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IN DEATH
¿ESTABA muerta?
Se sentía como un espíritu, libre de ataduras e insustancial.
¿Estaba flotando?
Todo a su alrededor parecía borroso, descolorido, y sin importancia. Tal vez
ella estaba borrosa, descolorida y no era importante mientras el mundo se movía
a su alrededor lleno de color que no podía ver, de sonido que no podía oír.
Si era así, la muerte era lo mismo que la vida. ¿Qué diferencia había, en
realidad? A menos que… ¿Podría la muerte ser una especie de libertad?
¿Pero libertad de qué?
Algo arañaba como pequeñas uñas en los bordes de su mente, una necesidad
de huir, de esconderse. Pero ¿por qué? ¿Por qué?
¿Cuál era el punto de todo esto? ¿De qué necesitaban esconderse los
muertos? Los muertos podían dormir, ¿no era así? Sólo dormir, dormir, dormir.
Sin embargo, ella sentía como si acabara de despertarse, todavía aturdida y
confusa.
Deambulaba. Desconcertada, sí, pero indiferente, y preguntándose si había
alcanzado el cielo o el infierno. Había algo curiosamente familiar en los colores
desteñidos y las formas borrosas. Colores repentinamente tan fuertes que le
herían los ojos, formas tan agudas que bien podrían cortar.
Entonces volvieron a perder el color y a ponerse borrosas, y había consuelo
en ello. Un consuelo extraño y tranquilo.
Pero… percibió un perfume, sí, sí, el intenso y fúnebre aroma de los lirios.
Sangre. Lirios y sangre, con seguridad eso significaba muerte.
Debería quedarse allí tendida, seguir acostada y dormir. Echarse y
simplemente irse. Con seguridad alguien vendría a decirle adónde ir después,
qué hacer después. Un ángel. O un demonio.
Debido a que la idea de que fuera uno de ellos, la imagen que apareció en su
mente era una mezcla de ambos que la hizo estremecerse. Ella no se recostó.
¿Podían temer los muertos?
Se detuvo cuando llegó a una puerta, se la quedó mirando. ¿Fuera o adentro?
¿Dentro o fuera? ¿Acaso importaba?
Vio una mano estirarse hacia el pomo. ¿Esa era su mano? Algo estaba mal
con ésta. Sangre y lirios. Algo estaba mal con el pomo. Este se movió,
escabulléndose de su agarre, derecha, izquierda, arriba, abajo.
Una especie de juego, pensó, sonriendo un poco. Jugaría.
La mano se alargó hacia el pomo, se retiró. Volvió a alargarse, se movió
hacia la derecha, y luego hacia la izquierda. Entonces se cerró alrededor del
escurridizo pomo. Entonces rio con un sonido que era débil y bajito, y muy, muy
lejano.
La puerta se abrió; pasó a través de ella.
El mundo de los muertos era brillante y oscuro. Rindiéndose, entró a él.
* * *
Todo lo que Eve quería en el mundo era quitarse la excusa de vestido y los
tacones rompe-tobillos que estaba usando. Había cumplido con su deber, y
consideraba que se había ganado una gran marca roja en la columna del lado
positivo de las Reglas Matrimoniales al engalanarse y maquillarse para una
noche de hacer el papel de esposa del dios de los negocios.
¿Quién había inventado el baile invernal de caridad? Se preguntaba. Las
personas cuerdas querían quedarse en casa con ropa caliente y cómoda cuando
febrero asomaba su fea cabeza congelada. Incluso los no tan cuerdos estaban
mayormente reunidos en alguna parte, cerca de las dos de la madrugada en una
noche glacial, lo cual era el motivo por el que no había tenido una excusa para
no cumplir con su deber marital.
Tal vez el 2061 había comenzado con un estallido, casi literalmente en el
sentido profesional, y había seguido con asesinato y caos.
Pero el asesinato se había tomado un respiro, lo cual había liberado tiempo y
espacio para tres días realmente agradables de playas calientes y sexo más
ardiente en la isla privada de Roarke. Y si eso tenía que continuar con un
elegante baile con ropa lujosa, bueno, eso ya estaba tachado ahora.
Pero cuando llegara el lunes, estaría de vuelta en el ruedo, llevando botas y
ropa razonable. Llevando su placa y su arma.
No es que no tuviera la placa y el arma con ella, metidas en el tonto y
brillante bolso. La Teniente Dallas siempre llevaba su placa y su arma.
Por fin se deslizó dentro del coche, ya caliente, y contempló el elegante hotel
East Side, su decoración de salón de baile obsesivamente invernal, y la
muchedumbre en el interior, felizmente por el espejo retrovisor.
Roarke se inclinó hacia delante, le cogió la barbilla en su mano, pasando el
pulgar sobre la leve hendidura mientras la besaba. “Gracias.”
Aquí estaba ella, pensó Eve, mirando los indómitos ojos azules de un hombre
conjurado por los dioses en un día particularmente generoso, y ella había estado
rezongando internamente durante la mayor parte de la noche.
Eso, decidió, violaba el espíritu, si no la letra, de aquellas Reglas
Matrimoniales.
“Estuvo bien.”
Él se rio, la volvió a besar antes de alejarse del bordillo. “Odiaste nueve de
cada diez minutos pasados allí dentro.”
El humor y los ecos de Irlanda se filtraron en su voz, el acompañamiento
perfecto para ese rostro maravilloso enmarcado por una melena de cabello negro.
Los dioses, decidió, habían optado por mezclar todos los mejores elementos
de guerrero, poeta, ángel, de la variedad de los caídos para añadir algo picante, y
luego decidieron que él amaría a una antisocial policía de homicidios.
Imagínate.
“Tal vez siete y medio de cada diez. Fue agradable ver a Charles y a Louise,
y a los Mira. Estuve bien, ¿verdad?”
“Perfecta.”
“Perfecta mi culo.” Lo desestimó con un resoplido. “Tal vez no me oíste
decirle a esa mujer con el pelo como una torre de crema batida” Eve lo imitó
haciendo girar un dedo sobre su propio pelo castaño corto, “que no, que yo no
quería presidir su comité para reintegrar a delincuentes rehabilitados a la
sociedad porque estaba muy ocupada metiendo a los delincuentes en prisión.”
“Te oí, y estuve agradecido, cuando ella se puso a explicarte cómo la policía
estaba demasiado enfocada en castigarlos en lugar de reintegrarlos, de que te
reprimieras de darle un puñetazo.”
“Lo pensé. Puedes apostar tu buen culo a que si uno de sus delincuentes se
acercara, la golpeara en su cabeza de crema batida y huyera con los brillantes
que llevaba, no estaría sermoneándome acerca de cómo la ley necesita tener
corazón, compasión y clemencia.”
“Ella nunca ha estado parada al lado de un cuerpo o ha tenido que decirle a
alguien que la persona que ama se ha ido. Y por eso no tiene idea del corazón y
la compasión que esos deberes requieren.”
“Sí, bueno, no la golpeé, ni a nadie.” Un poco ufana por ello, se acurrucó con
más comodidad en el asiento. “Punto para mí. Ahora podemos ir a casa, y
quitarnos estos trapos.”
“Disfruté viéndote en tus trapos casi tanto como disfrutaré quitándotelos.”
“Y podemos dormir hasta tarde mañana, ¿verdad? Holgazanear por ahí como
un par de babosas y…” Se interrumpió cuando su habitual escaneo de la calle se
focalizó. “¡Jesús! ¡Para!”
Él la había visto un instante antes de que la mujer bajara a la carretera y
quedara iluminada por sus luces frontales.
Desnuda, ensangrentada, con los ojos muy abiertos y vacíos como lunas, la
mujer continuó caminando.
