar.

Ella se quedó quieta un momento, absorbiéndolo todo, y aun así él sintió que ella se
había despertado y dirigió su mirada hacia ella.

— Buenos días.

— Se siente como uno bueno, — decidió ella.

Eve se, levantó ya que nada era más atrayente que el aroma del café. Ya que él había
servido una cafetera, ella se acercó hacia allí, se sirvió una gran taza, y se regaló esa
gloria especial del primer sorbo de la mañana.

— ¿Con cuántos países y/o estaciones fuera del planeta has hablado esta mañana?—
preguntó ella.

— Sólo con Italia y con Olympus. Es un día lento.

— En tu mundo, — replicó ella ya que apenas eran las 6 a.m. — Ducha, — declaró ella,
y se llevó su café con ella.

Después del café, café verdadero, el agua caliente de los chorros laterales y de la
ducha igualaban el mejor comienzo de cada mañana. Habían días en los que ella no pensaba
dos veces al respecto ya que tales cosas se habían convertido en rutina. Y otros días ella
recordaba, con claridad brutal, el frío, el hambre, los lugares oscuros, y otros
dolorosamente brillantes.
Ella tuvo un fogonazo de la habitación en Dallas la parpadeante luz roja del club de
sexo, el frío glacial porque el termostato de temperatura estaba estropeado, el hambre
carcomiendo como una rata en su vientre, luchando con el ansioso temor de que su padre
regresara borracho, pero no lo bastante borracho, y le volviera a hacer daño.

Ella había vivido ocho años, con el hambre, el miedo y el dolor como sus constantes
compañeros.

¿Por qué debería estar pensando en eso ahora?, en una buena mañana con el agua
caliente cayéndole encima y el aroma limpio y levemente verde del gel de ducha elevándose
con el vapor.

Ella había soñado, se dio cuenta Eve. No, no su antigua pesadilla, no esa noche
horrible en que ella había matado a Richard Troy mientras él la violaba. Pero él había
estado en el sueño, en algún lado.

Su primer instinto fue descartarlo ella no podía decir que había superado los años de
trauma, pero había aprendido a lidiar con ellos, a ponerlos en su lugar y seguir adelante.
Pero descartarlo le daba a él demasiado poder, y debería subvertir lo que fuera con lo que
su subconsciente había trabajado mientras ella dormía.

Así que dejó que su mente vagara, dejó que sus pensamientos regresaran al sueño
mientras pasaba de la ducha al tubo secador. Y mientras el aire caliente soplaba
alrededor de ella, ella oyó música.

El chelo. Él había tocado el chelo. Un réquiem, así lo había llamado Dorian Kuper
quien se sentaba, llevando una corbata negra, y sacando notas lastimeras del instrumento
con el arco y sus hábiles dedos.

Un réquiem para todos.

Ella había visto los rostros de los muertos, sentados en silencio en la audiencia de lo
que había sido la casa de la ópera, toda recargada, dorada, con candelabros
resplandecientes. Con reflectores de luz azul sobre cada uno de los muertos.
Mírame. Aboga por mí.

Tantos de ellos, había pensado ella. Aquellas víctimas conocidas, las otras que ella
pensaba que lo habían sido.
Y asientos vacíos para aquellos de los que todavía tenían que saber, o peor aún,
aquellos que todavía tenían que llegar.

Demasiados asientos vacíos, pensaba ella mientras salía del aire caliente, y tomaba su
bata colgada ordenadamente de su gancho.

Richard Troy había entrado al escenario, sonriendo con esa mueca salvaje, tenía una
batuta de director de orquesta en la mano.

¡Animemos esto! Es tiempo para una tonada alegre. Matar te levanta el ánimo y pone
brío en tus pasos. Tú deberías saber eso, pequeña.

— Vete de regreso al infierno, — musitó ella, y oyó su voz en el sueño hacer eco de
ese sentimiento.

Eso la hizo sonreír, aunque con un poco de fiereza. El ya no podía llegar a ella, no
podía hacerla estremecerse y temblar.

Pero el sueño, o la memoria del mismo, no le dijo nada que ella ya no supiera. Había
muchos, y habría más.

Ella regresó al dormitorio, reparó en que Roarke tenía dos platos cubiertos sobre la
mesa.

Podría ser avena algo más a lo que ella ya se había resignado.

Cuando ella se acercó y se sentó al lado de él, su mano la tomó de la barbilla, y le


volvió el rostro hacia él para besarla.

Otra bonita forma de empezar el día. Incluso aunque lo siguiente sería la avena.

Cuando él retiró las cubiertas, ella vio que no había estado equivocada. Pero él había
agregado una porción de tocino, un tazón de gordas frutillas, y otro tazón de esa cosa
crujiente acaramelada. Cuando se añadía las frutillas y la cosa crujiente a la avena, y
había tocino, todo se podía pasar bastante fácil.

— ¿Por qué cosas como la avena son buenas para ti, si tienen que ser raras?
— Hay mucha gente entre nosotros que no consideran la avena rara en absoluto.

— Apuesto a que hay más gente como nosotros que sí lo hace, — farfulló ella, y
disfrazó la avena con frutillas y el caramelo crujiente.

— Es una buena manera de empezar un día nevado.

— ¿Nieve?— Ella levantó la vista y la dirigió hacia la ventana por donde se veía el
gris y el blanco.

Ella vio que no era la fina nieve de ayer. Eran, gruesos y rápidos copos blancos.

— Mierda.

— Se ve adorable desde aquí, con el desayuno sobre la mesa y el fuego crepitando.

— Lo cual sería genial si pudiéramos sentarnos aquí hasta que deje de nevar.

— ¿Hay algo que no puedas hacer aquí durante la mañana?

Probablemente ella podía trabajar en casa. El equipo de aquí y el otro equipo


disponible para ella avergonzaba el equipo que ella tenía en la Central. Pero…

— Yo necesito a Peabody, — empezó ella.

— Puedo arreglar un transporte para ella.

Él podía, pensó ella, y lo haría. Y aun así había un pero.

— Acabo de regresar de mi permiso. Mi gente necesita que yo esté allá, tanto como
pueda arreglármelas. Y Trueheart da su examen para detective mañana. Baxter es una
calamidad al respecto.

— Estar hecho una calamidad por su joven ayudante habla muy bien de él. Y no digas
que no estabas preocupada cuando Peabody hizo su examen.

— Yo la entrené a ella. Si ella no lo hubiese pasado, yo le habría pateado el trasero.

— ¿Cómo piensas que le irá a nuestro joven Trueheart?


— Él lo pasará. Si no lo hace significa que no está listo. Significa que dejó que sus
nervios lo traicionaran. Un policía no puede permitir que sus nervios lo traicionen, de
manera que no estaría listo. A menos que él y Baxter cojan un caso caliente, los voy a usar
en mi investigación. Son más manos y ojos, y los mantendrá a ambos ocupados y
entretenidos.

— Tú eres una buena jefa, Teniente.

— Los policías bajo mi mando se merecen una, de manera que yo necesito serlo. Si
Trueheart lo logra voy a solicitar otro uniformado.

— ¿Alguien en mente?—

— Un par a los que les echaré un vistazo, si se da, y cuando se dé el momento. Ella
sintió que el gato empezaba a bajarse sigilosamente del sofá como una serpiente cuando
ella cogió un poco de tocino. — ¿Qué tienes en tu plato hoy día?

— Una cantidad de reuniones, revisiones muchos de los cuales, afortunado que soy,
puedo manejarlos desde aquí vía enlace o holográficamente. Más tarde me aventuraré a
salir. Quiero pasar por el refugio juvenil, el trabajo está progresando muy bien por allá.
Y como yo también he estado fuera querré pasar un tiempo en mi oficina. — El levantó
alegremente su cuchara con avena. — Yo también soy un buen jefe.

— De legiones.

Cuando el gato se deslizó sobre su panza, con los ojos fijos en el tocino, Roarke
apenas giró la cabeza, levantó una ceja. Galahad rodó sobre su espalda y dio un gran
bostezo.

— ¿Por qué piensa que se va a salir con la suya?— preguntó Eve. — Él nunca lo logra.

— No puedes conseguir el premio sin tratar de alcanzarlo.

Reconociendo el punto, ella fue a alcanzar el premio de más café y su comunicador


dio una señal.

— Diablos. Ella se puso de pie, y fue a cogerlo de la cómoda. — Dallas.


— Despacho, Dallas, Teniente Eve. Ir a ver a la mujer en Bond 623, apartamento
902. Whittiker, Kari ha reportado una posible persona desaparecida. Según usted lo
requirió se le notifica de posibles personas desaparecidas.

— Correcto. ¿Quién ha desaparecido?

— Campbell, Jayla, edad, veinticuatro años, mujer de raza mixta. Vista por última
vez en Carmine 754, apartamento 615, aproximadamente a las veinticuatro y treinta
horas.

Ella miró ceñuda el comunicador antes de bajarlo a la cómoda otra vez. —


Probablemente nada. Probablemente se encontró con alguien, pero pedí que me
informaran de cualquier desaparecido o posibles desaparecidos por sobre los dieciséis
años de edad. Ellos nunca han ido tras chicos, eso es lo que sabemos.

— Pequeñas bendiciones. ¿Quieres que vaya contigo?

— No tiene caso. Lo tomaré sola, sólo me encontraré con Peabody en la Central. La


mujer no ha estado desaparecida ni siquiera por ocho horas, de manera que
probablemente no es nada.

— Y aun así.

— Y aun así. Ella se dirigió al vestidor. — Si esto resulta ser una de sus víctimas,
tenemos muchísimo más tiempo del que nadie ha tenido antes. Eso es un comienzo.

Ella salió con un suéter azul marino con cuello redondo, pantalones marrones y una
chaqueta marrón. Y volvió a fruncir el ceño cuando él le alzó la ceja como lo había hecho
con Galahad y el tocino.

— ¿Qué? ¿Qué tienen de malo estas cosas?

— Quédate con el suéter y los pantalones. Él se puso de pie, le quitó la chaqueta, y


entró al vestidor.

— ¿Por qué no puedo hacerlo correctamente?— demandó ella. — Yo pienso que lo


hice bien, pero te gusta hacerme creer que no lo hago bien.

— No está mal del todo. Sólo que hay una mejor elección.
Ella se puso una camiseta corta, mascullando sobre mejores elecciones, se puso la
ropa interior, y estaba agarrando los pantalones cuando él salió con una chaqueta, una
marrón, maldita sea.

Pero era una que tenía unas sutiles rayas azul marino. Las botas también erar azul
marino, con una raya marrón más ancha a los lados de los tobillos.

Ella sabía que nunca las había visto antes.

— A prueba de agua, aisladas, — le dijo a ella. — Tus pies estarán más contentos.

— ¿Cuántos pares de botas tengo allí dentro?

— No podría saberlo.

— Tú eres quien las compras, de manera que deberías de saberlo. — Se puso el


suéter y se peinó con los dedos cuando sacó la cabeza.

Y él la besó. — Es uno de mis pequeños placeres. ¿Me lo negarías?

Ella agarró las botas y se sentó. Sintió el calor, el sólido apoyo en el momento que
sus pies estaban dentro. — ¿Sabes cuántos pares de botas tenía yo antes de conocerte?

El sólo sonrió cuando ella se levantó, y fue a agarrar el arnés de su arma lo cual le
hizo ver a ella que él lo sabía sin lugar a dudas.

— Dos, y un par en realidad no contaba ya que eran sólo para uso de emergencia
porque estaban para tirarlas. Y aun así yo atrapaba a los tipos malos.

— Lo hacías. Ahora los vas a atrapar con unos pies más cómodos y con estilo.

Ella tomó la chaqueta que él le alcanzó, se la puso y comenzó a meter en varios


bolsillos lo que necesitaba. — Tú sabes que me casé contigo por el sexo y el café, no por
las botas.

— ¿Entonces no es agradable tener la bonificación?

Esta vez ella le agarró el rostro y lo besó. —Sí. Voy a coger algunas cosas de mi
oficina, y luego estoy en el campo. Te veo en la noche.

— Estaré aquí por lo menos hasta las once, eso estoy pensando, si es que me
necesitas. Mientras tanto, cuida de mi policía.

— Casi está en lo alto de mi lista, — dijo ella y salió.

— No lo está, no, no está cerca de lo alto. — El volvió la mirada y vio que el gato se
las había arreglado para aprovecharse de la distracción y conseguir el pedazo de tocino
que todavía había en el plato de Eve. — ¿Y es por eso que tu continúas intentándolo, no es
así? De vez en cuando, te llevas el premio.

Galahad se pasó la lengua por los bigotes y eructó.

Cuando ella llegó al piso de abajo, su abrigo estaba envuelto en el poste de la


escalera con la bufanda de Peabody doblada nítidamente sobre éste, y el gorro con el copo
de nieve del Sr. Mira encima, y un nuevo par de guantes había sido agregado al conjunto.

Ella pensó en meter el gorro en su bolsillo, pero pensó en la espesa nieve, y lo


reconsideró. Simplemente lo vería como un amuleto de la buena suerte, decidió. Hasta
que se las arreglará para perderlo como perdía cada gorro y cada par de guantes que
alguna vez había tenido. Ella se envolvió la bufanda, y como los extremos colgantes eran,
para su forma de pensar, una oportunidad para que el oponente la estrangulara en una
pelea de cuerpo a cuerpo, se los metió dentro del abrigo.

Poniéndose los guantes, ella salió hacia el muro de nieve donde su coche ya estaba
estacionado y funcionando, con los calentadores, se imaginó ella, activados al máximo.

Rutina, volvió a pensar ella. Tales cosas se habían convertido en rutina. Eso no
significaba que ella las diera por sentado. Ella se imaginaba que Summerset había soltado
una seca risita macabra mientras sacaba el gorro del copo de nieve, y había resoplado con
toda seguridad cuando había sacado los nefastos guantes. Pero él los había sacado.

— De manera que gracias, — murmuró ella, y se fue conduciendo su feo y cálido


coche.

Ella le envió a Peabody un mensaje de voz, informándole a su compañera que estaba


verificando la posible desaparición de una persona, y que planeaba reportarse a la Central
como de costumbre.
— Continúa con los potenciales que te envié, — añadió ella. — Consigamos una
sensación de las víctimas, y de los policías locales que llevan esos casos. Si algo me suena
en esta posible persona desaparecida que estoy verificando, te llamaré.

Ella podría tener a Baxter y a Trueheart empezando con los dos que ella no había
revisado minuciosamente, reflexionó ella. Pero eso podía esperar.

Ella fue conduciendo hacia SoHo, obligada a conducir a la defensiva en cada cruce.
Porque en cada cruce había estúpidos que le tenían fobia a la nieve, concluyó ella. Los
cuales incluían transeúntes tan apurados por salir de la nieve que no se molestaban en
mirar cuando usaban el paso de peatones.

Los maxibuses avanzaban pulgada por pulgada hasta el punto que ella quería arrasar
con todos ellos, y ella se consolaba por que al menos el clima no permitía transitar a los
dirigibles con los anuncios.

Le tomó el doble de tiempo que le debería haber tomado llegar a Bond, y el shock de
encontrar un espacio para estacionar casi en frente del edificio casi provocó que ella lo
perdiera por un furtivo sedan.

Ella encendió las sirenas, le dio un susto al del furtivo sedan, y se deslizó suavemente
en el espacio.

El sedán, obviamente cabreado y receloso, permaneció unas pulgadas aparte. Eve


salió del coche pensando: ¿Quieres pelear conmigo, amigo?

Ella abrió su abrigo, mostrando su arma en la funda, sostuvo en alto su placa. Lo miró
fijamente.

El sedán siguió su camino.

Otra agradable nota para la mañana, decidió ella, y camino trabajosamente a través
de la nieve hacia la entrada del edificio con sus ladrillos bellamente reparados, sus
escalones cubiertos de nieve y la barandilla de hierro curvada.

Un edificio sólido, determinó ella, cuidadosamente rehabilitado, seguridad decente


con cámaras y placas para leer palmas.
Pensó utilizar su llave maestra, pero lo pensó mejor, y presionó el 902.

La respuesta fue lo bastante rápida para que ella se diera cuenta de que quienquiera
que estuviera en el otro extremo, había estado parada cerca.

— Sí.

— Teniente Dallas, NYPSD. Srta. Whittiker.

— Sí. Sí. Estoy dejándola entrar. Por favor, suba enseguida. Estoy esperando.
Suba enseguida.

Eve empujó la puerta cuando zumbó, y sonaron los cerrojos desactivándose. El


pequeño vestíbulo mostraba el mismo cuidado que el exterior con los pisos de imitación de
madera limpios y un par de elevadores con resplandecientes puertas negras.

Ella tomó uno al noveno piso, complacida cuando éste subió con suavidad y casi sin
hacer ruido. En el momento que ella salía del elevador, una puerta se abrió corredor
abajo.

La mujer llevaba unas modernas rastas cortas alrededor de un rostro esculpido en


ébano. Los enormes ojos castaños se veían exhaustos y preocupados mientras juntaba las
manos con fuerza.

— ¿Usted es de la policía?

Eve sacó su placa. — Teniente Dallas. ¿Usted es Kari Whittiker?

— Sí, pase. Ellos dijeron, cuando contacté con la policía, dijeron que Jayla no había
estado fuera de contacto el tiempo suficiente para ser considerada persona desaparecida.
Incluso cuando les expliqué todo, ellos dijeron que esperara otro día, que intentara
comunicarme con su enlace, con otros amigos. Luego me llamaron hace sólo un momento, y
dijeron que alguien estaba en camino.

— ¿Usted la encontró? ¿Es por eso que está usted aquí?

— No. Yo sólo estoy haciendo el seguimiento.

— Usted es una teniente. Aquellos ojos cansados y preocupados chispearon. — Los


tenientes no sólo hacen un seguimiento. Mi padre es de la Marina, igual que mi hermano.
Yo sé cómo funcionan los rangos.

— Estoy haciendo el seguimiento porque estoy revisando cualquier reporte de


personas desaparecidas en conexión con otro caso. Por qué no nos sentamos, ¿y usted me
puede explicar lo que dijo cuándo hizo la denuncia?

— ¿Qué otro caso?

Inteligente y avispada, pensó Eve, lo cual podía ser útil. Pero en este instante ella
necesitaba información. — Srta. Whittiker, hacerme preguntas no va a ayudar a localizar
a su amiga. Responder a las mías podría serlo.

— Okay, usted tiene razón. Lo siento. No he dormido nada.

Ella hizo un ademán hacia un sillón en la sala de estar que era femenina sin florituras.
Colores cálidos, una multitud de cojines, mantas suaves, flores y velas.

— ¿Cuándo vio por última vez a la Srta. Campbell?— preguntó Eve.

— Ella salió anoche cerca de las nueve, con Mattio. Mattio Díaz. Ellos iban a una
fiesta, no estoy segura en dónde. En el West Village, creo.

— ¿Ustedes son compañeras de piso?

— Es correcto. Hemos vivido juntas por casi cuatro años ahora, fuimos compañeras
de habitación en la universidad, y conseguimos este lugar inmediatamente después.

— Voy a asumir que ella ha pasado fuera toda la noche antes de esto, y que usted
tiene otra razón para estar preocupada.

— Sí, sí a ambas cosas.

Kari volvió a juntar sus manos. Ella vestía unos pantalones ajustados del color del
acero y un grueso suéter a la altura de las caderas de color rojo, y para Eve ella estaba
haciendo un gran esfuerzo para mantenerse calmada y coherente.

— Ella me mandó un mensaje anoche cerca de las doce y treinta, dijo que estaba de
camino a casa porque yo había tenido razón y Mattio era un pendejo. Me pidió que la
esperara levantada si todavía no estaba en la cama, yo no lo estaba. Quiero decir que sí
estaba en la cama, pero estaba viendo un video. Así que me levanté, saqué una botella de
vino y nuestra reserva de emergencia de brownies de chocolate. Pero ella no llegó a casa.
Yo esperé hasta cerca de la una, la llamé a su enlace, pero la llamada no pasaba.

— ¿No pasaba?

— Cómo si se hubiese terminado la batería, o se hubiese malogrado el enlace, o algo.


Ni siquiera pude dejar un mensaje de voz. Lo intenté una y otra vez, pero ella nunca
contestó.

— ¿Qué hay acerca de este Mattio?

— Oh, llamé a ese cabrón. Ahora ella irradiaba repulsión. — Espere hasta cerca de
las dos de la madrugada porque no quería hablar con él, pero lo llamé. Todavía estaba en la
fiesta, drogado, gran sorpresa. Él dijo que ella se había ido, no podía decir cuándo, no le
importaba mucho si usted me lo pregunta, y salió con su explicación de costumbre sobre
que ella lo había malinterpretado, y se había puesto celosa.

Los ojos se le anegaron de lágrimas pero eso no disminuyó el fuego que los encendía.

— Él es un tramposo, y un perdedor. Y yo estaba tan contenta cuando Jayla me


mandó el mensaje porque ella sonaba verdaderamente harta esta vez. Puedo volver a
reproducirlo para usted.

— Sí, haga eso.

Kari sacó su enlace del bolsillo. — Lo he escuchado una y otra vez, como si cada vez
me fuera a dar cuenta de algo que se me había pasado, pero…

Ella presionó el botón de reproducir.

Eve escuchó, y comenzó a sentir la quemazón.

Era la voz de una mujer que estaba enfadada, quien estaba dirigiéndose a casa
porque quería a su amiga y un oído solidario. No una que había decidido regresar a la
fiesta y engancharse con algún otro tipo para pasar la noche.

— ¿Cómo habría ella llegado a casa?


— Ella hubiese tomado un taxi si podía. A ella no le gusta el subterráneo, no le gusta
estar bajo tierra. De manera que si ella no pudo encontrar un taxi, ella hubiese caminado.

— Es una larga caminata en una noche fría.

— Ella estaba cabreada, y eso la hubiese mantenido activa por un rato. Teniente, yo
sé lo que usted está pensando. Ella es una adulta. Ella tuvo una pelea con su novio, se
comenzó a dirigir a casa, cambió de opinión. Tal vez se metió en un bar, o contrató a un
Acompañante Licenciado, o se encontró con alguien que conocía y se fue con él. Pero ella
no lo haría. Ella me pidió que la esperara levantada. Ella nunca hubiese dejado que me
preocupara de esta manera. Ella se hubiese comunicado conmigo. Nosotras somos amigas.
Somos las mejores amigas. Nosotras somos como hermanas. Yo la conozco a ella, y ella no
haría esto. Algo le sucedió a ella.

— ¿En dónde trabaja ella?

— Ella trabaja para una agencia de modelaje, que es donde conoció a Mattio Pendejo
Díaz. Él es un modelo. Ella contrata modelos para agencias de publicidad, para
diseñadores. Frosted. Ella trabaja para Frosted. Ellos están en el Edificio Flatiron aquí
en Nueva York. Ellos tienen agencias en Europa y Asia. Ella viaja algunas veces.

— ¿Tenía ella problemas con alguien? ¿Alguien la molestaba?

Kari cogió una de sus rastas, la enroscó, y la desenroscó. — Ella trabaja con modelos,
de manera que hay muchísimo drama y exigencias. Ella es buena en eso. De hecho que
habría alguien cabreado, si ella lo rechazara, o el cliente lo rechazaba cuando ella lo
enviaba. Nadie específico en quien yo pueda pensar.

— ¿Algunos tipos que quisieran tomar el lugar de Mattio con ella?

— Bastantes. Ella estaba perdiendo el tiempo con él. Por ejemplo el tipo del
apartamento cruzando el pasillo.

— ¿Cruzando el pasillo?

— Sí. Ella dejó caer su mano, y dio un pequeño suspiro. — Luke Tripp. Él es soltero,
es simpático, y está interesado. Pero ella ha estado enfocada en Mattio, tratando de que
la relación funcionara.
— ¿Este vecino alguna vez se pone agresivo?—

— Oh Dios, no. Desearía que lo fuera, y tal vez ella lo notaría más.

—¿Y qué hay de Mattio? ¿Alguna vez se puso agresivo, algún tipo de abuso, físico o
de otra índole?

— No, físicamente, no. ¿Abuso?— El fuego se antepuso al miedo otra vez. — Yo


pienso que es abusivo ser un tramposo que lo tergiversa todo de manera que es la culpa de
la persona a quien está engañando. Pero así pienso yo. Él es un cabrón, pero nunca la
dañaría en esa forma. O en ninguna otra. Ella pelearía con él y le daría un golpe en su
preciosa cara.

Ella hizo más preguntas, y tuvo la clara imagen de una mujer joven, contenta y
exitosa en su trabajo, con un ecléctico círculo de amigos, quien había estado prendada del
hombre equivocado por cerca de ocho meses.

— ¿Puedo echarle un vistazo a su dormitorio?

— Oh, por supuesto. Mire lo que quiera y donde quiera. ¿Puede usted emitir, cómo
se llama… un boletín para todos los medios de comunicación o algo así? Tal vez ella tuvo un
accidente. Llamé a los hospitales y clínicas, a los centros de emergencia. A cualquier
sitio que se me podía ocurrir, pero…

— Deme una fotografía reciente de ella, — le dijo a Kari, para darle algo que hacer.
— Vamos a buscarla.

— Usted la va a buscar. Kari agarró la mano de Eve. — ¿Lo promete?

— Estoy buscándola ahora, consiguiendo información de usted, viendo en dónde vivía,


viendo sus cosas. Haremos una doble revisión en los hospitales. Y en la morgue, pensó Eve.

— Gracias. Muchísimas gracias. Su dormitorio está por aquí. Tengo montones de


fotografías. Traeré una para usted.

— Me gustaría tener su enlace.

— ¿El mío, por qué?


— Voy a hacer que alguien del DDE—Detectives Electrónicos, intente precisar la
ubicación. En donde estaba ella cuando le mensajeo.

— ¿Usted puede hacer eso?— Kari se lo sacó del bolsillo. — Aquí tiene, cualquier
cosa que usted necesite.

Eve utilizó su propio enlace para contactar a McNab.

— Hey, Dallas. Su atractivo rostro apareció en pantalla, el fogonazo de eslabones


plateados curvándose a lo largo de su oreja casi la dejó ciega. — ¡Día Nevado!—

— Necesito la locación de un texto. ¿Puedes hacer eso sin el enlace en tu mano?

— Yo soy el hombre que hace magia. Comunícame con el enlace, o conéctalo al tuyo, y
dame un par de minutos. Cuerpazo, — gritó él. — Tengo una tarea en progreso para tu
Teniente. No te abrigues todavía. Estábamos por ponernos el equipo para la nieve y salir,
— le dijo a Eve.

— Te conectaré en el enlace del civil.

— Usa este código, — dijo él, mientras que la pantalla mostraba sus movimientos
alrededor del apartamento dirigiéndose hacia el segundo dormitorio que ellos utilizaban
como una oficina mutua.

Ella usó el código que él le dio, escuchó la señal en la computadora de él.

— Okay, ¿qué modelo estás usando?

— ¿Cómo diablos lo voy a saber?

— No importa, espera, déjame… — Ahora ella vio su computadora, y los códigos


apareciendo en la pantalla. — Aquí está, okay. Ordena Función/Control/Interface.—

Ella hizo lo que él le instruyó, sintió el enlace vibrar levemente en su mano.

— Están apareciendo los textos. ¿Cuáles son los que estás buscando?

— Ese de allí. —Ella apenas pudo ver el nombre de Jayla en la pantalla de McNab. —
El último de Jayla Campbell.

— Vino y lloradera, esa es buena. Dame un par de minutos en esto. ¿Sabías que el
enlace está desactivado?

— ¿Cómo?

— Puedo investigarlo si tú quieres, pero no está receptivo. Este texto fue enviado
cerca de Carmine y la Sexta. Desde algún lugar en una zona de dos calles.

El rostro de Peabody apareció en la pantalla. — ¿Qué pasa? ¿Tienes algo caliente?

— Tengo algo. En este momento estoy en Bond, investigando una posible persona
desaparecida. Tu dirígete a Carmine, habla con la gente que dio una fiesta anoche. Ella le
dio la dirección. — El nombre del sujeto es Jayla Campbell. Consigue lo que puedas.
Ahórrame tiempo y comunícate con el uniformado Carmichael, haz que él chequee a
Campbell en los servicios médicos. Me pondré en contacto contigo.

— Usted está buscándola, — dijo Kari a espaldas de ella. — Usted piensa que algo
realmente malo le sucedió a ella.

— Lo que sea que le haya sucedido, yo la voy a buscar.

Eve se hizo una buena idea de Jayla Campbell. A ella le gustaba la música popular,
nada demasiado vanguardista, nada demasiado nostálgico. Ella mantenía una relación
amorosa con los zapatos, y mantenía su guardarropa separado en atuendos profesionales,
atuendos para fiestas y ropa casual.

Se inclinaba hacia lo conservador en el sexo, optaba por el implante anual para el


control de natalidad, y tenía que recargarlo en tres meses.

A ella le gustaba su trabajo, tenía esperanzas de ascender hasta ser socia, y luchaba
para mantenerse firme en una rutina saludable de nutrición y ejercicio.

Tenía una hermana más joven, todavía en la universidad, y padres que iban a celebrar
su vigésimo sexto aniversario en el otoño.

Ella creía, según el diario que guardaba en la computadora de su dormitorio, que era
la mujer que haría de Mattio una estrella, y convertirlo en un buen hombre.
No estaba enamorada de él, dedujo Eve. Piensa que lo está, pero no es algo a largo
plazo. Y había allí lo suficiente sobre Luke Tripp, el simpático vecino, para demostrar que
Jayla ya le estaba prestando un poco de atención.

Ella disfrutaba de una variada vida social, mucho de esta centrada en el trabajo,
mantenía un presupuesto decente con derroches ocasionales, los cuales incluían el cuidado
de la piel y del cabello, una aparente prioridad.

Cuando Eve dejó el apartamento, visualizaba a una mujer con una buena ética
profesional, una que disfrutaba interactuando con la gente, amigos y desconocidos por
igual. Una mujer confiable. No una que dejaría plantada y preocupada a su amiga más
íntima.

Ella llamó a la puerta de enfrente.

El hombre que abrió la puerta tenía un cuerpo compacto y un rostro atractivo. Los
mechones de cabello oscuro estaban de punta, como si se los hubiese peinado con un
rastrillo. Y sus ojos de un cálido azul se desorbitaron cuando ella levantó su placa.

— ¿Luke Tripp?

— Sí. Usted es de la policía. ¿La encontraron?

— No, no lo hemos hecho.

— Ah, Jesús. Él se pasó lo dedos por el cabello, añadiendo más mechones en punta.
— Kari me lo dijo hace apenas una hora. He estado llamando a todos los que se me han
ocurrido, pero nadie la ha visto.

— ¿Cuándo fue la última vez que la vio o habló con ella?

— Llegamos a casa a la misma vez ayer, entramos juntos. Hablamos por un par de
minutos, como lo hace uno. Más tarde, tal vez alrededor de las nueve, yo estaba inquieto,
así que decidí ir al gimnasio. Está justo a la vuelta de la esquina. Bajé en el elevador con
ella y Mattio.

El pronunció el nombre con desprecio.


— Él no le agrada mucho.

— Para nada, — corrigió Luke. — Él es un cabrón, y la trata de lo peor. Ella se


merece algo mejor.

— ¿Como usted?

Él se rió un poco, y luego simplemente suspiró. — Ya quisiera.

— Qué me dice después del gimnasio.

— ¿Después? Yo……… Oh, bueno, Dios, usted quiere saber en dónde estaba yo cuando
ella desapareció. Esta vez él se presionó los ojos con los dedos. — Okay, cualquier cosa
que sea de ayuda. Me encontré con un par de amigos del gimnasio, y nos fuimos a tomar
una cerveza. Yo debo de haber estado en casa alrededor de la medianoche. ¿Quiere
usted pasar, quiere echarle un vistazo a mi apartamento?

— No. Solamente estoy tachando cosas de la lista.

— Kari dijo que ella estaba enfadada con Mattio, gran sorpresa, pero usted tiene que
confiar en mí. Ella nunca le haría esto a Kari, nunca se desaparecería así sin más. Ellas
son familia.

No, pensó Eve cuando salió del edificio, la mujer que ella se imaginaba tenía un buen y
sólido sentido de la responsabilidad, y no le haría esto a una amiga.

Eve sacó su enlace para coordinar con Peabody el siguiente paso.


Capítulo 9

Ella quedó con Peabody para encontrarse en el edificio de Mattio Díaz, en el límite
oeste del Greenwich Village. No tuvo la misma buena suerte con el estacionamiento, y tuvo
que aparcar en un lote subterráneo de precio excesivo a una distancia de tres calles
cubiertas de nieve.

La caminata la convenció de que Roarke había tenido razón, como siempre, acerca de
las botas.

La nieve mantenía el tráfico, peatonal y vehicular, más escaso de lo normal en el


moderno vecindario, y ella reparó en que varias tiendas habían optado por cerrar, al menos
por la mañana.

Ella divisó al operador de un carrito deslizante vestido como para explorar Siberia,
incluidos los lentes de seguridad. Una pareja de sexo indeterminado se acurrucaba en el
vapor de su parrilla sobre una bolsa de castañas que aromatizaban el aire. Y una pandilla
de chicas pasaba corriendo con la energía desenfrenada que decía que no tendrían clases
en sus colegios por el día nevado.

Ella divisó a Peabody, con su abrigo rosa ridículamente alegre a través de la espesa
cortina de nieve, y McNab con ella. El usaba un abrigo color cereza atómica con un gorro
con orejeras con unos colores tales que quemaban las retinas y que ella se imaginaba que
había salido de las peculiarmente hábiles manos de Peabody.

Ellos, también, estaban acurrucados sobre una bolsa de castañas.

— ¡Hey, Dallas!— Al igual que los abrigos, la voz de Peabody rebosaba de alegría.
— ¿Has oído?

— ¿Oído qué?

— ¡Vamos a tener de quince a veinte centímetros de nieve!

— Bueno, yupiiii.

— Yo no tenía nada pendiente, — comenzó McNab, y le extendió la bolsa para


compartir. — Le pregunté a Feeney, y él me dijo que venga.
Ella sacudió la cabeza hacia las castañas, las cuales desaparecieron en uno de sus
quinientos mil bolsillos. — Bien. Voy a hablar con el reputado cabrón acerca de lo que
sucedió anoche. Podría usarte a ti para triangular. Peabody tiene las ubicaciones del
secuestro de Kuper y del lugar donde arrojaron su cuerpo. Veamos cómo juegan con la
zona desde donde Campbell envió el texto anoche.

— Puedo ver todo eso y estar de regreso en poco tiempo.

— Salgamos de esta maldita nieve.

— Es tan linda. Peabody levantó el rostro hacia la nieve que caía, dejando que se
prendiera en sus pestañas.

— Y también nos va a poner difícil el encontrar a alguien que pueda haber visto a
Campbell o a la gente que sospecho que se la llevaron. ¿Qué conseguiste de la gente de la
fiesta?

— No mucho. Un par de tipos dieron la fiesta, un buen lugar para una. Ninguno de
ellos se dio cuenta de que ella se había marchado. No la conocían de cualquier manera.
Pero había otro tipo allí esta mañana, se había quedado a pasar la noche.

— Tuvieron un trío, — interpuso McNab mientras Eve usaba su llave maestra para
entrar al edificio. — Definitivamente.

— Tengo que decir que sí a eso, — confirmó Peabody. — El tercer tipo conversó un
poco con ella. Él quiere hacer modelaje. Él es bien parecido. Ella le dio su tarjeta. Y él
se dio cuenta que ella tuvo un intercambio de palabras con Díaz, quien había estado
bailando muy sensualmente, con bastante manoseo en varias partes del cuerpo con una
rubia. El testigo dice que ella estaba realmente enfadada, y él no podía culparla ya que
eso pasaba en su propia cara. Él le dijo algo a la rubia después que vio a Campbell agarrar
su abrigo y marcharse. El nombre de la rubia es Misty Lane (Camino Brumoso).

— Y vaya que lo es. Eve sacudió la nieve de su abrigo.

— Sí, nombre profesional. Una modelo/actriz/camarera. La rubia simplemente se


rió, y dijo que los tipos como Mattio eran para divertirse, no para quedarse con ellos. Él
dice que eso fue después de medianoche, pero no podría decir exactamente la hora.
— Bastante bien.

El almacén convertido en lofts tenía una elevador de carga que algunas personas
encontraban encantador. Eve los consideraba trampas mortales y optó por las escaleras.

— Nadine está pensando en un lugar como este, — dijo Peabody.

— ¿Como este?

— En su lista de posibilidades. Grande, un loft espacioso y moderno. Las otras son


casas de piedra arenisca, como la de Charles y Louise. Y la tercera es un penthouse de
varios niveles tipo condominio en algún edificio elegante.

— Número tres, — dijo Eve.

— Oh, ¿ella ya decidió?— La última vez que hablé con ella, Roarke le había dado para
ver algunas propiedades diferentes, pero eso es a los más que ella ha llegado.

— Eso es lo que ella decidirá.

— Tal vez, pero sea lo que sea lo que ella decida, ella quiere seguridad completa de
tecnología punta. Esa experiencia con Roebuck la asustó.

— Bien, yo le dije que no abriera la maldita puerta. La próxima vez no lo hará. Eve
hizo una pausa en el tercer piso. A pesar de la estupidez momentánea, Nadine Furst era
una amiga. — ¿Ella lo está llevando bien?

— Sí. Ella se tomó unas vacaciones retrasadas, sola esta vez. Sólo unos cuantos
días. Ella ya regresó, mayormente, pienso yo, porque ella quiere mudarse tan pronto como
pueda.—

Y, Eve se imaginaba, porque la más importante reportera de crímenes en pantalla no


podía mantenerse alejada de la acción por mucho tiempo.

Conocía la sensación.

Tocó el timbre de la puerta de Díaz, y recibió una vocecita computarizada.

El Sr. Díaz ha activado la opción de 'No Molestar'. Hubo un revuelo de ruido,


una especie de resuello, como si la computadora tuviese asma. Por favor deje su
nombre.

— Tecnología barata. Comentó McNab. — Lo peor de lo peor.

Tecnología barata o no, en ese momento se cruzaba en su camino. Eve sacó su placa.
— Escanea esto, — ordenó ella. — Este es un asunto policial oficial. Infórmale a Díaz
ahora.

La función de escaneo está actualmente desactivada


Por favor deje su nombre.

Eve presionó el timbre ininterrumpidamente.

El 'No Molestar'……. a través del parlante llegó el equivalente al estertor de una


computadora, El nombre recibido no se puede procesar.

Despiadadamente, Eve ignoró los jadeos moribundos, mantuvo el dedo en el timbre.

Esto duró un poco más que los minutos de McNab, pero el siguiente sonido fue
humano.

— ¡Qué mierda pasa!

— NYPSD. Abra la puerta, Sr. Díaz.

— Bueno, Jesús, apenas es de mañana.

Algunas cosas traquetearon y resonaron, y la puerta se abrió apenas una rendija.

Sí, él era atractivo, pensó Eve, incluso medio dormido y obviamente drogado.
Increíbles ojos verdes, espesas pestañas negras, mejillas esculpidas sin afeitar y una
caída de cabello oscuro con mechones rojos le daban la clase de apariencia sensual
elegante utilizada en las carteleras publicitarias.

— ¡Usted puede dejarnos pasar, Sr. Díaz, o haremos los arreglos para tener esta
conversación en la Central.

— ¿Qué Central?
Al parecer los dioses habían utilizado su cuota en su rostro, y no les había quedado
mucho para su cerebro.

— Somos policías, así que sería la Central de Policía.

— ¡Qué mierda pasa!

— La mierda se le explicará en el curso de la conversación.

— Bueno, Jesús, — volvió a decir él, y abrió la puerta.

Él no se había molestado en vestirse, aparentemente la cuota había incluido el cuerpo


que hacía juego con el rostro en la balanza.

Al costado de ella Peabody tragó audiblemente.

— Yo estaba durmiendo, — dijo él, y se estiró como el rey de la selva.


— ¿Cuál es el problema?

Eve se agachó, recogió un par de pantalones imitación cuero. — ¿Estos son suyos?

— Sí, ¿y?

— Póngaselos.

— Claro, si es que les molesta. Él sonrió con suficiencia. — Pero el estar desnudo es
algo natural. ¿Alguien quiere un café?

— Caray, relájese.

Piezas de ropa, una camisa, un par de tangas, de él y de ella, suponía Eve, y un


brevísimo vestido negro, cubrían el piso. Unas botas negras hasta la rodilla, y unos
brillantes tacones de una milla de alto estaban amontonados juntos en otra pila.

— Entiendo que usted no estaba durmiendo solo, — dijo Eve.

La sonrisa de suficiencia volvió a aparecer mientras se ponía los pantalones. — No lo


hago usualmente. Entonces bostezó, consiguiendo verse sensual haciéndolo.
— Necesito una Vitasmooth.

Diciendo esto, él se deslizó a través de una entrada enmarcada en bloques de vidrio


ondulantes. Eve escuchó los trasteos en la cocina.

— Cabrón, — murmuró McNab, y Peabody sólo se aclaró la garganta y volvió a tragar.

El regresó con un vaso enorme lleno con un líquido verde espinaca. — Lo siento, es el
último. Y dio tres sorbos. — Guau, se me subió a la cabeza. Agradable. Entonces, ¿de qué
se trata esto?

— Jayla Campbell.

— ¿Jay—jay? Él se encogió de hombros, volvió a deslizarse hacia uno de los dos


sillones en el gran espacio, se dejó caer y volvió a beber. — ¿Qué hay con ella? Lo último
que oí es que bailar con alguien no era un asunto policial. Ella está cabreada, está bien.
No hay razón para llamar a la policía.

— Ella ha desaparecido.

— ¿Qué se le ha desaparecido?

Eve avanzó, plantó las manos en los brazos del sillón y se inclinó hacia adelante.
— Escuche con atención.

— Claro. Usted tiene unos ojos magníficos. ¿Alguien se lo dijo alguna vez? Usted
podría ser modelo con esos ojos, con su estructura. Yo tengo conexiones.

— Cierre la boca y escuche. Jayla Campbell se fue de la fiesta a la que asistió con
usted anoche y desde entonces no ha sido vista ni se ha sabido de ella.

— Probablemente ella está sólo enfurruñada en algún sitio. Ella tiene mal genio.

— Tenemos razones para creer otra cosa. Usted fue una de las últimas personas que
la vio. ¿Cuándo fue la última vez que usted la vio o habló con ella?

— No lo sé, en la fiesta, cuando se enfadó por Misty. Nosotros sólo estábamos


bailando. Su mirada se dirigió hacia otra entrada cubierta por una cortina negra
transparente.
— ¿Y usted y Misty vinieron bailando hasta aquí?

La sonrisa de suficiencia regresó, como si él no pudiese evitarla. — No es ningún


crimen.

— ¿A qué hora?

— Jesús, no lo sé, con exactitud. Estuvimos en la fiesta hasta casi las dos, supongo.
Luego vinimos aquí caminando, no pudimos conseguir un maldito taxi, y tuvimos montones
de sexo. Ahora él se sonrió, completamente, mostrando una blanca dentadura perfecta. —
Jayla dijo que habíamos terminado, sabe usted, que ya me quedaba por mi cuenta, sin
agente. Ella simplemente esta enfurruñada en algún lugar, — repitió él. — ¿No querría ir a
casa en donde la perra de su compañera de piso le restregaría eso por las narices, verdad?
Esa se lo tomó a mal cuando yo dije que tal vez podríamos hacer un trío.

— Usted es realmente un cabrón.

— ¡Oiga!

Eve se impulsó hacia atrás. — Considere esto, yo podría conseguir una autorización,
venir aquí y poner el lugar patas arriba. Eso dejaría al descubierto las drogas que usted
no ha consumido todavía.

— ¡Yo no me drogo! Usted no puede probarlo.

— Sí, yo puedo, pero usted no lo vale. Escuche bien, cabrón, la mujer con la que usted
ha estado involucrado por varios meses, la que lo ayudó a exhibir esa cara de la que usted
está tan orgulloso, ha desaparecido. Ella puede estar herida, puede estar muerta. Finja
que le importa.

— No es mi culpa que ella se haya enfadado. ¿Qué quiere decir con que esté muerta?

Por primera vez se mostró preocupado. Eve apenas se volteó, les hizo una seña a
Peabody y a McNab.

— ¿Qué quiere usted decir con que esté muerta?— repitió él, mientras ella salía del
apartamento.
— Dejémoslo que se preocupe con eso, — dijo ella.

— Él es verdaderamente lindo, — dijo Peabody, — y en verdad es un cabrón.

— El lindo cabrón no tuvo nada que ver con la desaparición de Campbell, aparte de
haberla hecho enfadar y que ella se haya ido sola. Yo le daría un par de semanas en la
cárcel por eso, si pudiera.

— El no duraría un par de semanas, — murmuró McNab.

— Exactamente.

— Tú te quedaste mirándolo. — El miró ceñudo a Peabody mientras bajaban las


escaleras. — Cuando estaba desnudo.

— Bueno, obvio. Desnudo. Y bien construido. Si él hubiese sido una chica, tú te la


hubieses quedado mirando.

Eve volteó los ojos al techo, apresuró su paso de una caminata a un trote bajando los
escalones. Pero ella todavía podía oírlos.

— Apuesto que él pagó por ese cuerpo.

— Pues hizo un muy buen negocio si lo hizo así. Pero a mí me gusta el tuyo, desde la
cabeza hasta tu huesudo trasero.

Eve no tenía que verlo, gracias a Dios, para saber que Peabody le daba a ese huesudo
trasero un apretón para resaltar su punto.

— Es un tramposo asqueroso total. Al parecer McNab no podía dejarlo pasar. — Y él


coqueteó contigo totalmente, Dallas. Roarke lo podría aplastar y convertirlo en jugo de
tramposo.

— Si él valiera la pena de ser aplastado, yo misma lo hubiese aplastado. Ella se detuvo


al final de las escaleras, haciendo que ambos se detuvieran también. — Un tramposo
asqueroso (a ella como que le gustaban esas palabras), un cabrón, un pendejo. Él es todo
eso y una bolsa de tortas de arroz.

— Papas fritas. Es una bolsa de papas fritas, — le dijo Peabody.


— Las papas fritas son buenas. Las tortas de arroz son basura. Él no llega a ser
papas fritas.

— Oh. Peabody reflexionó ceñuda sobre eso y asintió. — Eso tiene sentido.

— Y el punto es que él no sabe ni le importa en dónde esté Jayla Campbell. Nosotros


tampoco lo sabemos, pero sí nos importa. Olvídenlo. Tenemos una caminata de casi tres
cuadras hasta donde he aparcado. Teniendo en cuenta el clima, voy a asignar a algunos
droides comunitarios, les daré la foto de Jayla de su identificación, y los haré que
sondeen la zona entre la fiesta y el apartamento de ella, utilizando la ruta más probable
que la hubiese llevado a ella hasta el lugar desde donde le mensajeo a su compañera de
piso.

— Yo puedo hacer eso.

— Entonces hazlo, — le dijo a Peabody. — Y tú, ocúpate de las locaciones. El primer


secuestro, el lugar en donde arrojaron a Kuster, y la última ubicación conocida de
Campbell.

Ella sacó su enlace cuando entró una comunicación, vio la identificación de Baxter, y
se abrió camino hacia el mundo de nieve. — Dallas.

— Hola. Tienes aquí a un tal Comisario William T. Banner que viene de algún lugar
llamado Silby's Pond, Arkansas. Él quiere hablar contigo sobre nuestros asesinos seriales.
Lo he verificado, y él es legal, ha estado con la oficina del jefe de policía de allá por cinco
años. Lo puse en la sala de descanso ya que está muy firme en lo de hablar contigo
primero.

— ¿Silby's Pond?— Ella trató de recordar si conocía el nombre, pero habían habido
tantos en las elecciones de rutas. — Estoy en camino hacia allá desde Greenwich Village.
Tenemos otra persona desaparecida. Recibe esta información, y pon a girar las ruedas.

— Dispara.

— Jayla Campbell, — empezó ella, y le dio el resumen.

Ella condujo a través de un tráfico abominable con el olor de las castañas asadas de
McNab y Peabody y el chocolate caliente que ellos se habían servido del AutoChef de la
parte posterior.

La nieve y los aromas hogareños eran una cosa durante las fiestas, pensaba ella, pero
éstas habían terminado. ¿Por qué ellos no podían terminar ahora con eso de una vez?

Para cuando se estacionó en su espacio de la Central, ella sentía como si hubiese


viajado a través del Círculo Ártico.
— ¿Por qué ellos están todavía allá afuera?— demandó ella. — ¿La gente,
especialmente la gente que no puede conducir? El número de placa de Nueva York es
Eco—Charlie—Charlie—ocho—siete—tres. Emite una papeleta.

— ¿Una papeleta?— repitió Peabody mientras todos iban subiendo.

— Eso es lo que dije. ¿No viste a esa mujer idiota? ¿Moviéndose a doce millas por
hora?—

— Hum. Bueno, es bueno ser precavido cuando…

— Mientras se estaba poniendo lápiz labial con su espejito hacia abajo, de manera
que ella se estaba mirando a sí misma en lugar de mirar la maldita carretera, y
parloteando en su enlace mientras lo hacía. Podría haberlo puesto en piloto automático si
necesitaba admirarse en lugar de conducir, pero no, ella se movía y zigzagueaba y se ponía
su bendito maquillaje.

— Oh. Bueno. ¿En realidad quieres multarla? Yo siempre me sentía mal poniendo
papeletas cuando trabajaba en Tráfico.

— Supéralo. Múltala por conducir como una estúpida.

Con McNab dándole una palmadita en el trasero como apoyo, Peabody emitió una
citación mientras tomaban el elevador.

— Ellos no acechan a las víctimas, — dijo Eve, cambiando de tema. — No hay


suficiente tiempo para eso. Es cuestión de suerte. No importa quién sea, rico, pobre,
joven, viejo, hombre, mujer. Si el patrón se mantiene tenemos dos días para encontrarlos
antes de que terminen con Jayla Campbell.

— El clima los está ayudando ahora, — comentó McNab. — Frío, viento, nieve,
aguanieve. La gente busca un taxi o toma el transporte público. O se mantiene cerca de
casa. Ellos sólo tienen que encontrar a un caminante solitario en un lugar relativamente
tranquilo.

— En este momento ellos son dos para dos en Nueva York.

Cuando el elevador empezó a parar en cada piso con policías y civiles apiñándose, Eve
se abrió camino para salir.

— La probabilidad es que ellos robaron este todoterreno oscuro o camioneta que


están usando. Peabody, haz correr una búsqueda de vehículos robados que tengan esas
características, intenta en Nueva Jersey y Pennsylvania. Y, sí, es un tipo común en una
zona extensa, — dijo ella antes de que Peabody lo señalara. — Pero nosotros empezamos, y
tal vez rebajemos la cantidad antes de que ellos decidan volver a cambiar de vehículo.
Ellos deben de haberlo tomado de otra víctima.

Ella se abrió camino a través de la gente en los deslizadores, subiendo y subiendo.

— McNab, consígueme esa triangulación. Ellos están en algún lugar del centro. Ellos
tienen que tener un lugar donde vivir, donde llevar a las víctimas. Baja seguridad, no
pueden tener cámaras registrándolos cuando llevan una víctima. Nada apareció todavía en
el sondeo de los edificios abandonados, de manera que todavía no hemos llegado a ellos, o
han encontrado algún lugar privado.

Cuando ella giró hacia Homicidios, Baxter le hizo una seña desde su escritorio.
— Las alertas sobre Campbell se emitieron, Teniente. Los medios todavía están
haciendo los boletines.

— Okay. Ella vio su mirada alzarse hacia su gorro con el copo de nieve. Eve se lo
sacó y lo metió en su bolsillo. — ¿Cuál es el asunto con el de la placa de Arkansas?

— Bueno, él es educado, pero está bastante firme en que necesita hablar contigo.

Ella se quitó los guantes y la bufanda. — ¿Todavía está en la sala de descanso?

— Hasta la última vez que fui a verificar.

Con un asentimiento, ella se metió los guantes en un bolsillo, la bufanda en otro, y se


salió con el abrigo todavía puesto.
Ella quería café como quería vivir. Ella quería sentarse en silencio, y escribirlo todo.
Actualizar, analizar, pensar.

En su mente un reloj seguía marcando las horas, y quedaban menos de cuarenta y


ocho horas.

Ella hizo una pausa en la puerta de la sala de descanso con su fila de máquinas
expendedoras, sus pequeñas mesas y las sillas duras. Ella lo divisó con rapidez.

Una media milla de piernas se estiraban debajo de la mesa. Unas manos largas y
angostas trabajaban una computadora portátil mientras una taza de algo se posaba
olvidada en frente de él.

Abundante cabello ondulado del color de un campo de trigo, un rostro largo y angosto
que hacía juego con sus manos. Él no se había afeitado recientemente o era que se dejaba
la sombra de barba a propósito.

Vestía vaqueros, botas que habían visto un montón de millas, una camisa de franela
que la hizo pensar en leñadores aun cuando ella no estaba completamente segura de lo que
era un leñador.

Un abrigo impermeable negro colgaba sobre el respaldo de su silla, y un bolso de


viaje estaba debajo de la mesa.

El levantó la vista cuando ella empezó a caminar hacia la mesa. Ojos azules, notó ella.
No del azul de los de Roarke, pero pocos lo eran. Los suyos tenían un toque de gris,
mostraban ojeras de fatiga bajo ellos, y también el estado de alerta de los policías.

— Comisario Banner.

— Sí, señora. Will Banner. El movió sus largas piernas y se puso de pie. Las
desdobló sería lo más acertado, pensó ella. Fácilmente su altura era de 1,98 con una
estructura parecida a una garrocha.

— Teniente. Teniente Dallas.

Él tomó la mano que ella le extendía en una con la palma áspera y dura. — Aprecio
mucho que usted se reúna conmigo, Teniente.
— Usted está bastante lejos de casa, Comisario Banner.

— Esa es una verdad de Dios. Lo más lejos que nunca he estado.

— ¿En dónde está Silby's Pond?—

— Estamos en las Ozarks, señora, no…

— Teniente. Señor si lo desea. Dallas estará bien.

— Lo siento. Todos ustedes hacen las cosas distintas por aquí. Nosotros estamos en
el norte de Arkansas, Teniente, no lejos del límite con Missouri. El estado más bonito que
puede pedir.

Su voz estaba en algún punto entre lenta y nasal, inclinándose hacia el arrastrar las
palabras.

—¿Qué lo trae por aquí?

— Estoy cazando a los mismos que usted busca. Los mismos que asesinaron a Dorian
Kuper. Él es su última víctima. Usted hizo una investigación anoche a través de IRCCA
sobre personas desaparecidas y homicidios en mi zona.

— ¿Cómo lo sabe usted?

— Yo recibo una alerta cada vez que hay otra víctima, y de donde sea que se esté
efectuando una búsqueda oficial por más. A pesar del cambio de posición de sus pies, sus
ojos permanecían fijos en los de ella. — Teniente Dallas, entiendo que usted está
trabajando con los federales, y ellos le han dado a usted sus perfiles e información y todo
lo demás, pero ellos no lo tienen todo.

— ¿Y usted sí lo tiene?

— Si lo tuviera, su víctima probablemente todavía estaría tocando su chelo. Pero yo


creo, yo sé que tengo más. Si usted pudiera concederme tan sólo quince minutos. Yo
comprendo que usted está ocupada, y que está en una investigación activa, pero le estoy
pidiendo quince minutos. He venido desde muy lejos.
— Vayamos a hablar a mi oficina.

Ella podía ver cómo el alivio fluía a través de él antes de que se agachara para
recoger su bolso de viaje. — Le estoy agradecido.

— Usualmente nosotros no echamos a nuestros compañeros de profesión por la


puerta.

— Uno escucha cosas acerca de la ciudad de Nueva York.

— Apuesto que sí. ¿Cuándo se puso en contacto?

— Esa es una historia.

Ella fácilmente se lo imaginaba, las historias le iban bien a esa forma de hablar
arrastrando las palabras.

— Yo no recibí la alerta sobre su víctima hasta bien entrada la tarde. Hablé con el
Agente Especial Zweck, al igual que lo hice con otro agente antes de él, y con otro más
antes. Ellos han estado trabajando para llegar a usted, Teniente, desde hace meses. Me
pareció que con la investigación que usted comenzó anoche se está inclinando hacia ese
lado.

— Ese es un ángulo.

— Ese es el ángulo correcto, y debido a que vi hacia donde se inclinaba usted, y


espero que usted comprenda después de hacer una investigación sobre usted, supuse que
podría estar dispuesta a una reunión en persona conmigo.

El hizo una pausa dentro de la división, miró alrededor. — Con seguridad que usted
anda ocupada por aquí. Allá en casa estamos el jefe, yo y otros dos comisarios y un
despachador.

— ¿Cuál es la población en Silby's Pond?

— Justo alrededor de tres mil doscientas personas.


— Hay más que eso en este sector del edificio.

Ella le hizo un ademán hacia su oficina. El volvió a detenerse dentro de ésta,


estudiando su tablero mientras ella se quitaba el abrigo.

— Usted sabe que hay más. Casi el doble de eso.

— El tablero no ha sido actualizado desde que me retiré ayer. Estoy llegando tarde
porque tenemos a otra persona desaparecida.

— Jayla Campbell. Estuve leyendo el boletín, — dijo él cuando ella entrecerró los
ojos, — cuando usted llegó. El tiempo es correcto, veo que también usted sabe eso. Ellos
la tienen. Ellos también habrían empezado con ella inmediatamente desde anoche.
Entusiasmados por tener otra víctima. Ellos ya deben de haber empezado a hacerle daño.

— No hay una víctima oficial en Silby's Pond. Yo lo recordaría.

— No, señora. Señor. Teniente. Lo siento. Él se restregó los ojos por un momento.
— Yo estaba diciendo cómo supuse que usted estaría dispuesta a hablar conmigo, de
manera que conduje hasta Branson, ya que ese sería el mejor lugar para conseguir un
transportador hacia Nueva York. Conseguí el último que estaba saliendo, supuse que era
afortunado. Hasta que ellos nos dejaron botados en Cleveland debido al mal tiempo. De
manera que alquilé una camioneta y conduje el resto del camino.

— Desde Cleveland, con este clima.

— La única forma de atraparlos es ponerse al día con ellos. No he podido manejar


eso todavía.

— Tome asiento. ¿Desea un café?

— Todo el que yo pueda conseguir. Negro estaría bastante bien, gracias.

Ella sacó dos del AutoChef.

— ¿A quién piensa usted que asesinaron en su ciudad?

— Melvin Little. Él es lo que usted llamaría un personaje por aquellos lares. Él sirvió
en las Guerras Urbanas, y nunca pudo superarlo, si usted sabe lo que quiero decir. El volvió
a casa, a sus padres, un hermano menor y una novia. Lo que mi propio papá me cuenta es
que el Pequeño Mel, como lo llamaban ya que era corto de estatura, usaba casi cualquier
sustancia que pudiera conseguir para reprimir las pesadillas, las voces, los recuerdos. Yo
sé que esto no es de importancia, pero quiero que usted lo conozca.

— Está consiguiendo sus quince minutos, — le dijo a él.

Asintiendo, Banner tomó una dosis de cafeína. Sus ojos se agrandaron y se pusieron
vidriosos. — ¿Dulce Niño Jesús, qué es esto? ¿Este es el café de Nueva York?

— No exactamente. Es café verdadero. Tengo una conexión.

— Café real. Él lo dijo como una oración, con asombro y reverencia.

Recordando su primera probada del café de Roarke, ella sonrió. — ¿Necesita un


minuto?

— Esto podría tomar días. Él le devolvió la sonrisa, y ella vio, debajo de la fatiga, una
gran cantidad de encanto. — Espere a que les cuente a los muchachos cuando regrese a
casa. Entonces él suspiró. — El Pequeño Mel no pudo volver a adaptarse. Ellos trataron de
todo, pero él simple era uno de los perdidos. Habían tantos, supongo. A él no le gustaba
mucho estar adentro, de manera que se fue a dormir afuera en las colinas, en el bosque.
Usted tiene lo que les llaman aquí durmientes callejeros.

