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Hermandad ante la muerte J.D.

Robb Ante la muerte

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Algunas veces hermandad puede ser otra palabra para conspiración.

Dennis Mira ha tenido dos sorpresas desagradables. Primero supongo, que su primo Edward
ha estado reuniéndose secretamente con un agente de bienes raíces acerca de la magnífica
piedra en West Village de su abuelo, a pesar de la promesa que ambos hicieron de mantenerla
en la familia. Entonces, cuando fue a casa de Edward para confrontarlo por ello, fue recibido
con un objeto contundente en la cabeza.

Afortunadamente Dennis está casado con Charlotte Mira, la mejor perfiladora de el NYPSD y
buena amiga de la Teniente Eve Dallas. Cuando las dos llegan a la escena, él explica que lo
último que vio fue a Edward en una silla, golpeado y ensangrentado. Cuando despertó, su
primo ya no estaba. Con el desastre limpio y los discos de seguridad removidos, no hay nada
más que unos pocos rastros para los forenses para analizar.

Como antiguo abogado, juez y senador, Edward Mira se relacionó con la élite y se cruzó por
el camino de criminales, haciendo enemigos de forma regular. Como muchos políticos,
además hizo algunos amigos muy cercanos a puertas cerradas, y aseguradas. Pero una placa
y un esposo multimillonario pueden llevarte a lugares donde otros no pueden ir, e Eve trata
de dar luz a algunos asuntos sucios y motivos oscuros detrás de la desaparición de un
hombre poderoso, la discordia familiar sobre una propiedad multimillonaria… y un nuevo
caso que nadie vio venir.

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Traducción sin fines de lucro hecha por y para fans.

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El Presente es la suma total viviente

de todo el Pasado.

-Thomas Carlyle

La justicia siempre es violenta para

la parte transgresora, ya que todo

hombre es inocente ante sus propios ojos.

-Daniel Defoe

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PROLOGO

La lealtad hacia los fallecidos era lo que lo estaba haciendo viajar hacia el SoHo bajo una
lluvia helada en lugar de dirigirse a casa. En casa él habría puesto los pies en alto—hoy día
estaba cansado, admitió. Habría disfrutado de un acogedor fuego, un buen libro, y un vasito
de whiskey mientras esperaba que su esposa llegara a casa.

En cambio, estaba sentado en la parte trasera de un taxi que olía ligeramente a pimientos
pasados y al perfume almizcleño de alguien mientras recorrían la desapacible calle hacia lo
que él temía que sería una desagradable confrontación.

A él no le gustaban las confrontaciones desagradables, algunas veces se preguntaba acerca de


personas quienes, según todas las apariencias, las disfrutaban. Aquellos que lo conocían
podrían decir que tenía un talento para evadirlas o apaciguarlas.

Pero esta vez, esperaba enfrentarse con su primo Edward.

Una lástima realmente, pensaba mientras observaba la lluvia helada golpeando las ventanas
del taxi. Ésta siseaba al golpear, pensó, como serpientes enfadadas.

Hubo un tiempo en que él y Edward habían sido como hermanos. Un tiempo en el que
compartieron aventuras, secretos y ambiciones—idealistas, por supuesto. Pero el tiempo y
caminos divergentes los había separado mucho tiempo atrás.

Apenas si conocía al hombre en que se había convertido Edward, y no lo comprendía en


absoluto. Y lamentablemente para él, Edward le gustaba incluso menos.

Sin importar que ellos hubiesen compartido a los mismos abuelos paternos; sus padres eran
hermanos. Ellos eran familia. Él esperaba usar esos lazos de sangre, aquellas experiencias
compartidas para traer sus puntos de vista opuestos hacia un razonable punto medio.

Pero entonces, el hombre en que se había convertido Edward raramente se mantenía en un


punto medio. No, Edward reclamaba su derecho en su propio terreno y se negaba a moverse
ni una pulgada en otra dirección.

De otra forma, Edward difícilmente hubiera contratado a un agente de bienes raíces para
vender la adorable casona antigua de sus abuelos.

Caray, él ni siquiera hubiese sabido acerca del agente de bienes raíces, acerca de la cita hecha
para un recorrido y tasación de la casa si a la asistente del asistente de Edward—o cualquiera
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fuera el título que tenía la muchacha, no se le hubiese escapado y mencionado cuando él


había tratado de contactar a Edward, y quedar para reunirse.

Él no era una persona de mal genio, se tomaba mucho esfuerzo el estar enfadado—pero ahora
estaba enfadado. Lo bastante enfadado como para saber que podía crear un escándalo y una
escena en frente del agente de bienes raíces.

Poseía la mitad de la propiedad (como se le había dado a Edward por llamarla), y ésta no
podía ser vendida sin su consentimiento por escrito.

Él no lo daría, no iría contra los expresos deseos de su abuelo.

Por un instante, en la parte trasera del taxi, se transportó al estudio de su abuelo, con todos
sus colores intensos y cálidos, sus libreros llenos oliendo a las encuadernaciones en cuero,
maravillosas fotos antiguas, y recuerdos fascinantes.

Podía sentir la fragilidad de la mano de su abuelo, una vez tan grande y fuerte, en la suya.
Oír la vacilación de una voz que solía retumbar como disparo de cañón.

Esto es más que una casa, más que un hogar. Aunque eso es algo preciado. Esta casa tiene historia, se
ha ganado su lugar en el mundo. Se ha ganado un legado. Estoy confiando en ti, en ti y en Edward,
para honrar esa historia, y continuar ese legado.

Él lo haría, se dijo a sí mismo mientras el taxi finalmente paraba en el bordillo. En el mejor de


los casos, le recordaría a Edward de aquellos deseos, esa responsabilidad. En el peor de los
casos, él encontraría una manera de comprar la parte de su primo.

Si esto era sólo por la propiedad, sólo por el dinero, entonces Edward tendría su dinero.

Le dio una buena propina al conductor—deliberadamente porque el clima estaba realmente


horrible. Debió de haber sido la generosidad lo que hizo que el conductor bajara su ventana y
le dijera que había dejado su maletín en la parte de atrás del taxi.

-¡Gracias!- Se apresuró a regresar para recogerlo -Tengo tantas cosas en la mente.

Agarrando el maletín, recorrió la pista de hielo que era la vereda, pasó a través de la pequeña
reja de hierro hacia el sendero del jardín limpiado y mantenido, ya que él personalmente le
pagaba a un muchacho vecino para que se ocupara de éste.

Subió los pocos escalones como lo había hecho siendo un infante, un joven muchacho, un
hombre joven, y ahora era un hombre mayor.

Él podía olvidarse de las cosas, como su maletín, pero recordaba la contraseña de la puerta
principal. Puso su palma en el plato, utilizó su tarjeta magnética.

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Abrió la pesada puerta principal, sintió el cambio como una punzada en su corazón.

No había el aroma de las flores frescas que su propia abuela habría arreglado en la mesa de la
entrada. Ni un perro viejo que entraba pesadamente en el vestíbulo para saludarlo. Algunos
de los muebles estaban en otras casas ahora, legados específicos, así como las obras de arte
adornaban otras paredes.

Él se alegraba por eso, ya que eso también era un legado.

A pesar del hecho de que también pagaba a una encargada de la limpieza—la hija del
empleado de muchos años de sus abuelos, Frankie—para que se ocupara del lugar una vez
por semana, él también percibía el uso del aceite de limón.

-Tiempo suficiente- murmuró para sí mismo mientras depositaba su maletín en el suelo -Esto
ha estado vacío bastante tiempo.

Oyó el sonido de voces, y por un momento se preguntó si esas, también, eran sólo recuerdos.
Entonces recordó su objetivo: Edward y el agente de bienes raíces. Ellos estaban, imaginaba
él, discutiendo sobre metros cuadrados, ubicación y valor en el mercado.

Y ninguno de ellos pensando, como lo hacía él, en comidas familiares alrededor de la gran
mesa, de tartas de mora hurtadas de la cocina, de presentar orgullosamente a la mujer que
amaba a sus abuelos en la sala de estar en una soleada tarde de sábado.

Se obligó a regresar de las nieblas del tiempo, y a echar a andar hacía las voces. El
sentimentalismo no influiría en Edward, él lo sabía. Si otro recordatorio de la promesa hecha
a un hombre que ambos habían amado no lo lograba, quizás el recordatorio de las legalidades
lo haría.

Si todo eso fallaba, entonces quedaba el dinero.

Aun así, él no quería acercarse a ellos sigilosamente como un ladrón de manera que gritó el
nombre de su primo.

Las voces se callaron, haciéndolo enojar. ¿Acaso ellos pensaban que podían esconderse de él?
Continuó acercándose, aferrándose a su enojo como una especie de arma. Y entrando a la sala
en la que, desde el taxi, le había parecido ver sentado a Edward en el sillón del escritorio de
su abuelo.

Los ojos de su primo estaban muy abiertos, incluso el que estaba hinchado rodeado de un
moretón. La sangre que caía en una fina línea por la comisura de la boca, manchó sus dientes
cuando empezó a hablar.

Olvidando el enfado por el shock y la preocupación, él se adelantó con rapidez -Edward.

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El dolor estalló, un fogonazo de fuego explotando en la parte trasera de su cabeza. Incapaz


de detener su propia caída, salió despedido hacia adelante. Segundos antes de que su sien
golpeara el suelo de antigua madera de roble y todo se volviera negro, él oyó el grito de
Edward.

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Capítulo 1

Luego de un largo y tedioso día, la primera mitad pasada en la corte, y la segunda mitad con
papeleo, la Teniente Eve Dallas se preparó para cortar todo.

En ese momento todo lo que ella deseaba de la vida era una noche tranquila con su esposo, su
gato, y una copa, o dos, de vino. Tal vez un video, pensaba mientras cogía su abrigo, si es que
Roarke no había llevado demasiado trabajo a casa.

Esta noche, haciendo el baile feliz, ella no estaba llevando nada del suyo.

Podía alargar esa lista de deseos, decidió mientras sacaba la bufanda que su compañera le
había hecho para Navidad. Tal vez nadar, y tener sexo en la piscina. Ella se figuraba que sin
importar con cuántos negocios Roarke necesitaba lidiar, a él siempre se le podía convencer
para el sexo en la piscina.

Encontró la tonta gorra con el copo de nieve en otro bolsillo de su largo abrigo de cuero. Ya
que el cielo estaba dejando caer hielo, se lo puso. Ella había enviado a su compañera a casa,
tenía a un par de detectives a la intemperie, trabajando un caso caliente. Ellos se contactarían
con ella si la necesitaban.

Recordó que tenía a otro detective, recién ascendido, cuya ceremonia de instalación estaba
programada para la mañana siguiente.

Pero en este instante, en esa particularmente desagradable noche de enero, ella no tenía nada
en su plato.

Spaghetti y albóndigas de carne, decidió. Eso es lo que ella quería en su plato. Quizás podría
llegar antes que Roarke a casa, y programarlo para los dos. Con vino, un par de velas. Justo
en la zona de la piscina...no, se corrigió mientras echaba a andar hacia la salida. Tal vez en la
mesa del comedor, como adultos, con un fuego encendido.

Podría programar un par de ensaladas, utilizar un par de sus cuchucientos platos elegantes.

Y mientras el hielo chasqueaba y restallaba afuera, ellos podrían...

-Eve.

Ella se volvió, divisó a Mira, la psiquiatra del departamento y la perfiladora número uno—
quien saltaba desde un deslizador y corría hacia ella, con el abrigo azul pálido volando
abierto sobre su traje de un rosa profundo.

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-Todavía estas aquí. Gracias a Dios.

-Estaba saliendo. ¿Qué sucede? ¿Qué pasa?

-No estoy segura. Yo… Dennis...

Instintivamente Eve alzó la mano para tocarse la gorra con el copo de nieve, la que Dennis
Mira le había puesto en la cabeza con su bondadosa forma de ser un día nevado durante las
últimas semanas del 2060.

-¿Está herido?

-No lo creo- La normalmente imperturbable Mira se cruzó de manos para mantenerlas


quietas -Él no fue claro pero estaba alterado. Su primo, él dijo que su primo estaba herido, y
que ahora ha desaparecido. Él preguntó por ti, específicamente. Lamento cargarte con esto,
pero…

-No te preocupes por eso ¿Él está en casa—en tu casa?- Ella ya se había dado la vuelta, y
llamado al elevador.

-No, está en la de sus abuelos, en la que era la casa de ellos en SoHo.

-Vienes conmigo- Ella introdujo a Mira al elevador, lleno de policías que terminaban sus
turnos -Me aseguraré de que ambos lleguen a su casa. ¿Quién es su primo?

-Ah, Edward. Edward Mira. Anterior Senador Edward Mira.

-Yo no voté por él.

-Tampoco lo hice yo. Necesito un momento para reunir mis ideas, y quiero hacerle saber que
estamos yendo.

Mientras Mira sacaba su enlace, Eve organizaba sus propias ideas.

No sabía mucho de política ni le importaba, pero tenía una vaga imagen del Senador Edward
Mira. Ella nunca habría puesto al pomposo, y radical senador de finas cejas negras, cabello
negro cortado casi al ras, y rostro duro y atractivo en el mismo árbol familiar que el del dulce,
y ligeramente distraído Dennis Mira.

Pero la familia hacía extrañas alianzas.

O ¿eso lo hacía la política?

No importaba.

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Cuando llegaron al nivel del garaje, ella señaló hacia su espacio, echó a andar hacia el DLE de
apariencia común y corriente que su esposo había diseñado para ella. Mira se apresuró tras
ella, entorpecida por sus botas de altos tacones y las piernas más cortas.

Eve se movía rápido con sus botas recias y largas piernas y se deslizó tras el volante, una
mujer alta de constitución esbelta con el cabello castaño mal cortado en ese momento dentro
de la gorra con un copo de nieve brillante que ella, una policía hasta el tuétano, usaba porque
había sido un regalo espontáneo de un hombre por el que ella sentía un inofensivo
enamoramiento.

-¿Dirección?- preguntó cuando Mira, en su elegante abrigo de invierno y botas a la moda, se


sentó al lado de ella.

Eve introdujo la dirección en la computadora, salió de su espacio de estacionamiento, y salió


disparada del garaje, encendiendo las luces y la sirena.

-Oh, no tienes que… Gracias- dijo Mira cuando Eve apenas si le dirigió una mirada. -Gracias.
Dice que está bien, que no me preocupe por él, pero…

-Lo estás.

El DLE se veía como el vehículo económico de tu pausado tío y avanzaba como un cohete.
Eve zigzagueó alrededor de vehículos cuyos conductores consideraban las sirenas como una
sugerencia casual. Ella le dio al modo vertical para saltar sobre otros hasta que Mira
simplemente cerró los ojos y se agarró bien.

-Dame detalles ¿Tú sabes por qué ellos estaban en la casa de sus abuelos, quién más estaría
allí?

-Su abuela murió hace como cuatro años, y Bradley, el abuelo de Dennis, sólo pareció
desvanecerse. Vivió cerca de un año después de la muerte de ella, poniendo sus asuntos en
orden. Aunque conociéndolo, la mayoría de ellos ya lo estaban. Dejó la casa en partes iguales
a Dennis y Edward—los dos nietos mayores. Ese maxibus...

Eve dio un volantazo, llevando el DLE hacia arriba. Y tomó una esquina como si estuviera
persiguiendo a un asesino en serie -Está detrás nuestro. Continúa.

-Puedo decirte que Dennis y Edward no han estado de acuerdo sobre la casa. Dennis quiere
mantenerla en la familia, según los deseos de Bradley. Edward quiere venderla.

-Él no puede venderla, supongo, a menos que el Sr. Mira lo autorice.

-Así es a mi entender. No sé por qué Dennis vino hacia aquí hoy día—tenía un día ocupado
en la universidad, ya que uno de sus colegas está enfermo y lo está sustituyendo. Yo debería

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de haberle preguntado.

-Está bien- Eve se estacionó en doble fila, convirtiendo la calle de tres vías en un campo de
batalla de bocinazos. Ignorándolos, ella colocó su luz de En Servicio -Le preguntaremos ahora.

Pero Mira ya había salido del coche, corriendo en esos traicioneros tacones a través de la
resbalosa vereda. Maldiciendo, Eve salió disparada tras ella, la sujetó del brazo.

-Si sigues corriendo sobre esas cosas, voy a terminar conduciéndote a Emergencias. Bonito
lugar- Ella soltó a Mira mientras atravesaban la reja hacia el terreno despejado -En este
vecindario, probablemente vale, ¿cuánto, cinco o seis millones?

-Me imagino. Dennis podría saberlo.

-¿Él podría?

Mira se sonrió mientras se apresuraba en subir los escalones -Eso es importante. Él sabe lo
que es importante. No recuerdo el código- Ella presionó el timbre y usó la aldaba.

Cuando Dennis, con el cabello gris despeinado, su bolsuda chaqueta color pino, abrió la
puerta, Mira lo tomó de las manos.

-¡Dennis! Estas herido ¿Por qué no me lo dijiste?- Ella lo tomó de la barbilla, le volvió la
cabeza para estudiar la magulladura en carne viva de su sien -Te pusiste de lado para que no
pudiera verla en el enlace.

-Ya, Charlie. Estoy bien. No quería alterarte. Ahora entren ambas, fuera del frío. Eve, gracias
por venir. Estoy preocupado por Edward. He recorrido toda la casa. Él simplemente no está
aquí.

-¿Pero estuvo?- preguntó Eve.

-Oh, sí. En el estudio. Estaba herido. Un ojo morado, y le sangraba la boca. Yo debería de
mostrarte el estudio.

Cuando se dio la vuelta, Mira dejó escapar un sonido tanto de frustración como de angustia -
Dennis, te está sangrando la cabeza- Él siseó cuando ella alzó la mano para sentir el chichón.
-Te vienes a la sala de estar y te sientas, en este instante.

-Charlie, Edward...

-Dejas a Edward para Eve- dijo ella, tirando de él hacia un lugar espacioso que o había sido
decorado en un estilo severamente minimalista, o varias piezas de mobiliario habían sido
retiradas. Lo que quedaba parecía cómodamente usado y alegre.

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Mira se quitó el abrigo, lo tiró descuidadamente hacia un lado, entonces rebuscó en su


enorme bolso.

Eve descubrió su primera clave real del por qué tantas mujeres llevaban bolsos de mano del
tamaño de búfalos de agua cuando Mira sacó un estuche de primeros auxilios del suyo.

-Voy a limpiar estas laceraciones, y pedirle a Eve que nos lleve a la sala de emergencias más
cercana para que puedan hacerte una radiografía.

-Ya va, cariño-Él siseó otra vez cuando Mira le limpió la herida con una gasa con alcohol, pero
se las arregló para dirigir su mano hacia atrás y darle palmaditas en la pierna -No necesito
rayos-X u otros doctores cuando te tengo a ti. Yo sólo tengo un chichón en la cabeza. Estoy
tan lúcido como siempre.

Eve vio su sonrisa, pícara y dulce, cuando Mira se rio de eso.

-No veo doble, no tengo mareos o náusea- le aseguró a ella -Tal vez un pequeño dolor de
cabeza.

-Sí, cuando lleguemos a casa y yo te examine minuciosamente...

Esta vez él se dio la vuelta, meneó las cejas, y sonrió de una manera que hizo que Eve se
tragara una risa abochornada.

-Dennis- Suspiró Mira, y acunando su rostro entre las manos, lo besó tan suavemente, tan
tiernamente, que Eve tuvo que desviar la vista.

-Eh, tal vez me podrías decir en donde encontrar el estudio, en donde usted vio por última
vez a su primo.

-Yo te llevaré allá atrás.

-Tú te vas a sentar aquí mismo y a comportarte hasta que yo haya terminado- le dijo Mira. -
Esta de frente hacia atrás, Eve, y luego a la izquierda. Montones de madera, un gran
escritorio y un sillón, libros encuadernados en cuero en los estantes.

-Lo encontraré.

Ella podía ver de dónde se habían retirado más obras de arte, más muebles—de hecho, ella
encontró una habitación vacía a excepción de pilas de cajas para embalaje. Pero ella no veía ni
una mota de polvo, y captó el ligero aroma de limón como si alguien hubiese aplastado sus
flores en el aire.

Ella encontró el estudio, y de un vistazo decidió que nada—o no mucho—había sido sacado
de ese lugar.
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Organizado, atractivo con sus pesadas molduras de madera, su mobiliario reciamente


masculino y en tonos profundos.

Borgoña y forestal, caviló ella, echándole una larga mirada desde el umbral de la puerta.
Fotos familiares en marcos negros o plateados, placas pulidas de varias organizaciones de
caridad.

Sobre el escritorio todavía había un secante de cuero color café, con accesorios a juego, y un
elegante centro de información y comunicación.

Al lado de la chimenea con su gruesa repisa había un bar pequeño, antiguo, ciertamente
valioso. Sobre éste había dos garrafas de cristal, medias llenas con un líquido ámbar, con
etiquetas plateadas. Whiskey. Coñac.

Ella avanzó del piso de madera a la alfombra extendida sobre éste. El diseño suavemente
desvanecido le decía que era probable que fuera tan antigua y valiosa como el bar, como el
cristal, como el reloj de bolsillo exhibido debajo de un domo de vidrio.

No vio señales de lucha, ninguna indicación de que algo hubiese sido robado. Pero cuando
ella se arrodilló, y examinó el espacio antes de que el fleco de la alfombra rozara sobre la
madera, ella vio unas pocas gotas de sangre.

Ella dio una vuelta por la habitación lentamente, cuidadosamente, sin tocar nada todavía.
Pero ella empezó a ver… tal vez.

Ella caminó de regreso, se quedó parada en el umbral de la sala de estar para ver a Mira
aplicando competentemente una pomada a la sien de su esposo.

-No entren allá todavía- dijo Eve -Sólo voy a ir a traer mi equipo de campo.

-Oh, está horrible afuera. Déjame traértelo.

-Yo lo hago- dijo ella con rapidez cuando Dennis empezó a ponerse de pie -Sólo dame un
minuto.

Ella regresó a la lluvia helada, sacó su equipo de la maletera. Mientras regresaba ella estudió
las casa vecinas, y sacó su propio enlace para enviarle un rápido texto a Roarke.

Algo me retuvo. Te explicaré cuando llegue a casa.

Y consideró que había obedecido las Leyes del Matrimonio.

Cuando ella volvió a entrar, dejó el equipo para sacarse el abrigo, la bufanda, la gorra -Okay,
tomemos esto en orden. ¿Ha tratado usted de contactar con su primo?

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-Oh, sí. Hice eso de inmediato. Él no contestó su enlace. También traté de llamarlo a su casa, y
hablé con su esposa. No quería alarmarla- añadió Dennis -de manera que no mencioné nada
de esto. Ella me dijo que él no estaba en casa, y que probablemente llegaría tarde. Puede que
no supiera de su cita aquí, pero si lo sabía, no me lo diría a mí.

-¿Cita?

-Oh, lo lamento. No he explicado nada de esto- Él le lanzó a Mira una de sus sonrisas
distraídas -Traté de hablar con él más temprano, para ver si los dos podíamos simplemente…
sentarnos y discutir nuestras diferencias sobre la casa. Me respondió una asistente que
parecía un poco apurada en ese momento. De otra forma ella podría no haber mencionado
que él tenía una cita aquí con el agente de bienes raíces para evaluar la casa para venta. Eso…
Bueno, eso me sacó de quicio. Él no debería de haber hecho eso a mis espaldas.

Eve asintió, abrió su equipo para sacar una lata de sellador -Eso lo jodió.

-Eve- empezó Mira, pero Dennis le palmeó la mano.

-La verdad es lo mejor, Charlie. Yo estaba muy alterado. No contestaba su enlace personal, de
manera que cuando terminé mi última clase, vine para acá. Terribles las condiciones del
tráfico. Algo debería ser hecho.

-Sí, yo pienso eso todo el tiempo. ¿Cuándo llegó usted aquí, Sr. Mira?

-Oh, no estoy del todo seguro. Déjame ver. Terminé mi última clase… debe de haber sido
cerca de las cuatro y treinta. Mi asistente y un par de estudiantes tenían preguntas, de manera
que eso tomó un poco de tiempo. Luego tuve que recoger mis papeles, y deben de haber sido
las cinco o más antes de que me marchara. Y entonces llegar aquí- Él añadió esa sonrisa dulce
y vaga, pero sus ojos, ese verde soñador, se veían preocupados -No podría decirlo con
exactitud.

-Bastante bien - le dijo Eve, ya que claramente el tratar de determinar el tiempo lo afligía -Hay
seguridad en la casa. ¿Está activa?

-Estaba. Yo tengo la contraseña, y la tarjeta magnética. La impresión de mi palma está


autorizada.

-Hay una cámara.

-¡Sí!- La idea obviamente lo entusiasmó -¡Por supuesto que la hay! Esta mostraría mi
llegada—y la de Edward. Nunca pensé en eso.

-¿Por qué no le echamos un vistazo primero? ¿Sabe usted en dónde está la estación de
seguridad?

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-Sí, por supuesto. Te la mostraré. Nunca pensé en eso- volvió a decir él, sacudiendo la cabeza
mientras se ponía de pie -Si tan sólo yo mismo la hubiese revisado, habría visto a Edward
entrando y saliendo. Tu alivias mi mente, Eve.

-Sr. Mira, usted fue atacado.

Él se detuvo, parpadeó -Supongo que lo fui. Eso es muy perturbador ¿Quién podría haber
hecho eso?

-Veamos si podemos averiguarlo.

Él la guio hacia la parte de atrás, dio vuelta en una esquina, y entonces le mostró una gran
cocina moderna con algunos toques pasados de moda que encajaban con la casa.

Todo esto se veía… cómodo, y de alguna forma le recordaba a ella algunas cosas de la casa de
los Mira en la zona residencial.

-Hay estaciones de visuales en varias habitaciones- explicó Dennis mientras abría una puerta
para salir de la cocina -De manera que mis abuelos o el personal pudieran ver quién estaba en
la puerta. Pero esta es la estación principal.

Él miró la estación, le lanzó una vaga mirada a todo -Me temo que no soy muy bueno con los
electrónicos complejos.

-Yo tampoco- Pero ella se acercó adonde estaba condenadamente segura que debería de
haber un componente.

-Pero puedo decirle que alguien se llevó todo el maldito paquete—el lector o lo que infiernos
sea eso, y los discos.

-Oh, querida.

-Sí. ¿Quién más tiene acceso a la casa?

-¿Aparte de Edward y yo mismo? La encargada de la limpieza—su madre trabajó para mis


abuelos por décadas, y ella nos ha ayudado por varios años. Ella nunca podría...

-Comprendido, pero voy a querer su nombre de manera que pueda hablar con ella.

-¿Está bien si preparo té?- preguntó la Dra. Mira.

-Claro, adelante. Sr. Mira, quiero que usted repase conmigo exactamente lo que sucedió. ¿El
taxi lo dejó aquí?

-Sí. Justo en frente. Dejé mi maletín—tan descuidado—pero el conductor me llamó para que

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lo recogiera. Yo estaba enfadado y alterado. Ingresé a la casa. El venir aquí es muy emotivo.
Los recuerdos son fuertes y buenos, pero es duro saber que no es lo mismo, y no puede ser.
Puse mi maletín en el suelo, y oí voces.

-¿Más de una?- inquirió Eve.

-Bueno…eso creo. Esperaba encontrar a Edward y al agente de bienes raíces que él había
contratado. Asumí que ellos estaban hablando. Lo llamé. No quería sorprenderlos. Comencé a
ir a la parte trasera, y cuando llegué al estudio, lo vi sentado en el sillón del escritorio de mi
abuelo. El ojo morado, la sangre. Estaba asustado. Vi el miedo, y empecé a andar para
ayudarlo. Debo de haber sido golpeado desde atrás. Esto nunca me sucedió antes, pero creo
que eso es lo que pasó.

-Eso lo dejó inconsciente.

-Las lesiones son consistentes con un golpe dado por un objeto pesado, en la parte trasera del
cráneo- Mira le trajo a Dennis una taza, y le envolvió las manos alrededor de ésta -Y con su
sien derecha golpeando el suelo cuando cayó.

-No estoy cuestionando eso, Dra. Mira.

-Sé que no lo haces- Ella suspiró, entonces se inclinó hacia Dennis para besarle suavemente la
sien magullada -Sé que no lo haces.

-¿Qué hizo usted, Sr. Mira, cuando recuperó la consciencia?

-Estaba desorientado, muy confundido inicialmente. Edward no estaba allí, y aunque no


hemos estado en los mejores términos por un largo tiempo, él nunca me habría dejado tirado
en el suelo de esa manera. Lo llamé, creo, y lo busqué. Me temo que estuve deambulando por
la casa un buen rato, todavía un poco confundido, hasta que se me ocurrió que algo terrible le
había sucedido a Edward. Contacté a Charlotte para que no se preocupara, y le pregunté si tú
podrías venir y echarle un vistazo a todo esto.

Él miró a Eve con esos ojos suaves y soñadores que la hacían querer besarle la sien como lo
había hecho Mira. Eso la mortificó.

-Ahora me doy cuenta de que simplemente debería de haber contactado con el nueve-uno-
uno en lugar de molestarte.

-Esto no es una molestia. ¿Se siente bien como para echarle un vistazo al estudio? ¿Para ver si
algo está faltando o está fuera de lugar?

-Cualquier cosa que yo pueda hacer.

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Cuando ellos echaron a andar hacia la parte trasera, ella se selló las manos, y los pies -Es
mejor si usted no toca nada. Usted ya ha estado allí, y por toda la casa, de manera que no
sirve de nada sellarlo. Pero mantengamos esto al mínimo.

Ella hizo una pausa en el umbral -De manera que su primo estaba en el sillón del escritorio.
Detrás del escritorio.

-Sí, él estaba, oh, no detrás de éste. El sillón estaba en frente del escritorio- Él frunció el ceño
un instante -¿Por qué sería así? Pero, sí, él estaba sentado en el sillón, en frente del escritorio.
Sobre la alfombra.

-Okay- Eso encajaba con sus observaciones -Espere un minuto.

Ella tomó lo que necesitaba de su equipo, se acuclilló para obtener una muestra de la sangre
de las tablas del suelo, la selló. Entonces meticulosamente sacó otra muestra de una zona de la
alfombra.

Ella añadió unas gotas de algo de una botellita a la muestra, asintió- Hay sangre aquí.
Alguien la limpió, pero no consigues limpiarla toda con una rápida pasada de un producto de
limpieza casero.

Ella se agachó, olfateó -Todavía puede olerse- Se colocó micro lentes, y miró más de cerca -Y
si uno está buscando algo, se puede ver, y la leve marca por donde el sillón rodó hacia atrás y
luego hacia adelante, y se quedó aquí con peso encima.

-El peso de Edward.

-Así parece. Otro minuto- Ella fue hacia atrás del escritorio, comenzó a examinar pulgada por
pulgada el sillón.

-Se les pasó alguna. Sólo una gota aquí- Ella volvió a recoger una muestra, cuidadosamente,
dejando lo suficiente para que los barredores tomaran su propia muestra -¿Él estaba atado, Sr.
Mira?

-Yo…- Él cerró los ojos -No lo creo. Lo siento. No estoy del todo seguro. Yo estaba tan
conmocionado.

-Okay. Ojo morado, boca sangrante. De manera que alguien lo atacó, lo puso en el sillón,
pero aquí afuera, más al centro de la habitación. Lo atemorizó lo suficiente para mantenerlo
allí. Un aturdidor tal vez, un cuchillo, un arma en todo caso, o la amenaza de más violencia
física.

Ella volvió a darse una vuelta por la habitación -Voces. De manera que ellos estaban hablando.
Querían algo de él, es lo más probable. Pero antes de que lo consiguieran, o terminaran, usted

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

entra a la casa. Usted lo llama, de manera que eso les da tiempo de amenazarlo para que se
mantenga callado, y para esconderse. Ellos no lo aturden a usted, si es que tienen un
aturdidor. Si uno aturde a alguien, eso toma unos cuantos segundos, y tal vez usted los ve
antes de caer. Un porrazo por atrás. Pero ellos no lo rematan, o se lo llevan con ellos. Usted
no es importante en esto. Usted es sólo un inconveniente. Pero se toman el trabajo de limpiar,
poniendo el sillón de vuelta detrás del escritorio. ¿Por qué?

-Es fascinante, la ciencia y el arte de lo que tú haces.

-¿Qué?

-Lo que tú haces- dijo Dennis -es una ciencia, y un arte. Las habilidades de observación son
tan pulidas, y yo pienso—innatas. Lo siento, mi mente deambuló- Él se sonrió -Tu
preguntaste el por qué. Yo pienso que podría entender eso. Si ellos conocían a Edward, puede
que me conocieran a mí. Algunas personas dirían que por la manera en que mi mente divaga,
yo simplemente me caí y me golpeé la cabeza. Y me imaginé el resto.

-Algunas personas serían estúpidas- dijo Eve, haciéndolo sonreír- ¿Hay alguna cosa que no
está aquí y que debería estar, Sr. Mira, o fuera de lugar?

-Nosotros hemos dejado esto casi exactamente como lo dejó él. Mi abuelo. Algunas cosas de
las que están aquí son para mí, para mis hijos, o para otros. Pero ellos estaban conformes en
dejar el lugar como está por ahora. Todo está aquí. No creo que nada haya sido tomado o
movido.

-Muy bien. Usted llegó al umbral de la puerta, lo vio a él. Usted se congeló por un
segundo—la gente lo hace. Usted está enfocado en su primo, y se adelanta para ayudarlo.

Ella se acercó al umbral, se detuvo, dio un rápido paso adelante. Entonces escaneó los
estantes.

Ella cogió un tazón de piedra, brillantemente pulido, frunció el ceño, lo volvió a colocar en su
sitio. Probó el peso de la placa de un premio, la descartó. Entonces curvó sus dedos
alrededor de la trompa de un elefante de cristal grande en exultantes tonos azules y verdes.
Tenía peso, caviló ella, y ese práctico agarre.

-¿Dra. Mira?

Mira se acercó, y al igual que Eve, examinó el elefante.

-Sí, sí, las piernas. Ellas son consistentes con la herida.

Mientras Eve tomaba otra muestra, Mira se volvió hacia Dennis -Nunca más, esto es un
juramento, nunca más me volveré a quejar por tu dura cabeza.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

-Lo limpiaron, pero conseguimos un poco de sangre. El atacante retrocede, a un lado del
umbral de la puerta. Esto está a la mano, es pesado. Usted entra, whack, usted cae. Él, ella,
ellos—va a ser 'ellos', uno que lidie con Edward, uno que lidie con usted y con la limpieza.
De manera que uno de ellos consigue limpiador de alfombras, o lo que sea, limpia las cosas,
recoge el disco duro, los discos. Y se lo llevan a él, lo dejan a usted. Voy a recorrer la casa,
asegurarme de que ellos no metieron al senador en algún lugar—lo siento- dijo ella
inmediatamente.

-No, no lo sientas.

-Voy a traer a los barredores aquí, que revisen todo esto. Puedo contactar con Personas
Desaparecidas, acelerar las cosas allí.

-Podrías…

-¿Tomarás esto a tu cargo?- Comprendiendo, Mira tomó la mano de Dennis -Nosotros dos nos
sentiríamos mejor si permanecieras a cargo.

-Claro, yo puedo aclarar esto. Por qué no vuelven a la sala de estar y toman asiento, déjenme
poner las cosas en movimiento.

Eve embolsó el elefante, contactó con Escena del Crimen, ordenó que algunos uniformados
hicieran un sondeo en el área. Alguien había entrado a la casa, muy probablemente invitado
a entrar por Edward Mira. Ella chequearía a este agente de bienes raíces. Y alguien había
vuelto a salir, ya sea llevando el cuerpo de Edward o forzándolo a ir con ellos.

Ellos necesitarían transportación.

No era un robo, pensó ella, y tampoco un secuestro en regla, sino ¿para qué golpearlo
primero? El sillón en el centro de la habitación le daba la impresión de ser un interrogatorio.

Alguien quería algo de Edward Mira. Las probabilidades eran que él seguiría vivo hasta que
ellos lo consiguieran.

Ella regresó a la sala de estar. Ellos habían encendido el fuego, y estaban sentados juntos en
el sofá, bebiendo té.

Eve se sentó en la mesa de café de cara a ellos, ya que esto hacía una conexión más cercana.

-Necesito alguna información. ¿El agente de bienes raíces—nombre, contacto?

-No tengo idea. Lo siento. La asistente no lo mencionó, y yo estaba demasiado alterado para
preguntar.

-Okay, conseguiré eso de su oficina. ¿En dónde está su oficina?


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

-Él se retiró del Congreso para crear y dirigir un comité político de expertos- le dijo Mira -
Tiene una oficina en su sede central, en el Edificio Chrysler.

-Inmueble de primera.

-La posición social es muy importante para Edward- dijo Dennis -Su organización, el Instituto
Mira, ocupa dos pisos, y es propietaria de una vivienda temporal en East Washington para el
uso de Edward o cuando uno de los otros ejecutivos necesita estar allá.

-Necesito esa dirección también, y la dirección de su casa. Voy a hablar con su esposa cuando
me marche de aquí. ¿Cómo era su relación?

Dennis le lanzó una mirada a su esposa, suspiró.

-Yo me ocupo. Mandy es una realista que disfruta la vida que lleva. Ella se superó en la
campaña electoral, continúa superándose en recaudación de fondos y comités ¿El hecho de
que Edward la engaña, a menudo? Ella considera eso como parte de todo, y no algo
particularmente importante, mientras él sea discreto. Ella también es discreta, y utiliza los
servicios de un acompañante licenciado. Sus dos hijos son mayores, por supuesto, y mientras
que cada uno sigue el juego en público, ninguno tiene mucho afecto por sus padres o por las
elecciones que sus padres han hecho.

-El mundo está hecho de todo tipo de gente, Charlie- murmuró Dennis.

-Yo lo sé. Mi opinión profesional es que Mandy no haría nada para desbalancear su mundo.
Ella nunca le haría daño a Edward, y a su manera, ella le tiene cariño a él. En la manera de él,
él está agradecido por las contribuciones que ella ha hecho a su carrera, y orgulloso de la
situación que ella ocupa socialmente.

-Él tendría enemigos.

-Oh, claro. Políticamente, como podrías esperar.

-Y ¿personalmente?

-Él puede ser encantador y lo practica—es parte de la política, igualmente. También cree que
está en lo correcto en cualquier posición que tome, políticamente y personalmente, y eso
puede ser causa de fricción. Esta casa es un ejemplo- continuó Mira -Edward decidió que
necesitaba ser vendida, de manera que para él, lo será.

-Está equivocado- dijo Dennis quedamente -y no lo será. Pero eso no es importante en este
momento. Alguien le ha hecho daño, y no ha habido ninguna mención de un rescate.

Ahora él miró a Eve -Tú no has mencionado un rescate.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

-Hablaré con su esposa al respecto. Sr. Mira, quiero que usted sepa que creo en todo lo que
me ha dicho. Y no creo, ni por un segundo, que usted haría algo para causarle daño a su
primo. O a nadie.

-Gracias.

-Pero tengo que preguntarle lo que voy a preguntarle, o no estoy haciendo mi trabajo. Y si no
estoy haciendo mi trabajo, no lo estoy ayudando a usted.

-Yo lo entiendo. Necesitas preguntarme cuándo fue la última vez que vi a Edward, cómo
estaban las cosas entre nosotros. Si mantener esta casa en la familia es tan importante para mí,
que podría contratar a alguien para asustarlo.

Él asintió, puso su té a un lado -Nos vimos durante las fiestas. Por compromiso, en realidad,
lamento decir eso. Charlotte y yo asistimos a un cóctel en su casa ¿Cuándo fue eso, Charlie?

-El veintidós de diciembre. Nosotros sólo nos quedamos cerca de una hora, ya que Edward
intentó acorralar a Dennis con respecto a la venta de la casa.

-Yo no quería discutir, así que nos marchamos temprano. Él me envió un correo electrónico
poco tiempo después del primer día del año, describiéndome sus razones, otra vez, y su plan
de acción.

-No me contaste eso, Dennis.

-Tú te enfadas tanto con él- Dennis tomó la mano de Mira -Y no había nada nuevo en eso. No
me gusta traer esa discordia a nuestro hogar. Yo le contesté brevemente que no estaba de
acuerdo, e intenté mantener mi promesa a nuestro abuelo. Cuando respondió de inmediato,
yo sabía que estaba muy molesto. Él usualmente esperaría como si estuviera demasiado
ocupado para lidiar con semejantes asuntos. Pero me respondió al momento, y me dijo que
me daría tiempo para ser razonable, y me advirtió que se vería forzado a tomar acción legal si
yo insistía en aferrarme al sentimentalismo. Y... declaró que no había habido ninguna
promesa, que yo—como suelo hacer—había mezclado las cosas.

-¡Al diablo con él!

-Charlie...

-Al diablo con él, ese bastardo sin corazón. ¡Lo digo en serio, Dennis!- La indignada furia
profundizó su color, resplandeció en sus ojos -Si quieres encontrar a alguien que hubiese
querido hacerle daño a él, mírame a mí.

-Dra. Mira- dijo Eve con tranquilidad –cállate ya. Voy a hacer que los del Departamento de
Detectives Electrónicos (DDE) accedan a esos correos electrónicos ¿Esa fue su última

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

comunicación?

-Sí, esa fue. Yo no le respondí. Eso era cruel de decir, y era una mentira. Nosotros hicimos
una promesa -Eve vio su desconcertada tristeza tan claramente como la indignada furia de
Mira -No lo volví a contactar hasta hoy día, pero él no respondió.

-Muy bien- Ella no pudo aguantarse, y le puso una mano en la rodilla -Usted no mezcla nada
que sea importante. Yo encontraré las respuestas a todo esto. Lo prometo.

Ella se puso de pie, agradecida de que sonara el timbre -Eso va a ser para mí. Voy a poner a
los barredores en el estudio primero, y voy a recorrer la casa personalmente. Tengo
uniformados que tocarán puertas, para ver si alguno de los vecinos vio algo. Voy a hacer que
un uniformado los lleve a casa.

Ella sacó su enlace -¿Podría usted poner aquí todos los nombres e información de contacto
que le pedí?

-Charlie debería hacerlo. Yo soy terrible con los electrónicos.

-También yo- Ella le pasó el enlace a Mira -Todo va a estar bien.

Dennis se puso de pie -Tú eres una mujer tan inteligente. Una chica tan buena- añadió ante la
desconcertada sorpresa de ella. Entonces le besó la mejilla, dulcemente, dejando un leve
hormigueo por un poco de barba incipiente que probablemente él se había saltado cuando se
afeitó -Gracias.

Eve sintió ese hormigueo abrirse camino en su corazón mientras iba a responder a la llamada
de la puerta.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 2

Eve los despidió, habló con los uniformados, los barredores, y decidió revisar la casa de
arriba a abajo. Pero cuando estaba por subir las escaleras, se detuvo, se sentó en uno de los
escalones.

Y contactó a Roarke.

Ella empezó con -Lo siento.

-No lo sientas- Su rostro llenó la pantalla, y, cielos, qué rostro. Nunca dejaba de impresionar
la forma en que algunos días los dioses, los ángeles y los poetas se reunían para crear algo
perfecto. Una boca bellamente cincelada, pómulos esculpidos y todo enmarcado por espesa
seda negra.

-Has cogido un caso- continuó él, con esas brumas de Irlanda susurrando en su voz para
completar la perfección.

-Algo así. No hay cuerpo, lo cual hace la diferencia. O no lo hay todavía. Dennis Mira fue
atacado.

-¿Qué?- La mirada sonriente sólo-para-ella se esfumó de sus ojos -¿Está herido? ¿En qué
hospital? Me reuniré contigo.

-Él está bien. Acabo de enviarlos a casa. Le dieron un buen porrazo en la parte trasera de la
cabeza, y luego se golpeó la sien contra el suelo cuando cayó. Probablemente tiene una leve
contusión, pero Mira se está ocupando.

-¿En dónde estás tú?

-En la casa de su abuelo. El abuelo del Sr. Mira. O lo era. La mitad es del Sr. Mira y la mitad
de su primo—anterior Senador Edward Mira, quien también fue atacado, y actualmente está
desaparecido. Necesito revisar la casa para asegurarme que no está muerto y metido en un
armario, luego tengo que hablar con algunas personas de camino a casa. No sé cuánto
tiempo...

-Dame esa dirección.

-Roarke, es en el SoHo. No hay necesidad de que hagas todo ese trayecto hasta aquí en una
noche como esta.

-Puedes darme la dirección o puedo encontrarla por mi cuenta. De cualquier forma estoy en

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

camino.

Ella le dio la dirección.

Había recorrido ambas alas del último piso, antes de que él llegara. Y podía admitir, viéndolo
a él y la taza de café para llevar que él sostenía, que le levantaron el ánimo.

-Yo iba a hacer la cena.

Esos maravillosos labios se curvaron, y luego rozaron los de ella -¿Ah, sí?

-Lo juro por Dios. No había pendientes en la oficina, así que estaba retirándome, me figuraba
que llegaría antes que tú a casa, y pondría vino y velas y spaghetti en el mismo comedor.

-Voy a atesorar esa idea.

-Mira me pilló. Tu no la ves seriamente alterada a menudo, y ella lo estaba. El Sr. Mira la
contactó cuando él vino aquí—recibió el porrazo abajo en el estudio—y le pidió que me
trajera.

-Por supuesto que él lo hizo. Es un hombre inteligente.

-Te iré dando los antecedentes mientras busco al posiblemente muerto Edward, pero primero
dime, Sr. que Compra el Mundo Entero y Sus Satélites, si tú fueras a comprar este lugar,
¿cuánto darías por él?

-No he hecho un recorrido completo, pero por lo que he visto está bellamente preservado y
mantenido. Probablemente fue construido en los 1930s. Alrededor de los seis mil pies
cuadrados, y ¿en este vecindario? Yo supongo que ofrecería cerca de diez. Si yo lo estuviera
vendiendo, pediría quince.

-¿Esos son millones?

-Lo son, sí.

-Esa es una tremenda cantidad de dinero.

-¿A ti te gusta? ¿Dennis quiere vender?

-No—quiero decir, claro, es una bonita casa, pero nosotros ya tenemos una. Yo estoy bien con
una. Y no, él no quiere vender, lo cual es parte de este asunto.

Ella lo puso al corriente mientras revisaba, sabía que él estaría al tanto de cada detalle aun
cuando se detenía para admirar una pieza de mobiliario, algunos trabajos en madera, o un
medallón del cielo raso.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

-Yo podría conseguir veinte, con el comprador correcto, y con un cuidadoso montaje- caviló él.
-Pero volviendo al asunto a mano. Tú sabes que el senador es un completo cabrón desde mi
perspectiva por lo que me contaste de Mira, y por lo que el Sr. Mira no dijo. Pero será
agradable encontrarlo con vida.

-De acuerdo.

Ella regresó al estudio con Roarke. Este olía ahora al polvo y los químicos de los barredores.

-Yo conocí a Bradley Mira, un poco.

-No jodas.

-Muy poco- añadió Roarke -Y mayormente por su reputación. Él era respetado y admirado.
¿Has investigado sus antecedentes?

-No, no es inmediatamente relevante.

-El fiscal de distrito de Nueva York, antes de tu tiempo y el mío. Creo que había algo de
dinero familiar, y él hizo más. Se convirtió en el Juez Mira, y se retiró hace más de una
década—probablemente más cercano a dos décadas, si mi memoria no me falla. Pasó la
última parte de su vida haciendo buenas obras, como puedes ver aquí en todas las placas
expuestas. Un hombre admirable quien, sin lugar a dudas, vivió una vida buena y productiva.

-El Sr. Mira lo amaba, eso se ve alto y claro. ¿Veinte millones?

Con esos ojos azules indómitos y astutos, Roarke escaneaba el estudio -Con el comprador
correcto, sí.

-La mitad de eso es una gran motivación para encontrar al comprador correcto. Necesito
hablar con el agente de bienes raíces, lo que significa que tengo que hablar con quién sea que
haya hecho la cita para Edward Mira. Pero ahora, quiero hablar con la encargada de la
limpieza y la esposa. La encargada está en camino a casa de la esposa.

-¿Por qué no conduzco yo, y tú puedes correr los antecedentes?

-Ese es un plan. Déjame chequear primero cómo va el puerta-a-puerta.

Sila Robarts vivía con su esposo desde hacía veintisiete años a unas cuantas cuadras de
distancia en el apartamento del segundo piso de una casa transformada. Ella dirigía una
compañía de limpieza, Doncella a Pedido, mientras su esposo poseía y operaba Somos
Útiles—un negocio de reparaciones y mantenimiento.

Habían criado dos hijos, los cuales trabajaban dentro de las dos compañías, y tenían tres
nietos.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

-Ellos son propietarios del lugar- Eve asintió hacia la casa de ladrillos blancos después que
Roarke estacionó -Utilizan el primer piso para sus negocios, viven en el segundo- Ella
presionó el timbre para el apartamento de la entrada principal.

Una voz de mujer, enérgica e impaciente, dijo -¿Sí?

-Departamento de Policía y Seguridad de Nueva York, Sra. Robarts. Necesitamos hablar con
usted.

-¿Para qué diablos? Déjeme ver su identificación. Sosténgala en alto para la cámara.

Eve levantó su placa.

-¿Qué sucedió? ¿Uno de mis chicos está herido?

-No, señora. Sólo necesitamos hablar con usted. Dennis Mira me dio su nombre y dirección.

-¿El Sr. Dennis? ¿Está bien? Qué es esto—Demonios- La mujer se interrumpió, y los dejó
pasar.

Un corredor partía el primer piso por la mitad, con puertas para el servicio de doncellas y el
negocio de reparaciones en cada lado. Otra puerta en la parte trasera estaba marcada
PRIVADO.

Esta, también, zumbó al abrirse.

Ellos tomaron las escaleras hacia el segundo piso, y un par de puertas dobles. Una de ellas se
abrió.

-¿Está segura que el Sr. Dennis está bien? ¿Quién es usted?

-NYPSD- repitió Eve, y una vez más ofreció su placa -Teniente Dallas.

-¿Dallas? ¿Dallas?- La mujer tenía enormes ojos del color del chocolate amargo y el cabello
casi del mismo color apilado en un moño en la coronilla de la cabeza. Ante el nombre, los
ojos se abrieron tan grandes como planetas -¿Roarke? ¿Dallas? Yo vi el video, escuché el
libro. Oh mi dulce Jesús. ¡Mel! ¡Mel! Ven aquí. Algo terrible les sucedió a los Mira.

-Sra. Robarts, cálmese. Los Mira están bien.

-Usted es de Homicidios- espetó Sila, tirando del cuello de una sudadera con el logo de su
compañía -¿Usted piensa que yo no sé eso?- demandó ella mientras unos pasos se acercaban
desde la parte trasera del apartamento -Usted trabaja con la Srta. Charlotte.

-¿Qué les sucedió a ellos?-El hombre que entró corriendo se movía rápido para ser un hombre

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

grande. Él tenía que tener unos ciento trece kilos repartidos por cerca de un metro noventa
centímetros de estatura. La constitución de un jugador del Arena Ball -¿Hubo un accidente?

-¡Yo creo que ellos fueron asesinados!

-¿Qué? ¿Qué?- El hombretón agarró a su histérica esposa, y se veía como que se iba a unir a
ella en el desfile de alaridos -Oh Dios mío. ¡Dios mío! Cómo...

-¡Silencio!- Estalló Eve sobre la histeria -Ambos Mira están bien, y probablemente sentados
cenando y quizás tomando una copa verdaderamente grande. Ahora que todo el mundo se
calme de una jodida vez, y siéntense, ¡maldita sea!

Las lágrimas se derramaban de esos ojos color chocolate amargo -¿Ellos están bien? ¿Me lo
jura?

-Si eso va a detener esta locura le haré un juramento y lo firmaré con mi propia sangre.

-Okay, lo siento- Ella se limpió las mejillas -Lo siento, Mel.

-Qué diablos, ¿Sila?

-Ellos son Dallas y Roarke.

-Dallas y... alguien está muerto.

-Un montón de personas están muertas-señaló Eve -Pero ninguna de ellas son Charlotte y/o
Dennis Mira.

-Me asusté, eso es todo- Resopló Sila -Me asuste tanto. Ellos son familia.

-Entonces entienda que ellos también son míos.

-El Sr. Dennis habla muy bien de usted. Llegó cuando yo estaba limpiando la casona, y
escuchando el libro. El libro de Icove. Le pregunté si él la conocía a usted, viendo que usted
trabajaba con la Srta. Charlotte, y él dijo que sí la conocía, y que usted era una persona buena
y solidaria. Y valiente. Yo simplemente amo a ese hombre.

-Okay- Eve podía comprenderlo -Él está bien.

-Voy a traerte una copa de vino- le dijo Mel a su esposa -Puedo servirles un vino- añadió él
dirigiéndose a Eve y a Roarke.

-Gracias, pero estoy de servicio.

-Yo no- dijo Roarke alegremente -y me encantaría una copa de vino.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

-Puedo servirle algo más, Srta. Dallas. Café, té tal vez. Tengo Pepsi.

-¿Pepsi?- Sila entrecerró sus ojos todavía húmedos -Melville Robarts, dijiste que ibas a cortar
con eso.

El hombretón encorvó los hombros como un niño pequeño pillado robando galletas.

-Tal vez haya una o dos latas sueltas por allí.

-La tomaré- dijo Eve para zanjar el asunto -Es Teniente. Usted trabaja para Dennis Mira,
limpia la casa de su abuelo.

-Sí, eso es correcto. Mire, sentémonos, como usted dijo.

Sila se dirigió a la sala de estar, un espacio cómodo y tan limpio que casi brillaba, se hundió
en un sillón de respaldo alto de un llamativo azul.

-Mi mamá lo hizo para el Juez Mira y la Srta. Gwen casi tanto tiempo como puedo recordar.
Cuando me hice lo bastante mayor, yo ayudaba algunas veces. La Srta. Gwen murió. Fue tan
repentino, también, y el juez, él simplemente perdió su corazón, y murió algunos meses
después. Mi mamá todavía los extraña. Al igual que yo.

-Yo también- Mel entró portando una bandeja con tres copas de vino tinto y una con Pepsi
helada -Yo trabajé para ellos en la casa cuando lo necesitaban. Así fue como conocí a Sila—
teníamos dieciséis años. ¿Hay algún problema, Srta...Teniente Dallas?

-Hay un problema. El Sr. Mira está bien- repitió ella -pero fue atacado en las primeras horas
de la noche, en la casa de su abuelo.

-¿Atacado? ¿En la casa?- Una vez más aquellos oscuros ojos se entrecerraron -El senador lo
atacó ¿verdad? No pudo presionar al Sr. Dennis con palabras, así que lo atacó. El Senador
Edward Mira. Es el primo del Sr. Dennis, aunque usted no reconocería que compartían la
sangre. Distintos como lo mojado de lo seco.

-¿Por qué pensaría usted que Edward Mira podría atacar al Sr. Mira?

-Porque ese hombre quiere salirse con la suya, en todo. No es nada más que un bravucón, y
siempre lo fue, si me pregunta usted. No lo tengo en gran estima a él ni a su presumida
esposa. Sin embargo tienen unos hijos agradables. Buena gente, y los hijos de los hijos son tan
dulces como un pastel de cereza. ¿Lo arrestaron?

-No. No atacó al Sr. Mira, y él mismo fue atacado, de hecho. Y está desaparecido.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

-No entiendo.

-El Sr. Mira entró durante el ataque y lo golpearon dejándolo inconsciente. Cuando recobró la
consciencia, Edward Mira no estaba, así como los atacantes.

Sila tomó un sorbo de vino, soltó el aliento con fuerza -Lamento lo que dije sobre él—es la
verdad, pero lo lamento ¿Alguien estaba tratando de robarles? Ellos tienen realmente una
buena seguridad en esa casa. Yo nunca me preocupé ni un minuto de estar sola allá o con
mamá o con mi niña.

-¿Cuándo fue la última vez que estuvo usted allá?

-Justo hoy día, desde cerca de las siete y treinta hasta alrededor de las dos y treinta. Mi hija y
yo limpiamos allá hoy, y mi mamá también vino. Ella no puede limpiar como lo hacía, pero
ama esa casa. Fuimos allá a primera hora, la limpiamos de arriba abajo, es una rotación de
una vez por mes. Le juro a usted que activamos las alarmas y los cerrojos cuando terminamos.

-¿Alguien vino a la puerta?

-No, señora.

-¿Ha reparado en alguien, hoy día u otros días, que no debería estar en el vecindario? Usted
sabe lo que quiero decir.-

-Sí, lo sé, y no, no lo he notado. Es un vecindario agradable. Unas cuantas personas retiradas
como el juez, y profesionales mayormente. Doctores y abogados y gente así. El Sr. Dennis
venía cada pocas semanas, sólo para saludar y pasar un tiempo en la casa.

-¿Y qué hay del senador?

Ella arrugó la nariz -Más últimamente, con el signo de dólares en los ojos.

-Sila.

-No puedo evitarlo. Él se llevó algunos de los muebles...hizo que se los llevaran- se corrigió
ella, -pero el Sr. Dennis dijo que se los dejaron a él y que estaba bien. Yo no le conté al Sr.
Dennis cómo había escuchado al senador hablando en su enlace sobre tasaciones por las
piezas que se llevó. Habría herido los sentimientos del Sr. Dennis saber que lo que sus
abuelos amaban estaba siendo vendido a extraños.

Eve hizo más preguntas, sondeando en lo que ella ya sentía que era terreno baldío. Cuando
ellos se pusieron de pie para marcharse, Sila le tocó el brazo.

-Quiero contactar con el Sr. Dennis, sólo quiero oír su voz. No creo que me pueda
tranquilizar hasta que lo haga. ¿Eso está bien?
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

-Claro- Eve vaciló -Dele a esto una semana, pero si tiene la oportunidad, tal vez usted podría
regresar allá, limpiar el estudio. Los de Escena del Crimen dejan polvo.

-Puede apostar que lo haré.

Eve meditaba en camino a la zona residencial, entonces se volvió hacia Roarke.

-Vendiendo muebles, queriendo vender la casa. Algunas personas sólo son codiciosas, pero
tal vez tú puedas echar una buena mirada a sus finanzas. Esto podría ser deudas de juego,
chantaje sobre una aventura. Tal vez él no sólo quiere vender. Tal vez él necesita vender.

-Permiso para mover mis dedos en las finanzas de alguien siempre es placentero. Permiso en
este caso, una verdadera satisfacción.

-Él realmente no te gusta.

-Para nada.

-¿Podría forzar al Sr. Mira a vender?

Con fluidez, Roarke maniobró alrededor de un mini, derrapando en las calles resbaladizas -
Yo no conozco los detalles, pero si ellos poseen partes iguales, yo pienso que podría ser una
batalla considerable. Dennis podría comprarle a Edward su parte.

-Claro, si es que él tiene diez millones yaciendo por ahí acumulando polvo.

-Diez millones no acumulan polvo, éstos—si se usan bien—hacen más millones. Nosotros
fácilmente podríamos prestarle a él lo que pudiera necesitar. Es familia- añadió Roarke
cuando Eve se lo quedó mirando.

Ella le tomó la mano -En verdad yo iba a hacer la cuestión de la cena. Y estaba pensando
sobre ir a nadar y tener sexo en la piscina, y tal vez un video.

Él le lanzó una lenta sonrisa -¿Todo eso?

-Estaba trabajando en los detalles. Lamento en verdad que no tuviera la oportunidad de


llevarlo a cabo.

-Todavía es temprano.

__________

Roarke acercó el DLE al bordillo en frente de un reluciente edificio plateado. Eve sonrió con
suficiencia cuando el portero, quien lucía como un formal oso polar ataviado con un uniforme
blanco y galones dorados, se apresuró a través de la lluvia helada para fruncirles el ceño.

31
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

-¿Este lugar te pertenece?

-No. ¿Por qué no entramos y vemos si queremos que sea nuestro?

-Quiero intimidar al portero- dijo ella antes de que salieran del coche -No lo sobornes.

-¿Y malograrte la diversión? ¿Por quién me tomas?

Ella bajó del coche, plantó los pies mientras el portero retorcía su labio.

-Ustedes no pueden aparcar ese cacharro aquí.

-Acabo de hacerlo.

-Ahora usted simplemente lo va a mover de allí. Este lugar está reservado para recogidas, y
entregas. Para taxis, limosinas, y vehículos que no son una vergüenza para la industria
vehicular.

Ella sacó su placa -Este es un vehículo oficial de la NYPSD, y funciona para mí. Se queda en
donde lo puse.

-Mire, mire, yo apoyo completamente a los muchachos—y chicas—de azul, pero no puedo
tener estacionados aquí fuera cacharros como ese.

-No juzgue un libro por su título.

-¿Qué?

-Cubierta -le dijo Roarke -Es por su cubierta, querida.

-Lo que sea. El coche se queda... -Ella escaneó el nombre en su gafete -Eugene. ¿Ha visto al
Senador Mira esta noche?

-No, no lo he visto y he estado en la puerta desde las cuatro. Mire, mire, lleve esa cosa a la
vuelta de la esquina, dentro del garaje. Yo les timbraré a ellos y no tendrán que pagar.

-Algunos podrían considerar eso como un intento de sobornar a un oficial de policía. Voy a
dejarlo pasar. ¿Qué me dice de la Sra. Mira?

-Su secretaria social se marchó hace como veinte minutos, así que hasta donde yo sé, la Sra.
Mira está allá arriba. ¿Cuál es el rollo aquí?

-Yo voy a tener uno contigo si no nos permites subir al apartamento de los Mira, ahora. Ha
sido un largo día, amigo, y ahora estoy mojada y con frío. Puedo hacer de tu vida un infierno
viviente si eligiera hacer eso.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Policías,- masculló él en voz baja y echó a nadar pesadamente hacia las puertas. Se acercó
con fuertes pisadas a la computadora del vestíbulo.

- La Sra. Mira o alguien de su gente tiene que autorizarlos. Ellos compraron un elevador
privado, y si intento enviarlos arriba sin autorización, se activa una alarma. Y este es mi
trabajo. Usted puede hacer de mi vida un infierno viviente, pero, hermana, eso no es nada en
comparación con mi esposa. Si pierdo mi trabajo, ella hará que yo desee estar en el infierno.

- Es Teniente Hermana—y hágales saber que la NYPSD necesita hablar con la Sra. Mira.

Él tocó algo en la pantalla, y luego se puso un audífono para tener privacidad. - Hola, Hank,
soy Eugene de la puerta. Tengo aquí abajo a la NYPSD necesitando hablar con la jefa. Uh-
huh. Sí, eso es lo siguiente. Comprendido.

Se volvió hacia Eve. - Necesito escanear eso para verificación, y la seguridad de la Sra. Mira
le está informando que ustedes quieren subir.

- Escanéalo.

Una vez que él lo verificó, regresó a la pantalla y a Hank. - Dallas, Teniente Eve, verificado.
Muy bien. Seguridad quiere saber sobre qué quiere hablar con la Sra. Mira.

- Discutiré eso con la Sra. Mira, para respetar su privacidad.

- Ella dijo—Okay, la escuchaste. Comprendido.

Él se alejó de la pantalla para señalar el último elevador en una línea de tres.

- Ese es el privado. Los voy a enviar directamente hacia arriba. Los de seguridad los
recibirán.

- Genial- Eve echó a andar hacia el elevador con Roarke, esperaron a que se abrieran las
puertas.

Estas lo hicieron con apenas un susurro. El interior del elevador tenía paredes de un dorado
suave, un banco acolchado de azul real en cada lado, y una mesita con un jarrón de rosas
blancas en la pared trasera.

- ¿Quién hace esto?- preguntó Eve. - ¿Quién pone flores en un elevador?

Roarke continuó trabajando en su computadora personal. - Ellos compraron todo el piso


superior—que son cuatro unidades y terrazas—hace ocho años.

- ¿Todo el piso superior?

33
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- En verdad lo hicieron, alrededor de doce-punto-tres millones. Tu dijiste que le echara un


vistazo a sus finanzas.

- Suponía que lo harías cuando estuviéramos en casa.

- La anticipación fue demasiada para mi frágil fuerza de voluntad. Oh, el elevador tiene ojos
y oídos también, pero me tomé la libertad de bloquear ambos cuando entramos.

- Tú sí que te mantienes ocupado.

- Las manos ociosas son las herramientas del diablo.

- ¿Por qué? Ellas están ociosas cuando estas durmiendo— ¿es entonces cuando establece su
negocio? ¿Acaso se supone que todos tengamos que permanecer despiertos usando nuestras
manos de manera que el diablo no haga cosas con ellas? ¿Qué tal si te rompes una mano? ¿Él
va a utilizarla como herramienta mientras esperas a que te la compongan?

Roarke contemplaba el cielo raso de oro pálido. - Una frase tan simple, aunque moralista,
ahora completamente destruida.

- Yo también me mantengo ocupada.- Satisfecha consigo misma, ella salió del elevador
cuando las puertas se abrieron.

Un tipo negro, grande, de constitución maciza, que se veía como si debiera adornar la
cubierta de alguna revista de modas masculina, se adelantó en el amplio vestíbulo de entrada.
Allí habían más rosas blancas, más bancos, iluminación suave y puertas dobles, firmemente
cerradas.

- Teniente, señor,- les dijo él con un leve acento británico. - Voy a necesitar guardar sus armas
así como cualquier artefacto electrónico antes de que los haga entrar para ver a la Sra. Mira.

- No hay ni una solitaria posibilidad en el infierno.

- Entonces me temo que, sin una orden judicial, aquí es hasta donde llegan.

- Muy bien. Voy a asumir que la Sra. Mira no está preocupada porque su esposo haya sido
atacado y posiblemente secuestrado esta noche. Si hay alguna posibilidad de que lo esté, ella
puede contactarme mañana en la Central. Estoy saliendo fuera de servicio. Vamos a comer
espagueti- le dijo ella a Roarke y se regresó hacia el elevador.

- Espere un minuto. ¿Está usted declarando que el Sr. Mira ha sido atacado?

- Con albóndigas de carne,- añadió Eve. - Y una agradable copa de vino.

- Suena absolutamente perfecto para mí. ¿Frente al fuego?- añadió Roarke. - Esta es una
34
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

noche para un fuego en la chimenea.

- ¡Teniente Dallas!

Ella lo miró por sobre el hombro. - ¿Me está hablando a mí?

- ¿El Senador Mira ha sido herido?

- Mira, Hank, yo estoy aquí para hablar con Mandy Mira en un asunto oficial de la policía.
Ella puede estar de acuerdo a permitir el acceso o no. Deja de malgastar mi tiempo.

- Por favor espera aquí. Necesito un minuto.

- Eso es lo que tienes. Sesenta segundos. Desde este instante.- Ella levantó el brazo,
consultando deliberadamente su unidad de muñeca mientras Hank abría las puertas, y se
deslizaba dentro.

Entonces ella respiró hondo. - ¿Por qué las personas tienen tan mal con los policías?

- No puedo imaginarlo, pero ahora me ha provocado mucho el espagueti.

- Ya llegaremos allí.- Ella se dio la vuelta cuando las puertas volvieron a abrirse a los treinta
segundos.

- Si ustedes pasan, la Sra. Mira estaría inmediatamente con ustedes.

- Bien. A ella le quedan cerca de veinticinco segundos.

- Teniente,- empezó él, viéndose aliviado cuando fue interrumpido por un rápido taconeo.

Mandy Mira era una mujer alta, de apariencia impresionante, con una figura escultural y con
oscilante cabello dorado. A Eve le fascinaba que un lado terminara en la oreja mientras que el
otro se curvaba en su barbilla.

Unos fríos ojos azules bajo unas oscuras cejas marrones, conseguían expresar fastidio y
aburrimiento.

- ¿Qué es esta tontería? No estoy acostumbrada a tener a la policía en mi puerta, y no me


agrada que esté utilizando el tortuoso cuento de un ataque para escabullirse aquí.

- ¿Ha hablado usted con su esposo en las últimas dos horas, Sra. Mira?

- Eso no es de su incumbencia.

- Okay, lamento lo de la escabullida.- Eve se volvió para marcharse.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¡Quiero saber de qué se trata esto!

- Esto es acerca de investigar el reporte de un ataque a Edward Mira y el hecho de que él


subsecuentemente está desaparecido.

- Eso es ridículo.

- Entonces usted puede contactarlo en este momento, pruebe eso, y nosotros la dejaremos en
paz con sinceras disculpas por la interrupción de su noche.

- ¡Hank!- Ella realmente chasqueó los dedos. - Contacta al Senador Mira.

- Señora, he intentado hacer eso, a todos sus números. No puedo comunicarme con él.

- Dame esa cosa.- Ella le arranchó a Hank el enlace de las manos, se alejó con éste caminando
sobre sus altísimos tacones azul cielo.

- Wow, debe de ser una alegría trabajar para ella,- comentó Eve, metió las manos en los
bolsillos, le echó un vistazo a la sala de estar.

Montones de azules fríos, seleccionados, dedujo Eve, porque hacían juego con los ojos de
Mandy Mira. Y todo impecable, elegante y reluciente.

Mejor que no les hubieran ofrecido tomar asiento, ya que todas los sillones parecían mata-
culos.

Otra gran exhibición de rosas blancas posada sobre el reluciente piano blanco—y cortinas
blancas que enmarcaban el muro de vidrio que llevaba a la terraza. Para cuando ella había
llegado al retrato del senador y su esposa sobre una chimenea apagada, le llegó la furia de
Mandy.

- ¿Qué quieres decir con no lo sabes? Se te paga para saber. Si quieres continuar recibiendo tu
salario, te contactarás con el Senador Mira ahora. ¿Has entendido?

Ella regresó furiosa, le arrojó el enlace a Hank. - El senador está actualmente incomunicado,
lo cual no debería concernirles a ustedes. Sin embargo, yo quiero una explicación. ¿Por qué
están ustedes aquí, sugiriendo que algo le ha sucedido a él?

- ¿Estaba usted enterada de que su esposo tenía hoy día una cita con un agente de bienes
raíces con respecto a la casa de su abuelo?

- Lo estoy.

- ¿Tiene usted el nombre y la información de contacto de dicho agente?

36
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Yo no tengo ningún interés en absoluto por esa propiedad o su disposición.

- Tomo eso como un no. El primo de su esposo, Dennis Mira...

- Oh, por todos los cielos.- Mandy meneó la mano en el aire como si eso fuera vagamente un
olor desagradable. - Si Dennis los contactó, los ha hecho perder su tiempo así como el mío.
Es un hombrecito tonto y confundido, y que está extrañamente apegado a esa propiedad. Yo
diría que él arregló todo esto para complicar la venta, pero eso es demasiado complejo como
para que lo piense Dennis.

Roarke puso una mano en el brazo de Eve, lo apretó ligeramente. Él habló antes de que
pudiera hacerlo ella de manera que ella sólo se imaginó—vívidamente— el hundir su puño
en la cara de Mandy Mira.

- Dennis Mira fue asaltado segundos después de que se apresurara a tratar de ayudar a su
esposo herido. Si usted dejara de interrumpir,- continuó Roarke en un tono lo bastante frío
como para congelar las pelotas que Eve imaginaba que Mandy llevaba debajo de su
pantalones blancos de seda, - la teniente podría darle los detalles.-

- ¿Y quién es usted?

- Roarke, y en este momento, el consultor civil de la Teniente Dallas.

Aquellos fríos ojos se entrecerraron. - Por supuesto. Sí, por supuesto. Yo sé quién es usted—
ambos. Chusma Y claro, sin duda, en la investigación de Dennis y Charlotte Mira. Ustedes
pueden ir donde ellos y decirles que no estoy interesada en sus patéticas estratagemas, y mi
esposo hará lo que elija hacer con esa ridícula casa antigua y todo lo que hay dentro. Si
ustedes vienen aquí otra vez tratando de crear problemas, yo tendré algo que decir al respecto
al gobernador—y ya veremos cuánto tiempo Charlotte continúa con su vergonzosa asociación
con la policía. Hank, saca a esta gente de aquí. Ahora.

Eve se inclinó hacia adelante, apenas un poquito. - Puede besarme el trasero.

El color inundó la cara de Mandy. - Cómo se atreve. Puede estar segura de que contactaré con
su superior y reportaré su comportamiento.

- Ese sería Whitney, Comandante Jack. Central de Policía.- Eve sacó su placa. - Tome nota
del nombre y el número. Hoy día limpié algo de la sangre de su esposo en esa ridícula casa
antigua—piense sobre eso. Usted piensa sobre eso y del hecho de que no puede encontrarlo.
Y recuerde que Dennis Mira terminó inconsciente en el piso, perdiendo algo de su propia
sangre porque trató de ayudar. Y usted...

- Eve,- murmuró Roarke.

37
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- No, maldita sea, no he terminado. Y piense en el hecho de que un policía vino a su casa para
informarle, para reunir información en la investigación del paradero de su esposo, y usted lo
obstruyó. Como policía yo la estoy mirando justamente a usted, directamente a usted como
mi principal sospechosa.

- ¿Tiene algo escondido en su armario, hermana? Le garantizo que yo lo encontraré.

Una asombrada indignación dejó el rostro de Mandy Mira sin color.

- Sácalos. Sácalos de mi casa.

Ella salió enfurecida mientras Eve se volvía hacia la entrada del vestíbulo.

Hank cerró la puerta tras ellos.

- ¿Teniente? ¿Señor? Quiero disculparme por...

- Tú tienes tu trabajo, yo tengo el mío.-

- ¿Están seguros de que el Senador Mira fue herido, y está desaparecido?

- Sí.- El cambio de tono la hizo volver a mirarlo. - ¿Sabes con quién estaba citado para
encontrarse en la casona hoy día?

- No lo sé, pero trataré de averiguarlo. Lo que sí sé es que debería de haber llegado a casa
hace más de una hora. Yo mismo ya debería estar en mi casa, pero la Sra. Mira insistió en que
me quedara hasta que él llegara a casa.

- ¿Eso es usual?

- No es inusual. Si averiguo cualquier cosa que pueda ayudar, me contactaré con usted en la
Central. Sólo para su información—ella contactará al gobernador y a su comandante en jefe.

- Ella puede contactar a Dios para lo que me importa.

Cuando las puertas del elevador se cerraron, Roarke deslizó su mano hacia abajo para tomar
la de ella. Él podía sentir la rabia vibrando en su piel.

- Yo seré Riff,- dijo él.

- ¿Qué?-

- Yo seré Riff, lo cual te deja a ti con Raff.-

Él vio la momentánea confusión en su rostro, y entonces el rápido destello—un humor


reacio—en sus ojos. - ¿Por qué te quedas con Riff? ¿Porque viene primero?-
38
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Porque me gusta el sonido que tiene. Pienso que va conmigo. Tú eres más una Raff,
definitivamente. Mi Raff.

- Eso es Teniente Raff.

- Como tú quieras.

- Estás tratando de calmarme para que no destroce el elevador.

- Es una manera de que yo también me calme. No a menudo tengo unas ganas tremendas de
golpear a una mujer—eso simplemente está en contra de mi naturaleza. Pero allá arriba tuve
unas ganas poderosas.

- Cuando yo la golpeé mentalmente, la sangre salió a borbotones de su nariz.

- Bueno entonces, eso tendrá que ser suficiente para ambos. Y todavía… - Él se llevó su mano
a los labios. - Iremos a casa y trabajaremos horas enteras tratando de encontrar al esposo de
la perra impresionantemente grosera.

- Él tiene que ser un cretino. Nadie permanecería casado con eso a menos que fuera un
cretino. Pero sí, trabajaremos en ello.

Él mantuvo agarrada su mano mientras atravesaban el vestíbulo. - Tal vez simuló un


secuestro para escapar de ella

- Sería difícil culparlo, excepto que es un cretino.

Ella contactó con Mira mientras Roarke conducía a casa, la puso al tanto de que había
notificado a Mandy Mira.

- ¿Cómo se lo tomó ella?-

- Ella declara que son pamplinas que tú y el Sr. Mira prepararon, nos insultó a Roarke y a mí,
a ustedes dos, y pretende contactar con el gobernador y con Whitney para reportarme. Yo le
dije que me besara el trasero.

- Me ocuparé de eso.

- Oye, no. No quiero que tú…

- Yo me ocuparé de eso, Eve. Insisto. Espera una disculpa.

- Yo no quiero que ella se…

- No discutas conmigo sobre esto.-

39
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve empezó a hacer justamente eso, pero vio la fatiga, y el estrés. - Okay, está bien. ¿Cómo
está el Sr. Mira?-

- Él está bien. No hay síntomas preocupantes. Voy a vigilarlo esta noche, pero
verdaderamente creo que está bien. Preocupado por Edward, por supuesto.-

- Hazle saber que estamos trabajando en esto, y me pondré en contacto en cualquier caso.-

Cortó la comunicación antes de que Mira pudiera volver a agradecerle, y consideró


estrategias investigadoras mientras pasaban a través de los portones, y se dirigían a su hogar.

Luces resplandecientes daban la bienvenida en docenas y docenas de ventanas, brillando


contra la majestuosa fachada de piedra, incluso en las elegantes torretas.

Ella consideraba su milagro personal el llegar a casa a semejante maravilla luego de un día
interminable.

Ellos salieron por lados opuestos del coche, y caminaron alrededor.

- ¿Cuánto tiempo te tomó diseñar la casa—toda la elegante fortaleza con un toque de


castillo?-

- Oh, pasé años construyéndola en mi mente cuando era un niño. Cada vez que me iba a la
cama hambriento o golpeado, ésta se hacía más grande.-

Debido a que su niñez había sido una tremenda pesadilla como la de ella misma, la
sorprendió que él se haya restringido a sólo algo enorme.

- La diseñé en un momento,- dijo él, volviendo a tomar su mano mientras se aproximaban a


la puerta.

- Eliminé las torres de vigilancia, el foso, y acepté que las catapultas de mi imaginación no
tenían un propósito práctico.

- No sé. Las catapultas serían bastante geniales.-

Cuando entraron en la casa, ella vio lo primero con que hubiese cargado una de ellas: el
mayordomo de Roarke.

Summerset estaba de pie en su habitual traje negro—el cadáver viviente que atormentaba la
casa. El gordo gato se frotó contra una de las piernas huesudas de Summerset, y luego trotó
hacia ellos para entrelazarse entre las piernas de Eve y de Roarke, en una especie de regordete
ballet felino.

Eve aguardó un momento por el esperado comentario desdeñoso sobre lo tarde que habían
40
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

llegado a casa, o algún otro insulto. Pero él sólo dijo:

- ¿El Sr. Mira?-

- Él está lo bastante bien,- dijo Roarke, quitándose el abrigo. - Eve acaba de hablar con la Dra.
Mira.

- Me alegrar oír eso. Si hay alguna cosa que yo pueda hacer, solamente tienes que hacérmelo
saber.-

Se alejó en esa forma suya casi silenciosa, dejando a Eve frunciendo el ceño tras él.

- Luego de un día como éste, ¿ni siquiera puedo fastidiarlo?

- Le dijiste a la esposa de un ex-senador que te bese el trasero.- Él le quitó el abrigo a Eve. -


Quédate satisfecha con eso.

- Ese fue un 'bésame el trasero' profesional.

Roarke le hizo una rápida caricia a Galahad antes de empezar a subir las escaleras. - Siempre
hay un mañana.-

Ya que eso debería bastarle, Eve subió con él, y el gato subió los escalones detrás de ellos.

- Primero la cena,- insistió él. - La tomaremos en el dormitorio con el fuego y el vino.-

Ella podía vivir con eso. Luego instalaría un tablero en su oficina, haría algunas
investigaciones, se comunicaría con el detective de Personas Desaparecidas al que ella había
alertado. Roarke podría revisar las finanzas, lo cual lo entretendría. Ella podía…

- Yo me ocupo del fuego y del vino,- dijo Roarke. - Tu ocúpate de la pasta.-

- Bien. Okay. Voy a contactar a sus dos hijos, sólo para ver si ellos tienen alguna información.
Puedo contactar a ese grupo de expertos que tiene él en la mañana si nada se presenta.-

- Quieres decir un cuerpo. Piensas como una policía de homicidios, ¿verdad?-

- Soy una policía de homicidios. Un cuerpo, porque si esto fue secuestro, un asunto directo,
habría habido una demanda de rescate. Si alguien sólo se lo llevó para conseguir algo de él,
tal vez luego lo dejen ir.-

- Pero ¿por qué?-

Ella programó el espagueti, añadió los palitos de pan de hierbas que les gustaban a ambos. -
Sí, ¿por qué? A menos que sea algún asunto que él tendría que mantener en secreto o estar en

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

algo peor. No sé lo suficiente sobre él todavía como para tener un asidero sólido. El instinto
me dice que hallaremos el cuerpo, pero eso tal vez es una reacción refleja.

- Su esposa no lo ama.

La policía que había sido podría haber llegado a esa conclusión, pero la policía en la que se
había convertido, la que conocía el amor, estaba segura de ello.

- Ni si quiera en los alrededores del amor. Pero ella es territorial, protectora de la posición
social que gozan. No la veo organizando esto. Quizás encuentre algo que nos lleve hacia eso.
Mira dijo que él tenía sus aventuras, pero que a la esposa no le importaba. Tal vez a ella le
comenzó a importar por alguna razón—amenaza de divorcio y pérdida de posición social.-

Ella llevó los platos con generosas porciones hacia la mesa de la salita de estar del dormitorio.
Ahora el fuego crepitaba, y Roarke sirvió el vino tinto en las copas.

Y el gato observaba con avidez.

- Summerset lo habría alimentado, ¿verdad? dijo Eve.

- Oh, por supuesto.-

- Mierda.- Ella regresó hacia el Auto Chef, programó un platito de salmón. - Si no, él nos va
a estar mirando feo mientras comemos,- declaró ella cuando Roarke levantó una ceja.

Cuando Galahad se abalanzó como un hambriento sobre el pescado, ella volvió a sentarse,
cogió su vino.

- Se suponía que esto sucediera hace horas.- Ella tomó un buen trago.

- Y aun así, aquí estamos. Es algo agradable, aunque retrasado, el compartir una comida en
frente del fuego en una desagradable noche invernal.-

Ella envolvió espagueti en su tenedor, lo probó. - Esto en verdad no está nada mal. El agente
de bienes raíces.- Envolvió otro bocado. - Necesito al agente de bienes raíces. Él—o ella—
está metido en esto, o le cancelaron la cita. Lo más probable es que esté involucrado.-

Se llevó a la boca un bocado de albóndiga. - No se trata de la venta de la casa.- Ella sacudió


la cabeza. El Sr. Mira es la piedra angular allí. Tal vez es política, tal vez es personal. Tal vez
le debe a alguien un montón de dinero. Pero ellos lo llevaron a esa casa—lo que quiere decir
que ellos sabían de esa casa—en donde asumieron que tendrían suficiente tiempo y
privacidad. El Sr. Mira les jodió el plan.-

- Así que mientras Dennis está inconsciente, se llevan de allí a Edward Mira. Y eso requiere
un vehículo.-
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Sí, de manera que lo más probable, teniendo eso a la mano, él/ella/ellos ya tenían planeado
llevárselo desde el principio. Ponerlo primero un poco a tono. Lo cual nos lleva de vuelta al
por qué esto suena personal. O es sobre dinero, lo cual es bastante personal para un montón
de personas. Aun así…-

- Si esto fuera por dinero, él estaba presionando para vender una propiedad valiosa, lo cual
podría cubrir todo menos la más descabellada de las deudas.-

- Exactamente. Así que nuevamente, si es por dinero, lo sensato es ir tras el obstáculo, y ese es
el Sr. Mira. Pero ellos no lo hacen. Las probabilidades recaen en algo personal.-

- Alguien a quien él juzgó, sentenció,- sugirió Roarke. - Una relación o un ser querido de
alguien que él sentenció. Alguien a quien hizo tomar una mala decisión en el Congreso, o
alguien a quien le pasó por encima por una posición.- Roarke alzó un hombro. - Un hombre
que ha tenido esas trayectorias hace enemigos.-

- Un hombre que tiene amoríos también los hace. Una mujer qué dejó, el esposo o amante de
alguien con el que tuvo una aventura. Hay un montón de terreno en lo personal.-

Asintiendo, Roarke envolvió un poco de pasta. - ¿Por qué no matarlo en donde estaba
sentado?-

- Sí, sí, sí.- Ella continuó comiendo mientras esto daba vueltas en su mente. - Es por eso por
lo que supuse al principio que era un secuestro. Pero han pasado horas, y no hay demanda
de rescate. Así que… Querían más tiempo para jugar con él—lo cual nuevamente se inclina
hacia querer información o simplemente hacerlo sufrir más.-

- Dennis fue atacado por detrás.-

Ella asintió, volvió a tomar un poco de vino. - Tuvieron cuidado de que él no viera al atacante.
Entonces, ¿de sangre fría? Por qué no darle otro porrazo o dos, sacarlo de allí, y usar la
violencia para que Edward se muera de miedo. Pero, no. Él no estaba en la agenda.-

- Lo cual te dice que hay una agenda.-

- Échale un vistazo a esto.- Ella cambió de posición en su silla. - El atacante entra a la casa
con él. Eso me dice que no conoce a esta persona, no como una amenaza. O la conoce, pero
no como una amenaza. El ardid del agente de bienes raíces—o el atacante es un agente de
bienes raíces, y eso lo ayudó a poner la trampa. Sin tener a la víctima para que nos lo diga, o
su cuerpo que nos dé pistas, nosotros no sabemos si el atacante lo aturdió, lo atrajo, o lo forzó
a entrar en el estudio. Y nosotros no sabemos por qué ellos escogieron ese lugar—si es que es
significativo—para ponerlo a tono. El Sr. Mira piensa que su primo no estaba atado en el
sillón, y yo no vi ninguna señal de ello en la escena. De manera que pienso que por lo menos
eran dos personas. Una para sostener el arma contra la víctima, la otra para golpearlo.-
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Si él debía dinero, lo cual espero descubrir, ellos deben de haber sido un par de rompe-
huesos. Pero la estratagema para llevarlo a él a ese lugar parece un poco sofisticada e
innecesaria.-

- Exactamente. Y entonces ¿para qué llevárselo en lugar de sólo romperle las piernas? Tal vez
habrá una demanda de rescate, pero sin una, yo no pienso que esto sea acerca de dinero. No
en el sentido usual. Necesitamos tachar eso, pero no me da esa sensación.-

- Lo siguiente es el sexo.-

- Sí. El sexo vuelve loca a la gente. Cruel, vengativa, violenta.-

- ¿Lo prometes?- dijo él y la hizo atragantarse con el vino.

- Que tal pervertido.-

- Miembro del club. Pero tú estás hablando de locura que no es divertida ni es con
consentimiento. Y yo estoy de acuerdo. Pero…- Él partió un palito de pan por la mitad, le
ofreció una parte. - Si golpearlo hasta matarlo por una aventura, o una relación amorosa
frustrada, ¿para qué llevárselo?-

- El Sr. Mira.-

Roarke asintió. - Lo inesperado, quizás algo de pánico. Pero no lo suficiente para apurar la
golpiza. Se lo llevan a otro lado.-

- Esa es la que me gusta. Mierda, ¿qué hacemos ahora? Larguémonos de aquí—llevémoslo


con nosotros.- Ella gesticuló con el palito de pan, y lo mordió. - Te apuesto cinco contra diez
que encontramos el cuerpo dentro de las próximas veinticuatro horas.-

- Siento que, incluso para nosotros, una apuesta así sería de muy mal gusto.-

- Sí.- Mientras ella comía, se preguntaba a quién se le había ocurrido el concepto de una bola
de carne, y si ellos habían sido compensados adecuadamente. - En cualquier caso, voy a
tomar esto como un homicidio—voy a dejar que Personas Desaparecidas lo maneje como un
desaparecido. Pero si aparece un cuerpo, yo estaré un paso adelante. Esto va a ser duro para
el Sr. Mira, aun cuando él y su primo no estaban en lo que podrías llamar términos
amigables.-

- A menudo la familia es una historia diferente, ¿no es así?-

- Sí, lo es, y yo supongo que toda la cuestión de los primos puede ser difícil de manejar. Aun
así, cuando oyes a McNab y a Peabody hablar acerca de sus primos—y allí tienes a todos tus
primos irlandeses—hay un montón de lazos, un montón de… cariño. Pero con este primo y

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

la pendeja de su esposa, no es sólo una falta de cariño o desconocimiento de los lazos, es…-

- Desprecio,- dijo Roarke, y ella lo señaló con su tenedor concordando con él.

- Esa es la palabra exacta. Y cualquiera que tenga desprecio por alguien como el Sr. Mira tiene
que ser un cabrón.

- De manera que estás esperando el cadáver de un cabrón dentro de las siguientes


veinticuatro horas.-

Ella asintió, y comió un último bocado. - Sí. No quiere decir que no hagamos el trabajo.
Deberíamos añadir eso como un anexo al cartel que hizo la división. Tú sabes, 'No importa tu
raza, credo, bla, bla, nosotros protegemos y servimos, porque tú podrías terminar muerto.'
Nosotros deberíamos poner uno de esos…-

Ella garabateó una forma con el dedo en el aire, haciéndolo sonreír porque él la entendía tan
fácilmente. - Asterisco.-

- Sí, esa cosa. Y añadir: - Incluso si usted es un cabrón.-

- Tiempo pasado sería más aplicable, siendo Homicidios. 'Incluso si usted era un cabrón.-

- Hum. Buen punto. Y será mejor que me ponga a trabajar. Tú tomarás las finanzas.-

- Con considerable placer.-

Ellos salieron juntos. - Voy a enviarle a Peabody un informe, para ponerla al día. También se
lo copiaré a Mira. Esto la afectó. Tu no la ves alterada muy a menudo, pero esto realmente la
sacudió, viendo que él había sido herido.

- El amor nos hace vulnerables.-

- Él la tranquilizó. Tiene esa forma de ser. Yo sé que él estaba alterado, y que recibió un
tremendo golpe, de manera que estaba herido, pero él la tranquilizó a ella.-

- Y el amor nos hace fuertes. Esa es la maravilla del amor.-

- Yo no sé si mucha gente nace siendo bondadosa. Como si sólo fuera parte de su ADN. Yo
pienso que el Sr. Mira nació así. Así que de verdad desee haberle dado un puñetazo a la
Perra-Mandy.

- Tienes tu imagen de sangre en borbotones.- Roarke le palmeó el hombro. - Dejemos que


eso sea suficiente.-

- Tendrá que serlo.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ellos se separaron, ella a su oficina, Roarke hacia la suya que estaba al lado. El gato optó por
quedarse con Eve, y trotó directamente a su sillón de descanso, saltó, dio vueltas, vueltas y
vueltas, y colapsó como si hubiera corrido una maratón.

Ella fue primero a su escritorio, se sentó, y vio en su correo que los barredores se habían
tomado su orden de apurarse a consciencia.

La sangre en el sillón del escritorio era de Edward Mira. La de los tableros del piso, de
Dennis Mira. Las únicas huellas en el estudio, en el umbral y en las puertas pertenecían a:
Dennis y Edward Mira; Sila Robarts; Frankie Trent, mamá de Sila; y Dara Robarts, hija de
Sila—las encargadas de la limpieza.

De manera que los sospechosos se habían sellado las manos, concluyó ella. Ellos habían
tenido un plan.

Comenzó a elaborar un informe, adjuntando los primeros resultados de los barredores.


Luego decidiendo que sería mejor el enviarle también una copia a su comandante, lo depuró
un poco. Ella consideró que cualquier problema que tuviera por el comentario de 'bésame el
trasero' lo valía.

Con el libro ya empezado con los informes y sus notas, instaló su tablero. Bastante ralo hasta
el momento, pensó ella, dándole vueltas y estudiando la foto del documento de identificación
de Edward Mira. Pero todavía un paso adelante del juego cuando apareciera el cuerpo.

Se encaminó a su escritorio intentando empezar investigaciones más profundas en todas las


partes conectadas, y Roarke entró a la oficina.

- ¿Tan rápido?- comentó ella.

- Inicialmente. Puedo decirte que el senador muy bien podría usar un gran flujo de efectivo.-

- ¿Juego?-

- No particularmente, no. Estilo de vida. Y el Instituto Mira todavía no se mantiene por sus
propios medios. Él inyectó un montón de dinero en éste, y el mismo continúa drenando sus
recursos. Básicamente, ellos gastaron una gran cantidad. Seguridad, atención a los visitantes
al Instituto, viajes. Ellos tienen aquí en la ciudad el pent-house, otra vivienda en East
Hampton, una vivienda de estancia temporal en East Washington. Y membrecías en todos los
clubs de campo exclusivos en cada localidad. El Instituto también renta una suite en mi Hotel
Palace, así como sostiene una nómina cuantiosa, y gastos operativos bastante altos.-

Él avanzó un poco más, se sirvió del café que ella tenía en su escritorio. - Ha hecho algunas
inversiones pobremente consideradas en los últimos dos o tres años, y eso ha mermado algo
de los ingresos. Ha habido ingresos esporádicos por la venta de algunas antigüedades y
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

piezas de colección.-

- De la propiedad del abuelo.-

- Sí, de hecho. Pero ellos van a tener que empezar a cortar algunas esquinas, o vender una de
sus propiedades, a menos que tengan un importante aumento en movimiento de efectivo.
Eso incluye sus dos cuentas secretas, y una de ella.-

- ¿Encontraste ya tres cuentas secretas?- Cuando él simplemente bebió del café de ella, y la
estudió sobre el borde de su taza, ella sacudió la taza. - Por supuesto que lo hiciste. ¿Cuentas
ilegales?-

- Cuestionables, y para un hombre en su posición políticamente, nada ético. La venta de la


casa podría absolutamente darle a él un poco de respiro.-

- ¿Pero nada que parezca como que él le debía a alguien que enviara a los rompe-huesos?-

- Voy a investigar con más profundidad, pero lo que ya he visto pinta un paisaje bastante
claro. Estas son personas acostumbradas a cierto estilo de vida—y posición social—poco
dispuestos a disminuir gastos para mantener su barco financiero confortablemente a flote.
Por ejemplo, ella gasta entre diez y doce mil al mes en visitas al salón de belleza y el spa. Sin
incluir cirugías de cuerpo y rostro dos veces al año, lo cual triplica esa cantidad. Él no está
muy detrás de ella en esa área.-

- Jesús, eso está, qué, en el ámbito de un cuarto de millón anualmente por vanidad.-

- Esa es la geografía. Y eso no es nada, realmente, si lo confrontamos contra lo que él invirtió


y continúa invirtiendo en el Instituto. Él puso veinte millones propios para ponerlo en
marcha, y a pesar de que recibe alrededor de un millón anualmente del mismo, él lo vuelve a
invertir allí, y un poco más, para mantenerlo en funcionamiento. Puedo decirte que en los
últimos dieciocho meses a dos años, el dinero se ha convertido en un serio problema para él.-

- Okay, él necesita vender—ese es su motivo. Nosotros necesitamos descubrir quién recibe su


parte de dicha venta potencial cuando él muera. La esposa y/o los hijos, es lo más probable.-

Ella dio otra vuelta alrededor del tablero. - La esposa no quiere dejar su estilo de vida. ¿Lo
habría matado por esa razón?- Haciendo una pausa, Eve estudió la foto del documento de
identidad.

- No me sorprendería. Tiene las agallas para eso. Él probablemente tiene seguro de vida. Si
el estira la pata, ella no sólo es la sufrida viuda, sino que quedaría muy bien establecida.-

Ella metió las manos en los bolsillos, se meció sobre los talones. Sacudió la cabeza. - Pero el
método está completamente equivocado. Incluso si ella contrató a alguien. Hay un montón

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

de dinero. Golpeen a mi esposo, mátenlo—y háganlo en esta dirección porque tal vez ella
supone que Dennis estaría de acuerdo en vender bajo esas condiciones.-

- Es la esposa doliente de mi primo, él fue asesinado aquí. Vender la propiedad nos ayudará
a todos a sanar. Sí.-

Reflexionando, Roarke le ofreció el resto del café. - Puedo verlo. Retorcido como es.-

- Demasiado retorcido. Además, si ellos son matones contratados, sólo cumplen el trato. No
tienen que llevárselo a otro lado.-

- Vuelves a lo personal.-

- Sí, así es. Él no le debe a nadie, ¿no hay señales de que esté pagando por un chantaje?-

- No que yo haya encontrado, no.-

- Así que esto es sobre el dinero para él, pero no sobre el dinero para quienquiera que lo tenga
a él. Sexo.-

Roarke la abrazó por la cintura. - Encantado.-

- Nosotros no, campeón. Dinero, política, mujeres—esos parecen ser sus asuntos principales.
El dinero simplemente no está en juego. La política—él ya no es más un senador, pero está el
comité de expertos. Voy a echarle un vistazo a eso, pero si él lo está sustentando para
mantenerlo en funcionamiento, cuánta influencia tiene esto, o él… ¿políticamente? De
manera que esto se trata de sexo. La suite en tu hotel. Apuesto a que hace un agradable nido
de amor.-

- Nosotros tratamos de mantener tales cosas bien cómodas.-

- Ja. Apuesto que podrías tirar de una línea y conseguirme algunos nombres de las tortolitas
con las que el Senador Perro de Caza podría haber anidado. Eso no suena bien,- se percató
ella frunciendo el ceño. - He perdido la metáfora original.-

- Pero se conservó lo suficiente. Yo puedo tirar de una línea, por supuesto. Y si él utilizó la
suite para divertirse, tendré los nombres o al menos los rostros para ti. Dame unos minutos.-

Ella fue por más café, y luego se sentó a hacer correr más investigaciones.