Eve saltó fuera del coche, empezando a quitarse el abrigo, pero Roarke se le
adelantó y envolvió el suyo alrededor de la mujer.
“Está a punto de congelarse,” le dijo a Eve. “Ahora estarás bien,” empezó él,
y la mujer alzó una mano helada hacia su rostro, y presionó.
“¿Eres un ángel?” preguntó ella. Entonces esos ojos tan abiertos se pusieron
en blanco mientras se desplomaba.
“Llévala al coche. ¿Hay una manta en la parte trasera?”
“En el maletero.” Él llevó a la mujer al coche, la acostó en el interior
caldeado mientras Eve agarraba una manta.
“Me quedo aquí atrás con ella. Tírame ese estúpido bolso. El hospital más
cercano es el St. Andrew's.”
“Lo sé.” Él le lanzó a Eve su bolso, se puso tras el volante, y arrancó.
Eve sacó su enlace y contactó con el hospital. “Aquí Dallas, Teniente Eve.”
Dio su número de placa. “Estoy llevando a una mujer no identificada, en sus
veintes, lesiones no determinadas, pero está inconsciente, en shock, y
probablemente con principios de hipotermia. A cinco minutos de distancia.”
Consideró la velocidad de Roarke. “Puede que tres.”
Utilizó el enlace para tomar una foto del rostro de la mujer, de lo que ahora
veía que eran marcas de ligaduras alrededor del cuello.
“Alguien la golpeó, la estranguló, y, las probabilidades de violación son
altas. Tiene algunos cortes, múltiples abrasiones, pero no creo que toda esta
sangre sea de ella.”
“No puede haber estado deambulando en ese estado mucho tiempo. No sólo
porque apenas estamos en grados de un sólo dígito, sino porque alguien la habría
visto.”
“Sangre en su cabello,” murmuró Eve, palpando. “Recibió un golpe en la
parte de atrás de la cabeza.” Deseando haber agarrado su equipo de campo, hizo
un examen visual de las manos, las uñas. Entonces alzó la vista cuando Roarke
giró hacia el desvió para Emergencias.
No les había avisado con suficiente antelación, pero dos doctores o
enfermeros, quién lo sabía, estaban fuera con una camilla. Eve abrió la puerta
incluso mientras Roarke frenaba. “Está aquí atrás. Ha sido estrangulada, soga o
bufanda, tiene una herida en la cabeza, probablemente con un objeto
contundente. Necesita un equipo de violación.”
Mientras hablaba, Eve se puso fuera del camino mientras ellos transferían a
la mujer a la camilla. La llevaron dentro corriendo, con el que apenas parecía lo
bastante mayor para pedir una bebida legal impartiendo órdenes.
“No se vayan.” Él volvió la cabeza hacia Eve y Roarke. “Necesito cualquier
información que tengan.”
Se precipitaron a través de las puertas de una sala de reconocimiento en
donde más médicos esperaban. “¡A la de tres!”
A la de tres movieron a la mujer inconsciente de la camilla a la mesa.
“La temperatura interna es de treinta y tres grados” gritó alguien sobre el
resto.
“Sacaré el coche del camino” le murmuró Roarke a Eve. “Y regreso
contigo.”
Intravenosas, mantas térmicas, agujas, inyecciones.
Dios, odiaba los hospitales.
“Dígame lo que sabe.” El doctor, asumió Eve, miró brevemente a Eve
mientras trabajaba.
No parecía ser mayor que su actual paciente, con una melena suelta de
cabello castaño rizado alrededor de un agraciado rostro endurecido por la barba
incipiente después de una larga noche y las sombras de fatiga bajo sus claros
ojos azules.
“Ella bajó a la carretera en Carnegie Hill. Tal cual la ve usted ahora.
Caminando como si hubiese bebido demasiadas copas, conmocionada, con
dificultad para hablar. Le preguntó a mi esposo si era un ángel, y entonces quedó
inconsciente.”
“Temperatura interna en treinta y cuatro grados, y subiendo.”
“Necesito que le embolse las manos,” dijo Eve. “Después de que consiga sus
huellas. No toda esa sangre es de ella.”
“Sólo permítame terminar de salvarle la vida primero.”
Eve les dio espacio, manteniendo sus ojos sobre el rostro de la mujer.
Joven, muy atractiva bajo las magulladuras. Raza mixta, algo de asiática,
algo de negra. Constitución delgada, no más de cincuenta kilos, estatura un poco
más de metro y medio. Uñas manicuradas de un tono rosa muy pálido, lo mismo
las de los pies. Orejas perforadas pero sin aretes. Ningún tatuaje que hubiera
visto. Cabello negro largo casi hasta la cintura, enredado y con nudos.
Salió de la sala y comenzó a ejecutar un reconocimiento facial con la foto
que había tomado en el coche. Podría no funcionar, lo sabía, considerando los
golpes que ese rostro había recibido.
Levantó la vista cuando Roarke caminaba hacia ella, con su equipo de
campo.
“Pensé que querrías esto.”
“Así es, gracias. Si no recupera la consciencia cuando ellos hayan terminado,
necesito sus huellas digitales para identificación. Va a venir de esa área en
general. Tiene las manos y la piel de alguien con suficiente dinero para pagar por
un buen cuidado, y no hay posibilidad de que ella haya caminado varias
manzanas. De manera que vive o trabaja en el área de Carnegie Hill, o estaba allí
cuando fue atacada.”
Lanzó una mirada hacia las puertas de la sala de reconocimiento. “Por la
sangre que la cubre podría decir que se defendió, pero no veo ninguna lesión
defensiva. No hay sangre o piel debajo de sus uñas, al menos no que se vean a
simple vista.”
“A ti te preocupa que alguien estuviera con ella, que alguien más fuera
atacado.”
“Tengo que considerarlo como una posibilidad. Si ella se escapó, el otro…”
Se interrumpió cuando las puertas se abrieron y el doctor salió. “Sus signos
vitales están estabilizados, y su temperatura interna ha subido a más de treinta y
cinco. La herida de la cabeza es la más severa de sus lesiones, lo cual incluye
múltiples contusiones faciales y laceraciones, magulladuras abdominales,
algunos cortes que parecen heridas de cuchillo superficiales. Tiene una
conmoción cerebral. Fue violada, más de una vez, y violentamente. Usted tendrá
allí su equipo. El caminar como borracha y la dificultad para hablar son
probablemente por la hipotermia y el shock. Estamos ejecutando un
toxicológico, pero eso es lo más probable.”
“Necesito sus huellas. No toda es su sangre,” le recordó Eve antes de que él
pudiera objetar. “Alguien más podría estar allí fuera en la misma condición que
ella. Si la identifico, tal vez eso nos lleve a salvar la vida de alguien más esta
noche.”
“Lo siento, no pensé en ello.” Se frotó los ojos. “Turno doble.”
“Lo entiendo.”
“Otra vez me disculpo. Usted probablemente le salvó la vida trayéndola aquí
tan rápido. Con toda seguridad la salvó de un daño cerebral. Dr. Nobel. Del
Nobel.”
Eve aceptó su mano. “Dallas. Teniente Dallas. Roarke.”
“Sí, lo reconocí hace como dos minutos.” Le devolvió el apretón de manos a
Roarke.
“Bonito vestido,” le dijo a Eve.
“Estuvimos en una reunión.”
“Espero que su tintorería pueda sacarle la sangre. Vamos a conseguir su
identificación. Probablemente alguien está preocupado por ella.”
Ellos volvieron a entrar. “Quiero fotos de las lesiones,” dijo Eve. Pero la
identificación venía primero.
Se dirigió hacia un lado de la mesa, sacó su identificador de huellas, presionó
gentilmente los dedos de la mujer.
