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CRIMINOLOGÍA

APLICADA
Jefe de Gobierno
Horacio Rodríguez Larreta

Vicejefe de Gobierno
Diego Santilli

Jefe de Gabinete
Felipe Miguel

Director
Gabriel Unrein

Ciclo Lectivo 2020


ÍNDICE

UNIDAD 1: PÁG. 5
DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRIMINOLOGÍA.
UNIDAD 2: PÁG. 19
LAS DISTINTAS TEORÍAS DE LA PENA EN LOS DISCURSOS
LEGITIMANTES DEL PODER PUNITIVO.
UNIDAD 3: PÁG. 25
EL PRIMER DISCURSO CRIMINOLÓGICO.
UNIDAD 4: PÁG. 37
EL REPLANTEO DE LA CUESTIÓN CRIMINAL DESDE EL ILUMINISMO.
UNIDAD 5: PÁG. 47
CONTRIBUCIONES A LA CONSOLIDACIÓN DEL POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO.
UNIDAD 6: PÁG. 57
DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.
UNIDAD 7: PÁG. 73
POSITIVISMO Y SOCIOLOGÍA.
UNIDAD 8: PÁG. 85
QUIEBRE DEL PARADIGMA ETIOLÓGICO. LOS PRIMEROS PASOS
DE LA REACCIÓN SOCIAL.
UNIDAD 9: PÁG. 93
LA CRIMINOLOGÍA CRÍTICA EN LATINOAMÉRICA Y EN EUROPA.
UNIDAD 10: PÁG.105
LA INFLACIÓN PUNITIVA: DISCURSOS DE “LEY Y ORDEN”.
UNIDAD 11: PÁG.113
LINEAMIENTOS CRIMINOLÓGICOS DEL PRESENTE.
UNIDAD 12: PÁG.119
EL NACIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES TOTALES.
UNIDAD 13: PÁG.125
LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.
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UNIDAD 1
DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRIMINOLOGÍA.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 5
UNIDAD 1
DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRIMINOLOGÍA.

La problemática en torno a su definición. El conocimiento criminológico. El objeto de la criminología.


Breve síntesis acerca de la evolución del discurso criminológico.

Aproximación a la problemática de su definición.

A lo largo del curso seguramente van a surgir las siguientes afirmaciones o similares que solemos
escuchar en la vida cotidiana: “siempre caen los mismos”, “los de gorrita o quienes llevan la capucha del buzo
puesta siempre son sospechosos, hay que estar atentos”, “los políticos se roban todo y nadie los toca”, “la justicia
no trata a todos por igual”, “agarran siempre a los ladrones de gallinas, pero los que hacen grandes desastres
económicos son unos señores”, “Cambalache es un tango siempre vigente: el que no afana es un gil”, “los viola-
dores son irrecuperables, habría que deshacerse de ellos”, “las sanciones deberían ser más duras”, “hay que bajar
la edad de imputabilidad porque los menores son los más peligrosos”, “el problema es que la justicia no funciona,
no condena a nadie”, “la justicia es una puerta giratoria”, “los delincuentes no se recuperan en la cárcel”, “la
policía elige a quien agarra”, “la policía no hace nada”, “en la tele te muestran las noticias sobre delitos de la
manera que resulte más beneficiosa para el rating”…y muchas otras podríamos decir.
Adelantamos esto: quizá no haya posibilidad de rebatir todas -o ninguna de estas afirmaciones-, pero
como primera aproximación podemos decir que sobre estas cuestiones vamos a reflexionar en crimi-
nología, porque de esto se habla cuando hablamos de criminología.
Hecho este adelanto debemos enfatizar, entonces, que la criminología no tiene relación alguna con la
criminalística, siendo esta última una ciencia que utiliza diferentes procedimientos y técnicas para el
descubrimiento, explicación y prueba de los delitos, los autores y las víctimas, acudiendo para ello al
auxilio de otras ciencias como la medicina, la química y la física.
Además de la reciente aclaración, vale hacer otra muy importante: definir a la criminología, establecer
cuando “nació”, determinar si es un saber autónomo, afirmar su carácter científico y/o interdisciplinario
o transdisciplinario, para qué sirve (si es que sirve para un fin determinado), son cuestiones que se han
planteado a lo largo de la historia y cuya discusión sigue teniendo vigencia.
En efecto, la criminología ha sido definida de diversas formas según los enfoques, encuadres teóricos
y las épocas históricas en las que fueron expresadas las ideas.

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UNIDAD 1. DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRIMINOLOGÍA.

Por lo tanto, se puede decir que, desde sus orígenes la criminología ha manifestado su crisis de identidad.
Como una primera aproximación, en palabras de Virgolini, podemos definirla como “uno de los dis-
cursos que organizan la percepción de la realidad y el sentido de la acción; se distingue porque tiene un objeto/
objetivo específico: se ocupa del crimen (o la conducta desviada) y de cómo este(a) es castigado(a). De este modo,
se desenvuelve en torno a un núcleo permanente, que en general, pueden señalarse con los binomios de crimen
y castigo, delito y pena, o transgresión y corrección” 1.
El discurso de la criminología, señala el autor, “tiene un núcleo histórico que se desarrolla bajo diversos
nombres que suelen identificarse con los binomios crimen y castigo, delito y pena o transgresión y corrección” 2.
La práctica social del castigo es el principio rector de todas las discusiones criminológicas.
Más allá de los debates que reseñaremos a continuación con relación a la precisión y delimitación del
objeto de la criminología y a la existencia o no de un método unitario para conocerlo, el punto en el
que todas las miradas convergen es el “castigo como práctica”; una práctica instrumental o simbólica que
existió en todas las formas de organización social que se desarrollaron a lo largo de la historia.
Dicho esto, cabe preguntarse:
> El castigo ¿tiene relación con el orden social?
> El análisis de la práctica social del castigo, ¿puede llevarse adelante sin estudiar las relaciones
de poder ?
> En todo caso, ¿la práctica social del castigo es ejercicio de poder? ¿De qué clase de poder?
> Los saberes que estudian la práctica social del castigo, ¿son determinados por las relaciones de
poder ?
> ¿Puede comprenderse la práctica social del castigo sin tener en cuenta los aspectos políticos,
culturales, filosóficos y todos los problemas que hacen al ejercicio del poder coactivo del
Estado y al orden social?
Responder los interrogantes, en uno u otro sentido, define y delimita el objeto de estudio de la crimi-
nología y la forma de conocerlo.
Zaffaroni, al aproximarse a la criminología afirma que, incluso entre “quienes admiten su existencia o, al
menos no la niegan radicalmente, la asignación de contenidos y la clasificación de estos adquieren variables
muy importantes” 5.
El autor agrupa a los distintos pensadores que admiten la existencia de la criminología en dos grupos: un
primer grupo integrado por quienes, al definirla, no cuestionan el poder y un segundo grupo que sí lo hace.
1) El grupo de quienes no cuestionan el poder deja “fuera del ámbito de la “criminología” el estudio
del “sistema penal” y, con más razón, a la crítica ideológica al “sistema penal” 6.
1
Virgolini, Julio E.S. La razón ausente. Criminología y crítica política. Buenos Aires, Editores del Puerto, 2005 p. 1.
2
Ibídem p. 1.
5
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Criminología una aproximación desde el margen, Bogotá, Temis, 1988, p. 5.
6
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Ibídem, p. 8.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 7
El sistema penal es -como objeto del campo de
saber y como actividad de gobernar, de gestionar
poblaciones e individuos- una de las formas del
control social, y ese control social tiene relación
directa con la estructura de poder de la sociedad.
Dejar afuera del pensamiento criminológico
al sistema penal implica, entre otras cosas, no
considerar en este campo de saber el análi-
sis del derecho penal y a las instituciones que
tendrían por objeto hacerlo efectivo.
El objeto de estudio de la criminología, desde
este punto de vista, es el análisis de datos fác-
ticos (hechos) acerca de las conductas crimina-
les. Desde esa perspectiva, la criminología es un
saber científico (en el sentido más tradicional del
término) que no cuestiona al sistema penal, sino
que más bien lo “legitima” al describirlo “objeti-
vamente”, desde un punto de vista “neutral”.
Dentro del grupo de autores que no ponen en cuestionamiento al poder encontramos a:
> Quienes afirman que la criminología sería la ciencia que se ocupa de las conductas
criminales consideradas como producto patológico, es decir como síntoma de una
enfermedad.
> Quienes aseveran que la criminología sería la ciencia que se ocupa de las conductas
“desviadas”.
> Quienes señalan que la criminología sería la ciencia natural del delito, que se ocupa de
los datos fácticos de las conductas que la ley define como “delito”, es decir, entienden que
criminología es una “ciencia causal-explicativa” del delito.
> Quienes consideran que la criminología es el conjunto de resultados de las investiga-
ciones micro criminológicas, es decir, aquellas que se enfocan esencialmente en el autor
del delito, ya sea en lo individual o como parte de un grupo social, evaluando aspectos
biológicos y psicológicos que influyen en el origen del crimen.

2) El segundo grupo de autores, al preguntarse si existe la criminología y dar respuestas que cues-
tionan el poder, incluyen en el análisis criminológico al sistema penal, entendido como la orga-
nización estatal que determina quién es delincuente y quién no. Es decir, define los delitos y,
consecuentemente, qué acciones y a qué actores sociales se va a criminalizar. También determina
las penas y los órganos que van a aplicarlas.

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UNIDAD 1. DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRIMINOLOGÍA.

Sostienen que el tema del castigo remite directamente a la problemática del orden social y a la legi-
timidad de las leyes que se deben obedecer, ya que la cuestión del orden y el castigo tiene una rela-
ción estrecha con el ejercicio de poder coactivo cuya aplicación en nuestras sociedades corresponde
al Estado como organización jurídica – política de la sociedad. El Estado, en nuestras sociedades
occidentales, decimos que tiene el monopolio del uso de la fuerza y del poder de castigar.
La dimensión política constituye el marco dentro del que se desarrollan las prácticas del castigo social.
Cabe aclarar que cuando nos referimos al Estado, estamos hablando del occidental moderno cuya
caracterización más difundida es la que realizó Weber, en la cual, justamente, uno de sus elementos
constitutivos del Estado es que detenta el monopolio de la fuerza que se considera legítima.

Para Max Weber “El Estado es aquella comunidad humana que en el interior de
un determinado territorio reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción
física legítima”.

De la idea de poder coactivo legítimo se desprende que las normas y relaciones a las que se aplica
este poder son objeto de imposición, son reglas impuestas que deben obedecerse. El opuesto com-
plementario de la obediencia es la desobediencia.
Algunos teóricos, sin embargo, al incluir en su análisis la dimensión política de la práctica del
castigo cuestionan la legitimidad del Estado para castigar.
En definitiva, sea que se considere al Estado como legítimo detentador del poder de castigar o, por
el contrario, se afirme que el Estado no se encuentra legitimado a imponer penas, este segundo
grupo de pensadores afirma que la criminología tiene una profunda relación con el ejercicio del
poder político, por lo tanto, no puede dejar de lado valoraciones sociales.
La mayoría de estos autores, tomando la idea de Foucault, refieren que el poder y el saber se ejercen
en forma correlacionada porque no existe relación de poder que no constituya al mismo tiempo
unas relaciones de saber y la criminología no puede ser la excepción.

El conocimiento criminológico.

Si consideramos que la criminología incluye en su análisis al poder y al sistema penal o si, por el
contrario, entendemos que en su objeto de estudio estas cuestiones no están incluidas, será muy
diferente la respuesta al interrogante con el que comienza esta unidad, ¿de qué hablamos cuando
hablamos de criminología?
En otras palabras, ¿vamos a considerar la práctica social del castigo sin incluir en nuestro análisis
las relaciones de poder y el sistema penal o vamos a incluirlos? O ¿vamos a ir más allá, ampliando
estas miradas?

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 9
Como afirma acertadamente Bombini7 “casi como ningún otro campo de conocimiento, la Criminología
ha generado un enorme debate epistemológico, dadas las constantes problematizaciones que han provocado,
entre otras cuestiones, la delimitación precisa de un área de estudio, la definición de su objeto, sus fuentes, las
fronteras con otras disciplinas adyacentes como el derecho penal, la política criminal, la penología, la psicología
criminal, la antropología criminal, etc.; poniéndose en cuestión inclusive hasta su propia denominación”.

Estas preguntas fueron respondidas a lo largo del tiempo de distintas formas y como consecuencia
de los debates mencionados la criminología tuvo diversos nombres como Antropología Criminal,
Biología Criminal, Psicología Criminal o Sociología Criminal.
Cuando un saber se consideraba ciencia teniendo en cuenta un modelo único, el de las ciencias duras
(como la física), quienes entendían que la criminología era una ciencia le atribuían un único objetivo:
buscar las causas del delito y afirmaban no solo su carácter científico sino también neutral.
En cambio, cuando comenzó a afirmarse que los desarrollos tradicionales de la criminología no permi-
tían una comprensión más profunda de la práctica social del castigo porque dejaban afuera del análisis
a la cuestión del poder, comenzó a cuestionarse su carácter científico y se afirmó que si la criminología
se asumía como política se negaba como ciencia8.
Por esta razón existe una “tensión permanente entre la concepción científica de la criminología llamada a
resolver instrumentalmente los problemas del orden social a partir de una visión técnica y una perspectiva que
tome en cuenta los aspectos políticos, culturales y filosóficos que se encuentran involucrados y que son necesarios
para su comprensión” 9.
A continuación, veremos, que aún hoy, los debates acerca de la definición de la criminología, de su
objeto y las distintas formas de conocerlo continúan vigentes.

7
Bombini, Gabriel. Breve recapitulación epistemológica en torno a la “cuestión criminal” (sf), Sitio Web Facultad de Derecho, Universidad Nacional de
Mar de Plata, Cátedra de Criminología, recuperado el 29/06/2020.
8
Virgolini, Julio E.S. Op. Cit. p. 17.
9
En este sentido Virgolini, Julio E.S. Op. Cit. p. 17.

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UNIDAD 1. DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRIMINOLOGÍA.

a) La criminología como una ciencia empírica e interdisciplinaria


En la actualidad, autores como Antonio García-Pablos de Molina sostienen que la criminología es una
ciencia empírica, es decir, que aplica el método científico contrastando sus hipótesis con datos de la realidad.
Además de ser una ciencia empírica es interdisciplinaria y aporta una información válida, contrastada
y fiable sobre la génesis, dinámica y variables del crimen –contemplado éste como fenómeno indivi-
dual y como problema social, comunitario–; así como sobre su prevención eficaz, las formas y estrate-
gias de reacción al mismo y las técnicas de intervención positiva en el infractor 10.
Para este autor, “que la criminología sea una ciencia – y una ciencia además empírica- no significa que los
conocimientos, saberes y experiencias acumulados por ella alcancen el rango máximo de fiabilidad o certeza
propio de las denominadas ciencias exactas” 11. Que la criminología sea una ciencia empírica solo significa
que utiliza un determinado método para obtener la información deseada sobre el problema criminal,
y para verificarla satisfactoriamente emplea un método inductivo, basado en el análisis y observación
de la realidad individual y social. Por ello -por su cientificismo- garantiza mejor que cualquier otro
método la fiabilidad y el rigor del examen del objeto investigado. Pero nada más. La criminología no es
una ciencia exacta ni puede confundirse en este marco, método empírico con método experimental12.
Sostiene García - Pablos de Molina que el saber criminológico, como todo saber científico, es inevi-
tablemente relativo, inseguro, abierto, provisional; fundamentalmente en virtud de su objeto, ya que el
delito y el delincuente no son dos fenómenos de la realidad física o natural, sino que son problemas
humanos y sociales. Afirma que se trata de un nuevo modelo de ciencia que considera limitado el
conocimiento de la realidad y no escapa a la siempre parcial percepción del observador constituyendo
así un paradigma de ciencia relativizado, que sustituye la exactitud y la certeza absoluta de las ciencias
naturales, por la probabilidad razonable de una proposición no refutada.
La criminología, según este autor, renuncia así a la pretensión de explicar la realidad humana y social
con leyes universales, ya que un problema debe ser comprendido (no puede ser explicado como un
fenómeno) y la comprensión no está exenta de empatía, coloca al científico más allá de la lógica for-
mal, pero sin abandonar el rigor del método empírico.
Conviene destacar aquí que el término interdisciplinario, para esta postura, implica que la criminología
acumula y sistematiza conocimientos de otras ciencias como la sociología, la psicología, la biología, la
historia o la antropología, toma de ellos sólo lo que interesa a su objeto de estudio empleando el método
científico-empírico, para establecer proposiciones de alcance general en lo que respecta al surgimiento
del delito, la reacción ante su producción y el tratamiento que se da a quien incurre en esas conductas.
Observa finalmente, García Pablos de Molina, que existe una tendencia irreversible: la ampliación del
objeto de estudio de la criminología, sobre todo por la inclusión en el mismo del estudio de la víctima
y la relevancia del control social, finalizando así una etapa científica centrada exclusivamente en la
persona del delincuente.
10
García-Pablos De Molina, Antonio. Tratado de Criminología, Tomo I, Santa Fe, Rubinzal Culzoni, 2012, p. 35.
11
García-Pablos De Molina, Antonio. La aportación de la Criminología. 1989.
12
García, Antonio; De Molina, Pablos. Manual de criminología. Introducción y Teorías de la Criminalidad. Madrid, Editorial Espasa-Calpe, 1988, pp. 50 y ss.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 11
La información válida y fiable sobre el problema criminal que puede aportar la criminología, según
este autor, tiene un triple ámbito:
› 1. la explicación científica del fenómeno criminal (modelos teóricos), de su origen, dinámica
y principales variables,
› 2. la prevención del delito,
› 3. la intervención en el hombre delincuente.

b) La criminología como saber con dimensión crítica y política.