No le sorprendió que Roarke terminara su tarea antes que ella.

- Cinco mujeres durante el año pasado. Te he enviado los nombres. Todas en visitas
múltiples, por semana, la mayoría durando entre seis y ocho semanas. Quiero un coñac.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Cinco, en un año. Y él está cerca de los setenta años.-

- Ciencia médica, y nosotros la saludamos, ha hecho ese problema irrelevante.- Él abrió el


bar empotrado, sacó una botella. - Te los he enviado en orden de aparición. También te
puedo decir que: Mientras que el senador utiliza la suite en un promedio de una vez por
semana para propósitos personales, él generalmente se queda a pasar la noche. La dama del
momento raramente lo hace.-

Ella generó fotos del documento de identidad, las añadió al tablero. - Todas menos dos
legalmente casadas. Y la última tiene veinticinco. Quiero decir, por los clavos de Cristo, él le
lleva a ella más de cuarenta años. Esto simplemente no está bien.-

Cuando Roarke simplemente hizo girar el coñac en su copa y le dio un sorbo, ella entrecerró
los ojos. - Él es lo bastante viejo para ser su abuelo.-

- A mí no me agrada el hombre—menos ahora de lo que me desagradaba antes—pero no


puedo evitar el admirar su… vigor.-

- Eso es pensar con la polla.-

- Bueno…- Roarke bajó la vista hacia la suya. - Ella tiene sus opiniones.-

Farfullando para sí, ella se puso de pie para darle vueltas a su tablero. - Todas ellas son
atractivas, le concederé eso a él. Y ninguna de ellas dentro de los cincuenta años de edad.
Esta Lauren Canford es su elección de más edad a los cuarenta y dos. Casada, dos hijos, una
activista. Eso es un asunto político. Y la bebé del grupo, Charity Downing, veinticinco,
soltera, una artista que trabaja en Eclectia—una galería en el SoHo. Asha Coppola, en su
segundo matrimonio, trabaja para una organización sin fines de lucro—treinta y un años.
Allyson Byson, tercer matrimonio—eso es ¿optimismo o locura? De cualquier manera, tercer
matrimonio a los treinta y cuatro, no trabaja. Y Carlee MacKensie, veintiocho, soltera,
escritora independiente.

- Les echaré un vistazo a ellas, y a sus cónyuges.-

- Yo tengo algo de mi trabajo a menos que necesites algo más.-

- No, adelante. Gracias.-

Él le dio hasta medianoche y, como lo esperaba, la encontró comenzando a cabecear sobre el


trabajo.

- Ese es un salto lo bastante grande sobre las cosas por una noche.-

Ella no discutió, sabía que tenía que dejarlo hervir y asentarse. Y si ella estaba equivocada,

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Edward Mira podría volver a casa antes de la mañana.

Pero ella no estaba equivocada.

- ¿Sabías que el Sr. Mira y su primo fueron ambos a Yale? El senador estaba en un año
superior a él—podrían haber sido dos pero el Sr. Mira se graduó antes. Y él salió de Yale con
esa cuestión en latín—la cosa esa magnum.

- Magna cum laude.-

- Sí, esa. Y el asunto del Phi Beta también. Se graduó tercero en su clase. El senador se
graduó como en el setenta-lo que sea en la suya. El Sr. Mira tiene todas estas letras después
de su nombre. No sé lo que son ni la mitad de ellas, y él sirvió como presidente de la clase en
su último año, fue el graduado con las mejores calificaciones. El senador lo hizo más que bien,
pero en un nivel académico, el Sr. Mira le pateó el trasero.-

- Me imagino que eso no le cayó muy bien al futuro senador.-

- Estoy pensando que no. De cualquier manera, las Urbanas recién estaban empezando a
retumbar, y el Sr. Mira era un maldito capitán de la patrulla de la paz del campus. El campus
estaba bastante lejos de la ciudad, de manera que estaba razonablemente segura, pero habían
problemas, y demostraciones, y regulares amenazas de bombas.-

En el dormitorio, ella se sentó para sacarse las botas. - El senador recibió su título de abogado,
y tomó un trabajo con una firma de abogados en Sunnyside—lejos del conflicto. El Sr. Mira
regresó a Nueva York, obtuvo su maestría de la universidad de Columbia. Él obtuvo el
doctorado de allí también, así que ambos son Dr. Mira. Él y Mira. Cohabitaron como casi un
año.-

Ella sacudió la cabeza mientras se desvestía. - Nunca me los imaginé como cohabitantes,
¿sabes? Y averiguar esas cosas me hizo sentir rara. Voyerista, pero había que hacerlo. Y
ambos estaban empezando sus carreras y su vida juntos en una ciudad estremecida por las
Urbanas. Se casaron en la casa de los abuelos. Esta toda esta historia que averigüé. Yo no
debería de haberme tomado el tiempo para investigar cosas como esa, pero…

- Es adorable.-

- Sí, y esto muestra otra razón por la que esa casa le importa tanto a él.- Ella se puso una
camisa de dormir, y se metió a la cama. El senador y Mandy se echaron el lazo en el Palace—
antes de tu tiempo—en un gran y ostentoso evento.-

Ella se volvió hacia él cuando se deslizó dentro de la cama con ella. - Tú podrías haber tenido
un evento grande y ostentoso cuando nos casamos. ¿Por qué no lo tuviste?-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- A ti no te habría gustado.- Él se envolvió alrededor de ella, atrayéndola hacia donde más le


gustaba tenerla. - Y por mí, yo quería que nuestras vidas empezaran en dónde más importara.
En casa. Yo quería ese recuerdo de estar aquí—como la fotografía que hiciste para mí. De
nosotros dos, bajo la glorieta el día de nuestra boda.

Ella soltó un suspiro. - Tal vez lo haremos allá.-

- ¿Hacerlo allá?-

Pero ella ya se había quedado dormida, y no le respondió.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 3

Ella flotaba justo debajo de la superficie del sueño con extraños sueños cortos serpenteando,
entrelazándose, y luego desvaneciéndose como volutas de humo.

A pesar del brumoso desfile de sueños, más extraños que perturbadores, se sentía cálida,
segura y satisfecha.

De manera que cuando Roarke se alejó, se acercó más, aferrándose a esa calidez, esa
seguridad, y esa satisfacción.

Él le rozó el ceño con los labios mientras empezaba a soltarse de ella.

Ella dijo, - Ah, ah.

- Duerme,- murmuró él, y le hubiese retirado el brazo pero ella se agarró con más fuerza.

- Demasiado temprano. Todavía está oscuro. Quédate.-

- Tengo una conferencia holográfica en…

A ella simplemente no le importaba, y ladeando la cabeza encontró su boca en la oscuridad.

Ella no sólo quería la excitación, sino la intimidad de la quietud, el sedoso resplandor de la


unidad antes de que el mundo despertara y los jalara a ambos de vuelta a lo brillante y lo
duro.

Sólo a él—ella sólo lo quería a él—en la gran cama bajo la claraboya antes de que el frío
amanecer llegara.

De manera que lo atrajo hacia sí, hacia lo suave y dulce.

Él la oyó suspirar con el beso que edificaba un puente opalescente entre la noche y el día, uno
que vertía amor en su interior como oro líquido. Y ella se puso sobre él, yaciendo corazón a
corazón, boca a boca, cuerpo a cuerpo.

Las largas líneas de ella lo encantaban: piel suave, y músculos firmes. Sus manos
deambularon deslizándose debajo de la delgada camisa con la que ella dormía, subiendo por
su esbelta longitud. Él pensó que podría estar satisfecho, su mundo completo, si un momento
justo como éste no terminara nunca.

Entonces ella se incorporó, se quitó la camisa de dormir por la cabeza, y lo tomó en su interior.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

El placer se encendió, un placer ardiente, un lazo fuerte, y luego se convirtió en suaves latidos,
como un pulso, una prueba de vida. Ellos eran sombras en la oscuridad, cobijados en sus
secretos, bañados en su silencio, hechizados el uno por el otro. Ella comenzó a mecerse con él,
hacia la felicidad con movimientos lentos y ondulantes que tocaron el corazón de él, y
gobernaron su cuerpo.

Él se incorporó hacia ella, con las manos perdidas en su cabello, su boca cerrándose en la de
ella, y su corazón—todas sus cámaras—inundado de amor. Ahora se tomaron uno al otro
hacia el lento ardor de las sensaciones encendidas por la llama constante del amor, latido a
latido hasta que el pulso lo fue todo.

Unidos, ellos se elevaron y cayeron juntos.

Ella volvió a suspirar, todavía envuelta alrededor de él, con su mejilla contra la de él. - Okay,-
dijo ella, volviendo a suspirar. - Okay.-

Cuando él se recostó hacia atrás con ella, ella estaba sin fuerzas, tan derretida como la cera e
igualmente caliente. Él le acarició el cabello, la mejilla, y la hizo sonreír.

- Yo pienso que lo haremos.

- ¿No lo acabamos de hacer?

Aun sonriendo, ella le pinchó el estómago con el dedo. - No eso—aunque fue bastante
agradable. Supongo que mi mente sigue dando vueltas alrededor de los Miras. Tú no
estabas allá con ellos en la escena del crimen. Fue… es la forma en que se miran el uno al otro,
y se tocan. Un par de veces tuve que apartar la vista porque sentí como si estuviera
entrometiéndome. Ellos han estado casados por décadas, pero cuando los ves de esa
manera… como anoche. Sabes la razón.-

Ella cerró los ojos. - Yo quiero eso. Yo nunca pensé que lo deseara o que lo desearía, pero yo
quiero eso. Yo quiero estar contigo por décadas y que tú me sigas mirando de la manera en
que él la mira a ella.

- Tú eres el amor de mi vida. Y siempre lo serás.

- Quizás puedas decirme eso en unos treinta años.-

- Esa es una promesa. Y ahora, amor de mi vida, vuelve a dormir.-

Ella frunció el ceño cuando él salió de la cama. - Es la mitad de la noche.-

- Son casi las cinco y media ahora.-

- Algunas personas, que no son tú, consideran eso como la mitad de la noche.-
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Es mediodía en Europa, y yo tengo una conferencia holográfica en muy poco tiempo.-

Mientras él se iba a duchar, ella se adormiló, pero se dio cuenta de que su mente no podía
volver a dormirse. Apenas si lo oyó salir del baño, vestirse—el hombre se movía como una
sombra.

Lo cual probablemente tenía que ver con su éxito como ladrón en tiempos pasados.

Sola, se quedó acostada unos minutos más, y luego se dio por vencida.-

- Luces al veinticinco por ciento.-

Cuando se encendieron, ella se sobresaltó. El gato estaba despatarrado a los pies de la cama,
mirándola con fastidio.

- Cristo, tu eres tan malo como Roarke, merodeando por ahí.-

Ella suponía que el sexo mañanero había molestado al gato, pero a ella le había caído muy
bien. Programó café, y comenzó a animar a su mente mientras entraba a la ducha.

Ya que se había adelantado a Roarke en el Auto Chef, ella programó el desayuno para
ambos—nada como gofres en una fría mañana de enero, según ella—y los dejó bajo las
cubiertas para mantenerlos calientes mientras ella se vestía.

Ella se sentó con café, su computadora personal, y adelantó su trabajo del día.

- Bueno, esta es una adorable visión en un glacial día invernal.-

Ella le lanzó una mirada y decidió que él mismo era una visión bastante buena en su traje de
gobernante-del-mundo. - ¿Ya terminaste de comprar Europa?-

- Hoy día no estoy haciendo compras—hasta el momento—sólo un poco de avances de


ingeniería y tecnología a través de R & D (Investigación y Desarrollo). Y buenos avances.-

Él se sentó, se sirvió café de la cafetera sobre la mesa, luego quitó las cubiertas de los platos
del desayuno. - Gofres, ¿verdad?-

- Deberían serlo casi siempre. Peabody va a encontrarse conmigo en el Instituto Mira a las
ocho en punto. Quiero tener una impresión del lugar, de lo que Edward Mira llevaba a cabo
allí. Deberíamos tener tiempo para entrevistar a un par de sus faldas antes que tengamos que
regresar a Central. Trueheart recibirá su placa a las diez.-

- Odio perderme eso, particularmente porque tu estarás uniformada.- Él la observó ahogar


sus gofres en mantequilla y jarabe.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Al igual que Galahad, quien empezó un sigiloso avance pulgada-por-pulgada sobre su panza
hasta que Roarke le arqueó una ceja. El gato se volvió sobre su espalda, agitando sus patas en
el aire.

- Me estaré quitando el uniforme tan pronto como termine la ceremonia.-

- Yo realmente odio perderme eso.-

- Ja Ja. Terminaremos de interrogar al resto de las faldas, y luego hablaremos con sus hijos.
Tal vez ellos tengan más que decir que su esposa.-

- Asumo que ya lo has comprobado, y que él no ha aparecido. Vivo o muerto.-

- No hasta el momento. Volveré a verificar más tarde con Personas Desaparecidas, y tendré a
Peabody revisando con los hospitales. Emití una Orden de Búsqueda para él, y una alerta.-

Ella se sirvió más gofres, y pensó que si todos los días empezaran con sexo y gofres, la gente
tal vez estaría menos inclinada a matarse entre ellos.

O tal vez no.

- Si él aparece muerto, me lo informarán,- añadió ella.

- Mientras tanto, tengo a los locales revisando sus otras residencias, por si acaso. Yo espero
que el laboratorio me confirme lo del elefante esta mañana.-

- Esa no es una frase que escuchas a menudo.-

- Objeto pesado utilizado para aporrear al Sr. Mira. Una elegante estatua de un elefante.
Soñé que cobró vida y comenzó a hacer destrozos a través de la mansión. Es solamente de
este tamaño.- Ella dejó de comer lo suficiente para levantar sus manos. - Pero sigue siendo
un elefante.-

- Hay veces en que envidio la creatividad de tus sueños.-

- Yo pienso que lo aturdí antes de que saliera de la casa y destrozara el vecindario, pero es
algo vago, y fue como si se rodara hacia otro.-

- ¿El elefante rodó hacia otro elefante?-

- No, el sueño—bueno, también el elefante. Yo lo tenía en Interrogatorios. Tu sabes algo así


como: Usted enfrenta un cargo de intento de homicidio Sr. Fante, pero si usted coopera puedo
ocuparme de que eso se convierta en simple asalto.-

Él soltó una carcajada lo bastante fuerte como para que Galahad hiciera otro intento de

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

acercarse a los gofres. Roarke sólo lo alejó con un gesto de la mano. - ¿Acaso es asombroso
que yo te adore? 'Sr. Fante.-

- Sí, ahora parece gracioso, pero yo estaba bastante seria. Pienso que el maldito elefante es la
única cosa tangible que tengo aquí, y no fue más que algo que estaba a la mano. Eso no
aplica.-

- Fue utilizado para hacer daño a alguien que te importa muchísimo.-

- Sí, supongo. Voy a tratar de darme una pasada por allá durante el día, dependiendo en
cómo vayan las cosas.- Ya que estaban allí, ella tomó una gorda mora del pequeño tazón,
frunció el ceño. - ¿Se supone que lleve algo? Como, no sé, ¿flores o algo?-

- Yo no pienso que sea necesario, pero ¿flores o un pequeño regalo simbólico? Nunca está
mal.-

- Okay, bueno, veremos cómo van las cosas.- Ella se terminó los gofres. - Voy a revisar un
par de cosas, chequear con Mira, y marcharme.-

- Avísame si el senador aparece, de una u otra forma, ¿quieres?-

- Claro.-

- Voy a ver a Nadine más tarde,- dijo él cuando Eve se levantó para colocarse el arnés de su
arma, y echarse encima una chaqueta. - El lugar donde quiere estar se ha reducido a decidir
entre un almacén con espacio de primera para convertirlo y un triplex en el Upper West Side.-

- ¿El triplex—una especie de pent-house, en un edificio elegante, con seguridad completa, con
montones de comodidades?-

- Si, así es.-

- Dile que elija el triplex. Ella puede pensar que un almacén es genial, y en cómo puede
renovarlo, hacerlo elegante y sofisticado, pero el proceso la volvería loca. Además, ¿cuándo?
Ella tiene sus presentaciones en el Canal Setenta y cinco, la cuestión del libro, bla, bla, bla.-

Ella le lanzó una mirada. - ¿Ambos son tuyos?-

- Lo son—ella eliminó otras varias locaciones y propiedades, entonces me pidió que le


sugiriera dos de las mías. Y me preguntó si yo podría llevarla a conocerlas hoy día. Ha
estado teniendo pesadillas y quiere mudarse de su apartamento.-

- Le dije que no abriera la maldita puerta,- masculló Eve. - El triplex, hecho.- Ella caminó de
vuelta, se inclinó, y lo besó. - Nos vemos.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Él tiró de ella para otro beso. - Cuida de mi policía.-

- Lo haré, ya que tú tienes algo que decirme de aquí a treinta años. El triplex,- repitió ella
mientras empezaba a marcharse. - Dile que se deje de estar jodiendo y que lo haga.-

____________

Ella había supuesto que se había marchado con bastante tiempo de sobra—incluso
temprano—pero el tráfico se atoraba y se detenía durante todo el camino. Llegó al Edificio
Chrysler, preguntándose por qué la mayoría de la gente no trabajaba en casa y dejaba las
calles para aquellos que en realidad las necesitaban. Buscó dónde estacionarse, y luego
caminó dos cuadras.

Roarke había estado en lo correcto acerca de la glacial mañana. El cielo era un tazón de un
duro azul pálido, y el aire estaba igualmente duro y pálido. Ella metió las manos en los
bolsillos de su abrigo, buscando abrigarse, y encontró guantes.

Guantes nuevos, con una especie de forro que se sentía como una nube caliente. No le
tomaría mucho tiempo perderlos, pensó, pero por el momento, ellos eran bienvenidos.

Empezó a contactar a Peabody para saber su tiempo estimado de llegada, y entonces divisó a
su compañera en el paso de peatones.

No había manera de confundir ese abrigo rosa en un mar de abrigos negros, grises, y azules
oscuros. Añadiendo el gorro multicolor sobre su oscuro cabello corto, la bufanda de una
milla de largo—hoy día en azules llamativos—ella habría podido divisar a Peabody a una
distancia de seis cuadras.

Ella aguardó mientras su compañera se unía al río de gente que cruzaba la calle.

- ¿Cómo está el Sr. Mira?- preguntó Peabody inmediatamente. - ¿Lo chequeaste esta
mañana?-

- Todavía no. No quiero molestarlos si es que están durmiendo.-

- Sí, pero si él tiene una contusión cerebral…

- Mira lo llevará al hospital si él lo necesita. Se veía bien ayer cuando los envíe a casa.-

- Odio que alguien le haya hecho daño.-

- Ellos podrían haberlo hecho peor—alégrate de que no lo hicieran.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella se volvió hacia la entrada del edificio Deco.

- Nunca se me ocurrió que él estuviera emparentado con el Senador Mira. Quiero decir, ¿ellos
no podrían ser más diferentes?-

Eve frunció el ceño mientras empujaba la puerta para entrar. - ¿Tú conoces a Edward Mira?-

- Sí. Quiero decir, no personalmente. Políticamente. Free-Ager,- le recordó Peabody. - Yo no


estoy de acuerdo con todo lo que él defiende, pero...

Peabody se quedó callada, boquiabierta y estirando el cuello para mirar hacia arriba como
una turista. - Yo nunca he estado aquí. Es absolutamente mag!-

- Deja de mirar boquiabierta.- Eve le dio un codazo. - Actúa como una jodida policía.-

El edificio impresionaba, de hecho, con su entrada de tres pisos, las paredes de mármol
dorado rojizo, el brillo de los pisos dorados y las columnas palaciegas.

Pero los policías no miraban boquiabiertos.

Eve dejó a Peabody caminando detrás de ella—probablemente todavía mirando


boquiabierta—y se aproximó a una de las pantallas de información.

Bienvenidos. Por favor declare su destino deseado.

- El Instituto Mira.-

La imagen icónica del edificio en la pantalla cambió al logotipo del Instituto.

El Instituto Mira ocupa los pisos treinta y treinta y uno, con su vestíbulo principal en el
piso treinta.

Por favor declare el grupo o departamento que usted desea visitar, y será dirigido.

- El vestíbulo principal.-

Por favor vaya al guardia en la estación de seguridad para que lo escaneen y lo admitan.
Disfrute de su visita y del resto de su día.

En el momento que Eve se daba la vuelta, dos guardias uniformados se pararon en frente de
ella.

- Mantenga las manos visibles. Usted debe venir con nosotros.-

Ya habían sido escaneadas, pensó ella, y sus armas habían alertado a la seguridad.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Nosotras somos del NYPSD. Voy a sacar mi placa. ¿Entendido?-

Ella mantuvo sus movimientos lentos por si acaso uno de ellos tuviera un dedo nervioso en el
gatillo del aturdidor, y sacó su placa.

El hombre al que se la mostró la tomó, la pasó por un escáner portátil. - Teniente,- dijo él,
devolviéndosela. - Necesitaremos ver la suya también,- añadió él a Peabody.

Una vez satisfecho, él asintió y su compañero se retiró a un lado, murmurando en un


micrófono de solapa.

- Tienen el visto bueno. Tomen el grupo de elevadores del este al piso treinta. Yo los alertaré.
De otra forma ustedes serán detenidas cuando salgan del elevador. Ellos tienen seguridad
secundaria en el treinta.-

- Lo agradezco.-

Ellas cruzaron el vestíbulo, se unieron a un grupito de gente que conversaba entrando al


elevador. Ella olió café en la taza para llevar de alguien, tan dulce que casi hizo que le
dolieran los dientes, y el perfume demasiado floral de alguien más. Dos mujeres gorjeaban
como estorninos sobre ir a las ventas por inventario en el centro a la hora de su almuerzo,
mientras un tipo con un gorro de cosaco ruso hablaba al micrófono de su enlace de bolsillo
sobre una reunión de personal a las nueve en punto.

Eve decidió que si ella estuviera obligada a trabajar siempre en una oficina, simplemente
saltaría por la ventana más cercana y terminaría con eso.

Los estorninos salieron en el piso veinte. El del café azucarado en el piso veintitrés. La
impregnada de flores salió en sus botas con tacón de aguja y un abrigo negro en el veintisiete.

Ellas salieron en el treinta junto con el del enlace de bolsillo.

La recepción se centraba alrededor de un mostrador en forma de S respaldada por un


logotipo del suelo al techo en sobrias letras de imprenta. La sala de espera estaba de cara a
una amplia ventana, polarizada para cortar el resplandor. Sofás negros de gel se extendían
junto a un trío de sillones modernos con controles en sus anchos respaldos para música,
refrescos, parámetros de privacidad, y comunicación. Una fotografía de tamaño natural de
Edward Mira observaba dignamente desde el muro del fondo.

Una mujer atendía la amplia primera curva del mostrador. Ella usaba un traje negro con finos
ribetes plateados y hombreras triangulares lo bastante agudas como para cortar pan. Ella
estaba ocupada trabajando en una potente computadora, pero hizo una pausa para darles una
sonrisa de bienvenida.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Teniente Dallas, Detective Peabody. Seguridad me notificó de su llegada. ¿En qué puedo
ayudarlas?-

- Necesitamos hablar a quién sea que esté a cargo.-

- ¿De qué?-

Eve señaló al enorme logotipo. - De eso.-

- Me temo que el Senador Mira no está. Si usted me dijera la naturaleza de su visita, yo


podría dirigirla a la persona adecuada.-

- El segundo a cargo.-

Un leve atisbo de fastidio pasó por la educada máscara. - Quizás la Srta. MacDonald o el Sr.
Book puedan ayudarla. Si no les importa tomar asiento, veré si alguno de ellos está
disponible.-

- Ellos querrán estarlo.- En lugar de dirigirse a la sala de espera, Eve simplemente se quedó
de pie en donde estaba.

- Un momento.-

La mujer tocó un control en el brazo de su sillón. Este se deslizó a lo largo de la S, se detuvo


en la curva del otro extremo. Ella tocó su audífono, giró una de sus letales hombreras.

- Da la impresión de que aquí nadie sabe que el fundador está desaparecido.-

Eve lanzó una mirada hacia la fotografía. - El detective que sigue el ángulo de la desaparición
ha echado a rodar la bola. Yo diría que no ha rodado todavía hasta aquí.-

- Pero acaso su esposa no…

- Tenías que haber estado allí,- dijo Eve mientras la recepcionista se deslizaba de regreso.

- La Srta. MacDonald las verá. Si tomaran el elevador al tres-uno, alguien las escoltará a su
oficina.-

Eve entró al elevador, pidió el piso. Entonces sacudió la cabeza cuando Peabody sacó su
computadora personal. - Anoche investigué a los mandamases. MacDonald, Tressa, cuarenta
y tres. Divorciada dos veces. Un hijo. Título de abogada, Harvard con uno secundario en
ciencias políticas. Trabajó con el Juez Mira en los viejos tiempos, fue su jefa de personal
durante los años que fue senador.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Eso es un montón sin notas.-

- Supongo que el senador tuvo una aventura con ella en algún momento, y ella se merece ser
investigada más detenidamente.-

Si la entrada al treinta había sido elegantemente profesional, la del piso treinta y uno llegaba
a ser palaciega.

Sí, pensó Eve, este era el territorio de los mandamases con sus gruesas alfombras rojas sobre
el mármol blanco. Tres personas trabajaban en la única curva del mostrador rojo, y
exuberantes árboles plantados en macetas flanqueaban la ventana de pared a pared. Los
asientos en el área de espera acomodados en grupos, eran de cuero gris-pizarra. Actualmente
la pantalla gigante de pared estaba dividida para mostrar seis de los noticieros que se
transmitían las veinticuatro horas los siete días de la semana.

No demoraría mucho más, pensaba Eve, antes de que esos noticieros incluyeran historias del
anterior Senador Mira—vivo o muerto.

Cuando ellas echaron a andar hacia el mostrador, un corpulento hombre con un cuello tan
grueso como el de un jabalí ingresó a través de unas puertas dobles de cristal esmerilado.

Él se veía como un matón vistiendo un traje de diez mil dólares.

- Teniente Dallas, Detective Peabody. Yo soy Aiden Bannion, el asistente de la Srta.


MacDonald. Las conduciré a su oficina.-

Ella nunca había visto a alguien que se pareciera menos a un asistente, pero lo siguió a través
de las puertas hacia un área abierta de oficinas en donde las estaciones de trabajo estaban
separadas por rango en lugar de estructuras.

Ella olió café y el desayuno para llevar de alguien mientras se oían voces que se
entrechocaban, los enlaces tintineaban, los teclados repiqueteaban.

Si uno quitaba los elegantes pisos y colores, la vestimenta y los calzados de moda, esto no era
muy distinto a su propia división.

Ellos cruzaron a través de esta área, pasaron oficinas con las puertas firmemente cerradas, y
llegaron a la oficina de la esquina con sus puertas dobles señalando su rango.

Cuando éstas fueron abiertas, él ingresó directamente.

- La Teniente Dallas y la Detective Peabody.-

- Gracias, Aiden—dos segundos.- Ella tocó su audífono. - Aquí estoy. Si tú te ocupas de tu


parte en eso, yo me ocuparé de la mía. Para cuando termine el día. Eso es genial.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Hablaremos más tarde. Ahora adiós.-

Ella se puso de pie mientras finalizaba su comunicación, una mujer baja y delgada en un traje
gris claro con un pequeño volante blanco sobre el escote. Llevaba el cabello de un rojo
llameante en rizos que se extendían sobre sus hombros.

Dio la vuelta a su escritorio, evaluando a Eve con ojos verde oscuro.

- Tressa MacDonald.- Le dio la mano a Eve y luego a Peabody, dándoles un apretón rápido y
firme. - Alguien está herido o algo peor. Yo sé quiénes son ustedes,- con una voz tan rápida
y firme como su apretón de manos. - Conozco su reputación. Ustedes son de Homicidios.
¿Si alguien está muerto pueden decírmelo rápidamente?-

- No ha habido un homicidio o una muerte que yo sepa en este momento.-

Tressa soltó el aliento. - Muy bien, eso es un alivio. Por favor, tomen asiento. ¿Puedo
ofrecerles café? El asistente de Aiden prepara una latte buenísimo.-

- Me encantaría uno,- dijo Peabody antes de que Eve pudiera negar por las dos.

- ¿Serían dos lattes, Teniente?-

- Sólo café. Negro.-

- Gracias, Aiden.- Tressa hizo un ademán hacia su sala de estar, tomando el sofá que tenía
casi el mismo color que sus ojos mientras Eve y Peabody se sentaban en sillones azules. - ¿De
qué se trata esto?-

- Ayer aproximadamente a las cinco p.m. Edward Mira fue atacado…

- ¿Qué?- La columna de Tressa se enderezó. - ¿En dónde está él? ¿Cuán seriamente fue
herido?-

- No puedo decírselo porque él ha desaparecido.-

- ¿Qué quiere usted decir con 'desaparecido'? Yo no… Ella se interrumpió a sí misma,
sacudió la cabeza. - Lo siento. No estaba pensando. Un segundo.- Miró hacia otro lado,
respiró hondo, y luego volvió a respirar hondo, más lentamente. - Por favor, díganme lo que
saben.-

- ¿Sabía usted que el Senador Mira tenía una cita ayer con un agente de bienes raíces con
respecto a la venta de una propiedad que él posee con su primo Dennis Mira?-

- No.- Ella se frotó el entrecejo con dos dedos. - No, no lo sabía.-

62
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¿Sabe usted el nombre de la agencia de bienes raíces con la que él trabajaba?-

- Él trabajaría con Silas Greenbaum—Inmobiliaria Greenbaum—hasta recientemente.-

- ¿Hasta recientemente?-

- Sí.- Ella levantó la mirada cuando Aiden trajo el café, con un plato de delgadas galletas,
sobre una fuente. - Gracias, Aiden. ¿Tú sabes qué agencia de bienes raíces estaba utilizando
el senador?-

- No, no lo sé, no desde que cortó lazos con Greenbaum.-

- Verifica con Liddy, ¿sí? Mira con quién tenía él una cita ayer con respecto a la propiedad en
Spring Street.-

- Claro.-

- Y por favor cierra la puerta, Aiden. ¿Usted cree que la persona con la que él se reunió fue la
que lo atacó?-

- Él fue atacado en la casa. Su primo Dennis Mira ingresó a la propiedad, siguió el sonido de
voces hasta el estudio. Él vio a Edward Mira, herido, empezó a entrar para ayudarlo, y él
mismo fue atacado desde atrás.-

- ¿Dennis?- Sus dedos subieron al volante blanco de su corpiño. - ¿Él está bien?-

- ¿Usted conoce a Dennis Mira?-

- Sí, muy bien. Usted no puede pensar que él tuvo algo que ver... Por supuesto que no lo
piensa.- Ahora ella se tiró el cabello hacia atrás. - Usted trabaja con su esposa, usted lo
conoce. Y por todo lo que sé sobre usted, sobre ustedes dos, no son ningunas idiotas, de
manera que saben que Dennis nunca le haría daño a nadie. Lamento el seguir
interrumpiendo. No puedo estar sentada.-

Ella se puso de pie, comenzó a ir de un lado a otro. - Manejaré mejor esto estando de pie.-

Ya que Eve generalmente sentía lo mismo, asintió. - Cuando Dennis Mira recobró el sentido,
el senador ya no estaba. A menos que él haya aparecido desde que llegamos aquí, él no ha
sido visto desde entonces.-

- ¿Secuestro? ¿Pero sin demanda de rescate? Con seguridad usted ha hablado con Mandy. Si
hubo una demanda de rescate, ésta iría a ella, o llegaría aquí.-

- Sí, he hablado con ella. No fue capaz de ofrecer ninguna información.-

63
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Él tiene una casa en las Hamptons, y un apartamento en East Washington. Pero usted ya lo
ha investigado.-

- Lo he hecho.-

Luego de un breve toque, Aiden abrió la puerta. - El senador no le dio a Liddy un nombre,
sólo le dijo que tenía una cita afuera. A las cuatro y treinta con un nuevo agente de bienes
raíces. Él se marchó poco después de las cuatro. Vinnie lo llevó a la propiedad de Spring
Street. El senador le dijo que no lo esperara, qué él tenía transportación desde allí. Liddy no
tiene ninguna información sobre el nuevo agente de bienes raíces.-

- Gracias, Aiden. ¿Le dirías a Wyatt que deje lo que sea que esté haciendo y que venga aquí?-

- De inmediato.-

Cuando él se marchó, Tressa cuadró los hombros, regresó a sentarse, y alzó su latte. - Usted
necesitará saber en dónde estuve ayer. ¿Cuatro y treinta?-

- Hagámoslo desde las cuatro hasta las seis p.m.-

- Estuve en reuniones aquí hasta cerca de un cuarto para las cinco. Wyatt, Aiden, y varios
otros pueden verificarlo. Tenía programado a las cinco ir a tomar unas copas con Marcella
Candine al Bistro en Lex. Estuvimos allí hasta poco después de las seis. Tomé un taxi desde
allí a casa de mi madre. Era el cumpleaños de mi hermana, y tuvimos una cena. Una cena
familiar.-

Wyatt Book no tocó la puerta. Él simplemente ingresó a la oficina, un hombre imponente


veinte años mayor que Tressa con un mechón de pelo de un improbable color negro tinta. Su
impecable traje reflejaba el mismo color así como lo hacían sus ojos. Ellos se desviaron de
Tressa, enfocándose en Eve.

- ¿De qué se trata esto?-

- Edward ha desaparecido.-

- '¿Desaparecido'? No seas ridícula.-

- ¿Usted lo ha visto o ha hablado con él desde ayer por la tarde?- inquirió Eve.

- No, pero eso difícilmente significa que él esté desaparecido, y con seguridad él no va a
agradecer el tener a la policía buscándolo o que suelten chismes a los medios.-

Eve empezó a levantarse, pero Tressa se le adelantó. - Wyatt, siéntate, quédate callado por un
minuto. Edward fue atacado en la mansión de su abuelo, y ahora está desaparecido.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¿'Atacado'? Absurdo. ¿En dónde estaba Vinnie?-

- Edward le dijo que se fuera. Él fue allá para encontrarse con alguien, supuestamente un
nuevo agente de bienes raíces. Dennis Mira también fue atacado.-

- Ja.- La leve preocupación se convirtió en leve diversión. - Esos dos probablemente se


agarraron finalmente a golpes.-

- ¿Ahora quién está siendo ridículo y absurdo?-

- Por todos los cielos.- Su rostro mostró irritación mientras sacaba su enlace. - Estoy
enviando un nueve-uno-uno a su número privado, lo cual él no apreciará, tampoco. Pero esto
detendrá estas tonterías.- Pero él frunció el ceño. - No pasa la llamada, incluso el correo de
voz.-

- Lo cual me dice que quien sea que lo tenga es lo bastante inteligente para destruir su enlace,-
interpuso Eve. - ¿Quién es el nuevo agente de bienes raíces?-

- No tengo idea, y esas son más tonterías. Él regresará con Silas una vez que ambos se
tranquilicen.-

- ¿Ellos tuvieron un altercado?-

- Edward lo despidió hace un par de semanas porque Silas se negó a poner en lista o mostrar
la propiedad.-

- Lo cual Silas no puede hacer,- continuó Tressa, - ya que Edward no posee la propiedad
totalmente.-

- Estoy al tanto de eso. ¿El Senador Mira tiene algunos enemigos?-

Wyatt soltó un bufido burlón, y se dejó caer en el sofá. - ¿De quién es este café?-

- Adelante,- le dijo Eve. - No lo he tocado.-

- Él es un abogado que se convirtió en juez y que se convirtió en senador.- Wyatt se tomó el


café. - Hacía un enemigo cada vez que se despertaba en la mañana.-

- Ha habido amenazas,- dijo Tressa más francamente. - Durante todo el tiempo que lo he
conocido. Cualquier cosa seria era investigada. Pero ciertamente se aplacaron desde que él se
retiró del Congreso.-

- ¿Alguna de las amenazas destaca?- Eve esperó un segundo. - ¿Alguna de las mujeres con
las que él ha estado involucrado? ¿Alguien con quien cortó lazos, o un esposo al que no le
agradaba la relación?-
65
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Yo me mantengo aparte de la vida personal de Edward,- dijo Tressa tranquilamente, pero


Wyatt se inclinó hacia adelante.

- No podemos dejar que se filtre a los medios cualquier habladuría de aventuras


extramaritales y devaneos.-

- No estoy interesada en chismes, Sr. Book. Estoy interesada en encontrar al Senador Mira.
Investigar su vida personal es parte del trabajo, ni más ni menos.-

- Le estoy advirtiendo…

- Usted va a tener que ser cuidadoso sobre advertirme algo cuando se trata de hacer mi
trabajo. ¿A quién está viendo él ahora?-

- Ella es una artista.- Tressa detuvo la protesta de Wyatt con una mirada intensa. - Encontrar
a Edward es más importante que guardar las apariencias. Ella es joven. No sé su nombre. Yo
realmente trato de mantenerme aparte de esas cosas. Aiden puede averiguarlo.-

- Está bien. Yo ya tengo su nombre. Y, sorpresa, no ha habido ningún boletín en los medios.
El Detective Hanson hará el seguimiento.- Eve se puso de pie. - Él está dirigiendo la
investigación de personas desaparecidas. Si ustedes tienen alguna otra información, pueden
contactar con él o conmigo.-

- ¿Hay algo que podamos hacer mientras tanto?-

- Averigüen el nombre de la agencia de bienes raíces,- sugirió Eve. - Gracias por su tiempo.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 4

Ellas se dirigieron a la salida.

—¿No quieres echar un vistazo a su agenda, su calendario? —preguntó Peabody.

—El lugar está lleno de abogados. Nosotras no vamos a conseguir echar un vistazo a nada sin
una orden judicial. Una vez que sea declarado un homicidio, conseguiré una. Hanson tiene
que empezar a investigar desde aquí, así que le envíe el nombre del conductor y el antiguo
agente de bienes raíces. Nosotras hablaremos con las mujeres de la lista, su hijo e hija —
comenzó ella, mirando la hora—. Luego. Esto ha durado más de lo que yo había planeado.

— ¿A dónde vamos? ¿No nos vamos a perder la ceremonia de Trueheart?

—Estamos yendo hacia allí.

— ¡Hurra!

—Aguanta el hurra. Impresiones, observaciones, conclusiones —dijo Eve mientras se dirigían


hacia el coche.

—Todo el lugar es de alta categoría, y ese tipo de cosas por lo general viene desde la cúpula.
Yo pensaba que lugares como este; grupos de expertos, activistas, y cosas así; serían de perfil
bajo, incluso un poco sudorosos. No capté ninguna vibración de ninguno de ellos, o de Aiden,
al menos no esta vez. MacDonald parecía genuinamente preocupada. Book, no tanto.

— ¿Por qué piensas que es eso?

—Yo diría que a Book no le preocupa mucho el senador, no personalmente. ¿Qué? ¿Tú no
piensas que sea así?

—Podría ser, parte de ello, en todo caso. Yo supongo que Book piensa que la ausencia del
senador es porque está acurrucado con la joven artista o alguna otra. Eso le suena más a él,
que cualquier clase de secuestro.

Tanto por sentimentalismo como por calentarse, Eve se puso el gorro del copo de nieve
mientras cruzaban el vestíbulo. —MacDonald tenía un punto fuerte. En el tiempo que él era
juez, y luego senador, era probable que tuviera una importante lista de enemigos. Como juez
y en el Congreso él era de línea dura y se mantenía en primer plano imponiendo sus agendas.
El todavía se presenta en esos debates políticos y sigue despotricando contra cualquier cosa

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

con la que esté en desacuerdo. Los gastos gubernamentales están en primera línea de la lista y
él participa en un montón de programas sociales. Durante su último período arremetió con
fuerza contra la paternidad profesional, tenía todas esas cifras sobre lo que se ahorraría el
gobierno si revocara la ley, y habló de cómo su esposa se sentía honrada de quedarse en el
hogar cuando sus hijos llegaron, y que nunca tomó ni un céntimo del dinero del gobierno
para eso.

— ¿Nadie señaló que su esposa nadaba en dinero? y apuesto mi trasero y el tuyo que tenía
personal.

—Sí, ese tipo de cosas, y el hecho de que el Acta del Padre Profesional es casi tan popular
como se puede pedir, y por eso sus cifras fracasaron. Los expertos suponen que él optó por no
seguir presentándose para senador porque no podría ganar.

—Los expertos.

Peabody se encogió de hombros, y simplemente enterró la barbilla en los dobleces de su


bufanda. —Algunas veces los veo cuando estoy haciendo manualidades. A McNab no le
importa porque si ellos tienen a alguien como el Senador Horseshit allí, o la Congresista
Vidali; ¿sabes algo sobre ella?

—No, y no quiero saberlo.

—Bueno, ella es tremenda mentirosa, y una hipócrita. Yo odio cuando gente como esa
empieza con cómo Dios quiere de ellos cualquier cosa, como si ellos hubieran llegado a un
acuerdo secreto con Dios del cual el resto de nosotros no tenemos ni idea. Eso me excita
mucho. Y entonces tenemos sexo caliente.

El ojo de Eve quería crisparse, pero ella lo reprimió. —Tú y Vidali.

Peabody soltó una risita. —Oh, sí, no podemos quitarnos las manos de encima. Pero hablando
en serio, más que nada me gustaría darle un puñetazo. Yo pienso: Caray, me gustaría meterte
un puñetazo justo en tu cara mentirosa. Así que en cambio me tiro a McNab. Funciona para
nosotros.

Eve pensó en la bufanda que estaba usando, y se preguntó cuántas veces Peabody se había
tirado a McNab mientras la tejía. Ella decidió no volver a pensar nunca más en eso. Nunca.

Ella subió al coche, se metió con rapidez en un espacio escuálido en el tráfico, y dejó atrás una
explosión de bocinazos.

—Nos quedaremos diez minutos después de la ceremonia, y luego nos cambiamos a ropa de

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

calle. Quiero hablar primero con la artista.

—De unos veinte años, ¿verdad? Eso es simplemente asqueroso; y yo no soy una intolerante
con lo de la edad.

—Qué dicen los expertos?

—No mucho en pantalla. Tal vez es una regla no dicha o algo así. Pero si entras en algunos
blogs políticos y sitios web, hay un montón de habladurías sobre sus indiscreciones. No sólo
de él, pero esto es acerca de él, así que... No he leído nada sobre la artista. Todavía.

— ¿Por qué no investigas en ese área? El área de las indiscreciones. Tal vez hay habladurías
sobre alguien que no está en mi lista, o rumores sobre rupturas desagradables. Si descubres
algo, mandas copia para mí y para Hanson.

—Estoy en eso. De hecho... —Peabody sacó su ordenador personal—. Voy a empezar en este
instante.

Eve condujo el resto del camino en silencio, roto solamente por el ocasional murmullo
enfadado de su compañera.

Ella hizo un rápido escaneo cuando entró a Homicidios. Carmichael entró apresurada desde
los vestidores, con el uniforme completo. Trueheart y su entrenador, ahora compañero, o
estaban todavía acicalándose o ya habían bajado para la introducción. Tanto Santiago como
Jenkinson estaban sentados en sus escritorios, uno con un enlace, y el otro en el ordenador.

A Santiago, evidentemente, todavía le quedaba un tiempo de la apuesta que había perdido


con Carmichael, ya que tenía el sombrero de cowboy puesto en la cabeza. Y Jenkinson se las
había ingeniado para encontrar otra corbata abrasa-ojos. Esta tenía rayas verde-vómito y
amarillo-orina.

Sin decir palabra, ella hizo girar un dedo en el aire señalando que ya terminaran, y entonces
se tomó cinco minutos en su oficina para tomar un café y escribir unas breves notas.

Ella llegó a los vestidores después de Peabody y encontró a su compañera con los pantalones
de su uniforme, sujetador, camiseta, y llorando.

— ¿Qué? ¿Qué pasa? No hagas eso.

—Mis pantalones me quedan flojos.

—Bueno, Cristo, ajústate el cinturón.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ante la impaciente orden de Eve, se le salió una nueva lágrima. —Están flojos en la cintura, e
incluso un poco holgados en el trasero. He perdido algo de peso. En verdad perdí peso. Yo sé
cómo me quedaba este uniforme la última vez que lo usé. Y ahora está sólo un poquito suelto.

—Muy bien, genial, ¡Guau! Ahora sobreponte.

—Yo en verdad he estado esforzándome, especialmente las últimas semanas. He estado yendo
al gimnasio tres veces por semana. Deje de pesarme — dijo ella mientras Eve sacaba su propio
uniforme— Porque los números no se movían y eso es tan desalentador. Tú no sabes lo que es
eso.

A pesar de que desvestirse frente a alguien, excepto Roarke, la hacía sentir incómoda, Eve
comenzó a desnudarse. —Tal vez no lo sé, exactamente. Pero yo era flaca. No quiero decir
delgada o esbelta, quiero decir escuálida. Y débil. Tuve que trabajar para sacar algo de cuerpo,
desarrollar algo de músculos, ser más fuerte. Así que yo sé lo que es mirarse al espejo y que
no te guste realmente lo que ves.

—Nunca pensé en eso de esa forma.

—Tu pierdes peso, te tonificas, y lo haces para estar en forma y fuerte, no para llegar a un
número. Cualquier con dos dedos de frente sabe eso.

—Yo sé eso. Todavía quiero los números, pero sé eso. He estado trabajando en mi mano-a-
mano también.

—Bien —Eve se puso sus pantalones del uniforme, y decidió que le quedaban como siempre.

—Pero... ¿mi trasero se ve más chico?

—Jesús, Peabody.

—Vamos, sé una amiga. ¿Se ve así?

Eve se puso la chaqueta del uniforme, entrecerró los ojos como estudiándolo con esfuerzo. —
Apenas si lo puedo ver.

Con una risa llorosa, Peabody hizo un bailecito.

—Gracias. Tienes que usar tus medallas.

—Sí, sí.

— ¿Quieres que te ayude a ponértelas? Todo ese peso.


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Muérdeme. Y la próxima vez me voy a vestir en mi oficina.

Sonriendo, Peabody se abotonó la chaqueta. —Hoy estoy orgullosa de usar el uniforme.


Quiero decir, siempre lo estuve, pero especialmente hoy.

—Porque tus pantalones están flojos.

—Bueno, eso también, pero más que nada por Trueheart. Estoy orgullosa de usarlo por
Trueheart.

Eve sacó la caja que contenía sus medallas y pensó, Sí. Por Trueheart.

__________________

Ella pilló a Baxter; quien había cambiado su usual elegante traje por el uniforme azul, ya
sentado en la fila de delante.

—Llegas justo, Teniente.

—Tengo tiempo. Tú tienes que cambiarte conmigo, ponerte allí de pie con Trueheart.

Baxter se puso de pie. —Agradezco la oferta, sinceramente. Pero él se merece a su teniente. Yo


me voy a sentar aquí, en el centro de la primera fila; te guardé un lugar, Peabody; y disfrutar.
Su mamá está justo allí, y su novia. Tu deberías decirle algo a ella. A ellas.

—Lo haré, después.

Ella fue por la parte trasera, a través de un río azul, y divisó al Comandante Whitney parado
a un lado conversando con el Jefe Tibble.

Ella empezó a andar hacia Trueheart, quien se veía juvenil, un poco pálido, y fresco como una
margarita, pero Whitney le hizo una seña para que se acercara.

—Comandante. Jefe Tibble. Es un buen día.

—Lo es —Whitney escaneó el programa, un hombre de anchos hombros al lado de la mayor


estatura de Tibble.

—Es bueno que usted pudiera estar aquí, Jefe. Significa muchísimo para los hombres y

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

mujeres que están siendo promovidos.

—Y para mí. Antes de que lleguemos a eso, a felicitarlos, me gustaría conocer cómo va lo del
Senador Mira.

—La detective Peabody y yo acabamos de regresar de las entrevistas en el Instituto. Hasta


donde podemos asegurar, nadie sabía que estaba desaparecido. Él no le dio a su asistente el
nombre del individuo con quien arregló la cita en la propiedad del SoHo, y despidió a su
chofer después de llegar allí. He informado al Detective Hanson de Personas Desaparecidas, y
él debería estar haciendo el seguimiento en el Instituto en este momento. Peabody y yo
empezaremos a interrogar a algunas mujeres con las que el senador tuvo relaciones durante el
año pasado. Tengo información de que él regularmente las llevaba a la suite - Instituto- en el
Hotel Palace.

Tibble tensó la mandíbula mientras sacudía la cabeza. —Los medios van a arrojarse sobre eso
como leones sobre un antílope. No es nuestro problema. ¿Todavía no ha habido demandas de
rescate?

—No que yo sepa.

—No tengo que decirle que ponga todos los puntos sobre las íes. Esto va a llegar a los medios
pronto, de una u otra forma. Ellos lo van a hacer trizas a él, pero van a enfocarse en el
departamento y la investigación.

—Entendido, señor.

—Por ahora, vamos a honrar a nuestros oficiales. He oído cosas buenas de su muchacho,
Teniente.

— ¿Mi muchacho, señor?

Tibble sonrió, profundizando las líneas a los lados de sus ojos. —Trueheart. Hizo un buen
trabajo allí.

—El Detective Baxter lo entrenó a él. Él lo hizo bien.

—Me aseguraré de decírselo a él. Discúlpeme.

Cuando Tibble se alejó, Whitney se volvió hacia Eve, con su sobrio rostro ancho y oscuro. —
No es prudente o profesional decirle a la esposa de un ex-senador que le bese el trasero.

—No, señor. Me disculpo por cualquier dificultad que mi lapso le causó a usted y al
departamento.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Mi esposa le dijo que se vaya al carajo.

—Disculpe, ¿qué?

Aunque su tono permanecía calmado y serio, el humor brillante e inequívoco iluminó sus ojos.
—Anna sirvió en un par de comités de caridad con Mandy Mira. En general, la cólera de mi
esposa se demuestra con desdeñosa frialdad.

—Soy consciente —dijo Eve antes de que pudiera detenerse, pero Whitney sólo se rió entre
dientes.

—Sin embargo, Mandy Mira se pasó de la raya, y entre otras sugerencias desagradables, Anna
le dijo que se joda. Ella ya no va a ayudar en ningún comité o función con la esposa del
senador. Ella estaba encantada cuando oyó mi conversación con Mandy Mira anoche, y
disfrutó hablando con nuestra propia Mira acerca del incidente cuando Charlotte me contactó
al respecto. Oficialmente, yo no puedo condonar su comportamiento.

—No, señor.

—Considérese reprendida —Su rostro volvió a ponerse serio—. Ahora, vamos a darles a
algunos buenos policías su momento, y regresar a trabajar.

_____________

Eve estaba de pie en el escenario con otros oficiales de rango y aquellos que iban a ser
promovidos. Ella estaba parada en posición de firmes durante los discursos; afortunadamente
breves, de Tibble y Whitney. Un escaneo de la audiencia mostró que cada miembro de su
división estaba presente, y, aunque se preguntaba quién demonios estaba dirigiendo el barco,
la hizo sentirse orgullosa saber que cada uno de ellos; detectives, uniformados, se tomaron el
tiempo para estar allí por Trueheart.

Ella identificó a Feeney, McNab, Mira, quien al igual que Trueheart se veía un poco pálida, y
para su sorpresa, Morris. Cuando el nombre de cada oficial era llamado, él o ella se acercaban
a Whitney para la presentación, unas cuantas palabras personales del comandante, y la foto.

Ella podía identificar a los miembros de la familia por la brillantez de sus ojos durante el
aplauso.

—Troy Trueheart, Detective, tercer grado.

Los aplausos estallaron con fuerza, y ella se las ingenió para mantener el rostro sobrio; incluso
durante los silbidos y los zapateos de su división. Ella lo observó cruzar el escenario, ahora
más sonrojado que pálido, y aceptar su placa dorada.
73
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—La Teniente Dallas vio su potencial —le dijo Whitney quedamente a Trueheart—. El
Detective Baxter lo encaminó. Pero fue lo que usted es lo que ha ganado esta placa.
Felicidades, Detective.

—Gracias, señor. Gracias, Comandante. No los defraudaré a ellos, ni a usted.

Él sostuvo en alto su nueva placa para la foto, e hizo lo correcto, para Eve, al mirar
directamente a Baxter antes de desviar su mirada hacia su madre y su novia.

Luego él se dio media vuelta para tomar su lugar en la parte trasera del escenario y le envió a
Eve una amplia sonrisa como la de la mañana de Navidad, el Cuatro de Julio, y el Año Nuevo,
todos en una.

Al final, los oficiales recién promovidos se alinearon en el escenario para más aplausos, y Eve
se preguntó si los ecos de los aplausos ayudarían a compensar algo de la mierda que les
arrojarían diariamente en el trabajo.

Ella caminó de regreso, con la intención de abrirse paso por los lados, pasar cinco o diez
minutos hablando con quien sea a quien ella tuviera que hablarle, y luego escabullirse,
cambiarse, y regresar a la calle.

Pero Trueheart estaba esperándola.

—Teniente.

—Veámosla —Ella extendió la mano meneando los dedos, así que él se la dio—. Linda.
Mantenla reluciente, Detective Trueheart —Ella se la devolvió.

—Sí, señor, lo haré. Yo sólo quería agradecerle. Yo no estaría aquí, no tendría esto si no fuese
por usted.

—Llegaste aquí por ti mismo, con un buen entrenamiento de Baxter.

—Señor, detesto empezar mi primer día como detective corrigiendo a mi Teniente, pero yo
todavía estaría patrullando a pie en Sidewalk City si usted no hubiese apostado por mí. Y si
usted no me hubiese puesto con Baxter. Viendo que yo podría hacerlo, bueno, por eso es que
usted es la Teniente.

—Tienes un punto. Felicidades, Detective —Ella extendió la mano.

Él se la tomó, tragó con fuerza. —Yo sé que a usted no le gusta realmente esto, pero... —él la
atrajo envolviéndola en un fuerte abrazo.

74
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Oye, está bien —Ella le dio una palmada en la espalda, considerando el momento, y lo
apartó con su otra mano, considerando la dignidad.

—Yo quería hacer esto aquí atrás, antes de que saliéramos allá con un montón de gente
alrededor. En donde a usted realmente no le gustaría que lo hiciera.

—Bien pensado. Anda a ver a tu madre.

—Sí, ¡señor!

Cuando ella salió, Trueheart estaba totalmente envuelto por su madre y su novia; ¿Cómo se
llamaba?, sonriéndoles radiante de alegría y la mayoría de la división los rodeaba.

Ella se desvió para hablar un minuto con Mira.

— ¿Cómo está el Sr. Mira?

—Él insistió en que yo viniera, y nuestra hija está con él, así que... él está bien, en serio.
Incluso planeaba ir a la Universidad hoy, pero yo me puse dura. Él necesita otro día.

—Tú no dormiste muy bien.

—No, no, no lo hice. Yo tengo un montón de gente que me importa quienes ponen su vida en
peligro todos los días. Eso forma parte de trabajar con la policía. He perdido a algunos, y
visto heridos a otros. Tu vives con eso, lo sobrellevas. Pero Dennis... él tiene una vida
tranquila, y yo no estaba preparada para que lo hirieran de esta forma.

Ella se interrumpió, respiró hondo. —Bueno. Hablé con el gobernador.

—En serio?

—Mandy no es la única que tiene conexiones —dijo Mira, y ahora su voz era más enérgica y
fría—. Él entiende la situación y las circunstancias, y ya que la conoce... basta decir que no
habrán represalias por ese lado.

—Vale.

—También hablé con Mandy.

—Has estado ocupada.

—Nos detestamos mutuamente, pero yo sé cómo manejarla, y qué botones presionar. Ella no
tiene noticias de él, no ha habido contacto de quien sea que se lo haya llevado. Ella está más

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

colérica que preocupada. Si no fuera por Dennis, te aconsejaría que pusieras este caso a un
lado, pero…

—Mira, voy a seguir trabajándolo, pero Hanson está en posición de obtener órdenes judiciales
así que es probable que él consiga llegar más profundo de lo que yo puedo. Pero estamos en
esto, y estaré en contacto. Tengo que ir a decirle algo a la madre de Trueheart, y luego
Peabody y yo vamos a ir a tener una charla con la actual ligue.

Mira posó una mano en el brazo de Eve. —Él no te agradecerá eso, aún si la información que
obtengas ayude a salvarle la vida.

—Qué bueno que no estoy en esto por el agradecimiento.

Ella se acercó a la madre de Trueheart, se tuvo que resignar a que le dieran otro abrazo, éste
tirando a lacrimoso.

—Gracias, Teniente. Troy ha deseado esto desde que era un niño, y usted lo ayudó a alcanzar
ese sueño. Anoche le pregunté a él qué es lo que quería ahora, ahora que ha llegado a ser
detective. Él me dijo que quería ser un policía tan bueno como usted.

—Sra. Trueheart…

—Pauline, por favor, es Pauline. Me alegro de que usted haya puesto la barra bien alta. No
quiero que él se conforme con menos. Quiero que usted sepa que él estará orgulloso cada día
que tome su placa, y yo estaré orgullosa de él.

Eve quería escapar, quería el trabajo, pero se encontró hablando. —Él es inteligente, y es
observador, y tiene una manera de confrontar un problema concienzudamente. Su apariencia
es agradable. Él se ve atractivo y casero—explicó Eve—. Y algunas personas confunden eso
con que es cándido, fácil de engañar. Pero él no lo es. Y él tiene un brillante código de honor
del cual usted debería estar orgullosa porque supongo que es usted quien lo puso ahí.

—Gracias por eso, muchas gracias por eso —Su voz se quebró, los ojos se le llenaron de
lágrimas—. Lo siento. Día emotivo —Ella le apretó la mano a Eve, y luego se retiró
apresuradamente.

—Eso que le dijiste a ella fue verdaderamente bueno —Peabody se paró al lado de ella.

—Ella empezó a llorar otra vez.

—Es una cuestión de las mamás.

—Larguémonos de aquí a hacer cosas de policías.


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Hay pastel.

—Tus pantalones están flojos, Peabody.

—Maldita sea —Mientras se apresuraba detrás de Eve, Peabody le echó un vistazo a la mesa
de los bocadillos—. El tener los pantalones flojos significa que puedo comer un pedacito de
pastel.

—Tener los pantalones flojos significa que puedes quitártelos más rápido de manera que
podamos regresar a hacer trabajo de campo.

—Alguien dijo que tenía cobertura de crema de mantequilla —Pero con un fuerte suspiro,
Peabody entró al ascensor.

___________________

De vuelta en su ropa de calle, Eve se tomó unos minutos en su oficina para conectar con
Hanson. Todavía no había comunicación del Senador Mira, o de su probable secuestrador.
Hanson y su compañero entrevistarían a Vinnie, el chofer, y ya habían hablado con Silas
Greenbaum. Ellos trabajarían en el Instituto Mira mientras Eve y Peabody tomaban la lista de
mujeres.

Para cuando ella salió de su oficina, Jenkinson y su corbata estaban de regreso en su escritorio,
Santiago en el suyo, y algunos de los uniformados se habían dejado caer por allí.

— ¿Hay alguien que realmente esté trabajando hoy?

—Estamos en ello, Dallas.

Conociendo su aguda mirada, Jenkinson rápidamente se cepilló las migas de pastel de su


camisa. —Fue algo bueno.

—Sí, fue algo bueno. ¿Tú sabes qué es mejor? Atrapar bastardos asesinos.

—Eso me gusta incluso más que la cobertura de crema de mantequilla —dijo Santiago,
ganándose una mirada de Peabody.

—Vosotros chicos simplemente sois crueles.

—Entonces atrapadme algunos bastardos asesinos —aconsejó Eve—. Peabody, conmigo.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¿Estás en un caso caliente, Dallas?

Ella le lanzó una mirada a Jenkinson mientras andaba hacia la puerta. —Te lo diré cuando yo
lo sepa. Ni siquiera pienses en lloriquear por cobertura de crema de mantequilla —advirtió
Eve, y Peabody sólo hizo un puchero mientras entraba al elevador.

—Hablaremos con la amante bebé en la galería en donde trabaja. Primero vamos a ir a la


escena del crimen. Quiero echarle otro vistazo alrededor, y tu no lo has visto de primera
mano.

—Mira dijo que el Sr. Mira estaba bien, pero ella se veía realmente estresada. Ella muy rara
vez está estresada.

—Ella lidiará con ello.

Eve se consideró afortunada porque el ascensor sólo paró cinco veces en el descenso, y no más
de una docena de personas entraron y salieron.

—Haremos un circuito con sus amantes conocidos —dijo Eve mientras subían al coche—.
Digamos que él todavía está viendo a la artista, pero ella está empezando a quejarse. Oh,
Senador Abuelito…

—AAgh.

—Sí, bueno. Ella está con que 'Si te divorcias nosotros podríamos estar juntos todo el tiempo'.
Y él dice, 'Ya, ya, Dulce Bebé…'

—Aj, aj, ¡mega aj!

—'No puedo terminar mi matrimonio: apariencias, finanzas, bla bla bla. Qué tal un helado!'

—Esto realmente me está revolviendo el estómago, tanto que ni siquiera quiero nada de
cobertura de crema de mantequilla. Gracias.

—De nada. O ella tiene un antiguo novio, de edad más adecuada pero pobre; tal vez todavía
está con él, y ellos suponen que le van a sacar una buena cantidad de dinero golpeándolo e
intimidándolo. Tal vez empezaron la extorsión con un ojo morado. Entonces el Sr. Mira
aparece, y el pánico hace que cambien sus planes.

—Me gusta éste.

—O, la anterior amante se cabrea y piensa en cómo él ha podido mandar a volar su trasero
más maduro por esta zorrita. Ahora él debe pagar. También requiere un cómplice.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Para que actúe como agente de bienes raíces y pueda entrar en la casa.

—Entonces la cosa es, 'Sorpresa, bastardo cachondo, vamos a ponerte a punto' —Ella paró en
un semáforo—. Tengo problemas con todos esos escenarios, pero son un punto de partida.

Ella jugó en su mente con todos los problemas mientras conducía, entonces se le ocurrió otro
punto de partida.

—La coartada de MacDonald es ajustada. Hanson hará el seguimiento, pero su coartada se va


a sostener. De manera que si ella ha sido una amante, o si hay otro asunto, ella contrata a
alguien para que se encargue de él. Echaremos un vistazo a sus finanzas, pero no estamos
investigando a una profesional. Aunque un abogado está obligado a conocer algunas
modalidades turbias, especialmente un abogado político.

Ella estudió el vecindario mientras se aproximaban a la mansión.

—Tranquilo, establecido, residencial. El puerta-a-puerta no consiguió nada, pero a esa hora la


mayoría de la gente estaría en el trabajo, u ocupada. ¿Quién mira por la ventana para ver la
actividad en la calle o alrededor de sus vecinos en un día de mierda? Eso es simplemente
tener suerte, y eso me fastidia. Es simplemente tener suerte el sacar a un hombre herido de la
casa y meterlo en un vehículo sin que nadie vea nada.

—Suerte que el día estaba encapotado y no despejado.

—Sí, nadie puede planear eso.

Eve se apeó del coche, se tomó otro minuto para estudiar la casa, su posición.

—Es realmente hermosa —comentó Peabody—. Antigua, pero de una manera digna y sin
edad definida. Puedo ver la razón por la que el Sr. Mira quiere conservarla.

—Es más por lo que hay dentro; no me refiero a las cosas. Es lo que él recuerda, lo que sentía,
las imágenes en su mente. Y él hizo una promesa, esa es la parte más importante. Si Edward
Mira lo conociera en lo más mínimo, sabría que el Sr. Mira no pensaba romper su promesa.

— ¡Espera! ¿Qué tal si todo esto es un ardid para que él haga eso? —Siguiendo con eso,
Peabody se aflojó la bufanda mientras traspasaban la pequeña reja—. Él lo organiza todo, y es
el Sr. Mira será contactado después cuando esté medio muerto de preocupación.

— ¿Pon tu firma en la venta de la casa o tu primo lo paga? ¿Por qué alguien creería eso?

—Tu dijiste que el senador necesitaba dinero, ¿correcto? De manera que el falso secuestrador
declara que él le debe un montón de dinero. Ahora vende la casa para que me paguen o lo
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

golpearé hasta que esté muerto.

Eve frunció el ceño, le dio vueltas en su mente. —Ese en verdad es un punto de partida, no
más cuestionable que... El sello ha sido forzado.

Ella puso una mano en alto para detener a Peabody, y estudió el sello policial que ella misma
había fijado.

—Alguien pasó a través de él y entró. Encender grabadoras.

Sin decir nada más ambas desenfundaron sus armas.

Eve se acercó a la puerta, lanzó una mirada a Peabody y asintió.

Ella irrumpieron, arriba y abajo, derecha e izquierda.

Eve se enderezó, mantuvo su arma lista mientras levantaba la vista.

Edward Mira colgaba del candelabro de cristal. Su rostro estaba ennegrecido por los
moretones, su garganta con cortes y embadurnada de sangre seca. Y él estaba desnudo sólo
con un letrero generado por ordenador que cubría su torso.

LA JUSTICIA ESTA SERVIDA

—Bueno, joder.

—Supongo que no fue un ardid.

—Y si lo fue, con toda seguridad salió mal. Revisemos la casa, Peabody, y llama para informar.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 5

Ellas revisaron la casa, grabaron cada paso. Mientras Peabody hacía el informe, Eve localizó el
mecanismo para bajar el candelabro. Algo que ella sólo sabía porque lo había visto operar en
su propio vestíbulo.

—Puedes limpiarlo y otras cosas sin subirte en una escalera —le dijo a Peabody.

—Útil. Caray, ellos lo golpearon a conciencia antes de colgarlo.

—Yo diría que estaba vivo cuando lo colgaron. Los cortes en el cuello probablemente se los
infligió él mismo. La piel y la sangre debajo de las uñas probablemente son de él. El Médico
Forense determinará eso y la hora de la muerte.

Ya que Peabody había traído los equipos de campo de ambas, Eve abrió el suyo. Mientras
ambas se sellaban, ella estudiaba el cuerpo. —Golpearon su rostro, sus genitales, lo
desnudaron. Eso dice que es personal, que estaban realmente cabreados, y probablemente sea
de índole sexual.

—Con seguridad no da la impresión de que trataran de conseguir una buena cantidad de


dinero. Una de las mujeres con las que él tuvo una aventura, pero como dijiste antes, ¿cómo lo
metería aquí y luego lo sacaría? Probablemente tenía que tener un cómplice.

Eve sacó sus herramientas y medidores, primero verificó su identidad para el informe con la
almohadilla de identificación.

—La víctima es Edward James Mira sesenta y ocho años de edad. Contusiones faciales
severas y laceraciones. Parece que ambos pómulos están rotos así como algunos dientes —Ella
se colocó los micro lentes—. Comprueba la hora de la muerte, Peabody. No creo que estos
fueran causados por puños —dijo ella mientras miraba más de cerca—. Tal vez una
cachiporra, probablemente muy pesada. Lo mismo con los genitales, pero hay algo... casi
como pinchazos en el área de las ingles.

—Hora de la muerte cero-tres-treinta y seis.

—De modo que trabajaron en él por un rato. Magulladuras en las muñecas, mira el patrón —
El Rigor mortis todavía tenía que pasar, de manera que ella usó sus propias muñecas para
demostrar, sosteniéndolas hacia arriba y juntas, con las palmas una contra la otra—. Parece
que fue atado, colgado, ¿ves el patrón? Atado por las muñecas y levantado. No hay señales de
magulladuras en los tobillos. Le patearon las pelotas, repetidamente. ¿Esos pinchazos

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superficiales? Apuesto que eran esos zapatos puntiagudos.

—Eso dice que fue una asesina.

—He visto montones de esos zapatos puntiagudos en pies de hombres, pero, sí, a mí me
suena que es una mujer. Y con motivos sexuales. Te voy a patear las pelotas hasta que se te
caigan, hijo de puta. Eso es lo que me dice a mí.

—Y ellos lo sodomizaron.

Los hombros de Peabody se encorvaron. — ¿Qué?

—Tú no lo has visto por detrás. Tiene el ano desgarrado, sangriento. Ellos utilizaron algo para
sodomizarlo. Es algo muy motivado sexualmente. Es algo personal, y fue planeado. Traerlo
de nuevo aquí en donde ellos probablemente tenían la intención de hacérselo todo en primer
lugar.

—Pero llegó el Sr. Mira.

—Ellos tenían un lugar adonde llevarlo, y el transporte. Tal vez eso siempre fue un respaldo,
tal vez ellos siempre tuvieron la intención de llevárselo, traerlo de vuelta, y colgarlo.

Ella se sentó sobre sus talones. —Apuesto a que ellas esperaron para levantarlo, esperaron
hasta que él recuperara el conocimiento, esperaron hasta que él pudiese darse cuenta, pudiese
saber y sentir. Entonces ellos presionaron ese botón, lo dejaron forcejear mientras lo subían, lo
observaron asfixiarse, observaron cómo se desgarraba la garganta. Tu no haces algo tan
personal sin querer que él sienta la muerte, sin querer observar como sucede.

— ¿Pero tú llegas a ser tan cruel por terminar una aventura? ¿Tú piensas qué alguien podría
estar tan cabreado por haber sido abandonado?

—Claro. De hecho, eso significa que ella está recontra loca, pero no faltan locas de atar en el
mundo. Esto significaría que quien sea que la haya ayudado está igualmente loco.

Eve se puso de pie, cerró los ojos un momento para ayudarse a verlo en su mente.

—De acuerdo. Ayer ellos embaucaron a la víctima para que viniera aquí, hablando sobre
vender la casa que él no podía vender sin la aprobación del Sr. Mira, lo cual él no iba a
conseguir. Él los deja entrar. Tal vez la loca ex; si es así, ha ocultado su locura y lo engancha
con la Agencia de bienes raíces. O tal vez ella llega como una sorpresa a su puerta. De una u
otra forma, ellos consiguen llevarlo hacia el estudio.

Ella se movió alrededor del cuerpo, unos cuantos pasos más allá del vestíbulo.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Sin ataduras; o el Sr. Mira piensa que no, el forense lo verificará; de manera que lo apuntan
con un arma. Uno la sostiene contra él, el otro le va dando golpes. El Sr. Mira entra en la casa,
lo llama, camina hacia allí. Ellos no usan el arma en él, tienen cuidado de mantenerse fuera
del alcance de la vista hasta que pueden dejarlo inconsciente.

Ella caminaba de aquí para allá mientras lo trabajaba en su mente porque habían variables.
Las imágenes cambiaban dependiendo en cómo las colocaba ella.

Insatisfecha, ella comenzó otra vez.

—Retroceder, considerar el tiempo. Primero cuando llegó la víctima, cuando el Sr. Mira llegó
a la casa. Hay un buen lapso de tiempo.

—Dijiste que ellos habían empezado con la víctima. Que el Sr. Mira lo vio herido.

—Sí, pero... Ellos caminaron un poco con la víctima primero. Ojo morado, labio
ensangrentado ¿cuándo éste es el final del juego? Ellos apenas habían empezado, de manera
que caminaron por allí, no lo forzaron a ir al estudio, eso era parte del recorrido, el lugar en
donde lo atacaron.

Para convencerse, Peabody se dirigió a la parte trasera, echando un vistazo a las habitaciones
hasta que se detuvo en el estudio. Y ella también pudo verlo.

—De modo que si él conocía a uno de ellos, y tenía que hacerlo porque esto es realmente
personal, no estaba preocupado al respecto.

—Exactamente. Ella no representaba una amenaza para él. Adelantémonos al Sr. Mira
inconsciente en el piso del estudio. La ex completamente loca lo noquea, de manera que no
está tan completamente loca. Ellos deciden sacar a la víctima de la casa, llevárselo a algún
lugar en donde puedan trabajar en él. Uno de ellos sabe lo suficiente como para llevarse el
disco duro de seguridad.

Siguiéndola, Peabody regresó. —No completamente loca, y no en modo de pánico total.

—Eso es correcto. Ellos tienen una agenda, un plan, y ellos lo mantienen, y lo siguen.

— ¿Cómo lo sacan de aquí? Contando con el clima para enmascarar el secuestro, vale —
continuó Peabody—. Pero ¿cómo logran que él vaya con ellos?

—Tal vez lo aturdieron; levemente, justo lo suficiente para desequilibrarlo. O lo drogaron.


Morris lo investigará. Ellos lo meten a un vehículo. Entonces ellos tienen que volver a hacerlo
todo en el otro lugar. Sacarlo del vehículo y llevarlo dentro de donde sea que ellos vayan a
torturarlo.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Él va a tener que contarnos algo de eso. Si es que fue aturdido, drogado o sólo intimidado
para entrar y salir, para salir y entrar. Morris encontrará algunas de las respuestas.

Ella echó un vistazo alrededor. —Yo no creo que fuera con respecto a esta casa. La casa fue su
ardid, y ellos la utilizaron para atraerlo al lugar de donde pudieran llevárselo. Al colgarlo
aquí, ellos querían que fuera encontrado, pero querían crear un impacto.

—La justicia está servida —leyó Peabody—. Podría ser alguien a quien sentenció, o acerca de
alguien al que no lo hizo. Y la mujer, tu sabes, lo atrajo a una relación para estar cerca de él,
para conseguir información, para convertirse en alguien que no le preocupara a él.

—Tal vez es eso, y vamos a tener que investigar allí. Si se trata de alguien a quien él metió en
la cárcel, o no lo hizo, se trataba de una violación. En algún nivel es acerca de una violación.

—Porque ellos lo violaron a él.

— ¿Alguien le hace esto a otro ser humano y lo llama justicia? Esto es por venganza, y una
venganza así de sexual es acerca de sexo. De manera que la violación va a ser un factor. Al
menos esa es la impresión que me da en este momento.

Ella lanzó una mirada hacia la puerta, al oír que la estaban tocando. —Probablemente son los
barredores o la furgoneta de la morgue. Adelante, déjalos pasar. Y que los uniformados
empiecen con el puerta-a-puerta. Cualquiera que viera un vehículo cerca de la casa, que
notara las luces encendidas anoche, y cualquier cosa que hayan notado ayer entre las cuatro y
las seis de la tarde, sólo para tenerlo todo cubierto.

Eve miró hacia abajo a Edward Mira. Ella dudaba mucho que él le hubiera gustado cuando
estaba vivo. Pero muerto, él era de ella.

Ella sacó su enlace, regresó al estudio mientras el equipo de la morgue entraba en la casa.
Después de soltar el aire, contactó con Mira.

—Eve —Mira apenas si parpadeó, y no le dio a Eve la oportunidad de hablar.— Edward está
muerto.

—Lo lamento.

—No, por favor. Dime en dónde estás, qué sucedió.

—En la casa en Spring, y también lo lamento por eso. No puedo determinar oficialmente el
tiempo de la muerte. Morris…

—Eve.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Demonios, pensó Eve. —Su rostro y genitales fueron severamente golpeados. El fue
sodomizado.

—Ah, querido Dios.

—Las marcas de ligaduras en sus muñecas son consistentes, a mis modo de ver, con que haya
estado atado verticalmente; con los brazos sobre la cabeza. Yo creo que es probable que él
haya estado todavía vivo antes de que fuera colgado del candelabro del techo en la entrada
del vestíbulo. él tenía un letrero generado por ordenador alrededor del cuello que decía 'La
Justicia Está Servida.'

—Muy bien —Con los ojos cerrados, Mira se frotó la frente—. Es muy personal, sexual…

—No te estoy pidiendo un perfil, Dra. Mira, no en este instante. Tómate un minuto. No estoy
segura de lo que quieras decirle al Sr. Mira.

Mira abrió los ojos. —Le diré a él lo que tú me digas. Por supuesto.

—De acuerdo. Voy a necesitar volver a hablar con él. Lo siento.

—No te disculpes —Sus palabras sonaron cortantes. Mira alzó una mano, visiblemente
recompuesta—. No te disculpes —volvió a decir, con calma ahora—. Tanto Dennis como yo
queremos que hagas todo lo que tengas que hacer, todo lo que puedas hacer para encontrar a
quien hizo esto. ¿Quieres que él vaya a la Central?

—No, no hagas eso. Yo iré donde él. Tengo que informar al familiar más cercano, luego iré y
hablaré con él antes de regresar a la Central. Oficialmente, no voy a poder consultar contigo
este caso.

—Claro que no, hay conflicto de intereses. Todavía no estoy pensando correctamente.

—Pero extraoficialmente voy a querer tu ayuda con el perfil. Luego —añadió ella—. Ve a casa.
Vas a querer estar con él cuando lo entreviste. Voy a contactar con Whitney, luego iré a la
residencia de la víctima y hablaré con su esposa. Eso te dará tiempo para llegar a casa y
contárselo al Sr. Mira antes de que yo llegue.

—Sí, tienes razón. Me marcharé de aquí en unos minutos.

—Una última cosa. Voy a filtrar esto a Nadine Furst.

— ¡Oh! —dijo Mira, con una especie de suspiro.

—Los medios se van a enterar de esto con rapidez. Yo voy a decírselo a ella para que pueda
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

salir antes con esto. Tu vas a querer monitorizar las comunicaciones entrantes, porque una vez
que esto se anuncie, los medios van a tratar de hablar contigo y con el Sr. Mira. Necesitas una
declaración.

—Yo sé lo que debo hacer. Me encargaré de eso. Por favor, haz lo que tengas que hacer.

—Hablaré contigo dentro de noventa minutos.

Eve se volvió, vio a Peabody en el umbral de la puerta.

—Los barredores están aquí, los uniformados están sondeando el área. La furgoneta de la
morgue está en camino. Lo marqué para Morris.

—Eso lo cubre todo. Los barredores recorrerán la casa, pero no hay nada relevante que no esté
en el camino de entrada. Por ahora, nosotras hemos terminado aquí. Vamos a notificarlo a la
esposa de la víctima.

—Odio esa parte.

—Todos nosotros lo hacemos. Probablemente esta vez tu vas a odiarlo más de lo usual.

Ella contactó con Whitney antes de dejar la escena del crimen.

—Tibble estaba en lo cierto con respecto a los medios, particularmente dadas las
implicaciones sexuales del homicidio.

—Sí, señor. Voy a contactar con Nadine Furst. Yo prefiero que alguien que conozco y en quien
confío, alguien que conoce a los Miras, sea la que tome la delantera de los medios. Sin
importar lo que venga después, lo que salga primero será algo justo.

—Hágalo. Yo hablaré con Tibble y con nuestro intermediario con los medios. Y ponga los
puntos sobre las íes, Dallas, hasta las últimas consecuencias.

—Pongámonos en camino —le dijo ella a Peabody cuando Whitney cortó la comunicación—.
Voy a contactar con Nadine por el camino.

En el momento que se puso tras el volante, Eve utilizó el enlace de la consola para contactar a
Nadine.

La periodista, lista como siempre para aparecer en cámaras, la saludó con un brillante sonrisa.

—Dallas. Justamente estoy con tu delicioso esposo en lo que puede ser mi nuevo ático triple.
Yo sólo estaba deseando que él viniera incluido, entonces sería un trato hecho.
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—Consíguete el tuyo, y ponte el gorro de periodista.

El humor huyó de los astutos ojos verdes de Nadine, volviéndose agudos. — ¿Qué es lo que
tienes?

—Hace menos de una hora Peabody y yo descubrimos el cuerpo del ex-Senador Edward Mira
en la antigua residencia de los abuelos del senador.

—Mierda, maldita sea, joder. Déjame sacar mi grabadora.

—Sólo escucha. La víctima ha sido brutalmente golpeada, y luego colgada. Él también ha sido
sodomizado.

—Cristo, esta historia va a arder.

—Ayer a las cinco-veinticinco p.m. aproximadamente, de acuerdo al registro del taxi Rápido
utilizado como transporte, el primo del senador Dennis Mira; no, llámalo el Profesor Mira, él
es uno de esos, ingresó a la residencia, y fue atacado y dejado inconsciente después de haber
visto al senador herido y al tratar de ir a ayudarlo. El Profesor Mira contactó al NYPSD.
Desde ese entonces, los investigadores han intentado localizar al senador, quien ellos creían
que estaba siendo retenido en contra de su voluntad en otra ubicación antes de ser traído de
vuelta a la residencia. El forense en jefe está trabajando para determinar la hora y la causa de
la muerte. El investigador primario no tiene comentarios en este momento, pero el
departamento va a hacer una declaración una vez que los detalles sean confirmados.

—Dios, cuando me dejas caer algo, lo haces a lo grande.

—Estoy en camino a notificar al familiar más cercano. Tú no puedes sacar esto al aire hasta
que Peabody te dé luz verde.

—Muy bien. ¿Cómo está Dennis? ¿Él está bien?

Eve soltó el aliento. Las amistades no se le daban fácilmente, pero cuando se le daban, eran
amistades sólidas.

—Hay dos razones por las que te estoy dando el adelanto. Tu esperarás que te den la luz
verde, y porque preguntaste por el Sr. Mira. Él está bien. Lo machacaron un poco, pero está
bien.

—Y ahora es mi trabajo preguntar si tienes algunas pistas, algunos sospechosos.

—No, porque todavía estoy haciendo mi trabajo. Ya que estás con Roarke, dile que estoy de
acuerdo en que él te dé los detalles de la finca del abuelo, la mansión. Eso se va a saber de
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

todas formas, y preferiría que lo manejes desde el comienzo. Lo que no quiero es ni la menor
insinuación de que el Sr. Mira es un sospechoso, ni siquiera una persona de interés. Él es un
testigo, y una víctima. Eso es todo.

—Deberías de conocerme mejor.

—Lo hago, por eso es que te contacté antes de notificar al familiar más cercano. Peabody te
dará la luz verde tan pronto como lo hagamos. Tengo que irme.

—También yo, ahora.

Ambas cortaron, y Eve miró ceñuda el tráfico.

— ¿Cómo vas a manejar al Sr. Mira?

El ceño de Eve se profundizó. - Qué quieres decir con 'manejar'?

—Mira, en primer lugar, yo sé que él no tuvo nada que ver con esto. Estoy hablando sobre
todo eso de poner los puntos sobre las íes. Él fue la última persona que vio con vida a la
víctima, y él y la víctima tenían una relación tirante al menos parcialmente debido a la casa en
la que el cuerpo de la víctima fue colgado. De modo que yo sé cómo nosotras manejaríamos
esto si no conociéramos y quisiéramos al Sr. Mira. Pero…

—Nosotras pondremos los puntos sobre las malditas íes, Peabody.

—Yo no quiero romper el ritmo.

—No lo harás.

Para el momento en que ella se estacionó en frente de la reluciente entrada del edificio, Eve
estaba preparada para tener problemas. Un portero diferente usaba el traje de oso polar e
instantáneamente corrió en su dirección. Eve salió del coche y cerrando de un portazo, enseñó
su placa.

—Nosotras somos de la policía, y estamos aquí en un asunto policial. Este es un vehículo


policial y se queda justamente en donde está. Usted me dice cualquier cosa al respecto y aquí
mi compañera lo va a arrestar por obstrucción a la justicia y por interferir en una
investigación policial, y hará los arreglos para que se lo lleven a usted a la Central.

Él tenía un rostro café oscuro contra el blanco nieve del uniforme, y ese rostro se quedó
cuidadosamente en blanco. —Yo no dije ni una palabra.

—Eso es ser inteligente. Usted necesita despejarnos el camino hacia el apartamento de


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Edward y Mandy Mira.

Ahora él se encogió como si le doliera algo. —Sólo eso. Mire, yo tengo que seguir un
procedimiento. Usted está haciendo su trabajo, ¿correcto? Yo tengo que hacer el mío. Necesito
tener el visto bueno del personal de seguridad de los Mira.

—Entonces haga eso.

Él echó a andar hacia el edificio, y tuvo la gracia; o el entrenamiento, de mantener la puerta


abierta para ellas. —Si me permite un minuto.

Él se acercó al mismo sistema usado la noche anterior, marcó un código. —Hank, soy Jonah el
portero. Aquí hay un par de policías quienes…

Eve empujó a Jonah a un lado. —Hank, soy la Teniente Dallas. No me jodas. Necesitas
autorizar que subamos mi compañera y yo, de inmediato.

—Esta vez podría arriesgar mi trasero. Ella las puso en la lista prohibida.

—Ella necesita hablar conmigo. Si ella no me permite subir, terminará oyendo lo que tengo
que decirle en un boletín de los medios. Autorízame a subir, díselo a ella.

—Demonios, éste es un trabajo de mierda de todas maneras. Están autorizadas. Jonah, ellas
están autorizadas.

—Copiado.

—Conozco el camino —le dijo Eve, y echó a andar hacia el ascensor que había usado antes.

—Elegante —dijo Peabody cuando entraron al ascensor.

—Ojos y oídos —dijo Eve.

— ¿En serio? —Canturreando para sí misma, Peabody echó un vistazo al ascensor, olió las
rosas—. ¿Estás usando mucho el nuevo dojo? (dojo: una habitación o sala en la que se
practican judo y otras artes marciales.)

—Me las he arreglado para ir un par de veces por semana. Estoy aprendiendo a ser un oso, un
gallo, una cigüeña, un tigre, un dragón. Es como el reino animal. Pero de alguna manera eso
termina siendo genial para cuando he terminado.

—Me gustaría ser un dragón —especuló Peabody, y las puertas se abrieron.

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Hank les dirigió una mirada apenada.

—Ella va a hacer que el senador me eche la bronca cuando regrese. Tienen tres minutos, y
entonces ella va a volver a contactar con el gobernador.

—Yo creo que ella no va a hacer ninguna de esas cosas. Abre, Hank.

El sacudió la cabeza, pero abrió las puertas.

Mandy estaba de pie, con los brazos cruzados, la barbilla levantada, y los ojos llenos de
desprecio.

—Esto es acoso. Voy a estar contactando con el gobernador y con nuestros abogados en
precisamente tres minutos diez segundos.

—Sra. Mira, lamento tener que informarle que su esposo está muerto. Lamentamos su
pérdida.

Sus mejillas se encendieron como banderas rojas. — ¿De qué está hablando? ¡Cómo se atreve
a venir aquí y decirme semejante cosa!

—Su cuerpo fue encontrado colgado del candelabro de entrada en la casa de Spring Street. La
evidencia visible de violencia física era obvia. Su cuerpo ha sido transportado al forense en
jefe, quien determinará la causa de la muerte.

Mandy perdió las banderas rojas, y todo el color; cada matiz de éste. Pero su voz permaneció
completa y furiosa. —Usted es una mentirosa.

—Yo soy la investigadora primaria de la muerte de su esposo, y como tal he venido aquí a
informarle de eso. Nosotras entendemos que este es un momento difícil para usted, pero
tenemos algunas preguntas. Las respuestas podrían ayudarnos a encontrar a la persona o
personas que asesinaron a su esposo.

—Largo de aquí, fuera de mi casa. Usted está mintiendo. Usted está mintiendo para alterarme.

—Usted sabe que no es así.

Cuando ella se tambaleó, Hank se le acercó corriendo, la tomó del brazo. —Sra. Mira, señora,
usted necesita sentarse. Usted siéntese y yo voy a traerle un poco de agua.

—Usted está mintiendo —Pero esta vez su voz tembló.

Eve no se sentó, pero se paró frente a ella. La mujer no lloraba, pero estaba sentada pálida
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como el hielo. La conmoción en sus ojos daba la impresión de ser genuina.

—Mi compañera y yo entramos a la casa en Spring aproximadamente hace sesenta minutos y


descubrimos el cuerpo de su esposo. Yo soy una policía de homicidios, Sra. Mira, un oficial de
rango. Yo no miento sobre un asesinato. ¿Puede usted decirme si conoce a alguien que podría
querer matarlo?

—Nadie haría esto. Nadie se atrevería.

—Alguien lo hizo, Sra. Mira. Alguien se atrevió. Ellos lo lastimaron, ¿me está usted
escuchando? Ellos se aseguraron de que sufriera antes de terminar con él. ¿Quién quería
causarle dolor?

—Yo no lo sé. Váyanse.

Peabody hizo un intento, su voz compasiva, consoladora. — ¿Hay alguien con quien
podamos contactar para usted, Sra. Mira? ¿Familia, una amiga?

—Yo no quiero su ayuda. Fuera de aquí. ¡Largo de aquí o haré que las saquen a la fuerza!

Hank regresó corriendo con un vaso de agua. Ella lo agarró y lo arrojó a través de la sala. —
¡Todos ustedes, lárguense!

—Usted puede comunicarse conmigo en la Central si tiene algunas preguntas o quiere hacer
una declaración —Eve dio media vuelta, y echó a andar hacia la puerta. Ella volvió la vista
atrás una vez, vio que Mandy continuaba sentada, agarrándose las manos, con los ojos
conmocionados pero secos.

— ¿Tu te marchas? —Eve le preguntó a Hank cuando él salió con ellas y cerró las puertas.

—Me quedaré por ahora, por si acaso. Yo no sé qué decir. ¿Puedo contactar a su hijo, su hija?

—Adelante. Asegúrate de darles mi nombre — Ella volvió a entrar al elevador con Peabody—.
Buena suerte, Hank.

—Ella es aterradora —A pesar de los ojos y oídos, Peabody lo soltó—. Yo sé que la gente
reacciona de todas las formas ante las notificaciones de muerte, pero ella es aterradora.

—Ella es lo que es, y nosotras hicimos lo que vinimos a hacer.

A Eve le dolía la cabeza, un latido sordo pero constante mientras conducía hacia la casa de
Mira. Otra vez, ella haría lo que tenía que hacer; y no esperaba que nadie la llamara mentirosa
o que arrojara un vaso. Tal vez eso era lo que hacía esto más difícil.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Encontró un espacio para aparcar en la calle apenas a una cuadra de la bonita casa. Cuando
ellas salieron y echaron a andar, ella metió las manos en los bolsillos y encontró los guantes
de los que se había olvidado.

Por lo menos todavía no los había perdido.

—Dale luz verde a Nadine —Haciendo girar los hombros, ella empezó a subir los pocos
escalones hacia la puerta principal.

Ella tocó el timbre, enfocada en su forma de abordar la entrevista y en el procedimiento


básico. La mujer que abrió la puerta tenía el mismo colorido que Mira y la constitución
larguirucha del Sr. Mira. Gillian, recordó Eve, la hija Wiccan que vivía en ... sí, Nueva Orleans.

—Dallas. Hola, Peabody.

—Hola, Gillian. No sabía que estabas en la ciudad.

—Llegué anoche. Tuve un presentimiento, algo extraño, y contacté con mi madre. Así que
aquí estoy.

—Es bueno verte, a pesar de las circunstancias.

Gillian le sonrió a Peabody, y retrocedió. —Lo mismo para ti. Mamá y Papá están en la sala de
estar. Esto es duro para él, así que no lo sean ustedes.

—Nosotras estábamos pensando en llevárnoslo a la Central esposado y ponerlo en donde


guardamos las cachiporras y las mangueras de caucho.

Gillian simplemente le lanzó una fría mirada a Eve con los ojos de su madre. —Dejen que coja
sus abrigos.

Ella hizo sus deberes de anfitriona, y luego las precedió hacia la sala de estar.

Ellos habían encendido la chimenea, y los Miras estaban sentados juntos en el sofá en la
bonita sala de estar tal como habían estado sentados en la escena del crimen. Él se veía
cansado, pensó Eve, y sintió un aguijonazo de culpa al saber que ella iba a aumentar la
tensión.

—Policías en la casa —dijo Gillian, pero ligeramente, antes de que fuera a sentarse en el brazo
del sofá al lado de su padre.

Un frente unido.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Lamentamos, Sr. Mira —empezó Eve—, su pérdida.

—Gracias. Edward y yo... nuestra relación no era lo que había sido, pero yo recuerdo al niño
que fue. Los niños que fuimos juntos. ¿Fue una muerte dura?

Él la miró con esos bondadosos ojos verdes. Ella quería mentirle, darle al menos eso. Pero no
pudo evitárselo. —Sí, lo fue.

—Es extraño, incluso con el trabajo de Charlotte, y sabiendo lo que la gente puede hacerle a
otras personas, tu nunca esperas que eso le suceda a alguien de tu familia. A pesar de nuestras
diferencias, Edward era mi familia. ¿Has hablado con Mandy?

—Acabamos de estar allí.

—Ella no va a responder su enlace —explicó Mira—. Dennis está preocupado por ella.

—Ella... - — ¿Cómo decirlo? se preguntó Eve.

—Su seguridad personal estaba contactando con sus hijos —interpuso Peabody.

—Eso es bueno —Él palmeó la rodilla de Gillian—. Ellos son un consuelo. Yo sé que ella es
una mujer difícil. Vosotras sois demasiado respetuosas para decirlo.

—Yo no soy tan respetuosa —dijo Eve, haciéndolo reír, sólo un poco.

—Apuesto a que no habéis almorzado.

El cambio de tema desconcertó a Eve. —Nosotras realmente no estamos…

—Tenéis que comer. Voy a preparar unos sándwiches.

—Sr. Mira, lo siento, pero necesitamos hacerle algunas preguntas. Necesito entrevistarlo, en
registro. Necesito leerle sus derechos.

—Tú no lo vas a tratar como un sospechoso — Gillian saltó del brazo del sofá, como una
flecha sacada de la aljaba.

—Gillian, ya te expliqué esto —Mira acarició el muslo de Dennis y se puso de pie—. Es el


procedimiento, y tiene que ser hecho.

—A mí no me importan los procedimientos.

—Tengo que hacerlo —dijo Eve, entonces miró a Dennis—. Lo lamento, tengo que hacerlo.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Por supuesto que sí. Pero también necesitáis comer. Podemos hacer esto en la cocina
mientras preparo los sándwiches.

—Papá, preparé una sopa, ¿recuerdas?

—Es verdad, por supuesto, tienes razón —Él se puso de pie con su holgada chaqueta de
punto verde y el cabello despeinado—. Gilly prepara una sopa maravillosa. Es de patatas con
puerro, ¿verdad?

—De pollo y arroz.

—Eso es correcto. La de patatas y puerro fue antes. La sopa es un consuelo —le dijo él a Eve—.
Todos podríamos usarla.

Eve no podía decir que no, simplemente no podía trazar una línea con él. Así que terminó en
la gran cocina con el consuelo de la sopa aromatizando el aire, sentada al frente de él en la
mesita del desayuno con el sol invernal filtrándose a duras penas a través de las ventanas.

—Primero tomáis un poco, las dos —dijo él cuando Gillian les puso los tazones en frente—.
Charlie me cuenta que ese agradable joven policía fue ascendido hoy día.

—Trueheart. Él obtuvo su placa de detective.

—Bien por él. Él es una agradable joven. Brillante, ¿me parece?

—Sí lo es. Él es un buen policía —Ella comió porque la sopa estaba allí—. Es una rica sopa.

—En verdad lo es —Peabody miró a Gillian—. La salvia realmente le da buen sabor. Mi


abuelita siempre utiliza salvia en sus sopas.

— ¿Te gusta cocinar?

—Hornear más que nada, cuando tengo tiempo. Es relajante.

Eve dejó que la plática la circundara. Ella debería cortarla. Ella no debería estar toda cómoda
aquí en la cocina con sopa y conversación. Ella debería…

Dennis extendió la mano, le dio palmaditas en la mano. —Tú no debes preocuparte. No debes
preocuparte por hacer tu trabajo. Yo quiero ayudarte a encontrar a quien sea que le haya dado
una muerte dura a Edward.

–Sr. Mira, usted no es un sospechoso. Nadie piensa que usted tenga algo que ver con esto.
Pero tenemos que pasar por esto, y algunas preguntas que tengo que hacerle van a ser
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

puntuales, van a sentirse duras e intimidantes. Lo lamento.

—No hay necesidad de lamentarlo. Adelante; pero primero termina tu sopa —Él se dirigió a
Peabody — ¿Y cómo está ese joven tuyo? Él me gusta un montón. Es tan colorido.

—Sí, lo es. Él es genial.

Eve terminó su sopa, captó la mirada de Mira y la silenciosa gratitud en ella. Así que tal vez
había sido lo correcto, sólo para darle tiempo al Sr. Mira para estabilizarse.

—Voy a preparar chocolate caliente —anunció Dennis—. A ti te gusta mi chocolate caliente —


le dijo a Eve.

—A quién no, pero…

—A ti y a Delia; ¿Te gusta el chocolate caliente?

—Es mi gran debilidad, y ahora ya sé por qué no comí pastel más temprano.