“Vale. Strazza, Daphne, veinticuatro años. Tengo una dirección
aproximadamente a dos manzanas de donde la encontramos. Casada con…”
Ella levantó la vista, vio el rostro de Del. “Usted la conoce.”
“No, nunca la conocí. Pero conozco a su esposo. Todo el mundo en este
hospital conoce a Anthony Strazza. Jesús. ¿Es la esposa de Strazza?”
“Mantengamos eso en secreto hasta que yo pueda… ella está despertando.”
Eve vio las largas y oscuras pestañas parpadear. Entonces los ojos,
almendrados e impresionantes, de un suave color verde, se abrieron. Miraron
ciegamente.
Del alzó una mano para detener a Eve mientras él se inclinaba sobre Daphne.
“Usted está bien. Está en el hospital. Nadie va a hacerle daño. Usted está a salvo
ahora.”
Aquellos ojos se dispararon alrededor de la sala. Cuando su respiración
comenzó a agitarse, Del le tomó la mano. “Usted está bien,” repitió él. “Soy un
doctor. Usted está a salvo. Voy a darle algo para el dolor.”
“No, no, no.”
“Vale, vale, esperaremos para eso.” Su voz se mantuvo tranquila, calmada. Y
aunque los monitores mostraban el gráfico de sus signos vitales, Eve notó que él
ponía sus dedos en la muñeca de ella, tomándole el pulso a la manera antigua.
“Sólo quiero que usted se relaje,” continuó, “que respire lentamente. ¿Puede
usted decirnos qué le sucedió?”
“Yo estaba muerta. Creo que estaba muerta.”
Su mirada aterrizó en Eve. “¿Usted estaba allí?”
Eve se acercó. “¿Qué es lo que recuerda?”
“Yo… me fui. O el mundo lo hizo.”
“Antes de eso. ¿Puede usted recordar antes de eso?”
“Estábamos cenando, una velada. Cena para cincuenta a las ocho, con
cocteles empezando a las siete y media. Llevaba el Dior con el borde de perlas
incrustadas. Servimos medallones de langosta, ensalada de vieiras asadas y sopa
de calabaza de invierno, entrecot y alevines asados con romero, con espárragos
blancos y verdes. Croquembouche y café. Los vinos eran…”
“Eso está bien, ¿qué sucedió después de la cena?”
“Nuestros invitados se marcharon a las once y media. Si yo lo hubiese
planeado mejor, ellos se habrían marchado a las once. Mi esposo tiene rondas
por la mañana. Está muy ocupado. Es un cirujano, tan respetado, tan talentoso.
Normalmente nos iríamos a dormir después de que se fueran los invitados, y
después de que los droides de la casa limpiaran. Nos iríamos a dormir, y…”
Su respiración volvió a entrecortarse. Esta vez Eve le agarró la mano antes
de que Del pudiera interferir. “Usted está a salvo, pero necesita contarme qué
sucedió cuando se fueron a dormir.”
“Alguien en la casa.” Lo susurró como si fuera un secreto. “No era un
invitado. No. Esperando. Un demonio, ¡es un demonio! Su rostro es el de un
demonio. Mi esposo… él cayó. Él cayó y el demonio se rio. No lo sé. No lo sé.
Por favor. No lo sé.”
Empezó a sollozar, acurrucándose tratando de hacerse un ovillo.
“Se acabó,” le espetó Del a Eve. “Ella necesita descansar. Dele algo de
tiempo.”
“Voy a revisar debajo de sus uñas. Si tiene un pedazo de quien le hizo esto,
lo necesito.”
“Hágalo rápido.”
La visión con los microlentes no mostró nada, pero tomó sus herramientas y
raspó gentilmente. Nada.
“O no se defendió, o no tuvo la oportunidad de hacerlo.” Eve estudió las
marcas de las ligaduras en las muñecas. “Si le cuenta cualquier cosa más,
necesito saberlo. Regresaré en unas cuantas horas, y voy a asignar a un oficial
para que se quede en su habitación.”
Eve salió con Roarke.
“¿Estas asignando a alguien para mantener a alguien fuera, o para mantenerla
a ella dentro?”
“Todavía no lo sé.” Sacó su enlace mientras caminaban. “Vayamos a
chequear a Anthony Strazza.”
No eran exactamente los planes para terminar la noche que habían esperado,
pensaba Eve mientras hacía una rápida investigación sobre los Strazza durante la
corta travesía.
El cirujano era más de veinte años mayor que su esposa, su segunda esposa,
notó Eve. La esposa número uno, divorciados hacía cinco años, actualmente
vivía en Australia y no se había vuelto a casar.
La actual esposa, durante tres años, había sido una estudiante y planeadora
de eventos a medio tiempo (o asistente de planificación) cuando se casaron. No
aparecía una actualización de empleo.
De acuerdo con el perfil de las esposas trofeo, Eve suponía que Daphne
estaba a la altura. Joven, bella, cuando su rostro no estaba golpeado.
Probablemente una excelente anfitriona con su inclinación a la planificación de
eventos.
Eve se preguntaba, aunque ella era la primera y única esposa de Roarke, si
alguien la consideraba un trofeo.
Le echó un vistazo mientras él maniobraba en el espacio para estacionar
fuera de la casa de ladrillo rojo en donde vivía Strazza.
“No conseguiste un trofeo brillante.”
“Estoy encariñado con los trofeos brillantes,” dijo él. “¿Por qué no conseguí
uno?”
“Por tu propia culpa. Hablando de trofeos, yo estaría en la categoría de los
abollados y sin brillo.”
“Para nada. Además, tú no eres un trofeo.”
Ella salió, a la calle en los estúpidos y sofisticados zapatos. “¿Eso es un
cumplido?”
“Es la verdad. Si hubiese querido un trofeo, tendría uno, ¿no es así?” Él le
tomó la mano, frotó con su pulgar el anillo de boda de ella. “Prefiero a mi
policía. Estás pensando en Daphne Strazza, y la diferencia generacional de edad
con su esposo.”
“¿Cómo lo sabes? Tú no has tenido tiempo de hacer una investigación.”
“Bastante simple, ya que Strazza es un cirujano de cierta reputación, y el
nombre hace sonar la campana. Debe de ser veinte años o más mayor que ella.”
“Veintiséis. Segunda esposa. La primera, casi de su edad, divorciados
después de cerca de doce años. Vive en Australia, en un rancho de ovejas, lo que
está bastante lejos de Nueva York y de veladas en mansiones en el Upper East.”
Estudió la casa. Tres pisos de elegancia antigua, al estilo de Nueva York.
Strazza había unido dos casas en una, ensanchando una entrada para resaltar la
principal con talladas puertas dobles. Ventanas altas y estrechas, con pantallas de
privacidad para la noche, lucían como ojos vacíos en sus marcos de madera
oscura. Un par de puertas de cristal en el segundo piso llevaban a una especie de
balcón de Julieta con una estilizada S en el centro de la barandilla.
El mismo trabajo en hierro flanqueaba los tres peldaños que llevaban de la
acera a la entrada.
Y allí, notó Eve, él tenía seguridad de tecnología punta.
“Cámara, dispositivo para palmas, intercomunicador, doble pasada de
tarjeta,” dijo mientras se aproximaban. “Él pagó por la apariencia dignificada,
pero tiene un par de cerrojos policiales de alta calidad aquí. Audio, visuales, y
alarmas de movimiento.”
“En aquellos días, ésta es justo la clase de casa en la misma clase de
vecindario que yo hubiera tenido como objetivo.” El pensar en aquellos días
como ladrón trajo una nostálgica sonrisa a sus labios. “Es tranquilo, bien
asentado, ¿y en el interior? Allí es donde están todas las golosinas. Arte, joyería,
así como dinero en efectivo.”