La corriente de pensamiento que considera que la criminología se encuentra intrínsecamente ligada a
la política, entiende que la pena estatal y el sistema penal en general constituyen ejercicio de poder y
forman parte del control social.
Afirman que la criminología constituye un campo de saber en las ciencias sociales que debe ser crítico,
político, pluridisciplinar y empírico13.
Es científico porque se dedica a examinar. Luego, como resultado de ese análisis, lleva adelante una
“valoración” de lo analizado, positiva o negativamente.
El saber criminológico debe ser además político, ya que, en todo orden social, subyace una intención
política. La relación entre la intención política y la pena estatal es inevitable, ya que esta, siempre es
ejercicio de poder coactivo, y por lo tanto una manifestación del poder político.
Además, es un conocimiento pluridisciplinar porque comprende un campo de conocimientos en con-
tinua construcción que, con el tiempo, se ha nutrido y relacionado con otras disciplinas.
Finalmente, el saber criminológico es empírico, porque puede llevar adelante con rigurosidad investi-
gaciones científicas basadas en datos de la realidad, las que pueden servir de base en el diseño, imple-
mentación y evaluación de políticas públicas ligadas a la seguridad y la justicia penal.
Desde esta misma perspectiva, Zaffaroni define a la criminología como “el análisis crítico de los
saberes no estrictamente jurídicos acerca de la cuestión criminal, para reducir los niveles de violencia a
ella vinculados”.
Por su parte, Lolita Aniyar de Castro refiere que “todo lo que se relaciona con la criminología es profun-
damente político (la Justicia Penal, la legislación penal, las políticas criminales y penales, la cárcel, el bien
jurídico tutelado, las teorías de la pena, la criminalización efectiva). Es además el más sólido entre los pilares
que sustentan la mesa de gobernabilidad”14.

13
Bombini, Gabriel. Op. Cit.
14
Aniyar se Castro, Lolita. La criminología crítica en e siglo XXI como criminología de los derechos humanos y la contra – reforma humanística o las
teorías criminológicas no son inocentes. En la Revista Interferencial, año 1, Vol. 0 p, 18.

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UNIDAD 1. DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRIMINOLOGÍA.

c) La criminología como campo de saber(es) sobre las formas y los mecanismos de control social.
Actualmente, en el campo científico cada vez más investigadores toman conciencia de que la ciencia
se configura cada vez más como una práctica de construcción de modelos, de formulación y solución
de problemas en un mundo en constante cambio.
Este dinamismo ocurre porque la práctica científica está continuamente produciendo y “reconociendo
objetos nuevos, no solo nuevas formas para referenciar los mismos objetos viejos, sino, de hecho, objetos radical-
mente nuevos, realmente emergentes” 15.
La Posmodernidad es el movimiento cultural, literario, filosófico y artístico que se impuso entre las
décadas de 1970 y 1980. La palabra clave de la Posmodernidad es: reestructuración, mayormente uti-
lizada en el ámbito artístico, pero también expandiéndose hacia lo social y cultural.
La posmodernidad “es un movimiento artístico, filosófico e histórico que nace a finales de la expresión.
Respecto a la ciencia redefine la objetividad. Para esta corriente la objetividad está condicionada por relaciones
de poder y obviamente de verdad, la verdad entendida como una construcción histórico - cultural. La fuerza
de las cosas ha impuesto otro estilo (…) Metodológicamente todo vale cuando se trata de la resolución de un
problema (…) si algo, aunque no esté previsto en el método oficializado por la comunidad científica sirve para
solucionar un problema científico, vale” 16.
La Posmodernidad es el movimiento cultural, literario, filosófico y artístico que se impuso entre las déca-
das de 1970 y 1980, como oposición al movimiento moderno, criticando la formalidad, la racionalidad y
en busca de una nueva expresión que presta especial atención a las formas y no a los convencionalismos.
La palabra clave de la Posmodernidad es la Reestructuración, mayormente en el ámbito artístico, pero
también expandiéndose hacia lo social y cultural.

15
Almeida-Filho, Naomar. Complejidad y transdisciplinariedad en el campo de la salud colectiva: evaluación de conceptos y aplicaciones. Salud colec-
tiva, 2006, vol. 2, pp. 123-146.
16
Díaz, Esther. Posmodernidad. Buenos Aires, Editorial Biblos, 2000 p. 24.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 13
Las tendencias posmodernas en criminología dejan de hacer foco en “los tradicionales objetos de análisis
-crimen, criminal, reacción social, instituciones de control, poder político y económico – incluyendo en la investi-
gación la formación del lenguaje de la criminalización y el control”17. De esta forma “una nueva tarea se agrega
al trabajo de los investigadores del campo criminológico: el análisis y la crítica a de la gramática del crimen”18.
El pensamiento crítico posmoderno cuestiona el esquema que organiza, explica conocimientos y experien-
cias de forma totalizadora como lo hace la ciencia occidental, empirista y utilitaria, que pretende ser neutra,
rigurosa y universal, donde los conocimientos se aprenden de memoria y las ideas dentro de un sistema
son taxativas. Esta circunstancia conlleva a la imposibilidad de aceptación de cualquier verdad universal.
En el área de la criminología lo mencionado tiene como consecuencia “el agotamiento de los discursos de
legitimación (teorías absolutas, relativas o eclécticas) a partir de la no correspondencia de las creencias de sus
finalidades con el real impacto de la punición sobre lo criminalizado y la sociedad”19.
Esta corriente de pensamiento afirma la necesidad de que las ciencias criminales incorporen a su
universo de análisis la categoría de complejidad. “Para los problemas complejos es fundamental construir
mecanismos complejos de análisis, contrarios a las respuestas binarias, unívocas y universales”20. La inves-
tigación científica dentro de este nuevo paradigma pretende respetar la complejidad inherente a los
procesos concretos de la naturaleza, de la sociedad y de la historia.
En ese contexto, se parte de la afirmación que sostiene que uno de los condicionamientos básicos de
los modelos y teorías científicas es cultural. Actualmente, “podemos constatar que diferentes disciplinas,
lo suficientemente apartadas entre sí, como para que la influencia directa aparezca como improbable, se han
dedicado a estudiar problemas similares (…) Esto se genera porque las preocupaciones que las sustentan están
fuertemente cargadas de significación dentro del contexto cultural imperante” 21.
La criminología no puede estar ajena, por ejemplo, a la difusión de las imágenes de crimen y violencia en
los distintos vehículos de información y entretenimiento. La criminología debe adaptar sus instrumentos
de interpretación, prestando atención a las nuevas formas de violencia y comprendiendo sus significados
en la cultura de este siglo, también procurando no reproducir la violencia a través de su discurso.
En la actualidad, cada vez son más los pensadores que afirman la necesidad de una (re)constitución
del modelo de ciencias criminales fundado en tres posiciones: (a) la apertura a la transdisciplinariedad,
(b) la orientación de la idea humanista de respeto a la diversidad (c) una ciencia de los límites de la
programación de los mecanismos penales22.
La transdisciplina es un esquema de investigación que incluye múltiples disciplinas que no se organi-
zan jerárquicamente -como sí lo hacen en el caso de la interdisciplina- y que se enfoca en problemas
compartidos y en la contribución activa de los participantes fuera del ámbito académico.

17
De Carvalho, Salo. Criminología cultural: perspectivas desde el margen 1. Delito y sociedad: revista de ciencias sociales, 2010, no 30, pp. 85-100.
18
De Carvalho, Salo. Ibídem.
19
De Carvalho, Salo. Op. Cit.
20
De Carvalho, Op. Cit.
21
Riera, Elba del Carmen. La complejidad: consideraciones epistemológicas y filosóficas. En The Paideia Archive: Twentieth World Congress of Philo-
sophy. 1998. p. 51-57.
22
De Carvalho, Salo. Criminología y transdisciplinariedad. 2005 y De Carvalho, Salo. Criminología anti manual. Río de Janeiro: Lumen Juris, 2008, vol. 16.

14 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 1. DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRIMINOLOGÍA.

Una transdisciplina es una estrategia de investigación que atraviesa límites disciplinarios para crear un
enfoque holístico (el holismo supone que todas las propiedades de un sistema no pueden ser deter-
minadas o explicadas como la suma de sus componentes). En otras palabras, el holismo considera
que el sistema completo se comporta de un modo distinto que la suma de sus partes.. Los problemas
analizados cruzan los límites de dos o más disciplinas y pueden referirse a conceptos o métodos que
originalmente fueron desarrollados por una disciplina, pero son ahora usados por otros.
Un enfoque transdisciplinario permite aportes y análisis en las comunidades científicas y no científi-
cas, y facilita una forma sistémica de abordar un problema.
La transdisciplinariedad en el campo de la ciencia demostraría una posibilidad de convivencia entre
varias formas de producción del conocimiento sobre el crimen, la criminalidad y las violencias, abrien-
do el campo del saber, incluso para el arte (…) (lo que permitiría) mirar (…) de diferentes formas la
conducta humana23.

El objeto de la criminología.

Sea una ciencia, una disciplina, una plusdisciplina o una transdisciplina, ¿qué forma parte de su obje-
to?, es decir, a qué se dedica, qué es lo que estudia, investiga y analiza.
El objeto de estudio de la criminología no fue siempre el mismo, la respuesta a esas preguntas depen-
derá de la época, aunque como advertimos al inicio del capítulo el punto de encuentro de todas las
visiones criminológicas es la transgresión y la práctica social de castigar.
Una primera delimitación consideró como objeto de análisis de la criminología -con pretensión de
objetividad- al crimen en sí mismo, estudiando las causas de la delincuencia y los métodos para pre-
venirla o en su caso erradicarla.
Por su parte, los partidarios de una visión que integra al poder dentro del objeto de estudio promovie-
ron una apertura de la criminología hacia otras facetas de la práctica social de castigar, incluyendo la
relación del crimen con la víctima y con el funcionamiento del sistema de control social; se pregunta-
ron ¿quién define qué es delito? y ¿quién es delincuente?, tópicos relacionados con lo que se denomina
el poder de definición y la legitimación para ejercer el poder punitivo o de castigo. La criminología,
para esta mirada se ocupa de la legitimidad de la pena y el poder punitivo del Estado, e incluso en
ciertos períodos históricos se halló directamente relacionada con la legitimidad del Estado mismo.
Actualmente, la criminología amplía su horizonte de proyección y el método a aplicar e incluye, por
ejemplo, las diversas violencias comunicadas.

De Carvalho, Salo Op. Cit.


23

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 15
Breve síntesis acerca de la evolución del discurso criminológico.

Como afirma Tonkonoff actualmente “una premisa básica del sentido común sociológico (es que) el crimen
es un fenómeno social”24, entendiendo por fenómeno todos los comportamientos que transcurren dentro
de una sociedad, que pueden ser realizados por parte de algunos miembros o por su totalidad.
La característica de transcurrir dentro de la sociedad implica que se trata exclusivamente de relaciones
entre las personas en un tiempo y espacio determinados (como ejemplos podemos mencionar el arte,
las redes sociales). Y justamente el tiempo, nos ayudará a organizar y sistematizar nuestro curso.
Si nos interrogamos en qué momento histórico comenzará nuestro recorrido, debemos recordar que
la inclusión en el análisis criminológico del sistema penal también tiene influencia en la elección de
ese punto de partida.
Como afirma Bustos Ramírez, el debate sobre el punto de partida de la criminología “…no tiene un carác-
ter meramente historicista, sino que apunta a una controversia más profunda de carácter epistemológico…” 25.
Algunos autores entienden como punto de partida del saber criminológico el origen del Estado moder-
no junto con su facultad de ejercer el poder punitivo, en Europa durante los siglos XII y XIII26, otros
afirman que su origen coincide con el Iluminismo27 específicamente con la obra “De los delitos y de las
penas” de Beccaria publicada en 1764 y, finalmente, para otros estudiosos la criminología surge en el
siglo XIX, con el desarrollo del denominado positivismo criminológico, identificado primordialmente
con sus conocidos autores italianos: Cesare Lombroso, Enrico Ferri y Raffaelle Garófalo.
Para elegir una u otra opción resulta esencial considerar o no la relación “criminología - poder - política”
que, a su vez, se desarrolla en un marco de análisis más amplio: una cosmovisión y una antroprovisión,
es decir, en una forma de entender a la sociedad y su origen, una manera de definir a los seres humanos,
sus características, fines y sus relaciones.
Importante es aclarar además que, aunque nuestro recorrido de la historia de la criminología o de
los pensamientos criminológicos sea cronológico y sistemático, esas ideas -que parecen nacer y morir
en un momento- no se esfumaron ni desaparecieron absolutamente y muy por el contrario aún hoy
podemos ver su influencia28.
Vamos a analizar los diferentes discursos, -entendidos como prácticas sociales, en palabras de Foucault-
que se construyeron para explicar el crimen y el castigo, ya sea legitimando el poder y el estado de cosas
o ya sea para cuestionarlo, criticarlo e incluso preguntarse acerca de su legitimidad.
Nuestro camino comenzará en la Edad Media -con el surgimiento del Estado moderno y junto con él,
el poder punitivo- y llegará al presente analizando las ideas acerca de la cuestión criminal.

24
Tonkonoff, Sergio. La cuestión criminal. Ensayo de (re) definición. Nómadas. Critical Journal of Social and Juridical Sciences, 2012, vol. 35, no 3.
25
Bustos Ramírez, Juan. El pensamiento criminológico. Bogotá, Temis, 1983, p. 16.
26
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Criminología: aproximación desde un margen. Bogotá, Temis, 1988. / ZAFFARONI, Eugenio Raúl; Rep, Miguel. La cuestión
criminal. Planeta, 2013. /, Zaffaroni, Eugenio Raúl. La palabra de los muertos: Conferencias de criminología cautelar. Buenos Aires Argentina EDIAR,
2011. Entre otras obras del autor.
27
Bustos Ramírez; Juan, Ibídem p. 17.
28
Zaffaroni, refiere en su libro La Cuestión Criminal, que no es un pasado que vuelve sino uno que nunca se ha ido.

16 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 1. DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE CRIMINOLOGÍA.