—Es mejor que el pastel —El le hizo un guiño, que hizo que Eve sintiera un tirón en el
corazón—. Tu y Delia venir a sentaros en la encimera mientras lo preparo. Eso mantendrá mis
manos ocupadas mientras me entrevistas. Y, Charlie, tu y Gillian sentaros justo allí. Gilly,
compórtate.

—Tal vez.

Él se rió por lo bajo mientras se ponía de pie.

Ellos lo harían a su manera, decidió Eve y se puso de pie para cambiarse al taburete de la
encimera de la gran cocina mientras Dennis buscaba en las alacenas.

— ¿Usted lo hace desde cero? —Los ojos de Peabody resplandecieron cuando él encontró una
gran barra de chocolate y una lata de azúcar—. Es un verdadero deleite observar a alguien
preparar chocolate caliente desde cero.

Eve le lanzó una mirada a Peabody para recordarle que ellas no estaban allí para deleitarse.

Cando Dennis puso una olla verdadera en una hornilla verdadera, Eve se recordó a sí misma
lo mismo.

—En registro.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 6

Eve introdujo sus nombres y el archivo del caso en el registro. Recitó el Miranda Revisado.

— ¿Entiende usted sus derechos y obligaciones, Profesor Mira?

Él le dedicó una vaga sonrisa ante el uso de su título, puso un cazo sobre la cacerola con agua;
¿de qué se trataba eso?, empezó a añadir chocolate—. Sí, los entiendo, gracias.

—Edward Mira era su primo.

—Sí, en primer grado, por parte de mi padre.

Él escogió un pequeño tazón de metal, lo puso en el congelador.

Eve se preguntó si debería señalarle su error, pero decidió seguir adelante con la entrevista. —
¿Relataría, para el registro, qué sucedió ayer, cuando usted llegó a la propiedad en el 2314 de
Spring Street?

Él les hizo un repaso, habló del clima, el viaje en el taxi, la hizo desear haberle advertido que
no profundizara cuando él declaró en el registro que estaba enfadado con su primo. Cuando
él dijo que había oído voces, Eve lo interrumpió.

— ¿Puede decirme cuántas voces?

— ¡Oh! —Él frunció el ceño, viéndose dulcemente desconcertado—. No estoy seguro, ya que
era una especie de conversación; yo debería decir que se sintió como si escuchara una especie
de conversación. Yo no podía oír las palabras, y me temo que estaba distraído. Pero ellos
dejaron de hablar cuando llamé a Edward en voz alta. Estoy seguro de eso. Yo levanté la voz,
ya que no quería sobresaltar a nadie.

—Por lo menos dos voces. Usted no podía entender las palabras, pero ¿podría decirme si eran
voces masculinas o femeninas?

—Esa es una excelente pregunta —Y una por la que se veía un poco sorprendido—. Yo asumí
que una era de Edward, pero no estaba prestando atención. Con frecuencia no lo hago. Yo
tengo un truquito que Charlie me enseñó el cual me ayuda a recordar cuando no he prestado
la atención suficiente. Al parecer muy a menudo estoy pensando en alguna otra cosa.

Él cerró los ojos, inspiró lentamente unas cuantas veces. —Estoy entrando a la casa. Está
cálida después del viento helado. Huelo aceite de limón, de modo que sé que Sila ha estado
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

allí para limpiar en los últimos días. Me siento triste porque puedo imaginar la casa como era,
con mis abuelos. Algunos de los muebles han sido retirados porque fueron legados a algunos
de nosotros. Siempre había flores frescas en la mesa de entrada. Me apena que ya no estén
más allí, me apena que esté tan sombría. Es un día tan crudo y brumoso que deseo que
hubiera más luz. Oigo voces, estoy molesto y triste y oigo voces que vienen desde el pasillo.
El estudio, creo yo, pero no estoy seguro. Ellas están... coléricas o nerviosas. No me di cuenta,
pero sí, son voces altas. La de mi primo, creo, sí, y de alguien más. Una mujer. Creo que es
una mujer.

Él volvió a abrir los ojos. —Yo creo que una mujer estaba con él. ¿Eso es útil?

—Sí. ¿Qué hizo usted entonces?

—Fui hacia allí. Odiaba ser grosero, pero tenía la intención de decirle al agente de bienes
raíces que no había razón para estar allí, ya que yo no pensaba vender. Yo sabía que Edward y
yo discutiríamos, pero tenía que ser hecho. Di la vuelta hacia el estudio, y lo vi a él. Me
quedé... impresionado, podría decir. Yo estaba preparado para discutir, para hacerle frente, y
él estaba en el sillón, pero el sillón estaba en frente del escritorio, no detrás, y su rostro estaba
sangrando; en la boca. Su ojo; ¡ah! ... —Él volvió a cerrar los suyos, palmoteó con las manos en
el aire—. Su ojo derecho estaba morado e hinchado. Él se veía aterrorizado. Yo empecé a
entrar precipitadamente, para ayudarlo, y...

Él levantó una mano hacia su nuca. —Algo me golpeó, y la siguiente cosa que recuerdo
claramente, es que estaba despertándome; con la cabeza punzándome, en el suelo del estudio.
Edward ya no estaba, y el sillón estaba de vuelta detrás del escritorio. Yo pude haber pensado
que me lo imaginé todo, pero mi cabeza estaba sangrando, y yo estaba en el suelo.

— ¿Qué hizo usted entonces?

—Yo lo busqué, lo llamé. Inicialmente yo estaba un poco mareado, y estaba confundido.


Regresé a la cocina, y subí las escaleras, buscándolo. Cuando no pude encontrarlo, supe que
algo tenía que haber ocurrido. Contacté con Charlie. Charlotte. La Dra. Mira. Le dije que algo
había sucedido, y si ella podía venir, y traerte a la casa de mi abuelo. Busqué un poco más, y
entonces vosotras llegasteis.

— ¿Por qué usted no llamó al nueve-uno-uno? Su primo había sido herido y estaba
desaparecido, usted había sido atacado. Pero usted llamó a su esposa en lugar de a la policía.

—Yo ni siquiera pensé en eso, no entonces. Ella trabaja con la policía; mi Charlotte. Ella
trabaja contigo. Probablemente yo debería de haber llamado al nuevo-uno-uno, como dices,
pero te quería a ti. Algo le había sucedido a mi primo.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Yo soy una policía de homicidios, Profesor Mira. ¿Usted creía que su primo había sido
asesinado?

—No. No, yo nunca pensé... Todavía no puedo... Pero es la policía lo que más cuenta, ¿verdad?
Y tú eres la mejor que conozco. Yo sabía que averiguarías lo que le había ocurrido a Edward.

—Usted contactó a su esposa —volvió a decir ella, presionando un poquito—, y solicitó a un


oficial de policía con el que tiene una relación... amistosa.

—Sí, eso es verdad —Él midió la leche, la vertió en el chocolate. Y machacó una especie de
vaina en un pequeño tazón de mármol con una barrita cilíndrica de mármol—. Pero entonces,
mi esposa es una reconocida y respetada perfiladora criminal, y tu eres una reconocida y
respetada teniente de la policía. Yo habría sido un tonto si me conformara con menos, con
tremendo talento disponible.

Él añadió la vaina machacada, el azúcar, y removió metódicamente.

Él había dado buenas respuestas, pensó ella. Muy buenas, respuestas simples y lógicas. Pero
ella no había terminado.

— ¿Usted peleó con su primo, Profesor Mira?

—Oh, sí —dijo él tan tranquilamente, sin ningún indicio de astucia—. Por varios años
nosotros peleamos, discutimos, eso es; numerosas veces. Nuestra forma de ver la vida había
cambiado para cada uno, podrías decir que estaban en diferentes órbitas, y teníamos muy
poco en común. No como cuando éramos niños.

—Ustedes discutieron sobre la disposición de la propiedad en Spring, la cual fue dejada a


ambos en partes iguales.

—Lo hicimos. —Sin vacilación, y sin animosidad—. Nosotros le habíamos prometido a


nuestro abuelo mantenerla en la familia, y Edward creía que esa promesa tenía una fecha de
vencimiento. Yo no lo creía así.

— ¿Ustedes discutieron ayer, en la casa?

—No. Nosotros ni siquiera tuvimos una oportunidad para hablar. Yo pronuncié su nombre,
pero entonces alguien me golpeó. Yo nunca llegué a hablar con él, o él conmigo. Yo creo que
nosotros hubiéramos discutido si...

Aunque él continuó revolviendo, dirigió la vista hacia su cacerola como si hubiese olvidado
para qué estaba allí.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Después de su muerte, ¿qué sucede con su parte de la disputada propiedad?

— ¿Discúlpame? Oh, sí. A menos que él cambiara su testamento; no puedo estar seguro, ésta
pasaría en partes iguales a sus dos hijos.

Él sacó el tazón del congelador, junto con algo que ella estaba segura que era una especie de
batidor. Dentro del tazón él vertió... leche, crema, algo que sacó de un pequeño envase, añadió
un poco de azúcar. Enganchó el batidor en una pequeña herramienta de mano.

Esta zumbó afanosamente en el tazón.

— ¿Cuál es su relación con los chicos?

—Ellos son unos buenos jóvenes. Nos llevamos muy bien. Necesitamos ir a verlos. Espero que
estén con su madre ahora, pero nosotros iremos a verlos. Ellos han perdido a su padre, y
necesitarán a la familia a su alrededor.

— ¿Ellos estarán más inclinados a mantener la propiedad en la familia, Profesor Mira?

—Sí, absolutamente.

Ella vio que él había hecho crema batida. ¿La gente de verdad batía crema para preparar
crema batida? ¿Quién iba a saberlo?

Él colocó el tazón a un lado, usó otra herramienta para hacer virutas de la barra de chocolate
restante. —Eve; quiero decir, Teniente Dallas, Edward, sin importar cuán determinado estaba,
no podía vender la casa de nuestro abuelo. No había nada que él pudiera hacer para
obligarme a romper mi promesa. Yo creo que nosotros no habríamos llegado a nada, pero
entonces, como dije, nosotros no hemos estado cerca el uno del otro desde mis primeros días
de universidad. Nosotros estuvimos juntos en Yale, aunque él estaba un año antes que yo. Si
él hubiese vivido, no era probable que alguna vez volviéramos a acercarnos, pero yo nunca le
hubiese deseado mal alguno. Y él nunca me habría intimidado para que vendiera.

—Algunas veces las personas les devuelven el golpe a los bravucones.

—Sí, ellos lo hacen. Yo aconsejé a mis hijos que hicieran justamente eso. Y yo mismo he hecho
justamente eso con Edward por más de cuarenta años.

Él se dio la vuelta, sacó tazas de una alacena. —Algunos confunden una disposición apacible
por debilidad. ¿Tu lo haces?

—No, señor, no lo hago.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Yo puedo ser, mi familia dará fe de ello, extremadamente terco cuando algo es importante.

Al otro lado de la habitación Gillian resopló bajito haciendo que él se sonriera un poco.

—La promesa a un hombre al que yo amaba profundamente es importante, incluso sagrada.


Yo no tenía que lastimar a Edward para mantenerla; yo simplemente tenía que continuar
manteniéndola. Yo no soy un hombre violento.

Vertió el rico chocolate caliente en las tazas. —Y aún cuando Edward no me gustaba, no me
gustaba el hombre en que se había convertido, yo le quería.

—Profesor Mira, ¿podría darme su paradero desde anoche a las once hasta las tres y treinta
de esta madrugada?

—Justo aquí; o no justo aquí, es decir, en la cocina. En la casa. Charlie, mi esposa, insistió en
que me fuera a la cama temprano. Como regla general, yo puedo muy bien ser un búho
nocturno. Pero ella tenía razón, yo estaba muy cansado. Creo que me fui a la cama como a las
diez. Ella piensa que yo no sé que me estuvo chequeando cada par de horas.

Él sonrió, dulcemente, hacia la mesita del desayuno. —Y nuestra hija Gillian entró
sigilosamente un par de veces para asegurarse de que yo no hubiera entrado en coma; lo cual
es exactamente lo que le dijo a su madre como a la medianoche. Yo no dormí muy bien. Pero
sí descansé —añadió rápidamente, con otra mirada hacia la mesa del desayuno, mientras
apilaba crema batida encima de dos tazas de chocolate caliente—. Pero yo estaba preocupado
por Edward, y no dormí muy bien.

—Vale. vale. Gracias por su tiempo y su cooperación. Cerrando registro.

Dennis esparció virutas de chocolate sobre la crema, y luego puso las tazas en frente de
Peabody y de Eve.

—Ponte de pie —le dijo él a Eve.

Ella se puso de pie, en tensión.

—Tú necesitas un abrazo —Él la envolvió en sus brazos, y todo en su interior se derritió—.
Vamos, vamos. ¿Eso no fue tan malo, verdad?

—Fue horrible.

—Bueno, todo está bien. Ya está hecho.

—Estoy tan…
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¡Shh!. Siéntate y toma tu chocolate.

—A mí me caería bien un abrazo.

Dennis le sonrió a Peabody, y la complació. —Eres una buena chica —le dijo a ella—. Gilly,
Charlie, venid aquí. Hice suficiente para todos.

Mira se acercó, le enmarcó el rostro con las manos. —Te amo, Dennis.

—Eso es algo bueno. ¿En dónde estaría yo de otra forma?

—Tu siéntate. Yo me ocuparé del resto.

Mientras ella ponía la crema batida sobre el chocolate, Mira le lanzó una mirada a Eve. —
Hiciste exactamente lo correcto. Fue duro para ti, y duro para mí escucharlo. Pero hiciste
exactamente lo correcto.

—Lo siento, pero si sólo pudieras decirlo; que sabes que él estuvo aquí durante las horas
mencionadas.

—Lo digo absolutamente. Él tiene razón. Yo sí estuve comprobándolo cada par de horas, y
Gilly fue a verlo justo antes de medianoche, y otra vez alrededor de las tres. Nosotras
pensamos que estaba durmiendo.

—Tu habrías empezado a auscultarme otra vez si hubieras sabido que estaba despierto.

—Él también tiene razón en eso. ¿Tú crees que fue una mujer?

—Tienen que haber habido por lo menos dos involucrados, y uno de ellos era una mujer.
Estoy segura de ello, y el Sr. Mira le dio más peso a eso.

—Él nunca ha sido un sospechoso —interpuso Gillian.

—No. No hay un motivo, ni oportunidad. Yo sólo necesitaba que todo quedara registrado.
Esto va a convulsionar a los medios. Con esto en registro, el Sr. Mira es con firmeza, un testigo
incuestionable.

—Yo sólo quiero decir algo —Peabody, con los ojos cerrados, dio otro sorbo a su taza—. Esto
es el Santo Grial del chocolate caliente. Sr. Mira, usted es un genio, pero yo no sé cómo me
voy a volver a conformar con el brebaje de la Central.

—Termínatelo ya, Peabody. Tenemos que volver al trabajo.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eso tomó un poquito de tiempo; Peabody quería saborearlo, pero incluso con el tiempo extra,
Eve se sentía más ligera cuando Gillian las acompañó a la puerta y les entregó sus abrigos.

—Voy a disculparme por querer abofetearte aún cuando podía ver que era duro para ti el
presionarlo de esa forma.

—Yo quiero abofetear a la gente todo el tiempo. Y él es tu padre.

—Yo amo a mi esposo, y una de las muchas razones es que él está de acuerdo conmigo
cuando digo que mi padre es el mejor hombre que conozco. Tú estás un poquito enamorada
de él.

—Probablemente más que un poquito.

—Y tu vas a cuidar de él.

—Esa es una promesa.

—Muy bien entonces. Brillantes bendiciones para vosotras dos, y que tengas viajes seguros
adonde sea que las lleva el camino.

Mientras caminaban de regreso al coche, Eve metió las manos en sus bolsillos, encontró sus
guantes otra vez. Se los puso. —Trázanos una ruta sensata para visitar a las amantes.

—Ya está hecho, y puedes tachar a Allyson Byson, por ahora en todo caso. Ella lleva en St.
Lucía desde la semana pasada con su esposo y varios amigos. Es una cosa anual. Pasa seis
semanas allí cada invierno.

—Una coartada muy preparada. La investigaremos de todos modos.

—Deberíamos empezar con Carlee MacKensie; él jugó con ella justo antes de engancharse con
Downing. Escritora independiente.

Cuando entraron al coche, Peabody introdujo la dirección en la consola. —Y luego iríamos


donde Asha Coppola, donde Lauren Canford, y finalizamos con Charity Downing, la última.

—Quiero conversar con los hijos de la víctima antes que termine el día —Eve consideró
tácticas mientras lidiaba con el tráfico—. Lo mantenemos simple, conseguimos el cómo y
cuándo se conocieron, cuánto duró la relación, quién la terminó, ese tipo de cosas. En este
momento, sólo estamos pescando.

— ¿Cómo las mantenía en orden? —Preguntó Peabody—. Tenemos cinco, y eso sólo
cubriendo alrededor de un año. De manera que hay un montón más retrocediendo. ¿Cómo las
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

tenía a todas en orden?

—Todas ellas eran lo mismo para él, esa es mi opinión. Sólo una puntuación. Él era un
depredador. Divisa la presa, la persigue, la consigue, juega con ella por un tiempo. Luego,
cuando te aburres o la presa ya no te satisface, la descartas y vas tras carne fresca.

Ella divisó un espacio en una calle de segundo nivel, zigzagueó hacia allí y aparcó.

—Tal vez podríamos habernos acercado más.

—Podríamos no haberlo hecho.

—Pantalones flojos, pantalones flojos —canturreaba Peabody para sí misma mientras bajaban
los escalones de metal hacia la calle.

—Ellos estarán mucho más flojos cuando te patee el trasero para arriba, para abajo, y hacia los
lados.

—Estoy usando el poder del pensamiento positivo. Pero para evitarle el dolor a mi trasero,
¿qué le vais a regalar a Bella para su cumpleaños?

—No lo sé —Un pánico instantáneo se apoderó de ella—. ¿Cómo diablos voy a saber qué
regalarle a una niña de un año? ¿Cómo puede saberlo alguien? La niña no puede decírtelo, y
nadie recuerda ser de un año de edad así que eso es solamente un juego de azar.

—La fiesta es en un par de semanas.

—Cállate la boca, Peabody.

—Vale, pero si me callo la boca significa que no puedo decirte lo que sé que ella realmente
querría; y McNab y yo realmente no podemos comprar una buena.

¿Qué?

Peabody apretó los labios con petulancia.

—Lo juro, te voy a dar una patada que te voy a enviar de aquí a tres cuadras al este para que
caigas con un plaf! en el centro de la Quinta Avenida.

—Una casa de muñecas. Ella es muy chiquita para eso, pero nosotros la cuidamos por unas
horas hace unos días, y yo había hecho que me enviaran la mía. Es sólo una casita que mi
papá me hizo, pero se volvió loca con ella. Jugó con ella todo el tiempo, y jugó realmente bien,
también, volviendo a arreglar los muebles pequeñitos, pretendiendo que cocinaba en la cocina.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve se preguntó por qué; en serio, por qué, alguien querría pretender que cocinaba.

— ¿Si las muñecas no están vivas, por qué necesitan una casa?

—Ahí es cuando entra en juego el simular.

— ¿Lo es? ¿De verdad lo es? ¿O es que cuando tú estás durmiendo o no estás cerca ellas
empiezan a tener fiestas en la casa, bebiendo licor, comiendo bocadillos, mirando la pantalla?

—Me estás asustando.

—Deberías estar asustada. ¿Qué las detiene de tener orgías de muñecas en la casa? ¿Alguna
vez pensaste en eso?

—No hasta este momento.

—La siguiente cosa que sabes, es que habrán armas y vehículos para muñecas.

—Ellas ya tienen esas cosas.

— ¿Lo ves?

—Demostrado su argumento, Eve se volvió hacia el sólido edificio que albergaba el


apartamento de Carlee MacKensie. Ella optó por utilizar su tarjeta maestra; ¿Por qué darle a
la mujer tiempo para prepararse?-, y entró al raquítico vestíbulo.

—Tengo que hacer pis. Tú hiciste que casi me orine de miedo, ahora tengo que hacer pis. No
me hagas subir al cuarto piso por las escaleras.

— ¿En serio?

—En serio —Para dejarlo establecido, Peabody presionó el botón del elevador—. No puedo
quitarme esta imagen de un grupo de muñecas borrachas haciéndolo por toda la casa de
muñecas. Muñecas homosexuales, heterosexuales, tríos. Es mi nueva pesadilla.

—Ellas probablemente lo hacen con consoladores ceñidos con correas.

— ¡Oh Dios!, te suplico que pares —Peabody prácticamente entró al elevador de un salto
cuando éste se abrió—. Pantalones flojos, pantalones flojos. No me patees el trasero, estoy
tratando de quitarme de la cabeza el tener que hacer pis. Y muñecas enloquecidas por el sexo.
Estoy viendo a Gracie Magill con un consolador atado.

—Quién?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Mi muñeca favorita cuando era una niña. Pantalones flojos, pantalones flojos.

— ¿Tú tenías una muñeca con apellido? —Eve presionó el timbre en el apartamento de
MacKensie—. ¿Por qué las muñecas necesitan apellidos?

—Para su documento de identidad, para comprar licor y los consoladores.

—Yo supuse que ellas simplemente los robaban cuando se trepaban por las ventanas para
salir a robar casas.

—Ahora tu sólo estás siendo malvada.

—Yo podría seguir con esto todo el día.

El intercomunicador zumbó. — ¿Sí?

Y Peabody soltó un silencioso —Gracias, Jesús.

—NYPSD —anunció Eve y levantó tu placa—. Nos gustaría hablar con usted, Srta. MacKensie.

— ¿Acerca de qué?

—Edward Mira.

Un momento después, sonaron los cerrojos, la puerta se abrió un par de precavidas pulgadas.
Eve vio un cabello rojo pálido mal atado en un moño alto y un par de suspicaces ojos azules.

— ¿Qué pasa con él?

— ¿Usted quiere discutir su relación con él aquí fuera, Srta. MacKensie?

Eve vio que sus labios se comprimían, y los ojos miraban hacia izquierda y derecha.

—Nosotros no tenemos una relación —dijo ella, pero abrió la puerta.

Ella llevaba unos holgados pantalones de deporte y una camiseta con gruesos calcetines. Su
piel era tan blanca que casi resplandecía bajo las pecas rojizas esparcidas por su rostro.

—Usted la tuvo —dijo Eve y entró al apartamento.

—Yo no he visto ni hablado con Edward en semanas, desde finales de Noviembre.

—Disculpen. Lo siento —interrumpió Peabody—. ¿Podría usar su cuarto de baño?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ahora Carlee se mordió el labio inferior, pero asintió. —Ah, sí. Supongo. Está... —Ella hizo un
gesto con la mano, pero Peabody ya estaba en camino.

— ¡Gracias!

—Supongo que usted quiere tomar asiento.

—Puedo estar de pie si usted lo prefiere —le dijo Eve.

—Supongo que mejor nos sentamos.

Ella tenía un sofá y un par de sillones, enfrente de una pantalla de entretenimiento; y dando
la espalda a una estación de trabajo debajo de la ventana.

Carlee escogió un sillón, se sentó con las rodillas juntas, los dedos entrelazados en su regazo.
—Yo no entiendo porqué usted quiere hablar conmigo sobre Edward.

—Él está muerto, Srta. MacKensie.

Los apretados labios de Carlee se abrieron. — ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?

—Él fue asesinado anoche.

— ¿A… asesinado?

—Usted dice que no lo ha visto desde Noviembre.

—Eso es correcto. ¿Está usted hablando del Senador Mira?

—Sí. ¿Cómo lo conoció?

—Fue una… fue una recaudación de fondos política. Yo tenía un pase de los medios porque
yo estaba investigando un artículo, y ... —Ella hizo una pausa cuando Peabody regresó.

—Gracias —dijo Peabody otra vez, y se sentó al lado de Eve.

—Está bien. Yo, hmm, usualmente tiendo a observar en lugar de hacer un montón de
preguntas. Yo supongo que era casi la única allí con una pase de periodista que no estaba
haciendo preguntas, así que él se me acercó cuando yo estaba sentada, tomando notas, me
trajo una copa de vino. Dijo que ya que yo no tenía ninguna pregunta para él, él sí tenía
algunas para mí. Yo estaba un poco confundida, pero él era tan encantador.

— ¿Cuánto tardaron ustedes en iniciar una relación sexual?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Carlee se ruborizó con fuerza, y desvió la mirada. —Yo sé que estaba mal. Él estaba casado; yo
sabía que él estaba casado. Él dijo que él y su esposa tenían un arreglo, pero eso no hace que
esté bien.

—Nosotras no estamos aquí para juzgarla, Srta. MacKensie —le dijo Peabody—. Nosotras
necesitamos reunir información.

—Yo sabía que estaba mal —repitió ella—. Él dijo que iríamos por una copa, y yo pensé en
cómo podría conseguir un artículo más grande, o tal vez un par de historias, así que nos
marchamos de allí y fuimos a tomar una copa. Luego dos. Él hizo que su chófer me llevara a
casa. Nunca nadie ha hecho algo así por mí. Y él me prestaba tanta atención. Yo no sé cómo
explicarlo, pero él me hizo sentir bonita y sensual.

Ella bajó la vista hacia sus manos. —De modo que cuando él se contactó conmigo al día
siguiente y dijo que me iba a llevar a cenar, yo fui. Yo sabía hacia dónde se dirigía eso. él
estaba casado y, vale, muchísimo mayor, pero yo sabía hacia dónde se dirigía eso. Yo fui de
todas formas. Y fui con él al hotel. El Palace. Él tiene una suite allí, simplemente hermosa,
como algo sacado de una película. Y la cena estaba esperando, y una botella de champagne.
Yo dormí con él. Nosotros sólo nos vimos de esa manera durante cinco semanas, luego él me
envió flores; rosas blancas, con una tarjeta. Esta decía cómo todas las cosas buenas tenían que
terminar, y que había sido adorable.

—Eso debe de haberla cabreado a usted.

—Un poco, pero más que nada fue hiriente. Él podría habérmelo dicho en persona. Yo no soy
estúpida; yo sabía que eso no iba a durar. Pero él debería habérmelo dicho cara-a-cara. Yo
pensé en contactarlo, pero no lo hice. Y él nunca volvió a contactarse conmigo.

Ella soltó un suspiro. —Fue como si nunca hubiera sucedido.

— ¿Estaba enamorada de él? —El tono de Peabody era compasivo.

—Oh, no —Los ojos de MacKensie se agrandaron; ingenuos—. No, pero fue algo emocionante,
aquellas pocas semanas. Tal vez, al menos en parte, debido a que yo sabía que estaba mal. Yo
me sentía un poquito... —Ella se interrumpió con un rápido jadeo—. ¿Yo soy una sospechosa?
¿Ustedes piensan que yo maté a Edward?

— ¿Lo hizo? —le preguntó Eve con frialdad.

—Oh, Dios mío, Dios mío —Todo su cuerpo empezó a temblar, encorvó los hombros, juntó las
manos debajo de su barbilla—. No. No, yo no lo maté. Yo no maté a nadie. ¿Usted dijo anoche?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Eso es correcto —dijo Eve, y lo dejó ahí.

—Yo…, yo…, yo estaba aquí, trabajando —Ella hizo un gesto hacia su estación de trabajo con
una temblorosa mano—. Yo no fui a ningún sitio.

— ¿Usted vio o habló con alguien?

—No. No. Yo estaba trabajando en un artículo, y me quedé atascada en él. Yo tenía sobrantes
de comida china y me fui a la cama temprano. Pienso que fue alrededor de las diez porque mi
mente estaba cansada. ¿Necesito un abogado?

—Eso depende de usted. ¿Alguna vez ha estado en su propiedad en Spring Street?

— ¿Spring? Yo no sabía que tenía alguna. Nosotros siempre nos encontramos en el hotel.
Oficial…

—Teniente.

—Teniente, yo llevo una vida tranquila, por elección, y por inclinación. Eso fue sólo unas
pocas semanas de excitación, y, y… —ella volvió a ruborizarse—,…sexo.

—Las cuales él terminó con flores y una tarjeta.

—Usted no mata alguien por terminar una aventura.

Eve levantó las cejas. —Se sorprendería usted.

Ellas dejaron a MacKensie atacada de los nervios, tomaron el elevador de vuelta al vestíbulo.

— ¿Impresiones?

—No está acostumbrada a ser notada o escogida, diría yo —respondió Peabody—. Un poco
obsesiva-compulsiva. El baño estaba tan limpio como una sala de operaciones, y más
organizado. Todo hace juego. Lo mismo con su dormitorio. Le eché un vistazo. La cama
perfectamente hecha, no había ropa o zapatos tirados alrededor. Ella es del tipo que supone
que la van dejar, de modo que no se sorprende cuando eso ocurre. Ella no me sonó para nada.

—Ella no tiene una coartada.

—Si yo planeara matar a un antiguo Senador de los Estados Unidos, tendría una bien
preparada.

—El no tener absolutamente ninguna no es una mala estrategia —replicó Eve—. Ella

108
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

preguntó cómo lo mataron cuando acabábamos de llegar. Yo nunca le di una respuesta, ella ya
no volvió a preguntar. ¿Cómo escribes artículos de cualquier cosa sin hacer preguntas,
presionando en la investigación?

—Ella parecía bastante confundida y avergonzada.

—Sí. Tal vez. Por el momento, ella se queda en la lista. Vayamos a hablar con la siguiente.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 7

El Grupo Brighton demostraba ser eficiente y poco impresionante. Sus oficinas quedaban so-
bre una ajetreada sandwichería en un edificio bajo, reconstruido después de las Urbanas. El
personal ataviado de forma casual trabajaba unido en una cacofonía de ruido entusiasmado.
Algunos paneles de vidrio separaban las oficinas de los trabajadores de puestos altos.

En los escritorios había un revoltijo de fotos personales, plantas, archivos y papeleo. El aire
olía a confitería, lo cual Eve comprendió cuando les fue ofrecido pastel unos minutos después
de llegar.

- Asha está por allí.- Él que llevaba el pastel hizo un gesto hacia una de las oficinas con pare-
des de vidrio. - Todos acabamos de regresar de celebrar el cumpleaños de Sandy durante el
almuerzo.-

- Nosotras pasamos, pero gracias.

- Si cambian de idea, sólo sírvanse. Pueden entrar, la oficina de Asha siempre está abierta.-

- Pastel,- masculló Peabody mientras seguía a Eve. - ¿Por qué tenía que ser pastel?-

- Sé fuerte, Peabody.-

Eve estudió a Asha a través del vidrio. La mujer llevaba un suéter rojo amapola que le senta-
ba bien al tono caramelo de su piel. Llevaba unos pantalones negros ajustados metidos en
botas hasta las rodillas de tacón bajo, y llevaba el cabello retirado de su rostro de huesos afi-
lados y ojos grandes, en una masa de rizos negros con las puntas rojas.

Se volvió del mini-refrigerador del cual había tomado una botella de agua, puso en su rostro
una sonrisa profesional cuando Eve se paró en el umbral de la puerta.

- Hola. ¿Qué puedo hacer por ustedes?-

- NYPSD.- Eve levantó su placa. - Teniente Dallas, Detective Peabody. Quisiéramos unos
cuantos minutos de su tiempo.-

- Por supuesto. Es acerca de Edward.- La sonrisa se desvaneció. - Acabo de oírlo. El flash de


los medios llegó a mi computadora. Por favor, tomen asiento. ¿Desean café? Es un café ver-
daderamente terrible, pero...- Se detuvo, sacudió la cabeza, se dejó caer en una de las sillas
para visitantes en lugar de hacerlo detrás de su escritorio. - Fue asesinado. Eso es lo que dije-
ron en el flash de noticias. Yo necesitaba un minuto.-

110
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Bajó la mirada hacia la botella cerrada que tenía en la mano. - Sólo un minuto antes de ente-
rarme de los detalles. ¿Me lo van a dar?-

- La investigación está en curso. Usted tuvo una relación con Edward Mira.

- Sí. Brevemente, estúpidamente. La primavera pasada. Yo estoy casada, pero ya deben de


saber eso. Mi esposo y yo estábamos teniendo algunos problemas, y yo tuve una aventura.-
Volvió a detenerse, se presionó los ojos con los dedos. - Conocí al senador por medio de mi
trabajo, y… no tengo disculpa para eso.-

- ¿Quién terminó la relación?-

- Yo lo hice, cuando recuperé mis sentidos. ¿Tratar de vivir dos vidas? Es horrible, y cuando
esa emoción inicial se desgasta, y lo hace, la culpa y el estrés son enormes. No podía vivir con
ello.-

- ¿Usted la terminó? ¿Cuál fue la reacción del senador?-

- Él estaba… ¿Cómo se le llama a estar dos pasos más abajo de enfadado? ¿Irritado? Era un
hombre un dominante y poderoso, eso fue parte de la atracción, y yo diría que acostumbrado
a terminar sus aventuras cuando a él le pareciera. Pero no fue algo desagradable.- Tomó un
respiro. - Él me gustaba, personalmente. Yo odiaba la política. Esa era otra parte de la atrac-
ción, aquellos apasionados debates. No puedo creer que se haya ido, y de esta manera. Asesi-
nado. El flash decía que él había sido ahorcado. ¿Eso es verdad?-

- Sí.-

- Oh Dios.- Asha cerró los apretadamente. - No entiendo cómo alguien podría… no lo en-
tiendo.-

- ¿Él estaba lo bastante irritado cuando usted terminó las cosas como para presionarla o ame-
nazarla?-

- Oh, no.- Cuando volvió a abrir los ojos, estos relucían detrás de un rastro de lágrimas. - Te-
niente, eso no significó tanto para ninguno de nosotros, esa es la parte triste. Yo estaba des-
cargándome contra mi esposo, y Edward simplemente estaba aprovechando la oportunidad.
Herí a Jack y casi destruí mi matrimonio porque me estaba sintiendo enfadada y poco valora-
da.-

- ¿Usted le contó a su esposo acerca de la aventura?-

- Yo no podía vivir con la mentira. ¿Cómo íbamos a poder arreglar las cosas si trataba de ocul-
tarlo? Soy muy afortunada porque Jack estuvo de acuerdo en buscar una terapia de parejas en
lugar de irse. Yo lo olvidé, y ya que este es mi segundo matrimonio, no debería haberlo olvi-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

dado, pero olvidé que el matrimonio requiere trabajo, con altos y bajos. No lo olvidaré otra
vez.

- ¿Puede usted decirme en dónde estuvo ayer por la tarde, desde cerca de las cuatro hasta las
seis?-

- Puedo decirle que estuve justamente aquí hasta cerca de las seis.-

- ¿Puede usted verificarlo?-

- Había al menos seis de nosotros aquí, y yo no fui la última en marcharme. Puede preguntar-
le a cualquiera. ¿Es cuando él fue asesinado?-

- También necesito saber en dónde estuvo usted antes. Digamos desde la medianoche hasta
las cuatro.-

- Espere.- Ella bebió agua, parpadeó por las lágrimas. - Ah… me encontré con Jack y algunos
amigos para cenar, cerca de las siete, y luego nos fuimos a ver un video, terminamos la velada
con unas copas después. Creo que Jack y yo llegamos a casa cerca de las doce y media. Estaba
cansada, Jack es el sociable, y las salidas largas por la noche me cuestan. Me fui a la cama.-

- ¿La noche estaba planeada?-

- La cena lo estaba; el resto evolucionó. Como dije, Jack es sociable. Yo había supuesto que
íbamos a cenar, y luego a casa a ponerme mi pijama. El matrimonio es trabajo,- repitió ella
con una sonrisa temblona. - Supongo que todo el mundo dice esto, pero yo no lo maté. ¿Por
qué lo haría? Él fue un error, pero fue mi error.-

Peabody anotó nombres y contactos para verificar las coartadas. Dejaron a Asha sentada en
su silla para visitantes

- Mi impresión es que ella tiene coartada para ella y su esposo,- dijo Peabody antes de que
Eve pudiera preguntarle.

- Sí, la tiene. Lo vamos a verificar, y vamos a echarle un vistazo al esposo, pero todo lo que
dijo me sonó a ser verdad. A menos que nos sintamos diferente después de investigar al es-
poso, mi opinión es que si él quería venganza, habría matado o intentado matar al senador
mucho tiempo antes.

Volvieron al coche. - Tomaremos la que sigue.

- Lauren Canford.

- Ella. Investiga al esposo en el camino.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Mientras Eve se quejaba sobre el estacionamiento en la locura del centro de la ciudad, y fi-
nalmente se resignaba a pagar por un espacio en un parking subterráneo, Peabody reportaba.

- Abogado de familia, trabaja pro bono todos los viernes en una clínica de asistencia legal.
Primer matrimonio para él, y no tiene antecedentes criminales.

- Los voy a mantener en la lista.- Eve echó a andar hacia el sucio elevador. - Pero están ac-
tualmente en el último puesto. ¿En qué piso está Canford

- Dieciocho.-

Eve debatió, muy brevemente, y entonces utilizó su llave maestra para pasar de largo el
vestíbulo.

- ¡Woo!-

- Estoy harta de perder el tiempo.-

Salieron en el piso dieciocho y echaron a andar hacia las oficinas de Lauren Canford.

Aquí nada de ropa casual, notó Eve, y ningún sonido alegre en la pequeña y reluciente oficina
exterior.

Eve se acercó a recepción y al hombre en sus veintes con una llamativa corbata azul anudada
precisamente en la base de su cuello realmente largo.

- Lauren Canford.-

Él no se molestó en levantar la vista, sino que continuó trabajando en su pantalla.

- ¿Su nombre?-

Eve puso su placa sobre el mostrador. Él le lanzó una breve mirada.

- También necesitaré su nombre.-

- Está en la placa, justo allí con NYPSD. Mi compañera y yo necesitamos hablar con Lauren
Canford.-

- La señora Canford tiene reuniones todo el día.-

- ¿Muchacho?- Ahora él si la miró, con aburrido resentimiento. - Una de esas reuniones va a


ser conmigo, a menos que quieras ser tú el que le informe a la señora Canford que tendremos

113
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

esa reunión en la Central al finalizar su día de trabajo. Puedo arreglar que la tengamos en
una de nuestras salas de interrogatorio.-

- No creo que usted tenga la autoridad para…-

- Facultad de Derecho, ¿correcto? ¿Quieres poner a prueba mi autoridad, Junior?- Se inclinó


hacia adelante. - Inténtalo.-

El resentimiento se convirtió en enfado mientras daba unos toques a su audífono y giró en su


silla dándole la espalda. Él murmuró, pero ella captó las palabras policía, amenazado, perra.

Encontró esas tres palabras muy satisfactorias.

- A través de esas puertas, derecho hasta el final del pasillo. La señora Canford puede darles
diez minutos.-

- Buena elección, para todos.-

- Y mi nombre no es Muchacho o Junior,- gritó a espaldas de Eve. - Es Mylo.-

- Lo anotaré.-

La mayoría de las puertas de las oficinas alineadas en esa área estaban cerradas. Vio a un
hombre, sin chaqueta, con la corbata aflojada, sudando en su enlace

- Tienes que ser razonable acerca de esto, Barry.-

Por la mirada en sus ojos, Eve juzgó que el tipo no suponía que Barry fuera razonable.

La oficina de Lauren Canford estaba abierta. Parando en el umbral, Eve vio a la mujer, con un
traje negro estrecho como una cuchilla, pelo negro cortado en capas afiladas alrededor de un
rostro atractivo pero adusto.

Un hombre, traje de rayas finas, corbata de cachemira, estaba de pie al lado de su escritorio.

- Su identificación, por favor,- dijo él.

- ¿Quién es usted?-

- Soy Curtis Flack, el director de esta organización. También soy abogado, y representaré aquí
los intereses de la señora Canford. Su identificación.-

Eve sacó su placa. - Teniente Dallas.-

- Detective Peabody.-

114
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¿Y la naturaleza de esta visita?-

- Ustedes dos conocen la naturaleza de esta visita, de manera que vayamos al grano. Ya que
usted está usando su derecho a un abogado, tengo que suponer que necesita uno. Vamos a
hacer esto en grabación, y le leeré a usted sus derechos.-

Eve hizo el procedimiento.

- Usted tuvo una aventura con Edward Mira,- empezó ella.

- La señora Canford tiene una declaración preparada sobre este asunto.-

- ¿De veras?- Eve sonrió, muy, muy placenteramente. - Todo preparado.-

- Creo en estar preparada.- Canford habló por primera vez. - Yo le pedí a Curtis que viniera,
y escribí esta declaración, tan pronto como escuché el informe de los medios.- Se volvió un
poco hacia un lado, para leer en su pantalla. - El Senador Mira y yo nos hemos conocido, pro-
fesionalmente, durante aproximadamente diez años. En el verano del 2060, durante entre cin-
co y seis semanas, tuvimos una aventura. Cuando dicha aventura siguió su curso, ambos
acordamos en terminarla. La decisión para empezar y terminar esa área de nuestra relación
fue mutua. El Senador Mira y yo continuamos nuestra relación profesional y eventual amis-
tad, ya que nosotros compartimos muchos puntos de vista políticos y mundiales. Estoy pro-
fundamente apenada al saber de su muerte, y espero que las autoridades identifiquen a la
persona responsable con rapidez.- Lauren se cruzó de manos. - ¿Hay alguna cosa más?-

- Sí, unas cuantas cosas. El Senador Mira era casado, al igual que usted.-

- Eso es correcto.-

- ¿Cómo se siente su esposo en relación con esa aventura?-

- Mi esposo y yo, al igual que el senador y su esposa, tenemos un entendimiento.-

- ¿Su esposo entiende que usted lo engañe?-

Antes de que el abogado pudiera interrumpir, Lauren levantó una mano. - Está bien, Curtis.
Mi esposo y yo comprendemos que una aventura sexual es nada más que eso. Sexo. Si usted
siente la necesidad de hablar con mi esposo, el también tendrá un consejero presente.-

- Anotado. De manera que usted y el senador simplemente se apartaron el uno del otro un día
y dijeron, Oye, esto fue divertido, pero vamos a dejarlo ahí.-

- Si usted persiste en ser grosera,- interpuso Flack, - esta reunión está terminada.-
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Vale. Usted y Ed finalizaron un animado juego de cartas una noche, y estuvieron de acuerdo
en guardarlas.-

Canford inclinó la cabeza. - Básicamente, sí. Con el entendimiento de que si ambos quisiéra-
mos reconectar, la puerta estaría abierta.-

- ¿Lo hicieron? ¿Reconectaron?-

- No, y ahora nunca lo haremos. Si eso es todo…-

- Necesito su paradero el día de ayer, entre las cuatro y las seis de la tarde.-

- Estuve aquí hasta las cinco. Mi asistente de seguridad puede verificarlo, como puede hacerlo
mi chofer. Me reuní con la Congresista Lowell para tomar unas copas en el Taj. Apreciaría si
usted pudiera verificar eso con el bar en lugar de perturbar a la congresista. Mi chofer fue a
recogerme y me llevó a casa. Creo que estuve en casa alrededor de las seis y cuarto. El droide
doméstico tendría eso en registro, si es necesario.-

- ¿Qué hay de anoche entre medianoche y las cuatro?-

- Mi esposo y yo asistimos a una cena en casa de Martin y Selina Wendell. Eso comenzó a las
ocho y media. Nos marchamos de allí cerca de la una, creo, y regresamos a casa. Otra vez el
droide doméstico puede verificar nuestro regreso. Nos quedamos en casa el resto de la no-
che.-

- Vale. Gracias por su tiempo.-

- Si usted tiene alguna pregunta más para la señora Canford, o para su esposo, por favor con-
tacte conmigo.- Flack le ofreció su tarjeta.

- No hay problema. Terminar grabación.-

Peabody se aguantó hasta que llegaron al elevador, entonces lo soltó durante el descenso. -
Ella es odiosa. Esa es la palabra exacta para ella. Odiosa. E hizo sonar las campanas por todo
el lugar. Podría matar, oh sí, ella podría. Y luego se iría a que le hicieran una maldita manicu-
ra.-

- Tienes razón, y es por eso que cae como una piedra al fondo de la lista.-

Peabody literalmente bailó en su sitio. - ¡Anda ya!-

- Si pudiéramos desbaratar su coartada de la tarde, y si ella hubiese estado en esa casa, el se-
ñor Mira estaría muerto. No es del tipo de las que dejan un cabo suelto.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Oh pero… ¡Maldita sea!- Acicateada, Peabody salió del elevador. - Qué tal si ella no estaba
allí para eso sino que envió a sus secuaces. Apuesto a que tiene secuaces. Pero entonces…
una gran cena. Ella podría falsear el tiempo.-

- Podría. No lo hizo. Esta es la razón por la cual ella no me hace click.- Eve se puso tras el vo-
lante, apoyó la cabeza hacia atrás un momento. - A ella le importa un comino. Ahora, tal vez
raspemos la superficie y averigüemos que él la dejó a ella y ella no quería que la dejaran.
Acrecienta el motivo, pero luego se desmorona. Ella no podría haber trabajado con nadie, y
para esto se necesitó por lo menos dos personas. Ella no usaría un compañero porque un
compañero es un cabo suelto.-

- Oye, yo soy una compañera.-

- En el crimen, Peabody.- Eve arrancó el coche, atravesó el garaje. - Más de una persona co-
mete un crimen, la otra siempre es un cabo suelto. Además, la creo. Me pareció que dijo la
verdad. Ellos decidieron hacer trampa, engañaron, decidieron que estaban aburridos el uno
con el otro, y lo terminaron. ¿Sabes por qué se aburrieron uno con el otro, Peabody? Porque
son condenadamente iguales. Manipuladores, obsesionados por el poder, y tu descripción.-

- Sin corazón.-

- Sí. Eso da en el clavo.-

- Al menos una me salió bien.-

- Vamos a verificar su coartada, pero va a estar cubierta. ¿Por qué gente como esa se toma la
molestia de casarse? ¿Ella y la víctima? Es sólo por la política, para aparentar, para dar ele-
gantes cenas y avanzar profesionalmente. De modo que es pura mierda. Coppolo lo expresó
bien. Es trabajo, se supone que el matrimonio hay que trabajarlo.-

- Ella también engañó.-

- Sí, pero ella lo encaró. Sin excusas.-

- Su esposo la perdonó, o ellos están trabajando para ello. ¿Tú podrías?-

- ¿Yo podría qué?-

- Perdonar eso. Quiero decir, eso no va a suceder nunca, pero hipotéticamente si Roarke y yo
perdiéramos la cabeza por una noche salvaje y tuviéramos sexo loco y ardiente que involu-
crara muchos orgasmos múltiples, y luego recuperáramos el sentido y suplicáramos tu
perdón. Lo encaráramos, ¿sabes? ¿Podrías perdonarnos?-

117
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve condujo en silencio por un momento. - Bueno, sería duro. Sería trabajo, pero el matrimo-
nio es trabajo. Al igual que lo es el compañerismo. Creo que podría. Tomaría tiempo, pero
creo que podría perdonarlos a ambos. Después de que los hirviera en bañeras grandes para
que fuera más fácil pelarles la piel, muy lenta y cuidadosamente, de sus huesos mientras yo
bailo al compás de sus gritos agonizantes. Luego os obligaría a observar mientras confecciono
trajes con sus pieles para un par de droides de entrenamiento a los cuales golpearía hasta
convertirlos en escombros y los enterraría junto con sus cuerpos temblorosos y despellejados
en tumbas sin nombre. Después de eso,- dijo Eve con un asentimiento reflexivo, - Creo que
podría perdonaros.-

- Es bueno saberlo. Es bueno conocer las condiciones. Excepto que yo no creo que puedas
confeccionar trajes de personas porque tú no sabes coser.-

- Aprendería. Para algo tan importante, aprendería. Estacionamiento estúpido, estaciona-


miento estúpido. ¡Espera!-

Peabody aguantó la respiración cuando Eve puso el coche en vertical, salió disparada, pasó
zumbando, y se metió como una flecha en un espacio que acababan de dejar en el bordillo.

- Lo conseguí.-

- Puede que tenga que hacer pis otra vez.-

- Olvídalo. Vamos a tratar con la amante bebé, luego vamos de regreso a la Central. Quiero
actualizar mi tablero, pensar, y tomar un maldito café.-

- ¿Cómo supiste que ese coche iba a salir?-

- Tuve la impresión.-

Caminaron una cuadra en un ajetreado Soho con muchedumbres cargadas de bolsas de com-
pra o refugiándose del frío en restaurantes que emanaban aromas cálidos hacia el aire inver-
nal.

La ventana de exhibición de la galería mostraba una alargada escultura de una mujer doblada
hacia atrás casi formando una U con una expresión que podría ser de dolor agonizante o de
un éxtasis sin sentido.

De cualquier manera Eve la encontró levemente perturbadora y prefería más la pintura de


una escena de ciudad que reflejaba el ajetreo que había alrededor de ellas.

En el interior, las paredes y los pisos eran de un color crema suave, haciendo que la galería
diera la impresión del interior de una caja elegante.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Vio una pintura de lo que parecían ser una serie de grandes puntos azules conectados por
una línea roja dentada.

Y se preguntó: ¿Por qué?

En el considerable silencio los tacones de una mujer se escucharon con agudeza.

Eve reconoció a Charity Downing por la foto del documento de identidad. Joven, mucho más
que bonita con una cascada de cabello rubio, profundos ojos azules, y una boca llena y gene
rosa.

Llevaba un fino vestido corto de un azul casi del mismo color que los puntos de la pintura.

- Buenas tardes. Soy Charity. Si puedo… Oh Dios, yo sé quiénes son ustedes. La reconocí a
usted.- Ella lanzó una rápida mirada por encima del hombro, volvió a mirar hacia adelante
rápidamente, y bajó la voz.

- Esto es acerca de Edward. Lo escuché. Por favor, no quiero que mi jefe y compañeros de tra-
bajo lo sepan. Puedo tomar mi descanso. Por favor, ¿puedo encontrarme con ustedes en la
calle del frente? La cafetería que está justo cruzando la calle. No puedo hablar de esto aquí.-

- ¿No vas a tratar de escapar, verdad, Charity?-

- Adónde podría ir ¿y por qué lo haría? Solamente no quiero que nadie aquí sepa que estu-
ve… con Edward de esa forma. Es justo al frente. Sólo necesito decirle a Marilee que me cubra,
y coger mi abrigo.-

- Muy bien. Hazlo rápido.-

- ¿No piensas realmente que ella podría escabullirse?- Preguntó Peabody mientras volvían a
salir.

- No. Si lo mató o no lo hizo, tenía que saber que la policía querría hablar con ella tarde o
temprano.-

Eve cruzó con la luz roja, no era difícil si uno era rápido y lo bastante ágil, y entró a la cafeter-
ía.

Esta no olía tan mal como la mayoría, caray, ¿se había malacostumbrado?, de modo que
agarró un taburete alto que le daba una vista de la galería de arte.

Peabody estudió el servidor automático. - Tal vez podría tomar otro latte. Me perdí un pastel
dos veces hoy. No, probablemente el té es una mejor elección, y tienen jazmín. El té de jazmín
es agradable. ¿Quieres uno?-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Ni en esta vida ni en la siguiente. Ella está saliendo.-

Charity no cruzó con imprudencia, pero se apresuró en sus delgados tacones hacia la esquina,
esperó que cambiara la luz. Eve la observó entrar, con las mejillas sonrosadas por el frío y el
apuro, y divisarlas.

- Gracias. De verdad, gracias.- Sus palabras salieron agitadas. - Todavía estoy tratando de
asimilar lo que sucedió. Edward, muerto. Asesinado. Yo… voy a pedir un té si eso está bien.
Necesito tranquilizarme. Lo escuché hace como una hora.-

- Yo voy a pedirme uno de jazmín,- dijo Peabody.

- Sí, ese es agradable. Yo también pediré ese.-

- Café,- dijo Eve. - Tú y el Senador Mira estaban teniendo una aventura.-

- Sí. Eso empezó un par de semanas antes de Navidad. Yo sabía que él era casado, sé que es-
tuvo mal aun cuando él dijo que a su esposa no le importaba. ¿Por qué no le importaría? No
lo sé.-

Charity se presionó los ojos con los dedos.

- ¿Cómo se conocieron?-

- En la galería. Yo tenía una pequeña exposición, fue emocionante. Vino con… ella no era su
esposa, era demasiado joven, pero no sé quién era. Él dijo que le gustaba mi trabajo. Compró
una pintura. Yo estaba que volaba. Y cerca de una semana después, él se contactó conmigo,
pidió que me reuniera con él para tomar una copa. Yo pensé que era acerca del arte, pero…-

- Él se te insinuó,- sugirió Peabody.

- Fue… con más clase que eso, pero sí. Al principio estaba verdaderamente sorprendida. Era
lo bastante viejo para ser mi abuelo, pero era interesante y persuasivo. Terminé volviendo a
encontrarme con él para tomar unas copas por segunda vez, entonces él me invitó a cenar, y
yo fui. Yo sabía lo que estaba haciendo, y sabía que estaba mal. Pero allí estaba yo en esa ele-
gante suite de hotel con champan y…- Ella dejó de hablar cuando sus pedidos empezaron a
salir de la ranura automatizada. - Yo sabía lo que estaba haciendo,- dijo otra vez. - Sabía que
él sólo quería estar con una mujer joven. Yo no soy estúpida. Y también sabía que él podía
ayudarme. Hizo que sus amigos ricos y asociados vinieran a la galería, y habló sobre mi tra-
bajo. Yo vendí un par más de piezas. Nosotros nos usábamos mutuamente, eso es lo que era.
Yo le permití tener sexo conmigo, y en cambio, él me ayudó en mi carrera artística.- Levantó
su taza de té, bebió. - Yo soy absolutamente consciente de lo que eso me hace. No estoy orgu-
llosa de ello. Y lo haría otra vez.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¿Algún problema en vuestro arreglo?- preguntó Eve.

- No. Nosotros generalmente íbamos al hotel una vez por semana. Algunas veces él quería
que me quedara a pasar la noche, algunas veces no lo quería. Él era él que llevaba la batuta, y
yo no tenía ninguna queja.-

- ¿Él era rudo contigo?-

- ¿Qué? Oh, no, no.- Serena, casi con frialdad, Charity enfrentó la mirada de Eve. - Mire, Te-
niente, yo sabía que él estaba tomando algo para poder seguir haciéndolo. Y para un hombre
de su edad, él estaba en muy buena forma. Pero yo no estaba atraída de esa forma. La prime-
ra vez, fue curiosidad y las circunstancias. Después de eso, sólo fue… fue lo que fue. Yo no le
dije eso. Sólo simulaba.-

- ¿Tú no tienes un novio?- preguntó Peabody. - ¿Alguien?-

- No, no lo tengo, así que supuse que no estaba haciendo daño a nadie. Estaba bastante claro
que él hacía esto con bastante frecuencia, de manera que yo podía justificarlo en relación con
su esposa. No la conozco, de modo que podía pretender que eso tampoco importaba. No
quiero que nadie del trabajo lo sepa, eso es todo. No quiero los cotilleos, o las miradas. No me
importa si los merezco, pero no los quiero.-

- Tu pareces mucho más preocupada por los cotilleos que por el asesinato. El hombre está
muerto.-

Desafiante, Downing alzó la barbilla. - Y lo siento. Lo siento en verdad. Simplemente estoy


asustada. Me asusta que pueda perder mi trabajo. Me asusta que alguien supiera lo que yo
estaba haciendo, lo que nosotros estábamos haciendo, y lo asesinara.-

- ¿Te sentías amenazada? ¿Te sentías vigilada?-

- No. Pero el personal del hotel tenía que saber. No puedo pensar en por qué a cualquiera de
ellos les importaría, pero… diablos.- Ella volvió a beber. - Esto no es acerca de eso, acerca de
mí. Yo en realidad no importaba. Sólo me estoy asustando a mí misma.-

- ¿Sabes de alguien que le hubiera deseado mal?-

- En realidad no, pero él podía hablar de eso algunas veces. De cómo un hombre en su posi-
ción hace enemigos. Un hombre poderoso hace poderosos enemigos. Él hablaba y hablaba
acerca de sus puntos de vista políticos, en verdad dejé de escuchar. Sólo simulaba hacerlo.-

- Tú eres buena para simular.-

121
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Esta vez un ligero rubor le subió a las mejillas. - Supongo que lo soy. Tuve una aventura con
un hombre viejo porque él podía ayudarme en mi carrera. Simulé disfrutar el sexo cuando
mayormente estaba pensando en que esperaba que él no quisiera que me quedara a pasar la
noche de modo que sólo pudiera irme a casa. Lo escuché hablar, y no expresé mi desacuerdo
en voz alta. Usted quiere decir que yo me prostituí y yo no puedo decir que no lo hice. He
vendido seis pinturas en las últimas seis semanas, y sé que cinco de ellas fueron directamente
debido a él. Le estoy agradecida por eso.- Se limpió con los nudillos una lágrima. - Y lamento
que esté muerto.-

- ¿En dónde estuviste ayer entre las cuatro y las seis?-

- Yo… no lo sé con exactitud. Fue mi día libre. Me encontré con una amiga para almorzar, y
luego, nos hicimos la manicura, hicimos algunas compras. Bueno, sólo miramos. Y tomamos
una copa en algún lugar. Decidimos regresar a mi casa, yo tenía pizza en el Auto Chef. Estu-
vimos juntas hasta, no sé, tal vez las nueve o las nueve y media. Soy una sospechosa. Oh, Dios
mío.-

- Vamos a necesitar el nombre de tu amiga y su información de contacto.-

- Oh Dios. Dios. Lydia. Lydia Su, eso es S-U. Es la única que sabe sobre Edward.- Se cubrió la
cara, y luego dejó caer las manos y les dio los números de contacto. - Yo no lo mataría. Me
estaba ayudando. Supongo que él estaba empezando a estar un poco aburrido, y todo lo que
yo tenía que hacer era esperar que él me dijera que terminábamos. Tal vez él me ayudaría un
poquito más si yo no hacía un drama. ¿Por qué lo mataría por ayudarme?-

- ¿Qué hay del tiempo entre la medianoche y las cuatro?-

- ¡Estaba en cama! Me fui a la cama. Hice algunos bosquejos después de que Lydia se marchó,
pero habíamos bebido vino, y no podía concentrarme. Estaba en la cama como a las once,
miré la pantalla hasta que me dio sueño. Esto no puede estar pasando.-

- Tranquilízate, Charity,- le dijo Peabody. - Tenemos que preguntar, tenemos que verificar la
información que nos has dado. Es parte de la rutina. ¿Cuándo fue la última vez que lo viste o
hablaste con él?-

- Ah, Dios, anteayer. Él mantuvo esto semana tras semana. Me contactó, me invitó a cenar.
Así es como funcionaba. Se suponía que íbamos a cenar esta noche. Entonces lo escuché, en
las noticias. Sólo lo veía una vez por semana, como una regla. Lo vi la semana pasada. La no-
che del jueves pasado. ¿Qué debería hacer ahora? ¿Qué debería hacer?-

- Regresa a tu trabajo,- dijo Eve.

122
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

_________________

- Esto es lo que pienso. Quieres saber lo que yo pienso, ¿verdad?-

- Peabody, vivo para escuchar lo que piensas de todas las cosas.-

Entrecerrando los ojos, Peabody subió al coche. - Ahora estás siendo antipática.-

- Estoy cansada de hablar con tramposas quejosas. Preferiría interrogar a bastardos asesinos.-

- Bueno, claro, pero tienes que hacer lo que tienes que hacer. De cualquier manera, ella estaba
quejosa, pero matarlo era como matar al ganso de los huevos de oro. No puedes conseguir
esos brillantes huevos si matas al ganso.-

- ¿Por qué querría ella huevos brillantes? ¿Por qué alguien querría huevos brillantes?-

- Es como una metáfora.-

- Es una metáfora estúpida porque los huevos brillantes probablemente están contaminados,
y entonces te mueres. Pero nosotras sólo tenemos su palabra sobre los huevos, de todas ma-
neras.-

- Sí, pero eso es fácil de verificar.-

- Lo cual haremos. Al igual que vamos a verificar todo y a todos en la lista desde ahora. ¿Y
qué tal esto? El viejo y cachondo ganso se está preparando para dejarla, de modo que pronto
no habrá más huevos. Ella no está lista para renunciar a ellos, de modo que se vuelve exigente.
Si no sigues dándome los huevos, voy a ir a contarles a todos que has estado poniendo esa
vieja cosa en mis jóvenes partes. Pelea, chantaje, asesinato.-

- Cuando lo pones de esa manera.-

- Necesito pensar al respecto. Necesito un café decente y tiempo para pensar porque la única
que estoy completamente segura que no lo hizo es la perra con el abogado presumido. Eso me
cabrea.-

- Sería agradable que ella lo hubiese hecho.-

- También sería agradable si los gansos cagaran huevos de oro. Pero todo eso es sólo mierda
de ganso.

123
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 8

Eve encontró la división de Homicidios llena de policías y ruido, y el persistente aroma del
estofado vegetariano de alguien, con cebollas adicionales. Reineke y Jenkinson charlando jun-
tos en el escritorio de Jenkinson, Carmichael ocupada con su enlace, Santiago fruncía el ceño
ante la pantalla de su computadora mientras Baxter salía de la sala de descanso con una taza
grande de café.

Trueheart, todavía tenía que acostumbrarse a verlo sin el uniforme, trabajaba muy seriamente
en su computadora.

- ¿Es que no hay crímenes en las calles?- preguntó ella.

- Hola, Teniente.- Reineke se volvió hacia ella. - Tenemos a uno en Interrogatorios A. Lo es-
tamos dejando sudar un rato. El cabrón acuchilló a su jefe en el muelle de carga. Le dijo al
oficial que lo arrestó que el tipo se cayó sobre su cuchillo. Tres veces.-

- Eso es un alivio. Me preocupaba que todos tuviéramos que buscar nuevos empleos. Peabo-
dy, investiga al esposo de la perra odiosa, verifica coartadas.-

Santiago respondió su enlace, levantó un dedo. - Sí, sí. Lo tengo. En camino. Tenemos uno,-
le gritó a Carmichael. - Un tipo salió volando por una ventana del piso catorce en la Sexta,
cayó sobre un mini estacionado. Y nosotros seguimos con empleo remunerado.-

- Gana tu sueldo,- dijo Eve, y se dirigió a su oficina. Baxter la alcanzó justo fuera de su puerta.

- Nosotros no tenemos nada caliente,- comenzó él, - así que saqué un caso sin resolver, se lo
di a Trueheart para que lo lleve.-

Ya que ella había hecho lo mismo con Peabody cuando la placa de su compañera era nueva y
resplandeciente, Eve asintió. - Buena forma de darle más experiencia, y tal vez que cierre el
caso.-

- Le está poniendo mucha fuerza. Ahora tengo que educarlo en el vestuario de un detective.-

Eve le lanzó una mirada a Trueheart en su chaqueta gris oscuro, y una discreta corbata azul. -
Se ve bien.-

Pensó que se le veía pulcro y serio. Como si estuviera de camino a la iglesia. Hmmm.

Baxter sólo sacudió la cabeza. - Trabajaré en ello. Si llegamos a algo en el caso sin resolver, te
lo haré saber.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve entró en su oficina, se sirvió un café, y luego actualizó su tablero y libro, puso por escrito
sus notas. Le mandó copia a Mira, extraoficialmente.

Después de ingresar la información, corrió probabilidades en cada mujer que había entrevis-
tado. Como sospechaba, a la computadora le gustaban las que no tenían coartadas.

- Esa es la manera fácil,- murmuró ella y, con otra taza de café, puso las botas sobre su escri-
torio, se acomodó y estudió su tablero.

Allyson Byson, de viaje en los trópicos. Potencialmente podría haber contratado a alguien
para ocuparse de Edward Mira, pero eso no funcionaba para ella. El asesinato fue cruel y per-
sonal.

Hizo una nota adicional para verificar el viaje de Byson, si hubo cualquier posible retorno
para cometer el asesinato.

Pero en eso, ella y la computadora estaban de acuerdo. Muy baja probabilidad.

Carlee MacKensie. Nerviosa, parecía muy manejable, inofensiva, inclinándose para el lado
débil. No tenía coartada, de modo que le gustaba a la computadora. Y en esto, Eve no estaba
en total desacuerdo.

- Hay algo fuera de lugar, Carlee. Algo que no está completamente bien. Ojos demasiado
abiertos. Creo que no nos contaste la historia completa. Creo que no hiciste sonar la campana
de la verdad.-

Lauren Canford. Una perra total, sin dobles intenciones. Y Eve podía ver a la mujer en un
arranque violento. Podía verla planeando un asesinato con cuidado y astucia.

Pero… Eve no percibía pasión en ella. No percibía el tipo de apego o de ira hacia la víctima
que se requería para torturar y matar.

Era del tipo de hablar a sus espaldas, esa era una expresión que tenía sentido. Del tipo que
ataca al enemigo por la espalda, que mancha reputaciones y planta las semillas de los chismes.

Asha Coppola. Parecía honesta, si uno pasaba por alto el adulterio. Pero bastante honesta.
Engañó a su esposo, lo encaró, y trabajaba para arreglarlo. Para Eve todo sonaba bien.

Y luego Charity Downing. Había algo allí, volvió a pensar Eve. Algo que no era completa-
mente lo que parecía. Algo…

- Cautelosa,- dijo Eve en voz alta, estudiando el rostro en el tablero sobre el borde de su taza.
- Eso es lo que pareces, Charity. Eres cautelosa. Tu coartada se va a mantener también, y
cuando lo haga, estoy inclinada a echarle un vistazo a tu amiga del día de descanso. Lydia Su.

125
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Las amigas mienten por las amigas. Vamos a echarle un vistazo porque hubo una mentira allí,
en alguna parte. Hay algo de verdad, pero tiene una mentira escondida dentro.-

Puso su taza a un lado, volvió a arreglar su tablero según su preferencia.

Charity Downing

Carlee MacKensie

Asha Coppola (tal vez su esposo no estaba haciendo esfuerzos por perdonarla)

Lauren Canford

Tendría una entrevista por enlace con Allyson Byson, pero sospechaba que ese nombre iba a
reemplazar al de Canford en el fondo de la lista.

Artista, escritora independiente, gerente de marketing sin fines de lucro, activista, de alta so-
ciedad.

- No tenías un tipo, ¿verdad Edward? Más que nada era apariencia y disponibilidad. Y edad.
La edad promedio de este grupo es, mierda, matemáticas. No lo sé… menos de treinta y cinco.
Y eso es sólo este grupo. Debe de haber más. Qué tal si…-

- Lo siento, Dallas.- Peabody tocó con los nudillos en el umbral. - Edward Mira, el hijo, y
Gwendolyn Mira Sykes están aquí. Quieren hablar contigo, con nosotras.-

- Nos ahorraron el viaje. Instálalos en una sala de interrogatorios. Mantendremos esto estric-
tamente oficial.-

- Pienso que la B está abierta. Los llevaré allí.-

Eve asintió, volvió la mirada hacia su tablero. Pero su concentración se había interrumpido,
de modo que se levantó de su escritorio. Vería qué era lo que los hijos de la víctima, y proba-
blemente los principales beneficiarios, tenían que decir.

Salió de su oficina, vio que Baxter había llevado su silla hacia el escritorio de Trueheart. No
sabía si estaban discutiendo nuevos ángulos en el caso sin resolver o el corte de un traje, el
peso de la tela.

En este momento, no lo quería saber.

Se dirigió hacia el área de interrogatorios, vio a Peabody saliendo del B.

- Voy a traerle a ella agua con gas, y una Coca para él.-

126
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve rebuscó en sus bolsillos el cambio suficiente para cubrir eso. - Tráeme una lata de Pepsi, y
lo que sea que tú quieras. Oficial, pero agradable.-

- Están desolados, Dallas. Tratando de sobreponerse, pero puedes verlo. Y son una sólida
unidad, realmente apegados.-

- Vale.-

Ella ingresó a la sala, y aunque ya había visto las fotos de sus identificaciones, igual se llevó
una impresión al ver que Edward Junior tenía los ojos verdes soñadores de Dennis Mira.

Llevaba su cabello oscuro lo bastante largo como para llevarlo atado hacia atrás en un cola,
como Roarke habitualmente hacía cuando estaba en modo de trabajo importante. Tenía un
rostro fuerte y atractivo, podía ver el parecido con su padre, y calzaba botas de trabajo mar-
cadas por el uso, vaqueros, y una camisa escocesa roja y negra.

Su hermana había heredado la apariencia de su madre, escultural e impresionante a pesar de


los ojos enrojecidos. Llevaba un traje oscuro, mallas oscuras, y unos llamativos botines rojos
con tacones altísimos.

Estaban sentados ante la maltratada mesa de interrogatorios tomados de la mano.

El hermano le apretó la mano a la hermana, y se puso de pie mientras Eve cerraba la puerta.

- Señor Mira, señora Sykes, yo soy la Teniente Dallas. Lamento su pérdida.-

- Soy Ned. Ned y Gwen.- Su voz sonaba gruesa y contenida. - Gracias por hablar con noso-
tros, por hacerse un tiempo tan rápidamente. Dennis nos dijo que usted estaba trabajando
duro para encontrar, para encontrar al asesino de nuestro padre. No queremos estorbarla.-

- No me estorban. Tenía la intención de ir a verlos antes de que terminara el día.-

- Hemos estado con nuestra madre.- Gwen se aclaró la garganta. - Su guardia de seguridad
contactó a Ned, y él vino a buscarme. Queremos disculparnos primero por la forma que ella
les habló.-

- No es su culpa, y no es nada.-

- Es algo,- corrigió Ned con una sonrisa sombría. - Nosotros hemos estado en el lado receptor.
Pero a pesar de cómo se comportó, está destrozada. Nosotros conocemos su reputación, Te-
niente, y su trabajo con Charlotte.-

Él acarició el brazo de su hermana. - Usted ya debe de saber ahora que nuestros padres no
tenían lo que la mayoría piensa que es un matrimonio tradicional.-

127
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¿Qué tenían?-

Antes de que la pregunta pudiera ser respondida, Peabody entró con las bebidas. - Espero
que las latas estén bien.-

- Está bien, gracias.- Ned volvió a mirar a Eve. - Ellos se preocupaban él uno por el otro, pero
el matrimonio era más una sociedad. Política, social.-

- No tienes que ser delicado, Ned. Ellos dos tenían relaciones fuera del matrimonio,- conti-
nuó Gwen. - Ellos nos produjeron, dos hijos, chico, chica, entonces fueron libres de perseguir
otros intereses. Nosotros supimos eso, mientras crecíamos, sabíamos que era algo que no iba
a ser discutido. Mientras presentáramos la imagen aceptada, todo permanecía en orden.-

- Tu arruinaste eso,- dijo Ned, haciéndola reír un poco.

- Tú lo arruinaste primero.- Entonces se le llenaron los ojos de lágrimas. - Oh Dios, Ned.-

- Está bien, todo está bien.- Él arrastró su silla más cerca a la de ella, y le pasó un brazo alre-
dedor de los hombros. - Yo lo arruiné primero. No quería ir a Yale. No quería estudiar leyes,
entrar en política. Así que me aseguré de que no sucediera. Bajé mis calificaciones, dejé de ir
al colegio cuando podía hacerlo. Podría haberme marchado en el momento que cumplí los
dieciocho, pero…-

- Él no podía dejarme. Soy dos años menor, así que él se aguantó. No fui a Yale, pero en cam-
bio fui a Harvard. Yo sí estudié leyes. Quería hacerlo. Pero usé mi título para convertirme en
abogada de los derechos de los niños.-

- Fuimos una decepción,- finalizó Ned. - Siempre estábamos en malos términos con nuestro
padre, particularmente. Yo me asocié con dos amigos, quienes no estaban en la lista aprobada,
y empezamos nuestro propio negocio. Construimos, reparamos, reciclamos, convertimos
muebles. Yo trabajo con mis manos, y él nunca me lo perdonó. Hemos estado en el negocio
veintidós años pero él todavía lo llamaba mi rebelión.-

- ¿Ustedes no son Muebles Tres Amigos?-

Él le sonrió a Peabody. - Sí, esos somos nosotros.-

- Yo adoro sus artículos. Mi padre construye muebles, y mi hermano, así que yo sé de calidad.
Adoro su trabajo. Lo siento,- le dijo a Dallas, - pero deberías saber que su negocio tiene una
reputación realmente excepcional.-

- Agradezco eso. Gwen tiene su propia reputación sólida en su campo, pero…-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- No seguimos el plan,- dijo Gwen. - No mantuvimos la imagen que nos asignaron. No nos
casamos con el tipo de gente que ellos hubieran escogido. No importa que ambos seamos
felices, que nos casáramos con personas maravillosas a quienes amamos, que ambos tenga-
mos unos hijos maravillosos. Ese no era el plan.-

- Mis padres nunca dirían que estamos distanciados,- dijo Ned, - porque eso no encajaría,
tampoco. Pero nosotros apenas nos hablamos, sólo nos vemos en las fiestas cuando tenemos
que hacerlo.-

- ¿Y cuándo se veían o hablaban?- preguntó Eve.

- Nueve de diez veces, terminábamos discutiendo. Charlie nos dijo que fuéramos brutalmente
honestos con usted acerca de esto, de modo que aquí estamos. Brutal. A mí no me gustaba mi
padre.-

- Oh, Ned.-

- ¿Cuál es el punto, Gwen? No me gustaba ni lo respetaba. Pero era mi padre. Mi madre es un


dolor en el culo.-

- Dios, ella lo es.- Gwen suspiró, poniendo la cabeza en el hombro de su hermano. - Pero es
nuestra madre, y está sufriendo. Nuestro padre ha sido asesinado, y sin importar lo tirante
que era nuestra relación, él no se merecía ser asesinado, ser lastimado en la forma en que lo
hicieron. Le diremos todo lo que necesite saber, responderemos cualquier pregunta que usted
tenga para ayudar a encontrar a quien lo hizo. Y vamos a dar un comunicado a los medios
que refleje la unidad familiar. Vamos a mantener la imagen por él, y por nuestra madre.-

- Salgamos de esto de una vez,- empezó Eve. - En dónde estaban ustedes ayer, de cuatro a
seis, y luego desde la medianoche hasta las cuatro.-

- De cuatro a seis, en el taller, trabajando. Bueno, hasta cerca de las cinco y media,- se corri-
gió Ned. - Entonces Grant, uno de mis socios, y yo estuvimos conversando, hablando sobre el
trabajo un rato mientras cerrábamos. Estuve en casa probablemente a las seis o un poco des-
pués. Cenamos alrededor de las siete. Mi esposa, los niños, y yo. ¿A medianoche? Estaba fue-
ra de combate.-

- En los tribunales hasta cerca de las cinco,- dijo Gwen. - Un caso de custodia, terrible. Tre-
wald vs. Fester, presidía el Juez Harris. Tuve que ir a la oficina a revisar algunas cosas, pero
estaba en casa a las seis. Caos total. Tengo una niña de trece años en las enloquecedoras ga-
rras de la pubertad quien estaba yendo por el décimo encuentro con su hermano de once años,
cuyo trabajo es el de irritarla. Cerca de la medianoche mi esposo y yo estábamos bebiendo
nuestra segunda copa de vino, en la cama, y temblando como supervivientes de un terremoto,
y preguntándonos adonde se había ido nuestra dulce, adorable y feliz niñita.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Van a superarlo,- le dijo su hermano.

- Mientras haya vino a medianoche.-

- El señor Mira, Dennis Mira, indicó que ustedes dos heredarán la parte de vuestro padre en
la propiedad de Spring Street. Mi información es que su valor es de ocho dígitos.-

- Seguro que es así.- Asintió Ned. - Si es para nosotros, eso simplifica algo, al menos. La pro-
piedad se queda en la familia. No necesitamos el dinero, Teniente. Tanto Gwen como yo es-
tamos de acuerdo en eso, y ese lugar significa mucho para Dennis.-

- Pongamos eso a un lado. ¿Ustedes conocen a algunas de las mujeres con las que su padre
estaba involucrado?-

- Nosotros nos aseguramos de que no fuera así,- empezó Gwen. - Hace pocos años yo estaba
enfrentada con Leanore Bastwick en los tribunales, y durante un receso ella se aseguró de se-
guirme a los baños de mujeres y decirme que estaba durmiendo con mi padre. Hizo eso para
sacarme de mis casillas.-

- Sí, puedo ver eso.-

- Cuando supe acerca de lo que le había sucedido hace unas semanas, yo estaba conmociona-
da. Pero, sinceramente, no perdí el sueño por ello.-

- Tranquila, chica.- Ned le apretó la mano. - Una de ellas vino a verme a mí.-

- ¡Qué!- Gwen lo miró con ojos desorbitados. - ¡Nunca me lo contaste!-

- Eso fue hace veinte años, tranquila. Ni siquiera recuerdo su nombre, pero vino al pequeño
escaparate que teníamos entonces y me acorraló. Dijo que se preguntaba si yo me parecía a mi
padre en todos los aspectos. Me agarró la entrepierna, no es algo que yo quisiera contarle a mi
hermana. Zoe lo vio, mi esposa. Bueno, no era mi esposa entonces, ni siquiera estábamos sa-
liendo todavía. Ella es, y era, una diseñadora de interiores. Estábamos trabajando con ella en
algunos proyectos. Pero vio todo lo que pasaba, y mientras que yo estaba tratando de no gri-
tar como una chica, se acercó, sacó a patadas a la agarra entrepiernas, y le dijo que si alguna
vez regresaba llamaría a la policía.-

- Adoro a Zoe,- dijo Gwen, con sentimiento.

- Yo también. Me tomó casi un mes reunir el coraje para invitarla a salir después de eso. Pero
todo salió bien. Lo siento, eso no es de ayuda para usted.-

- Te sorprenderías. Me has dicho que la mayor parte de tu vida, tus padres tenían esta especie
de arreglo, pero cada uno de ustedes sólo recuerdan claramente un incidente en el cual la mu-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

jer involucrada en ese momento se dio a conocer. Eso me dice que como regla, ellas eran dis-
cretas, y no buscaban problemas cuando la relación terminaba. De modo que, ¿hasta dónde
ustedes saben, ninguna de las mujeres con las que tuvo aventuras le causó problemas, o lo
amenazó?-

- Las hubiera aplastado. No quiero decir que lo hiciera físicamente,- dijo Ned rápidamente. -
Pero sí de cualquier otra forma. Si hubiesen dado siquiera un indicio de causar problemas, él
les hubiese informado de qué forma él podría, y lo haría, arruinarlas. Sus vidas, sus negocios
o carreras, sus familias. Era mi padre, y quiero que quien sea que lo haya asesinado sea en-
contrado y encarcelado. Pero era vengativo, y era implacable, y nunca olvidaba nada que
considerara como una traición.-

- ¿Es eso suficiente? ¿Puede ser eso suficiente por ahora? Se siente terrible hablar de él de esta
forma.- Los ojos de Gwen volvieron a llenarse de lágrimas. - Queremos ayudar, ¿pero puede
ser esto suficiente?-

- Claro. Y ustedes han ayudado.-

- Entonces quiero ir a casa. Quiero a mi familia.-

- Yo te llevaré a casa.- Ned se puso de pie.

- No es necesario que lo hagas.-

- ¿Qué te parece si Zoe trae a los chicos y simplemente nos reunimos en tu casa un rato?-

Gwen cerró los ojos. - Eso sería genial. Eso se sentiría bien. Mi tía, la hermana de nuestra ma-
dre,- le dijo Gwen a Eve, - ha venido. Eso es lo que mi madre realmente quiere ahora. El resto
de nosotros nos mantendremos juntos.-

Ellos harían justamente eso, pensó Eve cuando ellos se marcharon. Se mantendrían juntos.

- Debe de haber sido difícil, crecer de esa forma. Ordenándoles seguir unas reglas, sin ver
nunca verdadero amor y lealtad entre sus padres.-

- Ellos salieron de eso,- dijo Eve. - Hicieron su propia vida.-

Ella había hecho lo mismo.

Regresó a su oficina, lo añadió a sus notas. Vaciló, y entonces le mandó una copia a Mira.
Podría ser duro leer lo que Ned y Gwen habían dicho, pero ella se imaginaba que Mira ya
sabía todo esto.

Ella se dio cuenta de que también quería irse a casa. Volvería a encontrar su enfoque traba-
jando en casa.
131
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Reunió lo que necesitaba, cogió su abrigo, y entonces cometió el error de contestar su enlace.

El intermediario con los medios de comunicación le informó que necesitaba dar una declara-
ción sobre el caso Mira.

Resignada, había sabido que eso llegaría, salió hacia el escritorio de Peabody en la división.

- Tengo que ir a hacer la declaración a los medios, y de allí me estoy llevando el trabajo a casa.
Quiero informes de los esposos, y de las coartadas verificadas. Puedes hacer el resto aquí o en
tu casa, mientras lo tengas todo esta noche.-

- Me ocuparé de eso aquí hasta que McNab termine su turno.-

- Envía copia a Mira, pero no a través de los canales oficiales. ¿Entendiste?-

- Entendido.-

Ella podía detestar esta parte del trabajo, pero lo llevaría a cabo. Y estaba agradecida de que el
intermediario estableciera un tiempo estricto de diez minutos, para la declaración y las pre-
guntas.

Las preguntas estuvieron dando vueltas en su mente de camino a casa.

¿Es cierto que el Senador Mira fue encontrado desnudo?

¿Por qué no fue reportado su secuestro?

¿La doctora Charlotte Mira es parte de esta investigación?

¿Es el Profesor Dennis Mira un sospechoso?

¿Cuánto tiempo fue torturado el Senador Mira antes de su muerte?

Cristo, pensó ella, Cristo, ¿qué clase de público tenía el derecho de saber eso? Lo cual fue
exactamente lo que respondió a esa pregunta antes de retirarse.

Hogar, se dijo. Tal vez un entrenamiento o nadar antes de regresar a la investigación. Sólo
algo para quitarle el filo a la fealdad del día.

Un entrenamiento y nadar, decidió mientras atravesaba los portones. Treinta minutos de cada.
Podría tomarse una hora, y luego empezar fresca.

Sólo ver la casa la hizo sentirse más centrada. No sabía por qué la conversación con Gwen y
Ned la había dejado tan inquieta.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ellos no habían sido golpeados o maltratados. Habían crecido privilegiados. Nada como su
propia experiencia. Pero había sentido su antiguo terror alzándose mientras los escuchaba,
repulsivos recuerdos de temor, de impotencia.

Necesitaba que desaparecieran.

Se preparó mientras estacionaba. Podía empezar a hacerlos desaparecer intercambiando ata-


ques con Summerset. Eso debería hacer retroceder los ecos.

Pero Summerset no estaba en el vestíbulo, y eso hizo que perdiera su equilibrio todavía más.
Se suponía que él estuviera allí, acechando, burlándose, haciendo algún aburrido comentario.

- Temprano,- se dijo a sí misma, refunfuñando, mientras subía las escaleras. - Llegué tempra-
no a casa. Me aseguré de eso para poder arrastrarte fuera de tu ataúd. Eso hubiera sido muy
bueno. Ahora se ha desperdiciado.-

Empezó a dirigirse al dormitorio, pero cambió de idea, y se dirigió a su oficina. Dejaría todo
allí, se tomaría el tiempo para actualizar su tablero. Entonces dejaría las cosas a fuego lento en
su mente mientras corría unas cuantas millas, y nadaba unas cuantas brazadas.

Todavía estaba a unos pasos de distancia de su oficina cuando oyó el tarareo. Tarareo feme-
nino.

¿Qué diablos? ¿Una de los droides de la casa que ella raramente, si alguna vez, veía? ¿Acaso
ellas tarareaban melodías alegres?

Dio un paso hacia el umbral de la puerta.

No era una droide, sino una glamurosa pelirroja con una tablet, merodeando alrededor de su
espacio personal tarareando esa jodida melodía alegre.

¿Y en dónde estaba su tablero?

¿Quién diablos era la mujer que merodeaba con botas de tacón de aguja que le llegaban a la
altura de la entrepierna y… estaba con su trasero escuálido sentado en SU escritorio?

Eve tiró hacia atrás su abrigo, apoyó la mano en el mango de su arma.

- ¿Quién demonios es usted?-

La pelirroja soltó un rápido chillido, y sacó su escuálido trasero de la esquina del escritorio de
un salto. Se puso una mano entre sus firmes senos y miró desorbitadamente a Eve.

- ¡Oh Dios! Me asustó.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¿Sí?- Con la mano en su arma, Eve entró a la oficina. - ¿Quiere asustarse de veras? Lo estará
si no me dice su nombre y cómo entró aquí en diez segundos.-

- Soy Charmaine. Usted debe de ser la Teniente Dallas. Es simplemente adorable conocerla.
Estaba terminando de tomar las medidas.-

- ¿Qué medidas?-

- Para el… estoy tan aturullada. De verdad que me dio un susto. Realmente no se supone que
se lo diga. Roarke sólo…-

Y él entró desde su oficina. - Lamento la interrupción. Si pudieras… Eve.-

Él notó su postura, la posición de su mano, la mirada en sus ojos. Y suspiró. - Llegas tempra-
no a casa.-

- Sí, ¿qué te parece? ¿Quién es ella y qué está haciendo en mi oficina?-

- Charmaine Delacroix, Teniente Dallas. Charmaine es una diseñadora de interiores con la


que he trabajado en una cantidad de proyectos. Incluyendo el dojo.-

- Maravillosamente minimalístico,- dijo Charmaine, - aunque lejos de ser rígido o espartano.-

Roarke sutilmente se colocó entre ella y Eve. - ¿Tienes todo lo que necesitas?-

- Absolutamente. No puedo esperar para empezar. Te tendré algunas opciones la próxima


semana. Fue maravilloso conocerla,- le dijo a Eve. - Conozco la salida.-

Eve le dio cinco segundos para salir, entonces se dio la vuelta hacia Roarke. - Has dejado que
alguien merodee en mi oficina.-

- Yo traje a una diseñadora aquí para que se dé una idea de la oficina, para tomar medidas, y
habría estado aquí con ella todo el tiempo, aunque es perfectamente confiable, pero hubo una
llamada que tenía que responder.-

- ¿Por qué una diseñadora tiene que darse una idea de mi oficina? Esta es mi oficina, ¿verdad?
¿Y en donde está mi maldito tablero?-

- Lo saqué, ya que no querrías que nadie que no esté involucrado lo viera. Y si no hubieras
llegado a casa inesperadamente, habría estado de regreso en su lugar.-

La indignación quería hacer volar la parte superior de su cráneo a través del techo. - ¿De mo-
do que está bien si yo no sé la diferencia? ¿Está bien si yo voy a tu oficina, agarro cosas y las
pongo en algún otro lugar y le digo a alguien que entre, mientras no sepas sobre eso?-

134
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Si tuvieras una razón para eso, como yo la tenía.-

- ¿Qué posible razón tenías para mover mi tablero? ¿Para dejar entrar a una mujer tarareando
a mi espacio?-

- ¿Tarareando?-

- Estaba tarareando. Por todos los cielos.-

- Supongo que tiene una disposición alegre. La razón era sorprenderte con algunas ideas para
rehacer tu espacio.-

Otra ronda de indignación quería hacer salir llamas por sus orejas.

- ¿Por qué necesito ideas para rehacerla? La oficina está bien. Estaba bien para ti también
cuando la montaste de manera que me mudara aquí. ¿Ahora no es lo bastante buena? ¿No es
lo bastante elegante?-

Sus ojos se enfriaron hasta un azul hielo.

- Si deliberadamente vas a ser una imbécil, si insistes en discutir por algo tan simple, entonces
podemos hablar al respecto cuando no lo seas.-

- ¿Yo soy una imbécil? Empiezas a desbaratar mi espacio, ¿y yo soy la imbécil?-

- La gente cambia, Eve. Cambian de opinión, cambian sus actitudes, su apariencia, y a menu-
do la apariencia de sus espacios. Pensé, después de esta cantidad de tiempo, que podrías estar
lista para un cambio aquí, en este espacio, para que refleje lo que es ahora en lugar de reflejar
el pasado. Obviamente, no lo estás. Pero no es por ello que eres una imbécil. Eres una imbécil
por ser tan patéticamente insegura que has reaccionado como si hubieras entrado y nos
hubieras encontrado a los dos desnudos y haciéndolo sobre tu precioso escritorio. Yo todavía
tengo trabajo.-

Ella apretó los dientes mientras él echaba a andar de regreso a su oficina.

- Si hubiese entrado y los hubiese encontrado así, será mejor que creas que hubiese usado mi
arma. En ambos.-

- Eso es algo, supongo,- dijo él, y cerró la puerta de su oficina.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 9

Oh, detestaba cuando él hacía eso. Odiaba cuando estaba preparada para una buena y san-
grienta pelea, y él simplemente se congelaba y se retiraba.

Y él sabía que lo detestaba.

Su instinto era abrir esa puerta de un golpe y seguir peleando, pero… A él probablemente le
gustaría eso, ¿verdad? Se paseó y deambuló alrededor de su oficina. ¡Su espacio! A él sim-
plemente le encantaría si irrumpiera en su oficina furiosa, mientras estaba sentado allí con esa
helada y escalofriante calma en su rostro.

Ella sabía cómo traspasar el hielo, oh sí, lo sabía. Sabía qué botones presionar para calentarlo.
Pero a él probablemente también le gustaría eso. Simplemente le encantaría pensar que él hab-
ía sido razonable mientras que irrumpía, rabiaba y maldecía.

No le daría esa maldita satisfacción.

Que se joda. Ella había llegado a casa para tomarse una hora y aclarar su mente, así que se
tomaría esa maldita hora.

Salió de su oficina, mascullando todo el camino hasta el dormitorio, en donde el gato estaba
despatarrado en toda su rechoncha longitud en el centro de la cama.

- Ni siquiera empieces conmigo,- le advirtió mientras él abría sus ojos bicolores para mirarla.
- ¿Acaso le gustaría que yo trajera a alguien aquí?- Se sacó de un tirón el abrigo, lo arrojó so-
bre la cama. - Si simplemente decidiera, Oye, voy a cambiar todo en el dormitorio. Sí, un bicho de-
corador se me metió en el culo, así que voy a tirar todo esto y traer algo nuevo. ¿Qué te parece eso?-

Se quitó el arnés de su arma, sacó su enlace, su comunicador, su placa y los arrojó junto con
las cosas que sacó de su otro bolsillo sobre el sofá.

Galahad, quien algo sabía sobre estados de ánimo y de elegir el momento oportuno, siguió su
propio consejo mientras Eve se desvestía y se ponía ropa para entrenar.

- Tú podrías ser el siguiente,- le advirtió a Galahad mientras se dirigía al elevador. - Se le


podría meter a él otro bicho al culo y teñirte de rosa y vestirte con un esmoquin.-

Fue echando humo durante todo el descenso hacia el gimnasio. Definitivamente no era el
momento de una sesión holográfica con el Maestro Wu. Consideró sacarle la mierda a uno de
los droides de entrenamiento, pero pensó que Roarke probablemente disfrutaría eso, así que
optó por la caminadora, la programó para una carrera urbana, con obstáculos.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Una carrera por la playa la habría relajado, pero no estaba lista para relajarse. En cambio co-
rrió por las calles de la ciudad, le pateó el culo a un ladroncillo callejero, trepó, saltó, rodó
sobre obstáculos hasta que tuvo unas buenas cinco millas corridas.

Se cambió a las pesas, entrenando hasta que los músculos le ardieron, y luego terminó con
algunos abdominales abrasadores antes de estirarse.

Sudorosa y jadeante se dirigió a la maravilla tropical del área de la piscina, y se desvistió. Se


zambulló en la fresca agua azul.

Después de cinco dobles largos, su cuerpo le suplicaba un descanso. Y sus pensamientos se


colaron de nuevo en su mente.

Su espacio. De ella. Él no era quien para presionarla para cambiar su espacio, trayendo a una
elegante pelirroja porque su oficina no era toda… elegante.

No había nada de malo con su oficina, pensaba mientras se deslizaba por el agua. Era útil. Era
lo bastante buena. Tal vez era una lacra, un espacio de pésima calidad para la grandiosidad
de la casa.

Pero era su lacra, maldita sea.

Ella había conseguido hacer un buen trabajo allí, y él nunca se había quejado de ella antes. Él
la había hecho así en primer lugar, sorprendiéndola completamente con la réplica de su apar-
tamento, hasta el último detalle, incluyendo el escritorio de mierda.

Maldita sea. Maldita sea. Él le había puesto el corazón de vuelta y media con ese gesto, y aho-
ra quería cambiarla.

Porque ella ya no vivía en el viejo apartamento con el escritorio de mierda, pensó.

Soltó la respiración con un siseo, masculló, - Diablos,- y se dejó hundir debajo del agua.

Estaba más controlada cuando salió a la superficie. El enfado se cocía a fuego lento debajo de
todo esto, pero el control ponía una fina capa sobre el resto. Se vistió con unos pantalones de
algodón, una sudadera, zapatillas, y luego se sentó, acariciando al gato.

- Él no te teñiría de rosa o te vestiría con un esmoquin. Le gustas así como eres. Algunas veces
me pregunto si es así conmigo, pero tú estás bien.-

Galahad le tocó el brazo con la cabeza, de manera que ella lo acarició hasta que el gato se ex-
tasió. Eso sólo le tomó un par de minutos, haciéndola pensar que era muchísimo más fácil
vivir con gatos que con personas.

Él la siguió hacia afuera y hasta su oficina, en donde la puerta de Roarke seguía cerrada.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella apretó los labios mirando la puerta.

- Él puede quedarse allí dentro, congelarse, durante días. Así que déjalo. Yo tengo trabajo.
¿Ves algo malo aquí dentro? Le preguntó al gato.

Galahad la miró, y luego se apartó trotando para saltar encima de su silla de descanso.

- ¿Ves? Todo lo que necesitamos. Excepto mi maldito tablero.-

Ella lo encontró, cuidadosamente guardado en el área de almacenaje, y lo sacó.

Lo actualizó, se sirvió un café, lo estudió, paseó alrededor, hizo un par de cambios, y luego se
fue a su escritorio, convenientemente ruinoso para ella, y repasó sus notas.

Apenas si alzó la vista cuando Roarke entró. Él fue hacia el panel de la pared, escogió una
botella de vino.

La descorchó.

- ¿Vino?- preguntó él.

- No, y no me voy a disculpar.-

- Qué coincidencia. Yo tampoco.-

- Yo no soy la que tenía a una pelirroja metiendo la nariz, tarareando en aquellas botas.-

Él arqueó una ceja. - ¿Tu desapruebas las botas?-

- Yo desapruebo las botas que tengan unos tacones de seis pulgadas y que sean del grosor de
mi dedo meñique, pero ese no es el punto. Y tú puedes convertirte en una tormenta de hielo,
pero yo tengo una buena cantidad de objeciones a llegar a casa luego de un jodido día y en-
contrarme con que tú decidiste hacer cambios en el lugar donde yo trabajo sin decirme ni una
maldita cosa al respecto. Sin saber cómo me sentiría al respecto.-

- Estás equivocada.-

- Diablos si lo estoy.-

- Estás equivocada,- repitió él, - en que yo no te habría consultado, en que habría cambiado
una sola pulgada sin consultar contigo o ver cómo te sentirías, qué es lo que querías. Esas son
tonterías, Eve, y no me lo merezco.-

- Tú eres el que la trajo aquí dentro. No recibí un memo.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Él bajo la vista hacia su vino, bebió. - Hice que viniera aquí para que volviera a ver el espacio,
para echarle una mirada fresca con algunas ideas que yo le había dado.-

- Que tú le habías dado.-

- Sí. Ya que se dónde y cómo trabajas.-

- Aquí es donde trabajo cuando estoy en casa. Así es cómo lo hago. Tú eres el que lo planeó
tal como es en primer lugar. Maldita sea.- Ella se puso de pie de su escritorio, tiró del dia-
mante en forma de lágrima que usaba en una cadena debajo de la sudadera. - Cuando me dis-
te este diamante culón y dijiste que me amabas, simplemente pensé que estabas loco.-

- Lo recuerdo.- Mirándola sobre su copa, él tomo otro sorbo de vino. - Claramente.-

- Pero cuando me mostraste esto, lo que habías hecho para mí aquí, en tu casa. Cómo habías
hecho este espacio para mí, justo igual a mi apartamento, porque comprendías que necesitaba
algo propio, que yo necesitaba lo que conocía. Tú lo entendiste, así que empecé a creer que lo
hacías. Que me amabas. Ahora esto no es lo bastante bueno.-

- No es lo bastante bueno, no,- dijo él, golpeándola en el centro del corazón. - No es lo bas-
tante bueno para ti, para quien eres y para lo que haces cada maldito día. Pero eso es sólo una
parte de eso. Una vez necesitabas esa familiaridad, esa seguridad, para dejar tu apartamento
y venir aquí. Yo te necesitaba. Así que te di lo que necesitabas para estar aquí, para tener lo
tuyo aquí. Pensé que tres años eran un tiempo suficiente para que lo dejaras ir, realmente de-
jarlo atrás, y para hacer algo nuevo, para ti misma. No en mi casa. En la nuestra.-

Sus ojos permanecían fríos en los de ella, pero ella pensó que captó algo detrás de ese azul
helado. Y ese algo era tristeza.