“Si volviéramos a esos días, ¿cuánto te tomaría comprometer la seguridad?”
Con el cabello volando al viento, Roarke ladeó la cabeza para estudiar los
cerrojos. “¿Con la debida diligencia apropiada y preparación? Dos o tres. Diría
yo. Posiblemente más cerca de dos.”
“Minutos.”
“Por supuesto.”
Él no estaba alardeando, reflexionó ella. Sólo establecía un hecho.
Eve tocó el timbre. Esperaba una respuesta computarizada, pero no recibió
nada en absoluto.
Volvió a tocar. “Yo llamaría a eso un lapso de seguridad. Ninguna
advertencia, ninguna respuesta del sistema, ningún intento de escanear.”
Mientras esperaban, Roarke sacó su computadora personal, ejecutó una
revisión propia. “El sistema no funciona,” le dijo a Eve. “Desactivado, y la
puerta, Teniente, está desbloqueada.”
“Mierda.” Ella sacó su arma y placa del bolso, arrojó el bolso a la escalera de
entrada, enganchó la placa a su abrigo. Y no se sorprendió, mientras también
enganchaba una grabadora a su abrigo, cuando Roarke sacó un arma de una
funda tobillera.
“Espera. Grabando. Dallas, Teniente Eve, y el consultor experto civil Roarke
entrando a la residencia sin seguridad de Anthony Strazza. Dos intentos de
contactar no obtuvieron respuesta. Hay motivos para creer que Strazza está
herido o bajo coacción. He armado al civil.”
Barrió el vestíbulo. En lo alto un candelabro blanco y plata de forma libre
dejaba caer una luz opaca, e iluminaba gotas y manchas de sangre en los suelos
de mármol blanco.
“Encontramos sangre, y huellas de pies en ella. Pies descalzos,
probablemente los de Daphne Strazza.”
Le hizo un gesto a él hacia un lado, y ella fue hacia el otro, cada uno gritando
“¡Despejado!” conforme barrían cada habitación.
No necesitaba que Roarke le dijera que alguien se había marchado con
algunas chucherías. Divisó un par de nichos de pared vacíos, y los restos de la
cena de los que ningún droide se había ocupado.
Regresaron al punto de partida, comenzaron a subir al segundo piso, una vez
más se separaron.
Captó el olor mientras caminaba hacia la habitación alineada con el balcón,
la que tenía las blancas puertas dobles abiertas.
Sangre, muerte… y flores.
Encontró las tres en la espaciosa suite con su ancha cama flanqueada de altos
postes de oro bruñido. Al igual que el piso, gotas y manchas de sangre
arruinaban las blancas sábanas anudadas. Una silla con acabado dorado yacía
con el respaldo roto y arrastrando cinta adhesiva, ensangrentada y desgarrada.
Lirios blancos aplastados nadaban en un charco de sangre, los pétalos
machacados se extendían sobre la alfombra blanca y dorada.
Un gran jarrón de grueso cristal roto había derramado sus flores y agua sobre
la alfombra y yacía manchado con sangre y materia gris.
Más sangre en el pie de cama, en el borde en donde la madera se unía al
poste, y lo que parecían borrosas huellas de manos, rojas contra el blanco de la
alfombra.
En medio de la sangre, Anthony Strazza yacía como un penitente en el altar,
con los brazos y piernas extendidos. Todavía completamente vestido, llevaba un
traje gris oscuro con una camisa de un gris más claro. Gemelos abrochados en
sus muñecas. Su rostro, apenas reconocible, mostraba rojo y púrpura por una
paliza en lo que Eve podía ver.
La sangre apelmazaba su pelo rubio oscuro en donde ésta se había filtrado y
corrido desde las heridas abiertas en la parte trasera de su cráneo.
“¡Tengo un cuerpo!” gritó Eve.
Roarke se le unió, parándose en el umbral con ella.
“Nadie hace esto para robar sin llevarse todo lo que sea fácilmente
transportable.”
“Tal vez se les fue de las manos,” dijo Eve. “Todavía tenemos que revisar el
tercer piso.”
“Por qué no haces eso, ya que ambos sabemos que quienquiera que hizo esto
hace rato que se marchó. Yo iré fuera y traeré tu equipo de campo.”
Hacía rato que se habían marchado, estuvo de acuerdo Eve, pero el
procedimiento era el procedimiento por una razón. Revisó el último piso, el
despacho de Strazza, un baño, una especie de sala de comunicaciones de estilo
contemporáneo y masculino, una reluciente cocina automática, un bar completo,
una segunda estación de trabajo…
Y una caja de seguridad abierta empotrada en un pequeño gabinete.
Bajó mientras Roarke subía.
“Una caja de seguridad casi vacía en el tercero. En un primer vistazo ésta no
parece comprometida. Creo que un asaltante le sacó el código a golpes a Strazza,
pero podrías revisarlo.”
Miró hacia sus zapatos, tacones de aguja adheridos a sus pies por un grupo
de tiras brillantes. Resignada, se los quitó, selló sus pies descalzos, sus manos, le
entregó a él la lata de sellador. “No he revisado los armarios o el baño principal.
¿Por qué no te sellas y haces eso? Necesito identificar oficialmente a la víctima e
informarlo.”
“Vas a levantar temprano a Peabody, supongo.”
“Nunca es temprano cuando eres un policía. Necesito ropa de verdad,
maldita sea.”
“Yo me ocuparé de eso.”
“¿Cómo?” Demandó cuando él puso la lata de vuelta al equipo.
“Levantando temprano a Summerset.”
Pensó en el mayordomo de Roarke, su dolor en el culo. “Pero…”
Divertido ante su esperada reacción, Roarke pasó un dedo sobre su hombro
desnudo antes de entrar al dormitorio. “Es tu elección, hacer lo que haces con
más comodidad o en un atuendo formal.”
“Maldita sea. Ropa. Y botas. Y mi abrigo usual. Y…”
“Él sabe lo que tiene que enviarte. Otra caja de seguridad en el armario, el
armario de él, abierta y vacía.”
Eve dejó su abrigo a sus espaldas, caminó sobre la manchada alfombra, se
arrodilló en su alegre vestido plateado y rojo. La falda consistía en docenas de
delgados paneles flotantes que giraban como cintas cuando caminaba y exponían
una larga longitud de pierna. Tiras, tan delgadas y brillantes como aquellas de
sus zapatos descartados, se cruzaban sobre su espalda desnuda.
Presionó los dedos muertos en su dispositivo de identificación.
“Identidad de la víctima verificada como Anthony Strazza, de esta
dirección.” Sacó un calibrador. “Hora de la muerte, la una y veintiséis. Causa de
la muerte para ser determinada por el Médico Forense, pero de acuerdo al
examen visual de la primaria, lo más probable es que sea por fractura del
cráneo.”
“Eso sería todo,” dijo Roarke desde detrás. “No hay caja de seguridad en el
armario de la esposa. Sugeriría que la que está en el armario de él es lo bastante
grande para guardar la joyería de ella y cualquiera que él pudiese haber tenido. Y
voy a echar un vistazo a la del piso de arriba.”
“Revisa la cinta de seguridad primero, ¿sí? Probablemente la borró o la
comprometió, pero podríamos tener suerte. Y las puertas y alarmas.”
“Como un consultor experto, tendría que decir que el robo no fue el punto
aquí, o no el principal.”
“No, sólo un bono realmente grande para rematar la violación y el
asesinato.” Empezó a ir por su enlace. “Maldita sea. Mi enlace está en esa cosa
brillante.”