Vamos a estudiar a lo largo de 800 años las dis-


tintas respuestas a diversas preguntas: ¿Qué se
pena? ¿Por qué se pena?, ¿Para qué se pena?, ¿A
quién se pena?, ¿Cómo se pena?
Cabe aclarar que la elección de este punto en la
historia - el surgimiento del Estado occidental
moderno no implica desconocer la práctica del
castigo en todos los tiempos. En otras palabras,
en cualquier forma de civilización u organiza-
ción, existió la práctica de imponer castigos.
Práctica de imposición de castigo que cumple
una función instrumental y/o simbólica y tiene
el fin de mantener el orden de las relaciones polí-
ticas, económicas y culturales.
La elección del punto de inicio se encuentra rela-
cionada con el surgimiento del Estado moder-
no occidental y con él, el ius puniendi tal cual
lo definimos hoy como elemento del Estado que
le permite utilizar la fuerza de manera legítima.
Situar el inicio de la criminología en este punto,
como veremos no es casual ni caprichoso, sino
que obedece a que en dicho momento la práctica
social de castigar sufrió un cambio profundo: ya
no era la víctima la agraviada por el delito, sino
que lo era la sociedad o el Estado del que forma-
ba parte. Así el Estado corrió a la víctima, asumió
su lugar y con él el derecho a castigar. Situación
que llega hasta nuestros días.
A lo largo del sendero debemos estar atentos y no
tentarnos con simplificar la cuestión a un mero
recorrido histórico, porque nuestro camino es
mucho más complejo. De alguna forma, lo que estu-
diaremos como hechos y sistemas de ideas pasados,
si hoy miramos bien, podemos advertir que siguen
teniendo presencia en las criminologías actuales.
La labor del criminólogo es la de ocuparse del
binomio crimen - castigo; delito - pena; desvia-
ción - corrección; ocuparse de la cuestión criminal.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 17
Sin embargo, la propia práctica del castigo y la cuestión criminal varían con el transcurso del tiempo y no
son iguales en todas las sociedades. Por lo tanto, la tarea del criminólogo queda supeditada a esos vaive-
nes, vamos a situarnos en momentos históricos y lugares específicos: veremos cómo en determinado
momento quienes cometían crímenes eran los herejes y las brujas, en otro período se consideraba a
la persona que cometía un delito como un sujeto, un ciudadano responsable de sus actos que elegía el
violar la norma, en otro lapso, el delincuente fue considerado un sujeto que estaba enfermo y determi-
nado por su condición psicofísica que lo arrastraba a realizar conductas criminales.
Más tarde será la sociología la que le devuelva al delincuente la normalidad perdida, comenzando
por cambiar el término delincuente por el de desviado. Esta persona era como cualquier otra, pero se
hallaba en una condición deficitaria de atención a su nivel de educación, estrato social y situación eco-
nómica y se organizaba de una manera distinta, sobre la base de pautas y valores que contrastaban con
los de la mayoría. Este saber -de la mano del estructural funcionalismo- fue más allá todavía, encon-
trando en el delito algún efecto beneficioso o funcional para la sociedad, sin perjuicio del reproche que
mereciera la conducta disvaliosa.
Luego, los exponentes de la reacción social serán quienes esgriman una postura más jugada, al consi-
derar al desviado como una consecuencia o un producto de los sistemas de control social imperantes.
La complejidad del fenómeno criminal obliga a que temas tales como la política, los medios de comu-
nicación, los procesos de definición y selectividad, la víctima, el control social, los contextos históricos,
sociales, económicos y culturales, el monopolio estatal del uso de la fuerza y su legitimidad, el análisis
de las relaciones de poder que a través del saber y del lenguaje son constructoras de la realidad, cues-
tionando verdades y teniendo una mirada integral de la transgresión.
Realizar la reconstrucción exige una toma de posición respecto de nuestra tarea, debemos ser analíti-
cos y reflexivos, procurando que esa reconstrucción también implique una deconstrucción, un examen
de cada postura para apreciar sus pros y contras, sus aspectos positivos y negativos.
En base a estos propósitos, quedan invitados a recorrer el trayecto del discurso que ordena la percep-
ción de la realidad en torno a la cuestión criminal.

18 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 2
LAS DISTINTAS TEORÍAS DE LA PENA EN LOS DISCURSOS
LEGITIMANTES DEL PODER PUNITIVO.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 19
UNIDAD 2
LAS DISTINTAS TEORÍAS DE LA PENA EN LOS DISCURSOS LEGITIMANTES DEL
PODER PUNITIVO.

Concepto de pena. Debates acerca de sus fundamentos y fines. Retribucionismo y Utilitarismo. Teorías
absolutas y relativas en torno a la pena. Teorías Eclécticas. Teoría Agnóstica de la pena. Neo retribu-
cionismo. Medidas de Seguridad.

En esta unidad estudiaremos las distintas teorías que se han esbozado para justificar la existencia de la
pena y que estas puedan ser aplicadas exclusivamente por el Estado.
Previo a todo debemos definir que será para nosotros “pena” a lo largo del presente capítulo, es decir
que se considera pena en el sentido del Derecho Penal.
Como ya han visto al estudiar la parte general del Derecho Penal, según una definición muy antigua de
un pensador del siglo XVI, Hugo Grotius (Grocio, 1583-1645) la pena es un mal que se padece y que
es infligido a causa de una mala acción, o bien, se puede decir también, que se impone en retribución
de algo mal hecho. Entonces puede decirse que es un mal que se padece por algo ya ocurrido antes, por
un hecho cometido por el mismo sujeto, que realizó la mala acción que se le retribuye.
Es necesario distinguir la pena de otras reacciones sociales negativas que también traen apareja-
das para la persona graves consecuencias. No debemos confundir a pena en sentido del derecho
penal con:
1. Pago de una indemnización civil que un deudor tiene que hacer a favor de su acreedor, lo cual a
veces se funda también en un hecho ilícito. Pero esta indemnización tiene como finalidad reparar el
daño causado. La indemnización civil pertenece al derecho privado. Si el deudor no paga la indem-
nización y un oficial de justicia le embarga bienes de su propiedad y los remata, esto sigue siendo la
realización obligatoria del Estado de la indemnización debida, pero no es una pena.
2. Actos estatales que repelen peligros, es decir, una intervención estatal hecha por la fuerza para evi-
tar, por ejemplo, la consumación de un delito. Porque esa intervención del Estado se realiza para
evitar un peligro actual, mientras que la pena tiene como objeto algo ocurrido en el pasado, es decir,
la retribución del mal ya cometido.
3. Medidas de coerción procesal, sobre todo de la llamada “prisión preventiva” que, en principio, solo es
legítima en la medida en que sea necesaria para asegurar los fines del proceso penal y no pretende
retribuir el mal ya cometido, porque el autor del hecho aún está siendo juzgado. No ha sido todavía
declarado culpable (goza de la presunción de inocencia).

20 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 2. LAS DISTINTAS TEORÍAS DE LA PENA EN LOS DISCURSOS LEGITIMANTES DEL PODER PUNITIVO.

4. Sanciones disciplinarias que, por ejemplo, impone una asociación de profesionales como sería el
caso del Colegio de Abogados.
5. Medidas de Seguridad las cuales no apuntan al pasado. Las normas que las regulan refieren que
estas tienen como objeto el peligro futuro que el sujeto puede implicar para sí o para terceros. Las
medidas de seguridad que suelen ser estudiadas en el ámbito del derecho penal son aquellas que se
aplican tras haber un proceso penal por un delito en principio sí cometido, pero por alguien decla-
rado incapaz de culpabilidad (inimputable).
Luego de haber caracterizado la “pena” y entender cómo se distingue de otras sanciones que puede
sufrir una persona a manos del Estado y entendemos a la criminología como un saber vinculado a la
práctica social del castigo, las preguntas más importantes que se han formulado en este ámbito -así
como en el derecho penal- son justamente aquellos interrogantes que versan sobre ¿qué es el castigo?,
¿por qué se aplica?, ¿a quién se castiga?, ¿quién está legitimado para castigar?, ¿cómo y para qué se
castiga?, ¿por qué existe un derecho penal?, ¿por qué hay penas?
Como vimos, dentro de los pensamientos acerca de la potestad del Estado para castigar, encontramos
una visión que cuestiona la legitimidad estatal para aplicar pena, ya que inicialmente presupone la ilegi-
timidad del derecho penal, al entenderlo como un instrumento de la dominación de una clase sobre otra.
Sin embargo, otra parte, considera que el Estado es titular legítimo del ius puniendi, estos discursos
son denominados discursos legitimantes del poder punitivo.
En el marco de estos últimos se han esbozado lo que se denominan “Teorías de la Pena”.
Las teorías de la pena se ocupan del cuestionamiento acerca de si la pena puede ser justificada.
Dentro de los discursos que legitiman al poder punitivo del Estado, los fundamentos de la pena esta-
tal que históricamente han estado en conflicto son, la retribución -recompensación- y la prevención;
por esta razón la manera más extendida para explicar el problema planteado consiste en recurrir a dos
conceptos generales: teorías de la pena “absoluta” y “relativa”.

Teorías Absolutas de la Pena.

Para este grupo de teorías, la pena se aplica por un valor absoluto que mira a la retribución del
mal cometido. No importa ningún fin de utilidad social. La pena se justifica por un interés de
hacer justicia.
La pena se justifica por sí misma porque hubo un delito y para hacer justicia, sin que sea necesaria
ninguna otra finalidad.
Las teorías absolutas o retributivas postulan que a través de la pena se debe causar a quien comete un
delito, un dolor equivalente al que injustamente produjo.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 21
Esta teoría no brinda una explicación sobre los motivos por los cuales a pesar de que el mal causado por
el delito lo sufre una persona, la retribución la cobra el Estado, a través de la imposición de una pena.
En las ideas retribucionistas el sentido de la pena se fundamenta en que la culpabilidad del autor de
un delito solo se compensa con la imposición de una pena.
El postulado esencial de esta teoría es que la pena es retribución del mal causado. Por lo que la justifi-
cación de la sanción penal, en estas teorías, es solo y únicamente la realización de la justicia como valor
ideal. La pena tiene que ser porque debe imperar la justicia.
Por esta razón se explica que la teoría de la retribución tenga directa relación con el principio de pro-
porcionalidad, ya que la culpabilidad aquí no solo es el fundamento de la pena sino también su medida.
De forma tal que el castigo penal no puede, por principio, exceder la intensidad del reproche.
Dos ideas fundamentales de esta teoría son:
> El castigo penal, no puede perseguir jamás fines útiles de evitación o de prevención del delito.
> La existencia de valores absolutos, que la pena que corresponde al delito tiene que ejecutarse siem-
pre y en su totalidad.

Teorías relativas de la pena.

“Relativo” quiere decir en este caso “con relación a un fin”.


Las teorías de la prevención general pretenden que la criminalización actúe sobre los que no han delinquido.
La idea de estas teorías es que ninguna pena puede ser justa si no es útil. Por lo tanto, solo la utilidad
social de la pena podría justificarla.
Estas teorías relativas tienen dos variantes:
■ 1. Las teorías de la prevención general, que afirma que la pena se justifica para causar un efecto en
la generalidad.
a. Teoría de la prevención general positiva: Es general porque se dirige a toda la comunidad; es
“positiva” porque logra internalizar en las personas los valores de conducta contenidos en las
normas que son importantes para esa sociedad. La pena no está para imponer justicia por amor
a la justicia misma, sino para confirmar la confianza de la comunidad en la vigencia de sus nor-
mas fundamentales. Se parte de la base de que, si los incumplimientos a las normas no fueran
castigados, a la larga, estas normas dejarían de regir. Y en tanto la comunidad siga creyendo en
el valor de sus normas, necesita que el incumplimiento de la norma sea castigado para ratificar
la vigencia de la norma como modelo del contacto social. La pena está para confirmar la vigen-
cia del ordenamiento jurídico, para poder seguir confiando en que las normas rigen, en que son

22 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 2. LAS DISTINTAS TEORÍAS DE LA PENA EN LOS DISCURSOS LEGITIMANTES DEL PODER PUNITIVO.

parámetro de la conducta social que nos obliga a todos. La criminalización se fundaría en su


efecto positivo sobre los no criminalizados, pero no para disuadirlos, sino como valor simbólico
productor de consenso, y, por ende, reforzador de su confianza en el sistema social en general.
En definitiva, el delito sería una mala propaganda para el sistema, y la pena sería la forma en
que el sistema hace publicidad neutralizante.
b. Las Teorías de la prevención general negativa: Explica la pena por su utilidad en la incidencia
de la amenaza penal y la aplicación de la pena en la generalidad de la población (“negativa” en
el sentido de que la pena se justifica en castigar el delito para que la población sienta temor a
la sanción). La pena tendría la función de contraponer, a las tendencias del hombre a cometer
delitos, la amenaza de un disgusto (pena), que lo desalienta para ello. Esta teoría aspira a obte-
ner con la pena la disuasión de los que no delinquieron y pueden sentirse tentados de hacerlo.
A través de este discurso, la criminalización asumiría una función utilitaria, y, por tanto, su
medida debiera ser la necesaria para intimidar a los que puedan sentir la tentación de cometer
delitos. Se da por sentado que el ser humano hace un frío cálculo de costo beneficio frente a
cada impulso delictivo. Esta teoría permite legitimar la imposición de penas cada vez más gra-
ves porque nunca se logrará la disuasión, como lo prueba la circunstancia de que los crímenes
se siguen cometiendo. De esta manera, la pena no guardará relación con el contenido injusto
del hecho, sino que su medida dependerá de hechos ajenos, proponiendo una clara utilización
de una persona como medio o instrumento empleado por el Estado para sus fines propios.
■ 2. Las teorías de prevención especial. A diferencia de las anteriores, estas teorías actúan sobre los
que han delinquido, la pena se justifica para causar un efecto en el autor individual.
a. Teoría de la prevención especial positiva: Lo esencial aquí serían los fines de resocialización,
es decir, buscar aquella pena y aquel tipo de tratamiento carcelario que reduzca todo lo posible
la posibilidad de reincidencia. El representante más conocido de esta concepción fue el autor
alemán Franz von Liszt (fines del siglo XIX). Él distinguía entre autores intimidables, para los
que bastaba una cierta advertencia o intimidación de los autores corregibles, de los que hacía
falta un tratamiento de readaptación. A través esta teoría se intenta legitimar el poder punitivo
asignándole una función positiva de mejoramiento sobre el propio infractor (ideologías in re:
resocialización, reeducación, reinserción, repersonalización, reinvidualización, reincorporación).
b. Teoría de la prevención especial negativa: La criminalización se dirige a la persona crimina-
lizada, pero no para mejorarla, sino para neutralizar los efectos de sus acciones, a costa de un
mal para la persona, pero que es un bien para el cuerpo social. En general, no se enuncia como
función manifiesta exclusiva, sino en combinación con la anterior: cuando las ideologías re
fracasan o se descartan, se apela a la neutralización y eliminación. Con estas ideas se pretende
hacer inocuos, a los sujetos que delinquieron, es decir, neutralizarlos con un encierro permanen-
te, hasta que desaparezca su tendencia al delito.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 23
Teoría de la Unión.

La teoría de la unión es un intento de lograr una conexión entre todas las teorías de la pena. Pero cada
teoría de la pena, individualmente considerada, tiene efectos contrapuestos. Por eso, no pueden reu-
nirse en una teoría uniforme. Claro que cada teoría puede tener un peso mayor según el momento que
consideremos. Al momento de la amenaza penal se da un efecto de prevención general. Al momento
de la imposición de la pena en la sentencia, se trata de fijar la pena justa, en el sentido de la teoría
absoluta. Al momento de la ejecución de la pena, se trata de orientar todo lo posible el tratamiento
penitenciario a una resocialización del autor

Teoría negativa o agnóstica.

Zaffaroni sostiene el fracaso de las teorías anteriores para explicar la función de la pena y construye
una teoría negativa o agnóstica de la pena. Se trata de un concepto negativo de pena porque no le
asigna ninguna función positiva y que se obtiene por exclusión. Es agnóstico en cuanto a su función,
porque parte de su desconocimiento.
De esta manera concluye que la pena es una coerción, que impone una privación de derechos o un
dolor, que no repara ni restituye, ni tampoco detiene las lesiones en curso, ni neutraliza los peligros
inminentes.