— Sí.

— Y ellos, algunos de ellos, hacen su especie de hogar de lo que recogen. El hizo eso.
Su familia le llevaba comida y provisiones, pero después de un tiempo, estaba bastante
claro que él no iba a regresar. Mayormente él estaba borracho o drogado. El nunca hizo
daño a nadie, sólo a sí mismo.

Ella podía ver a Melvin Little Banner lo retrató bien. Y ella tuvo la sensación de que
había más. — ¿Qué era él para usted?

— ¿Su ángel? Esa es mi abuela. Ella lo amaba, amaba al muchacho que había sido,
pero no pudo llegar al hombre que había regresado. Ella se casó con mi abuelo, pero
todavía sale a ver a Little Mel de vez en cuando, le lleva comida y ropa nueva. Yo adquirí
el hábito de ir a chequearlo cada una o dos semanas.

— De manera que ustedes cuidaban de él.

— Hicimos lo que pudimos. Es verdad que él podía ir a rebuscar en un coche o en una


cabaña o refugio de vez en cuando si es que éste no estaba con cerrojo, y tomaba lo que le
llamaba la atención. Más a menudo en los dos últimos años. No cuando alguien estaba en
ellos, entiende usted, y él nunca hizo un allanamiento. Si es que algo estaba con cerrojo, lo
dejaba tal cual. De otra forma, él sólo entraba, miraba alrededor, se llevaba algo para
añadir a lo que él llamaba su colección. Podía ser un tenedor o un pomo de puerta, o un
reloj malogrado.

— Usted lo consideraba inofensivo.

— Él era inofensivo. Banner se tomó un momento, dio otro sorbo al café. — Una vez
tuvimos el caso de un niño desaparecido. La familia se había ido de campamento, y el niño
se fue deambulando. Nosotros estábamos reuniendo el equipo para la búsqueda cuando
Little Mel entra caminando al campamento con el niño cabalgando en sus hombros. El niño
dijo que había estado persiguiendo a un conejo, y se perdió, y que estaba llorando y se
hirió un pie. Y Little Mel se le acercó, le dio una barra de caramelo, le envolvió el pie en un
pañuelo que estaba, a decir verdad, no demasiado limpio, y dijo le dijo que lo iba a llevar a
pasear de regreso con su mamá. Y él lo hizo. El nunca hizo daño a nadie.

— ¿Qué le sucedió a él?

— Yo supe cuando fui a chequearlo que algo estaba mal. No era que él no estuviese
allá, sino sus cosas, estas estaban apiñadas. Banner hizo una pausa, sacudiendo la cabeza.
— Él se enorgullecía de su colección, y estaba organizada. Y ese día, no lo estaba.

El volvió a levantar la vista mirando los ojos de Eve. — ¿Usted sabe cuándo siente un
jalón en el estómago?

— Lo sé.

— Yo sentí eso. Me fui a buscarlo a sus lugares habituales. Adonde le gustaba ir a


pescar, en donde él tomaría lo que él llamaba sus preámbulos. Yo no lo encontré hasta el
día siguiente. Regresé a la mañana siguiente, me llevé al hijo de su sobrino quien es amigo
mío de manera que pudiéramos cubrir más terreno. Lo encontré en un barranco, todo
destrozado. Usted habría pensado que tal vez se había resbalado del camino de arriba, y
había tenido una larga y mala caída. Pero él era una maldita cabra de montaña, lo juro. Él
había estado muerto por tres días.

— ¿Evidencia de tortura, de ataduras?


— Huesos rotos, cortes, magulladuras, algunas quemaduras. Pero… ellos lo declararon
un accidente. Las quemaduras podían haberse provocado por lo que fuera que él fumaba, o
de su fogata. Los huesos rotos, los cortes y las magulladuras debidos a la caída. Tuvimos
un reporte de que habían allanado una cabaña. El cerrojo había sido aplastado. Se habían
llevado algunas cosas, no realmente lo que Little Mel tendía a llevarse y como dije, él
nunca allanó nada. Ellos encontraron un poco de sangre, y era de él, de manera que se veía
como si él hubiera entrado, y simplemente se cortó con algo. No era mucha sangre. Pero
nosotros no encontramos que faltara nada en su colección, o por el camino que él había
tomado si hubiese subido a esa cresta de la montaña y se hubiese caído.

— Podría haber sucedido de esa forma, él allanó el lugar, se cortó, tal vez se
descuidó en el camino y cayó. Usted puede ver la lógica en eso, si usted no lo conocía.
Pero justo cerca de una semana después, un muchacho desapareció en Missouri.

— Noah Pastón.

— Sí, señora –Teniente, — se corrigió él. — Usted va a tener que darme un tiempo
para romper con un hábito de toda la vida. No hay duda de que fue secuestrado. No hubo
un accidente en ese caso. Y había señales claras de que había sido atado, cortado y
quemado y golpeado. Un muchacho joven, atlético y una lamentable pérdida, Little Mel
parece no tener mucho en común, pero ambos estaban solos, ambos en lo que usted
llamaría zonas remotas, ambos con cortes, quemaduras, huesos rotos. No podía dejarlo
pasar.

— Yo puedo mostrarle la lista que tengo, los nombres y ubicaciones que he estado
reuniendo desde el pasado Agosto.

Arkansas, pensó ella. Eso caía justo en su ruta. — Yo estaría interesada en eso, en
compararla con mi propia lista. No está actualizada, — le repitió ella cuando él echó un
vistazo a su tablero. — No sólo con Jayla Campbell, sino con las posibles víctimas que reuní
anoche. ¿Ava Enderson está en su lista?

— Con seguridad que ella está.

Cuando ella nombró más, él cerró los ojos como un hombre que hubiese encontrado su
hogar, asintiendo, sólo asintiendo hasta que ella llegó a Jacob Fastbinder.

— Ese es un caso doloroso. Jennifer, la Sra. Fastbinder ha presionado todo lo que ha


podido, pero él no encaja con la victimología del FBI. Y al igual que Little Mel, el caso se
toma tan fácilmente como un accidente.

— ¿Usted la conoce a ella?

— Nunca nos encontramos, en realidad, pero hemos tenido un número de


conversaciones y correspondencia.

— Yo planeaba contactar con ella hoy día, pedirle que nos permita exhumar y
transportar el cuerpo aquí para que lo examine nuestra antropóloga forense.

— Si usted me permitiera hablar con ella, pienso que puedo hacer que eso suceda. Yo
no supongo que usted podría echarle un vistazo a Little Mel.

— ¿Hay restos que estudiar?

— Él está enterrado en el cementerio de la familia, como su mamá quería.

— Tener dos cuerpos podría darle a De Winter modos de comparar, — consideró Eve,
e hizo la llamada en el momento. — Lo traeremos. Necesito hablar con mi comandante,
pero vamos a traerlos a ambos si usted puede lograrlo.

— La mamá de Little Mel va a necesitar más convencimiento que Jennifer Fastbinder,


pero puedo ser persuasivo. Tengo la esperanza de poder persuadirla a usted de que me
permita tener otra taza de este café.

Eve meneó un pulgar hacia el AutoChef. — ¿Sabe usted como hacer funcionar uno de
estos?

— Ellos son casi lo mismo adondequiera que uno vaya.

— Entonces sírvase usted mismo. Tráigalo a la sala de descanso, ¿puede volver a


encontrarla?

— Tengo un buen sentido de orientación.

— Empiece a persuadir. Yo necesito algo de tiempo aquí para hacer lo mismo, luego
voy a preparar una sala de conferencias. ¿Cuándo tiene que regresar a Arkansas?

— Estoy en mi tiempo libre. Me tomé unas vacaciones.


Eso ponía un obstáculo en las cosas.

— ¿Su jefe sabe que está usted aquí, lo que está haciendo?

— Lo sabe. Banner tocó el AutoChef. — El no ve las cosas de la manera en que yo las


veo, pero me ha dado bastante espacio. Y yo me he tomado mis vacaciones.

— Okay. Vaya a trabajar en permitir las exhumaciones, y yo me encargaré de


conseguir que vengan los forenses.

Ella tomó asiento, y cuando él se había marchado de su oficina, hizo una rápida y
minuciosa investigación sobre él antes de que contactara con la oficina de Whitney y le
solicitara una reunion.

Capítulo 10

Whitney estaba sentado ante su escritorio, la ciudad que servía se levantaba a


través de la ventana a su espalda. Sus grandes manos descansaban en los brazos de su
sillón; sus ojos, oscuros y agudos, permanecían fijos en los de Eve mientras ella le daba su
resumen.

El llevaba el mando como llevaba su traje, uno bien entallado con líneas impecables.
Mientras ella hablaba, su rostro ancho y moreno permanecía impasible.

— Y este comisario viajó hasta aquí desde las Ozarks en su tiempo libre y a sus
expensas porque las búsquedas que usted realizó lo alertaron a él.

— Sí, señor.

— Y él hizo esto, principalmente, porque él cree que un veterano de guerra con


trastorno de estrés postraumático, con una historia de abuso de drogas y comportamiento
antisocial fue una de las víctimas de los asesinos en serie que actualmente están siendo
buscados por este departamento, por otros, y el FBI a pesar del fallo de su propio Médico
Forense y la subsecuente determinación de muerte accidental declarada por el FBI.

En términos lógicos eso no tenía sentido, pero…

— El Médico Forense en ese caso también es el médico del pueblo un médico de


familia. Lo verifiqué, y ella sólo ha trabajado en un puñado de asesinatos en diecisiete
años. El FBI ha perfilado a estos sospechosos desconocidos, ha cementado su victimología.
Hasta el momento ellos no son muy flexibles acerca de seguir otros ángulos. La víctima
del Comisario Banner está en la ruta que yo he especulado independientemente, como lo
son otros varios que tanto el Comisario Banner como yo tenemos en nuestras listas
separadas. Ellos no empezaron con Tennessee, Comandante. La víctima de Nashville sólo
es la primera que nosotros podemos determinar que tenía el corazón tallado. Y los lapsos
entre los asesinatos son inconsistentes hasta que uno los llena con los nombres que Banner
y yo hemos añadido.

— ¿Ha hablado usted con el Agente Especial Zweck?

— No, señor, y no pretendo hacerlo en este momento. — Ella hizo una pausa sólo un
momento cuando él alzó las cejas. — Ellos no están interesados en esta línea o en estas
víctimas, Banner ya ha sido rechazado con esa teoría. Si nosotros hayamos evidencia de
que ellos fueron parte de estos asesinatos, yo podría, por supuesto, compartir todos los
datos y la información. Yo me doy cuenta de que todo esto está basado en especulaciones,
Comandante, pero son especulaciones lógicas. Encajan. Y es un gran riesgo desestimar el
hecho de que tanto Banner como yo hemos coincidido en muchos de los mismos nombres.

El golpeó con un dedo el borde de su escritorio. — Es un gran riesgo exhumar dos


cuerpos y hacer transportar los restos hacia aquí, para que nuestra gente y recursos los
estudien con el propósito de anular la causa de las muertes.

— Si cualquiera de esas causas de las muertes son anuladas, yo tengo un tercer


cuerpo. Noah Paston, diecinueve años, secuestrado en Septiembre, torturado, asesinado
no tiene el corazón tallado.

— Eso llevaría el cálculo a veinticuatro horas, — declaró Whitney.

— El cuerpo de Paston no fue cremado sino enterrado. Si nosotros determinamos


que Little o Fastbinder, y yo me inclino hacia ambos, fueron asesinados por estos
sospechosos desconocidos, yo creo que los padres de Paston estarían de acuerdo en que su
cuerpo sea exhumado y examinado.

— ¿Y Jayla Campbell?

— Ella es la siguiente, pero no será la última. Yo creo que coordinando con Banner,
compilando nuestras investigaciones separadas nos llevará a descubrir algo, nos ayudará a
encontrarla a tiempo.

Ya eran casi diez horas menos de las cuarenta y ocho, pensó Eve.

— Nosotros no tenemos nombres, ni rostros. Ellos son como fantasmas, Comandante.


Eso me dice que se ven normales, ordinarios, y saben cómo mezclarse y comportarse de
una forma que no llame la atención. Tengo a uniformados y droides sondeando el área
entre donde Campbell fue vista por última vez y su apartamento, usando la ubicación que
McNab localizó en donde ella le mensajeó a su compañera de piso. Ella llegó hasta allí, y
nosotros no sabemos cuánto más lejos. Caminando sola, como lo estaba Kuper, como lo
estaba Little, como lo estaba Fastbinder.

— Existe un error en alguna parte, — continuó ella. — Siempre lo hay, pero nadie lo
ha encontrado. Todavía no. Los errores pueden haber sucedido tiempo atrás, en donde
nadie investigó lo suficiente. Nosotros encontramos un error, y tal vez estemos a tiempo
de salvar a Campbell.

El tamborileó los dedos en los brazos del sillón, entonces se inclinó hacia adelante. —
Quiero hablar con el superior de Banner.

— Jefe de Policía Lucius Mondale. Hice una rápida verificación de datos de ambos.
Policías de un pueblo pequeño, señor, pero sólidos según lo que pude encontrar. Le envié a
usted esos datos y la información de contacto de Mondale.

— Hablaré con él, y le informaré a usted de mi posición en esto. Mientras tanto,


coordine con Banner. La información nunca es desaprovechada.

— Sí, señor.

— Ellos estaban viniendo hacia aquí, — dijo él mientras ella daba un paso atrás.

— Sí, señor, por cualquier ruta que he proyectado, Nueva York es su destino
probable.

Poniéndose de pie, él se acercó a su muro de vidrio, miró hacia afuera, con las manos
unidas detrás de su espalda. — Ese será uno de sus errores. Mantenga esto en perfil bajo
en el radar de los medios tanto como le sea posible.

— Absolutamente.
— Termínelo.

— Sí, señor.

Tiempo, pensaba Eve mientras se apresuraba de regreso a su división. El reloj seguía


andando para Campbell, y ahora un segundo reloj avanzaba. Cuán pronto podría ella poner
en manos de DeWinter en los restos y en las de Morris, añadió ella. Ella quería ese
equipo en este ángulo.

A ellos no se les escaparía nada.

¿Melvin Little fue el primero? Ella había investigado sus datos también. El hombre
apenas si había pesado ciento veinte libras, y estaba sobre los setenta. Pero no era
totalmente un objetivo fácil. Un veterano de guerra que había conocido el bosque, las
colinas. Quien había sobrevivido en ellos por décadas.

Trabajando en su mente, ella ingresó a su división.

— Peabody, prepara una sala de conferencias toda nuestra información sobre esta
investigación. ¿En dónde está Baxter?

— Ellos recibieron un caso.

Eve cambió de dirección, echó un vistazo alrededor. — ¿Detective Carmichael,


Santiago, están en algo caliente?

— Sólo atando uno con un lazo, Teniente, — le dijo Santiago.

— Atalo rápido, y luego ponte a trabajar con Peabody. ¿El Uniformado Carmichael
todavía está en el campo?

— El todavía no ha llegado. Puedo verificar con él, — ofreció Peabody.

— Hazlo.

Ella se dirigió hacia la sala de descanso, sacando su enlace mientras caminaba. —


Necesito a la Dra. Mira, — dijo ella antes de que la administradora dijera algo más que
identificar la oficina. — Lo más pronto posible. Hemos tenido otro secuestro, y tengo
nueva información sobre los sospechosos desconocidos que ella ha perfilado.

— Le transmitiré su solicitud, Teniente.

— Ahora.

Eve cortó, dejó un rápido correo de voz para Garnet DeWinter, y estaba dejando uno
para Morris cuando volvió a entrar a la sala de descanso.

— Las ruedas están en movimiento, — dijo ella, levantando una mano para que Banner
siguiera sentado. — Necesito forzar esto con rapidez. Necesito que usted despeje tantas
cartas como pueda para esto. Yo regresaré. ¿Progreso?— le preguntó a Banner.

— La Sra. Fastbinder no sólo estuvo de acuerdo, ella consiguió un juez disponible


quien forzará la autorización, más que nada, pienso yo, porque él se siente aliviado de que
ella se lleve este caso del estado y lo deje en paz. Acabo de terminar de hablar con mi
jefe. Convencí a la mamá de Little Mel para hacer esto, y mi jefe se ocupará de que se
haga. Más que nada, pienso yo, por las mismas razones que el juez.

— No tienen importancia las razones mientras sea hecho. Mi comandante va a hablar


con su jefe. Ella lo midió con la mirada. — Si Whitney se lleva la impresión de que usted
es un granuja lunático, Banner, no vamos a llegar muy lejos.

— Puede que yo esté obsesionado con esto, y hay una chica que decidió que yo era un
lunático cuando me uní a la policía, pero resistiré.

Ella se sentó, lo volvió a estudiar. Ella no veía un granuja o un lunático. — La cabaña


en donde fue encontrada su sangre, de donde fueron tomados algunos artículos y no se
recuperaron, ¿quién vive en ella?

— Es del tipo de las que se alquilan. Hay muchas de ellas alrededor. Esta estuvo
cerrada por una pocas semanas. Problemas sépticos con los que el dueño no ha podido
lidiar.

— Así que está vacía.

— Así es.

— Seguridad.
— Un cerrojo en la puerta.

— Un fácil objetivo para alguien que busca llevarse unos cuantos artículos fáciles de
transportar. Los sospechosos desconocidos la allanan, comienzan a tomar lo que quieren.
Little llega. Tienen una discusión, él es asesinado o incapacitado. ¿Cuán lejos de la cabaña
lo encontró usted?

— ¿Sin contar con el barranco? Sería tal vez a media milla en el camino secundario,
otro cuarto de milla al sendero por el que ellos dicen que se cayó. Algunos dicen que saltó,
pero eso es una mierda.

El contuvo el aliento, se pasó las manos por el pelo. — Lo siento, no quise utilizar un
lenguaje grosero.

— El día que mierda sea lenguaje grosero en una central de policía, ese será el día en
que entregue mi placa. El cual es nunca. ¿Su gente buscó sangre en la cabaña? Señales
de que alguien la limpio.

— Nosotros podemos manejar ese tipo de cosas. Fue sólo un poco de sangre. A ellos
se les escapó cuando limpiaron, en mi opinión. Utilizaron una lona, como la han utilizado en
otros. Mantiene la sangre fuera de la escena del crimen.

Justamente como ello lo visualizó. — Entonces él no fue el primero, tampoco. El sólo


fue uno de los siguientes. Nosotros vamos a rastrear desde antes de esta víctima, ese
Little Mel. Y vamos a encontrar al primero. Encontramos al primero, y los encontramos a
ellos.

Ella alzó las cejas cuando él extendió la mano y le cubrió la suya. Él retiró la suya con
rapidez. — Lo siento, probablemente eso no está permitido. Es sólo que… he estado
esperando un largo tiempo que alguien diga eso.

— Decirlo, probarlo, encontrarlos, hay un montón de pasos hasta llegar a ellos.

— Yo he estado dando algunos de ellos, lo mejor que puedo. Voy a ser honesto con
usted. Yo sólo he trabajado dos asesinatos, y ambos eran bastante claros desde el
principio. El primero fue el de los hermanos Delroy, Zach y Lenny. No tenían muchas
luces, ninguno de ellos, y les gustaba el licor malo y Jump hecho en casa. Los dos se
aceleraron consumiendo ambas cosas, pelearon por un juego de cartas, y Zach, levantó el
atizador de la chimenea y se lo enterró a Lenny en la cabeza. Trató de encubrirlo
diciendo que alguien había asaltado su casa, pero como dije, no tenía muchas luces.

Él se removió un poco como si buscara acomodarse en la dura silla. — Y el segundo


fue una mujer que venía desde Pittsburgh con su esposo para unas vacaciones. No tanto
para ella ya que él tenía el hábito de golpearla por diversión. Él le había dejado el ojo
morado y le había partido el labio antes de que ella saliera y se metiera al coche,
encerrándose allí. Entonces ella procedió a pasarle por encima cuando él salió tras ella.

— Difícil de culparla.

— Allí está eso. Ella dijo directamente que quería asegurarse de que esta vez
estuviera muerto, y por eso retrocedió y volvió a pasarle por encima. Tres veces. De
cualquier manera, como dije, un caso bastante claro. Nosotros no tenemos muchos
asesinatos no deliberados en Silby's Pond.

— Usted ha llegado hasta aquí con este.

— Desde lo de Little Mel he trabajado en ello todos los días. Algunas veces sólo una
hora o algo así, pero todos los días. Tengo la esperanza ahora que he conseguido a alguien
como usted, una verdadera policía de homicidios, de que se resuelva.

— Entonces manos a la obra. Vamos a mover esto a la sala de conferencias.

Ella se puso de pie, esperó hasta que el cogió su abrigo y su bolso de lona.

— Este es un sitio increíble, su Central de Policía, — comentó él mientras echaban a


andar. — Muy activo.

— Si está interesado, puedo hacer que alguien lo lleve a conocer el lugar.

— No me negaría a ello.

Alguien dio un grito de guerra, fuerte y salvaje. Eve dio un giro, vio a dos
uniformados en persecución. El hombre tras el que estaban atacó como un toro, cabeza
gacha, mostrando los dientes, sus ojos encendidos como linternas por cualquiera que fuera
la sustancia que había fumado, ingerido o inyectado. El arremetió contra una
desafortunada empleada civil levantándola en el aire y haciendo que saliera volando junto
con el bolso de archivos que llevaba.
— Discúlpeme, — dijo Eve, cortó cruzando el corredor mientras el hombre alto, con
las escuálidas trenzas pelirrojas ondeando hacia atrás, con los puños bombeando en el
aire, corría como un poseso.

El derechazo de ella apenas si lo hizo bajar la velocidad, pero llamó su atención lo


suficiente para hacer que dirigiera sus puños hacia ella. Uno le rebotó en el hombro, y ella
siguió el impulso, dando un giro completo y dándole una patada de lado en el vientre.

El gruñó, e intentó agarrarla. Ella le dio un pisotón fuerte en el empeine, seguido por
una rodilla levantada hacia sus pelotas, y luego volvió a intentar con el derechazo.

Ese derechazo lo hizo tambalearse hacia atrás, pero él le sonrió a ella con toda la
boca ensangrentada. Ella se preparó para la siguiente ronda, pero al tambalearse le dio
tiempo a los uniformados para cogerlo.

Eve retrocedió mientras ellos forcejeaban, consideró volver a acercarse mientras


puños y codos golpeaban y aporreaban y los gritos de guerra se repetían. Entonces un
tercer uniformado llegó de un salto desde el costado.

— Por todos los cielos, — dijo ella cuando ellos finalmente lo tenían en el suelo y con
esposas, en donde él se reía como un loco. — Por todos los cielos.

— Este es el Loco Fergus, Teniente. Uno de los uniformados con su propio labio
ensangrentado, se las arregló para hablar entre jadeos. — Pensamos que lo teníamos, pero
usted nunca sabe qué lo va a desatar.

— Que alguien se ocupe de esa mujer que tumbó, y sáquenlo de aquí. Si ustedes no
pueden controlar a un prisionero, manténganlos lejos de mi división. Ustedes me
avergüenzan.

Ella se dio la vuelta, y vio que Banner estaba ayudando a la empleada civil a ponerse
de pie.

— Lamento eso, — dijo ella cuando él volvió a reunirse con ella.

— Usted se mueve rápido. Si usted me hubiese pateado en el vientre como lo hizo


con ese tipo, yo hubiese estado tirado en el suelo boqueando como una trucha pescada.
— Supongo que el Loco Fergus está hecho de un material más duro. ¿Qué quiere
decir eso?— preguntó ella mientras hacía girar su hombro dolorido. —¿Qué tiene que ver
el ser duro con esto? No importa.

— El la alcanzó con uno.

— Él no es el primero. Volviendo a hacer girar sus hombros, ella lo guio hacia la sala
de conferencias, le hizo un gesto para que entrara.

— Detectives Peabody, Santiago, Carmichael, el Comisario Banner.

Después del intercambio de encantados de conocerse, Eve estudió el tablero casi


completo. — ¿Están ustedes informados?— pregunto ella a Carmichael y a Santiago.

— Peabody nos dio la información. Santiago golpeteó la foto de Campbell. —


Tenemos menos de dos días para encontrarla.

— Entonces no perdamos el tiempo. Comisario, dele lo que tiene a Peabody. Ella lo


pondrá en el tablero. Yo voy a hacer un resumen para los demás acerca de lo que nosotros
hemos hablado mientras tenemos terminado el tablero. Melvin Little, — empezó ella.

Ella se encontró agradablemente sorprendida cuando Mira entró. Eso significó hacer
una pausa para más presentaciones, y una rápida repetición.

— ¿Dificultoso, un sendero empinado como ese?— Carmichael estudiaba las imágenes


que Banner había traído con él mientras éstas aparecían en la pantalla.

— Él podría haberse resbalado. No estoy diciendo que lo hizo, — añadió ella. — Estoy
diciendo que si corren esa probabilidad, eso podría estar en primera línea.

— Sí, señora, podría y lo hizo pero no si usted conocía a Little Mel. No me importa
cuán perturbado estaba, él nunca perdió pie en un sendero o en un camino.

— La cabaña, la pequeña cantidad de sangre. Mira cruzó las piernas, inclinó la cabeza
hacia un lado. — Si, como determinó el fallo del juez, él mismo se hubiese lesionado
mientras rebuscaba, debería haber habido más sangre, no sólo unas cuantas gotas en un
lugar.

— Estoy de acuerdo, — dijo Eve. — ¿Sus barredores probaron con las luces?
— ¿Barredores?

— Su gente de la escena del crimen.

— Oh, sí, señor, lo hicieron. No había señales de que hubieran limpiado sangre. Y le
puedo decir que él no se hubiese molestado en hacerlo.

— ¿Ninguno de los artículos robados fue recuperado?— preguntó Santiago.

— No se llevaron muchos artículos de valor. Y no eran la clase de cosas que pondrían


en alerta si se lo llevaran a una casa de empeño o, diablos, al mercado de pulgas.

Mira cruzó las manos mientras examinaba la imagen de la víctima. — Su médico


forense determinó esas quemaduras como auto—infligidas.

— Sí, señora. Podría haber sido algo accidental o cuando estaba drogado.

— Yo no estoy de acuerdo, y creo que nuestro propio Médico Forense tampoco lo


estará.

— Estoy muy complacido de oír eso.

— Morris y DeWinter le darán un vistazo a esos restos, y a los restos de las


presuntas víctimas encontradas en Virginia Oeste, — dijo Eve.

— Sus fuerzas locales fallaron en este caso. Santiago le lanzó una mirada a Banner.
— Los federales también. Sin ofender.

— No me ofende ni un poquito.

— Nosotros especulamos, — empezó Eve, — ellos trabajaron como un equipo, tuvieron


una rutina con Little. Tenían la cabaña, vacía en ese momento, él pasó por allí o entró, ellos
lo cogieron, usaron una lona para contener la sangre y los fluidos, lo transportaron a él al
sendero elevado, lo arrojaron al vacío y siguieron su camino. ¿La falta del corazón
tallado? Ellos no habían empezado con esa floritura en ese tiempo. Él fue uno de los
primeros. No el primero, pero entre los primeros. De manera que nosotros trabajamos
hacia atrás a partir de este punto.
— Bastante atrás desde allí. Carmichael frunció el ceño. — ¿Qué los hizo empezar?
esa va a ser la clave. ¿Qué los desató? Si ellos son amantes, y así es como se entiende, tal
vez alguien un padre, una figura de autoridad, un cónyuge que trataba de separarlos. O
alguien flirtea con uno de ellos, y de allí todo se va al diablo. El primer asesinato, quien
sea, donde sea, por lo que sea, es lo que prendió la chispa de esto.

Ella miró a Mira buscando confirmación.

— En mi opinión, sí. Ese es el punto, la chispa si lo desean.

— Yo tengo algunas posibilidades, — les dijo Banner. — Principalmente yo he estado


trabajando de Little Mel para adelante, y dándome de cabezazos contra el FBI, pero he
empezado a trabajar un poco hacia atrás. Tengo tres que son… bueno, sólo suposiciones
en este momento.

— Veámoslos.

Él le echó un vistazo a la unidad que Peabody usaba. — Esta es un poco más avanzada
que la unidad con la que yo trabajé.

— Yo las buscaré. ¿Código del documento?

— Ah, no tiene código. Los archivé bajo SAM, Suposiciones Antes de Mel.

— Estoy en ello. Tengo una prima que vive en las Ozarks, — dijo Peabody mientras
trabajaba. — Es un lugar pequeño en las afueras de Pigeon Run.

— Yo conozco Pigeon Run. Bonito lugar.

— Lo es. No he estado allá desde que tenía dieciséis años, pero lo recuerdo. Ella y
su hombre y sus chicos manejan una cooperativa de mercado de granjeros.

— ¿Lydia Bench y Garth Foxx?

Sorprendida, Peabody miró alrededor. — Bueno, sí. ¿Usted los conoce?

— Un poco. Mi hermana los conoce más. Ella les lleva sus cosechas, y trae de
regreso otras cosas al menos una vez al mes. Es un mundo pequeño sin importar cuánto
crezca.
— Mantengamos al mundo enfocado en asesinatos por ahora, — sugirió Eve. —
Consigue la información, Peabody.

— Está en camino.

— Esta de aquí es la primera. Banner asintió hacia la pantalla cuando el nombre y la


foto de la identificación aparecieron. — Vickie Lynn Simon. Una acompañante licenciada,
trabajaba mayormente fuera de Tulsa. Su cuerpo fue hallado en el camino a una granja
cerca de diez millas fuera de la ciudad. Golpeada y acuchillada. Asesinato exagerado, lo
llamaron ellos.

— Ese caso fue cerrado ayer, — le dijo Eve a él. — Usted probablemente estaba en
camino hacia aquí. Ellos liaron una segunda víctima a ésta, y rastrearon al asesino. Se ve
sólido, y la segunda víctima fue asesinada la semana pasada. Esto no es nuestro.

— Entonces sólo tengo dos supuestos. Este, Marc Rossini, era dueño de un
restaurant en Little Rock. Golpeado, acuchillado, quemado. Dentro del mismo restaurant,
después que cerró. También destrozaron el lugar.

— Le eché un vistazo a ese, — recordó Eve. — Podemos dejarlo como un supuesto,


investigar más profundamente, pero no me suena. Rossini tenía problemas de juego, y
debía un par de cientos de miles. Da la impresión de que la intimidación se pasó de la raya.

— Uno más, entonces. Robert Jansen. Golpeado lesiones defensivas en este. Cabeza
hundida probablemente con una llave de ruedas. Pierna rota, golpes en su espalda, en el
rostro. Heridas defensivas en sus manos y brazos. Su cuerpo fue hallado fuera de la
carretera, en un matorral alto fuera de la Autopista 12, un poco al sur de Bentonville.
Ellos opinaron que había estado muerto como una semana antes de que un niño necesitara
hacer pís, y su mamá saliera a un lado de la carretera, y lo llevara al matorral. Es probable
que ese niño se haya quedado marcado para toda la vida. Los animales ya habían dado
cuenta del cuerpo para entonces.

— Ese es uno de los míos, — dijo Eve, agudizando la mirada. — Justamente yo había
empezado a investigar este caso. Encaja con la ruta. ¿Viaje de negocios, correcto? El
tipo está en un viaje de negocios, y conduciendo desde Fort Smith a Bentonville en un
coche alquilado. El coche nunca fue devuelto.

— No, señora. Banner captó la risa ahogada de Santiago. — Señor, eso es. El FBI lo
descartó. No había señales de tortura. Da la impresión de que él tuvo problemas con el
coche, o se detuvo tal vez para orinar o para prestarle ayuda a alguien. Ese alguien lo
atacó, él se defendió, y recibió una llave de ruedas en la parte trasera de la cabeza y a
través del rostro por su molestia.

— Se llevaron su vehículo, querían el vehículo. Así era como Eve veía la jugada.
— ¿En dónde está el vehículo de ellos?

— No encontraron ninguno. Yo verifiqué, y ninguna de las compañías de grúas recogió


uno. Ninguna de las fuerzas policiales locales ha reportado ningún vehículo abandonado en
esa zona.

— Podrían haber estado a pie, pero eso no me gusta mucho. Uno podría haber
conducido cada vehículo, y luego venderían uno. Oportunidad. Eve empezó a deambular. —
Consiguen que se detenga. Un agente viajero experimentado, ¿por qué se detiene en un
camino en medio de ninguna parte?

— Una falda, — ofreció Santiago.

— Sí, lo más probable. ¿Tienes algún problema, cariño? Caray, sí, lo tengo.
Muchísimas gracias por parar. Está oscuro y da miedo estar aquí. Su compañero entra en
escena. ¿Parece un juego de niños, verdad? Tal vez incluso algo que han hecho antes. Sólo
pedir un aventón, pero este tipo hace algo mal. Tal vez flirteó con la mujer, y el
compañero lo aporreó. Tal vez el tipo le está dando duro al compañero, y la mujer agarra la
llave de ruedas y lo golpea. Oh—oh, mira eso. El tipo está muerto, o seriamente herido.
¿Qué hacer?

— Arrastrarlo detrás de los arbustos, — terminó Peabody, — y salir de allí como


alma que lleva el diablo.

— Entonces, mira lo que hicimos juntos. ¿No fue excitante? ¿No fue un subidón?

Oh, eso sonaba bien, pensó Eve mientras le daba vueltas en su mente. Sonaba como
un violín grande y gordo en la opera e igualmente trágico.

— Su sangre está en ellos. Aporrear cabezas hará eso. El olor, la sensación, la visión
de la sangre, toda cálida y roja y húmeda. Eso simplemente los anima a continuar.

— Juntos. Asintió Mira. — Eso cementa su relación, la lleva a este nuevo nivel. La
víctima se convierte en el enemigo que ellos derrotaron para protegerse entre ellos. Y el
sexo es la recompensa. Esto entonces se convierte en una meta. Y requiere más. Más
tiempo, experimentación. Esto, si este fue el primero, o al menos uno de ellos, fue rápido
y brutal, y no necesariamente premeditado.

— Jansen fue su feliz accidente, — dijo Eve. — De manera que ellos piensan, ¿Qué
tal si planeáramos esto, qué tal si lo preparáramos y lo hiciéramos otra vez, sabiendo cómo
nos va a hacer sentir? Esto funciona para mí.

— Así, sin más. Banner miró alrededor como asombrado.

— No, no así sin más. Santiago, Carmichael, ustedes van a ir a ¿Dónde demonios está
eso?

— Lo más cercano sería Monroe, Arkansas, no muy lejos del límite con Oklahoma.

— Ustedes se van a ir allá.

— Genial, — dijo Santiago.

— Investíguenlo. En algún punto había otro vehículo. Encuéntrenlo. Peabody, haz


una investigación completa de esta víctima, habla con su gente, hazte una buena idea de él
y consigue todos los reportes y archivos prominentes. Él podría ser el primero, esto
funciona. En realidad esa no era la intención de ellos, pero se sintió tan condenadamente
bien. Mel Little, miren la ruta. Él podría haber sido el siguiente más planeado. No refinado
todavía, pero más planeado. Tal vez encontraremos otro entre esas dos víctimas, pero no
más de uno. ¿Oklahoma?

Ella le hizo una seña a Peabody para que pusiera el mapa en pantalla. — Si éste es el
primero, ellos probablemente vinieron desde Oklahoma. Tal vez ese es su origen es
probable, es lógico. Vamos a hacer una búsqueda en IRCCA de vehículos robados o
secuestrados de ese punto para atrás. Tal vez ellos empezaron robando coches, utilizando
una red para desmontarlos, cortarlos y venderlos. Trabajando en los caminos secundarios,
los pueblos pequeños. Esta zona ellos necesitarían estar familiarizados con la zona para
eso. De manera que Oklahoma es por donde empezamos. Lleven su equipo, — les dijo ella
a Santiago y Carmichael. — Les conseguiré un transporte, y un vehículo cuando lleguen a
destino.

— Viaje por carretera. Carmichael se puso de pie y alzó un puño. — Yo conduzco


primero.

— Maldita sea.

Ignorándolos, Eve sacó su enlace, deambuló unos cuantos pasos. El reloj sigue
avanzando para Jayla Campbell, se recordó a sí misma. Ella utilizaría todos los recursos
que tenía para ahorrar tiempo.

Ella había pensado en contactar a Caro, la brillante y eficiente administradora de


Roarke, pero el rostro de él apareció en la pantalla.

— Teniente.

— Hola. Necesito un favor.

— ¿Acaso no acabo de recibir mi pago por uno se esos?

— Empecemos de cero. Necesito un transporte, rápido.

— ¿Adónde vamos a ir?

— Nosotros no vamos. Santiago y Carmichael van a ir a Arkansas. Tenemos una pista.


Los necesito allá tan pronto como sea posible, con un vehículo nada elegante esperándolos
cuando lleguen.

— Puedo hacer eso. Haré que Caro te envíe la información adecuada.

— Gracias. Puedo pagar las tarifas standard del presupuesto.

— Yo prefiero otros métodos de pago. ¿Has encontrado su primera víctima como


esperabas?

— Esta parece bastante probable.

— Entonces enviaré la orden. Caro te pasará los documentos y los números. Y yo


cobraré mi tarifa más tarde.

— Ja ja. Ella cortó. — El transportador está en proceso, — les dijo a los de la sala, y
continuó. — Yo voy a despejar el papeleo. Carmichael, Santiago, consigan ese equipo y
prepárense para partir. Peabody, ocúpate de Banner. Mira, yo podría utilizar una rápida
reunión antes de que te vayas por hoy.

Diciendo esto, ella salió de la sala de conferencias.

Banner soltó un largo, largo aliento. — ¿Es que todo se mueve siempre tan rápido por
aquí? O ¿Ella siempre se mueve tan rápido?

Peabody reflexionó, se sonrió.

— Básicamente ella.
Capítulo 11

Mira asomó la cabeza en la oficina de Eve. —Tengo cerca de diez minutos antes de
empezar una sesión.

—Genial. — Eve rodeó su escritorio. —Tenemos dos días, algo menos que eso ahora,
pero estarás de acuerdo en que ese es el patrón.

—No es probable que acorten el tiempo. Podría haber acontecimientos no previstos


que podrían acortarlo, pero la tortura es la excitación y el vínculo. El asesinato es
necesario, la meta final y la liberación final, pero prolongar la tortura endulza esa
liberación.

—Necesitan un lugar.

—Sí. Privado.

—Yo me inclinaría hacia una casa privada, o un edificio con poca seguridad. Hasta el
momento los edificios abandonados y vacíos no han dado resultado. Tampoco un albergue,
no es lo bastante privado. Ni un hotel, y no dan la sensación de ser del tipo que puedan
permitirse alquilar una casa espaciosa. Para conseguir algo como eso, primero necesitarían
pasar algún tipo de verificación de seguridad, dejar el depósito de garantía. Una unidad en
un sótano, tal vez, en un edificio de nivel medio—bajo. O… se cargaron a alguien que ya
tenía lo que ellos querían.

—¿Piensas que podría haber otra víctima?

—Es algo ajustado, pero tienen que tener un lugar. Pueden haberlo preparado en su
camino hacia aquí o haber secuestrado a alguien justo después de llegar. Recogieron a
alguien de camino, tal vez en Nueva Jersey, o encerraron a alguien después de llegar. Si
esa es la manera en que han trabajado esto, han tenido cuidado al disponer del cuerpo, o
han mantenido a la víctima viva de manera que no podamos rastrearlos a través de ella. Mi
pregunta. ¿Son lo bastante inteligentes para eso? ¿Lo bastante inteligentes para planear
esto, inspeccionar un lugar, un edificio, y coger a una víctima que podría darles acceso?

—Sí, creo que sí. Llevan meses en esta ola de asesinatos. Sí, como tú crees, Nueva
York era su destino, lo planearían. Han mejorado en su pasatiempo. Esto no es una misión,
— dijo Mira cuando Eve alzó las cejas ante el término. —No es el trabajo de sus vidas.
Para ellos esto es un entretenimiento, y les vincula de manera afectiva.

—La gente se cansa de los pasatiempos, y los dejan.

—Sí, lo hacen, y, sí, en algún punto puede que ellos lo hagan. En este momento, es
demasiado excitante, y han tenido éxito. Ten en cuenta que nosotros creemos que son una
pareja, romántica y sexualmente, así como una unidad homicida. Las parejas tienen…
discusiones, desacuerdos. Se desenamoran. Si eso sucede…

—Podrían volverse el uno contra el otro, — especuló Eve. —O separarse. Debemos


tener la esperanza de que sigan juntos. ¿Separarse o que uno termine con el otro? Eso
cambia el patrón, y cambiaría el Modus Operandi.

—Mientras sigan vinculados, mientras sigan enamorados, no sólo trabajarán como una
unidad, se protegerán el uno al otro. Sí cuando los encuentres, todavía están vinculados.
Es posible, probable, que mueran juntos en lugar de permitir ser atrapados, y separados.

—Sí, ya he considerado el suicidio por el ángulo policial. Atraparlos es lo primero, no


darles la satisfacción de desaparecer juntos en un maldito corazón tallado es lo siguiente
en mi lista.

Se puso de pie, empezó a deambular. — ¿Cuál es tu impresión sobre Banner?

—Está comprometido con esto, un poco asombrado, pero sólido. Sospecho que ha
recibido muchos rechazos, del FBI, de otras comisarías, a lo largo de su investigación. No
se ha dado por vencido, y rendirse, dejar esto a un lado, habría sido más fácil.

Eve asintió mientras paseaba alrededor de la oficina. —No me da la impresión de ser


alguien que podría salirse de control. Si lo hiciera, lo sacaría del caso. Vale, gracias.

Volvió a dejarse caer en su silla, lanzó una mirada a su tablero. —Ella está sufriendo,
y está aterrorizada. ¿Por qué me está ocurriendo esto a mí? Eso es lo que sigue cruzando
por su mente. Quiere volver a ver a su familia y amigos. Quiere que esto se detenga, que
pare. Si encontramos algo de Arkansas, si puedo trabajar la ubicación, porque tiene que
estar en el centro, y si ella es lo bastante fuerte para aguantar, tenemos una oportunidad
de sacarla de esto.

—Si hay algo más que pueda hacer, sólo házmelo saber.
Eve se dio la vuelta. —Cuando lleguen los restos de las dos víctimas que conseguimos,
sería de ayuda si lo trabajaras con DeWinter y Morris o revisaras sus informes. El ángulo
del psiquiatra es otro ángulo. No quiero dejar pasar ninguno de ellos.

—Me aseguraré de ello.

Cuando se quedó sola, Eve programó otra investigación de personas desaparecidas


buscando a cualquier individuo o individuos reportados como desaparecidos desde el
pasado Agosto con una residencia o negocio en Nueva York.

Cuando su enlace sonó vio el nombre de Garnet DeWinter y contestó.

—Dallas.

—Deberías de haber preguntado.

—¿Preguntado qué?

—Si yo tenía tiempo para examinar e informar sobre dos juegos de restos
exhumados. Puede ser que no comprendas completamente lo que hacemos aquí, o el hecho
de que actualmente tengo sobre mi mesa los huesos de dos sujetos recientemente
descubiertos enterrados en cimientos de cemento después de la demolición de un edificio.

—¿Cómo son de antiguos?

—Aproximadamente ciento veinte años.

—Entonces probablemente puedan esperar. Jayla Campbell. — Espetó volviendo su


enlace de manera que mostrara el tablero y la foto de Campbell. —Tiene tal vez treinta y
seis horas, con suerte, antes de que dos amantes lunáticos que actualmente la están
torturando terminen de hacerlo cortándole el vientre de cadera a cadera y dejándola
desangrarse, probablemente mientras tienen sexo ardiente.

El agravio en el rostro impresionante y de facciones agudas de DeWinter se


desvaneció. Con un suspiro, se pasó la mano por su acicalado cabello. —Podrías haberme
dado algunos antecedentes.

—Estoy un poco apurada considerando que Campbell sólo es la última de por lo menos
veintiún víctimas confirmadas. Y tengo cuatro probables más, incluyendo los restos que se
dirigen hacia ti.

—Si me hubieses dado algún antecedente, podría haber utilizado alguna influencia
para que los restos llegarán aquí con más rapidez.

—¿Cómo?

DeWinter le envió una fría mirada de sus agudos ojos verdes. —Tengo conexiones, y
maneras de usarlas. Lo cual estaré haciendo en este instante. Voy a necesitar un informe
completo de esta investigación, del perfil, y de las víctimas previas.

—Te lo envié hace como quince minutos.

—Oh. — Esta vez DeWinter dio un resoplido. —Realmente necesitamos aprender


cómo comunicarnos mejor.

—Correcto. Ya llegaré a eso.

—Si tú lo haces, yo lo haré.

Eve se aguantó de darle una réplica impaciente, principalmente porque DeWinter


tenía un punto. —Bien. Revisa lo que te envié. Si tienes cualquier pregunta, llámame.
Morris estará trabajando contigo, y Mira va a hacer tiempo. Necesito saber todo lo que
pueda acerca de las dos víctimas. Los federales no los agrupan con esto. Yo lo hago.
Pruébame que tengo razón.

—Si pruebo que tienes razón, me invitas a una copa.

—Claro, lo que sea. Estoy presionada aquí.

—Al igual que yo lo estoy ahora. Ya me comunicaré contigo.

Eve se tomó un momento, presionó los cantos de las manos contra los ojos. Pensó:
Café.

Empezaba a ponerse de pie cuando las botas rosas de Peabody resonaron hacia su
oficina.
—Tengo información sobre Jansen, nuestra potencial primera víctima. — Su mirada
se dirigió hacia el tablero en donde Eve ya había añadido su foto. Radicado en Columbus,
Ohio. Era un experto en rendimiento. Las empresas lo contrataban para que fuera a sus
negocios y les aconsejara sobre, bueno, rendimiento. Ya fuera para acortar costos, o para
añadir cosas. Cuarenta y tres años, divorciado, sin hijos. Nadie lo reportó como
desaparecido la primera semana porque trabajaba independientemente la mayoría de las
veces, y acababa de terminar un trabajo en Fort Smith. Estaba de camino hacia
Bentonville, y tenía unos cuantos días libres. Había alquilado un sedán Priority en Fort
Smith. Modelo 2060, plateado brillante. El cual continúa desaparecido. Muchos choques
leves, nada criminal. Se ganaba bien la vida, tenía una buena reputación, pasaba cerca de
treinta y seis semanas al año en la carretera, y al parecer le gustaba. Tenía más colegas y
clientes que amigos, mi opinión, y boxeaba un poco en la universidad. Se mantenía en
forma.

—Se defendió, más de lo que esperaban. Ves a un tipo en un bonito coche, viajando
solo. Quieres el coche bonito, y no imaginas tener mucho problema. Él te da problemas,
termina muerto. Más colegas y clientes que amigos, — murmuró Eve. —Es menos probable
que se detuviera por una pareja o por otro hombre. De manera que la mujer todavía lidera
mi teoría en eso. Apuesto a que ella es atractiva. Él sale del coche. Si ella hubiera estado
haciendo autoestop, o haciendo señas, él no habría necesitado bajarse del coche.

—Una avería, o finge estar herida de manera que él sale del coche para ayudarla.

—La avería. Ellos tenían que haber llegado a donde estaban, y no es fácil caminar más
lejos de lo que alcanza la vista. ¿Alguien sabe podía haber llevado consigo?

—Equipaje, era eficiente empacando, como puedes esperar. Dos buenos trajes,
algunas camisas, corbatas, ropa interior, útiles de aseo, equipo para entrenar. Dos pares
de zapatos de calle, dos pares de zapatillas para correr. Una tableta, una computadora
portátil, dos enlaces, algo de efectivo, había retirado ochocientos dólares del cajero en
Fort Smith la tarde de su partida. Su supervisor inmediato dijo que todos ellos llevaban
una cantidad de efectivo decente para propinas. Las buenas propinas, al parecer,
consiguen un servicio más eficiente. Tarjeta de crédito de la empresa y dos personales.
Ninguna ha sido usada desde que él dejó Fort Smith. Tenía una buena unidad de pulsera.
He conseguido la marca y el modelo, y comencé una búsqueda. Lo mismo con sus
electrónicos.

—Consigue las tallas.


—¿Disculpa?

—De las prendas, los zapatos. Si ellos no los vendieron, entonces los usaron. Si los
usaron, tendríamos un tipo de cuerpo, una medida de zapatos.

—¿Quién habría pensado en eso?

—Yo pensé en eso. Consigue las tallas, mira si uno de esos colegas o clientes pueden
darnos una descripción de las prendas que él podría haber empacado. Si no, intenta con
sus hoteles. Podría haber utilizado el servicio de lavandería en alguna parte.

—Estoy en ello. ¿Dallas?

— ¿Qué? Necesito terminar la actualización para Whitney.

—Conseguí un enlace civil para mostrar los alrededores a Banner, y le conté sobre
The Eatery.

—Vale, genial. Vete de aquí.

—Dallas, él no tiene adonde quedarse, en Nueva York.

—Hay tropecientos lugares para quedarse en Nueva York.

Los ojos de cachorro de Peabody deberían haberla puesto en guardia, pero Eve
estaba distraída.

—Sí, me preguntó si podía recomendarle un hotel, tal vez uno cerca de la Central. Ha
estado despierto cerca de treinta horas, y, bueno, está a sus expensas. Me da la
impresión de que los comisarios en Silby's Pond están incluso más mal pagados que los
detectives en Nueva York.

—Cristo, Peabody. — La comprensión y el regusto de la culpa le cayeron de golpe. —


Ya veo adonde estás yendo, y vas a querer darte una rápida vuelta en U.

—Sólo escúchame primero, ¿Vale?— Peabody meneó las manos en el aire como si se
protegiera de alguna bota apuntada hacia su nariz. —Si lo hospedas, estaría justo allí.
Cualquier cosa que se presente en cualquier lugar sobre el caso, estaría allí. Y yo estaba
pensando, McNab y yo podríamos pasar la noche allí, por la misma razón, — dijo con
rapidez. —Y nosotros podríamos mantenerlo ocupado de manera que tu no tuvieras que
hacerlo, si es necesario. Carmichael y Santiago ya están de camino hacia el oeste. Algo
podría presentarse esta noche. —

—Que me jodan. — Eve se resistió sólo dejando caer la cabeza sobre el escritorio,
tal vez dándose unos cuantos cabezazos, porque, como DeWinter, Peabody tenía un punto.

—Arréglalo. Tú lidias con Summerset. — Esa tortura se la evitarían, decidió Eve. —


No quiero oírlo quejándose sobre tener que manejar una casa de rehabilitación para
policías.

—Me encargaré de ello. Ah, nosotros vamos a tener que ir a casa, a recoger algunas
cosas. Podríamos llevar a Banner con nosotros, pero…

—Oh, por… yo lo llevaré. Cuando esté jodidamente bien para mí y esté lista. Él puede
dormir un poco si lo necesita. Largo de aquí antes de que me hagas llevar a la mitad del
maldito departamento para pasar la noche.

Eve puso la cabeza en sus manos durante un momento. Primero el café, decidió.
Luego contactaría con Roarke, le mandaría un mensaje, esa era la manera de informarle de
que estaba llevando policías a casa, uno de ellos un completo desconocido. Actualizar a
Whitney, revisar el programa sobre los desaparecidos, luego…

Su enlace sonó, y, apretando los dientes, volvió a contestarle a DeWinter.

—¿Qué diablos pasa?

—Y hola para ti también. Ambos restos serán exhumados en una hora. Debería
tenerlos alrededor de las 18:00.

Todo el enfado se desvaneció. —Eso es rápido. Tal vez te debo una copa por eso,
también.

—Lo tomaré. He hecho arreglos para empezar el examen esta noche con Morris. La
Doctora Mira hará la consulta vía holograma, si es necesario, y vendrá a mi departamento
por la mañana.

—Vale. ¿Qué te parece si sólo te compro una botella?


—Copas, — dijo DeWinter, —y conversación, Teniente. Ya es hora. Te mantendré
informada.

—Yo haré lo mismo. Se te agradece. Diablos, tengo otra llamada entrante. Nos
vemos. —

Ella cortó, tomó la siguiente. —Comandante, estaba a punto de enviarle una


actualización.

—Antes de que lo haga, el jefe de Banner ha dado su visto bueno. Esto no es


oficialmente parte de la investigación federal, sin embargo, quiero que cada pulgada de
todos los traseros esté cubierta. Haga esa actualización con los detalles completos,
Teniente, y con copia a Tibble.

Eve asintió. Los traseros estaban completamente cubiertos con su propio jefe en el
grupo. —Sí, señor. ¿Brevemente? Puede que hayamos captado una grieta. — Le informó
rápidamente lo que había escrito con más detalle sobre Jansen.

—Para acelerar las cosas solicité el transporte a Roarke. Los detectives ya están en
ruta.

—Incluya la solicitud para compensación en el informe.

—Él no lo aceptará, Comandante.

—Póngalo. Roarke es libre de donar dicha compensación, pero a través de los canales
apropiados. Quiero todo el papeleo apropiado.

—Sí, señor.

Ella cortó.

Pensó, una vez más: Café, mandar mensaje a Roarke. Esta vez casi logró llegar al
AutoChef antes de que unas pisadas se dirigieran a su oficina.

—Lo siento, Teniente.

Ella podía haberle gruñido a Baxter, pero él se veía pálido, con los párpados pesados.
—¿Qué?

—Quería que supieras que estamos de regreso, podemos hacernos cargo de algo del
trabajo de hormiga.

—Vale, hay bastante de eso. Siéntate. — Trajo dos cafés. —¿Qué atraparon?

—Atrapamos y cerramos, abierto y cerrado. Cristo. — Él cogió el café, se lo quedó


mirando fijamente. —Sabes, piensas que ya no te puede afectar. Lo has visto todo, todo lo
malo que puede suceder. Pero nunca lo has hecho. Se suponía que el tipo tenía que recoger
a sus hijos para pasar la semana con él. Cuestión del divorcio. Una chica de catorce años,
un niño de ocho años. El tipo ha estado sin trabajo un tiempo, se puso agresivo con la ex
unas cuantas veces. Nada llegó a mayores, mayormente mierda verbal. Gritando,
discutiendo. Ella responde a la puerta hoy mientras los niños van a traer sus cosas. Y él la
golpea, la cara primero, con un mazo de demolición. Luego va tras los niños. Simplemente
va tras ellos. Uno puede ver cómo ellos intentaron escaparse, cómo la chica usó su cuerpo
para cubrir a su hermano. — Baxter miró su café, se sacudió, se lo tomó. —Pulverizó a esa
pequeña, Dallas. Como si fuese una cosa, y no su propia hija. El niño, dijeron que él podría
lograrlo. Las piernas están aplastadas, uno de sus brazos, pero su hermana recibió la peor
parte. Cuando el hombre pensó que había acabado con ellos, regresó y terminó con su
esposa. — Bebió un sorbo de café con lentitud. —Los vecinos escucharon algo de eso,
llamaron a la policía, llegaron corriendo. Él simplemente salió de allí, llegó a la calle y se
metió entre el tráfico. La conductora que lo atropelló trató de parar, ella tenía un bebé en
el coche. Están bien. Sólo conmocionados. El impacto lo envió hacia otro vehículo que venía,
y ese no tuvo tiempo de tratar de parar.

—Él está muerto.

—Desearía que no lo estuviera. — Dijo Baxter con ferocidad. —Por Cristo, desearía
que pudiéramos despegarlo del pavimento y ponerlo en una celda por el resto de su maldita
vida. Sus propios hijos, Dallas. Los sesos de su hija estaban salpicados por toda la pared,
el suelo. ¿Debido a qué?

—Nunca vamos a saber las respuestas, Baxter, y nunca vamos a haber visto lo peor.
Siempre hay algo peor que eso esperando suceder. Y si esto no nos afecta, si no lo
sentimos, entonces es tiempo de renunciar. ¿Dónde está Trueheart?

—Le dije que se fuera a casa, que se tomara un tiempo personal. Pero sé que él se va
a quedar en el hospital un rato más. El niño, sus abuelos están allí, y tiene más familia, así
que eso ya es algo. Él tiene el examen mañana, así que le dije que intentara poner esto a un
lado, por ahora, que se concentrara en el examen. Tal vez detengamos al siguiente antes
de que mate a sus hijos. Que consiga su placa, y quizás la próxima vez, lleguemos antes de
que los sesos estén sobre toda la pared.

—Deberías marcharte a casa.

—No puedo hacerlo. — Él alzó la mirada hacia ella. —Dame un trabajo, ¿lo harás?
Cualquier maldita cosa.

—Estoy ejecutando otra búsqueda de personas desaparecidas, — empezó ella, le


explicó los parámetros. —Redúcela a residencias y negocios en el centro. Ejecuta un
paralelo con personas desaparecidas durante las dos últimas semanas.

—Lo tengo. Gracias.

Él se puso de pie, echó un vistazo a su tablero. —Sabes que algunos de ellos nunca van
a salir de tu mente. Nosotros seguimos haciendo esto, sabiendo que el trabajo va a poner
más de ellos allí. Tienes que creer que eso es importante.

—Puedes creerlo porque lo es. ¿Estos dos? El tiempo se les está acabando.
Encontremos a los hijos de puta.

—Estoy en ello.

Cuando él se marchó, Eve obtuvo la información sobre la llamada, la familia, las fotos
de identificación de la esposa, y de los niños que estaban en la mente de Baxter. Ahora
ella los tendría en su mente, tenía que importar.

Considerando la sarta de interrupciones, se las ingenió para sacar adelante el


informe con los más mínimos detalles y enviarlo a Whitney. Luego, después de un rápido
debate, decidió que se llevaría el resto a casa, en donde las interrupciones serían
minimizadas. Entonces se dio cuenta que su turno de servicio ya había terminado.

Recogió lo que tenía de su investigación de personas desaparecidas, cogió el resto de


lo que necesitaba y agarró su abrigo.

Y recordó que tenía que llevarse a Banner con ella.


Encontró su división todavía llena de policías.

—Terminen por hoy, — ordenó ella, luego se acercó a Trueheart.

—¿Cómo está el chico?

—Está fuera de cirugía. Va a necesitar por lo menos dos intervenciones más, dijo el
doctor, y lo están manteniendo en un coma inducido. Pero dicen que va a salir adelante, que
ahora las probabilidades están a su favor. Y su familia…— Se interrumpió, respiró con
fuerza. —Sus abuelos y algunos otros están con él. El doctor dijo que es joven y
saludable, y que eso pesa a su favor.

—Vale. Ahora olvídalo por esta noche. Ve a casa, ponte a estudiar. Ni siquiera lo
pienses, — dijo ella, anticipándose a él. —No postergas tu examen, o tu vida, por algo que
no puedes cambiar. Él está en buenas manos, y tú hiciste tu trabajo.

—Eso es lo que dijo Baxter.

—Entonces escucha. — Buscó a Baxter. —Envíame lo que tienes, y ve a tomar una


cerveza con Trueheart, luego llévalo a casa. Asegúrate de que no nos avergüence mañana.

—Lo haré. Dallas, quisiera seguir con esto. Mientras el muchacho da el examen puedo
continuar con esto mañana.

—Te incorporaré. Peabody, toma lo que necesites y hazlo rápido. Tenemos trabajo.
¿Dónde está Banner?

Él se inclinó fuera de un cubículo. —Estaba trabajando en algunas notas y contactos.


La Detective Peabody dijo que podía usar este sitio.

—Traiga lo que tenga. Nos vamos.

Se puso el abrigo mientras echaba a andar, dejando que él le diera alcance.

—En verdad agradezco que me dé una litera, Teniente. No quiero incomodarla.

—Nosotros tenemos literas suficientes, y usted pagará por ella, empezando con una
parada en el camino. Estoy escogiendo una persona desaparecida al azar, verificando la
ubicación. Ellos están en algún lugar, tal vez demos en el blanco.
—No puede saberlo hasta que lo sepa. La Señorita Denning me llevó en el recorrido
de los cincuenta dólares, — añadió él mientras se metían apretadamente en un elevador. —
El lugar es de nunca acabar. Pasé por su Departamento de Detectives Electrónicos, y
tengo que decir que nunca he visto nada igual.