“No, está en tu equipo de campo, y la cosa brillante ahora está vacía en el
coche.”
“Oh, sí, aquí está. Gracias. Voy a decirle a Peabody que traiga a McNab, ya
que este lugar está cargado de electrónicos. Podrías irte a casa, dormir algo.”
Cuando él simplemente alzó las cejas, ella se encogió de hombros. “O no.”
“O no. Puedo decirte que el… intruso aporreó los componentes en la sala de
seguridad. Como yo estaba despejando no miré más allá de eso, o a los droides,
un trío de droides domésticos, también aporreados.”
“A él le gusta la violencia, animada o inanimada. Lo que sea que puedas
conseguir.”
“Veré lo que puedo hacer.”
Sola, Eve bajó la mirada al cuerpo, pensó acerca de lo que sólo un humano
podía hacerle a otro.
Y llamó para reportar.
Capítulo 2
PODÍA tomarse una media hora, se dijo, con él, la pizza y el vino. Y hablar
de cualquier cosa menos de asesinatos.
“¿Así que el centro juvenil está progresando?”
“Así es. Deberíamos hacer un recorrido, tú y yo. Puede que tengas algunas
ideas sobre los detalles más finos mientras nos movemos en esa dirección.”
“A ellos no les importará eso, a los chicos que van allí. Se preocuparán de
tener un techo sobre sus cabezas, y una cama decente donde dormir, una comida
decente.”
La cual podría incluir pizza regularmente, pensó Eve.
“Sé que es más que eso,” añadió. “La orientación, la educación, y el
entrenamiento, la oportunidad de llegar a ser algo distinto a un saco de boxeo, o
un adicto, o un delincuente. A ellos no les va a importar de qué color pintes las
paredes, o la forma del sofá o la mesa.”
“Quizá no, pero al vivir rodeados de un espacio en el que se cuidan esos
detalles, puede que estén más inclinados a que les importe su forma de vivir, de
cuidar el lugar en el que viven.”
Él le acarició la mano. “Y algo más,” continuó, “puede que hagan la
conexión de que alguien se preocupó lo suficiente de ellos como para añadir los
pequeños detalles.”
“Es un punto. Un buen punto,” decidió ella. “Puedo garantizar que les va a
importar el tamaño de la pantalla en la sala de comunidad, y qué video juegos se
les permite jugar.” Sonrió mientras le daba un bocado a la pizza. “Y van a
quejarse por las clases, las asignaciones, las tareas.”
“Lo cual los haría normales, ¿no es así?”
“Eso es exactamente cierto. Y eso es lo que estás haciendo. Dándoles una
oportunidad de ser normales. Es algo grande, Roarke. Me gustaría un recorrido.”
“Bien, lo programaremos. Me gustaría mucho que vieras en lo que se está
convirtiendo.”
Pensó en las chicas que habían encontrado allí, aquellas chicas muertas hacía
mucho tiempo. Y sabía que él siempre pensaría en ellas, también. “¿Cuándo
crees que abrirán?”
“Estamos planeándolo para primavera. Para mayo, si todo continúa yendo
bien. Ya hemos contratado algunos del personal clave, y estamos entrevistando e
investigando a otros.”
“Te mueves rápido, campeón.”
“Si no lo hiciera, podría ser que no estuviéramos aquí sentados comiendo
pizza y vino.”
“Seguro que podríamos.” Dio otro mordida. “Te habrías puesto al día
conmigo eventualmente.”
Él se rio, tomó una segunda tajada. “Tu dolor de cabeza se fue.”
“Sí, así es.”
Y porque se había ido, y debido a todo lo que tenía, justo allí, le añadió un
poco más de vino a su copa y disfrutó del momento.
Después de la comida, se fue directamente al café. El trabajo, las horas por
delante serían largas y tediosas. Las conclusiones a las que sus instintos la
dirigían tenían que ser puestas de lado.
Hechos y evidencia, se recordaba a sí misma. El instinto no era suficiente.
“¿Cuál es mi asignación?” le preguntó Roarke.
“Hemos seleccionado nombres de las listas de invitados y del personal de la
gala. Hombres que encajan con los elementos del perfil de Mira, refinándolos un
poco. La probabilidad, dada la actual evidencia y declaraciones, es de más del
noventa por ciento de que él estuviera allí. Es posible que se hubiera metido a la
gala sin invitación, y que no esté en ninguna de las listas, pero ahí es donde
empezamos.”
Ordenó la lista que Peabody le había enviado en su pantalla de pared. “Esta
es mi parte. He acortado el promedio de edad que Mira perfiló. Estoy
razonablemente segura de que él está más cerca de los treinta que de los
cincuenta, a no ser que estos individuos encajen en lo que ella perfiló. Vamos a
investigar en profundidad cada nombre. Familia, educación, viajes, finanzas,
cualquier delito aunque sea menor, incluyendo multas de tráfico. Historias
médicas que podamos conseguir, y por ahora, nada de piratear.”
“Teniente,” dijo él con tristeza. “Eres una aguafiestas.”
“Por ahora,” dijo otra vez. “Terminamos con esta lista, y voy a pelear por una
orden para investigar más hondo, por archivos sellados, por todo. Conexiones al
teatro o pantalla, cualquier cosa que incluya el nivel de maquillaje y vestuario
que el sospechoso desconocido usa, eso es un gran bono si lo encontramos. Lo
mismo con algún interés en trabajo electrónico.”
“Ya que esos dos pueden simplemente ser pasatiempos, sería algo que no
aparecería en la información.”
“Eso es. Te voy a dar los primeros cinco.”
“Parecen un montón de nombres para el perfil.”
“Algunos de ellos estaban casados o cohabitaban en el momento de la gala, y
ahora no lo están. Los estamos chequeando. Algunos son personal que, aunque
no estaban asignados específicamente para la gala, podrían tener un acceso fácil.
Peabody añadió esos, y no está equivocada.”
“Empezaré en mi oficina. Necesito hacer varias cosas a la vez durante la
siguiente hora o algo así. Después puede que me una a ti aquí.”
Eve se puso a trabajar. Era rutinario, tedioso, pero rutinario, con un ritmo que
conocía bien. En menos de treinta minutos había eliminado dos nombres, uno,
como pudo confirmar había estado en Río la noche en que los Patrick habían
sido asaltados, y el segundo había estado involucrado en un accidente vehicular
el día del ataque de los Strazza, y todavía se estaba recuperando de un fractura
de tobillo y otras heridas.
Siguió adelante, descartando, marcando para una investigación más
profunda.
Cuando Roarke entró, acababa de programar más café mientras estudiaba al
siguiente sujeto.
“Este tipo fue a la escuela de payasos. ¿Por qué hay una escuela de payasos?
¿Por qué hay payasos?”
“Alguien tiene que hacernos reír.”
Ella desvió la mirada hacia su rostro. “¿En serio?”
Él se encogió de hombros. “Mientras que algunos temen a los payasos,
muchos más los encuentran infinitamente entretenidos.”
“Este tipo suplementa sus ganancias en servicios de comida vistiéndose con
disfraces raros para fiestas y beneficencias. O sus ganancias en servicios de
comida suplementan sus presentaciones como payaso. Difícil de decir. Pero ahí
tienes maquillaje, disfraces y una propensión a hacer que la gente se cague de
miedo.”
“Algunas personas.”
Sinceramente impactada, lo miró con la boca abierta. “¿A ti te gustan los
payasos?”
“Gustar es una palabra fuerte en este contexto.” Tomó el café de ella.
“Asumo que el payaso está en la lista de sospechosos.”
“Puedes apostar tu trasero.”
“Yo tengo uno de los cinco que merece una investigación más profunda. Los
otros los he eliminado, por razones que he detallado en el memo que te envié.”