24 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 3
EL PRIMER DISCURSO CRIMINOLÓGICO.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 25
UNIDAD 3
EL PRIMER DISCURSO CRIMINOLÓGICO.

El Antiguo Régimen: concepto, características. La Inquisición, institución de la Edad Media cuyas


prácticas se aplican en la Edad Moderna. El proceso inquisitivo. El fundamento del proceso inquisi-
tivo como primer discurso criminológico. El Malleus Maleficarum. La Inquisición y su réplica en los
regímenes penales de la Edad Moderna.

El Antiguo Régimen: concepto, características.

La referencia al Antiguo Régimen, en lo que respecta al origen de la expresión, está asociada a la


Revolución Francesa de 1789. En efecto, durante la Asamblea Constituyente que se realizó en 1790, los
revolucionarios aludieron al Antiguo Régimen como modo de designar despectivamente las estructuras
política, social y administrativa de ese Estado que dejaba de existir, las que consideraban decadentes e
injustas y, precisamente, por eso se alzaron contra el régimen monárquico absolutista de Luis XVI.
Por lo tanto, hacer referencia al Antiguo Régimen implica considerar a Europa durante la Edad Moderna,
es decir, desde mediados del siglo XV hasta fines del siglo XVIII. En estos tres siglos todavía pervivían,
sobre todo en lo social y económico, muchos rasgos propios de la Edad Media; cuyo fin llegará con las
revoluciones burguesas e industrial, tras lo cual se inicia el régimen liberal y la Edad Contemporánea.
La economía se encontraba en plena transición del feudalismo al capitalismo. Tres cuartas partes de la
población activa se concentraba en las actividades económicas relacionadas con la transformación de
los recursos naturales como la agricultura y la ganadería.
La industria era de tipo artesanal. Los talleres empleaban un reducido número de trabajadores, pues la
maquinaria era escasa. La aldea constituía el centro de organización y producción.
La estructura de la propiedad era de carácter señorial, basada en grandes extensiones de tierra en
manos de pocas personas, quienes cobraban altas rentas a una gran masa de campesinos desprovistos
de tierras, para que éstos pudieran realizar sus actividades agrícolas y sobrevivir.
La organización social estaba establecida en estamentos, es decir, grupos cerrados a los que se accedía
fundamentalmente por nacimiento.
Cada estamento tenía un común estilo de vida, similar función social y era impermeable, es decir, sus
miembros no podían pasarse a otro estamento. Sólo podía haber alguna escasa posibilidad de trasvase

26 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 3. EL PRIMER DISCURSO CRIMINOLÓGICO.

de uno a otro grupo (por ejemplo, obtener un título de nobleza por méritos o compra) pero salvo esas
excepciones, lo que caracterizaba a la sociedad del Antiguo Régimen era la estabilidad casi inmutable.
Además, los estamentos eran jurídicamente desiguales, de manera que cada persona era portadora o
no de privilegios, en función de su pertenencia a una u otra categoría. Los privilegios consistían en la
exención de obligaciones (impuestos) y el acceso a ventajas exclusivas.
Había un estamento superior en el que se incluían la nobleza y el clero; y otro inferior que englobaba al
resto de los estratos sociales: burgueses, artesanos, campesinos y grupos marginales. Al estamento privi-
legiado se accedía -excepto en el caso del clero- por nacimiento o por concesión especial del monarca.
El gobierno de los estados en esa Edad Moderna se asentó sobre regímenes de carácter absolutista que,
en su mayor parte, se justificaron ideológicamente bajo la fórmula de “monarquía de Derecho Divino”. Ello
significaba una visión del mundo teocéntrica (Dios como justificación de todo), que afirmaba la existencia
de un Dios creador y amo de todas las cosas, que ordena todas las normas, que da poder al gobernante y
que atribuye a la Iglesia Católica Apostólica Romana la exclusividad para interpretar su palabra.
El rey o monarca tenía derecho a gobernar porque su poder derivaba de la voluntad de Dios, y no de
una autoridad temporal, ni siquiera de la voluntad de sus súbditos. El monarca era elegido por Dios
y sólo debía responder por sus acciones ante Él. El rey era representante de Dios en la Tierra y, por
lo tanto, la deposición del rey o la desobediencia a la corona eran considerados actos contrarios a la
voluntad de Dios.
En este escenario, cualquier delito era considerado una desobediencia o falta de respeto hacia la per-
sona del rey y un desafío a su poder, circunstancia que motivó un cambio muy importante, ya que
la persecución de los delitos pasó a ser una función social ejercitada por el Estado, y dejó de ser una
manifestación de poder que ejercían los señores feudales sobre sus siervos.
Así surgió la figura del procurador del rey quien, cada vez que ocurría un crimen, se presentaba como
damnificado en nombre del monarca, quitando de ese sitio a la víctima del daño real.
A su vez, el victimario, pasó a ser un objeto de la indagación, extrayéndose de él la prueba más absoluta:
la confesión, usando la tortura como método para obtenerla. En este período la cárcel no era más que
un depósito donde se encerraba al reo a la espera de un interrogatorio bajo tormento o de la ejecución
de una pena.
La investigación concluía con una sentencia, determinada por el Estado, en la que se decidía sobre la
existencia de delito y la necesidad de castigo29.
La confiscación del conflicto se produce entonces cuando el Estado usurpa el lugar del lesionado, eli-
minándolo del escenario y proclamándose único ofendido con derecho a reprimir, dejando al problema
sin solución30. Lógicamente, esta confiscación del conflicto reforzó el poder de la monarquía.

Anitua, Gabriel Ignacio, Historia de los pensamientos criminológicos, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2010, pp .15 y ss.
29

Zaffaroni, Raúl Eugenio; Gelmam, Juan. La palabra de los muertos: conferencias de criminología cautelar. Ediar, 2011 p. 21.
30

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 27
La Inquisición, institución de la Edad Media cuyas prácticas se aplican en la Edad Moderna.

En este contexto, durante la Edad Moderna los estados comenzaron a aplicar los procedimientos de
una institución de origen católico que, durante la Edad Media, había sido establecida para suprimir
las herejías (creencias o ideas contrarias a dogmas o normas de fe que la Iglesia Católica afirma como
verdaderas): la Inquisición.
Esta institución fue la primera agencia burocratizada dominante sobre la aplicación de castigos y defi-
nición de verdades y, por ello, la primera que realizaría un discurso de tipo criminológico, justificando
su forma de actuar 31.
En el siglo XII, un serio desafío a la Iglesia Católica se desarrolló en el sur de Francia donde miles de
personas estaban siguiendo una creencia llamada Catarismo o Albigensenismo. Los Cátaros creían en una
fuerte división entre el bien y el mal. Ellos pensaron que un buen Dios creó nuestra alma, pero un mal Dios
encarceló nuestras almas dentro de cuerpos. Por lo tanto, creían que los cuerpos físicos eran siempre malos.
Basándose en esa creencia, los cátaros sostenían que eran los verdaderos cristianos y que la Iglesia
Católica era falsa, fundada por el mal Dios, el diablo. Muchos de los duques y los líderes locales en el
sur de Francia protegían a los creyentes cátaros, de manera que esa nueva religión comenzó a atraer a
un gran número de seguidores.
Ante dicha situación, en 1209, el Papa Inocencio III declaró una cruzada o guerra contra los cátaros.
Esto condujo a muchos enfrentamientos de los nobles franceses del norte contra los del sur. El norte
ganó, pero muchos miles de personas siguieron siendo cátaros secretamente.
En 1232, el Papa Gregorio IX decidió poner fin a esta herejía estableciendo la Inquisición, un sistema
de tribunales especiales religiosos dependiente de la Iglesia, pero controlados por la orden religiosa de
los hermanos dominicos. A partir de entonces, se dedicaron a encontrar y juzgar no solo a los cátaros,
sino también a integrantes de otras herejías o creencias contrarias al catolicismo.
Ya en la Edad Moderna, la Inquisición pasó a ser una institución estatal en algunos reinos, por asigna-
ción del papa. Tal es el caso de la Corona de Castilla, en la cual esta institución dependió de los reyes
católicos desde 1478.

El proceso inquisitivo.

El procedimiento inquisitorial no estaba sujeto a formalismos. El juez -el inquisidor- dirigía el proce-
so de principio a fin, con iniciativa propia y poderes muy amplios y discrecionales para investigar. La
prueba, en cuanto a su ubicación, recepción y valoración, era su facultad exclusiva.

Zaffaroni, Eugenio Raúl, Gelmam, Juan. Ibídem, p. 24.


31

28 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 3. EL PRIMER DISCURSO CRIMINOLÓGICO.

El inquisidor no solo juzgaba, sino que antes de juzgar investigaba los hechos, dirigía la indagación,
era inspector policial, buscaba culpables, acumulaba pruebas contra ellos.
No era necesario que existiese denuncia o acusación. El Inquisidor podía inquirir, investigar, cualquier
indicio razonable que los llevase a sospechar la existencia de personas o grupos heréticos.
El objetivo primordial era descubrir la herejía: que el acusado confesase, se convirtiera y finalmente
fuera castigado.
El Proceso Inquisitorial constaba de dos fases: una Fase Sumaria o Inquisitiva (de investigación) y una
posterior Fase Judicial en sentido estricto. En esta segunda fase o juicio, el “inquisidor” se convertía en
“juez”. Todos los actos del proceso eran secretos y escritos. Durante la primera parte del proceso, es
decir, durante toda la investigación, el sospechoso sobre el que recaían indicios de culpabilidad ignora-
ba qué cargos se acumulaban contra él. No se le indicaba de qué delitos se le suponía autor.
La Fase Sumaria, se llevaba adelante en secreto y por consiguiente el reo se hallaba enteramente inde-
fenso hasta la apertura del juicio o segunda fase del proceso. En esta segunda parte o Fase Judicial, el
reo continuaba indefenso, pues, aunque podía proponer pruebas a su favor, más que como pruebas de
su inocencia, se concebían como meros escudos para paralizar o disminuir los efectos de las pruebas
de su culpabilidad recogidas por el juez.
El juez solo podía dictar una condena si había obtenido una completa confesión de culpabilidad. La
confesión era considerada como como la reina de las pruebas. Los indicios de culpabilidad acumulados
contra alguien a través de la Fase Sumaria impulsaban al Juez a solicitarle al reo la confesión de que
tales indicios eran señal cierta de su verdadera culpa. Si no se obtenía la confesión, se lo podía torturar.
Si el torturado insistía en mantener hasta el final su inocencia, tal declaración de inocencia no equiva-
lía a una prueba de ésta, y el reo podía ser condenado en virtud de otras posibles pruebas. Si confesaba
su culpa, ésta se considera probada, en tanto el mismo reo ratificaba su confesión de culpabilidad horas
después de haber cesado el tormento. Si no ratificaba su confesión de culpabilidad podía proseguir el
tormento hasta que volviese a confesar; y si tras esta segunda confesión se negaba de nuevo a la ratifi-
cación, el tormento podía ser reanudado hasta por una por tercera vez.
En síntesis, el proceso penal comenzaba con la prisión preventiva del imputado de la herejía, secues-
trándose sus bienes e interrogándoselo para obtener su confesión.
Durante el curso del proceso, el acusado era segregado de la sociedad, mediante la institución deno-
minada prisión preventiva en cárceles secretas y no públicas.
Si éste negaba el crimen que se le imputaba, se lo consideraba como obstinado, y ello podía acarrear
consecuencias más graves para su físico y vida, como ser la tortura, cuya misión fundamental era la
averiguación de la verdad, además de la purificación de los pecados con la aplicación del tormento, que
se extendió finalmente a la muerte como pena, significativamente en la hoguera32.

Anitua, Gabriel Ignacio, Op. Cit., pp. 23 y ss.


32

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 29
El fundamento del proceso inquisitivo como primer discurso criminológico. El Malleus Maleficarum.

La Iglesia, para justificar la lucha contra las herejías, fabricó un discurso muy bien estructurado
en función de una emergencia desatada por Satán. A través de este discurso, el poder de castigo
pasó a no tener límites, llegándose a quemar a las personas por el más mínimo desacuerdo con los
dogmas católicos.
El poder de Satán fue muy estudiado y teorizado por los encargados de la Inquisición, que fueron los
dominicos, razón por la cual son considerados los primeros criminólogos, estudiosos de la etiología u
origen del mal, y por eso se los llama demonólogos33.
Ellos sostenían que Satán se dedicaba a tentar a las personas que podían salvarse. Pero como a Satán no
se lo podía encontrar, la Inquisición decidió depurar a la sociedad de todas aquellas personas en quienes
se advertía que el demonio estaba presente, inventándose para tal fin la teoría del pacto satánico.
Éste era un contrato prohibido, y que por su naturaleza, sólo podían celebrarlo humanos débiles, o sea,
las mujeres34, de quienes se decía que tenían una inferioridad física (puesto que según la Biblia habrían
surgido de la costilla de Adán), moral (como esa costilla era curva, jamás podrían alcanzar la rectitud
moral de los hombres) y religiosa (ya que según una falsa etimología de la voz femenino se afirmaba
que tenían fe minus o menor capacidad para recibir la fe cuando en realidad feminus proviene del
sanscrito, de una raíz común con el verbo amamantar).
“De esta forma, luego de reforzarse la verticalidad de las relaciones de poder mediante la estigmatización y
conversión en chivos expiatorios de quienes podían ser competencia en materia teológica (herejes), ya en el siglo
XVI, se centraría el accionar en el control de la mujer, para lo cual se convirtió a la brujería en ese supuesto
mal cósmico que debía ser eliminado para defender a la sociedad”35.
El manual que utilizaron los inquisidores para “la caza de brujas” fue el Malleus Maleficarum, que el
dominico alemán Heinrich Kramer escribió con la colaboración de James Sprenger36, entre 1485 y
1486, el cual, según Zaffaroni, constituye el primer discurso criminológico moderno. “Ello al decir que
es un discurso orgánico, elaborado cuidadosamente con un gran esfuerzo intelectual y metodológicamente pun-
tilloso, que explica las causas del mal, cuáles son las formas en que se presenta y los síntomas en que aparece, así
como los modos y métodos para combatirlo” 37.
A partir de allí, se podrá observar que ya no se señalaba como enemigo a un grupo minoritario, sino
que se dedicaba a reforzar la exclusión y represión de todo un género que es de hecho un grupo
mayoritario: el de las mujeres acusadas de brujería. Tal persecución encontraba su explicación en que
la mujer era naturalmente la transmisora generacional de cultura y por tanto debía ser reprimida para
imponer lenguajes, religiones y modelos políticos.

33
Zaffaroni, Eugenio Raúl, Op. Cit., pp. 37 y ss.
34
Anitua, Gabriel Ignacio, Op. Cit., p.30.
35
Anitua, Gabriel Ignacio, Op. Cit., p. 26.
36
Kramer, Heinrich, SPRENGER, Jacobus, “Malleus Maleficarum” -El martillo de las brujas-, Ediciones Orión, traducción Floreal Maza, publicado en el
sitio web http://www.catedrahendler.org/doctrina_in.php?id=119.
37
Zaffaroni, Eugenio Raúl, Gelmam, Juan. Op. Cit. p. 29.

30 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 3. EL PRIMER DISCURSO CRIMINOLÓGICO.