—Yo digo eso cada vez que voy.

Él se sonrió ampliamente. —Es colorido. ¿El capitán del departamento?

—Feeney.

—El Capitán Feeney me recuerda a mi tío Bill. Inteligente como un traje de Domingo
y fácil de tratar como un perro de caza. Y él de hecho que la valora a usted, Teniente.

—Me entrenó. Es el mejor policía que conozco, y eso que conozco a algunos buenos
policías.

—Él dijo que si usted estaba en la pista de esos dos, no se detendrá hasta que los
atrape.

— ¿Está haciendo una pregunta o haciendo una declaración, Banner?

—Tal vez ambas cosas.

Con gran alivio, ella se abrió camino en el nivel del garaje. —Dorian Kuper,— dijo ella.
—No fue el primero, pero fue el primero para mí en esto. Tocaba el chelo, tiene una madre
que nunca se repondrá de esto. Resultó ser amigo de un amigo.

—Lo vi a en su tablero.

—Es correcto. Y así mismo lo veré yo, todos los días hasta que esto esté terminado.
Este es mi coche.

Ella vio su sorpresa antes de que la disimulara, entonces presionó los códigos para
abrir el cerrojo de las puertas. La sorpresa volvió a su rostro cuando se metió en el coche
y el asiento se ajustó a él.

—Es cómodo.
—Me lleva a donde voy. — Salió del espacio, hizo el giro hacia la salida. Se detuvo
brevemente, estudiando el tráfico, las condiciones de la pista. —Maldito invierno, —
musitó, y salió zigzagueando lo bastante rápido como para que Banner ajustara su cinturón
de seguridad sutilmente.

—Y ella también se mueve.

— ¿Por qué los hombres piensan en los coches en femenino?

—Es el amor, supongo yo. Usted me disculpará por estar boquiabierto, — añadió él
mientras hacía justamente eso, doblando el cuello para tener un mejor ángulo del dirigible
publicitario que en ese momento anunciaba un vendaval de rebajas mientras surcaba el
cielo gris—pizarra. —No vi mucho cuando llegaba. Estaba preocupado, — explicó,
aclarándose suavemente la garganta mientras Eve se metía entre un Taxi rápido y un
rastrero Mini. —No sabía qué esperar cuando llegara a la Central de Policía.

Ella cortó doblando por una esquina, casi golpeando los signos de CAMINAR y a los
transeúntes que se empujaban para pasar.

—Con seguridad no esperaba estar yendo a través de la ciudad con una oficial de la
gran ciudad de camino a verificar una pista.

—No sé si en este punto llega a ser una pista. El desaparecido es Wayne Potter,
sesenta y tres años, dos veces divorciado, tres hijos y tres nietos. Trabajaba como
trasportista de muebles. Fue visto por última vez el dieciocho de Agosto.

Dobló en la siguiente esquina, le dio a modo vertical y pasó rozando sobre una
furgoneta que avanzaba lentamente.

—Había alquilado una caravana— siguió ella, —se suponía que se iba de vacaciones dos
semanas. Él y la casa rodante fueron vistos por última vez en las inmediaciones de
Louisville, Kentucky. Nunca regresó, y tanto él como la casa rodante se desvanecieron.

—Suena como que podría encajar bastante bien.

—Podría. O Potter, quien aparentemente despreciaba y era despreciado por ambas


ex—esposas, que tenía poca o ninguna relación con su familia restante, incluyendo un
hermano a quien le debía cerca de siete mil dólares, decidió simplemente seguir adelante,
y actualmente está acampando en algún lugar burlándose de Nueva York y de todos sus
habitantes.

Consideró sus opciones, pensó a la mierda, y estacionó en doble fila.

—Unidad del sótano, este edificio. — Colocó arriba sus luces de servicio mientras
explotaba una serenata de bocinazos.

Ignorándolos, Eve bajó del coche, bordeó el capó. — ¿Está armado, Banner?—

—Mi arma de servicio. Tuve que dejarla cuando entré a la Central, pero la Detective
Peabody hizo los arreglos para que me la devolvieran.

—Estese listo, — le avisó mientras se aproximaba al edificio. —Pero no se ponga


nervioso.

—Sólo he tenido que desenfundarla cuatro veces desde que estoy en el trabajo, y ni
una sola vez tuve que dispararla.

Era difícil para Eve imaginarlo, pero asintió. —Ese es un buen record para
mantenerlo.

Ella tiró su abrigo hacia atrás, descansó una mano en su arma, sacó su placa con la
otra.

Seguridad mínima en la puerta, notó ella, barras en las ventanas.

—Toque el timbre.

No tomó mucho tiempo, y sólo un instante más para que Eve dejara caer la mano del
arma, y volviera a cubrirla con el abrigo.

Bajó la mirada hacia la cara redonda y pecosa de un niño que juzgó tendría alrededor
de diez años.

—Tú no eres Sarri, — acusó él.

—No lo soy. ¿Está alguno de tus padres en casa?


—¡Mama!

El grito trajo a una niña, dedujo Eve, ya que llevaba un brillante vestido rosa con
mallas azules aún más brillantes. Y le echó una mirada tan desconfiada como la del niño.

—No puedes venir aquí porque eres una extraña. — Ella llamó a gritos a su madre, con
un decibelio más alto que el de su hermano.

—Ya voy, ya voy. Por todos los cielos, déjenme pasar, Nathan Michael Fitzsimmons,
¿qué te he dicho acerca de abrir la puerta?

—Se suponía que era Sarri.

—No lo es. — La mujer obviamente apurada, con el pelo oscuro recogido


desordenadamente en alto, con zapatillas cubriéndole los pies, puso a los dos niños detrás
de ella.

—NYPSD.— Eve volvió a levantar su plata. —Lamento molestarla.

—¿Qué es lo que pasa? Sarri está…

—Ningún problema, — dijo rápidamente Eve. —Estamos investigando un caso de


personas desaparecidas. ¿Conoce usted a Wayne Potter?

—No, lo siento, yo… Oh, espere. Lo siento, entren un segundo. Hace un frío
tremendo fuera, y estoy dejando salir el calor. — Cerró la puerta detrás de ellos. —Creo
que es la persona que solía vivir aquí. Una de las vecinas de arriba mencionó su nombre.
Nosotros nos mudamos aquí el Octubre pasado. La Señora Harbor, de arriba, me dijo que
él se había marchado un día y nunca volvió. Dejó sus cosas, su familia. Yo estuve un poco
nerviosa por un tiempo, una vez que ella me lo contó, preguntándome si él regresaría y
trataría de ingresar aquí. Pero no lo ha hecho.

El timbre volvió a sonar, y ambos niños gritaron: ¡Sarri!

—Gracias por su tiempo.—

Eve se puso a un lado dejando que la mujer abriera la puerta.

Sarri, envuelta en un abrigo, sombrero, bufanda, botas, guantes, todo llevando cada
color del espectro, fue inmediatamente cubierta por los niños.

—Mi hermana es la que está allí dentro, — dijo la mujer riéndose. —La tía favorita de
todo el mundo. Lamento no haber podido ayudarlos.

Eve regresó al coche a través de un coro de maldiciones y bocinazos. —Uno más, —


dijo. —Está de camino.

Tuvo mejor suerte para aparcar en la angosta casa, con un espacio en un segundo
nivel, pero no en el interior.

Otra mujer, esta era un llorona, que reportó que su compañero/amante de mucho
tiempo había desaparecido una noche que fue a comprar un paquete de chicles. Había un
pequeño altar debajo de la ventana del frente, fotografías, flores, velas, una botella vacía
de vino (la última, al parecer, que habían compartido) un solo calcetín rojo y un par de
guantes negros.

No le tomó mucho tiempo a Eve elaborar una teoría, no la abducción extraterrestre


que actualmente sostenía firmemente la mujer, y le llevó un poco más de tiempo elaborar
una para zafarse, ella y Banner.

—Eso es suficiente por ahora. Jesús. — Eve sacudió la cabeza mientras se metía en
el tráfico. —Extraterrestres, por todos los cielos.

—Yo tengo un primo en casa que declara haber sido abducido cuatro veces.

—No pienso que unos científicos del planeta Grum le hayan hecho un examen anal a
Curtis Hemming. Salió a comprar chicle y siguió caminando porque quería escaparse de una
lunática que había decidido que él era su alma gemela. El sexo es una cosa, la obsesión es
otra. En cualquier caso, los sospechosos desconocidos no están usando ninguna de esas
locaciones, y es improbable que se hayan cruzado alguna vez con Potter o con Hemming,
Vamos a depurar la búsqueda, veremos si podemos eliminar a algunos de los que se
marcharon.

Se abrió camino a través de un apiñamiento en el tráfico, viró alrededor de un


maxibus, y se escabulló a través de una serpenteante línea de taxis.

—Usted sabe conducir, Teniente. De hecho usted sabe conducir.


Eve le lanzó una mirada. —Ese no es un comentario que reciba a menudo, — dijo, y se
abrió camino hacia la zona residencial.
Capítulo 12

Cuando Eve condujo a través de los portones Banner soltó un bajo silbido entre
dientes y dijo, —Santo infierno.

Ella le echó un vistazo y vio que se había inclinado hacia adelante, con los ojos fijos al
frente.

Ella se había acostumbrado al tamaño y la magnificencia, admitió, pero entendía


absolutamente la impactante impresión que causaba la casa, sus ventanas iluminadas
contra el cielo oscuro, su silueta poderosa y elegante con la nieve, blanca y azul bajo las
luces, extendida a sus pies.

—Vi el video, — le dijo él, —pero te aseguro que te da un tortazo en la cabeza verlo
en vivo y en persona. Es como un castillo, ¿no es así?, justo dentro de la ciudad.

—Él es irlandés, — dijo Eve, como si eso lo explicara todo.

—Es la casa más grande que he visto nunca.

—Yo también. — Medio abochornada, ella estacionó. —Summerset, el hombre de


Roarke para… todo, — decidió ella, —tendrá su dormitorio preparado. Puede instalarse, y
trabajaremos esto en mi oficina.

—De acuerdo. Quiero volver a decirle que le agradezco esto.

—Dormitorios sobran.

—Eso lo puedo ver con seguridad. — Él salió, y sacó su bolso de lona. —Es la casa más
grande que he visto nunca, — dijo en voz alta contra el viento, —en el lugar más frío en
que estuve nunca. Esta es una experiencia divina.

Lo guio al interior, vio, como lo esperaba, a Summerset en el vestíbulo con el gato


agachado a su lado. Ambos le echaron el ojo.

—Este es el Comisario Banner.


—Sí, la Detective Peabody me lo informó. Bienvenido a Nueva York, Comisario.

—Gracias, y gracias por el dormitorio. Will Banner, — añadió él, dando un paso
adelante, y extendiendo la mano.

Summerset inclinó la cabeza, se dieron un apretón de manos mientras el gato


olfateaba con desconfianza las botas de Banner.

—Tu serías… cómo es… ¿Lancelot?

—Galahad, — corrigió Eve mientras Banner se acuclillaba, y pasaba una mano


suavemente sobre el gato, de la cabeza a la cola.

—Galahad, sabía que era uno de esos caballeros. Como dije, vi el video. Gato
suertudo, ojos de dos colores. Ese es un gato con suerte.

Al parecer Galahad estuvo de acuerdo ya que se arqueó bajo la mano de Banner, y


luego se frotó a lo largo de su pierna.

—El Comisario Banner estará en la Sala del Parque. — Ante la mirada en blanco de
Eve, Summerset sonrió con suficiencia. —Yo se la mostraré. — Hizo un ademán hacia el
elevador. — ¿Puedo ayudarlo con su bolso?

—Yo lo llevo, gracias. Un elevador, en la casa. Otra primera vez para mí.

—Estaré en mi oficina una vez que esté instalado, — le dijo Eve, un poco fastidiada
de que el gato caminara pegado a los talones de Banner.

Descaradamente boquiabierto otra vez, Banner le sonrió ampliamente a Eve mientras


las puertas del elevador lo encerraban junto con Summerset y el gato.

Algo no iba bien, decidió. Ni un comentario desagradable por parte de Summerset,


una sonrisita de suficiencia apenas contaba, el gato marchándose sin darle ni una mirada a
ella.

Se le ocurrió que no sólo estaba acostumbrada a su ritual nocturno habitual, sino que
le gustaba. Así que, refunfuñando un poco, se quitó el abrigo, y muy deliberadamente lo
colgó en el poste de la escalera antes de trotar escaleras arriba.
Se dirigió primero hacia el dormitorio. Le tomaría a Banner algún tiempo desempacar,
y acomodarse, de manera que se sacó la chaqueta, reflexionó sobre la funda de su arma, y
entonces decidió dejársela puesta.

Estaba pensando si cambiarse las botas por zapatillas deportivas cuando su


comunicador sonó.

Santiago.

—Dallas. ¿Qué conseguiste?

—Carmichael tuvo un impacto cultural pero se está recuperando. Nos reunimos con la
policía local, hablamos con la mujer y el chico que tropezaron con el cuerpo. Vamos a
reunirnos con el médico forense en un rato. No hay mucho que agregar, hasta el momento,
pero en esa parte del camino, Teniente, en donde ellos encontraron el cuerpo, no hay
mucho tráfico. Estuvimos allí como una media hora y no vimos ni un vehículo pasar. Es un
muy buen lugar para un asesinato.

—Alguien tuvo suerte, conocía el lugar o sabía cómo funcionaban los caminos
secundarios en zonas estancadas.

—Una de esas. Lo otro es que Carmichael y yo estamos de acuerdo en que tenía que
haber un segundo vehículo. Esto está en medio de ninguna parte. El informe del forense
dice que fue con una llave de rueda, una de buen tamaño. ¿Quién camina o va de excursión
llevando una tremenda llave de rueda?

—Una posible avería, la víctima está cambiando el neumático y es asaltado. Pero


entonces ellos hubieran tenido que quitarle la llave. Un segundo vehículo tiene más
sentido.

—Estamos retomando los movimientos de la víctima, y seguiremos adelante, volviendo


a verificar lo que hicieron los policías locales el verano pasado en el lugar donde se alquiló
el coche. Nadie tomó la impresión de los neumáticos en ese entonces en la escena del
crimen, o revisaron si había sangre en el camino.

—Joder.

—Sí, eso decimos nosotros. Volveremos mañana, durante el día, pero han pasado
meses.
Mientras Eve hablaba con Santiago, Roarke entró por la puerta principal. Estaba un
poco fastidiado ya que su última reunión no había salido bien, y el clima en Halifax estaba
retrasando un proyecto.

Se quitó el abrigo, y se preguntó distraídamente en dónde podría estar Summerset.


Arrojó su abrigo sobre el de Eve y comenzó a subir las escaleras. Fue primero a su oficina,
dejó su maletín. Tenía trabajo, pero para más tarde. En ese momento él quería a su
esposa, y una tranquilizante copa de vino. Se había mantenido al día con los informes de
los medios, y como no había habido nada nuevo en su investigación, se imaginaba que iban a
estar sumergidos en ella esa noche.

Después de haberse cambiado, pensó que tomaría ese vino con Eve. Eso le despejaría
lo suficiente la mente de los negocios.

El oyó movimiento en la oficina de Eve, y entró.

Vio a un hombre alto, de constitución delgada con una desordenada pelambrera como
barbas de maíz meciéndose sobre los desgastados talones de unas maltratadas botas, con
los pulgares cómodamente enganchados en los bolsillos de sus desteñidos vaqueros. Y un
aturdidor en su cinturón.

Roarke deslizó su mano dentro del bolsillo, y sobre el mini aturdidor que llevaba allí.

—¿Puedo ayudarlo?— dijo él muy tranquilamente.

El hombre se dio la vuelta, moviendo la mano hacia su propia arma. Tranquilos ojos
azules se encontraron con unos de un azul salvaje y Roarke se dio cuenta de que era
policía. Pero mantuvo su mano en donde estaba.

—Comisario Banner. Will Banner. Estoy esperando a la teniente.

Igual que yo, pensó Roarke. —¿Y para que sería eso?

—Por esto.— Hizo un ademan hacia el tablero con su mano izquierda. — ¿Usted es
Roarke?

—Lo soy.
—Lamento el estar… Summerset me mostró el camino hacia aquí. Vine desde
Arkansas esta mañana. De hecho, aprecio su hospitalidad.

La mano de Banner soltó su arma, y luego la extendió mientras se acercaba a Roarke.

Roarke aceptó la mano, pero se mantuvo alerta. — ¿Usted está involucrado en la


investigación de la teniente?

—Al parecer es así. Sé que algunas veces usted es consultor en los casos, pero no sé
cuán involucrado está en este. Me sentiría más cómodo, si no le importa, si la Teniente
Dallas le informara al respecto.

—También yo lo estaría.

Roarke vio que el gato se deslizó del sillón para dormir, se acercó, se pasó entre las
piernas de Banner y luego vino hacia él para hacer lo mismo entre las suyas. Y luego
regresó al sillón.

—Ese es un buen gato. Yo tengo un perro en casa, él está con mis padres mientras no
estoy. Pero este gato me hace pensar que también debería conseguirme uno. Es una buena
compañía. Ah… Yo estoy… ¿en la Sala del Parque? En verdad es bonita, y puedo ver con
claridad el Central Park.

—¿Esta es su primera vez en Nueva York?

—Eso es correcto. Esto hace que la cabeza me dé vueltas un poco. Um… estamos
esperando que los Detectives Peabody y McNab lleguen.

— ¿Los esperamos?— dijo Roarke brutalmente complacido. —Si usted espera aquí, yo
iré a encontrar a la teniente.

—Estaré justo aquí. — Banner se volvió hacia el tablero. —Justo aquí.

Roarke se dirigió hacia el dormitorio. Quería quitarse el maldito traje, y quería una
maldita explicación de por qué había encontrado a un policía de Arkansas en su casa, y al
parecer durmiendo en uno de sus dormitorios para invitados.

Eve todavía estaba hablando por el enlace cuando él entró, y levantó un dedo para
que él la esperara.

Ella podría haber vertido gasolina en un fuego.

—Te enviaré lo que consigamos en cuanto lo consigamos, y tú haz lo mismo. Todo,


Santiago, conforme les llegue. El tiempo sigue corriendo.

—Sí, señor.

Ella terminó la transmisión e hizo girar su cuello en círculos. —He pasado más tiempo
en el maldito comunicador hoy que…— La frígida mirada de sus ojos la alcanzó. — ¿Qué?

—Acabo de encontrarme a un Comisario Banner, aparentemente de Arkansas,


aparentemente involucrado en tu investigación, y aparentemente está quedándose en
nuestra casa.

—Sí, Banner, te lo dije. ¿Ya está en mi oficina?

—Él está allí, y tú no me dijiste ni una maldita cosa al respecto.

—Lo hice. Te mandé un texto antes…— Café, recordó, mandar mensaje a Roarke, y
ella había sido interrumpida. —Estaba por hacerlo, — se corrigió ella. —Fui interrumpida.
— Miró ceñuda el comunicador que todavía tenía en su mano, lo metió en su bolsillo. —He
tenido un millón de interrupciones hoy. Iba a mensajearte, empecé a hacerlo.

—Un hombre al que nunca antes he visto, armado por cierto, está deambulando
libremente por la casa.

—Es un policía.

—¿Y qué posible diferencia hace eso?

—Bueno, no es como si él fuera a robar la plata, o lo que sea. Lo investigué. El


comandante habló con su jefe. Es sólido.

—Otra vez, ¿qué posible diferencia hace eso?

Ella arrojó las manos al aire, perpleja. —Toda.


Él se sacó la corbata de un tirón. —Tonterías, Eve. Creo tener el derecho de ser
consultado, o al menos informado, antes de alojar a un completo extraño.

— ¡Lo iba a hacer! Tu traes gente aquí cuando quieres que vengan.

Sus ojos, ardientes ahora, se fijaron en ella mientras se sacaba el saco del traje. —
¿Y a quién he tenido deambulando libremente, un extraño para ti con un aturdidor en su
cinturón, sin que tengas conocimiento?

—Vale, vale, quieres estar cabreado, cabréate. Me interrumpieron y lo olvidé. He


estado un poco ensimismada con lo del asesinato.

—No voy a aceptar el asesinato como excusa por cada maldita cosa, ya que
ensimismarse con ello es una cuestión de rutina. Y una que yo he aceptado por completo.

Ella empezó a responderle enojada, entonces se puso en su lugar. No quería


imaginarse las cosas desde su lado, pero lo entendió muy claramente. Sintiéndose culpable
ahora, y a la defensiva, empezó a pasear de un lado a otro.

—Dos niños y su madre fueron convertidos en pulpa con un mazo, por el padre.

—Ah, Cristo Jesús, en qué mundo vives. — Roarke se frotó el rostro con ambas
manos.

—Baxter y Trueheart cogieron el caso, y Baxter vino a mi oficina, conmocionado,


cuando yo estaba por mandarte el mensaje sobre Banner. Él no se conmociona con
facilidad. Yo soy su Teniente, Roarke, tenía que poner las cosas a un lado y escucharlo.

—Lo hiciste, por supuesto.

—Entonces simplemente las cosas siguieron viniendo, y lo olvidé. Así que lo siento.
Sigue cabreado.

—Lo estoy. — Él se cambió la camisa por un suéter, tranquilizándose mientras lo


hacía. —Tú eres apegada a tus Reglas en el Matrimonio, así que agrega ésta a las demás.
Si, y cuando tengas la inclinación de alojar a un completo extraño, no te olvides de
decírmelo. Ya que la próxima vez podría aturdirlo primero y preguntar después. Soy firme
en esa regla.
—Yo la jodo, tú sabes que lo hago. No entiendo por qué sigues cabreándote cada vez
que la jodo.

—No lo haces, por eso cuando haces algo que jode, como dices tú, es bastante
irritante. — Él continuó cambiándose mientras ella no decía nada. — ¿Ambos niños?

—Parece que el niño va a lograrlo. Su hermana mayor lo escudó lo mejor que pudo con
su propio cuerpo.

—¿Y Baxter?

—Saldrá adelante. Es lo que hacemos.

—Lo es, sí. Es lo que ustedes hacen. — Y para bien o para mal, era lo que él a menudo
hacía también. —¿Y este Banner?

—Es sólido, como dije. Vino aquí a expensas propias, se subió a un transportador
cuando recibió la alerta acerca de mis búsquedas. Luego condujo el resto del camino
cuando el clima lo dejó botado en Cleveland. Ha estado investigando esto, mayormente en
su propio tiempo, desde el verano pasado porque los federales y las fuerzas locales no
piensan que su víctima fuera una concerniente a este caso. Yo lo creo. Cualquier cosa que
podamos conseguir puede ayudarnos a encontrar a Jayla Campbell antes de que sea
demasiado tarde.

—Entonces será mejor que nos pongamos a trabajar en ello.

—Lo lamento. De verdad. — Aunque sentía fastidio por cualquier maldita cosa que
tuviera que ver con lamentarse. —Y voy a sentirlo mucho más porque olvidé decirte que
Peabody y McNab están viniendo también.

—Banner me lo dijo.

—Mierda.

Él se acercó a ella, puso las manos en sus hombros. Ella se dio cuenta, con alivio (y un
poco más de culpa) de que el mal genio había desaparecido de sus ojos. —Este es nuestro
hogar, y aquellos que tú quieras son bienvenidos aquí. Pero…

—Nada de extraños con aturdidores.


—A menos que me avises con anticipación.

—Lo tengo.

—Muy bien, entonces. Hemos dejado a nuestro policía invitado solo en tu oficina
bastante tiempo.

—Pensé que le tomaría más tiempo instalarse. No ha parado desde ayer.

—Entonces supongo que podría tener una cerveza y una comida.

—Gracias.— Le acunó el rostro, lo besó. Le dio otro beso ya que había decidido que si
intercambiaban las posiciones, ella probablemente habría explotado con más fuerza de la
que él lo había hecho. —En serio.

—De nada. — Él le devolvió el beso. —En serio.

Echaron a andar juntos.

—Quizás podrías informarme, — sugirió Roarke, —ya que al parecer estoy bastante
retrasado.

—Es un montón.

Eve le dio un rápido resumen mientras se dirigían a su oficina. Allí Banner estaba
sentado en el sillón de dormir, con el gato cómodamente instalado en su regazo. Se veía
medio dormido, y se puso de pie cuando ellos entraron.

—Lo siento. Estaba en las nubes.

—La teniente me dice que usted ha estado en esto desde ayer. Espero que pueda
tomar una cerveza.

La expresión precavida de su rostro cambió con una amplia sonrisa. —De hecho que
no rechazaría una.

— ¿Eve?
—Sí, cerveza es genial. Yo la traeré. Y comida, supongo. ¿Funciona una Pizza?

Banner volvió a sonreír ampliamente por segunda vez. —¿Cuándo no funciona?

—Policías. Es lo mismo en todas partes. Arkansas, ¿verdad?— Roarke le preguntó a


Banner mientras Eve se iba a la cocina.

—Silby's Pond. Parece bastante lejos de aquí.

—En las Ozarks, ¿no es así? Ese es un adorable estado.

—¿Ha estado allí?

—Por los alrededores. ¿Y cómo decidió unirse a la policía?

—Ruta circular, supongo. Siempre pensé en trabajar en la granja de la familia, hice


algún trabajo de comisario durante los veranos cuando había tiempo para ello, y había
necesidad por los turistas y cosas así. Pero, bueno, la granja ha estado en la familia
generaciones, y uno tiene una obligación allí. Pero mi papá me sentó una noche hace unos
años atrás, y me dijo que podía ver que mi corazón no estaba en la granja, y hay que hacer
lo que el corazón te pide. Y eso era el trabajo de policía para mí.

—Su padre suena como un hombre sabio. Gracias, querida, — dijo él cuando Eve trajo
la cerveza.

—Lo es, y un buen granjero. También lo es mi hermana y su hombre, de manera que la


granja está en buenas manos. Yo ayudo cuando hay tiempo, pero quería ser policía. Buena
cerveza. Nosotros fabricamos la nuestra, receta de familia. Le voy a mandar unas cuantas
cuando regrese a casa.

—Pisotón y saltarín, — dijo Eve y recibió una mirada desconcertada de Banner. —


Peabody y McNab.

—Yo me ocuparé de la pizza, — dijo Roarke cuando ellos entraban.

— ¿Escuché pizza?— McNab entró dando saltitos, pero fue lo bastante inteligente
para soltar la mano de Peabody ante la mirada entrecerrada de Eve.

—Y cerveza. Tú preferirías una copa de vino, Peabody.


—Si está bien.

—Una, — decretó Eve. —Después es café y a trabajar. Santiago se comunicó.

Mientras Roarke disponía la comida, Eve informó a los otros.

— ¿Qué clase de tarados no revisan si hay sangre en la escena del crimen?— McNab
le lanzó una mirada a Banner. —Lo siento.

—Es difícil ofenderse. Ellos no eran mis tarados, pero lo bastante cerca.

Tal como hicieron los otros, él se sirvió una tajada. Le dio un mordisco. Se sentó,
simplemente se quedó sentado.

—Esto es pizza. ¿Esto es como el café?— le preguntó a Eve.

—Esto es Nueva York. Morris y DeWinter ya deberían tener los primeros restos. Ella
lo aceleró, e iban a empezar esta noche.

—Eso es trabajar rápido.

—El problema es el tiempo. Cuando ellos verifiquen a esas dos víctimas como parte
del caso, nosotros podremos conseguir más recursos. Es a Santiago y a Carmichael a quien
nosotros necesitamos. Si verificamos a la primera víctima, estaremos más cerca de
identificar a los asesinos. El primero va a estar más cerca a su hogar, más cerca de lo que
ellos conocen, y eran conocidos. El primero es la clave.

Ella miró hacia el tablero. —Pero Campbell puede que no tenga tiempo para eso. —
Cuando ella se levantó, Banner empezó a ponerse de pie. —Siéntese. Coma. Quiero
actualizar el tablero. Eso me ayuda a pensar.

Ella se puso a trabajar. — ¿Por qué no les hace un resumen a los otros de las dos
paradas que hicimos?— le dijo a Banner.

—La teniente está corriendo búsquedas de personas desaparecidas que tienen


hogares o negocios aquí en la ciudad, suponiendo que tal vez ellos tengan a alguien que
nosotros no hayamos encontrado, y estén utilizando el sitio de ellos como sala de matanza.
—Tiene que ser privado, — especuló Roarke. —A prueba de ruidos. Incluso
amordazados, cosas así hacen ruido. Y con poca seguridad o se mostraría en un disco
cuando introdujeran a una víctima.

—Visitamos dos, y los eliminamos. Allí viven civiles comunes.

—Hay otros para eliminar, — dijo Eve. —Mañana nos desplegaremos, incluiremos
algunos uniformados. Ellos tienen un sitio, uno en el que están cómodos. Uno al que
pudieron llevar a Kuper. Uno en donde están trabajando en Campbell en este instante.

—En el centro, — añadió Roarke.

—La probabilidad es alta. Peabody, pon el sector en pantalla.

Mientras ellos comían, mientras trabajaban, Jayla Campbell luchaba por superar el
dolor. Perder el conocimiento era una especie de escape, pero ellos siempre la reanimaban,
y le daban más.

Había dejado de tratar de entender esto. Simplemente era así.

Había perdido la noción del tiempo. Horas, días, semanas. Sólo existía el dolor y el
miedo, y la certeza de que habría más.

Habían tenido sexo en el suelo, contra la pared, algunas veces, gracias a Dios, fuera
de la vista. Aunque ella podía oírlos gruñendo o gimiendo o riéndose.

Les gustaba cuando ella trataba de gritar, cuando lloraba y suplicaba. De manera que
trataba de no hacerlo, pero algunas veces no podía parar. Simplemente no podía parar.

Parecían tan normales. Los monstruos no deberían verse tan normales, tan parecidos
a la gente común. La mujer era bonita, de una manera dura y disoluta, y el hombre, bien
parecido, algo desgarbado y… estúpido, pensó ahora.

Él estaba de acuerdo con todo lo que la mujer decía.

Corta aquí, diría ella, y él lo hacía.

Estaban comiendo ahora, y el olor a comida China para llevar le dio ganas de vomitar.
Ella no había comido desde la fiesta. Algunas veces le escurrían agua en la boca, pero
nunca le daban comida. Algunas veces el agua estaba salada, y ellos reían y reían cuando
ella se ahogaba.

Los monstruos no deberían verse como gente común.

Le habían quitado la ropa, pero ella ya había superado lo peor de eso. Ninguno de
ellos la tocaba de una manera sexual, como si a ella le importara eso ahora. Guardaban el
sexo para sí mismos.

También estaban desnudos, mientras comían, y algunas veces se embadurnaban el uno


al otro con salsa y se la lamían.

Eso, también, la hacía querer vomitar. Al menos ella podía cerrar los ojos o voltear la
cabeza. Cuando estaban embebidos el uno en el otro, apenas existía para ellos.

Deseaba poder dejar de existir para ellos.

Ellos hablaban con entusiasmo, ávidamente.

Él decía que ellos eran amantes trágicos. A la mujer, Ella Loo, le encantaba cuando él
citaba a Shakespeare o hablaba de cómo ellos eran amantes como Bonnie y Clyde.

Ella no sabía quiénes eran Bonnie y Clyde, pero la mujer lo sabía; y se reía y se ponía
en poses que hacían que el hombre, Darryl, gimiera y se lamiera los labios.

Ella escuchaba cuando podía, cada una de sus palabras. Si vivía, y no creía que lo
hiciera, pero si lo hacía, recordaría todo. Le contaría a la policía todo. Y esperaría con
cada célula de su cuerpo adolorido, que la policía los matara de la manera más horrible,
brutal y sangrienta posible.

Quería matarlos con sus propias manos.

Ella quería a su madre. Quería a Kari. Algunas veces cuando su mente iba a la deriva,
quería a Luke, y su tímida sonrisa.

Quería cualquier cosa y a cualquiera que no fuera esto. Cualquier cosa que no fuera
estar atada a una mesa bajo las luces brillantes con algo redondo y duro entre sus
dientes, algo en donde ella no pudiera sentir su propia sangre rezumando de su cuerpo, o
el aserrado dolor de huesos rotos y rozándose cruelmente entre si se movía aunque fuera
una pulgada para tratar de encontrar alivio.

No había alivio.

—Esto es algo diferente y atrevido, — estaba diciendo la mujer. —¿Nosotros no


queremos aburrirnos, verdad, cariño?

—¿Estas aburrida, Ella—Loo?

—No contigo, nene. ¡Nunca! Eres mi héroe. Pero tan sólo piensa qué excitante. Si
hiciéramos dos, al mismo tiempo. Si los mantuviéramos vivos más tiempo. Oh, sólo de
pensarlo hace que me moje.

—Me gustas mojada.

El metió la mano entre las piernas de la mujer. Jayla cerró los ojos.

—Yo estaría más mojada, más ardiente con dos. Tú puedes elegir esta vez. ¡Oh, sí!
Ponte las pilas, nene, y manos a la obra.

Ella aulló, se rio, gruñó. —¡Jódeme duro, nene, duro! Y luego vamos a conseguir otro
más. Atrapemos a un hombre. Tal vez podamos hacerlos joderse uno al otro. Hagamos que
él la viole mientras nosotros miramos. ¡Oh, oh, Darryl!

—Todo lo que quieras. Cualquier cosa. Te amo, Ella—Loo.

—Hazme gritar, Darryl. Hazme gritar. Y luego vamos a atrapar a otro.

Y ella sonrió, salvaje y con fiereza, volviendo la cabeza para mirar a Jayla mientras
Darryl la embestía una y otra vez hasta que el sudor comenzó a gotearle de la cara.

Ella sonrió con su sonrisa de monstruo mientras se corría.

En la oficina, Roarke escuchaba mientras la sala de policías elaboraba teorías,


ejecutaba búsquedas. Escuchaba mientras Eve hablaba con Morris por el enlace, mientras
consultaba con Mira.
Su mente retrocedió al primero, el que ellos creían que era el primero.

Un hombre de negocios asesinado a un lado del camino. Ningún vehículo fue dejado
atrás. Aporreado, se defendió, con el cráneo machacado.

Nada como los otros, pensó él. Ni tortura, ni idea del tiempo en que ocurrió. Pero él
confiaba en los instintos de su esposa.

El primero, quizás un accidente, o una cuestión de impulso. Posiblemente la chispa que


encendió todo lo que vino después.

—Alguien lo remolcó.

Distraída, un poco irritada, Eve miró alrededor. —¿Qué?

—Tienes dos opciones en tu primera víctima, en este Jansen. Ellos tenían un segundo
vehículo, y condujeron de forma separada, o ellos dejaron atrás el vehículo.

—No se recuperó ni se informó de ningún vehículo en la escena.

—Y estoy suponiendo que tú nunca has oído sobre robos de coches. Conduciendo en
dos vehículos, eso no es imposible, por supuesto, pero entonces hubieran tenido que
deshacerse de uno, y ellos no estarían juntos después del asesinato, cuando la adrenalina
estuviera alta.

—Espera. — Ella levantó una mano para detener comentarios, y entornó los ojos. —
Cuando la adrenalina estuviera alta, — repitió ella. —Si este es el primero, si esto puso la
bola a rodar para ellos, sería ese aumento de adrenalina después del asesinato. ¿Conducir
separadamente? Período de enfriamiento. Entonces, es menos probable. Pero ningún
vehículo fue reportado o recuperado.

—Querida Eve, — dijo él, e hizo que Banner la mirara de reojo, —esa es una zona muy
remota y rural, ¿sí?

—¿Y?

—Y apostaría más de una pinta que allí habría un servicio de grúas o dos, y además,
¿es una especie de zona de labranza? De esas con barras de remolque bastante útiles. Y
sería así: Mira allí, colega, a ese coche/camioneta/furgoneta a un lado del camino. Ve para
echarle un vistazo. Puede ser que esté averiado…

—Lo cual sería una razón para robar otro coche, vale.

—Algún problema mecánico, eso podría ser. O había sido robado previamente, y era
tiempo de intercambiar coches. Pero de cualquier manera, un alma emprendedora podría
remolcarla, desmantelarla o alterar la furgoneta y volver a venderla. Con seguridad que
incluso en esa zona tendrían un desguace bastante útil, o alguien que podría pagar para
tener otro vehículo en su propiedad.

Cuando ella frunció el ceño, él sonrió.

—Hablando hipotéticamente, por supuesto, alguien que una vez se ganó la vida
robando vehículos podría haber conducido a lo largo de tales caminos secundarios y
senderos simplemente por una oportunidad como esa.

—Plantándole una barra de remolque y arrastrándolo hacia otra locación.

—Y sacando un pequeño beneficio sin hacer mucho esfuerzo, — concluyó Roarke. —


Sería bueno que la gente que tienes allí se ponga a averiguar en las compañías de remolque,
granjeros, mecánicos y lugares por el estilo.

Él le echó un vistazo a Banner. — ¿Tu tendrías eventos semejantes en Arkansas,


Will?

—Podría ser. Había un tipo en el siguiente condado que dirigía un desguace. Recogían
coches de la interestatal mayormente, pero también recorrían los caminos secundarios.
Nunca pensé en ello. Gente que conoce gente, y llega a los oídos de uno.

Eve ya había sacado su enlace. —Carmichael.

—Estaba por comunicarte con usted, Teniente. Estamos comiendo una parrillada de
Arkansas, y tengo que hacer eco de Santiago. Es genial. El médico forense…

—Aguanten eso. Quiero que presionen en este ángulo, y ahora. Compañías de


remolque, mecánicos, garajes, tal vez pequeñas granjas o la mierda que sea. Que tengan
capacidad para remolcar un vehículo. Vamos a teorizar, — empezó ella.

Cuando había terminado, cortó la comunicación, le lanzó una mirada a Roarke. —Ese
es un buen ángulo. Las fuerzas locales deberían haber estado averiguando esto. Eres útil.

—Hago lo mejor que puedo.

—Quizás sucedió de esa manera. Me gusta la lógica de eso. Tal vez ellos robaron lo
que sea que hayan dejado tirado, o simplemente lo dejaron tirado. De cualquier forma eso
nos llevaría de regreso al paso previo, la primera locación. Eso puede que nos dé nombres.

Ella miró el tablero, a Jayla. —Café, — dijo.

—Estoy completamente de acuerdo en eso, — dijo Banner. —Dallas, puede que yo


conozca a alguien que conoce a alguien por esos lares. Estoy un poco cabreado por no
haberlo pensado antes.

—¿Pasó algún tiempo robando coches, Banner?

—Yo no, pero no puedo decir que no conozco a alguien que lo hacía. Puede que yo sea
capaz de ayudar a la gente que tiene allí.

—Entonces póngase manos a la obra. ¿Peabody?

—Señor.

—Café. A mares. Ahora.

Mientras ellos trabajaban el nuevo ángulo, Ella—Loo, en una micro falda robada de
una acompañante licenciada que habían matado y cuyo nombre había olvidado, forcejeaba
con un voluminoso sillón.

Se estaba congelando con la falda, medias de redecillas, y una chaqueta corta de


imitación de cuero, tomada de otra víctima, pero en su interior estaba ardiendo como un
horno.

El tipo venía caminando apurado, con el enlace en la mano, la capucha de su abrigo


subida. —Sí, sí, estoy en camino. Caray, esta noche es como estar en el Polo Sur aquí
fuera. Casi estoy llegando. ¡Enciéndelo!

—¿Hey, guapo?
Lo llamó, agitó su pelo hacia atrás, lo vio girar la cabeza, y echarle una buena mirada.

—Igual para ti, — dijo él al enlace y lo metió en su bolsillo. —¿Qué sucede, nena?

—¿Podrías sólo echarme una mano, por un minutito? No puedo levantar esta tonta
cosa hacia aquí dentro, y necesito meterla antes de que mi ex—novio regrese.

—Seguro, no hay problema. ¿Una mala ruptura?

—Tan mala. ¡El me golpeó!

—Ah, vamos. — El tipo se agachó para levantar el sillón. —Estas mejor dejándolo.
Puedo hacer esto si tu tomas ese lado y…

Darryl se acercó de un salto, con la cachiporra levantada, idea de Ella—Loo,


golpeándolo en la parte de atrás de la cabeza.

El hizo un sonido como de un globo dejando salir el aire, y se desplomó.

—¡Rápido, nene, rápido, antes de que venga alguien!

Tomó un par de intentos meterlo él y al viejo y confiable sillón en la parte trasera de


la furgoneta. Ella—Loo se subió después, dándole gustosamente otro porrazo al gimiente
hombre antes de envolver la cinta adhesiva alrededor de sus muñecas.

—¡Vámonos, nene! Lo agarramos bien. ¡No puedo esperar! Ya estoy mojada. Ya estoy
ardiendo.

—Guárdalo para mí, — le gritó Darryl, moviéndose con rapidez para conducir las dos
cortas manzanas de regreso a casa.
Capítulo 13

Jayla sabía que forcejear sólo causaba más dolor, pero se puso frenética por hacerlo
cuando los oyó marcharse. Gritó contra la mordaza hasta que sintió la garganta arder y
sangrar, retorció el cuerpo, forcejeó con los brazos con todo lo que quedaba en ella.

No era suficiente.

Las heridas frescas se abrieron en sus muñecas, los talones envueltos en la gruesa
cinta adhesiva se le abrieron en carne viva y se humedecieron con la fricción. Su lucha
abrió las venditas que ellos le habían puesto en algunas heridas, de manera que
comenzaron a rezumar otra vez. Paladeó sus propias lágrimas y la histeria hasta que,
exhausta, se quedó inmóvil.

Recuerda, se ordenó a sí misma. Recordaría todo en caso de que sobreviviera a esto.

La tenían atada en una especie de tablón, atada y envuelta con cinta adhesiva. Tenía
una soga alrededor de su cintura y su vientre. Algunas veces ellos la estrangulaban con
otra soga hasta que ella perdía el conocimiento.

Había algo plástico, pensó ella, debajo de la improvisada mesa. Ella podía oírlo
arrugarse debajo de sus pies cuando ellos la lastimaban.

Una ventana. Podía ver sólo una ventana, con barras, y un gran sofá marrón en donde
ellos algunas veces tenían sexo. Y una pantalla en la que ellos veían porno y programas de
juego.

Un apartamento. Tal vez al nivel de la calle, eso pensaba ella porque podía oír el
tráfico cuando ellos salían o regresaban por la puerta.

Un techo blanco, blanco deslucido, un techo blanco deslucido con esas luces redondas
en el interior.

Ellos nunca apagaban las luces.

Traían comida para llevar, nunca entregas a domicilio, al menos no cuando ella había
estado consciente. Montones de cerveza y jarras de vino. Y una vez, al menos una vez,
había olido Zoner.

Podía describirlos perfectamente.

Todo lo que tenía que hacer era escaparse, y podría describirlos a ambos
perfectamente incluidos los tatuajes a juego.

Pequeños corazones con un D y una E en el interior, bordeados en azul y rojo sobre


sus propios corazones.

Habría gente buscándola, podía consolarse con eso. Tenía personas a las que les
importaba, y estarían buscándola.

Pero, ¿cómo la encontrarían?

¿Por qué no había llamado a un taxi? ¿Por qué no había usado la cabeza y llamado a un
taxi cuando había salido de esa estúpida fiesta? ¿Por qué había ido en primer lugar? ¿Por
qué no se había quedado en casa viendo videos con Kari?

Comenzó a llorar otra vez, a forcejear de nuevo. Y cayó en un tembloroso sueño.

El ruido la despertó. Por un momento estaba de vuelta en el dormitorio de la


universidad con Kari, tratando de dormir mientras había una fiesta en el dormitorio
vecino. Trató de darse la vuelta, y el dolor demoledor la despertó.

Habían puesto música, música country con una mujer gorjeando acerca de cómo iba a
cazar a su hombre. Cantaban con ella, a grito pelado, mientras instalaban una especie de
mesa plegable.

La mujer bailaba alrededor de esta, frotaba el trasero contra la ingle del hombre, y
se alejaba bailando y riéndose.

Jayla podía ver ahora el plástico en el suelo.

Y el cuerpo tirado boca abajo sobre éste.

Su primera reacción fue una especie de loca alegría. No estaría sola, podrían
olvidarse de lastimarla, incluso por un ratito.
La vergüenza cayó sobre su horrible júbilo, recordándole que sin importar lo que ellos
le hicieran todavía era humana. Todavía podía avergonzarse. Y sentir lástima.

Juntos voltearon el cuerpo, comenzaron a desvestir al hombre, no, lo vio y la lástima


creció. Un muchacho. Más joven que ella. Veinte años, tal vez veinte, y pálido como un
cristal.

Se removió un poco, gimiendo. Darryl levantó la cachiporra, ellos le habían quebrado a


ella por lo menos una costilla con ese pesado saco de cuero, y golpeó al muchacho a un lado
de la cabeza. Como si matara una mosca, distraídamente, con algo de irritación.

—No queremos que se despierte todavía,— dijo Darryl. —Necesitamos tenerlo


colocado primero.

—Es casi la cosa más blanca que he visto fuera de esa nieve en el suelo afuera. —
Ella—Loo soltó una risita mientras le quitaba los pantalones al muchacho.

Sacó el contenido de los bolsillos mientras Darryl terminaba de desnudarlo. Y abrió


la billetera.

—Tenía menos de veinte dólares encima. Mierda, y no tiene unidad de pulsera o algo
más. Se llama Reed Aaron Mulligan.

Jayla repitió mentalmente el nombre una y otra vez. Recordaría a Reed Aaron
Mulligan. Alrededor de veinte años, delgado, piel blanca como la leche y algunas pecas,
pelo rubio rojizo con una lastimosa perilla en su joven rostro.

—Llave electrónica, algunos créditos sueltos, un lindo cuchillito de bolsillo. Uno de


esos, ¿Cómo es que los llamas?

Darryl echó un vistazo. —Multiusos. Déjame ver. — Lo tomó y lo examinó. —Es uno
bueno, — dijo y lo metió en su bolsillo.

—Las botas son bastante nuevas, y el abrigo también.

Regalos de Navidad, se imaginó Jayla. De sus padres. Sus padres estarían buscándolo
pronto.
—Es muy chico para ti, — Ella—Loo le dijo a Darryl, y poniéndose de pie, se probó el
abrigo. —Es caliente.

—No lo suficiente para ti, nena.

—Apuesto que podemos conseguir algo por el abrigo y las botas.— Los arrojó junto
con los pantalones hacia el sofá, entonces estudió a Reed Aaron Mulligan con sus manos en
las caderas.

—La polla no sirve mucho, pero le daremos un poco de Erótica, eso lo pondrá en
forma, lo hará bien.

Se volvió hacia Jayla entonces, sonrió con esa sonrisa salvaje. —Él te va a sacar la
mierda violándote.

Jayla quería cerrar los ojos, sólo cerrarlos y volver a perder el conocimiento, pero se
obligó a enfrentar esos duros ojos. Se obligó a devolver la mirada de esos ojos hasta que
Ella—Loo levantó la cachiporra y la golpeó dos veces en la entrepierna.

El dolor explotó en el centro de su cuerpo e irradió hacia todos lados.

—Ahí tienes una probada.— Ladeando la cabeza, como si estuviese reflexionando,


golpeó cada uno de los senos de Jayla alternativamente.

Mientras el cuerpo de Jayla se arqueaba y caía, Ella—Loo observó florecer los


moretones.

—Nunca intenté nada sexual con ninguno de ellos. Eso me pone cachonda.

—A mí también.

Ella le echó un vistazo, vio el brillo en los ojos de Darryl, la manera en que su mano se
movía entre sus piernas.

—Todavía no, nene. Todavía no. Vamos a acomodar a nuestro nuevo amigo, como
dijiste. —Vamos a querer ablandarlo un poquito.

Jayla se metió dentro de sí misma, dentro de ese espacio oscuro en donde el dolor
era empujado hacia los límites. Después de un rato, ella no podría decir cuánto tiempo,
escuchó el grito horrible, casi inhumano, uno que se había escuchado emitir a sí misma.

Y supo que habían empezado a ablandar a Reed Aaron Mulligan.

Eve volvió a leer el muy preliminar informe de DeWinter.

Demasiado pronto para ser concluyente, y eso sólo la enfurecía, pero DeWinter
creía, y Morris estaba de acuerdo, que un número de las lesiones de Melvin Little habían
sido infligidas antes de su caída. Algunas entre veinticuatro a treinta y seis horas antes.

Leyó los términos científicos, las enfurecedoras probabilidades, los posibles, y


extrajo la sustancia.

Huesos mellados con instrumento de hoja filuda, una herida más antigua hecha con
objeto contundente, en la parte de atrás del cráneo. Fractura de fémur debida a un
violento golpe hacia abajo.

Tal vez por una llave de ruedas, pensó Eve mientras iba de aquí para allá y leía,
caminaba y leía.

Numerosos huesos de la mano derecha aplastados.

Continuarían con más pruebas a las siete de la mañana.

Eve se animó con una posdata de Morris.

Garnet no está lista para comprometerse, y está en lo correcto. Pero él es uno de los
tuyos. La autopsia local fue muy mal hecha aquí. Esta víctima sufrió múltiples Lesiones,
acuchillamiento, palizas, golpizas… al menos un día antes de la hora de la muerte. Sería una
considerable coincidencia para él, el haber peleado con alguien o haber sido atacado por
otros en vez de tus sospechosos desconocidos.

—Coincidencia es una tontería, — murmuró ella.

—Como has dicho. — Sutilmente, Roarke se colocó entre ella y lo que él creía que era
ahora, otra cafetera vacía. —Tú, todos ustedes, han hecho todo lo que han podido por
esta noche.
—Santiago y Carmichael…

—Con seguridad contactarán contigo si es que encuentran algo. Pero ya que es pasada
la medianoche allí, lo más probable es que ellos necesitarán seguir la investigación por la
mañana.

—¿Qué hora es allí?

—Si es pasada medianoche allí, aquí es la una pasada. Es una hora de diferencia.

—Eso me vuelve loca.

—Lo hace. — Banner se peinó el pelo con las manos, las mantuvo allí como si esa fuera
la única manera de mantener la cabeza en alto. Sus ojos tenían la mirada confundida y
aturdida de un sonámbulo. —Cruzas alguna línea estatal y ganas una hora, y pierdes una
hora. Es confuso.

Ella apuntó un dedo hacia él en solidaridad. — ¿Lo ves?— le dijo a Roarke.

—Lo que veo es que nuestro comisario del horario de la zona central necesita dormir,
así como el resto de nosotros.

Ella consideró el darles a todos un reforzador de energía aprobado por el


Departamento, y entonces se dio cuenta de la futilidad de hacerlo. Además de que odiaba
la manera en que esos estimulantes la hacían sentir. Todos ellos trabajarían mejor con
unas cuantas horas de sueño.

—Vale, lo daremos por terminado. Nos encontramos aquí de nuevo a las seis de la
mañana.

—Recibido. Lo lamento, — añadió Banner. —Mi cerebro se ha ablandado. No puedo


recordar cómo llegar a mi lugar.

— ¿En dónde lo pusieron?— Peabody se frotó mientras se ponía de pie.

—Ah…

—La Sala del Parque, — le dijo Roarke.


—Nosotros sabemos en dónde está eso, ¿verdad?

McNab asintió, se puso de pie, envolvió a Peabody con un brazo mientras ella se
apoyaba en él. —Sí, un poco más allá de la nuestra. Nosotros lo guiaremos.

—Se lo agradezco. — Volvió la mirada hacia el tablero, enfocándola en Melvin Little.


—Ahora él tiene más que sólo a mí. No voy a olvidar eso.

Cuando siguió a Peabody y a MacNab fuera de la oficina, Eve le echó un vistazo a la


cafetera.

—Absolutamente no.

—Tú no eres quien…

—Lo soy, y esperaría que tú hicieras lo mismo por mí. Tu sangre debe de ser tres
cuartos de cafeína ahora. Estás vibrando con ella.

—Estoy un poco tensa, — admitió ella.

—Y si te quedara una sola piedra por voltear esta noche, yo mismo te traería otra
cafetera, y la tomaría contigo.

Tal vez lo haría, pensó ella, tal vez simplemente le daría un tranquilizante y asunto
concluido. Pero él tenía razón. Había volteado cada piedra disponible. Tal vez tuviera una
perspectiva diferente sobre lo que había encontrado.

—Las compañías de remolque reciben llamadas todos los días de la semana, — dijo
mientras él la sacaba de la oficina. —Tal vez Carmichael y Santiago encuentren algo esta
noche.

—Se comunicarán contigo si lo hacen.

—Una vez que DeWinter ponga su firma en Little y en la otra víctima en su


departamento, el FBI los va a ver en otra perspectiva, o empezarán a hacerlo.

—¿Y eso te molesta?

—Eso me molesta puramente, cómo se dice, a nivel visceral. Pero mientras más
recursos tengamos mejor. Ellos tienen gente investigando lo de Jayla, pero su enfoque
está al norte. Ven Nueva York como parte de un patrón, no un destino.

Se dio cuenta cuando entraron al dormitorio, de que Galahad se les había adelantado
y ahora estaba despatarrado en el centro de la cama.

—Mientras más recursos mejor, — repitió ella, metiendo las manos en sus bolsillos, y
poniéndose a pasear para tratar de bajar el exceso de energía. —Nosotros no habríamos
llegado tan lejos con Little sin Banner, y no lo tendríamos confirmado, y maldito si no lo
está, sin DeWinter y Morris. Y el ángulo del remolque es bueno. No tendríamos eso sin tu
perspectiva criminal.

—Siempre feliz de ayudar. — Él le dio la vuelta, le soltó el arnés de su arma.

Ella se lo quitó. —Las fuerzas locales no querían esa conexión, la conexión local.
Querían que el que le aplastó la cabeza a Jansen fuera algún autoestopista homicida. Está
por todo el informe que hicieron.

—Hmm.— Roarke volvió a darle la vuelta, le desabrochó el cinturón.

—Y sobre Little, menos problemático si esa fue simplemente su mala suerte.

Le sacó el suéter por la cabeza.

—Lo mismo con Fastbinder en West Virginia. El tipo dio un mal paso, y se fue de
cabeza contra una grieta. Trágico, claro, pero la gente no está martilleando a la fuerza
local para que rastreen a una pareja de asesinos.

Roarke la hizo retroceder hacia la cama, la subió a la plataforma, y la hizo sentarse.

— ¿Qué estás haciendo?

—Estoy aquí para ayudar, ¿recuerdas?— Él le levantó una de sus piernas y tiró de la
bota para sacársela.

—Estás trabajando para dejarme desnuda.

—Es la recompensa por la ayuda.


— ¿Estás buscando otro pago?

—Había planeado abrirte una cuenta, pero bajo las circunstancias. — Tiró de la otra
bota.

—Estoy un poco tensa. — Ella levantó las caderas mientras él tiraba de sus
pantalones hacia abajo y se los quitaba. —Más bien podría darle un buen uso a la cafeína.

—Y si yo logro sacarla de tu sistema, podrías cerrar la boca el tiempo suficiente para


que ambos podamos dormir algo.

Con la palma de la mano él le cubrió el rostro y le dio un suave empujoncito hacia


atrás.

Y con un gruñido gutural, Galahad se fue a la esquina de la cama y les dio la espalda.

— ¿Cómo sabe él que nosotros no sólo vamos a dormir?

—Instinto animal, — supuso Roarke, sacándose su propio suéter antes de colocarse


sobre ella.

—Yo tengo algo de eso. — Eve lo atrajo hacia sí, y lo besó dándole un rápido
mordisquito. —Rápido. — Ahora utilizó sus dientes en la garganta de él. —Rápido, duro y
rudo.

Ella ya estaba ardiendo. Y su avidez lo encendió a él. Mientras ella forcejeaba para
desvestirlo, él acunó una mano entres sus piernas, haciendo que casi llegara al límite.

Ahora no había nada, sólo la necesidad, como una fiebre, como una llama ardiendo,
elevándose. Enloquecida se arqueó hacia arriba, pegándose contra él hasta que ambos se
estremecieron.

Aún arqueada, le envolvió las caderas con sus piernas, y se agarró de las sábanas
como si fuera a salir volando sin esa ancla.

—Rápido, — volvió a decir ella, apenas respirando. —Duro. Rudo.

Él entró en ella, enfundado hasta la empuñadura, haciéndola gritar. Y otra vez, con
un placer tan agudo que lo atravesó como una cuchilla.
Otra vez y una vez más, con una locura que hizo que se le nublara la visión de manera
que ella parecía suspendida en humo debajo de él.

Usó sus manos en ella, en su piel temblorosa y resbaladiza, y su boca, mientras se


hundía, duro, rápido, rudamente.

Ella había querido esa oscura avidez interior, el animal se excitó, así que él lo liberó,
lo montó, la montó a ella hasta que su grito estrangulado sonó en sus oídos, hasta que su
cuerpo se sacudió contra el de él. Hasta que pareció que ella se derretía.

Y siguió montándola, más allá de la razón, tomó más. Lo tomó todo.

Y con todo llegó su liberación.

A ella le retumbaban los oídos con el martilleo de su propio corazón. El de él golpeaba


contra el de ella como un puño. Lo sintió empezar a moverse y se las arregló para
envolverlo con sus flácidos brazos.

—No. Sólo quédate, — murmuró ella. —Sólo quédate un ratito más.

Y durmieron.

Ella despertó en la oscuridad, sacada de un sueño profundo y afortunadamente sin


sueños por el insistente sonido de su comunicador.

Desorientada, todavía entrelazada con Roarke, trató de levantarse.

—Espera. Encender luces, diez por ciento.

Ante la orden de Roarke, la oscuridad se iluminó mientras él rodaba para levantarse.

—Mi comun…

—Todavía está en tus pantalones. — Él los encontró, sacó el comunicador mientras


ella trataba de salir de la bruma del sueño.

—Ah…
—Bloquear video, — le avisó él.

—Cristo. Sí. Bloquear video, — ordenó ella. —Dallas.

—Despacho, Dallas, Teniente Eve.

A las 4:18 a.m., supo de Reed Aaron Mulligan.

En el centro otra vez, pensó. Un dia por delante de lo programado. A menos que…

— ¿Quieres que despierte a Peabody?— preguntó Roarke.

—Sí. No. No, no vale la pena. Va a ser uno de los de ellos, pero eso es instinto, no es
un hecho. Voy a hablar primero con la madre de este Mulligan.

—Entonces yo voy contigo. Contigo, — repitió él antes de que pudiera objetar.

Estaba duchada, vestida y energizada con el café en diez minutos, con Roarke apenas
un minuto detrás de ella mientras traía un vehículo por control remoto desde el garaje.

Entonces salieron por la puerta hacia el frío, a la noche clara, en donde uno de sus
robustos todoterrenos los esperaba con el motor y la calefacción encendidos.

—El posible desaparecido vive con su madre en Leonard, fuera de Broadway.

—Escuché lo que dijo Despacho. — Él condujo rápido atravesando los portones y


saliendo a las calles tranquilas antes del amanecer invernal. —Este es un cambio en el
patrón, ¿no?

—Si ellos lo tienen, sí. Jayla Campbell debería haber tenido otro día. Quizás algo
salió mal, y ellos han arrojado el cuerpo en donde todavía no lo hemos encontrado. O se
deshicieron de éste de otra manera O…

—Todavía la tienen. Viva.

—Dudoso, pero me gustaría pensar eso. Y puede ser que esto sea una falsa alarma. El
desaparecido tiene apenas veintiún años. — Escaneó su computadora portátil, y revisó la
investigación que ya había empezado sobre él.
—Un par de estadías en el reformatorio, parece. Drogas, nada importante.
Actualmente trabaja como asistente de gerencia, turno diurno, en una tienda de música,
instrumentos, lecciones. Tuvo algunas ganancias aquí de una banda llamada Los Trilladores.

Investigó un poco más. —Toca la guitarra y canta. Parece que tiene una cantidad de
citas en clubs de baja categoría. Tengo que echarle un vistazo a eso, pero…

—Él debe de haber tenido suerte, puede haberse drogado y quedarse con una amiga.

—Tal vez. Pero este es el territorio de ellos. Madre soltera, camarera, sin hermanos.
— Eve guardó la computadora. —Vamos a escucharla.

