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Felipe Cubides.

Kevin González.
Juan Andres Pena.
William Andres Bayona
Federico Castro Mejia
¿El delincuente nace, se hace a sí mismo o es hecho por la sociedad? La importancia de
no rechazar tajantemente ninguna de las tres opciones.

El mundo criminal afecta significativamente a la sociedad. Los delincuentes atentan


diariamente contra los derechos de las personas, restándoles capacidad para desarrollar su
plan de vida, reduciendo las condiciones materiales que adquirieron legítimamente para vivir
bien y sometiéndolos a tratos crueles. De ahí que para aumentar los niveles de vida digna en
una comunidad sea necesario enfrentar el fenómeno del delito. Una forma de hacerlo es
identificando y atacando sus causas. Para ello, hay que iniciar respondiendo a la pregunta de
si el delincuente nace, se hace a sí mismo o es hecho por la sociedad. El presente texto
sostiene que no se debe rechazar ninguna de las tres explicaciones en razón a la utilidad de
cada una para intentar reducir la cantidad de delitos cometidos. Más precisamente, la creencia
en el libre albedrío hace posible la imputación de la responsabilidad penal y, con ello, el
desarrollo de los fines de la pena; y el estudio del determinismo de las condiciones que
rodean al sujeto permite el diseño de estrategias para reducir las motivaciones económicas,
políticas o psicológicas que generan el ánimo delincuencial. Para demostrar esta tesis, en
primer lugar, se reseñara la posición de varias escuelas de criminología respecto a la pregunta
planteada; en segundo lugar, se darán ejemplos de libre albedrío y determinismo del
delincuente; y en tercer lugar, se argumentará la utilidad del reconocimiento de ambas
explicaciones. Cabe resaltar, los ejemplos dados se extraerán de las películas Ghost Dog
(1999), dirigida por Jim Jarmusch, y Baby Driver (2017), dirigida por Edgar Wright.

Frente a la pregunta del origen del delincuente, la escuela clásica de criminología


respondía que las personas en uso de su libertad y capacidad de raciocinio decidían cometer
delitos. “Beccaria fue el primero en formular los principios de la criminología clásica,
basándose firmemente en las teorías del contrato social de Hobbes, Montesquieu y Rousseau”
(Ian Taylor et al., 2007, p. 19). En la teoría contractualista, todos los hombres nacen
naturalmente libres e iguales, con capacidad de razonar. De ahí que el delito sea resultado
únicamente de la voluntad del delincuente. Corolario de lo anterior es que “Cada persona es
responsable de sus acciones, y todas, cualquiera que sea su rango, son iguales ante la ley”
(Ian Taylor et al., 2007, p. 20).
Sin embargo, la escuela clásica pronto fue criticada por padecer de varios vacíos.
Entre ellos, que “no presta atención al hecho de que la carencia de bienes puede ser motivo de
que el hombre tenga una mayor probabilidad de cometer delitos” (p. 22). En consecuencia,
apareció la escuela neoclásica, con la cual “el delincuente ya no es el hombre aislado,
atomizado y racional del clasicismo puro” (Ian Taylor et al., 2007, p. 26). Los neoclásicos
tuvieron en cuenta las circunstancias atenuantes. [Para ellos] Al imponer penas se debía
prestar particular atención a la situación (es decir, el medio físico y social) en que se
encontraba cada transgresor. En segundo término, también había que tener presentes los
antecedentes de la persona” (Ibídem). De esta forma, se incluyen en el juicio penal las
atenuantes, agravantes, la inimputabilidad y el fin resocializador de la pena. En síntesis, el
delincuente es una persona que voluntariamente comete un delito, pero cuya voluntad puede
estar influenciada por factores externos.

Posteriormente, psiquiatras y sociólogos negarían desde la escuela positivista el libre


albedrío del ser humano y, en consecuencia, propondrán el reemplazo del sistema penal por
un sistema terapéutico. En otras palabras, los positivistas sostenían que “Para que la conducta
desviada pueda ser tratada científicamente, debe entenderse que está sometida a las leyes
causales discernibles. Los positivistas rechazaron por completo la noción clásica de un
hombre racional capaz de ejercer su libre albedrío” (Ian Taylor et al., 2007, p. 41). En lugar
de ello, pensaban que el delincuente “está impulsado por fuerzas de las que él mismo no tiene
conciencia” (Ibídem). En ese orden de ideas, el delincuente es un sujeto completamente
determinado; es su biología, entorno social, necesidades económicas y procesos mentales los
que lo llevan a realizar conductas desviadas.