El Malleus Maleficarum se divide en tres partes. La primera de ellas está dedicada a demostrar que el
crimen de brujería existe y que es gravísimo, pues éste es contagioso e imitable, lo que determina que
la misma humanidad corre peligro de desaparición.
Dicho crimen existe por la presencia del diablo, que es el que seduce y busca la complicidad de indivi-
duos especialmente débiles por su supuesta inferioridad, generalmente la mujer. Pero, de todas formas,
“…las mujeres que devenían brujas no quedaban exentas de la culpa, al decirse que de todos modos tenían el
suficiente discernimiento como para aceptar en forma reprochable los contactos con el diablo” 38.
Según el Malleus, la brujería proviene del apetito carnal, y se da principalmente en las mujeres porque
en ellas dicho apetito es insaciable. Además, éstas son más factibles de captar por el demonio al ser
crédulas, más propensas a la malignidad y embusteras por naturaleza. Por otra parte, haciendo alusión
al relato bíblico, señala que el pecado que nació de la mujer (con Eva que, tentada por la serpiente,
comió el fruto prohibido) destruye su alma al despojarla de la gracia, y que todos los reinos del mundo
han sido derribados por mujeres. Señala también que una mujer es hermosa en apariencia, pero con-
tamina al tacto y es mortífero vivir con ella al poseer tres vicios: la infidelidad, la ambición y la lujuria.
Sin perjuicio de esta tendencia a encontrar este crimen en las mujeres, el libro también establecía como
posible la incursión en brujería de cualquier sujeto de la comunidad, por lo que todos serían sospecho-
sos, con excepción de los propios inquisidores, que tendrían por voluntad divina una indemnidad al
mal que los legitimaba para perseguirlo.
La segunda parte del Malleus es una clara demostración del Derecho Penal de autor, ya que contiene una
descripción abierta de los diversos modos de actuar de las brujas, siendo ellos sólo algunos de los signos
mediante los cuales el inquisidor podía detectar su presencia. Sin embargo, no eran éstas las conductas
reprochables, sino la de mantener relaciones con el diablo, pero como esta última no podía probarse sino
por la confesión, se describían otras conductas que eran indicios de aquella unión maléfica.
Como afirma Anitua se señalaban a aquellas mujeres que tenían conocimientos sanitarios (comadro-
nas) o que mantenían relaciones sexuales con algún dominio de la situación, acusadas de crear impo-
tencia en el hombre, matar a los niños o fetos, o influir en las decisiones de los hombres, sobre todo si
estos eran poderosos. También se señalaba como brujas a quienes practicaban técnicas de adivinación,
medicina, o no se sometían al poder de la Iglesia.
Finalmente, la tercera parte enuncia cuál es el método de inquirir o averiguar la verdad, en la que
se destacaba con todo su rigor el sistema inquisitivo, sin acusador ni defensa, y en el que la tortura
aparecía minuciosamente detallada con técnicas y procedimientos idóneos para arrancar confesiones.
Se establecía también un complicado sistema de interrogatorios, basado en preguntas desconcertan-
tes, buscándose claramente engañar al acusado mediante falsas promesas y la utilización de pruebas
inexistentes para que se quebrara y confesara. Los métodos posteriores de castigo, una vez que se
lograba la condena, estaban destinados a eliminar la presencia del diablo, razón por la cual se daba
muerte a las brujas en la hoguera39.
Anitua, Gabriel Ignacio, Op. Cit., p. 29.
38

Anitua, Gabriel Ignacio, Op. Cit., pp. 28 y ss.


39

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 31
Como dice Zaffaroni, el delirio estaba muy bien sistematizado en esta obra, integrando en un sistema armó-
nico a la Criminología (origen del mal), con el Derecho Penal (manifestaciones del mal), con el Derecho
Procesal Penal (cómo se investigaba el mal) y con la Criminalística (datos para descubrirlo en la práctica)40.
Aunque oponerse al Malleus era un enorme riesgo, no faltaron autores que criticaron sus atrocidades discursi-
vas. Así, el franciscano Samuel de Cassini (Question de le Strie, 1505), consideraba que el Malleus era hereje
por creer en el vuelo real de las brujas y postulaba la restitución del buen nombre de las víctimas inquisitoriales.
Pero la obra crítica más trascendente es la Cautio Criminalis -1631-, del jesuita Friedrich Spee Von
Langenfeld, quien durante años se encargó de confesar a las mujeres que se enviaban a la hoguera.
La denominación de la obra resulta elocuente, pues cautio significa cautela, prudencia en el uso de
ese poder, limitación y, por tanto, garantías procesales y límites punitivos. A su vez, el título guardaba
irónica analogía con la sangrienta Constitutio Criminalis de Carlos V, que hasta el siglo XIX, fue la
ley penal común vigente en Alemania.
Spee adoptó un criterio muy pragmático en su obra, pues evitó toda discusión teórica sobre la existen-
cia de las brujas y su poder. Simplemente se dedicó a probar que ninguna de las condenadas era bruja
y que con el procedimiento inquisitorial se podía condenar a cualquiera. De tal modo, la estructura
crítica se observa muy claramente cuando el autor explica las razones por las cuales se mantenía la
quema de mujeres, afirmando que la responsabilidad de esas iniquidades obedecía a la ignorancia del
pueblo, a la Iglesia, a los príncipes y a la corrupción.
Así, con la ignorancia del pueblo, se refería a la falsa imagen de la cuestión criminal, o sea, a las
creencias populares acerca de las brujas, que era la construcción de la realidad de esos tiempos, siendo
reiterados los mismos errores por la Iglesia (reproducción ideológica). Pero Spee consideraba además
que los príncipes serían culpables, porque al atribuir todos los males a Satán se desligaban de respon-
sabilidades, así como también por no controlar lo que hacían sus subordinados, mientras que, según
el autor, la corrupción se concretaba porque los inquisidores cobraban por cabeza de bruja quemada,
exigiendo contribuciones mafiosas para sostener su obra de defensa de la sociedad41.
La matriz del Malleus tiene proyecciones en la actualidad. En efecto, como señala Zaffaroni42, no
podemos quedarnos en la anécdota, porque, aunque parezca mentira, la estructura demonológica se
mantiene hasta el presente. Los discursos tienen una estructura y un contenido. Lo que permanece del
discurso inquisitorial o demonológico no es el contenido, sino justamente la estructura.
“Desde la inquisición hasta hoy se sucedieron los discursos con idéntica estructura: se alega una emergencia, como una
amenaza extraordinaria (…) y el miedo a la emergencia se usa para eliminar cualquier obstáculo al poder punitivo
que se presenta como la única solución para neutralizarlo. (…) Por supuesto que el poder punitivo no se dedica a elimi-
nar el peligro de la emergencia, sino a verticalizar más el poder social; la emergencia es sólo el elemento discursivo legi-
timante de su desenfreno. Se trata del instrumento discursivo que proporciona la base para crear un estado de paranoia
colectiva que sirve para que quien opera el poder punitivo lo ejerza sin ningún límite y contra quienes le molestan” 43.
40
Zaffaroni, Eugenio Raúl, Op. Cit. p. 45.
41
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Op. Cit. pp. 39 y ss.
42
Zaffaroni, Eugenio Raúl. La cuestión criminal. 2ª edición aumentada. Buenos Aires, Planeta, 2012, p. 41.
43
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Ibidem, p. 42.

32 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 3. EL PRIMER DISCURSO CRIMINOLÓGICO.

La Inquisición y su réplica en los regímenes penales de la Edad Moderna.

El derecho penal de los Siglos XIII a XVIII, se configuró en un marco político-social caracterizado
por tres elementos determinantes: el absolutismo político, el confesionalismo católico y la organiza-
ción de la sociedad en estamentos.
El absolutismo político se manifestó en la supremacía del poder del rey. La división en estamentos de
la sociedad implicaba que se defendía la desigualdad de las personas frente a las leyes del reino, por el
hecho de pertenecer a un distinto estamento social.
En base a estas dos condiciones, existía un derecho penal real, ya que el rey era quien tenía la compe-
tencia exclusiva para definir, en sus leyes, qué actos eran constitutivos de delito, la pena a imponer a
sus autores, y a qué estamento social se aplicaba esa norma.
Por su parte, el confesionalismo católico suponía que los monarcas asumieran la defensa de la Iglesia y
de la religión católica; circunstancia que produjo una confusión del plano religioso con el jurídico que
se manifestó en la asimilación del delito al pecado.
En ese contexto, el proceso inquisitorial aplicado por la Iglesia para las conductas contrarias a los dogmas de
fe, fue replicado como modelo en la investigación y castigo de los delitos seculares o no religiosos en muchos
reinos de la Europa continental durante la Edad Moderna. Dicho de otro modo, la Inquisición perseguía y
juzgaba a herejes, blasfemos o bígamos con el mismo tipo de proceso penal con que cualquier juez o tribunal
de la misma época perseguía y enjuiciaba a quienes no obedecían las leyes impuestas por el rey para delitos
contra la propiedad, contra la vida o contra traiciones a la monarquía. Es decir, en esta época los monarcas
utilizaron la ley penal como una forma de imponer su autoridad y también como un instrumento de protec-
ción del orden social establecido. La pena tenía dos objetivos: castigar o escarmentar al culpable y la de dar
ejemplo, atemorizando a los demás. Entre ellas, destacaban por su gran dureza y frecuente utilización prác-
tica las penas corporales (pena de muerte con guillotina o descuartizamiento, las mutilaciones, los azotes).
Como ejemplo, podemos citar la ejecución de Robert François Damiens en Francia, quien había tra-
tado de clavar al rey Luis XV una navaja de doble filo y 8 centímetros, pero tan solo le ocasionó una
pequeña herida gracias a que las gruesas ropas que vestía el monarca amortiguaron la puñalada. Todo
fue muy rápido y se produjo en el momento en el que el rey se disponía a subir a su carruaje, tras visitar
a su hija Victoria en Versalles. Entre la gente que allí se había acercado para ver al soberano salió este
hombre dándole un golpe seco en uno de los costados, a la altura de las costillas. La guardia real se
abalanzó sobre él, pudiéndolo reducir. A partir de aquel momento fue sometido a proceso y resultó
condenado, el 2 de marzo de 1757, a pública retractación ante la puerta principal de la Iglesia de París.
Parte de esta historia la conocemos a través de las múltiples crónicas que se publicaron, pero también
encontramos una detallada descripción en el libro de Michel Foucault, llamado Vigilar y Castigar. El
nacimiento de la prisión, cuyo apartado correspondiente se incluye como anexo de la presente unidad.
Esta forma del ejercicio del poder punitivo y su correspondiente discurso legitimador fueron poco a
poco, y debido a cambios en la estructura política, social y económica, dando a paso a otras formas de
legitimar y ejercer la facultad de castigar.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 33
UNIDAD N° 3. ANEXO A. El primer discurso criminológico.

Foucault, Michel (1976): “Vigilar y Castigar”, Méjico, Siglo XXI, pág. 11 y ss.

„„
1. El cuerpo de los condenados.

Damiens fue condenado, el 2 de marzo de 1757, a “… pública retractación ante la puerta principal de la
Iglesia de París”, adonde debía ser “… llevado y conducido en una carreta, desnudo, en camisa, con un hacha
de cera encendida de dos libras de peso en la mano… “; después, “… en dicha carreta, a la plaza de Gréve, y
sobre un cadalso que allí habrá sido levantado [deberán serle] atenaceadas las tetillas, brazos, muslos y pan-
torrillas, y su mano derecha, asido en ésta el cuchillo con que cometió dicho parricidio,* quemada con fuego de
azufre, y sobre las partes atenaceadas se le verterá plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiente, cera
y azufre fundidos juntamente, y a continuación, su cuerpo estirado y desmembrado por cuatro caballos y sus
miembros y tronco consumidos en el fuego, reducidos a cenizas y sus cenizas arrojadas al viento” 44.
“Finalmente, se le descuartizó, refiere la Gazette D’Amsterdam.45 Esta última operación fue muy larga, por-
que los caballos que se utilizaban no estaban acostumbrados a tirar; de suerte que, en lugar de cuatro, hubo que
poner seis, y no bastando aún esto, fue forzoso para desmembrar los muslos del desdichado, cortarle los nervios
y romperles a hachazos las coyunturas...”.
“Aseguran que, aunque siempre fue un gran maldiciente, no dejó escapar blasfemia alguna; tan sólo los extre-
mados dolores le hacían proferir horribles gritos y a menudo repetía: ‘Dios mío, tened piedad de mí; Jesús,
socorredme.’ Todos los espectadores quedaron edificados de la solicitud del párroco de Saint-Paul, que, a pesar
de su avanzada edad, no dejaba pasar momento alguno sin consolar al paciente.”
Y el exento ** Bouton: “Se encendió el azufre, pero el fuego era tan pobre que sólo la piel de la parte superior
de la mano quedó no más que un poco dañada. A continuación, un ayudante, arremangado por encima de los
codos, tomó unas tenazas de acero hechas para el caso, largas de un pie y medio aproximadamente, y le atenaceó
primero la pantorrilla de la pierna derecha, después el muslo, de ahí pasó a las dos mollas del brazo derecho, y a
continuación a las tetillas. A este oficial, aunque fuerte y robusto, le costó mucho trabajo arrancar los trozos de
carne que tomaba con las tenazas dos y tres veces del mismo lado, retorciendo, y lo que sacaba en cada porción
dejaba una llaga del tamaño de un escudo de seis libras”. ***
“Después de estos atenaceamientos, Damiens, que gritaba mucho, aunque sin maldecir, levantaba la cabeza y
se miraba. El mismo atenaceador tomó con una cuchara de hierro del caldero mezcla hirviendo, la cual vertió
en abundancia sobre cada llaga. A continuación, ataron con soguillas las cuerdas destinadas al tiro de los caba-
llos, y después se amarraron aquéllas a cada miembro a lo largo de los muslos, piernas y brazos”.

* Parricidio, por ser contra el rey, a quien se equipara al padre. [T.]


44
Piéces originales et procédures du procés fait a Robert-Frangois Damiens, 1757, t. xxi, PP. 372-374.
45
Gazette d’Amsterdam, 1 de abril de 1757.
** Exento: oficial de ciertos cuerpos, inferior al alférez y superior al brigadier. [T.]
*** Escudo de seis libras: cierta moneda de la época. [T.]

34 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 3. EL PRIMER DISCURSO CRIMINOLÓGICO.

“El señor Le Breton, escribano, se acercó repetidas veces al reo para preguntarle si no tenía algo que decir. Dijo que no;
gritaba como representan a los condenados, que no hay cómo se diga, a cada tormento: ‘¡Perdón, Dios mío! Perdón,
Señor.’ A pesar de todos los sufrimientos dichos, levantaba de cuando en cuando la cabeza y se miraba valientemente.
Las sogas, tan apretadas por los hombres que tiraban de los cabos, le hacían sufrir dolores indecibles. El señor Le Breton
se le volvió a acercar y le preguntó si no quería decir nada; dijo que no. Unos cuantos confesores se acercaron y le hablaron
buen rato. Besaba de buena voluntad el crucifijo que le presentaban; tendía los labios y decía siempre: ‘Perdón, Señor.’”
“Los caballos dieron una arremetida, tirando cada uno de un miembro en derechura, sujeto cada caballo por un oficial.
Un cuarto de hora después, vuelta a empezar, y, en fin, tras de varios intentos, hubo que hacer tirar a los caballos de esta
suerte: los del brazo derecho a la cabeza, y los de los muslos volviéndose del lado de los brazos, con lo que se rompieron los
brazos por las coyunturas. Estos tirones se repitieron varias veces sin resultado. El reo levantaba la cabeza y se contem-
plaba. Fue preciso poner otros dos caballos delante de los amarrados a los muslos, lo cual hacia seis caballos. Sin resultado.”
“En fin, el verdugo Samson marchó a decir al señor Le Breton que no había medio ni esperanza de lograr
nada, y le pidió que preguntara a los Señores si no querían que lo hiciera cortar en pedazos. El señor Le Breton
acudió de la ciudad y dio orden de hacer nuevos esfuerzos, lo que se cumplió; pero los caballos se impacientaron,
y uno de los que tiraban de los muslos del supliciado cayó al suelo. Los confesores volvieron y le hablaron de
nuevo. Él les decía (yo lo oí): ‘Bésenme, señores.’ Y como el señor cura de Saint-Paul no se decidiera, el señor de
Marsilly pasó por debajo de la soga del brazo izquierdo y fue a besarlo en la frente. Los verdugos se juntaron
y Damiens les decía que no juraran, que desempeñaran su cometido, que él no los recriminaba; les pedía que
rogaran a Dios por él, y recomendaba al párroco de SaintPaul que rezara por él en la primera misa”.
“Después de dos o tres tentativas, el verdugo Samson y el que lo había atenaceado sacaron cada uno un cuchillo
de la bolsa y cortaron los muslos por su unión con el tronco del cuerpo. Los cuatro caballos, tirando con todas sus
fuerzas, se llevaron tras ellos los muslos, a saber: primero el del lado derecho, el otro después; luego se hizo lo mismo
con los brazos y en el sitio de los hombros y axilas y en las cuatro partes. Fue preciso cortar las carnes hasta casi el
hueso; los caballos, tirando con todas sus fuerzas, se llevaron el brazo derecho primero, y el otro después.”
“Una vez retiradas estas cuatro partes, los confesores bajaron para hablarle; pero su verdugo les dijo que había
muerto, aunque la verdad era que yo veía al hombre agitarse, y la mandíbula inferior subir y bajar como si
hablara. Uno de los oficiales dijo incluso poco después que cuando levantaron el tronco del cuerpo para arrojarlo
a la hoguera, estaba aún vivo. Los cuatro miembros, desatados de las sogas de los caballos, fueron arrojados a
una hoguera dispuesta en el recinto en línea recta del cadalso; luego el tronco y la totalidad fueron en seguida
cubiertos de leños y de fajina, y prendido el fuego a la paja mezclada con esta madera.
En cumplimiento de la sentencia, todo quedó reducido a cenizas. El último trozo hallado en las brasas no acabó
de consumirse hasta las diez y media y más de la noche. Los pedazos de carne y el tronco tardaron unas cuatro
horas en quemarse. Los oficiales, en cuyo número me contaba yo, así como mi hijo, con unos arqueros a modo de
destacamento, permanecimos en la plaza hasta cerca de las once.
Se quiere hallar significado al hecho de que un perro se echó a la mañana siguiente sobre el sitio donde había
estado la hoguera, y ahuyentado repetidas veces, volvía allí siempre. Pero no es difícil comprender que el ani-
mal encontraba aquel lugar más caliente.” 46
Citado en A. L. Zevaes, Damiens le régicide, 1937, pp. 201-214.
46

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 35
UNIDAD N°3. ANEXO B. El primer discurso criminológico.