- Es… inquietante darme cuenta de que todavía necesitas aferrarte a lo que era antes. Antes
de nosotros.-

- Eso no es así.- No, no, ella no se tragaría eso. - Eso no es justo. Es algo completamente equi-
vocado. No me estoy aferrando a nada. No mucho,- se corrigió. - No estoy insegura. Exac-
tamente.-

Mierda, mierda, mierda.

- Estoy acostumbrada a este espacio. Funciona bien. ¿Cómo puedo traer policías aquí, a traba-
jar aquí, si lo conviertes en algo elegante? Este es un espacio de trabajo, para resolver homici-
dios, para cerrar casos, no para alardear.-

La frustración traspasó el hielo, lo cual era mejor para ella que la tristeza.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Actualizar y crear una área de trabajo eficiente no es alardear. Cristo Jesús, para ser una mu-
jer con tal arrogancia profesional, tu siempre estas preocupada por tu idea de alardear de otra
manera.-

- ¿Quieres hablar sobre arrogancia, amigo?-

- No. Yo quiero hablar sobre ese escritorio.-

- El… ¿qué?-

- ¿Estas encariñada con ese escritorio?-

- Yo…- Desconcertada, ella se pasó los dedos por el cabello, y miró ceñuda el escritorio. - No
hay nada de malo con él.-

- Yo no puedo contar la cantidad de cosas que están mal con él. Pero si estás encariñada, se
queda. Así es de simple. Si no lo estás, podrías considerar una de las opciones que tendrías,
tales como un centro de mando que tengo en mente.-

- Yo no… ¿centro de mando?-

- Una amplia U, controles y pantallas deslizables incorporadas, la pantalla principal en el cen-


tro de la curva, el auxiliar a un lado, almacenaje de discos, control de hologramas en el otro.
Voy a actualizar algunos propios en mi oficina, y en mi otra oficina con el equipo no registra-
do. La tecnología da saltos casi diariamente, y es bueno mantenerse al día con ella.-

- Yo no me llevo muy bien con la tecnología, así que…-

- Eso sería tenido en cuenta.-

Él se lo explicó en ese momento. No de forma tan fría ahora, notó. Él se había calentado por
su cuenta. Tal vez había algo de tristeza, y definitivamente un poco de frustración. Pero ma-
yormente, estaba profundamente cabreado.

- Prefieres un tablero físico, así que ese se queda. Tendrías la opción de la pantalla, y las pan-
tallas aquí, como en los demás sitios, serían actualizadas. Para nada estamos hablando de cor-
tinas recargadas para la ventana y unos malditos divanes.-

- Sí, pero…-

- Nosotros cenamos aquí más a menudo que no.- Volvió a explicarle. - Así que es hora de que
tengamos una área más agradable para eso, probablemente allí. Mesa, sillas, parte del espacio,
pero en un área más definida. Con una mesa que podría expandirse cuando estemos invadi-
dos por la mitad de tu departamento. Lo cual nos lleva a las estaciones de trabajo secundarias
y la sala de estar.-
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

¿Sala de estar?-

Él hizo un ademán con su vino. - Puedes seguir diciendo que no te gustan las visitas en tu
lugar de trabajo, pero el hecho es que a menudo tienes gente aquí. Policías, en cualquier caso.-

- Ellos nunca se marcharían si haces todo tan confortable.- Se frotó la nuca porque, maldita
sea, podía ver algo de eso. Y todavía se había quedado colgada de la idea de un centro de
mando. - Estoy acostumbrada a esto, eso es todo, y entonces llego aquí y una pelirroja con
botas está aquí tarareando. Y tú dices: Esto es lo que va a suceder.-

- Lo digo otra vez, nada habría sido cambiado, ni tocado sin tu aprobación. No es sólo tu ofi-
cina, Eve, maldito infierno, esta es tu casa.-

- ¡Es por eso que yo estaba cabreada!- Frustrada ella se tiró del cabello. - Esta es mi casa tam-
bién, y sentí como que estabas decidiendo las cosas sin decírmelo.-

Él hizo una pausa, sirvió más vino. - Ese es un punto. Te daré eso. Y el hecho de que lo dijeras
ha bajado bastante la preocupación. Yo no estaba decidiendo nada, sino preparando el trabajo
preliminar para algo que pudieras elegir. O no. ¿Te gustaría trabajar con Charmaine?-

- ¿Es que te has vuelto loco?-

- No lo he hecho. Yo la traje aquí, y te la hubiese presentado con algunas opciones completa-


das que sentí que te atraerían. Si ninguna lo hacía, ella podía venir con más, o, de nuevo, no.
Si te gustaba alguna, pero querías unos cambios, habría cambios. Tal como nosotros maneja-
mos el dojo. Sospecho con fuerza que si te hubiese dicho que quería tener un dojo diseñado,
particularmente para ti, tu habrías dicho… ¿Quién diablos tiene un dojo en su casa?- demandó
él con un sarcástico acento americano que la hizo soltar una carcajada.

- Yo no sueno así.-

- Bastante cerca. Y deberías saber ahora que ella va a elaborar algunas ideas nuevas para el
dormitorio.-

- ¿Qué? ¿Por qué? Es agradable. Es…-

- Fue diseñado para mí, antes de que pusiera mis ojos en ti. Mucho antes, si a eso vamos.
Ahora será diseñado para nosotros.-

- Yo estoy bien con él.-

- Tú vas a tener que aprobar cualquier diseño nuevo antes de que se haga nada. Así que si
llegas inesperadamente a casa, y hay una pelirroja tarareando en el dormitorio, sabrás la
razón, y no reaccionarás como si fuera a tirármela en nuestra cama.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Insultada, lo apuntó con un dedo. - Yo no reaccioné así. Si lo hubiese hecho, habría un droide
usando tu piel como traje. Sólo pregúntale a Peabody porque justo hoy día se lo expliqué a
ella.-

- ¿Y por qué es eso?-

- Porque pasé la mayor parte del día hablando con adúlteras. Y yo sí quiero vino,- decidió
ella, agarrando el de él. - Y eso me puso de mal humor y vine a casa temprano para relajarme
antes de meterme de lleno en el trabajo. Y Summerset ni siquiera estaba en donde se supone
que debía estar de modo que pudiera insultarlo y comenzar a relajarme.-

- Yo estuve en casa incluso más temprano, y le dije que saliera con algunos de sus amigos.-

- Los cadáveres no tienen amigos, tienen otros cadáveres.-

Él levantó las cejas; ladeó la cabeza. - ¿Te sientes mejor?-

- No realmente.-

Él fue a traerse otra copa de vino. - Yo quería hacer algo para ti, para la policía, y voy a volver
a lo mismo y decirlo otra vez, esto no es lo bastante bueno para ti. No discutas conmigo sobre
eso,- dijo antes de que lo hiciera. - Eres una policía por ti misma, y una tan brillante como
nunca conocí otra. También eres mía, y esto no es lo que te mereces.-

Eso le emocionó porque sabía que lo decía en serio, justamente eso. - Estás tratando de sedu-
cirme con centros de mando.-

- Lo hago. Y la otra parte del por qué es puramente egoísta con respecto a que necesito que
dejes ir esto. Quiero saber que puedes hacerlo.-

- ¿Esto?- Ella hizo un ademán. - Esto no es eso. No lo es. Mavis, Leonardo, la niña, el aparta-
mento es de ellos. Lo han hecho tan suyo que no queda nada de lo que era mío. No necesito
eso, ni allí, ni aquí. Estoy acostumbrada a esto, eso es bastante importante. Pero lo más impor-
tante es que tú me lo diste. Me conocías, incluso entonces, y me lo diste. Eso es lo que no
quiero dejar ir.- Ella tragó más vino, murmuró, - Idiota.-

Él se acercó, le pasó un dedo por la hendidura en su barbilla. - Yo siempre habría hecho eso,
cuando ambos lo necesitábamos. Idiota. Intentemos esto, para ambos. Y si lo que tú necesitas
es mantenerlo tal cual está, entonces así se queda.-

- Si yo digo que estoy de acuerdo, que lo intentemos, la pelirroja no se va a inclinar hacia lo


elegante.-

- Ni a millas de lo elegante, te doy mi palabra.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Vale. Pero no me voy a disculpar.-

- Yo tampoco.-

- Supongo que eso funciona.-

Él se inclinó y la besó. - ¿Asesinaste a un droide?-

- Quería hacerlo, pero no lo hice porque sabía que preguntarías. No quería darte la satisfac-
ción.- Ella sonrió con suficiencia, y luego suspiró. - Pero como que desearía haberlo hecho. En
realidad ha sido un día de mierda.-

- Tenías razón acerca del senador. Acerca de encontrar su cuerpo.

- Sí, punto para mí. Se ensañaron con él, no comunicamos todos los detalles, pero éstos ya
habían empezado a filtrarse. Tuve que terminar el día con una conferencia de prensa. Y nece-
sito empezar mañana yendo a la morgue. No llegué allí hoy. No hay apuro en ello, realmen-
te.-

Regreso hacia el tablero. - Los de la morgue facilitaron su toxicológico, y no fue drogado.


Ellos querían que él sintiera todo. Lo golpearon, la cara, los genitales. Le sacaron la mierda.
Lo sodomizaron y, a menos que Morris me diga otra cosa, de la manera en que yo lo veo es
que él estaba vivo, probablemente consciente cuando le pusieron la soga alrededor del cuello,
la ataron en el candelabro del vestíbulo de entrada, y utilizaron el mecanismo. ¿Sabes? Lo ba-
jaron para engancharlo a él, y luego lo elevaron. Lento, apuesto, lento para que él pudiera
sentir cada pulgada, de modo que se asfixiaría, forcejearía. Le dejaron las manos libres, por-
que él se arañó un poco la garganta. Tuvo una muerte dura. Pensaron que se merecía morir
así.-

Un día de mierda en verdad, pensó él. Y aunque no lo iba a sacar a cuento, sentía que eso
probaba su punto. Ella debería llegar a casa, a un lugar de trabajo que se merecía.

- ¿Ellos?-

- Tenían que ser dos por lo menos. Por lo menos uno es una mujer.-

Ella necesitaba hablarlo, pensó Roarke mientras se recostaba en su escritorio. - ¿Cómo lo sa-
bes?-

- Sexo. Sodomía, y no hay evidencias de que él buscara hombres o muchachos. Además, el


señor Mira oyó una voz femenina. Lo supe cuando lo interrogué, en su propia cocina. Mien-
tras me preparaba un chocolate caliente.-

Las lágrimas le hicieron arder los ojos, casi se le salieron. - Oh mierda, oh mierda.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Ya, ya, ¿qué es eso?- Él puso a un lado su vino con rapidez, y fue hacia ella. Y le quitó el
vino de la mano antes de que ella lo abrazara.

- Tuve que presionarlo, poner los puntos sobre las íes. Él lo hizo genial, lo hizo bien, y com-
prendió. Todos ellos comprendieron que yo tenía que hacerlo, pero, oh Dios, podías ver que
él estaba sufriendo. Estaba sufriendo por el despreciable hijo de puta, y tratando de tranquili-
zarme a mí porque él sabía…-

- Fue difícil para ti, pero lo estabas protegiendo.-

- Yo quería meterle un puñetazo al periodista que preguntó si él era un sospechoso. Si el pro-


fesor Mira era un maldito sospechoso. Pero no podía. Tengo que ocuparme de él, Roarke, pe-
ro el miserable hijo de puta es mi víctima, y tengo que representarlo, sin importar lo que
piense de él.-

- Tú sí que tuviste un día de mierda completo.-

- Y mira que eso no es todo.- Ella le ganó la batalla a las lágrimas, y se apartó.

- Te voy a decir lo que haremos. Cenaremos temprano, y me lo contarás. Luego trabajaremos


en ello. Dennis también me importa a mí, me importa muchísimo.-

- Sé que así es. No sé si puedo comer.-

- Eso significa que tiene que ser pizza, y haré ese trato contigo si hay una ensalada involucra-
da.-

- Vale. Intentémoslo.-

Ella le prestó un poco más de atención a los muebles mientras comían: la réplica de su anti-
gua mesa en donde ella se sentaba a comer, ocasionalmente. Más a menudo había comido,
cuando lo había hecho, en su escritorio.

Probablemente no la mataría considerar una mesa mejor, pensó mientras picaba la ensalada.
Pero…

- Cuéntame,- dijo Roarke.

Así que lo hizo, desde su temprana reunión en el Instituto Mira, la ceremonia de Trueheart,
luego cuando encontraron el cuerpo, y notificaron al pariente más cercano, y de allí a la casa
de los Mira. Luego las entrevistas y sus impresiones sobre las mujeres que habían tenido
aventuras con el senador.

- Hiciste muchas cosas en un sólo día.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Todavía no ha terminado. Y va a haber más mujeres, es un hecho. Embolsarse mujeres era


cómo un jodido pasatiempo para él. ¿Y para ellas? Culpa o desafío, frío cálculo, auto-
preservación. Todas ellas tenían razones para engañar, y no me creo ninguna de ellas.-

- ¿Piensas que están mintiendo?-

- No, o no, exactamente. ¿Esas dos que tengo primeras allí?- Hizo un ademán hacia su tablero.
- Hay algo más, algo que no cuadra. No me creo el concepto. O eres fiel o no lo eres, y no vas
por ahí a revolcarte con un hombre casado porque él no lo sea.-

- Ves esto en blanco y negro.-

- Exactamente.-

- Afortunadamente para mi piel, estoy de acuerdo contigo. Pero hay muchos que ven el con-
cepto como una zona más gris, dependiendo de las circunstancias.-

- Entonces, ¿para qué casarse? O eres fiel o no lo eres,- volvió a repetir ella. - ¿MacKensie?
Necesito darle un buen vistazo. Da la impresión del tipo que se queda en casa, que observa en
lugar de participar. Y es una… como es, ¿Vicky la Fea?-

- Es Betty.-

- Sí, correcto, porque rima. No voy a decir que la víctima tuviera un tipo específico, pero
cualquier otra de la lista es atractiva, y segura de sí misma. ¿Ella es la excepción, o está repre-
sentando un papel? Un buen vistazo. Lo mismo con Downing. No es otra Betty, pero algo no
cuadra. Dejar que un viejo rico, influyente se la tire por ganar dinero y progresar, vale. Pero
allí había una mentira. MacKensie actuó demasiado Betty, y demasiado nerviosa, ¿y Downing?
Demasiado preparada.-

- ¿Más preparada que la que tenía a su abogado al lado?-

- Sí, la que tenía el abogado sólo era una perra fría. ¿Downing? Ella tenía una mirada taimada.
Eso también rima. Betty la Fea y Mirada Taimada.-

Tomó un trozo de pizza. Era raro que no le provocara la pizza, pero sólo la comía para evitar
el inevitable codazo de Roarke.

- La que menos te gusta es de la que sospechas menos.-

- En este momento. Pero esto es lo que comencé a preguntarme. ¿Qué tal si dormir con la
víctima no es la única conexión aquí? Todas ellas sabían que él era un canalla, y se acostaban
con él de todos modos. ¿Qué tal si se conocían entre sí? No sólo sabían que había otras, sino
más específicamente.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¿Un Club de Yo me Acosté con el Senador Mira?-

- Creo que cuando trampeas con muchas, las probabilidades de cruzarse en el camino aumen-
tan. Me estoy preguntando los caminos de quienes se cruzaron, y qué sucedió entonces.-

Ella se encogió de hombros. - No tuve mucho tiempo de pensar en ese ángulo antes de que el
hijo y la hija de la víctima aparecieran. Y esa fue la segunda parte más dura del día de mier-
da.-

Ella había comido una pequeña porción de su ensalada, notó Roarke, y apenas tocó la pizza,
la cual habitualmente resolvía el problema.

De manera que cualquiera que hubiera sido la segunda parte más dura, todavía la tenía in-
quieta.

- ¿Por qué es eso?-

- Están muy unidos. Él tiene los ojos del señor. Mira. Eso es irrelevante,- dijo ella.

- No para ti.-

- Para la investigación. Ellos están unidos,- repitió. - Y cuando los escuchas, los observas, está
claro que siempre han estado unidos, y básicamente sólo se tenían el uno al otro. Los padres
los tuvieron, tal vez exclusivamente, para presentar una imagen. La imagen de una familia
atractiva, tradicional, bien centrada, porque esa imagen podía ser beneficiosa para la carrera
de la víctima. De abogado a juez, de juez a senador. Y probablemente él esperaba conseguir
más, pero se retiró en lugar de perder una elección.-

- Ya veo,- dijo él, y lo hacía.

- También está claro que ellos entendían eso, y el rol que se esperaba de ellos desde una corta
edad. Entendían que el matrimonio de sus padres, y la misma familia, era sólo superficial pa-
ra dar una imagen. Se esperaba que ellos se comportaran según una forma programada, para
seguir la línea familiar a Yale, a la facultad de leyes, y a un matrimonio ventajoso. Tan sólo
eran peones, desde el principio, quienes sabían que sus padres eran infieles, mentirosos e
hipócritas.- Bajó la mitad del trozo de pizza. - No es lo mismo, sé que no lo es.-

- No es tan diferente.- Y porque él comprendía, puso su mano sobre las de ella. - El abuso
físico es algo tangible. Una niña golpeada y violada como lo fuiste tú, es algo que se nota si a
alguien le importa mirar. El abuso emocional deja marcas y cicatrices, pero estas son internas.
Tú, como ellos, supieron desde una tierna edad que fueron creados para un propósito. No
importa si el de ellos fue un camino dorado, y el tuyo fue oscuro y brutal. Tú fuiste encerrada
y devaluada por las personas que más deberían haberte amado y protegido.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Igual que tú.-

- Igual que yo, sí. Ellos se tenían uno al otro, y eso los sacó adelante. Nosotros nos encontra-
mos el uno al otro, y eso cambió el camino para ambos. No es una sorpresa, querida Eve, que
te vieras reflejada en ellos, que lo sintieras por ellos, y por ti misma.-

- Esto no es algo que pueda interferir en el trabajo. Podría serlo si yo lo permito, de modo que
necesitaba venir a casa, tranquilizarme, y comenzar fresca.-

- Y entraste directamente hacia la pelirroja con botas. Una mala coordinación del tiempo por
completo. Puedo disculparme por la mala coordinación que se sumó a la mierda general de tu
día.-

- Tú no sabías al respecto, así que… ellos no están en esto.- Miró hacia el tablero, a las fotos
de los documentos de identidad. - No sólo porque él tiene los ojos del señor Mira, o porque
me puedo sentir identificada en ellos. Hicieron sus propias vidas, no siguieron el camino,
hicieron el suyo propio. Y son felices. Voy a investigar. Voy a cubrir el terreno, pero esto no
fue una cuestión familiar. Esto tiene que ver con el sexo.-

- Puede que no le hayas hecho justicia a la comida, pero te ayudaré a cubrir el terreno.-

- Podemos guardarla para después.- Agradecida, le tomó la mano, y le dio un rápido


apretón. - Una vez que avance algo del trabajo, puede que me sienta con más ganas de comer
pizza.-

- Muy bien entonces. Deja que yo me encargue de los hijos del senador. Tu instinto te dice que
ellos no son parte de esto, de manera que no vas a perder el tiempo averiguando sobre ellos.-

- O reflejándome.-

- O eso.-

- Vale, entonces puedo empezar con la primera de la lista.-

Le echó un vistazo al tablero, y a Carlee MacKensie.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 10

En su escritorio, ella abrió sus correos recibidos, encontró la verificación de Peabody de todas
las coartadas, hasta la última. Reflexionando, ella decidió que en lugar de empezar con Mac-
Kensie, ella empezaría a investigar la coartada de Downing.

Lydia Su.

O sea la Dra. Lydia Su, descubrió Eve. Biofísica, trabajando para el Instituto Lotem de Cien-
cia y Tecnología, Nueva York. Treinta y tres años de edad, soltera, Asiática-Coreana y China.
Una hermana, cuatro años menor, una lingüista, notó Eve, residiendo en Londres. Los padres
casados por treinta y cinco años un agradable trayecto, en opinión de Eve. El padre un neu-
rocirujano, la madre también una científica. Nanotecnología.

Así que, pensó Eve, altamente motivada, altamente inteligente, de una familia altamente edu-
cada.

Bien educada en el caso de Lydia Su, leyó Eve, en Yale.

-¿Interesante, no es eso interesante?-

Pero bueno, un montón de gente realmente inteligente, adinerada, motivada, iba a Yale.

Pero........

Siguiendo la línea, ella cambió la búsqueda para verificar en dónde había estudiado arte Cha-
rity Downing. En la Universidad de Nueva York, notó ella, no en Yale.

Esto la molestaba lo suficiente para hacer que verificara la información sobre la educación en
cada nombre de la lista.

No había otra conexión a Yale.

Hasta que raspó unas cuantas capas.

Las coincidencias no existen, pensó ella y, levantándose de su escritorio, echó a andar hacia la
oficina de Roarke.

- Creo que tus instintos sobre los hijos de la víctima son exactos -, empezó él. Entonces le-
vantó la mirada, vio su rostro. - Y tú tienes algo.

- Yale.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Una prestigiosa y honorable institución.

- La víctima fue allá.

- Sí, lo recuerdo. Debe de haber sido cerca de hace medio siglo.

- Ese es un largo tiempo, pero tengo dos conexiones a Yale en mi lista de trampas. La coarta-
da de Downing hizo sus primeros cuatro años de universidad allá, ella es una biofísica, lo que
diablos sea eso. Raza mixta asiática, viene de una familia inteligente y exitosa.

- Tengo que mencionar que un considerable número de personas procedentes de familias in-
teligentes y exitosas han asistido a Yale en el medio siglo pasado.

- Sí, y otra de ellas es Carlee MacKensie. Beca parcial, hizo un semestre y se salió.

- Lo cual también sucede bastante a menudo, pero…- Él se reclinó hacia atrás. - Es interesan-
te, no es así, que con todas las universidades que hay allá fuera, tu encontraras el mismo
nombre tres veces en un grupo tan pequeño.

- Un genio de los números como tú posiblemente investiga las probabilidades, pero digamos
que sólo es interesante por ahora. Yo investigué un poco más profundo.

Ella apoyó una cadera en su estación de trabajo. - Toda esa mierda sobre tu registro perma-
nente es bastante serio. Los grados de ella eran estelares.- Eve levantó una mano, con la
palma hacia abajo, sobre su cabeza. - Ella ha tenido dos historias cortas publicadas en sitios
literarios antes de cumplir los veinte. Y luego de dos meses en Yale, ¿y las calificaciones?-
Eve dejó caer la mano. - Las jodió totalmente. Y, sí, eso sucede, también. Ella se las ingenió,
durante los siguientes cinco años, para obtener un título de una universidad online, y ella se
ha ganado la vida a duras penas como escritora independiente. Pero no más sitios literarios
de clase alta.

Reflexionando, Roarke levantó la botella de agua de su escritorio, y gesticuló con ella. - El


abogado del diablo debe de señalar que esto también sucede demasiado a menudo ese apo-
geo y caída al principio. Y ella podía haber asistido a Yale, aunque brevemente, unas cuatro
décadas después de tu víctima.

- Tal vez, pero las coincidencias son pendejadas, y es más pendejada que no esté relacionado.
Otra gran bola de pendejadas es que un nombre en mi lista tenga a otro asistente a Yale como
su coartada. ¿Y cómo es que una artista que trabaja en una galería del SoHo consigue hacerse
amiga con una científica que trabaja en un elegante centro de Investigación y Desarrollo en la
parte residencial de la ciudad? ¿En dónde está el terreno común?

Él le ofreció a ella el agua, y recibió una sacudida de cabeza, entonces bebió un poco más. -
Algunos deben de preguntarse lo mismo sobre tu amistad con Mavis.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Ella timaba a la gente. Yo la arresté. Policía, criminal, terreno común.- Ella levantó dos de-
dos mientras hablaba, los juntó. Luego los apuntó hacia él. - Tal como tú y yo, campeón.

- Me siento obligado a señalar que tú nunca me arrestaste, ni ningún otro policía.

- El ser escurridizo no niega el terreno común. ¿Esto es muy débil?- Ella giró para enfrentarlo
más directamente. - De acuerdo en que es débil, pero está allí. Añádele el factor de que la
víctima pasaba por las trampas como Feeney se come las almendras azucaradas, y esos pro-
bables cruces de caminos. Tal vez puedas mostrarle la foto de la identificación de tu a la gen-
te del hotel. Quizás ella es otra de sus aventuras. Yo relaciono eso, y no parece tan débil.

- Puedo hacer eso.

- No puedo ver el motivo, todavía no. Estas mujeres escogieron tener sexo con él. Él no les
puso un aturdidor en sus gargantas. Cada una de ellas declaró que fueron relaciones consen-
tidas, y apuesto que cualquiera de las otras que investigue dirán lo mismo. Ni una sola de
ellas demostró o expresó ningún sentimiento genuino por él, de manera que no me suena que
haya habido una pasión frustrada. Y si alguna de ellas trabajó como cómplice, y eso va a en-
trar a tallar cuando yo averigüe todo esto, los celos no juegan ningún papel.

- La justicia está servida,- murmuró ella. -¿Por qué? ¿Qué crimen, qué pecado, que cosa mala?
Ese es el motivo. De manera que regresamos a la víctima.

- Las mujeres en tu lista no habrían nacido cuando Edward Mira estuvo en Yale.

- Sí, sí, eso lo entiendo. ¿Pero un tipo importante de una importante universidad? ¿Acaso
ellos no regresan por cosas como ceremonias o invitados a conferencias, y para eventos im-
portantes? Tal vez puedo ubicarlo a él allí cuando Su o MacKensie estuvieron allí. Eso refor-
zaría las cosas. Gracias,- dijo ella mientras se levantaba.

- Yo no hice nada.

- Tú fuiste el portavoz de Satanás.

- El abogado del diablo.

- Eso es la misma cosa.-

Ella regresó a su oficina, determinó las fechas exactas en que Su y MacKensie asistieron a Yale,
entonces intentó abrirse paso entre artículos archivados sobre eventos del alumnado y apari-
ciones en la universidad de Edward Mira.

Después de una frustrante hora, ella decidió que necesitaría contactarse con quien sea que
estuviera a cargo de esos registros.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella se sirvió más café, un trozo de pizza fría que ahora ya se pudo comer, y luego se sentó
para investigar cualquier conexión entre cualquiera de las mujeres de la lista.

Salones de belleza, bancos, gimnasios, clubs, comités, doctores, iglesias, pasatiempos.

Nada cuadraba, pero ella sí descubrió el hecho de que Carlee MacKensie había estado en te-
rapia con una Dra. Natalie Paulson desde el 2058 hasta principios del 2060. Su entró a la te-
rapia en el 2055, e interrumpió sus sesiones con el Dr. Kim Ping cuatro años después. Y
Downing se relacionó con una Felicia Fairburn por un lapso de seis semanas en el 2059. Fair-
burn se auto-promocionaba como una terapista de cuerpo, mente y espíritu.

Y el portavoz de Satanás diría, con derecho, que eso calificaba como gente que iba a psiquia-
tras.

Pero ella le echaría un vistazo.

Yale. Psiquiatras. Edward Mira. Tres líneas que se cruzaban por un porcentaje de los nom-
bres.

Y entonces también había conexiones negativas.

No había violencia criminal en ninguna. Ni signos de adicciones que podrían llevar a ser en-
carceladas o un gran impacto en las finanzas. Por lo menos no había señales de adicciones
actuales. La gente iba a los psiquiatras para que los ayuden con problemas de alcoholismo o
de drogas, con problemas de juego, con problemas de sexo (demasiado, no lo suficiente).
Diablos, la gente iba a los psiquiatras para que los ayuden a decidir qué comer en el desayuno,
pero todavía…..

- ¿Qué tal si?-

Ella empezó a levantar capas, a tirar de hilos que llevaban a otro ángulo o a callejones sin sa-
lida.

Entonces se reclinó hacia atrás, tamborileó los dedos en su muslo.

Interesante, no era interesante que Carlee MacKensie se mudó de regreso a su casa después
de salirse de Yale, se volvió a mudar después de seis meses y a nada mejor que un albergue
glorificado con una tal Marlee Davis quien, sí, en verdad tenía un registro policial muy largo
y colorido lleno de arrestos por drogas, prostitución sin licencia, pequeños robos, y asalto.

Ahora, ¿qué hacía una chica agradable y brillante de New Rochelle pasando el tiempo con
una perdedora habitual de Alphabet City (quien actualmente estaba encarcelada en las Cata-
cumbas por otro asalto)?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve siguió la línea, encontró un patrón en el lienzo de la vida de Carlee. Escribió una teoría,
preguntas, se las envió a Mira con copia para Peabody.

Entonces empezó a hurgar y raspar en la de Lydia Su.

Para cuando había pasado a Charity Downing, ella agarró otro trozo de pizza fría y se dio el
gusto de tomar una Pepsi.

Ella levantó la mirada cuando Roarke entró.

- Veo que estás en algo que ha estimulado tu apetito y puesto la sonrisa de policía en tu ros-
tro.-

- Carlee MacKensie. Inteligente, talentosa retrocede e investiga y encontrarás unos alegres


articulillos sobre ella de más joven. Ganó varios concursos de escritura, algunos con premios
en efectivo. Escribió su blog de secundaria, hizo su temporada de servicio comunitario como
tutora, y fue voluntaria con los Adolescentes para la Alfabetización. Prácticamente ganó su
entrada a Yale con una beca parcial. Sólida, de familia de clase media, una linda casita en los
suburbios. Y échale un vistazo a esto. Computadora, Imagen 1-C, en pantalla.-

Comprendido.

La imagen apareció, una bonita rubia en un llamativo vestido rojo, cadera a cadera con un
tipo guapo en un traje negro, corbata rojo fuerte.

- Adorables jóvenes.-

- Sí, ella es atractiva. Esa es su fotografía de su promoción en su último año de secundaria el


tipo, de acuerdo a los archivos de la madre de ella, Conectamos….-

- Un momento.- El alzó un dedo. - ¿Tú de verdad te las arreglaste para acceder a información
archivada de una página web de un medio social ahora extinto?

- Yo puedo hacer cosas. Cuando tengo que hacerlas.

- Puede que necesite sentarme, ya que mi asombro pesa mucho.

- Muérdeme.

- Querida, yo intento hacerlo completamente a la primera oportunidad.

- Yo investigué a fondo por esto, y lo que encontré fue información de una madre orgullosa
de su hija. Fotografías como esta, la cual muestra que ella era una jovencita bonita, con un
guapo novio también brillante, y que asistió a Harvard. Y cerca de siete meses después de
que fuera tomada esta foto, ella deja los estudios en Yale y regresa a vivir en su casa.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Muy bien. Ella es bonita, y no se dio cuenta de su potencial.

- Más. Un par de meses después de ir a casa, ella se muda a un albergue en la Avenida A con
una delincuente. La palabra le queda. Tiene un largo registro policial, incluso entonces, por
posesión de drogas, por vender Bounce a un agente encubierto, por prostitución sin licencia.
¿En dónde se juntaron ellas? ¿Cuáles son los intereses comunes?

- La bonita jovencita se drogaba.

- Apuesta tu fino trasero Irlandes. No hay registro sobre esto, pero una chica de dieciocho
años no da un salto de New Rochelle y de una mamá orgullosa a Alphabet City y a la delin-
cuente a menos que ésta fuera su conexión. Unos cuantos meses después, ella vuelve a casa
otra vez.

- Lo que probablemente es la razón de que ella todavía esté viva y no en prisión.

- La delincuente está en el tercer año de su condena de cinco por asalto. MacKensie se quedó
viviendo en su casa por dos años, y durante ese tiempo hizo su propio período. Dos períodos
de tres meses en Paz Interior. Tuve que investigar bastante profundo, ya que ésta se promo-
ciona como un centro para mejorar el estilo de vida, no para rehabilitación. ¿Adivina quién
más paso tiempo en Paz Interior?

- Mi dinero y la mirada en tus ojos me dice que fue Su o Downing.

- Su. No al mismo tiempo, lo cual es irritante, pero ellas dos fueron a Yale, ambas fueron a
esta cuestión de estilo de vida. Su se tomó una año sabático, hace tres años, e hizo lo de la
mejora del estilo de vida. Antes de eso, la encontré en ese programa ese estudio sobre el in-
somnio. Y, qué tal coincidencia Charity Downing también tomó parte en un programa nue-
vamente, no al mismo tiempo sobre el insomnio.

- Esas son demasiadas conexiones incluso para un abogado del diablo.- Ya que era lo único
que había allí, Roarke tomó la lata de Pepsi y le dio un sorbo. - Se ha calentado.

- Todavía cumple su cometido. Así es como lo veo yo.

Ella se puso de pie, hizo gestos hacia el tablero mientras caminaba de aquí para allá. - Estas
tres mujeres tuvieron algún encuentro previo con la víctima. Sexual. Ese encuentro fue lo
bastante inquietante o lo bastante intenso para hacer que MacKensie cayera en una espiral.
La probabilidad es que cada una de ellas buscó ayuda por, digamos que por efectos colatera-
les de ese encuentro en algún punto. Y a través de ello, las tres se juntaron.

Eve entrelazó sus dedos. - Dos de las tres se volvieron a enganchar con la víctima. Yo su-
pongo que tú no tuviste tiempo para verificar con la seguridad del hotel sobre Su.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Lo hice, de hecho. Puedo decirte que ella no aparece en ninguna de las grabaciones del hotel
en los últimos dieciocho meses.

- No me sorprende. Con seguridad ella es gay.- Cuando él alzó las cejas, ella se encogió de
hombros. - No porque no apareció en las grabaciones, sino porque también conseguí algunas
fotografías de ella. Una importante ceremonia de premiación en ciencias su cita era femenina.
Una cena en la Casa Blanca cita femenina. Y también está su entrevista en este importante
periódico de ciencias en donde dice que es gay, eso me inclina en esa dirección.-

Ella le volvió a dar vueltas al tablero. - Estas tres mujeres se conocen entre ellas, ellas conoc-
ían a Edward Mira, y mi instinto me dice que conspiraron juntas y lo asesinaron. Conside-
rando la naturaleza de la tortura, yo diría que es una seria venganza. Es venganza por asalto
sexual, abuso sexual, o violación porque tres mujeres no se juntan para torturar y matar por-
que tuvieron una aventura con un hombre casado.-

Cambiando de posición, Roarke estudió las fotos de Edward Mira. El sobrio y atractivo hom-
bre de estado y la víctima de asesinato.

- ¿Tú crees que un antiguo senador de los Estados Unidos era un violador en serie?-

- Sí, lo creo.- Eve soltó el aliento. - Sí, mierda si lo creo. Así es cómo esto se presenta para mí.
¿Probarlo? Ese es un asunto totalmente diferente.

- Eve, tratar de probarlo te va a llevar a aguas muy peligrosas.

- Yo soy una nadadora fuerte.

- Tú eres eso,- concordó él. - Pero esto también te va a traer sufrimiento personal.

- No puedo permitir que eso se interponga en el camino. Tú lo sabes.

- Lo sé.- Él puso a un lado la lata, y se acercó a ella. - Te amo.

Ella se volvió. - Sí, lo mismo para ti.

El acunó su rostro en las manos, y mantuvo su mirada en la de ella. - Yo te amo.

Su corazón se saltó un latido, así que ella acunó a su vez el otro de él. - Yo te amo, y lo que
me estás diciendo es que saldremos adelante de esto.

- Eso es.

- Incluso si tu terminas vertiendo un tranquilizante por mi garganta.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Eso es exactamente lo que te estoy diciendo.- Con firmeza, él presionó sus labios en su fren-
te. - Tú harás lo que tiene que hacerse, y lo mismo haré yo.

- Yo podría estar equivocada. Podría resultar que estoy completamente fuera de órbita en
este ángulo, pero es lo que yo veo.

- Y la forma en que has ido paso por paso, es lo que yo veo. Habrá más de ellas. Si tú estás en
lo cierto, y él forzó o coaccionó a estas tres, entonces habrá más.

- Sí, habrán más. Estudiantes de Yale, o mujeres a quienes él conoció de alguna forma a
través de esa conexión cuando ellas tenían la edad para ser universitarias. Hay un lapso de
tres años entre cuando MacKensie estuvo en Yale, y cuando Downing estuvo en la Universi-
dad de Nueva York. Cinco entre MacKensie y Su en Yale. De manera que habrá otras. Pero
yo no estoy viendo a esas otras no todavía en todo caso en mi lista. Su hija…

- Yo no creo eso.- Por lo menos, pensó Roarke, él podía darle a ella esa tranquilidad. - Yo no
pienso que debas llegar allí. Le eché un vistazo a ella, y a su hermano, y no hay señales de
ello.

- Yo recorrí todo el camino hasta llegar a ser teniente de la NYPSD, y nadie vio ninguna señal.

Ahora él le acarició el corto cabello. - ¿Realmente crees que Mira no vio nada, no vio ninguna
señal?

Ella necesitaba moverse, de modo que metió las manos en los bolsillos mientras recorría la
oficina. - No, tú tienes razón. Ella probablemente vio montones mucho antes de que yo lle-
gara a ese punto. Podría hablar con ella al respecto. Pero…

- Tú no la tenías a ella cuando eso te estaba sucediendo. No tenías a nadie.- Gwendolyn Sy-
kes si tenía a alguien. Ella tenía a su hermano, tenía a los Miras. Todo lo que descubro sobre
ellos relata que tuvieron una niñez rígida y sin amor, que se apoyaban y eran acogidos por
Charlotte y Dennis tan a menudo como era posible. Y que ellos han hecho vidas felices y
sólidas. Mira habría visto las señales, Eve.

- Tienes razón. Tienes razón.- Aunque ella tendría que preguntar, directamente en algún
punto. - Eso es algo de todas formas. Esto va a ser bastante duro para los Miras.

- Nosotros estaremos allí para ellos. Cualquier cosa que necesiten de nosotros. Ahora es tar-
de, y vas a necesitar volver a entrevistar con todo esto en mente mañana. Y considerando
cómo puede seguir esto, nosotros podríamos dormir mientras podamos.

- Tú apenas si duermes de todas formas. Ella continuó paseando. - Yo no quiero que te estés
preocupando por mí antes de que siquiera haya algo de qué preocuparse. Yo puedo tratar

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

con lo que fue, Roarke, al igual que puedo tratar con….- Ella se detuvo ante su escritorio,
pasó la mano sobre éste. - Lo que fue.

Ella había tratado con eso, se recordó a sí misma. Y no necesitaba réplicas de lo que una vez
tuvo, no cuando ella conocía y amaba lo que tenía ahora.

Ella le lanzó una mirada especulativa. -¿De verdad quieres deshacerte de este escritorio?-

- Eso dependerá de ti.

Ella sacudió la cabeza, hizo un gesto con la mano. - No, te lo estoy preguntando a ti. ¿Tú
quieres deshacerte de esto?

- Por razones de estética, eficiencia Cristo, sí. Es un maldito y miserable ejemplo de una esta-
ción de trabajo.

- Huh. Tu estas seriamente encariñado conmigo para dejar que esto se quedara aquí durante
casi tres años, ofendiendo tus niveles de estética y eficiencia. Sus días probablemente están
contados, así que……deberíamos despedirlo con una follada.

Ella se impulsó para sentarse sobre el escritorio, le lanzó una lenta sonrisa. - Ven aquí, amigo,
y dame una buena follada sobre mi maldita y miserable estación de trabajo.

El soltó una carcajada. - Nunca sé qué extraño camino puede tomar esa mente tuya. Pero
nunca me decepciona.

Esto no se trataba sobre el ridículo escritorio, pensó él aunque conociéndola, eso podría parte
de esto. Sino que era para demostrarles a ambos que ella podía tomar cualquier cosa des-
agradable que se le cruzara en el camino. Ella enfrentaría las pesadillas, los temores, los bru-
tales recuerdos para llevar a cabo el trabajo que ella había jurado hacer.

De modo que él fue hacia ella. Aunque el destello de sus ojos desafiaba y demandaba, él vol-
vió a acunar su rostro. Y pensando en las pesadillas, los temores, los recuerdos, la besó sua-
vemente.

Para atesorarla.

En respuesta ella lo tomó del cabello con ambas manos y lo atrajo hacia ella de un fuerte tirón.
- Ah-ah. Esto es sexo sobre el escritorio. Eso significa que puede doler un poquito.- Y di-
ciendo eso, ella lo mordió.

Luego le dio un empujón, deliberadamente rudo, para que ella pudiera sacarse la sudadera. -
Dame lo que tengas.

- ¿Lo que yo tengo?


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Sí. Y más.

- Y cuando digas que no lo aguantas más, recuerda que tú lo pediste.

- Oh, yo puedo aguantarlo. Veamos si tú puedes cuando…

El deslizó una mano entre sus piernas, presionó, y el resto de sus palabras murieron en un
jadeo. Antes de que ella pudiera volver a respirar, su mano libre la agarró de la nuca, mante-
niéndola quieta mientras su boca la devoraba.

Ahora él usó sus dientes, dejándola sin aliento y abatiéndose en ese límite erótico justo a ese
lado del dolor. Ella lo envolvió con sus piernas, manteniéndolo con fuerza contra ella, me-
ciéndose contra la mano que la estaba volviendo loca.

- Dentro de mí. Tú deberías de estar dentro de mí.

- Todavía no, no. Tengo más que esto,- le recordó a ella y cogió su pezón entre sus dedos
pulgar e índice. Leves pellizcos, y una incesante fricción la llevaron directamente al límite.

Sus piernas se tensaron alrededor de él como una mordaza mientras se venía, pero él no paró.
No pararía.

Aun mientras ella gemía su liberación, él volvió a excitarla.

Su propia respiración le hizo arder los pulmones mientras ella se tambaleaba sobre esa peli-
grosa y provocativa línea de placer. Ella se agarró de las solapas de su chaqueta con manos
que temblaban por necesidades intolerables.

- Quítatelo, quítatelo.

Desesperada, ella tiró de su camisa, mandando a volar los botones. Y entonces, por fin, sus
manos encontraron la piel. Ardiente, firme, suya. Ahora sus brazos se envolvieron alrededor
de él, sus dedos se clavaban en su carne, sus uñas arañando y mordiendo.

- Ahora. Dios. Ahora.

Pero él dijo, - Más,- y la mandó a volar.

Algo cayó al piso cuando él la volvió a empujar sobre el escritorio. Sus manos temblorosas
enviaron al suelo los discos de los archivos.

Entonces él se estaba dando un banquete con sus senos mientras sus manos le sacaban la blu-
sa de algodón por las caderas. Ella forcejeó para alcanzar su cinturón, para desabrocharlo,
para encontrarlo a él. Para tomarlo.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

El la dejó temblando para deslizarle la lengua por todo el cuerpo e introducirla en ella.

El mundo era calor y gloria, y las necesidades volvían a ser incitadas en el momento en que
ellos se unían, las ansias intensamente agudizadas en el instante en que eran saciadas.

Ella lo agarró de las caderas, dijo su nombre, sólo su nombre, vio sus ojos, de un azul salvaje
y provocativo con lo que se hacían el uno al otro.

Y al fin, al fin, él se hundió en ella. Fuerte y rápido, arrojándolos a ambos más allá de todos
los límites del control. Ella lo siguió en la locura, codiciándose uno al otro hasta que el mun-
do se desplomó.

Ella se preguntaba si el corazón no se le habría salido a través de las costillas. Sus enloqueci-
dos latidos resonaban en sus oídos mientras las réplicas, porque eso había sido un terremoto
de sexo, sacudían su cuerpo.

Ellos se tumbaron sobre el escritorio como sobrevivientes de un cataclismo apenas conscien-


tes, y ella le dedicó un pensamiento pasajero al escritorio.

- ¿Cuán malo podía ser si podía soportar todo ese peso?

- Puede que esté echada sobre archivos de homicidios. Eso no está nada bien. Es tan irrespe-
tuoso.

- No lo estás.- Él tenía el rostro enterrado entres sus senos. - Ellos se volcaron. Tal vez caye-
ron al suelo. Ya los pondremos en orden. Cristo Jesús, no puedo encontrar mi respiración.

- Si lo haces, mira si la mía está con ella.

El alzó la cabeza, la miró con ojos que se las arreglaban para verse salvajes y provocativos, y
un poquito adormilados, todo al mismo tiempo. Y ella se las ingenió para levantar la mano y
retirarle el cabello del rostro.

- Y bueno…… ¿eso es todo lo que tenías?

Cómo, dada la posición en que estaban ellos y su actual estado, él metió la mano debajo de
ella para pellizcarle el trasero, lo bastante fuerte para hacerla chillar, fue algo asombroso.

- Sólo preguntaba. Puede que haya visto a Dios. Puede que El haya estado sonriendo.

- Bueno, ¿El hizo que encajemos uno con el otro, verdad?

- Lo hacemos.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Efectivamente, lo hacemos.- Él le dio un beso entre los senos, hizo un pequeño gesto de do-
lor al retroceder para ponerse de pie. - Creo que esto sí dolió un poquito.

Ella soltó la risa, y luego siseó cuando se sentó. - Sí, quizás. En verdad sí que derribamos los
archivos de homicidios,- notó ella. - Y la cafetera, pero esa estaba vacía. En su mayor parte.

¿No puedes usar menos ropa? Yo rasgué la camisa, por lo menos los botones, en todo caso.
Esta probablemente cuesta más que el maldito escritorio.

- Si yo hubiese sabido que el sexo de escritorio estaba en la agenda de esta noche, hubiese
usado menos.

- Si llego a tener el centro de mando, entonces habría sexo regular de centro de mando. Te
vistes apropiadamente.

Riéndose, él levantó su camisa, de un suave gris pizarra con apenas un toque de azul, y la
examinó. - Bueno, supongo que está perdida, pero es un bajo precio por pagar.

Ella la tomó y se la puso. Aspirando sutilmente su olor. - Tenemos que recoger estas cosas.
Yo no puedo recoger los archivos de homicidios desnuda.

- Al parecer yo sí puedo,- dijo él, y la ayudó a recogerlos al igual que las prendas que habían
dejado caer alrededor. - Puedes organizar todo esto en la mañana.

- Supongo. Tal vez deberíamos poner ese escritorio en alguna especie de exhibición. Con una
placa.

- ¿Dallas y Roarke Se Tiraron un Polvo Aquí?

- No, aunque podríamos hacer una placa secreta para eso. Sólo algo como: - Nos Dio Un
Buen Servicio.-

- Tú eres curiosamente sentimental por un escritorio.

- Lo soy ahora. Necesito mi blusa.

- ¿Por qué? Nos vamos derechito al dormitorio.

- Y Summerset podría estar acechando en alguna parte en el camino hacia allá.

- Puedo prometerte que él está encerrado en sus propios aposentos en este momento.

- Tal vez él está en su ataúd, tal vez no lo está, pero yo no voy a caminar hasta el dormitorio
sólo con tu camisa rasgada.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Tomaremos el elevador,- dijo Roarke, resolviendo el problema llamándolo. - ¿Así que, fue
lo que pediste? Todo lo que yo tenía. ¿Y más?

- ¿Ya lo sacaste?

- Todavía no. Eso no fue todo lo que yo tenía.- Él le quitó el fardo de ropa de la mano, y lo
dejó caer. - Esto es más.

- No es posible que pudieras…

El simplemente la empujó contra la pared del elevador, y la tomó allí. Rápido y ferozmente.

Cuando él había acabado, y muy satisfecho consigo mismo, por cierto, ella comenzó a desli-
zarse desmadejada por la pared.

El la alzó y puso a funcionar el elevador. Luego la llevó a la cama cuando las puertas se
abrieron.

- Tu sabes lo que dicen.- El la envolvió con un brazo. - Piensa bien lo que deseas.

- No me importó.- Pero su voz se iba apagando mientras se deslizaba hacia un dichoso, ex-
hausto y agotado sueño.

Entonces se volvió a sentar intempestivamente. - ¡Por los clavos de Cristo, la ropa! Todavía
está en el elevador.

- Podemos recogerla en la mañana.

- ¡El las verá! Todas esas prendas enredadas por habernos echado un polvo. ¡Tráelas!

- El elevador todavía está allí si eso te preocupa.

Ella salió de un salto de la cama y prácticamente se zambulló en el elevador para agarrar la


ropa cuando se abrieron las puertas. Casi temblando de alivio, ella las apiló en un sillón.

Ella se volvió a meter en la cama, suspiró, y se durmió en segundos.

Al parecer, pensó Roarke, la ropa enredada post polvo era aceptable cuando se recogía de un
sillón del dormitorio.

Qué maravilla de mente tenía ella, decidió él, y se quedó dormido después de ella.

___________________

El sueño la atrapó con garras afiladas que se le clavaban. Aun sabiendo que era un sueño,
ella no podía despertarse. La sujetó con rapidez y la arrastró.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Al estudio de la mansión de Spring Street.

Edward Mira estaba sentado en el sillón del escritorio vestido con uno de sus trajes senatoria-
les, con su lustroso cabello negro retirado de su pétreo rostro.

- Estoy muerto.

- Estoy enterada.

- Y aun así hace que mis asesinas sean mis víctimas.

- De la manera en que yo lo veo, usted hizo eso. ¿Usted las violó, Senador Mira?

Inclinándose hacia adelante, él dio un puñetazo sobre el escritorio. - Yo estoy muerto. Su res-
ponsabilidad es hacia mí. ¿Pero usted mancharía mi reputación, destruiría mi legado? ¿Así
es como usted representa a los muertos?

- Yo haré mi trabajo. Haré todo lo posible para identificar y arrestar a la persona o personas
que lo asesinaron, incluso si al hacer eso mancho su reputación.

- ¿Lo posible?- Él la miró con desprecio. - Lo posible por pintarme como un monstruo de
modo que aquellos que me asesinaron sean mimados y acariciados.

- Lo posible para descubrir la verdad, lo que sea que eso signifique.

- ¿La verdad?- El volvió a golpear el escritorio, pero esta vez con el martillo que sostenía. -
Yo conozco la verdad. Yo sé lo que es usted, lo que hizo. Usted es igual a ellas.

El volvió a golpear el escritorio, y con la explosión del sonido ellos estaban de pie en la habi-
tación en Dallas con la horrible luz roja intermitente.

- No. No.- Ella retrocedió cuando el pánico la envolvió como una serpiente. - Yo he termi-
nado con esto. Yo ya no vengo aquí. Esto está terminado para mí.

- Esto nunca se termina.- El senador tomó asiento, usando su túnica negra, en su elevada pla-
taforma de juez. -¡Asesina!

Al siguiente golpe de su martillo ella se vio a sí misma, a la aterrorizada niña que había sido,
forcejeando y suplicándole a Richard Troy. Se vio con su padre mientras él la violaba.

Ella oyó su propio grito, sintió el dolor en su propio brazo cuando el hueso se quebró, cuando
él le rompió el brazo.

Sintió el horror y la esperanza cuando aquellos deditos se cerraron alrededor del pequeño
cuchillo.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¡Culpable!- gritó el senador cuando la desesperada niña hundió el cuchillo en la carne. -


Culpable, culpable, culpable.

Apuñalando, una y otra y otra vez. Los sonidos inhumanos rugían en su garganta, y la san-
gre, toda la sangre bañando sus manos.

- Sangre en sus manos. Culpable. Asesina. Al igual que ellas.

- Maten a la perra.- Richard Troy la miraba con ojos vidriosos mientras la sangre borboteaba
de sus labios. - Denle lo que se merece.

Con el siguiente golpe del martillo ella estaba de vuelta en la escena del crimen, con el nudo
corredizo alrededor de su cuello. Ella tiró de la soga con sus manos manchadas de sangre,
pero ésta sólo se apretaba, se apretaba mientras el mecanismo zumbaba haciendo subir el
candelabro.

- Ahora,- dijo el senador, - la justicia está servida.

-¡Despierta! Eve, será mejor que despiertes y respires.

Las palabras de Roarke, sus fuertes sacudidas finalmente llegaron a ella. Ella hizo una inspi-
ración, agarrando todavía el soñado nudo corredizo alrededor de su garganta.

- Es un sueño. Un sueño. ¿Me oyes? Regresa ahora.

- Estoy bien. Estoy bien.

- No lo estás, pero lo estarás. Mírame.

Ella no podía dejar de temblar, pero se obligó a mirarlo a los ojos. Ira, sí, algo de ira en sus
ojos, y la clase de desesperación que ella comprendía demasiado bien.

- Estoy bien. Lo siento.

- No te disculpes. Eso hará que me cabree.- El agarró la manta de los pies de la cama, y la
envolvió con ella, le frotó la espalda, los brazos mientras el gato le daba con la cabeza en la
cadera. - Estás fría.

Entonces la rodeó con sus brazos y se puso a mecerla. - Lo juro, dejaste de respirar por un
momento. Simplemente dejaste de hacerlo. Te vas a tomar un tranquilizante.

- Yo…

- No discutas sobre eso, vas a tomarte uno. Yo mismo me voy a tomar un maldito tranquili-
zante.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella no dijo nada cuando él salió de la cama, pero se sentó, temblando debajo de la manta de
cachemira, acariciando al gato. Ellos habrían tratado de despertarla, pensó ella, su esposo y
su gato, pero ella había estado muy inmersa en el sueño.

Roarke prendió el fuego primero para añadir más luz y calor a la habitación, y luego se diri-
gió al Auto Chef.

- Tú necesitas el tranquilizante,- dijo él con más calma. - No has tenido una pesadilla tan….
intensa desde hace un buen tiempo.

- Tranquilizantes para todo el mundo.- Ella luchó para que su voz sonara normal.

- Tal vez el gato necesita uno.

- Él es su propio tranquilizante.

Roarke trajo dos vasos a la cama, le entregó uno a ella, le dio una caricia al leal Galahad. - Él
está bien ahora, aunque diré que él estaba casi tan tembloroso como tú. Tómate eso ahora.

Ella se tomó un poco y suspiró. - Es de chocolate.

- Yo conozco a mi policía.

Eso le llenó los ojos de lágrimas, hizo que presionara el rostro contra su hombro.

- No podía salir de allí. Yo sabía lo que era, pero no podía salir.

- Ahora estás a salvo.- El la besó en la cabeza, con ternura. - Tómate el resto, querida. Tóma-
telo y cuéntame.

Ella hizo lo que él le pedía, y cuando había terminado, cuando él puso el vaso vacío a un lado,
la atrajo más cerca.

- Yo sé que no es verdad, lo que él dijo, en lo que mi subconsciente se introdujo. Pero…..

- No hay peros en esto. Tú eras una niña inocente defendiendo su vida contra un monstruo.
Estas son mujeres adultas que mataron con premeditación.

Sí, sí, eso era lo lógico. Eso era lo razonable. Pero… -Los motivos se alinean. Si yo tengo
razón, voy a manchar su reputación.

- Si tú tienes razón, su reputación es una mentira. ¿Tú estás tras la verdad, no es así?

- Sí. Si yo tengo razón…. tú caerías en ese mismo lado.

163
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Él le besó la mejilla, luego la otra antes de hacerla acostarse de manera que ella pudiera acu-
rrucarse en él, para que pudiera encontrar calor.

- Nosotros tenemos distintos puntos de vista en algunos asuntos, pero como a ti te gusta de-
cirme, tú eres la que tiene la placa. Tú harás tu trabajo, Teniente, como debe ser. Y yo te ayu-
daré como pueda para que descubras la verdad. Después de eso, el resto no está ni en mis
manos ni en las tuyas, ¿verdad?

- No.

El gato se acurrucó contra la parte baja de la espalda de ella, encerrándola en la seguridad.


Las lágrimas volvieron a llenar sus ojos, de manera que los cerró. Y mientras el tranquilizante
hacía su trabajo, ella volvió a dormirse.

Sosteniéndola cerca, Roarke yacía despierto, escuchando su respiración.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 11

El comunicador de Eve sonó, un sonido fuerte e insistente que la despertó en la oscuridad.

Roarke dijo, - Maldito infierno,- y ordenó las luces encender a un diez por ciento mientras ella
salía de la cama.

- Baxter.- Ella lo dijo con un bufido al escanear el identificador de llamadas. - Bloquear vi-
deo,- ordenó ella. - Dallas, y será mejor que esto sea condenadamente bueno.

- Lo siento, Teniente. Trueheart y yo estábamos de servicio y agarramos un caso.

No supuse que estarían llamándome a las cuatro y treinta de la maldita madrugada para
conversar sobre el Arena Ball.-

- ¿Nop, pero que hay de esos Metros?-

- ¿Baxter, quieres hacer todos los turnos de las cinco durante los próximos seis meses?

- No puedo decir que los quiera hacer. Agarramos un caso,- repitió él, - pero estoy jodida-
mente seguro que es tuyo.

-¿Por qué? ¿Quién es el cadáver?

- Jonas Bartell Wymann.

- ¿Y qué lo hace mío cuando no sé quién es ese?

- El cadáver tiene sesenta y ocho años, y fue director del Consejo de Consultores Económicos
hace cerca de una década, también una vez fue jefe economista del Departamento del Trabajo.
Tipo acaudalado con su propia fortuna. Él fue a Yale, Teniente. A la misma clase que el Se-
nador Mira.

- Mierda. ¿Tienes la causa de la muerte?

- Lo he etiquetado para Morris, pero él ha sido golpeado, rostro y genitales. Sodomizado.


Colgado, desnudo, al igual que el primer cuerpo. Y hay un mensaje generado por computa-
dora alrededor de su cuello.

- ¿- La justicia está servida- ?

- Sí.

165
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Dame la dirección.

- El prácticamente era tu vecino,- le dijo Baxter, y le dio una dirección a sólo dos cuadras de
su casa.

- Estoy en camino. Ahórrame tiempo y llama a Peabody. ¿La escena está asegurada?

- Puedes apostar. Nos mantendremos aquí hasta que llegues.

Ella cortó la comunicación, y Roarke, ya levantado, le entregó un café. - Gracias. Mierda.


Voy a darme un duchazo y llegar allá.

- Los dos nos lo daremos. Yo voy contigo. No voy a volver a la cama,- dijo él antes de que
ella pudiera discutir. - Y yo lo conocía.

Ella se tomó el café mientras echaba a andar hacia la ducha. - ¿Cómo?

- Ligeramente. Nosotros no éramos amigos, pero puedo decir que él era brillante, cuando se
trataba de asuntos de economía.- Roarke ni se molestó en suspirar y apenas si hizo un gesto
de dolor cuando ella ordenó los chorros a toda potencia y a 39 grados centígrados.

Él lo había pedido, después de todo.

- Con toda seguridad él conocía al Senador Mira. Ahora tenemos dos. Y si mi ángulo es co-
rrecto, esas son dos personas importantes de Yale, probables violadores. Pero…- Ella se
apartó el pelo mojado de los ojos. - Ese ángulo puede ser un callejón sin salida ahora, y noso-
tros podríamos tener sólo a un par de psicópatas torturando y asesinando a personas impor-
tantes.

Ella salió de un salto de la ducha, dejando que sus pensamientos giraran en su mente, tan ca-
lientes y rápidos como el aire en el tubo secador.

Entonces ella los puso a un lado. Era mejor llegar en frío, dejar de intentar encontrar nuevos
ángulos. Ver, observar, reunir información y evidencia.

Ellos se vistieron, y mientras ella se sentaba para calzarse las botas, Roarke le entregó un bo-
cadillo de huevo en un platito. - Come. Él no se va a ir a ningún lado, y nosotros estaremos
allá en unos minutos.

Para ahorrar tiempo, ella le dio un mordisco, y luego lo miró a él ceñuda. - Hay algo más que
huevos aquí.

- ¿Lo hay?- Con una inocente sonrisa, Roarke le dio una probada al suyo. - Creo que tienes
razón.

166
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella se lo comió de todos modos, bebió más café. - Necesito cosas de mi oficina.

Para ahorrar tiempo, ellos tomaron el elevador, y luego los escalones desde allí. Él ya había
ordenado por control remoto el coche de ella, de manera que éste estaba estacionado afuera,
en la fría y oscura noche, con el calentador en funcionamiento.

Ella dejó que él condujera e hizo una rápida investigación de la nueva víctima.

- Dos matrimonios, dos divorcios, actualmente soltero. Tres hijos, y cinco nietos. Montones
de letras a continuación de su nombre. Graduado con honores de Yale, hizo un trabajo de
posgrado allí, otro en Columbia, hizo uno más en Oxford. Conferencista invitado en Yale, en
Columbia. Escribió un par de libros sobre economía, montones de artículos. Sirvió como
consejero en dos administraciones, e hizo eso mientras el Senador Mira estaba en el Congreso.
Con seguridad se conocían.

Antes de que ella terminara la investigación, Roarke se estacionó ante una casa de tres pisos.
Afuera habían aparcados un par de patrulleros, junto con el elegante vehículo de Baxter.

Dos uniformados estaban de pie en la vereda en sus pesados abrigos de invierno, con las en-
guantadas manos alrededor de tazas para llevar. Eve puso en alto su placa.

- Teniente,- dijo uno de ellos. - Los detectives están dentro. Dijeron que esperáramos para
empezar el puerta a puerta hasta que usted dijera otra cosa.

- Esperen hasta que le eche un vistazo a la escena. ¿Quién llegó primero?

- Esos somos nosotros. Estábamos patrullando, y Despacho nos envió aquí, a las 3.42. Noso-
tros llegamos a la escena en unos dos minutos. El nieto de la víctima lo reportó.

- ¿El nieto vive aquí?

- No, señor, pero él tiene los códigos de acceso, las tarjetas magnéticas. Dijo que él se quedaba
aquí de vez en cuando.

- Okay. Esperen órdenes.

El policía apostado en la puerta debe de haber estado esperándolos ya que abrió la puerta
antes de que ellos empezaran a subir los escasos escalones. - Teniente,- dijo él, y dio un paso
al costado.

Ellos habían dejado colgando a Wymann. Sus ojos sobresalían de su rostro magullado e hin-
chado mientras se mecía suavemente de la soga atada a una compleja serie de espirales de
llamativos colores que servían como la luz del vestíbulo. Finos hilillos de sangre seca bajaban
por su garganta, su torso y piernas.

167
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Al igual que Eve, Baxter estaba de pie mirando hacia arriba. - Él es tuyo.

- Sí

- Mi íntimo amigo y joven detective y yo queremos tomar parte.

- Sí. ¿En dónde está el nieto?

- Baker, Jonas Wymann. Lo pusimos en la cocina con un uniformado. Él está bastante des-
trozado.

- ¿Has hablado con él?

- Nop. El primero en la escena consiguió la información básica. Sólo tomó un vistazo saber
que este era tuyo, así que nosotros sólo aseguramos la escena, pusimos a resguardo al testigo,
y te llamamos.

- Peabody está en camino, Teniente,- le dijo Trueheart.

- Okay, séllate,- le dijo a Roarke, - y bajémoslo. ¿En dónde está la cosa que hace descender esa
cosa?- preguntó ella.

Roarke la encontró, y cuando ella asintió, hizo descender las espirales de luz y su carga.

- Detective Trueheart, verifique la identidad de la víctima.

Ella se arrodilló con él, sacó sus calibradores para establecer el tiempo de la muerte mientras
Baxter y Roarke intercambiaban comentarios.

- La lectura de la hora de la muerte es tres once. La llamada al 911 llegó cerca de treinta mi-
nutos más tarde. No llegaron mucho después de que ellos se fueran. Magulladura facial, pa-
rece que la mandíbula está rota, hay marcas de ligaduras en las muñecas, más magulladuras
en los genitales, signos de violación anal. Todas las lesiones son consistentes con las de Ed-
ward Mira. Embolsa sus manos,- ordenó ella. - Embolsa el letrero y la soga para el laborato-
rio.

- Identidad verificada, señor, como Jonas Bartell Wymann, en esta dirección.

Ella se colocó los microlentes, se acercó más. - Le rompieron la nariz también. Eso va a resul-
tar hecho por una cachiporra. ¿Seguridad?

- El disco duro y los discos han desaparecido,- le dijo Baxter. - No hay señales que yo pueda
ver de que hayan forzado la entrada. Lo poco que los uniformados pudieron conseguir del
testigo fue que él no pudo comunicarse con su abuelo durante toda la noche.

168
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Vayamos a hablar con él.- Luego de lanzarle una mirada a Baxter, ella se puso de pie. - Tu y
yo, Trueheart. Baxter, adelante, haz que vengan los barredores y la morgue. Veamos qué
puede decirnos Morris. Haz que los del DDE vengan, que revisen los electrónicos.

- Um,- dijo Trueheart mientras echaba a andar con Eve

- Escúpelo, Detective.

- Baxter y yo revisamos la casa. No había ninguna señal de lucha, ninguna señal de que algu-
na de las camas haya sido usada. Hay dos droides domésticos, señor, pero desde que pudi-
mos ver que éste sería su caso, nosotros no los sacamos del modo de dormir.

- Ya llegaremos a ellos. Tremenda casa,- comentó ella.

- Sí, señor. Ah……- Él se aclaró la garganta. - También hay algo que parece ser un droide
sexual en el armario del dormitorio principal.

- ¿Ah sí?, ¿Cómo es que tú sabes que es un droide sexual?

Él se ruborizó, sonrojado y bonito. - Bueno, ah, Baxter mencionó que había visto antes ese
modelo, y que éste estaba ensamblado para ese propósito en particular.

- Ah-ja,- dijo ella y echó a andar hacia una cocina de color plateado tan brillante y negro tan
reluciente que sintió un tic en sus ojos.

Un hombre estaba sentado ante una mesa cuadrada de cristal sobre un pedestal de plata, con
la cabeza en las manos y una taza de algo en frente de él.

El levantó la mirada cuando ella entró, mostrándole a ella su rostro ridículamente atractivo,
pálido como el de un poeta y que expresaba su conmoción y pena. Y era joven, notó ella
mientras le echaba apenas la edad suficiente para poder beber licor legalmente.

- ¿Usted está a cargo?- Él tenía la voz como una campana profunda, clara y resonante.

- Teniente Dallas. Sí, yo estoy a cargo. Este es el Detective Trueheart. Lamento su pérdida, Sr.
Baker.

- No lo comprendo. No comprendo nada de esto. El abuelo, alguien lo asesinó. No lo en-


tiendo.

Eve le lanzó una mirada a la uniformada, para que se retirara, y luego se sentó en frente de
Baker. Otra mirada, ésta a Trueheart, hizo que el nuevo detective tomara asiento.

- Esto es duro. Por qué no empieza por contarme el motivo por el que usted está aquí. Esta
no es su residencia.
169
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- No, yo ya no vivo más aquí. Lo hice por un tiempo, cuando yo estaba sólo empezando. Me
quedo algunas veces. Él está mayormente solo aquí, así que yo me quedo algunas veces.-

- ¿A qué hora llegó usted esta noche?

- Era tarde, temprano, quiero decir. A las tres treinta o algo así.

- ¿Usted usualmente llega acá tan temprano en la mañana?

- No. No. El no vino a la noche de estreno, y él siempre….. Yo pensé que tal vez se le olvidó
o simplemente estaba ocupado, y yo incluso estaba un poco molesto porque ésta era mi pri-
mera…- El hizo una pausa, se presionó los ojos con los dedos, ojos dorados, enrojecidos.

- Lo que sea que funcione.

Baker bajó las manos ante las palabras de Trueheart. - Ha estado recibiendo mucha publici-
dad,- continuó Trueheart - Yo acabo de darme cuenta. Jonas W. Baker, usted es el protagonis-
ta. Yo iba a tratar de llevar a mi chica a verlo algún día. ¿Ustedes estrenaron anoche?

- Sí. Noche de estreno. Comedia musical,- dijo él. - Yo soy el protagonista masculino. Es la
primera vez que encabezo el elenco. Mi madre está en Australia, y mi padre bueno, incluso si
estaba en el país, probablemente no habría venido. Pero mis abuelos nunca faltaron.

- ¿Sus abuelos?- repitió Eve.

- Sí, ellos ya no están casados, por varios años, pero hacen el frente unido para mis presenta-
ciones. Pero ella está atascada en Chicago. Su vuelo fue cancelado ellos tienen una fuerte
nevada. Lo que quiero decir es que siempre que yo conseguía una parte, ellos estarían en la
noche de estreno. Y mi abuelo fue el que me respaldó cuando quise entrar en el teatro en lu-
gar de estudiar leyes, medicina o política cualquiera cosa que hubiera sido adecuada para mis
padres. El me respaldó, y me ayudó, y me dejó vivir aquí mientras estaba consiguiendo em-
pezar.

El cogió la taza que tenía enfrente, y la volvió a dejar en su lugar, poniéndola a un lado.

- El nunca faltó, así que cuando él no se apareció, yo pensé que estaba llegando tarde o algo
así. Yo tuve que dejarlo a un lado, sabe usted, y hacer el trabajo, hacer el espectáculo. Noso-
tros tuvimos éxito, también, sí, lo tuvimos.

- Usted debe de haber estado molesto por no tenerlo a él allí. Gran noche para usted,- añadió
Trueheart.

- La más grande.
170
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Supongo que usted no tuvo tiempo de intentar comunicarse con él. Intentar con su enlace.

- Lo hice, en realidad. Dejé un par de mensajes de voz. El último fue durante el intermedio,
yo estaba bastante cabreado. Dios. Y cuando el espectáculo terminó, seis veces levantado el
telón, y una ovación de pie ¿qué hice yo? Me enojé por eso.

- Usted quería compartir eso con él,- interpuso Trueheart.

- Más que nada. Así que cuando él no llegó, no se contactó conmigo, ni siquiera me envió un
mensaje, yo pensé, Okay, bien, y me fui a la fiesta para después de la presentación. Bebí mon-
tones de champagne, disfruté de la gloria, disfruté un poco más cuando comenzaron a llegar
los comentarios. Megaestrella, ese soy yo, un mega éxito. Yo soy la jodida amenaza triple
que se apoderó del escenario. Sí, yo lo disfruté. Todos estamos volando, nadie quiere que la
noche acabe, sabe. Nos vamos a ir a algún lado a comer algo, pero yo no puedo dejar de pen-
sar en que él no llegó. Así que le digo a todos que los alcanzaré, pero que tengo que ocupar-
me de algo.

El respiró hondo. - Yo sé que ya iban a ser las tres de la mañana por entonces. Es que sim-
plemente eso comenzó a ponerme inquieto. Mi entrenador de voz estaba allí, mi ex-novia
estaba allí, mi novia, actores con los que yo había trabajado en Broadway, amigos de Juilliard,
todos estaban allí. Pero la persona más importante no había venido. Y eso me molestaba
porque ¿cuál era la razón por la que él no había ido? Finalmente me di cuenta, dejé de pensar
en mí y me di cuenta, algo debía de haber sucedido. Tal vez él se enfermó o tuvo un acciden-
te, algo. Así que vine para acá, medio esperando encontrarlo enfermo en cama, o herido en el
suelo aunque él es bastante saludable y está realmente en forma. Entonces abrí la puerta, y…
Dios. Dios, Dios, Dios.

Eve le dio un minuto mientras él se abrazaba con fuerza y se mecía, mientras las lágrimas
corrían por su rostro.

- Sr. Baker...

- Jonas. Usted puede llamarme Jonas. Me pusieron ese nombre por él.

- Jonas, ¿la puerta estaba asegurada?

- ¿La puerta estaba asegurada? Ah, sí. Sí, yo tengo la tarjeta magnética, los códigos. Yo entré
y lo vi. Pensé: Esto no es real. Esto no puede ser real. Lo llamé, yo en verdad lo llamé como
si él pudiera detener eso.

Se le cortó la respiración; su voz se quebró.

- Esta bien, Jonas.- La voz de Trueheart era suave como el toque de una madre. - Tómate un
minuto. Tómate tu tiempo.
171
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Es sólo que, yo no sabía qué hacer. Siento como si sólo me hubiese quedado allí de pie por
siempre, haciendo nada. Diciéndome a mí mismo que eso no estaba sucediendo. Sólo me
quede allí parado. Entonces, no sé, miré hacia abajo y mi enlace estaba en mi mano. No re-
cuerdo haberlo sacado de mi bolsillo. No recuerdo haberlo hecho. Llamé al 911, y el tipo que
me respondió seguía diciéndome que me mantuviera tranquilo, que respire, que la ayuda
estaba en camino. Y la policía llegó. Todo en cámara lenta pero realmente rápido. ¿Cómo
puede ser eso? Yo no sabía qué hacer por él. Él siempre supo qué hacer por mí.

- Hiciste lo correcto,- le aseguró Trueheart - Hiciste lo que era mejor para él. Conseguiste
ayuda.-

- Ellos, alguien, lo mató. Y le quitaron su dignidad. ¿Por qué?

- Es mi trabajo averiguar eso.- Mientras Trueheart actuaba con suavidad, Eve lo hacía enérgi-
camente. - ¿Cuándo fue la última vez que habló con él?

- Ayer. A principios de la tarde. Lo llamé para recordarle que su entrada estaba en la taqui-
lla, y puedo decir que él estaba fastidiado por algo. Su viejo amigo Edward Mira murió. Él
había sido asesinado. El abuelo no tenía muchos de los detalles, pero…

Ahora cualquier indicio de color desapareció. - Jesús bendito. El Senador Mira y ahora el
abuelo. ¿Es esto lo mismo? ¿Es la misma persona que hizo esto?

- ¿Usted conocía al Senador Mira?

- Sí, claro. El y mi abuelo se conocían desde hace mucho, ellos eran compañeros en la univer-
sidad, y mantuvieron la amistad. Srta…

- Teniente. Teniente Dallas.-

- Teniente. ¿Es esto lo mismo? ¿La misma persona los asesinó a ambos?-

- Estamos siguiendo todas las pistas y ángulos.- Ella vaciló un momento. Él no estaba en
esto, pensó ella. Y si lo estaba, él ya lo sabía. - Hay suficientes similitudes por las que yo creo
que la misma persona o personas están involucradas.

- Pero eso es… eso es una locura.

- En todo caso. ¿Cuando usted habló con su abuelo, él expresó cualquier pensamiento u opi-
nión sobre el asesinato del senador?

- No parecía que él tuviera ningún detalle verdadero. Yo no veía las noticias, sólo tenía la
presentación en la mente, de modo que no me había enterado. Él dijo que parecía como si
alguien hubiera secuestrado al Senador Mira, y lo había asesinado. Él estaba conmocionado,

172
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

como dije, ellos se conocían de antes. Yo nunca pensé en ello, no cuando él no apareció en la
presentación. Yo no pensé en ello, o que él estuviera apenado. Si yo hubiese dejado de pen-
sar sólo en mí lo suficiente para pensar en él, yo lo hubiese hecho. Y lo habría dejado estar.
Yo no habría venido esta madrugada. No sé qué es peor.

-Lo que es, es. Y el hecho de que usted sí vino significa que nosotros podemos empezar a
reunir información más rápidamente. ¿Sabe usted de alguien que tuviera algún rencor con-
tra su abuelo? ¿O contra ambos, él y el senador?

- No realmente.- Jonas se reclinó hacia atrás, se frotó la cara con las manos, y le volvió algo de
color. - Ambos eran políticos, y la política crea enemigos. Diablos, ¿qué no los crea? No a
todo el mundo le gustaba la línea del abuelo en cuestión de asuntos económicos, pero usted
no mata a alguien por ello. Yo diría que no a todo el mundo le gustaban las líneas del Sena-
dor Mira tampoco, y él no era mi persona favorita, pero Jesús.

- ¿A usted no le agradaba él?

- Él no me desagradaba, especialmente. Yo simplemente pensaba que era algo idiota, y pom-


poso.- Él se encogió de hombros. - Él era el viejo amigo de la universidad de mi abuelo, de
modo que, usted sabe, tolerancia. Tengo que decirle a mi madre. Jesús. Y a la abuela. Dios.
Tengo que decírselo a mi abuela.

El volvió a dejar caer la cara en sus manos. - Y a mi hermano. Mi media hermana, ella está en
Australia con Mamá, pero Gavin está en la escuela de leyes.

- Yale.

Jonas le dirigió una temblorosa sonrisa. - Sí, tradición de familia. Yo no me sumé a ella. Yo
entré a Juilliard, y nunca miré atrás. Tengo que decírselo a ellos. Y a mi tío. El hermano de
mi madre. ¿Qué les digo a ellos?

- Yo puedo hacer las notificaciones si usted lo prefiere.

- Lo preferiría, preferiría cualquier cosa, pero tengo que hacerlo yo. Yo mismo tengo que
decírselos. Ellos no deberían oír esto de un desconocido. Ellos no lo verán como está, ¿ver-
dad? Yo no quiero que ellos lo vean como lo hice yo.

- No. El forense se asegurará de que se encarguen de él, que le devuelvan esa dignidad. Us-
ted y su familia pueden verificar con el Dr. Morris en la morgue sobre cuándo pueden ver a
su abuelo, y cuándo pueden hacer los arreglos para él.

- Okay. Okay.- Ahora su devastada mirada se fijó en la de ella. - Yo quiero decirle a ellos,
decírmelo a mí mismo, que usted va a encontrar a quien sea que hizo esto, por qué lo hicieron,
que usted los va a encarcelar. ¿Eso es cierto?
173
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Puedo decirle que encontrar a quien lo hizo y el por qué es mi enfoque, es mi trabajo. Yo
tomó mi trabajo muy seriamente.

- Esa es una buena respuesta.

- Necesito hacerle unas cuantas preguntas más, luego usted puede contactar a su familia.

________________

Cuando Eve dejó a Jonas, ella habló con Trueheart en voz baja.

- Hiciste bien, lo tranquilizaste. Eso requiere perspicacia y el toque correcto para hacerlo.

- Yo sabía quién era él. Yo no recordaba que anoche fue el estreno, pero la presentación ha
estado teniendo muchísima publicidad, y yo lo he visto a él en un par de carteleras. El pro-
bablemente es un buen actor, pero…

- Él está al fondo de la lista. Si eso fue una actuación, entonces él se merece un Oscar.

- En realidad es un Tony para Broadway.

- Lo que sea que funcione,- dijo ella, haciendo sonreír ampliamente a Trueheart.

Ella encontró a Peabody con Baxter. El equipo de la morgue estaba en proceso de remover el
cuerpo embolsado, y los barredores ya estaban dispersados alrededor del área.

- Él no está en esto,- dijo ella directamente. - Pero nosotros verificamos. Trueheart, verifica
los nombres de la lista que él nos dio, con quienes estaba él hasta alrededor de las tres de esta
madrugada. Y con quién estaba él cuando el senador fue secuestrado, y a la hora de la muer-
te del Senador Mira. Sólo tachémoslo de la lista.

- Traje a McNab,- le dijo Peabody. - El y Roarke están sacando los electrónicos. Roarke ya se
fue a la entrada principal. No hay señales de entrada forzada. De acuerdo con el experto,
quien sea que lo haya traído aquí utilizó la tarjeta magnética apropiada, el código, los proce-
dimientos.

- Ellos tendrían que haber tenido los de Wymann, ya sea que lo hayan matado aquí o en otro
lugar.

- Hemos hecho un recorrido.- Baxter echó otro vistazo alrededor. - Nada que muestre que la
víctima fue atada y golpeada por aquí.

174
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Tal vez ellos hicieron una limpieza.- Ella echó su propio vistazo, deslizó las manos en los
bolsillos. - Lo más probable es que lo llevaran a donde sea que se llevaron al senador. Ellos
tienen un lugar preparado. Cuándo se llevaron a Wymann, de dónde se lo llevaron. Des-
cubrámoslo. El motivo va a ser el mismo que el del senador.

- ¿Cuál es?- preguntó Baxter.

- Sexo. El motivo va ser el sexo. Nuestros asesinos son femeninos. O al menos uno de ellos.
Otra conexión es Yale. Ambas víctimas estuvieron allí, en la misma época. Ambos regresan
para eventos, conferencias, ese tipo de cosas. Ambos eran políticos, de modo que ese es otro
vínculo.

- Sexo y política,- dijo Baxter, - los compañeros más naturales.

- Y las coincidencias son no son tonterías.

- Si eso significa que son una mierda, estoy de acuerdo.

- Dos de mis sospechosas y una de las coartadas de una sospechosa también tienen conexio-
nes tanto con Yale como entre ellas.

La expresión de Baxter se volvió fiera. - Las coincidencias son importantes.

- Oh sí, así es. Dos hombres adinerados y exitosos.- Eve comenzó a ir de aquí para allá mien-
tras lo pensaba. - Ambos alumnos de Yale, ambos con miras a la política, en diferentes áreas
de la misma, pero buscadores de poder. La primera víctima tenía la amante del mes, o bas-
tante cerca.

- Me encantaría decir lo mismo a su edad.

Eso le valió a Baxter una mirada pétrea. - Nosotros investigamos si esta víctima tenía las
mismas ambiciones en esa área.

- Una droide sexual muy sensual arriba en su dormitorio.

- Así me han dicho

Ella levantó la mirada mientras Roarke descendía.

- Y la sensual droide sexual nos dice que fue utilizada por última vez hace treinta y dos
horas,- comentó Roarke. - McNab se está llevando los electrónicos, pero no encontramos na-
da que esté relacionado en sus computadoras y enlaces en una búsqueda superficial. Un en-
lace de bolsillo de repuesto en su oficina, en el cajón del escritorio. Este no ha sido usado, de
manera que - de repuesto- es dicho literalmente para mi forma de pensar.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Y el que él sí usaba no está aquí. De modo que si algo en ese está relacionado, los asesinos lo
tienen. Baxter, tú y Trueheart ocúpense de los contactos profesionales de la víctima. Obten-
gan una primera impresión, consigan coartadas. Encuéntrenme a sus amantes si es que él las
tenía.

- Podemos y lo haremos.

- Les enviaré nombres y fotografías de las mujeres de la lista de la primera víctima. Averi-
güemos si tienen algo que ver con cualquiera de la lista de la oficina de la segunda víctima.
Peabody, dile a McNab que quiero cada byte de información de cada pieza del equipo de aquí
y del de la oficina de la primera víctima. Todo lo que coincida tiene prioridad. Esto es ven-
ganza. ¿Qué fue lo que ellos hicieron, juntos, para ganarse esto? Díselo ahora. Nosotras ne-
cesitamos ir a la morgue.

- A la morgue antes del desayuno. ¿Es en pro o en contra?

Peabody empezó a subir las escaleras. - Ya te lo diré.

- Contactos profesionales,- repitió Eve. - Confirmación de coartadas.

- Teniente, son las 05:00 - le recordó Baxter.

- Nosotros estamos levantados. ¿Por qué no deberían estar levantados los sospechosos de
homicidio potencial? Pónganse en camino.

- Vamos a ser una pareja de tíos muy popular, Trueheart.

- Alguna orden para mí, ¿Teniente?- Le preguntó Roarke mientras se dirigían a la salida.

- Tú deberías irte a casa, a comprar otro pedazo del sistema solar.

- Sólo otro día en la oficina- El observó a un barredor con traje blanco embolsar el nudo co-
rredizo - Para ambos- Pero él la tomó del brazo, y la llevó a una corta distancia aparte - ¿Tú
crees que estos dos hombres eran socios en alguna especie de desagradable juego sexual?
¿Socios en violar?

- Yo todavía no creo nada. Pero ese es un ángulo al que le voy a echar un vistazo. El nieto
dijo que ellos lo asesinaron, y se llevaron su dignidad. Ellos maldito si lo hicieron. Esa es una
razón para la humillación tanto como la tortura y el asesinato. Yo leo venganza. ¿A quién
humillaron estos dos hombres?

- ¿Y qué pecado o crimen cometieron para que lo que fue hecho pudiera ser considerado, por
alguien, como justicia?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Sí. Buenos amigos, amigos de largo tiempo. ¿Qué secretos compartían? Sí, hay algo des-
agradable bajo esto. Y aún se lee como sexo. Puedo conseguirte un transporte a casa.

- Yo puedo conseguir mi propio transporte, gracias igualmente. Cuida de ti misma,- mur-


muró él. - No sólo de mi policía, sino también de esa niña que todavía llevas contigo.

- No te preocupes por mí.

Él tomó su rostro entre sus manos, y la besó con firmeza antes de que ella pudiera detenerlo.
- No seas tonta. Estaré en contacto,- añadió él mientras echaba a andar hacia la puerta.

Ella soltó un bufido, y se giró a tiempo de ver a una barredora cercana sonriendo a través de
su máscara de protección.

- ¿A qué le está sonriendo?

- Sólo imaginando tener un tío que se vea como ese y que pose sus labios en mí. Es un pen-
samiento para sonreír.- Ella embolsó una muestra de sangre del suelo - Uno los toma en
donde los encuentre.

Tal vez sea así, pensó Eve. Ella no encontraría muchos momentos para sonreír en la morgue.

- Peabody, conmigo, ¡maldita sea! Quita tus manos del huesudo trasero de McNab o te vas
caminando a la morgue.

Ella ya estaba tirando de la puerta principal cuando Peabody bajó corriendo las escaleras. -
¿Cómo sabías en dónde estaban mis manos?

- Soy una detective entrenada.- Ella miró hacia atrás, y volvió a ver la sonrisa de la barredora.
- ¿Otro momento para sonreír?

- ¿Acaso no es excelente?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 12

Peabody salió en desbandada para alcanzar a Eve mientras se envolvía la bufanda de hoy,
azul glacial invernal con zigzags en verde caramelo, alrededor del cuello.

- Si las dos víctimas eran amigos, y el sexo es el motivo, tal vez ellos compartieron algunas de
las mujeres de la lista.

Eve se deslizó detrás del volante. - Ahora estás pensando.

- Yo puedo pensar incluso con mis manos en el trasero huesudo de McNab. Y en realidad fue
solamente una palmadita amigable.- Ella soltó un suspiro feliz mientras se acomodaba en el
asiento del pasajero. - Ah. El calentador de asientos está encendido. Ahora mi trasero no tan
huesudo está contento.

- Yo, por la presente emito una prohibición sobre cualquier discusión acerca de tu trasero o el
de McNab.- Eve desvió la mirada hacia el espejo lateral, y cambió de carril. - Roarke le va a
preguntar a la seguridad del hotel si Wymann usó la suite, y si fue así, con quién la usó. Si
nosotros conectamos a cualquiera de las amantes, entonces vamos a tener una conversación
completamente diferente.

- Por otro lado, ¿por qué tener un droide sexual en el armario del dormitorio y McNab dijo
que estaba programado para el universo del sexo si estás trampeando regularmente con las
de carne y hueso?

- La respuesta a eso es: el pene.

- ¿Oh sí, cómo puedo olvidarlo?- Peabody no mencionó su trasero, pero lo acurrucó bien en
la calidez del asiento. - ¿Pero no piensas que eso tiene que frenarse un poco una vez que el
pene ha estado siete décadas bajo el cinturón? Y acabo de tener una imagen mental de un
pene usando un cinturón. No era algo bonito.

- Gracias por compartir eso. Antes de que termine el día, voy a regresar a la casa de la vícti-
ma, y ¿sabes por lo que apostaría un año de sueldo que voy a encontrar? Drogas para la erec-
ción y otras sustancias para hacerlo más duradero.

- Extensión de la erección, esa es buena. Yo no voy a tomar la apuesta porque encontramos


drogas para la erección en la casa de la primera víctima en serio, en la casa de su abuelo, así
que más eeww, y eso sigue. Okay, aquí hay otra pregunta.

178
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ya que el tráfico era el infierno en la Tierra y los dirigibles de publicidad insistían en anunciar
a todo volumen sus ¿Ofertas en Modas para Cruceros! (¿Qué diablos era moda para cruceros?),
Eve se resignó ante la interminable curiosidad de Peabody.

- ¿Esta es la última?

- Probablemente no, pero es otra. ¿Por qué los tíos siempre rastrean a las jóvenes? Los tipos
en sus cincuentas, están a la caza de compañeras de sexo en sus veintes. En sus sesentas, lo
mismo. Cuando llegan a los setenta, ellos van tras las de veinte si pueden conseguirlas, y se
quedan con las de treinta, tal vez cuarenta, si las más jóvenes no les dan bola.

- La misma respuesta: el pene.

- ¿Cómo puede ser la misma respuesta?

Cuando Eve daba una vuelta, ella observó a unos turistas distraídos agrupados en un carrito
deslizador con sus bolsos y billeteras prácticamente gritando ¡Róbame! a un ratero callejero
de astutos ojos que pasaba por su camino.

Ella no podía salvar a todo el mundo, y siguió adelante.

- El pene necesita convencerse a sí mismo de que todavía tiene veinte años, y por lo tanto es
urgentemente deseado por compañeras de sexo de la misma edad. El pene se niega a aceptar
que está unido a un tipo viejo.

- Entonces el pene se engaña a sí mismo.

- Es bueno que hayas aprendido eso mientras todavía estás en tus veintes. Yo sospecho que
para muchas mujeres es duro aprender esa lección una vez que sus propias décadas pasan.
Ahora, pon el pene en la misma caja que los traseros, y cierra la maldita tapa.

Peabody se mantuvo callada por un momento. - Tú sabes lo que va a pasar con un pene y dos
traseros en la misma caja, ¿cierto?

A pesar de sí misma Eve se rió. - Jesús, Peabody, saca tu mente de la caja de sexo.

- Eso no es fácil ya que estamos suponiendo el sexo como motivo.

- Okay, ese es un punto. El sexo encaja. Tú no golpeas y ensangrientas los genitales de un


tipo y lo sodomizas a menos que sea debido al sexo, así que el sexo encaja. La segunda vícti-
ma tuvo dos divorcios el último hace más de seis años. Nosotras vamos a chequear a las ex-
esposas, para ver si hay alguna coincidencia con la primera víctima, pero es demasiado pen-
sar que la ex o exes de Wymann esperaron todo este tiempo para vengarse. Empieza a inves-
tigar, mira si Wymann está conectado románticamente a alguna.

179
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¡Páginas de chismes, aquí voy!

Peabody sacó su computadora personal portátil.

Eve tamborileó los dedos en el volante mientras otro dirigible publicitario anunciaba: ¡Consiga
el cuerpo para usar bikini veraniego en Enero en Slimderize! ¡Consulta gratis!

Tal vez un cuerpo para usar bikini contaba como moda de crucero.

- Escenario,- dijo ella, haciendo lo posible para bloquear a los dirigibles - El senador y Wy-
mann tienen un pequeño club de sexo. Las mujeres involucradas se unen al club, ya sea sa-
biendo sobre las otras mujeres o no. Si no lo sabían, eso es como para cabrearse. Si ellas sí lo
sabían, algo salió mal, se puso desagradable. Mujeres de su mismo club. El club del asesinato.

- Si ellas entraron en éste sabiéndolo, tenía que ponerse realmente desagradable.

- La violación es desagradable. Yo pienso que el sodomizar brutalmente a dos hombres refle-


ja una violación. De otra forma, quizás, sí, le metes una patada en las pelotas un par de veces,
pero el resto…

- Eso suena como club de violación, no club de sexo. Las mujeres en nuestra lista no fueron
violadas.

- No que ellas nos lo hayan dicho. ¿Por qué decírnoslo, por qué entregarnos un motivo gran-
de y gordo? Este es un ángulo al que necesitamos echarle un vistazo porque tenemos más de
un asesino. La tortura y el homicidio son socios, eso habla de un vínculo, una meta compar-
tida, y, en estos casos, una ira mutua.

- Nosotras sabemos que el senador dejó entrar a sus asesinos. De modo que él no sintió nin-
guna amenaza. Un hombre que considera a las mujeres objetos, ¿juguetes sexuales? Él no las
ve como una amenaza.

- Nosotras todavía no sabemos la identidad del agente de Bienes Raíces.

Y eso, pensó Eve, era un gran agujero que necesitaba ser llenado.

- Cuando lo encontremos, encontraremos a los asesinos, pero…… hay una fuerte posibilidad
de que no hubiera un agente de Bienes Raíces, sino un ardid. Necesitamos saber cuándo fue
secuestrado Wymann, de dónde se lo llevaron. Eventualmente, vamos a saber adónde fueron
llevados él y el senador.

- Tú suenas verdaderamente confiada.

- Es jodidamente difícil guardar secretos, ellos te pesan. Es jodidamente duro mantener un


vínculo que lleva a un asesinato. Uno de ellos va a resbalar.
180
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Para cuando ella llegó a la morgue estaba desesperada por un café, y sabía que ella no podía
enfrentar el menjunje que encontraría en la máquina expendedora en su camino hacia el túnel
blanco.

Apenas eran las seis, pensó ella, y se dio cuenta que Morris podría no haber llegado todavía.
Pero ella podía echarles otro vistazo a ambos cuerpos, y que uno de los otros médicos foren-
ses hiciera los hallazgos junto con ella.

Ella se detuvo ante la corta hilera de máquinas, las miró ceñuda. No solamente el café sería
una porquería, sino que la máquina también le daría problemas. Ellas siempre lo hacían.

Era una especie de conspiración, pensó ella con amargura.

- Consígueme una lata de Pepsi, y lo que sea que tú quieras.- Ella rebuscó sencillo en sus bol-
sillos, y se los pasó a Peabody.

- Ahora nunca más voy a ser capaz de volver a tomar chocolate caliente de una máquina, no
después de probar el del Sr. Mira. Incluso lo que tienes en el Auto Chef del vehículo no llega
a compararse con ese estupendo chocolate. El café es una mierda aquí como es el de la Cen-
tral. Té… quizás.

- Te gustaría ver el menú completo, ¿quizás pedir una degustación?- El tono demasiado agra-
dable de Eve hizo que Peabody arriesgara una mirada de reojo. - O ¿vas a meter las malditas
monedas y sacar algo antes de que te patee el culo?

- Mi culo todavía está en la caja.- Satisfecha consigo misma, Peabody ordenó una Pepsi, y
optó por una Soda Diet de Frambuesa.

La máquina las escupió, y después comenzó a aburrir con su cháchara sobre el valor nutricio-
nal, cero, mientras Eve le daba la espalda y seguía adelante.

Ella abrió la lata, usando el hombro para empujar las puertas que llevaban a autopsias.

No debería de haberla sorprendido encontrar a Morris ya ataviado con una capa protectora
sobre un traje del color de las piedras mojadas. Él había escogido una corbata color lavanda
iridiscente, y entretejido su cabello negro en una gruesa trenza.

Él había puesto música con el volumen bajo, algo…con ritmo de jazz, pensó ella.

El alzó la mirada. Y aunque sostenía su escalpelo, todavía tenía que empezar a hacer el corte
en Y en el cuerpo de Wymann.

- Fuiste rápida,- dijo él.

- O verdaderamente lenta, considerando que pudimos venir ayer por el Senador Mira.
181
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Por el momento, Morris dejó el escalpelo, gesticuló hacia una segunda mesa de acero. - Hice
que sacaran a nuestro primer invitado del cajón, ya que sospechaba que los dos cuerpos te
traería por aquí esta mañana.

Él se acercó, y encendió las luces.

- Sin hurgar profundo en nuestro recién llegado, y guiándome sólo por un examen visual, las
lesiones son similares: los abusos faciales y genitales, las marcas de ligaduras en las muñecas,
sodomía con un objeto exterior. En el caso del senador, ese objeto exterior tenía casi dos pul-
gadas de circunferencia, terminando en un punto redondeado en el extremo. Este también
había sido calentado a un grado que causara quemadura severa alrededor y dentro del ano.

Peabody empalideció, y se dio la vuelta.

- El proverbial atizador caliente,- añadió Morris, dándole a Peabody una palmadita reconfor-
tante en el hombro. - El objeto fue usado múltiples veces, con considerable fuerza. El dolor
debe de haber sido intolerable. Nuevamente, sólo con un examen visual, creo que el mismo
objeto fue usado en Wymann.

- Eso va más allá de la ira,- declaró Eve. - Tal vez estamos buscando sádicos sexuales, un
equipo como Ella Loo Parsens y Darryl Roy James.

- No me gusta pensar que hay más como ellos allá fuera,- respondió Peabody, todavía de
espaldas.

- Siempre hay más. Pero….- No, pensó Eve, no como los dos amantes retorcidos que ellas
recientemente habían encarcelado. No como eso.

- Estos dos no fueron elegidos al azar. Ellos eran objetivos y el sexo, el sadismo, el mensaje
dejado, todo se lee claramente como una venganza.

- La venganza fue hecha,- dijo Morris. - De la forma más grande. Yo estoy de acuerdo con tu
percepción en relación con las contusiones. Una cachiporra cargada. No hay indicaciones de
que fueran usados los puños.

- Podrían romperse una uña, arruinarse la manicura. Es una mujer. Mujeres,- añadió Eve.

- No hay heridas defensivas.-

- Porque no les dieron la oportunidad de defenderse,- concluyó Eve. - ¿Marcas de aturdidor?

- Una, apenas visible incluso con los micro lentes. En la ingle.