“Bien, yo tengo tres de los nueve.”
Roarke levantó una ceja. “Tú eres más rápida en esto.”
“Yo soy la policía.” Y un ser humano, pensó, que podría ser un poco
petulante. “¿Quieres otro grupo?”
“Muy bien.” Se sentó en el auxiliar, con el cabello atado hacia atrás, con las
mangas enrolladas.
Ella le envió cinco más, volvió al trabajo.
En un punto, se reclinó hacia atrás. “No creo que este tipo sea un asesino, o
no el nuestro de cualquier manera, pero seguro como el demonio que está metido
en algo malo.”
“Malo ¿cómo en mantener a una amante, viajar y hacerle regalos a la
misma?, he tenido unos cuantos de aquellos, ¿o malo como en criminal?”
“En realidad, ambos. Pero creo que la amante es también su socia. Muchos
viajes para ella, muchos depósitos sospechosos, pequeños, pero juntándolos no
lo son. De sesenta a ochenta mil cada seis semanas, cuando ella viaja a
Argentina, no tiene parientes o negocios allí que estén registrados. Los depósitos
desaparecen, excepto por un exacto diez por ciento.”
“O terminan en otra cuenta,” dijo Roarke. “Lavado de dinero, y el diez por
ciento es su tarifa.”
“Lo entiendo. No tengo tiempo para eso.” Pero marcó el nombre para
enviarlo a aquellos que tendrían tiempo y deberían ocuparse del caso. Captó la
sonrisa de Roarke.
“¿Qué?”
“El pobre bastardo no tiene ni idea de las buenas/malas noticias que van
hacia él. Señor, usted está libre de sospecha en un asesinato, y ahora está bajo
investigación por lavado de dinero, probable fraude etc.”
“Debería haber pensado en eso antes de volverse tan codicioso.”
Siguió con su lista, y frunció el ceño cuando sonó su enlace.
“Dallas.”
“Hola.” La linda cara de McNab apareció en la pantalla.
“¿Todavía estás en ello?”
“Me absorbió el rompecabezas, ¿sabes? Cuerpazo está aquí en el laboratorio
trabajando en lo suyo, de modo que todo está bien. Trajo pizza y refrescos. Pero
vamos a terminar pronto, de modo que quería informarte que conseguí algunos
pedazos. Caray, no creerías lo que la gente arroja en un reciclador, y en un
vecindario tan ostentoso.”
“¿Pedazos del enlace?”
“Sí. Sólo algunas partes se destruyeron, no tuvimos suerte. Está hecho
mierda, de modo que va a tomar un tiempo. No puedo afirmarlo en un cien por
cien, pero por lo que estoy reuniendo, te diré que parece algo improvisado.
Parece que alguien lo hizo con repuestos. No todo es de un fabricante o del
mismo modelo, eso sí puedo asegurarlo en un cien por cien.”
“Eso es bueno. Es un buen trabajo. Pon a Peabody.”
“Un segundo. Cuerpazo, Dallas quiere mandíbula.”
“No quiero mandíbula,” refunfuñó. Roarke agitó la cabeza, haciendo un
gesto de hablar con la mano. “¿Por qué no dice hablar?”
La pantalla se movió cuando McNab pasó el enlace. Peabody apareció en
pantalla.
“Estamos progresando un poco, McNab te dijo lo suyo. Yo tengo uno muy
posible de los primeros ocho.”
“Bien. Envíalo. Nosotros tenemos…” Roarke levantó un dedo, señalando
que tenía otro. “Nueve de los primeros veintinueve. Te lo copiaré.”
“¿Cómo es que pasaste por veintinueve? Yo he estado en esto desde…”
“Roarke está trabajando algunos.”
“Oh. Eso está mejor. Él es realmente rápido con el trabajo de computación.”
“Le estoy ganando a su total,” dijo Eve antes de poder detenerse. “No
importa. Paren en diez, vayan a casa. Ambos.”
“Veinte,” dijo Peabody. “He hecho veinte.”
“Veinte. Envíame todos los potenciales antes de que te marches. Seguiremos
con esto mañana.”
Eve cortó, se presionó los ojos con los dedos.
“Puedes tomarte un descanso,” señaló Roarke.
“No, todavía no.”
“Un tentempié entonces. Leche y galletas.”
“No voy a tomar leche. ¿Sabes de dónde viene?” La idea la hizo estremecer.
“Como lo hace el queso en la pizza que tanto te gusta.”
“Es completamente diferente. Galletas, tal vez. Después de que haga otros
cinco.”
“¿Qué tal leche de soja?”
“Leche de soja, leche de soja. Dilo unas cuantas veces corriendo y dime si no
suena asqueroso.”
“Me temo que no puedo.” Echó un vistazo a su unidad de pulsera cuando
ésta bipeó. “Es de Tokyo. Necesito tratar con esto, luego regresaré. Con galletas
y algo, aparte de leche de cualquier clase.”
Ella siguió con los siguientes cinco, meticulosamente. Siguió con otros tres
antes de apartarse del centro de comando, y caminar alrededor de la oficina,
dándole vueltas al tablero.
Su instinto no estaba equivocado, pensó, y su mente estaba en línea con éste.
Pero todavía tenía trabajo que hacer, la rutina, las eliminaciones.
Regresó, subió los nombres de los posibles que los otros miembros del
equipo le habían enviado. Y los alineó.
Diecisiete hasta el momento. Diecisiete que tenían lo suficiente en sus
antecedentes, historias, rutinas y vidas para ser considerados potenciales
violadores y asesinos.
Ochenta más eliminados, por ella misma y personas en las que confiaba para
hacer bien el trabajo.
Otros cuarenta y tantos todavía tenían que pasar por la intrusión de una
investigación policial.
Y cada pulgada de la policía que ella era, sabía lo que él escondía detrás de
su máscara.
Retrocedió, puso a un lado su actual trabajo, bajó la ruta a donde su instinto
y su mente le dijeron que fuera.
“Me llevó más tiempo del que había esperado,” dijo Roarke cuando volvió.
“Realmente deberías tomarte ese descanso. Cinco minutos para que descanses
los ojos, la mente.”
Él hizo una pausa cuando lanzó una mirada a la pantalla de pared, a la lista
de nombres.
“Tienes más.”
“Subí lo que los otros miembros del equipo enviaron. Estamos más allá de la
mitad con esta primera pasada. Necesitaremos esas investigaciones más
profundas en los que hemos seleccionado. Voy a querer echarle un vistazo a los
que los otros han enlistado, pero si ellos los sacan, ya es algo.”
Él volvió la mirada hacia ella. “Tú eres una policía hasta la médula.”
“Eso no es sorprendente.”
“Y el amor de mi vida. Conozco todos tus lados. Encontraste algo. Alguien.”
“No puedo decir eso. Hay más de un alguien allí arriba.”
“¿Qué encontraste?” persistió él.
“Tramposos, mentirosos, algunos negocios sospechosos, bochornos, errores,
buenos actos, corazones rotos.”
“Eve.”
“La vida está llena de todo eso.” Entonces suspiró. “Tienes a un doctor
respetado altamente hábil, en un nivel personal no es muy popular, pero es
respetado. Jodidamente importante en su mundo. Su mala suerte no es sólo estar
muerto, sino que la investigación de su asesinato lo expondrá como un abusador,
posiblemente un sádico. Un hijo de puta cruel y dominante quien hacía presa de
una mujer vulnerable, mucho más joven y esencialmente la hizo prisionera de su
voluntad. Podría decir que ella era lo bastante mayor como para marcharse, que
tenía personas a donde huir, pero ella no las tenía. Y tal vez nunca sepamos
cómo se las ingenió él para envolver las cadenas alrededor de ella manteniéndola
con él.”