LOJKINE Stéphane, Cours d’initiation à la french theory, Université D’Aix-Marseille, janvier 2012.

36 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 4
EL REPLANTEO DE LA CUESTIÓN CRIMINAL DESDE EL
ILUMINISMO.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 37
UNIDAD 4
EL REPLANTEO DE LA CUESTIÓN CRIMINAL DESDE EL ILUMINISMO.

El escenario económico, político, jurídico y filosófico. El iluminismo y el poder de la razón. El ilumi-


nismo y la idea del contrato social como fundamento del Estado. El delito como violación del contrato
social. La escuela clásica. El proceso productivo y la necesidad de disciplinar. La cárcel y la disciplina:
el panóptico de Jeremy Bentham.

El escenario económico, político, jurídico y filosófico.

Durante la Edad Moderna, se produjo el crecimiento del comercio y el surgimiento de una nueva clase
social, la burguesía, que se oponía al régimen monárquico - feudal.
Esta burguesía, que conformaba la clase social de mayor crecimiento económico producto del desa-
rrollo del comercio, en búsqueda de incrementar su poder combatió el régimen político y social de los
señores feudales, instaurando sistemas políticos que reconocían la igualdad entre los hombres 47 y su
posibilidad de participación en las cuestiones públicas.
La Revolución Francesa fue el hito más significativo de esta transformación histórica. Una serie de
revueltas en 1789 concluyó con la destitución del monarca Luis XVI y el establecimiento de una
Asamblea Nacional integrada mayormente por burgueses que sancionó una Constitución demo-
crática para Francia.
Estos cambios, más allá de los intereses económicos que poseía la burguesía como actor político
relevante, encontraron sustento en una nueva corriente filosófica que transformaría radicalmente
el campo de las ideas: el iluminismo (denominada así en oposición al oscurantismo propio de la
época medieval).

47
Hablamos de “hombres” puesto que el modelo de igualdad sólo era aplicable a quienes se concebían como “ciudadanos”, es decir, a las personas
de sexo masculino, blancas, adultas y propietarias. Por entonces, todas aquellas personas que no poseían alguna de estas características quedaban
fuera de dicha clasificación y, por tanto, de la condición de igualdad.

38 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 4. EL REPLANTEO DE LA CUESTIÓN CRIMINAL DESDE EL ILUMINISMO.

El iluminismo y el poder de la razón.

Según el iluminismo, el ser humano, y particularmente su razón, son fundamento de los acontecimientos
individuales y colectivos. De esta forma se despoja al pensamiento religioso del estatus privilegiado que poseía
hasta entonces. Es decir, la justificación de todo acontecimiento (humano o natural) ya no estará dada por un
discurso religioso, sino que dicha explicación debe buscarse en el accionar del propio ser humano.
Entonces, si la explicación de la realidad ya no está dada por Dios, sino por el hombre (y su razón),
éste no puede quedar sujeto a un rey cuya fuente de poder es la divinidad. Por el contrario, deben reco-
nocerse a los hombres una serie de derechos que le permitan ejercer esa capacidad de raciocinio. Para
utilizar su razón, el hombre debía ser libre y vivir en un plano de igualdad con sus pares, sin nada ni
nadie superior a él.

El iluminismo y la idea del contrato social como fundamento del Estado.

El iluminismo, entonces, piensa una forma laica de gobernar que se diferencie de la idea anterior, es
decir, las sociedades ya no van a ser regidas por una autoridad (la Divina) y por leyes inmutables que
no tienen posibilidad de discusión.
Aparece, en cambio, la idea de un Estado cuya legitimación o fundamento no está dada por la voluntad
de Dios, sino por el acuerdo celebrado entre los individuos.
Por lo tanto, el Iluminismo se plantea la idea del “contrato” entre hombres libres e iguales para justificar
al propio Estado y las necesidades de orden.
A quienes escribieron sobre estas ideas del Estado como producto del acuerdo entre individuos, que
garantice orden, libertad e igualdad entre ellos, se los llama contractualistas. A estos autores, la cues-
tión criminal les resultaba central, porque lo que en realidad estaban diseñando conforme a sus con-
cepciones, era el poder mismo.
Sin perjuicio de compartir el concepto central, hubo varios contractualismos, puesto que la metáfora
permitió construir diferentes imágenes del Estado fundadas en ideas diversas sobre el ser humano. Así,
por ejemplo, en Gran Bretaña, a fines del siglo XVII, se enfrentaron el contractualismo de Hobbes
con el de Locke. Para el primero, el Estado es algo engendrado por el hombre, algo artificial como
una máquina, a la que denomina el Gran Leviatán (la República o Estado) consistente en “un hombre
artificial”, de estructura y fuerzas superiores, cuyo objetivo es el mantenimiento de la paz.
Antes del Estado, los hombres vivían libres e iguales y no tenían necesidad de estar juntos. Todos
gozaban del mismo derecho natural: la libertad de usar su poder con el fin de preservar la propia vida,
sin limitación alguna (los más fuertes dominaban a los más débiles). Sin embargo, en esa situación,
movidos por la competencia, la inseguridad y la gloria, vivían en una guerra de todos contra todos.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 39
Gracias a la razón el hombre descubrió que para obtener la paz era necesario “un contrato social” que
engendrara al “Estado”. En este contrato, todos los hombres se pusieron de acuerdo entre sí y decidie-
ron ceder sus derechos de forma irrevocable a un hombre o asamblea de hombres, reduciendo todas
las voluntades a una sola, con el fin de garantizar el orden y la paz.
Así, Hobbes no aceptaba ningún derecho de resistencia a la opresión. Incluso sostenía que cualquier
opresión era preferible al caos.
En definitiva, esta teoría pretendía sustituir la doctrina medieval del origen divino de la autoridad por
una que lo colocara en la voluntad popular. Sin embargo, esto no significa que defendiera la democra-
cia, ya que Hobbes justificaba más bien el autoritarismo y el absolutismo, negando la conveniencia del
reparto de poderes. Locke también afirmaba que existía un Estado de naturaleza en que los hombres
nacían libres, iguales e independientes. Sin embargo, a diferencia de Hobbes, consideraba que en el
Estado de naturaleza se imponía entre los hombres el respeto mutuo de estos derechos, quedando
limitados por los derechos de los demás. Es decir, no vivían en una guerra de todos contra todos ya
que los individuos poseían el derecho de castigar a los infractores.
El problema del Estado de naturaleza es que no había una organización política que garantizara el
ejercicio de los derechos naturales y la aplicación de sanciones justas a los infractores. De allí que,
por un “contrato social” entre los individuos surge el Estado. En él los ciudadanos deciden ceder a los
gobernantes algunos derechos (no todos, a diferencia de Hobbes), fundamentalmente el de hacer leyes
y castigar a los infractores, con el fin de garantizar el ejercicio de los derechos naturales de cada indi-
viduo en la sociedad. Además, era necesario, para este autor, que el poder del Estado se dividiera con
el fin de limitarlo. Para ello, proponía dos poderes: el legislativo (poder superior que incluía al judicial)
y el poder ejecutivo (subordinado al primero).
Consideraba también, a diferencia de Hobbes, que la cesión de derechos hecha por los individuos era
revocable y que los dos poderes debían actuar siempre en función del bien público y ser controlados
por los ciudadanos. El poder político tenía un mandato popular y era responsable ante el pueblo del
desempeño de su misión.

El delito como violación del contrato social. La escuela clásica.48

Como se ha reflejado, para los referentes del racionalismo contractualista la sociedad era producto de un
artificio, de una creación humana, de un contrato que, como tal, podía modificarse o, incluso rescindirse.
En función de tales ideas comenzaron a sancionarse códigos, se derogaron las recopilaciones de leyes
dictadas en distintas épocas, y se trató de concentrar toda la materia en una única ley, redactada en
forma sistemática y clara, conforme a un plan o programa racional. Esto buscaba (en la teoría) dotar de

Denominación que le dieron los autores de la corriente positivista, posterior a esta, la cual será estudiada más adelante.
48

40 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 4. EL REPLANTEO DE LA CUESTIÓN CRIMINAL DESDE EL ILUMINISMO.

certeza a las normas, para que la sociedad las conociera y para dificultar las modificaciones arbitrarias,
antojo del gobernante de turno.
Dentro de lo que concierne a la cuestión penal, o, mejor dicho, en cuanto al proceso en que se juzgaban
los delitos, los juicios se volvieron públicos. Es decir, mientras en el Antiguo Régimen los juicios eran
secretos y las ejecuciones públicas; desde fines del siglo XVIII los juicios pasaron a ser públicos y las
ejecuciones secretas. El espectáculo era el juicio y no la ejecución, llevada a cabo privadamente y a la
que asistían sólo invitados especiales. Con el juicio público, se abolió la tortura.
Uno de los mayores referentes de este tiempo fue Cesare Bonesana, Marqués de Beccaria, quien defi-
nió los delitos como violaciones de este contrato social.
Su obra más reconocida fue el libro “De los delitos y de las penas” de 1764, donde se ataca al sistema de
enjuiciamiento producido en la Edad Media y se establece el nuevo sistema para esta etapa: un proceso
penal debe ser oral, público, corto en el tiempo y conforme a parámetros legales preestablecidos. De
esta manera, se limita el poder absoluto del soberano, cuyos delitos tenían un corte religioso (el ataque
al Rey), para pasar a un poder más dosificado, estrictamente sujeto a la ley y de menor rigurosidad al
momento de la ejecución.
Como el delito es una violación al contrato social para Beccaria, la sociedad tiene el derecho de defender-
se ante ese ataque, el cual se debe ejercitar con medidas proporcionales a las faltas cometidas (principio de
la proporcionalidad de la pena). Asimismo, en un segundo principio establece que ningún hombre puede
disponer de la vida de otro, justificando así la abolición de la pena de muerte, la tortura y otros tratos
o penas crueles, los cuales no tenían un efecto eficaz para evitar que otras personas cometieran delitos.
Según Beccaria, la prevención se conseguía más por la certeza de la pena que por su severidad.
A modo de síntesis, puede decirse que los grandes postulados de esta escuela son:
1.- Normalidad del delincuente: nada distingue al hombre delincuente de aquel que no lo es, pues
todos los hombres son iguales. A diferencia de lo que se sostenía en el Antiguo Régimen, donde
quienes cometían delitos eran vistos como personas que tenían maldad o poseedoras de caracte-
rísticas intrínsecamente malvadas definidas por el relato religioso, los partidarios de la Escuela
Clásica, al reconocer la igualdad entre las personas, entendían que quienes cometían actos social-
mente reprochables no tenían ninguna característica en particular, sino que decidían o elegían
comportarse de esa forma.
2.- Irracionalidad del crimen: el crimen es un acto irracional e incomprensible ya que la persona con
su libertad y capacidad de decisión no ha sabido elegir el camino que más le convenía.
3.- Establecen una prioridad del hecho sobre el autor: el delincuente sólo aparecerá como el sujeto
activo del delito y no se le prestará mayor atención. Lo que interesa no es ya la persona que comete
el hecho ilícito, sino el delito en sí mismo: sus características, extensión, etc.
4.- Explicación situacional del hecho delictivo: no existe una etiología u origen del crimen, sino que
éste es consecuencia de un mal uso de la libertad. Todos los ciudadanos son criminales en potencia,
porque todos son libres. Son situaciones específicas las que pueden explicar, caso a caso, la opción

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 41
del hombre a favor del crimen. No existe, por tanto, una razón común para explicar la producción
de todas las conductas disvaliosas, sino que cada una se debe a razones particulares que influyeron
en la conducta del autor.
5.- Fundamenta la legitimación y delimitación del castigo: saca conclusiones sobre el cuándo, el
cómo y el por qué se castigan los delitos. La respuesta al comportamiento delictivo se efectúa con
una pena justa, proporcionada y útil. La pena tiene un fin en sí mismo y constituye la respuesta
justa frente al acto cometido. No busca otros objetivos más que castigar el mal ocasionado.
6.- Legitima el uso sistemático del castigo como instrumento del control del crimen. Se gesta un
sistema de control de las conductas ilícitas. Se identifican, se investigan, se somete a las personas
involucradas a un proceso y se las castiga con una medida proporcional al daño causado.
Así como el monarca absoluto y los sectores sociales que se beneficiaban del ejercicio del poder ela-
boraron un discurso criminológico -que sería criticado por quienes no resultaban beneficiados en ese
reparto-, la burguesía propició el surgimiento de nuevos discursos e instituciones cuando asumieron
posiciones de ventaja.
El poder de mando del rey decayó indefectiblemente al no encontrar gente dispuesta a obedecer, de lo
que se deduce que todo acto de obediencia es voluntario.
Esta voluntad es tomada por los teóricos del contrato social para sostener que debe haber una acepta-
ción voluntaria a las reglas que propone (e impone) el Estado.
Dicha aceptación es una suerte de autocensura de parte de los sujetos y condición necesaria para la
posible aplicación de cualquier técnica de disciplina social.

El proceso productivo y la necesidad de disciplinar.

Ahora bien, así como la afirmación del poder estatal como cesión de las autonomías individuales fue
el modo que empleó la burguesía para establecer un nuevo orden social que desplazaba a la divinidad
como fundamento de la autoridad; en el plano económico, el desarrollo del comercio y de la industria,
llevaron a que se formaran grandes migraciones del campo a la ciudad, surgiendo una nueva clase
social o grupo que se dispuso a entregar su fuerza de trabajo a cambio de un salario para trabajar en
las fábricas y producir los artículos a comercializar.
El nuevo orden estatal y capitalista liberaba al siervo feudal de sus cadenas, pero, asimismo, lo despo-
jaba de los medios de producción, la tierra, las fuentes comunitarias de subsistencia, las herramientas.
Frente a un primer momento de exceso de fuerza de trabajo por la migración de la población rural a la ciudad,
se intentó canalizar a estos individuos hacia las actividades de conquista y navegación, pero de todas formas se
aplicaría una política de exterminio y de terror sobre los individuos “sobrantes” en términos económicos.