- La ingle.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Percibo un tema. Un disparo a rango medio, lo suficiente, en mi opinión, para debilitar, y


hacer daño, considerando esa área sensible, como un enjambre de avispas furiosas, pero no lo
suficiente para dejarlo inconsciente. Lo cual encaja con que sean mujeres.

Ella hizo el recorrido en su mente. - Dos de ellos podían ponerlo en el sillón con facilidad.
Uno trabaja en él, el otro sostiene el aturdidor. El Sr. Mira entra, y ellos cambian sus planes.

- ¿Cómo está Dennis?

- Él está bien. Está manejándolo. ¿Qué más puedes decirme?

- Por las marcas de ligaduras en las muñecas, lesiones recientes en las articulaciones de los
hombros, en los músculos de los brazos y los hombros, la víctima fue atada con un cordel, con
los brazos sobre su cabeza, con todo su peso tirando hacia abajo. Las ataduras fueron retira-
das una hora, no más de dos, antes de la hora de la muerte.

- Él estaba vivo cuando lo colgaron.

- Sí, lo estaba, y sus manos libres de modo que intentó retirar el nudo corredizo de su cuello.
Es su propia piel la que está debajo de sus uñas, junto con fibras del cordel.

Morris dirigió su atención y la de Eve hacia el cuello. - Esto no fue una caída brusca, ni la
trampilla en la horca, o la silla pateada de lado para que pueda quebrar el cuello, sino una
estrangulación gradual. El tirón de su propio peso ajustaba el cordel, aumentaba la presión,
asfixiándolo. El murió lentamente, y dolorosamente.

- No sólo una ejecución. Aquellas son hechas con rapidez, con eficiencia. Ellos querían que él
lo sepa, lo sienta, lo sufra. Fue torturado hasta el final.

- Sí. Una muerte tortuosa. Además de eso, puedo decirte que no hubo otras lesiones. Él hab-
ía tenido tratamientos habituales para la cara y el cuerpo, lo que tú llamarías ajustes, y estaba
en excelente estado de salud. Su última comida, consumida aproximadamente catorce horas
antes de su muerte, incluyó crema de langosta, una ensalada verde, y un poco de Pouilly-
Fuisse. Ya que había rastros de vómito en su boca, yo sólo puedo suponer las cantidades con-
sumidas.

- ¿Qué hizo él, hicieron ellos, para ganarse este nivel de venganza? Yo estoy pensando en
violación, ¿pero esta brutalidad? Esto va más allá incluso de eso.

- Chicos tal vez.- Más calmada, Peabody dio una probada a su refresco. - Tal vez ellos utili-
zaron chicos.

183
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Pedofilia…Sí, eso podría generar este tipo de rabia. No hay ni siquiera un soplo de eso alre-
dedor tampoco, y el primero, al menos, tenía sexo regular con adultos. Pero echaremos un
vistazo. Porque cualquiera que considere esto como justicia cree que el crimen es horripilante.

- Si lo fue,- comentó Morris, - ambos hombres lo mantuvieron bien escondido. Ellos llevaban
vidas públicas, en donde los medios pasan cada acto bajo el microscopio. Ocultar lo horripi-
lante requiere una gran cantidad de habilidad y trabajo, particularmente si más de una perso-
na está involucrada. Los secretos raramente se mantienen.

- De acuerdo. Ahora que sabemos que estamos buscando secretos, y posiblemente lo horripi-
lante, debería de ser más fácil de hallar. Él va a tener casi lo mismo,- dijo Eve, echándole una
mirada a Wymann. - Sus lesiones, causa de la muerte, los procedimientos. Pero si descubres
alguna sorpresa, me lo informas.

- Lo haré, por supuesto, pero eso me recuerda. No le di mucha importancia en su momento,


pero el senador tiene un pequeño tatuaje.

- Muchos lo tienen.

- Incluyéndome a mí mismo. El de él era apenas visible, debido a los moretones. En el área


de la ingle

- ¿Él tiene un tatuaje allí?- dijo Eve mientras Peabody decía, - ¡Ouch!

- Justo a la izquierda de la raíz, diremos, del pene.- Él le ofreció micro lentes a Eve, y tomó
unos para sí mismo.

- Revisa al nuevo tío,- le dijo a Morris mientras se ponía los lentes, se inclinaba y buscaba. - Sí,
sí, ahora lo veo. Apenas. Este…este parece Celta, ¿cierto? Como uno de esos símbolos celtas.
Mira no es Irlandés o Escoces, sin embargo. ¿No es así?

- Árabe, quizás, o Nativo Americano. Pero… sí, tu segunda víctima tiene el mismo. El mismo
tatuaje, en la misma zona.

- ¿Tu puedes decirme cuándo? ¿Hace cuánto tiempo se los hicieron?

- Voy a trabajar en ello. Cortaré la dermis, la voy a analizar yo mismo, y enviarla al laborato-
rio.

- ¿Qué demonios significa esto? Peabody, saca una foto del tatuaje. Vamos a investigarla,
para ver si tiene un significado específico.

- Tú ya estás allí, ah, con los lentes.-

184
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve sólo hizo rodar los ojos, y sacó su enlace. Ella ordenó la función de cámara, tomó tres
fotos. - Esto va a necesitar ser resaltado, limpiado.

- Yo puedo hacer eso,- comenzó Peabody, pero Eve ya estaba llamando a su experto.

- Hola.

- Y un hola de regreso para ti,- dijo Roarke.

- Una rápida, sólo en caso de que tú sepas. ¿Qué simboliza esto o que significa? Espera un
segundo.

Ella se demoró un poco, pero se las arregló para enviarle la imagen.

- ¿Puedes ver el tatuaje? Hay muchos moretones y decoloración, pero…

- Lo veo, sí. Y resulta que conozco su significado, ya que mis amigos y yo casi nos lo hicimos
una memorable noche de borrachera. Es un símbolo Celta por hermandad.

- - Hermandad.- Sí, eso encaja. ¿Por qué no te lo hiciste si estabas lo bastante borracho como
pensar en ello?

Sus ojos relucieron divertidos. - No tan borracho como para olvidar que no es sabio tener
marcas identificativas para algunos de nosotros en ciertas áreas de negocios. Tengo una reu-
nión en un momento, a menos que necesites algo más.

- No, eso es genial. Gracias. Compra ese sistema solar.

Ella cortó, y les echó una mirada a las dos víctimas. - Hermandad,- repitió ella.

_________________

De regreso en el coche, ella se dirigió hacia la Central. - Comunícate con Harvo en el labora-
torio. Averigua si la Reina del Cabello y la Fibra encontró algo en las fibras de la soga. Las
probabilidades son bajas, pero verificaremos. Y cualquier otro pelo o fibras que los barredo-
res se las arreglaron para enviarle a ella.

Mientras Peabody contactaba el laboratorio, Eve intentó con el enlace personal de Mira.

- Eve.

- Siento que sea tan temprano.

- En absoluto. Estamos levantados. Pensé en ir temprano hoy día por si acaso.


185
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Necesito un poco de tu tiempo.

- Todo el que necesites, cuando lo necesites. Puedo ir a verte.

- Eso me ahorraría algunos pasos. Necesito decirte que Jonas B. Wymann has sido asesinado.

- Yo… nosotros lo conocemos. Él era un amigo muy cercano de Edward.

- El murió de la misma forma.

- Oh, querido Dios. ¿Estás en la Central?

- En este momento me dirijo hacia allá.

- Estaré en camino en diez minutos.

- ¿Puedes poner al Sr. Mira?

- Oh, sí, sólo un momento.

Eve oyó murmullos, arrastre de pies. Entonces el gentil rostro de Dennis Mira apareció en su
pantalla. - Esto es muy inquietante,- dijo él. - Jonas Wymann. Él era un economista brillan-
te.-

- Sí, escuché eso. ¿Sr. Mira, usted sabe cuándo su primo se hizo un tatuaje?

- ¿Edward?- Esos ojos verdes soñadores se quedaron en blanco. - ¿Edward tenía un tatuaje?
Eso no parece de acuerdo a su forma de ser en absoluto, ¿verdad?

- ¿Usted no sabía que él tenía uno?

- No. Puedo asegurarte que no tenía uno cuando se fue a la universidad. Nosotros pasamos
el último fin de semana en la playa antes de que se fuera, y hubo involucradas zambullidas
desnudas a medianoche. Yo me habría dado cuenta sin importar en donde podría haber es-
tado. Yo tiendo a olvidar cosas de vez en cuando, pero estoy seguro que recordaría eso.

- Okay, eso es de ayuda. Una cosa más: ¿su apellido? ¿No tiene conexiones Celtas?

- ¿Celta? No. Hay algo por el lado de mi madre, si eso ayuda.

- Eso es todo lo que necesitaba.- Ella imaginaba que Mira había estado pasándole una varita
sanadora en el rasguño de su sien con regularidad, ya que éste apenas se notaba ahora. - ¿Us-
ted se está sintiendo bien?

- Absolutamente bien. ¿Y cómo estás tú?

186
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Bien. Estoy bien. Si pudiera decirle a la Dra. Mira que la estaré esperando. Gracias.

- Ten cuidado ahora. Alguien muy, muy enfadado no quiere que los encuentres.

- Tiene usted razón. Estaré en contacto.

- Él es el hombre más dulce del planeta,- comentó Peabody.

- Y perceptivo. - Enfadado- dijo él. No enfermo, retorcido, peligroso, violento. Enfadado,-


repitió ella con un lento asentimiento. - Y él tiene razón porque es el enfado lo que guía a los
asesinos. ¿Qué has conseguido?

- La soga es tan común como cualquier otra, como tú lo suponías. Y no hay más cabello que
el de la víctima en el cuerpo. Ni fibras.

- Ellos tuvieron que meterlo de vuelta en la casa. Envuelto o enrollado en plástico.- Ella vol-
vió a asentir, visualizándolo. - Por lo menos dos de ellos, de modo que pudieran cargarlo al
interior. Después de lo que le hicieron a él, estaría demasiado débil para luchar aún si hubie-
se estado consciente. Esperar hasta la medianoche, meterlo a la casa, desenrollarlo, y colgarlo.

Ella ingresó al garaje de la Central, se dirigió directamente a su espacio. Entonces se quedó


un momento sentada, pensando.

- Es todo un problema. Arrojar un cuerpo es más fácil. Llevar a un hombre herido, probable-
mente inconsciente de vuelta a un vecindario residencial, incluso en medio de la noche, dice
que el lugar del asesinato es tan importante como el homicidio. Hogar. Un lugar seguro. Un
lugar seguro y de clase alta. Esto tiene que significar algo.

- Tal vez el asesino o asesinos están familiarizados con el lugar seguro y de clase alta. Si re-
gresamos a los del sexo, tal vez es ahí en donde sucedió. Si tratamos con violación…

- Va a ser así.

- Okay, tal vez es ahí en donde tuvieron lugar las violaciones.

- Tal vez. Sólo tal vez. Ponte en contacto con la encargada de la limpieza otra vez mientras
estoy con Mira,- ordenó Eve cuando ambas salieron y se dirigieron al elevador. - Tienes que
suponer que alguien quien limpia tu casa, lava tus sábanas, cosas así, tiene una muy buena
idea de lo que haces en ella y en ellas.

Ella tuvo una súbita imagen de Summerset, terrorífica, y la mandó lejos. Muy lejos.

- Cualquier señal de actividad sexual en la casa de Spring Street aparte de las drogas para la
erección desde que el abuelo murió. Y haz que McNab revise a fondo la casa y los droides
sexuales en la casa de Wymann, que busque lo mismo.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Yo sé que la violación tiene que ver con violencia, poder y control, más que con el sexo,- co-
menzó Peabody.

- Tiene que ver con todo eso. Si el sexo no fuera un factor, entonces no sería parte de ello.

- Pero, ambas víctimas pudieron tener, y lo tuvieron, cualquier cantidad de sexo. Ambos eran
poderosos en sus campos, en sus vidas. Prósperos, hombres mayores atractivos que podían
haber pagado a Acompañantes Licenciadas de clase alta si lo necesitaban hacer. ¿Por qué for-
zar a alguien?

Eve pensó en Richard Troy, no había forma de evitarlo. Él había violado a su propia hija, una
y otra vez, porque él había sido un depredador, un hombre brutal, y uno con un propósito.
¿Pero cuando todo eso era puesto a un lado?

- Porque ellos podían. Quiero saber de Baxter y de Trueheart en el minuto que regresen. Dos
hombres no se conocen por medio siglo, siguen siendo amigos, y entonces terminan asesina-
dos de la misma forma a menos que tengan algo en común. Por lo menos una de las mujeres
de la lista del senador va a estar en la de Wymann. Encontremos cuál es.-

Ella se fue directamente a su oficina, se tomó el tiempo que tenía para actualizar su tablero y
su libro. Ella necesitaba hablar con ambas ex-esposas de Wymann, con su hija, con cualquier
socio conocido, compañeros.

Lo que tenían en común estaba allí; ella ya podía ver las piezas de eso. Y en algún punto, ella
encontraría el cruce importante, el punto de origen.

Ella necesitaba intentar convencer a alguien en Paz Interior para que le hable acerca de Su y
MacKensie. Tratar de obtener algo de información sobre aquellos estudios sobre el insomnio.

Ella oyó el rápido repiqueteo de tacones, se levantó de su escritorio de manera que Mira pu-
diera sentarse en la única silla decente.

Mira entró apresurada. Ella vestía una bufanda blanca con destellos plateados envuelta des-
preocupadamente alrededor de su cuello. El repiqueteo había venido de los altos tacones pla-
teados de sus botas grises. Su abrigo era una suave nube de azul sobre el azul más llamativo
de su traje.

Eve esperaba encontrarla alterada. En cambio, ella encontró a Mira enfadada.

- Podría tomar algo de café,- dijo Mira con brusquedad mientras arrojaba su abrigo y bufanda
sobre la silla de visitas de Eve.

- Claro.-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Debería decirte, en este momento, que Jonas siempre fue educado y agradable conmigo en
las ocasiones en que nos encontramos. Nosotros hemos socializado un poco más en el pasado,
ya que su primera esposa y yo éramos, somos, amigables.

- ¿Sí?

- Vanessa es una cirujana pediátrica, y una mujer interesante. Somos lo bastante amigables
como para tener un almuerzo ocasional cuando se adecua con nuestros horarios, lo cual no es
a menudo, ya que ella está radicada en Chicago. Aunque nosotras no somos ni fuimos lo bas-
tante cercanas para confidencias, no era ningún secreto que ella y Jonas se divorciaron porque
él era infiel.

- Debe de haberla cabreado.

- Me imagino que sí, pero ella no habló de ello conmigo.- Ella tomó el café que Eve le entregó,
sorbió, y se puso a ir de aquí para allá. - Ella lo manejo con tranquilidad, y edificó una vida y
una carrera, crio a su hija. Ella se volvió a casar hace como doce años, bastante distancia entre
matrimonios, y parece ser muy feliz. Ella tiene nietos que puede verse que adora, y parece
cercana y contenta con los hijos y nietos de su segundo esposo.

- Uno de los nietos sería Jonas Baker.

- Sí.

- Él es quien encontró a Wymann.

- Oh.- Mira se hundió en la silla del escritorio de Eve. - Lamento oír eso. Él es un muchacho
agradable, muy talentoso. Sin importar la acritud que Vanessa pueda haber sentido por Jonas,
ellos estaban absolutamente unidos en su amor y apoyo hacia ese muchacho. La hija de am-
bos y su esposo tenían una actitud diferente hacia sus ambiciones.-

- Sí, supe todo eso.

- Te diré en mi opinión personal y profesional que a Vanessa no le importaba tanto Jonas co-
mo para matarlo. Ella continuó con su vida, y hace más de dos décadas.

- Ella tiene coartada por al menos parte del tiempo en que Wymann fue retenido. Ella tenía
que conocer al senador.

- Por supuesto.- Un poco más tranquila, Mira cruzó las piernas. - Todos nosotros éramos
jóvenes, parejas recién casadas, de modo que socializábamos aquí y allá. Vanessa y yo tam-
bién compartíamos un intenso desagrado por Mandy. Pero no puedo recordar la última vez
que ella o Edward fueran nombrados en nuestras conversaciones. Ellos no han sido parte de
su círculo, no en más de veinte años.

189
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¿Qué sabes sobre la segunda esposa?

- No mucho. Ella era considerablemente más joven, y los chismorreos reportaron que ella
había sido una de sus aventuras. A diferencia de Vanessa, ella no se fue tranquilamente, y
dicen que ella tuvo que pagarle para que se fuera. No sé en dónde está ella o si se volvió a
casar, pero podría averiguarlo fácilmente.

- Yo también. No te preocupes por eso. ¿Podrías decir que él y el senador compartían una
predilección por el sexo casual, por aventuras, y por utilizar mujeres más jóvenes?

- Absolutamente.

Eve se metió en terreno pantanoso. - El Senador Mira tiene una hija.

- Gwen, sí. Ella…

La comprensión la golpeó, un rápido shock que la hizo sobresaltarse. - Oh, no. Puedo decirte
en ambos niveles, personal y profesional, que no. Edward nunca hubiera tocado a Gwen, y
no le hubiera permitido a Jonas hacerlo, si él hubiese estado inclinado. Yo lo hubiese sabido,
Eve. Gwen habría venido a mí si yo no hubiera visto las señales.

- ¿Qué tal sobre ir por los más jóvenes, Niños?

- Otra vez, no. Estos dos hombres querían conquistas, prueba de su propia virilidad. Los ni-
ños no te dan eso. Ellos buscaban mujeres jóvenes, atractivas. Yo entiendo por qué me lo
preguntarías dada la violencia de los asesinatos, pero esto no es sobre niños.

- Okay. Yo necesitaba tachar eso.

- No puede ser una coincidencia que ambos buscaran regularmente esas conquistas, y que
fueran asesinados de la misma manera. ¿Hubo un mensaje?

- El mismo.

Mira sorbió su café, reunió sus ideas. - De modo que mientras los asesinos pueden percibir
esto como justicia, es una retribución, y el método indica retribución sexual. Una sociedad
forjada para ese propósito, llevada a cabo rápida y brutalmente. Los asesinos están orienta-
dos hacia una meta, y están vinculados uno al otro por ese mutuo propósito. Es posible que
ellos sean amantes, pero mientras que los asesinos son violentos y brutales, ellos también son
complejos y calculadores. Esto no es piquerismo, y no creo que estemos buscando a sádicos
sexuales.

- No, ellos están estableciendo algo importante, no retirándose. Ellos están enfocados. El se-
gundo asesinato es casi un reflejo exacto del primero.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Organizado, inteligente. Paciente. Tomó tiempo el organizar esto. Y controlado,- añadió


Mira. - Ellos sacaron a Dennis de la ecuación, pero no lo mataron. Él no es el objetivo, y no es
justicia matar a un hombre que no está involucrado. ¿Qué es eso sobre el tatuaje?

- Ambos hombres tenían un símbolo Celta tatuado en sus ingles. Un simbolismo bastante
obvio. Este representa una fraternidad.

- Fraternidad,- murmuró Mira. -Sexual. Virilidad. Un símbolo de su vínculo, y su… predilec-


ción.

- En algún lugar a lo largo del camino, ellos cruzaron una línea. De seducción o mutua grati-
ficación a violación.

- Tú saltas a eso por la naturaleza de la tortura.

- La naturaleza de la tortura grita: Tú me hiciste esto, yo te lo hago a ti. Tal vez ellos lo hicie-
ron juntos, tal vez tuvieron una jodida competencia,- continuó Eve antes de que Mira pudie-
ra hablar. - pero ellos cruzaron esa línea. Deja a un lado tus sentimientos personales en am-
bas víctimas. Dime, de lo que sabes sobre ellos, ¿qué puedes perfilar, ellos eran capaces de no
sólo violar mujeres, sino también de formar su propia especie de sociedad para hacer el acto?

Mira se reclinó hacia atrás, se frotó las sienes con los dedos. - No es fácil poner a un lado los
sentimientos personales por una opinión profesional cuando hay una historia tan larga.

- Si no puedes…

- No es fácil,- interrumpió Mira. - Pero.- Ella respiró hondo, y miró a Eve directamente. - Yo
creo que Edward era un sociópata. Un sociópata altamente funcional, altamente inteligente, y
altamente exitoso. Él se creía por encima de las reglas cuando se trataba de… todo. Y cierta-
mente cuando se trataba de relaciones. De modo que se casó con una mujer que no lo sujetar-
ía a esas reglas. El ¿Cuál es el término más digno?, me hizo proposiciones una vez.

- ¿Qué? No mencionaste eso antes.

- Fue hace décadas, poco después que Dennis y yo nos comprometiéramos. Nunca se lo conté
a Dennis porque eso lo habría hecho sufrir, y ¿para qué? Y yo sabía, incluso en ese entonces,
que Edward sólo lo hizo porque yo le pertenecía a Dennis.

Mira estudió su café, tomó un poco más, y suspiró.

- Los recuerdos de Dennis sobre Edward están coloreados por la infancia, pero si él te cuenta
una historia sobre ellos cuando eran niños, es obvio que el hombre era un bravucón aún en-
tonces.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Proposición es algo como digno. ¿Lo fue?

- Estábamos en la casa de sus abuelos, ya casi lo había olvidado. Yo había utilizado el cuarto
de baño, y cuando salí, Edward estaba allí. El me hizo retroceder hacia el cuarto de baño, su-
giriendo que deberíamos conocernos mejor. El me acorraló contra la pared, y cuando se
acercó, le puse mi rodilla en la ingle. Le dije que si alguna vez volvía a ponerme las manos
encima, yo se las rompería ambas desde la muñeca.

Ella colocó la taza de café a un lado, y junto sus manos. - Eso me asustó, tú entiendes.

- Sí. ¿Él fue agresivo contigo?

- Inicialmente, sí. Rudo, supongo yo, y completamente seguro de que yo le correspondería.


El retrocedió, se rió, declaró que sólo me estaba probando para su primo. Él nunca me volvió
a tocar. Pero…

- Suéltalo- demandó Eve. - No estás ayudando si te guardas algo.

- No lo hago, y no me voy a guardar nada.

Ella volvió a levantar el café, sólo se lo quedó mirando. - He pensado muchísimo en esto, y
concluí que estoy siendo racional en lugar de reaccionaria. Eve, mujeres como tú y yo, muje-
res que han sufrido abuso sexual, tenemos un sexto sentido para los depredadores. Para no-
sotras, eso nos ayuda en nuestro trabajo, para otras es un instinto de sobrevivencia. Esos
hombres eran depredadores. Yo reconocí eso en ellos. Yo asumí que ellos simplemente caza-
ban a las que estaban dispuestas, y luego las descartaban. Pero, sí, yo creo que esos hombres
pueden haber formado un vínculo, un pacto que cruzó la línea de las que estaban dispuestas.

Mira volvió a poner a un lado el café, se presionó los ojos con los dedos. - Y porque yo asumí,
porque yo no le di la atención suficiente, muy bien puede ser que esas mujeres que fueron sus
víctimas hayan cruzado la línea hacia el asesinato.

- Esas son tonterías.- Molesta, Eve le pinchó el hombro a Mira con un dedo. - Y las tonterías
tampoco ayudan. A menos que vayas a decirme de repente que eres una sensitiva que puede
ver dentro de la cabeza de alguien o el futuro o el pasado, el que seas una psiquiatra inteli-
gente no significa que sepas cada maldita cosa acerca de cada maldito cuerpo. Puede que
tengamos un par de víctimas que cruzaron su propia línea, pero esa es una elección que ellos
hicieron.

- Eso es completamente insensible y extrañamente consolador.- Y consolada, Mira tomó la


mano con la que Eve la había pinchado. - Yo puedo saber en mi mente que tienes razón. Es
más difícil que el resto de mí lo acepte.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Aquí hay algo que puede ser de ayuda. ¿Las dos víctimas?- Eve hizo un ademán hacia su
tablero y a las imágenes de las escenas del crimen - ¿Tienen ellos otros - hermanos- , otros
amigos cercanos con - predilecciones- similares para usar tu elegante palabra?

- Yo…Oh Dios.

- Sí.- Eve enganchó los pulgares en sus bolsillos, estudió el tablero. - Puede que ellos no
hayan terminado de servir a la justicia.

Mientras Mira absorbía eso, Eve lanzó lo siguiente - Estas tres mujeres.- Ella golpeó con un
dedo sobre MacKensie, Downing, y Su - Estoy investigándolas en profundidad. Su es la co-
artada de Downing, Su asistió a Yale, Su asistió a uno de esos centros para mejorar la vida,
Paz Interior, al igual que MacKensie. En diferentes épocas, pero ambas terminan allí. Y Su y
Downing hicieron, por separado, sesiones en un estudio del insomnio.

- Esas son muchas conexiones….No puedes ponerlas juntas, en Paz Interior o en los estudios.
Pero…

- Sí, pero.

- Yo no conozco esa organización. Paz Interior.

- Tal vez tú puedas averiguar más sobre ella.- Lo cual no sólo daría a Mira algo tangible que
hacer, sino que le ahorraría tiempo a Eve. - Quien sea que esté a cargo allí sería más probable
que hable contigo que con una policía. Lo mismo con el asunto del insomnio. Puedo conse-
guirte el contacto, las fechas de asistencia de cada sospechosa.

- Sí. Sí, déjame ver qué puedo hacer con esos.- Con un enérgico asentimiento, Mira se puso
de pie, cogió su abrigo y su bufanda. Ella se quedó parada un momento, estudiando el table-
ro. - Esas tres,- murmuró ella. - ¿Qué pueden haber hecho Edward y Jonas para hacer que
esas mujeres, si estás en lo cierto, asesinaran tan brutalmente?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 13

Eve investigó a la segunda esposa de Wymann, y la tachó. La mujer se había vuelto a casar, y
otra vez apuntó hacia un hombre mayor y acaudalado. Ella estaba ahora asentada en una villa
en el sur de Francia.

Aún así, ella hurgó un poco más, y se topó con una coartada, ya que la esposa número dos
había estado como co-anfitriona en una gala de invierno en Cannes en el momento del
secuestro del Senador Mira. Las páginas de moda internacional y las de sociedad estaban
llenas de reportajes y fotografías; y críticas de moda.

Leerlas hizo que a Eve le doliera el cerebro.

No fueron las esposas, pensó ella, ladeándose para estudiar su tablero. Ellas habían seguido
adelante. Pero otras no lo habían hecho.

Ella regresó a Charity Downing. Y Downing la llevó a Lydia Su, quien había asistido a Yale y,
al igual que MacKensie, a Paz Interior. Era hora de hablar con la coartada de Downing.

Antes de hacerlo, había algo que podía hacer desde su escritorio. Ella contactó con la hija de
Edward Mira.

La mujer se veía pálida y decaída, pero completamente despierta. —Teniente Dallas.

—Lamento molestarla tan temprano.

—No importa. No podemos dormir mucho por aquí. ¿Ha encontrado al asesino de mi padre?

—Trabajando en ello. Si le pregunto quiénes eran sus amigos más cercanos; por ahora
mantengámonos con los de su misma edad, ¿quién le viene inmediatamente a la mente?

— ¡Oh!, bueno. Jonas Wymann. Ellos se conocen desde Yale.

—De acuerdo. ¿Alguien más?

—Ah, Frederick Betz. Él, mi padre y el Sr. Wymann; y Marshall Easterday, todos fueron juntos
a Yale. Ellos estaban junto en la misma residencia. Y está el Senador Fordham. Ellos se
hicieron amigos cuando mi padre era senador. ¿Eso es de ayuda?

—Sí, lo es. Sra. Sykes, los noticias van a empezar a llegar pronto. Jonas Wymann fue
asesinado esta mañana temprano, de la misma forma que su padre.
194
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¿Qué? —Los ojos se le quedaron en blanco—. ¿Qué? Yo no... ¿Por qué? ¿Por qué está
sucediendo esto?

—También estoy trabajando en eso. ¿Puede pensar en cualquiera que quisiera causar daño a
su padre y a Wymann? ¿Quién podría vincularlos entre sí?

—Yo no comprendo nada de esto. Lo siento, yo no entiendo esto. Él; el Sr. Wymann,
acostumbraba a darnos chocolatitos a escondidas a Ned y a mí cuando éramos niños. Él está
muerto. Asesinado. ¿Como mi padre?

—Lo siento. Si usted o su hermano piensan en algo que los conecte a ambos, en alguien que
podría guardar rencor contra ellos, hágamelo saber.

—Necesito contactar con Ned. No quiero que él se entere de esto por las noticias. Los otros,
sobre los que usted me preguntó. ¿Usted cree que alguien puede hacerles esto a ellos?

—Eso es algo que necesitamos considerar. Voy a contactarme con ellos. Si alguien más le
viene a la memoria, contácteme. A cualquier hora.

—Lo haré. Le preguntaré a Ned. Gracias por decírmelo. Necesito... tengo que irme.

Eve consiguió direcciones, comenzó a retirarse de su escritorio cuando su enlace sonó. Ella
podía haberlo ignorado, pero vio a Baxter en la pantalla.

—Dallas. ¿Qué has conseguido?

—Mucha conmoción de los contactos de trabajo que hemos sacado de sus camas hasta el
momento, y un puñado de nombres que les sacamos. Mujeres con las que él salió en el último
año. Para ser un hombre mayor, él consigue bastante toqueteo. Hasta ahora hemos hablado
con dos de ellas. Más conmoción. Coartadas inestables por todos lados para la hora de la
muerte ya que todas con las que hemos hablado declararon haber estado en cama en sus casas.
Algunos cónyuges o cohabitantes para corroborar, pero eso es bastante cuestionable en mis
libros.

—Averigua si alguna de las amantes fue a Yale, o tiene alguna conexión con Yale. Si alguna de
ellas estuvo una temporada en un lugar llamado Paz Interior.

—Puedo hacerlo. Ninguno de los nombres que conseguimos está en la lista del senador. Al
parecer ellos no cazaban en el bosque del otro.

Un hombre que podía cazar a la prometida de su primo podría cazar en el territorio de un


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

amigo, pensó Eve.

—Ya veremos eso. Si encuentras cualquier conexión a Yale, a Agencias de Bienes Raíces, o
cualquiera que esté buscando la jodida paz interior, me llamas.

—Entendido. Una cosa más. Sacamos a su asistente de la cama, y una vez que la
tranquilizamos, nos dijo que ella había hablado con él vía enlace cerca de las tres de la tarde.
Él estaba bastante deshecho por su amigo, tomándose el día en su casa. Y ella confirmó que él
tenía planes para ver la actuación de su nieto anoche. Pero aquí hay algo. Él tenía una cita a
las cuatro de la tarde en su agenda. Ella le preguntó si quería que lo cancelara, y él decidió
seguir adelante con ella.

— ¿Qué cita?

—Un escritor. Alguien que estaba haciendo una biografía sobre él; o planeando hacerla. El
encuentro era a las cuatro, en su casa.

—Dime que conseguiste un nombre.

—Te estoy diciendo que conseguí un nombre. Cecily Anson, cincuenta y ocho años, casada,
una hija. Vive en el SoHo. Ah, déjame echarle un vistazo a esto ... No fue a Yale. Fue a Brown.
Su esposa, ella es Anne C. Vine, cincuenta y nueve años, MIT; diseñadora de software. Y ... la
hija, Lilith, veintiséis años, Carnegie Mellon, arquitecta, trabaja con Bistrup y Grogan, una
firma en el centro de la ciudad.

—Estoy saliendo, así que me ocuparé de ellos de camino hacia donde voy. El asistente de la
primera víctima no tenía el nombre de su cita. Parece demasiado fácil el tener todo esto con la
número dos.

—A veces se tiene suerte.

—Generalmente no la tienes. Seguid con eso hasta que lo hagamos —Ella cortó la
comunicación, y cogió su abrigo. Cuando entró a su división, ella dijo—, Peabody —y siguió
andando.

Peabody, resoplando un poquito, la alcanzó en el elevador. — ¿Conseguimos algo?

—Tal vez. La asistente de Wymann habló con él a las tres, de modo que él todavía estaba en
casa y no bajo coacción. Pero él tenía una cita a las cuatro, en su casa, con un biógrafo. Cecily
Anson.

—Conseguimos un nombre.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Nombre, dirección, información básica. Ella está a finales de los cincuenta, de modo que es
mayor para el gusto de la víctima, y ya que tiene una esposa, probablemente no está
sexualmente orientada a ser su amante. Tiene una hija adulta que podría serlo, y un lugar en
el SoHo. Pasaremos por allí antes de ir a hablar con Lydia Su.

Peabody se puso una gorra; verde caramelo con bordes azul hielo. —No da la impresión de
que ellos nos dejarían una línea tan directa.

—No, no la da. Pero quien sea que haya ido a esa cita de las cuatro es probablemente el que lo
secuestró, torturó, y asesinó. Verifica con Morris. Veamos si él puede darnos un cálculo
aproximado sobre cuándo recibió Wymann las lesiones. Y pongamos a algunos uniformados
allí, para que sondeen a los vecinos en ese rango específico de tiempo. Puede que salga algo.

En dos minutos el ascensor estaba repleto de policías, civiles de ojos tristes, y un par de
personajes sospechosos que Eve reconoció como policías encubiertos.

Pero ella se aguantó, diciéndose a sí misma que el estúpido ascensor sería más rápido que los
deslizadores.

—Tengo más nombres de Gwen Sykes; amigos cercanos. Vamos a ir a hablar con ellos; en
persona o por enlace.

— ¿Crees que intentarán ir a por el tercero?

—No vamos a correr ese riesgo. Dos estuvieron en Yale donde las dos víctimas y ellos
compartían residencia. Eso puede ser interesante. El otro se hizo amigo del senador cuando
ambos estuvieron en East Washington. Es el Senador Fordham.

Ella se abrió paso para salir del ascensor cuando llegaron al nivel del garaje, y respiró hondo.
En el coche introdujo la dirección de Anson-Vine, consideró sus opciones, y entonces contactó
con Whitney mientras salía de la Central.

—Señor —empezó ella—. Tengo cosas que añadir al informe que envié sobre Jonas Wymann.
Peabody y yo estamos en camino para entrevistar a una persona de interés. Más temprano
hablé con la hija del Senador Mira y ella me dio tres nombres, amigos cercanos de su padre. Si
bien vamos a contactar con ellos, uno es el Senador Fordham. Yo creo que su equipo de
seguridad y su personal debería ser informado de una posible amenaza.

—De acuerdo. Me encargaré de ello.

—Comandante, puede que necesite entrevistar a Fordham, y bajo las circunstancias, no puedo
ser demasiado delicada sobre esto.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Entendido. Pero algo de delicadeza será necesaria. Ya sea yo o el Jefe Tibble concertaremos
la entrevista si o cuando sea necesaria. Estaré en contacto.

—Sí, señor.

—Por Dios —Peabody tenía los ojos como platos—. ¿Tu realmente piensas que un senador en
activo está involucrado en alguna especie de club de sexo? Si es eso de lo que se trata. Quiero
decir ... ¿Qué estoy diciendo? —Peabody sacudió la cabeza—. ¿Sexo y política, cierto?

—Yo no pienso que el sexo tenga nada que ver con la política. Es una fraternidad. Es el poder.
Investiga los nombres que conseguí. Frederick Betz y Marshall Easterday. Ambos alumnos de
Yale, en el mismo marco de tiempo que nuestras dos víctimas. Los cuatro compartiendo una
casa durante la universidad. Averigua si Fordham asistió a Yale.

Ella navegó por el tráfico mientras Peabody trabajaba, divisó un espacio en la calle y lo ocupó.

—Betz —le dijo Peabody—. Como en Químicos Betz; de todo, desde limpiadores domésticos
a combustible para cohetes. Él es la tercera generación. Es el actual presidente. Actualmente
con la esposa número tres, quien es más joven que su hija menor de veintinueve años. Ellos
han estado casados tres años. Él tiene cuatro hijos, incluyendo uno de tres años cortesía de su
actual esposa.

— ¿Por qué un tío en sus setenta quiere procrear?

— ¿Tengo que repetirlo? —preguntó Eve—. El pene.

—Vale, el pene no tiene vergüenza. Marshall Easterday. abogado, de tercera generación. Socio
mayoritario de Easterday, Easterday, y Louis. En la esposa número dos, pero han durado...
quince años, y ella tiene actualmente cincuenta y dos años. Dos hijos, ambos del primer
matrimonio. La hija es la segunda Easterday en la firma. El hijo es un neurocirujano en
Philadelphia.

—Vale, pasaremos a verlos esta mañana.

—Y Fordham asistió a Ole Miss; no hay conexión con Yale.

Eve bajó del coche, estudió el edificio de cinco pisos. El viejo edificio post-Urbanas bajo y
cuadrado había sido restaurado y encalado. Las anchas puertas dobles de la entrada se veían
antiguas de un modo importante y sofisticado, pero ella notó al inspeccionarlas más de cerca
que estaban reforzadas con acero, cubiertas con una pintura de falsa elegancia.

La seguridad era de primera clase.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Anson tiene el primer piso —Eve presionó el timbre de la unidad del piso principal.

Eso tomó un minuto, y entonces una soñolienta voz femenina les llegó por el interfono. —Es
demasiado temprano para lo que sea que esté vendiendo.

Eve levantó su placa. —NYPSD —empezó ella.

— ¿Mike? ¿Es Mike? Oh Dios.

Antes de que Eve pudiera responder, sonaron los cerrojos desactivándose. Cuando ella
empujó la puerta para abrirla, una mujer salió volando de una puerta al extremo de un
vestíbulo de buena pinta.

Con un embarazo muy avanzado, descalza, y vestida con un pijama cubierto de pingüinos,
ella se movía con sorprendente velocidad.

—Le ha pasado algo a Mike —Ella aferró a Eve por los hombros con mucha fuerza, sus
grandes ojos castaños vidriosos por el temor—. Dígamelo rápido.

—No estamos aquí por Mike. Tome aliento.

— ¿Está segura? No es Mike —Ella presionó una mano contra su hinchado vientre, y se
tambaleó un poco.

Peabody la cogió del brazo. —Señora, vamos a sentarnos, ¿de acuerdo?

— ¿Ustedes no son asesores del dolor? ¿No están haciendo una notificación?

—Nada como eso en absoluto —Peabody utilizó su voz más tranquilizadora mientras
gentilmente hacia que la mujer diera la vuelta.

—Lo siento. Probablemente son las hormonas. Todo es hormonas en este momento. Es sólo
que Mike; mi prometido, él está en el trabajo, así que pensé... ufff. Sí, tomemos asiento.

—Usted no es Cecily Anson —dijo Eve mientras Peabody ayudaba a la mujer a pasar por la
puerta de una sala de estar con tan buena pinta como el vestíbulo.

—No, ella es mi madre. Oh Dios, ¿les pasó algo a las Mamás?

—No —dijo Eve con firmeza antes de que las hormonas volvieran a hacer aparición—. Hasta
donde nosotras sabemos, todos están bien. ¿Lillith?

—Sí —Lillith tomó asiento en un gran sillón rojo en el centro del bonito espacio de colores

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

llamativos. Ella se pasó una mano a través de una masa de cabello castaño rizado—. Lil,
generalmente. Y lamento la histeria. No suelo ser así. Estoy gestando al hijo de un policía,
después de todo —ella sonrió; una sonrisa deslumbrante, y algo de color regresó a su rostro—.
Mike Bennet; Detective Mike Bennet, de la Central. Tal vez ustedes lo conocen.

—Yo lo conozco —Juzgando que la crisis había pasado, Peabody se sentó—. Él es un buen
tipo.

—Sí, verdaderamente lo es.

— ¿Cuán avanzado está su embarazo?

—Acabo de llegar a las treinta y una semanas, así que todavía me falta algo más de tiempo —
Lillith dobló las manos sobre la montaña cubierta de pingüinos—. Yo no sé cómo.

Tampoco lo sabía Eve. ¿Podía esa montaña realmente ponerse más grande? ¿Cómo podía ser
posible?

— ¿Está su madre en casa? —preguntó ella.

—No. Las Mamás están en Adelaide; Australia. Mike y yo tenemos el tercer piso, pero
estamos haciendo algunas remodelaciones debido a ... —Ella palmeó la montaña—. De modo
que estamos quedándonos aquí mientras ellas están fuera. Él está en turnos de noche en este
momento. Debería estar en casa muy pronto. Lo siento, ¿puedo ofrecerles algo?

—Estamos bien. ¿Cuánto tiempo hace que la Sra. Anson está fuera del país?

—Casi tres semanas. Vuelven la semana que viene, suficiente tiempo para mimarme antes de
que llegue el bebé. ¿De qué se trata esto? Debería haberlo preguntado de inmediato.

— ¿Sabe usted si la Sra. Anson está trabajando, o planeando trabajar en una biografía de Jonas
Wymann; el economista?

Lillith frunció el ceño, frotando distraídamente su montaña. —No lo creo. Ella está trabajando
en una biografía de Marcus Novack en este momento. Es el motivo por el que ellas están en
Australia. Él construyó colegios y centros de salud en el interior de Australia. A veces ella
tiene algo más en preparación; o en fase de planificación, pero yo nunca la oí mencionar ese
nombre.

—Hacer un viaje de un mes de duración a Australia necesita algo de planificación, supongo


—Peabody mantuvo su voz y su sonrisa tranquila—. Ellas deben haber estado planeando esto
durante un tiempo.

200
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Desde el verano pasado, aunque Mike y yo tuvimos que convencerlas de que fueran. Yo
tuve que jurar que no me pondría de parto hasta que ellas volvieran. Miren, ahora estoy
tranquila, y como dije, comprometida a un policía. ¿Qué tiene que ver este Wymann con mi
madre?

Ella se veía estable ahora, juzgó Eve; considerando la montaña de pingüinos. Mirada clara y
calmada.

—El Sr. Wymann fue asesinado. Él tenía una cita en su agenda para ayer a las cuatro p.m. con
su madre.

Lillith sólo sacudió la cabeza. —Él no podía tenerla. Mi mamá no comete errores como ese, y
francamente, yo nunca la he oído mencionar ese nombre. Ella habla sobre sus proyectos.
Ahora entiendo por qué están ustedes aquí. Ella sería una sospechosa, pero ella está en la otra
mitad del mundo. Ustedes pueden contactarla. Yo les daré la información que necesitan para
comunicarse con ella.

—Agradecería eso, pero no porque ella sea una sospechosa. Yo le creo a usted —dijo Eve—.
Pero su nombre estaba en la agenda de citas de la víctima, de modo que alguien lo usó para
llegar a él. Usted dijo que ella habla sobre sus proyectos. Apuesto a que ella habló de este
viaje.

—A cualquiera que quisiera escucharla. Las Mamás adoran viajar. Y yo sé por dónde va usted.
Alguien que sabía que ella estaría de viaje, fuera de contacto, utilizó su nombre. Dios. Ella va
a estar tan molesta.

Lillith se impulsó del sillón, con la barriga por delante, cuando la puerta se abrió. La forma en
que ella dijo —Mike —le mostró a Eve que la semilla del temor plantada por la temprana
visita había echado raíces.

—Hola, nena, qué es… —Él prácticamente se puso en posición de firmes cuando vio a Eve—.
Teniente.

—Detective. No hay ningún problema aquí. Nosotras estamos buscando a la Sra. Anson para
que nos ayude en una investigación.

— ¿CeCe? —Él envolvió un brazo alrededor de Lillith, con su mirada en Eve.

—Creemos que alguien utilizó su nombre, puede que la haya suplantado, para ganar acceso a
Jonas Wymann.

—Wymann. Me enteré de eso. Hola, Peabody.

201
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Hola, Mike.

—Ven Lil, siéntate.

—Estoy contenta de verte —Ella le acarició la mejilla, con una ligera barba después de su
turno nocturno—. Simplemente contenta de ver ese rostro. Yo quiero mi mísera taza de café
diario. ¿Qué tal si lo tomamos todos?

—Eso sería genial.

—Yo haré eso y la teniente puede informarte. Yo ni siquiera le pregunté su nombre —recordó
Lillith, y Mike se quitó la oscura gorra de lana de su despeinado pelo rubio.

—Caray, Lil. Es Dallas.

—Es… ¡Oh! —Lillith se sostuvo la barriga y se rió—. Las hormonas se me han comido el
cerebro. Por supuesto que sí. Dallas y Peabody. Hemos visto el video tres veces. A Mike le
encanta. Bueno, voy a dejar de preocuparme por las Mamás en este instante. Si Mike piensa
que usted es la mejor, entonces usted lo es. Voy a traer el café. Él puede ayudar —añadió ella
mientras echaba a andar—. Él realmente es un buen policía.

—Ella tiene que decir eso. Pero yo ayudaré de la manera que pueda —se sacó el abrigo, un
hombre de constitución delgada y aguda mirada de policía.

—Edward Mira, Jonas Wymann. Objetivos de alta envergadura. No puedo ver cómo CeCe, o
cualquiera de las Mamás podrían estar conectadas. Ellas son sólidas, son de lo mejor.

—Lillith dijo que ellas habían tenido planeado este viaje desde hace tiempo.

—Sí —él se sentó en el brazo del sillón que Lillith había dejado—. Tuvimos que animarlas
para que se fueran debido al bebé, pero CeCe realmente quería ir, para absorber el lugar, para
hablar con la gente que había conocido a este tipo sobre el que ella está escribiendo. De modo
que nos comprometimos. Ellas se iban por seis semanas, pero las cortaron a cuatro. Y nosotros
hablamos con ellas todos los días. Algunas veces un par de veces al día.

—Ellas mismas reservaron el viaje; el vuelo, el alojamiento, ¿o utilizaron alguna agencia?

—Annie maneja todo eso. CeCe y Annie; las Mamás.

— ¿Puede darnos una lista de las personas con las que ellas habrían hablado, personas que
sabrían que ellas estarían fuera?

Él hinchó sus barbudas mejillas. —Casi sería más fácil darle una lista de los que no lo sabrían
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Él se levantó de un salto cuando Lillith regresó con una bandeja, y se la cogió.

— ¿Ellas pertenecen a algún club, algún grupo? —Preguntó Peabody—. Ustedes saben,
¿grupos de mujeres?

Eve vio el rápido entendimiento pasar por los ojos de Mike. Ellas estaban buscando mujeres
asesinas.

—Oh Señor, sí —Obviamente divertida, Lillith se sentó mientras Mike les pasaba el café—. Yo
recuerdo cómo le gusta a usted, si el video está basado en la realidad. De cualquier manera,
Poder Femenino; ese es un grupo activista basado en el lesbianismo. Ellas son miembros
fundadoras allí. Ellas van a un club de libros en que la mayoría son mujeres, y ayudan en un
par de refugios para mujeres maltratadas, víctimas de violación. Mamá-C enseña a escribir
libros como terapia, como una válvula de escape para el ser, y Mamá-A hace lo mismo con el
arte. Ella hace unas acuarelas malísimas. No quiero decir que sean horribles, sólo malas. Pero
eso la hace feliz.

—Ahora, ustedes tres se están preguntando qué pueden decir delante mío. Yo puedo ir a la
otra habitación, pero eso me va a enfadar, mierda.

—Está bien —Mike le frotó el hombro–. Usted está pensando que alguien que conocieron a
través de sus pasatiempos o trabajo voluntario utilizó a CeCe como un ardid.

—Eso es posible. Me gustarían tantos nombres de esas áreas como sea posible.

—Ellas no traicionarán a las mujeres que han conocido a través de los refugios o en las
sesiones de terapia —dijo Lillith, y se cuadró de hombros bajo la mano de Mike—. Usted no
puede esperar eso.

—Yo estoy buscando nombres que ya tengo en mi lista de sospechosos —explicó Eve—.
Alguien utilizó a su madre para acercarse lo suficiente para matar a alguien. Ella ha matado
dos veces. Yo creo que va a volver a matar.

—Déjeme trabajar en eso, Teniente —Mike siguió frotando el hombro de Lillith—. Yo hablaré
con ellas, les explicaré. Es dudoso que ellas tengan nombres completos, no del refugio o de las
sesiones en todo caso.

—Del personal —añadió Eve—. Nosotros podríamos estar buscando otros voluntarios o
personal.

—Ellas dirigen lo que ellas llaman Fuerzas Positivas las noches de los Miércoles en
Community Outreach en Cana —les dijo Mike—. La trabajadora social que coordina es

203
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Suzanne Lipski. Veinticinco años veterana, ruda y aguda. Y limpia. Yo la investigué.

— ¡No lo hiciste! ¡Mike!

—Una vez que te enganché, ellas se convirtieron en mis mamás también. Apuesta tu trasero
que la investigué. Ella protegerá a sus mujeres, Teniente, pero no protegerá a una asesina. Ella
me conoce, así que tal vez pueda conseguir algo allí si es que hay algo que conseguir. O al
menos pavimentar un poco el camino para usted.

–Cuanto más nombres, mejor. Y lo más pronto posible –dijo Eve mientras se ponía de pie—.
Agradezco el tiempo, la ayuda, el café. ¿Cómo puede vivir con una taza al día?

Lillith dio un sorbito. —Me pregunto eso todos los días cuando he terminado la única taza. Y
de alguna manera lo hago.

________________

—Ellos se veían bien juntos —comentó Peabody cuando caminaban de regreso al coche—. Se
ven una pareja sólida. Y ya que él tiene a alguien dentro, puede que sea capaz de conseguir
algunos nombres.

—Tal vez. Vale la pena darle a él la oportunidad de que los consiga primero. Claramente
alguien conectado a Anson sabía que ella estaría fuera del camino el tiempo suficiente para
usar esta treta, y no le preocupaba que los policías pudieran rastrearlo.

Una vez en el coche, Peabody se desabrigó un poquito.

—Esos grupos; los grupos de apoyo, son como sacerdotes en el confesionario.


Confidencialidad absoluta. De modo que quien sea el que haya escogido a Anson contaba con
eso. Un montón de ellos son nombres de pila, o nombres en código.

—Todo el mundo tiene un rostro —dijo Eve y se apartó del bordillo—. Nosotras mostramos
fotos, conseguimos reacciones. Puede que no consigamos confirmación, pero conseguiremos
reacciones.

Y eso es lo que ella buscando con Lydia Su.

204
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

______________

Eve tuvo que conformarse con un cutre estacionamiento y una caminata de dos bloques con
un viento que decidió arremolinarse y soplar a través de la ciudad. Peabody volvió a
envolverse, y Eve se puso el gorro del copo de nieve.

Esto la hizo pensar en Dennis Mira.

—Necesitamos conseguir las impresiones del Sr. Mira de los tres nombres que me dio la hija
del senador. Primero se lo notificaremos a ellos, hablaremos con ellos, pero quiero su opinión.

—Él usualmente tiene buenas opiniones.

—Sí, las tiene. Pero Mira me dijo que él tiene un punto ciego en lo que concierne a su primo.
Ella tilda a Edward de sociópata; altamente funcional. Dijo que él siempre fue un bravucón, y
un depredador sexual.

—Qué fuerte. Pero si estamos siguiendo la línea correcta, eso encaja.

—Esta es la línea correcta —Eve se detuvo enfrente del edificio de Su. Un elegante rascacielos,
probablemente como lo que Nadine estaba buscando.

No había portero, notó ella. Una auto-escaner que aceptó el escaneo de su placa sin mucho
problema.

Identificación verificada, Teniente Eve Dallas.

Por favor declare la naturaleza de su asunto y/o la persona que desea visitar.

—Ese sería un asunto policial viendo que escaneaste la placa, y estamos aquí para hablar con
Lydia Su, unidad 2204.

Gracias por su información.

El residente de la unidad 2204 está siendo notificado. Usted tiene autorización para entrar y esperar.

Eve entró a un gran vestíbulo en blanco y plateado con algunos sillones de un azul llamativo,
verdes árboles en macetas, y un mapa móvil del edificio. Este contaba con su propio mercado,
una boutique para hombres y una para mujeres, un centro de negocios y banca en su nivel
intermedio (sólo para residentes y sus invitados). También tenía un gimnasio, dos bares, y
tres restaurants. La administración y manejo del edificio tenía oficinas en el tercer nivel.
205
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Para cuando ella había escaneado del mapa y notado la ubicación del 2204; unidad en esquina,
de cara al sur y al este, el ordenador las autorizó para tomar un ascensor.

Invitados autorizados al piso veinte y dos, anunció el ascensor. Que tengan una agradable
visita.

— ¿Por qué nunca pueden cerrar la boca? —Preguntó Eve—. ¿Quién necesita un ordenador
que les desee una agradable visita? Se nos autorizó con bastante rapidez —añadió ella y,
echando un vistazo alrededor de la caja plateada, reparó en las cámaras de seguridad.

—Tal vez está esperando este seguimiento a tu conversación con ella ayer, verificando la
coartada de Downing.

—Ella lo pasó con facilidad. Con la justa cantidad de sorpresa, y fue toda cooperación.

—Apuesto que si revisamos su enlace, ella ya alertó a Downing de que estamos aquí.

Eve salió en el veintidós. Ella caminó por el ancho pasillo alfombrado de un tono plata tenue,
pasando por relucientes puertas negras hasta el 2204. Ella presionó el timbre con una mano, y
sostuvo en alto su placa con la otra.

En el momento que Lydia Su abrió la puerta, ella pensó: Tú estás en esto.

Fue sólo un destello, y luego desapareció, un molesto conocimiento que iluminó los grandes y
agudos ojos castaños antes de que Lydia ofreciera una sonrisa cortés y desconcertada.

—Buenos días. ¿Esto es acerca del asesinato del Senador Mira? Yo hablé ayer con una
detective.

—Esto es un seguimiento. Usted habló con la Detective Peabody —añadió Eve, haciendo una
ademán hacia su compañera.

—Oh, sí. Bueno, por favor pasen. Estoy un poco aturdida. Estaba durmiendo. Tuve que
trabajar hasta bastante tarde.

—Lamentamos perturbarla. No le quitaremos mucho tiempo.

— ¿Puedo ofrecerles café o té?

—Estamos bien.

—Por favor, tomen asiento —Ella las guió hacia una espaciosa sala de estar con dos sillones
curvados, un largo sofá bajo con un cojín en el medio con la forma de un pavo real, con las
206
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

plumas de la cola extendidas. Alguna especie de flores exóticas sobresalían de un


transparente jarrón cuadrado con brillantes piedritas negras cubriendo la base. Unas cortinas
vaporosas cubrían las ventanas.

Lydia medía cerca de un metro cincuenta y ocho, y cruzó hacia el sofá con sus pequeños pies
metidos en zapatillas de casa. Vestía un conjunto de diario en blanco cremoso con una larga
chaqueta de punto en color negro.

Ella podría haber estado durmiendo después de una larga noche, pensó Eve, pero se había
tomado el tiempo para arreglarse el cabello; completamente liso, en una cola de caballo.

Ella se sentó, grácil como una bailarina. — ¿Cómo puedo ayudar?

—Usted pasó su día de descanso con Charity Downing. Anteayer.

—Sí, es cierto. Almorzamos, hicimos algunas compras, nos hicimos la manicura. Estábamos
divirtiéndonos, de modo que nos detuvimos para tomar una copa, y luego decidimos regresar
a casa de Charity, y cenar algo, ver la pantalla. Me fui alrededor de las nueve, creo yo. Fue un
día agradable con una amiga.

–Eso parece. ¿Cómo llegaron a hacerse amigas?

— ¿Disculpe?

—Ustedes no parecen tener mucho en común.

Eve se encogió de hombros mientras miraba casualmente alrededor de la sala. Y la elegante


barra de bronce antidisturbios en la puerta.

Elegante o no, una barra antidisturbios era una exageración en un lugar como ese.

—La artista luchadora —continuó ella—, y la alumna de Yale, la científica con el doctorado.
¿Cuánto hace que son amigas; el tipo de amigas íntimas que deben ser ustedes, ya que
Charity dijo que usted es a la única que le contó su relación con Edward Mira?

—Nosotras encontramos que teníamos muchas cosas en común. Una apreciación por el arte,
nosotras disfrutamos; en su mayor parte, la misma música, nos gusta ver videos en casa,
tranquilamente. Nos agrada nuestra mutua compañía. A mí me gusta pensar que fui de apoyo
y no hice ninguna crítica cuando se trató sobre las elecciones que ella hizo con Edward Mira.
Cómo debería ser una amiga.

—Correcto. ¿Cómo se volvieron a encontrar?

207
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Yo fui un día a la galería en donde ella trabaja, y simplemente retomamos la amistad, como
lo hacen algunas personas.

—Afortunada casualidad. Yo supuse que ustedes tuvieron toda esa cuestión del insomnio
juntas.

— ¿Disculpe?

—Las investigaciones para las que ambas fueron voluntarias.

—Yo... Sí. Pero... Nosotras no estuvimos en la misma investigación, y no nos conocimos una a
la otra hasta después.

—Qué coincidencia. ¿De modo que usted estaba buscando algo de arte?

Allí apareció otra vez, ese destello. Pero sólo enfado esta vez. —Así es —dijo Lydia con
frialdad—. Echando un vistazo en realidad, y Charity era una experta y fue muy amable.
Terminamos yendo a tomar un café en su descanso, y simplemente nos hicimos amigas. ¿Es
eso tan inusual?

—Como ya dije, afortunada casualidad; justo como con lo del insomnio. Bueno, ¿usted
compró algo?

—Sí. Esa pintura —Ella hizo un gesto hacia un gran cuadro de un trío de arbustos floreciendo
en un profundo color rosa, y una mujer en el fondo, con el rostro volteado y la cabeza
inclinada.

—Afortunada casualidad para ella también. De modo que usted se fue de casa de Charity
alrededor de las nueve. ¿Y luego?

—Vine a casa, me quedé leyendo un poco, y luego me fui a la cama.

— ¿Qué me dice de anoche?

— ¿Anoche? ¿Por qué?

—Jonas Wymann, un amigo cercano de Edward Mira, fue asesinado. ¿Usted y Charity
salieron juntas otra vez?

—No. Yo estuve trabajando hasta cerca de las diez, luego vine a casa y me pase tres horas más
trabajando en un proyecto. Por lo menos tres. No me acosté hasta después de las dos.

— ¿Charity alguna vez le mencionó a Wymann?


208
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—No. No recuerdo el nombre. Yo no creo que ella haya conocido a ningún amigo de Edward
Mira, o me lo hubiese dicho.

— ¿Incluso si ella también hubiese dormido con él?

Los músculos en la mandíbula de Lydia se tensaron, como lo hicieron; sólo por un instante,
los dedos de la mano que ella había doblado tranquilamente en su regazo. —Como yo no la
hubiese juzgado a ella, yo creo que sí, que ella me lo hubiese dicho. Y si usted ve a Charity de
forma promiscua porque fue lo bastante tonta como para dormir con un poderoso hombre
casado quien parece haber hecho un hábito de ir a la caza de mujeres tontas, usted la está
juzgando con demasiada severidad. Su muerte es, sin lugar a dudas, difícil para sus amigos y
su familia, pero para mi forma de verlo, él abuso de Charity y de otras como ella.

—Eso es bastante sentencioso, ¿no es así, Peabody?

—Se ve así.

—Pero todos tenemos nuestra propia balanza, ¿no es así? ¿Qué hay acerca de Carlee
MacKensie? —Eve lanzó la pregunta inmediatamente después de la otra, y obtuvo una
reacción. Más que un destello; un rápido destello de shock.

— ¿Disculpe?

—Es bastante sencillo. Carlee MacKensie. Pero puedo refrescarle la memoria. Ustedes dos
pasaron un tiempo en Paz Interior.

La ira ardió en sus ojos, aguda y restringida, pero su voz permaneció fríamente controlada. —
Mi visita a Paz Interior es personal.

—Nada es personal cuando se trata de un homicidio. ¿Usted conoció a Carlee MacKensie allí?

—Como las condiciones de Paz Interior están encabezadas por la confidencialidad, nosotros
usamos sólo nuestros nombres de pila durante el tiempo que vivimos allí. No recuerdo a
nadie llamada Carlee.

—Tengo una foto —dijo Peabody amablemente, y sacó una.

Lydia le lanzó una mirada, y luego apartó la vista. —No la reconozco.

— ¿Sabe usted cuál es otra coincidencia? —Eve mantuvo la vista en el rostro de Su—.
MacKensie también asistió a Yale. Justo como usted. Justo como el Senador Mira, como Jonas
Wymann. Lazos universitarios, insomnio, y Paz Interior. Sí, eso es un montón de... ¿cuál es la
palabra, Peabody?
209
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Tal vez casualidad.

—Hmm. No es la palabra que yo tenía en mente, pero podemos ir con esa. Casualidad.

Lydia se replegó, volvió a doblar las manos en su regazo, palma contra palma. —Yo supongo
que ser suspicaz es una parte necesaria de su trabajo. Qué desafortunado para usted.

— ¿Desafortunado? Nah. Es lo que me impulsa en la mañana —Eve sonrió entonces, con una
expresión deliberadamente depredadora—. Es más desafortunado para la gente que piensa
que puede librarse después de cometer homicidio.

—Yo sólo puedo decirle que Charity y yo pasamos el día juntas, como lo describí. Bueno.
¿Hay alguna otra cosa en la que pueda ayudar?

—No, eso debería ser suficiente —Eve se puso de pie—. Gracias por su tiempo.

Ella hizo una pausa en la puerta. —Oh, usted puede informarle a su buena amiga que
nosotras vamos a hacer un seguimiento con ella también. Las sospechas no sólo me impulsan
en la mañana, ellas me mantienen en movimiento todo el día.

Ellas salieron hacia el ascensor. Eve volvió la mirada hacia el largo y elegante pasillo. —Ella
está mintiendo, hasta la última palabra.

—Yo tengo que decir, oh sí, a eso. Tu llegaste a irritarla más de una vez. Ella casi metió la pata
cuando sacaste a cuento a MacKensie. Ella la reconoció absolutamente, y nunca se la vio venir.

—No hay dudas sobre eso. Es interesante que haya dicho que Edward Mira abusó de Charity
y de mujeres como ella. Que no critica, mi culo —dijo ella mientras entraban al ascensor—.
Esta fue parte juez, jurado y verdugo. Y ella se sintió muy orgullosa de ello. Vamos a empezar
a pelar capas.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 14

El saber que Su era una mentirosa; y por asociación Downing y Mackensie eran unas
mentirosas, no probaba que fueran asesinas

Pero ella maldita sea que lo probaría.

Parte de ese proceso sería hablar con los otros hombres que podrían ser parte de esta
hermandad.

La ruta más corta la llevó a la casa de Easterday. Lo que una vez habían sido dos casas de tres
pisos en fila, habían sido convertidas en una amplia casa en Park Avenue.

Una mujer con un sencillo traje negro con un astuto y acogedor rostro respondió a la puerta.

—Teniente Dallas, Detective Peabody, NYPSD. Nos gustaría hablar con el Sr. Easterday.

—El Sr. Easterday hoy no recibe visitas.

—No estamos buscando una recepción. Sólo dígale que la policía está aquí.

—Ustedes pueden esperar en el vestíbulo; hace mucho frío. Le preguntaré al Sr. Easterday si
las verá.

Los pisos de mármol blanco y la recargada madera oscura le daban al gran vestíbulo lo que
para Eve era una presuntuosa dignidad. Ella levantó la vista hacia el candelabro de varios
niveles, y pensó que era allí donde ellos lo colgarían si tenían la oportunidad.

Tardíamente ella recordó el gorro, se lo quitó, se peinó el cabello con los dedos mientras lo
metía en el bolsillo.

Segundos después una mujer empezó a bajar la larga escalera.

Ella llevaba un traje negro, pero a diferencia de la primera no había nada sencillo en éste. El
traje se amoldaba al esbelto cuerpo de una forma diseñada para mostrar las líneas y las curvas,
y refulgía sutilmente en la lluvia de cristales del candelabro.

El cabello rubio oscuro había sido peinado hacia atrás y retorcido en un moño en la nuca de
un largo cuello, dejando el rostro al desnudo. La esposa de Easterday podría haber llegado al
medio siglo, pensó Eve, pero ella sabía cómo dar marcha atrás al reloj.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Teniente, Detective, soy Petra Easterday —Ella extendió una mano delgada con un
resplandeciente diamante hacia Eve, y luego a Peabody—. Mi esposo está indispuesto. Él se
enteró de la muerte de un amigo íntimo esta mañana.

—Es por eso que estamos aquí. Ese sería su segundo amigo íntimo en los últimos dos días.

—Sí, y Marshall está simplemente destrozado. De hecho, yo estaba justamente arriba tratando
de convencerlo para que se tomara un tranquilizante y se recostara.

La preocupación se mostraba desnuda en su rostro, Petra miró hacia las escaleras. —Yo estoy
encantada de hacer cualquier cosa para ayudarlas, pero mi esposo simplemente no puede ser
molestado en este momento —Justo en el momento en que ella hablaba, ellas oyeron pasos
descendiendo.

Petra suspiró. —Oh, Marshall, necesitas descansar.

—Petra, la policía sólo está haciendo su trabajo.

Él no se veía destrozado, reflexionó Eve, pero ciertamente se veía decaído. Tenía círculos
oscuros bajo los ojos y las líneas de tensión alrededor de la boca mostraban a un hombre que
cargaba una pena.

Aunque era un hombre alto, él parecía encorvarse como si sus hombros llevaran una carga
demasiado pesada.

También vestía un traje negro, con una banda negra de luto, y una discreta corbata azul
anudada en un Doble Windsor.

—Petra, querida, me gustaría tomar un café.

Cuando ella apenas levantó una ceja, él sonrió un poco. —Té entonces. Si pudieras.

—Haré que lo traigan. Espero que ustedes respetaran el que mi esposo está de duelo —dijo
Petra antes de dejarlos.

—Ella se está sintiendo muy protectora, es comprensible. Teniente Dallas, ¿no es así? Y
Detective...

—Peabody.

—Sí, por supuesto. Por favor, vayamos dentro, sentémonos.

El salón principal continuaba la formalidad del vestíbulo, compensado sólo un poco por un
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

pequeño y alegre fuego en una chimenea de mármol blanco. Las flores aquí eran rojas como
rosas de sangre; el sofá grande y cuadrado estaba cubierto por un recargado estampado floral
que hacía que al sentarse en él se sintiera como si uno se agazapara en un jardín.

Easterday tomó asiento en un sillón de alas anchas, y suspiró.

—Esto se siente; todo esto se siente imposible. Mi mente no había terminado de asumir lo de
Edward, y ahora Jonas. ¿Tienen ustedes algún sospechoso?

—Nosotras no podemos discutir los detalles de la investigación. Yo lamento la pérdida de sus


amigos —continuó Eve—, y entiendo que este es un momento difícil para usted.

—Yo no he practicado el derecho penal en más de dos décadas; eso se lo dejo a mi hija, pero
sé cómo se hace. ¿Tiene usted preguntas para mí que pueden ayudarla en su investigación?

—Sí. Usted ha perdido a dos amigos en dos días, Sr. Easterday, por homicidio. Hombres que
usted conocía desde la universidad; durante casi cincuenta años, y de los que se ha mantenido
cerca. Lo bastante cerca como para que su nombre esté en una corta lista.

Sus ojos se agrandaron. — ¿De los sospechosos?

—No, señor. De las víctimas.

Ahora él echó un rápido vistazo al vestíbulo. —Ese tipo de declaración alterará a mi esposa.

—Ella estará más alterada si yo regreso aquí para notificarle a ella su asesinato.

Él se levantó del sillón con fuerza. —Eso es ridículo. Nadie tiene ningún motivo para
matarme.

— ¿Pero lo tuvieron para matar a sus amigos?

Él volvió a sentarse, extendió sus manos. —Edward era mi amigo, y lo ha sido más de la
mitad de mi vida. Como amigo suyo puedo decir que él podía ser difícil, incluso
desagradable. No caben dudas de que hizo enemigos en la política, como senador, y ahora a
través de su instituto.

Él había sabido que esto llegaría, pensó Eve. Sabía que habría una lista y que él estaría en ella.
Poniendo a un lado la pena, él se había preparado.

— ¿Y Jonas Wymann? —le preguntó ella.

—La política nuevamente. Con seguridad usted ha hecho esa conexión. Jonas era brillante,
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

pero sus puntos de vista no siempre eran populares, y él ha ejercido una influencia
considerable durante muchos, muchos años.

—Hay otras conexiones —empezó Eve.

Petra entró a la sala justo delante del ama de llaves, quien traía una gran bandeja de té.

—Gracias, Marian. Yo lo serviré.

El ama de llaves no hizo una reverencia, pero Eve sintió que eso estaba implicado.

—Yo puedo ocuparme de esto, Petra.

—No me voy a ir —Ella habló de forma agradable, pero el acero subyacente estaba más que
implicado.

— ¿Crema? ¿Azúcar? —le dijo ella a Eve.

—No, gracias.

— ¿Detective?

—Un poco de crema, dos terrones de azúcar. Gracias.

—No hay nada que discutir, Marshall —continuó ella mientras servía el té—. Me voy a
quedar. Usted estaba diciendo algo sobre conexiones, Teniente.

—Las dos víctimas tienen más cosas en común entre ellas, y con usted, Sr. Easterday, que la
política.

Petra emitió un sonido; no del todo un jadeo. Y le pasó a Eve un té que ella no quería. —Usted
piensa que Marshall... Esta persona que asesinó a Edward y a Jonas, ¿usted cree que podría
tratar de hacerle daño a Marshall?

—Ya, Petra…

—No me aplaques, Marshall. Esto es algo que me ha agarrado por el cuello después de
superar el shock al enterarme de lo de Jonas. Yo lo descarté, pero... —Ella miró a Eve, con la
muerte en sus ojos—. ¿Eso es lo que usted piensa?

—Es algo que tenemos que considerar, y tiene que tomarse en serio el garantizar la seguridad
de su marido.

214
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Sí. Bien. Tómeselo en serio. Todos nosotros vamos a tomárnoslo muy en serio.

—Petra, Edward y Jonas compartían una red política e inclinaciones que yo no tengo.

Ella sólo sacudió la cabeza. —Vosotros habéis sido amigos durante décadas. Ustedes
socializan regularmente, ustedes juegan al golf, juegan al póker, viajan juntos. Ustedes
vivieron en la misma casa durante años cuando estaban en… ¡Oh Dios! Fred y Ethan.

—Ese es Frederick Betz —dijo Eve rápidamente—. ¿Quién es Ethan?

—Ethan MacNamee —le dijo Easterday—. Uno de nuestros compañeros de piso cuando
estábamos en Yale. Él y Edward no siguieron siendo particularmente íntimos, y él vive en
Glasgow la mayor parte del año. Yo sólo lo veo cada pocos meses.

—Y cuando vosotros os reunís, es como si el tiempo no hubiese pasado —insistió Petra—.


Vosotros sois como hermanos.

—Una hermandad —dijo Eve, observando el rostro de Easterday.

Ese rostro se tornó pétreo, y retiró la mirada, sólo por un instante. —Sí. Nosotros somos como
hermanos, podría decirlo así, y he perdido a dos.

—Tres —dijo Petra quedamente, y tomó la mano de su esposo—. Eráis seis los que
compartíais la casa en Yale. El otro era William Stevenson; Billy. Él murió, trágicamente, justo
antes de que Marshall y yo nos casáramos.

— ¿Qué sucedió?

—Él sufría de depresión —Marshall empezó a frotarse la sien—. Había invertido una
considerable cantidad de dinero en un nuevo negocio que fracasó, y estaba pasando por un
segundo divorcio brutal. Su padre era; y es, un hombre duro, y lo reprendió. Fueron una serie
de golpes terribles.

— ¿Él se suicidó?

—Lo hizo, sí, sin autoridad legal, sin pasar por la terapia necesaria. Él fue a la casa de su
familia en Connecticut, se encerró en su antiguo dormitorio, y se colgó.

—Se colgó.

—Usted no puede conectar eso a los asesinatos. Fue claramente un suicidio, y hace más de
quince años. Y aunque nosotros éramos y somos buenos amigos, Edward y Jonas eran los más
cercanos entre ellos. Ellos compartían más intereses, y otra vez, aquellos puntos de vista
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

políticos y sociales.

— ¿Qué más compartían ellos? —Preguntó Eve—. Edward Mira tenía relaciones sexuales
regulares con una variedad de mujeres.

Easterday se golpeó el muslo con el puño. —No me voy a sentar aquí mientras mis amigos
están sobre losas en la morgue y poner en duda sus reputaciones.

La bravata fue por sentirse agraviado, pero se podía detectar el temor.

—Tengo una lista de nombres, de mujeres con las que Edward Mira tuvo relaciones sólo
durante el año pasado. Una de esas mujeres podría ser responsable de lo que le habían hecho
a él. Yo necesito saber si Jonas Wymann compartía cualquiera de esas mujeres, o compartía la
predilección por las mujeres.

—Marshall —Antes de que él pudiera hablar, antes de que pudiera liberar la ira que Eve vio
en sus ojos, Petra le tomó la mano—. Ellos están muertos, y si es por esto, tu les debes a ellos
el decirlo. Por favor.

—Edward no mantenía en secreto el divertirse con mujeres fuera de su matrimonio. Y Mandy


estaba al corriente.

Easterday habló apretando los dientes.

—Su matrimonio era asunto de ellos. Jonas era más cauteloso, pero... Su hábito de divertirse
con mujeres fuera del matrimonio con seguridad fue el motivo de la disolución de sus dos
matrimonios. Sin embargo, si ellos compartieron una mujer es algo de lo que no tengo idea.

— ¿Y usted, Sr. Easterday? ¿Usted sacó los pies del plato?

—Esta discusión ha terminado.

— ¡No es así! —Ahora Petra lo agarró del brazo—. Marshall y yo tenemos una relación basada
en la confianza así como en el amor y el respeto. Yo estoy completamente consciente de que él
le fue infiel a su primera esposa. Mi primer esposo tenía aventuras. Yo me negué a casarme
con Marshall durante más de un año debido a problemas de confianza. Nosotros nos
conocimos no mucho después de nuestros mutuos divorcios.

—Yo nunca he tenido una aventura; no desde que tu y yo comenzamos.

—Lo sé —Petra apoyó una mano en su mejilla—. Yo viví con un tramposo —le dijo ella a
Eve—.Conozco las señales. Cada una de ellas. Yo me prometí a mí misma que nunca más
volvería a vivir con uno. Yo no rompo mis promesas, Teniente. Marshall y yo hemos
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

construido una matrimonio saludable y sólido; y la confianza, la fidelidad y el respeto, son


nuestras piedras angulares.

—Usted sabría en donde investigar —le dijo Marshall a Eve—. Usted puede verificar mis
finanzas, mis viajes, puede hablar con cualquier en mi firma. Yo no he tenido una relación con
otra mujer desde que conocí a Petra.

— ¿Y qué hay sobre Betz?

—Teniente, aprecio su preocupación por mi seguridad, y respeto su posición, pero no voy a


chismosear sobre mis amigos. Hable usted misma con él.

—Esa es mi intención. ¿Usted es amigo del Senador Fordham?

—No realmente. Él es amigo de Edward. Nosotros hemos socializado, por supuesto, pero yo
lo consideraría un conocido.

—Entonces él no es un hermano.

—No —dijo Easterday inexpresivamente, y la mano que sostenía la taza de té tembló. Él la


puso sobre la bandeja—. He terminado con esto. No veo cómo esto puede ser útil de alguna
manera, y usted me pone en la posición de ser desleal con mis amigos muertos. Ahora quiero
ir a descansar.

—Sí, deberías hacerlo. En un instante estoy arriba —le dijo Petra—. Les mostraré la salida a
las oficiales, y subo de inmediato.

Para Eve, la carga de él sobre los hombros parecía más pesada cuando dejó la sala.

—Nosotros tenemos buena seguridad —dijo Petra con rapidez—, y me aseguraré de que la
utilicemos completamente. Él no irá a ninguna parte sin mí. Puedo contratar seguridad
privada para que se quede con él hasta que esto sea resuelto si es que usted piensa que
debería hacerlo.

—Yo pienso que no estaría de más. Él no debería atender solo ninguna cita —dijo Eve
mientras se ponía de pie—. Así fue como ambas víctimas fueron atraídas.

—Él no es como ellos; no de la manera que usted implica. Él los quería, profundamente, pero
no es como ellos. Yo no soy Mandy Mira, Teniente. Créame.

—Lo hago —Eve sostuvo su mirada—. Yo la creo a usted. Gracias por su tiempo y su
cooperación.

217
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve salió al exterior, y respiró profundamente. — ¿Impresiones, Peabody?

—Él sabe cosas, cosas que no le ha contado a su esposa. Cosas que no quiere que ella sepa. Y
está que se caga de miedo. Pero ella sabría si él la engañara, y pareció sincero cuando él dijo
que había sido fiel.

—Él no usó esa palabra —señaló Eve—. Él dijo que no había tenido aventuras, que no había
tenido otras relaciones. Eso es una diferencia para mis oídos.

—Yo no la oigo.

—Él no anda ligando por allí como sus amigos; y, sí, ella lo sabría si él lo hiciera. Ella lo
mandaría a volar por ello. Pero ¿darse unos revolcones en un hotel, tomar unos tragos, tal vez
cenar, conversar? Eso es diferente a tener como objetivo a una mujer, violarla, y luego seguir
adelante.

—Bueno, Jesús.

—Sí. Añádele a eso que él sabe cosas. Añádele que está asustado. Asustado y enfadado, y a la
defensiva. Él es parte de la hermandad, Peabody, y ser leal a ellos, tratando de ocultárselo a su
esposa, podría hacer que lo maten a él o a uno de los otros. Veamos si podemos sacarle algo
más a Betz.

__________________

El hogar de Frederick Betz en Upper East Side una vez había sido un pequeño hotel exclusivo
para los ridículamente ricos. Los ridículamente ricos hicieron de éste un objetivo de primera
durante las guerras Urbanas. Este no había sido demolido, pero había sido desmantelado de
todo el mármol original, piedras, madera, enchapados, cristales, y reducido a astillas, cortado
en pedazos, sacado fuera y transportado.

Fue un triste cascarón lleno de grafitis casi durante dos décadas antes de que Betz; un alma
emprendedora, lo comprara haciendo mucho aspaviento adelantándose a las tendencias de
revitalización.

Él gastó diez veces el costo del cascarón para convertirlo en su palacio personal. Al gastar sus
millones, Betz probó, sin lugar a dudas, que el dinero no podía comprar el buen gusto.

En la arqueada puerta principal pintada con una reluciente laca roja, unos gordos querubines
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

ataviados con lo que parecían tangas retozaban con centauros de mirada pícara y caballos
alados. Perros de tres cabezas gruñían; dragones con ojos feroces escupían fuego.

Algunos de los querubines estaban armados con arco y flecha, y se veían listos para usarlos.

Eve no podía decidir si esto estaba hecho para ser extravagante u obsceno.

—Esto es simplemente aterrador —declaró Peabody.

—Sí, esa es la mejor palabra. Aterrador.

Eve echó un vistazo a la placa de palmas, notó que estaba pegada a la pared del edificio con
unos brillantes dedos dorados, y decidió que los había de todos los tipos.

El por qué, ella nunca lo sabría. Pero había de todos los tipos.

Ella tocó el timbre, centrado en una maraña de viñas doradas.

Buenos Días, entonó el ordenador en un afeminado acento británico. El Sr. y la Sra. Betz no
reciben invitados en este momento. Por favor deje su nombre si desea que alguien de su
personal se ponga en contacto con usted.

—Escanea esto —ordenó ella, y alzó su placa—. Teniente Dallas, NYPSD. Es imperativo que
hable con el Sr. Betz de inmediato.

Un momento.

Se proyectó un haz de luz roja, escaneó la placa.

Su identificación ha sido verificada, Dallas, Teniente Eve. Lamentablemente, el Sr. Betz no se


encuentra en este momento. Si usted quisiera contactar con su asistente personal o su
asistente administrativo…

—Hablaré con la Sra. Betz —interrumpió Eve.

Lamentablemente, la Sra. Betz no se encuentra en este momento. Si usted quisiera…

—A la mierda. ¿Quién se encuentra en casa? Hablaré con cualquier maldito humano que esté
en la casa.

Un momento.

—Llama a su oficina —e dijo Eve a Peabody—, mira si puedes hablar con un humano. Quiero

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

saber dónde diablos está él.

—Un momento —Peabody no pudo resistir decirlo, poniéndose fuera de su alcance mientras
sacaba su enlace.

Antes de que Eve decidiera si reírse con disimulo o gruñir, ella oyó desactivarse los cerrojos.

—Teniente. Detective.

—Sila. ¿Usted trabaja aquí?

—Sí, señora —La asistenta de limpieza dio un paso atrás para dejarlas pasar—. Desde hace
casi seis meses. La Sra. Betz despidió a su otra compañía de limpieza, y consiguió nuestro
nombre del Senador Mira. ¿Sucede algo malo?

—Podría ser. Necesito encontrar a Frederick Betz.

—Oh, cielos, yo no sé en dónde puede estar. Sé que la Sra. Betz dijo que ella se iba a su casa en
Bimini, creo que así se llama, con el bebé y la niñera, y la ayudante de la niñera.

— ¿La niñera tiene una ayudante?

Se le escapó una risita. —Oh, seguro. Y la Sra. Betz, creo que se ha llevado a su asistente
personal, también, y tal vez iba a ir el Sr. Betz; ella no lo dijo. Pero nosotras empezamos en el
piso superior, y bueno, la suite principal es un desastre; eso es algo usual. Pero no puedo
decir si me di cuenta de que las cosas de él no estaban, como si estuvieran empacadas para un
viaje.

— ¿Quienes son 'nosotras'?

— ¡Oh!, mi mamá y Dara; mi hija. El hacer esta casa nos toma a las tres dos días enteros, tiene
tantas florituras y perifollo, aún cuando ellos tienen un androide doméstico que se encarga de
eso diariamente. Nosotras venimos dos veces al mes, empezamos de arriba para abajo.

—Hágame un favor, Sila. Haga que las otras detengan la limpieza de todo, por ahora.

—Yo... Está bien —Ella sacó un enlace de su bolsillo, y escribió un rápido texto—. ¿Puede
decirme por qué?

—Ha habido otro asesinato, un amigo del senador. Estoy verificando con otros amigos.

— ¡Oh!, por Dios. Oh, cielos. ¿Qué deberíamos hacer nosotras? Hemos estado trabajando en el
piso del dormitorio casi una hora.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Está bien. No toquen nada más. Ayudaría si pudiéramos hablar con el androide de la casa.

— ¡Oh!. Está en la cocina, en el área de almacenaje. Yo no sé cómo ponerlo a funcionar. La Sra.


Betz, ella dijo que el Sr. Betz lo apagaría mientras estuvieran fuera, y lo programaría por
control remoto para que se active y refresque la casa cuando ellos planearan regresar.

—Si nosotras no podemos activarlo, conseguiremos a alguien del DDE. ¿Peabody?

—Estoy por comunicarme con su administrativo. Los asistentes menores tampoco saben o no
dirán dónde está él.

—Continúa en ello. ¿Nos mostraría el androide, Sila?

—Claro que sí.

Ella echó a andar hacia la parte trasera, fuera del vestíbulo de entrada; con su estanque de
carpas central y un candelabro dorado enorme con cientos de. . .

—Florituras —repitió Eve e hizo sonreír a Sila.

—Y tonterías y baratijas. Juro que ellos deben de haber usado dos toneladas de pintura
dorada y un par de acres de sedas y terciopelos. Si ellos pueden poner una borla en algo, ellos
le ponen seis.

Ella sacudió la cabeza mientras pasaban por formas de arte; más querubines retozones,
mujeres en vaporosas túnicas blancas, hombres con espadas y arcos, y todo enmarcado en
ornamentados marcos dorados.

—Yo recorrí este lugar, y le di el doble del precio que usualmente cobro. La Sra. Betz apenas si
parpadeó, de modo que eso está bien para nosotras dos. Teniente Dallas, ellos tienen sus
baños separados fuera del dormitorio principal. No es algo inusual, pero él tiene en el suyo
un bar completo. Un bar, con taburetes y todo, y ella tiene en el suyo un sofá largo forrado en
seda rosa, y una nevera para vinos. En el baño. Lo que quiero decir es que no conozco a nadie
que se entretenga tanto en el inodoro, sin importar cuán elegante éste sea.

Ellas pasaron por arcadas que llevaban a salas llenas de muebles, y con los muebles tan
cargados de almohadas (cientos de borlas) que no había manera posible de poder encajar el
culo en el almohadón.

Ella no sabía qué podía esperar en la cocina, pero un brillante rojo sangre era el color
distintivo.

Una media milla de resplandecientes armarios rojos, así como los electrodomésticos: dos
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

enormes neveras, los hornos empotrados, la superficie de la encimera. Los mostradores eran
un mar blanco y el piso una extensión de negro medianoche.

—Horrible, ¿verdad? Yo trabajo para un montón de gente, y todos tienen su propio gusto y
estilo. ¿Pero esto? Mi mamá dice que éste se lleva la tarta y dos trozos del pastel.

Sila se movió alrededor de la isla central, trotó hacia una puerta a la izquierda; roja, por
supuesto, tallada con personas en varios estados de desnudez atiborrándose de fruta de unos
tazones, de fruta colgando de árboles o creciendo en arbustos, de fruta que otras figuras
tenían en las manos.

—Ellos guardan a los androides aquí dentro. El androide de la casa, y sus respaldos —dijo
Sila mientras gesticulaba—. El androide aspirador, el limpiador, etc. etc. Pero éste de aquí es
él, bueno, usted diría que es el androide jefe.

Eve se aproximó al androide con traje negro. Alto, delgado, digno, con un aire a Summerset,
según ella. Había sido diseñado con cabello oscuro, con mechones plateados, labios finos, y
pómulos afilados.

Eve miró hacia atrás, vio a Peabody asentir y levantar un dedo, y continuar con la
conversación en su enlace. De modo que Eve entró, ladeó la cabeza, y comenzó a buscar el
encendido manual.

La complació cuando lo encontró, debajo del mechón izquierdo del cabello.

El androide emitió un zumbido quedo, y luego los pálidos ojos azules titilaron, parpadearon
y se enfocaron.

—Buenos días —dijo él en el mismo acento afrutado británico que el ordenador del
intercomunicador—. Me llaman Stevens. Me temo que no estoy programado para ayudarla
sin la autorización del Sr. o la Sra. Betz.

Eve sacó su placa. —Escanea y verifica. Estoy aquí por un asunto policial. Necesito
información. Tu puedes darme esa información o te llevaré a la Central en donde los de DDE
te extraerán dicha información.

—Un momento.

—Sí, sí.

—Su identificación está verificada. Dallas, Teniente Eve. ¿Hay una emergencia policial?

—Esperemos que no.


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Dallas.

Eve apuntó con el dedo al androide para señalarle que esperara, se volvió hacia Peabody.

—Su administrativo dice que lo esperaban allí esta mañana. Él planea unirse a su esposa, pero
no se marchó con ella. Ella se fue ayer en la mañana, y hasta el momento, sus planes son
marcharse mañana o pasado mañana.

Eve se volvió hacia el androide. — ¿Cuándo salió de esta ubicación el Sr. Betz?

—Soy incapaz de responder con exactitud. La Sra. Betz me apagó ayer a las diez y treinta y
ocho de la mañana antes de partir. El Sr. Betz ya había dejado la residencia. Él partió hacia su
oficina aproximadamente a las nueve y quince.

— ¿Cuando regresó?

—Soy incapaz de responder con exactitud ya que he estado en modo apagado desde ayer a
las diez y treinta y ocho de la mañana.

— ¿Generalmente Betz te vuelve a encender cuando regresa?

—La mayoría de las veces, sí.

— ¿Cómo llega el Sr. Betz a su trabajo?

—Él contrata a un chofer. Del Servicio de Transporte Royal Limo. Su chofer más usual es
George. Lamento no tener su apellido.

—Peabody.

—En ello.

— ¿Sabes si el Sr. Betz tenía algunas citas programadas ayer, citas aquí, en la residencia?

—Ninguna cita como esa fue programada en mi calendario.

Tal vez él no había tenido una, pensó Eve, y lo habían tomado por sorpresa.

Pero ellos se lo habían llevado.

—Voy a necesitar la información de contacto de la Sra. Betz, y necesito saber en dónde está el
centro de seguridad en esta residencia. El centro de seguridad primero.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Dallas, él no pidió a su chofer esta mañana.

—Sí, me lo imaginé.

El androide la guió a través de una segunda puerta, y una sola mirada se lo dijo todo.

—El disco duro y el disco desaparecieron. Así como Betz. Ellos lo tienen.

Ella se volvió para ver a Sila en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados sobre su
cintura, las manos agarrando sus codos. — ¡Oh, Dios mío!, Teniente. ¡Oh, Dios mío!. Usted
piensa que él está… nosotras no hemos revisado toda la casa todavía. Usted piensa que él
está …

—Todavía no, pero la revisaremos. Quiero que traiga a su madre y a… Dara, ¿correcto?
Hágalas bajar aquí, y llévelas al salón del frente. Voy a necesitar que ustedes me digan
exactamente qué tocaron esta mañana. Peabody…

—Contactando con DDE. ¿Quieres a Baxter y Trueheart?

—Envíalos donde el administrativo. Envía a DDE allí también. Probablemente necesitaremos


una orden de registro, pero supongo que tenemos una causa en este punto. Pongamos a
alguien en la casa de Easterday, e intentemos conseguir protección para los otros. Ellos
probablemente estén bien por el momento, pero no vamos a arriesgarnos.

Podría ser demasiado tarde para Betz, pensó Eve, y eso haría tres por tres. Pero maldita si ella
los dejaría añadir a otro a su marcador.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 15

Eve reunió al equipo de limpieza, y consiguió el primer cotilleo de la ‘retirada’ Frankie.

—Nosotras empezamos en el dormitorio principal; es tan grande como una casa por sí mismo,
especialmente con los dos baños y todo el perifollo. Empezamos con los baños, y las dos
salitas de estar. Y Sila dijo que por qué yo no me adelantaba y trabajaba en el dormitorio del
bebé, de modo que justo estaba por empezar cuando ella vino abajo para dejarlas entrar, y
entonces usted nos dijo que nos detuviéramos.

—Vale. ¿Alguna cosa le llamó la atención?

—Allí no, no, pero cuando usted nos dijo que no siguiéramos, yo pensé, 'Caray, algo está
pasando aquí', de modo que me asomé a la suite de invitados; la dorada. Esa es la grande, en
el extremo opuesto de la casa desde el dormitorio principal. Y éste estaba preparado.

— ¿Preparado cómo?

Ella arqueó los labios, sólo un poco. —Para lo que todos llamamos un encuentro. Hay una
botella de champagne Francés en un cubo de plata allí arriba; ahora la botella está en agua ya
que el hielo se derritió. Hay dos elegantes copas de champagne, y algunas fresas han sido
sumergidas en chocolate. Blanco y oscuro, aunque el blanco no es realmente chocolate, ¿no es
así?

—Está bien —Eve se oyó decir a sí misma.

—Hay una rosa sobre la almohada en un lado de la cama, y ya que estaba husmeando, miré
en el cajón de la mesita de noche, y allí hay lo que usted llamaría juguetes para adultos, y
cosas así. Yo diría que el señor estaba esperando a alguien que no era su esposa, como lo ha
hecho antes.

— ¿Antes?

—Dos veces desde que hemos estado trabajando aquí yo he hecho esa habitación. Ambas
veces cuando nosotras sabíamos que la señora estaba fuera por uno o dos días esa habitación
fue usada. La cama fue usada; y yo he estado haciendo camas el tiempo suficiente para saber
cuando alguien ha tenido relaciones en esa cama. Allí estaría eso, y el cubo, la botella vacía,
las copas, y etc. etc. La preparación. El baño también habría sido utilizado. Nadie usó la cama
o el baño allí esta vez, pero fue todo preparado para tener relaciones.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Mamá —Sila sacudió la cabeza—. Tú te llevas la tarta y un trozo de pastel.

—Es una cosa terrible lo que le sucedió al Senador Mira; y ahora a ese otro hombre. Yo lo sé
porque mientras nosotras estábamos esperando arriba hice que Dara viera en su portátil para
enterarnos de si había habido otro asesinato, y allí estaba. Una cosa terrible, a pesar de que a
mí no me gustaba el Senador Mira al punto de que yo podría escupir piedras. Pero un hombre
no debería ser asesinado, y asesinado tan cruelmente, sólo porque es un cabrón.

Dara soltó una risita, y luego se tapó la boca con la mano. —Lo siento.

—No hay problema. Sra. Trent, esto es bastante útil. ¿Notó usted algo más?

Frankie inhaló aire por la nariz, y frunció el ceño. —Bueno, no sé cuánto puede ayudar esto,
pero yo creo que él se cambió su traje de negocios cuando llegó a la casa. Éste estaba tirado en
el sillón del dormitorio principal, y sus zapatos buenos estaban debajo del sillón. Nadie en
esta casa pone las cosas en su sitio. No puedo decirle lo que se puso, pero me parece que él
llegó a la casa, se dio una ducha en el baño del dormitorio principal, y se puso ropa limpia.
Luego se fue a preparar las cosas para las relaciones en esa suite para invitados. Supongo que
él piensa que no cuenta si no se las lleva a la cama que comparte con su esposa. Tapate de una
vez la boca, Dara, porque voy a decir que un hombre que engaña es un cabrón, pero no
espero que lo asesinen por ello.

Ya que Eve pensaba lo mismo, no pudo discutírselo.

Ella hizo unas cuantas preguntas más, sólo para ver si algo más salía de ello. Y luego las dejó
ir.

Peabody se reunió con Eve en el recibidor.

—Conseguí comunicarme con la esposa —empezó Peabody—. Lo llevé sutilmente, y ella


estaba demasiado inmersa en su masaje matutino como para caer en la cuenta. Además, es
estúpida como un ladrillo, lo cual estoy bastante segura que es un insulto para los ladrillos.
Ella dice que 'Freddy' se estará reuniendo con ellas mañana o tal vez pasado mañana. Ella
necesitaba un poco de tiempo a solas primero. A solas significa una casa llena de personal, su
asistente personal, las dos niñeras, y su masajista. Su nombre es Sven.

—Si su esposo termina muerto, ella va a tener un montón de tiempo para estar a solas.
Frankie Trent dice que él utiliza la suite de invitados de arriba para tener sexo cuando su
esposa está fuera, y ahora la suite está preparada para eso. Sin usar, pero preparada.

Ella hizo un gesto con la cabeza para ir arriba y comenzó a subir. —Ella dijo que dos veces en
los seis meses que ellas han trabajado aquí, ha limpiado esa habitación mientras

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

supuestamente él estaba teniendo su tiempo a solas.

—Caray, ¿por qué no se va a un hotel para eso?

— ¿En mi opinión? Él piensa que esto es más discreto, y él es ocioso. La mujer viene aquí, él le
da vino, la folla, y luego ella se va a casa. Él simplemente regresa a su propia habitación,
duerme en su propia cama.

— ¿Cómo alguien puede vivir con todo este rojo? —Peabody miró ceñuda hacia la alfombra
roja. — ¿Y todo ese trenzado dorado? Oh, y yo entré a lo que supongo es el comedor formal.
Todas las paredes son de espejo, así como el cielo raso. ¿Cómo puedes comer cuando te estás
mirando comer? Yo no sé cómo…

— ¡Por los clavos de Cristo!

Ante el grito de Eve; casi un chillido, Peabody desenfundó su arma. — ¿Qué? ¿Qué?

—Allí dentro. Oh, Cristo en una catapulta, ellas están en todas partes.

Lentamente, a regañadientes, Peabody se dio la vuelta, casi esperando ver una habitación
llena de gigantes arañas peludas. Arañas peludas de ojos rojos.

Y se encontró con una habitación llena de muñecas.

Muñecas bebés, muñecas glamorosas, muñecas sonrientes, muñecas lloronas. Muñecas en


puntas de pie en tutus y muñecas envueltas en pañales. Muñecas con tiaras, muñecas con
abrigos de piel, muñecas en disfraces nativos de cada cultura y de cada país.

Muñecas tan pequeñas como su mano. Muñecas del tamaño de un niñito saludable.

A Peabody le gustaban las muñecas; había jugado con ellas y nunca pudo entender por
completo la profunda fobia de su compañera. Pero la vista de estas, de cientos de ellas, la hizo
retroceder un paso.

—Yo… opino que deberíamos cerrar esta puerta.

—Yo opino que deberíamos ponerle cerrojo. Yo opino que deberíamos ponerle una barricada.
Esa de allí —Eve señaló. Lentamente—. Esa que está allí sobre ese caballo. Yo creo que
parpadeó.

Peabody lanzó una mirada cautelosa hacia la muñeca vaquera con su rostro sonriente y su
sombrero rosa. —No lo hizo. Tú me estás asustando.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¿Tú estás viendo lo que yo estoy viendo, y yo te estoy asustando? ¿Quién hace esto? ¿Qué
clase de mente enferma y retorcida tiene una habitación llena de pequeños humanos con ojos
muertos en exposición?

—No lo quiero saber —Reteniendo el aliento, Peabody extendió la mano; lentamente,


lentamente, y entonces tiró de la puerta para cerrarla con un fuerte golpe.

— ¿Tantas de ellas? —Dijo Eve—. Oh, ellas pueden salir si quieren.