Los Mulligans vivían en un edificio de tres pisos con una sólida seguridad y un
vestíbulo razonablemente limpio.

No había grafitis en las escaleras que llevaban al tercer piso, notó Eve, lo cual decía
algo sobre los inquilinos. Había oído el murmullo de un noticiero en el segundo piso a través
de la puerta de un apartamento.

El aislamiento de sonidos era terrible, y alguien trabajaba en el primer turno.

Había alzado el puño para tocar la puerta, pero está se abrió antes.

—Los oí viniendo. ¿Policías?

—Teniente Dallas. — Eve levantó su placa. —Y mi consultor civil. ¿Señora Mulligan?

—Sí, sí, pasen. Gracias por venir tan rápido. El primer tipo con el que hablé apenas me
escuchó.

Vestía una falda negra corta que mostraba unas buenas piernas y un top blanco de
corte bajo que enmarcaba unos buenos senos. Su ropa de trabajo, pensó Eve, y sólo se
había cambiado los zapatos por unas zapatillas para estar en casa, tenía encima de la blusa
un voluminoso cárdigan.

Irradiaba preocupación.

—Reed no dejaría de llegar a casa. Él me avisaría si se fuera a quedar fuera. Ese es


nuestro trato. Yo hago lo mismo por él.

—¿Por qué no nos sentamos, y usted puede darme los pormenores?

—Oh, lo siento. — Miró alrededor como si no pudiera encontrar su lugar en su propio


apartamento. —No puedo pensar, estoy tan preocupada. Tomen asiento. Tengo café.

—Eso sería genial, — dijo Eve, más que nada para darle a la mujer algo que hacer,
algo que pudiera estabilizarla. —Sólo negro para ambos.

—Denme un segundo.

Se movió hacia la parte trasera de la habitación, en donde había una angosta cocina
abierta.

Llevaba su cabello rojo fuego agarrado en una coleta que dejaba su rostro, delgado y
angular, despejado. Su investigación la había señalado como una mujer de cuarenta, pero
bien podría haber pasado por una de treinta y cinco, aún con su palidez y las ojeras bajo
sus llorosos ojos verdes.

—Trabajo cinco días a la semana en el Speakeasy. Es un bar que queda sólo a un par
de cuadras de aquí. Es un buen lugar, no un antro. Un lugar con clase, con buena clientela.
Roarke es el propietario, usted sabe a quién me refiero.

Eve le lanzó una mirada a Roarke. —Sí.

—Así que es un buen lugar para trabajar, no van muchos agarraculos. Y está cerca de
casa, Roarke también este propietario de este sitio, de manera que es agradable. Es
seguro, y es limpio. Reed es un buen muchacho. Responsable. Tiene un trabajo diurno
sólido. Quiere ser una estrella de la música, ese es su sueño. Toca en una banda, y están
empezando a conseguir algunos trabajos. Es bueno. Yo sé que soy su mamá, pero es bueno.
De cualquier manera.

Ella trajo el café en una bandeja con la gracia y facilidad de una camarera con mucha
experiencia.

—Yo trabajo cuatro noches de siete a medianoche, y una noche, como la de hoy, de
cinco a dos. Reed dijo que podría salir tarde, a tocar un poco con su banda. Están
trabajando en un sonido computarizado. Tiene habilidad con las computadoras. De manera
que cuando llegué a casa y no estaba aquí, no me preocupé. Pero cuando revisé el enlace de
la casa, éste estaba con la lucecita intermitente de manera que supe que habían mensajes,
entonces me preocupé.

Ella cogió su café, lo volvió a dejar. —El primer mensaje era de Benj, es el mejor
amigo de Reed, y uno de la banda. Estaba un poco molesto. Diciendo ¿En dónde estás?,
¿por qué no contestas tu enlace?, ese tipo de cosas. Puede escucharlo.

—Eso estaría bien.

Jackie se puso de pie con rapidez, y puso a reproducir el mensaje.

Hola, hombre, ¡qué mierda! Todavía estamos esperando. Contesta tu enlace, tío.
Dijiste que estarías aquí en unos minutos. Ha pasado una maldita hora. Llámame.

La máquina indicó que el mensaje había entrado a la 1.06.

Y el siguiente, también de Benj, veinte minutos después. El tercero era de una chica,
identificada como Roxie Parkingston, vocalista, veintidós minutos después de ese.

Reed, ahora sí que me estas asustando. Te juro que si no sé nada de ti en otra media
hora, voy a llamar a tu mamá. No hagas que la llame.

—Ella lo hizo, — confirmó Jackie. —Yo estaba escuchando el mensaje, su último


mensaje, cuando ella me llamó. Dijo que Reed había hablado con Benj cuando estaba en
camino, caminando hacia la unidad en el sótano que Benj comparte con un par de otros
muchachos en Morton, justo saliendo de la Séptima. Ellos tienen instalado un sistema a
prueba de ruidos, de manera que practican allí. Está a sólo diez minutos a pie. Como
mucho. Algo sucedió, — insistió. —Él no haría esto. Nosotros tenemos un trato. Todo lo
que cualquiera de nosotros tiene que decir es que no estaremos en casa, sin explicaciones,
sin preguntas. Pero tenemos que informárselo al otro. Siempre lo hacemos. Y él estaba de
camino a lo de Benj y la banda. Es su sueño.

—¿Cómo habría estado vestido?

Jackie soltó un largo suspiro. —Miré, para estar segura. Le compré un nuevo abrigo y
nuevas botas. Su cumpleaños, Navidad. Botas marrones Trailblazer, las de cuero de
verdad. Fue su veintiún cumpleaños, y en verdad las quería. Y el abrigo, es una parca marca
Moose. Color verde cazador. Creo que llevaría pantalones negros, un suéter negro. Es una
cosa de la banda.

—¿Tiene novia?

—Está viendo a medias a esta chica, Maddy, y verifiqué con ella, la desperté. No lo
ha visto desde hace un par de días. Está interesado en Roxie. Eso puedo verlo. Demonios,
ella puede verlo, pero él no ha hecho nada todavía. Yo lo sabría. Así que sale a veces con
Maddy, pero no es algo serio, y ella no lo ha visto desde que se fueron a comer pizza la
otra noche.

Eve hizo más preguntas, le dio la impresión de que era un muchacho del tipo
despreocupado, que se ganaba la vida trabajando, ayudando a su madre con el alquiler,
siguiendo adelante, y soñando con la fama y la fortuna interpretando música para millones.

Como su propia mejor amiga hacía justamente eso, Eve sabía que eso podía suceder
en realidad.

Obtuvo la información de contacto de sus compañeros de la banda, de la media—


novia, de algunos compañeros de trabajo.

—Usted va a buscarlo, ¿verdad?

—Sí, vamos a buscarlo.

—Sé que él es mayor de edad, pero en general todavía es un chico. Y es guapo. —


Presionó los labios. —Sé que hay gente afuera, gente que acecha a los chicos, incluso a los
chicos mayores de edad.

Sí, la hay, pensó Eve, pero dijo, —Vamos a buscarlo.

En el minuto que salieron, se volvió hacia Roarke. —Tu edificio.

—Al parecer lo es.

—Entonces él conseguir los discos de seguridad no debería ser un problema. La


cámara sobre la puerta. Podría mostrarlo saliendo.

—Ya he contactado con la compañía de seguridad que maneja esta propiedad. El


sistema está en el cuarto de servicio del sótano. Tengo los códigos.
—¿Puedes hacerme unas copias? Quiero emitir su descripción. Esto saldrá en los
noticieros mañaneros. Tal vez alguien lo vio.

—Cinco minutos, — le dijo él, y se fue por la salida al sótano.

Estaba de regreso en cuatro, y le entregó la copia. —La hice correr desde las siete
hasta la una. Sólo para cubrir el terreno.

—Eso es suficiente.

Ella lo hizo correr en su computadora portátil, adelantándolo hasta que vio a Reed.

—Justo a medianoche, y vestido justamente como dijo su madre. La capucha subida.


Hace frío.

Se quedó parada en donde estaba, y siguió corriendo el disco hasta que vio a Jackie
Mulligan caminar hacia la puerta y entrar.

—Tres personas salieron, dos entremedias. No hay parejas. Y no hay razón para
pensar que ellos cogieron al chico, y regresaron.

—Pero ahora estás segura.

—Sí. ¿Quieres dar un paseo?

—¿Un paseo en el frío y en la oscuridad? Suena simplemente adorable.

—Él caminaría hacia el oeste, — dijo ella cuando salían al exterior. —Al oeste hacia la
Séptima, y doblar hacia el sur. —Caminata de diez minutos, probablemente un poco menos
ya que él estaría apresurándose por el frío. Y en alguna parte a lo largo de la ruta se
encontró con ellos. Entre la medianoche y diez minutos después, si no se desvió. Esta es
una ventana buena y angosta.

Escaneaba mientras caminaban, buscando más cámaras de seguridad, ventanas


iluminadas, lugares oscuros en donde acompañantes licenciados, traficantes de drogas o
asaltantes podían estar ocultos.

Pero su instinto le decía que Reed no había tenido un encontronazo con un asaltante,
o con un drogadicto, o con algún tráficante de drogas callejero. De manera que buscaba
sitios potenciales en donde alguien pudiera estacionar un vehículo lo bastante cerca al
bordillo para…

—Mierda.— Se detuvo al lado de una zona de carga, le echó un vistazo a la hora. —


Justo cerca de los seis minutos. Farola rota, justo allí. Y los vidrios de la farola en la calle

—Rompieron una de las luces para cubrirse, estacionaron justo dentro de la zona de
carga.

—Utilizaron a la mujer para atraerlo. Hola, cariño, ¿puedes ayudarme un


segundito?'— Estudió los edificios, las fachadas de las tiendas mientras hablaba. —No
hay bares justo aquí, y esa es una maldita vergüenza. Venta al por menor, cafetería,
residencias, una firma de contaduría. Nada que pudiera estar ajetreado a medianoche en
una noche glacial. Pero algún tráfico tendría que haber. De manera que ellos tenían que
hacerlo rápido con él.

Levantó el rostro. —Sí, tenían que ser rápidos. Y ese es un error. Las zonas de carga
tienen cámaras. Cámaras de mierda, y un montón de ellas no funcionan para nada, pero
tenemos una pista posible aquí.

Sacó su comunicador. —Tenemos una pista posible, — repitió.


Capítulo 14

Eso tomaría algún tiempo, pero hizo los arreglos para que enviaran la grabación de la
cámara de la zona de carga a la computadora de su oficina y a la de su casa, incluso a la de
su computadora portátil, sólo para cubrir todas las bases.

Y mientras esperaba que Tráfico hiciera el trabajo, caminaron el resto del camino a
la unidad del sótano de Benj Fribbet, lo hicieron levantarse a él y a sus compañeros.

Ella observó cómo cambiaba su actitud, de cabreados, a sonrisas de suficiencia, y


entonces a una genuina preocupación.

—Vamos. No le ha sucedido nada. — Benj, musculoso, raza mixta, guapo, se rascaba el


pecho a través de su camiseta en donde el rostro de Mavis Freestone enviaba una
insinuante sonrisa de ven aquí muchacho.

Eve se sintió un poco agitada de ver a su amiga sobre el torso de un tipo.

—Él está bien. ¿Está segura de que no está en su casa?

—No estaría aquí si estuviera en su casa. ¿Cuándo fue la última vez que lo vio o habló
con él?

—Lo vi ayer, pasé por su trabajo, sólo para charlar un minuto, e hicimos planes para
trabajar aquí esta noche, anoche, quiero decir. Hablé con él, no sé, alrededor de la
medianoche, un poco después supongo. Estaba en camino hacia aquí. Dijo que casi había
llegado y…

—¿Tiene usted su enlace?

—Sí, sí. He estado cabreado con él. — Echó un vistazo hacia sus compañeros, uno
bajo y robusto con un montón de pelo púrpura, el otro nervudo con un sólo lado de la
cabeza afeitado y mangas tatuadas.

En la sala de estar había un sofá hundido, una mesa cubierta con cajas de comida
para llevar y botellas de cerveza, y un montón de equipo de música.
Benj encontró el enlace entre los restos de las cajas de comida. Lo hizo retroceder
para comenzar a reproducir.

¿Vas a venir o qué? Roxie está aquí, todos estamos aquí.

Sí, sí, estoy en camino. Caray, aquí afuera parece el Polo Sur esta noche. Casi he
llegado. Casi estoy allá. ¡Enciéndelo!

Eve escuchó otra voz, apenas registrada.

—Deténgalo. Vuelva a reproducir eso, acelérelo.

—Claro, pero no puedo acelerarlo mucho. Es una mierda de enlace.

Eve agarró el enlace, lo puso contra su oído.

Hola, guapo murmuró ella.

Entonces se escuchó la voz alta de Reed. Igual para ti.

—Eso es todo, — dijo Benj. —Usted puede oír cómo traté de comunicarme con su
enlace un par de veces, le dejé un mensaje de voz allí, y en el enlace de su casa. Y Roxie
hizo lo mismo.

Ignorándolo, ella reprodujo otra vez, escuchó, notó el tiempo. Cinco minutos,
cuarenta y ocho segundos desde que dejó el edificio hasta terminar la comunicación.

—Necesito este enlace.

—Es el único que tengo, — empezó él, y luego sacudió la cabeza. —Sí, tómelo. Jesús,
claro que sí, lléveselo. Usted en verdad piensa… tal vez se desvió hacia la casa de Maddy.
Ellos no están realmente chisporroteando, pero tal vez.

—Su madre la llamó a ella, y no. ¿Alguien más?

—Nosotros somos su equipo. — Volvió a mirar a sus amigos. —Somos su equipo, ¿sabe
usted? Estábamos cabreados. Todos estábamos cabreados porque nos dejó plantados.
¿Qué podemos hacer? Podemos salir a buscarlo por los alrededores.
Ella no le veía el punto a eso, pero tampoco veía el punto en tratar de detenerlos.

—Es la voz de ella en el enlace. — Guardó el enlace en su bolsillo. —Hola, guapo.


Perra. Justo allí en la zona de carga. Lo sé. Casi a mitad de camino entre su casa y el lugar
a donde se dirigía.

—Lugar equivocado, tiempo equivocado, — dijo Roarke, y le frotó la espalda con la


mano.

—Eso les ha funcionado hasta ahora, pero su suerte va a cambiar. Nosotros


sacaremos algo de la maldita cámara, y tenemos la voz de ella en este enlace de mierda.
Sabemos casi el minuto en que lo agarraron, y, maldita sea, están cerca. Están cerca de
aquí.

Trabajo preliminar, decidió, y mientras caminaban de regreso ordenó droides y


uniformados para tocar puertas a lo largo de ese tramo de la Séptima.

Empezaría con la grabación de la zona de carga, tendría a McNab listo para acelerar
cualquier cosa que encontraran allí, y trabajar con la voz del enlace.

Sería una tremenda suerte dar con una impresión de voz que emparejara con la del
enlace, pero lo intentarían.

Otra vez en el coche, sacó su propio enlace.

—¿A quién estás llamando a esta hora?

—Carmichael. Ella y Santiago pueden ponerse en marcha.

—Eve, todavía no son ni las cinco de la mañana allá.

— ¿Por qué?

—Bueno, el elefante mágico que acarrea el amplio disco del planeta en su inmensa
espalda se mueve pesadamente en su camino diario alrededor del sol.

—Oh, muérdeme. — Pero la imagen que él había descrito tenía tanto sentido para ella
como la científica. Decidió darles a sus detectives otros treinta minutos de sueño.
—Sin planear. Tal como los otros dos en Nueva York. Allí no podía haber habido un
plan, no podía haber sido un objetivo específico. Así que, ¿qué los apuró para ir de cacería
anoche? Uno, ya han asesinado a Campbell. Adelantándose a su horario, o ella simplemente
no resistió y murió inesperadamente. Y no consiguieron el estímulo suficiente de eso.

—Ellos se desharían de su cuerpo rápidamente en ese caso, ¿no es así? Lo más


probable sería que la encontraras poco después de que salga el sol.

—No hay razón para quedarse con ella. Puede ser que fueran a arrojarla a algún
lugar, y aquí viene uno nuevo, justo a su regazo. Pero, ¿por qué no esperar a deshacerse de
ella hasta más tarde? Apenas era medianoche, es temprano para arrojarla por ahí, menos
riesgo en otra hora o dos.

— ¿Parte del estímulo? ¿Ese riesgo?

—Sí, quizás. Levantemos un poco la barra. Así que tal vez. Segundo escenario,
decidieron agarrar al siguiente antes de terminar con ella. Tienen un lugar, están en donde
quieren estar. ¿Tienen espacio para otro? Tienen el espacio, de manera que, ¿por qué no
tener al próximo en el cajón del bateador?

—O…

—Un dúo. — Asintió. —Dos a la vez. No podemos saberlo con seguridad, no es algo
seguro, ellos no han hecho algo como eso antes. Los hemos perfilado como con uno a la vez,
y es lo más probable, pero no podemos estar seguros de que no hayan tomado a dos por el
precio de uno.

—Con dos, podrías utilizar a uno para aterrorizar al otro. O cada uno tendría al suyo,
trabajar en conjunto.

—Montones de posibilidades desagradables. Hasta que encontremos el cuerpo de


Jayla Campbell, vamos con el escenario en el que ellos tomaron una segunda víctima, a
propósito. Tal vez impulsivamente. La zona de carga no fue un movimiento inteligente.
Pero, si ellos no han vivido en una zona urbana, podrían no estar conscientes de las
cámaras en esos lugares.

—Es probable que muchos que lo hacen, y no tienen un vehículo o conducen, tampoco
están conscientes de ello. E incluso muchos que viven en estas zonas y tienen coche ni
siquiera piensan en ellas. Tienes que conducir sobre la rejilla para activar la cámara, y
éstas son muy notorias.

Él le dedicó una media sonrisa. —Yo he vivido en zonas urbanas, y a menudo necesité
un espacio práctico para… estacionar. ¿Debería añadir, Teniente, que interferir una de
esas cámaras es un juego de niños?

—Esperemos que ninguno de ellos jugara los mismos juegos que tu jugabas cuando
eras un muchacho.

El tráfico se puso más denso mientras se dirigían a la zona residencial, con los maxi
buses sonando y pedorreando junto con su carga de pasajeros del último turno saliendo, y
los del primer turno entrando. Y los tranvías aéreos llevaban más.

Unos cuantos taxis zigzagueaban, la mayoría de los que trabajaban los primeros y
últimos turnos no podían permitirse tomar taxis. Pero habría aquellos que tenían que
tomar un transportador, o una acompañante licenciada de alto nivel de camino a casa
después de una productiva noche.

—Ellos vendrían aquí algunas veces, — musitó Eve. —Si haces un viaje a Nueva York,
harías el recorrido de los turistas, ¿no es así? Quieres ir a las tiendas del centro, al
patinaje en el Rockefeller Center, el parque. Querrías ver el edificio Empire State,
querrías unirte a la fiesta en Times Square.— Se volvió hacia él. —No viajas hasta aquí sin
ir a la fiesta, ¿no es así? No te quedas encerrado todo el tiempo, sin importar cuanta
diversión estés teniendo. Puedes hacer eso en cualquier parte.

—Tienes un punto. ¿Qué te dice eso?

—Sólo algo más. Ellos son una pareja. Amantes. Mira los perfila como que están
enamorados, a su jodida manera enfermiza. Una cena romántica en algún sitio, ¿tal vez?
Uno de los lugares de moda. Eso significa tener la vestimenta correcta, y eso significa ir
de compras. Eso requiere dinero, a menos que utilicen la tarjeta de una víctima, y nosotros
estaríamos sobre ellos como ratas sobre el queso. Recuerdos. Tienes que tener recuerdos.

Lo hizo dar vueltas en su mente, lo giró de un lado al otro mientras Roarke los
conducía de vuelta a casa.

En el interior, se dirigieron directamente a la oficina de ella. Olió el tocino antes de


dar la última vuelta.
Podría haber soltado un gruñido por ello, pero también olió el café.

Entró cuando Peabody le pasaba un plato de la mesa del buffet, ya dispuesta y


cargada de comida, a Banner.

—Hola, allí están. Supusimos que serviríamos el desayuno antes de que… ¿ya han
estado fuera?

Eve se sacó el abrigo, lo tiró a un lado. —Tenemos otro.

— ¿Otro? Campbell…

—No está determinado. Mulligan, Reed Aaron, veintiún años, cogido anoche a la
medianoche pasada, se dirigía al sur en la Séptima entre Waverly y Charles.

— ¿Tienes un testigo?— preguntó McNab.

—Tenemos un enlace, y una potencial grabación de cámara. Roarke, pon eso en la


pantalla mientras veo si Tráfico lo ha enviado.

—Mulligan,— repitió Roarke, usando el auxiliar para poner la información en pantalla,


—Reed Aaron, reportado como desaparecido por su madre.

Mientras Roarke les informaba, Eve finalmente conectó con alguien de Tráfico que no
tenía la menor idea de nada, al menos en su opinión.

—La grabación está llegando. La voy a poner en pantalla. Mierda, — dijo unos
segundos después cuando la imagen parpadeante y confusa apareció. — ¿Puedes
limpiarla?— le demandó a McNab.

—Algo, seguro. ¿Puedo?

Ella frunció el ceño, y se dio cuenta que él quería su escritorio, se puso de pie y se
alejó.

—Mal ángulo, también, — musitó. —Esto es simplemente estúpido. No vamos a


conseguir una placa, el ángulo es muy alto. Pero eso va a ser suficiente para que alguien dé
con la marca y el modelo. ¿Dónde están ellos? Dónde… allí, alguien está saliendo por el lado
del bordillo. ¿Eso es alguien que está saliendo? ¡McNab!
—Trabajando en ello. Puedo llevarlo al laboratorio aquí o en la Central, limpiarlo
mejor y más rápido.

—Tan sólo dame algo aquí.

Roarke se acercó, se inclinó sobre el hombro de McNab. Los dos empezaron a


murmurar en lengua electrónica.

—No puedo ver la puerta del lado de la calle. La cámara es sólo basura, pero esa es la
mujer. Esa es la mujer. Falda corta, chaqueta corta.

—No puedo conseguir una buena lectura de ella. — Banner se estiró al igual que Eve.
—Altura, tal vez. Suponiendo la altura de la furgoneta, esa es una furgoneta de… ¿tal vez
metro sesenta y siete? El pelo está cubierto, está con la cara volteada, guantes. No
puedo ver lo suficiente de ella.

—¿Esa es una esquina de la placa? Creo que lo es, — gesticuló Peabody. —Y esa es
alguna especie de pegatina en la ventana trasera. Ese triángulo.

—Eso está mejor, un poco mejor, — dijo Eve mientras la imagen se aclaraba un poco
más. —Sí, esa es la mujer. Puedes decirlo por la forma en que se mueve, está cazando, y
está usando medias de puta.

—Medias de red, — apostilló Peabody.

—Mirando alrededor, abriendo la parte trasera. ¿Puedes aumentar la parte trasera,


en el interior, mientras la tiene abierta?

La imagen saltó, volvió a parpadear, locamente por un momento, y luego se estabilizó.

La mujer tiró de un sillón sacándolo a medias por la parte trasera. Un sillón grande,
pero no parecía que tuviera mucho problema con éste. Había músculos allí, pensó Eve, y una
rutina.

Un bolso abierto, ¿bolso de lona pequeño? en el suelo. Vio una sombra acercarse.

—¡Retrocédelo! Allí, ese es el hombre, saliendo por el lado de la calle. Está en las
sombras, pero… mierda. Utilizó algo para romper la farola.
—Una honda quizás.

Eve le frunció el ceño a Banner. —¿Una honda?

—Esa sería mi suposición. Tenemos chicos que hacen eso allí en casa cuando están lo
bastante aburridos. Ya no puedes verlo.

—Tiene que ocultarse. Se desliza por la parte frontal de la furgoneta, tal vez se
mete un uno de los portales en el otro lado de la vereda. Las víctimas son golpeadas desde
atrás. Peabody, quiero todas las grabaciones de las cámaras de seguridad de los edificios
de ese lado de la calle.

—Estoy en eso.

—Ella está mirando hacia atrás, un poco de su perfil. ¿Ves a alguien? Sí, sí, mira cómo
mira hacia atrás, haciendole señas a su compañero. Aquí viene. Oh sí, se quita el gorro,
sacude su pelo hacia atrás, de manera que él pueda verla. Pelo rubio largo. Probablemente
caucásica.

—Jesús, Dallas, ¿podemos describirla con esto?

Mantuvo los ojos fijos en la pantalla mientras le contestaba a Banner. —La vamos a
tener. Allí está Mulligan, abrigo verde cazador, capucha subida, él la está tapando de la
cámara, pero la vamos a tener. Echame una mano, ¿puedes?— Susurró Eve. —No soy lo
bastante fuerte para meter esto dentro. ¿No eres adorable por detenerte y ayudarme? Y
él dobla las rodillas, agarra el sillón, comienza a levantarlo.

Fue algo rápido, sombras y sacudidas, parpadeos y borrones, pero captó lo suficiente.
La cachiporra, una especie de cachiporra, cayendo rápido y fuerte, y el hombre, la mujer,
empujando a Mulligan hacia adentro, la mujer subiéndose detrás de él. La puerta es
cerrada, y en segundos, la furgoneta arranca y se aleja.

—No estuvieron allí ni diez malditos minutos. Su suerte no va a durar, ese tipo de
suerte no dura. Lleva eso al laboratorio, usa el de aquí, — le ordenó a McNab. —Límpialo
tanto como puedas, y envíame cada parte de los sospechosos desconocidos, cada pedazo.
Quiero una identificación de la pegatina de la ventana trasera, marca y modelo del
vehículo.
—La esquina de la placa, — añadió Peabody.

—Te echaré una mano con eso, — le dijo Roarke a él. —Sírvete un plato primero. Un
hombre tiene que comer, — le dijo a Eve.

—Bien. ¿Feeney haría una diferencia?

—Una considerable. — Roarke se sirvió un plato también. —Podríamos repartirnos la


identificación, la limpieza y el realce de la grabación.

—Lo voy a llamar. Peabody, despierta a Carmichael. Quiero que ella y Santiago
trabajen su ángulo ahora. Haz que se pongan las pilas.

—¿Dónde me quiere a mí? Me siento como un peso muerto, — admitió Banner.

Eve desplegó el mapa. —Estos son los puntos de los secuestros, y los lugares donde
tiraron los cuerpos. Mi suposición es que lo de Mulligan fue un impulso, de manera que su
guarida está cerca de allí. Quiero una lista de las tiendas de recuerdos en esa área.

—¿Recuerdos?

—¿Usted planea irse a casa sin uno?

Él le dirigió una sonrisa avergonzada. —Peabody me dijo que podría conseguirme una
sudadera de la NYPSD, y tal vez una con capucha. Y mi mamá colecciona esferas de nieve.
No me pregunte por qué, a ella simplemente le gustan. Supuse que podría encontrar una
antes de marcharme.— Él asintió. —No nos parece que sean de por aquí, de manera que
querrían recuerdos.

—Y cuando tengamos sus descripciones, comenzamos a mostrar sus imágenes en los


lugares que usted enliste. Lugares de comidas para llevar también, Banner. Entregas a
domicilio sería arriesgado, pero uno puede conseguir comida, cualquier clase de comida, y
llevársela a casa. Apuesto que ninguno de ellos es del tipo doméstico. Y como dijo Roarke,
un hombre tiene que comer. Las mujeres también.

—Me pondré manos a la obra.

— ¿Quiere más?
—Tomaré lo que sea que usted tenga.

—Casas de empeño, tiendas de segunda mano. Necesitan dinero para comida y los
recuerdos, ¿correcto? Electrónicos sería lo primero y lo más fácil. Pero tenemos un
archivo de lo que Kuper y Campbell estaban vistiendo cuando los agarraron. Y tengo uno
ahora sobre Mulligan. Si a ellos les gustaron las prendas y les quedaban bien, se las
guardaron. Pero si no lo hicieron, las van a vender. —Sírvase un plato, — le sugirió. —
Trabaje y coma.

Se dirigió a su escritorio, contactó a Feeney.

Su rostro alicaído parecía un poco más bolsudo, su explosión de cabello pelirrojo con
hebras plateadas un poco más electrificado. Pero ya que él no había bloqueado el video,
ella asumió que no estaba todavía en la cama.

—Espera, — dijo él, y bebió lo que sabía que era café de una taza rojo brillante. —
¿Qué?

—Hemos conseguido una pista en los asesinos en serie. Tengo algunas grabaciones de
seguridad de una cámara de una zona de carga.

—Esas cámaras son basura.

—Sí, y es por lo que te estoy preguntando si puedes darme algo de tu tiempo para
eso. Roarke y McNab ya están en ello, en el laboratorio de casa. Tenemos una imagen
decente del vehículo, algunas parciales de los sospechosos. Tal vez una parte de la placa, y
una especie de pegatina en la ventana trasera. Los tenemos cuando agarraban a la última
víctima.

—¿La chica?

—Ella no es la última. Se llevaron uno anoche. Hombre, acaba de cumplir los veintiuno.
No sabemos si se deshicieron del cuerpo de Campbell, pero todavía es pronto.

—Cuéntame. — Él se frotó uno de sus bolsudos ojos. —Puedo estar allí dentro de
treinta. Prepara el café.

—Lo tienes. Gracias. Peabody, — dijo ella en el momento que cortaba. —Estado
—Carmichael y Santiago tienen un par de hilos de los que tirar. Uno por el que se
entusiasmaron, pero anoche lo jodieron. Van a volver a intentarlo esta mañana.— Peabody
comió un poco de huevos. —Taller de Reparaciones Bubba, Remolques y Pasteles.

Eve empezó a hablar, lo pensó otra vez, entonces sacudió la cabeza. —Te lo estás
inventando.

—Lo juro por Dios.— Peabody se tomó un momento para poner una mano sobre su
corazón, y levantar la otra. —Carmichael dice que la esposa de Bubba hace los pasteles, y
Bubba y su hijo se ocupan del resto. Ella y Santiago captaron una vibra de culpabilidad del
hijo, pero no se van a rendir.

—Necesitan hablar con el hijo a solas.

—Ese es el plan.

Con un gruñido, Eve regresó a su computadora para escribir el informe sobre


Mulligan, y actualizar a todas las personas involucradas. Programaría una probabilidad
sobre las oportunidades de Campbell. Viva o muerta. Pero quería que Mira la analizara.

Algo se iba a quebrar, y pronto. Podía sentirlo, casi oía esas primeras grietas en la
pared.

¿Pero sería lo bastante pronto?

Él había llorado mientras la violaba.

No, no, eso no era correcto, pensaba Jayla. No lo llamaría violación. No cuando ellos
lo habían golpeado primero, y lo habían cortado.

Y a ella.

No cuando lo habían obligado a recibir la droga del sexo, y sostenido un cuchillo en su


garganta a menos que él trepara sobre ella. Ella había tratado de hablarle con sus ojos.
Trató de decirle que lo hiciera, que no importaba, que ella no lo culpaba.

Sus lágrimas habían caído sobre ella. Se sorprendía de no haberse ahogado en ellas.
Ellos le habían puesto a ella un cuchillo en la garganta también, cuando forzarlo a él
para que entrara en ella no fue suficiente. Y Ella—Loo le había quitado la mordaza y le
había dicho que gritara, que suplicara.

Suplícale, suplícale que se detenga. ¡Grita!

Así que lo hizo, aunque sus gritos eran roncos y débiles, gritó y suplicó. Y todo el
tiempo sus ojos le decían al lloroso muchacho que no importaba. Esto no era culpa suya.

Una vez había creído, absolutamente, que la violación era lo peor que podía pasarle a
una mujer. La violación final. Ahora lo sabía mejor. Esto, lo que hicieron que él (Reed,
recordó. Pensaría en él como Reed) le hiciera a ella no era nada comparado con lo que ellos
ya habían hecho.

Lo que temía que pudieran hacer. Lo que podían hacer.

Todo el mundo decía que la violación era acerca del poder, el control, y no sobre el
sexo. Tal vez eso era verdad, pero para Darryl y Ella—Loo, el sexo también era parte de
esto.

Ellos se tocaban el uno al otro con sus manos libres mientras el muchacho hacía lo
que ellos lo obligaban a hacer. Y se dijeron el uno al otro lo que se harían entre ellos.

Y estaban en tal apuro por follar, que lo levantaron de encima de ella, lo volvieron a
atar sobre el suelo en donde había caído, y lo dejaron allí. Se fueron volando porque Ella—
Loo dijo que quería la cama.

Se olvidaron de volver a amordazarla. Le tomó a Jayla un minuto darse cuenta de


ello, de entender que los roncos sonidos que hacía eran palabras, en realidad.

—¿Puedes oírme? ¿Reed? ¿Puedes oírme?

Él siguió llorando, boca abajo, sus manos envueltas con cinta adhesiva detrás de su
espalda, sus piernas atadas desde las pantorrillas hasta los talones.

—Yo soy Jayla. Jayla Campbell.

—Lo siento. Lo siento. Lo siento.


—No importa. No fue tu culpa. No me importa eso. — Tal vez le importara después,
tal vez nunca fuera capaz de soportar ser tocada otra vez. Tal vez la matarían y nada de
esto importaría.

Pero ahora, en este minuto, estaba viva. Y no estaba sola.

—Por favor. Yo soy Jayla. ¿Puedes hablarme?

—Lo siento. — Finalmente él giró la cabeza de manera que sus ojos hinchados y
moreteados encontraron los de ella. —Ellos me hicieron…

—Lo sé. Ellos me habrían matado, a nosotros dos, si no lo hubieses hecho. No me


importa eso. Si te hacen hacerlo otra vez, recuerda que a mí no me importa. ¿Sabes qué
día es hoy? Yo no sé en qué día estamos. No sé cuánto tiempo he estado aquí.

—Yo… creo que Jueves. O miércoles. No puedo pensar. Me siento enfermo. ¿Por qué
están haciendo esto?

—No lo sé. Ellos son los enfermos. ¿Puedes moverte un poco? ¿Ves los cuchillos, o
cualquier cosa filuda?

—No lo sé. Todo me duele. Creo que me rompieron cosas. Mi mano…— Pero trató de
volverse. —¿Quiénes son ellos?

—Darryl y Ella—Loo.— Las palabras le arañaban la garganta, como clavos en madera


seca, pero necesitaba hablar. —Tienes que recordar sus nombres. Así es como se llaman el
uno al otro. Tenemos que tratar de escapar. Ellos van a lastimarte más de lo que ya lo han
hecho. A ellos les gusta eso.

—¿En dónde estamos?

—No lo sé, creo que es un apartamento. Cerca de la calle porque cuando ellos abren la
puerta el tráfico está justo fuera. Si puedes llegar a una puerta, o a una ventana, tal vez
puedes conseguir abrirla. O encontrar algo filudo. Ellos me tienen atada a esta mesa o
tablón.

Él lo intentó. Podía escuchar sus siseos de dolor, sus ahogados sollozos y su áspera
respiración mientras se acercaba hacia ella con esfuerzo.
Cuando él se las arregló para ponerse de rodillas, ella volvió a verle el rostro, gris por
el esfuerzo, sus ojos vidriosos por el dolor y los remanentes de lo que ellos lo habían
obligado a tomar.

Su piel brillaba por el sudor, y por la sangre de los sitios que ellos le habían cortado.
Temblaba como un hombre metido en hielo.

—Hay un cuchillo… veo un cuchillo sobre esa mesa. Si puedo llegar allí, tal vez puedo
hacer que caiga al suelo.

—Intentalo. Intentalo, Reed.

Lo hizo, avanzando sobre sus rodillas. Ella vio su mano, blanca como un hueso y muy
hinchada, y más sangre de más cortes y tajos en su espalda.

La lástima se removió en alguna parte profunda en su interior, pero más pesaba una
esperanza fiera y violenta. Si él pudiera llegar al cuchillo…

Él se balanceó, casi cayó hacia adelante. —Mareado. Necesito…

—Para un minuto. Toma aliento.

Pero era demasiado tarde. Él se inclinó hacia el costado, trató de enderezarse otra
vez. Perdió el equilibrio, cayó hacia atrás, aterrizó sobre su mano quebrada.

Su grito fue fino como un alambre antes de desmayarse.


Capítulo 15

Cuando Feeney llegó, Eve hizo un ademán hacia la mesa del buffet, y lo que había
quedado.

—Todavía hay comida.

—La tomaré. — Él echó un vistazo a su tablero mientras agarraba un plato. —


¿Cuánto tiempo han tenido a este?

—Cerca de ocho horas.

Él asintió, apiló el tocino, destapó los huevos en la placa térmica, se sirvió. —Podrían
estar intentando un dos por uno.

—Tengo la esperanza de que sea eso, ya que eso mantendría viva a Campbell. Acabo
de enviar un informe, y voy a hablar con Mira acerca de eso. Esto podría ser la siguiente
escalada. Uno para cada uno de ellos. Carmichael y Santiago puede que tengan una pista en
Arkansas. Pero la mejor apuesta que tenemos ahora es la grabación de la zona de carga.

—Dallas. — Peabody levantó una mano, sostuvo su comunicador con la otra. —Puede
que tengamos un poco más. Una cafetería en la ubicación del secuestro acaba de abrir. Un
droide comunitario está enviando su grabación. La imagen es irregular, pero puede que
tengamos al sospechoso en ella.

—Esto se está quebrando. — Eve se volvió hacia Feeney. —Un par de buenos
porrazos, y esto se quiebra.

—Envíalo al laboratorio de computación de Roarke. Yo iré a reunirme con los


muchachos. Comisario, — añadió él con un asentimiento hacia Banner. —Al parecer usted
tenía el rastro todo el tiempo.

—Con seguridad lo tenemos ahora. — Él esperó hasta que Feeney se marchó. —Tengo
los lugares de recuerdos, Teniente. Ninguno de ellos está abierto todavía. Y tengo un
montón de lugares de comida para llevar. Acabo de empezar con las casas de empeño pero
ninguna de ellas está abierta todavía, tampoco.
—Envíeme lo que ha conseguido, y empezaremos a presionar sobre eso. — Miró la
hora. —Si Mira no está levantada ahora, estará a punto.

Eve se dirigía hacia su escritorio cuando su enlace sonó. —Santiago, — dijo, como
respuesta. —Dame algo.

—Apartamos al hijo de la manada, y comenzamos a trabajar con él. Está involucrado


de alguna manera, Teniente, o sabe algo. Pero el padre se presentó antes de que
pudiéramos sacarle algo. Todos están bastante nerviosos ahora.

—Involucra a la fuerza local en esto. Llévalos allá, trabájalos en lo que sea que
tengan como comisaria.

—Esa es la cuestión. — Los ojos oscuros de Santiago miraron hacia un lado,


entrecerrándolos con fastidio hacia algo o alguien fuera de pantalla. —El cuñado de Bubba
es abogado, y está levantando barreras en esto. También es el compañero de pesca del
comisario local, y las conexiones están dificultando cualquier cooperación. Esto es una
evasiva para ganar tiempo, Dallas. Podemos jugar el juego, pero va a tomar tiempo.

—El problema es el tiempo. ¿Cuán seguro estás sobre este Bubba?, y me avergüenza
decir ese nombre en voz alta.

—El hijo exuda culpabilidad, se llama Jimbo, y lo siento por eso. Y Bubba se está
poniendo sudoroso. La madre, Maizie, hornea un pastel de manzana de chuparse los dedos,
pensamos que no tiene nada que ocultar. Pero Bubba y Jimbo están mintiendo, Dallas.
Saben algo, y están mintiendo. Si cualquiera de nosotros pudiera tener a Jimbo en
interrogación veinte minutos, haríamos que se doblara como un acordeón.

—¿Es esa una metáfora colorida?

Él sonrió. —Estoy trabajando en ellas.

—Recibe una por el equipo, Santiago.

La sonrisa se desvaneció con rapidez. —Ah, diablos, Dallas, Bubba tiene unas manos
como del tamaño de media res. Esa no es sólo una metáfora colorida, es casi literal.

—Ponte fuerte. Consigue que te de un golpe, en frente de testigos si puedes


arreglarlo. Y que Carmichael se quede con este Jumbo.
—Jimbo.

—Lo que sea. Mantén al abogado y a la ley centrados en Bubba, y yo tendré al hijo en
interrogatorios. Holográficamente hablando.

—A mí me van a dar un puñetazo en la cara, y ustedes muchachos van a tener toda la


diversión.

—Haz que se vea bien, — le aconsejó Eve, y terminó la transmisión.

En lugar de Mira, despertó a la Asistente del Fiscal de Distrito Cher Reo.

—Tenía diez minutos más, maldita sea.

—Necesito que uses mano dura con quien sea que conozcas y que pueda usar mano
dura con alguien de Monroe, Arkansas. Necesito una orden de registro para un lugar
llamado Taller de Reparaciones Bubba, Remolques y Pasteles.

—¿Es esto sólo un mal sueño?

—Rápido, Reo. Para las instalaciones, para los libros, para los trabajos. Esto está
conectado con los asesinatos en serie, y ellos se llevaron a otro anoche.

El sonido de sábanas crujientes indicaba que Reo se estaba levantando de la cama.

—Dame la información otra vez, y dame una causa probable.

—Bubba está por atacar a uno de mis detectives.

—¿Por atacar?

—En cualquier momento ahora. Si tienes que esperar hasta que eso suceda, ya
podrías tener preparado el resto. La última víctima cumplió los veintiuno el día después de
Navidad.

—No me vengas con eso. Diablos. Dame unos minutos. Solía dormir con un tipo que
conoce a un tipo.
Eve sonreía cuando Reo cortó.

—Esto no funciona tan diferente, — comentó Banner. —¿De dónde yo vengo? En


menor escala, seguro, pero no funciona de una forma tan distinta a la de aquí.

—Policías son policías. Peabody, hazte cargo aquí. Banner, usted viene conmigo. Puede
ser útil tenerlo a usted en el interrogatorio.

—Usted va a hacer del policía bueno, — le advirtió Peabody.

—¿Con un poco de aire bonachón en la actuación?

Eve asintió. —Eso funcionará.

Tomó el elevador para descender a la sala holográfica, trabajando en su mente la


estrategia a seguir durante el trayecto.

—¿Cuántas habitaciones hay en este lugar?— preguntó Banner.

—No tengo ni idea. Sigo encontrando algunas que juraría que no estaban antes allí.

— ¿Hace cuánto tiempo vive aquí?

—Tres años. Tres años, — repitió ella sorprendiéndose un poco a sí misma. —Jesús,
¿cómo sucedió eso?

— ¿Le importaría que le preguntara algo?

— ¿No acaba de hacerlo?

—Otra cosa. En realidad Roarke era… bueno, ¿lo que usted llamaría un ladrón?

Eve mantuvo su voz tranquila, su rostro inescrutable. —Nunca lo chapé robando algo.

Los ojos de Banner bailaron con humor. —Ni tampoco nadie más de acuerdo a lo que
oigo.

Él entró con ella al espacio en blanco de la sala holográfica.


—Pensé que él sería diferente.

—¿Diferente de qué?— preguntó Eve mientras pensaba en cómo programar lo que


necesitaba.

—De lo que es. No esperaba que fuera tan amigable.

—Amigable. — Miró hacia atrás medio riéndose.

—Me figuraba que él sería más… rígido, supongo. Y lo que usted llamaría
presuntuoso. No alguien con quien me sentiría cómodo bebiendo una cerveza. ¿Puedo
preguntar qué es lo que usted está buscando hacer aquí?

—Él lo tiene aquí, — murmuró Eve. —Él lo tendría. Quiero una de mis salas de
interrogatorio. Vamos a incluir a Jambo en ella.

—Jimbo.

—Cierto, ¿por qué alguien toleraría ser llamado Bubba o Jimbo?

—Es geografía, creo yo.

—Nosotros vamos a incluirlo una vez que su padre esté ocupado al ser arrestado por
atacar a un oficial, y el abogado esté atareado tratando de decir que Santiago incitó a su
cliente y bla bla más tonterías. Lo vamos a tener aquí, y si Santiago tiene razón, y la
tendrá, vamos a cascar a Benjo como a un huevo. ¡Allí está! Sabía que él la tendría
programada.

Todavía le costó el doble de tiempo de lo que le hubiera llevado a Roarke, pero logró
abrir el programa.

Y las conocidas paredes opacas, la maltratada mesa, las sillas destartaladas y el


amplio espejo para ver por los dos lados de una sala de interrogatorios en la Central fue
creada.

—Vale. — Con los ojos como platos, Banner giró en sí mismo. —Nunca hice uno de
estos oficialmente. Sólo en desfiles y cosas así. Y una vez en un… eso no tiene importancia.

Club de sexo, dedujo Eve. — ¿Hay esos no importan en Silby's Pond?


—Los hay en Little Rock.

—Necesito verificar, pero cuando esto empiece avanzamos rápido, de manera que
quiero que usted actúe comprensivo, hasta un punto. Esa parte de bonachón, sí, eso
funcionará.

Puso sobre la mesa el archivo que se había traído. —Usted va a tranquilizarlo. Yo voy
a darle un susto de muerte, y lo que está en ese archivo hará el cierre.

Sacó su enlace. —Carmichael.

—Trabajando en ello, — murmuró Carmichael, mirando hacia otro lado en vez de


mirar la pantalla. —Santiago está justo… auch.— Siseó, y Dallas oyó el griterío fuera de la
pantalla. —Eso le va a dejar marca. Deme cinco minutos para ir a ayudar a mi compañero, y
la llamaré de vuelta.

—Trabajo rápido.

Eve le hizo un gesto de asentimiento a Banner.

—Cuanto más rápido, mejor. A pesar de que esto está preparado, Banner, es algo
serio. Todo esto se graba. Hay tres inteligentes genios de la electrónica arriba en el
laboratorio sudando para conseguirnos algo que podamos usar, y lo harán. Mientras tanto,
estos dos tarados sabían algo que podía habernos llevado hasta los sospechosos
desconocidos, podrían haberse salvado vidas. Lo sabían desde que el cuerpo de Jansen fue
hallado, y lo mantuvieron oculto para cubrir sus traseros. Eso no va conmigo.

—Tampoco conmigo. No es correcto. Nada de esto es correcto.

—Entonces deme algo de espacio, e intervenga cuando piense que pueda ayudar en
algo.

Calculando el tiempo, contactó a Mira.

—Lamento que sea tan temprano, y sólo tengo un par de minutos. Te envié un
informe.

—No lo he leído todavía. Estoy…


—Tan pronto como puedas, — la interrumpió Eve. —Secuestraron a otro anoche.
Hombre, veintiuno. Cerca de la medianoche. La probabilidad se va a guiar por el patrón, y
me dará fuertes probabilidades de que Campbell está muerta. Quiero tu opinión.

—Dame un segundo. Puede que hayan ido demasiado lejos, demasiado rápido, o que el
cuerpo de ella simplemente se rindiera. Podemos decir con certeza absoluta que esto no
ha sucedido antes, así que, sí, la probabilidad de que esté muerta es alta.

—¿Cuáles son las probabilidades de que ellos hayan decidido que querían tratar con
dos a la vez? ¿Deshacerse de uno y atrapar a otro, en la misma noche? Tal vez. Pero un
secuestro, tal vez por impulso, encaja también.

—Esa sería una escalada lógica. Es ciertamente posible pero…

—¿Podrías leer el informe tan pronto como puedas? Tengo algunos escenarios aquí,
algunas especulaciones. Tenemos un par de buenas pistas trabajando ahora. Tengo que
lidiar con una, pero me gustaría algún aporte una vez que hayas leído el informe.

—Voy a leerlo ahora mismo, y te daré lo que pueda antes de ir donde la Doctora
DeWinter.

—Gracias. Esa es mi pista, — dijo cuando su enlace señaló una comunicación entrante.
—Hasta más tarde. Dallas.

—Lamentándolo, nuestro sheriff arrestó a Bubba por atacar a un oficial de policía. El


abogado está tan cabreado que no se ha dado cuenta, todavía, de que yo me he retirado.
Santiago está sangrando y está causando tremendo escándalo. Si esto fuera real le diría
que no fuera tan teatrero. Puedo llevarme a Jimbo con mucha facilidad.

—Hazlo. Voy a utilizar tu enlace para traerlos a ambos, a tu señal. Luego te enviaré
de vuelta, mantenlos ocupados tanto como puedas. A menos que el hijo pida un abogado,
nosotros podemos trabajarlo con esto.

—Estoy en ello. Le mandaré una señal cuando lo tenga.

Eso no tomó mucho tiempo, y esperando no meter la pata, Eve utilizó la señal para
coordinar. La imagen de Carmichael parpadeó en la sala así como la del tipo grande al lado
de ella, Jumbo no se pudo escapar.
El vestía un mono de trabajo sobre una constitución diseñada para hacer carrera
como jugador en la línea defensiva. Su pelo, del color del maíz desteñido, emergía recto
desde una cabeza ancha y cuadrada.

Eve suponía que fácilmente pesaría unos ciento veinte kilos, y cada gramo de él
estaba muerto de miedo.

—Gracias, Detective. Encender grabadora. Dallas, Teniente Eve y Banner, Comisario


William en interrogatorio con… ¿su nombre completo, señor?

—Hum. Ah.

—Dorran,— interpuso Carmichael. —James Beauregard.

—Tome asiento Señor Dorran.

—Yo de verdad tengo que ocuparme de mi má. Mi pá está en problemas.

—Detective, vaya… ocúpese de la má del Señor Dorran.

—Sí, señor. Vas a querer cooperar con la Teniente Dallas, Jimbo. Su má no necesita
que usted también se meta en problemas.

Ella le hizo un gesto de asentimiento a Eve, y Eve hizo desvanecer su imagen.

—Señor Dorran…

—Tal vez usted podría llamarme Jimbo, porque nadie me dice señor.

—Muy bien, Jimbo. Siéntese.

—Yo no sé nada de nada. O acerca de nadie tampoco. Mi pá dijo…

—Yo no le estoy hablando a su pá.— Su voz y sus ojos se volvieron helados y agudos
con eso. —Ahora está hablando conmigo. Yo dirijo la división de Homicidios de la NYPSD.
¿Sabe lo que es un homicidio, Jimbo?

—Hum, sí, algo así.


—Es asesinato.

Sus ojos giraron hacia todos lados. Y, sí, pensó Eve, incluso holográficamente podía
oler la culpa que exudaba.

—Yo nunca maté a nadie. Pá tampoco. Mi tío Buck dijo que no teníamos que decir
nada.

—Su tío Buck no está en peligro de tener cargos por cómplice de asesinato, después
de ese hecho, obstrucción de la justicia, y todo un jodido montón de otros cargos con los
que puedo culparlo si no me dice la verdad.

—Yo nunca maté a nadie. Y las damas no usan malas palabras como esa.

—¿Acaso parezco una dama?

—Usted es una chica.

—Soy una policía. Soy una policía de homicidios, y me como a cabrones como tú en el
desayuno. Tengo a un fiscal que se muere de ganas de extraditarte a Nueva York y
meterte en una celda.

—¡Yo no hice nada!

—Jimbo.— La voz de Banner era agua fresca de un arroyo del campo contra el
torrente urbano de la de Eve. —Mira, espero que no hayas querido hacer nada malo. Que
no sabías realmente lo que hiciste.

—Yo no lastimo a la gente. Puede preguntarle a cualquiera. ¿Usted es de Arkansas,


señor?

—De hecho, lo soy. Silby's Pond.

—Nunca estuve allí, pero oí que es bastante bonito.

—De hecho, lo es.

—Tal vez podemos arreglar que pases algún tiempo en una celda allí. — Eve le dio un
manotazo al archivo, haciendo que todas los ciento veinte kilo de Jimbo saltaran en su
silla. —Ya que este hombre fue asesinado allí.

Ella le arrojó las fotos de Robert Jansen, golpeado y aplastado, boca arriba.

Jimbo se puso blanco. —¡Santo cuervo! ¡Santo cuervo! ¿Está muerto?

—¿Tu qué piensas?

—Santo cuervo. ¡Yo nunca hice eso! Nunca lastimé a nadie.

—Qué clase de vehículo era ese, — pregunto Banner como conversando, — ¿el que tú
y tu pá remolcaron hacia acá desde la Carretera 12 el pasado Agosto?

—Era… no sé de qué está hablando usted. — Pero Jimbo retorció sus manotas, y miró
fijamente la fotografía. —¿Fue asesinado?

—Lo golpearon, — dijo Eve, con voz dura. —Lo quemaron. Lo torturaron, luego, cuando
habían terminado con él, lo arrojaron por la ladera de una montaña y lo dejaron para tus
malditos cuervos santos. Y antes de eso, hicieron esto. — Empujó las fotos de la muerte
de Jansen a través de la mesa. —Le aplastaron la cabeza, lo arrastraron hacia un matorral
para que se pudriera hasta que alguien lo encontró.

—Sé acerca de eso, sé acerca de eso, porque fueron Petie West y su mamá los que lo
encontraron. Pero nosotros no hicimos nada.

Eve arrojó encima de la mesa el resto de las fotos. —Ellos mataron a toda esta
gente. Los torturaron. El hijo de alguien, hija, hermana, padre. ¿Tomaste el vehículo que
ellos dejaron a un lado del camino? ¿Cuánto conseguiste por él?

—Nosotros… no estoy diciendo que hiciéramos semejante cosa. Pero si lo hicimos, no


lastimó a nadie.

—Nosotros podríamos rastrear el maldito vehículo, Jimbo. No sabemos quiénes son.

—Ustedes no saben quiénes son, — dijo él lentamente.

—Haz lo correcto, Jimbo.— Banner habló gentilmente. —Si no lo haces estás


lastimando gente. Estas lastimando a las personas que tienen en este momento.
—¿Ellos tienen personas?

Eve empujó hacia adelante las fotos de Campbell y de Mulligan. —Tienen a estas dos
personas. Los están torturando. Puede que ya hayan matado a la mujer. Mientras más
tiempo te cubras, ellos tienen menos oportunidad de salir de esto vivos.

—Yo tengo que ocuparme de mi má.

—Ellos tienen madres, Jimbo,— le recordó Banner. —¿Cómo se sentiría tu má si


alguien te tuviera a ti, y hubiera alguien que tal vez pudiera ayudar, pero no lo hiciera?

—Mi pá dijo que si hablábamos nos meterían a la cárcel.

—Si no hablas, te juro por Dios que veré que los metan a ambos a la cárcel el mayor
tiempo que pueda conseguir, — prometió Eve. —Si nos ayudas, si nos das algo que nos
ayude a encontrar a estas personas, salvar a esta mujer y a este hombre, evitaré que
vayas a prisión. Y los actuales cargos contra tu padre por atacar a mi detective también
se retirarán.

—¿Usted puede hacer eso?

—Haré eso. Pero hablas, ahora. No más tonterías, o el trato se acaba. Tienes diez
segundos.

—Quiero pensar…

—Nueve. Ocho. Siete.

—Vale, está bien.— Ondeó sus manotas en el aire. —El vehículo estaba aparcado a un
lado del camino. No tenía registro ni nada. Tenía combustible suficiente, y la batería
estaba bien cargada. Pero el motor estaba acabado. Alguien había trabajado en él, pero no
iba a ir a ninguna parte. Así que lo remolcamos hacia acá. Si alguien hubiera llegado
buscándolo, se lo habríamos devuelto. Nadie vino. No sabíamos acerca del hombre muerto
hasta después, y entonces Pá dijo que teníamos que tener la boca cerrada o tal vez
podrían pensar que nosotros lo hicimos. Nosotros no lastimamos a nadie.

—¿Qué clase de vehículo?


—Camioneta de un cuarto de tonelada. A '52, éste representaba su antigüedad. A
'52 American Bobcat, exterior color gris acero, el interior negro. Uno podía ver que ya lo
habían destrozado antes, y tenía un buen trabajo de reparación.

—¿Placas?

—Sí, placas de Oklahoma según recuerdo. No había nada en su interior. Ni registro,


como dije, nada en la cabina, en la caja, o en la guantera. Había algo de basura aquí y allá,
eso es todo.

—¿En dónde está?

—¿En dónde está?

—¿En dónde está la camioneta?

—Bueno, después de que escuchamos sobre el hombre muerto la desmantelamos,


vendimos los repuestos, y llevamos el resto en piezas al reciclador. Pá dijo que no
queríamos ninguna parte de esa camioneta, y no debía decir ni mu acerca de esto. No
sabíamos nada acerca de ninguna de estas personas asesinadas hasta que esos detectives
de Nueva York vinieron, y Pá dijo que no podíamos creerles porque la gente de Nueva York
siempre está buscando problemas y contando mentiras. — Él le lanzó una mirada a Banner.
— ¿Usted oyó eso?

—Bueno, puedo decir que he estado aquí un día o algo así, y no he descubierto que eso
sea verdad. Y las personas tras las que estamos, Jimbo, no son de Nueva York. Son de los
alrededores de donde somos nosotros.

—No sé cómo puede ser eso. Nunca he conocido a nadie que pudiera hacer algo como
esto. Honestamente, señora, nosotros nunca lastimamos a nadie. No sabíamos sobre todo
esto. Yo no podría pegar ojo durante toda la noche pensando en esto. Pá sólo estaba
cuidándonos a mí y a Má, eso es todo. Uno debe cuidar de los suyos.

Los muertos eran de ella, pensó Eve. Y ella se ocuparía de ellos.

—Puede que necesitemos hablar contigo otra vez, — empezó Eve.

—¿Puedo hablar primero con mi má? Ella dice que uno tiene que decir la verdad. Va a
estar un poco molesta con mi pá por esto. Ya está bastante molesta porque golpeara a ese
detective como lo hizo. Pero, bueno, ese detective, sí que hizo enojar a Pá.

—Apuesto que sí. — Eve se puso de pie. —Traeré a la Detective Carmichael. Ella te
escoltará de regreso. Voy a hablar con el sheriff.

—¿Para qué no metan a Pá a la cárcel por golpear al detective?

—Para eso, y acerca de lo que acabamos de hablar.— Nuevamente, utilizó el enlace de


Carmichael para traerla. —Tenemos la declaración del Señor Dorran. Voy a copiar la
grabación para el sheriff, y para ti y el Detective Santiago. Solicitaré que Santiago esté
de acuerdo en retirar los cargos contra el padre de Jimbo. También haría una grabación
solicitando que no se presenten cargos contra el Señor Dorran considerando la
cooperación del Señor James Dorran en este asunto, y la información que esperamos nos
lleve a la identificación y captura de los sospechosos desconocidos.

—Sí, señor.

—Termínalo, Carmichael. La orden debería haber llegado o estar en camino para que
registren la remolcadora, y todos los vehículos que haya allí. Háganlo.

—Puede apostarlo. Vamos, Jimbo.

Carmichael tomó el brazo de Jimbo, le mandó una rápida sonrisa a Eve. Y


desapareció.

—Copiar grabación a mis unidades, — ordenó Eve. —Y terminar programa. En camino,


Banner.

—Podemos rastrear esa camioneta.

—Rastrearemos esa camioneta. Los malditos estúpidos la desmantelaron y la


aplastaron. Podríamos haber tenido huellas, ADN, algo.— Tomó aliento mientras volvían a
su oficina. —Pero la rastrearemos, conseguiremos un nombre. Incluso si ellos la robaron,
estamos un paso más cerca.

Eve pasó por el laboratorio de camino, le dejó la información a Feeney para que
hiciera una búsqueda mientras a Banner se le desorbitaban un poco los ojos.

—Regresando a registros de Oklahoma, — dijo Feeney y, tal como Roarke lo hacía,


trabajó manualmente la pantalla y el teclado. —Búsqueda de un American Bobcat, 2052,
camioneta de cuarto de tonelada.

—Gris. Una camioneta gris.

—La pintura es fácil de cambiar, de manera que empezaremos sin ello. — Gruñía
mientras la computadora escupía los resultados. —Tenemos más de seiscientos en la
primera barrida.

—Si ellos la robaron, habría que…

—Sé cómo programar una búsqueda, muchacha. — Continuó manejando la


computadora. —Tenemos tres robadas en nuestro marco de tiempo, dos recuperadas, una
accidentada. Ejecutando una búsqueda separada incluyendo el color.