Ahora se puso de pie, comenzó a moverse.
“Esa mujer, acobardada, ya frágil, es brutal y cruelmente atacada, violada,
golpeada, asfixiada por un asaltante que usa un escenario para aterrorizar a su
presa. Quien la humilla, y esta mujer ya ha sufrido, sin duda, constante
humillación. Durante el largo, brutal y humillante asalto, su esposo es dejado
inconsciente y a su vez ella también es dejada inconsciente. Un golpe en la parte
trasera de la cabeza. Cuando se recupera, está en un shock tan profundo que
termina deambulando por las calles desnuda en el medio de una noche glacial.”
Miró hacia el tablero y a la cara aporreada de Daphne.
“Deambula afuera porque el asaltante la soltó, como lo había hecho con sus
objetivos previos. Otras parejas, con estilos de vida similares, y posición social y
financiera. Un patrón. El asesinato cambió el patrón, lo expandió, de modo que
el asaltante aumenta el marco de tiempo y la violencia.”
Podía verlo, Dios, podía verlo. Todo. Todos sus lados.
“Esto siempre se encaminó hacia allí,” dijo. “Siempre. Desde la primera vez
que él trató de intimidar a una mujer, de presionarla, y fue rechazado. Desde la
primera vez que fantaseó sobre una mujer que no podía tener, esto iba hacia allí.
¿Esto?” Hizo un gesto hacia el tablero. “Esto siempre estuvo en él, sin importar
qué máscara usaba para ocultarlo. No podía tener a esta mujer. Debió de haber
hecho algún avance y fue rechazado. Tal vez simplemente lo mantuvo como una
fantasía, pero la fantasía siguió su ciclo, intensificándose, oscureciéndose.”
Regresó a su computadora, abrió un archivo, ordenó una imagen en la
pantalla.
El hombre y la mujer estaban de pie abrazados por la cintura, riendo. Un
océano fluía detrás de ellos. Ella llevaba un ondulante vestido corto que la brisa
levantaba dejando sus muslos al aire. Su cabello levantado por el viento se
arremolinaba curvándose alrededor de un rostro singularmente hermoso.
Aunque el hombre era atractivo, interesante y parecía en forma tirando a
distinguido, ella dominaba la imagen.
“Fue tomada hace como veinte años atrás, para un perfil de la pareja,
publicado en una revista.”
“¿Quiénes son?”
Eve levantó un dedo, ordenó otra imagen.
Ahora dos parejas estaban paradas juntas, vestidas de etiqueta, con joyas y
estilo. Junto con el estilo se les veía cómodos y contentos.
“¿Las mujeres está emparentadas? Hay un parecido, aunque la de la
izquierda es…”
“Excepcional. Impresionante. El objeto de su deseo.”
Roarke asintió, acercándose para apoyarse en la curva del centro de
comando. “¿Su madre?”
“No. Su madre está a la derecha. Su tía está a la izquierda. Él pasaba un
montón de tiempo con su tía y la familia de ella. De visita, pasando las
vacaciones escolares.”
Ella ordenó una foto de la mujer, sólo la cara, y luego separó la pantalla con
otra fotografía.
“¿Lo ves?”
Roarke le lanzó una mirada a Eve, y luego miró con más detenimiento las
dos imágenes. “Ambas tienen pelo oscuro y rizado, ambas son extremadamente
hermosas.”
“Es algo más,” insistió ella. “La forma de la cara, la forma de la boca. No
son exactas, pero son muy similares. La forma de los ojos, hice una
comparación. No se parecen, pero lo hacen, en una especie de escala subliminal.
Es el balance de sus facciones, la simetría casi perfecta. Puede que él no haya
entendido esto, no conscientemente, pero allí está, de pronto, la mujer con la que
ha fantaseado la mayor parte de su vida. Allí estaba ella, joven, hermosa,
disponible. Pero…”
Eve cogió su café. “Ella no lo quiere a él. Quiere a su primo.”
“Tú crees…” Él tuvo que echar un vistazo al tablero para leer el nombre.
“Crees que Kyle Knightly atacó a su primo, golpeó y violó a la esposa de su
primo. Les robó, los atormentó, los hizo pedazos ¿porque deseaba a la madre de
su primo?”
“Lo sé. Sentí algo raro, sólo raro, cuando hablé con él en el estudio. Algo
acerca de la forma en que hablaba de Rosa. Dijo que la había visto primero,
como si estuviera bromeando, pero sus ojos no bromeaban. Dijo que le había
dicho a su primo que se lanzara, aun cuando ella estaba con alguien más. Pero
hoy, ella me dijo que ella se había lanzado. Es una cosa insignificante, pero va a
ser de importancia, creo. Creo que cuando hable con ella a solas, me va a decir
que Knightly se le acercó, me dirá que tuvo que desairarlo.”
“Lo rechazó.”
“Ella no lo habría visto de esa manera. Apenas lo habría visto a él porque ya
había visto a Neville. Me contó hoy que se enamoró en el momento en que lo
vio.”
Haciendo una pausa, Eve se volvió hacia Roarke. “Sé lo que quiere decir.
Ese es otro eco para mí. La primera vez que te vi, que fue en una muchedumbre
también, en el funeral de uno de mis muertos, me golpeó, y con fuerza. A mí no
me gustó ni un poquito. Me cabreó, pero me golpeó.”
“Fue lo mismo para mí. Una mirada.” Sin pensar, deslizó una mano en su
bolsillo, frotando con los dedos el botón que había llevado consigo desde
entonces, uno que se había caído del traje verdaderamente feo que ella llevaba el
día que se conocieron. “De manera que ella apenas lo vio porque todo lo que
veía era a su primo.”
“Y eso supuró. Él quiere lo que quiere. Es rico y poderoso, actores,
guionistas y gente de la industria vienen a él, ¿y ella dijo no? ¿Las otras dicen
no? ¿Su primo piensa que le puede robar lo que debería ser suyo? Primero la
madre de su primo se exhibe, lo hace desear, pero no lo deja tener. Ahora su
primo toma la fantasía que está parada justo frente a él, joven y fresca. Tienen
que pagar por ello, todos ellos tienen que pagar, esta gente de mierda que le
recuerda, una y otra vez, lo que se le ha negado. Porque él es lo mejor que esas
putas han tenido nunca, y puede hacer que lo admitan.”
Soltó el aliento. “Su segunda víctima, la mujer escribe guiones, como su tía.
Eso encaja, y resuelve el rompecabezas para mí del por qué Lori Brinkman,
cuando ninguno de sus otros objetivos femeninos tenían algún tipo de carrera. Él
nunca ha estado casado, nunca ha cohabitado oficial o no oficialmente que pueda
encontrar. Tiene una reputación de mujeriego: citándose con hermosas mujeres,
nunca con una en particular de acuerdo con las revistas de cotilleos. Y…”
Se interrumpió, tomó otro sorbo de café. “Tiene un reporte de asalto sexual,
retiraron los cargos, justo después de cumplir los dieciocho años. E indagué en
esa fecha, le eché un vistazo, noté que justo en ese mismo tiempo un millón fue
transferido de la cuenta de sus padres a la de la demandante, la mujer de veinte
años que se retractó. Creo que voy a encontrar más sobornos de él, que no
llegaron más allá de los primeros cargos formales. Incursionó en
representaciones escolares, pero alcanzó su máximo desempeño actuando y
produciendo videos, en secundaria y en la universidad. Uno de sus más
destacados, autoproclamado en una entrevista, fue volviendo a poner en escena
Drácula, en el cual también fue el protagonista, en su primer año en la
universidad. Él dijo, en la entrevista, que veía a Drácula tanto de una forma
romántica como sexual, y que al seducir y llevarse a sus víctimas femeninas, les
estaba dando alivio sexual durante un tiempo en que la represión era la regla.