Cabe reconocer que las tres teorías tienen asidero en el mundo de los hechos. En la
película Baby Driver (2017), el protagonista es un joven noble, trabajador, buen hijo,
enamorado y amable con las personas que se ve inmerso en el crimen. Mediante flashbacks el
film sugiere que el buen muchacho fue víctima de una familia disfuncional. En concreto, sus
padres se agredían mutuamente y, en uno de esos episodios de violencia, murieron en un
accidente automovilístico. Al quedar el niño solo y con la responsabilidad de cuidar a un
padrastro en situación de discapacidad, decidió hurtar un vehículo. No obstante, el carro
resultó ser de un mafioso muy poderoso que lo obligó a pagarle lo hurtado trabajando para él
como conductor en atracos a bancos. Bajo este panorama, Baby Driver es un personaje
completamente determinado, es el individuo que usarían los positivistas para ejemplificar la
operatividad de las leyes causales sobre el ser humano hasta convertirlo en delincuente.
Sin embargo, los clásicos y neoclásicos también tendrían mucho que decir respecto al
personaje. Al fin y al cabo, cada vez que el joven pisaba el acelerador en medio de los atracos
a bancos, era su voluntad la que lo guiaba. Esos autos no se iban a mover si el muchacho así
lo decidía. Adicionalmente, tenía varias oportunidades para escapar del mafioso que lo
obligaba a delinquir, como denunciarlo o irse a vivir a otra ciudad con la buena cantidad de
dinero que tenía ahorrado.

Por otro lado, también es posible mencionar el caso de Ghost Dog, quien a pesar de
ser un asesino a sueldo que parece no tener ningún tipo de empatía por sus victimas, también
tuvo un pasado complicado y se vio introducido en el mundo del crimen gracias a que Louie,
un miembro de la mafia, salvó su vida y este se sintió en deuda con él, por lo que accedió a
trabajar para el. En esta situación, se destaca que Ghost Dog decide racionalmente a entrar a
este mundo, y es él quien, siguiendo el código de los samurais,labora como un asesino para la
mafia.

En fin, no parece tan sencillo descartar una teoría en favor de otra. Adicionalmente,
no es prudente, porque cada escuela ofrece beneficios prácticos. Por un lado, el libre albedrío
de los clásicos es el fundamento de la responsabilidad penal y de la imposición de penas. Si
se rechaza no habría base lógica para enviar a una persona a prisión. En el mismo sentido, se
perderían las funciones de la pena que, según el artículo 4 del Código penal, son “prevención
general, retribución justa, prevención especial, reinserción social y protección al condenado”
(Ley 599, 2000, art. 4). Por otro lado, la negación del determinismo impide emprender
estudios empíricos sobre las motivaciones de los delincuentes, con los cuales se podrían
diseñar políticas públicas que atacaran las causas del delito y, con ello, reducir efectivamente
las tasas de criminalidad.

Ahora bien, ¿cómo permitir la convivencia de dos explicaciones aparentemente


contradictorias? Una respuesta nos la ofrece Hans Kelsen. El filósofo austriaco sostenía que
“Considerado como un elemento de la naturaleza, el hombre no es libre, pues su conducta
está determinada por las leyes causales. En cambio, cuando uno de sus actos es juzgado a la
luz de una ley moral, religiosa o jurídica (...) se imputa a este acto la consecuencia” (Kelsen,
2015, p. 26). El autor concluye que:
“Ésta es la solución puramente racional y no metafísica que damos al problema de la
libertad y con la cual mostramos que no hay un verdadero conflicto entre necesidad y
libertad. Allí donde se oponían dos filosofías pretendidamente inconciliables (la filosofía
racionalista y empírica del determinismo y la filosofía metafísica de la libertad) vemos
dos métodos paralelos de conocimiento, fundados sobre la causalidad y la imputación,
respectivamente, pero ambos racionalistas y empíricos” (Kelsen, 2015, p. 29).

En conclusión, es difícil establecer si el ser humano se transforma en delincuente por


decisión propia o por influencia de factores externos a su voluntad. Las escuelas de
criminología han dado argumentos razonables en favor de una y otra respuesta. Ahora bien,
sería prudente hacer convivir las explicaciones debido a su utilidad. Por un lado, el libre
albedrío permite la continuidad del sistema penal y la atribución de responsabilidad a quien
comete delitos. Por el otro, el determinismo abre un abanico de estrategias para enfrentar las
altas tasas de criminalidad. Además, ambas explicaciones no son contradictorias si se
considera que provienen de métodos distintos para estudiar la realidad, a saber: la imputación
y la causalidad.

Bibliografía:
Congreso de la República. 24 de julio del 2000. Código Penal. Ley 599 de 2000. Diario
Oficial No. 44.097.
Kelsen, Hans (2015). Teoría Pura del Derecho. Editorial universitaria de Buenos Aires.
Ian Taylor et al. (2007). “La criminología clásica y la revolución positivista”, en La nueva
criminología. Contribución a una teoría social de la conducta desviada (3ª edición), Buenos
Aires, Amorrortu, pp. 19-50.
Wright, E. (Director). (2017, 28 junio). Baby Driver. TriStar Pictures, MRC, Big Talk
Productions, Working Title Films.
Jarmusch, J. (Director). (1999). Ghost Dog. Pandora Filmproduktion, ARD, Degeto Film,
Plywood Productions, BAC Films, Canal+, JVC Entertainment Networks.

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