—Lo tengo. — Roarke giró desde su estación. —La calcomanía, en la ventana trasera
de la furgoneta en la zona de carga. OBX.

—¿Qué diablos significa eso?— demandó Eve.

—Outer Banks, Carolina del Norte. Una calcomanía del propietario. Hemos reducido
la placa. Probabilidades en Nueva Jersey. La probabilidad más alta es que la furgoneta es
una RoadStar del '58 o '59, negra o azul marino. Danos un minuto.

En otra estación McNab bailoteaba. —Nada salió en reconocimiento facial, todavía.


Todavía estoy tratando de mejorar la imagen.

—Resultados iniciales de compatibilidad cruzada, — dijo Roarke. —Ocho—seis OBX


propietarios con furgonetas dentro de nuestros parámetros.

—Voy a hacerlo mejor.

—Igualmente yo.

—Con el gris, — interpuso Feeney. —Tenemos cinco coincidencias.

—Eso se puede trabajar. Nombres, imágenes, ubicaciones.

—Saliendo en pantalla. Mapa en pantalla dos. Podemos trabajar la ruta, determinar la


más probable.

Eve volvió su atención hacia la pantalla, observó iluminarse las ubicaciones,


retrocediendo hacia la ubicación de Jansen. —Vamos a investigar esas cinco. Shelley Lynn
Waynes, está justo en la ruta si retrocedes en ella.

—Poniéndola en pantalla,— dijo Feeney.

—Treinta y un años. Casada seis años, dos niños. Maestra de escuela. Le roban la
camioneta, la va a reportar. Tal vez la prestó a un amigo, un pariente, pero…

—Baja probabilidad, — dijo Feeney. —Me comunicaré con ella, investigaré, pero está
limpia como un silbato. Este Bowie Nettleton es el siguiente favorito por la ruta. Setenta
y cuatro, militar retirado. Sargento Mayor, actualmente alcalde de Three Springs,
Oklahoma. Dos hijos, ambos todavía en servicio, un nieto, una nieta, también en servicio. Y
una nieta en la universidad, carrera de ciencias políticas.

—No me está sonando nada, pero vamos a verificar.

—Barlow Lee Hanks,— leyó Eve, entrecerrando los ojos en la siguiente imagen. —
Demasiado viejo para nuestro sospechoso con cincuenta y ocho años. ¿Hijos?

—Ninguno en registro.

—Es propietario de su negocio, mecánica, reparaciones, muy parecido a los idiotas de


los Dorrans, en Lonesome, Oklahoma. Bumbo dijo que la camioneta había sido reparada,
buen trabajo. Mecánica.

— ¿Bumbo?— repitió Roarke.

—Jimbo.— Banner se encogió de hombros. —Supongo que es la misma cosa.

Mientras él hablaba, Eve se guio por su instinto. Sacó su enlace, contactó a Santiago.
— ¿Cómo está la cara?— preguntó, estudiando el amoratado e hinchado ojo derecho.

—Lo ha pasado peor.

—Haz que te lo examinen, luego tú y Carmichael se dirigen a Oklahoma. Lonesome,


Oklahoma. Barlow Lee Hanks. Quisiera saber a quién le prestó su American Bobcat '52.
Pónganse en camino tan pronto como puedan. Les daré los detalles cuando estén en ruta.

—Nos llevaremos bien como pequeños cachorritos.

—¿Por qué?

—Ya sabe, pequeño… es una cosa de los vaqueros. No importa. Estamos cerrando esta
parte. Él cabrón lleva buenos registros. Podemos rastrear varias partes de la camioneta, y
la mayoría son locales.

—Por ahora déjenselo a los locales. Oklahoma tiene prioridad. Volveré a contactar
con ustedes. — Metió el enlace en su bolsillo. —Gracias, — dijo a toda la sala.

—La información ya está en tus computadoras, — le dijo Roarke. —Tendré la lista de


la furgoneta reducida en poco tiempo.

—Bien. Vámonos.

Banner la siguió afuera. —Justo en su casa. Usted tiene todos esos juguetes
excitantes justo en su casa.

—Nosotros también trabajamos aquí.

— ¿Y usted me lo dice? Nunca he visto un trabajo electrónico tan rápido. Será que
hemos conseguido algo sólido con esto.

—Feeney contactará a los otro cuatro, pero hagamos una investigación de Barlow Lee
Hanks y veamos adonde nos lleva.

Volvió a su oficina, le hizo un gesto a Peabody. —Garaje Barlow, Lonesome, Oklahoma.


Información básica y finanzas. Hazlo rápido. Banner, contáctese con ellos, vea si puede
comunicarse con este tipo por enlace. Si él está allí, con toda seguridad no está aquí. Esa
es una. Y hágase una idea sobre él. No actúe como policía. Pregúntele algo sobre
camionetas.

—¿Una pregunta sobre camionetas?

—Quinientos dólares dicen que usted tiene una.—


—No voy a tomar esa apuesta.— Banner sacó su propio enlace. —Haré la llamada allá
afuera.

Con un asentimiento, Eve se sentó antes su escritorio, empezó su investigación sobre


Barlow Hanks.

Un matrimonio, leyó, sin hijos. Divorciado durante una docena de años. Un hermano,
pero mayor que él, y el sospechoso parecía más joven. Un sobrino casi de la misma edad,
reflexionó, de manera que haría una segunda investigación.

—Las finanzas parecen sólidas, Dallas, — dijo Peabody, —en la superficie, por lo
menos. No está forrado, pero le va bien. Compró la propiedad en donde está el negocio
hace como ocho años, y está haciendo los pagos regularmente. Tiene cuatro empleados a
tiempo completo, uno de medio tiempo.

Eve asintió mientras continuaba con su investigación. Un par de cargos criminales de


liga menor. Un cargo por conducir alcoholizado o drogado, una pelea de bar, una agresión
en un rodeo.

—Ese no es nuestro tipo.

—No, pero puede estar conectado. Hay una mejor probabilidad de que su camioneta
fuera la que los idiotas de los Dorrans remolcaron.

Empezó con el sobrino. Ranchero de medio pelo, algunas veces jinete de broncos.
¿Qué diablos era un bronco? Descubrió que era una especie de caballo, siguió adelante.
Casi de la edad correcta, pensó, con una cohabitante, quien lo sobrepasaba en la escala ya
que ella aparecía limpia y brillante en los registros, con un empleo sólido.

—Podría haberla dejado, — añadió. —Haberse marchado en la camioneta de su tío con


su socia homicida.

Se puso de pie para pasear y pensar. El tío no reporta la camioneta robada, la sangre
es espesa. O él se la vendió al sobrino por debajo de la mesa.

Pero eso no sonaba bien, no cuando no había nada que indicara que el sobrino de
repente desarrolló tendencias homicidas.

Aun así.
Banner volvió a entrar. —Hanks está definitivamente en Oklahoma. Acabo de tener
una conversación con él sobre mi camioneta, la cual le dije que era una Bobcat '52.

—Bien pensado.

—La mía está funcionando muy irregular, y la he llevado dos veces a mi taller usual,
pero sólo la suavizan durante unos cien Kilómetros más o menos. Le dije que había oído que
él sabía una o dos cosas. Estuvo de acuerdo en que sabía, y que él mismo había tenido una
del '52 hacía algún tiempo, que hizo algunos trabajos en ésta.

—¿Eso es así?

—Lo es. Su opinión es que aunque no sea un pedazo de mierda, no es mucho después
de que llega a los ciento cincuenta mil Kilómetros o por ahí. Pero con mucho gusto le
echaría un vistazo a la mía si quisiera llevársela.

—Vale.— Se volvió hacia su tablero, asintió. —Vale. Veremos que sacan de él


Carmichael y Santiago. Esto se siente bien. Por mientras.— Su enlace de escritorio sonó.
Se acercó. —¿Qué?

—Di gracias, — pidió Roarke.

—¿Por qué?—

—Por Elsie y Maddox Hornesby de Bloomingdale quienes son propietarios de una


furgoneta Country Scout del '58, color Indigo, con una pegatina de OBX en la ventana
izquierda trasera.

—¿Por qué ellos y no los otros ochenta y dos?

—Los reduje a treinta y nueve, entonces llegué a los Hornesbys quienes, debido a mi
sutil invasión de su privacidad, determiné que habían pasado ocho semanas, Enero y
Febrero, los últimos tres inviernos en las Bahamas en donde son dueños de una casa de
playa.

—No pueden reportar que les robaron el vehículo si no saben que lo robaron.

—Eso sería lo que pensé. Un… breve vistazo a sus finanzas indica que ellos mismos
conducen hasta el centro de transportación de Newark, utilizan estacionamiento a largo
plazo. He oído que robar un vehículo de un estacionamiento a largo plazo es una manera
muy práctica de adquirir uno.

—Apuesto a que lo oíste.

Él le sonrió, justo de esa manera. —Su información de contacto está en tu


computadora.—

—Te ganaste un gracias. Tengo que moverme en esto.

—De nada.

—Peabody, — empezó Eve cuando cortó la comunicación con Roarke.

—Estoy delante de ti. Contactando la seguridad en Newark.

Ya que la información estaba allí, como lo prometió, Eve usó su enlace del escritorio.
No intentó pensar en qué hora sería en las Bahamas, y no le importaba.

—Maddox Hornesby.

Eve miró el rostro bronceado y relajado, el corto cabello aclarado por el sol. —Señor
Hornesby, soy la Teniente Dallas, del Departamento de Policía y Seguridad de Nueva York.

—Ya veo. ¿Qué puedo hacer por usted?

—Usted es dueño de una furgoneta Country Scout, modelo del año '58.

—Eso es correcto.— La relajada sonrisa se desvaneció mientras fruncía el ceño. Ella


escuchó la voz de una mujer. —¡Mad! Prometiste que nada de negocios!

—No lo es. ¿Hay un problema, Teniente?

—¿Puede darme la ubicación de su vehículo?

—Estacionamiento de largo plazo, Plataforma A, espacio 45, Newark Transportation.


¿De qué se trata esto?
Eve se volvió hacia Peabody, quien asintió.

—¿Cuál es su actual ubicación?

—Estoy sentado en mi terraza en las Bahamas con mi esposa quien me acaba de


entregar una mimosa y piensa que estoy hablando con nuestro corredor de bolsa. ¿Qué
está sucediendo?

—Tuvimos un incidente con un vehículo que coincide con el suyo. Tiene usted una
pegatina de OBX en la…

—Ventana posterior izquierda, en la esquina de abajo. ¿Qué clase de incidente?

—Estamos verificando eso, Señor Hornesby, y contactando con la seguridad en el


centro de transportación. Ellos o yo nos contactaremos con usted si es necesario. — No lo
pudo evitar. —¿Podría decirme qué hora es allí?

—¿La hora? Son las… son las ocho y cuarenta y cinco.

—¿De la mañana?

—Por supuesto que de la mañana.

Eve dijo, —Uh, — fascinada y un poco irritada de que no hubiese diferencia horaria.

—¿Alguien robó nuestra vieja furgoneta?

—Estamos investigando eso, Señor Hornesby.

—Mad, ¿no te dije que eso podía suceder? ¿Cuántas veces te dije que deberíamos
tomar una limo para ir al aeropuerto?

—Está bien, Elsie, está bien.

—Lo siento, señor, pero quisiera saber cuándo estacionó su vehículo.

—El cuatro de Enero, a las ocho de la mañana.

—Gracias, ha sido usted de mucha ayuda. Alguien se contactará con usted con más
detalles.

—¿Necesitamos regresar?

—No, no hay necesidad de interrumpir sus vacaciones. Gracias.

Cortó la comunicación cuando la voz femenina comenzó a pinchar a Hornesby otra


vez.

—Tenemos el vehículo. Peabody, emite una orden de búsqueda y captura, ahora. Si


son vistos, que no se aproximen. Contactar conmigo, no aproximarse, seguirlos sólo a
distancia.

Se puso de pie. —¿Cómo es que las Bahamas tiene la misma hora que nosotros? Eso no
parece correcto.

Y poniendo ese acertijo a un lado, fue a por otra dosis de café.

Las cosas se estaban quebrando.


Capítulo 16

Eve empezó una investigación más profunda en el sobrino mientras Peabody


confirmaba la orden de búsqueda y captura para la furgoneta robada.

—Banner, Hanks tiene un sobrino, Hanks, Curtis Monroe, veintiocho años, ranchero.
Estoy enviando su información de contacto a su computadora ahora. Vuelva a representar
el papel de bonachón. Confirme su paradero, hágase una idea de él. No me suena, pero
verifiquémoslo.

—Lo tengo. ¿Qué conduce él?

—¿Conducir?

—Digamos que tuvimos un choque y fuga en Silby's Pond, y su vehículo coincide con la
descripción.

—Okay. Lo entendí. Es una… camioneta Toro del '56, pintura exterior verde bosque,
OK placa 572 Eco—Papa—Alfa. Segundo vehículo, motocicleta, Hawker Midnight Rider del
'60, color plomizo, placa personalizada OK: BOOM. Eso es Beta, Omega

—Lo tengo. Me referiré a la motocicleta.

Cuando él salió, Eve se puso de pie para actualizar su tablero. —Peabody, redacta
todo lo que tenemos—todos los detalles—envía una actualización a Whitney, Mira,
Carmichael y Santiago. Incluye a Baxter y a Trueheart también. Si ellos están libres,
quiero que empiecen con la lista de Banner de tiendas y restaurantes.

—Trueheart tiene el examen hoy día. Él lo estará empezando en una hora.

—Correcto. — Mierda. Mierda, joder, maldita sea. —Correcto. Okay, incluye a


Baxter. Él y Banner pueden trabajar el sector juntos con la mejor imagen que McNab
puede sacar de la grabación del video. Hazle saber a Baxter que estaremos en la Central
con Banner dentro de una hora.

Ella estudió el tablero mientras añadía y cambiaba información.


Hanks = camioneta abandonada por los sospechosos en el lugar del asesinato de
Jansen.

Eso llevaba a los sospechosos de regreso a Oklahoma. Y maldita sea, eso los
conectaba, de alguna manera, con Hanks. ¿Por qué él no reportó un robo, si había habido
uno? Lo más probable es que la vendió por lo bajo, o prestó la camioneta.

Lo más probable es que la vendiera, ya que, ¿Quién presta su camioneta a alguien por
meses?

Pero la maldita cosa todavía estaba registrada a nombre de él. ¿Acaso no habría
arreglado eso por una venta?

Ella estudió otra vez la foto del sobrino. Simplemente no se sentía bien. Pero si
había un sobrino, debería haber primos, tíos, tías, lo que sea. Buenos amigos, o
simplemente alguien a quien él le debía en grande.

Más joven, pensaba ella mientras le daba vueltas al tablero. No un contemporáneo.


Alguien lo bastante joven para ser su hijo o hija.

¿Novia? Tal vez él prefería a las jóvenes, y ella lo había convencido con sexo para
que le diera la camioneta. O tal vez él tenía una novia con un hijo o hija quien…

—El sobrino Hanks está en el rancho, — anunció Banner. —Pareció un buen tipo, y
respetable si vamos a eso. Se preocupó sobre el choque y fuga, quería saber si alguien
salió herido. Cooperó en todo. Le di la fecha en que Campbell fue secuestrada, y me dice
que él tuvo una partida de póker esa noche, estuvo hasta cerca de la una de la madrugada.
Me dio una docena de nombres para verificar, y dijo que yo podía ir y examinar su
motocicleta.

—Táchelo. No vamos a mover más cosas allá hasta que mi gente interrogue a
Hanks.— No mover allá, pensó ella, pero era tiempo de moverse en otras direcciones. —
Termínalo, Peabody. Nos vamos al centro. Banner, voy a engancharlo con el Detective
Baxter. Ustedes pueden empezar a sondear aquellas tiendas y restaurantes de su lista
con la mejor imagen que tenemos del sospechoso masculino. Añadan a la pareja, el rango
de edad perfilada, el acento. Tal vez tengamos suerte. Cuando tengamos sus nombres,
rostros —y maldita sea que los tendremos— se los enviaremos a ustedes.

—Estoy listo cuando usted lo esté, Teniente.


—Me reuniré con usted en el primer piso. Voy a pasar primero por el laboratorio.

Ella encontró a sus tres genios electrónicos favoritos agrupados, con una pantalla
corriendo el reconocimiento facial, otra trabajando en mejorar la grabación de la zona de
carga.

Roarke se volvió hacia ella primero. —La grabación es una basura completa. Podemos
estar con ella por horas, pero simplemente no vamos a mejorarla. Tú no puedes mejorar lo
que no está allí.

—Tomaré lo que consiguieron. McNab, envíaselo a Banner, a Baxter. Bien podemos


hacer una barrida completa y enviarlo a todos los involucrados. Hanks es el vínculo, y le
sacaremos la información de una u otra manera. Me voy a la Central.

—¿Quieres mi opinión?— le preguntó Feeney.

—Sí, la quiero.

—¿Tu tipo de aquí?— Él gesticuló hacia la pantalla y a la granulosa sombra de una


imagen. —Él todavía no ha llegado a los treinta, o si lo ha hecho, apenas si lo ha
vislumbrado. Suponemos que tiene seis pies, tal vez seis—uno, constitución delgada. El
abrigo añade algo de volumen, pero no mucho. Quería poder moverse rápido. Es de raza
blanca. Baja probabilidad de raza mixta por lo que podemos figurarnos.

—Eso es algo más para Baxter y Banner. ¿Qué hay de ella?

—Ella está más clara ya que era la carnada para el muchacho, — dijo Roarke, ahora
meciéndose en sus talones mientras estudiaba lo que tenían de la mujer. —Hemos
calculado su estatura en cinco—cinco, su peso entre ciento veinte y ciento treinta. Ella
tiene un buen par de piernas allí. Tenemos el cabello—aunque puede ser una peluca— largo
y rubio. Nuevamente estaríamos jugando con las probabilidades de que sea de raza
blanca, y sobre su edad. Dado el cuerpo, ya que no tenemos una vista clara de la cara, el
análisis de su voz de lo que teníamos, lo más probable es que esté entre los veinticinco y
los treinta.

—Yo hice correr su voz en un programa de dialectos también,— añadió él. —Este la
señala como del noroeste de Oklahoma.
—Okay, todo esto es más de lo que teníamos, y vamos a conseguir más. — Por un
momento más ella miró fijamente la imagen como si pudiera aclararla por pura fuerza de
voluntad. —Las grietas se están ensanchando. Feeney, ¿necesitas que te lleve a la
Central?

—Tengo mi coche. ¿Quieres al muchacho?

—Lo tomaré si puedes prescindir de él.

—Tómalo. Contáctame si necesitas más. — Él le hizo un saludo a Roarke con un


rápido movimiento de un dedo. —Fue agradable trabajar contigo.

—Y contigo. Seguiré con esto por otros treinta minutos, luego lo dejaré abierto si
quieres enviar más información por control remoto.

—Te lo agradezco. — ¿Con cuánto más él haría malabares hoy día?, se preguntó
ella—luego dejó la idea a un lado ya que era más de lo que podía imaginarse. —Anda abajo,
McNab. Peabody y Banner están haciendo lo mismo.

—En camino. Juguetes divertidos, — le dijo a Roarke, y salió con Feeney.

Eve metió las manos en los bolsillos. —Tan pronto como se cierre este caso, yo seré
la única policía en la casa por un rato.

Roarke se acercó a ella, le puso las manos en los hombros. —A mí me gustan tus
policías. — La besó ligeramente. —Creo que me gusta Banner ahora que he tenido una
pequeña oportunidad para conocerlo. Hablando de policías, el abrigo de Feeney está
terminado. Summerset lo tiene abajo. Conociéndolos a ustedes dos, asumí que no querrías
dárselo en compañía.

—No. — Los regalos ya eran lo bastante melosos, en su opinión. —De cualquier


forma, tú deberías de dárselo a él.

Entendiéndola bien, Roarke le dio un apretón en los hombros. —Esta fue tu idea, y
una buena. Y él fue tu policía primero. Ustedes dos sobrevivirán a un regalo. Anda ahora,
y ten cuidado allá afuera. Definitivamente quiero a una policía en mi cama esta noche.

—Apuesto a que eso es algo que nunca pensaste que dirías. — Esta vez ella lo besó a
él. —Gracias por la ayuda. Te mantendré informado si quieres.
—Quiero.

—Hecho, — dijo ella y se marchó.

Él la observó irse y, tocando con los dedos el botón gris que siempre llevaba en el
bolsillo, se giró hacia las pantallas para hacer lo que pudiera en el tiempo que tenía.

Ella bajó trotando, encontró a todos sus policías en un grupo. Cuando agarraba su
abrigo del poste de la escalera, Summerset se apareció—como el humo—con una caja
envuelta en papel marrón. Antes de que pudiera evadirse, él se lo puso en las manos.

—Como lo solicitó.

Ahora no, quería decirle ella, pero la caja ya había captado el interés de Peabody.

—¿Qué tienes allí?

—Es sólo una cosa.— Musitó ella, no podía encontrar la manera de evitar la
presentación. Superarlo, decidió ella, y le dirigió una fría mirada a Summerset. — ¿Los
vehículos están al frente?

—Por supuesto.

Ella entrecerró la fría mirada hasta que él desapareció—como más humo.

—Suban al coche, — les dijo al resto. —Feeney, ¿me das un minuto?

Banner se enderezó ya que había estado arrodillado, dándole a Galahad una última
caricia. Peabody casi gira la cabeza a ciento ochenta grados para mantener a Eve y a la
caja a la vista mientras salían por la puerta.

—Es una cosa, — repitió Eve, y le entregó la caja a Feeney. —Para ti.

Las manos de él fueron directamente a sus bolsillos; su rostro se volvió receloso. —


¿Por qué?

Ella a menudo pensaba lo mismo cuando de regalos se trataba, así que sólo se encogió
de hombros. —Es sólo un… tú sabes,— masculló ella, y lo empujó hacia él.
Él se veía confundido, algo avergonzado, pero rompió el papel. Queriendo que
continuara, ella le quitó el papel, lo hizo una bola, y lo tiró sobre la mesa más cercana.
Luego se ocupó de ponerse el abrigo.

—Bueno, que me jodan de costado.

—El atónito placer en su voz la hizo sentir dos cosas a la vez—una leve turbación, y
una rápida satisfacción. Ella se dio la vuelta, sacando la bufanda de su bolsillo cuando él
tiró la caja al suelo, y sacó el abrigo.

—¡Hijo de puta!

Él sonreía mientras lo alzaba. Marrón—mierda —ella había escogido el color ya que


era la habitual elección de tono de él— el abrigo con su forro protector le llegaría, ella lo
vio, casi a medio muslo.

Ella le había dejado el diseño a Roarke, vio que él había ido por lo amplio, simple, y
había añadido el diseño de las barras de capitán como botones.

—Me conseguiste un maldito abrigo mágico.

—Bueno, Roarke…

—Hijo de puta. — Todavía sonriendo, él le dio un puñete en el hombro,


inmediatamente después se quitó su viejo abrigo marrón—mierda, y lo tiró al piso.

—El bastardo me queda, también. — Él lo puso al revés, estudió el forro sacudiendo


la cabeza. —Una jodida genialidad es lo que es esto.

Más cómoda discutiendo el aspecto de la protección antibalas, ella se relajó un poco.


—No es voluminoso, no pesa, y funciona. Bloquea la carga completa de un aturdidor —
puedo atestiguarlo. Objetos cortantes también, aunque personalmente no lo he probado.

—Hijo de puta, — dijo él por tercera vez, y la miró a los ojos. Sus orejas se habían
puesto ligeramente rosadas. —Te lo agradezco.

—Claro.
Él se agachó para recoger su viejo abrigo, la caja, y la volvió a mirar. —En verdad te
lo agradezco.

—En verdad, claro.

—Espérate a que la esposa vea esto.— Pasó una mano por el cuero. —Vamos a
atrapar algunos chicos malos, chiquilla.

—Es lo que nosotros hacemos.

Ellos salieron al exterior. Ella lo escuchó murmurar —hijo de puta— una vez más
mientras se separaban para dirigirse a sus vehículos.

En el instante en que ella subió a su coche, Peabody se inclinó hacia adelante desde el
asiento trasero que compartía con McNab. —¿Ese es un abrigo mágico? ¿Le conseguiste
a Feeney un abrigo mágico? ¡Awww!

—¿Qué es un abrigo mágico?— demandó Banner. —¿Qué tipo de magia?

—Es completamente genial. ¿Ve? Peabody abrió su abrigo rosa para mostrar el
forro. Con alivio Eve los dejó hablar sobre la protección antibalas mientras ella conducía.

McNab se deslizó hacia adelante, y le habló bajito en el oído a Eve. —Eso debe de
haber significado un montón para él, viniendo de ti.

Él le tocó levemente el hombro, y luego se deslizó hacia atrás. Ya sea porque sabía
que ella daría la bienvenida a una distracción o porque era un goloso, él volvió a alzar la
voz.

—¿Quién quiere chocolate caliente?

Y eso se ocupó de todo.

Ella dejó a Banner y a McNab en la Central, esperó que Peabody se cambiara al


asiento delantero para el viaje al laboratorio.

En el camino, ella recibió una comunicación de Santiago.


—Estamos en el garaje ahora, pero Hanks está fuera en una llamada de servicio.
Vendrá en pocos minutos. Le tratamos de sonsacar un poco a su mecánico en jefe, pero
tiene la boca bien cerrada. Podemos sonsacarles a un par de los otros —la mujer que
maneja el mostrador de servicio está asombrada. Ella podría soltar algo.

—Si él no está de regreso en pocos minutos, sonsaquen. De otra manera, mantengan


todo tranquilo.

—¿No hay resultados de la orden de búsqueda?

—Todavía no. Ya les diré. Consígueme un nombre, Santiago. Un nombre.

—Estamos trabajando en ello. Él está llegando ahora. Ya me contacto con usted.

—Puedes sentir cómo esto va cayendo,— dijo Peabody, —pedazo por pedazo.

—Hay dos personas para las que no puede caer lo bastante rápido

Ella haría lo que sea que pudiera para acelerarlo, pensaba mientras caminaba
apresuradamente a través del laberinto del laboratorio hacia el nivel de DeWinter.

Eve encontró a los tres doctores, todos en batas de laboratorio. La de DeWinter


era de un color bronce metálico que casi coincidía con su cabello. Ella lo tenía recto como
una regla, tirado hacia atrás para dejar su impactante rostro despejado.

Al igual que Mira, ella usaba botas con tacones delgados como escalpelos, los de ella
en un verde profundo. Eve vio que hacían juego con el ajustado vestido que usaba bajo la
bata de laboratorio.

DeWinter debía de tener un ciento de ellos, pensó Eve —vestidos y batas de


laboratorio.

Morris había escogido una gris—pizarra sobre un traje del mismo tono, y una sola
trenza enrollada con un cordón rojo amapola. Y Mira tenía la tradicional bata blanca sobre
un traje de un azul tan apacible como sus ojos.

Ellos hacían un trío interesante, pensó Eve, de pie alrededor de los huesos
blanqueados de un muerto.
—Bastante limpio, — comentó Eve.

—Los restos estaban en un avanzado estado de descomposición,— empezó DeWinter.


—Morris trabajó con lo que había de carne.

—Ejecutamos reconstrucciones, por supuesto,— le dijo él a Eve, antes de que su


colega pudiera narrarlo con pelos y señales. —Y una cantidad de pruebas de las que tú no
quieres oír. Estamos anulando los hallazgos previos. La víctima no murió por una caída.
Había evidencia de tortura.

—Una autopsia meticulosa, una extensa, nunca podría haber llegado a la conclusión de
que fue muerte accidental.— El tono de DeWinter se agudizó, como lo hizo el desprecio
en sus ojos. —Hay lesiones obviamente causadas por implementos, herramientas —varios
dedos fueron aplastados— traumatismos. Un martillo, es lo más probable. Si encuentras
el arma yo podría hacerla coincidir. Esta coincidiría, — se corrigió ella.

—También había deshidratación,— interpuso Mira. —Nosotros estimamos que la


víctima estuvo por lo menos treinta y seis horas sin agua previa a su muerte. Sí, en
verdad, él hubiese sufrido estas lesiones en una caída, él habría muerto instantáneamente,
no hubiera sobrevivido por más de un día.

—Okay, eso es lo que necesitaba oír.— Ella volvió a bajar la vista, a los que quedaba
de Little Mel. La justicia llegaría, pensó ella. — ¿Qué hay acerca del otro?

—Acabo de empezar las pruebas, en la siguiente sala. La Dra. Mira y yo ya hemos


concluido una examen visual, y comenzamos con las pruebas preliminares.— Él lanzó una
mirada a Mira.

—Es demasiado pronto para darte resultados firmes y conclusiones, pero ambos
tenemos la impresión de que tendremos una historia similar para contarte.

Pensando en ello, Eve caminó alrededor de la mesa, con los restos de Melvin Little,
veterano de guerra, alma perdida. Inofensivo.

—Así es como quiero manejar esto. Voy a esperar hasta que ustedes tengan sólidas
conclusiones, hasta que ustedes lo tengan todo, detalle por detalle al minuto, antes de
notificárselo a los federales. En este instante, ustedes están reevaluando, haciendo
pruebas, examinando, y si nosotros tan siquiera damos un indicio de adonde va esto, los
federales pueden inclinarse a cerrarnos esto, tomarlo a su cargo y llenarlo de papeleo
burocrático. Los trámites burocráticos nos pueden dejar impedidos, de manera que
nosotros simplemente lo llenaremos de papeleo burocrático primero.

Ella levantó la vista, vio a Morris sonriendo levemente, DeWinter con un ceño más
pronunciado. —Estaría bien que ellos se hicieran cargo si eso pudiera acelerar esto,
ayudarnos a encontrar a las dos personas que están pasando por lo que pasó esta de acá.
Pero no será así. ¿Objeciones?

Mira dobló las manos en un gesto que captó la atención de Eve.

—La naturaleza de la bestia es la burocracia, de manera que tengo que estar de


acuerdo en que añadir a otra agencia a esta mezcla tendería a ralentizar el progreso.
Pero una vez que se hayan alcanzado las conclusiones, conclusiones que se presentarán en
el tribunal, tú debes hacerlo.

—Y lo haré. Yo no voy a retenerlo. Esto no es acerca del crédito, sobre quién hizo el
arresto. Esto es acerca de asegurarse de que cuando atrapemos a estos bastardos
tengamos todo lo que necesitemos para encerrarlos por el resto de sus malditas vidas.
¿Están de acuerdo?

—A mí me gustaría terminar lo que hemos comenzado sin interrumpirnos para llenar


formularios sin fin,— dijo Morris. —Estoy de acuerdo.

Cuando DeWinter vaciló, miró los huesos con el ceño fruncido, Eve ladeó la cabeza.
—Tu robaste un perro.

—Maldita sea, nunca vas a dejarlo ir. De acuerdo, pero seguimos las reglas, punto
por punto.

—Hagan eso. Y manténganme actualizada. Y recuerden esto. Los federales no


tienen a nadie que pueda igualarse a ustedes tres. Así que, a los que no pudimos salvar los
están ayudando. Y yo haré lo que sea que se necesite para salvar a los dos que todavía
pueden ser salvados. Juntos pondremos a estos bastardos enfermos bajo llave.

—Mientras tanto,— comenzó Mira, —He revisado tu informe. Estoy de acuerdo en


que es posible que hayan escalado a dos. Que tanto Campbell como Mulligan están vivos.
Eso es una progresión. Sin embargo, puedo decirte que eso es inevitable. Mientras más
sigamos sin encontrar el cuerpo de Campbell, mejores son las posibilidades. Yo no los veo
a ellos cambiando el patrón y ocultando o intentando ocultar el cuerpo, si es que hay uno,
ya que no hay un motivo discernible para hacerlo.

—Entonces estoy contando con que ambos están vivos, hasta que sepamos otra cosa.

Cuando ella echó a andar, Peabody alargó su paso para quedar a su altura. —¿Qué le
vas a decir a Whitney?

—Todo. Si me dice que hable con los federales, los incluyo. Pero pienso que él va a
ver esta parte como la veo yo. Ellos no pueden hacer nada más que Mira, Morris y
DeWinter con los restos—especialmente desde que ellos ya los denegaron como víctimas
del caso. En la cacería activa, enviaré al agente a cargo todo lo que tenemos. La
camioneta, la furgoneta, las conclusiones con respecto a aquellos que hemos eliminado.
Tomaré lo que sea que pueda conseguir para Campbell y Mulligan.

—Okay. Yo estoy completamente dentro.

Ella decidió ahorrar tiempo y contactó a Whitney mientras conducía. Él escuchó,


dijo poco, hasta que ella terminó.

—La Detective Peabody no le mandó copia al FBI en su actualización de esta


mañana.—

—No, señor, yo le di la lista para informar. Yo quería que usted viera el progreso
primero.

—¿En dónde están Santiago y Carmichael en esta entrevista con Hanks?

—Se está llevando a cabo ahora, señor. Ellos todavía no se han contactado conmigo
con los resultados.

—Hágamelo saber cuándo lo hagan. Sin importar qué resultados puedan ser, yo le
informaré al FBI de su progreso a la fecha. Y sobre el trabajo de laboratorio en
progreso, ellos descartaron a aquellas víctimas de la investigación. Sobre eso, ellos
pueden esperar.

Complacida, Eve se estacionó en su espacio de la Central. —Gracias, señor. Me dirijo


a Homicidios ahora. Si no recibo noticias de Oklahoma en los próximos diez minutos, me
contactaré con Carmichael.
Ella salió del coche, caminó rápidamente hacia el elevador. —Mantengamos el ritmo.
Consigue un par de uniformes para que coordinen con Banner. Él puede darles parte de la
lista. Cubramos lo que podamos cubrir. Algunas veces se tiene suerte.

Cuando entraba al elevador su enlace sonó.

—Dame algo, Santiago.

—¿Qué le parece un nombre, jefa? Darryl Roy James.

—Peabody.

—Investigándolo ahora, señor.

—¿Quién es él?

—El hijo de la mujer de Hanks. No tiene cohabitante en el registro porque él no


quería ir por esa ruta, pero ellos han estado juntos por cerca de diez años. Darryl
trabajaba para él en el garaje. Buen mecánico, cabrón ocioso —o esa es la opinión de
Hanks. Se marchó cuando tenía dieciséis años, terminó en Texas. Hizo tiempo en el
reformatorio de allá—por robo de coches—regresó a casa, fue a trabajar para Hanks. En
julio del 2057, se volvió a marchar, esta vez en el Bobcat '52 que robó del garaje, cerca
de cinco mil en efectivo, herramientas, un antiguo cuchillo de caza y etc. etc. Su madre le
suplicó a Hanks que no lodenunciara, así que él no lo hizo para mantener la paz.

—James hizo otra temporada en la Penitenciaría del Estado de Oklahoma. Cuatro


años por intento de robo, armado—tenía el cuchillo de caza con él cuando trató de robar
un anillo de compromiso de diamantes.

—Para la mujer. Jodido amor verdadero.

—Tal vez. Fue arrestado en diciembre del '57, salió a principios de agosto del año
pasado. Antes de tiempo por buen comportamiento.

—Las fechas concuerdan. ¿Ellos saben su paradero?

Las puertas del ascensor se abrieron; un trío de uniformados empezaron a entrar.

Eve gruñó, apoyó su mano en el aturdidor.


Ellos retrocedieron de nuevo.

—Él dice que no, y yo le creo. No hay amor perdido allí, Teniente. Él se guardó la
pérdida de la camioneta y las herramientas por su mujer, pero cuando dijimos la letra M él
vomitó como un géiser. Carmichael está hablando con la madre ahora, pero no parece que
ella sepa mucho más. Ella declara que no ha hablado con él desde mediados de verano,
justo antes de que él saliera, y suena cierto. Pero ella sí dijo algo acerca de una mujer
antes de ponerse histérica. Ningún nombre, sólo que él se había enganchado con una
mujer en alguna parte, y que todo era su culpa—de acuerdo a su madre.

Santiago se las ingenió para hacer rodar los ojos y sonreír con suficiencia a la misma
vez. —Carmichael está trabajándola

—Consíganme el nombre de ella, consigan todo lo que puedan, luego regresen a casa.

—Estoy tan listo para eso. Yipy—ki—yay.

—Peabody,— dijo Eve mientras cortaba la comunicación, y saliendo esta vez cuando
las puertas se abrieron y otros policías se apiñaron para entrar.

—James, Darryl Roy, veinticinco años, soltero, una hija.

La cabeza de Eve giró hacia su compañera. —¿Hija?

—Está registrado como el padre de un bebé, Darra Louise James, nacida en abril del
año pasado. La madre está enlistada como Ella—Loo Parsens, veintiséis años.

—Esa va a ser ella. Tiene que ser. — Acelerada, Eve trotó hacia los deslizadores. —
¿Cómo diablos están haciendo todo esto con un bebé a cuestas?

—Caray, pobre bebé. Ni siquiera tiene un año.

Eve sacó su enlace otra vez, contactó con Carmichael. —Pregúntale a la madre si
sabe acerca de un bebé. ¿Sabe ella que es abuela?

—Santo infierno. Apuesto que no. Espera un minuto.


Eve esperó, abriéndose camino hacia Homicidios. Cuando Carmichael regresó, Eve
podía oír los gritos desde Oklahoma.

—Ella no lo sabía. Voy a volver a calmarla, Dallas, pero ella no sabía acerca de la niña,
ella no sabe el nombre de la mujer. Ella sólo sabe que Darryl le dijo que estaba
enamorado—que había encontrado a su alma gemela. La llamaba su Julieta, pero él estaba
con la influencia de Shakespeare, amantes trágicos, Romeo, y todo eso. Esto fue durante
una visita en prisión.

—Tranquilízala, trabájala un poco más. Tú y Santiago quédense allí hasta que vuelva a
contactarme con ustedes. Puede que se queden ahí un poco más de tiempo.

—Entonces me voy a comprar unas malditas botas vaqueras.

—Si te compras unas rosadas, te lastimaré, Carmichael. Trabaja a la madre. Puede


que sepa más de lo que piensa que sabe. Peabody.

Peabody leyó de su computadora portátil. —Parsens, Ella—Loo, nacida en Elk City,


Oklahoma. Un par de arrestos por posesión, cosas de baja calidad. No hay matrimonios ni
cohabitantes en registro. Historia de muchos empleos cortos, con el último tomado en
enero del '58 hasta agosto pasado—el más largo en registro. Un bar llamado Ringo's,
McAlester, Oklahoma. Ahí es en donde está la prisión, Dallas. La penitenciaría de
Oklahoma.

—Quería estar cerca de su hombre, esperaba por él. Cerca de cuatro años—eso es
devoción. Vuelve a lo de los empleos.

—El siguiente es a corto plazo. Marzo a julio de 2057, el Rope'N Ride, Dry Creek,
Oklahoma.

—Y Darryl robó la camioneta de Hanks, robó el efectivo, las herramientas, el cuchillo


en julio, salió de allá, y apuesta tu trasero que se fue al Rope'N Ride en Dry Creek.

Ella entró a Homicidios, levantó una mano para evitar que cualquiera le preguntara
algo, y contactó a Santiago otra vez.

—NYPSD Oeste,— respondió él.

—Ja. Acaben con lo de allá, tan pronto como sea posible, y diríjanse a algún lugar
llamado Dry Creek.

—Ah, caray.

—Un bar llamado el Rope 'N Ride. Muestren las fotos, Santiago. Consigan todo lo
que puedan sobre Ella—Loo Parsens —ella trabajó allá— y James. De allí, se van a Elk City
y a la madre de Parsens.

—Janelyn,— dijo Peabody cuando Eve se volvió hacia ella.

—Janelyn. Peabody te enviará la información. Última parada, hasta el momento, es


McAlester. Hablen con el guardia de la prisión, y échenle un vistazo a un bar llamado
Ringo's en donde Parsens trabajó mientras James estaba en una celda. Vean quién sabe
qué. Voy a encerrar a estos dos, Santiago, y lo que tú y Carmichael saquen de Oklahoma
va a hacer que los atemos bien apretados.

—Encienda una vela por mí, Teniente.

—¿Qué?

—Perdí una apuesta con Carmichael, y ella es la que conduce. ¿Sabe la velocidad que
se puede llegar a alcanzar aquí? Ella es bastante aterrorizante.

—Pero llegarán allá más rápido. Yo me entero cuando tú te enteres, Santiago. Esto
está quebrándose ampliamente ahora.

—Nosotros golpearemos el martillo aquí. NYPSD Oeste, fuera.

—Peabody, dales a ellos toda la información que necesitarán. Si alguien tiene


cualquier cosa para mí que no pueda esperar, díganla ahora,— les dijo a toda la división. —
En caso contrario, necesito diez minutos.

Les concedió cinco segundos, entonces se dio la vuelta y se dirigió a su oficina. Cerró
la puerta. Después de tirar su abrigo a un lado, se sentó y lo escribió todo.

Actualizó su tablero con toda la información reciente.

Se volvió a sentar, puso los pies sobre el escritorio, y comenzó a pensar.


Un tipo entra a un bar, pensó ella, sólo que no tenían ninguna clave sobre eso.

Algo chispea entre estos dos —dos personas, sin propósito en la vida, de bajos
medios como dijo Peabody. Sin encontrarse, sin ese chisporroteo, tal vez ellos
simplemente permanecieran siendo de bajos medios y sin propósito. Pero esa chispa
enciende algo violento dentro de ellos.

A ellos les gusta lo violento, concluyó ella, es parte de lo que los une.

Eve estudió el tablero en donde ahora tenía a Darryl y a Ella—Loo en el centro.

Ella es la inteligente, decidió ella. Hasta donde la inteligencia podía llegar. Él es el


romántico. Es arrestado por tratar de robar un anillo de compromiso tradicional.

—Apuesto a que tu encontraste eso estúpido pero conmovedor, ¿verdad, Ella—Loo?


Él hizo eso por cuenta propia, una sorpresa para ti. Pero tú te conseguiste otro trabajo
de mierda y esperaste por él. Tres años y medio, eso es amor, de esa clase. Eso es
devoción. Debes de haberte quedado embarazada en una de las visitas conyugales. ¿Otro
lazo que los une? Apuesto a que calculaste eso también.

Ella se puso de pie, comenzó a pasearse.

¿Cómo diablos estaban viajando, secuestrando, torturando y asesinando con un bebé


que cuidar? ¿Deshacerse de la niña? Podían simplemente dejarla en el umbral de una
puerta— ¿para qué tener una si vas a dejarla a su suerte o con extraños?

Ella le dio vueltas a eso, se preguntaba si Ella—Loo se suscribió a la escuela de


maternidad Stella. Tienes una niña porque puede ser útil o beneficioso, y mantiene a tu
hombre pegado a ti.

Entonces lo dejó correr porque no podía ver cómo podía ayudar eso, por ahora, en la
investigación.

Esperar por tu hombre. Dirigirte al este cuando él es liberado. En la misma


camioneta que él se robó de Hanks. Una camioneta que ahora está mostrando su edad, y
Darryl no ha sido capaz de darle mantenimiento en aquellos tres años y medio.

Él hace lo que puede cuando sale, pero la camioneta no da más en ese tranquilo
camino sobre el límite de Arkansas.
Y ahí es cuando esto realmente comienza, pensó ella. Ahí es cuando la chispa se
disparó como un cohete.

—Yo te conozco ahora, — murmuró ella. —Vamos a conseguir más, pero te conozco.
Y voy a encontrarte.

Pronto, pensó ella, tenía que ser pronto, o sería demasiado tarde para salvar a Jayla
Campbell.
Capítulo 17

Ella había perdido la noción del tiempo otra vez. El dolor, más allá de lo imaginable, la
despertó. Pero la ferocidad del mismo irradiando de todas partes le dejó saber que
todavía estaba viva.

Jayla Campbell, pensó ella, luchando a través de la bruma del dolor. Yo soy Jayla
Campbell, y estoy viva.

Ella giró la cabeza, muy lentamente, ya que incluso eso le provocaba una agonía. Ellos
no habían vuelto a lastimarlo —Mulligan, Reed Mulligan. Cuando lo habían encontrado
inconsciente en el piso, ellos lo habían vuelto a depositar sobre la improvisada mesa. Le
habían tratado su muñeca rota con algo de hielo, incluso le habían dado alguna especie de
medicamento.

Él tenía que estar lo bastante fuerte, ella los había oído decir, para volver a violarla.

Ellos habían discutido al respecto, riéndose por algunos de los detalles. Dejarían de
lastimarlo—por ahora, y tal vez le aumentarían la dosis de Erótica para que pudiera durar
más.

Le habían dado a ella algo que le había dado náuseas y la había debilitado, pero los
había oído discutiendo sobre ella como si fuera un animal.

Ella apestaba, en opinión de Ella—Loo, y necesitaba que la lavaran si iban a tenerla


por otro día o dos.

Trató de luchar cuando Darryl la alzó. El dolor aumentó como una riada ardiente,
casi la hizo perder la consciencia, pero trató de luchar. Trató de no llorar cuando los oyó
riéndose de ella.

Ellos no eran humanos. Las drogas, la deshidratación, la conmoción la hacían verlos


como monstruos, demonios con ojos rojos y con lenguas que chasqueaban. La mordaza
ahogó sus gritos cuando ellos la metieron en una tina de agua tan caliente que escaldaba.

Alguien le empujó la cabeza bajo el agua; alguien se la volvió a sacar tirando del
cabello. Una y otra vez mientras ella tragaba agua, tenía arcadas, y finalmente oró para
que todo terminara.
Volvió a despertar sobre la mesa, desnuda, temblando de frío y ahogándose de dolor.

Y escuchó el silencio.

—Yo creo que ellos están durmiendo.

Esta vez cuando ella giró la cabeza, Mulligan tenía los ojos abiertos y fijos en ella.

—Trataron de despertarte pero no reaccionabas lo suficiente, así que salieron por un


rato. No sé por cuánto tiempo. Ellos me dieron algo, yo seguí desmayándome. Y entonces
los oí riéndose y teniendo sexo. Luego todo quedó en silencio. Pienso que están
durmiendo.

Ella trató de lamer sus labios resecos, pero era igual que arena contra arena. — ¿No
sabes cuánto tiempo?

—No lo sé. Ellos me dieron algo. Simplemente no lo sé. Lo siento. Siento que no
pudiera llegar hasta el cuchillo. Yo volví a tratar de soltarme y alcanzarlo, pero no pude.

Ella casi lo había olvidado. Ese momento de esperanza parecía que había sucedido
hacía semanas. —Tu mano.

—No me duele tanto. Si puedo volver a soltarme, podría ser capaz de conseguir algo.

—Ellos no te van a lastimar, o no mucho. Te quieren lo bastante fuerte para que


vuelvas a violarme.

Él cerró los ojos. —Dios. Oh Dios. Yo no quiero…

—Eso no importa. Te dije que no importa. Pero más, los oí. Ellos me lavaron porque
quieren mantenerme viva por un par de días más, de manera que tú puedas violarme. Eso
los excita. Yo quiero seguir viva, de manera que tú tienes que hacer lo que sea que te
digan que me hagas. Pero yo voy a gritar y tratar de luchar. Voy a hacerlos creer que eso
importa. Tú sabrás que no es así. Ellos nos mantendrán con vida mientras se sigan
excitando.

Una luz brilló en sus ojos, fiera y oscura contra la palidez y los moretones. —Yo
quiero matarlos.
—Tal vez lo hagas. — Había un destello de esperanza en ese desagradable deseo. —
Hazlos pensar que estás débil y asustado.

—Jesús, yo estoy débil y asustado.

—No tanto como ellos piensan. Y la próxima vez tu conseguirás el cuchillo.

—La próxima vez, — dijo él. — ¿Tú tienes a alguien? Quiero decir, ¿estás con
alguien?

—Ahora no. — Ella pensó en Mattio. Él parecía parte de otra vida. Ella pensó en
Luke, y eso fue un consuelo. Sólo un pequeño consuelo.

—Pero está este chico al que debería de haberle prestado más atención. Desearía
haberlo hecho. Quiero tener una oportunidad para prestar atención. Él vive en el
apartamento frente al mío. ¿Tú tienes a alguien?

—Ahora no, — dijo él y trató de sonreír. —Pero hay una chica. Estoy loco por ella,
pero no he tenido las agallas para dar el primer paso. Yo quiero una oportunidad para
intentarlo.

Las lágrimas le quemaban los ojos a ella. La esperanza lastimaba. —Nosotros vamos
a salir en una cita doble, ¿verdad? ¿Trato hecho?

—Sí. Trato hecho. Ellos nos están buscando. Nuestros amigos, nuestra familia. La
policía. Ellos tienen que estar haciéndolo.

—Sí, ellos nos están buscando. Nosotros vamos a hacer lo que sea para permanecer
vivos hasta que ellos nos encuentren. Cita doble, — dijo ella, y cerró los ojos.
Cuando terminó su tiempo, Eve regresó a la división.

—Estoy abierta.

—Dos minutos, Teniente. — Jenkinson se retiró de su escritorio y se acercó a ella.


Hoy día su corbata tenía conejos blancos de orejas largas con zanahorias anaranjadas
sobre un fondo púrpura.

—¿En dónde estás consiguiendo esas corbatas?— demandó ella.

—Te sorprenderías de lo fácil que es conseguirlas. Tomamos un caso esta mañana. —


Él le informó brevemente. Una paliza con objeto contundente, la pista se la había dado un
informante confidencial al que no le tenían mucha confianza y una sala de billar de mala
fama en Chinatown.

—El soplón dice que el tipo que nosotros queremos frecuenta ese establecimiento,
pero si vamos allá preguntando por él, ellos no van a hablar o van a cubrir al tipo. Y
nosotros tenemos la impresión de que el soplón está jugando para ambos lados en esto.
Nosotros pensamos en ir, en ropa de civil, jugar al billar, y ver cómo son las cosas.

—Háganlo, pero no uses esa corbata. ¿Sabeis en dónde encontrar al informante?

—Oh sí, él es fácil de hallar.

—Envíen un par de uniformados, que lo arresten por cualquier cosa que se les ocurra
por unas horas. Manténganlo encerrado mientras juegan al billar.

—Está bien. Estamos en ello. ¿Santiago y Carmichael todavía están pescando en


Oklahoma?

—Ellos han atrapado algunos. Deberían estar de camino de regreso en unas cuantas
horas.

—Nosotros podríamos usarlos. Tenemos dos casos nuevos y abiertos en este


momento.

Ella echó un vistazo al tablero principal, se pasó la mano por el pelo. Tantos.
Siempre había tantos.
—Puedo traer a Baxter de regreso.

—Ah diablos, Dallas, ese hombre es como un padre ansioso con su muchacho en
exámenes. Él está mejor en donde está. Nosotros nos ocupamos aquí. Supongo que el
muchacho está bien . ¿No crees?

—Lo sabremos en su momento. Vayan a jugar al billar. Peabody, voy a trabajar en los
mapas otra vez. Jenkinson y Reineke están trabajando en una paliza. Échale un vistazo a
qué más es nuevo y abierto, mira lo que puedas solucionar, luego se lo pasas a Baxter
cuando él y Banner regresen.

—¿Tú quieres que deje a un lado nuestra investigación?

—Haz malabares, Peabody. Y arroja estas nuevas bolas en el aire. La orden de


búsqueda y captura para la furgoneta está emitida, tenemos a dos detectives investigando
antecedentes y líneas de tiempo en el oeste, Baxter y nuestro policía invitado están
gastando las suelas de sus zapatos aquí. Hemos conseguido nombres, rostros. Voy a
tratar de reducir la ubicación. A menos que tú empieces a ir de puerta en puerta en ese
sector, y maldita sea si no vamos a llegar a eso, no hay nada que podamos hacer por
Campbell y Mulligan hasta que la siguiente grieta se amplíe.

Ella señaló con el dedo hacia el cartel sobre la puerta de la sala de descanso.

NO IMPORTA TU RAZA, CREDO, ORIENTACION SEXUAL O AFILIACION


POLITICA, NOSOTROS PROTEGEMOS Y SERVIMOS PORQUE TU PODRIAS
TERMINAR MUERTO.

—Eso va para todo el mundo, todo el tiempo. Haz lo que puedas, pásaselo a Baxter, y
tal vez él ponga a un chico malo en prisión antes de que acabe el día.

Ella regresó a su oficina, se frotó la cara con las manos. Luego puso el mapa en
pantalla.

Y comenzó a calcular.

Un media hora más tarde, ella había reducido la zona de interés, considerando
enfocar la orden de búsqueda y captura allí. Pero si estaba equivocada, incluso por sólo
una manzana, eso costaría vidas.
En cambio ella agrandó la búsqueda a estacionamientos. Tal vez ellos no dejaban la
furgoneta en la calle, al menos cuando no estaban cazando. El tener policías recorriendo
garajes, estacionamientos, lugares subterráneos podría resultar en la captura del
vehículo.

Y ese era un paso más cerca hacia Parsens y James.

Ella activó el enlace cuando éste señaló una comunicación de Santiago.

—Dame algo bueno.

— ¿Qué te parece una niña retozona?

—Ella le dejó el bebé a la madre.

—Oh sí. La madre no la ha visto u oído nada de ella en casi un año, y ella se presentó
con el bebé a cuestas en Junio pasado. Le contó una historia sobre que se había
enamorado de un tipo, pensando que se iban a casar, y entonces él se marchó cuando ella
quedó embarazada, la dejó sin más y con dos ojos morados. Montones de drama.

—Sí, ella es la inteligente, — musitó Eve.

—Le dijo que ella se daba cuenta de que el bebé necesitaba una familia, que la
pequeña Darra se merecía un buen comienzo. Que tal vez ella volvería a la universidad,
conseguiría un buen trabajo, si ellos las dejaban quedarse —esos serían la madre y el
padrastro.

—Ella sabe qué tecla tocar.

—La tocó como una virtuosa. Menos de dos semanas después, ella se había marchado,
así como objetos de valor y efectivo, y el bebé todavía sigue aquí. Ni una palabra desde
entonces, y ellos no la están encubriendo, Dallas. Esos dos están con temor de que
nosotros vayamos a quitarles al bebé. Hablaron con un abogado la semana pasada,
tratando de ver si ellos podían adoptarla legalmente de manera que la hija no pueda
regresar y llevarse a la niña. Son personas agradables, haciendo lo mejor que pueden.

—¿Y para tu información? Ella—Loo estaba conduciendo el Bobcat.


—Ella tenía algunos amigos allí, ¿alguien a quien ella pudiera haberle contado la
verdad?

—Carmichael está consiguiendo esa información. La madre no piensa que haya alguien
a quien Ella—Loo no haya cabreado antes de marcharse la primera vez, pero haremos
algunos contactos antes de marcharnos a la siguiente parada.

—¿Quién está conduciendo?

Su rostro se puso serio. —Sólo déjame advertirte. No hagas apuestas con


Carmichael. Muy bien podrías tener una escalera incompleta.

—Tendré eso en mente. Sólo para jugar sobre seguro, habla con los locales, mira que
se pueda conseguir acceso a sus enlaces en caso de que la hija los contacte.

—Ellos ya lo ofrecieron, pero nosotros vamos a darles una pasada a las placas locales,
ver lo que podamos averiguar.

—Buen trabajo. Mantengan el ritmo. Llámame desde la siguiente parada.

Ella apenas si había cortado cuando entró una comunicación de Baxter.

—Conseguimos dos tiros, jefa, bang—bang. Nada, nada, nada, y entonces dos. Casa
de empeño y pizzería, ambas en Hudson. La casa de empeño entre West Houston y King, y
la pizzería entre Charlton y Vandam.

Su atención fue directamente hacia el mapa. —Excelente.

—Luego de una amigable persuasión, la casa de empeño identificó a James. Él estuvo


allá dos veces la semana pasada. La pizzería los reconoció a los dos. Para llevar, dos
visitas. Vamos a ver en el restaurant chino, y hay una tienda de recuerdos una cuadra más
allá.

—Hagan eso. Estoy enviando algunos uniformes para sondear, intenten con algunos
de los residentes, con los otros negocios. Si ellos pasan tiempo paseando por la zona,
podemos reducir el campo. Esto es bueno, Baxter. ¿Qué empeñaron ellos?

—Una unidad de pulsera, modelo deportivo, y otro más, tipo formal. Modelos
decentes, ambos para hombre. Una Tablet—limpia— un teclado, del tipo musical, una
pantalla de entretenimiento, un jarrón antiguo, una medalla de plata de San Cristóbal.
Nada ha aparecido como robado.

—Traigan la Tablet. Los del DDE verán cuán limpia está. Envíen las fotos y
descripciones de todo. Las compararé con las de las víctimas. ¿James fue a la casa de
empeño y a la pizzería los mismos días?

—La primera vez, sí, pero con seis horas de diferencia, por lo que hemos conseguido.
La segunda vez, en diferentes días.

—Okay. Manténganme informada.

—Apuéstalo. Ah, Hey, no he oído nada de Trueheart. ¿Tú has…?

—Es demasiado pronto. Céntrate.

Ella lo cortó, y regresó al mapa.

Volvió a hacer cálculos, utilizando los dos lugares. Si vas por comida para llevar,
pensó , vas a un lugar cerca de casa. Si estuvieras conduciendo, eso no importa mucho,
pero…

Demasiado tiempo entre visitas en los primeros lugares. ¿Seis horas? No, él
condujo a la casa de empeño, posiblemente, pero entonces ellos volvieron a la misma zona
para recoger la comida. Y regresaron otra vez, a la misma zona dos veces más.

Porque eso era rápido y fácil.

Ella cortó seis cuadras al norte y tres cuadras al este de su mapa, lo dejó estar
mientras sacaba la información que Baxter le envió y la comparó con cualquier cosa
denunciada como faltante en las víctimas.

Tablet, notó ella, unidades de pulsera—pero nada coincidía con las unidades de
pulsera empeñadas.

—Ustedes secuestraron a alguien en Nueva York por estas cosas.

Ella se puso de pie, paseó. Nada de esto estaba denunciado como robado —y eso la
llevó a pensar que a quien sea que se los hubieran robado estaba muerto.
Pero no lo habían descubierto. No lo habían descubierto porque cuando la policía
tenía un cadáver ellos verificaban el lugar de residencia del cadáver.

Y allí era en donde James y Parsens estaban viviendo. Eso es lo que sonaba.

Ella se giró hacia el mapa. —Estamos acercándonos, hijos de puta. Estamos


acercándonos cada minuto.

Ella fue hacia la puerta y gritó, —Peabody, — entonces regresó al mapa como si
pudiera señalar la ubicación por pura voluntad.

—¡Señor!

—Estamos reduciendo el área. Baxter y Banner tienen un par de lugares. Voy a


enviar algunos coches patrulla para que revisen el área de búsqueda de la furgoneta. La
niña está con la madre de Parsens.

—Gracias a Dios. Tuve esta imagen de ella simplemente, no sé, tirándola por la
ventana de la camioneta o algo así.

—Ella la tuvo por una razón, — dijo Eve, —y engañó a la madre con la rutina de
'rehabilitarme—por—el—bien—de—mi—pequeña—bebé', se quedó unos cuantos días, robó
lo que podía usar o vender, se marchó, abandonando a la pequeña bebé. Esa pista bien
puede estar seca ahora, pero Carmichael y Santiago sacarán un poco más de información
antes de dirigirse al bar, y luego a la prisión.

—Estoy saliendo en poco tiempo.

—He conseguido algunos ángulos para Baxter en los casos abiertos.

—Trabájalos, — dijo Eve. —Toma uno, tú eres primaria.

—Pero…

Eve cortó su protesta con una mirada. —Estamos cortos de personal aquí, Peabody.
Yo necesito que tomes uno, que lo trabajes. Envíame actualizaciones y notas, y yo
trabajaré contigo. Si algo más salta de esto, te reasignaré, pero en este momento son
pasos y etapas, cálculos e información que nos llegue. Estaré poniéndome en contacto con
el agente a cargo pronto.

—¿Lo vas a hacer?

—Lo voy a hacer. Si no estoy aquí cuando Banner regrese, llévalo a mi casa. Podemos
trabajar allá esta noche si es que no lo hemos cerrado.

—Okay. — Peabody dejó escapar un suspiro. —Okay, tomaré uno de los casos
abiertos, le pasaré el otro a Baxter cuando regrese. ¿Cómo sé cuál darle?