—Basta. Basta ya.

Peabody se apresuró por el corredor, y mantuvo su arma en la mano hasta que estuvo a dos
yardas de distancia. —No digas nada más sobre ellas. Nada. Sexo y homicidio. Pensemos sólo
sobre sexo y homicidio.

Eve entró a la suite de invitados; lanzó una mirada sobre su hombro (sólo por si acaso); y
luego se puso a trabajar.

—Frankie no está equivocada. Betz estaba esperando compañía para tener sexo. Champagne
sin abrir, dos copas, las fresas, la rosa en la cama.

Ella abrió el cajón de la mesita de noche. —Vibradores, una variedad, lubricantes de varios
sabores. Condones, también con sabores. Abrazaderas para pezones; enjoyadas.

— ¡Ay!.

—Algunos tienen orgasmos con el ay. Esposas de terciopelo. Y, algo de Erótica, algo de Stay
Up (levantar) otros estimulantes químicos. Algunas drogas mezcladas. Pero ellas nunca
llegaron aquí. Lo agarraron abajo, fácil y rápido, apuesto. Una descarga del aturdidor en la
ingle. Nada de golpearlo en este lugar. Ellos aprendieron eso la primera vez. Lo aturden, lo
sacan de la casa y lo meten a su medio de transporte. Él los dejó entrar. Tal vez él tenía
programado un dúo, tal vez él pensó que tuvo suerte. Tal vez ellas simplemente lo cogieron
con la guardia baja, pero él los dejó entrar, y ellas se lo llevaron.

—Si ellas se lo llevaron anoche, entonces ellas se lo llevaron cuando todavía tenían a Wymann.

—Sí, ellas son los que tenían a dos por el precio de uno —Eve pensó en el candelabro grande
y de mal gusto en el recibidor—. Ellos querrán colgarlo esta noche.

—Siguiendo el patrón, ellas lo traerán de vuelta aquí.

—Cuando y si lo hacen, nosotras estaremos sobre ellas. Vamos a mantener en silencio lo de


Betz. Nada de cotilleos, nada de medios, nada de alertas. Mientras tanto, veamos si podemos
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

averiguar el nombre de su cita de anoche.

Ellas empezaron con la suite principal, alejándose bastante de la habitación de las muñecas al
pasar por ahí. El timbre de la puerta sonó.

—Yo voy; probablemente son los de DDE —dijo Eve.

Peabody se paró en seco. — ¿Me vas a dejar aquí arriba? ¿Sola? ¿Con ellas?

—Tú estás armada. Ellas probablemente no lo estén. Revisa su mesa de noche, su armario, y
su baño. Si él está escondiéndole algo a su esposa, esos son los lugares más probables en los
que puede estar.

Ella verificó la pantalla de abajo, vio a McNab con su larga cola de cabello rubio debajo de
una gran gorra lanuda con orejeras a rayas. Y para su sorpresa, su antiguo compañero y
capitán del DDE. Feeney, con su hirsuto pelo pelirrojo sin cubrir, y las manos metidas
profundamente en los bolsillos del abrigo mágico que ella le había dado.

Ella manipuló los cerrojos y abrió la puerta. —No se me ocurrió que conseguiría al mandamás.

—Tengo que salir al campo de vez en cuando, chiquilla. Y contigo dándole a tres en tres días,
llegaste a la puntuación. ¿Qué clase de puerta es esta?

—Es lo máximo —dijo McNab—, y bastante bizarra.

—Sólo la entrada es bizarra. Hay una habitación arriba que podría encrespar el pelo de
McNab.

— ¿S y M? —preguntó Feeney.

—Muñecas. Tropecientas muñecas.

Feeney siseó a través de sus dientes. —Jodidos enfermos —Con las manos todavía en sus
bolsillos, Feeney alzó sus ojos de párpados caídos hacia el candelabro dorado—. Ahí es en
donde ellas querrían colgarlo. Justo encima de esos raros peces gordos. Buena seguridad. No
se forzó la entrada en los otros dos, ¿correcto?

—En ninguno, y no es probable que haya sido así aquí. Tú puedes verificarlo, pero este es el
resumen según lo veo yo.

Mientras ella les daba el informe, McNab se acercó a la seguridad en la puerta principal.

—Tatuajes en la ingle y amantes —Feeney se encogió de hombros—. Es muy parecido a un


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

club de sexo; más a un club de violación. ¿Pero si tienes a dos de ellos eliminados de la
manera en que lo hicieron? Alguien está realmente cabreado.

—Ellos empiezan aturdiéndolos en las pelotas, Feeney, y los sodomizan utilizando el siempre
popular atizador caliente. Eso es más que estar realmente cabreado.

—No puedo discutirlo. Esto tiene el sello de sexo por todas partes, y no da la impresión de
que cualquiera de esas mujeres despreció esa mierda. Yo y aquí el muchacho nos llevaremos
los electrónicos. Si lo que tienes es un club, debe de haber un listado o reglas guardados en
algún lugar.

—Nadie ingresó por la puerta principal sin los códigos —les dijo McNab—. Voy a revisar las
otras puertas, las ventanas. ¿Cuerpazo está arriba?

—Sí; nada de agarrar traseros. Como dije, él estaba esperando compañía, y no era la primera
vez. Necesitamos tachar un allanamiento, pero él la dejó entrar; o a ellas. De modo que él por
lo menos conocía a la que planeaba seducir, pero ella no le preocupaba a él. Él sabía lo de
Edward Mira, tenía que haberlo sabido. Pero él no estaba preocupado.

— ¿Ellos lo tienen? Ahora él sí está preocupado. ¿Él tiene una oficina en casa? —Preguntó
Feeney—. Empezaré por ahí.

—Tercer piso, de acuerdo al equipo de limpieza. Yo todavía no lo he revisado. Déjame


verificar con Peabody, y luego te encontraré. Quiero echar un vistazo a sus espacios
personales.

Ella encontró a Peabody en el armario de Betz.

—Más juguetes sexuales, en ambas mesitas de noche. En los cajones de él y de ella —dijo
Peabody—. Me hace pensar que las cosas que tiene en la suite de invitados está reservada
para otras mujeres, no para su esposa.

—Bueno, qué delicadeza la de él.

—Tiene un ordenador en el armario; las prendas de ropa están por categorías, y no he


terminado, pero no estoy encontrando ninguna evidencia de que él haya empaquetado para
hacer un viaje. Hay una anotación de que él sacó calzoncillos negros de seda, pantalones de
sarga grises, un suéter de cachemira de cuello redondo azul marino, mocasines grises, y
calcetines de cachemira azul marino. El ordenador dice que esos artículos salieron a las seis y
dieciséis p.m., ayer. También hay una caja fuerte con joyería. Está cerrada.

—Haremos que McNab y Feeney le echen un vistazo.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¿Feeney está aquí?

—McNab está con las puertas y ventanas, Feeney está empezando con la oficina de Betz. Si tú
te encargas de esto, yo voy a revisar la oficina, y cualquier otro lugar que él pudiera reclamar
como sólo de él.

—Yo me ocupo aquí —Retrocediendo, Peabody se puso las manos empuñadas en las caderas,
y se dio una vuelta completa—. Yo sigo pensando que debería de haber un escondite. Si él
está metido en algo feo, ¿él no dejaría nada relacionado a eso en su lugar de trabajo, verdad?
Quiero decir, es menos probable el dejarlo donde algún fisgón pudiera tropezar con ello. ¿Y
aquí? Él querría tenerlo escondido de su esposa. ¿Ella fue una amante antes, verdad?

—Si es verdad.

—De modo que engañas conmigo, y luego me engañas a mí. Eso es lo que yo pienso. Yo
supongo que ella probablemente rebusca sus cosas de vez en cuando, sólo verificando. O
incluso si ella no lo hace, tal vez él puede suponer que ella lo haría. De modo que ¿dónde va a
buscar ella?

—En sus espacios personales —estuvo de acuerdo Eve, y frunciendo el ceño, estudió el
armario del tamaño de una habitación—. Pared falsa, cajón falso, acceso a un piso oculto.

—Si eso está aquí, yo todavía no lo he encontrado, pero voy a revisarlo con eso en mente.

—Buena idea.

—Yo no voy a revisar esa aterradora sala de muñecas —Con una expresión determinada,
Peabody dibujó en el aire una línea—. Pongo límites.

—No da la impresión de ser un tipo que juegue con muñecas. Ese espacio es de ella.

—Sólo para que quede claro.

—Voy al tercer piso. Si necesitamos más ojos y manos, traeré a Baxter y a Trueheart.

—Tal vez podrías llamar a Roarke; si él tiene algo de tiempo libre. Si hay un escondite secreto,
él lo encontraría.

—Mantendré eso en mi bolsillo trasero.

Si había una panel secreto, cajón, caja fuerte, agujero, pensaba Eve mientras subía al tercer
piso, Roarke lo encontraría, y más rápido que cualquier policía.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Pero ella no podía llamarlo, pedirle que deje de lado cualquier reunión para sacudir el mundo
en la que él estuviera sólo para seguir la corazonada de su compañera. Una buena corazonada,
pensó Eve, pero seguía siendo sólo eso.

Pero al igual que Peabody, ella buscaría con eso en mente.

La oficina de Betz resultó estar tan ornamentada como el resto. El escritorio debía de haber
sido hecho por encargo, ya que tenía querubines retozones tallados en la oscura madera. La
parte de encima era una losa de mármol con montones de garabatos y motas esparcidos a
través del color negro. Detrás de éste había un sillón de cuero dorado brillante parecido a un
trono. La combinación le destempló los dientes.

Si esta decoradora que Roarke contrató sugería cualquier cosa remotamente parecida a este
esquema, Eve decidió que ella se merecería sacarla de una patada por la ventana. Ella
simplemente mantendría eso en mente, también.

Feeney estaba sentado en el trono, luciendo arrugado, fruncido, y normal.

—Este horrible escritorio tiene dos cajones con cerradura. Ninguno está cerrado ahora.

— ¿Ah, sí?

—A mí me parece que alguien rebuscó en ellos con ganas.

Ella se acercó a él caminando sobre una alfombra roja tan gruesa que llegó a preguntarse si
ésta no le sacaría las botas de sus pies. Ambos cajones inferiores tenían cerrojos con teclado
numérico. Feeney tenía ambos abiertos.

— ¿Archivos en papel?

—Parece que en uno está lo relacionado con el personal de la casa, en el otro lo relacionado al
trabajo. Finanzas, seguro, reparaciones, cosas así. Muchas personas no confían en digitalizar,
mantienen respaldos en papel. Tú eres una de ellas.

—Sí —Ella los hojeó—. O él es desorganizado y desordenado, o alguien los revisó, al menos
superficialmente. ¿Buscando qué?

—No puedo decirlo, pero el ordenador del escritorio también fue revisado. Escaneo completo
y búsqueda ejecutada a las diecinueve y doce.

-Él se cambió de ropa cerca de una hora antes de eso; ordenador del armario, preparándose
para su cita. La cita llega, con una amiga, porque ellas son dos, y probablemente tres. Lo
aturden, tal vez lo golpean un poco. Nosotras no vimos nada de esto en casa de Wymann,
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

pero voy a regresar y revisarlo otra vez. ¿Qué querían ellas aquí?

Ella dio una vuelta por la oficina con sus colores fuertes, y elaborado espacio.

—Nada que encontrar en la casa de Spring Street, y ellas no pueden ingresar al ático de Mira.

—Lo torturaron.

Ella se dio la vuelta, asintió.

—Sí, y tal vez él les dijo algo sobre Betz. Betz tiene esto o aquello. Tal vez, como dijiste, ese
listado, aquellas reglas, algo sobre esa hermandad suya. ¿Pero cuál es la diferencia si ellas van
a matarlos de todos modos? No es como si estuvieran buscando evidencias. Ellas ya han
juzgado y condenado.

Ella miró detrás el extraño arte, perros con largos cuerpos y caballos encabritados.

Sin encontrar nada, en ningún lugar, ella volvió a mirar a Feeney mientras él se ocupaba de
revisar las transmisiones del enlace.

–Tú engañaste a tu esposa.

Él siguió trabajando. —No si quiero vivir después del martes.

—Piensa como un tramposo. Terminas casándote con una de las mujeres con las que la
engañaste. Tú todavía sigues engañando; es lo que tú haces. Guardas alguna cosa que tenga
que ver con tus amantes, y más, cualquier cosa que tenga que ver con algo que volvería
asesina a una mujer, ¿dónde podría encontrarlo la esposa actual?

— ¿Yo? Yo tendría una cuenta separada de la que ella no sabría nada, tal vez también una caja
de seguridad en el banco. Y, si soy rico como este cabrón, tengo un lugar del que ella no sabe
nada. Si yo tenía un lugar cuando estaba engañando con ella, éste desapareció, se vendió,
terminé con él cuando la estoy engañando a ella. Todo lo que hice engañando con ella, ahora
lo cambio.

—Un lugar. Un lugar —ella murmuró—. Como Edward Mira tenía el hotel. Su esposa sabía
que él la engañaba, de modo que él no tenía que preocuparse por ello. Wymann no estaba
casado; todavía estoy esperando que Roarke me diga si él usó el hotel. Nosotros haremos lo
mismo con Betz. Pero, un lugar. Un lugar sólo para tener sexo. Tu sólo puedes tenerlo cuando
tu esposa está fuera de la ciudad, y a ti realmente te gusta engañarla.

—Él necesitaría una llave, una tarjeta magnética, códigos, algo. Y él no lo guardaría en un
cajón del escritorio, incluso uno con cerrojo, en donde su esposa podría encontrarlo.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella abrió la puerta, miró el interior de un cuarto de baño rojo y plateado, se volvió y estudió
el bar en la esquina de la oficina.

—Apuesto que sé adónde ella no va.

Eve salió de la oficina, bajó las escaleras trotando, de regreso al dormitorio principal.

Ella encontró a Peabody y a McNab al lado de la enorme cama roja (naturalmente) con una
avalancha de almohadas. Ellos tenían una mirada en sus ojos, pero afortunadamente para
ellos ninguna de las manos estaban en el trasero de nadie.

—Yo no creo que alguien entrara por una ventana del segundo piso.

—Nadie entró por ninguna parte —le dijo McNab—. Hay otras dos puertas en el piso
principal, y ninguna de ellas ha sido abierta por veintiséis horas. Las ventanas no han sido
abiertas por semanas. Supuse que me llevaría los enlaces y ordenadores de aquí dentro.

— ¿Es eso lo que supusiste?

Él esbozó una amplia sonrisa. — Abso-verdad. Y estar con Cuerpazo mientras estoy en ello.

Sin decir palabra, ella echó a andar, miró dentro del baño de la esposa.

Como sospechaba, éste estaba lleno de volantes y un carnaval completo de color rosa.

El equipo de limpieza había empezado allí, de manera que limpias toallas rosadas y blancas
con bordes rosados estaban apiladas en un banco pintado o colgadas en un perchero de pie.
Las superficies; todas en blanco y rosado, brillaban, y el aire tenía un leve olorcillo a limón.
Frascos de varios productos para chicas se asentaban en la larga encimera entre dos lavabos
rosados. Los grifos eran sirenas plateadas, y ese motivo se repetía en el vidrio triple de la
ducha.

Además del diván; a rayas rosadas y blancas, había un tocador curvado; cajones llenos de
cremas, lociones, realzadores; un armario lleno con varias batas y pantuflas; un mini Auto
Chef y una nevera empotrados. El inodoro tenía su propio cuartito adornado con pinturas de
sirenas y una pantalla empotrada.

Ella salió de allí. — ¿Has estado ahí dentro?

—Sí. Cualquier mujer mataría por un cuarto de baño de ese tamaño para ella sola. Pero ella
demostró cómo incluso un espacio tan magnífico puede ser arruinado.

—El lado de ella. Su cuarto de baño, su armario/vestidor, su sala de estar, su lado de la cama,
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

su cómoda; la que tiene todos esos frascos rosados. ¿Correcto?

—Sí. El lado de él. —Peabody señaló con el pulgar—. —Vosotros sabéis que ellos tienen un
niño pequeño, pero no se ven cosas de niños aquí. Ni siquiera un maltratado osito. Es un poco
triste.

—Cuando tu niñera tiene una ayudante, no pasas mucho tiempo con el niño, y este espacio es
sólo para adultos. Con una definida línea de demarcación. En cualquier caso, tu eres la mujer
de la casa.

—Yo soy la reina de mi castillo —concordó Peabody, y recibió un guiño de McNab.

—Esta casa, Peabody. Céntrate. Tienes personal y sirvientes, y tres pisos para decorar de
forma terrible. ¿Cuál es la única habitación a la que no entras?

—El cuarto de muñecas. Vale, esa soy sólo yo. A ella deben de gustarles las muñecas. Bueno,
por mi breve conversación con ella, yo tacharía la lavandería. Ese es territorio del personal. Y
probablemente ella no va mucho a la cocina.

—Prueba esto. ¿Cuál es el único lugar al que él va y al que tú no vas?

— ¡Yo ... su cuarto de baño!

Peabody disparó sus dos dedos índices en el aire. —El de ella es todo rosa y brillos, y el de él
es totalmente masculino. ¿Qué mujer quiere entrar a un cuarto de baño después de que entró
un tío?

—Nosotros lo hacemos sin problemas —dijo McNab.

—Abso-verdad —Pero cuando él le volvió a dar la espalda, Peabody le volteó los ojos a Eve—.
Tú estás pensando en un potencial escondite secreto.

—Vayamos a echarle un vistazo.

Si el baño de ella era una explosión de rosa y perifollos, el de él era un estudio de desesperada
masculinidad. Baldosas negras con fogonazos rojos cubrían los pisos y las paredes. La rara
incorporación de un bar; rojo, con tallas de querubines, a lo largo de una pared se asentaba
delante de un retrato de una voluptuosa mujer reclinada comiendo una jugosa ciruela
púrpura. La encimera negra sostenía un gran lavabo rojo cuadrado con una cabeza de lobo
como grifo que vomitaría el agua.

Los estantes guardaban frascos y botes, las versiones masculinas de cremas y lociones y
aceites, ya que todos estaban envueltos en cuero rojo o negro.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

El resto de la manada de lobos ocupaba la ducha, en donde ellos escupirían el agua por el
cabezal de la ducha y los surtidores.

El tubo secador tenía un banco acolchado, en caso de que su ocupante se cansara demasiado y
necesitara descansar en los dos minutos que les tomaba secarse a la mayoría de los humanos.

Él tenía un tocador propio, fabricado para parecer un escritorio. Peabody empezó por allí.

—Yo creo que esto puede ser más feo que el de ella, pero están empatados —dijo Peabody—.
Guau, él tiene aquí tantos realzadores faciales y corporales como ella; casi. Más que nada
bronceadores, y productos para el cabello. Este tocador es una monstruosidad, Dallas, pero
está bien construido. No estoy encontrando nada fuera de proporción, nada que parezca un
compartimento secreto.

— ¿Y qué hay del bar? —Eve caminó alrededor de él—. Tú tienes buen ojo para los
compartimentos.

Fue así como Peabody le llamó la atención la primera vez, como una uniformada encontrando
un compartimento secreto en el apartamento de un asesino.

—Bueno. Un muy buen trabajo desperdiciado en algo feo.

Peabody giró en el taburete del tocador, estudió el bar desde esa perspectiva. —Todos esas
talladuras; quiero decir que refleja todo lo que ellos tienen por toda la casa, pero también es el
tipo de cosa que puede ocultar un mecanismo. ¿Y un carpintero así de bueno? Podría ocultar
uno realmente bien. Mi papá ha hecho algunos escondrijos realmente magníficos.

Ella ladeó la cabeza mientras Eve pasaba las manos sobre los querubines. —Tal vez los micro
lentes podrían ayudar; si hay algo que ver.

—Ve a traer unas de los equipos de campo.

Eve se agachó, dejando de pensar lo raro que era frotar los dedos sobre unos gordos y
desnudos traseros.

No estaría en la parte del frente, decidió ella. ¿Qué tal si alguien inadvertidamente le daba al
mecanismo de apertura? Si es que había uno.

Ella se enderezó, y se movió hacia la parte trasera.

Copas y batidores y licores en estantes, y un sólo armario con el frente tallado. Ella lo abrió,
vio dentro la máquina de hielo, la nevera del vino.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Lo volvió a cerrar, lo abrió. Lo cerró.

—Aquí tengo las micro lentes.

— ¿Por qué tener una puerta en frente de la máquina de hielo y la nevera del vino? Cada vez
que quieres hielo, tienes que abrir la puerta. Todo lo demás está en estantes abiertos. Práctico.

—Podría ser sólo el diseño. O él no quería que se vieran los mecanismos.

—Tal vez. ¿Pero cuán profundas son estas unidades? No deberían ser tan profundas como el
bar, ¿correcto?

Ahora Peabody se agachó al lado de ella. —Papá y Zeke han hecho algunos bares bonitos;
completamente equipados, a la medida. Uno de este tamaño... Parece que la máquina de hielo
no necesita tanta profundidad.

Eve volvió a cerrar la puerta, hizo menear sus dedos para que le entregara los micro lentes.
Con ellos puestos, ella comenzó a escanear pulgada por pulgada.

—Este de aquí —Con los ojos enormes detrás de los lentes, Peabody agarró el trasero de un
querubín entre sus dedos. Este giró apenas.

— ¿Por qué gira y no se abre ninguna maldita cosa?

—Un código o un patrón —murmuró Peabody—, como un rompecabezas. Sí, sí, yo he visto
este tipo de cosas. Es bastante ingenioso. Realmente es un buen trabajo.

—Voy a conseguir un martillo.

— ¡No! —Sinceramente conmocionada, Peabody se inclinó rápidamente—. Yo puedo


resolverlo. Dame un poco de espacio. Tú no puedes romper este tipo de trabajo.

—Es jodidamente feo.

—Sigue siendo arte. ¡Aquí! Aquí hay otro. Apuesto a que hay tres. Un grupo de tres. Ya lo
tenemos.

Eve hubiese preferido el martillo, pero ya que no tenía uno a la mano, dejó que Peabody
toqueteara y retorciera y frotara los querubines.

—Oye, ¿Dallas? —McNab se paró en el umbral de la puerta—. Tengo una transmisión de


Marshall Easterday, no respondida. Llegó hoy, a las ocho y cincuenta y dos.

237
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Justo después de que habláramos con él —dijo Eve—. Cuando él se fue arriba a 'descansar.'

—Él no suena descansado. Dice que es urgente que hablen, y dice que ha tratado de llamarlo
a su enlace personal, y a la oficina. El tipo está sudando de miedo, Teniente.

—Debería estarlo —Eve empezaba a enderezarse, para escucharlo por sí misma, cuando algo
hizo un clic y Peabody soltó un ¡Guau! Cuando ella abrió la puerta, los estantes sosteniendo la
máquina de hielo y la nevera se fueron abriendo lentamente.

—Genial —dijo McNab, entrando para agacharse con ellas.

Como ellos estaban cadera con cadera, Eve captó su aroma y pensó en piruletas de cereza.

Una cajita plateada estaba dentro del compartimento oculto. Eve la sacó, se puso de pie, la
colocó sobre la encimera del bar.

—Eso es antiguo –dijo Peabody—. Como una antigüedad. Yo sé que está cerrado, Dallas, pero
no puedes simplemente abrirlo a golpes.

—McNab, ¿me traerías mi equipo de campo?

—Claro… Él se levantó, se giró y sonrió—. Oiga, Capitán, mi chica encontró un


compartimento secreto en el bar del baño, y encontramos una caja antigua.

— ¿Qué clase de casa enferma es esta? —preguntó Feeney mientras miraba alrededor. Por
curiosidad, él presionó un interruptor. Las baldosas negras se convirtieron en espejos—. Oh,
diablos, no –dijo él y lo desactivó—. Desenterré un correo electrónico de Marshall Easterday
en el ordenador de la oficina.

—De esta mañana —dijo Eve.

—Sí. Con copia a un tal Ethan MacNamee. Marcado como urgente. 'Mis hermanos —citó él,—
tengan cuidado. Comuníquense conmigo inmediatamente. Busquen seguridad. Vengan a casa.

—Vengan a casa —murmuró Eve.

—Traje tu equipo de campo –McNab lo colocó al lado de la caja—. Nosotros podríamos


escanear esa cosa y trabajar en abrirla en la Central.

—Dame un minuto.

Del equipo de campo, Eve tomó una pequeña billetera de cuero (un regalo de Roarke), la
abrió, y seleccionó una ganzúa.
238
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Recontra genial —fue la opinión de McNab.

—Ya lo veremos —Ella se puso a trabajar y, como Roarke le había enseñado, utilizó sus oídos,
sus instintos tanto como el tacto.

—Retroceded —Fastidiada, ella hizo rodar los hombros—. Me estáis abrumando. Sólo dejad
de respirar sobre mí.

Tal vez Roarke lo habría tenido abierto en un chasquear de dedos, pero ella sintió una enorme
satisfacción cuando después de forcejear durante tres minutos, el cerrojo cedió.

—Nuevas habilidades —dijo Peabody.

—He estado practicando —Eve abrió la tapa, miró las dos grandes llaves antiguas y las dos
tarjetas magnéticas del siglo veintiuno descansando sobre terciopelo azul oscuro.

—Un pequeño escondite que contenga las llaves para escondites más grandes. Puertas
antiguas —decidió Eve—. Esas son demasiado grandes para otra cosa que no sean puertas;
creo yo. Y puertas nuevas.

Ella utilizó pinzas para coger una de las tarjetas magnéticas, y le dio la vuelta. —Ningún logo,
ni nombre o código. Probablemente hay un código oculto en ella, ¿correcto? ¿Puedes
conseguirlo, Feeney?

—Tendría que renunciar a mi rango si no pudiera.

McNab sacó un escáner de uno de las docenas de bolsillos de sus pantalones naranja neón, y
se lo ofreció a Feeney.

—Echémosle un vistazo.

Feeney lo escaneó, frunció el ceño. —Tiene un escudo, y nosotros podemos romperlo. ¿Este
tipo de código y protección? Es probablemente una caja de seguridad bancaria o un área
asegurada. Él es químico, ¿verdad? De manera que quizás aseguró el área, es una cuestión de
laboratorio. Veamos la otra.

Él repitió el proceso. —Protegido, pero más fino; este no es un nivel de alta seguridad.

Él le hizo algo al escáner de McNab que lo hizo chirriar, lo alzó y se puso los micro lentes de
Eve. Él volvió a escanear la primera tarjeta magnética.

—Código de seguridad para el usuario. Y... Apenas si se distingue. LNB. FKB. Ah... 842.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—FKB—Frankliln Kyle Betz. LNB. Ese no es el nombre de su compañía. ¿Tal vez un banco?

Feeney asintió. —Lo más probable. Demasiado simple debajo del escudo para que sea un área
de alta seguridad. De manera que pienso que es una caja de seguridad de banco. Liberty
National es mi mejor opinión. Ellos tienen sucursales por todas partes.

—Y el número, ese sería el de la caja —Eve asintió, levantó la mirada—. Vamos a necesitar
otra orden judicial. Peabody, llama a Reo. Necesitamos autorización, la suficiente para
descubrir si Betz tiene o no tiene una caja en las sucursales con las que vamos a estar
contactando. Y la autorización para abrir dicha caja cuando la localicemos. ¿Qué hay de la
otra? —le preguntó a Feeney.

—Esta nos la llevamos, tal vez podamos identificar la sucursal. Está demasiado profundo y
enterrado para un escáner portátil. Te evitamos hacer un medio millón de contactos.

–Haz eso –concordó Eve.

—Y esta de acá —repitió el proceso—. Conseguí otra vez sus iniciales, y números: 5206.

— ¿Sólo eso? ¿Pero no otro banco?

—A mí no me parece que sea un banco. Tal vez un buzón de correos o un casillero. O una
dirección. La gente pierde su tarjeta magnética, la cancelan, consiguen otra. Lo que tú no
quieres es información enterrada que lleva a alguien adonde ella va de modo que ellos
puedan utilizarla antes de que la canceles. Nos las llevaremos a la Central, veremos qué más
podemos desenterrar.

El volvió a echarles un vistazo a las llaves en la caja. Las estudió con sus ojos de sabueso, se
frotó la barbilla. — ¿Aquellas? Esas son algo completamente diferente. El laboratorio puede
ser capaz de decirte qué tipo de cerradura y darte la época. Pero ubicarla es cosa tuya.

—Sí. Tengo algunas ideas al respecto.

Ella llamó a Baxter y a Trueheart, continuó el registro de la casa mientras los esperaba. Pero su
instinto le dijo que ellas ya habían encontrado la veta principal.

Ella misma les abrió la puerta. —Dame lo que consiguieron.

—No es mucho. Muchísima conmoción, y unas cuantas lágrimas en las oficinas de Wymann.
Conseguimos la orden judicial y Callendar y otro genio electrónico llegaron para llevarse los
electrónicos. La administrativa piensa que la biógrafa se aproximó a Wymann, tal vez en una
fiesta. Él mismo programó la cita, hizo que la administrativa la pusiera en su agenda. Ella
nunca vio a la mujer o habló con ella. Parece que fue algo de improviso.
240
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¿Tuviste alguna impresión de que él se estuviera metiendo con alguien de la oficina?

—No. Pero Trueheart volvió su serio y joven rostro de detective hacia la administrativa y le
sacó un par de nombres. Ninguno se cruza con las damas de tu primera víctima. Nosotros
hablamos con ellas dos, y las coartadas parecen sólidas.

Él echó un vistazo alrededor. — ¿Ese es un estanque de carpas? ¿Quién tiene un estanque de


carpas a doce pasos de su puerta principal? Y bueno, ¿quién tiene una orgía de bebés gordos
en su puerta principal?

—No has visto ni la mitad de eso. Las cosas están así.

Ella le informó sobre el progreso.

—Yo tengo que ver ese cuarto de baño.

—Ya tendrás tiempo. Vosotros dos tenéis que quedaros en la casa en caso de que los asesinos
decidan traerlo de vuelta y colgarlo sobre el estanque de las carpas. Yo necesito regresar al
campo, verificar un par de pistas. Lo más probable es que lo traigan de vuelta después de que
oscurezca, pero vosotros os quedáis aquí, y voy a pedir respaldo en caso de que ellos vengan
antes de que yo pueda regresar.

Ella levantó un dedo cuando su enlace sonó. —Dallas —empezó ella, alejándose.

Cuando ella regresó, gritó — ¡Peabody!

—No entiendo para que tienen peces en la casa —Baxter estaba de pie mirando el estanque de
carpas—. Es antinatural.

—Yo acostumbraba ganar un pez dorado cada verano en la feria del condado. Arrojando
aros—dijo Trueheart—. Nunca pasaban del otoño.

—Ves, antinatural.

— ¿Quieres algo antinatural? Hay una habitación llena de muñecas en el segundo piso.

—Bueno, ¿acaso ellos no tienen una niñita? —empezó Trueheart.

—Si una niña entrara a esa habitación, sus gritos se escucharían desde aquí hasta Queens, y
ella estaría traumatizada de por vida. Estoy hablando de cientos de muñecas. Muñecas que
miran fijamente. Muñecas que-miran-hacia-la-puerta. Muñecas que esperan.

—Jesús, Dallas — Mascullándolo, Baxter se estremeció.


241
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Ellas están allá arriba. Nosotras nos vamos —dijo ella cuando Peabody bajó las escaleras.

—El detective Bennet despejó el camino a la asistenta social.

— ¿Mike Bennet? Buen tipo —dijo Baxter.

—Quedaros en la casa. Tal vez podáis alimentar con algo a esos peces. Nadie ha estado aquí
desde ayer. Tal vez ellos empiecen a comerse entre ellos.

—Muñecas que miran fijamente, peces caníbales. ¿Qué sitio del demonio es este?

—Esperad. Manteneros alertas. No queremos añadir a un tipo muerto balanceándose sobre


los peces caníbales.

— ¿Ella le dio a Mike algunos nombres? —preguntó Peabody, envolviéndose con su larga,
larga bufanda mientras echaban a andar hacia el coche.

—No, y él no piensa que lo hará. Pero puede que ella nos dé un sí o un no cuando le
mostremos fotos.

—Eso está bien.

—Lo que me parece es que a ella le gusta él; ese aire de buen-chico. Y ella realmente respeta a
su futura suegra. Nosotras presionamos en cómo estas personas utilizaron a Anson para
matar a Wymann, y si nosotras no los detenemos, matarán a Betz, tenemos una oportunidad
decente de conseguir un asentimiento si le mostramos la cara correcta.

En el instante en que ella estuvo en el coche, Peabody ordenó el calentador de asiento. —Reo
dice hola, y que ella tendrá una orden para nosotras cuando consigamos las ubicaciones de las
tarjetas magnéticas. Tú nunca dijiste qué ideas tenías sobre las llaves antiguas.

—Llaves antiguas, puertas antiguas. Esos tipos vuelven a los viejos tiempos. Casa compartida.
Tal vez ellos todavía la tienen. U otra casa. Un lugar en donde se reúnen, como hermanos.

—Si es así, y Betz se tomó todo ese trabajo para esconder las llaves, quiere decir que ellos van
allí, como hermanos, para hacer cosas que él no quiere que su esposa sepa.

—Si el senador tenía llaves, él no se molestaría en esconderlas. Conseguiremos otra orden


para revisar su apartamento, y ya que es dinero fácil su esposa no cooperará. Si Wymann
tenía llaves, nosotras no buscamos en el lugar correcto. Vamos a necesitar que recojan a este
Ethan MacNamee, arreglar una entrevista por enlace o por holograma.

— ¿El Senador Fordham?


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—No es uno de ellos, pero dejaremos que su escolta de seguridad lo vigile, en caso que él sólo
se haya unido últimamente. Y consigamos el archivo sobre el suicidio: William Stevenson.

Ella respondió al enlace de la consola cuando vio que era Roarke. –Hola.

–Pensé que querrías saber, los de seguridad hicieron la investigación en el hotel. Wymann
nunca se ha registrado, y no ha aparecido en ninguna de las cintas del año pasado.

—Vale. ¿Qué hay de Frederick Betz?

Roarke se la quedó mirando. — ¿Por qué no contactas con Lloyd Kowalski, en el Palace, y le
preguntas lo que quieras? Tu intermediario está un poco ocupado hoy.

—Claro, gracias. Sólo para que te enteres, yo no te llamé cuando estábamos buscando un
escondite secreto, o cuando tuvimos una caja cerrada. Peabody encontró el escondite, y yo
abrí la cerradura.

—Estoy tan orgulloso de ustedes dos. No vuelvas a saltarte el almuerzo, y si me necesitas yo


estaré más libre después de las tres.

—Vale. Puede que necesite un helicóptero y un piloto.

—Bueno, eso es mucho más divertido que hablar con Kowalski. Me avisas. Hasta luego —
añadió él y cortó.

— ¿Helicóptero? ¿Piloto?

—Casa compartida; si todavía está en pie, quiero echarle un vistazo cuando la encontremos.
Tal vez aquellas llaves encajen en una de sus puertas, tal vez no lo hagan. Pero yo quisiera
verlo de cualquier manera. Una vez que descubramos en donde diablos está.

—Yo puedo averiguarlo; tomará algún tiempo a menos que fuera de uno de ellos o que sea
propietario ahora. Tal vez el Sr. Mira sepa.

Eve soltó un suspiro, y una vez más fue a la caza de un espacio para aparcar. —Sí. Él podría
saberlo. Vamos a preguntarle antes de investigar.

_______________

Suzanne Lipski tenía una estrecha oficinita en un edificio en ruinas que alojaba un centro de
ayuda para víctimas de violación. El centro hacía lo posible, imaginó Eve, con los fondos que
pudiera conseguir para ofrecer apoyo, información, asistencia médica y emocional a las
víctimas. Las paredes de ese espacio; uno que era más pequeño que su división en la Central,
243
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

tenían carteles reconfortantes y edificantes. Aguas tranquilas, brumosos bosques, playas


soleadas. Y un tablero de anuncios lleno de números de emergencia, información de terapias,
información sobre el grupo de apoyo.

Eve se detuvo, estudió un folleto; un bonita pradera en verano bajo un perfecto cielo azul,
para Paz Interior.

—Bingo —murmuró ella.

Lipski estaba sentada ante un maltrecho y sobrecargado escritorio de metal en una chirriante
silla giratoria. Ella no tenía una ventana, pero había una maceta con una saludable planta
sobre un viejo archivador bajo una especie de luz artificial.

Era una mujer delgadísima de alrededor de sesenta años, con una despeinada melena azul
pizarra. Su rostro era largo, angosto, y marrón como una castaña. Ella tenía unos ojos oscuros
que le decían a Eve que lo habían visto todo, y que estaba esperando verlo todo otra vez antes
de que ella dejara de trabajar.

—Agradecemos que nos reciba —empezó Eve.

—Mike es muy persuasivo. Ustedes están haciendo su trabajo, y no las culpo por ello. De
hecho, gracias por sus servicios, sinceramente. Pero yo tengo que hacer el mío. Las mujeres
que vienen aquí, a los grupos de apoyo que yo dirijo, a los refugios que yo respaldo, son mi
prioridad y mi responsabilidad. Ellas han sido violadas, golpeadas, abusadas, les fue
arrancada su seguridad. Y muy a menudo, la ley y la sociedad las vuelven a dejar indefensas
otra vez.

Eve no iba a discutir, ya que muy a menudo esa era la verdad.

—Las mujeres que estoy buscando han golpeado, torturado, sodomizado, y asesinado a dos
hombres. Yo creo que tienen a otro, y terminarán con él esta noche. Lo que sea que les haya
sucedido a ellas, no justifica estas acciones.

—Usted no sabe lo que puede haberles pasado a ellas.

Eve puso fotografías de las dos víctimas sobre el escritorio. —Esto no es hacer justicia.

Lipski se reclinó en su silla, suspiró. —Estos hombres. Poderosos, influyentes, adinerados. ¿Le
importa a usted lo que ellos puedan haber hecho para engendrar este tipo de ira?

—Me importa. Y si ellos violaron a sus asesinas, yo habría hecho todo dentro de la ley para
traerlos a la justicia.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Dentro de la ley —Lipski señaló con un dedo largo y huesudo—. Yo creo en la ley, Teniente,
Detective. Yo no podría sentarme aquí si no lo hiciera. Pero hay veces, y son demasiadas,
cuando creo que la ley es fría y dura y ciega. Y aún así, si yo supiera quiénes han hecho esto,
trataría de convencerlas para que pararan, de que se entregaran.

—Lo primero que le voy a decir a usted, y míreme —demandó Eve—. Míreme y oiga lo que le
estoy diciendo. Si usted sabe, o descubre quiénes están haciendo esto, no contacte con ellas,
no se aproxime a ellas. Lo que ellas están haciendo está hecho con una rabia tan fría que se
podría volver contra usted. Yo creo que ellas tienen tres objetivos más, y no van a parar hasta
que hayan terminado, ellas no se detendrán porque usted razone con ellas, simpatice con ellas.

Con la mandíbula tensa, Lipski alzó la vista hacia Eve. — ¿Y qué hay de esos objetivos? Si
usted las detiene, si las encierra por lo que hicieron, ¿qué pasa con los hombres que eran su
blanco?

— ¿Si esos hombres violaron a las mujeres que yo encierro? Si ellos abusaron de ellas y las
violaron, no me importa si ellos son poderosos, influyentes, y adinerados como Dios, yo los
haré caer.

Eve colocó las manos sobre el maltrecho escritorio, se inclinó hacia adelante. —Pero esas
mujeres matarán otra vez, y otra vez. Ahora que hay probado el gusto de la retribución, ¿qué
las va a detener para poner la mira en otros hombres? Este violó, este golpeó a su novia, este
de acá puede haber violado. ¿Es eso lo que usted sirve aquí? ¿Si te violan, anda tras el
violador y mátalo?

—No, eso no es lo que nosotros hacemos aquí. Pero yo creo en la violencia.

—Oiga. Yo, también.

Por primera vez la más leve sonrisa apareció en el rostro serio y delgado. —A pesar de lo que
usted y yo hacemos, vemos, con lo que lidiamos, viviendo con la violencia todos los días de
nuestras vidas, nosotras creemos en usarla para proteger y defender.

—Esto no es por protección. Esto no es por defensa.

—Si estos hombres violaron a las mujeres que los mataron, sus muertes protegen a las
mujeres que ellos podrían haber violado.

— ¿Estamos condenando a las personas por crímenes que todavía no se han cometido? Yo no
estoy aquí para debatir con usted sobre lo que la violación le hace al cuerpo, a la mente, al
espíritu. Estoy aquí por homicidios.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Charity Downing, Lydia Su, Carlee MacKensie, Allyson Byson, Asha Coppola, Lauren
Canford. ¿Conoce usted a cualquiera de estas mujeres?

Lipski alzó la barbilla mientras cruzaba los brazos sobre su escuálido pecho. —No puedo y no
revelaré cualquier información confidencial sobre cualquier mujer que haya venido a este
centro.

—Los grupos de apoyo. Cecily Anson y Anne Vine son voluntarias en algunos de los grupos a
los que usted está asociada. El nombre de la Sra. Anson fue utilizado para tender una trampa
a este hombre —Eve pinchó con un dedo la foto de la escena del crimen de Wymann.

—Su tiempo, su compasión, su generosidad han sido retorcidos convirtiéndolos en una


herramienta para la venganza de alguien.

—Y yo estoy horrorizada —Lipski apretó sus delgados labios, y una ira genuina brilló en sus
ojos—. Yo estoy hablando con usted ahora porque me cabrea que las utilicen a ellas. CeCe y
Annie son dos de las personas más bondadosas que conozco. Y aún así, si una de estas
mujeres asistió a uno de sus grupos, ellas no están bajo la obligación de dar sus nombres,
incluso cuando se utilizan nombres, nosotras sólo usamos el nombre de pila. El anonimato es
un ladrillo esencial en la pared, Teniente. Además de eso, simplemente no conozco a todas las
que asisten a los grupos. No hay horas suficientes en el día para atender todo.

Eve miró a Peabody.

—Tal vez usted reconocería una cara —empezó Peabody, y sacó fotos—. Hum. Yo soy una
Free-Ager.

Lipski alzó las cejas, y sonrió más ampliamente. —Una policía Free-Ager. Es raro.

—Yo sigo una línea, supongo. Pero hay una cosa que sé por cómo me criaron, y por el trabajo.
¿Una venganza a sangre fría? Eso no sana, Sra. Lipski. Eso sólo profundiza la herida. Las
mujeres que están haciendo esto no van a encontrar la paz. Ellas no van a borrar el dolor que
pueden haber soportado acabando con vidas. Si ellas no son detenidas, nunca van a superar
lo que les hicieron a ellas. Así que…

Ella levantó la foto de Lauren Canford, y luego la de Asha Coppola.

Eve vio una especie de alivio cubrir el rostro de Lipski, el cual continuó cuando Peabody
enseñó la de Allyson Byson.

—No creo que haya visto antes a cualquiera de estas mujeres.

—Tengo unas cuantas más.


246
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Peabody levantó la foto de la identificación de Lydia Su.

Eve supuso que Lipski probablemente jugaba muy bien al póker. Pero sus habilidades no eran
lo bastante buenas para enmascarar completamente el rápido reconocimiento. Ella esperó, vio
pasar algo similar con Charity Downing.

Ella empezó a hablar, y entonces vio algo más cuando Peabody mostró la de Carlee
MacKensie. Eso fue tanto un instantáneo desconcierto, y, pensó Eve, una profunda pena.

—Usted reconoció las últimas tres —dijo Eve.

—No puedo discutir esto con usted —Pero ese reconocimiento se quedó en los ojos oscuros
mientras ella hablaba—. Incluso si usted consigue una orden judicial.

—Yo no voy a conseguir una orden. Yo podría amenazarla con arrestarla por obstrucción.
Podría amenazarla con levantar cargos contra usted por complicidad después del hecho si
usted se pone en contacto con cualquiera de estas mujeres. Yo no voy a hacer eso, tampoco.
Pero le voy a decir a usted, otra vez, que si usted contacta con ellas, ellas van a matar al
hombre que tienen en su poder de inmediato, y muy probablemente huirán. Usted vivirá con
esa muerte en sus manos. Lo que yo intento hacer es arrestarlas, para prevenir que vuelvan a
matar, y escuchar su historia.

—Yo no apruebo el asesinato —Lipski bajó la vista a los muertos—. Yo no apruebo este nivel
de venganza. Pero los crímenes cometidos acarrearán un castigo duro y largo. Víctimas
abusadas; por sus propias acciones, sí, por sus actos. Pero también por la ley.

—La ley puede ser dura y fría; y yo también puedo serlo. Puede que sea ciega. Yo no lo soy.
Yo necesito escucharlas. Usted sabe, y yo sé, que mi compañera Free-Ager tiene razón. Lo que
ellas están haciendo sólo extenderá la herida hasta que la herida sea todo lo que tengan.
Déjeme hacer mi trabajo.

—No voy a contactar a nadie, le doy mi palabra; porque yo sí sé lo que es correcto. Esto, lo
que se ha hecho, no es correcto. Pero cuando y si usted arresta a alguna, quiero que usted me
avise. Yo quiero estar allí para ellas. Para hacer lo que pueda por ellas.

—Le doy mi palabra.

__________

247
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve se movió con rapidez, sacando su enlace mientras se abrían paso entre el atestado espacio
y salían al vestíbulo bajando las escaleras. —Baxter, tengo tres nombres verificados. Downing,
MacKensie, Su; estate alerta por cualquier de ellas o por todas.

—Son tres.

—Eso parece. Nosotras nos estamos dirigiendo ahora a casa de MacKensie para recogerla.
Ella es la que está más cerca. Te haré saber cuando tengamos a las tres. Estate alerta.

— ¿Quieres emitir Órdenes de Búsqueda? —le preguntó Peabody mientras trotaba para
seguirle el paso.

—Todavía no. Necesitamos tenerlas en la sala de interrogatorios, empezar a hacer presión.


Una se quebrará. Envía agentes uniformados para recoger a Su; dos para su apartamento, dos
para su lugar de trabajo, sólo para cubrir todo. Nosotras debemos poder recoger a MacKensie,
y luego a Downing antes de que cualquiera de ellas sepa que estamos en camino.

Eve salió disparada, con las sirenas encendidas, mientras Peabody pedía los agentes
uniformados, y apagando las sirenas una calle antes del edificio de MacKensie. En lugar de
buscar estacionamiento, ella puso las luces de En Servicio, y aparcó en doble fila.

El amargo resentimiento de otros conductores y la rotura frenética de las leyes contra la


contaminación acústica le resbaló mientras trotaba hacia la acera.

—Los agentes uniformados están en camino, hacia ambas locaciones. Incluso si Lipski rompe
su palabra; y no pienso que lo vaya a hacer —añadió Peabody—, ella no tendría tiempo para
advertir a las tres antes de que entremos nosotras.

—Eso no es lo que me preocupa — Eve usó su tarjeta maestra, y luego subió corriendo por las
escaleras.

—Pantalones flojos —escuchó jadear a Peabody—. Pantalones flojos.

—Saca tu mente de tu trasero.

En el piso de MacKensie, Eve redujo la velocidad, ralentizando su paso. Ella presionó el


timbre, esperó, y luego utilizó un puño en la puerta.

—Esto es lo que me preocupada —Ella se dio la vuelta, y presionó el timbre en la puerta


cruzando el pasillo.

—Dije que me encontraría contigo abajo en la… —La mujer que abrió la puerta se paró en
seco—. ¿Quién es usted?
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—NYPSD —Eve levantó su placa—. ¿Dónde está Carlee MacKensie? Cruzando el pasillo.

— ¿Cómo voy a saberlo? —La mujer arrugó la frente bajo el gran sombrero negro que
usaba—. Mire, llego tarde. Justamente estaba saliendo. —Para probarlo terminó de abotonarse
el abrigo—. De cualquier manera, yo creo que ella se ha ido por una temporada.

— ¿Se ha ido adónde?

— ¿Cómo voy a saberlo? Yo estaba saliendo esta mañana al mismo tiempo que ella. Nosotras
bajamos juntas en el ascensor. Ella tenía una maleta, así que pregunté; usted sabe, buena
vecina, si se iba de viaje. Y qué agradable sería salir de la ciudad y del jodido frío. Ella dijo
que sí. Eso es todo. Tengo que irme. Se suponía que yo trabajara el resto del día en casa, pero
nos llamaron para que regresemos. Tengo que irme.

—Un minuto —Eve simplemente cambio de posición para bloquear el camino de la mujer—.
— ¿Qué clase de maleta?

—Cielos, ¿cómo podría saberlo? Una normal con ruedas. Tomándose unas vacaciones de
invierno; preparada para viajar.

— ¿Preparada cómo?

—Se había arreglado el rostro y el pelo; y ella apenas lo hace, eso es lo que he visto. Tenía
puestas unas lindas botas. Y llevaba perfume. Yo incluso le dije cuánto me gustaba su
perfume. Usted piensa que ella ha hecho algo, entonces está ladrando en el callejón
equivocado. Ella apenas si deja su apartamento, nunca viene nadie a visitarla, eso he visto yo.
Se mantiene aislada. Callada, tal vez es una estirada, tal vez es tímida. Yo no meto mi nariz
para nada.

— ¿A qué hora de esta mañana?

— ¡Oh, cielos! —La mujer echó un vistazo a su unidad de muñeca—. Cerca de las ocho y
treinta, porque yo estaba saliendo para ir al trabajo.

—Ustedes bajaron juntas, así que salieron juntas. ¿Ella se subió a un taxi?

—Mierda, ¿por qué supone que yo presté atención? No, ahora que lo pienso. Un coche aparcó
y ella se subió.

— ¿Un coche?

—Bueno, una furgoneta. Tenía abierta la puerta lateral, y ella se subió con su maleta rodante.
Yo lo noté porque hacía frío, y yo pensé en cómo desearía que alguien me lleve en lugar de
249
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

tener que bajar al metro sólo para estar en la maldita reunión de la mañana.

—Describa la furgoneta.

—Bueno, para… —Su enlace sonó, una explosión de bocinazos, la hizo rebuscar en su bolso
de mano—. No me estés jodiendo, Georgie. Estoy en la puerta, pero también hay unas
policías preguntando por la Señorita Balbuceos que vive cruzando el pasillo. Yo no sé qué
diablos. Sólo espérame.

Ella guardó el enlace. —Ahora tanto Georgie como yo vamos a llegar tarde.

—La furgoneta —presionó Eve.

— ¿Cómo voy a saberlo? Tal vez era blanca. Tal vez. No era negra en todo caso. Se veía nueva.
Yo tenía que llegar al maldito metro. No estaba tomando notas.

— ¿Vio usted al conductor, a otro pasajero?

Ahora la mujer soltó un fuerte suspiro. —No lo sé. Tal vez. Tal vez las ventanas estaban
polarizadas, pero tal vez vislumbré a una mujer conduciendo cuando la puerta se abrió. Bajita,
yo pensé que era muy chiquita para estar conduciendo esa gran furgoneta. Pelo oscuro; en
una cola de caballo, gafas de sol. Eso es todo lo que vi. Mire, arrésteme o déjeme marchar.

—No me tiente. Fotografías, Peabody. ¿Ha visto usted a cualquier de estas mujeres? Y
mientras más reniegue, más tiempo le va a tomar esto.

— ¿Por qué uno no puede encontrar un policía cuando lo necesita, y cuando no los necesitas
ellos están en tu cara? —Pero ella tomó las fotos—. No, no, no, no... Espere —Ella puso la foto
de Charity Downing encima de las otras—. Tal vez. Sí. Tal vez. Yo la vi a ella, tal vez, hace un
par de semanas. Yo estaba saliendo del edificio y ella estaba entrando. No miraba por donde
iba, y me dio un duro golpe con el hombro. Yo empecé a cantarle cuatro frescas, pero ella se
detuvo y se disculpó. Se veía como si hubiese estado llorando y como si fuera a empezar otra
vez. Eran tal vez las diez yo me iba a reunir con unos amigos, y estaba llegando tarde. Diez de
la noche —aclaró ella—. Problemas con el novio, pensé, ya que he tenido algunos propios. De
cualquier manera, estoy bastante segura de que era esta de aquí. Es la única vez que la vi por
aquí que yo pueda recordar. Yo tengo una vida ocupada, a diferencia de la Señorita Balbuceos.

— ¿Por qué la llama así?

—Es lo que ella hace. Si me topo con ella en el vestíbulo, o donde sea; y eso no sucede mucho,
y yo la saludo, ella balbucea. No te mira a los ojos tampoco. Anda con la cabeza agachada.
Probablemente es una asesina en serie, ¿verdad?

250
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Bastante cerca, pensó Eve. —Si usted recuerda cualquier cosa más, contacte con nosotras. Si
vuelve a ver a la Srta. MacKensie, nos llama; y no hable con ella. Peabody dale a la Srta. …

—Lacey. Deena Lacey.

—Dale a la Srta. Lacey una tarjeta. Gracias por su ayuda.

—Voy a enseñarle esta tarjeta a mi jefe cuando diga que nos va a despedir a Georgie y a mí
por llegar tarde. Puede que usted reciba una llamada de él.

—No hay problema.

Eve esperó mientras la mujer cerraba la puerta detrás de ella y se apresuraba al ascensor,
sacando su enlace mientras corría. —Estoy bajando, Georgie. ¡No vas a creer esto!

—Consigue una actualización de los agentes uniformados —Eve sacó su propio enlace—. Reo
—dijo ella sin preámbulos—. Necesito una orden.

Ella paseaba de un lado a otro, relatando los detalles a la Asistente del Fiscal, paseaba
mientras Reo presionaba por una orden para entrar y revisar el apartamento de MacKensie.

—Downing no responde a la puerta, y no está en su trabajo no trabajó ayer. Los agentes


uniformados están hablando con los vecinos —informó Peabody—. Su no se ha presentado al
trabajo, no contesta su enlace, o su puerta. Parece que se han escabullido.

Eve sacudió la cabeza. —Mira la coordinación del tiempo. MacKensie empaquetó y la


recogieron en una furgoneta, una conductora, cerca de una hora después de que presionamos
a Su. ¿Pero se tomó el tiempo para arreglarse? Ellas no están huyendo, todavía no, porque
tienen a Betz y van a querer a Easterday. Ellas han ido a recluirse.

— ¿Tú crees que las asustamos?

—Yo creo que ellas planearon todo esto, paso a paso, pero les salió mal desde el principio,
cuando el Sr. Mira entró en su sesión con su primo.

Ella se paseaba, tratando de hacer que la orden llegara por pura fuerza de voluntad.

—Entonces la policía está sobre ellas muchísimo más rápido de lo que ellas esperaban. Se
suponía que se interrogara a Su como una coartada, pero nosotras presionamos allí, la
presionamos sobre su conexión no sólo con Downing sino también con MacKensie. Ninguna
de estas mujeres es idiota.

—Así que entraron en pánico.


251
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¿En pánico? Yo no lo creo. MacKensie se acicaló, según lo que dijo su vecina. Maquillaje,
cabello, perfume. Tú no te tomas el tiempo para eso si has entrado en pánico. Esto es como el
Plan B. Si las cosas se ponen demasiado calientes, nos recluimos. Ella se acicaló, de modo que
tal vez ella es la carnada para atraer a Easterday.

—Ellas tendrían que estar locas para ir tras él ahora.

—Ellas ya han extendido la herida, Peabody. Es todo lo que hay. Y ellas tienen un lugar que
nosotras no sabemos, un lugar donde ellas hacen sus planes, un lugar donde pueden llevar a
estos hombres y torturarlos, donde pueden vengarse de ellos. Empieza a investigar ahora;
cualquier propiedad bajo cualquier variación de sus nombres, de los nombres de sus madres.

Ella sacó su enlace. —Reo.

—Está llegando ahora —le dijo Reo.

—Necesito dos más. Lydia Su; se deletrea S-U, y Charity Downing —Ella le dio las
direcciones.

—Dallas.

—Estas tres están trabajando juntas, Reo. Ellas han asesinado a dos y tienen al número tres. A
él le quedan unas horas como mucho si no las encuentro.

—Voy a presionar.

—Presiona rápido. La orden está llegando. Te volveré a llamar.

Eve revisó lo escrito en la orden; nada de errores ahora, pensó ella, luego asintió hacia
Peabody. —Estamos autorizadas para entrar.

Ella revisó su grabadora, utilizó su tarjeta maestra. Desenfundó su arma.

—Dallas, Teniente Eve, y Peabody, Detective Delia, ingresando a la residencia de Carlee


MacKensie. Estamos debidamente autorizadas por una orden judicial.

Ella tocó una vez más en la puerta con fuerza. —Carlee MacKensie, es la policía. Estamos
entrando en el piso.

Ellas abrieron la puerta, una arriba y otra abajo, hicieron una rápida barrida.

Eve se enderezó. –Ella se ha ido, y no va a regresar.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

–Los muebles todavía están aquí.

–Ella desocupó su estación de trabajo. Se llevó los electrónicos. Revisemos el lugar, pero ella
se ha ido.

La cama estaba pulcramente hecha, las áreas del baño y la cocina impolutas. Que nunca se
diga que Carlee MacKensie no mantenía su casa limpia.

—Parece que faltan algunas prendas de ropa —dijo Peabody—, sólo por la manera en que
están arregladas, pero ella se dejó mucha ropa.

—No le importa. La misión es la que importa. Ella se llevó lo que quería; y no dejó ningún
electrónico. Nada que pudiéramos usar para rastrearla de esa manera, nada por donde se
podría haber comunicado con las otras.

Eve caminó alrededor de la pequeña sala de estar. —Probablemente todas tengan enlaces
desechables. Algo que sólo utilizan entre ellas. Si ellas utilizan un ordenador, usan códigos.
Pero no corren riesgos: No dejar nada atrás. ¿Pero recuerdas todo? ¿Cada pequeña cosa?
Revisemos este lugar de arriba a abajo y veamos.

—Ellas no se llevaron la llaves. Betz —dijo Peabody mientras trabajaban.

—No son de él. Puede ser que Wymann tuviera las mismas, o el senador. Estamos lidiando
aquí con una hermandad, de manera que opino que todos tienes llaves. Justamente como
estamos lidiando con una hermandad de mujeres por este lado. Propósitos unidos, lealtades,
y singularidad.

Eve hizo una pausa, cerró un cajón, miró alrededor. —No hay señales de que ella tuviera sexo
en este apartamento. No hay juguetes, ni realzadores, ni ropa interior sexy.

—Ella podría haberse llevado esas cosas.

— ¿Por qué? No cumplen una misión. Ella dejó prendas de ropa, algo de joyería, fotografías,
discos de libros, todos los desechos de la vida. Pero ella se llevó los electrónicos, algunos
discos de repuesto, cubos de memorándums, y cualquier copia impresa de negocios. Hay
comida en la cocina, en el Auto Chef. La vecina declara que no mete las narices, pero ella no
es ciega ni sorda.

Eve deambuló, buscando hacerse una idea. Lo que vino a ella fue que éste era un lugar
solitario. Ella lo conocía, lo reconocía. Una vez ella había tenido uno propio.

El apartamento; del que Roarke había hecho una réplica para ella.

253
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Su lugar solitario, porque ella había tenido poco más que la misión; el trabajo, en su vida.

Ella conocía a MacKensie, pensó. Ella la conocía a fondo.

— ¿La vecina? Apuesto que ella habría recordado si MacKensie tenía un amante; masculino o
femenino, que apareciera regularmente. No hay amor en este lugar, sólo trabajo y un lugar
para dormir. La vecina recordaba a Downing porque se cruzaron, y Downing estaba llorando.
Eso se graba en la mente. Ella habría recordado haberla visto antes, de modo que o el venir
aquí no sucedió antes, o era raro que lo hiciera y ellas mantenían un perfil bajo.

— ¿Tú crees que ella y Downing son amantes?

—No. No creo que ella tuviera a alguien para eso, no para eso. Ellas son hermanas, eso es lo
que cuenta aquí. Una experiencia compartida; y una que Su también comparte. Y una meta
compartida.

— ¿Qué haces tú cuando una hermana llega a tu casa llorando?

—Ah. Tú la escuchas, la consuelas.

—Le provees alcohol y comida que consuele su llanto. Vamos a revisar la cocina.

Ellas hallaron una botella de vino blanco casi vacía, una botella de whisky de un cuarto de
litro.

—Hagamos que vengan los barredores aquí, que lo hagan bien —Eve se acercó al Auto Chef,
hizo correr el programa—. Lo mantiene bastante bien abastecido, con mierda saludable.

—Encontré helado; el de verdad, en el congelador. Chocolate Coma, el cual es increíble. No


está abierto, Dallas.

—Apuesto que lo compró para reemplazar el que le dio a Downing. Downing viene a verla,
llorando. Qué te parece esto: Downing es la que ellas tienen acostándose con el senador. Ella
se ha establecido como su amante. Y ella se está agotando, no sabe cómo puede seguir con eso.
No da la impresión de ser del tipo de tomar-una-copa-y-comer helado, de modo que ella
viene aquí para recibir consuelo. Viene aquí porque MacKensie ha interpretado el mismo
papel antes que ella. MacKensie sabía con qué estaba lidiando ella, podía compadecerse. Y
quizás porque Downing se estaba agotando, ellas decidieron empezar con la misión.

—Una de ellas hace las veces de la agente de Bienes Raíces —continuó ella—. Como
haciéndose pasar por la biógrafa, y cosas así; ¿no crees que MacKenise probablemente era la
que llevó a Edward Mira a Eclectia, de manera que ella pudiera pasárselo a Downing?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Sí, lo creo. Turnándose con eso, trabajando en él.

—De manera que la joven y sexy agente de Bienes Raíces, que no es una agente de Bienes
Raíces, está de acuerdo en tratar de ayudar al senador a evadir la promesa hecha en el lecho
de muerte.

—Eso es lo que parece. A menos que hayan cuatro de ellas.

—Mierda.

—O más.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 16

A continuación ellas fueron a la casa de Downing y encontraron a una vecina mucho más
conversadora. Laurel Esty vivía en el apartamento adyacente al de Downing, y ya había
invitado a los agentes uniformados al interior de su unidad y les había servido café y galletas.

—Ella dijo que no había visto a Downing en un par de días, pero eso no es algo inusual ya
que trabaja en las noches. Pero su compañero de piso mencionó haber visto a Downing dejar
el edificio con dos maletas esta mañana.

— ¿En dónde está el compañero de piso?

—Ahora estará en su trabajo, Teniente. Tenemos su nombre y su información de contacto.

—Déselo a mi compañera, y sacúdase las migas de galleta del uniforme, Oficial. Por todos los
cielos.

Eve lo dejó atrás y se dirigió hacia una vivaz rubia que estaba sentada en un pequeño sofá
azul en el centro de una sala de estar cómodamente desordenada. Ella se levantó de un brinco
como una mujer con resortes cuando Eve entró y casi derramó el refresco que tenía en la
mano.

— ¡Guau! Justo acabo de llamar a mi compañero; el Oficial Tanker dijo que estaba bien si lo
hacía, y le dije a Reb; mi compañero, cómo escuché al Oficial Tanker decirle al Oficial Messing
que la Teniente Dallas estaba en camino. Y Reb dijo, 'Mierda, Laurie, no inventes.' Y yo le dije,
'De veras, Reb,' pero él no me creyó. Y aquí está usted. Nosotros vimos la película. Julian es
completamente genial, y Reb dijo cuando la vimos cómo se lo haría a usted de una noqueada,
y yo... Caray, probablemente eso fue grosero. Lo siento. ¿Puedo llamarlo otra vez y enseñarle
que está usted aquí?

—No. ¿Conoce usted a Charity Downing?

—Sí, claro, ella vive justo aquí al lado. Yo no la veo mucho porque yo trabajo en las noches en
el Silverado; un bar de vaqueros urbanos, pero también vienen vaqueros de verdad algunas
veces, y ellos…

— ¿Cuándo fue la última vez que usted vio o habló con la Srta. Downing?

—Oh, uhm, caray. Hace unos días, supongo. Yo llego a casa alrededor de las tres la mayoría
de las noches, y ella se marcha alrededor de las nueve o algunas veces a las diez. A esa hora

256
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

usualmente yo me apago como una luz. Pero nosotras hemos conversado algo cuando nos
encontramos; en días o noches de descanso, o en la lavandería. Ella es verdaderamente
simpática. Reb dice que ella es lesbiana pero él es un tío y si una chica no se derrite por su…
—ella hizo comillas en el aire—…encanto, ella es lesbiana. Yo no cuento porque hemos sido
amigos desde siempre y no nos metemos el uno con el otro de esa manera incluso cuando no
estamos acostándonos con nadie más. Es un pacto.

—Estupendo. Fotos, Peabody.

—Verdaderamente lamento que usted haya muerto —le dijo Laurel a Peabody—. Quiero
decir la actriz que la personificó a usted en la película. Ella se veía muy parecida a usted. ¿Es
eso raro?

—Un poco. ¿Conoce usted a cualquiera de estas mujeres?

— ¡Oh! —Como si se acabase de acordar de que lo sostenía, Laurel puso el refresco sobre la
mesa—. Ustedes deberían tomar asiento. Puedo ofrecerles un refresco o un café, o lo que sea.

—No se moleste. Échele un vistazo.

Laurel se sentó con las fotos, se mordió el labio inferior mientras las estudiaba. —Yo no las
reconozco. Tal vez es porque trabajo por las noches por lo que nunca las vi venir por aquí.
Pero vi a estas dos.

Ella extendió las fotos de Su y de MacKensie.

— ¿En dónde? —demandó Eve.

—En el apartamento de Charity.

—Usted acaba de decir que no las había visto por aquí.

—No las vi a ellas. Pero las vi en la pintura. Una que está en la casa de Charity. Ella las pintó a
ellas, y a sí misma y pienso que había otras dos mujeres. Todas ellas se veían realmente tristes,
pero verdaderamente fuertes. Se lo comenté a Charity.

—Peabody, compruébalo. ¿Las otras mujeres no están en esa pintura?

—Ah-ah. Una es vieja; quiero decir mayor. Como, yo que sé, ¿cincuenta? Y la otra se veía
realmente joven, realmente triste. Realmente bonita. Todas ellas eran realmente bonitas. De
cualquier manera; ¡Oh!

Ella aplaudió con las manos, como aplaudiéndose a sí misma.


257
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Esa fue la última vez. Ahora lo recuerdo. Mire, yo me levanté para trabajar, y Reb no había
vuelto a llenar el Auto Chef. No había café. No el suficiente de cualquier manera. Y usted ya
sabe, estaba algo desesperada, y fui a casa de Charity para ver si ella tenía un poco que le
sobrara, y ella dijo, claro, puedo dártelo. Entonces yo tenía que hacer pis. Fui por el café
incluso antes de haber ido a hacer pis, de modo que dije que necesitaba hacer pis, y ella dijo
que podía usar su cuarto de baño. Ella tiene una unidad con dos dormitorios como nosotros,
y ella utiliza el que le sobra como un estudio. ¿Para pintar? Y vi la pintura de las mujeres, y la
otra. La que da miedo.

— ¿Da miedo?

—Supongo que ella la había cubierto con una manta, pero se cayó, y allí estaba esa pintura
aterradora de esos hombres; y era como si todos ellos estuvieran gritando y cayendo dentro
de un hoyo en llamas en frente de esta casona que se veía como la del video de horror que
también estaba ardiendo. Usted sabe; como el infierno. Ellos parecían estar usando máscaras
del diablo, y nada más. En cierto modo se parecía a lo que se suponía que eran demonios,
pero yo sólo la vi por un segundo antes de que Charity saliera con el café, y se acercara y
cerrara la puerta.

Encorvando los hombros, Laurel se sonrojó. —Yo no estaba husmeando, ¡lo juro! Es sólo que
la puerta estaba abierta y lo vi. Eso no es husmear. De modo que dije que lo sentía, que sólo
había echado un vistazo. Yo no pienso que ella estaba molesta, pero podía decir que ella no
quería que yo dijera nada, así que no lo hice. Yo sólo le di las gracias por el café, y cómo ella
me había salvado la vida, y me marché. Eso fue hace unos días. No como ayer o anteayer,
pero tampoco como hace una semana. Reb puede que se acuerde porque se lo conté. Le
mandé un texto con suma rapidez porque, usted sabe, era verdaderamente aterrador y
espeluznante.

— ¿Sería usted capaz de describir las dos pinturas, con más detalle? Los rostros de las
mujeres, las que no están aquí. A un dibujante de la policía.

— ¡Oh! —se mordisqueó el labio inferior—. No lo sé.

—Detective Yancy —Peabody regresó, sonriendo y dándose palmaditas sobre el corazón.

— ¿En serio? —Las pestañas de Laurel se agitaron sobre unos ojos que ahora destellaban con
interés—. Bueno, tal vez. Vale.

—Estupendo. Haremos los arreglos para que la lleven a la Central para trabajar con el
Detective Yancy, y apreciamos su ayuda —añadió Eve.

— ¿Puedo llamar a Reb? Él va a querer dejar el trabajo por esto. Y, francamente, yo me sentiría

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

mejor si él viniera conmigo, o que me encontrara allí. Él es, usted sabe, como mi hermano.
Como familia.

—Claro, está bien.

—Vale. Necesito vestirme. El Oficial Tanker me despertó. ¿Teniente Dallas? Yo no veo cómo
Charity puede haber hecho nada realmente malo, excepto…

— ¿Excepto?

–Esa pintura que pintó. ¿De los hombres-diablo? Yo sólo la vi por un segundo, pero me dio
pesadillas.

Eve fue hacia la puerta de al lado con Peabody.

—No hay pinturas de mujeres, o de hombres-diablo. ¿Hombres-diablo?

—Hombres que se veían como diablos gritando mientras caían al infierno; con una casa
ardiendo en el trasfondo.

—Eso es espeluznante. Suena como si ella hubiese estado volcando su ira en la pintura.

Ellas entraron al apartamento. A Eve le dio la impresión de un lugar abandonado, al igual que
el apartamento de MacKensie. Todavía amueblado, con florecientes plantas en una soleada
ventana, pero sin electrónicos. Algunos materiales de pintura, y algunos lienzos dejados atrás.
Pero ninguno coincidía con los que Laurel había descrito. Tampoco había bosquejos
utilizables de ninguna de las mujeres.

—Ropa interior para follar —Eve levantó unas bragas abiertas en la entrepierna—. Y
montones de ella. Ella no se las llevó porque ya terminó con eso.

—Ella se llevó la mayoría de los artículos de tocador, pero dejó algunas cosas viejas, y apuesto
que se olvidó de esto —Peabody salió con una botellita—. Están mezcladas con cremas para la
piel. Son pastillas para dormir; las fuertes, de las del tipo hazme-dormir-hasta-mañana.

—Cuando revisemos su Auto Chef apuesto que encontramos programas regulares para
calmantes y tranquilizantes sin receta. Ella es la que estaba en las trincheras, por así decirlo,
con el Senador Mira. Agotándose —volvió a decir ella—. Píldoras para dormir y pinturas
aterradoras. Ella se quebrará cuando las encontremos.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

________________

Ellas repitieron el procedimiento en el apartamento de Su. No encontraron a una vecina


impaciente o a una sociable, pero sí todas las indicaciones de que Su se había recluido con
todo lo importante para ella.

—Ve a ver a los de seguridad del edificio —le dijo a Peabody—. Consigue los discos de los
últimos dos días. Veámosla yendo y viniendo, y qué fue lo que se llevó cuando se marchó. La
furgoneta va a ser la suya, de modo que empecemos a echarle un vistazo a eso.

—No hay vehículos registrados en su nombre. Yo ya investigué eso.

—Ella consiguió uno. Vamos a revisar los nombres de sus padres. Si eso nos falla, voy a pedir
ayuda a nuestro consultor civil para encontrar apodos. Ella va a tener un vehículo, y una de
ellas posee o alquila una casa, un edificio, un lugar.

Mientras Peabody iba a buscar los discos a seguridad, Eve continuó en el apartamento. Su
había vivido bien, notó ella. Un buen espacio en un buen edificio, y lo que parecían ser
muebles cuidadosamente seleccionados. Muchas prendas de buena calidad dejadas atrás;
porque ella no planeaba regresar.

Ella había venido de una familia estable; o así parecía, pensó Eve. Tuvo una educación de
primera, y había elegido una carrera exigente.

Una que la ponía en un laboratorio, pensó Eve, probablemente trabajando sola una gran
cantidad de tiempo. No había señales o indicaciones de relaciones románticas.

Algo sucedió en Yale, volvió a pensar ella. Algo que la había colocado en el camino hacia una
desagradable revancha. Y en ese camino, ella había conocido a Downing y a MacKensie; y a
otras dos mujeres, todavía no identificadas, si es que la pintura de Downing tenía la
importancia que Eve creía que tenía.

La más probable era que se conocieran en un grupo o centro de apoyo.

Esto se volvía a remontar a la violación por su dinero. Una fraternidad de la violación.

Ella le dio otra pasada al apartamento, esta vez con el ojo puesto en cajones ocultos o alijos
secretos.

Cuando Peabody regresó, Eve estaba gateando sobre el piso del armario del dormitorio.

—Esperaba encontrar un escondite, pero no conseguí nada.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Tengo los discos.

—Vamos a verlos en la pantalla de pared del dormitorio.

Eve se puso de pie, salió del armario hacia el rigurosamente pulcro dormitorio con su cama
simple y elegante; alta, con la cabecera acolchada en gris oscuro, una colcha gris, y unas
cuantas almohadas en tonos azules.

Eve siguió la urgencia de revisar la cabecera, de mirar detrás de ella. —De todas maneras, si
ella tenía un escondrijo, se habrá llevado todo lo que había en él —dijo ella tanto para sí
misma como para Peabody.

Asintiendo, Peabody metió los discos en la pantalla de pared, y la dejó preparada.

— ¿Todas las cuarenta y ocho horas?

—Por ahora comienza cuando vinimos a hablar con ella. Veremos el resto de regreso en la
Central.

Peabody hizo retroceder el disco y luego lo ralentizó.

Eve las observó a ellas dos acercarse a la entrada del edificio, dentro del rango de la cámara,
lidiar con la seguridad de la puerta. Entrar en el vestíbulo, y las cámaras del vestíbulo, entrar
al ascensor, y esas cámaras, y caminando por el pasillo hacia la puerta de Su.

—Aceléralo un poco. Divídelo entre la cámara de la entrada y la vista de su piso.

Eve observó cómo ellas se marchaban.

—Yo creo que mi abrigo mágico rosado me adelgaza mágicamente.

—Chitón, Peabody.

Eve observó a un repartidor llegar a la puerta llevando un gran jarrón de flores rojas y azules,
y a una mujer con un abrigo verde-bosque y una bufanda a cuadros saliendo llevando a un
perro blanco con correa. Otra salida; un hombre con un maletín que parecía preocupado y
apresurado. Entonces…

—Congélalo. Mira a esta. Ella no quiere que su cara salga en la cámara.

—Podría ser —Peabody apretó los labios—. Pero hacía muchísimo frío. La mayoría se abriga.

—Ella tiene cada mechón de pelo debajo de ese sombrero, y tiene el rostro inclinado hacia

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

abajo. La bufanda está anudada hacia arriba de manera que no se pudiera ver la parte inferior
de su cara en cualquier caso. Guantes, abrigo largo. Empieza allí; velocidad normal. No es
una residente, ¿ves? Ella está presionando el intercomunicador, están abriéndole. Pero ella
sabe en dónde están las cámaras. ¿Cuándo es esto?, ¿cerca de veinte minutos después que nos
marchamos?

—Ah… veintitrés.

—Está mirando hacia abajo o hacia otro lado al cruzar el vestíbulo... se coloca a un lado en el
ascensor. Se ve demasiado alta para ser MacKensie. No se mueve como Downing. Tal vez
conseguimos a una de las otras. Tal vez… Y ese es el piso de Su; se está acercando a la puerta
de Su. Y entra. Ella contactó con alguien después de que nos fuéramos. Nosotras la sacudimos
y ella llamó a una de sus compañeras. Mantén la pantalla dividida en caso que haya llamado
al resto. ¿Puedes acelerar la cámara del corredor?

—McNab podría. Dame un segundo.

Mientras Peabody lidiaba con la tecnología, Eve se paseaba.

—Ella supo que estábamos haciendo las conexiones. Por eso ellas decidieron recluirse cuando
lo hicieron. Estas dos, ellas están ahí dentro conversándolo, planeándolo, contactando con las
otras. Su estaba empaquetando, apuesta tu culo.

— ¡Lo tengo! Guau, soy una experta con los electrónicos. Mira, mira, Dallas, ellas están
volviendo a salir. Estuvieron cuarenta y seis minutos dentro.

—Su lleva su maleta, un bolso grande, y su amiga lleva una segunda maleta. Y la amiga está
lo bastante controlada como para acordarse de no mostrar la cara a las cámaras. No es
MacKensie. Y no creo que sea Downing. Una de las otras. Haremos que los del DDE revisen
esto, que hagan lo que ellos hacen. Tal vez ellos puedan conseguir lo suficiente.

—Si Yancy puede hacer recordar a Esty lo que vio en la pintura —Peabody asintió—. Tal vez.

—Mira cómo va vestida Su. Botas; más para trabajar que para vestirse bien, pantalones
informales debajo del abrigo. Un gran bolso negro junto con la maleta. Espera; mira su cara.
Ella está mirando directamente a la cámara. No a la cámara —se corrigió Eve—. A nosotras.
Ella cree que nosotras veremos esto tarde o temprano. Mira su cara.

—Está enfadada, pero... pedante.

—Sí, eso es exactamente.

—Ella va de camino hacia las otras —dijo Peabody quedamente—. De camino a recoger a las
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

otras.

—Y para volver a trabajar en Betz. Ellas tienen que turnarse. Una mujer tiene que ganarse la
vida, después de todo. De modo que ellas se turnan. Pero siguen con sus planes. Todavía
tienen que intentarlo con Easterday; y con ese atuendo no es ella la que va a hacer de carnada.
Esta vez le toca a MacKensie.

—Es su vehículo, como tú dijiste.

—Sí, es lo más probable. Retrocede; retrocede a ayer, comienza cerca de las quince.

Ellas observaron a Su salir a las quince y diez. Vestida totalmente de negro, llevando el gran
bolso negro. Con el pelo tirado hacia atrás, cubriéndose los ojos con lentes de sol. Ella se puso
los guantes en el ascensor, y cerró las manos en puños.

—Sigue adelante —murmuró Eve—. Veamos cuando regresa.

Ellas observaron la vida del edificio; gente saliendo por la noche, a una fiesta, a cenar, al turno
nocturno. Gente regresando; de trabajar tarde por la noche en la oficina, de hacer compras o
de tomarse unas copas con los amigos. Una pareja que, por el lenguaje corporal, habían
peleado durante la noche, llegó a casa con expresión pétrea. Otra pareja que, por el lenguaje
corporal, obviamente no habían peleado sino que habían bebido bastante, estaban riéndose y
entraron tambaleándose.

Alguien iba a tener suerte, y alguien no la iba a tener.

—Ahí está ella. Justo pasando las cuatrocientas horas. No se ve pedante ahora —continuó Eve
mientras ellas seguían el progreso de Su entrando al edificio, y subiendo a su piso.

—No, ella se ve realmente cansada; no estoy compadeciéndome, especialmente porque


estamos bastante seguras de que ella acaba de terminar de asesinar a Wymann, y
probablemente pasó un tiempo trabajando en Betz. Pero ella se ve más que cansada, Dallas.

Luchando contra las lágrimas, pensó Eve. A pesar de que Su lanzó una mirada desafiante a la
cámara mientras abría con su propia tarjeta magnética, su mirada brillaba por las lágrimas.

—Ella está acongojada, tal vez incluso un poco mal del estómago, debido al asesinato, este
segundo asesinato, no le dio lo que necesita, lo que desea más que cualquier otra cosa.

— ¿Qué es lo que ella desea?

—Paz. Ella desea esa maldita paz interior.

263
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Es todo lo que uno quiere cuando llegan las pesadillas, pensó Eve. Y la única cosa que no
puedes hallar.

— ¿La justicia que ellas etiquetan en los cuerpos? No cambia nada. Ella desea ser capaz de
dormir por la noche. Ella desea que esto acabe. Ella desea, más que nada, que esto no hubiese
sucedido nunca. ¿Pero los asesinatos? No le van a dar nada de eso. Si ella no lo sabía antes,
ahora lo está empezando a saber. Cuando; sin importar cuántas veces se lave, ella todavía
pueda oler la sangre en sus manos.

—Pero ellas todavía tienen a Betz.

—Sí. Saber esto va a hacer que ella; ninguna de ellas, se detenga. Ella piensa que tal vez, sólo
tal vez, cuando terminen esto, ella encontrará lo que necesita. Tal vez, sólo tal vez, ella será
capaz de dormir. Pero no lo encontrará.

—Me parece que ella se veía resignada además de cansada.

—Resignada, resuelta; es casi lo mismo. Ellas terminarán esto. O lo intentarán. Ahora no hay
vuelta atrás, para ninguna de ellas. Ella iría a buscar la furgoneta después de que nosotras la
sacudiéramos esta mañana, donde sea que la tuviera, recoge a las otras, y todas ellas se
reunirán en donde retienen a Betz. Ellas no lo llevarán de vuelta a su casa. Ellas tienen que ser
lo bastante inteligentes para saber que nosotras estaremos en la casa.

Repentinamente exhausta, Eve se sentó en un lado de la cama. —Vamos a sacar de allí a


Baxter y a Trueheart, pero pondremos a otro equipo a vigilar. No sería bueno que estemos
equivocadas en eso. Las llaves, las llaves de Betz. Tal vez ellas sean un ángulo. Vamos a acosar
a los del DDE.

—Yo tengo que decir algo.

Eve se tiró el cabello hacia atrás. — ¿Qué?

—Este caso, y lo que estamos buscando como motivo. Esto tiene que afectarte. Tiene que
hacerte pensar en lo que te sucedió. Pero no es lo mismo, Dallas. Esto no es lo mismo.

—Sí, lo hace. Pero mi asesinato fue justificado. Él o yo, y yo era una niña. Eso no es lo mismo.
Él me estaba violando, y mi brazo… —Ella levantó la mano, y prácticamente volvió a sentir
cómo se rompía el hueso—. Cuando el hueso se rompió, cuando él me rompió el brazo, ese
shock y el dolor, eran algo vivo. Matarlo era la única manera de hacer que eso parara, de
hacerlo parar a él, de sobrevivir. De manera que eso no es lo mismo que esto.

Ella soltó el aliento, pero todavía tenía el estómago revuelto.

264
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¿Pero el resto? ¿El miedo, ese dolor, la violación, lo que se enraíza en ti y en realidad nunca
se va? Eso es lo mismo. De modo que yo sé que ellas no van a encontrar paz, o la justicia que
ellas se dicen a sí mismas que buscan, a través de la sangre. Yo no la encontré.

— ¿Cómo lo hiciste? ¿Encontrar la paz?

—Te lo diré cuando lo haga.

Cuando Peabody asintió y se agachó para recoger su equipo de campo, Eve metió las manos
en los bolsillos.

—Eso no es justo, y tampoco es toda la verdad.

—No tienes que hablar sobre ello. No era mi intención presionarte con eso. Yo sólo necesitaba
decir lo que dije.

A la mierda la náusea, pensó Eve, y el dolor sordo en la nuca.

Ellas no ganarían.

—Yo tengo una intuición sobre esta investigación; y creo que esa percepción es en parte la
razón por la nos hemos acercado más rápidamente de lo que ellas esperaban. Tu eres mi
compañera y... Tú eres mi compañera —repitió ella, como si eso lo dijera todo.

—Había doctores y psiquiatras y terapeutas y policías. Asistencia a menores. Ellos podían


tratar las heridas físicas, las violaciones, los huesos rotos, las palizas. ¿Pero el resto? Yo lo
encerré en donde ni siquiera yo pudiera encontrarlo. Esa fue la supervivencia para mí, al
igual que poner ese pequeño cuchillo en Richard Troy…

De pie allí, ella rebuscó en su bolsillo y cerró la mano sobre su placa. Esa forma tangible.

—Yo lo superé. Tuve fogonazos de recuerdos, claro, y pesadillas, pero todo eso también lo
encerré. Si yo no podía llegar a ellas, nadie más podría. Y nadie podría herirme con todo eso,
nunca más. Y luego hubo una meta. Hasta donde yo puedo ver, claramente desde que
desperté en ese hospital en Dallas, yo tenía que ser una policía. Eso me hizo superarlo todo, lo
bueno y lo malo. Y cuando obtuve mi placa, me sentí... fuerte, con un propósito. Esa era mi
meta, al igual que para ellas es borrar la existencia de estos hombres. La placa, el trabajo,
proteger y servir, representar a la víctima. Yo tenía que hacerlo. Supervivencia. Y luego allí
estaban Mavis y Feeney, y con ellos y el trabajo, fue algo como tener una familia aún si yo no
lo sabía. Y cada día, cada maldito día, ¿cuándo recogía la placa?

Ella la sacó del bolsillo, y la estudió. —Cada día, yo tenía un propósito. Yo he combatido
contra lo que tenía encerrado. Las víctimas importaban, Peabody, sin importar quienes eran
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

ellas, o lo que sea que hubieran hecho. Ellas eran mía para representarlas.

—Yo sé eso. Tú me enseñaste eso.

—Tal vez tú crees que yo no sé lo que sentiste el día que obtuviste su placa dorada, lo que
Trueheart sintió el otro día. Pero lo sé. Yo recuerdo exactamente lo que sentí. Detective Dallas.
Oh sí, recuerdo la emoción y el terror de eso mezclado con el orgullo dentro de mí. Y cuando
llegué a Teniente, Cristo, otra vez toda esa emoción y el terror, y ese orgullo, ese propósito.
Las víctimas importaban, y los policías bajo mi mando. Yo necesitaba ser lo mejor que pudiera,
por las víctimas, por los policías.

Ella sopesó la placa en su mano, y la volvió a guardar.

—Y yo fijé mi vista en las barras. Capitán Dallas, eso sonaba bien. Yo combatiría lo que estaba
encerrado dentro de mí hasta que no fuera nada. Hasta que aquellos fogonazos de recuerdos
que me ponían enferma, que me aterraban hasta los huesos, aquellas pesadillas que podían
agarrarme por la garganta en medio de la noche fueran nada. Yo tenía un propósito, maldita
sea, y nunca iba a volver a ser la víctima. Pero...

—Pongámonos en marcha —dijo ella abruptamente—. Estamos malgastando el tiempo aquí.

Sin decir palabra, Peabody cogió su abrigo, poniéndoselo mientras Eve se dirigía hacia la
puerta. Ella mantuvo un respetuoso, si algo preocupado, silencio mientras bajaban al
vestíbulo.

—Pongamos un equipo de cuatro hombres en la residencia de Betz. Que lo encabece el agente


uniformado Carmichael, y otros tres más. Dos de nuestra unidad, y luego mira a ver si el
Oficial Shelby está disponible

— ¿Shelby?

—Ella está en la Cinco-dos. Fue la primera en la escena en el homicidio de Catiana Dubois.

—Ah sí, ya sé quién es.

—Tengo el ojo puesto en ella. Si ella lo aguanta como creo que lo hará, y lo desea, la voy a
traer a Homicidios. Necesitamos un uniforme fresco.

Mientras ellas caminaban, Eve sacó su propio enlace, contactó con Baxter, y lo puso al día.

—De modo que cuando tu relevo llegue allí, regresas a la Central. Una vez que los del DDE
den en el clavo con las tarjetas magnéticas, iremos para allá. Y tal vez el laboratorio haga un
milagro con las llaves antiguas. Mientras tanto, nosotros empezaremos a investigar más
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

profundamente a las tres mujeres que conocemos. Tu y Trueheart investigad a MacKensie.


Quiero saber cuál fue su primera maldita palabra, qué come su madre en el desayuno, en
donde hace sus compras, bancos, juegos. Todos los lugares en donde ella ha vivido desde
antes que ella naciera.

—Entendido, Teniente. Vamos a hablar con el relevo y nos pondremos a ello.

Ella refunfuñó y cortó. Cuando ellas subieron al coche, recibieron una nueva explosión de
resentimiento de los otros conductores. Eve les enseñó mentalmente el dedo medio, apagó su
luz de En Servicio, y arrancó.

—Pero —continuó ella como si no hubiera habido una pausa en la conversación—, eso no iba
a ser suficiente. Yo tenía que creer que lo sería, pero no iba a ser suficiente para que yo
siguiera superándolo. Mira vio eso, y, Dios, yo sentí un gran resentimiento hacia ella en ese
tiempo porque ella vio lo que yo no quería que viera. Lo que yo no quería ver. 'Simplemente
mantente lejos de mi mente, yo estoy bien.'

—Hubo un incidente; un cabrón volando con Zeus, y una niña, sólo un bebé. Y yo no pude
llegar a tiempo. Fue demasiado tarde para detenerlo. Yo no sé por qué eso me tocó tan de
cerca como para quebrarme, pero lo hizo. Tal vez me topé con un umbral, tal vez fue; ¿Cómo
se dice?... acumulativo, pero me golpeó con fuerza, y eso fue justo cuando me dieron el caso
DeBlass. Yo estoy bien, puedo manejarlo. Manejarlo viendo a ese bebé cortada en pedazos,
manejar la Evaluación porque yo había tenido que matar al cabrón que cortó al bebé en
pedazos, manejar el caso DeBlass con su Código Cinco.

Ella se detuvo en un semáforo, se frotó la cara con las manos, deseando poder hacer
desaparecer la fatiga a voluntad y la cruda sensación en sus entrañas. —Y entonces allí estaba
Roarke. Yo todavía recuerdo haciendo la primera investigación sobre él, cuando su rostro
apareció en mi pantalla. Y pensé: Bueno, mírenlo. Un tipo rico; estúpidamente rico. El Sr.
Misterio sin un nombre de pila y un rostro que simplemente te quitaba el aliento. Yo no
debería de haberme involucrado con él. Y yo no pude parar; eso estaba allí justo desde el
primer segundo, y yo no pude pararlo. Eso no era algo físico.

Entonces ella se rió, y avanzó con la luz verde. —Diablos, sí, era algo físico, pero quiero decir
que no sólo era eso.

—Yo sé lo que quieres decir. Lo entiendo.

—Fue como si algo allí afuera dijera, 'Demonios, démosles un descanso a estos dos. Es tiempo
de que se encuentren el uno al otro.' Y se quebraron, aquellas primeras grietas en lo que yo
había encerrado en mi mente. Yo podía empezar a enfrentarlo porque podía confiar en que él
estaría allí para mí. Confiar en que él me permitiría enfrentarlo por mí misma. No había
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

manera de que yo encerrara lo que sentía por él. Yo no podía detenerlo o retroceder, y en
algún punto a lo largo de la línea, yo dejé de querer que se detuviera. Yo pienso que sin eso,
me habría perdido a mí misma. En algún lugar de la línea, las víctimas dejarían de
importarme tanto, el trabajo sólo sería el trabajo. Tal vez yo habría conseguido primero las
barras, quien sabe, pero habría dejado de ser el tipo de policía que yo necesitaba ser.

Y eso, ella lo sabía absolutamente, eso habría terminado con ella.

—Yo habría dejado de sobrevivir sin lo que me permití sentir, con él. Puede que te haya traído
a Homicidios, como tal vez traiga a Shelby, pero nosotras no seríamos compañeras. Yo no
habría tenido la entereza para ello.

Ella giró hacia el estacionamiento de la Central.

—De modo que encontré esa paz. Casos como este, pueden sacudir eso. Algunas veces yo
puedo perder el control, como agua chorreando a través de mis dedos. Pero yo sé donde
volver a encontrarlo, y con quién. Tú eres parte de ello. Parte del dónde y del quién.

Ella estacionó en su espacio, y le lanzó una mirada. — ¡Para eso! —Le ordenó mientras las
lágrimas corrían silenciosamente por las mejillas de Peabody—. Nada de lloriqueos. Estamos
en el estacionamiento de un cuartel de policía. No hay lloriqueos en un cuartel de policía;
cuando eres una policía.

—Yo no estoy lloriqueando —Pero Peabody lloriqueó un poquito mientras rebuscaba una
toallita de papel en sus bolsillos—. Y no te voy a dar un abrazo verdaderamente grande en
este momento, como en realidad quiero hacerlo. Yo sólo quiero decir que en cualquier
momento que esa paz sea sacudida, tú puedes contar conmigo. Puedes contar conmigo —
repitió ella y, sonándose la nariz, salió del coche.

Eve se quedó sentada en el coche un momento más. —Yo lo sé —murmuró ella, y salió para
regresar al trabajo.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 17

Eve fue directamente al DDE, esperando que los e-geeks pudieran darle algo sólido.

Ella encontró el laboratorio abarrotado con ellos.

McNab estaba parado, con las caderas balanceándose en sus pantalones fosforescentes, con
los aros destellando alrededor de su oreja, ante una estación mirando a través de una especie
de telescopio. Feeney estaba sentado con su arrugado traje marrón, su cabello de punta como
si se hubiese electrocutado mientras trabajaba simultáneamente con dos pantallas.

La bien dotada Callendar parecía danzar entre dos estaciones, haciendo rebotar los hombros,
lo cual hacía que la porción bien dotada, en donde por alguna razón desconocida un mono
montaba un uniciclo a través de su brillante camisa roja, rebotara a su vez.

Además había otro geek que Eve reconoció vagamente, que estaba bailando sentado en su
taburete con las entrañas de una computadora esparcidas sobre su estación. Él tenía el pelo
tan rojo como la camisa de Callendar, y lo llevaba en trenzas rastas con las puntas tan brillan-
tes y amarillas como una explosión solar. Las puntas hacían juego con sus bolsudos pantalo-
nes.

Eve vagamente deseaba haber tenido unos lentes de sol mientras entraba al laboratorio.

Cuando McNab las divisó, le meneó las cejas a Peabody. - Eh, Capitán, el Escuadrón de la
Muerte está aquí.

- Conseguimos algo de algo y algo de nada,- le dijo Feeney a Eve.

- Comienza con el algo de algo.

- Pudimos escanear una tarjeta magnética, y conseguimos el código y la identificación. El


Banco estaba en ella. El Banco Nacional Liberty de Nueva York estaba en ella. Hicimos un
bailecito, y conseguimos la sucursal para ti. Sea lo que sea que él haya escondido, lo hizo en
el Bronx. Yo justo estaba por enviarte la dirección.

- Hazlo. Yo lo verificaré, y gracias. ¿Qué es el algo de nada?

- Otra tarjeta magnética. Conseguimos el código, sin problemas. Pero no hay una identifica-
ción útil como con la de la caja del banco. Todavía estamos trabajando, pero lo mejor que po-
demos suponer es una residencia. Esta no se lee como una tarjeta magnética de una compañ-
ía, o de negocios. Aún podría haber una, pero nos inclinamos a lo residencial.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Es más de lo que yo tenía. ¿Qué hay acerca de las computadoras de la víctima?

- Estoy haciendo otro escaneo completo a lo que conseguimos del Instituto Mira, pero lo que
conseguí es pura basura de negocios y de política. Callendar se está ocupando de Wymann.
Juju tiene a Betz.

- ¿Juju?

- Porque yo lo conseguí.- Rastas Rojas le sonrió ampliamente a Eve.

Ella pensó que se veía como si alguien le hubiera salpicado la redonda cara blanca con man-
chas de pintura roja y las llamaron pecas.

- Estoy en lo de Betz,- dijo él, dando golpecitos con las puntas de sus botas de aire color azul
relámpago atadas hasta las rodillas. - El tío está forrado. Estaría más forrado si no montara
caballos lentos. Hay dos cosas que le encantan, una es en la gran manzana, la otra es en el ron
y los cigarros. Apuesta pero no gana mucho. Le gustan mucho las faldas para estar decrépi-
to. Las enlista y las cambia. Le gustan las ruedas, tiene tres, le gusta intercambiar.

- Sólo… detente.- Eve levantó la mano ya que la cabeza estaba empezando a dolerle. - ¿Este
tipo habla Español?

- Bilingüe,- declaró Juju con otra sonrisa feliz. - Americano y geek. Me gusta más el geek.

El volvió la sonrisa hacia Callendar. - ¿Fluido?

- Definitivamente. Refresco de cereza.

- Chequeado. Muerte Negra, ¿Capitán?

- No, algo dulce. Como el de Callendar pero doble.

- Yow. ¿McNab?

- Triplícalo.

Él se puso de pie, mostrando tener más de metro ochenta de altura. Fácil uno noventa, juzgó
Eve, tal vez ayudado un poco por las botas de plataforma con estrellas plateadas sobre el azul.
- ¿Usted?

- No. Lo que eso sea.

- Al cubo, gracias,- le dijo Peabody cuando él hizo girar un dedo hacia ella.

- Cubierto.- El salió danzando.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Me duele la cabeza.