Él… las liberaba. Las ataba por su poder, y entonces las liberaba de sus propias
inhibiciones.”
“Esa es una forma de verlo,” concedió Roarke. “Y ahora yo quiero una
copa.”
“No puedo probarlo todavía. Pero lo haré. Él tomó cursos en electrónica,
pero todo el mundo lo hace. Sobresalió, pero no los continuó. Apuesto a que
cuando preguntemos, vamos a encontrar que es uno de los tipos al que acuden
cuando alguien tiene un problema de computación. Apuesto que Kyle puede
arreglarlo.”
Frunció el ceño cuando Roarke le ofreció una copita de vino.
“Supongo que sí,” consideró y dio un sorbo.
“Lo supe, Roarke, todo en mí lo supo hoy cuando se sentó frente a mí, con el
brazo alrededor de la esposa de su primo. Su hombro para apoyarse. Él lo arregló
todo. Su primo en reuniones en la parte alta de la ciudad, él en el centro, y
convence a Rosa para que vaya con él, también tiene a una asistente de dirección
allí como cobertura. Está justo allí para apoyarla cuando recibe ese texto.”
“Fácilmente enviado por control remoto, o programado para enviar en un
momento determinado.”
“Lo entendí. Y es arrojado en un reciclador a media manzana del edificio de
los Patrick, para añadir más temor, y ese contenedor justo resulta que aplasta y
destruye antes de que podamos llegar. La destrucción anterior es a las ocho de la
mañana, dándole una buena cantidad de tiempo para tirarlo, y dirigirse a su
trabajo. No había forma de que pudiéramos haber llegado antes de la destrucción
programada, él incluso verificó la hora para estar seguro cuando estábamos en la
Central. Fui a toda velocidad, y aun así llegamos demasiado tarde. Lo tenía todo
planeado. Es inteligente,” dijo, paseando de nuevo. “Temerario, eso es
arrogancia. No tenía que darles otra pasada a su primo y a Rosa, no tenía que
ponerse a sí mismo en la posición de sentarse frente a mí. Simplemente quería
hacerlo.”
“Los Patrick estarán agradecidos, se sentirán agradecidos de que estuviera
con ella cuando el texto llegó. De que la llevara contigo, se quedara con ella.
Todo esto diseñado para que estuvieran agradecidos con el hombre que los trató
brutalmente.”
“Él es un maldito buen actor.” Miró la foto de la identificación de Kyle.
“Condenadamente bueno en montar el escenario. Tengo que redactar esto.
Escribirlo todo, cada detalle, y luego tengo que convencer a Reo de que respalde
esto, que me consiga una orden de registro. Él tiene ese botín que ha robado
guardado en alguna parte, y en un lugar donde pueda disfrutarlo cuando le dé la
gana. Todavía tenemos que terminar de seleccionar la lista. Si estoy
equivocada…”
“No lo estás.” Roarke volvió a ordenar las imágenes de la tía de Knightly y
de Rosa en la pantalla. “No estás equivocada. Voy a empezar a trabajar en los
otros nombres mientras tú escribes todo. Pero no estás equivocada.”
Le tomó una hora redactar el informe de una forma que utilizara sólo hechos,
sólo información disponible, haciendo las conexiones punto por punto lógico.
Luego lo dejó a parte mientras actualizaba sus listas o eliminaba más
posibles sospechosos antes de volver a leerlo todo de nuevo.
Cuando sintió que podía servir para su propósito, se lo envió a la Asistente
del Fiscal Cher Reo solicitando una reunión cara a cara al día siguiente lo más
temprano posible; a Mira, pidiendo una consulta si la perfiladora sentía que era
necesario tenerla; y a su comandante.
Se lo copió a todos los otros miembros del equipo.
Cuando había terminado, se reclinó en su sillón, y cerró los ojos.
“Necesitas dormir.”
“Lo sé. Tengo que estar pendiente de todo mañana. Si hago esto bien, él no
tendrá la oportunidad de hacerle esto a nadie más. Tiene a sus siguientes
objetivos, tiene el disfraz, la utilería, todo. Está soñando con eso. No parará
nunca.”
“No, y eventualmente, matará a su tía y a su tío.”
Eve abrió los ojos, se volvió hacia Roarke. “Sí. Su círculo completo. Tendrá
que hacerlo. Solicité acceso a su historia clínica completa. Sus padres pagaron a
la mujer que él asaltó. Tal vez lo hicieron con la condición de que consiguiera
ayuda.”
“Él es cercano a su primo. Su primo puede que sepa.”
“Sí, puede que tenga que ir allí.”
Se volvió para ver un texto entrante.
“Es de Reo, eso fue rápido.”
Me estoy quedando con un amigo esta noche en tu área. Puedo ir a tu
casa cuando me marche. Salgo de aquí a las siete y media. Tengo reuniones
antes de los juicios a las diez.
“Eso funciona,” murmuró Eve, le respondió lo mismo, y luego envió un
mensaje a Peabody.
Reportarte aquí, a las ocho para resumen completo y…
“¿No quieres hacer el resumen para todos de una vez?” interrumpió Roarke.
“Mierda.” Incluyó a todos los demás, continuó
Reunión con la ayudante del fiscal Reo.
“Se servirá desayuno.”
“Ah-ah.”
“Eve. Les estas pidiendo que vengan aquí después de trabajar hasta cerca de
la media noche. No es nada.”
“Mierda y más mierda.” Pero lo añadió. “¿Satisfecho?”
“Con eso, bueno. En general, por la forma en que se te caen los párpados,
otra satisfacción tendrá que esperar. Vamos, es hora de dejar esto y dormir.”
“No se me caen los párpados,” refunfuñó ella. “Además,” añadió mientras él
la ponía de pie, “es la caída masculina la que pospone otra satisfacción.”
“Muy graciosa.”
Tal vez se le caían los párpados, un poquito, para cuando llegaron al
dormitorio. Y ahí yacía el gato, estirado sobre su espalda en mitad de la cama.
“Ahí es a donde se fue.” Eve se quitó la chaqueta, desenganchó el arnés de
su arma. “A él también le gusta la gran y elegante cama.”
“Tiene un gusto excepcional.”
“Bueno, va a tener que hacernos sitio.” Se sentó, se sacó las botas. Sólo se
quedó sentada. “No quiero dormir. Puedo sentir los sueños circulando en mi
mente, esperando hasta que cierre los ojos. No los quiero.”
“¿Recuerdas nuestra última noche en la isla?”
“Recuerdo que había mucha satisfacción sin caída de nada.”
Él sonrió, encendió la chimenea.
“Extendimos una manta en la playa, y teníamos una botella de vino, una
hogaza de pan, queso, fruta.”
“Esas cositas, eclair.”
“Así es. Comimos, bebimos, observamos el agua, vimos el sol descender
hasta que el agua lo cubrió. Y salió la luna.”
“Hicimos más que sentarnos y observar,” recordó ella mientras se levantaba
para desvestirse.
“Lo hicimos, pero nos sentamos y observamos, y todo era tranquilo y
adorable. Era nuestro mundo.”
“Si hubiese sabido que poseías una isla, podría haberme casado contigo por
ella. Era una agradable bonificación.”
Él sólo la besó en la frente. “Sueña con eso,” dijo, y la guio a la cama.
Se deslizó a su lado, la atrajo hacia sí, le frotó la espalda de la forma que
sabía que la ayudaba a dormirse. “Sueña con eso esta noche. Sólo con eso.”
Y ella lo hizo.
Capítulo 20