—No lo puedes saber, tú sólo toma uno y haz lo que sabes hacer. No es tu primera
vez como primaria.

—Sí, pero tú siempre estás justo allí.

—Yo todavía estoy allí, mantenme informada, pero haz lo que sabes haces. Tienes
una placa por una razón.

Su enlace sonó. Eve le echó un vistazo. —Esa es Mira. Voy a tomar esto. Anda,
mantén las bolas en el aire.

—Pero yo puedo llamarte.

—Cuando necesites hacerlo. Adelante.

Ella agarró el enlace. —Dallas.

—Acabo de llegar a Central. Quería que supieras que hemos concluido que ambas
víctimas fueron torturadas y asesinadas, y es nuestra opinión de que hay dos víctimas más
de los asesinos seriales.

—Ella—Loo Parsens y Darryl Roy James.

—Los tienes.

—Todavía no, pero tenemos los nombres, los rostros —y tenemos más información.
Puedo ir a tu oficina.

—Yo iré a verte. Cinco minutos.


Ella fue rápida. En cinco minutos Eve oyó los delgados tacones de las botas
cliqueando hacia su oficina. Cuando Mira entró, Eve sostenía en alto una taza del té floral
que Mira prefería.

—Oh, ¡gracias! En verdad que lo necesito.

—No te sientes en esa silla. Tú sabes cómo es.

—Considerando que he pasado la mayor parte de hoy de pie, tomaré la tuya. Gracias.
— Ella se sentó, y dio un largo y lento sorbo. —Aunque no descuidadas completamente,
las conclusiones alcanzadas previamente en ambas víctimas son incorrectas. Las lesiones
fueron mal interpretadas. Dada la más limitada experiencia y equipo en esos casos, no es
irrazonable entender cómo se llegó a esas conclusiones.

—En ambos casos, hubo personas—Banner y la esposa de la segunda víctima—


presionando para que investigaran más. Aquellas personas fueron descartadas por las
autoridades locales y las federales.

—Estoy de acuerdo, sin embargo, evaluados desde un ángulo, las víctimas parecían
haber tenido muertes accidentales. De todas formas, ellos fueron asesinados. DeWinter
está escribiendo los informes, de ambos, con los más mínimos detalles.

—Apuesto que sí.

—Ella también ha solicitado la exhumación de los restos de Noah Paston, y que se los
transfieran a ella.

—Voy a tener que deberle esa copa.

Mira sonrió. —Y tú estás ocupada y distraída por lo que está sucediendo ahora, de
manera que esto no tiene importancia.

Eve sacudió la cabeza. —Esto sí importa. Las víctimas siempre importan, y estoy
agradecida de que te hayas tomado el tiempo para añadir tu influencia en ese grupo.
Informaré al Agente Zweck sobre tus conclusiones, y le diré que el informe de DeWinter
está en camino.

Ella giró hacia su tablero, apuntó hacia Parsens y James. —Esta gente pagará por las
dos víctimas para las que ofreciste tu tiempo y tus habilidades hoy día. Y por Noah
Paston. Ellos pagarán por todos ellos.

—Ellos tienen una niña.

—Disculpa, ¿qué?— Pasmada, Mira bajó su té. — ¿Los asesinos tienen una hija?

—Un bebé. Ella la tuvo mientras él cumplía condena por haber sido atrapado tratando
de robar un anillo para ella. Amor verdadero.

—Esto cambia las cosas. — Cambiando de posición, Mira estudió el tablero. —Tener
una niña, llevar a la niña a los asesinatos en serie a través del país…

—No, ella se la dejó a su madre antes de que empezaran. Por el tiempo, ella quedó
embarazada en una visita conyugal mientras él estaba adentro, tuvo a la niña antes de que
él saliera. Ella fue a casa con ésta, mintió sobre la forma en que quedó embarazada, jugó
la carta de estoy—pasando—página, entonces robó lo que quería, y dejó atrás a la niña. La
madre no ha sabido de ella desde entonces. Eso fue en junio pasado. James salió como
seis semanas después.

— ¿Él sabe que ella tuvo a su hija?

—Ella lo inscribió como el padre en el certificado de nacimiento, que es la forma


como nos enteramos. Nombró a la niña Darra, y yo supongo que por Darryl, Darra.

—Sí, ya veo.— Procesándolo lentamente, Mira asintió. —Tuvo a la niña—la prueba


física de su amor—pero no la quería con ellos, no sentía lo que una madre sentiría y no la
quería cerca. Esto es una especie de luna de miel para ellos.

—Sí, eso se me ocurrió. Ahora yo la conozco. Tener a la niña sirvió para un


propósito. Esto la une a él todavía más. Eso fue—es—un vehículo, eso es todo. Si ella
sintiera que podría ser útil, iría por ella, pero ella no piensa para nada en el bebé.

Sin decir nada, Mira asintió, sorbió más té.

Eve entendía perfectamente el silencio.

—Stella me tuvo porque yo servía a un propósito. — Dijo llanamente—eso no


significaba nada ahora. —Ella tenía que tolerar tenerme alrededor porque no era lo
bastante mayor para servir al propósito que ella y Troy tenían en mente para mí. Ella tuvo
algo con Troy, luego con McQueen, eso que ésta de aquí tiene con James. Sólo que Troy y
McQueen eran los dominantes. Yo pienso que Parsens dirige el espectáculo aquí. Puede
que no lo haga obvio, puede que deje que James piense que él es el gran hombre fuerte,
pero ella está tomando las decisiones.

—Hay variables que pueden estar jugando en la dinámica dominador/sumisa entre


ellos.

Eve sacudió la cabeza. —Yo la conozco a ella. Tuvo a la niña, se deshizo de ella.
Estoy apostando que ella visitaba a James en prisión como un reloj. Lo esperó, tres años y
medio. Eso no es poca cosa.

—Ellos ven esto como amor. Para ellos es amor. El que se presenta una sola vez en la
vida.

—Sí, y hará lo que sea que piense para mantenerlo con ella. Él es un romántico, de
manera que cuando los tengamos rodeados, él podría sacrificarse por ella. La llama a ella
su Julieta. Está con la influencia de Shakespeare.

—Y no comprende que esa historia fue una tragedia, no un romance. Él podría, sí,
morir tratando de protegerla, pero con esta nueva información yo pienso que no es
probable que eligieran suicidarse. O que ella lo haría. No están tras la gloria, o incluso la
emoción de la muerte. Esto es amor, un vínculo sexual intensificado a través del sadismo.
Para amar, ellos necesitan vivir.

—Teniendo en cuenta lo que sabemos, y lo que estamos aprendiendo, ¿piensas que


Campbell todavía está viva?

Ahora la mirada de Mira se dirigió a la imagen de Campbell en el tablero. —Yo pienso


que la probabilidad de eso es mayor ahora que la que yo hubiese estimado esta mañana.
Cuánto tiempo eso permanece así… En sus asesinatos más urbanos, los cuerpos han sido
descuidadamente desechados, sin intento de ocultarlos. No veo por qué ellos cambiarían
su patrón ahora, aquí en Nueva York, de manera que hasta que su cuerpo sea hallado, está
sigue viva.

—Yo supongo que otras veinticuatro horas, treinta seis como máximo. Ellos se
aburrirán, quieren a alguien nuevo.
—No estaré en desacuerdo con eso.

Eve caminó hasta su escuálida ventana, y de regreso. —Si yo comunico sus nombres y
rostros a los medios, las probabilidades son que alguien los reconocerá. Pero si ellos ven
sus rostros en pantalla, los asesinarán y huirán. Esa no es la gloria, — repitió Eve.

—De nuevo, no estaré en desacuerdo. Es una decisión difícil de tomar.

Y una con la que ella había estado luchando.

—Yo no voy a soltar prenda, a menos que me lo ordenen. Yo me he refrenado de


involucrar a los federales porque ellos tomarían ese camino. ¿Usarías tu influencia para
mí, si fuera necesario? Esa es una difícil decisión para ti también.

—Yo creo que ellos cortarían por lo sano, tratarían de salir de Nueva York, de
manera que no es una decisión muy difícil.

—Estamos reduciendo el área, si eso ayuda. Banner y Baxter ya descubrieron dos


lugares a menos de una cuadra de distancia entre ellos. Esto está llegando al punto cero.

—Pondré esto por escrito. — Mira terminó su té, se puso de pie. —Y conozco
algunas personas en el FBI. Hablaré con una o dos con influencia.

—Si eso no funciona, nada lo hará. Esto debería refrenarlos para que no suelten la
información a los medios por veinticuatro horas, en todo caso. Y ese es casi todo el
tiempo que Campbell conseguiría. Ellos probablemente matarían a Mulligan con ella, o poco
después. De manera que si yo pudiera conseguir otras veinticuatro a treinta y seis horas,
eso tendrá que ser suficiente.

—Presionaré por las treinta y seis horas.

—Gracias. Te ves cansada.

—Oh, lo estoy. Tengo unas cuantas cosas que hacer aquí, luego me voy a casa y voy a
hacer que Dennis me masajee los pies.

—¿En serio?

—Él hace la más increíble reflexología. Tu misma te ves cansada.


—Yo no sé si Roarke hace reflexología.

—Me imagino que él tiene su manera de hacer que te relajes. En todo caso, mi
consejo es que te tomes una hora y te relajes, aclara tu cabeza después de llegar a casa.
Vas a trabajar más de media noche si mi juicio es correcto, de manera que tómate una
hora primero. Estarás más fresca para esto.

—Tal vez lo haré.

Mira se giró hacia la puerta, hizo una pausa. — ¿La niña—Darra—está en buenas
manos?

—Santiago dice que la madre y el padrastro parecen ser buenas personas, y quieren
adoptar legalmente a la niña. Ella está en un mejor lugar que en el que estaría con su
madre.

—Entonces cuando pienses en la niña, y lo harás, piensa en ello. Sin importar que la
acción haya sido egoísta o fría, la madre le hizo a la hija un gran favor. Ella será amada y
atendida.

Y salió mejor parada que muchos, pensó Eve cuando estuvo sola. Con suerte eso haría
una diferencia.

Ella lo puso a un lado, se sentó, contactó con su comandante para poner a rodar la
bola federal.
Capítulo 18

Ella habló con el comandante, encantada de que él se contactaría e informaría al


Agente Especial Zweck. Mientras recogía lo que quería para trabajar en casa, Baxter
llegó a su puerta.

—Otro hallazgo en el restaurante Chino.

Ella volvió a tirar su abrigo a un lado. —Oigámoslo.

—Comida para llevar, solo anoche. Ambos han estado allá, juntos y por separado.
Ellos llaman para hacer el pedido.

—Podemos rastrearlos.

—Problema. El lugar anula el registro de llamadas cada cuatro a seis horas. Banner
está mandando el enlace al DDE, pero es antiguo, es basura, e incluso yo sé que va a tomar
tiempo el tratar de sacar un contacto del sombrero después de que ha pasado un día de
haber recibido llamadas. Lo mismo con la grabación de seguridad. Él está sacando copias
de él para el DDE.

—Haz que me envíe copias de todo a la computadora de mi casa.

—Ya lo hizo. Hasta el momento no hay nada en las tiendas de recuerdos, pero
encontramos algo en esta ferretería de Broadway Oeste. — Su mirada se deslizó hacia el
AutoChef, y Eve se resignó.

—Adelante. — Ella ladeó la cabeza hacia la máquina.

—Gracias.

Ella lo miró mientras programaba. — ¿Quieres chocolate para acompañar el café?

Él le dio una mirada en blanco. Una mirada de policía en blanco. — ¿Tienes chocolate
aquí?

Ella lo pinchó con un dedo. —Tú sabes algo. Ahora tú sabes que yo sé que sabes algo,
y te asaría como a una trucha si tuviera tiempo.
— ¿Estás bien, Teniente?— Él le dio un sorbo al café con indiferencia. —Pareces un
poco estresada.

—Muérdeme, Baxter. Ferretería.

—Sí, Broadway Oeste, justo saliendo de Prince. Tuve esa sensación cuando pasamos
por allí, como te pasa a ti. Así que entramos, y tuvimos suerte. James ha estado allí, dos
veces. El tipo del mostrador lo recuerda por el acento. Pagó en efectivo, y eso ayudó a
reconocerlo. Cinta adhesiva, cuerda, un rollo de plástico. Un tipo amigable,
aparentemente, bastante conversador. Dijo cómo él y su esposa se acababan de mudar a
la ciudad. Ella realmente ama Nueva York.

—¿Él estaba a pie o en la furgoneta?

—El tipo del contador no se dio cuenta, pero supuso que estaba en la furgoneta
porque compró un rollo enorme de plástico. Dijo que tenía otros encargos que hacer. De
manera que fuimos a un par de fiambrerías, nada, pero volvimos a tener suerte en una
tienda 24/7. Conseguimos todas las grabaciones que pudimos, pero la ferretería fue hace
cuatro días. Todo el mundo recibió la misma advertencia. No soltar prenda, no
confrontar, llamar al nueve—uno—uno.

—Escríbelo, con las direcciones exactas de los lugares en donde consiguieron la


información.

—La identificaron en un par de tiendas en el SoHo.

—¿En serio?

—Le echamos un vistazo a la grabación. Ella compró un par de bragas sexys, se robó
un vestido y los sujetadores a juego. El dependiente está bastante cabreado por no haber
podido atraparla.

—Ambos son descuidados. No pueden dejar de robar, y los van a atrapar tarde o
temprano tratando de echar mano a ropa interior elegante o algo brillante. No tenemos
tiempo para después, de manera que nos enfocamos en esa área. Ellos caminan, conducen,
comen y compran.

Ella se giró hacia su mapa. —Tenemos veinticuatro horas, Baxter, yo supongo que son
veinticuatro horas por fuera antes de que terminen con Campbell. La misma cantidad de
horas antes de que los federales comuniquen a los medios los nombres y los rostros, y eso
de hecho que será el final de Campbell y Mulligan, y hará que ese par de hijos de puta
huyan.

—Puedo volver a salir con Banner. Con el muchacho también. Él está en camino de
regreso del examen. Pero nosotros cubrimos toda el área, Dallas. Lo mejor que podemos
hacer es patrullar en coche y a pie, esperando divisarlos en la calle.

Esto era algo que ella había considerado, pero... —Tengo uniformados haciendo eso.
Tenemos otros cadáveres que necesitan atención. Peabody está trabajando en uno, y
tiene otro preparado para ti. Trabájalo con Trueheart.

—Esto mantendrá distraída su mente de los resultados del examen. Él piensa que lo
hizo bien, pero dijo que se puso nervioso un par de veces. Ellos están atascados—
sorpresa. Le dijeron que tendrían los resultados en cuarenta y ocho horas.

Él le lanzó una mirada. —Tal vez tu puedes acelerar eso.

—Cadáveres, Baxter, y dos que me gustaría que siguieran respirando.


Mantengámonos enfocados aquí.

—Correcto, sí, correcto. Él está bien con las cuarenta y ocho horas. Soy yo el que la
está sudando. Me pondré manos a la obra con esto.

Ella misma quería ponerse manos a la obra—y dejar de estar hablando con todo el
mundo.

Volvió a coger su abrigo, y salió disparada antes de que alguien más la interrumpiera.

Ella iba a patrullar la zona del objetivo. Tal vez dar un paseo alrededor.

Estos dos habían asesinado a lo largo de su viaje hacia el este y no los habían
atrapado no porque fueran unos genios criminales, sino porque se habían mantenido en
movimiento, porque les había tomado tiempo a las fuerzas locales para llamar a los
federales, tiempo para conectar los asesinatos.

Pero ahora ellos estaban… anidando, pensaba ella mientras se metía en la lata de
sardinas que llamaban elevador. Haciéndose una especie de hogar, poniéndose a conocer el
vecindario, la ciudad.

Salir por allí.

Y, por ahora, ellos todavía se sentían libres.

Sin esconderse, sin huir, sin seguir su camino.

Todavía.

Ella se abrió paso a codazos en su nivel del garaje, y sacó su enlace que sonaba en
camino hacia su coche.

—Un gran saludo desde Rope 'N Ride,— dijo Carmichael. —Yee—haw.

—Ustedes van a salir volando de allá pronto.

—Oh, excelente, Dallas. Alguien acaba de llamarme pequeña dama. Yo no soy


pequeña, y no soy una dama. Quería meterle un puñetazo, y él era verdaderamente
atractivo. Pero estoy divagando. Ella—Loo Parsens hizo su trabajo de camarera aquí, y
ofrecía servicios sexuales, por una tarifa, por lo bajo. Sin licencia. Pero este no es un
lugar que les dé mucho valor a las licencias. El verdaderamente atractivo cantinero le dijo
a Santiago—ya que no discutiría semejantes asuntos en frente de la pequeña dama—que
las mamadas eran su especialidad.

—Así ella mantiene el control.

—Por mi experiencia personal, lo puedes apostar. Ella podía tener muy mal genio,
siempre hablaba de ir al este. Declaraba que estaba ahorrando, haciendo tiempo hasta
que pudiera dirigirse a la ciudad de Nueva York, sacudir el polvo de pradera de sus botas y
vivir la vida de la gran ciudad.

—Una chica con un sueño. Y ¿James?

—El cantinero es vago en eso, pero encontré otra camarera—de quien sospecho que
también ofrece favores sexuales—que lo recuerda a él.

—¡Hey, tú, cosita preciosa!


Eve oyó la voz de un hombre borracho, observó a Carmichael desviar la mirada.

—¿Por qué no damos unas vueltas tú y yo en la pista de baile?

—¿Por qué no vas allá, comienzas a dar vueltas, y yo estaré contigo cuando haya
terminado aquí?

—Muy bien.

—Una mujer podría enlazar y montar a media docena de hombres, si estuviera


inclinada a ello, en una sola visita a este establecimiento. Solo lo digo, — añadió
Carmichael.

—¿A cuántos tienes dando vueltas?

—Perdí la cuenta. — Carmichael aleteó las pestañas. —Pero sospecho que Ella—Loo
hizo más dispensando favores sexuales de lo que hizo dispensando cervezas. Su
compañera de trabajo recuerda que Ella—Loo se enfocó inmediatamente en Darryl Roy
James como si él fuera la respuesta a sus plegarias. Y, de hecho, le advirtió a su
compañera que se mantuviera fuera, se puso agresiva al respecto. La empujó dentro de un
cubículo del cuarto de baño y la amenazó con rebanarle las tetas—esa es una cita—si ella
se acercaba a James.

—Más tarde, la compañera dijo que salió a la parte trasera para un descanso—eso
posiblemente incluía absorber alguna sustancia ilegal—y los vio a los dos teniendo
relaciones contra el reciclador.

—Así que, directamente a tener sexo.

—No pases las mamadas. Ninguno de ellos regresó más. Ella—Loo tenía por cobrar
dos noches, pero ellos supusieron que se las cobró robando una caja de cerveza del
almacén. Y en la caja registradora faltaban unos cientos de dólares esa noche, de acuerdo
con Seriamente Atractivo. Nosotros vamos a seguir investigando, encontrar a su antiguo
casero, pero lo que por aquí se dice es que ella dejó prácticamente todo, y debía dos
semanas de alquiler.

Eve salió al tráfico mientras escuchaba. —Sexo y robo, pero ellos no podían dejarlo
allí. ¿Qué diablos es ese ruido?
—Ellos tienen una banda que vendrá más tarde, nos dijeron, pero ellos están haciendo
Country Karaoke esta tarde—de dos a cuatro. La diversión nunca termina.

—Son las cuatro y treinta. ¿Por qué ellos no paran?

—Son las tres y treinta aquí, Teniente.

—¿Cómo puede ser?—no importa. Revisen la antigua residencia, luego diríjanse a la


prisión. Nosotros hemos encontrado algunas cosas por aquí. Les enviaré un informe. Buen
trabajo.

Eve patrulló las calles, notó la pizzería, el restaurante de comida china. Ya que el
estacionarse en doble fila llamaría la atención, ella pagó una tarifa por un estacionamiento,
cubrió la misma zona a pie, encontró la ferretería, la tienda 24/7, la boutique, la casa de
empeño, mostró las fotos a los dueños de otras tiendas, a los operadores de carritos
ambulantes.

Ellos estaban aquí, pensaba ella, escaneando rostros, vehículos, edificios. Ella sólo
necesitaba que uno de ellos saliera de su nido. Que saliera por comida, por un pack de seis
de cerveza.

Pero no vio ni rastro de ellos, y regresó a su coche.

Condujo a casa pensando que Campbell y Mulligan estaban atrapados en uno de los
edificios por los que había pasado, y ese pensamiento no la abandonaba a través del
tráfico miserable y el aguanieve helado que empezaba a caer.

Ella quería su hogar y la tranquilidad, lo ansiaba como el agua después de una sequía.
Sólo una hora de silencio en donde nadie le hablaría, le daría información, la buscaría por
las respuestas.

Se arrastró hacia la calidez.

—¿Temprano y sola?— Summerset le lanzó una larga y fría mirada de sus ojos
oscuros.

Ella encontró que no tenía energía para tener un roce con él.
—Ellos llegaran más más tarde.

El gato avanzó para chocarse contra su pierna, pero ella sólo se volvió hacia las
escaleras, y comenzó a subir sin sacarse el abrigo.

Summerset fue directamente hacia el intercomunicador de la casa. —Creo que la


teniente se ha dado contra una pared. Está subiendo

—Yo me encargaré de ella, — dijo Roarke.

Sin duda, pensó Summerset, y reparó en que el gato la había seguido escaleras
arriba.

Cuando ella entró al dormitorio, Roarke lo vio. Agotamiento—si no físico, mental. El


ímpetu desde la mañana, toda la presión, el apuro, el progreso, y ella todavía tenía que
cruzar la meta final.

Con la vida de dos personas dependiendo de ello.

Él podía sentir el peso que ella cargaba.

—No sabía que tú también estabas en casa. — Ella tiró un bolso de archivos en el
sofá de la sala de estar. —Es temprano.

—Un poco. — Él arregló sus planes para terminar algo de trabajo antes de la cena.
— ¿Cuántos policías en la casa?

—Sólo yo. Ellos estarán llegando más tarde. Una o dos horas, diría yo. Lo siento.

—Una o dos horas será suficiente. Estaba pensando que ir a nadar sería agradable.
Ahora no tengo que nadar solo.

—Yo de verdad tengo que…

—Descomprimir, — terminó él. —Los dos trabajaremos mejor, estaremos más


agudos, para el cierre del caso.

—Yo no pienso que Campbell y Mulligan consigan un descanso. — Ella oyó la irritación
en su voz, levantó una mano para que él no le respondiera de igual manera. —Eso está mal,
simplemente mal, y yo lo sé. Yo podía sentir que el caso estaba por solucionarse todo el
día, todo el maldito día, pero...

Tómate una hora, le había aconsejado Mira. Alguna vez uno tenía que escuchar.

—Me podría hacer bien nadar. Podría pasar una hora contigo, sin hablar de todo
esto.

—Yo podría hacer lo mismo.

—Dame un segundo.

Ella se quitó el abrigo, el arnés de su arma, y después de pensarlo un momento, se


sentó para sacarse las botas. Entonces se puso de pie, y le tomó la mano. —Vamos.

Cuando entraron en el elevador, él le giró el rostro hacia el suyo, la besó. —


Bienvenida a casa.

—Igualmente para ti. — Entonces suspiró, apoyó la cabeza en su hombro porque


podía, ella podía hacer eso con él sin ser débil.

Pequeños milagros diarios.

—Mi mente está cansada.

—Lo sé, y te está empezando un dolor de cabeza. Puedo verlo.

— ¿Es por eso que son tan azules? ¿Tienes ojos con rayos X?

—Cuándo se trata de ti.

—No necesito un bloqueador, sólo algo de tranquilidad. Hablé con medio millón de
personas hoy día, con la mayoría de ellas por lo menos dos veces. Tú probablemente
hiciste el doble de eso.

—¿Y entonces la hora de tranquilidad no será buena para ambos?

Ellos salieron del elevador y caminaron a través de las paradisíacas plantas tropicales
y árboles enanos hacia el azul profundo del agua.
—Dios, eso se ve realmente bueno.

—¿Qué estás haciendo?— le preguntó él cuando ella abría una caja.

—Sacando un traje de baño

—¿Para qué?

—Mira, yo sé que dije una hora o dos, y probablemente, pero ¿qué tal si los policías
llegan temprano? Y qué tal si uno de esos policías piensa, al igual que lo hicimos nosotros:
Hey, nadar sería agradable. No me voy a arriesgar estando desnuda.

—Si tú quieres privacidad…— Él le quitó el traje de baño de la mano, y lo puso a un


lado. —Sólo hay que bloquear el elevador para este nivel, lo cual ya hice.

—Bloquear el elevador.— Distraídamente, ella se masajeó el dolor de cabeza entre


los ojos. — ¿Por qué no pensé en eso? ¿Ellos no pueden llegar aquí?

—Ellos podrían si McNab decide abrir el bloqueo, lo cual sería un desafío para él.
Pero yo creo que podemos confiar en que él respetaría nuestra privacidad.

Diciendo eso, él le tiró del suéter hacia arriba.

Ella consideró a McNab, abriendo el bloqueo, entonces asintió. —No, él no haría eso.
Una pregunta, — añadió ella mientras se quitaba los pantalones, —antes del silencio.

—Puedo manejar una pregunta.

—¿Cómo puede ser una hora más temprano que aquí en Oklahoma, y ser la misma hora
de aquí en Las Bahamas? Oklahoma está en el mismo maldito país en el que estamos
nosotros, ¿correcto? Esto es América. Y Las Bahamas no lo son. Tú no tienes que ser un
mago de la geografía para saber que Las Bahamas no están en los Estados Unidos y
Oklahoma sí. De manera que, por todos los cielos, ¿Por qué?

Cristo, él la adoraba. Simplemente adoraba cada pulgada de ella mientras estaba


parada allí en ropa interior, irradiando una irritada confusión.

—La ciencia está llena de misterios.


—A mí me suena como basura. ¿Quién diablos decide estas cosas?— Demandó ella
mientras se quitaba la camiseta. — ¿Quién hace a los dioses del tiempo en todo caso?

—Esa es más que una pregunta.

—Están relacionadas, — declaró ella y se meneó fuera de sus bragas.

Ya que él disfrutaba de su descuidado striptease, él esperó hasta que ella hubiera


terminado, y se sumergiera, antes de desvestirse.

Ella hizo cuatro fuertes largos, y luego se giró boca arriba para flotar sobre su
espalda.

—Algunas veces cuando tú no estás aquí yo hago esto. Simplemente floto así y pienso
cómo es que estoy en esta lujosa piscina de esta elegante casa, y como si eso no fuera
suficiente para levantarte las faldas, te tengo trabajando arriba o viniendo a casa pronto,
o todavía mejor…

Ella extendió la mano, sintió sus dedos entrelazarse con los de ella. —Todavía mejor,
estar justo aquí. Es un trato realmente bueno para mí.

—Para mí también. Yo pensaría, 'Mírenla, sólo mírenla, y ella es mía. La única cosa
que yo quería mucho antes de saber que la quería’.

Ella se dio la vuelta, manteniéndose a flote, y entonces se deslizó para enroscarse


alrededor de él. —En verdad te amo.

Él le murmuró las mismas palabras, en irlandés, haciéndola sonreír.

— ¿Ellos de verdad no pueden entrar aquí?

—Cerrado y bloqueado.

Ella inclinó la cabeza hacia atrás. —Entonces hagámonos olvidar el día el uno al otro.
Simplemente borrémoslo antes de que volvamos a retomar todo.

Ella lo besó, hundiéndose en él mientras se hundían ambos debajo de la superficie.


Ingrávidos, a la deriva, hasta que sus pies tocaron fondo y ambos se impulsaron
juntos hacia arriba.

Emergiendo al aire que olía a jardines tropicales en donde el único sonido era el leve
golpeteo del agua contra los bordes de la piscina. Agua fresca, aire cálido, y los brazos de
su amado alrededor de ella.

Ellos volvieron a hundirse, con las bocas unidas, esta vez él la acariciaba, encontrando
sus secretos de manera que ella emergió sin aliento, con el corazón palpitante.

Ellos giraron, dando ociosas vueltas en el agua—arriba y abajo—aún cuando el pulso


se le disparó a ella, como si estuvieran en una carrera placentera. Lento y suave, y luego
rápido y rudo. Los rápidos cambios la dejaron débil y deseosa, estremeciéndose y ansiosa.

Ella se entregó a él, acunándole el rostro entre sus manos, volviendo a hundirse,
hundiéndose en un amor sin fin. Y sintió el poder de su propia entrega.

El agua se calentó más, más caliente mientras él los guiaba a ambos a una esquina de
la piscina. Ahora el agua se agitaba levemente, cosquilleándole la piel.

Él amaba cómo ella se veía así, perdida, y suya, su cabello resbaladizo con la
humedad, apoyada contra la pared de la piscina, entonces él se sumergió para explorarla
toda bajo la superficie de esa agua espumosa.

Con un seno en su boca, con su corazón palpitando contra sus labios mientras pasaba
sus manos sobre él. Y más profundamente, alzándole las caderas para encontrar su
centro, sintiéndola venirse mientras él usaba su lengua para excitarla.

Mojada y cálida, alta y esbelta, y agitándose ahora al igual que se agitaba el agua.
Sus caderas se movían invitándolo cuando la hizo venirse otra vez.

Él deslizó los labios subiendo por su cuerpo, bajó la mano hacia donde había estado su
boca. Y la observó volver a volar, con sus manos agarrando los bordes, sus ojos como
cristal ámbar mientras gritaba.

Ella se estremeció, y se quedó sin fuerzas.

—Dios. Dios. No puedo.


—Más. Sólo un poquito más. Vamos. Todo. Vamos.

La avidez por ella lo perdió. Él usó sus manos otra vez, volvió a usar su boca,
devastándola, cautivándola. Quería oírla gritar.
Cuando ella lo hizo, cuando su cuerpo se arqueó, tenso como un alambre, él se hundió
en ella, penetrándola salvajemente una y otra vez.

—Mía. — Loco por ella, él la penetró, con su boca y sus dientes en su hombro, en su
garganta. —Mía. Mía.

Ella volvió a gritar, temblando. Y envolvió sus brazos y sus piernas alrededor de él.
—Mío, — dijo ella. —Mío.

Y él se dejó ir. Completamente.

Agotados, ellos flotaron en donde estaban, en el agua tranquila y burbujeante.

—No tengo dolor de cabeza, eso es positivo. — Ella suspiró, le acarició el pelo
mojado. —En este instante Las Bahamas me importan un pimiento.

—Entonces mi trabajo aquí está hecho.

—¿Esto es como la reflexología?

—El qué— ¿el sexo? ¿Reflexología?— Él soltó una risa a medias mientras sus ojos se
encontraban. — ¿De dónde vienen esas ideas?

—El Sr. Mira le masajea los pies a Mira. Reflexología. Eso la ayuda a relajarse, y yo
me preguntaba... No, borra eso. Bórralo porque eso me hace preguntarme acerca de ellos
y el sexo, y en verdad no quiero hacerlo.

— ¿Por qué, después de haber sido tan concienzudo… relajándote, me pones esa idea
en la cabeza?

—Fue involuntario. Mis disculpas. — Ella le besó la mejilla, y se puso de pie. —Tengo
que volver arriba.

—Dame una mano. — Él extendió una hacia ella. —Ya que tú también me has
relajado concienzudamente.
Ellos se tomaron de los antebrazos, y cuando él estuvo parado al lado de ella, ella se
envolvió alrededor de él una vez más. —Está granizando afuera.

—Muy bien.

—Y nosotros acabamos de tener sexo en la piscina realmente genial. Es un punto


culminante. — Ella salió de la piscina. —Tú y Mira tenían razón. Mi mente está más
despejada, y voy a regresar a trabajar más fresca para el cierre del caso.

—¿Acaso ella te sugirió tener sexo?

—Ella no fue específica.— Cogió una toalla, y le pasó una a él. —Pero quería que me
tomara una hora. Parsens—esa es la asesina—tuvo una hija con James, su compañero. Te
informaré de todo esto, pero él estaba cumpliendo una corta temporada en la
Penitenciaría Estatal de Oklahoma, y ella tuvo una hija. Ella condujo de vuelta a donde su
madre, le contó un cuento, y luego se marchó con objetos de valor, y dejó a la niña atrás.
Se marchó una noche, nunca miró atrás.

Sin decir nada, él la hizo girar hacia él, y la abrazó.

—Eso no es lo mismo. La niña va a estar bien. La niña está mejor sin ellos.

—Pero esto trae recuerdos. Toca viejas heridas.

—Algunos. Pero eso me ayuda a conocer a Ella—Loo Parsens. Eso me ayuda a pensar
como ella piensa. Esa es un arma de nuestra parte. Pero entre eso y un montón de otras
cosas, yo necesitaba un descanso.

—Yo podría aprender reflexología.

Ahora ella se rió, y comenzó a vestirse. —Me quedaré con el sexo.

—Apuesto a que los Mira lo hacen también.

—Mierda, tenías que hacerlo, ¿no es así?

—Lo hice, sí. Ahora estoy tras una copa de vino, y comeremos algo, ya que imagino
que no has probado nada desde el desayuno. Tus policías pueden arreglárselas por sí
mismos cuando lleguen aquí.

Él le tomó la mano cuando ella estuvo vestida. — ¿Granizando dijiste?

—Sí.

—Pienso que eso pide un guiso sustancioso.

—Esa cosa con las cosas.

—Por supuesto, justamente yo estaba pensando lo mismo.

Ella le sonrió con suficiencia cuando entraron al elevador. —La cosa de pollo con las
cosas, y las cosas de masa.

—Ah, sí. Veremos si podemos manejar eso.

Ellos se detuvieron en el dormitorio primero. Ella quería cambiarse de zapatos.

En la oficina ella actualizó su tablero mientras él elegía un vino blanco para el pollo y
los buñuelos, y añadió una ensalada de espinaca.

Ella estaba más pálida de lo que a él le gustaba, como ocurría demasiado a menudo
cuando ella se exigía demasiado.

Ella había comenzado a contarle lo del día cuando oyó que los otros llegaban.

El tiempo de tranquilidad se terminó.

Cuando ellos entraron, decidió que los tres se veían casi tan agotados como ella había
estado, recordándole que ellos habían estado en esto casi todo el día.

—Estamos preparando algo para comer. Tomen treinta. Vayan a nadar un rato.

Peabody se detuvo, parpadeó. — ¿En serio?

—Regresen frescos.

— ¿Nadar? ¿Usted está diciendo que en verdad hay una piscina dentro de la casa?
—No sólo una piscina, — le dijo Peabody a Banner. —Una piscina increíble, con una
laguna de burbujas.

—Eso le da una patada a la vaca en el culo. No me importaría una zambullida, pero no


vine con bañador.

—Hay montones allá abajo. Nosotros no podemos cubrir el culo de una vaca, —
consideró McNab, —pero podemos cubrir el tuyo. Vamos a mojarnos.

—Estoy con ustedes. Sólo un segundo. Teniente, quería que usted supiera que
contacté con mi jefe, le dije que Little Mel había sido asesinado. Le envié el informe de
Little Mel y de Fastbinder. Él va a hablar con la mamá de Little Mel al respecto. Él dijo...
dijo que estaba orgulloso de mí.

Completamente agotado, Banner tuvo que interrumpirse para aclarar su garganta. —


El es un buen hombre, un buen jefe, pero ese no es el tipo de cosas que usted lo oye decir
todos los días. Estoy en servicio otra vez, pero él dice que me quede aquí con usted tanto
tiempo como pueda serle de utilidad en esto.

—Se lo informaré cuando deje de ser útil.

Sus labios esbozaron una sonrisa. —Muy bien, entonces. Voy a ir a darme esa
zambullida.

—Regresen en treinta, — les gritó Eve cuando los tres entraron al elevador. —Eso es
suficiente, — le dijo a Roarke cuando las puertas se cerraron, —porque ya que no veo que
vaya a haber un trío, no va a haber nada de sexo en la piscina.

Él sacudió la cabeza a eso. —Tú vas a comer, y me vas a poner al día de manera que
no desperdiciemos los treinta minutos.

Cuando ella se sentó con él y tomó la primera cucharada de guiso, éste se deslizó por
su garganta como ambrosía. No sabía qué diablos era la ambrosía, pero ella apostaría un
buen dinero a que el pollo y las masitas eran mucho mejor.

—Ella—Loo Parsens, Darryl Roy James

Roarke asintió hacia el tablero actualizado. —Ya tengo eso.


Ella se sonrió un poquito. —Un hombre entra a un bar,— empezó ella.

Ella casi había terminado, comiendo y haciendo el resumen, cuando el trío regresó,
conversando como…

—¿Cuáles son esos pájaros en Irlanda?

—Tenemos más de una variedad.

—Los del refrán.

—¿Cuclillos?

—No, pero eso encajará. Uno es para algo y el otro es para algo más.

—Yo me pregunto cómo es que sé de lo que estás hablando. Urracas.

—Eso es.

—Le echamos un vistazo al nuevo dojo. No entramos. — Dijo Peabody con rapidez. —
Pero sólo queríamos ver. Está mag.

—Esta es una casa increíble, — añadió Banner. —Nunca se para.

—Sírvanse de comer. Roarke ya está actualizado.

—Lo que ustedes tienen huele muy bien. — McNab olfateó.

—Estofado de Pollo con masitas, — le dijo Roarke.

—¡Yum! ¿Hay suficiente? Preguntó Peabody.

—Sí hay.

—Yo lo programaré. Me acuerdo cómo funciona el AutoChef de allí. Es lo menos que


puedo hacer, — finalizó Banner.

—Una bebida alcohólica. Vino o cerveza, y luego es café sólo.


—Será vino para ti, ¿no es así, Peabody?— Roarke se levantó para servirle una copa.
—¿Ian?

—Eso estará bien. Tal vez sólo vino para todos. Estaremos en la misma página.

—¿Cuál es el status en los electrónicos que Banner trajo?— preguntó Eve.

—Feeney y yo nos encargamos de eso, incluimos a Callendar también. Lo tenemos


ejecutándose en automático durante la noche.

McNab agarró uno de los rollitos crujientes del tazón que había sobre la mesa, lo tiró
al aire, y lo cogió en la boca. Con las justas.

—El problema con el enlace del restaurant chino es de la vieja escuela, — dijo él con
el pan en la boca, —y cuando ellos lo pasan manualmente un millón de veces, la transmisión
se emborrona, incluso después de que los identificaste. Si supiéramos el código del enlace
que estamos buscando, de hecho que podríamos armarlo con algo más de tiempo. Yendo a
ciegas, tratando de encontrar el enlace sin saber el código o el nombre registrado, es un
juego de azar.

—Le echaremos un vistazo aquí también. — Roarke trajo copas, sirvió el vino. —Pero
tengo que estar de acuerdo. Es un reto cuando sabes lo que estás buscando,
específicamente, pero sin saber los detalles, es un tiro en la oscuridad.

Banner trajo una bandeja con tazones de humeante guiso. —El tipo del restaurante
pensó que sabía por lo menos algo de lo que pidieron, y la hora aproximada. Pero McNab
dice que hay un montón de capas, y un montón de gente haciendo pedidos en ese período
de tiempo, un montón de pedidos de pollo kung pao y rollitos primavera y ese tipo de
cosas.

—Nosotros ya limpiamos algunas de las grabaciones de seguridad. — McNab empezó


a comer. —Eso no va a ser gran cosa. Si conseguimos lo suficiente allí, suponemos que
intentaremos con las cámaras de las fachadas de las tiendas, ver si podemos captarlos
caminando. Conseguir una dirección.

—Esto está tan bueno como el que hace mi má, si es que no está mejor.— Banner
miró alrededor de la mesa mientras comía más estofado. —Y agradecería que nadie
repitiera eso si alguna vez la conocieran. Tengo la impresión de que ellos probablemente
están más cerca del restaurant que de la ferretería, porque han estado más veces allá. Es
bastante cierto que James compró ese rollo grande de plástico, y es difícil encontrar
estacionamiento por allí, de manera que uno no se figuraría que está lejos.

Él probó el vino con precaución, y luego alzó las cejas. —Esto está bueno. Yo estaba
pensando cuando Baxter y yo estábamos haciendo el recorrido, que si yo estuviera tras el
plástico y demás, yo caminaría, hago dos viajes si fuera necesario. Todos ustedes están
más acostumbrados al tráfico y todo eso. James sería más como yo, pienso. Tu quieres
estacionarlo, lo más que puedas.

Eve se reclinó hacia atrás en su silla. —Tienen la furgoneta guardada, sólo la sacan
para cazar. Caminan o usan el transporte público si no.

—Conducir en esta ciudad es de locos, y todo el que lo hace siempre parece estar
más que un poco cabreado. Yo pagué lo que tenía que pagar para que la compañía de
alquiler de coches viniera aquí a llevarse el auto que utilicé para llegar aquí. Tomaré el
autobús de regreso a la estación de transporte cuando me marche. Tal vez pruebe el
subterráneo.

Eve se levantó, se acercó al tablero. —Donde sea que estén anidando, es altamente
probable que fue una cuestión de oportunidad. Un apartamento vacío, un edificio vacío
tampoco puede ser descartado, o ellos invadieron el hogar de alguien. En el centro. Zonas
que estén de moda, tal vez, algo sobre lo que ella leyó o vio en pantalla. No puedo decir la
razón en este punto, pero ellos están en el Lower West Side, debajo de West Village. Al
norte de Tribeca, al oeste del SoHo y Greenwich Villagge. Además nada más encaja.

—Estás pensando que ellos podrían estar reteniendo a una tercera persona—o más, —
dijo Roarke. —Si ellos vieron una oportunidad para forzar o allanar una casa, un
apartamento.

—He estado dándole vueltas a esa idea, revisé las personas desaparecidas durante el
día. Pero ellos se llevaron a Mulligan. Eso hace que tengan dos, a menos que hayan matado
a Campbell y se tomaron el tiempo y el esfuerzo para ocultar el cuerpo.

—¿Y por qué ocultar el de ella cuando no ocultaron el de Kuper?,— interpuso Peabody.

—¿Reteniendo a un tercero, o digamos una pareja, una familia?— Mirando a los ojos
de los asesinos, Eve sacudió la cabeza. —Es duro, es sucio, es trabajoso. Y si tú los matas
a ellos, tienes un lío más grande con el que lidiar. No pueden tener los cuerpos por mucho
tiempo. El patrón que tenían, hasta lo de Mulligan, era uno a la vez. Yo pienso que es poco
probable que tengan a alguien más.

—Pero ellos tienen un lugar. — Ella puso el mapa en pantalla, cogió un puntero laser, e
indicó con un círculo. —Justo aquí.

—¿Sondeos puerta—a—puerta? Preguntó Peabody.

—Me gustaría tratar de reducir más la zona, pero ese tendrá que ser el siguiente
paso. Les va a tomar a los federales un tiempo leer el informe de DeWinter, procesarlo,
pensar cuál nalga rascarse. Zweck tiene lo que hemos conseguido, y veremos qué hace con
eso. Tal vez hagamos los sondeos como si estuviéramos buscando fugas de gas, algo así.
Quiero una zona más reducida antes de intentar eso.

Ella dio vueltas alrededor del tablero. —Nada sobre la furgoneta. Nada de las
patrullas extras en este sector.

—Ellos tienen que salir alguna vez.— McNab se encogió de hombros. —¿Cuál es el
punto de hacer todo ese viaje hasta Nueva York y no salir?

—Ellos están pasando un muy buen rato adentro, — respondió Eve.

—Coman,— ordenó ella. —Luego empezaremos a exprimir la zona.


Capítulo 19

Su oficina olía a pollo y masitas empapadas en café negro cargado—con una pizca de
cereza de los interminables refrescos de McNab.

Roarke trajo otra computadora auxiliar mientras ella repartía asignaciones. Peabody
para investigar más a fondo los antecedentes de Ella—Loo Parsens, Banner los de Darryl
Roy James. Roarke y McNab continuarían con el trabajo electrónico, peinando los discos
de seguridad que tenían como evidencia, y verificando cada cámara de las fachadas de las
tiendas que pudieran haber captado a sus sospechosos a pie.

Eve trabajaba los mapas, enfocada en tratar de reducir la zona que tenían como
objetivo pulgada por pulgada.

La primera interrupción, una llamada al enlace del Agente Especial Zweck, la hizo
salir de su concentración. Pero al final de la llamada ella volvió a sentarse en su silla con
los pies sobre el escritorio.

—Lo mantendré informado, — le dijo a él. —Usted me dirá cómo quiere proceder por
su lado.

Ella cogió su café, y pensó que se había enfriado durante la conversación, pero se lo
tomó de todas formas.

—Los federales no van a refrendar a Little y Fastbinder como las víctimas de los
asesinos seriales a quienes todavía se refieren como sospechosos desconocidos.

Banner se enderezó de un brinco. —¿Qué?

—Alguien tiene la polla hecha un nudo por el informe de DeWinter—quien al parecer


frió culos, muchos de los cuales ella nombró, específicamente, antes de rebanarlos para
ponerlos en la sartén.

Sí, definitivamente ella le debía una copa a DeWinter.

—Los restos 'en cuestión' serán transferidos a una instalación federal en la mañana
donde los médicos forenses especialistas del FBI examinarán y harán pruebas.
—Eso es una mierda.

—Eso es burocracia. DeWinter está furiosa y pisoteando otras pollas para conseguir
que los restos de Noah Paston se le envíen a su departamento. El familiar más cercano del
muchacho ha dado su autorización para ello, y mi dinero está con DeWinter. Oh sí, lo
olvidaba.

Eve hizo girar su dedo en el aire. —La misma cosa. Mientras que los federales
investigarán a James y Parsens y revisarán minuciosamente nuestros informes y hallazgos,
ellos no los tendrán como sospechosos, en este momento. Ellos son, oficialmente,
'personas de interés' solamente.

—Nosotros los hemos rastreado, — empezó Peabody.

—Nosotros hemos verificado que James y Parsens se conocieron en Oklahoma el año


'57. Hay evidencia razonable de que James robó una camioneta pickup '52 que coincide
con la descripción de una que fue remolcada, ilegalmente, por los Dorrans. Las
investigaciones federales rastrearán lo que sea que haya quedado de ese vehículo para
verificar o rebatir que esa fue la que James supuestamente robó. Nosotros hemos
determinado que Parsens parió a una niña, pero hasta que el ADN pueda ser probado, la
paternidad de la niña permanece con un signo de interrogación para los federales.

—Cabrones,— murmuró Banner.

—Un sentimiento que creo que Zweck comparte pero fue muy cuidadoso de no
expresarlo. Nosotros no podemos, en este momento, probar sin ninguna duda que Parsens
y James asesinaron a alguien o que, en verdad, tomaron la ruta que hemos determinado a
través de nuestra investigación. Nosotros no hemos probado para su satisfacción que
Parsens o James están realmente en Nueva York. Ellos examinarán la grabación de la zona
de carga, y Zweck hará el seguimiento con la ferretería, la casa de empeño y los
restaurantes en la mañana.

—Siguiendo nuestros pasos,— dijo Peabody. —Desperdiciando tiempo y recursos.

—Cojonudos,— Eve regresó e hizo un movimiento de atar algo con las manos. —Esto
es lo que significa para nosotros. Nosotros no tendremos todo el peso de los recursos
federales en la investigación. Nosotros tampoco los tendremos en nuestro camino.
Zweck, si soy buena jueza, va a tratar de hacer retroceder esto. Él, al parecer, no es un
estúpido.

—Esto también significa que tenemos un respiro con respecto a que el FBI vaya a
comunicar a los medios los nombres y rostros de James y Parsens. Un respiro, porque
alguien puede que desanude su polla el tiempo suficiente para darlos a conocer como
Personas de Interés.

Banner reflexionó. —Así que no hay muchos cambios.

—No muchos. Zweck va a armar un escándalo—esa es mi opinión. Pero a alguien que


está más arriba en la cadena alimenticia no le gusta que le digan que estaban
equivocados—y el error podría, eventualmente en los medios, hacerlos quedar mal. Los
federales no te escucharon, Banner, y tú tenías razón. Un comisario de un pueblo
pequeño—sin ánimo de ofender.

—Faltaba más.

—Tenía razón, y el FBI estaba equivocado. Eso va a anudar un montón de pollas.

Eve asintió hacia el tablero desde donde estaba sentada. —Y si ellos hubiesen hecho
lo que usted hizo, si ellos hubiesen retrocedido desde Little Mel, y hecho la conexión con
Jansen, tal vez ellos habrían atrapado a estos hijos de puta más pronto. Tal vez algunas
personas todavía estarían vivas.

—Ellos van a tener que vivir con eso, — dijo Banner.

La clase de placa cuya polla estaba anudada por haber estado equivocado, Eve lo
sabía, podría y vivía con ello. Ellos simplemente pasaban la culpa a los que estaban más
abajo en la cadena alimenticia.

—Esos son los 'tal vez',— continuó ella, —y esa clase de 'tal vez' no se ve bien en
Relaciones Públicas y en términos políticos. Y no cambia nada para nosotros. Así que
deme algo más sobre James.

Banner se pasó la mano por el pelo, se volvió en su silla.

—Él no era gran cosa en la universidad, pasó raspando, repitió algunas veces, trabajó
con un tutor auspiciado por el estado una o tres veces. Nada de actividades extra, nada
sobre requerimientos judiciales. Eso incluye deportes, y esa es la excepción, no la regla
en pueblos pequeños como del que yo vengo.

—No es un jugador de equipo,— concluyó Eve, —no es un académico.

—Ni siquiera está cerca. Tenía debilidad por el sexo y las mujeres.

—Detalles.

—Tengo un montón de artículos aquí sobre cómo tuvo una relación con una de sus
profesoras. Él tenía quince años—ella tenía veintiséis. Ella cumplió condena por ello.

Eve se enderezó en su silla. —¿Él fue forzado?

—No se lee de esa forma. Se los enviaré a usted, pero se lee bastante claro que no
fue forzado, obligado o presionado. Eso no disculpa a la profesora, ni un poquito, y es
corrupción de menores por donde lo vea, pero él estaba dispuesto y ansioso. Él la cortejó
a ella.

—El romance otra vez.

—Le compró flores, le escribió mala poesía, le dio pequeños regalos. Resultó que
había robado la mayoría de ellos. Y también se estaba tirando a otras dos chicas durante
los mismos seis meses—eso salió a relucir cuando ellas testificaron. Una recibió una
cachetada ya que tenía dieciocho años. La otra tenía dieciséis, de manera que eso era
legalmente consentido.

—Sexo, robo, romance. Él empezó todo esto muy joven.

—Tuvo algunos enredos—su registro de delincuencia juvenil no está sellado,— añadió


Banner. —Tiene antecedentes de robo en tiendas y eso escaló a robo de autos,
destrucción de la propiedad, un par de asaltos menores. El asesoramiento usual dictado
por la corte, servicio comunitario. Y una rápida temporada de rehabilitación cuando fue
arrestado con algunas drogas. No puedo entrar en ninguno de sus informes psicológicos—
esos están sellados.

Eve pensó en Roarke—la manera rápida. O en Mira—la manera oficial. —Ya los
abriremos si es necesario. — De cualquier manera.

—Él mostró aptitud para la mecánica—tuvo mejor suerte en el año que lo pusieron en
un instituto vocacional. Mostró interés y aptitud por encima del promedio en electrónica.
Lo que usted tiene, Teniente, es un hombre que no es demasiado brillante, pero tiene
habilidad para esas áreas. Pero él es demasiado ocioso para ello. Se marchó a los
dieciséis, terminó en Texas, fue arrestado tratando de robar un coche y cumplió
sentencia en el reformatorio de allá. Nosotros ya tenemos prácticamente el resto de sus
antecedentes.

—Envíele eso a Mira. Eso añadirá a todo el panorama. Peabody, Parsens.

—Esto va a sonar como muy repetitivo. Bajo rendimiento en la universidad, nada de


materias extra—curriculares, con un puñado de suspensiones y reportes por peleas,
perturbación a otros, ausencias no autorizadas. Acusó a un profesor de acoso sexual. Eso
fue minuciosamente investigado, en mi opinión. El profesor fue completamente
reivindicado. Solicitaron otro—quien tenía una grabadora en el bolsillo, encendida. Ella
ofreció sexo para que la pasara de grado. Cualquier clase de sexo que él quisiera. Le
asignaron asesoramiento obligatorio y servicio comunitario. Se marchó tan pronto como
llegó a la mayoría de edad. Ningún trabajo estable, y todos los trabajos registrados son
en bares. Solicitó un permiso para Acompañante Licenciada a los dieciocho, y nuevamente
a los veintiuno. Se lo negaron las dos veces.

Cuando ella cogió su taza, miró ceñuda el interior, Banner dijo, —¿vacía?

—Sí.

—Yo te serviré más.

—En verdad, en este punto me gustaría algo dulce. ¿Podría darme un refresco de
naranja?

—En seguida. Sigue adelante,— dijo él mientras se ponía de pie. —Puedo oírte.

—Descubrí un par de reportes de cuando ella era una menor fue acusada de matar a
un perro—dos veces.

Bueno, pensó Eve. Allí estaba. La necesidad de derramar sangre, causar dolor.

—¿Cuán joven era ella?

—Trece años la primera vez—ellos no pudieron determinarlo, pero ella se había


peleado con esta chica por un muchacho. Y el perro de la chica terminó comiendo pienso
envenenado. Ella tenía quince la segunda vez, y fue el mismo tipo de escenario. Sólo que
esta vez el perro fue cortado en pedazos, quemado, y fue hallado colgando de un árbol.—

—Perra,— farfulló Banner desde la cocina. —Yo tengo una debilidad por los perros.
Sé que está matando personas, pero tengo esa debilidad.

—Torturar y/o matar animales. Es uno de los fundamentos de un asesino serial. Ella
hubiese continuado con las personas eventualmente. Con o sin James, ella hubiese
evolucionado a eso. ¿Algo más?— preguntó Eve.

—Tenemos unos cuantos reportes policiales con ella como demandante—el novio del
momento le pegó un tiro, otro por cargos de violación o acoso sexual. Por las fotos e
informes, el tiroteo sí ocurrió, y fue mutuo. Ninguno de los cargos sexuales se
mantuvieron.

—Sexo como un soborno, un arma, como moneda de cambio. Yo he hablado antes con
Charles acerca de este tipo de cosas.

—¿Charles quién?— preguntó Banner mientras regresaba con dos refrescos.

—Un antiguo Acompañante Licenciado, actualmente terapista sexual, un amigo,—


explicó Eve. —Y si lo consultáramos a él yo esperaría que diga que el sexo nunca fue
realmente placentero para ella. Siempre un arma o una herramienta. Tal vez
encontraremos que a ella le sonó la campana con James, y eso es lo que la mantiene con él.
Eso, y la matanza.

Peabody dio un buen sorbo a su refresco, hizo un gesto de dolor, y se frotó el


entrecejo. —Ola de frío. ¿Por qué hago eso? Ella huyó un par de veces cuando era menor
de edad, pero siempre regresó por su cuenta. Se marchó definitivamente a los dieciocho
años. El padrastro reportó artículos robados, efectivo, pero retiró la demanda.

—Su madre lo presionó,— especuló Eve.

—Ella estuvo rodando por ahí, terminó en el Rope 'N Ride.

—Organízalo, envíaselo a Mira. Cuando atrapemos a estos dos, los vamos a tener bien
acorralados.
Ella se puso de pie, sacó su enlace que estaba sonando. —Santiago, dame lo que
tengas.

—Tenemos un resumen del alcalde de la prisión, de un par de guardias, la mesera jefa


del lugar donde Parsens trabajó, su antiguo casero, y para ponerle la guinda al pastel, la
comadrona que la atendió cuando dio a luz. Los tenemos acorralados, jefa.

—Ustedes han estado allá demasiado tiempo.

—Oh sí.

—Resúmelo. Estás en pantalla,— dijo ella mientras regresaba a su oficina y ordenaba


la transmisión abierta. —Estás hablándole a todos en la sala.

—Hola, sala. Desearía estar allí. De acuerdo a todos los informes, James mantuvo la
cabeza baja y la nariz limpia durante su encarcelamiento. Tomó algunas clases de
electrónica, lo hizo bien. Trabajó en el taller mecánico, lo hizo excepcional. Él fue, de
hecho, recomendado para un trabajo en un taller de aquí, pero solicitó permiso para
regresar a casa después de su temprana liberación, declarando que él y su mujer querían
ir a casa, en donde su bebé estaba siendo atendido por la familia. Dicho permiso fue
concedido. Él nunca se reportó.

—Ellos se marcharon, se dirigieron al este.

—Los guardias de su bloque dijeron que era afable y fácil de tranquilo. Durante su
tiempo allá se la pasaba leyendo mucho, hablaba sobre su mujer, quien lo visitaba cada
semana. Ellos sacaban provecho de cada visita conyugal programada. De acuerdo a la
supervisora de Parsens en el bar, ella no era lo que se podría decir una persona
emprendedora, no se llevaba bien con el personal, y se sospechaba de que ofrecía favores
sexuales por lo bajo. Su casero añade algo a eso. Ella traía hombres a casa, pero ninguno
de ellos se quedaba más de una hora, usualmente menos. Ella se marchó sin avisar, y
debiendo el alquiler atrasado. Conducía la camioneta, le hizo mantenimiento una o dos
veces—y se cree que pagó el servicio con servicio.

—Ninguna sorpresa en eso.

—¿La comadrona? Ella dice que definitivamente ella se drogaba durante el


embarazo—pero nunca pudo probarlo. Maullaba—eso es una cita—durante el parto que, de
acuerdo a la fuente, fue tan fácil como cuando una gata tenía crías. Yo no puedo dar fe de
eso, nunca tuve gatitos o un bebé, por lo cual estoy eternamente agradecido.

—¿Qué es ese ruido?

—Son vacas, Teniente. O novillos. Yo pienso que hay una diferencia, pero no voy a
preguntar. Hay… miembros de la familia de vacas/novillos/ganado en el remolque al lado
del cual Carmichael optó por estacionar. Yo realmente no pienso que estén muy a gusto
allí dentro.

—Tú deberías marcharte de allí en caso de que ellos salgan.

—Estoy pensando en eso.— Echando un vistazo por encima del hombro, él se alejó
unos cuantos pasos. —Tú has estado fuera del planeta, ¿no es así, Teniente?

—Sí.

—Yo no, pero pienso que eso es algo como esto. De cualquier manera, la comadrona
declaró que la labor de parto de Parsens fue como de libro de texto y rápida. Parsens no
tuvo ningún interés en el bebé después. La comadrona estaba lo bastante preocupada
como para regresar dos veces al día, por su cuenta, para chequear al bebé, asegurarse de
que estuviese limpia y alimentada. Tenía biberón y leche maternizada de la tienda,
ganándose la desaprobación de la comadrona. Parsens le dijo—cito—que ella no iba a
arruinarse las tetas por una bebé que se las iba a mamar hasta dejarlas secas.

—Cuando Parsens se marchó con la bebé, y volvió sin ella, la comadrona se preocupó lo
suficiente como para hacer alguna investigación—nuevamente por su cuenta—y supo de la
madre de Parsens, se contactó con ella. Ella se aseguró de que el bebé estaba allí, pero no
reveló su conexión con Parsens o su ubicación, ya que podría haber perdido su licencia por
ello. Pero necesitaba estar segura de que la bebé estaba viva y bien. Creía a Parsens
capaz de dejarla tirada en cualquier parte, o incluso cometer infanticidio.

—El infanticidio es un salto grave.

—La comadrona dijo que Parsens estaba mucho más preocupada por volver a tener el
cuerpo en forma que por la bebé. Declara que vio verdadero odio en los ojos de Parsens
una vez que la bebé estaba llorando, y la comadrona trató de hacer que ella se hiciese
cargo de ello.

Eve no dijo nada al respecto ya que la imagen de los ojos de su madre, el odio que
había en ellos cuando ella misma había sido una niña, apareció en su mente.

—Mayormente indiferencia, pero esa mirada de la que ella declara haber sido testigo
la tenía despierta en la noches por la preocupación. Ella no tenía nada con qué ir a las
autoridades, sólo esa sensación horrible.