Callendar le ofreció un encogimiento de hombros y una sonrisa. - Él puede profundizarse


mucho en la jerga electrónica, pero tiene el juju. Él dijo que este Betz tiene dinero, y mucho,
pero lo pierde en la pista bastante regularmente. El apuesta a los caballos, y no gana. Él tiene
dos propiedades en los registros oficiales, una aquí en Nueva York, y otra en Cuba.

- Yo quiero esa información. Verificaremos la de Cuba.

- Lo tendrá. El también dijo que este Betz es un. ¿Cómo es?, mujeriego o lo que sea. Tiene un
montón de mujeres para ser un tipo de su edad. Y mantiene un registro de ellas a la mano, de
manera que pueda tener sus nombres y, cuando él lo necesita, puede rotarlas.

- Cristo. Yo quiero esa información.

- Haremos eso. El tío tiene tres vehículos, y todo un montón de violaciones por velocidad.

- Esas, también. Veamos si podemos descubrir adonde quiere ir con tal apuro. Es un buen
comienzo.

- El comienzo de Juju,- dijo Callendar. - He conseguido los estados financieros del tío econo-
mista. Lo que muestran es que él no juega, jugaba, no es algo que aparezca en sus finanzas.
A diferencia de Betz, Juju estaba diciendo que él sacaba mucho, financieramente, de los nego-
cios de la familia, y no trabajaba mucho, el tío economista marcaba tarjeta. El aportaba su
tiempo, hacía el trabajo. Tenía mucho tiempo para diversiones. Vacaciones, viajes. Tenía un
montón de fotos en sus computadoras, y estoy identificando a la familia. Tenía una página
marcada de un nieto con artículos de teatro y reseñas, y hay correos entre ellos, amigos, fami-
lia. Algo de trabajo. El no mantenía una lista de 'citas,' pero tiene un montón de nombres y
contactos de la variedad femenina. Múltiples propiedades una de inversión directa, pero
también un piso en Londres y un lugar en East Hampton.

- Okay, si ellas lograron hacerse de las llaves, podrían estar usando el lugar en East Hampton,
o una de las segundas casas de las otras víctimas. Pero…

Demasiado fácil, pensó Eve. Simplemente demasiado directo.

- Ellas tendrían las suyas propias. No podrían preparar todo esto a la volada. Haremos que
revisen las residencias secundarias e incluso la de inversión directa. Necesitamos ir elimi-
nando.

Ella chequeó su reloj. El día estaba pasando, y el tiempo de Betz estaba menguando. - Env-
íame todo, y cualquier cosa más que encuentres. Voy a ir a chequear con Yancy sobre una
posible pista, luego voy a estar en mi oficina por ahora. Necesito pensar.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella salió justo cuando Juju regresaba con una bandeja de refrescos. El dirigió esa gran son-
risa hacia Peabody. - Chequeado,- dijo él, y le dio un refresco de la bandeja.

- Gracias.

Cuando ella empezó a rebuscar monedas, él hizo un gesto en el aire con el dedo.

- Yo invito.

Ellos juntaron los nudillos antes de que él se fuera bailoteando

- Él es bueno,- dijo Peabody antes de sorber un poco de refresco. - He parado con él algunas
veces.

- Si Feeney lo puso en esto, eso es suficiente para mí. Ve abajo, empieza a investigar a Dow-
ning. Bien profundo.

- Dale un 'yow' a Yancy de mi parte.

Ellas se separaron.

Eve se dirigió a la división de Yancy, lo encontró ante su escritorio, mirando ceñudo su panta-
lla. El alzó la vista, y la miró distraídamente. - Hola.

- Hola. Y un 'yow' de parte de Peabody. ¿Has podido conectarte con Laurel Esty?

- Justo acaba de irse con su amigo Reb. Conectar. Sí, podrías decir eso. Tengo una cita des-
pués de mi turno.

- ¿Con Esty?

- Simplemente ocurrió.- El esbozó una sonrisa desconcertada que hacía juego con su mirada
distraída. - Ella dijo que tal vez yo la invitaría a una copa, y supongo que yo dije que claro.
Entonces ella dijo, ¿Mag, qué tal a las siete? Así que.

Eve levantó las cejas. La descripción de Peabody, la mano agitándose sobre el corazón, dio en
el clavo. El policía dibujante tenía muchos rizos oscuros despeinados alrededor del rostro
que se deslizaba por una interesante línea entre guapo y sexy.

- Así que,- repitió Eve. - Supongo que ella no estaba nerviosa por venir aquí.

- No parecía estarlo. Como algunos, ella no pensaba que recordaba y vio lo que recordó . Es
sólo una cuestión de hacerlos relajarse. Huh. ¿Testigo directo, correcto? Y ni siquiera porque
ella vio el crimen. Sólo le dio un vistazo a alguna pintura que tenía relación con éste.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Eso es correcto.- Y ya que estaba allí, Eve apoyó una cadera en la esquina de su escritorio. -
No se cruzaron líneas éticas, si es eso lo que me estás preguntando, por invitarle una copa.
¿Cuánto más lograste sacarle?

- ¿Además de sus números de enlace y del hecho de que no está en una relación?- Ahora él
sonrió. - Pienso que hice una réplica de la pintura, lo más cerca que pude sin haberla visto
por mí mismo. Usé un block de dibujo común. Estaba por transferirlo a la computadora y
enviarlo.

- Haz eso, pero veámoslo ahora.

El abrió el block, pasó una página. - Empecé con toda la imagen, ya que fue así como ella la
vio. Las cinco mujeres juntas.

- ¿Implica unidad, no es así?- Eve estudió el retrato de las mujeres, hombro a hombro. –
Downing, la testigo la conocía. Pero esos son bosquejos decentes de MacKensie y de Su, y ella
no las conocía a ellas. Me hace pensar que tendremos algo de suerte con el reconocimiento
facial de las otras.

- Teniendo en cuenta que esa es una aproximación de la interpretación de un artista. Las dos
no identificadas, esta de acá es joven. Empezando los veintes como mucho, para mí forma de
ver. Y la otra es más madura. A mediados de los cuarenta o más.

- La más joven en el centro. Es… como si la estuvieran sosteniendo.

- Podría ser.- El frunció el ceño, estudiando su propio trabajo. - Podría ser,-repitió él, - la
manera en que está centrada. Hice las caras individuales, pero Laurie fue más clara con
Downing. Como dijiste, ella conocía a esa, la vio aquí y allá, habló con ella. Puedo correr el
programa de reconocimiento facial con ellas.

Eve empezó a decir que ella lo haría, y entonces se retrajo. Más manos, trabajo más rápido.

- Te lo agradezco.

- No hay problema. ¿Ahora la otra pintura?

El hojeó a través de sus bosquejos de las caras, se detuvo en un estudio de seis figuras mascu-
linas, con máscaras de maldad y agonía, cayendo hacia un mar de llamas. Más llamas salían
de la casa en el trasfondo.

- Es un trabajo oscuro,- dijo Yancy.

Eve tomó el block, y lo estudió de más cerca. Él había podido sacar más detalles de Etsy, notó
ella. La casa era de tres pisos, y se extendía un poco. Las llamas que salían por las ventanas

273
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

iluminaban lo que parecían ser ladrillos. A ella no le daba la impresión de que fuera una es-
tructura contemporánea, pero, a pesar del fuego, parecía antigua en el sentido de riqueza.
Una casa de gente acaudalada.

Una que ella pensó que conocería cuando la viera.

Al igual que reconoció a los hombres detrás de las caras demoníacas.

- Edward Mira, Jonas Wymann, William Stevenson, todos muertos, aunque Stevenson lo ha
estado desde ya hace algún tiempo. Fue declarado suicidio, pero nosotros le echaremos otro
vistazo. Frederick Betz, actualmente desaparecido. Marshall Easterday, temblando en su ca-
sa, y Ethan MacNamee, actualmente vivo y bien en Glasgow, con la policía local vigilándolo.
Este es un buen trabajo, Yancy.

- Hacemos lo que hacemos. Laurie dijo que yo lo había conseguido, y no pienso que sólo fue
porque me estaba coqueteando.

Eve hojeó hacia atrás, estudiando los bosquejos individuales de las mujeres, y pensó que ten-
ían una buena oportunidad de identificarlas. Mucho mejor que mitad y mitad.

- Envíame todo. Si consigues algún reconocimiento de las mujeres, me lo informas en el mo-


mento.

- Entendido.

Eve regresó a Homicidios, llegando a tiempo de oír a Baxter tomándole el pelo a Jenkinson
por la elección de corbata.

- ¿Cómo puedes usar morado y dorado con ese traje de tono marrón?

- La corbata lo dice todo.

- Ella dice que dejaste el gusto en casa. Al menos podrías pensar sobre familias de colores y
contrastes adecuados.

- Tengo que correr algunos riesgos en la moda,- dijo Jenkinson, devolviéndole la broma. -
Hey, Trueheart, tengo una idea en esto. Él te hará un buen trato si quieres pulir tu guarda-
rropa de detective.

- Gracias, Jenkinson, pero tengo una que tu esposa me dio anoche como un regalo de agrade-
cimiento.

- Ahora piensa que puede ser muy listillo. Hola, jefa. ¿Qué piensas de mi corbata?

- Jenkinson, trato de no pensar sobre tu nuevo fetiche por las corbatas.


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Sólo estoy añadiendo color a un mundo oscuro. Enséñale a la Teniente tus calcetines, Rei-
neke.

- No quiero ver - Ella se interrumpió cuando Reineke sacó el pie de detrás de su escritorio y
enseñó calcetines rojos con relámpagos azules.

Ella tuvo una terrible visión de las botas de aire de Juju.

- No hay un Dios misericordioso,- murmuró Eve.

- Tengo que mantenerme a la altura de mi compañero,- declaró Reineke. - Pensé en decidir-


me por el calzado, pero los zapatos cuestan demasiado como para jugar con ellos.

Los mejores policías que ella conocía, pensaba Eve mientras se escapaba a su oficina. Su divi-
sión estaba comprendida por los mejores policías que ella conocía.

Pero había momentos.

Ella contactó con Reo, otra vez, para otra orden judicial para permitirle ver la caja de seguri-
dad de Betz en el banco.

Ella se sirvió café, actualizó su tablero y el libro. Y entonces hizo lo que había querido hacer
durante horas. Puso las botas sobre el escritorio y se puso a pensar.

Cinco mujeres, con un secreto mutuo, una meta mutua. Downing no había tenido esas dos
pinturas en su apartamento estudio por casualidad.

Exponiendo en una pintura sus problemas. Exponiendo en la pintura sus sentimientos.

¿Amor y odio? Sí, podría ser así.

Cinco mujeres, pensó Eve. Se necesitaba una profunda lealtad y determinación para guardar
un secreto.

Los rangos de edad, si la pintura se atenía a la realidad, iban desde los primeros veintes hasta
mediados de los cuarenta. Un sólido lapso de veinte años. Ese lapso sacaba a la mujer de
más edad fuera del rango usual como objetivo sexual para los hombres que estaban en la
morgue.

Seis hombres. La mitad de ellos muertos, y ninguno por causas naturales o por accidente.
Seis hombres que habían compartido una casa en la universidad, y ella estaba convencida,
muchas cosas más. Hombres poderosos, hombres acaudalados. Sus dos muertos eran cono-
cidos adúlteros con un gusto por la carne joven.

275
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Algo los reunió en la universidad, pensó ella. Seis hombres jóvenes, con antecedentes privile-
giados. Jóvenes de la Liga Ivy.

¿Qué fue lo que reunió a unos jóvenes?

Hombres jóvenes, el deseo de ellos, su importancia.

En una universidad como Yale, ellos tenían que trabajar, estudiar, producir, o con dinero o
sin él, podrían ser expulsados. Mucho estrés, particularmente cuando se había estado ges-
tando una guerra. Y esa gesta fue provocada por la ira y el resentimiento contra todo ese pri-
vilegio.

Más restricciones, concluyó ella, por seguridad.

Qué más deseaban los jóvenes, además de mujeres, ¿que la universidad proveyera? Libertad
de las restricciones parentales. Que los padres no les controlaran el tiempo, ni sus actividades.
Pero ahora aquellas restricciones estaban establecidas, comprimiendo aquellas libertades.

Sexo, drogas, alcohol. ¿No es esa una manera de romper la restricción parental? ¿Mostrándo-
le el dedo medio a las reglas? ¿Qué te demuestres a ti mismo ser un hombre? ¿Un adulto?

Pero con los rebeldes fuera de las rejas, sacudiendo los puños, arrojando piedras, las rejas se
cerraban. ¿Qué haces tú?

Ninguno de sus registros mostraba tropiezos por ilegales, o por infracciones por consumo de
alcohol. Podrían haber sido cubiertos, por la guerra y con dinero, pero de cualquier manera,
eso dejaba el sexo.

Y el sexo era la clave.

Seis jóvenes. ¿Esto había empezado desde ese entonces?

Llaves antiguas en un cajón oculto. Una antigua casa rica simbólicamente, o literalmente, en
llamas.

Y seis hombres viejos en su camino al infierno.

Ella giró para mirar su computadora cuando ésta señaló un correo entrante. Y bajó las botas
al suelo cuando notó que era de Morse.

Tatuajes analizados en ambas víctimas.

Informe científico completo en camino.

276
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Simplificándolo, los tatuajes tienen entre cuarenta y cincuenta años de antigüedad, y se incli-
nan más hacia los cincuenta años. He enviado muestras al laboratorio para mayores análisis
y verificación, pero la evidencia indica que tus víctimas eran hombres jóvenes cuando se los
hicieron.

Seis hombres jóvenes, volvió a pensar ella, forjando una hermandad.

Y cinco mujeres, unidas.

Ella abrió el siguiente correo, el trabajo de Yancy.

- Computadora, ejecuta una búsqueda de propiedades dentro de las veinticinco millas de la


Universidad de Yale que tenga no menos de un ochenta por ciento de coincidencia con la casa
en el bosquejo dos, que no tenga menos de cincuenta años de antigüedad. Identifica la mis-
ma aún si la casa todavía existe o no. Copia a mi unidad de casa, todos los resultados de la
búsqueda.

Recibidos los parámetros de la búsqueda.

Trabajando………….

- Tú haz eso, y también lo haré yo.

Y se masajeó la nuca en tensión cuando entraba otra comunicación.

- Eve,- empezó Mira. - Desearía poder darte más.-

¿Paz Interior?

- En más de una forma. Leyes de privacidad, incluso de una clínica a otra, son muy estrictas,
y muy claras. Pero, como yo ya pude verificar, Su y MacKensie fueron huéspedes, eso facilitó
un poco el camino. Mientras que sus terapeutas individuales y los líderes de grupo no pudie-
ran dar detalles, la cortesía profesional cuenta para algunos. Vamos a decir que ellos aludie-
ron a cierta información, y/o no contradijeron mis conclusiones. Ambas mujeres buscaron
ayuda por pesadillas recurrentes. Unas violentas. Y ambas se sometieron a terapia para libe-
rar recuerdos reprimidos. Estos detalles están corroborados por los estudios del insomnio en
los que Su y Downing participaron.

- Okay. Todos los detalles ayudan al conjunto.

- Puedo decirte esto. Ambas se registraron para las áreas sólo para mujeres, y las sesiones.
Mi investigación indica que esas áreas están primordialmente enfocadas en víctimas de abu-
sos físicos y sexuales. Un poco para fortalecer la confianza, sí, y algo de búsqueda espiritual.

277
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Pero el enfoque principal de esa área del centro es para víctimas de abuso. Víctimas de viola-
ción.

- Ellas se han recluido.

- ¿Lo siento, qué?

- Ellas tres, y por lo menos una más. Se han recluido.

- Una más.

- Son cinco. Su, MacKensie y Downing empacaron algunas cosas y dejaron sus apartamentos
esta mañana. Tengo a una mujer no identificada, hasta el momento, en el video de seguridad
del edificio de Su. Y tengo cinco bosquejos de una pintura vista en el apartamento de Dow-
ning. Las edades fluctúan desde mediados de los cuarenta a los primeros veintes.

Por un momento, Mira no dijo nada. - Yo concluiría, en base a la evidencia conocida, de que
los asesinatos son una venganza por el abuso sexual, la violación, los asaltos que han seguido
sucediendo por muchos años, involucrando muchas víctimas.

- Estamos de acuerdo. Tengo que seguir con esto. Cualquier cosas que puedas descubrir, la
quiero.

- Cinco, Eve. Con todo el tiempo que abarcan esas edades. Tú sólo tienes que atar cabos para
ver la probabilidad.

- Sí. Hay muchísimas más que cinco. Estaré en contacto,- dijo Eve, y cortó.

Ella se puso de pie, cogió su abrigo, y salió.

- Baxter, Trueheart, todo lo que consigan me lo copian a mi oficina y a mi computadora de


casa. Puede que no regrese. Peabody, lo mismo.

- Pero...

- Me estoy yendo al Bronx, a la caja del banco de Betz, y a menos que lo necesite, no voy a
regresar a la Central. Yancy está haciendo el reconocimiento facial en las dos mujeres desco-
nocidas de la pintura de Downing, y yo tengo uno ejecutándose en la casa de la segunda pin-
tura. Si tenemos resultados, te llamaré, si es necesario. De otra forma, quiero que investigues
cada byte de información que haya que investigar. Los caminos de estas cinco mujeres se
cruzaron en alguna parte, y nosotros sólo tenemos tres de las cinco con certeza. Quiero saber
el dónde y el cuándo de todas ellas.

Ella se dirigió a los deslizadores, simplemente no podía enfrentar el elevador todo el camino
hasta el garaje esta vez. Y sacó su enlace.
278
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Dallas. Dime que conseguiste la orden judicial.

- La tendré para cuando me recojas,- le dijo Reo.

¿Qué? ¿Por qué?

- Porque los bancos son notoriamente quisquillosos. Tú puedes usar un abogado. Además
cuando me tienes luchando por todas estas órdenes en un día, me merezco un viaje al campo.

- Es el jodido Bronx.- Impaciente, Eve se abrió paso entre la gente contenta de sólo pararse y
bajar al garaje.

- Recógeme, en los tribunales. Estaré fuera de la Corte de Justicia.

Antes de que Eve pudiera argüir, Reo cortó.

Aun zigzagueando entre la gente, Eve iba mascullando. Ella había tenido la intención de usar
el tiempo del descenso para pensar y para darle la lata a alguien. El laboratorio, los de DDE,
Yancy. Y también había la posibilidad de llamar a Roarke para que la ayudara en algo.

Para cuando llegó al garaje, se había resignado a cargar con un pasajero. Y, sí, algunas veces
un abogado era útil.

Al menos esta abogada era tan buena como su palabra y parada afuera con una coqueta boina
roja ladeada sobre su cabello rubio. Su abrigo le hacía juego, y le llegaba a media pierna so-
bre un par de botas negras con altos tacones curvados.

- ¿Cómo caminas con esos?- demandó Eve cuando la Ayudante del Fiscal Cher Reo se subió al
coche.

- Con gracia y sex appeal.- Ella colocó su elegante maletín y su enorme bolso de mano en el
piso y, como Peabody, ordenó el calentador de asiento.

- Los inviernos de Nueva York, me pregunto si alguna vez me acostumbraré a ellos.

- Ellos llegan todos los años.

- Tú estás irritada porque estoy viniendo contigo. ¿Cuántas órdenes fueron las que me pedis-
te hoy día?

- Okay, okay.

- Estamos en el mismo equipo, Dallas. Estoy asumiendo que Franklin Betz todavía sigue des-
aparecido.

279
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- A menos que ellas decidieran finiquitarlo y huir, y yo no lo veo así, él todavía está vivo. Pe-
ro él estará en un mundo de dolor, y no estará respirando por mucho tiempo más.

- Tremendo optimismo.- Ante su señal, Reo sacó su enlace, escaneó la lectura, y presionó ig-
norar.

- ¿No necesitas contestar eso?

- No. Soy toda tuya,- dijo Reo alegremente. - Tengo algunos detalles. ¿Qué es lo que no sé?

Eve le dio un informe. Nunca estaba de más repasar todo paso por paso otra vez, tanto para
ella misma como para Reo.

- Tú crees que estos hombres, tus dos víctimas y los otros tres no, cuatro con el suicidio, viola-
ron a estas mujeres.

- Sí. Y como una de ellas es casi dos décadas mayor que las que usualmente les gustan, pien-
so que ellos han estado violando mujeres al menos por todo ese tiempo. Tal vez incluso mu-
cho más tiempo.

- Debido a los tatuajes.

Al menos ella no tenía que explicar cada maldito punto

- Si la mujer que dirige el centro de crisis reconoció a tres de ellas, de acuerdo a tus instintos,-
añadió Reo, - tal vez las cinco se conocieron allí.

- Es difícil para mí creer que cinco víctimas del mismo grupo simplemente resultaron utili-
zando el mismo centro de crisis. Y ninguna de ellas reportó una violación. No hay nada en
los registros.

- Un grupo de apoyo entonces, una terapeuta, algo más que las unió.

- ¿Incluso entonces, todas ellas, independientemente? - Es difícil pensarlo. Pero es lo que he


conseguido. Easterday está perturbado. Si no encuentro a Betz, voy a llevar a Easterday a
Interrogatorios. Tengo que sacarle las cosas por temor.

Ella le lanzó una mirada a Reo, bajita, bonita. Y bajo eso, fiera.

- Podría usar un poco de peso allí.

- Él es un abogado, de modo que va a tener a bastantes abogados diciéndole que se atenga a


su derecho de guardar silencio.

280
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Si le hago creer que su vida está en peligro, él se quebrará. Su maldita vida si está en peligro.
La otra cuestión es entrar a la casa de Edward Mira, a sus cosas, sin el consentimiento de su
esposa. Ella va a bloquearme de la manera que pueda.

- De modo que los abogados te vienen bien. ¿Cuándo quieres ir?

- Hoy día es lo mejor, mañana como mucho.- Ella se pasó la mano por el rostro. - Con todo lo
demás que hacer, probablemente será mañana. En la mañana. Temprano. Su hijo y su hija
cooperarían. Ellos incluso pueden ayudar. Yo arreglaría eso si tú me consigues la orden.
Quiero confiscar sus electrónicos. Quiero un registro e incautación.

Ahora Reo sacó su computadora portátil e hizo algunas anotaciones. - ¿Piensas que ella lo
sabía? Si es eso lo que piensas, y él era parte de esto, ¿piensas que ella lo sabía?

- Yo pienso que ella es del tipo que puede saberlo y decirse a sí misma que no lo sabe. Pienso
que ella es del tipo, cuando esto se divulgue, que diría que ellas lo pidieron, que todas ellas
estaban dispuestas.

- Conozco el tipo. Lo vemos en fiscalía tanto como tú. ¿Qué hay acerca de la esposa de Eas-
terday?

- Ella no sabe. Ella no me da la impresión de ser alguien que use anteojeras o a la que le im-
porte un pepino mientras eso no interfiera con su agenda social. Y esa es una ventaja que
usaré con él cuando lo tenga en Interrogatorios. Sin importar la manera en que consiga tener-
lo allí.

- ¿Tú siempre manejas de esta manera?

- ¿Qué manera?

- Como si estuviéramos tratando de escapar de un terremoto.

- El tiempo se está acabando. De hecho.- Ella activó las sirenas, le dio a la vertical, y aceleró.
- ¿Para tu información? Así es como escapas de un terremoto.

Ella hizo el recorrido del centro de Manhattan al Bronx en tiempo record, y le dio puntos a
Reo por haber chillado sólo una vez.

Pero ese maldito Taxi Rápido no debería de haber ignorado la sirena.

Eve se apretujó en un área de No Estacionar y encendió su luz de - En Servicio- .

Reo bajó el espejo del tapasol, le echó un vistazo a su rostro. - Sólo me estoy asegurando de
no tener los ojos desorbitados.- Pero ella pescó de su bolso un lápiz labial rojo ardiente. - Es-

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

to es poder,- le dijo a Eve. - Tú tienes la placa y la mala actitud, yo tengo el peso legal y el
lápiz labial Rojo Impactante.

Reo dejó caer el lápiz labial en su bolso, curvó los labios con el Rojo Impactante en una sonri-
sa feroz. - Lo tenemos.

Un agente de seguridad uniformado las detuvo en la puerta.

- Señora, usted está bajo vigilancia. Por favor entregue su arma inmediatamente.-

- Teniente. NYPSD. Placa- dijo ella, y la sacó con dos dedos.

El la escaneó, le dirigió una fría mirada a ella. - La política del Banco requiere que usted ase-
gure su arma antes de entrar a llevar a cabo sus asuntos.

- Estoy aquí por asuntos policiales, y mi arma está asegurada. En mí. ¿Reo?

- Por supuesto. Asistente del Fiscal de Distrito, Cher Reo.- Reo esbozó una sonrisa, abrió su
maletín. - Orden Judicial,- dijo ella, ofreciéndosela. - Estamos debidamente autorizadas para
entrar a las instalaciones y como estamos conduciendo asuntos policiales, la teniente no está
obligada a quitarse el arma y acceder a la caja de seguridad que figura claramente en la orden
judicial.

- Ustedes tienen que esperar aquí al gerente general. Política del Banco.

- Como la orden judicial prevalece sobre su política bancaria, nos alegra esperar precisamente
por un minuto.- Reo le echó un vistazo a su unidad de pulsera. - Empezando ahora.

El la miró con dureza, pero se alejó apresuradamente.

- Agradable,- dijo Eve. - La cuestión del minuto. ¿Eso se sostendrá?

- Si no nos importa causar una escena.

El banco estaba silencioso como una iglesia y adornado como un museo con columnas de imi-
tación mármol pretendiendo sostener el techo pintado con una vista del cielo. Los cajeros se
sentaban en taburetes detrás de ventanillas blindadas y llevaban a cabo negocios con los
clientes en tonos bajos.

Eve decidió que no le importaría causar una escena.

Una mujer cruzó el amplio vestíbulo a grandes zancadas sobre delgados tacones negros. Ella
tenía pelo oscuro bien peinado y una seria expresión en su rostro.

- ¿Cuál parece ser el problema, Oficial?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Teniente.- Eve tocó su placa. - Yo no tengo ningún problema mientras usted reconozca la
orden judicial que la Asistente del Fiscal Reo le está mostrando, y nos guíe hacia la caja de
seguridad mencionada en la misma.

- La privacidad de nuestros clientes, tanto a través de la política del banco como de las regu-
laciones federales…

- No substituyen a esta orden judicial debidamente administrada,- interrumpió Reo. - Un


hecho del que usted está totalmente consciente si es que es la gerente de este banco. Si usted
elige intentar bloquear la ejecución de esta orden, la Teniente Dallas la arrestará por obstruc-
ción.

- Como gerente de este banco, estoy obligada a contactar con el Sr. Betz e informarle de la si-
tuación.

- Sí, buena suerte con eso.- Eve hizo rodar los hombros. - Usted haga eso luego de que nos
lleve a la caja, y la abra. Estamos yendo por minuto aquí, correcto, ¿Reo? Tiene usted un mi-
nuto para decidir cómo quiere jugar esto. Empezando ahora.

- Me tomará más de un minuto contactar e informar al Sr. Betz.

- Cuando termine el minuto, usted va a estar esposada, y el único contacto que querrá hacer
es con su abogado. Quedan cuarenta y cinco segundos.

- Voy a reportarla a sus superiores. A ambas.-

Pero se dio media vuelta y usó aquellas largas zancadas para volver a cruzar el vestíbulo con
Eve y Reo siguiéndola de cerca, deslizó una tarjeta sobre un cojinete de seguridad y marco un
código.

Dos puertas de acero se partieron en el centro abriéndose hacia unos pequeños cuartos como
madrigueras con hileras de cajas de acero.

- Se le requiere que muestre su identificación, y que firme el registro. Otra vez, ambas.

Mientras ellas lo hacían, la gerente tomó la orden y frunció el ceño sobre cada palabra.

- Ustedes no me han dejado otra elección, pero hago esto bajo protesta. Nuestra privacidad
para clientes

- Sí, sí.- Eve pasó por su lado, siguiendo los números hasta que llegó a la caja de Betz. -
Váyase.-

La mujer hizo una larga aspiración por la nariz y se marchó, tirando de una puerta de acero
más pequeña detrás de ella.
283
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve sacó la bolsa de evidencias, retiró la tarjeta magnética. Antes de usarla, ella encendió su
grabadora, dictó la información

La caja salió de la pared de modo que ella pudiera levantarla y llevarla a una mesa. Ella des-
lizó la tapa hacia atrás.

- Ah, caray,- murmuró Reo. - Ese es una tremenda cantidad de papel moneda.

- Va a ser una tremenda cantidad de papel moneda - no reportada a los tíos de los impuestos- .

- ¿Cuánto piensas que hay?

- Cerca de medio millón, al cálculo.

- Ese es un cálculo muy verde. Vamos a necesitar una bolsa.

- Sí, conseguiremos una.- Eve sacó pilas de cientos, y encontró una colección de bolsitas se-
lladas.

- Esos son mechones de pelo.

- Sí.- A Eve se le hizo un nudo en el estómago. - Recuerdos. Ellos van a tener un ADN que
coincida con las mujeres que él, más probablemente ellos violaron.

- Cristo misericordioso, Dallas, hay docenas. Tienen nombres.

Eve hizo un conteo rápido. - Cuarenta y nueve. Cuarenta y nueve recuerdos. Un montón de
cabrones no pueden resistir guardar un recuerdo. Y aquí hay uno marcado Charity, hay un
par de Lydias, pero sólo un Charity, sólo un Carlee deletreado de la forma que lo hace Mac-
Kensie. Sólo nombres de pila, pero nos va a ser útil.

Frunciendo el ceño, ella destapó un disco grande en un estuche de plástico transparente.

- Mira el tamaño de eso. Nunca he visto uno tan grande.

Eve le dio la vuelta debajo de las luces. - Estoy suponiendo que es antiguo. Tal vez como de
cuarenta y nueve años de antigüedad. El título está escrito a mano.

Ella lo giró para que Reo lo lea.

- La Hermandad: Año Uno.

- Consigue esa bolsa, quieres, ¿Reo?

284
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Muy bien.

Cuando Reo salió y volvió a cerrar la puerta, Eve llamó a Roarke.

- Lo siento, sé que tienes cosas que hacer.

- La cantidad de las cuales está reduciéndose por este día. ¿Qué pasa?

- Podría usar un poco de ayuda. ¿Ves esto?- Ella levantó el disco de manera que pudiera ver-
se en la pantalla de su enlace.

- Ah, una antigüedad.

- Sí, la saqué de la caja de seguridad de Betz en el Bronx.- (Betz's bank box in the Bronx)

- Dí eso cinco veces rápido.- Pero Roarke no sonrió, sólo la siguió mirando a los ojos.

- ¿Se notaba? Se preguntó ella. ¿El malestar que sentía en su interior se mostraba en su rostro?

Para él sí, pensó ella. Él lo vería.

- Escucha, yo

- ¿Necesitas que vaya?

- No, no. Yo ¿puedes ensamblar algo rápidamente para reproducir esta cosa?

- Sí puedo, por supuesto. ¿Estás yendo a casa?

- Tengo un par de paradas que hacer, luego, sí. Pienso que sé lo que hay aquí, y… yo preferir-
ía estar en casa cuando vea esto en lugar de pedírselo a Feeney.

- Puedo estar en casa dentro de noventa minutos. Antes si me necesitas más pronto.

- Noventa es genial. Gracias. Estoy con Reo, y tengo un par de cosas. Te lo contaré cuando te
vea.

- Cuida de mi policía, cuerpo y alma.

- Lo estoy intentando. Te veo en noventa.

Ella cortó y se quedó parada mirando las bolsitas selladas con mechones de pelo. Se quedó
parada mirando fijamente y luchando contra las oleadas de asco.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 18

- No voy a regresar al centro,- le dijo Eve a Reo.

- Sólo llévame hasta donde vayas, y tomaré un taxi.- Reo hizo rápidas anotaciones mientras
salían a velocidad del banco. - Cuarenta y nueve, Dallas. ¿Todos ellos tienen recuerdos?

- No puedo decirlo. Todavía no.

- Necesito ver lo que hay en ese viejo disco.

- Cuando lo tenga transferido te lo enviaré. Reo, me lo estoy llevando a casa, el dinero, tam-
bién. Lo contaré grabándolo, sellado y registrado. Pero no lo voy a llevar a Evidencias hasta
mañana. Más probablemente mañana en la mañana.

Luego de terminar sus anotaciones, Reo guardó su computadora portátil.

- Dallas, no sólo no me preocupa el que conserves la cadena de custodia de evidencia, esa for-
taleza en la que vives es por lo menos tan segura como la Central.

- Estupendo, pero te voy a pedir que lleves el pelo al laboratorio. A Harbo. Eso no puede
esperar. Necesitamos empezar a identificar a esas mujeres.

- Puedo hacer eso. Me encargaré de ello. ¿Tú estás bien?

- Cuarenta y nueve. Uno siempre piensa que simplemente ya no puedes ser sorprendida por
lo que las personas se hacen una a la otra. Y entonces lo eres.

- Si ellos empezaron esto hace tanto tiempo, la primera víctima está en sus sesentas, más pro-
bablemente a finales de los sesentas. Casi cincuenta años. La ley de prescripciones… Ella lo
ha dejado atrás. O espero que lo haya hecho.

Ello lo habría dejado atrás, pensó Eve, pero eso siempre estaba detrás de ti. En una esquina, en
la oscuridad. Agachado detrás de ti y riéndose entre dientes.

- Voy a tratar primero con Easterday. Con lo que encontramos, es posible que pueda sacarle
más.- Eve apretó los dientes. - Utilizaré a su esposa si tengo que hacerlo. Luego necesito
hablar con el Sr. Mira antes de ir a casa y trabajar en esto.

- Puedo chapar un taxi desde allí. ¿Quieres que entre contigo allá, que presione algunos bo-
tones como fiscal antes que deje las muestras con Harvo?

Eve lo consideró. - Sí, ¿por qué no?


286
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella volvió a estacionar a doble fila, simplemente le importó un carajo, y fue directamente a la
puerta.

La misma mujer abrió la puerta. - Es la Teniente… Dallas, ¿correcto?

- Es correcto, y la Asistente del Fiscal de Distrito Reo. Necesitamos hablar con el Sr. Easter-
day.

- Pasen, por favor. Permítanme traer a la Sra. Easterday. Ella está justamente en la sala de
estar. El Sr. Easterday está descansando arriba. ¿Puedo ofrecerles café o té?- preguntó ella
mientras las precedía hacia el recibidor.

- No, gracias.

- Bello hogar,- dijo Reo cuando la mujer las dejó. - Alegre elegancia, supongo. El fuego es
bueno en un día como este. Así que… - Reo se quitó los guantes.

- ¿Quieres que sea seria o reconfortante?

- Seria funciona. Todo es jodidamente serio.

Ella se volvió cuando Petra Easterday entró. - ¿Teniente, tiene usted noticias? ¿Ha encontra-
do a la persona que mató a Edward y a Jonás?

- Estamos siguiendo nuevas pistas. Esta es la Asistente del Fiscal, Reo.

- Por supuesto, por favor, tomen asiento. ¿En qué puedo ayudarlas?

- Necesitamos hablar con su esposo.

- Yo sé que esto es importante. Él está tan alterado, como usted puede imaginarse.

Oh sí, pensó Eve. Ella podía imaginárselo

- Me negué a que fuera a ayudar a Mandy con los arreglos para Edward, y él no está contento
conmigo. Pero tome su advertencia al pie de la letra.

- El debería agradecérselo. Pero necesitamos hablar con él. Ahora.

- Muy bien. Muy bien. Iré arriba a decírselo. ¿Deme unos minutos, quiere? Como ya dije, él
no está contento conmigo, y lo he dejado sólo para que descanse.

Ella se apresuró a salir. Eve la observó subir las escaleras, la preocupación se notaba en cada
paso.

287
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Cuando dijiste que no pensabas que ella lo supiera, yo realmente no me lo creí.- Reo tomó
asiento. - Ahora lo hago. Ella no está asustada, ni amargada. Ella está preocupada por él.

- Ella lo ama, y confía en él. Cuando ella se entere de lo que él forma parte, la va a partir por
la mitad. Ella es otra víctima. Puedes decir que ella es la número cincuenta.

Eve comenzó a pasearse, necesitaba moverse, moverse, moverse. Ella miró dos veces hacia
los escalones, estaba a punto de ir hacia ellos, tal vez subirlos, cuando Petra bajó corriendo.

- Él se ha ido. No está arriba. Trate de llamar a Mandy, pero ella no contesta. El me dejó una
nota.

Su mano temblaba mientras la extendía. Esta sólo decía:

Perdóname.

- No lo entiendo. ¿Qué estaba pensando él? ¿Puede usted buscarlo? Si esta persona demente
está matando a sus amigos

Se escurrió de la unidad que ella tenía vigilando la casa, pensó Eve, furiosa consigo misma.

Ella debería haberlos puesto en la casa, al frente y atrás.

- Quiero echar un vistazo arriba.

- Yo, ¿Usted no me cree?

- La creo, Sra. Easterday. Me gustaría echar un vistazo arriba, y que usted venga conmigo.
Quiero que usted mire alrededor, y me diga si él se llevó algo.

- Muy bien, lo que sea que ayude. Por favor apresúrese. Le pregunté a la computadora de la
casa en dónde estaba él, y me dijo que él no estaba en la residencia, y que se había marchado
hace más de dos horas. Yo sé que él quería ayudar sus amigos,- continuó ella mientras subían
las escaleras. - Pero él debería estar aquí, seguro. El debería estar descansando.

Ella pasó rápidamente por otras habitaciones para invitados, otra especie de recibidor y entró
a una gran suite.

El rico cobertor crema estaba desarreglado, y la manta marrón-chocolate estaba enredada so-
bre éste, como si alguien hubiese tratado de descansar allí. Un fuego chisporroteaba.

- Yo debería haberme sentado con él. Debería de haber venido a chequearlo.

- ¿Podría chequear ahora, ver si él empacó algo?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

.- ¿Por qué él haría eso?

- ¿Podría chequear?- repitió Eve.

Sintiéndose fastidiada además de preocupada, Petra echó a andar hacia un armario, abrió de
un tirón las puertas dobles. Eve se acercó por detrás de ella, la observó abril un panel en la
parte trasera del espacio.

- Él no tendría motivo para…

- Allí es donde usted guarda el equipaje.- Eve se aproximó más. - ¿Qué se llevó él?

- Su, su Pullman. No lo entiendo.- Frenéticamente ahora, ella abrió uno de los cajones de un
gabinete. - Dios. El suéter que su nieta le regaló por Navidad. Ella lo hizo. Él lo amaba. Y
Dios, no estoy segura. Algunas camisas. Creo. Creo que algunos pantalones. El empacó
unas prendas y se marchó. No lo entiendo.

- ¿El guarda efectivo?

- ¿Qué? Sí, sí, ambos lo hacemos. Hay una caja fuerte…

Ella deslizó la cómoda con un mecanismo, revelando una caja fuerte empotrada detrás. Des-
bloqueada.

Petra abrió la puerta. - Está vacía. Yo… yo sé que él guardaba algo de efectivo aquí dentro,
como yo lo hago en la mía. La joyería está en otra área.

- ¿Usted tenía la combinación para la caja fuerte de él?, ¿Sabe usted lo que contiene?

- No. Es de él. Yo tengo la mía. Nosotros respetamos la del otro Oh Dios, él empacó y se
marchó porque tenía miedo de que ellos pudieran venir aquí, y hacerme daño.- Con el rostro
pálido por la preocupación, ella presionó los puños entre sus senos. - Usted tiene que encon-
trarlo, por favor.

- ¿La oficina en la casa?

- Sí, sí, por aquí. Por favor, ¿no puede poner usted una alerta? ¿Lo que sea que usted hace?
Necesito presentar un informe, ¿un pedido?

- Nosotros lo buscaremos,- le aseguró Eve. - Quiero su permiso para traer aquí a un equipo
de registro, y su permiso para que nuestros Detectives de la División Electrónica retire sus
electrónicos, y los revise.

289
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Cualquier cosa que pueda ayudar. Yo soy la esposa de un abogado, y sé que no debería,
pero cualquier cosa que ayude a traerlo a salvo a casa. Voy a tratar de comunicarme con la
familia de Jonás. Tal vez…

Ella salió corriendo, dejando a Eve y a Reo solas en la oficina.

- Él está huyendo.

- Él lo va a intentar.

Eve sacó su comunicador. - Despacho. Habla Dallas, Teniente Eve. Emitan una Orden de
Búsqueda para Easterday Marshall,- empezó ella.

Le tomó casi una hora armar un equipo de registro y reprender al equipo que vigilaba la casa.
Ella hizo los arreglos para transferir los electrónicos, interrogó a Petra, y al personal domésti-
co.

Ella observó en la cinta de seguridad de la casa cómo Easterday se deslizaba por la parte tras-
era de la casa con su maleta, y el rostro convertido en una máscara de temor y culpa.

Él había sido demasiado astuto para tomar un taxi ella ya había verificado. Tal vez él había
tomado uno a unas cuantas cuadras de distancia, o pidió un servicio de coches privado no lo
que hacía usualmente, ya que ella había verificado eso también. O tal vez él simplemente
había caminado tan lejos como pudo perdiéndose en las calles de la ciudad.

- Él no tiene mucha idea al respecto,- dijo Reo mientras esperaba por su taxi.

- Tienes en alerta a las estaciones de transporte, públicas y privadas.

- Lo que yo haría es rentar un coche desde Nueva Jersey, hacer que me saque de la ciudad.
Tal vez de regreso a Nueva Jersey, o al norte del estado, o a Pennsylvania. Entonces rentaría
otro para que me lleve a cualquier otro lugar. Poner millas de por medio, y entonces con el
pasaporte que definitivamente tendría conmigo, tomaría un transporte hacia cualquier parte
que no tenga extradición con los Estados Unidos. Me cambiaría el nombre, el pelo, la cara, y
desaparecería.

- Tú eres una policía, y probablemente podrías salirte con la tuya. Él no está pensando tan
claramente. Aquí está mi taxi. Si me necesitas, sólo llámame.

Eve subió a su propio coche, y con un peso en el corazón condujo para volver a interrogar a
Dennis Mira.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella no se esperaba que él mismo abriera la puerta incluso medio que esperaba que él todavía
estuviera en la universidad y le evitara esa obligación. Pero allí estaba él, con su cárdigan mal
abotonado y sus bondadosos ojos verdes sonriéndole a ella.

- ¿No es esto agradable? Gilly justo acaba de salir para pasar un rato con los amigos, y ahora
tengo compañía. Pasa, fuera del frío.

- Lamento molestarlo, Sr. Mira.

- No lo haces. Yo sólo tuve clases matutinas hoy, y estaba dejando que mis pensamientos cir-
culen por lugares difíciles.

Él tomó su abrigo antes de que ella pudiera detenerlo, y luego simplemente se quedó allí pa-
rado sosteniéndolo, como si se hubiese olvidado de lo que quería hacer.

- No me demoraré mucho. Tal vez podamos simplemente ponerlo sobre el sillón o algo así.

- Por supuesto, como familia. ¿Ahora, que puedo servirte?

- Nada. Por favor. Sr. Mira, lo siento, pero voy a tener que llevarlo hacia esos lugares difíciles.

- Por supuesto,- dijo él tranquilamente, y la condujo gentilmente hacia un sillón.

- Es mejor ir directamente hacia ellos en lugar de darles vueltas. Tú has descubierto algo.

- ¿Usted conoce a Frederick Betz?

- ¿Él está muerto?

- No lo creo, todavía. Ellas lo tienen, de eso estoy segura. Y en el curso de la investigación


encontré algunas llaves. Dos llaves antiguas y dos tarjetas magnéticas. Una de ellas me con-
dujo a una caja de seguridad. Había una gran cantidad de dinero en ella.

- Sí, puedo ver eso con Fred. El ocultaría efectivo.

- También encontré cuarenta y nueve bolsitas selladas.

- Ilegales.- Ahora esos bondadosos ojos se agrandaron. - Yo nunca lo hubiese pensado. Y


siendo un químico, él podía simplemente, bueno, mezclar lo que quería cuando lo quería, ¿no
es verdad?

- No son drogas. Dentro de cada una había un mechón de pelo, y cada bolsa estaba etiqueta-
da con un nombre diferente. El nombre de pila de una mujer.

Algo decayó en él, ella lo vio. Y eso le rompió un poco el corazón.

291
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Tú no piensas que son de mujeres que los dieron voluntariamente.

- Sr. Mira, yo creo que Betz, junto con Wymann, su primo, Marshall Easterday, Ethan Mac-
Namee y William Stevenson formaron una especie de club. Lo que ellos llaman la Herman-
dad. Y creo que empezando desde la universidad ellos seleccionaban mujeres, y las violaban.

- Edward,- murmuró él, y se quedó mirando el fuego. - Yo conocí a estos hombres. No bien.
No muy bien y pienso ahora que no los conocí en absoluto. ¿William Stevenson…….Willy?
¿Ellos lo llamaban Willy?

- Billy.

- Sí, por supuesto. Billy. El murió, ¿no es así?, ¿hace algún tiempo? No puedo recordarlo
completamente.

- Sí.

- Y Ethan él me gustaba más que los otros, allá por esos años. Nosotros jugábamos futbol.
Jugábamos futbol por Yale, de manera que lo conocía un poco mejor que a los otros. Él vive
en Europa, creo yo.

Su mirada, llena de pena, se volvió hacia ella. - ¿Tú quieres preguntarme si yo sabía sobre
esto?

- No. Yo sé que usted no lo sabía.

- ¿No debería haberlo sabido? Yo sabía que ellos tenían secretos, y pensé… honestamente no
sé o recuerdo qué pensaba yo pero yo estaba excluido. Eso hirió mis sentimientos al principio
cuando Edward me hacía a un lado. No había tiempo para mí. Yo raramente lo veía.

- Ellos tenían una casa, una casa privada.

- Sí, ellos vivían juntos, una especie de fraternidad de su propia hechura. Ah,- murmuró él, y
el sonido era apesadumbrado. - Hermandad.-

- ¿Sabe usted en dónde? ¿La casa, sabe usted en dónde estaba?

- Me temo que no lo sé. Edward… El dejó bien sentado que yo no era parte de eso, y aunque
yo creo que ellos a menudo tenían reuniones, fiestas, yo no estaba incluido. Era un campus
tan grande, incluso entonces, y muy estrictamente asegurado debido a las Urbanas, pero yo
nunca lo visité a él allí.

El volvió a desviar la mirada, hacia el fuego. - Tú crees que ellos empezaron esto allí, en esa
casa. Ya veo. Ya veo ahora por qué él era tan cruel al respecto. Por qué dejó bien claro que
yo no era parte de esa… fraternidad. Esa hermandad. Desearía poder creer que él había es-
292
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

tado protegiéndome de eso, pero él sólo se protegía a sí mismo. Yo lo quería, pero yo lo


hubiese detenido. Yo hubiese encontrado una manera.

- El habría sabido eso.

- ¿Cuántos dijiste? ¿Cuántos nombres?

- Cuarenta y nueve.- Ella vaciló. - Algunos son claramente bastante viejos, algunos no lo son.

Su mirada volvió hacia ella, horrorizada. - Tú piensas que ellos todavía estaban…. Ellos con-
tinuaron, ¿todo este tiempo?

- ¿Por qué parar cuando salieron bien librados de eso?

- No porque ellos estuvieran borrachos o drogados y perdieron el control. No es que disculpe


eso, ves, pero esto es… calculado. Lo que me estás contando. Planeado y hecho como, como
una manada. Como animales rabiosos. No. No. No. No como animales.

Él se presionó los ojos con los dedos por un momento, luego dejó caer las manos en su regazo.
La devastación en su rostro la hirió profundamente.

- Como hombres que pensaban que tenían el derecho. Peor, mucho peor que animales.

Al momento siguiente, la ira ardió a través de la devastación. - Edward tenía una hija.
¿Cómo podía él hacer esto sin pensar en cómo se sentiría él si alguien le hiciera lo mismo a su
propia hija? Su hija tiene una hija. Dios Misericordioso. Y él murió por ello, por su propia
brutalidad, su propia arrogancia.

- Lo siento. No voy a ser capaz de salvar a Betz, Sr. Mira. Le juro a usted, lo he intentado,
pero no creo que lo hallemos a tiempo. Easterday ha huido. Voy a hacer todo lo que pueda
para encontrarlo, no sólo para ver que pague por su parte en esto, sino que si ellas lo encuen-
tran primero, él está muerto. Matarlos a ellos no es justicia. Lo que le fue hecho a su primo
no fue justo. Supongo que usted debe de pensar que por lo que me sucedió a mí yo debería
ver esto de esa forma, pero…

Ella vio sus ojos cambiar de tristes y enfadados a conmocionados, y luego apenados, y enton-
ces tan desesperadamente compasivos que ella tembló interiormente.

- Yo, yo supuse que la Dra. Mira se lo habría contado a usted.

- No. Oh, no, Charlotte nunca traicionaría una confidencia. Mi dulce niña,- la consoló él. -
Lo siento tanto. Lo que tú haces, todos los días, es tan valiente, y tan peligroso.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Eso no sucedió en el trabajo.- Ella quería ponerse de pie, salir, alejarse de esa silenciosa
compasión. Pero sus piernas se habían vuelto líquidas. - Yo era una niña,- se escuchó decir a
sí misma. - Fue mi padre.

Fue él quien se movió. Él se levantó, se acercó a ella, tomó sus frías manos en las suyas. Sin
una palabra, él simplemente la hizo ponerse de pie y la abrazó sosteniéndola tan suavemente
que ella sintió que podía romperse.

- Estoy bien. Estoy bien,- logró decir ella aun cuando empezó a temblar.

- Vamos. Vamos. Aquí estás segura. Ahora estás segura.

- Eso fue hace mucho tiempo. Yo…

- El tiempo no cura, sin importar lo que digan. Es la manera en que utilizamos el tiempo lo
que puede curar.- Él le acarició la espalda, como a menudo hacía Roarke, y las lágrimas ar-
dieron como brasas en su garganta.

- Ahora siéntate, siéntate justo aquí, y espera. Sólo me iré un minuto.

- Yo debería marcharme.

El la hizo sentarse en el sillón, le tocó brevemente la mejilla con la mano.

- Quédate sentada aquí.

Ella hizo lo que él le dijo, luchando para encontrar su equilibrio otra vez cuando él abandonó
la sala. Ella había creído que Mira se lo habría contado a él. Ella entendía la confidencialidad,
pero ellos habían estado casados desde siempre. ¿Acaso eso no pesaba más...? Por supuesto
que no lo hacía.

Ella cerró los ojos, se obligó a respirar lentamente.

Y ambos Miras entenderían y respetarían eso.

Ahora ella había descargado más que un peso en un hombre que ya estaba sufriendo. Ella
necesitaba regresar las cosas a su curso, y luego volver a trabajar.

El regresó con el suéter mal abotonado, pantuflas, y llevando dos delicadas tazas en sus deli-
cados platitos. Las lágrimas presionaron rabiosamente detrás de sus ojos sólo con mirarlo.

- Nos vamos a tomar este muy agradable té, con un saludable chorrito de brandy. Eso ayuda.

Ella no tenía el corazón para decirle que no le gustaba el té, o el brandy, de modo que tomó la
taza.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Ahora bébelo.

Ella obedeció, y descubrió que cualquiera que fuera la magia que él había puesto en la taza
fue como un cálido toque a su espíritu. Ella bebió un poco más.

- Lo siento, Sr. Mira. Esto no se trata de mí. Yo sólo quería volver a asegurarle que haré todo
lo que pueda para encontrar a las mujeres que mataron a su primo.

- Yo nunca lo dudé. No hay necesidad de explicar, y tú no tienes que contarme nada que te
haga sentir incómoda. Me gustaría preguntar, si es que puedes responder. ¿En dónde estaba
tu madre?

- Ella era tan mala como lo era él. Quizás peor. Ella me odiaba. Ella se marchó. Ella está
muerta. Yo no la maté. Lo maté a él, pero a ella no la maté.- Ella cerró los ojos. - Cristo.

- ¿Piensas que yo te juzgaría? Mi valiente niña, yo pienso que te juzgas con demasiada dure-
za.

- No, Yo… yo hice lo que tuve que hacer. Eso lo sé.

- Pero esta investigación lo trae de vuelta, y tú todavía no lo dejas de lado. Tú podrías.

- Si yo lo hiciera, él gana. Si yo hiciera eso, no merecería la placa.

- Demasiada dureza,- dijo Dennis calmadamente. - ¿Me dirás cuántos años tenías?

- Ellos dijeron que tenía ocho años. Cuando ellos me encontraron, después, dijeron que yo
tenía ocho. Ellos no sabían quién me había violado o roto el brazo, ellos no sabían que lo
maté. Bueno, Seguridad Nacional lo sabía es complicado, pero la policía, los doctores, ellos
no lo sabían. Y yo no podía recordar. Yo lo confiné en mi mente.

Aquellos bondadosos, bondadosos ojos nunca dejaron de mirarla.

- Una respuesta saludable, pienso yo. Tan sólo una niña. Una niña nunca debería de tener
que defenderse a sí misma de su padre. Un padre nunca debería hacer presa de su propia
hija. ¿La biología, eso es simplemente ciencia, no es así? Hay más en el mundo que la ciencia,
más dentro del corazón humano que ADN y genes. Él nunca fue tu padre en el verdadero
sentido. Yo espero que puedas entender eso.

El simple centro de todo eso, pensó ella. Por supuesto que él encontraría el simple centro de
todo eso.

- He estado trabajando en eso por un tiempo.- Termínalo, se dijo a sí misma, y ponte en mar-
cha. - Él siempre me tuvo encerrada, ellos no me dieron un nombre, yo era una cosa. El me
dejaba encerrada siempre que salía. Yo no recuerdo la primera vez que él me violó. Todas
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

las veces están en una bruma, excepto la última vez. El vino a casa nosotros estábamos en
Dallas, de ahí es de donde los Servicios Sociales para Menores me dieron el nombre. Y él es-
taba borracho, pero no lo suficiente. El me golpeó, me tiró al suelo. Yo luché con él, y eso lo
hizo peor. El me rompió el brazo. Yo podía ver el dolor, un cegador fogonazo blanco. Había
un cuchillito que yo había dejado caer. Yo había estado sacando furtivamente algo para co-
mer mientras él no estaba. Yo estaba tan hambrienta. Y mis dedos encontraron el cuchillo.
Lo usé, y lo seguí usando hasta que estuve cubierta en su sangre. Hasta que él estuvo muerto.
Era tan sólo un cuchillito. Supongo que tuve suerte y le corté a algunas arterias.

- De cualquier manera.- Ella inspiró, y bebió más té. - Ellos me encontraron en un callejón.
Yo me había salido del apartamento, y estuve vagando. Yo no recuerdo nada de eso.

- ¿Pero ahora lo recuerdas?

- Eso regresó hace algunos años. Yo podía tener fogonazos, algunas pesadillas, algunos re-
cuerdos pero podía recluirlos en mi mente. Y hace unos pocos años todo volvió a mi mente.
La Dra. Mira… ella me ayudó. Incluso cuando yo no quería que ella lo hiciera.

- Por supuesto. Ella es brillante y hermosa, y siente un profundo cariño por ti. ¿Y Roarke?
¿Se lo has contado a él?

- Supongo que él fue el gatillo, o el dedo en éste. Sí, le conté todo.

- Bien, eso es bueno. Él es un buen muchacho, y uno que te ama sin restricciones. Encontrar
una pareja, una verdadera, es una cosa rara y preciosa.

Y el centro del corazón, pensó ella. Sí, él también lo había encontrado.

- Yo ni siquiera sé cómo sucedió, pero aun cuando me hace enfadar, yo agradezco todos los
días porque sucedió.

- La mejor descripción posible de un buen matrimonio.

- Yo no tenía la intención de venir aquí y hablar sobre todo esto, yo sólo, usted me importa Sr.
Mira. Yo comprendo que sin importar lo que él hiciera, usted perdió a un familiar de la peor
manera. Yo haré todo lo que pueda para identificar, encontrar, y detener a aquellas que to-
maron su vida. Yo se lo juro a usted.

- Tú tomaste un juramento cuando te convertiste en oficial de policía. ¿Cuánto tiempo has


estado en la policía? No lo recuerdo.

- Ahora, cerca de doce años.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Y tan joven.- Él le sonrió, esa sonrisa dulce y levemente soñadora que le derretía a ella el
corazón. - Tu tomaste un juramento muchísimo antes de esto, y por todo lo que yo sé, lo que
he visto, tú lo has mantenido. Mira a la mujer que hiciste de ti. Teniente Eve Dallas, fuerte e
inteligente y valiente. Me perdonarás si, en este momento, siento que Edward no te merece.
Si en mi corazón no puedo sentir que él te merezca. Pero sus hijos sí lo merecen, y entonces
por el bien de ellos, yo estoy agradecido de que guardes tu juramento.

- Un policía protege y sirve, y todo el mundo merece eso. Pero yo no pienso que él lo merecía
a usted. Tengo que regresar a trabajar.

Él se puso de pie cuando ella lo hizo, y volvió a acercarse a ella, volviendo a abrazarla. - Es-
toy orgulloso de ti.

- Oh Dios, Sr. Mira.- Las lágrimas inundaron su garganta y sus ojos. En ese momento parecía
que todo su ser estaba en lágrimas.

- Vamos.- El la soltó para palmear los bolsillos de su suéter y de sus pantalones.

- Yo nunca tengo un pañuelo en donde pienso que lo tengo.

- Está bien.- Ella se limpió las lágrimas con las manos. - Gracias. Gracias a usted. Por todo.-
Ella cogió su abrigo, temerosa de que pudiera caerse a pedazos.

- ¿Usted va a estar bien?

- Sí. Charlie llegará pronto a casa. Estaré bien.

Pero cuando ella se marchó, él se sentó cerca al fuego y lamentó la muerte del hombre que él
había pensado que había conocido. Y sufrió por la niñita que él nunca había conocido, y a
quien nadie había protegido.

Eve sacó papeles secantes de su equipo de campo, los usó como pañuelos descartables, en-
contró unos lentes de sol en la guantera. Estos no engañarían a Roarke si él había llegado an-
tes que ella a casa, pero podría conseguir pasar por Summerset.

Ella quería llegar a casa, meter la cara en un tazón de agua helada, y luego ponerse a trabajar.

Ella había sido franca cuando le había dicho a Dennis Mira que las probabilidades de que ella
salvara a Frederick Betz eran casi nulas. A menos que ella haya juzgado mal a esta… her-
mandad de mujeres, ellas no lo matarían en su propia casa, no esta vez. No cuando ellas sab-
ían que ella las estaba buscando.

297
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella necesitaba identificar la casa de la pintura, si su corazonada se mantenía y ésta era, o hab-
ía sido, real. Ella necesitaba encontrar la residencia que se abría con la tarjeta magnética de
Betz.

Y ella necesitaba observar la grabación.

Ella puso eso a un lado por el momento.

Easterday, pensaba ella mientras conducía. El estaría aterrorizado, desesperado, buscando


tanto sobrevivir como escapar.

Perdóname

Su último mensaje a su esposa le decía a Eve que él sabía que lo que él había hecho, lo que
todos ellos habían hecho, saldría a la luz.

¿Adónde huiría él?

Reo tenía razón, él no había tenido mucha idea. A menos que hubiese huido directamente
fuera de la ciudad, él tendría un tiempo difícil para salir, y con sólo el efectivo que fuera que
había sacado de su caja fuerte. Él no podía usar la tarjeta de crédito o de débito porque eso
levantaría una alerta.

Y él no había usado una tarjeta para reservar un vuelo, un tren, un coche, o cualquier otro
medio de transportación.

El no parecía del tipo de esconderse en un albergue. Un hotel, posiblemente, pero eso no ase-
guraba privacidad. Ella tenía bajo vigilancia todas las propiedades poseídas por cualquiera
de los hombres. Si él tenía una propiedad de la que ella no sabía, Eve estaba segura de que
Petra se lo hubiera dicho.

La mujer estaba aterrorizada, sólo quería a su esposo de regreso y a salvo.

¿Ella lo perdonaría cuando supiera por qué él había huido?

No es tu problema, se dijo Eve y casi lloró otra vez de alivio por conducir a través de los por-
tones de su hogar.

Ella se ordenó recomponerse. Ella tenía que pasar por Summerset y subir las escaleras. Y ella
no quería quebrarse con Roarke.

Ella no tenía tiempo de volver a perder el control.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella salió del coche, cogió la bolsa del banco de la parte trasera se volvió a preguntar si deber-
ía haber hecho el viaje al centro para llevar el pelo al laboratorio en lugar de darle esa tarea a
Reo.

Era más rápido de esa forma, y más rápido era lo mejor.

Ella caminó hacia la puerta, se dijo a sí misma que siguiera caminando.

El alivio que sintió cuando el vestíbulo estaba sin Summerset, le secó cualquier lágrima ame-
nazante. Ella tomó las escaleras de a dos en dos, dirigiéndose directamente a su oficina.

Entonces bajó la velocidad, se detuvo, cuando oyó la voz de Summerset.

- No he visto uno de esos por treinta años o más.

- Yo robé uno como éste cuando era un muchacho, antes de ti. Incluso entonces ya era bas-
tante antiguo, pero tú nunca sabías que podría traerte unas cuantas libras irlandesas. De mo-
do que me lo levanté junto con una pila de discos. Resultó ser pornografía muy antigua, lo
que nos dio a los muchachos y a mí una educación bastante completa. Lo intercambié con
Mick no, no, estoy equivocado, fue con Brian con quien lo intercambié años después. Puede
que él todavía lo tenga, hasta donde yo sé.

- Supongo que éste vino sin la pornografía.

- Tristemente, así es.

- ¿Cómo lo conseguiste?

- Uno de mis hombres de R & R es conocido por almacenar de todo,- le dijo Roarke. - El jura
que funcionará, que está como si fuera nuevo. Pero el problema, como ves, es la conexión.

- Tú te las ingeniarás para conectarlo a la computadora, y luego programarlo para la pantalla.

- Ese es el plan. Maldita sea. Pásame esa llave pequeña. El enchufe es del tamaño equivoca-
do, pero puedo intercambiarlo, es lo que estoy pensando.

Ella consideró retroceder hacia el dormitorio, hacer lo del tazón de agua helada. Pero ella ya
se había tomado demasiado tiempo para sí misma.

Ella cuadró los hombros, y entró directamente para ver a Roarke ante su escritorio, encorvado
sobre su computadora y una especie de caja negra, con Summerset mirando por sobre su
hombro.

- Allí estás,- dijo Roarke sin levantar la vista. - Justamente estoy viendo la manera de mezclar
lo antiguo con lo contemporáneo. Casi lo consigo.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Estupendo.

Cuando Summerset levantó la mirada, ella se dio cuenta de que los lentes de sol no engaña-
ban a nadie. Ella lo vio poner una mano sobre el hombro de Roarke, y darle un ligero apretón
mientras él mismo se enderezaba.

- Te dejaré con eso,- dijo él cuando Roarke alzó la cabeza y miró a Eve.

Ella suponía que se lo debía por abandonar la habitación en vez de mortificarla.

- ¿Qué sucedió?- preguntó Roarke.

- Toda una cantidad de cosas.

- Tú has estado llorando.

- Una pequeña crisis, supongo. Mira, lo que estás haciendo allí es sumamente importante. Yo
te pondré al día, incluida la crisis, pero necesito que sigas haciendo lo que sea que sea eso.
Traeré café.

- Lo que necesitas es dormir.

- Tal vez, pero no es lo que voy a hacer todavía. El piso aún está un poco tembloroso bajo mis
pies, ¿okay? Dame la ocasión de estabilizarme.

- Muy bien.

El alcanzó otra herramienta mientras ella iba a la cocina para programar una cafetera de café
negro.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 19

Ella le contó todo, desde el momento en que se había marchado esa mañana hasta que había
dejado a Dennis Mira.

- Yo en verdad asumí que Mira se lo había contado a él, como que en las Reglas del Matrimo-
nio se comparte todo después de que tres décadas. Yo no debería de haber... - Ella sacudió la
cabeza. - Yo quería reasegurarle a él, supongo, que sin importar lo que sea, yo haría el trabajo.
Y terminé contándoselo. Una versión abreviada, tal vez, pero todos los puntos más importan-
tes. O los más bajos.

- No hay un hombro más bondadoso en el que apoyarse, para mi manera de pensar.

- Yo no fui allá para apoyarme en él. Pero lo hice.- Las lágrimas volvieron a picarle los ojos. -
Y él fue bondadoso. Yo le llevé sufrimiento, el mío y más del suyo, y él fue bondadoso. Yo
voy a darle más dolor, porque todo lo que hago es un paso más cerca a sacar todo esto al aire.
Es el nombre de su familia.

- Un hombre no es un nombre. ¿Quién sabe eso mejor que yo? Es él mismo el que lo hace.
No me preocupo en ese sentido por Dennis Mira. Ni tampoco deberías hacerlo tú.

- Tienes razón.- Y con eso llegó una fresca sensación de alivio. - Tienes razón,- volvió a decir
ella, tomándole el rostro en sus manos. -Tú eres un hombre bueno, y me amas sin restriccio-
nes.

- Bueno, hay muchas interpretaciones de bueno, y yo podría encajar en una o dos. Pero la se-
gunda parte es la pura verdad.

- Tú eres un buen hombre,- repitió ella. - Lo saqué de una buena fuente. ¿Así que… piensas
que esa cosa va a funcionar?

Roarke le echó un vistazo al viejo reproductor de discos, el cable arreglado. - Lo pienso.

Ella fue hacia la bolsa del banco, sacó el disco en su estuche transparente.

- Reproduzcámoslo.

Él puso el disco en un cajoncito que salió disparado haciendo un ruido chirriante que no ins-
piraba confianza. Entonces él pulsó con los dedos el teclado de su computadora, y juro entre
dientes.

- Solamente necesito…

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Él se sentó, tecleó algo más, revisó las conexiones, y tecleó un poco más. Y eso produjo una
serie de bips.

- Aquí vamos.

- ¿Vamos?

- Vamos, sí. Sólo dale un momento.

Ella miró ceñuda la pantalla. El ceño se profundizó cuando se volvió de un profundo azul, en
blanco.

- ¿Qué…?

- Aquí viene,- insistió él, y asintió con satisfacción cuando la palabra REPRODUCIR apareció
en la esquina superior derecha.

- Ves, aquí vamos.- El pulsó dos teclas simultáneamente con el pulgar y el meñique.

Ellos aparecieron en la pantalla, seis jóvenes parados en un círculo en una habitación ilumi-
nada con docenas de velas. El resplandor titilaba sobre sus firmes cuerpos desnudos.

Uno de ellos, William Stevenson, pensó ella soltó una serie de risitas de borracho.

- Vamos, Billy, córtala.- Ethan MacNamee, notó Eve, tratando de lucir severo, pero con cara
inexpresiva.

- Lo siento, Jesús, ¿es que nadie más piensa que esto es raro? Parados aquí desnudos.
Además, ella está inconsciente, hombre.- El lanzó una mirada a su espalda. - Está buena, pe-
ro inconsciente.

- Ella se despertará.- El joven Edward Mira tenía un destello en sus ojos, y no todo venía de
lo que fuera que hubieran ingerido. - Y ella suplicará por eso.

- ¿En verdad vamos a hacer esto?- McNamee se pasó una mano por la boca.

- ¿Todos nosotros? ¿En cámara?

- Hermandad.- Betz le dio un pinchazo a MacNamee en el pecho. - Así es como vamos a


sellar nuestra hermandad, ahora y para siempre. Nosotros ya lo hemos acordado, todos es-
tamos preparados. Tenemos a la chica.

- Empecemos.- Easterday también miró hacia la cámara. - ¿Oye, ella prácticamente se me


tiraba encima en la fiesta, verdad? Nosotros le estamos dando lo que ella quiere. ¿La cámara
está encendida?

302
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¿Yo la instalé, no es así?- Betz miró alrededor, directamente hacia el lente.

- Está encendida. Dejemos de estar jodiendo y empecemos.

- Lo hacemos correctamente.- Wyman salió del rango de la cámara. Empezó a sonar música
algo bajo y tribal. - Nosotros somos la hermandad…

- Vamos, chicos, háganlo correctamente. Este es la prima Celebración Anual de la Hermandad.


Abril 12, 2011.

Cuando él asintió, ellos hablaron en unísono.

- Nosotros somos la Hermandad. Tomamos lo que queremos. Tomamos a quien queremos.


Nosotros estamos unidos, nosotros somos uno. Lo que un hermano necesita, los hermanos se
lo dan. Lo que un hermano desea, todos los hermanos lo desean. Todos los hombres envi-
dian lo que somos, lo que tenemos, lo que hacemos. Y nadie aparte de nosotros, los seis, lo
sabrá. Romper el juramento de silencio significa la muerte. Esta noche, nosotros sellamos
nuestra unidad, nuestro juramento, compartiendo a la elegida. Ella es nuestra para hacerle lo
que deseemos. La mujer es un recipiente para las necesidades de la Hermandad.

- ¿Hablamos como uno?- demandó Edward Mira.

- ¡Como uno!- respondieron los otros, aunque Stevenson terminó riéndose.

- Él está drogado,- dijo Eve. -Mira sus ojos. Los otros, ellos han ingerido algún realzador
químico, pero él tenía más. O él es más susceptible.

- Difícilmente una excusa para lo que obviamente están por hacer.

- No, pero ellos necesitaban el falso coraje, esta vez en todo caso, para hacerlo.

- Nosotros lo echamos a suerte,- anunció el futuro senador. - Yo soy el primero en tomar el


recipiente.

- ¡Espera!- Betz corrió hacia la cámara. - Deja que la acomode.

- Hazlo rápido.

La imagen titiló, se sacudió Eve vio partes de la habitación una larga zona. Sofás, sillones,
algunas mesas de juego, un bar.

- Como una sala de juegos, una sala de estar. Ninguna ventana que yo pueda ver. ¿Nivel
inferior? Un elegante sótano tal vez. Buen tamaño.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Entonces la pantalla mostró a una mujer joven, tal vez dieciocho o diecinueve años. Una lar-
ga melena de pelo rubio, un bonito rostro con una barbilla redondeada, ojos bien separados.
Los ojos ahora estaban cerrados.

Ella, también, estaba desnuda. Y atada, con los brazos y las piernas extendidas sobre un
colchón.

- ¿Como una cama convertible? Como un sofá-cama. Tiras de cuero atadas en las piernas.
Uñas de las manos y los pies pintadas rosado. Eso es femenino. Ella está usando aretes, con
brillos. Su maquillaje está un poco corrido. Mujer Caucásica, como de dieciocho, parece co-
mo de un metro sesenta y cinco, tal vez cincuenta y cinco kilos.

Entonces Edward Mira se acercó a ella, se inclinó. Y la abofeteó. Una de los hombres fuera
de cámara dijo, - ¡Oye! Vamos, Ed,- pero él ignoró la protesta, y la abofeteó otra vez.

Él tenía manos grandes. Eve sabía cómo se sentía que te despertara un bofetón con una mano
grande.

-¡Despierta, perra!

Sus párpados se agitaron. Ojos azules, notó Eve. Vidriosos y desenfocados.

- ¿Qué?- Con un quejido, ella volvió la cabeza. - No me siento bien. ¿Que…….?- Un toque
de temor iluminó aquellos ojos cuando ella trató de moverse y se encontró atada. El temor
explotó cuando ella se enfocó.

En los seis hombres, pensó Eve. En el que estaba de pie encima de ella.

- ¿No, por favor? ¿Qué es esto?-

- Esto es la Hermandad.

Cuando él se puso a horcajadas sobre ella, ella lloró, suplicó.

- Déjame que le dé la sustancia, Edward. Ella querrá esto cuando haga efecto.

- No me importa si ella lo quiere o no. Yo tomo lo que yo quiero.

- Por favor. Por favor.

Ella lloraba mientras Betz manipulaba una jeringa, se las apañó para empujar la aguja en los
bíceps de ella. - Dale un par de minutos.

Ignorando a Betz, él entró en ella de una embestida.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella gritó.

Cuando él había terminado, ella giró la cara hacia otro lado y dijo, - Por favor.- Sólo, - Por
favor.- Una y otra vez.

- Freddy se ha levantado.

- Eso diría yo.- Betz se acarició a sí mismo. - Tengo una tremenda erección. Veamos cómo
funciona el jugo mágico.

Él tomó su turno montándose sobre ella, le dio un pellizco juguetón a su pezón.

- Hola, nena.

- ¿Qué? ¿Qué? Hace calor. Hace tanto calor.

- Sí, jugo mágico. Se va a poner más caliente.

Ella se retorció contra las ataduras, trató de levantarse. Pero en lugar de temor y shock, ahora
sus ojos estaban vidriosos y frenéticos.

- Alguna forma, alguna de las primeras fórmulas de Puta o Conejo. Licenciatura en química
negocio familiar,- dijo Eve.

Roarke no dijo nada, pero su mano se deslizó en su bolsillo, y sus dedos se cerraron sobre el
botoncito gris que él llevaba allí, siempre.

Mientras Betz la violaba, Eve oyó voces, risas, el tintineo de vasos. Emborrachándose, pensó
ella, drogándose más. Excitándose, y esperando su turno con ella.

Cuando Betz terminó con un rugido triunfante, ellos lo ovacionaron.

- Santa ¡mierda! Es el mejor que tuve nunca.

- Mueve el culo, Fred.- Wymann lo empujó hacia un lado. - Mi turno.

- Es suficiente,- dijo Roarke y se volvió hacia la máquina.

- No, no lo es. Quiero verlo todo.

Esto la enfermaba, la hacía sudar, pero lo observó todo. Observó cuando ellos volvían por
más, uno por uno, y otra vez, incluso después de que la chica se había desmayado.

- Ella ya no da para más, hombre.- Easterday estaba tumbado al lado de ella. Ella yacía ahora
boca abajo, desmadejada. - No hay diversión cuando ella sólo yace allí como un cadáver.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Lavémosla y afuera. Una ducha vaginal.- dijo Betz riéndose.

- ¿Ella no recordará nada?- demandó Edward Mira.

- ¿Con quién crees que estás hablando?- resopló Betz. - Ella recordará la fiesta vagamente,
pero nada después del Rohipnol que le metimos. La lavamos bien y no quedará nada de
ADN en ella cuando hayamos acabado. La vestimos, y la dejamos tirada en el campus. Tal
como lo planeamos. Tal vez ella clame que la violaron, porque esa perra va a estar adolorida
por todas las jodidas partes, pero ellos no nos pueden culpar. Nosotros somos nuestras pro-
pias coartadas.

- La Hermandad,- dijo Wymann.

- Apuesta tu culo, hermano.

Él se volvió hacia la cámara, esbozó una gran sonrisa. - Y eso concluye el Primer Festival
Anual de Folladas de la Hermandad. ¡Gracias y buenas noches!

La pantalla volvió a ponerse azul.

Luego de un largo silencio, Roarke extrajo el disco, lo volvió a poner en su estuche.

- ¿Estos son los hombres por los que trabajarías hasta la extenuación? ¿Estos animales enfer-
mos, consentidos y crueles son los que estás defendiendo?-

- No tengo opción.- Su voz tembló. Ella luchó para estabilizarla. - No tengo opción,- repitió
ella. - Yo tengo que hacer Dios, tengo náuseas.

Ella salió corriendo, cayó al suelo en el cuarto de baño más cercano. Su estómago devolvió lo
nauseabundo y lo amargo hasta que todo lo que quedó fue carne viva.

- Tranquila.- Suavemente, Roarke le puso un paño frío en la nuca, y acarició su rostro pálido
y ardiente con otro paño. - Lamento lo que dije. Lo siento, querida.

Ella sólo sacudió la cabeza. - No. Ellos son animales, y a los que viven, trabajaré hasta la ex-
tenuación para ponerlos en jaulas. Yo enterraría esas jaulas tan profundamente si pudiera, de
manera que ellos nunca, nunca más volvieran a ver la luz otra vez. Esto te lastima, el ver a
alguien tratado de esa manera, y te lastima más porque te hace pensar en mí. Lo que me pasó
a mí.

El no dijo nada, sólo alcanzó el vaso que había colocado sobre la encimera cuando había en-
trado. - Bebe esto.

- No puedo.

306
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Confía en mí ahora. Sólo uno o dos sorbos. Esto te ayudará a calmarte.

- Golpearlos a todos hasta convertirlos en pulpas sanguinolentas. Eso me calmaría.

Suavemente, como Dennis Mira había sido suave, Roarke acunó su mejilla. - Esa es mi Eve.
Ahora sólo un sorbo.

Ella tomó uno. - Y tú sabes que no puedo. No puedo hacer eso.

- Y esa es mi policía. Estoy locamente enamorado de las dos. Ahora otro sorbo más.

Al igual que el brandy de Dennis Mira en su té, lo que fuera que él hubiera puesto en el vaso
la tranquilizó, la calmó. Tal vez era el amor lo que contenía la magia.

- Esto te lastima,- dijo ella otra vez.

El suspiró, le dio un beso en la frente. Ya estaba más fresca ahora, pensó él, aunque ni un po-
quito de color había regresado a sus mejillas. - Lo hace, sí. Y sí, esto me hace pensar en ti.

- Esto te lastima,- dijo ella por tercera vez, - pero todavía sigues ayudándome.

- A ghrá.- El la urgió a dar otro sorbo. - Yo estoy contigo.

Ella presionó el rostro en su hombro, dejó caer unas lágrimas cuando él la atrajo hacia él.

- Todos los días,- murmuró ella. - Sin importar cómo llegamos aquí, y por qué tú estás con-
migo, yo estoy agradecida. Todos los días.

Ella se separó, le dio un beso en la mejilla. - Siento que tengamos que hacer esto.

- No hay por qué sentirlo, no por esto, no entre nosotros. Encontremos por lo menos a uno de
ellos que todavía esté respirando, de manera que tengamos la satisfacción de meterlo en esa
jaula.

- Muy bien.- Ella se limpió las lágrimas con el borde de las manos. - Hagamos eso.

Él le pasó un brazo por la cintura mientras regresaban a su oficina. - Tú deberías comer algo,
una sopa.

- No creo que podría retenerla en este momento. ¿Más tarde, de acuerdo?

- De acuerdo. Tú vas a observar esa obscenidad otra vez.

- Sí, tengo que hacerlo. Pero más tarde.- Ella se detuvo, estudió el tablero. Ella lo actualizaría,
también el libro y sus notas. Ella necesitaba revisar sus comunicaciones entrantes. Tal vez
Harvo la Reina del Pelo y la Fibra había encontrado algo. Tal vez Yancy tuvo algo de suerte.
307
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Tengo tres nombres. Hay cinco mujeres, dos todavía no identificadas. Si una de las tres que
tenemos tiene otra propiedad me estoy inclinando hacia una casa privada, edificio antiguo,
almacén un lugar en donde ellas pueden…. hacer este trabajo necesito encontrarlo. Y necesito
encontrar otra propiedad de Betz. Todo lo que tengo es lo que pienso que es el número de la
calle. Y una probabilidad de que estemos buscando en el Bronx.

- Él tenía un banco y una caja allí.- Asintió Roarke. - Por qué ir allá para eso a menos que
hubiera otra conexión. Yo puedo empezar en esos dos, pero yo iría más rápido, con este tipo
de búsqueda de rango ancho, en el equipo no registrado. Ahorraríamos más tiempo sin que
CompuGuard esté observando, o teniendo que evitar esa molestia.

Al estar de acuerdo en usar el equipo no registrado, ella estaría ahorrando tiempo.

Ella pensó en la chica violada en grupo en un sótano, y de las cuarenta y ocho que vendrían
después de ella. Algunas veces, pensó ella, se necesitaba ahorrar tiempo.

- Okay. Si pudieras empezar con ello, yo tengo algunas cosas que necesito hacer. Luego iré a
trabajar allá contigo.

- Me parece bien.- El pasó la punta de un dedo por la hendidura en su barbilla.

- Nada de café.

- ¿Qué?- Ella no había pensado que algo más podía horrorizarla ese día. - ¿Te has vuelto loco
entre aquí y el cuarto de baño?

- Tú perdiste tu almuerzo o lo que sea que pasó como nutritivo,- le recordó él. - Si necesitas la
cafeína, tómate una Pepsi. Ginger ale (Cerveza de jengibre) sería mejor, pero sospecho que no
lo escogerías.

- Mi mente no puede funcionar con el ginger ale. ¡Yo ni siquiera sé lo que es eso!

- Pepsi entonces como si tú supieras qué diablos hay en eso. Y un poco de caldo para empe-
zar cuando te sientas más preparada para eso.

- Sí, Mamá.

De modo que él le dio un beso en la frente, como haría una madre. - Sé una buena niña, y
puede que haya chocolate después. Me voy a empezar.

- Puedo copiarte un disco con la información relevante.

Él le dirigió una mirada compasiva. -Por favor. Como si yo no pudiera piratearla de tu com-
putadora en menos tiempo.

308
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Cuando él salió, ella tuvo que admitir que probablemente él tenía razón. Entonces se pre-
sionó el estómago con una mano. Su mente dijo: Café, por favor. Pero nuevamente él tenía
razón, maldita sea, su sistema dijo: Haz eso, y yo te pateo.

De manera que se consiguió una lata de Pepsi, abriéndola mientras se sentaba para revisar
sus comunicaciones entrantes.

Ella siseó ante la cantidad que tenía, abriendo una de Yancy primero.

Dallas, encontramos dos probables en el sujeto más joven. Te estoy enviando ambas, pero
quiero añadir que me inclino hacia la número dos.

Elsi Lee Adderman, veinte años de edad al tiempo de su muerte. Se suicidó el año pasado el
nueve de Septiembre. Los detalles están en un artículo adjunto. El primario en la investiga-
ción fue tu propio Detective Reineke, con Jenkinson a bordo, de manera que puedes conse-
guir su informe, y la opinión de ambos. Ella fue a Yale. La otra no fue.

Todavía estoy trabajando en el otro sujeto. Voy a llevar mi block a esta cita, para ver si hay
otros detalles más con los que trabajar y refinar la búsqueda.

Yancy

- Buen trabajo. Condenadamente bueno.- Ella ordenó en pantalla la foto de la identificación


que él había adjuntado.

Joven, pensó ella, y muy, muy bonita con grandes ojos verdes y cabello castaño largo y ondu-
lado.

Rápidamente, ella escaneó la información. Nacida en Crawford, Ohio, ambos padres vivos, y
todavía casados entre ellos. Dos hermanos menores, uno de cada cual. Estudiante ejemplar,
entró a Yale con una beca parcial. Encaminándose hacia la medicina trabajo de curso, extracu-
rricular. Y siguiendo el camino a través del primer año y casi a través del segundo.

Todo más que bueno hasta la primavera anterior, cuando sus calificaciones se hundieron.

- Como MacKensie,- murmuró Eve.

Se salió de Yale, se mudó a Manhattan, trabajó como ayudante en el Hospital de Nueva York.

- Nunca reportó una violación pero…

309
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Eve sacó su comunicador, llamó a Reineke.

- Hola, jefa.

- En Septiembre pasado chapaste un caso un suicidio. Elsi Lee Adderman. Empezando los
veintes, raza mixta, verde y castaño. East Fourth, fuera de Lex.

- Ah, un segundo… Sí, sí. Lo tengo. El Lamento de la Tina. Se cortó las muñecas. Estuvo en
el agua cerca de veinticuatro, si lo tengo correcto, antes de que unas mujeres con las que tra-
bajaba, en el hospital, convencieran al superintendente para que abriera la puerta. La mucha-
cha había faltado a dos turnos, no contestaba su enlace o la puerta. Nosotros tomamos el caso.
Nada raro al respecto, Dallas. Fue un suicidio.

- ¿Ella dejó una nota?

- Sí. Algo acerca de no ser capaz de enfrentar a los demonios, no habían drogas, ya que el
examen salió limpio, y nosotros no encontramos ninguna en su casa y de cómo lo sentía. El
forense lo declaró suicidio, así que no había mucho que hacer con el caso.

- Necesito el libro todo lo que tengas.

- Mierda. ¿Qué se nos pasó?

- Nada. Pienso que ella está ligada con el caso que tengo ahora. ¿Puedes conseguirme ese
reporte?

- Claro que sí. Sólo estoy tomándome una cerveza al terminar el turno, con mi compañero y
otro par más. Caminaré de regreso a la Central, y se lo envío.-

- Te lo agradezco.

Ella continuó escaneando el artículo más un obituario, supuso ella. El Memorial a realizarse
el veintiuno de Septiembre en la ciudad natal de la víctima.

- Computadora, búsqueda de viajes el veinte y veintiuno de Septiembre del 2060, de los si-
guientes nombres.

Ella los dictó, se puso de pie quería café se paseó, y bebió Pepsi.

Ellos le hicieron a Elsi Lee Adderman lo que le hicieron a la mujer del disco. En alguna mo-
mento entre la violación en grupo en Abril, como un aniversario, y Septiembre del 2060, ella
había recordado lo suficiente. Ella había conocido a las otras mujeres.

Grupo de apoyo. Tenía que ser.

310
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Elsi no podía vivir con ello, no podía manejarlo. Ella había optado por el suicidio.

En algún momento entre Septiembre y ahora, el resto de ellas habían planeado una venganza
completa.

Esto encajaba como uno de los guantes forrados de piel que Roarke seguía comprándole a ella.

Pero esto no la ayudaba a encontrar a Betz, encontrar a Easterday.

Tarea completada. El 20 de Septiembre del 2060, Carlee MacKensie, Lydia Su, Charity
Downing viajaron desde el Centro de Transportación de La guardia a Columbus, Ohio, con
viaje de regreso para el 21 de Septiembre del 2060.

- ¿A qué distancia está Crawford, Ohio, desde Columbus?

Trabajando… Crawford está a nueve-punto-seis millas de Columbus, y es una próspera ciu-


dad dormitorio.

- Computadora: Busca el manifiesto de ese vuelo. Dame los nombres de los pasajeros femeni-
nos, entre las edades de cuarenta a cincuenta. Empieza con pasajeros que coincidan con ese
criterio con asientos detrás, en frente, o al lado de cualquiera de los tres sujetos previos. De
ida y vuelta.

Trabajando…

Hermandad de mujeres, pensó ella. Ellas fueron al memorial. Ellas fueron a presentar sus
respetos a una de las suyas para llorarla, y para cementar el juramento de vengarla. Todas
ellas fueron.

Tarea inicial completada.

- En pantalla, una a la vez, nombre y foto de la identificación. Adelante.

Trabajando…………. Marcia Baumberg, cuarenta y dos años.

- No,- dijo Eve cuando salió la foto de la identificación. - Siguiente.

Grace Carter Blake, cuarenta y cuatro años.

- Para. Allí. Te tengo. Investiga a este sujeto, investigación completa. Hijo de puta. Hijo de
puta.

311
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

La pintura y/o el bosquejo de Yancy del recuerdo de la testigo no habían estado muy alejados.
La cara era más delgada, la boca tal vez un poco más ancha. Pero esta era la quinta mujer.

- Computadora, pon en pausa la investigación. Dime cuándo el sujeto actual concurrió a Ya-
le.- Porque ella lo hizo, había una alta probabilidad de que lo hizo. O que tenía alguna co-
nexión.

Grace Carter Blake asistió a la Universidad de Yale desde Septiembre del 2035 hasta Ma-
yo del 2043, incluyendo trabajo de post-grado. El sujeto se graduó con honores de la Facul-
tad de Leyes de Yale.

- ¿Cuándo fue que ellos te llevaron a ese salón, Grace? ¿A ese sótano?

Información insuficiente.

- Sí, por ahora. Continúa con la investigación.

Ella volvió a su escritorio, abrió el correo de Harvo.

Hola, ¡Dallas! Cuarenta y nueve muestras.

Diversión para mí. Voy a quedarme tiempo extra en el laboratorio para jugar. Ya te he
conseguido tres ADN que coinciden—facilito.

La información con las identificaciones están adjuntas. Te enviaré más conforme las con-
siga.

Harvo—RdelP&F

Rápidamente, Eve abrió el informe adjunto. Nuevos nombres, tres mujeres, edades actuales
cincuenta y dos, treinta y cuatro, y veintitrés.

Ella llamó a Harvo.

La pantalla se llenó con lo que parecía un mar de lava activo. Entonces Harvo se volvió hacia
la pantalla, y Eve se dio cuenta que en vez de un exótico desastre natural, eso era el pelo de
Harvo.

- ¡Hola, Dallas! Llamas justo a tiempo. Acabo de encontrar otra más. Estoy haciéndolas en
orden alfabético, y supuse que te las enviaría en grupos.

- Harvo, tu eres mi nueva mejor amiga.

312
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- ¡Genial! Vamos a emborracharnos y a comer un buen filete.

- Luego. Tienes allí uno etiquetado como Grace.

- Déjame ver… sip, tengo dos por Grace una morena, que parece natural a primera vista, y
otra pelirroja que no lo es.

- Estoy buscando una que probablemente es de entre el 2035 y el 2043. Pero si pudieras inves-
tigar a continuación a las dos, me lo envías tan pronto como lo verifiques. Tengo a una Grace
Carter Blake, y quiero verificarlo. Te lo agradecería.

- Lo tienes.- El diminuto aro verde en el punto central de su ceja izquierda centelleó cuando
ella volvió la cabeza para revisar una rara pieza de equipo.

- Y si pudieras revisar el que está marcado como Elsi estoy buscando a Elsi Lee Adderman.-

- Claro que sí, mi mejor amiga,

- Aquellas dos esta noche, si puedes. Y una más podría ser para mañana, ¿pero si puedes
analizar las muestras más antiguas?

- Eso significaría detener algunas de las búsquedas de ADN, pero claro. O puedo tratar de
hacerlo a ojo de buen cubero. Eso no es total, pero ya que soy la Reina del Pelo y la Fibra,
puedo hacer lo del ojo de buen cubero en las del grupo más antiguo que dijiste, como cinco o
seis, y analizarlas.

- Haz lo que haces. Cuando consigas un nombre para la muestra más antigua, lo quiero saber.
¿Necesitas mi peso para cubrir cualquier tiempo extra en esto?

- Diablos, D.- Harvo hizo un círculo en el aire con el dedo, y luego se tocó el corazón. - La
Reina aquí. Dickhead nunca cuestiona a la reina. Ah, oye, me doy cuenta que estas son
víctimas de violación, y no quieren que salga a la luz. Pero si pienso mucho en ello, eso jode
mis habilidades.

- Harvo, hazlo a tu manera. Lo que cuenta es obtener los resultados.

- Los conseguiré, y entonces tú los tendrás.

- Gracias. ¿Cómo llamas a ese pelo, el pelo en tu cabeza?

Harvo sonrió ampliamente. - Mi mayor atractivo.

- Sí, sí. El color.

- Corriente de Lava. ¿Genial, eh?

313
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

- Definitivamente genial. Mantente en contacto.

Hacer la actualización podía esperar, pensó ella, y se llevó con ella lo que quedaba en su lata
para ir a ver a Roarke.

Él le había mostrado su oficina privada y el equipo no registrado cuando empezaban su rela-


ción. Una cuestión de confianza, pensó ella. Y la había añadido a ella a los muy pocos que
podían tener acceso.

Ella puso la palma en la placa de la puerta.

Cuando la puerta se abrió ella lo vio a él con el pelo atado hacia atrás en modo de trabajo, sin
la chaqueta, con las mangas enrolladas hasta los codos detrás de la amplia U negra del centro
de mando con todos sus botones brillantes.

New York también brillaba, mostrándole a ella que había caído la noche, fuera de las grandes
ventanas con pantallas de privacidad.

Él trabajaba con una mano en una pantalla, y el teclado con la otra. Hizo una pausa para mi-
rar en su dirección.

- Te ha vuelto un poco el color. Y tienes una mirada en los ojos que me dice que has tenido
más suerte que yo hasta el momento.

- He conseguido nombres. Las otras dos mujeres de la pintura. Las tengo a ambas. La más
joven se suicidó el otoño pasado y una pequeña investigación me muestra que las otras cuatro
viajaron a un suburbio de Columbus para su memorial. Harvo está trabajando en este mo-
mento para verificar que ellas estaban en el estuche de trofeos de Betz.-

- Diste un buen golpe. Dame el nombre de la que todavía está viva, y veré qué puedo hallar.

- Grace Carter Blake. Ella es una abogada, una abogada de Yale, que dejó un puesto bien pa-
gado en una firma de derecho corporativo, en donde ella estaba en camino de hacerse socia,
cerca de seis años atrás. ¿Y ahora? Ella tiene su propia firma pequeña que se especializa en
representar víctimas de violación y esposas maltratadas, y sirve como la consejera legal para
tres centros de ayuda para víctimas de violaciones.-

- Vaya, sí que has estado ocupada.

- Esto está cayendo en mi regazo en este punto y todavía no hace que yo llegue hasta Betz o
Easterday, o a las mujeres que los quieren muertos. Tengo sus nombres, tengo sus direccio-
nes. Voy a enviar a alguien a la residencia de Blake y a su oficina, pero ella no estará allí. Ella
tuvo una buena vida por un lapso de tiempo, Roarke. Tal vez lo suficiente para poder aho-

314
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

rrar algo, lo suficiente de manera que ella pudiera comprar el tipo de propiedad a donde
podrías llevar a cabo torturas sin tener que preocuparte por la seguridad y los vecinos.

- Me encargaré de eso, pero tú necesitas algo en tu sistema.

- Sí, lo necesito, porque ahora se está acelerando, y me está diciendo que está realmente vacío.
Pero no quiero ningún caldo apestoso. Y tiene que ser algo que pueda comer mientras trabajo.

- No va a ser pizza.-

- Eso no me parece justo. ¿Qué es esto, una prisión? ¿Ni café, ni pizza?

- Estofado de pollo y buñuelos.

Ella quería renegar, pero no había tiempo. - Además… Me gusta el pollo y los buñuelos.-

- Lo sé, y ya lo tenemos para servir. ¿Por qué no te ocupas de ello para los dos mientras yo
empiezo esta siguiente búsqueda?

- Necesito que mis comunicaciones entrantes sean transferidas aquí arriba. Tengo algunas
que están llegando.

Roarke se volvió, tecleando sobre aquellos botones que parecían joyas. - Hecho. Puedes
hacer lo que sea que necesites incluyendo comer en el equipo auxiliar.

Ella hizo la programación para dos, y escogió una botella de vino ella se figuraba que él se lo
había ganado, incluso si ella, por el momento, siguiera tomando agua o cafeína fría. Ya que
estaba en ello, ella colocó el tazón y la copa de vino al lado de él, se volvió hacia su propia
máquina cuando ésta señalo un entrante.

El informe de Reineke, notó ella, y comenzó a leer.

Ellos habían sido minuciosos, notó ella, a pesar de que el suicidio había sido claro y obvio.
Ella leyó declaraciones de los vecinos, de los compañeros de trabajo, de la familia. Y del doc-
tor que había prescrito la ayuda para dormir.

Ella había tenido insomnio. Ella había ido a un terapeuta por sueños turbadores, y a un gru-
po de apoyo porque aquellos sueños habían despertado un temor por los hombres, por el
sexo, por ser violada por demonios.

Ella se unió a la iglesia.

Eve leyó la copia de la nota suicida.

315
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Siento muchísimo el dolor que estoy causando. No soy lo bastante fuerte, no soy lo bastante valiente.
Ya no puedo enfrentar a los demonios, no puedo luchar contra lo que ellos le han hecho a mi mente, a
mi cuerpo, a mi alma. Tengo que hacer que esto pare, y esta es la única forma que yo conozco.

Por favor perdónenme por tomar el camino del cobarde. Yo amo a mi familia, y sé lo que esto les hará
sufrir. Estoy tan agradecida a mis amigas, mis amigas del alma, por todo el apoyo, por el entendimien-
to, por la claridad de visión que ellas me ayudaron a encontrar. Pero la visión es muy dura, muy oscu-
ra, y yo necesito cerrar mis ojos, finalmente, cerrar mis ojos y descansar. Me da paz el saber que puedo.
La tendré.

No sufran mucho o por mucho tiempo porque en verdad yo estoy yendo a un lugar mejor. Permitan
que eso las consuele como me consuela a mí.

Elsi

Ella no había estado preparada para recordar, pensó Eve, de modo que no había estado lista
para sobrevivir.

En un sentido real, aquellos seis hombres la habían matado la noche en que la violaron. Y
aquellos a los que ella pudiera encontrar, iban a pagar. Ella haría de eso el trabajo de su vida,
si fuera necesario.

Ella le envió a Yancy el nombre de la última mujer le confirmó que él había dado en el blanco
con la más joven.

Ella habló con los uniformados que envió a la residencia de Blake, y a su oficina, llamó a Reo
otra vez por órdenes judiciales para entrar y registrar ambas.

Ella comió mientras trabajaba, y su estómago no se le revolvió. Ella ya había terminado con
eso ahora. La siguiente vez que observara esa obscenidad de grabación, ella lo manejaría sin
quebrarse.