42 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 4. EL REPLANTEO DE LA CUESTIÓN CRIMINAL DESDE EL ILUMINISMO.

Es por ello por lo que sería necesaria, política y económicamente, otra forma de castigar que se hiciera
cargo de estos “otros”, pero para cumplir la doble función de expulsar encerrando e incluir disciplinan-
do, siempre de acuerdo con el criterio económico de menor costo y mayor beneficio.
El mapa político y económico genera nueva materia prima para el sistema penal, sujetos excluidos del
comercio y la venta de su fuerza de trabajo.

La cárcel y la disciplina: el panóptico de Jeremy Bentham.

En ese contexto, la columna vertebral de las penas pasó a ser la privación de la libertad, como indem-
nización por la violación del contrato social.
Se pensó en que los individuos que concurrían al pacto tenían en común dos cosas: tiempo y fuerza
de trabajo. Entonces, en caso de no cumplir con el contrato social al cometer un delito, debían indem-
nizar. ¿Cómo? ¿Con qué? Pues con lo que el individuo pueda ofrecer en el mercado: su capacidad de
trabajo. De allí que la pena lo privara de ofrecer su trabajo en el mercado durante más o menos tiempo,
según la magnitud de la infracción cometida. Ahora bien, la pena tenía que ser útil, aportando a la
sociedad algo que la beneficiara, como utilizar el trabajo del reo para la producción de bienes que se
reintegraban a la comunidad.
La idea entonces de explotar la fuerza de trabajo de aquellos que no podían afrontar penas pecuniarias,
comienza a teñir el futuro de la institución carcelaria, que, hasta entonces, tenía la única finalidad de
custodiar al reo, en espera de la verdadera sanción por su crimen49. La idea floreciente se centra en que el
tiempo es el pago “igualitario” que todos poseen sin distinción de clase; el tiempo quitado es tiempo que
no se produce y valor expropiado al condenado, cuya fuerza de trabajo y sus obras ya no le pertenecen.
De este modo, se sustituye una sociedad del espectáculo público de la ejecución de la pena, por una de vigi-
lancia que establece dispositivos disciplinarios que aseguran el control y la normalización de los individuos.
En este contexto se impone la arquitectura del Panóptico de Bentham para la institución carcelaria
y su filosofía rápidamente atravesará transversalmente a la sociedad emergente de las revoluciones
económicas y políticas de la época. En cada función a la que se lo aplique, amplificará el ejercicio del
poder, pudiendo integrarse a cualquier área de la sociedad, tal como la educativa, terapéutica, de pro-
ducción o castigo50.
Este diseño arquitectónico, se basó en la idea de situar una torre central y la periferia en forma de anillo;
desde la torre se visibilizaban todas las celdas y su disposición permitía que los movimientos del dete-
nido fueran contemplados desde allí. Pero desde las propias celdas, no era posible saber si allí en la torre
estaban siendo realmente observados. El vigilante podía ver al vigilado, pero éste no podía ver al vigilante.

Rusche, Georg; Kirchheimer, Otto. Pena y estructura social. Bogotá, Temis,2004 pp. 74 y ss.
49

Foucault, Michel. Vigilar y castigar .Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, p. 210.
50

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 43
En una vigilancia invisible y constante, el interno se sabe o se piensa vigilado, aunque no lo esté; lo
vertical lo controla e impide el contacto horizontal con sus pares.
A diferencia del castigo de la monarquía que era de aniquilación del adversario, esta nueva modalidad
busca una dosificación del sufrimiento para el alma, pero siempre a través del cuerpo.
Eso permitía inducir al detenido, un estado consciente y permanente de visibilidad que garantizaba el
funcionamiento automático del poder. El carácter es entonces de una vigilancia permanente e ininte-
rrumpida, puesto que el preso se sabe continuamente vigilado, aunque realmente no lo esté.
Para ello Bentham51 ha sentado el principio de que el poder debía
> Visible: el detenido tendrá sin cesar ante los ojos la elevada silueta de la torre central de donde es espiado.
> Inverificable: el detenido no debe saber jamás si en aquel momento se le mira; pero debe estar
seguro de que siempre puede ser mirado.

Foucault, Michel. Ibídem, p. 205.


51

44 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 4. EL REPLANTEO DE LA CUESTIÓN CRIMINAL DESDE EL ILUMINISMO.

La familia, la cárcel, la escuela, el regimiento y otras instituciones sociales han servido de base para el
proceso de socialización como sistema de afianzamiento, ordenación y selección de funciones y desti-
nos para el hombre dentro de la sociedad industrial, empleando para ello la disciplina.
Esta disciplina “…no puede identificarse ni con una institución ni con un aparato. Es un tipo de poder, una
modalidad para ejercerlo, implicando todo un conjunto de instrumentos, de técnicas, de procedimientos, de
niveles de aplicación, de metas; es una física o una anatomía del poder, una tecnología” 52.
El objetivo de la disciplina es dominar las almas, pero a través de la dominación de los cuerpos; mayor
utilidad con el menor esfuerzo, regulación de actos, gestos, pensamientos y actitudes de las personas
en función del orden social.
Se puede ver asumida por instituciones como casas de corrección o penitenciarías, casas de educación,
hospitales, centros militares, psiquiátricos, etc., generando una instancia de fijación de lo normal y lo
anormal. En fin, de cuentas, se refleja en aparatos estatales cuya función esencial es la de hacer reinar
el orden a la escala de una sociedad: la policía53.
En síntesis, se producirían en este período los primeros dispositivos de disciplinamiento a través del
secuestro institucionalizado. La enseñanza de la técnica del trabajo y la idea de beneficencia, ya no rea-
lizada a través de la dádiva, darían lugar a un momento de importante encierro de individuos en hos-
picios, casas de trabajo o de caridad, cárceles, etc. La necesidad de separar a la persona pobre inocente
de la pobre culpable llevaba a fundar estas instituciones. Pero esta distinción, en realidad, pretendía
separar a la persona apta para trabajar de la que estaba impedida de hacerlo.

Foucault, Michel. Op. Cit. p. 218.


52

Foucault, Michel. Op. Cit. p 219.


53

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 45
46 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA
UNIDAD 5
CONTRIBUCIONES A LA CONSOLIDACIÓN DEL POSITIVISMO
CRIMINOLÓGICO.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 47
UNIDAD 5
CONTRIBUCIONES A LA CONSOLIDACIÓN DEL POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO.

Marco ideológico, económico y sociopolítico del positivismo. Surgimiento del positivismo criminoló-
gico. Ciencias y disciplinas que contribuyeron al desarrollo del positivismo criminológico. La fisiono-
mía. La frenología. La labor de los precursores de la psiquiatría. Los pioneros del penitenciarismo. La
antropología. La estadística moral.

Marco ideológico, económico y sociopolítico del positivismo.

El afianzamiento de la burguesía como clase dominante, la revolución industrial, la expansión territorial


de las potencias europeas y la alta rentabilidad generada por la dominación colonial, impusieron la nece-
sidad de justificar la continuidad del sistema e impedir que se modifique el estado de cosas alcanzado.
No era conveniente seguir sosteniendo la idea del contrato social, por cuanto las clases desplazadas
del poder podían poner en crisis ese pacto, es decir, la subsistencia del sistema ideológico, económico
y político alcanzado.
“La clase otrora en ascenso había pasado a detentar la posición dominante y la consideraba natural, de modo
que el artificio del contrato no sólo resultaba inútil sino peligroso. Como era de suponer, el nuevo paradigma
que convenía a esas clases era el del organismo, aunque no el anticuado -basado en la mano de Dios- sino en
uno nuevo fundado en la naturaleza y revelado por la ciencia” 54.
Se buscó, entonces, sostener como “natural” el orden burgués. “Por ello comenzaría a buscarse, y a encon-
trarse, una justificación científica en las nuevas formaciones políticas” 55.
En ese contexto, dentro del pensamiento filosófico había cobrado auge el positivismo, corriente que
surge en Francia a principios del siglo XIX y afirma que el conocimiento auténtico es el científico, es
decir, el que se obtiene a través del método de las ciencias físico-naturales. Por lo tanto, este movi-
miento ideológico sostiene que empleando la comprobación empírica o experimentación se pueden
explicar todos los fenómenos a partir de sus causas, determinando leyes universales no sólo para
la medicina o la biología, sino también para las ciencias que toman a la sociedad o al hombre como
objeto de estudio (la sociología, la psicología, el derecho, etc.).

Zaffaroni, Eugenio Raúl. Op. Cit. pp. 84 y ss.


54

Anitua, Gabriel Ignacio. Op. Cit., p. 162.


55

48 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 5. CONTRIBUCIONES A LA CONSOLIDACIÓN DEL POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO.

Dentro del discurso positivista se procuró encuadrar a la criminalidad como una enfermedad y tam-
bién someter políticamente a los naturales de los países colonizados, a quienes los europeos conside-
raban étnicamente inferiores.
La tecnología creciente comenzó a ocupar un papel importante en estos cambios. El desarrollo de las comu-
nicaciones, el ferrocarril, la navegación y la medicina -que con sus avances logró deslumbrar a la clase domi-
nante-, posicionaron a la “ciencia” en un lugar de privilegio, proporcionándole una importancia sobrevaluada.
Es así como los constantes progresos que se vivenciaban en el campo científico y tecnológico, sumados
al auge de las ciencias naturales o duras, posibilitaron que la clase burguesa se valiera de éstas y las
aplicara, incluso, en el campo de las ciencias blandas o sociales, formando así los cimientos sobre los
cuales se edificó el discurso que hoy se conoce como positivismo criminológico, el cual centra al hom-
bre delincuente como su objeto de estudio.
Por otro lado, la industrialización provocó grandes cambios migratorios internos, que se tradujeron
en el traslado de la población de las campiñas a las ciudades, proceso que puso de manifiesto grandes
contrastes sociales, pues empezaron a convivir la miseria y la riqueza, lo que generó desorden y la nece-
sidad de establecer un régimen represivo. Para ello se creó la Policía56 como agencia de control social
que aplicaba el poder de castigar usado por el Estado burgués.

Surgimiento del positivismo criminológico.

Hundiendo sus raíces filosófico-culturales en el positivismo, esta escuela tomó como base el postulado
del determinismo causal de los fenómenos, y estableció como cimiento del derecho penal el binomio
peligrosidad social-medida de seguridad.
Consecuente con su clara concepción causalista, el positivismo basó su postura en la negación siste-
mática del libre albedrío en el que se había basado el discurso criminológico anterior (el de la escuela
clásica, basado en el racionalismo iluminista). A partir de la escuela positiva, el delito y la criminalidad
no eran considerados como una entidad metafísica (como pudo ser el origen divino de la autoridad que
se sostenía en el Antiguo Régimen), ni tampoco como el producto de la libre elección del hombre (lo
que se afirmaba en la escuela clásica) sino que eran fenómenos condicionados por factores científica-
mente investigables y verificables en la realidad.
La criminología se convirtió entonces en una ciencia basada en el biologismo, que entendía que el
mundo exterior -la realidad- era algo objetivo y formulaba las leyes mediante la observación sistemá-
tica57. De este modo, la conducta humana pasó a ser verificada de forma experimental por el método

La policía apareció en los últimos tiempos de los Borbones en Francia y a comienzos del siglo XIX en Inglaterra.
56

También el positivismo se valió de la estadística, indisolublemente ligada al estudio y desarrollo de la sociología criminal y que fue recogida por la
57

necesidad de diferenciar la conducta criminal de la conducta normal y cuantificar la primera de ellas. Resultó útil como instrumento de mensuración
de la criminalidad, aunque la cifra negra evidenció que no es del todo confiable.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 49
positivo de las ciencias naturales. Es decir, la experimentación buscó ir de lo particular a lo general
(método inductivo), contrastando con el método de la escuela clásica que buscaba derivar de lo gene-
ral, lo particular (método deductivo).
Como dijimos, esta corriente centró su objeto de estudio en el ser humano, pero no en cualquiera ni en
todos: puso especial atención en el delincuente institucionalizado (encerrado en cárceles, manicomios
y reformatorios) y así reprodujo un estereotipo criminal que era una analogía del preso, el loco, el feo,
el marginal, el colonizado y que servía para mantener las relaciones de dominación existentes.
Así, la imputabilidad y la responsabilidad moral fueron desplazadas por la peligrosidad social, por la
posibilidad de que el sujeto, en virtud de determinadas causas, sea impulsado a hechos criminosos;
por lo cual el libre albedrío que generaba responsabilidad moral fue reemplazado por el determinismo,
generador de responsabilidad social.
El paradigma de la criminología positiva fue el de explicar la criminalidad apoyándose en las leyes
físicas y biológicas que rigen la causalidad. El criminal era un producto hereditario de remotos ante-
pasados, era anormal y patológico.
A partir de estas premisas, se definió al delito como una manifestación de enfermedad, como el pro-
ducto de una anormalidad reconocible por reglas y métodos científicos aportados por las ciencias
naturales. Como consecuencia, le opuso a la libre voluntad de la escuela clásica un rígido determinis-
mo biológico, negador del libre albedrío.
A los ojos de los positivistas el criminal se encontraba en un estado de evolución inferior al ser humano
y demostraba su anormalidad por signos visibles externos o fisiológicos. En esta afirmación descansa
la teoría del atavismo, pensamiento cuyo origen puede observarse en la tesis planteada por Darwin en
su teoría de la evolución de las especies.
El delincuente pasó a ser considerado un sujeto anormal, el resultado de una naturaleza biológica-
mente subdesarrollada que estaba destinada al crimen por taras hereditarias, llevando en su cuerpo los
signos de su deficiencia.
La tesis sostenida por los positivistas tuvo como derivación lógica la incursión del concepto de temi-
bilidad o peligrosidad, definida como el estado, la aptitud, la inclinación de una persona a cometer con
gran probabilidad, casi con certidumbre, delitos. Este estado, aptitud o inclinación eran definidos por
los rasgos físicos de los individuos, y lo correcto (dado que el delincuente no era considerado libre para
actuar) era corregir las fuerzas que lo impulsaban. Por eso, para la escuela positiva, la pena reforzaba
sus fundamentos en la defensa social58.
La pena se concibió entonces como un remedio terapéutico impuesto para tratar de curar la enferme-
dad que representaba el delito; como pena privativa de la libertad de carácter indeterminado. En suma,
el positivismo intentó explicar científicamente el delito pensado en un tipo de acción social que tiene
las mismas cualidades que las cosas o los objetos del mundo natural. Partiendo de las tres premisas ini-
ciales del método científico: medición (cuantificación), objetividad (neutralidad) y causalidad (deter-
minismo) se derivan varios postulados, a saber: una visión consensual del mundo, la concentración

50 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 5. CONTRIBUCIONES A LA CONSOLIDACIÓN DEL POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO.

en el delincuente y no en el acto delictivo, la cosificación del mundo social, la doctrina de la falta de


responsabilidad por los actos, la inaplicabilidad del castigo y, por último, la fe en la capacidad cognitiva
superior del experto científico.59

Ciencias y disciplinas que contribuyeron al desarrollo del positivismo criminológico.

Nos interesa aquí hacer una breve referencia a diversos campos del saber que, ya sea por su método o por sus
hipótesis, fueron utilizados por el positivismo criminológico para sustentar su visión del delito y del delincuente.
a) La Fisionomía “… versa sobre la apariencia externa del individuo y la interdependencia de lo somático
y lo psíquico, el cuerpo y la personalidad, lo externo y lo interno” 60; idea que retoma las discusiones filo-
sóficas respecto de la interrelación entre cuerpo y alma. Tal como afirma Rodríguez Manzanera61
dicha correlación se suponía ya en el Edicto de Valerio que sostenía que “…cuando tengas dudas entre
dos presuntos culpables, condena al más feo.”; y en la fórmula establecida en el siglo XVIII por el Marqués
de Moscardi de Nápoles: “Oídos los testigos de cargo y de descargo, y vista tu cara y tu cabeza te condeno...”.
Este antecedente tendría su más alta expresión en los cuatro volúmenes de Fragmentos de fisiog-
nomía de Johann Kaspar Lavater (1781-1801). Lavater, quien era teólogo protestante, impulsó el
conocimiento del hombre a través de su fisonomía.