—Okay.

—¿Encima de todo esto? Las personas tienden a sentir simpatía por James. A las
personas parece no gustarles Parsens.

—A James le gusta, y eso es todo lo que se necesitó. Vengan a casa, Santiago. Esta
vez lo digo en serio.

—Gracias a Dios. Y cuando yo pienso en Español es porque casi no puedo hablar de la


emoción.

Ella tuvo que reírse. —Escríbelo todo en el camino, asegúrate de enviarle una copia a
Mira. Repórtense en la Central a las cero—ochocientas porque por Dios que vamos a tener
una red alrededor de esos dos mañana.

Ella cortó la comunicación, asintió cuando reparó en que Roarke y McNab habían
vuelto a entrar. —¿Oyeron todo eso?

—Lo suficiente.

—Peabody y Banner están escribiendo resúmenes de sus indagaciones de


antecedentes. Ustedes pueden leerlas si quieren, pero esos mayormente van a ser útiles
en la fase del juicio. Estas cementan largamente el patrón y el perfil de cada uno, y
confirman predilecciones, patología, y algunos de los movimientos. Yo he cortado otra
cuadra, ochenta por ciento de probabilidades, utilizando mis propios parámetros.

—Tal vez podamos ayudarte en eso.— McNab cogió el refresco de Peabody y le dio
un sorbo. —Tuvimos suerte en un par de cámaras de una tienda, y avistamos a James
saliendo de la ferretería—con el rollo de plástico sobre su hombro, y la bolsa de las
compras en la mano. Se dirigía al norte.

—Norte.— Ella se giró hacia el mapa. —Si podemos cortar algo al sur de la
ferretería… No es concluyente, pero puedo correr dos mapas. ¿Cuán lejos podrían
rastrearlo?

—Sólo una media cuadra. Las cámaras en ese sector tienden a ser riesgosas.
Pudimos verlo a él bailoteando por la calle. Lo pondré en pantalla. Sólo una media cuadra
al norte, girando la cabeza hacia uno y otro lado, estirando el cuello hacia arriba, como
hacen los turistas.

Eve observó a James bailotear—no era una mala descripción para su forma de
andar—casi dándoles un trancazo a un par de peatones con el rollo de plástico mientras
hacía de turista, cabeza—giro—estirada de cuello.

Entonces él zigzagueó más cerca de la calle, fuera del rango de la limitada cámara.

—Demonios. Él podría haber tenido suerte con el estacionamiento. Podía haber


estado dirigiéndose hacia la furgoneta. O podría haber cogido un taxi.

—Tal vez la furgoneta,— concordó McNab. —Probablemente no cogió el taxi.


Nosotros trabajamos ese ángulo. Él tendría más suerte en las esquinas, pero nosotros
solicitamos un protocolo oficial para las furgonetas, en las cuatro esquinas, o en cualquier
parte dentro de un radio de dos cuadras para empezar. Esto requirió un montón de
revisiones, y conseguimos el 'tomará tiempo realizar una investigación,' así que…

Él le lanzó una mirada a Roarke.

—Yo le eché un vistazo.— Él ignoró la mirada suspicaz de Eve, se volvió hacia Banner.
—¿Tienes algún problema con que yo… evada el protocolo oficial aquí, Comisario?

—Ni uno.

—Bueno, entonces, nosotros encontramos varias furgonetas en esa zona, en ese lapso
de tiempo. Dos eran taxis y tenían un sólo pasajero cada uno. Uno fue dejado en el
centro, esquina de la Cincuenta y uno y Madison.

—Yo utilicé la placa de policía,— dijo McNab, —contacté al taxista directamente. Él


no recuerda la carrera, exactamente, pero dice que no recogió a nadie en el centro
cargando un rollo de plástico.

—El segundo pasajero fue conducido a Franklin y Hudson.


—Tribeca. Yo casi he eliminado ese sector.

—La taxista también dice que ella—en este caso—no recogió a ningún tipo cargando
plástico. Esto no es definitivo, Dallas, pero nos inclinamos a que no pidió un taxi.

—Nos enfocaremos en el norte. Vale la pena el salto. Haremos otra búsqueda en


todos los edificios vacíos, apartamentos o refugios en el sector reducido. Haremos un
barrido de puerta—a—puerta si llegamos a eso, buscaremos en cada hueco de la calle, en
las playas de estacionamiento, en los lotes vacíos y bajo tierra. Esa furgoneta está en
algún lugar.

—Garaje privado, quizás,— sugirió Roarke.

—No los puedo ver a ellos pagando esa tarifa, pero tal vez. Tal vez si ellos agarran a
una víctima con uno, si ellos se llevaron a alguien que tenía un lugar para hacer su nido.
Vamos a buscar también en los privados.

—Yo puedo hacer una búsqueda por ti. Los residentes de este sector que también
alquilan o poseen un espacio para garaje.

—Bien. Haz eso. Él tiene una aptitud para la electrónica—de acuerdo a sus
antecedentes.— Tener en cuenta eso, pensó ella. —Debe de haber hoteles, edificios de
oficinas en esa toda esa zona con estacionamiento. Algunas unidades de apartamentos con
estacionamiento. ¿Cuán difícil sería burlar el permiso, el pago, hacer entrar y salir un
vehículo?

—¿Si él tiene algún conocimiento, y un bloqueador de frecuencia decente?— McNab


asintió. —Oh sí, lo puede hacer. Tenemos una pareja de empleados en el DDE lidiando con
eso todo el tiempo.

—Ellos no pueden evitar robar, de manera que ¿por qué pagar por estacionamiento?
Permiso para estacionamiento,— reflexionó ella, —ellos tendrían cámaras razonablemente
decentes. Empezaremos con eso, también. Los estacionamientos públicos tienen cámaras,
pero muchos de ellas sólo están de adorno. Vamos a verificar esas. Después de que
oscurezca, después de, digamos, las nueve,— continuó ella, paseando ahora de un lado a
otro. —Cualquier cosa antes de eso es demasiado temprano. Las nueve es muy temprano,
pero es hasta donde lo voy a cortar. Seguiremos la opinión de Banner—no hay necesidad
de conducir en la ciudad. Excepto cuando ellos están de cacería. De manera que
empezaremos a correr las grabaciones de estacionamientos con autorización y públicos,
después de las nueve p.m.

Ella se volvió hacia McNab. —¿Puedes traer a esos dos empleados, los que manejan
esto rutinariamente?—

—Le preguntaré al capitán, pero pienso que sí.

—Yo contactaré con Feeney. Haz lo que puedas esta noche, y si no lo determinamos,
pondremos a los empleados en esto en la mañana. Peabody, usa el mapa. Empieza otra
búsqueda para personas desaparecidas reportadas en ese sector. De cadáveres que
trabajaban o residían en ese sector.

—Banner, use el mapa. Edificios vacíos o unidades. Y extienda eso a los alquilados
recientemente. Tal vez ellos invirtieron algo del dinero que robaron a lo largo del camino.
Enfóquese en apartamentos en los sótanos y casas independientes. Cualquier cosa que
pueda encontrar con entradas traseras o laterales. Yo ya he empezado en ello, de manera
que ya lo tiene adelantado.

Ahora ella se volvió hacia Roarke.

—¿Estás listo para un paseo?

—Podría estarlo.

—Necesito patrullar ese sector. Quiero pasar por allí, de noche. Ellos cazan de
noche. Tal vez no sea el mejor uso de mi tiempo o el tuyo, pero no puedo dejarlo pasar.
Necesito verlo, sentirlo.

—Vas a necesitar tus botas,— le dijo él. —Todavía está granizando.

—Contacto inmediato si algo—cualquier cosa salta,— dijo ella, y salió por sus botas.

—Ella va a querer ir a pie también,— comentó él. —¿Te las arreglas, Ian?— le
preguntó a McNab. —A la teniente no le importaría mucho, pero Summerset es una buena
ayuda, y puedo ponerlo a trabajar contigo mientras yo estoy en el campo.

—Me las arreglo, pero gracias.

—Coman algo cuando necesiten hacerlo. Parece que va a ser una larga noche.
Él se encontró con Eve abajo, sacó la bufanda del bolsillo de su abrigo, la envolvió
perfectamente alrededor del cuello de ella. —Afuera está helado y sucio.

—Lo sé, y son pocas las probabilidades de que ellos estén afuera cazando. Pero… Ella
echó a andar al exterior, hacia el granizo helado y el frío cruel. —También es el tiempo
perfecto para secuestrar a alguien. La mayoría de las personas están dentro—en casa, un
bar, donde sea. Esta es una buena cubierta.

Una vez dentro del todo—terreno ella frunció el ceño hacia el interior. —Este no es
el de antes.

—Este es otro. Un poco más chico ya que no estamos llevando gente con nosotros.
Rápido,— dijo él mientras lo aceleraba a una velocidad que ella no hubiese intentado a
menos que estuviera en una persecución. —Y ligero.

Para demostrarlo él lo puso en vertical y voló sobre los portones.

—Se mueve. Y esta no es la forma en que pensabas pasar tu tarde.

—Yo creo que ya hemos pasado la tarde ahora. Yo disfruto trabajando con McNab.
Su mente es rápida, su energía contagiosa. Y tengo un informe de Bella si estás
interesada.

Ella observaba las calles. Montones de taxis—pocos con las luces encendidas—menos
vehículos privados. Y escasos peatones dispersos. —¿McNab te dio un informe de Bella?

—Él está completamente loco por ella. Él y Peabody la cuidaron la semana pasada de
manera que Mavis y Leonardo pudieran tener una noche para ellos. Ellos tres, me dijo,
tuvieron una fiesta de baile. Con disfraces.

—Huh.

—Ya se está acercando su primer cumpleaños. ¿Has pensado en ello en algún


momento?

—No.— El pánico quería alzarse. —Yo no sé cómo comprar una cosa de cumpleaños
para una niña de un año. Hazlo tu.
—Ya pensaremos en algo.

Ella cambió su atención de la calle hacia él en un latido. Él sabía mucho sobre la


mayoría de las cosas, pero ella no estaba segura de que incluso Roarke supiera qué se
suponía que regalaras para un primer cumpleaños.

—Le preguntaré a Peabody.

—Excelente idea.

—Va a haber una fiesta, ¿no es así? Algo grande, una fiesta loca de Mavis.
Posiblemente con disfraces.

—Ya me lo imagino.

—Yo no voy a ponerme un disfraz, ni siquiera por Mavis. O uno de esos sombreros.
Esos sombreros en punta.

—Tendrá que haber una torta.

—Me gustan las tortas. Ellos se estaban aburriendo.

No Bella, pensó Roarke, o sus padres. Los asesinos.

—Así que ellos quisieron cambiar el panorama.

—Eso pienso.— Ella los conocía a ellos ahora, los conocía, y esto… —Esto se siente
así. Todo el camino hasta aquí, ellos estaban en marcha, tenían su meta—el sueño de ella
de venir a Nueva York, y el ideal romántico de él era concederle a ella su sueño. Y
entonces llegaron aquí. Nosotros asumimos que Kuper era su primera víctima en Nueva
York, pero no estoy ni siquiera cerca de asumir eso ahora.

—El inquilino o propietario de donde sea que estén—anidando es como tú lo


describiste.

—Sí. Ellos podrían haber ido directamente por la ruta del alquiler, pero ese no es su
patrón. No pagar la renta, robar de donde sea que trabajen. Te apuesto una noche
disfrazada que cuando retrocedamos en el rastreo, ellos se habrán largado sin pagar en
moteles y refugios, o usado lugares vacíos, matando a propietarios e inquilinos a lo largo
de su ruta.

—Lo siento, todavía estoy considerando la apuesta de los disfraces ya que no veo
cómo puedo perder.

—La mirada en el premio, amigo.

Él la miró directamente. —Siempre está allí.

—Tonto.— Pero puso su mano sobre la de él un momento. —Voy a poner el mapa en la


pantalla de la consola. Resaltando las zonas de estacionamiento que ya he puesto aparte.
Peabody nos puede informar cualquier cosa que consiga.

Eso le tomó algún tiempo, pero ya que lo tenían, Roarke la dejó lidiar con la
computadora de consola.

—Joder. ¿Por qué no puedes decir simplemente 'muestra el maldito mapa', y la


computadora muestra el maldito mapa?

Como, esencialmente, uno podía hacerlo, Roarke se guardó sus pensamientos.

Él se dirigió hacia la Séptima Avenida, y una vez al sur del West Village, comenzó a
cazar con ella.

—No voy a dejarlos secuestrar a otro. Puede que sea demasiado tarde para
Campbell. Sus probabilidades son mínimas, y eso también le toca a Mulligan porque pienso
que ellos podrían decidir el doble asesinato.

—Una emoción mayor.

—Y eso es todo de lo que esto se trata ahora. Todo de lo que se trató siempre.
Intentemos ese lote.

Ellos pasaron a través de un estacionamiento, nivel por nivel, volvieron a salir,


cortaron hacia el este.

Ella estudiaba cada vehículo, cada transeúnte.

—Es la cobertura perfecta para ellos,— dijo ella mientras revisaban otro lote. —
Todo el mundo está arropado, hay menos gente en las calles. Incluso los drogadictos y los
traficantes lo hacen en el interior o bajo tierra en un clima como este.

Ellos estuvieron haciéndolo una hora, cubriendo cada sección de cada cuadra,
conduciendo a través de estructuras para estacionamiento, entrando y saliendo de lotes.

—Intenta esta de acá.— Ella hizo un ademán hacia un multinivel privado para un
grupo de edificios. —Estacionaremos y yo haré un rápido sondeo a pie. Tú puedes
esperarme.

—¿En serio?

Su 'en serio' era el 'ni hablar' en otro hombre, pensó ella.

—Tú puedes. No lo harás, pero podrías. Tomaremos este último esta noche,
patrullamos a pie, y contamos con los empleados de Feeney en la mañana.

Él dudaba de que ella supiera que ya casi era la medianoche. Ella tenía el indicio, no
podía darse por vencida por completo y retirarse para cazar fresca al día siguiente.

Así que ellos escanearían otros tres niveles de vehículos, pensaba él mientras evadían
el requisito del permiso y entraban conduciendo tranquilamente. Entonces ellos darían un
muy desagradable paseo invernal.

En el segundo nivel, ella le agarró el brazo. —¡Para! Allí. Esa furgoneta. Tiene
placas de Nueva York, pero el resto encaja. Azul marino, ventanas polarizadas, la marca y
el modelo correctos. Cambio de placas, sólo una cobertura extra.

Ella sacó su computadora portátil, más cómoda con esa que con la de la consola,
corrió las placas registradas.

—Registradas a nombre de Anthony Charles Lappans, setenta y tres años de edad,


dirección de East Broadway, y eso no sólo no está aquí, sino que es cerca del lugar donde
tiraron a Kuper. Vigila.

Saltó del todo—terreno, empujó su abrigo hacia atrás para tener fácil acceso a su
arma, y se aproximó a la furgoneta.

Ella hizo un gesto hacia la pegatina en la ventana trasera, caminó alrededor de la


furgoneta, y luego regresó. —Voy a conseguir una orden de registro, pero tú estás justo
aquí, en este momento.

Comprendiendo, él salió, sacó sus herramientas de bolsillo. Después de un rápido


vistazo a la cerradura, él seleccionó lo que quería. Tuvo las puertas traseras abiertas en
segundos.

Dentro Eve estudió un voluminoso sillón, un bolso de herramientas, una manta


arrugada, y manchas por las que ella apostaría su placa que eran de sangre seca.

—Cierra aquí atrás, ¿quieres?, y abre la puerta del pasajero.

—El perro consigue el hueso,— murmuró él mientras hacía lo que ella le pedía.

—¿Qué?

—Tú no te das por vencida. Sólo sigues escarbando hasta que tienes el hueso. Tus
asesinos también son bastante desordenados.

—Sí, ¿no es eso útil?— Sus labios se extendieron en una sonrisa feroz mientras
estudiaba la basura compuesta de bolsas de comida rápida, tazas para llevar descartables
y recibos. —¿Supongo que no hay un equipo de campo en ese nuevo coche tuyo?

—Lo hay, por supuesto, pero pienso que todo lo que querrás en este punto es…— Él
sacó unas pinzas de su estuche.

Asintiendo, ella las usó para levantar uno de los recibos. —De un Stop 'N Go en
Nueva Jersey. Otro de una cafetería de aquí, en el West Broad.

—Vuelve a cerrarlo. Ahora los tenemos. De un modo u otro, los tenemos.


Capítulo 20

Ella llamó primero a Reo, interrumpiendo el sueño de belleza de la Asistente del


Fiscal. Cher Reo solicitaría la orden de registro, ahorrando tiempo.

La cadena de mando significaba que ella debería contactar con Whitney a


continuación, pero su equipo se lo había ganado. Y el informarles primero a ellos añadiría
velocidad a los preparativos.

—Hola,— dijo Peabody cuando apareció en pantalla. Ella parpadeó con la vista
desenfocada por la falta de sueño.

—Tengo la furgoneta.

—Tú ¿qué? Santa mierda, Dallas, ¿Me estas tomando el pelo?

—Ellos cambiaron las placas. Investiga rápidamente a Lappans, Anthony Charles, en


East Broadway sólo para atar cabos sueltos. Reo nos está consiguiendo una orden para
registrar la furgoneta.

—¿En dónde estás?

—En el segundo nivel de un estacionamiento con autorización requerida.— Ella le dio


la dirección. —Dásela a McNab. Quiero la grabación de seguridad de los últimos cinco
días. Haz que Banner empiece una investigación de los tres edificios que utilizan este
garaje. Vacantes, desaparecidos, cadáveres. Estoy solicitando una docena de
uniformados para tocar puertas en esos edificios.

—¿Nos quieres allá?

—Te quiero en donde estás. Consigue la información, por completo. Te incluiré si los
localizamos, para el arresto.

—No es por el arresto—quiero decir el estar allí. Que yo esté allí.

—Lo sé, pero te llamaré en el momento oportuno. Trabaja rápido.


Ella cortó la comunicación con Peabody, y despertó a su comandante.

Ella consideró despertar a Mira, pero ella necesitaría a la psiquiatra después del
arresto. Ella querría a Mira una vez que tuviera a James y a Parsens en Interrogatorios.

Caminando de un lado a otro, ella solicitó a los uniformados, dándole a su propia


uniformada Carmichael el liderazgo, con instrucciones específicas. Dos uniformados por
puerta, con una historia sobre una pista de un niño desaparecido que habían reportado
haber sido visto en el edificio.

—Ellos no pueden o no querrán abrir la puerta,— comentó Roarke. —O es altamente


improbable.

—Lo sé. Así podemos tachar cualquier puerta que se abra. Los rehenes son una
posibilidad—aparte de Campbell y Mulligan—pero pienso que es baja. Ellos se verían
forzados a lastimar y usar a quien sea que tengan.

—Otra posibilidad,— empezó él.

—La furgoneta está aquí—ellos no lo están.— Si ese resultara el caso, ella lidiaría
con la frustración después. —Nosotros todavía tenemos que hacer el puerta—a—puerta.

Ella volvió a usar su comunicador, solicitó barredores para la furgoneta.

—¿Puedes encontrar un espacio para esa máquina tuya, y me dejas el equipo de


campo? Si Reo se comunica antes de que los barredores lleguen, yo puedo empezar a
procesar la furgoneta. Pero quiero esa cosa fuera del camino. Tal vez ellos decidan que
es una buena noche para buscar carne fresca, y no quiero ponerlos sobre aviso.

Él estudió lentamente el terreno, evaluándolo.

—¿Por qué no bloqueo los elevadores mientras estoy en eso? Eso podría limitarlos, si
ellos están en el edificio, a utilizar las escaleras. Si ellos entran, y vienen desde afuera,
tú los podrías oír antes de que llegaran a pie.

—Buena idea.

Ella pondría a un par de uniformados en la entrada del garaje mientras ella y los
barredores trabajaban. Verificó la hora, vio que pasaban de la medianoche.
—Todavía es tiempo para que salgan a cazar, pero está pasando el período del tiempo
en que ellos secuestraron a las tres víctimas de Nueva York. Mientras más tarde se haga,
hay menos posibilidades de que salgan esta noche. Quiero tener procesada la furgoneta, y
luego ponerla bajo vigilancia. La dejamos justo en donde está.

Ella tomó el equipo de campo, volvió a caminar alrededor de la furgoneta, sus dedos
le picaban por buscar huellas. Oyendo el eco de un motor, se deslizó detrás de otros dos
vehículos, usando uno para cubrirse.

Desde allí observó un sedan cubierto de granizo, con una mujer que lucía exhausta
detrás del volante, hacer un rodeo como Roarke había hecho.

Esperaba que él no hubiese ocupado el espacio del sedan, pero sí lo hizo, él se las
arreglaría.

Ella sacó su enlace cuando éste sonó.

Reo, con el pelo rubio despeinado, con los ojos celestes ensombrecidos, le dedicó a
Eve una sonrisa de suficiencia.

—Pillé al Juez Hayden viendo tiempo de deportes en la pantalla. Él estaba despierto


y condescendiente. La orden de registro te está llegando.

—Bien, trabajo rápido. Regresa a la cama.

—Yo nunca salí de ella.

Incluso mientras la pantalla se ponía en blanco, Eve oyó la nueva comunicación que
llegaba. Ella leyó la orden de registro—lo mejor sería cruzar cada T en esto. Complacida,
ella abrió su equipo cuando Roarke se acercaba a ella.

—Los elevadores están bloqueados.

—Había un sedan de cuatro puertas.

—La esperé. ¿La orden de registro?

—Lo tenemos.
Después de poner a funcionar su grabadora, ella se puso a trabajar en el lado del
conductor primero, sacó dos huellas claras. Cuando las hizo correr para una coincidencia,
tuvo a James, sus labios se extendieron en esa sonrisa feroz otra vez.

—Te tengo. Ábrela, ¿quieres?

—Con mucho gusto.

Cuando ella tapó su grabadora y le entregó a él su llave maestra, él esperó hasta que
ella rodeara la furgoneta y empezara con el lado del pasajero antes de sacar sus
herramientas.

—La tengo a ella también,— le dijo ella. —Huella digital.

Ella regresó y se selló, subiendo por las puertas que él había abierto.

—En el bolso hay cuerda, soga, cinta adhesiva, una palanca, llaves inglesas, un
martillo.

Sacó más de sus propias herramientas, examinó la llave inglesa. —Hay sangre en la
llave inglesa grande. Y en la palanca, y para el triplete, también en el martillo.

Examinó el piso interior. —Y en la alfombra. Haremos que los barredores tomen


muestras, y las lleven al laboratorio. Ellas van a coincidir con las víctimas. Al menos
algunas de ellas van a coincidir.

Ella abrió la guantera. —Linterna, disco manual del dueño, estuche de primeros
auxilios, y esto.

Con sus manos selladas levantó un cuchillo grande.

—Ese sería un cuchillo de caza. Lo conozco por mi propia colección de armas.

—Del antiguo empleador de James. El cuchillo del novio de su madre.

Procesándolo, ella encontró sangre, y una huella parcial de James, otra de Parsens.

—Ellos ni siquiera intentaron limpiarlo. ¿Para qué molestarse?— supuso, —Cuando


igual van a volver a usarlo. Una vez que los tengamos, no van a salir libres nunca.

Puso el cuchillo de vuelta en donde lo había hallado, y respondió una llamada de la


uniformada Carmichael.

—Rápido, en silencio, y minucioso,— le dijo a ella. —De cualquier cosa que a alguien le
huela mal, ustedes me envían una señal. Graben todas las puertas que no se abran.

Para cuando los barredores llegaron, ya había hecho todo lo que podía hacer con la
furgoneta. Ella se acercó a Dawson, el jefe de los barredores y, con todo lo que había
sucedido la noche de Año Nuevo en mente, le echó un buen vistazo a su equipo de dos.

—¿Cómo va todo?— le preguntó a él.

—Oh, bueno, nos topamos con algunas asperezas aquí y allá, pero ¿qué se puede
hacer? ¿Qué tal te va a ti?

—¿Esta noche? Bien, porque cuando arrestemos a estos bastardos, tenemos


evidencia suficiente para encerrarlos en una celda por varias cadenas perpetúas.
Necesito que todo sea procesado, y todo dejado exactamente en donde lo hallaron. Si no
los tenemos esta noche, puede que regresen por la furgoneta. La tendremos vigilada, pero
necesitaremos que nos guíen hacia las víctimas. No quiero espantarlos.

—Grabación completa antes de que toquemos algo.

—Tengo huellas y sangre. Les dejaré a ustedes que tomen muestras de sangre, que
las lleven al laboratorio y que luchen por acelerar las pruebas. No llegué tan lejos como
para tomar muestras de pelo y fibras. Ustedes lo harán con más rapidez. Quisiera que
Harvo se ocupara de ello.

Él sonrió un poquito. —Todo el mundo quiere a Harvo, pero haré que eso ocurra.

—¿Trajiste el rastreador?

Él palmeó su propio equipo. —Como lo pediste.

—El tipo es un mecánico. Uno bueno. Asegúrate que no se note si él le da una


revisada a la furgoneta. Y él sabe algo de electrónica, así que…
—Estamos al tanto, Dallas.

—Dentro y fuera, lo más rápido que puedan. Nosotros estamos haciendo el puerta—
a—puerta, y tengo a un par de policías viniendo en un coche civil para que vigilen desde el
primer nivel. Probablemente es demasiado tarde para que ellos vengan aquí y salgan esta
noche, pero hay uniformados diseminados por todos lados. Ustedes están cubiertos.

—¿Cuántas víctimas?—

—Veinticuatro y contando—de las que sabemos. Dos más todavía están vivas, por lo
que sabemos.

—Nosotros nos ocuparemos de esta parte.

Asintiendo, ella volvió a alejarse, uniéndose a Roarke. —Quiero tocar algunas


puertas. Se avanzará más rápido.

—Entonces estoy contigo.— Pero él le cogió la barbilla en su mano, con el pulgar


rozándole levemente la hendidura mientras estudiaba su rostro. —Te pones tan pálida
cuando te presionas más allá de tus límites. Cubriremos tantas puertas como quieras,
pero si no los tienes al final de esto, o una pista Hercúlea, nos iremos a casa, y vas a
dormir un poco.

Y después de eso él estaba determinado a que ella tomara un energizante—sin


importar cuánto le disgustaban a ella—lo que fuera para ayudarla a seguir con esto.

Juntos cubrieron cuatro pisos del segundo edificio. Llegaron a una puerta donde no
respondían.

Pero la del frente se abrió. —Yo debería de haberles dicho, ese es la de los
Delwickies. Una agradable pareja joven. Se han ido por unos días.

Eve se dio la vuelta, estudiando la puerta como si pudiera ver a través de ella si se
concentraba lo suficiente.

—Tomar un descanso de invierno con algunos amigos, fueron a los Cayos de Florida.
Yo les estoy regando las plantas mientras no están.

Eve dejó que su concentración disminuyera. —¿Usted ha estado en su apartamento


durante estos últimos días?

—Cada mañana. Alice se preocupa mucho por sus plantas. También tiene buena mano
para ellas. Ella tiene allí dentro un naranjito dando frutos verdaderos. Es algo especial.

Ella bostezó, se acomodó la mata de cabello gris acero. —Ustedes no pueden pensar
que ellos tengan algo que ver con el secuestro de esa niña desaparecida. Ellos son
personas muy agradables. Son silenciosos, pero no silenciosos como cuando uno oye que el
vecino resulta ser un asesino serial. Él es lo que usted llamaría un sous chef, y por lo
menos una vez a la semana nos trae a mi esposo y a mí algo de ese elegante lugar francés
donde él trabaja.

Saber que la mujer había estado en el apartamento todas las mañanas había sido
suficiente, pero ella la dejó hablar.

—Okay, muchas gracias. Lamento haberla importunado.

—Yo tengo hijos, y nietos propios. Voy a estar atenta por la niñita. Bendita sea.

De todas las unidades, sólo hubieron seis puertas, según el sondeo, que no abrieron—
sin contar la de los Delwickies ya que Eve la había tachado.

Ella las investigó todas, encontrando que dos trabajaban los turnos nocturnos, y
cuando contactó con ellos, efectivamente estaban en el trabajo, de turno. Dos más
estaban supuestamente fuera de la ciudad, y en los pisos doce y quince respectivamente.

Bajo probabilidad.

Pero para ellas, y las últimas dos, ella despertó a unos muy descontentos
superintendentes para que autorizaran la entrada. Y los sacó de su lista.

—Eso es todo por ahora.— Con determinación Roarke la tomó del brazo, y la llevó
hacia los elevadores que ya había desbloqueado una vez que el coche sin marcas de los
policías estaba en su lugar.

—Ellos no están en esos edificios, lo que significa que has hecho un progreso
importante. Tienes la furgoneta, tienes la evidencia que los pondrá en la cárcel. No
puedes tocar en cada maldita puerta que quede en este sector, al menos no esta noche.
—Podría hacer algunas. La táctica de la niña desaparecida todavía se sostiene.

—Eve, si estuvieras un poco más pálida te juro que podría pasar una mano a través de
ti. Necesitas dormir, luego harás lo que venga después. Son cerca de las tres de la
madrugada ahora. Lo que sea que ellos les hayan hecho a tus víctimas esta noche, ya lo
terminaron.

Ella pensaba lo mismo, así que no discutió, sino que subió al todo—terreno.

—Ahora se ha reducido más, muchísimo más. Comparado con nuestros inicios ahora
parece sólo un puñado de cuadras. Tengo que ver lo que Banner ha conseguido, y Peabody.
Vacantes, desaparecidos, cadáveres.

Él la dejó hablar, a pesar de que empezó a arrastrar las palabras. Aumentó la


calefacción un poco, sabiendo cómo la relajaba la calidez del ambiente. Y cuando ella
empezó a inclinarse hacia un lado, le bajó el asiento hacia atrás.

Ella estaba dormida antes de que llegaran al centro.

Se revolvió cuando él la levantó del asiento, farfulló cuando la llevaba cargada a la


puerta, y entonces se despertó cuando él maniobraba para abrir la puerta.

—¿Qué? Jesús, me dormí.

—Sigue así,— le aconsejó él y comenzó a subir.

—No, bájame. Dios, no puedo dejar que me lleves cargada en frente de los policías.

—Dudo de que haya un sólo policía en nuestro dormitorio—hasta que te lleve allá.

—Necesito revisar algo en mi oficina.

—Son las tres y media, Eve. Todo el mundo está en cama menos nosotros.

—Necesito revisar.

Él se desvió, pero no la soltó.

—Puedo caminar.
—No hay motivo cuando yo te tengo.

Él advirtió que las luces permanecían encendidas en su oficina, hizo una pausa en el
umbral de la puerta.

Peabody y McNab estaban acostados juntos en el sillón de dormir acurrucados como


cachorritos. Banner se había estirado en el piso boca abajo, con el cuerpo flácido de
Galahad despatarrado sobre su cintura como un cinturón gordo y peludo.

—Cristo, policías,— masculló Roarke, y se rindió, puso a Eve de pie.

—Ocúpate de Banner,— le dijo a Roarke, y luego se acercó a Peabody y le dio un


empujoncito en el hombro.

—Ahora no.— Peabody se giró. —Podemos hacerlo en la mañana.

—Puaj,— opinó Eve, y le dio a su compañera un empujón firme.

—Ah, ah, en la mañana.— Pero sus ojos parpadearon y se abrieron, mirando


ciegamente a Eve. Entonces se despejó. —¿Qué? ¿Tú? ¿En dónde?

—Despierta a McNab, vayan a la cama, y no quiero oír sobre la mañana.

—¿Eh? Espera.— Ella empezó a sentarse. McNab cambió de posición, y la atrajo


más cerca. Y puso una mano directamente sobre su seno izquierdo. —Um.— Peabody le
quitó la mano. —Necesitábamos tomarnos cinco minutos.

—Ahora pueden tener tres horas y media.

—Eve, ten un poco de compasión,— insistió Roarke.

—Cuatro. Regresen aquí a las 0—siete—treinta.

—¿No los atrapamos?

—Lo haremos. Resumen completo a las 0—siete—treinta, pero eliminamos tres


edificios, y la furgoneta está siendo vigilada. Vayan a la cama.
Ella echó a andar, pasando al lado de Banner quien, despierto ahora, estaba sentado
en el piso como un hombre saliendo de un sueño.

El gato le dio una cabezadita amigable, y luego lo dejó para trotar detrás de Eve.

Eve soñó, sueños inclementes y sangrientos, sueños en donde Jayla Campbell abría
sus ojos muertos para acusarla.

¿En dónde estabas? Yo necesitaba ayuda. Yo quería vivir.

Sueños en los que se colaba su madre para burlarse de ella.

Bien podría haberte tirado por la ventana como quería hacerlo la mitad del tiempo,
para lo que servías.

Sueños en donde todos los muertos conocidos yacían en losas apiñados en su oficina.

¿Cómo puedes dormir? Demandaban ellos. ¿Cómo puedes dormir?

De manera que, apenas tres horas después de haber cerrado los ojos en su propia
cama, ella los volvió a abrir.

Roarke la abrazó acercándola a él cuando ella empezó a levantarse. —Todavía tienes


tiempo.

—Ellos no me van a dejar dormir. Los muertos no me van a dejar dormir. ¿Cómo
puedo hacerlo? Ellos siguen preguntándome eso. ¿Cómo puedo dormir?

—Eres tú la que se lo pregunta, querida Eve. No los muertos.— Él tenía la esperanza


de hacer que vuelva a dormir, le acarició la espalda. —La muerte trae el conocimiento,
para mi forma de pensar. De todo lo que no se pudo saber en la vida. De manera que los
muertos saben lo que tú haces, lo que tu das.

—No lo sé. Pero si ellos saben tanto tal vez es por eso que siempre parecen estar
tan cabreados.

Él se rió un poco. —Descansa un poco más.


—No puedo. Necesito continuar con esto otra vez. Es hoy, Roarke. Si no los
encontramos hoy día, Campbell está muerta, y probablemente Mulligan. Lo sé, así como
tus muertos lo saben. Sólo nos quedan horas ahora, o los pierdo a ambos.

—Muy bien, entonces, empezaremos.

Él le dejó la ducha a ella primero ya que quería encender el fuego y programar café.
Y algo más. Cuando ella salió, él le extendió un vaso.

Ella frunció el ceño. —Ah—ah.

—Toma esto o no hay café para ti.

—Tonterías. Y muérdeme.

—No te dará esa sensación de nervios que da el aprobado por el departamento, pero
te dará un aumento lento y razonable de energía. Lo he diluido ya que estarás tomando
café todo el día. Deberías confiar en mí a estas alturas.

El último energizante que él la había convencido de tomar había estado bien, recordó
ella. —Este no se ve como el de la última vez.

—Este es más nuevo. Lo hemos estado vendiendo por unas cuantas semanas hasta el
momento fuera del país, y en Asia. Tu Administración de Alimentos y Medicamentos es
más lenta para avanzar con cosas así—como tu FBI y todos tus otros acrónimos e iniciales.

—No la NYPSD.

Él sonrió. —Eso dependería de tu perspectiva. Hazlo como un favor para mí,—


añadió él, y se lo ofreció.

Ella lo tomó, lo bebió y frunció el ceño. —Sabe como… uvas verdes.

—Las cuales son tu debilidad.— Ahora él le entregó el café. Voy a tomar una ducha.
Vístete abrigada, ¿quieres? He verificado el pronóstico del tiempo, y ya hemos terminado
con el granizo, con temperaturas de un sólo dígito. Un templado ocho, están diciendo
ellos, para las máximas temperaturas.

—Eso no es lo máximo para nadie.


Ella se puso una camiseta debajo del suéter de cashimira en gris pizarra, escogió el
negro para la chaqueta, los pantalones y las botas.

Él probablemente voltearía los ojos, pensó ella, diría algo acerca de poner un poco de
color en esa manera que él tenía, pero…

Él salió, con una toalla alrededor de la cintura, ladeó la cabeza mientras la estudiaba.

—Vas en serio. Te ves fuerte, ruda y tirando a feroz. Una buena elección para el
día.

—¿En serio?

—Absolutamente.

—Nunca lo entenderé. Nunca. Voy a ir a la oficina para ponernos en marcha.


Supongo que serviremos todo el desayuno cuando los otros se levanten.

—Funciona perfectamente. No me demoraré.

—Acaso no tienes, algo así como, reuniones holográficas con ¿Katmandú? ¿Ese sitio
es real?

Él se volvió a reír mientras se dirigía al closet. —Lo es, y no tengo reuniones. Barajé
las cosas un poquito. Te daré algún tiempo si lo necesitas, trabajo desde aquí esta
mañana.

Ella echó a andar, se detuvo, regresó, envolvió sus brazos alrededor de él, y lo
estrujó. —Me olvido de hacer eso.

Él le inclinó la cabeza hacia atrás, la besó. —Yo me ocupo de ello mientras tú lo


recuerdas.

—Estoy trabajando en ello.

Ella se dirigió directamente a su oficina, pensando en tomar más café primero, luego
sumergiéndose en el caso antes de que los otros llegaran. Tendría cerca de una hora para
repasar, reconsiderar e investigar.
Pero cuando entró en su oficina, Peabody ya estaba sentada en una estación auxiliar,
tomando café.

—Llegas temprano.

Eve asintió, siguió caminando hacia la cocina y el café. —Tú también.

—Pensé que podría darle al otro caso una hora antes de que volviéramos con James y
Parsens.—

El otro caso, pensó Eve así como, considerando la mañana, los otros, y fue por una
cafetera en lugar de una sola taza.

Ella le había dado ese caso a Peabody, y le había dicho que estaría allí para ayudar.
Hasta el momento, ella no había estado.

—Dame un resumen.

Peabody le echó un vistazo cuando Eve volvía a entrar. —¿Estás segura?

—Dame un resumen.

—Okay. El cadáver estaba flotando, salió a la superficie en el Muelle 40. El médico


forense dice que ha estado seis días en el agua.

—¿Quién es el médico forense en el caso?

—Es Porter. El cadáver es masculino, entre veinticinco y treinta, raza mixta. Él es


un John Doe ya que su rostro fue aplastado, y luego están los peces—tú sabes. Y sus
dedos fueron cortados.

—¿Por el asesino, o los peces?

—El asesino. De manera que se ve como un golpe de la mafia, tal vez. Con seguridad
se ve que el asesino no quería que identificaran el cuerpo si y cuando emergiera.

—¿ADN?
—Sí, he puesto una solicitud ahí, pero ellos están — ¡sorpresa! —atascados, y dicen
que por lo menos otras treinta y seis horas. Tal vez tú puedas presionarlos un poco con
eso.

—Puedo y lo haré. ¿Causa de muerte?

—La víctima fue acuchillada, varias veces, y Porter dice que la herida en el vientre
fue la causa de la muerte. ¿Los dedos cortados? Algunos antes, algunos después de
muerto, como si ellos hubiesen estado tratando de sacarle información, pero él murió—o
ellos estaban intentando negociar un rescate—enviando sus dedos como incentivo.

—Lo que empezó potencialmente como persuasión, y terminó en un intento de


enturbiar la identificación.

—Sí, así es como parece,— concordó Peabody. —El tiempo en el agua—el cuerpo fue
lastrado con ladrillos viejos, y los del departamento del forense están trabajando en
identificar aquellos, metido en una bolsa de reciclaje tamaño gigante. El tiempo en el
agua,— dijo ella de nuevo, —y los peces hicieron su numerito usual en el cuerpo. La bolsa
no estaba sellada, así que los peces se metieron.

—¿Toxicología

—No han llegado. Yo me estaba inclinando hacia el crimen organizado o pandillas,


pero el aplastamiento de la cara—por lo menos un porrazo fue antes de morir y le rompió
varios dientes—parece algo más personal. Y la tortura.

—Los dedos.

—Esos, sí, esa es la grande, pero habían otras señales de tortura.

Eve bajó su taza. —¿De qué tipo, qué señales?

—Algunos de los cortes y los pinchazos eran superficiales, y Porter informa que el
pie izquierdo de la víctima y el talón fueron aplastados—con un objeto pesado. Antes de
la muerte. Ambas rodillas fueron quebradas.

—¿Algunas quemaduras?

—No en su informe, pero los peces…


Eve se dio la vuelta, caminó hacia su escritorio y llamó a Morris a su casa.

Él no se molestó en bloquear el video—ella nunca había sabido que lo hubiera hecho.


Él contestó, casualmente apoyado en su cama, con el pelo holgadamente trenzado, con los
ojos todavía nublados por el sueño.

—¿Campbell?

—No, pero posiblemente relacionado. Tienes a un John Doe, Porter hizo la autopsia.
Masculino, veinticinco o treinta, raza mixta. Flotando, emergió en el Muelle 40, ha estado
sumergido durante seis días. Señales de tortura, Morris. El rostro tan golpeado que no
puede ser identificado, dedos cortados. Te necesito en esto, ahora, y necesito que
presiones para un examen inmediato de ADN. Lo quiero identificado para ayer.

—Voy a ordenar el ADN ahora.— Él tiró a un lado las mantas. Eve captó el tatuaje
del Descuartizador en su muslo, y luego un sólido vistazo de su muy bien tonificado
trasero antes de que se moviera del rango de la pantalla. —Lo tendrás dentro de una
hora. Estoy en camino hacia allá.

—Gracias.

—Yo nunca lo relacioné.— Peabody estaba de pie. —Yo nunca consideré…

—Peabody, esto te cayó encima hace menos de doce horas, en el medio de otra
importante investigación.

—Pero yo nunca—tu pensaste en ello en menos de cinco minutos, con sólo los básicos
que yo te di.

—Y si yo te hubiese dado cinco minutos anoche, nos habríamos movido en esto más
pronto. No sabemos si está conectado, pero lo sabremos una vez que el John Doe sea
identificado.

—Ellos nunca habían hecho algo como esto—no es el patrón. — Pero yo debería de
haber…

—'Debería de haber' es basura,— le espetó Eve, —y ¿quién es la Teniente aquí?


—Tú lo eres,— murmuró Peabody.

—Si quieres castigarte,— continuó Eve mientras Roarke entraba, —hazlo más tarde.
Pero no tienes nada concluyente. Es algo que vamos a verificar. Tal vez ellos hicieron algo
como esto antes y nadie encontró el cuerpo—o lo relacionó, tal vez esta fue la primera
vez. Tal vez no está conectado en absoluto. Y los 'tal vez' son como los 'debería de
haber'. Basura. El punto es que hay alguna correlación, y ellos necesitaban un lugar en
Nueva York.—

—De manera que tal vez estén utilizando la casa de John Doe. Lamento lo de 'tal
vez'. Nosotros perseguimos la posibilidad de que ellos mataron y se deshicieron de John
Doe para conseguir su casa.

Percibiendo la aflicción de Peabody, Roarke se acercó a ella y la besó en la mejilla.

—Metí la pata,— dijo ella.

—¿Acaso yo dije que metiste la pata?— Eve lo espetó esta vez. —Tú sabrás cuándo
metiste la pata porque mi bota estará metida en tu trasero. Este cadáver no ha sido
reportado como desaparecido. He peinado los desaparecidos, y nadie del rango de su edad
y raza ha sido reportado en la última semana. Tú no tenías a Morris. Porter es decente,
pero no es Morris, quien hubiese considerado esta posible conexión y presionado en ella.
No tenemos ejemplos previos de desfiguración y mutilación de esta clase. Tú estás
trabajando el caso, y le informaste a tu compañera y teniente en la primera oportunidad.
¿Está mi bota metida en tu trasero?

—No exactamente.

—Entonces no metiste la pata. Consigue el desayuno. Para todo el mundo. No


tenemos tiempo de estar desanimándonos. Muévete.

—¿Qué quieres que te traiga, de desayuno?

—¿Acaso parezco como si me importara el escuálido culo de una rata?

—En realidad no.

Moviéndose ahora con rapidez, Peabody se fue a la cocina.


Eve le entrecerró los ojos a Roarke. —Y ni siquiera pienses en hacerme sentir mal
por eso.

—Por el contrario.— Él se acercó a ella, tocó la hendidura en su barbilla. —Estaba


por decirte bien hecho. Le diste justo lo que ella necesitaba. Ahora, ¿por qué no me
dices qué tiene que ver este John Doe con estos asesinatos?

—Podría no ser nada, podría ser todo.— Ella se lo contó mientras se dirigía a su
escritorio, volvía a revisar las personas desaparecidas por cualquier en el rango de John
Doe.

—Muelle 40—eso podría coordinar con tu mapa, o bastante cerca.

—Eso es correcto. Así que, posible escenario: John Doe se encuentra con Parsens
y/o James, o ellos lo secuestran mientras están cazando por un nido. John Doe
probablemente vive solo, o habría sido reportado. Eso es jugar con las probabilidades,
pero son unas buenas. Ellos lo dejan inconsciente, en o cerca de su residencia. Yo voto
por la residencia. Se divierten un poco con él, entonces hacen lo que pueden para que su
identificación sea difícil, lo meten en una bolsa, añaden ladrillos. Se los roban de una
construcción abandonada o en progreso, lo suben a la furgoneta, añaden los ladrillos a la
bolsa. Arrojan el cuerpo en el río, luego hacen su nido en la casa de John Doe.

—Una vez que identifiques a John Doe…

—Revisamos su casa. Lo que Morris encuentre ayuda a determinar cómo la


revisamos. Podría ser sólo la mala suerte de Doe, o podría ser la pieza que necesitamos
para atrapar a esos hijos de puta.

—Tú piensas lo último.

Ella tenía la sensación hasta en la punta de los dedos.

—Se siente correcto.— Ella paseó alrededor de su tablero, y luego se dirigió a la


estación de Peabody, y comenzó un repaso completo. —Se siente realmente correcto.
¿Me haces un favor?

—¿De qué tipo?

—Del tipo que saca a McNab y a Banner de la cama. Cuando Morris se comunique
conmigo, nosotros vamos a estar preparados.
Capítulo 21

Eve se metía gofres en la boca; buena elección Peabody, mientras ella hacía un
resumen a unos desarreglados McNab y Banner. Menos de treinta minutos después de que
Peabody la pusiera al corriente sobre John Doe, ella ya tenía un esbozo de una operación
de trabajo en su mente.

Tal vez John Doe había vivido con su esposa y tres hijos en un ático de la parte alta,
y nadie se dio cuenta que había estado ausente durante una semana.

Pero si su intuición no le fallaba, ella estaría preparada.

—McNab, ponte en contacto con Feeney. Quiero ojos, oídos, sensores de calor listo
para salir cuando consigamos una dirección. Peabody, tú estás con Carmichael y Santiago.
Ellos se merecen estar en esto si todo sale como esperamos. Yo los quiero con chalecos
antibalas debajo de ropa de civil. Vamos a deciros donde os colocareis una vez que
tengamos un lugar.

Ella acarreó su plato, comiéndose el gofre mientras se paseaba alrededor de su


tablero, y estudiaba el mapa en la pantalla.

—Banner, investiga conmigo algunas probabilidades de ubicación. Incluye la


furgoneta, a John Doe, y el sector al que lo he reducido. Nadie se acercó de la furgoneta
desde que lo encontramos, por lo que no la han necesitado. Ellos no fueron a ninguno de los
lugares de comida para llevar anoche. Tal vez ellos se arriesgaron a hacer un pedido a
domicilio debido al mal tiempo, o tal vez tenía bastante comida almacenada, pero van a
salir pronto.

—Podemos suponer que Campbell y Mulligan todavía están vivos — interpuso


Banner—. Ellos no necesitan la furgoneta para deshacerse de los cuerpos.

—Eso es exactamente correcto. Cuando entremos en acción, lo haremos con la


suposición de que hay dos civiles en situación difícil en el interior. Tendremos paramédicos
preparados a la espera.

Ella dejó el plato vacío en la mesa. —Cualquier persona sin abrigos mágicos usa
chalecos antibalas.

—¿El FBI? dijo Peabody.


—Se les informará, cuándo y si estamos en el buen camino. Hablaré con Zweck
después de hablar con Whitney —Ella miró la hora, de nuevo, y luego lanzó una mirada a
Roarke—. ¿Quieres entrar?

—Creo que no hace falta decirlo.

Ella cogió su link al primer pitido. —Morris.

—Samuel Zed, de veintiocho años de edad, 251 Downing, apartamento 1—A.

—¡Bam! Roarke.

—Yo me encargo.

—La información te está siendo enviada ahora —le dijo Morris.

—¿Has tenido la oportunidad de echarle un vistazo?

—No con minuciosidad, pero hay similitudes en algunas de las heridas, en especial, la
causa de la muerte. Y aquí, échale un vistazo.

—Todos lo haremos. Ordenador, transferir la imagen del link a la pantalla.

—El agua y los peces, comprometieron el cuerpo. Tú ves el daño aquí.

—Eso te quita las ganas de desayunar —mascullo Banner como un primer plano de
carne pálida, manchada, desgarrada y sin una gota de sangre llenó la pantalla.

—Veo el daño —dijo Eve, acercándose—. Y veo lo que parece ser el lado de un
corazón. Esa curva de allí. Un pez no hace eso

—De acuerdo. No voy a darle un cachete a Porter por pasarlo por alto, no demasiado.
Yo mismo podría no haberlo encontrado si no lo hubiera estado buscando, específicamente

Sí, lo habrías hecho, pensó Eve. —Es suficiente. Es lo que necesitamos.

—Para lo que tienes que hacer, sí. Pero Samuel se merece más por mi parte. Vas a
tener un informe completo y enmendado antes del mediodía. Espero que tengas a los que le
hicieron esto a él antes de eso.

—Cuenta con eso. Gracias.

Se dio la vuelta. —¿Roarke?


—Ya lo tengo —Él continuó trabajando su PPC—. Es un edificio de doce unidades.

—Dime que tiene una unidad en el sótano.

—La tiene. Dame un momento. Tu instinto sigue siendo confiable, teniente. 1—A
es un sótano, de un dormitorio, actualmente alquilado por Samuel Zed.

—Prepárense —ordenó ella—. En marcha.

Roarke iba conduciendo, una versión más grande del todo—terreno, mientras ella leía
el resto de la información sobre Zed.

—Peabody, Zed estaba empleado como cocinero en el Fish House. Averigua por qué
nadie se dio cuenta de que no ha estado trabajando todo este tiempo. La madre y un
hermano viven en Indiana, y es probable que no sepan que ha estado desaparecido.
¿McNab?

—Ahora estoy con Feeney, Dallas. Lo tendremos cubierto.

Se giró en su asiento, miró directamente a Banner. —¿Usted está bastante


abrigado, Comisario?

—Si claro.

—Esto no va a durar. Roarke va a conducir hacia el objetivo, y usted va a salir del


coche. Tengo uniformados vigilando fuera. Usted va a hacer lo mismo. No quiero que ellos
echen un vistazo afuera, y vean policías. Así que va a encontrar un lugar. Tal vez usted se
compre algo en un carrito o cafetería, siempre y cuando usted puede mantener el objetivo
a la vista. Usted va a parecer un turista.

—Puedo hacer eso.

—Si salen, o lo hace uno de ellos, usted los sigue. No haga nada, no se les acerque,
sólo manténganme informada.

—Puedo hacer eso, también.

—Peabody, dile a Banner qué pasa si metes la pata.

Peabody le dedicó una alegre sonrisa. —Usted encontrará su bota metida en su


trasero.
—Usted no quiere encontrar mi bota en su trasero, Banner. Mantenga sus ojos
abiertos, y eso es todo, hasta que Santiago y Carmichael estén en su lugar. Cuando lo
estén, le diré a dónde debe ir.

—Tengo suficientes botas propias, y agradezco la oportunidad de ser parte de esto.


Tengo buenos ojos, teniente.

Ella decidió contar con eso, y abrió el vídeo del mapa que Roarke le había enviado del
edificio del objetivo y sus vecinos.

—Nosotros pasamos caminando justo por este edificio anoche. Yo pase por aquí sola
el día anterior. Justo por aquí.

—Como no se puede ver a través de las paredes, pasar por aquí era lo único que podía
hacer —Roarke le echó un rápido vistazo—. No hay tiempo de castigarte —dijo, repitiendo
sus palabras a Peabody.

Ella no podía discutir, y en su lugar contactó con los uniformados para decirles que
Banner estaría en su puesto.

Se deslizó hacia delante en su asiento cuando Roarke giró en Downing. Una calle
tranquila; por lo menos a esta hora. La zona estaba bastante deteriorada pero tratando de
mantenerse.

La norma para unidades en el sótano o al nivel de la calle era tener las ventanas con
rejas. El apartamento 1—A del número 251 tenía rejas y pantallas de privacidad, sin
cámaras exteriores. No podía divisar las cerraduras desde el coche en movimiento.

—Deja a Banner en la esquina. Ojos, Banner, nada más que ojos.

—Eso es un gran ‘sí’, señor.

Salió, encorvó los hombros para protegerse del frío, y luego caminó hacia la calle de
enfrente por el paso de peatones.

—Ellos podrían pensar que él es un policía si miran hacia fuera y de cerca, pero
seguro que no le van a confundir con un policía de Nueva York.

—Razón por la cual lo pusiste en un puesto.

—Por eso —estuvo de acuerdo ella—. Y porque no hubiésemos llegado tan lejos, si él
no hubiese seguido investigando a Little.
Ella comprobó la hora, calculó la distancia a la Central y contactó con Whitney.

Ella todavía le estaba actualizando cuando Roarke entró en el garaje de la Central.

—Estoy en la Central ahora, señor, y me dirijo a la división. Voy a informar al equipo


y coordinar con el Capitán Feeney. Voy a ir a su despacho en menos de una hora. Espero
que sea en cuarenta minutos. Me pondré en contacto con el agente especial Zweck ahora
para informarle de la situación de manera que el FBI pueda unirse a nosotros.

—Yo me pondré en contacto con el agente Zweck. Por el momento se trata de una
operación de la NYPSD —Su tono era enérgico y definitivo—. Yo le informaré si y cuando
eso cambie.

—Sí, señor, gracias —Ella terminó la transmisión, mientras se apretujaban en el


ascensor—. Ahí le ha dado. Pongámonos manos a la obra, antes de que el papeleo
burocrático federal nos ponga pegas. Roarke, puedes hacer que este ascensor no pare en
los pisos, y vaya directamente a mi nivel, ¿verdad?

—¿Un paseo express? Con mucho gusto —Él sacó su PPC, se fue a trabajar.

Segundos más tarde, Peabody dijo —¡Yupii! —cuando ellos volaron hacia arriba.

Eve estaba fuera y dirigiéndose a Homicidios al segundo de que las puertas se


abrieran.

—McNab, utiliza nuestra única y raramente confiable pantalla de pared en la


división. No tengo tiempo para luchar por una sala de conferencias —Se dio la vuelta hacia
la división—. Pon arriba el vídeo del mapa. Carmichael, Santiago, al frente y al centro.

Ella dudó un momento cuando vio las botas vaqueras azul zafiro de Carmichael con
tachuelas enjoyadas bajando por los lados. —¿Hablas en serio?

—Forrados con piel de oveja, Dallas. Abrigadoras como pueden ser. Tu dijiste ropa
de civil. Santiago se compró un sombrero.

El en verdad enseñó los dientes. —No lo estoy usando.

—No en una operación, sino en el trabajo, cinco días completos. Él perdió una
apuesta.

Él sacudió la cabeza tristemente mirando a Eve. —Yo no aprendí de mis errores, y


ahora tengo que pagar el precio.
—Págalo más tarde. El objetivo es el apartamento del sótano, 251. Creemos que las
dos víctimas siguen vivas ahí dentro. Banner se encuentra actualmente en su puesto, en el
lugar. Tenemos cuatro uniformados, aquí, aquí —Ella usó el puntero láser—. Dos vigilando
la salida trasera, aquí. La salida trasera es una ventana de escape, respaldada por un corto
callejón hacia Bedford.

Ella lo resaltó con su puntero.

—De acuerdo con nuestro consultor civil experto, quien accedió a los planos, la
ventana de escape debe ser abierta desde el interior para desbloquear las rejas, y luego
levantarlas manualmente. Para salir, se sube hacia arriba y afuera. Una salida poco
probable, pero nuestro equipo de electrónica va a puentear la cerradura. Ustedes tomarán
la parte trasera, cerrar esa vía de escape.

—Entendido —dijo Santiago.

—Los paramédicos estarán a la espera, en la Séptima con West Houston. Los de EDD
tendrán su furgoneta al final del bloque, lado este. Nosotros buscamos cuatro fuentes de
calor, dos sospechosos, dos víctimas. El equipo de EDD se acercará el edificio desde el
este, nos darán ojos y oídos, si es posible.

—Nos vamos cuando yo lo diga. ¿Chalecos antibalas?

Santiago se golpeó el pecho. —Estamos equipados.

—Tienen el visto bueno para ir a la ubicación. Avisen a Banner cuando estén allí. Y me
llaman. McNab, chaleco antibalas. Roarke, ¿puedes hacer un acercamiento de la puerta del
objetivo? Quiero ver las cerraduras.

—Son cerrojos normales / deslizar el cerrojo —le dijo—. De rango medio. No son
una mierda absoluta, pero tampoco nada extravagante. Podría haber una barra en el
interior, pero lo sabremos en cuanto tengamos ojos allí dentro.

—Llevaremos un ariete, en caso necesario.

—No hay cámaras, ni ninguna alarma que pueda ver, y ninguna añadida durante la
obra de rehabilitación del edificio hace unos doce años. Tienen una mirilla, y eso es todo.

McNab regresó llevando un chaleco antibalas negro sobre su suéter color rojo
chillón con rayas plateadas para que hiciera juego, suponía Eve, con sus pantalones
plateados.
—El equipo de EDD está en el garaje, teniente —Él se acercó a ella haciendo
cabriolas con sus botas a cuadros escoceses rojos y verdes—. Y Feeney en la furgoneta.

—Pongámonos en marcha. Roarke, tu vas con Feeney. Vamos a salvar vidas y a patear
culos.

Ella lo repasó una y otra vez en el camino, pero ella comprendía, demasiado bien, que
no se podían conocer todos los ángulos, todos los movimientos, hasta que no se estuviera
allí. Tener dos civiles, probablemente atados, sin duda heridos, se añadía a los
inconvenientes.

Salvar vidas era lo primero.

—Tu te encargarás de las víctimas, Peabody. Una vez que el equipo de EDD verifique
su ubicación, debes llegar a ellos, cubriéndolos, esa es tu prioridad. Estoy poniendo al
uniformado Carmichael contigo. Es quien tiene más experiencia. Protege a las víctimas,
proteger tu culo, y protegeros el uno al otros.

—¿En ese orden?

—Prácticamente. Ninguna de las victimas que hemos investigado tenía evidencia


de marcas de aturdidor. Pero no vamos a asumir que no tienen aturdidores. Sabemos que
tienen cuchillos y herramientas.

Ella se detuvo detrás de la furgoneta de EDD. —Él va a estar más dispuesto a


protegerla de lo que ella lo protegerá a él. Pero ella no va a caer fácilmente. Son bastante
estúpidos, pero son astutos. No lo olvides.

—Tu tampoco.

Salieron. Antes de que Eve pudiera tocar en la parte posterior de la furgoneta,


Roarke abrió la puerta, le tendió la mano para impulsarla hacia adentro, a continuación, a
Peabody.

—Programando la detección de fuentes de calor —le dijo a ella.

Feeney trabajaba en el equipo, McNab se meneaba a su lado.

—Sólo estamos refinación las coordenadas. La mayor parte de esa unidad está bajo
el nivel de la calle —Feeney manipulaba, toqueteaba, y luego giró los hombros.

—Te tengo cuatro. Dos en la esquina noreste.


—Ese sería el dormitorio —dijo Roarke, estudiando su PPC.

—Dos más, al frente de la unidad.

—Sala de estar.

Eve se encorvó sobre el hombro de Feeney.

—Los probables sospechosos todavía están en la cama. Las probables víctimas,


también en horizontal, con casi medio metros entre ellos.

Y vivos, pensó ella. Aún generan calor.

Ella volvió a salir, para usar su comunicador, coordinar su equipo, y hacer que
transfirieran la furgoneta.