Le echó un vistazo a Roarke, pensó lo afortunada que había sido por no haber recordado an-
tes de estar lista, lo afortunada que fue de que él haya estado allí, justo allí, cuando ella lo
había hecho. Ella no hubiese escogido el Lamento de la Tina no era su estilo. Pero había otras
maneras de terminar las cosas. Ella podría haber escogido una sin estar completamente cons-
ciente de lo que había elegido.

De manera que ella se pondría de pie por Elsi Lee Adderson, tal como ella lo haría por los
hombres asesinados que la habían violado.

316
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella abrió otro entrante, uno de los informes absurdamente alegres de Harvo y confirmó a
Grace Carter Blake y a Elsi como víctimas de violación.

Ella se levantó para ir por agua. Roarke, otra más para él, tenía razón. Por ahora ella estaría
mejor sólo con agua.

- Ese eres tú, cabrón,- dijo él con tal satisfacción, que ella se detuvo.

- ¿Cuál cabrón?

- Yo tenía aquí una corta lista de propiedades en el Bronx, y he estado sacando todo tipo de
información de este cabrón Betz. Vamos a darle a él un punto por ser un astuto cabrón, pero
yo soy mejor. He conseguido la dirección de una propiedad bajo el nombre de Elis Frater.

- De dónde diablos sacaste ese nombre ni siquiera se le parece.

- Elis, es un apodo de Yale, al parecer basado en una versión acortada del nombre del funda-
dor. Frater significa hermano en latín. Hice una amplia búsqueda de nombres con hermano y
hermandad, en cualquier lenguaje.

- ¿Me estás jodiendo?- Ella supuso que podría haber pensado en eso eventualmente. - Tú vas
a tener que aguantar el insulto, campeón. Eres lo máximo como policía.

- No en esta vida. El también tiene una cuenta en el extranjero con ese nombre, con una con-
siderable suma de tres punto cuatro millones y sencillo.

- Necesito entrar allí. Debe de haber algo más. Más grabaciones, algo.

- Entonces iremos.

- Necesito la otra información tras la cual estas,

- La búsqueda continuará ejecutándose sin mí. Podemos estar allá y regresar con bastante
rapidez si tomamos el helicóptero.

- El helicóptero.

Él sonrió. - Tú dijiste más temprano que podrías tener necesidad de uno.

- Sí, lo hice.- Dios, ella odiaba volar. - Sí, hagámoslo. Necesito que las comunicaciones que
entren aquí vayan a mi enlace de bolsillo.

El suspiró mientras se ponía de pie. - ¿Acabo de sacarte de la nada a Elis maldito Frater, y
tienes que pedirlo?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

El tenía un punto.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 20

Ella realmente odiaba volar, y pasar como un rayo sobre Manhattan, entre las cimas de los
edificios, pasando rápidamente alrededor de lentos tranvías aéreos no ayudaba a que los
buñuelos se asentaran.

Sólo sería un corto viaje al Bronx, se recordó ella, y se pasó la mayor parte del tiempo con su
enlace.

Peabody estaría un poco cabreada; Peabody amaba volar. Imagínate. Y Eve necesitaba alertar
al Departamento de Policía local de su llegada.

—Reo lo consiguió. Tenemos la orden judicial, y hasta ahora no hay actividad en la residencia
de Betz; la otra. Los policías de Glasgow recogieron a Ethan MacNamee, y actualmente lo
tienen retenido.

—Eso lo mantendrá vivo. ¿Harás que lo traigan de vuelta aquí?

—Maldito si no lo hago regresar hacia aquí. Voy a enviarle esa desagradable grabación a
Escocia, una vez que me ponga en contacto con el comandante.

Debido a que sintió que el helicóptero se estremecía, ella cometió el error de mirar a través del
parabrisas. Las filas de coches en movimiento y las luces le hicieron rodar la cabeza. Mejor
que su estómago, se dijo a sí misma, pero tragó con fuerza.

—Si identificamos la casa de la pintura; y estoy trabajando en ello siguiéndole la pista a través
de viejos registros, buscando la dirección de al menos uno de estos bastardos cuando estaban
en la universidad, puede que queramos usar este maldito helicóptero otra vez.

—Un viaje a la luz de la luna sobre Connecticut. Ah, el romance.

Ella soltó el aire en un siseo cuando él comenzó a descender.

— ¿Dónde vas a aterrizar esta cosa? ¿Por qué no pensé antes en eso? ¿Por qué la maldita cosa
está sacudiéndose tanto? ¡Cristo, odio esto! ¿Dónde estás aterrizando?

—Tan seguro como las casas —Lo dijo mientras luchaba con una violenta ráfaga de viento.

—La gente allana casas todo el tiempo. Las casas se queman. ¿Qué las hace seguras? —
demandó ella—. ¿Dónde vas a poner este tubo volador?

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Sobre la muy práctica azotea del edificio que vamos a visitar —Si el maldito viento no los
estrellaba contra éste primero—. No puedo acercarme más que eso.

No, pero ahora había un montón de edificios enteramente demasiado cerca a ese parabrisas
para su comodidad.

Él aterrizó sobre un conveniente, aunque angosto, techo plano cerca de lo que ella pensó que
debería ser una caseta de mantenimiento. Pero ella no respiró con facilidad hasta que él no
apagó el helicóptero y el motor quedó en silencio.

—Gracias Cristo —Ella se desabrochó el arnés, saltó hacia el reconfortante cemento, y al


viento salvaje—. Acceso al techo —gritó ella, asintiendo hacia una puerta de acero—.
Entramos como si los sospechosos estuvieran dentro. Revisamos, piso por piso. Yo sé que
estás armado.

—Por supuesto que lo estoy. ¿Quieres que abra las cerraduras?

Ella sacó su tarjeta maestra, y encendió su grabadora. —Teniente Eve Dallas, y Roarke,
experto consultor civil, entrando a la residencia de Frederick Betz. Debidamente autorizados.

Ella utilizó su tarjeta maestra, asintió hacia Roarke.

Ellos entraron con rapidez, arriba y abajo.

—Somos de la NYPSD —gritó ella—. Estamos entrando y vamos armados.

Ellos bajaron por una corta escalera a otra puerta, repitieron el procedimiento, y la
advertencia.

Eve sacó su linterna, hizo un barrido con ella y su arma.

—Parece vacía —dijo ella quedamente—, pero lo revisaremos —Ella le hizo un gesto para que
fuera hacia un lado, ella fue hacia el otro.

Había habitaciones llenas de muebles, pero parecían más áreas de almacenamiento que
espacios para vivir. Un cuarto de baño inmaculadamente limpio, y escalones que llevaban
hacia abajo.

—Despejado —gritó ella.

—Y despejado aquí, pero deberías venir a ver esto.

Ella quería bajar, revisar el segundo piso, primero, pero se movió en dirección a la voz de
320
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Roarke.

Y encontró un pequeño laboratorio bien equipado.

—Voy a aventurar que encontraré otra cuenta o dos —dijo Roarke—, ya que al parecer Betz
tiene aquí una pequeña operación con ilegales. Y voy a apostar que él está elaborando drogas
para violación en su tiempo libre.

Ella se dirigió hacia un armario refrigerado con la puerta acristalada, y estudió las
organizadas cajas de ampollas.

—Él tiene dinero familiar, el negocio familiar; aunque mi información es que él no trabaja
mucho. Le gusta apostar a los caballos. De modo que él elabora ilegales para sostener su
hábito, para tener más que guardar. Este es su maldito pasatiempo —dijo Eve y se dio la
vuelta—. Vamos a registrar el resto.

Bajaron al siguiente piso, se separaron otra vez.

Esta vez ella llamó a Roarke.

—Maleta; habitación de invitados. La cama está desarreglada como si alguien se hubiera


estirado allí. Hay una botella de licor, un vaso. —Ella hablaba suavemente mientras abría la
maleta.

Sobre un revoltijo de prendas; un suéter hecho a mano que ella reconoció por el trabajo que
Peabody hacía, había una foto enmarcada de Petra Easterday.

—Easterday —le dijo a Roarke—. Él vino aquí para esconderse. Un hermano tendría acceso a
la casa de su hermano, ¿verdad?

—Él no desempaquetó, o volvió a empaquetar apresuradamente.

—Yo creo que no desempaquetó. Subió la maleta, consiguió una botella, se acostó, y bebió.

—Sintiendo lástima de sí mismo —concluyó Roarke.

—Sí, pobre y triste violador en serie que tuvo un jodido mal día. Vamos abajo. Si lo
arrinconamos, él tratará de huir. Puede que trate de luchar, pero él no va a ser un gran
problema.

Salieron de la habitación hacia las escaleras. Y se detuvieron a medio camino hacia abajo
cuando vieron a Betz.

321
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

El primer piso y su recibidor permanecían a oscuras excepto por el haz de su linterna. Y ésta
iluminó al hombre suspendido de la luz colgante sobre el recibidor del primer piso.

Ella había sabido que las probabilidades de que lo encontrara con vida, eran escasas, de
llevarlo vivo a Interrogatorios y vapulearlo hasta convertirlo en una temblorosa masa por lo
que ella sabía. Pero ella había tenido la esperanza. Había esperado profundamente después
de ver la grabación, a tener su oportunidad con él.

—Y ese es el cuarto de seis —declaró ella—. Ellas no esperaron para ocuparse de él, corrieron
el riesgo y lo trajeron aquí, terminaron con él mucho antes que su marco de tiempo usual.

—Registrar primero. Ellas no están aquí, pero Easterday podría estar.

Ella encontró una mesa caída y cristales rotos en el piso que llevaba hacia la parte trasera de la
casa.

Y entonces vio la sangre; algunas salpicaduras, algunas manchas.

Ella caminó alrededor de ellas, y continuó registrando, vio marcas de arrastre.

—La casa está despejada —le dijo a Roarke—, y ellas se han llevado a Easterday. Parece como
si él hubiera estado aquí abajo, probablemente un poco borracho, cuando ellas llegaron. Tal
vez él supone que su hermano Betz está llegando, y entonces las ve a ellas, trata de huir. Ellas
van tras él, y lo aturden. Él cae, se lleva esa mesa con él, se golpea la cabeza. Ellas lo arrastran
hacia la parte trasera. Apuesto a que ellas querían que él observara. Igual que él observó a
Betz violarlas. Ahora él puede mirar mientras ellas ejecutan a Betz.

Ella enfundó su arma, ordenó encender las luces. —Necesito informar a la policía local lo que
tenemos aquí, pero es nuestro caso. Voy a traer a Peabody después de todo.

—Si sugieres que me vaya de regreso a casa, me vas a hacer enfadar mucho.

—Yo debería, pero no lo haré. Y no quiero que te vayas —admitió ella—. Yo puedo manejar
esto. Lo manejaré. Pero quiero que estés conmigo. Me ayuda el tenerte conmigo.

—Siempre.

—También ayuda el saber eso. Yo creo, a menos que ellas sean estúpidas, y hasta el momento,
no lo son ni un poquito, que ellas saben que no tienen muchas oportunidades de llegar hasta
el último, a MacNamee. Puede que se tomen más tiempo con Easterday. Es posible porque él
es el último que tendrán. De otra forma, él ya está muerto, y ellas están prófugas.

Debido a que él la conocía, le pasó una mano por el pelo. —Si fuera yo, y hubiese llegado tan
322
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

lejos, estuviera así de determinado, sería lo primero. Yo querría... hacer justicia hasta el último.

Ella asintió, sacó su enlace para llamar a su contacto local. —Habla Dallas, Teniente Eve,
NYPSD. Tengo un cuerpo.

Ella contactó con Whitney, dejándole a él que jugara a la política con los jefazos del Bronx, si
fuera necesario, llamó a sus propios barredores, y tuvo una conversación con los dos
detectives locales que llegaron al poco tiempo.

Para cuando Peabody y McNab llegaron; montados en un coche patrulla, ella tenía a la última
víctima en el suelo, y había establecido la hora de la muerte.

–Veinte-quince. Las perdimos por menos de una hora. Ellas tuvieron que sacarle esta
dirección a Betz; o a uno de los otros. Ellas fueron a la ciudad y regresaron por él. Un lapso de
tiempo más corto, mayor fue la paliza.

—Él es el que las drogaba —dijo Roarke.

— ¿Las drogaba?

Eve alzó la mirada hacia Peabody. —Eso está en la grabación de la caja de seguridad. Tenemos
a los seis. Violación en grupo, por turnos; como un evento deportivo. Este de aquí inyectó a la
víctima; la primera del grupo según lo que se ve, con algo que la hizo pasar de gritar, luchar,
y suplicarles que se detuvieran a suplicar por más.

— ¿Ellos la inyectaron? —Bajo el brillante color de su gorra de lana, los ojos verdes de McNab
se volvieron duros y fríos—. ¿Con algo como Puta?

–Algo como eso, este de aquí la elaboraba él mismo. Tiene un laboratorio aquí arriba en
donde ha seguido haciéndolo.

Ella vio algo en el rostro de McNab que la hizo hablar con dureza. -Estamos grabando aquí,
Detective.

Él simplemente se dio la vuelta y se fue a trabajar en la puerta de entrada.

—Al igual que con las víctimas anteriores —Eve continuó—, la víctima tiene un tatuaje
simbólico en la zona de la entrepierna. El Médico Forense determinará si esta víctima fue
aturdida también en esa zona, ya que el daño en dicha zona es bastante severo. Cachiporras
pesadas otra vez, lo más probable. Sin embargo, las otras lesiones son quemaduras que
pueden haber sido causadas por el mismo implemento calentado usado para sodomizar a la
víctima. Otras evidencias de quemaduras y moretones en el torso, las cuales no eran
evidentes en las otras dos víctimas conectadas a ésta. Los moretones faciales son, nuevamente,
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

severos. Los cortes alrededor del cuello y garganta fueron muy probablemente causados por
la misma víctima en un intento por librarse del nudo corredizo. Hay tejido de piel y sangre
debajo de las uñas, en ambas manos.

Ella se frotó el dolor en el centro de la frente, y luego se enderezó. —Embolsar y etiquetar.


Morris ya ha sido notificado. McNab.

Él regresó, con el rostro todavía pétreo. –Señor.

—Necesitaremos todos los electrónicos. El consultor ya ha determinado que el equipo de


seguridad fue forzado, como con los otros incidentes. Ellas se llevaron el disco duro. Pero
quiero que todos los ordenadores sean minuciosamente revisados, y cualquier aparato para
comunicación que encuentres. Hazte traer ayuda.

Ella se volvió, soltó el aire. —Nuestros técnicos tomarán la escena, y la PSD local asegurará la
escena. Peabody, vamos a revisar las pertenencias de Easterday en el segundo piso. Veamos si
hay algo allí que nos guíe al lugar donde lo llevaron.

Cuando ella se fue arriba, Roarke se acercó a McNab.

—No pienses que ella no lo siente, que no hay esa rabia en ella que tú estás sintiendo.

—Yo lo sé. Es sólo... —Él se quitó su gorra, se la metió en uno de sus bolsillos—. Yo vi un
montón de mierda cuando estuve en Anti-Vicio, ¿vale? Y la violación ya es algo bastante malo.
Violación en grupo va más allá. ¿Entonces añades el inyectarle Puta? Como si no fuera
suficiente que la vayas a violar, ¿encima tienes que hacer que ella sea parte de ello? Y eso
puede regresarle a la víctima, ¿sabes? Si le han dado una dosis equivocada o demasiado, ella
puede tener recuerdos recurrentes de manera que ella quiere que cualquiera se lo haga, en ese
mismo instante. Yo vi mucho de eso. Demasiado de eso.

–Al igual que ella —Él le dio a McNab un apretón en el hombro.

McNab se quedó un momento parado como si se estuviera recomponiendo, con la cola rayada
de su gorra colgando por fuera del bolsillo de su brillante abrigo verde. Una luna creciente de
resplandecientes aros adornaban su oreja. El Elvis muerto hacía tiempo, rockeaba en la parte
delantera de su suéter.

Los profundos ojos verdes en su hermoso rostro eran totalmente de policía. —No estoy
diciendo que lo que ellas le hicieron a él estuvo bien. Eso no está bien. Pero es difícil verlo
como algo equivocado. Es más fácil decir que no está bien que decir que está mal.

—Lo es, ¿no es así? Puede que yo no crea esto tanto como Eve, o tu, o Peabody, pero veo el

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

valor de la creencia que mantienes de que preferirías tenerlo vivo, vivo para que pueda sufrir
la humillación y la pérdida de su libertad de por vida, a tenerlo muerto en el piso de esta
forma. Sin importar lo mucho que sufrió primero.

—Hay veces que es más difícil creer que otras, pero sí, yo creo eso. Gracias por recordármelo.

—Es parte del trabajo. Te daré una mano hasta que llegue tu ayuda, o que la teniente me
necesite en algún otro lugar.

_________________

Roarke esperó por ella, ocupándose con los electrónicos. Él sabía que preocuparse por su
estado de ánimo era infructuoso, pero no podía dejar de preocuparse.

Ella no pararía, lo sabía él, sin importar lo que le costara a ella.

Cuando ella bajó; con los ojos inexpresivos como habían estado los de McNab, y las sombras
que los acechaban sólo acentuando su palidez, él tuvo que reprimir el ordenarle que se
tomara un respiro, que descansara un poco. Porque juntos observaron al equipo de la morgue
llevarse el cuerpo embolsado.

—Si Easterday trajo cualquier cosa relevante con él, ellas se lo llevaron. Y el efectivo que yo se
que él sacó de su casa ya no está. Su pasaporte está en la maleta, de manera que él estaba
preparado para desaparecer, también.

Ella se puso a un lado para dejarles espacio a los barredores mientras empezaban su trabajo.

—Está bastante claro, él decidió abandonar; su vida, a su esposa. Mejor eso que enfrentar lo
que se venía.

—Porque, de principio a fin —dijo Roarke—, él es un jodido cobarde.

—Sí. Sí, de principio a fin. Yo presioné los suficientes botones para que él supiera lo que se
venía. Él vino aquí porque supuso que estaría a salvo hasta que pudiera hacer los arreglos
para salir del país. Probablemente tuvo una fiestecita de auto-compasión, como dijiste, con
licor; pobre de mí, tal vez él bajó después de un rato. Conseguir más licor, tal vez algo de
comida.

Ella caminó de vuelta a la sangre, la mesa tirada, los cristales rotos.


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Cuando ellas entran, él no está preparado, y tal vez un poco borracho. Ellas tienen a Betz, lo
están metiendo en la casa. Para eso necesitarían a dos de ellas, por lo menos, pero ellas son
cuatro. Más jóvenes, más rápidas, y bastante determinadas. Bastante fácil atrapar a un tipo de
casi setenta años, uno que ha estado bebiendo. Él trata de escapar, pero ellas se le echan
encima en grupo; ojo por ojo, ¿verdad? Lo que sea que eso signifique. Luchan, tiran la mesa, y
el jarrón de cristal encima de ella se rompe. Él cae con fuerza. Esa es probablemente una
herida en la cabeza; tal vez algunos cortes por el cristal roto, también. Él está mareado o
inconsciente, y ellas se lo llevan.

Ella echó un vistazo hacia donde los barredores trabajaban en la luz y la soga. —Es fácil atarlo,
incluso esperar que recupere la consciencia mientras le ponen la soga al cuello a Betz. Ahora
ellas tienen a dos; y hacen que Easterday observe mientras alzan la luz, mientras el nudo se
aprieta, mientras Betz desgarra su propia garganta, con las piernas pateando, el cuerpo
convulsionando.

Ella respiró hondo. —Y ellas están pensando, 'Tu observabas mientras tus hermanos nos
violaban. Ellos observaban mientras tú nos violabas. Ahora tu vas a observar morir a tu
hermano, y sabes que esto es lo que te vamos a hacer a ti'.

—Ellas podrían haberlo terminado todo aquí —Peabody encorvó los hombros cuando el
resumen de Eve trajo a su mente la escena con demasiada claridad—. Matarlos a ambos, y
desaparecer.

—Ese no es el plan. Easterday tiene que sufrir primero. Ellas tienen cosas que decirle a él,
cosas que hacerle. Él tiene que suplicar, de la manera en que ellas suplicaron. Él tiene que
saber, de la manera que ellas supieron, que sus súplicas no detendrán lo que viene.

—Espérame aquí un segundo.

Ella se acercó al Uniformado Carmichael cuando éste entró.

—Lamento hacerte regresar —empezó ella.

—Así es como funciona esto, Teniente.

—Así es como va a funcionar. Quiero que supervises el puerta-a-puerta. Necesitamos


despertar a toda la jodida cuadra, Carmichael, indaguen cualquier información. Ellas tenían
transporte, lo más probable una furgoneta, de color claro, tirando a nueva. Asegúrate de que
todos los uniformados tengan copias de los bosquejos de Yancy de las sospechosas. Vas a
necesitar coordinar y trabajar con la PSD local.

—No hay problema. Tengo una prima policía aquí. Ya la llamé, y le informé. Ella ayudará a

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

facilitar el camino si es necesario.

—Bien. Deja que los locales aseguren la escena. Pero mantente vigilante. Yo no los conozco a
ellos.

Ella regresó hacia donde estaban Roarke, Peabody y McNab.

—Hemos hecho una primera pasada en los electrónicos —le dijo McNab—. Nada que tenga
que ver con esto. Tengo a un equipo del DDE llevándose todo a la Central. ¿Quieres que me
ocupe de eso?

—No. Vamos a ir a la residencia y oficina de Blake. Tú y Peabody tomarán la oficina, y el civil


y yo la residencia. De esa forma cada una de nosotras tiene un experto en electrónicos. ¿Hay
algún lugar en donde aterrizar el maldito helicóptero cerca de la oficina de Blake?

Como ella habría objetado, quizás físicamente, a una palmada en el trasero, Roarke en cambio
le palmeó el hombro. —Siempre hay un lugar.

—Entonces vosotros volaréis de regreso con nosotros, y luego llegaréis allí desde donde sea
que ese lugar esté.

—Paseo en helicóptero. ¡Guau! —Peabody se encogió de hombros—. Tú tenías que saber que
esto pasaría.

—Reo está trabajando con las órdenes judiciales para los electrónicos. Es más complicado
cuando es una firma de abogados, pero ahora tenemos más que suficiente para conseguirlo.
Hasta que lo hagamos, poned el lugar patas arriba, pero no toquéis los electrónicos o los
archivos.

—Entendido.

—Hemos terminado aquí por ahora —Ella le echó un último vistazo al recibidor—.
Pongámonos en marcha

____________________

En el corto viaje de vuelta a Manhattan, Eve se mantuvo en contacto con Reo a través de
textos en su enlace, leyó lo que pudo sobre las indagaciones de Baxter, Trueheart y Peabody
sobre MacKensie y Downing.

—Lo puedes ver ahora, sabiendo donde mirar. Todas ellas viajan en el mismo vuelo al
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

memorial de Elsi Adderman; de ida y vuelta. Todas ellas hacen contribuciones anuales a un
centro de ayuda para víctimas de violación, no las mismas cantidades, no el mismo centro,
pero todas ellas ponen algo de dinero en donde están sus asuntos. Ninguna de ellas tiene una
relación. Todas excepto Downing fueron a Yale, y ya encontraremos su conexión. Todas
excepto Blake o abandonaron o pasaron por una mala situación durante la universidad. Ella
pasó por una mala situación después, así es como lo veo yo.

—Lipski del centro de apoyo reconoció a Su, Downing, y MacKensie —añadió Peabody.

—Y ahora sabemos que Blake sirvió como consultora legal allí. Si le mostramos a Lipski el
bosquejo de Adderman, ella también lo reconocerá. Ellas tuvieron su convergencia allí, o a
través del grupo de apoyo o antes o después de que los recuerdos aparecieran en sus mentes.

Ella se volvió cuando Roarke aterrizaba en una azotea.

—Esto está a sólo una o dos bloques de la oficina, y a otras dos del apartamento.

—Está bien —Eve salió, recordándose que sólo tenía que volver a subir una vez más.

Ella se volvió hacia Peabody y McNab mientras el viento azotaba alrededor de ellos, y Roarke
eludió la seguridad en la puerta de acceso a la azotea.

—Esperad a la orden judicial antes de tocar los electrónicos. De acuerdo al procedimiento. Sin
importar cómo os sintáis vosotros al respecto, estas mujeres son asesinas en serie, y la última
víctima ya está en sus manos.

—Siento lo de antes —empezó McNab.

— ¿Antes de qué? —dijo Eve, haciéndolo sonreír un poco mientras entraban y empezaban a
bajar las escaleras.

—Si hay algo que encontrar, nosotros lo encontraremos; y enviaremos una señal si o cuando
lo hallemos.

Después de que se separaran, ella se encorvó contra el viento, frotándose los ojos cansados. —
No puedo figurarme si ellas terminaran rápido con él, o se tomarán su tiempo. Ellas no
esperaban encontrarlo como lo hicieron; eso fue un bono para ellas. ¿Lo matarán rápido, o lo
saborearán? Porque si ellas lo acaban rápido, nosotros no vamos a tener tiempo de detenerlas.

—Si hacerlo rápido era la meta, habrías encontrado su cuerpo con el Betz.

—Sí, me digo eso a mí misma, y luego pienso; ¿en el lugar de ellas? Yo empezaría a calcular
cuánto tiempo, cuánto riesgo. Si ellas quieren salir bien libradas, tienen que hacerlo y
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

desaparecer.

— ¿Has considerado que a ellas no les importa escapar?

—Sí. Sí, lo he pensado. Y ese es un problema mayor.

Ella estudió el edificio mientras se aproximaban. Nada elegante, pero sólido. No había
portero, sino lo que parecía una seguridad decente desde su punto de vista. Un restaurante
Thai y una zapatería al nivel de la calle.

Eve se acercó a la puerta de los apartamentos, dejó que Roarke abriera los cerrojos. Luego
encendió su grabadora.

—Hasta que la orden judicial modificada llegue, esto es sólo registro. A menos, por supuesto,
que ella esté aquí comiendo patatas fritas de soja y viendo la pantalla.

Ella ignoró el escuálido elevador y tomó las escaleras. —Ella está en el cuarto piso.

—Lo sé.

—Ella va a ser la que tiene el segundo lugar; la cámara de tortura. No aquí; esto no está
preparado para eso, pero ella tendrá algo. Tenemos que indagar con más profundidad ahí.
Ninguna de las otras tiene suficiente dinero para comprar o alquilar otra propiedad. Yo no
pude encontrar nada que indicara que alguna de ellas heredara un lugar; o suficiente dinero
para comprar o alquilar.

El hueco de la escalera estaba limpio y bien iluminado, pensó ella. Y era un edificio bastante
silencioso. No era completamente a prueba de ruidos, ya que captó el murmullo de voces
desde dentro de un apartamento en el segundo piso. Y el ritmo de fondo de una fiesta cuando
ellos subieron al tercer piso.

En el cuarto, ella tocó la puerta de Blake sin perder tiempo. Le dio un minuto, y volvió a tocar,
añadiendo: —Grace Carter Blake, es la policía.

Eso resultó en que la puerta de enfrente se abriera un poquito.

—Ella no está en casa.

Eve se giró, estudió el rostro oscuro que apenas se veía por la ranura, el suspicaz ojo oscuro.
Ella levantó su placa.

— ¿Sabe usted en dónde está?

329
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Nop, pero ella no ha estado en casa en todo el día. Tampoco pienso que haya estado en casa
anoche. Tal vez se fue de viaje.

—Un viaje.

—Tenía algunas maletas ayer; y se llevó algunas cosas hace un par de días. Tal vez tres. La
Srta. Kolo dijo que había cerrado su oficina. Ella está en el segundo piso, y dijo que la oficina
había estado cerrada ayer. Hoy también. ¿Ella tiene problemas?

—Necesito hablar con ella.

—Bueno, ella no ha estado mucho aquí durante las últimas dos semanas.

Eve sacó los bosquejos. — ¿Qué me dice de cualquiera de estas mujeres?

El ojo oscuro se entrecerró, y la puerta se abrió otra fracción. —La vi a ella con esa de allí —
Un huesudo dedo salió por la ranura para señalar a Su.

— ¿Aquí?

—Nop, en el mercado. Ginaro's. Un par de puertas abajo.

— ¿Cuándo?

—No lo sé, tal vez la semana pasada. Probablemente la semana pasada porque yo estaba
haciendo mis compras, y tengo que volver a hacerlas mañana. Ellas estaban comprando un
montón de frutas y verduras y cosas así, pero ellas no las trajeron aquí porque lo que ellas
hicieron fue llevarlas calle abajo y a la vuelta de la esquina.

— ¿Ellas caminaron a la esquina hacia el sur, y luego... al oeste?

—Eso es. Si ella tenía problemas, no dijo nada al respecto. Se lo guarda para sí misma.
Tampoco celebra fiestas como el grupo de abajo. Puedo oírlos aullando y riendo justo a través
del piso.

—Srta. …

—Jackson.

—Srta. Jackson, tengo una orden judicial para registrar la residencia de la Srta. Blake.
Nosotros vamos a entrar ahora. Si usted quiere, puede verificarlo contactando con Despacho
en la Comisaría Central.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Usted tiene la placa —dijo ella—. Yo también sé ocuparme sólo de mis asuntos —Diciendo
eso, ella cerró la puerta.

Eve usó su tarjeta maestra, eludió las tres cerraduras; una estándar, dos adicionales de las
utilizadas por la policía.

—Ella necesitaba sentirse segura cuando estaba dentro —murmuró Eve—. Es la policía —
repitió ella—. Estamos entrando.

Como era habitual, ella desenfundó su arma, hizo un barrido con ella mientras Roarke
ordenaba las luces.

Modesto, fue el primer pensamiento de Eve. Sencillo con unas pocas piezas bonitas
incluyendo un sofá de cuero que ella apostaba que Blake compró en sus días como
corporativa.

Pero sí, ella se había llevado algunas cosas.

—Se llevó la pintura que estaba en esa pared de allí; puedes ver la variación en el tono de la
pintura, y el gancho todavía está allí. Apuesto cinco a uno que era una de las de Downing.
Debería de haber una mesa por allí, ¿verdad? ¿Para qué tener una silla allí sin una mesa?
Nada en donde poner tu copa, y no hay luz.

—Es más fácil para una mujer sacar una mesa que una silla.

—Sí, lo es. No hay fotos, ni una buena pantalla de pared, ni desorden. Vamos a registrarlo.

Ellos se separaron, con Eve tomando el dormitorio y el baño fuera de la sala de estar.

Ellos se movían sistemáticamente: área de la cocina, un cuarto más chico usado como una
oficina; que ahora estaba sin ordenador o enlace.

—Ella se llevo ropa —dijo Eve mientras enfundaba su arma—. Puedes ver espacios en el
armario. Prácticamente dejó vacío el baño; nada de útiles de aseo o maquillaje.

Distraídamente ella abrió el cajón de la mesa de noche. —Vacío.

Roarke repitió el proceso en el otro lado de la amplia cama con su simple cubrecama blanco.

—Lo mismo. Y el Auto Chef de la cocina está también igual. Ni siquiera una rosquita.

—Ella ha tenido tiempo de planear, y un lugar adonde llevar lo que quería con anticipación.
De modo que cuando ella se marchó, se llevó lo que sea que había quedado que se adecuaba.
331
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Va a ser lo mismo en su oficina. Ella se habrá llevado todos los electrónicos. No ha corrido
riesgos. Vamos a registrarla, pero da la impresión de que ella se tomó su tiempo, lo pensó
muy bien. Cuando haces eso, tú no cometes errores.

—Si ella tiene otro lugar, nosotros lo hallaremos.

Eve asintió, y comenzó el registro.

La orden judicial para los electrónicos llegó, para lo que sirvió. Cuando ellos se marcharon,
caminaron hacia el sur, y dieron la vuelta al oeste en la esquina.

—Hay un aparcamiento hacia allí. Y no del tipo que vaya a mantener la cinta de vigilancia por
una maldita semana. Lo comprobaremos de todos modos.

Callejones sin salida, pensó ella, uno tras otro, y conectó con Peabody.

No había electrónicos en las oficinas. Ni archivos.

—Iros a casa —ordenó Eve—. Dormid algo. Haz que McNab programe una búsqueda en el
vehículo de Su. Que use variaciones de todos los nombres para ello, de las cinco mujeres. Que
use variaciones de todos los nombres de su familia. Que ponga una alerta para cualquier cosa
que aparezca, y contacten conmigo si consiguen una.

—No estoy jugando a ser mamá —Roarke le pasó un brazo por los hombros mientras volvían
caminando—. Pero es algo razonable decir que necesitas dormir un poco.

—Lo que yo quiero es café, y algo que pueda retorcer para atravesar uno de estos callejones
sin salida. Tal vez hayamos conseguido algo en las búsquedas programadas mientras hemos
estado en el campo.

—Lo he comprobado. Nada todavía. Algunas toman más tiempo que otras.

Ella no tenía tiempo. Easterday no tenía tiempo.

_______________

En el helicóptero, ella cerró los ojos. Si ella pudiera despejar su mente, pensó, tal vez algo
podría aparecer, algo que se le había escapado o que había pasado por alto.

332
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Lo siguiente que supo fue que Roarke estaba desenganchando su arnés.

—Me dormí por un minuto.

—Debido a que por más que quieras seguir con esto, tu sistema necesita dormir. Así como lo
harán ellas —le recordó él mientras le deslizaba un brazo alrededor de la cintura.

—Ellas pueden hacer turnos. Pero sí, ellas necesitan dormir, comer, conversar.

Se sentía como si estuviera caminando a través del agua, llegando a la puerta, entrando al
calor.

—Ellas no lo matarán esta noche. Yo debería haber entendido eso. Tú tenías razón. Rápido
significaría que ellas lo habrían hecho y lo habrían dejado con Betz. Ellas se lo llevaron
adonde querían tenerlo, y ellas necesitan dormir, hablar, para hacer que él pague. El asesinato
es la parte fácil. Hacerlo pagar toma su tiempo.

Él la guió hacia el ascensor en vez de las escaleras, y fueron directamente al dormitorio.

— ¿Tomarías un calmante para mi paz mental?

—No he tomado café desde hace horas. Estoy lo bastante calmada. Entiendo que necesito
dormir o tendría que tomar un estimulante, y no quiero un estimulante. Voy a dormir hasta
las cinco a.m. ¿Dónde está el gato?

—Sospecho que con Summerset, ya que nosotros estábamos entre los desaparecidos. ¿Lo
quieres?

Ella lo quería, tontamente, pero no lo suficiente como para enviar a Roarke a traerlo.

—Sólo preguntaba.

Ella se desvistió, todavía con esa sensación de estar bajo el agua. ¿Cuánto tiempo había estado
levantada? No podía calcularlo; no importaba. Ahora se dormiría y empezaría otra vez antes
del amanecer. Era todo lo que podía hacer.

Se deslizó dentro de la cama, lista, dispuesta a dormir, pero en el momento en que cerró los
ojos, incluso con los brazos de Roarke a su alrededor, la grabación de la violación en grupo
comenzó a reproducirse en su mente.

—Stevenson; Billy… no pudo vivir con ello, de manera que se suicidó.

—Calla ahora. Déjalo a un lado.


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Yo sigo viendo los ojos de ella, el terror en ellos —Ella se giró, presionó la cara contra su
hombro—. Y ese momento cuando el terror es tan grande, que tienes que escaparte. Ir a tu
interior, ir a algún otro lado. Yo sé lo que es cuando es demasiado grande para soportarlo.
Cuando el dolor y el terror y el saber que no puedes detenerlo es demasiado para soportarlo.
Y ellos simplemente... devoraron ese terror. Ellos lo querían. Ellos lo querían de manera que
siguieron haciéndolo y encontraron otras, de manera que pudieran retomar su maldita
juventud. Es así, ¿verdad? Como ir a una reunión y recordar cuando eras el as de la cancha o
el rey del maldito campus.

—No hay lógica o razón para ello, querida. No hay humanidad en eso.

Él era tan cálido, tan sólido, con su mano acariciándole la espalda como para hacer que los
oscuros pensamientos desaparecieran. Ella podía sentir cómo empezaba a temblar
interiormente, sentir acercarse las furiosas lágrimas que nada resolvían.

Dios. Dios. Ella no quería volver a quebrarse.

De manera que alzó el rostro. —Muéstrame, ¿quieres? Hazme recordar lo que tiene que ser.
Como siempre debería ser.

—Estás tan cansada —murmuró él.

—Sé mi tranquilizante —Ella volvió a alzar el rostro, le besó los labios—. Yo seré tuya.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 21

Ella era de él, y el milagro de pertenecerle nunca fallaba en traer algo de luz a la oscuridad.

Ella sabía lo que este acto físico podía significar cuando era motivado por la violencia, por la
búsqueda del poder, cuando era motivado por la necesidad, por la pasión y la lujuria. Y ella
sabía, por él, lo que significaba cuando era motivado por el amor.

Eso la había salvado.

Él era suave con ella y ella con él, sabiendo que ambos necesitaban la suavidad. Besos largos y
silenciosos, como bálsamo para una herida, un consuelo total para cuidar de las almas
maltratadas y sangrantes.

De manera que la sensación de estar bajo el agua por la fatiga se convirtió en una especie de
soñadora maravilla. Él podía dar, ella podía dar, y juntos ellos hallarían consuelo.

Sus manos pacientes le calentaban la piel en donde el frío estaba enterrado tan
profundamente que ella nunca lo hubiera alcanzado. Sus labios le decían sin palabras que ella
era amada; que era atesorada.

Luego las palabras, aquellos murmullos en irlandés, como una suave caricia sobre el terrible
dolor.

Ella se las devolvió a él, corriendo sus dedos a través de ese cabello sedoso, junto con aquellos
hombros fuertes. Para tocar, sólo para tocar, el milagro en su vida.

Mantenida caliente y abrazada en la oscuridad, ella sintió que esa soñadora maravilla
comenzaba a elevarse gradualmente hacia una soñadora excitación.

Ella lo dejó ir; él supo el momento en que ella lo hizo, el instante en que la abandonaron esos
oscuros pensamientos. Y sólo ellos dos quedaron en el corazón de ella, en su mente.

Con ella abrazada a su alrededor, ofreciendo, pidiendo, él pudo dejarlo ir. Sólo ella, sólo esto.
Sólo amor.

Sólo amor, con el corazón de ella latiendo pesadamente bajo sus labios, con su cuerpo largo y
delgado moviéndose. Y sus manos, tan fuertes, tan seguras, deslizándose sobre él.

Ella era una guerrera, siempre lo sería. Pero incluso una guerrera necesitaba ser cuidada.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Él se deslizó dentro de ella, suavemente, todavía con suavidad, llenándola mientras le


murmuraba las palabras que latían en su propio corazón. Ellos se movieron lentamente,
montando olas largas y dulces.

Cuando aquellas olas se rompieron, ellos se relajaron en una belleza y una devoción que
ninguno había conocido con nadie más.

— ¿Puedes dormir ahora?

Ella soltó un largo suspiro. —Creo que sí. Pero... sigamos abrazados un rato. ¿Vale?

—Nos sostendremos, tú y yo.

Una vez más él la sintió soltarse, esta vez quedándose dormida. Él yació en silencio por un
rato, asegurándose que ella dormía sin que la oscuridad la persiguiera. Luego él se permitió
seguirla, todavía abrazándola.

_________________

Ella despertó en la oscuridad, con el corazón latiéndole con fuerza. Alguien estaba gritando, y
ella temía que fuera ella.

—Está bien. Todo está bien ahora —Él la abrazó, maldiciendo todo el rato—. Es sólo la alarma.

—Son las; ¿qué?... ¿Son las cinco?

—No, todavía no son ni siquiera las cuatro. Es la alarma que programé en las búsquedas. Sólo
dame un momento, déjame ver de qué diablos se trata.

—Conseguiste algo. Encender luces, veinte por ciento. Conseguiste algo.

—Déjame ir a ver, ¿te parece?

El tierno amante de la noche había desaparecido, y en su lugar estaba un hombre muy


enfadado y muy cansado. Él agarró el ordenador portátil que había colocado en la mesa de
noche, y lo miró ceñudo.

—Trae café —espetó él—, para ambos. No voy a tratar con esto sin tomar café primero. Y sí,
conseguimos algo. Déjame comprobarlo en esta maldita cosa para asegurarme si vale la pena
el haber sido despertados.

336
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella no discutió. Quería hacerlo, pero quería más el café. Y era tan raro verlo cansado y
malhumorado, que ella le daría ese maldito minuto antes de presionar.

—Aquí está, aquí está. Oh, ésta es astuta, y apostaría que tuvo algo de ayuda con esto. Pero
aquí está.

— ¿Qué? Di qué es o voy y tiro el maldito café.

—Una dirección. Dame ese jodido café —Él lo tomó, bebió la mitad de la taza, caliente y
negro—. Una dirección, si no estoy equivocado, no está a más de un par de calles de la
Central. Necesito ese café y una maldita ducha; y no una hirviendo. El helicóptero todavía
está afuera, y podemos estar allí en minutos.

—Necesito prepararlo.

—Haz lo que necesites hacer. Yo voy a ducharme, con agua lo bastante fría para despejarme la
mente.

—Dame esa cosa —Ella le arrancó el ordenador portátil—. Ve.

Ella leyó la dirección; él tenía razón. Tan cerca a la Central que un policía con un brazo
decente podía arrojar una piedra a través de la ventana.

Ella empezó a llamar a Peabody, recordó que ella estaba desnuda, bloqueó el video.

—Peabody —llegó la respuesta amortiguada y mascullada.

—Tenemos una dirección. Ve a la Central. Estaré allí dentro de quince. Llama a Baxter. Los
quiero a él y a Trueheart. Y al uniformado Carmichael. ¿Lo estás entendiendo?

—Sí. Entendido. Entendido.

—Trae a McNab si quiere entrar; y Carmichael necesita llamar a otros tres uniformados.
Muévete ya, Peabody.

—Estoy levantada. Me estoy moviendo. Haré las llamadas.

Eve cortó; ella lidiaría con el resto en el camino. Pero por ahora, ella entró corriendo al baño, y
preparándose, entró en la ducha.

Esta vez el grito que ella oyó fue el suyo. —Oh, maldito infierno, está helada.

—Está programado para treinta y tres grados, precisamente.

337
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Debido a que él sonaba como él mismo, y divertido además, ella le soltó un gruñido. —Largo
de aquí, porque va a subir a treinta y ocho. Estoy fuera en dos minutos.

Él la dejó a lo suyo, agarró una toalla, oyó su sentido gemido de alivio después de ordenar los
chorros de agua a 38 grados.

Después de dos minutos justos, ella entró disparada al dormitorio, seca pero todavía desnuda,
y entonces se zambulló en su armario.

Para cuando ella salió de allí, llevando puestos unos pantalones, él ya estaba usando los suyos,
y un suéter negro; y se estaba deslizando un arma en la funda del tobillo.

—Yo no quiero ver esa arma a menos que alguien te esté apuntando con una.

Ella se puso un suéter negro; uno que había cogido al azar en lugar de pensarlo, se puso el
arnés de su arma. Ella también se puso un arma en el tobillo y luego se puso las botas.

—Necesito planos, esquemáticos del edificio para armar la operación. Necesitamos movernos
deprisa.

—Puedo acceder a ellos o pilotar el helicóptero. ¿Qué te gustaría a ti?

—Mierda. Indícame cómo acceder; la forma rápida —Ella cogió su abrigo, le arrojó a él el
suyo—. Abrigos mágicos, amigo. Ellas van a estar armadas, y no van a estar contentas.

Para ahorrar tiempo, ella se giró hacia el elevador.

— ¿A cuántos estás reclutando? —le preguntó él.

—Peabody, McNab, Baxter, Trueheart, el uniformado Carmichael, y tres uniformados que él


seleccione. Puedo pedir más, pero necesito ver el edificio, tener una idea de él. Vamos a poner
ojos y oídos en él: tú puedes ayudar en eso. No quiero traer a Feeney.

—Él querría que lo hicieras, y se cabreará con razón si no lo haces.

—Mierda —Ella sacó su comunicador mientras salía corriendo por la puerta principal. No el
enlace; el comunicador, era más oficial. Si Feeney dormía cuando llegaba la señal, eso no era
culpa de ella.

Ella lo hizo rápido, dejó la comunicación de voz, cortó mientras se subía al maldito
helicóptero.

—A esta hora del día casi podríamos conducir hasta allá igual de rápido.
338
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Está aquí, está listo.

Él se elevó a una velocidad que hizo que su estómago se quedara al nivel del piso y
lloriqueando. Pero ella apretó los dientes, y contactó al oficial de turno para informarle que
ella estaba llegando por el aire, y con un civil. Su comunicador sonó señalando una llamada
entrante antes de que terminara.

Feeney dejó su propio mensaje.

En camino.

— ¿Cómo accedo a los planos?

Mientras pasaba disparado sobre los edificios, Roarke le dio instrucciones paso a paso en los
términos más simples que podía manejar.

—Eso no suena exactamente legal.

—Es una zona gris.

Ella gruñó, siguió los pasos hasta que estuvo mirando el plano de un edificio de dos pisos,
con un sótano completo.

—Allí es en donde lo tienen —murmuró ella, y comenzó a estudiar la salida, el acceso, y a


idear su operación.

Él aterrizó con algunos rebotes sobre el helipuerto, y ella saltó hacia el viento furioso y helado.
Ella los hizo pasar a ambos al interior con su placa, y entró de un salto al ascensor.

—Puertas al frente, detrás, al costado. Edificio en esquina. Propiedad de primera. Hay un


sótano, y mi dinero dice que es allí en donde ellas tienen el cuarto de tortura instalado. No
hay acceso al sótano desde el exterior, de modo que tenemos que entrar desde arriba.

—Ellas te oirán llegar.

—Tal vez, pero si yo tuviera un cuarto de tortura; no lo tengo, ¿verdad?

—No. Quizás Charmaine puede diseñarte uno.

—Ja ja. Si yo tuviera un cuarto de tortura, éste sería completamente a prueba de ruido —Ella
salió de un salto en su nivel—. Voy a confiscar una sala de conferencias. ¿Quieres ser un héroe?

— ¿El tuyo, querida? Todos los días.

339
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Ja. Ayúdame a transferir el tablero desde mi oficina. Y programa una garrafa de café
verdadero. Necesito tener los planos, los esquemáticos en pantalla de manera que pueda
verlos realmente. Peabody debería llegar bastante rápido, pero no lo suficientemente rápido.

— ¿Acaso tu sala de conferencias no tiene un tablero electrónico?

—Odio esas cosas —Ella soltó el aliento en un siseo—. Pero bueno, es más rápido.

—Ah, la tecnología —Esta vez él si le dio una palmada en el trasero—. Tú programa la garrafa
de café, y yo transferiré tu información. Después tú puedes programarlo como quieras. ¿Qué
sala?

Ella abrió una puerta, la vio vacía. —Esta.

En su oficina ella programó el Auto Chef mientras Roarke se sentaba ante su escritorio. Ya que
en realidad ella no tenía una garrafa, hizo un cálculo, y entonces programó tres cafeteras
grandes. Esto los debería mantener activos.

—Con o sin tablero electrónico —masculló ella, metiendo los bosquejos de Yancy en un
archivo.

—Voy a comenzar a armar las cosas. Tal vez tú puedas traer el resto del café —Ella salió sin
esperar su respuesta. En la sala de conferencias, ella miró ceñuda la computadora. —Activar
tablero electrónico.

Usted no está registrada para esta sala y este equipo en este momento.

—Muérdeme. Teniente Eve Dallas. Regístralo, maldita sea.

El uso de groserías no es…

—Te golpearé con un martillo hasta matarte, y luego pisotearé lo que quede hasta convertirlo
en polvo. Quemaré el polvo. Registra esta sala y este equipo en este maldito momento para la
Teniente Eve Dallas —Ella puso de un manotazo su placa sobre el lector—. Escanea esto.
Hazlo. O te juro que estarás en el reciclador en menos de dos minutos.

Identificación escaneada y verificada. Esta sala y este equipo están registrados para la
Teniente Eve Dallas.

—Demonios que sí. Activa el jodido tablero electrónico.

340
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

El tablero ahora está activado. Las groserías están en contra de las regulaciones, y
deben de ser reportadas.

—Esta vez que te jodan. Y pon en el tablero toda la información que está siendo transferida en
este momento desde el ordenador de mi oficina.

Las imágenes parpadearon. Ignorando el zumbido del ordenador que le informaba sobre las
regulaciones, y las violaciones en las que había incurrido, ella comenzó a arreglar las
imágenes en la forma en que las necesitaba.

—Activa pantalla de pared —Ella miró ceñuda su ordenador portátil, al ordenador, a la


pantalla, y empezó la engorrosa; para ella, transferencia cuando Roarke entró con dos
cafeteras grandes—. Guarda la placa madre de este ordenador y transfiere los planos a la
pantalla de pared. Yo te serviré el café.

Ella apenas acababa de levantar la cafetera cuando ya estaba hecho; así que ella le entregó la
cafetera a él.

—Yo tengo que ver esto.

Él sirvió el café para ambos mientras ella se acercó más a la pantalla, se metió las manos en los
bolsillos del abrigo que todavía tenía que quitarse, y se quedó en silencio.

Como un general, pensó él, estudiando el campo de batalla. Él no dijo nada, sólo le entregó la
taza de café, hasta que ella finalmente asintió.

—Muy bien —dijo ella, volviéndose justo cuando escuchó las fuertes pisadas de las botas de
Peabody, y pasos saltarines de McNab.

Los dos se veían un poco ojerosos, notó Eve, pero olfateaban el aire como sabuesos en una
cacería.

— ¿Es ese el olor del café de verdad? —preguntó Peabody.

—Serviros un poco. Este es el edificio. Está a dos calles de aquí.

—Hijo de puta —McNab ladeó la cabeza, actualmente cubierta por otra gorra con rayas
verdes y azules. — ¿Cómo diste con ella?

—Facturas de servicios —dijo Roarke—. ¿La propiedad en sí misma? La titularidad está


escondida detrás de dos compañías fantasmas conectadas, y bajo eso, resulta que está
transferida a la bisabuela de Grace Blake; y ellas utilizaron el nombre de soltera de la mujer. Y
la transferencia está en fideicomiso, ya que la mujer está fallecida. Y el fideicomiso…
341
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Explícalo después —ordenó Eve.

—Bueno, es una buena treta y vale la pena contarlo, pero por ahora, fueron los pagos por la
calefacción y etc. etc. Todavía no está a su nombre, o lo habría encontrado antes, pero otra vez,
la bisabuela; una tal Elizabeth Haversham; Pawter de soltera, y los servicios estaban bajo una
cuenta a nombre de Beth Pawter, de modo que costó un poco de trabajo el conectarlos.

Él miró a Eve, quién nuevamente estaba estudiando la pantalla. —Ella tiene una cuenta con
ese nombre, si es que te interesa, con una firma de corredores en Iowa, en donde vivía
Elizabeth Pawter Haversham. Está bien provista de fondos, esa cuenta, aún cuando el costo
del edificio y sus gastos salen de allí. Hasta hace un año, la fallecida Sra. Pawter alquilaba ese
edificio por un buen ingreso constante.

—Porque ella empezó a planear cómo quería utilizarlo —dijo Eve, aún estudiando la
pantalla—. Ella conoció al menos a una de las otras, descubrieron su mutua historia, y esto
comenzó.

El Uniformado Carmichael fue el siguiente en llegar, con otros tres. A continuación llegaron
Baxter y Trueheart.

Mientras ellos daban cuenta del café, Feeney entró a la sala.

—Será mejor que haya quedado algo de eso —Él se apropió de la taza que McNab acababa de
llenar en caso de que no hubiera—. ¿Ese es el objetivo?

—Ese es el objetivo, y así es como lo vamos a tomar.

Esto funcionaría, pensó Eve, mientras repasaba la coordinación del tiempo, las contingencias.
Y si caían sobre el objetivo antes del amanecer, tomarían a las mujeres por sorpresa; y
probablemente no preparadas

Ella frunció el ceño cuando notó que Roarke salía de la sala mientras ella repasaba las
posiciones con Baxter y Trueheart. Cuando ella volvió a mirar, él entraba cargando una pila
de cajas de pastelería.

Todos los policías en la sala captaron el aroma de la levadura y el azúcar.

Ella debería haberlo sabido.

—Los donuts pueden ser un cliché, pero hacen el trabajo, ¿no es así? —Roarke colocó las cajas
en la mesa de conferencias—. Así como lo harán todos ustedes.

Él le lanzó una rápida sonrisa a Eve mientras las manos se disparaban y cogían las rellenas de
342
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

mermelada o buñuelos, los de hojaldre o los glaseados de miel.

—Denles curso y equípense. Feeney, el rey de los donuts va contigo. Peabody, Baxter,
Trueheart, conmigo. Uniformado Carmichael, lleva a tus hombres a la pre-operación.
Entramos en silencio.

Ella le dio a Roarke una mirada larga e inexpresiva cuando él le ofreció un donut.

—Crema Bávara; con confites. Alégrate de que la avena hubiera tomado demasiado tiempo, y
no puede comerse en el camino.

Allí estaba eso. Ella tomó el donut y siguió sus propias órdenes. Le dio curso al donut, y se
puso el equipo.

___________

Nueva York raramente estaba silencioso, pero apenas pasadas las cinco de la mañana, no
había actividad en las calles. A los trabajadores del turno nocturno todavía les faltaba tiempo
para fichar, y los del turno diurno estaban abrazando sus almohadas. Los Acompañantes
Licenciados callejeros ya se habrían retirado, y aquellos que estaban más arriba en la cadena
alimenticia dormían en sus propias camas o en la del cliente; dependiendo del programa de
pago.

Las tiendas estaban a oscuras, e incluso las 24/7 estaban adormiladas.

Bloquear con barricadas una cuadra alrededor de un edificio en particular podía ser hecho
rápida y silenciosamente, y apenas causaba una onda en el aire glacial.

Y ese edificio contenía oscuridad.

Ella había considerado cuidadosamente la coordinación del tiempo, las posiciones, los
equipos. Y ahora, el equipo se movía a través de la oscuridad, silenciosos como sombras.

Baxter y Trueheart en la puerta lateral, McNab y Peabody en la del frente. Y ella tomó la
trasera; la más cercana al sótano, y a su corazonada, con Roarke.

Ella oyó la voz de Feeney en su audífono. —Adelante con los ojos y oídos.

Al lado de ella Roarke comenzó a trabajar con su portátil, y McNab comunicó que hacía lo
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

mismo. Ella ignoró la jerga electrónica mientras los tres se comunicaban, y sólo pensaba:

Muéstrenme en dónde están. Sólo muéstrenme.

—Tienes tus fuentes de calor llegando.

Eve entrecerró los ojos, ya que estaba condenadamente segura de que Feeney tenía la boca
llena de donuts mientras coordinaba.

—Dos en el segundo piso, tres en el nivel del sótano. ¿Las tienes?

—Las tengo —contestó Roarke mientras que McNab daba un afirmativo.

Roarke introdujo un alambre del grosor de un pelo por debajo de la puerta, hizo algo de
magia con su portátil. —Silencio en este frente.

—Y aquí —respondió McNab—. Estoy captando movimiento en el nivel del sótano.

—Entendido —dijo Feeney—. Hay un sujeto de pie, ahora está de cara a otro. El tercero en ese
nivel se mueve hacia el este. Ahora se ha parado.

—Están tomando turnos —asintió Eve—. Dos arriba tomándose un descanso. Dos abajo
trabajando en Easterday. Él todavía está vivo. Peabody, McNab, suban por las escaleras
cuando yo dé la señal. Baxter, Trueheart, entren y sepárense como lo planeamos. ¿Carmichael?

—En posición, señor.

Ella le asintió a Roarke. Él empezó a trabajar con los cerrojos, rápidamente, con precisión, y
con la alarma que se conectaba a ellos.

Los otros equipos usarían arietes; rápidos y ruidosos.

Pero ella entraría al sótano antes de que las sospechosas fueran alertadas.

—Estamos despejados aquí —le dijo Roarke.

—Estamos entrando. Mantengan sus posiciones.

Cuando Roarke abrió la puerta, ella entró por lo bajo, barriendo con su arma y linterna.

Una cocina amplia, registró ella. Vacía y oscura. Y la puerta del sótano justo adelante; cerrada.

—Estamos dentro. Feeney.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—No hay movimiento en el segundo piso. Tres en un grupo, en el nivel del sótano, en el
centro del salón principal. Estás parada sobre ellos.

Ella se movió hacia la puerta, giró lentamente el pomo. Cuando ella abrió la puerta, ella
escuchó los gritos, los sollozos, las voces.

—Todos los equipos, adelante. Entren. Entren.

Ella bajó, encabezando con su arma mientras los alaridos de Easterday cortaban el aire.

Sus brazos estaban colgados de un gancho y una polea en el techo. Su cuerpo estaba cubierto
de moretones, quemaduras, sudor, sangre.

Charity Downing, vestida con una camiseta y pantalones cortos de deporte, sostenía una
pesada cachiporra. Lydia Su, enseñando los dientes, gritaba, — ¡Más fuerte! Haz que lo sienta.

— ¡Policía! Manos arriba. Ahora. ¡Ahora!

Mientras Eve daba la orden, los estruendos venían de arriba, y los nuevos chillidos de la
alarma.

A diferencia de escaleras arriba, las luces del sótano brillaban a toda potencia. En ellas Su giró,
usando el cuerpo de Easterday como un escudo.

— ¡No hemos terminado! ¡No hemos terminado!

Eve esquivó la violenta corriente del aturdidor, disparando a su vez una corriente de baja
potencia, mientras saltaba el resto de los escalones.

—Han terminado. Están rodeadas. Se acabó.

—No —Llorando, Su giró el aturdidor hacia Easterday, dejando a Eve sin elección.

Eve le disparó a Su, incluso mientras Downing dejó caer la cachiporra con un ruido
escalofriante, ella alzó las manos.

—Por favor no. Por favor. No le haga daño. Lydia. Lydia.

Downing cayó de rodillas, y tomó a Su en sus brazos. —Para, para. Recuerda lo que Grace nos
dijo.

Con la mirada imprecisa por el disparo del aturdidor, Lydia se estremeció. —No está hecho.

345
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¡Necesitamos a los paramédicos, necesitamos una ambulancia! Baxter, esposa a esas dos.

Él bajó corriendo el resto de los escalones. —Las tengo, jefa.

— ¡Peabody!

—Tenemos a Blake y a MacKensie. Todo asegurado.

Eve se volvió hacia Easterday, quien lloraba con fuertes sollozos.

—Ayúdenme. Ayúdenme.

—Apuesto que eso es lo que ellas decían —murmuró Eve, pero enfundó su arma—. Roarke,
ayúdame a bajarlo.

—Ellas me lastimaron.

—Usted está vivo —dijo ella, sin una gota de compasión.

Él estaba vivo, pensaba ella mientras lo bajaban. Ella había hecho su trabajo.

—Haz que se lleven a las mujeres —le dijo a Baxter—. Mantenlas separadas.

Su, todavía estremeciéndose por el disparo, le lanzó a Eve una mirada llorosa de odio. —Él se
merece morir. Todos ellos se merecían morir.

—Usted no es la que decide eso. Sáquenlas de aquí, Baxter.

Ella bajó la mirada hacia Easterday que yacía en el suelo, gimiendo. —La atención médica está
en camino.

—Ellas mataron a Fred. Ellas me hicieron observar.

Ella no dijo nada cuando Roarke tomó una manta de un sofá, y la arrojó sobre el tembloroso
hombre. Pero ella pensó: A ti te gusta observar.

Ella se agachó, lo miró a los ojos hinchados y amoratados. —Tendré su declaración completa
cuando haya tenido atención médica, pero por ahora, Marshall Easterday, usted está bajo
arresto por cargos múltiples por privación ilegal de la libertad, por violación, por asalto
sexual, por conspiración para violar.

—Usted no puede; usted no puede…

346
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Acabo de hacerlo —Ella se puso a un lado cuando los paramédicos bajaron corriendo, pero
agarró a uno del brazo—. Este hombre está bajo arresto. Cuando ustedes lo transporten, él
estará esposado, y permanecerá esposado. Un oficial de uniforme irá en la ambulancia con él,
y permanecerá con él todo el tiempo. ¿Entendido?

—Entendido. Será mejor que nos deje trabajar en él, estabilizarlo lo suficiente para
transportarlo. Se le ve en mal estado.

—Hagan lo mejor que puedan —les dijo Eve, y mientras ellos se pusieron a trabajar en
Easterday, ella le leyó a él sus derechos del Miranda Revisado.

—Nuestras dos están en camino a Detención —le dijo Baxter a Eve cuando volvió a bajar. —
Las otras dos están a punto de ser transportadas. Ellas no les dieron ningún problema a
nuestros muchachos. ¿Qué hay de él?

—Se le han leído sus derechos. Haré que Carmichael seleccione a un oficial para que se quede
con él —Ella le entregó sus esposas a Baxter—. Espósalo a la camilla cuando ellos lo pongan
en una. Necesito hacer la comprobación con el resto del equipo.

—Lo tengo. Un lugar increíble —añadió él cuando ella se dio la vuelta.

—Sí —Una réplica de la sala de la grabación. Algunas cosas actualizadas, algunas adiciones,
pero probablemente la Hermandad hizo lo mismo. Ellas habían traído a los hombres a la
pesadilla, y la habían vuelto en contra de ellos.

Las mujeres, pensó Eve, habían traído su pasado con ellas.

Ella subió las escaleras, vio a Peabody con MacKensie y a una mujer que ella reconoció de los
bosquejos como Grace Carter Blake.

—Usted no sabe lo que ellos nos hicieron a nosotras —La voz de MacKensie temblaba—.
Usted no sabe lo que nos hicieron.

—Calla ahora —Blake la consoló. Con el abrigo que había usado en la cinta de seguridad del
edificio de Su sobre unos simples pijamas blancos, ella estaba de pie, cuadrando los hombros
y con los ojos exhaustos.

—Ella necesita saber. Ellos nos destruyeron. Ellos tomaron nuestras vidas.

—Ustedes tendrán la oportunidad de contármelo —dijo Eve—. Peabody, ¿les leíste a ellas sus
derechos?

—Hecho. Yo puedo llevarlas a la Central.


347
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—No, te necesito en otro lugar. Haz que las transporten. Hablaremos luego —les dijo a ambas
mujeres.

—Todas invocaremos nuestro derecho a un abogado —dijo Blake.

—Adelante.

—Usted no entiende —comenzó MacKensie, pero Blake la cortó.

—Carlee, ahora no. Abogado —Blake miró a través de Eve—. Nosotras no diremos nada sin
nuestro abogado. Y como abogada, actuaré como tal hasta que podamos contactar a otro.

—No, no lo hará. Si usted es una abogada y no una idiota, entiende que ustedes están bajo
arresto por conspiración para cometer asesinato, entre otros cargos, todos conectados a las
otras sospechosas. Ese conflicto de intereses descarta el que usted actúe como abogada,
excepto para usted misma. Haz que se las lleven, Peabody.

Ella se frotó los ojos, sacó su enlace.

—No me lo digas —Acurrucada en su cama, con el video sin bloquear, Reo mantuvo los ojos
cerrados—. Otra orden.

—Acabo de hacer una redada al círculo de homicidas, y al de la hermandad de violadores, e


hice cinco arrestos.

Reo abrió los ojos de sopetón.

—Vas a querer informar a tu jefe, y a encontrarte conmigo en el St. Alban, en donde estaré
interrogando a Marshall Easterday.

Ella cortó, casi se chocó con Roarke al darse la vuelta. —No preguntes —dijo ella,
anticipándose a él—. La respuesta es que estoy bien. Necesito terminar esto, y va a tomar su
tiempo. Pero... podría usarte a ti y a ese maldito helicóptero más tarde. No voy a finalizar esto
hasta que no vea la casa de la Hermandad. No tendremos mucho problema en encontrarla
ahora.

—Para nada. La información llegó mientras estábamos tomando la casa; y también la recibió
McNab en la furgoneta.

—Eso es práctico. Así que... ¿puedo llamarte más tarde para el transporte?

—Por supuesto. Me haré un tiempo a la hora que estés lista.

348
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—No me abraces —Ella podía anticipar eso, también—. Puedes pretender que lo hiciste, y yo
pretenderé que lo hiciste. Probablemente agradeceré un verdadero abrazo cuando esto esté
terminado.

—También me haré un tiempo para eso. —De manera que él simplemente le pasó un dedo
por la hendidura en su barbilla—. Te dejaré con ello, Teniente.

—Agradezco la ayuda —Ella rompió la dignidad policial lo suficiente para tomar su mano—.
Durante todo este tiempo.

Cuando él se fue, ella se tomó un tiempo para calmarse, y luego regresó al trabajo.

________________

Al cabo de una hora ella se encontraba con Peabody y Reo en la suite de Easterday en el
hospital. A Eve le parecía que él estaba mejor de lo que tenía derecho a estar.

— ¿Cómo puede usted hacer esto? —Él levantó una mano encadenada a la cama—. Esas
mujeres asesinaron a mis amigos, los torturaron, y me torturaron a mí. Ellas; ellas me
forzaron a mirar mientras ellas... lo que le hicieron a Freddy.

—Ellas enfrentarán esas consecuencias. Pero nosotras estamos aquí para hablar sobre usted, y
su hermandad. Estamos aquí para hablar acerca de lo que usted y sus hermanos empezaron
hace cuarenta y nueve años.

—Yo no sé de lo que usted está hablando. Aquellas mujeres…

—Tenemos la grabación de la primera violación. Su nombre es Tara Daniels —Que Dios


bendiga a Harvo—. ¿La recuerda?

—No sé de lo que está usted hablando. No conozco a nadie con ese nombre.

—Y dicen que uno siempre recuerda al primero —Su voz rezumaba repulsión—. Betz lo
grabó, y guardó el viejo disco original, y recuerdos de cada víctima desde entonces en su caja
de seguridad en el Bronx.

Easterday no había sabido sobre la caja de seguridad, pensó Eve, captando la rápida
conmoción que apareció en sus ojos.

—Estamos identificando a todas aquellas víctimas mientras nosotros hablamos, a través de


ADN. Usted está vivo, Easterday, porque llegamos a usted a tiempo, a pesar del hecho de que
349
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

usted eligiera huir en lugar de enfrentar lo que había hecho.

—Usted está equivocada. Simplemente está equivocada. Yo quiero…

—Tengo la evidencia —Ella se inclinó hacia él, cerca a su maltrecho rostro—. Yo vi la


grabación, lo vi a usted violando a Tara Daniels, y lo vi mirar, reír, beber mientras sus amigos
la violaban a su vez. Vi a Frederick Betz inyectarla de manera que todos ustedes pudieran
simular que ella lo deseaba.

— ¿Quiere verla? Puedo hacer los arreglos para que se la muestren justo aquí en su pantalla.

—No. No. Yo... usted no entiende.

—Ilumíneme.

—Nosotros éramos... éramos jóvenes, y bajo una tremenda presión. Nosotros necesitábamos
soltar algo de vapor; no se nos permitía salir fuera de los perímetros sin permiso. Y ella, ella…,
ella había sido provocativa, coqueta. Ella estaba borracha y ya había estado con Edward. Y
empezó a flirtear conmigo.

— ¿De modo que ella lo pidió?

Él dijo. —Eran tiempos distintos.

— ¿Tiempos distintos que hacía que estuviera bien atar a una mujer, abofetearla, violarla en
grupo, drogarla con químicos contra su voluntad? Entonces, ¿cómo era?… Ah, sí, luego de
que hubieran terminado, luego de que todos tomaron turnos con ella, de cualquier manera
que quisieran, ¿estaba bien limpiarla bien y arrojarla de nuevo en el campus?

—Nosotros bebimos demasiado —empezó él—. Por toda la presión bajo la que estábamos.
Ella no lo recordaría. ¿Qué daño hizo eso realmente?

—Pero ellas si recordaron —Esta vez Peabody se acercó para presionarlo—. Elsi Lee
Adderman lo recordó y eso la trastornó de tal manera que se suicidó.

— ¿Quién? No sé quién es esa.

—Sólo una de las cuarenta y nueve —dijo Eve—. Tú, so pedazo de asquerosa disculpa de ser
humano. ¿Quién te dio el derecho?

— ¡Era la tradición! Era una inofensiva noche al año. Nosotros nunca las lastimamos. Solo era
sexo. Una especie de vínculo, ¿ve usted? Algo compartido.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Supongo que Billy dejó de pensar de esa manera sobre ello. Al igual que Elsi, él ya no pudo
seguir viviendo con eso.

—Yo… Eso nos unió. Nos trajo suerte. Todos nosotros tuvimos éxito. Todos nosotros hicimos
una marca en el mundo, superamos ese terrible tiempo e hicimos nuestras marcas. Fue sólo
una noche al año.

—Ustedes violaron a cuarenta y nueve mujeres.

— ¡No fue violación! Fue sólo sexo, era una tradición. Era…

— ¿Ustedes las drogaban?

—Eso sólo fue…

— ¿Ustedes las drogaban?

—Sí, sí, pero sólo porque facilitaba las cosas; para ellos. Para ellas —dijo él rápidamente.

— ¿Ustedes las ataban?

—Sí, pero; sólo para aumentar la excitación, para ellas, también.

— ¿Esas mujeres dijeron que se detuvieran? ¿Dijeron que no?

—Sólo al empezar el... Era una especie de ritual. Y nosotros las elegíamos cuidadosamente. El
ser elegida era una especie de honor.

Ella podía ver el pánico en sus ojos ante sus propias palabras.

— ¿Ser violada es un honor?

—Sólo era sexo.

—Siga diciéndoselo a sí mismo. Ustedes las drogaron, las ataron, entraron a la fuerza en ellas
cuando ellas les suplicaban que se detuvieran. Puede que usted se encuentre en la misma
situación en la prisión, por el resto de su vida. Y veremos si usted piensa de ello como que es
sólo sexo.

—Usted no puede meterme en prisión. ¿Sabe usted quién soy yo?

—Sé exactamente quién es usted.

351
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

— ¡Usted trabaja para mí!

Enfurecido, el intentó levantarse y las esposas traquetearon. —Para hombres como yo.

—Yo trabajo para la Ciudad de Nueva York, y meto a personas como usted en la cárcel. Yo
amo mi trabajo, y esta noche, en este mismo instante, más que nunca.

—Aquellas mujeres son criminales. Ellas son asesinas. Están locas. Ellas me golpearon. Ellas
me quemaron.

—Oh, dejaremos que los médicos lo dejen bien sano antes de que entre en la cárcel. Usted y el
último de sus hermanos; ese sería Ethan MacNamee, quién justo ahora está siendo
extraditado a Nueva York van a tener un largo tiempo para pensar sobre sus tradiciones.
¿Tienes suficiente, Reo?

—Más que suficiente. Sr. Easterday, usted ha confesado, en grabación y después de haberle
leído sus derechos debidamente, los cargos por múltiples violaciones.

— ¡No! No fue violación. Yo sólo estaba explicándolo —Las lágrimas corrían por sus
mejillas— Ya no quiero hablar con usted. ¡He sido lastimado! No tengo nada más que decir.

—Ese es su derecho —dijo tranquilamente Reo—. Por otro lado, el Sr. MacNamee ha tenido
mucho que decir. Y si él continúa haciéndolo, una vez que le diga todo eso a la Teniente
Dallas, él va a conseguir el trato que estaba por ofrecerle a usted.

— ¿Qué trato? —demandó Eve, justo en ese momento, como si estuviera enfadada.

—Ese es mi trabajo, Teniente. Y parte de mi trabajo es ahorrarle a la ciudad el tiempo y los


gastos de un juicio largo y desagradable. Pero ya que el Sr. Easterday ha invocado su derecho
a permanecer callado…

—Quiero saber los términos.

Reo volvió a mirarlo, y asintió. —Muy bien. Si ustedes nos disculpan, Teniente, Detective.

—Esto es una mierda —Pero Eve salió furiosa, luego se calmó cuando estuvo fuera.

— ¿Cuál es el trato? —Preguntó Peabody—. Yo vi que tu y Reo estaban cuchicheando.

—Cadena perpetua, sin salir bajo fianza, pero en el planeta. Probablemente él conseguiría eso
de todos modos. Pero ella lo va a asustar para que firme. Él está acabado. MacNamee está
acabado, él le confesó muchas cosas a Scotland, y nosotros conseguiremos sacarle el resto.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Ella se pasó una mano a través del pelo porque todavía le faltaba mucho por hacer. —Vamos a
hablar con las mujeres.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Capítulo 22

A pedido de Blake, Eve empezó con ella, se sentó al frente de ella en la sala de interrogación.

Ahora Blake usaba el traje naranja de la prisión.

—Usted según su deseo, ¿ha renunciado a un abogado o representación legal?

—Por el momento, sí. Cómo usted señaló, me puedo representar a mí misma. Y aunque yo
aconsejaría a mi cliente que permaneciera callada, mi cliente tiene una necesidad
profundamente emocional de hacer una declaración. Y al hacerla, espera que ésta ayude a las
tres mujeres que pronto serán interrogadas aquí.

—Ellas son víctimas, Teniente.

—Estoy escuchando.

—Yo era una estudiante en la Universidad de Yale. Trabajé muy duro para ser aceptada en
Yale, muy duro para brillar allí. Mi ambición era la facultad de leyes, ley corporativa. Yo
quería un trabajo de mucha responsabilidad, planeaba llegar a ser socia antes de llegar a los
cuarenta. Yo quería un apartamento grande y glamuroso, y amigos glamurosos. Yo conseguí
todo eso, y estaba satisfecha. Me dije a mí misma que estaba satisfecha, que las pesadillas
recurrentes eran inducidas por el stress. Ellas no tenían base en la realidad.

—Las pesadillas en donde yo estaba atada a una cama en un cuarto con luces de colores.
Luces que giraban, con música a todo volumen. Risas masculinas. En donde yo lloraba y me
enfurecía. En donde yo revivía esa conmoción, ese dolor, esa humillación. Hombres sin
rostros, entrando en mí a la fuerza. Obligándome a beber algo que, después de que cada uno
me tuviera una vez, me convertía en un animal, de modo que les suplicaba que volvieran a
poseerme. Y otra vez cuando ellos me podían desatar, y entonces me colgaban por las
muñecas en el centro de aquellas luces giratorias, y me tomaban dos a la vez.

Ella hizo una pausa, tomó un sorbo de agua que Peabody había colocado sobre la mesa.
Aunque su mano se mantenía firme, su respiración salió estremecida antes de que hablara
otra vez.

—En mis ambiciones yo había imaginado a hombres; hombres adecuados, hombres con quien
pasar buenos momentos. De entre ellos yo elegiría a una pareja y edificaría una buena vida.
Pero en la realidad, después de que aquellas pesadillas empezaran, cada vez que yo trataba
de estar con un hombre, me llenaba de pánico. Unas náuseas terribles. Yo pensé que tal vez yo

354
Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

tendría algún problema, y comencé a ver a un terapeuta.

Ella calló por un momento, para tranquilizarse. —Yo pensé que podría ser que prefiriera a las
mujeres, pero sin importar lo suave que fuera el amante que yo elegía, ese pánico se
apoderaba de mí. Por un tiempo, yo acepté que no podía estar con nadie, que no podía
intimar con nadie, y simplemente me enfoqué en mi trabajo, en mi carrera. Pero las pesadillas
no cederían. Mi trabajo empezó a sufrir, y las pesadillas se encarnizaban dentro de mí, al igual
que los hombres se encarnizaban en ellas.

—Y yo empecé a recordar más, a ver más. Sus rostros. Parte de mí se negaba a creer que eso
había sucedido en realidad. ¿Cómo podía haberme pasado algo tan terrible? ¿Cómo podría yo
vivir y trabajar, día tras día, después de algo tan terrible? Pero eso había sucedido. Empecé a
comprender que sí había ocurrido. Yo no podía trabajar, no podía dormir, no podía comer.
Pensé en el suicidio, sólo para terminar con eso. Y tomé los medicamentos que mi terapeuta
me prescribió, pero eso no cedía. Un día asistí a un grupo de apoyo, uno para las víctimas de
violación. Conocí a CeCe Anson, la mujer más bondadosa que haya conocido nunca, y a
través de ella a Lydia Su.

—Su tenía las mismas pesadillas, los mismos recuerdos.

—Sí. Nos hicimos amigas, y yo pensé, con ella…; pero incluso con ella yo no podía soportar
ser tocada. Y entonces le conté lo que yo recordaba o soñaba. Resultó que ella soñaba lo
mismo. Nosotras nos sentamos en la oscuridad, abrazadas mientras aquellos recuerdos
salieron de nosotras, entrelazados. Al principio pareció imposible. Pero entonces…

—Habían demasiados detalles para que fuera imposible.

—Sí. Yo renuncié a mi trabajo en la firma, vendí mi elegante apartamento. Compré la casa en


donde usted nos encontró, pensando en que algún día yo podría crear un centro de ayuda o
un colegio, o…, no estaba segura de eso. Ofrecí mis servicios legales al grupo, al centro de
ayuda. Yo continué asistiendo al grupo. Era una cuerda salvavidas, y comencé a trabajar pro
bono para Paz Interior porque ellos habían ayudado a Lydia.

—Usted encontró a Carlee MacKensie de esa manera.

—Sí.

—Y usted se dio cuenta que ella había tenido la misma experiencia.

—Fueron semanas, meses, pero nos convertimos en lo que llamaremos amigas heridas.
Nosotras tomábamos un café después del grupo, hablábamos. Y entonces, sí, empezamos a
ver que las tres habíamos tenido los mismos sueños, y lo que nos había sucedido a las tres, de

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

alguna forma era demasiado similar como para ser casualidad.

Grace se inclinó hacia adelante. — ¿Usted cree en el destino?

— ¿Qué tiene que ver el destino con esto?

—Nos conocimos, Lydia y yo, luego yo conocí a Carlee, y éramos tres. Un día fui llamada
para ayudar a otra mujer con un problema legal. Charity. Ella había estado en otro grupo y
tuvo una especie de crisis durante una sesión. Ella había ido tras una de las otras mujeres;
sexualmente. CeCe me contactó para ayudarla con los problemas legales. Ella me contó que
había estado hablando, cuando fue su turno, y tuvo una especie de escena retrospectiva. El
calor, la necesidad; y eso le había sucedido una o dos veces antes. Ella se quebrantó en mi
oficina, me contó acerca de las pesadillas recurrentes.

—Y entonces eran cuatro.

—Sí, y no había manera posible de que esto no fuera otra cosa más que un patrón. Yo
comencé a indagar a través de los archivos; y eso ciertamente es una violación, pero
estábamos desesperadas por saber si había más. Yo encontré a Elsi.

—Todos los detalles; yo le daré a usted todo lo que tengo. La coordinación del tiempo, el
dónde y el cuándo, pero me gustaría sólo darle los puntos fuertes ahora.

—Continúe.

—Elsi era tan joven, y sus heridas, diremos que eran más frescas y más intensas. Tal vez ellos
habían mezclado la dosis. Tal vez ellos habían experimentado. No puedo decirlo. Pero ella
podía tener esos destellos, y encontrarse despertando con un extraño. Ella podía tener
pesadillas tan violentas que podía lastimarse a sí misma durante ellas. Ella…, ella empezó a
cortarse.

Blake hizo una pausa para tomar más agua.

—Eso había sucedido, sólo la pasada primavera, de manera que ella veía claramente los
rostros; como ellos eran ahora.

—Y usted hizo que Charity los dibujara.

—Sí. Edward Mira, yo lo reconocí, y eso nos llevó a los otros. Esto nos llevó, como ya lo
habíamos pensado, a Yale. Sólo Charity no había asistido a la universidad, pero ella había
estado viendo a un hombre de Yale de vez en cuando, y algunas veces asistía a fiestas y
eventos. Conferencias. En una de sus visitas, ella se encontró vagando por el campus antes del
amanecer, sin recordar lo que había sucedido. Al principio ella creyó que había bebido
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

demasiado y se había desmayado, o posiblemente había sido drogada y violada. Pero ella no
podía recordar. Ninguna de nosotros lo recordaba todo, hasta que todas lo hicimos.

—De modo que ustedes planearon los asesinatos.

—No al principio. Nosotras nos reuníamos; en la casa donde usted nos encontró, ya que se
convirtió en nuestro hogar. Un lugar seguro, de modo que de alguna forma, ésta era un centro
de apoyo. Nosotras hablamos de cómo podríamos probarlo, si nos creerían si fuéramos a la
policía.

— ¿Puede darme un poco más de agua?

Peabody se levantó y salió para traerla.

—Nosotras éramos cinco mujeres a las que habían hecho pedazos. Nosotras queríamos
encontrar una prueba. Necesitábamos hallar justicia.

—Es el trabajo de la policía encontrar pruebas. Son los tribunales los que determinan la
justicia.

—Nosotras necesitábamos hacer algo después de lo de Elsi… He dejado eso fuera. Es algo
muy doloroso.

Ella se volvió a detener cuando Peabody regresó con más agua.

—Gracias. Yo investigué en las leyes. Yo había sido una abogada corporativa, pero me di a mí
misma lecciones de derecho penal. Y para todas, excepto para Elsi y Charity, la ley de
prescripción había pasado. Nosotras nunca habíamos denunciado un crimen, ya que no
habíamos sabido que habíamos sido víctimas de un crimen; hasta que fue demasiado tarde
para la justicia. Para Charity, la ventana se estaba cerrando.

Ella presionó los labios. —Yo puedo ver, y debería de haberlo visto entonces, que nosotras
pusimos demasiado peso en Elsi. Ella y Charity eran las únicas que podían levantar cargos.
Todas nosotros añadiríamos nuestras propias historias, y con seguridad eso probaría que ellos
habían hecho eso, y lo habían hecho una y otra vez. No sólo seríamos nosotras cinco. Habría
más mujeres, y más mujeres recordarían cuando esto saliera a la luz, pero…

—Elsi no pudo manejarlo.

—Ella era tan frágil, y se quebró —Ahora las lágrimas corrían por sus mejillas—. Ella
simplemente se hizo pedazos, y nosotras viviremos con esa culpa. Ellos la violaron, la
arruinaron, pero nosotras la quebrantamos tratando de reunirnos todas otra vez. Y entonces,
sí, fue entonces cuando nosotras empezamos a planear cómo hacer justicia por ella, por todas
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

nosotras. Al principio, nos dijimos que encontraríamos pruebas. Pero no lo hicimos. Carlee y
Charity sacrificaron más de lo que puedo decirle, y no encontramos pruebas.

—Usted hizo que Carlee durmiera con Edward Mira.

—Ella era fuerte, y estaba dispuesta. Nosotras habíamos esperado que ella encontrara algo
para implicarlo, más víctimas, víctimas que habían sido más recientes como nuestra Elsi. Pero
él era cuidadoso con eso. Y entonces Carlee no pudo afrontarlo más, de modo que Charity
tomó su lugar. Pero no encontramos nada. Entonces, sí, empezamos a planear cómo hacer
justicia. Por Elsi. Por todas nosotras.

Blake puso el vaso en la mesa, se limpió las lágrimas. —Yo me hice pasar por una agente de
Bienes Raíces, e hice la cita para reunirme con él en la casa que él quería vender. Charity vino
conmigo. Nosotras lo aturdimos, lo golpeamos. Nosotras queríamos que él sepa quiénes
éramos, y lo que se le venía. Entonces vino el otro hombre. Tuvimos un momento de pánico,
pero lo dejamos inconsciente. El no era uno de ellos, y no teníamos ni el deseo ni el motivo
para lastimarlo. Nosotras metimos a Edward en la furgoneta de Lydia, y lo llevamos al sótano.

—El cual ustedes habían montado para reproducir el lugar donde habían sido violadas.

—Sí. Lo que hicimos fue contra la ley; pagaremos el precio. Dios sabe que ya hemos pagado lo
peor. Pero lo que hicimos se lo habían ganado, era lo correcto, porque la ley los protegía.

—Usted está equivocada. Ustedes no pueden torturar y ejecutar. Ustedes no pueden decidir lo
que tienen que pagar. Y la ley no los habría protegido a ellos.

—La ley de la prescripción.

—Ellos formaron una conspiración; y eso cambia las cosas, abogada. Usted debería haber
seguido con la ley corporativa. Una conspiración para drogar e incapacitar, para secuestrar,
para retener individuos en contra de su voluntad, para violar y causar daño corporal, mental
y emocional a los mismos. Yo habría encarcelado a cada uno de ellos, si ustedes me hubiesen
dado la oportunidad; de la forma que voy a encarcelar a Marshall Easterday y a Ethan
MacNamee.

—Ellos son hombres acaudalados y poderosos, y la ley es escurridiza, llena de tecnicismos


Ellos tendrían…

— ¡Míreme! —Eve dio un puñetazo en la mesa—. Yo los habría encarcelado, y ellos habrían
pagado durante años. Piense en eso. Ellos habrían pagado durante años, no sólo una noche.
Ustedes decidieron ser juez, jurado y verdugo. De manera que ahora ustedes también
pagarán. Yo las habría representado a ustedes, la ley las hubiese protegido. Ahora yo tengo

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

que representar a los hombres que las violaron. Tengo que representar a los hombres que
ustedes asesinaron.

—No podíamos aguantarlo más —Las lágrimas brillaban en sus ojos—. No podíamos
soportarlo, no después de Elsi. Ellos son monstruos. Monstruos. Imagine a un monstruo
entrando en usted a la fuerza. Imagine revivir ese horror noche tras noche en sus sueños. No
podíamos soportarlo más.

Ella se secó las mejillas. —Cada una de nosotras le dirá lo mismo. Pero ellas hablarán con
usted con un abogado presente. Eso es todo lo que tengo que decir hasta que, también yo,
tenga un abogado presente.

Eve asintió, se levantó. —El sujeto ha invocado el derecho a un abogado. Fin del
interrogatorio. Peabody, ¿Podrías llevar a la Srta. Blake a Detención en donde a ella se le
permitirá contactar con su representante elegido?

—Sí, señor. Srta. Blake.

Blake se puso de pie. —Cada una de nosotras estábamos en el camino a una vida, a trabajar,
tal vez a amar y a formar una familia. A tener hijos. ¿Quién sabe? Cada una de nosotras
fuimos arrancadas de ese camino y arrojadas a un lugar oscuro en donde siempre habría
pesadillas. Ellos mataron quiénes éramos nosotras, Teniente. Quienes podíamos haber llegado
a ser. ¿Cómo castiga eso la ley?

—Los dos que quedan nunca saldrán de una celda; es el turno de ellos de ser los animales.
Ustedes tienen y tuvieron una elección, en hacer de ustedes lo que deberían ser, e hicieron esa
elección.

—Elsi era virgen. La violación fue su única experiencia sexual. Ella nunca tuvo una
oportunidad.

Mientras Peabody hacía salir a Blake, Eve se presionó los ojos con las manos. Le ardía la
garganta, la sentía seca y en carne viva. Sentía un desagradable latido en la cabeza.

Ella dejó caer las manos cuando Mira entró.

— ¿Entonces? —Eve se encogió de hombros—. ¿Capacidad disminuida? ¿A pesar de la


premeditación?

—Es posible que ellas pasen sus años en una institución, que tengan tratamiento, terapia. Pero
ellas conspiraron para cometer asesinato, y tuvieron éxito con tres.

—Pero la ley es escurridiza y llena de tecnicismos.


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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Lo es. Pero tú has hecho tu trabajo, y más. Tú también te pusiste de pie por esas mujeres,
Eve, y te pondrás de pie por el resto en cuanto sean identificadas.

—Harvo ha conseguido más nombres. ¿Me contacto con ellas? ¿Qué pasa si ellas no
recuerdan, y están viviendo sus vidas? ¿Qué bien les haría eso?

Mira puso las manos sobre los hombros de Eve, le frotó los músculos contraídos mientras
encontraba los ojos de Eve en el amplio espejo.

—Tú necesitabas recordar, o no podrías vivir tu vida, no por completo, no a lo que estabas
destinada. Tú puedes pasar las notificaciones, sin ninguna vergüenza.

—Eso me avergonzaría.

Girando a Eve hacía sí, Mira acunó el rostro de Eve.

—Porque tu escogiste tomar algo terrible y hacer de ti lo que eres. Tú y yo lo sentimos por
Grace Blake, por todas ellas. Pero lo que le dijiste a ella era cierto. Era verdad, Eve. Te ayudaré
con las notificaciones. Ofreceré terapia a todas las que encuentres, si es que ellas la quieren.

—Vosotros os merecéis el uno al otro.

— ¿Disculpa?

—Tú y el Sr. Mira. Realmente os merecéis el uno al otro. Es una suerte cuando eso sucede. Le
dirás a él que todo terminó.

—Lo haré.

—Supongo que él te dijo que yo le conté porque pensé que tú ya se lo habías contado.

Entendiendo perfectamente, Mira asintió. —Sí, nosotros hablamos. Él será tu campeón. Es un


héroe tranquilo, Eve, pero es firme, y es verdadero. Nunca traicionará tu confianza, y nosotros
siempre estaremos ahí para ti.

Esta vez Eve presionó sus ojos con los dedos, reteniendo las lágrimas. —Vale. Tengo que
terminar esto. Sólo quiero ir a casa y dormir por un par de días.

—Ve a casa. Duerme un poco.

—No, necesito interrogar al resto de ellas.

—Entonces observaré.

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Y luego tengo que ir allí. Donde todo esto sucedió. Necesito verlo, documentarlo,
asegurarlo. Allí habrá otras grabaciones. Maldita tradición.

— ¿Quieres que yo vaya contigo?

—No. No. Tú deberías irte a casa. Te ves como si no hubieras dormido en una semana. Sin
ánimo de ofender.

—Faltaba más, como que tengo un espejo. ¿Harías algo por mí?

—Claro, si puedo.

—Cuando esto haya finalizado, y ambas durmamos algo, ¿vendrás a cenar? Tú y Roarke.
Venid a cenar. Dennis hará su bizcocho borracho de chocolate, y tú no has vivido hasta que no
lo hayas saboreado.

—No estoy segura de lo que es.

—Es increíble —Ella besó a Eve en la mejilla. Luego, tal vez porque ella lo necesitaba
igualmente, dejó su mejilla presionada contra la de Eve—. Voy a prepararos a ti y a Roarke
una deliciosa comida, seguida del increíble bizcocho borracho de Dennis. Y no vamos a hablar
de nada de esto.

Ahora ella se separó. — ¿Harías eso por mí?

—Sí. Sí, suena bien.

—Anda a terminar esto, porque tú debes hacerlo.

Eve fue hacia donde Peabody esperaba discretamente fuera de la puerta. —Tomemos a
continuación a Downing, una vez que su abogado esté aquí. Ella es la que está más cerca del
borde.

—Haré que la traigan. Ella ha contactado a su abogado. Ella puede esperar en la sala de
interrogatorios. Ellas deberían de haber confiado en nosotros. Confiado en que policías como
nosotras encontremos las pruebas, trabajemos por la justicia.

—Sí. Pero ellas no lo hicieron.

________________

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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

Horas después, aunque se sentía como días después, ella se sentó en la cabina del helicóptero,
volando hacia Connecticut.

—Todas ellas contaron básicamente la misma historia, pero no tan exacta como para que
pareciera ensayada. Yo pienso, sí, que ellas lo hablaron antes. Si nos atrapan, tenemos que
decir esto y lo otro. Pero ellas no están mintiendo.

— ¿Easterday?

—Tomó el trato. Hablé con su esposa. Mi información es que ella entró a verlo, y treinta
minutos después salió de su habitación del hospital. Ella siguió caminando.

— ¿Y el último?

—MacNamee. Aceptó el trato de Reo. Ambos son lo bastante inteligentes para saber que un
juicio podría masacrarlos. Las grabaciones; de las cuales hay cuarenta y ocho más guardadas
en una caja fuerte en el sótano de la casa, los masacrarían. Ellos no quieren la humillación
pública. Ellos no conocen la verdadera humillación. Sólo cómo infligirla.

Él puso una mano sobre la de ella.

— ¿Y tú?

—Estoy aguantando. Tuve que hablar con el hijo y la hija de Edward Mira. Y eso los destrozó.
No hay forma de evitarlo. Lo mismo con la familia de Wymann.

Ella cerró los ojos. —Y Harvo ha identificado a más de la mitad de las mujeres. Las investigué.
Dos están muertas suicidios. Otra muerta por una desgracia. Dos son Acompañantes
Licenciadas. Una está cumpliendo condena por asalto; drogadicta. Dos tienen una puerta
giratoria para entrar y salir de rehabilitación. Pero unas pocas parecen tener unas vidas
razonablemente estables. Mira dice que ellas necesitan saber.

—Una parte de ellas lo sabe, como una parte tuya siempre lo supo. Sacarlo a la luz puede que
las ayude de formas que tú no puedes ver.

—Tal vez. Dios, espero que así sea. ¿Ese camino de allí abajo? Ese es en el que Betz acumuló
multas por velocidad. Me pregunto cuántas veces él condujo hasta aquí para ver esas cintas.
¿Ese es el campus?

Ella lo miró hacia abajo; cubierto de nieve y elegante, capiteles y dignidad.

—Los monstruos pueden crecer en cualquier parte —dijo él—. Ambos lo sabemos. No fue el
lugar o la época. Fueron los hombres.
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Hermandad ante la muerte J.D.Robb Ante la muerte

—Dennis Mira fue allí, en la misma época, al mismo lugar. Eso es bastante bueno para mí.

Cuando Roarke aterrizó, con la nieve saliendo disparada como una tormenta, ella se quedó
sentada, estudiando la casa.

Grande, antigua, digna, bellamente cuidada. Incluso ahora los caminos estaban despejados de
nieve, los árboles destellaban con ella.

Ella vio el símbolo Celta de la hermandad tallado en el centro de la puerta principal.

Eso le dio náuseas.

—Su me dijo que ellas la habían encontrado. Pensaron en quemarla hasta los cimientos
cuando no pudieron pasar la seguridad. Pero temían que contuviera alguna evidencia, y no
querían arriesgarse a destruirla.

—Ellas no sabían que estaban siendo grabadas.

—No. Para cuando ellas estuvieron involucradas, los malditos hermanos pasaron de
grabadoras portátiles o trípodes a cámaras instaladas a través de la sala. Eso lo supe por
MacNamee.

— ¿Estás preparada?

¿Lo estaba? Ella se quedó sentada otro momento esperando la respuesta. La encontró.

—Sí. Yo no podría entrar allí sin ti. Sería como esa habitación en Dallas. Yo podría obligarme a
entrar, pero no podría llevar a cabo lo que necesito hacer, y hacerlo bien, sin ti.

Ella sintió otra vez el deseo de explicarse. —Tengo que sacarlo fuera, sacarlo fuera antes de
que entremos.

Él se volvió hacia ella, le tomó las manos. — ¿Qué?

—Yo comprendo lo que llevó a aquellas mujeres a esto, comprendo cómo pudieron hacerlo,
todo lo que hicieron. Sin importar lo que yo dije en la sala de interrogatorios, sin importar lo
que yo dije en la grabación, yo las comprendo.

— ¿Cómo no podrías? ¿Cómo no podría comprenderlo cualquier ser humano? Cualesquiera


que sean las leyes, las reglas, Eve, ¡Cómo no podrías sentirte mal por ellas?

—Desearía haber podido detenerlas antes de Edward Mira. Antes de que hicieran la elección
que les va a quitar su libertad. Pero; ellas tendrán ayuda. Ellas perderán su libertad, pero las
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leyes y las reglas puede que les salve sus vidas. Yo hablé con ellas, Roarke, con cada una de
ellas. Y Elsi Adderman puede que no haya sido la única en su grupo que se haya suicidado
para terminar con eso. Yo pienso que la ley que ellas ignoraron, la ley en la que ellas no
creyeron, las salvará. Eso me va a ayudar a mí a dormir por la noche.

—Ellas no necesitan saber cuánto esfuerzo pusiste para salvarlas. Porque tú lo haces. Tú lo
sabes —Él le besó las manos—. Mi policía.

—Tu policía tiene que entrar allí, lidiar con esto. Luego ella realmente quiere ir a casa.
Contigo.

—Entonces lo haremos. Vamos a dejar este día atrás, y tomemos la noche para nosotros.

Ella podía, pensó Eve mientras salía hacia la nieve que le llegaba a los talones. Ella podía dejar
atrás el día y todas sus miserias; pronto. Y tomar la noche, y algo de paz, con él.

Ella se dio cuenta de que podía dejar ir lo viejo. Como un viejo escritorio y una vieja silla;
piezas antiguas de una vida anterior.

Ella tenía una nueva vida. Tomándole la mano, ella la sostuvo con firmeza en las suyas. Ella
tenía una real, construida por ellos dos.

—Vamos a deshacernos de ese escritorio.

Él curvó una ceja mientras se aproximaban a la puerta de una casa en donde la brutalidad
había vivido por demasiado tiempo.

— ¿En serio?

—Sí. ¿Sabes por qué?

—Me encantaría saberlo.

—Porque nosotros nos merecemos el uno al otro.

Roarke se rió, y le alzó la mano para besarla. —Y bien que nos merecemos.

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