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B. LA SUBLEVACIÓN
La preparación del golpe militar contaba con el apoyo de algunas fuerzas políticas de la derecha,
que colaboraron en extender el movimiento y en buscar apoyos. El objetivo principal era
establecer una dictadura que controlase la situación con el general Sanjurjo al frente. La
muerte de Sanjurjo en un accidente de aviación, obligaría a replantearse la jefatura del
levantamiento.
Mola, director del golpe, contaba con el apoyo del carlismo navarro, desechó toda acción
inmediata sobre el centro neurálgico de Madrid y montó un dispositivo militar de sublevación
simultánea. Pretendía un golpe que despejara la situación en pocos días, pero no lo consiguió,
por las dificultades de la propia conspiración y por la influencia del contexto social y la
ideología de cada región. La principal idea de la revolución es derrocar al gobierno de la
República, y al no triunfar el golpe, se transformó en una Guerra Civil.
3) EL FINAL DE LA GUERRA
La España republicana quedó reducida a Madrid, una parte de la meseta sur y la zona costera
levantina hacia Almería. Tras el gobierno de Negrín, quien deseaba resistir luchando, en Madrid
se formó una Junta de Defensa presidida por el coronel Casado con el fin de gestionar una
rendición honrosa, aunque Franco impuso la rendición incondicional. Las tropas de Franco
entraron en Madrid el 28 de marzo y días después cayeron también las últimas zonas
republicanas.
El 1 de abril de 1939 Franco anunció que la guerra había acabado, pero los más de 300.000
muertos, el hambre, la destrucción y la emigración forzosa que esta produjo fueron heridas que
permanecerán en el cuerpo social de España y que tardarán muchos años en recuperarse.
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En el verano y otoño de 1936 el poder del Estado sufrió un desplome casi total. Comités,
juntas… aparecían por todas partes.
La falta de autoridad se manifestó en el desencadenamiento de una represión con miles de
víctimas entre las que encontramos escritores (Maeztu), políticos (José Antonio Primo de
Rivera) y sacerdotes. De ahí la creación de “checas” que ajusticiaban o torturaban a sus
prisioneros. Aquí vienen los momentos de mayor persecución contra la Iglesia.
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Los esfuerzos por organizar un “Nuevo Estado”
Se empezó a construir una organización estatal de la que carecía. La Junta de Defensa
Nacional decidió concentrar el poder en un mando único; fue así como Franco fue nombrado
jefe de Gobierno del Estado Español y “generalísimo” de los Ejércitos y “caudillo”. Él
acabó con la rivalidad entre tradicionalistas y falangistas mediante el Decreto de Unificación y
creó un partido único, Falange Española Tradicionalista y de la JONS.
La Iglesia tomó partido a favor del “Nuevo Estado” y, en 1937, una carta pastoral del
episcopado dio a la guerra el carácter de “cruzada”.
En 1937 instauró un gobierno en Burgos. No llegó a crear un estado propiamente fascista, más
bien ejerció un poder personal ilimitado expresando un exaltado nacionalismo y una gran
enemistad hacia toda forma de autonomía regionalista.
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En México, su presidente Lázaro Cárdenas envió municiones y fusiles de su propio ejército a
la República.
La URSS prestó una gran colaboración la República (1.000 aviones, carros de combate). Pero
su exigencia de pago por adelantado obligó a los republicanos a sacar las reservas de oro que
tenían en el Banco de España. Fue también decisiva la labor soviética en la formación de las
Brigadas Internacionales (60.000 hombres) las cuales tuvieron un papel destacado en la
contienda.
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La victoria de Franco supuso el establecimiento de un régimen dictatorial que gobernará el país
durante casi 40 años, durante los cuales los vencidos sufren la represión, la marginación o el
exilio.
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