Roarke salió de un salto. —Tengo tus ojos y oídos, teniente.

Ella debería haber imaginado que encontraría la manera de salir de la furgoneta y


formar parte de la acción.

—Dame el equipo –Él le entregó sus auriculares primero, y otro par para Peabody—.
Estamos en movimiento –dijo ella—. Feeney, si algo se mueve ahí dentro, yo quiero saberlo.

—Hola, ¡Cuerpazo!

McNab se inclinó hacia fuera por la parte trasera de la furgoneta, extendió el brazo
de manera que ellos se tocaran los dedos meñiques, cosa que Eve les había visto hacer
docenas de veces.

—Regreso en unos minutos le dijo Peabody.

—Aproximándonos — dijo Eve, mientras empezó a caminar calle abajo—. Mantente


alerta. No hay ningún movimiento detectable en el interior.

Aun así, se agacharon, hicieron los últimos metros corriendo agachadas. Con el arma
desenfundada, ella bajó los cortos escalones en primer lugar, se acercó a un lado de la
puerta. Peabody se colocó en el lado opuesto mientras Roarke se agachaba con la unidad
portátil.

—Danos unos segundos aquí.


En el interior, Reed giró y retorció el brazo desde el hombro. Su mano rota latía tan
brutalmente con el movimiento que podía oír el sonido de la misma dentro de su cabeza. Su
respiración era un jadeo a través de unos labios tan secos que sangraban.

Él se sentía como si le hubieran estado haciendo esto durante días. Se había


desmayado del dolor unas cuantas veces, pero podía ver, a través de la pantalla de
privacidad, que aún era de día. Aún era por la mañana, pensó.

—Jayla —Él apenas reconoció su propia voz—. Jayla, despierta. Tienes que
permanecer despierta. Vamos, habla conmigo. Está más flojo, un poco más flojo. Si puedo
conseguir liberar mi brazo...

Sus ojos se abrieron. —Yo sólo quiero dormir ahora. Quiero dormirme.

—No puedes. Mírame. Recuerda, recuerda, eso es lo que me dijiste antes. Todavía
están durmiendo. Voy a conseguir sacar mi brazo. Tal vez esta vez puedo conseguir que
salgamos de aquí. Sé que te hice daño. Lo siento.

—No es eso. No lo hiciste. Tu no. Van a matarme hoy, tal como ella dijo. Ella dijo:
‘Vamos a matarte mañana', y yo no quiero que lo hagan. Sólo quiero dormir y no despertar.
Hay ángeles cuando te duermes.

—No. Jayla – Él se retorció con más fuerza, y el dolor le llegó en ardientes


relámpagos blancos. Ellos la habían cortado cuando le habían obligado a violarla, la segunda
vez, la noche anterior, ellos la había cortado para que fuera peor. Él podía ver su sangre
sobre el plástico de colores.

Ella no había sido capaz de luchar y gritar la segunda vez. Ella sólo había yacido allí.
Y ella no había oído lo que la perra había dicho, no todo. Ella no había dicho que ellos la
iban a matar mañana. Ellos habían dicho que iban a hacer que él la matara.

Y eso era un terror más grande que el dolor.

El terror le subió a la garganta como bilis cuando oyó una risita.

Ellos estaban despiertos, y todo empezaría de nuevo.


—Hay movimiento de la fuente más cercana a la ventana delantera –murmuró Eve—.
Una de las victimas está despierta. Y, espera... movimiento en el dormitorio. Necesito ver,
Roarke.

—Casi lo tenemos.

Ella se quedó mirando la pantalla, la vio parpadear, entonces se aclaró. Un suelo


cubierto de prendas para la intemperie. Antes de que pudiera reclamar, Roarke comenzó a
deslizar lentamente los ojos por el interior.

—Espera. Tenemos los ojos en los dos civiles. Confirmación visual de Mulligan.
Está despierto, forcejeando, lentamente. Confirmación visual de Campbell, que parece
estar inconsciente. Ambos están atados. Ella tiene sangre goteando de alguna parte. Hay
un montón de esta en el suelo. Sin visual sobre los sospechosos.

—Los oídos están en camino —murmuró Roarke.

—Si todavía están en la cama, nosotros entramos, protegemos a los civiles.


Uniformado Carmichael, vengan hacia aquí, ahora. Banner, muévase hacia el frente.

Roarke consiguió en audio. Y Eve oyó una risita.

—Los sospechosos están despiertos, levantados y en movimiento. Desbloquea las


cerraduras.

—Un segundo. No hay barra de seguridad —Roarke inclinó el portátil a un lado,


sacó sus herramientas—. tu vas abajo, como de costumbre.

—Yo voy en alto, tu vas en alto. Peabody, Carmichael, entráis detrás de nosotros y a
la derecha, directo a proteger a los civiles. Banner, trae al resto ahora.

—Estamos listos —le dijo Roarke.

—Entrando en cinco, cuatro, tres —Ella usó sus dedos para el recuento final. Y ellos
patearon la puerta.

El golpe sacudió el aire. Gritos, un muro de ruido y movimiento siguió a su entrada.

James, desnudo, sostenía un martillo de bola. Parsens, vistiendo ropa interior sexy
robada, sostenía un pequeño cuchillo de cocina. Parsens gritó, se dio la vuelta para huir.

—¡Deténgase! ¡Policía!
James lanzó el martillo. Eve escuchó el porrazo contra la pared cuando se agachó.

—Lo tengo —dijo fríamente Roarke—. ¿Por qué no te ocupas de la mujer?

James, ahora con los ojos desorbitados, cargó contra Roarke. Conociendo a su
hombre, Eve dejó que se encargara, y se fue tras Parsens.

Cuando Eve encontró la puerta del dormitorio cerrada con llave, ella se limitó a
sacudir la cabeza. Retrocediendo ella la pateó una, dos veces, esquivó una botella voladora
cuando la puerta se abrió.

—Ríndete, Ella—Loo.

—¡Aléjate de mí, o te voy a matar! —Ella cogió otra botella del suelo, esta vez
rompiéndola contra la pared, a continuación, esgrimió el cristal irregular con una mano, el
cuchillo con la otra.

—¿Estás bromeando con eso? ¿Acaso no ves el aturdidor en mi mano?

—Te voy a cortar la cara.

—Vale, inténtalo.

Balanceando la botella rota sobre su cabeza y moviendo el cuchillo de un lado a otro,


Ella—Loo saltó hacia delante. Eve consideró utilizar el aturdidor en ese breve instante, y
entonces se decidió por el más satisfactorio. Un izquierdazo.

Ella tuvo que disminuir la fuerza del golpe, un poquito, para evitar el cuchillo. Pero no
mucho.

No lo sintió cuando la perra cayó de espaldas sobre los cristales rotos y, gritando,
se dio la vuelta toda ensangrentada.

—Sí, ¿te gusta esto?

Una parte oscura de ella podría haber disfrutado haciendo rodar otra vez a la perra
asesina sobre los fragmentos de cristales, y tal vez que la bota que pisara el cuchillo
también aplastara un par de dedos.

El rápido e impactado aullido de dolor no hirió sus sentimientos.

Pero el policía pateó el cuchillo a un lado, y tiró hacia arriba de la mujer que chillaba
y maldecía, y la empujó boca abajo sobre la cama.
—Está bajo arresto —Ella le puso las esposas mientras Ella—Loo aullaba por Darryl—
Eso es por múltiples cargos de asesinato en primer grado, sólo para empezar.

—¡Darryl! ¡Darryl! ¡Quítame a esta puta de encima!

Eve se inclinó y cubrió la grabadora. —Mi hombre es infinitamente mejor que la


porquería que tú tienes. Y él ya le dio una paliza a Darryl.

Ella descubrió la grabadora, y tiró de Ella—Loo hacia arriba. —Tienes derecho a


permanecer en silencio, pero continúa, sigue gritando. Es una jodida música para mis oídos.

Ella—Loo sacudió la cabeza hacia los lados, chasqueó los dientes.

—¡Oooh!, una mordedora. Ahora sí que estoy asustada.

Mientras Eve la arrastraba hacia la puerta, Banner entró corriendo.

—La tiene. ¿Usted está bien?

—Estoy genial, ella se cayó sobre unos cristales, así que necesitará a los
paramédicos. No he terminado de leerle sus derechos. ¿Por qué no se la lleva, Comisario, y
hace eso?

—Eso sería un gran placer para mí, teniente.

—Ella es una mordedora.

Él mostró sus propios dientes. —He lidiado con mordedores en mi tiempo.

Eve tomó un respiro cuando Banner arrastró a Ella—Loo afuera, flexionó su mano
izquierda un par de veces, y luego lo siguió.

Darryl, todavía desnudo, yacía en el suelo, inconsciente, mientras un uniformado lo


esposaba. Eve le lanzó una mirada a Roarke.

—Yo diría que esto fue una gran diversión, si no fuera por...

Juntos miraron a los heridos.

Los paramédicos trabajaban en ellos mientras los policías cortaban ataduras, y


Peabody los tranquilizaba
—No la dejen morir —Las lágrimas corrían por el rostro de Reed—. No la dejen
morir, por favor. Me hicieron violarla. Yo la violé, pero ella se mantuvo fuerte. Ella no me
culpó. No la dejen morir. Su nombre es Jayla. Ellos la lastimaron mucho. Ellos no paraban.

—Sabemos quién es ella —Eve se acercó a él—. Sabemos quién eres tú, Reed. Nada
de lo que ocurrió aquí es culpa tuya. Los paramédicos van a hacer todo lo que puedan por
ella. Por ti.

McNab puso una manta sobre él, y se hizo a un lado para dejar sitio a los
paramédicos. Ellos levantaron a Reed y lo pusieron en una camilla.

—No la dejen morir —La mirada de Reed estaba fija en Eve. —Su nombre es Jayla.

Ella se volvió hacia uno de los paramédicos, estudiando el rostro gris de Jayla
mientras lo hacía. —¿Ella lo logrará?

—Ha perdido mucha sangre. Le estamos haciendo transfusiones e inyectando fluidos


ahora mismo —Él negó con la cabeza—. No puedo decírselo, pero estamos casi listos para
sacarla de aquí.

—Quiero estar informada de su estado, y del de Mulligan. Soy la teniente Dallas, de


la Central.

—Sé quién es usted. La mayoría de nosotros lo sabe. Añadiré eso a la


información. Los bastardos la hirieron demasiado. Deles una buena paliza, teniente.

Ella planeaba hacerlo.

—Quiero esta escena asegurada —dijo en voz alta—. Quiero a los de la científica
aquí. Que todo el mundo se selle, ahora. Todas las grabadoras encendidas, ahora. Los
sospechosos bien encerrados, examinados y tratados médicamente. Por el manual, gente,
cada una de sus páginas.

Se acercó a Carmichael y Santiago. —La escena es vuestra si la queréis.

—Entonces nosotros nos encargamos, dijo Santiago.

—Documentarlo todo, hasta la última mota de polvo. Enviarme una copia a mí, a
Whitney, a Mira, a Reo y al agente especial Zweck.

Carmichael miró el charco de sangre sobre el plástico, las salpicaduras de la misma,


las manchas de sangre en los cuchillos, martillos, destornilladores, cristales rotos.
— Hágalos sudar duro, exprímalos hasta dejarlos secos.

—Contad con ello.

Eve salió al frío, lo encontró glorioso después de la hediondez. —Gracias por la ayuda
—dijo cuando Roarke se paró a su lado.

—Oh, no, yo voy a estar viendo cómo va este caso. Barajé algunas cosas, como he
dicho, y puedo hacer un poco de trabajo en la Central. Voy a disfrutar viéndote hacerlos
sudar duro y exprimirlos hasta dejarlos secos.

—Puede que ella no lo logre. Lo pude ver en los ojos del paramédico. Ellos piensan que
ella no lo logrará. Unas horas antes ... quién sabe.

—Eve.

—Lo sé, lo sé. No recae en mí, ni en nadie más que en los dos que le hicieron esto.
Pero ella resistió, con todo lo que hicieron, ella aguantó, no se rindió. Y ahora es posible
que no lo logre.

Ella se frotó el rostro con fuerza.

—Necesito contactar con su compañera de piso.

—Yo haré eso —dijo Peabody detrás de ella—. Voy a hacer los contactos para los
dos, Dallas. Tal vez con amigos allí, con la familia, los dos tendrán una mejor oportunidad.
Banner y yo regresaremos con los del EDD, y haré los contactos.

—Muy bien, muy bien. Yo informaré a Whitney, y le diré a Mira que tome parte en
esto —Ella dejó escapar un suspiro que formó una nube—. Pongamos manos a la obra.

Ella se alejó de la pesadilla que era el apartamento de un hombre muerto, recordó


que tenían que notificárselo a los familiares más cercanos.

—Considera el brazo envuelto alrededor de ti.

—¿Qué?

Él le sonrió. —Sé que tu objetarías ante semejante gesto cuando los policías pueden
verte, pero considera que está ahí, para que te apoyes.

—Estoy bien. Cogimos a los chicos malos.

—Peabody sabía que podías aguantar estando con ratito a solas conmigo. Úsalo.
—Él, Reed, está herido, pero no tanto como ella. Ellos no lo lastimaron tanto porque
lo necesitaban físicamente en condiciones para la violación. Él lo va a lograr, pero... puede
que nunca se recupere de lo que ellos lo obligaron a hacer. Él es sólo un muchacho, sólo un
tipo normal, aparentemente bastante decente, y que va a tener que vivir con esto. Ellos lo
violaron a él también. Al forzarlo a hacer lo que querían.

—Mira, o alguien como ella, le ayudará a entender eso, y a superarlo.

—Se necesita mucho tiempo para salir adelante. Se necesita mucho para hacer
frente a eso. Algunos nunca lo consiguen.

El recordar lo cerca que ella había estado de no superarlo nunca, le producía un vacío
en el estómago.

—No creo que hubiera llegado a superarlo sin ti. Yo no habría salido adelante, incluso
con Mira, sin ti.

—Ahora lo has logrado —murmuró—. Con policías o no —Él envolvió un brazo


alrededor de ella, y luego el otro—. Lo lograste. Ambos lo hicimos. Y yo no cambiaría un
momento del tiempo, bueno o malo, que hemos estado juntos desde la primera vez que me
di la vuelta y me encontré con tu mirada. Fue tal la sacudida que recibí —Él la besó en la
frente—. Nunca me he recuperado.

—¿No cambiarías ni un minuto?

—Ni uno solo.

—Porque si cambias uno, lo cambias todo.

—Ahora lo has recordado.

—Está bien —Ella respiró hondo, se echó hacia atrás—. No más sentimentalismos en
la calle —Ella caminó los pocos pasos hasta la furgoneta, y le dijo a Feeney—. Tenemos sus
traseros.

—Ahora fríelos, chiquilla.

Roarke vio esa sonrisa dura que apareció en su rostro, y pensó: Ahí está mi policía.
Capítulo 22

Estimulada y preparada, Eve se dirigió hacia Homicidios.

—Ya sabes cómo los vas a interrogar —comentó Roarke.

—Tengo un plan —Ella aminoró el paso cuando vio a Zweck—. Puede tener que
ajustarlo. Agente especial.

—Teniente. Tenemos que hablar.

—Por supuesto. En mi oficina —Ella le lanzó una mirada a Roarke, y fue por
delante hacia la división, donde cada policía en la sala miró con frialdad a Zweck.

Ella le hizo un gesto Zweck para que la siguiera mientras Roarke cruzaba la sala, tal
vez para admirar la última corbata de Jenkinson.

—Tome asiento —invitó ella, pero Zweck simplemente negó con la cabeza.

Entendiendo su actitud, Eve cerró la puerta, y entonces optó por apoyarse en la


esquina de su escritorio. —Parsens y James están en custodia.

—Lo he oído.

—Una operación limpia, no hay agentes heridos. Los sospechosos están siendo o han
sido tratados por los paramédicos por lesiones menores sufridas durante la operación.
Tanto Campbell como Mulligan fueron trasladados al Hospital de Clinton. Los exámenes de
los paramédicos en la escena indican que Campbell tiene pocas posibilidades.

Su boca se tensó, sólo por un instante. —Yo sé quién bloqueó las cosas de nuestro
lado.

Reconociendo la rabia apenas contenida cuando esta echaba humo apenas un pie de
distancia, Eve se limitó a asentir.

—Los dos son superiores, pero tengo la intención de utilizar su trabajo en esto, sus
informes y resultados de esta mañana para que ambos sean amonestados. Ellos también
tienen superiores, y voy a ir tan lejos en la cadena como sea necesario. Mi informe sobre
la operación de la NYPSD de esta mañana se retrasará mientras yo... evalúo los detalles y
tomo una determinación.
Ella asintió de nuevo. —De acuerdo. Entiendo, quiero mi oportunidad con ellos, y el
Comisario Banner con toda seguridad se merece la suya, pero me importa un carajo quien
recibe a los medios de comunicación, o que jurisdicción los encierra para el resto de sus
enfermas y retorcidas vidas.

—El gobierno federal va a insistir en encarcelarlos para el resto de sus enfermas y


retorcidas vidas, pero mientras tanto, tenga su oportunidad. Me aseguraré de que usted
tenga el tiempo que necesite.

—Suficientemente bueno. ¿Quiere un asiento en Interrogatorios?

—Voy a observar por ahora.

—De acuerdo. Voy a instalarlo. Adelante —dijo en voz alta cuando llamaron a la
puerta. Peabody asomó la cabeza.

—Siento interrumpir, pero pensé que te gustaría saber que a los sospechosos les han
dado el alta médica. Dicen que Whitney viene hacia aquí, y la Dra. Mira está en camino.

—Haz que los pongan en salas separadas. Pueden sudar la gota gorda por un rato.

Peabody lanzó una mirada a Zweck. —¿Nuestras salas?

—Sí, nuestras salas. Mantenlos separados.

—Me apartaré de su camino —dijo Zweck—. Sólo avíseme cuando esté lista para
empezar en ellos.

—Lo haré.

Peabody se puso a un lado para dejarlo salir. —¿Él no se va a encargar?

—Está cabreado con su propia gente, por lo que les está enseñando el dedo medio. Él
va a observar por ahora, dándonos la iniciativa. Así que vamos a hacerlo bien. Vamos a
intercambiar entre tú y Banner. Quiero interrogar a James primero, con Banner, pasar a
Parsens, contigo, de nuevo a James, probablemente contigo, de nuevo a James, con
Banner. Pero vamos a ver como sale.

—Voy a configurarlo. Whitney —añadió Peabody en voz baja, pero Eve ya había oído
su zancada autorizada—. Comandante.

—Detective. Buen trabajo. Teniente —dijo cuando se detuvo en el umbral.


—Comandante. Yo hubiera ido a verlo.

–Creo que usted ha estado y estará más ocupada que en el día de hoy —Él llenaba su
oficina, un hombre grande en una pequeña habitación.

—Detective Peabody, hágalos subir.

—Si señor.

—Tendré un informe completo por escrito al final del día, Comandante, pero me
gustaría empezar el proceso de interrogatorios primero. Tenemos una ventana,
proporcionada por el agente especial Zweck para mantener esto en manos de la NYPSD.

—Uno que yo ampliaré si lo necesita. Usted los trajo, usted cerrará esto. El Jefe
Tibble añade su peso a eso, y su ‘bien hecho’.

—Se agradece, señor.

—La Asistente del Fiscal Reo participará en este punto, pero un fiscal federal se
hará cargo. Los sospechosos serán entregados a la custodia federal cuando hayamos
terminado.

—Entendido, Comandante, completamente.

Él sonrió un poco. —Bien. Los medios de comunicación se han mantenido en silencio


sobre esto porque no han conectado los puntos, pero esto va a explotar, y pronto. Creo
que la primera filtración comenzó... —Deliberadamente consultó su unidad de pulsera—.
Hará unos diez minutos.

Lo que significaba que él era el responsable de la filtración a los medios.

—La NYPSD ha identificado, localizado y detenido a los dos individuos que abrieron
una franja sangrienta a través de todo el país. Dos individuos que acabaron al menos con
veinticuatro vidas desde que comenzaron su orgía de asesinatos en agosto del año pasado.
Los federales pueden tener su porción del crédito —concluyó Whitney—, pero no van a
tener todo el pastel.

—Una buena rebanada de ese pastel va para el comisario Banner, señor.

—De acuerdo, y el departamento reconocerá su inestimable ayuda. Tengo razones


para creer que el FBI va a hacer lo mismo.

Él se volvió cuando Mira y Reo aparecieron en la puerta.


—Jack, Eve —Mira entró, luego se puso a un lado para dejar espacio—. Has estado
ocupada.

—Una endiablada mañana ya —Reo, con el cabello rubio arreglado, sus ojos agudos y
alertas, dejó su maletín sobre el escritorio de Eve—. ¿Bueno, puedo tomarme un café
antes de empezar?

Eve se puso de lado para acercarse al AutoChef.

—Tiene que haber una manera de ampliar esta oficina —comentó Whitney—. Yo
podría encontrarla en el presupuesto.

—Si fuera más grande, vendrían más personas. Respetuosamente, señor —añadió Eve
mientras programaba el café.

Como tenía tiempo, ella se tomó un café, les informó de los detalles, y describió su
estrategia básica.

Cuando se quedó sola en la oficina de nuevo, ella respiró hondo. Cuatro personas en
ese espacio absorbían un montón aire. Ella preparó un archivo, y salió.

—Banner, tu vienes primero. Peabody a Observación. Comunícate con Zweck, y hazle


saber que vamos a empezar. ¿Dónde está James?

—Él está en Interrogatorios B.

—Él es primero.

Banner se puso a caminar junto a Eve. —Agradezco la oportunidad de tomar parte en


esto, teniente.

—Usted se la ha más que ganado.

—Eso no significa que no lo agradezca.

—¿Tiene la camiseta de la NYPSD, Comisario?

—Claro que sí.

—Úsela con orgullo. Aquí vamos —dijo, y abrió la puerta a Interrogatorios B—.
Grabando. Teniente Eve Dallas, Comisario William Banner, entrando en el interrogatorio
con Darryl Roy James, relativa a los casos H—52310, H—52314, H—52318 y conexiones.
Sr. James, ¿ha sido informado de sus derechos?
Le habían limpiado, puesto un poco de NuSkin en un corte sobre su ceja izquierda, y
lo vistieron con un mono de la prisión. La naranja virulenta no hacía mucho por él. Tampoco
el moretón color púrpura en su mandíbula.

—¿Dónde está mi Ella—Loo?

—En custodia, con el culo ardiendo, igual que el suyo. ¿Ha sido usted informado de
sus derechos?

—Quiero verla. Quiero verla y asegurarme de que ustedes no la lastimaron.

Eve se sentó frente a él, con la mesa entre ellos. Bajó el archivo. —Usted tiene
derecho a permanecer en silencio –empezó ella.

—Ellos ya me dijeron todo eso. Usted tiene que traerme a Ella—Loo en este
instante.

—¿Entonces usted ha sido informado de sus derechos?

—Eso dije, ¿no está claro? —dio un puñetazo en la mesa, haciendo que las esposas
hicieran ruido—. Yo no diré nada de nada hasta que vea a Ella—Loo.

—Usted no verá a Ella—Loo hasta que diga algo acerca de todo —Eve se echó hacia
atrás—. ¿Esos derechos que usted oyó? Eso es todo lo que va a conseguir. El hecho es,
Darryl, que yo puedo hacer que nunca vuelva a poner sus ojos en ella.

La furia le cubrió el rostro poniéndose rojo como un tomate. —Usted no puede


alejarla de mí. Estamos destinados. El nuestro es un amor verdadero que dura toda una
vida.

—¿Tu crees? Veremos como de ‘verdadero’, y cuán ‘toda la vida’, piensa ella que
es cuando se dé cuenta de que toda la vida va a estar en una celda de cemento fuera del
planeta.

Ahora ella se inclinó hacia delante. —Vas a caer y con fuerza, Darryl. ¿Entiendes
eso? Nunca vas a volver a ver la verdadera luz del día. Esto no va a ser un par de años en
la Penitenciaria del Estado de Oklahoma, con visitas conyugales y cuartos de visita, con
tiempo para leer y tomar clases. Estas son, múltiples cadenas perpetuas consecutivas,
mucho más duro que un tiempo difícil.

—Usted no me asusta. Usted irrumpió en nuestra casa…

—¿Vuestra? Es de Samuel Zed.


La mirada de Darryl se volvió taimada. —Claro, el bueno de Sammy. Dijo que
podíamos quedarnos allí. Tuvo que salir de viaje por un tiempo, y nosotros podíamos
quedarnos allí, cuidar un la casa por él.

—¿En serio?

—Claro que sí.

—¿Acaso ese viaje incluía pasar el tiempo flotando en el río Hudson, sin sus jodidos
dedos?

—No sé de qué me está hablando.

—¿Dónde lo conocieron?

—En algún que otro bar.

—¿Qué bar?

Petulante, él le sonrió con suficiencia —Diablos, cariño, hay tantos, ¿quién sabe?

—¿Acaso Ella—Loo le meneó las tetas a él, cariño, para atraerlo?

El se volvió a poner colorado. —No hable de esa manera de mi chica.

—¿Acaso ella le prometió un polvo, para que él la llevara a su casa? ¿Quién de


ustedes le aplastó los dientes? ¿Quién de ustedes le cortó los dedos?

—No sé lo que está hablando. Si Zed se metió en problemas, si consiguió qué lo


mataran, no es culpa nuestra. Nosotros sólo estábamos cuidando el lugar por él.

—¿Jayla Campbell y Reed Mulligan cuidaban el lugar, también?

Él dirigió su mirada justo por encima de la cabeza de ella. —No sé quiénes son.

Eve oyó la verdad por primera vez. Él ni siquiera sabía sus nombres. —Las dos
personas que tenían atadas para poder torturarlas. Así que usted y Ella—Loo podrían
cortarlos y quemarlos y golpearlos, porque el torturar y asesinar es lo que los excita,
miserable pedazo de cabrón.

Él estiró las piernas por debajo de la mesa, tomó aire a través de sus dientes. —
Usted no sabe nada. Nos encontramos con ellos dos, y nos dijeron que estaban en ese tipo
de cosas, que había mucha gente así, aquí en la gran ciudad. Nosotros sólo estábamos
pasando el rato, es todo. Si ellos dicen otra cosa distinta, es que son unos mentirosos y
usted no puede demostrar lo contrario.

Eve abrió el archivo, tiró las fotos de los muertos torturados sobre la mesa. —Todas
estas personas, Darryl. ¿Todas estas personas también estaban en esas cosas?

—Yo no conozco a esas personas —Pero él los miraba con avidez, con indicios de
excitación y orgullo en sus ojos.

Eve comenzó a empujar, a aumentar la presión. Pero en voz tranquila, Banner dijo —
Melvin Little.

—¿Qué dice?

—Melvin Little. Justo aquí –Banner empujó la foto más cerca.

— ¿De dónde es usted?

—De Silby’s Pond, Arkansas, igual que él. Él era amigo mío.

—Lamento mucho lo de su amigo, pero yo y mi Ella—Loo nunca hemos estado en


Silby's Pond.

—Usted quiere proteger a Ella—Loo, ¿verdad, Darryl?

—Haría cualquier cosa por ella.

Con su dedo trazó un corazón sobre el pecho.

—No voy a permitir que nadie le haga daño. Yo moriría por ella.

—Puedo ver eso —Un leve dejo de admiración se oyó en el tono de Banner—. Puedo
ver que vosotros dos estáis destinados, como tú dijiste. Así que debes entender, que
nosotros podemos probar lo que le hicisteis a mi amigo, y a todos estos otros. Podemos
probar que estuvisteis en Silby’s Pond, y cómo tú y Ella—Loo os conocisteis en el Rope 'N
Ride allá en Oklahoma.

—‘Tan pronto como se vieron se amaron'. Eso es de Shakespeare, amigo.

—Muy bien. Podemos probar que tu y Ella—Loo os amasteis durante el viaje a


través del país, cómo cuando saliste de la cárcel, los dos empezasteis a dirigiros al este en
la camioneta que le habías robado cuatro años antes a Barlow Hanks .
—Diablos —La sonrisa arrogante volvió—. Le di dinero en efectivo a Barlow por esa
camioneta, y si él dice otra cosa, es un mentiroso.

—Vosotros cruzasteis hacia Arkansas —continuó Banner en ese mismo tono tranquilo
de conversación—, y matasteis a Robert Jansen con una barra de hierro, os llevasteis su
coche, y fuisteis hacia Silby’s Pond, y encontrasteis esa cabaña. Luego llegó Little Mel.

—Yo no sé quién es esa gente —dijo Darryl con la misma terquedad estúpida—. Que
usted lo diga no quiere decir que sea verdad.

—Podemos probar todo eso, probar todas estas personas murieron en vuestras
manos. Es necesario que comprendas, Darryl, que nosotros sólo te estamos dando la
oportunidad de que te ayudes a ti mismo ahora y protejas a Ella—Loo. Si no nos cuentas lo
que habéis hecho, lo más probable es que no la vuelvas a ver. Es probable que ellos la vayan
a llevar a algún lugar donde alguien va a hacerle daño porque no estás allí para cuidar de
ella.

Darryl se inclinó hacia delante, con los puños apretados. —No voy a dejar que hagan
eso.

Eve se impulsó levantándose de la silla, cambiando el enfoque. —Nosotros haremos lo


que queramos. Despierta, imbécil. Piensa en ello, piensa en Ella—Loo metida en esa celda
en donde no puedes llegar a ella, no puedes tocarla, no puedes ayudarla. Piensa en ello —
repitió, golpeando la mesa, las fotos—. Y a ver si te acuerdas de alguna de estas personas
cuando volvamos. Dallas y Banner salen del interrogatorio, cerrar grabación.

Ella salió. —No está mal —le dijo a Banner—, nada mal, en absoluto.

—Yo quería extender el brazo y agarrarlo del cuello, golpear su rostro contra la
mesa hasta que no quedara nada más que sangre. Nunca sentí ese tipo de violencia en mí
antes

—Los asesinos pueden conseguirlo —Él había empalidecido un poco, notó Eve,
mientras se apoyaba contra la pared—. ¿Por qué no se toma un descanso?

—Creo que lo haré. Voy a ir al lugar de observación, pero primero me voy a tomar un
descanso.

Ella lo vio alejarse, y luego regresó a su oficina, generó otra serie de fotos antes de
llamar a Peabody por el comunicador. —Voy hacia Parsens ahora.

—Estoy en la puerta.
Estrategia diferente, decidió Eve, y le dijo lo mismo a Peabody. —Golpeamos con
fuerza. Sin policía bueno.

—Maldición.

—Pon tu cara de perra, Peabody —Eve abrió la puerta, tomó nota de que el naranja
tampoco hacía mucho por Parsens—. Grabando. Teniente Eve Dallas y detective Delia
Peabody, entrando a Interrogatorios con Ella—Loo Parsens. —Ella nombró los números de
los casos, hablando con tranquilidad mientras Ella—Loo maldecía.

—¡Tú no puedes empujarme de esta manera! Estoy llena de cortes. Quiero ir al


hospital. Usted abusó de mí, agarró mis pechos. No quiero hablar con usted —Y, por
último—. ¿Qué hiciste con Darryl? ¡Quiero a mi Darryl!

—¿Le han leído sus derechos, Ella—Loo?

—Usted y sus derechos pueden irse a la mierda. Quiero ir al hospital. Quiero a


Darryl.

—Te han dado el alta médica, y que veas a Darryl no va a suceder. Probablemente
nunca.

La conmoción la hizo palidecer completamente. —¿Qué quiere decir 'nunca'? Él es el


esposo de mi corazón y tengo todo el derecho a verlo.

—Los únicos derechos que usted tiene son los siguientes: Usted tiene el derecho a
permanecer en silencio.

Ella continuó leyendo el Miranda revisado por encima de los gritos y demandas de
Ella—Loo. —¿Entiende sus derechos y obligaciones?

—Yo entiendo que eres una perra despechada.

—Puedo leerlos de nuevo, y seguir leyéndolos hasta que digas, para que conste en el
registro, si los entendiste o no. O nos podemos marchar, te dejarán en paz aquí para que
pienses en ello durante unas cuantas horas.

—Yo los entiendo muy bien. Quiero mi propia ropa, y quiero a Darryl, y yo no tengo
que decir nada a una policía lesbiana.

—A nosotras nos importa un carajo lo que tú quieras —dijo Peabody, enorgulleciendo


a Eve con el tono áspero y despiadado que usó—. La única ropa que vas a usar a partir de
ahora es la que tienes y las azules de la prisión. Te ves como una calabaza asada en
naranja, pero apuesto a las mujeres en Riker’s te van a comer entera.

—No sé lo que es Riker’s, y no voy a ir.

—Sólo temporalmente —continuó Eve—. Después de una corta estancia yo apuesto


por Omega. Eso es fuera del planeta. Jayla Campbell y Reed Mulligan; ¿los dos que estaban
torturando cuando nos conocimos? Ellos tienen mucho que decir acerca de usted y de
Darryl.

—Ellos son unos mentirosos. Nosotros estábamos divirtiéndonos. No hay ninguna ley
en contra de hacer lo que quieres hacer en tu propia casa. Adultos que consienten.

—¿Ellos consintieron en ser atados, cortados, quemados, golpeados, violados?

—Ellos están enfermos, eso es. Darryl y yo sólo les seguíamos la corriente, sólo
experimentando. Pero nosotros habíamos tenido suficiente e íbamos a hacer que se
marcharan de nuestra casa.

—¿Su casa? —rugió Peabody, cogiendo el archivo, tirando las fotos hasta que
encontró la de Samuel Zed—. La casa de él, pedazo de pendeja retorcida. ¿Eres tan
estúpida que crees que cortándole los dedos significaba que no podríamos identificarlo?
Mira lo que le hiciste.

Cuando Peabody se puso de pie con fuerza, dio la vuelta a la mesa aprisa, y le plantó
la foto en la cara a Parsens, Eve sólo se sentó hacia atrás, y la dejó actuar.

Vaya, Peabody, pensó ella.

—¡Aléjate de mí! —gritó Ella—Loo—. No me toques. No te está permitido ponerme


las manos encima.

—A mí se me permite hacer lo que me de la maldita gana a las putas enfermas y


psicópatas.

—¡No es así! ¡Darryl! ¡Quítamela de encima! ¡Lo diré!

—¿Decirle a quién? —Preguntó Eve—. ¿Quién te va a creer a ti en vez de a las


policías? Y hay cosas que les suceden a las grabaciones todo el tiempo. Equipos
defectuosos. ¿Qué tal si te quitamos las esposas, Peabody? Puedes hacerle lo que le
hiciste al último. Yo te cubro las espaldas.

Peabody enseñó los dientes; sus ojos brillaban. —Hagámoslo.


Cuando Eve empezó a ponerse en pie, Ella—Loo intentó encorvarse en una bola. —No
pueden, no pueden. Él me atacó, eso es lo que pasó. Darryl sólo me estaba protegiendo. Ese
tipo de allí, ese hombre estaba tratando de violarme, así que Darryl me protegió. Fue en
defensa propia.

—Y de alguna manera en esa defensa propia, Samuel Zed perdió todos los dedos.

—Nosotros... teníamos miedo. Teníamos miedo de meternos en problemas, así que lo


tiramos al agua.

Ella se mantenía encorvada, dirigiéndole miradas llenas de odio a Peabody.

—Necesitábamos un lugar para quedarnos, así que fuimos a donde él vivía. Eso es
todo lo que hicimos. Él me estaba violando, y Darryl lo detuvo. Darryl es un héroe.

—Es evidente. ¿Dónde estabas cuando ocurrió el presunto intento de violación? —


preguntó Eve.

—No lo sé. Acabamos de llegar a la ciudad de Nueva York. Estaba oscuro.


Estábamos tomando una copa en algún lugar, y yo salí al exterior un minuto, y este tipo me
agarró y empezó a arrancarme la ropa, y Darryl salió y lo detuvo.

—Fuera de algún bar, por la noche, con temperaturas de un dígito, un tipo te agarra
y te desgarra la ropa.

—Eso es lo que pasó. Defensa propia.

—Nadie se dio cuenta del intento de violación, de la defensa propia que dio lugar a
un cuerpo muerto. Y de alguna manera todavía tuvisteis tiempo para rebuscar la
identificación del hombre muerto, tuvisteis tiempo para transportar dicho cadáver, en la
furgoneta que robasteis.

Un gesto de confusión le cubrió el rostro. –Yo… nosotros… nadie quería ayudarnos.


Nadie. Nosotros no robamos nada.

—La furgoneta que robasteis —continuó Eve—, de un estacionamiento a largo plazo


en Transportación Newark. En vuestra preocupación y angustia; intento de violación,
matar al presunto atacante, vosotros ideasteis un plan; no huir y dejar el cuerpo, o
ponerse en contacto con las autoridades, sino transportarlo, aplastarle la cara, cortarle
los dedos, meterlo en una bolsa con ladrillos y arrojarlo en el Hudson.

—No queríamos ningún problema. Sólo cogimos prestada esa furgoneta. Íbamos a
devolverla a su lugar de nuevo.
—¿Al igual que ibais a devolver el vehículo de Robert Jansen? —Aún gruñendo,
Peabody empujó una nueva foto en el rostro de Ella—Loo—. Después de que lo golpearon
hasta matarlo con una barra de hierro y le arrastraron hacia la maleza junto a la autopista
12 en Arkansas? ¿O es que él también trató de violarte?

—Yo no…

—Digamos que no sabe lo que estamos hablando.— Eve dijo fríamente, y tenía los
ojos de Ella—Loo desplazando a la de ella. —Solo inténtalo. ¿Eran todos autodefensa y
fiestas? No voy a molestar con nombres — que no sabe o se preocupa por nombres. —
Desde la autopista 12 a Silby’s Pond.—

Mientras Eve iba recorriendo los lugares, Peabody cogía cada foto, y se las ponía
delante de la cara a Ella—Loo.

—Tu vas a estar lejos, y nadie va a cambiar eso. Digiere eso por un rato. ¿A dónde
vas, cuánto tiempo? Tal vez tengas un poco de margen de maniobra ahí. ¿Hay más además
de estos? Esa es una. Y dos, pelos y señales, Ella—Loo. Tu nos dices todo lo que hicisteis,
tu y Darryl, y tal vez podamos llegar a un acuerdo en el que no te comerán viva, en el que
tendrás alguna posibilidad de salir de nuevo. Sigue con la mierda, te vas hasta que mueras.

—¡Tengo una hija!

Ahora Eve se levantó, caminó alrededor, se inclinó detrás de Ella—Loo. —Lo sé. Sé
que la dejaste con tu madre, simplemente se la dejaste y te fuiste y no la has visto desde
entonces. ¿Utilizarla a ella, Ella—Loo? Utilízala y voy a encontrar nuevas maneras de
hacerte daño, formas que va a hacer que lo que tú y Darryl hicisteis a todos los que hay
sobe esta mesa parezca un picnic en un campo de primavera. Esa es una promesa.

Eve se enderezó. —Tienes una oportunidad, y sólo una. Nos hablas acerca de todos
los que están sobre esta mesa. Detalles. Y nos dices si hay algunos más. Tenemos testigos
vivos, tenemos evidencia física y del forense, tenemos la ruta que seguisteis, tenemos
todo lo que necesitamos para encerrarte. Sigue mintiendo, y hemos terminado. Te vas en
un agujero fuera del planeta para el resto de tu vida. Y Darryl se va a otro. Nunca
volveréis a veros. Dallas y Peabody saliendo de interrogatorio. Cerrar grabación.

Fuera de la sala donde Ella—Loo lloraba histéricamente, Eve se volvió hacia Peabody.
—'¿Pendeja retorcida'?, ¿’Putas enfermas y psicópatas'?

—Me gustó la aliteración. Simplemente se me ocurrió.


Eve golpeó su hombro, un signo de una alta calificación. —La aterradora Peabody lo
hizo bien.

—Me gustó. Me asusté yo misma un poquito, también, pero no entiendo lo del


acuerdo, Dallas. No necesitamos hacer un trato en este.

—Si se desarrolla como creo, lo entenderás —Ella se fue con Peabody a


Observación—. Banner, es su turno. Agente Zweck, los voy a preparar para usted.

—Ambos creían que podían continuar —le dijo Mira—. Que tenían derecho ya que lo
que ellos hicieron los unió, satisfizo sus necesidades, enriqueció lo que ellos ven como su
amor. No creo que ella vaya a ir en contra de él. Puede que, como lo ha hecho, insista en
que sólo la protegía. Pero ella es tan devota como él, en el nivel básico.

—Yo no necesito que ella se ponga en contra. Lo que los va a encerrar va a ser el que
traten de salvarse el uno al otro tanto como a ellos mismos. Vamos a terminar con Darryl.
Estos dos no van a tomar tanto tiempo como pensé.

Con Banner ella volvió a entrar en la sala, reanudó la grabación, y se sentaron.

—Está bien, Darryl, se acabó el tiempo para pensar. Así es como van a ser las cosas.
Hay dos opciones, las mismas dos que acabo de darle a Ella—Loo.

—Quiero verla. Tiene que dejar que la vea. Juramos que nunca íbamos a
separarnos de nuevo.

—No, yo no tengo que dejar que la veas. Pero ... —Ella hizo una pausa, como si lo
pensara—. Lo haré si eliges sabiamente. Ahora, ella ya me dijo algo de esto porque ella
está mirando por ella, misma y por ti, pero esto sólo va a funcionar si ambos cooperan.

—¿Qué dijo ella?

—Ella te ama, Darryl, cualquiera puede ver eso.

—Somos dos personas, pero dentro de un corazón.

—Correcto. Sé que es por eso que tallaste el corazón con vuestras iniciales en las
personas que matasteis el uno por el otro. Ahora, yo no te puedo decir lo que ella dijo,
porque estaría influyendo en tu declaración. Sólo puedo decir que ella me explicó algo de
esto. Al igual que la forma en que pidió prestada la furgoneta que ha estado usando desde
en estacionamiento a largo plazo en Newark.

—Eso es correcto. Solo la tomamos prestada. Nadie la estaba utilizando.


—Y ella me habló de Samuel Zed. El hombre en cuyo apartamento habéis estado
viviendo. Tú tienes que decirnos que le hicisteis a él, Darryl. Si mientes, eso es todo. Se
acabó. La fiscal está presionando en esto con fuerza. Va a ser lo que te dije antes. Fuera
del planeta, para siempre, para ambos. El lugar donde la pondrán a ella, Darryl, ¿si esto va
a juicio en Nueva York? ¿Si nuestra fiscal lleva el caso?

Eve negó con la cabeza.

—¿Las otras presos, los guardias? Ellos van a ver a una mujer hermosa como Ella—
Loo, a alguien le gustará ella, y van a hacerle daño. Van a hacerle cosas terribles a ella. Sé
que tú no quieres eso. Sé que quieres protegerla. Ella me contó cómo la proteges, siempre.

—¡Lo hago! Y lo haré.

—Entonces protégela ahora, Darryl, y puedo trabajar esto con el Estado de Nueva
York, puedo tratar de mantenerlos juntos a los dos. Tu vas adentro, eso es algo con lo que
no puedo hacer nada al respecto. Pero si me das lo que necesito, voy a ir a luchar por
ambos con la fiscal.

—Si tan sólo pudiera verla…

—Cuando hayamos terminado, yo lo arreglaré para que la veas.

—¿Lo promete?

—En el registro, yo prometo que cuando hayamos terminado, vosotros podréis veros.

—¿Y vamos a estar juntos después?

—Mientras yo esté a cargo, podréis estar juntos. Pero tú tienes que contárnoslo
todo, en el registro. Si mientes, se acabó. Vamos a empezar con Zed, el que arrojasteis al
río.

—Vale. Tienes que entender. Todo es cuestión de amor. Nuestro amor es más
grande que cualquier otra cosa en el mundo. Ella—Loo realmente quería venir a Nueva
York. Era su sueño. Y necesitábamos un lugar donde quedarnos, un lugar para vivir aquí.
Ella estaba hablando con este chico, este tipo aquí —Golpeó la foto—. En el bar, y ella
consiguió que le dijera dónde vivía, que vivía solo y todo eso. Se suponía que eso estaba
destinado a pasar, ya ves. Fue el destino. Después de un rato, ella le dijo que le gustaría
ver su casa, y se fueron. A sólo un par de bloques de distancia. Y ella hizo que la puerta se
quedara abierta.

—Está bien —Eve lo apuró—. Eso es bueno. ¿Y luego qué pasó?


—Cuando fui tras ellos, él tenía sus manos por todo su cuerpo. Simplemente provocó
mi furia. No era nuestra intención matarlo tan rápido. Sucedió con rapidez. Íbamos a
mantenerlo allí, ver cómo salía todo, pero él tenía las manos sobre ella, así que lo lastimé
más de lo que quería.

—Pero todavía lo mantuvisteis vivo por un tiempo, ¿no?

—Por poco tiempo, sí. Él tenía que decirnos algunas cosas para que yo pudiera ir a su
ordenador y enviar un correo electrónico a donde trabajaba. Decía que él tenía una
emergencia familiar y tenía que ausentarse por un tiempo. Luego tuvimos que deshacernos
de él, y lo hablamos, así que le cortamos los dedos, debido a las huellas.

—¿Estaba todavía vivo cuando le cortaste los dedos? Recuerda, si mientes, no podré
manteneros juntos a ti y a Ella—Loo.

Darryl se humedeció los labios. —Podría ser que aún estuviera vivo para algunos de
ellos. Y cuando le golpeamos en la cara un poco, pero él murió bastante rápido. Entonces
salí y conseguí algunos ladrillos de este lugar que vi donde tal vez íbamos a quedarnos.
Pero hacía demasiado frío allí para Ella—Loo, así que por eso necesitábamos un lugar real.

—Si vas a empezar una vida juntos, necesitas un lugar.

—Y tú querías el de Zed.

—Fue el destino. Igual que yo y Ella—Loo nos encontrarnos el uno al otro. Así que lo
metimos en una bolsa con los ladrillos, lo atamos, y lo llevamos hasta el río.

—Eso es bueno, Darryl. Decir la verdad va a ser de ayuda. Pero creo que te olvidaste
de algo. ¿Algo que tu y Ella—Loo hicisteis, juntos? Después de que matasteis a Zed, antes
de que arrojarais su cuerpo. ¿Utilizasteis su cama para hacerlo?

Él ahora sonrió ampliamente. —No podíamos esperar por la cama. Teníamos una
necesidad tan poderosa el uno por el otro, y estábamos todos excitados por haberlo
matado tan rápido. El piso es una cama de plumas cuando uno está enamorado.

—Así que... hicisteis el amor —dijo Banner—, en el suelo ¿al lado del cuerpo?

—Luego conseguimos la bolsa y los ladrillos.

Percibiendo la rabia de Banner, Eve le apretó la muñeca por debajo de la mesa. —


Está bien, Darryl, estamos en la pista ahora. Volvamos al principio. No puedes dejar nada
fuera, o no puedo proteger a Ella—Loo. Fue Jansen, en la autopista 12, la primera persona
que matasteis juntos?
—¿Ese tipo en Arkansas? No pensábamos matarlo. Sólo necesitamos un coche, ya que
la camioneta estaba acabada. Ella—Loo consiguió que él se detuviera, pero luego comenzó a
pelear conmigo, y ella tuvo que golpearlo con la barra de hierro, y él cayó con fuerza. Fue
puro accidente esa vez, esa es la verdad. Tuvimos que darle otro golpe o dos, sólo para
estar seguros, entonces lo arrastramos hacia el matorral, y limpiamos muy bien la
camioneta, cargamos nuestras cosas en el coche. Ella—Loo estaba tan excitada, ya sabe.
La sangre y todo eso. Y nos detuvimos un poco más adelante en el camino, y entonces
hicimos el amor...

Su rostro se iluminó, resplandeció. —Fue como montar una estrella fugaz. Sabíamos
que nadie nunca había sentido lo que nosotros. No fue lo mismo cuando lo hicimos de nuevo
al día siguiente, y sabíamos como volver a alcanzar el cielo de esa manera, lo que teníamos
que hacer. Es lo que teníamos que hacer para enriquecernos a nosotros mismos y a nuestro
destino. Lo que era eso, era nuestro derecho al verdadero amor.

—Así que la siguiente vez, vosotros buscasteis a alguien.

—Bueno, la siguiente vez, fue el tipo el que nos encontró a nosotros. Nosotros sólo
habíamos tomado prestada la cabaña, cerca de Silby’s Pond, y este tipo, entra y nos
pregunta lo que estamos haciendo, y nos dice que no deberíamos estar ahí, porque
rompimos el candado. Sólo era un tipo insignificante hablando como si estuviera loco. Así
que le golpeé con el atizador de la chimenea, entonces pensamos que quizás si lo
manteníamos allí, nos tomamos nuestro tiempo con él, podríamos montar esa estrella fugaz
más tiempo. Y lo hicimos. El Señor sabe, que nos montamos en esa estrella.

—Detalles, Darryl, y estos necesitan coincidir con los de Ella—Loo.

Durante las siguientes dos horas, les llevó a través de cada horrible detalle de la
ruta sangrienta a través del país.

Dos veces ella envió a Banner fuera a buscar los refrescos dulces que James
solicitó; y para darle un breve descanso del interrogatorio.

Cuando terminó, ella miró el doble espejo, asintió con la cabeza.

—¿Ya está, Darryl, eso es todo?


—Lo juro por Dios, es todo. Si me dejé algo es porque no me acuerdo o se me
mezcló, eso es todo. Usted va a arreglarlo ahora para que Ella—Loo y yo podamos estar
juntos, de manera que yo pueda ver que nada malo le ocurra a ella.

—El acuerdo se mantiene, siempre y cuando yo esté a cargo.

En el momento justo, Zweck entró con dos agentes que él había contactado. —Darryl
Roy James, está bajo arresto por el asesinato de veintinueve seres humanos, por el
secuestro, por retención forzada y tortura de los mismos. Por el secuestro, retención
forzada y tortura de Jayla Campbell y Reed Mulligan, por el intento de asesinato de Jayla
Campbell y la violación tanto de Campbell como de Mulligan.

—No entiendo. Pensé que ya estaba bajo arresto.

—Por la NYPSD —dijo Eve mientras se ponía de pie.

—Ahora estás acusado de delitos federales, y el FBI por tanto toma la jurisdicción
de todos los asuntos relacionados. Tú estás bajo custodia federal, y serás transportado a
una instalación federal.

—¿Con Ella—Loo?

—Cuando el infierno se congele.

—Pero lo prometiste! —Darryl se volvió hacia Eve—. ¡Usted lo dijo!

—Mientras yo estuviera a cargo —Ella se encogió de hombros—. Ahora no lo estoy.


Hemos terminado —Eve se acercó a Zweck, murmuró algo. Él asintió con la cabeza.

—Reténganlo aquí —ordenó Zweck.

Eve salió con Zweck y Banner mientras Darryl clamaba a gritos por Ella—Loo.

—Peabody y yo nos ocuparemos de ella. Banner, usted no tiene que escuchar todo
esto de nuevo.

—Estoy en esto hasta que se termine. Yo sólo voy a llamar a mi jefe. Quiero hablar
con él, y luego vuelvo para observar.

—¿El mismo juego? –preguntó Zweck mientras Banner se marchaba.

—El mismo juego. Hágame un favor, Zweck. Las máquinas expendedoras me odian.
Consígame una Pepsi.
Cuando ella empezó a sacar créditos, el sacudió la cabeza. —Yo invito. Yo le debo a
usted más de una lata de Pepsi.

—Lo aceptaré —Y ella bebió con fruición, no lo suficientemente profundo para


quitarse las nauseas, pero lo suficiente.

Luego ella volvió a entrar para hacer todo de nuevo, oír todo de nuevo, con Ella—Loo.
Epílogo

Para cuando habían terminado, ella quería una ducha que durara una semana, quería
dormir durante un año.

El recuento de Ella—Loo no varió mucho. Puede que no hubiera sido tan romántico
como el de Darryl, puede que no hubiera cabalgatas sobre estrellas fugaces, pero ella lo
soltó todo.

Un poco fue por miedo; miedo por ella misma ante la idea de estar en un lugar donde
alguien podía hacer con ella lo que ella había hecho a otros. Y un poco fue por su necesidad
enfermiza y terrible hacia el hombre que había encendido ese interruptor asesino dentro
de ella.

Al final, con Ella—Loo forcejeando con las esposas, maldiciendo a Eve, gritando a los
agentes federales que la levantaron y la sacaron, Eve mantuvo su promesa.

Sacaron a Darryl fuera de su sala de interrogatorios al mismo tiempo.

Y ellos se vieron el uno al otro.

—Darryl, Darryl, ayúdame. No dejes que me hagan daño.

Él luchó como un loco, gritando por ella. —¡Ella—Loo! ¡Te amo, Ella—Loo! Te
encontraré. Ellos no nos mantendrán separados.

—¡Te amo, Darryl! Te esperaré. ¡Siempre te esperaré!

Los federales se los llevaron en direcciones opuestas, con el corredor haciendo eco
de sus desesperadas declaraciones de amor.

Zweck le tendió una mano a Eve. —Teniente, si alguna vez necesita algo de mí. lo que
sea, en cualquier momento, lo tendrá.

—Se lo agradezco. Me gustaría saber dónde van a parar.

—En planetas separados, teniente. Eso sí lo puedo prometer.

Cuando él se marchó, Eve se presionó los ojos con los dedos. Cuando ella dejó caer
las manos, se encontró mirando a Roarke.

—¿Todavía estas aquí?


—He ido y venido un par de veces, pero sí —Cuando él le puso sus manos sobre los
hombros, ella le hizo un gesto hacia interrogatorios. Cerró la puerta.

Entonces se permitió a sí misma apoyarse, se dejó abrazar.

—Uno siempre piensa, este es el peor. No puede ser peor que esto. Tienes que
hacerlo así, o no puedes hacer el trabajo. Tienes que pensar que aún sabiendo que va a
haber algo peor. Hasta el momento, este es el peor. Oírlos contarlo, cómo lo disfrutaban,
cómo lo necesitaban, cómo se excitaban con eso; y así era como ellos definían el amor.

—Tu abdicaste a favor del FBI, hiciste el trabajo y les entregaste el resultado a
ellos. Eso es amor. Por las víctimas, por la justicia, por el trabajo. Y esto es amor.

Él la atrajo de nuevo, y puso sus labios sobre los de ella. Un beso largo, suave y
amable que trajo el escozor de las lágrimas a sus ojos.

—Lo sé. Ayuda el oírlo, pero lo sé. Necesito organizarlo.

—Quiero llevarte a casa.

—Todavía no. Necesito contactar con la madre de Kuper, decirle que los
atrapamos.

—Por supuesto. Sí.

—Tal vez ayudarla a cerrar una puerta. Y quiero verificar el estado de Campbell.

—Ella está viva. Tanto Mira como Whitney han estado comprobándolo. Ella es
toda una luchadora —Él la volvió a abrazar, le frotó los hombros—. Está viva, y sus
posibilidades son buenas ahora. Ella no está fuera de peligro, pero sus posibilidades son
buenas. Y no está sola. Ella tiene amigos y familia con ella, al igual que el chico. Mulligan.

—Bueno, vale, bien. Eso es un punto brillante en esta porquería. Y tengo otro.
Deberías venir conmigo. Podrías usarlo, también.

—Me gustan los puntos brillantes.

Ella empezó a abrir la puerta, se volvió a mirarlo. — Sin importar lo que pasó antes,
sin importar lo que venga después, yo sé que es el amor gracias a ti.

Él le tomó la mano libre. — Sin importar lo que pasó antes, sin importar lo que venga
después, eres tú la que me ha demostrado que el amor lo cambia todo. Eleva todo. Lo da
todo.
—Vamos a cenar esta noche, sólo nosotros dos. Sin policías, sólo yo, sin trabajo.
Como una cita, ¿de acuerdo?

—Quieres una cita, ¿verdad?

Esto la sorprendió más a ella que a él. —Realmente la quiero.

—Entonces está mucho más que bien.

Estabilizada otra vez, ella salió con él, y entraron en Homicidios.

—Espera —murmuró a Roarke, y se acercó a la mesa de Baxter.

—Un colosal arresto, Teniente.

—Uno para los libros. Escucha, sé que has estado preocupado por los resultados de
Trueheart, pero he estado algo liada con este par de sádicos asesinos en serie
enamorados.

—Lo entiendo. Él lo está llevando bien. Hemos estado muy ocupados, acabamos de
cerrar el caso que cogimos ayer. Traté de averiguar, pero va a tardar otras veinticuatro
horas.

—¡Eh!. ¿Así que tu realmente piensas que yo dejaría que dos de mis hombres sudaran
durante cuarenta y ocho horas? ¿Piensas que yo no puedo hacer malabarismos con un
contacto, poner un poco de peso en esto?

—¿Lo hiciste? Hey, gracias, Dallas. Puedo…

Él se interrumpió cuando captó la mirada de ella. —¡Ah!, ¡mierda!

—Mira, Baxter, es un examen difícil, y muchos no lo pasan en el primer intento.

—Sí, sí, diablos. Me gustaría ser yo el que se lo diga. Puedo suavizarlo.

—Pensé que deberías. Supuse que deberías ser tú el que le diga a Trueheart que
vamos a tener un nuevo detective en la división. El va a recibir su placa dorada.

—Yo voy a… ¿Qué?

—¿Qué clase de policía no sabe cuando está siendo engañado?

—El pasó.
—Él pasó volando, Baxter. Siéntete orgulloso.

—Mierda. Mierda.

Ella vio la mirada de él cuando se puso de pie. —Trata de besarme, detective, y no te


vas a despertar durante una semana.

—Tengo que besar a alguien. Peabody.

—¿Qué?

Exhausta, ella lanzó una mirada hacia él un segundo antes de que él la arrastrara
fuera de su silla, la inclinara hacia atrás sin problemas, y le diera un saludable beso.

—Hey, hey —finalmente se las arregló ella mientras él la enderezaba otra vez.

—¡Trueheart! —gritó—. Al frente y al centro.

—¿Tenemos un caso? —Trueheart se acercó apresuradamente, serio y brillante en


su uniforme.

—No esta vez. ¡Felicidades, Detective!

—¿Pasé? —la garganta de Trueheart tragó—. ¿Yo lo pasé?

—Volando, según he oído —Él le dio un apretón de manos a Trueheart, luego lo


abrazó—. Buen trabajo, compañero.

—Yo pasé —dijo otra vez, casi como una oración, y cerró los ojos.

Cuando los abrió de nuevo, miró directamente a Eve. Él intercambió masculina


palmada en la espalda con Baxter, mientras los otros policías en la sala aplaudieron. Luego
se acercó a Eve.

—Yo no estaría aquí si no fuera por usted.

–Yo te traje, tú hiciste el trabajo. Felicidades, Detective.

Él le dio un apretón de manos, luego envolvió sus brazos alrededor de ella.

Debido a que él era joven, y este era un momento especial, Eve se lo permitió.

—No abraces a tu Teniente,— le advirtió ella.

—Si señor. No, señor. —Él se separó, riendo.


—En ‘La Línea Azul’, anunció Baxter—. Después del turno. Todo—el—maldito—mundo.
Yo invito. Vamos a agasajar a mi muchacho.

Los aplausos se convirtieron en vítores ante la perspectiva de bebidas gratis.

—No…

Roarke apretó el hombro de Eve para evitar que declinara.

—Hay nada que cualquiera de nosotros preferiría hacer —finalizó.

Él le acarició la espalda mientras los policías se ponían de pie para darle palmadas en
la espalda a Trueheart, estrechar su mano, y tomarle un poco el pelo.

—Te dije que no más policías esta noche —le recordó Eve—. No tienes que hacer
esto.

—Su teniente debe levantar una copa con él, y a mí me gustaría hacer lo mismo.
Tenemos espacio para unos cuantos policías más en nuestro punto brillante. Tengo que
ocuparme de algunas cosas. Te encontraré, al final del turno.

Sí, él lo haría, pensó, viéndolo marcharse. Ellos levantarían una copa por un buen y
joven policía. Tal vez otro por un trabajo difícil, bien hecho. Y luego ellos tendrían una
cita.

No era una mala manera de terminar un largo día.


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