La fisonomía analizaba especialmente los rostros, intentando ver la identificación del alma en el
aspecto físico -es decir, el interior humano a través de su manifestación externa-. Por ello su atención
se centraba en las apariencias y en la superficie del cuerpo humano, en particular la cara. Lavater
citaba autores de la antigüedad para justificar que todos los hombres han guiado su confianza en
base al análisis de la fisonomía. Es así como este autor le da carácter “científico” a los prejuicios.
59
Taylor, Ian R.; Walton, Paul; Young, Jock. La nueva criminología: contribución a una teoría social de la conducta desviada. Buenos Aires, Amorrortu,
1977, p. 41.
60
García - Pablos de Molina, Antonio. Tratado de criminología, Tomo I, 1ra edición, Rubinzal Culzoni, Santa Fe, 2009, p. 394.
61
Rodríguez Manzanera, Luis. Criminología, 2da edición, Editorial Porrúa S.A., México, 1981, pp. 180 y ss.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 51
b) La Frenología “… propugna la teoría de la localización, esto es; cada función anímica tiene su asiento
orgánico en el cerebro; en el cráneo humano se manifestarían signos externos inequívocos de aquellas fun-
ciones, de modo que observando el cráneo puede llegar a conocerse la organización cerebral y, con ella, las
claves del comportamiento del hombre, incluido el delictivo. Etiológicamente, por tanto, la causa del crimen
reside en malformaciones y disfunciones cerebrales. Metodológicamente estas pueden investigarse a través
de la observación del cráneo” 62.
Así, Joseph Gall (1758 – 1828), realizó un estudio en penitenciarías y manicomios que concluyó
con la creación de un mapa del cráneo dividido en 38 regiones con sus funciones específicas y en el
cual localizó un instinto de acometividad, un instinto homicida, exterminador, sentido moral, etc.,
que correspondía a una sección craneal determinada.
Dicho estudio va a servir de base al paradigma positivista, al afirmar que el crimen podría ser cau-
sado por un desarrollo parcial y no compensado del cerebro que ocasiona una hiperactividad en un
sentimiento, por ejemplo: un homicida tendría un desmedido desarrollo de la agresión.

c) La Psiquiatría se afianza a lo largo del siglo XIX como disciplina científica autónoma. Sin embar-
go, ya a finales del siglo XVIII, comienzan, en el ámbito clínico, sus pioneros una labor entonces
revolucionaria: distinguir los enfermos mentales de los delincuentes. En el siglo XIX se acuñan las
primeras categorías psiquiátricas, su aparato conceptual al principio muy rudimentario. Pronto apa-
recen las primeras teorías: la equiparación del crimen y locura, la teoría de la degeneración, la de la
inferioridad, la teoría de la locura moral63 Pinel (1745-1826), médico francés, es considerado padre
de la psiquiatría y su tratado sobre la alienación mental marcó el saber psiquiátrico del siglo XIX.

García – Pablos de Molina, Antonio. Op. Cit. p. 397.


62

García – Pablos de Molina, Antonio. Op. Cit., p. 404.


63

52 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 5. CONTRIBUCIONES A LA CONSOLIDACIÓN DEL POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO.

Por su parte, Esquirol (1772-1840) elaboró las distinciones y clasificaciones que contribuirían a la
autonomía de psiquiatría dentro de la medicina, y así funda la escuela psiquiátrica más importante
del siglo XIX.

Lucas (1805-1885) con su teoría de la degeneración y la constitución del personaje del dege-
nerado permitirá una enorme reactivación del poder psiquiátrico. Así, la psiquiatría alcanza la
posibilidad de referir cualquier desviación o retraso a un estado de degeneración, lo cual le da la
posibilidad de injerencia indefinida en los comportamientos humanos. Relaciona directamente la
desviación de las conductas con un estado que es a la vez hereditario y definitivo asignándose, en
consecuencia, el poder de no intentar ya curar. La psiquiatría se plantea, entonces, la posibilidad
de respuesta ante lo anormal.
Los estados anormales son fijados hereditariamente por la genealogía del individuo, donde la idea
de curar deja ya de tener sentido, surgiendo así la necesidad de proteger a la sociedad contra la
peligrosidad de los anormales.
El degenerado es el portador del peligro, quien no es pasible de castigo, pues se trata de un incurable.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 53
d) Los pioneros del Penitenciarismo fueron dos ingleses, Howard (1727-1790) y su discípulo
Bentham (1748-1832). “Howard, juez de Bedford y consejero del Parlamento en asuntos penitenciarios,
recorrió más de cincuenta mil millas estudiando las cárceles de su época altamente motivado por la situación
real del recluso (…)” 64.
El principal aporte de Howard al discurso criminológico del positivismo fue la prioridad que le
concedió al estudio del hombre delincuente y al método de investigación que utilizó en todas sus
indagaciones: el contacto directo y la observación.

e) La Antropología desarrolló conceptos que serán fundamentales para la elaboración de la teoría


de Lombroso.
Charles Darwin (1809 – 1882), en su obra “El origen de las especies por medio de la selección natu-
ral” (1859) estableció que la herencia es de vital importancia en la transmisión de conductas. A
grandes rasgos, puede inferirse de dichos postulados que el delincuente era un sujeto no evolu-
cionado como la especie humana y su comportamiento criminal obedecía a la exteriorización de
su “naturaleza interna”.
Hebert Spencer (1820 – 1903), sostenía que sosteniendo que la sociedad era un organismo y
evolucionaba como tal. La adaptación era la regla de supervivencia en el seno de una competencia
interindividual generalizada: los menos adaptados debían ser eliminados sin miramientos. Así,
Spencer se oponía a cualquier medida que fuera en ayuda de los más desfavorecidos y a todo tipo
de leyes asistenciales.
Este tipo de pensamiento, además de influir en la criminología, sirvió de sostén para el nacimiento
de una nueva forma política con base en las teorías raciales.

García – Pablos de Molina, Op. Cit., p 391.


64

54 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 5. CONTRIBUCIONES A LA CONSOLIDACIÓN DEL POSITIVISMO CRIMINOLÓGICO.

f ) La Estadística Moral, también denominada escuela cartográfica, explicó el crimen como un “fenó-
meno social” o “fenómeno de masas”, que ocurre de modo regular y constante, pudiendo ser estudiado
cuantitativa o estadísticamente, como los nacimientos y las defunciones.
Quetelet (1796 – 1894), uno de los mayores exponentes de esta disciplina a mitad del siglo XIX,
propuso dividir las ciudades en zonas para poder llevar adelante una observación de las causas del
delito en su situación particular. Otra de sus afirmaciones tuvo como objeto la incidencia del clima
en la producción de delitos. De sus estudios concluyó, por ejemplo, que en épocas de primavera
las jóvenes son más vulnerables a los ataques sexuales en lugares donde hace calor; y que en países
donde hay pocas horas de luz habrá mayores tasas de suicidio. Otro aporte estadístico de este autor
fue que según sus estudios cada seis hombres que delinquen hay una mujer delincuente.
Gerry (1802 – 1866), otro estadístico, sostenía que el crimen se comete con tanta regularidad que
se puede formular una “ley” para predecirlo65.

Ejemplo: podría calcular la tasa de homicidios por año con la fórmula: h= (tx7) + (h x2), es decir, el volumen anual de homicidios equivale a la suma
65

de la temperatura medio por siete y la humedad medio por dos.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 55
56 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA
UNIDAD 6
DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 57
UNIDAD 6
DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.

El positivismo antropológico o escuela italiana: Lombroso. Ferri. Garófalo. La escuela francesa. El


positivismo criminológico en España. La cuestión en la Argentina: la criminología clínica. El positi-
vismo psicológico. Críticas hacia la escuela positivista.

El positivismo antropológico o escuela italiana.

El positivismo italiano ha tenido tres autores fundamentales: Cesare Lombroso, Enrico Ferri y Raffaele
Garófalo.

„„
a) Cesare Lombroso (1835-1909).

Este médico de origen italiano, considerado el padre de la criminología por la comunidad científica,
partió de la teoría de Darwin sobre la evolución de las especies. Según este último, el hombre es fruto
de una evolución que se ha producido durante miles de años, comenzando esa cadena desde los simios
y pasando por diferentes clases de humanoides más o menos inteligentes hasta llegar al humano actual.
A partir de ese punto de partida, Lombroso sostuvo que se produjo una involución genética en el crimi-
nal, es decir, una regresión en esa cadena evolutiva del ser humano (por eso hablaba de rasgos atávicos,
es decir, que remontaban a los antecesores en la evolución de la especie). Debido a ello, el delincuente no
era producto del condicionamiento social exterior, sino de una disposición natural de la persona.
Si bien originalmente Lombroso no buscaba una teoría sobre el origen genético de la criminalidad,
sino un criterio diferencial entre el enfermo mental y el delincuente; al toparse con la evidencia fáctica
que representó el cráneo de Vilella, sumado a la influencia darwiniana, comenzó a elaborar lo que él
llamaría la “Antropología Criminal”.
Como adelantamos, la primera prueba de su teoría fue la autopsia que practicó sobre el cuerpo de
Giusseppe Vilella, viejo bandido calabrés, en cuyo cráneo descubrió una anomalía insólita en el hom-
bre actual, pero que sí estaba presente en animales como los monos: una foseta o cavidad dentro del
hueso occipital (parte posterior del cráneo humano), en un lugar donde normalmente se halla una
cresta o elevación.
Poco después tuvo que hacer un peritaje a otro delincuente, Vincenzo Verzeni, quien era apodado el

58 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 6. DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.

“Vampiro de Bérgamo” o el “Estrangulador de mujeres”. Este criminal le confesó que mataba niñas por
placer, estrangulándolas con las manos, mordiéndoles el cuello y tomando su sangre. Lombroso con-
cluyó que padecía cretinismo (similar a la idiotez) como toda su familia, de manera que esos rasgos
eran hereditarios y, por lo tanto, ese comportamiento anormal ya venía determinado desde su naci-
miento. Además, según Lombroso este delincuente era el ejemplo clásico de asesino habitual, ya que
tenía la mirada vidriosa, fría, inmóvil, con sus ojos a veces inyectados en sangre, orejas largas, pómulos
anchos, contracciones unilaterales de la cara y utilizaba los dientes caninos para burlarse y amenazar.
La obra más famosa de Lombroso fue el libro “El hombre delincuente” (1876), donde aseguró que la
regresión evolutiva que caracterizaba al delincuente se reflejaba a través de rasgos o deformaciones
físicas que lo hacían parecido a animales. De este modo, criminales y no criminales se distinguían entre
sí en virtud de anomalías que él llamaba de origen atávico, es decir, que asemejaban a los delincuentes
con los antepasados de la cadena evolutiva, siendo ello producto de un retroceso biológico a un estado
anterior de dicho proceso de evolución.
Sobre la base de los estudios llevados a cabo, Lombroso estableció la siguiente clasificación de los
delincuentes:
1) Nato: categoría establecida a partir de los casos Villella y Verzeni. Sería el sujeto que no ha evolu-
cionado como los seres humanos normales, razón por la cual tiene rasgos anatómicos semejantes
a los de las especies primitivas (atavismo). Así, poseen frente hundida, menor capacidad craneana,
grandes maxilares, orejas en asa, etc. En cuanto a sus características psicológicas, Lombroso lo
comparaba con un salvaje al cual le gusta tatuarse, es supersticioso, con inclinación a los excesos, es
impulsivo, inestable e insensible al dolor.
2) Loco moral: dentro de las características de este tipo de delincuente marcaba que su cráneo no
tiene diferencias con los normales, es muy astuto (por lo tanto, no usa tatuajes para no ser identi-
ficado), es perezoso para el trabajo, posee precocidad sexual, es poco sociable, cruel y tiene antece-
dentes familiares con estos mismos defectos.
3) Epiléptico: Este tipo de delincuente fue determinado por Lombroso en base a los casos del “Conde
Belga” y de Misdea.
El Conde Belga era hijo único de una madre epiléptica. Su comportamiento había sido el de agre-
dir continuamente a su mujer y atormentar a los animales, pero tanto en sus percepciones como
en las ideas que elaboraba, parecía un sujeto normal.
Misdea era un soldado napolitano que salió del cuartel con licencia, se embriagó y al regresar fue
víctima de burlas, a las cuales reaccionó de forma brutal. En efecto, disparó con un rifle matando
a 7 (siete) de sus compañeros e hiriendo a 13 (trece). Se determinó que su comportamiento no era
producto de la ebriedad, en virtud de la puntería que había tenido.
A partir de ambos casos, Lombroso determinó que, si bien ninguno de los dos sujetos padecía una
enfermedad declarada, cometían delitos graves sin sentir remordimiento, durante brotes de epilepsia.
A la hora de caracterizar a este tipo de criminales, señalaba que son muy violentos, destructivos,

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 59
que después de haber cometido el delito quedan tranquilos, que padecen períodos de amnesia no
recordando lo que han hecho en esos momentos violentos, sufren cambios de humor, etc.
4) Loco: Lombroso diferenciaba al delincuente loco del loco delincuente. El primero era un sujeto
que cometía un delito y enloquecía luego, en la prisión. El loco delincuente, en cambio, era aquél
sujeto que no podía comprender lo que hacía por ser un enfermo mental.
Dentro de los delincuentes locos, estableció tres subcategorías
> Alcohólico: lo caracterizó como apático e indiferente, señalando que la embriaguez lo ayuda a
delinquir en una forma casi de automatismo o sonambulismo y que, estando bajo los efectos del
alcohol, presenta fuerte tendencia al robo o al sexo, aunque después entra en un profundo sueño
y cae en amnesia.
> Histérico: indicaba que esta tipología era más habitual entre las mujeres, caracterizándose por
poseer delirios y alucinaciones; egocentrismo; necesidad de mentir; tendencia a idolatrarse, a la
venganza y al erotismo; etc.
> Mattoide: llamaba así a personas que no estaban locas, pero casi lo estaban. Decía Lombroso
que era una tipología poco habitual entre mujeres y en los jóvenes. Entre las características,
indicaba que este tipo de delincuente tenía muy pocas anomalías físicas, destacándose por ser
altruista, trabajador y poseer sentido ético. Sin embargo, cometía crímenes impulsivos -gene-
ralmente en público-, poseía una convicción exagerada de sus propios méritos, tenía delirios de
persecución y era provocador de litigios.
5) Pasional: determinó esta categoría basándose en un diplomático famoso que se enamoró de una
prostituta que le ocultó tal condición. Al descubrirla, la asesinó e intentó suicidarse. Pese a que
luego formó una familia, terminó suicidándose en función de aquella frustración.
Lo que caracterizaba a este tipo de delincuente era que tenía entre
20 y 30 años; era honesto; cometía delitos “de ímpetu”, movido por pasiones amorosas, patrióticas o
religiosas; tenía una exagerada afectividad; sufría conmoción luego de cometer el delito y, por ello,
tendía al suicidio inmediatamente.
6) Ocasional: fue la última incorporación, influenciado por las ideas de su colega Ferri. Se trataba
de un delincuente exento de defectos psicológicos y físicos, razón por la cual, a diferencia de las
categorías anteriores, llegaban al delito por factores exógenos (sociales, ambientales, etc.).
Los subclasificaba en:
> Pseudo-criminales: eran aquellos que no poseían ninguna perversidad y actuaban en función de
alguna motivación especial: cometían hurtos o falsificaciones por necesidad, herían o mataban
para defender su honor o a su familia, etc.
> Criminaloides: eran sujetos con cierta predisposición a delinquir pero que no hubieran llegado
al crimen de no haberse dado la ocasión. Actuaban por imitación.

60 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 6. DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.

> Habituales: eran aquellos que estaban condicionados por carencias del entorno familiar, edu-
cación, etc.; razón por la cual tenían voluntad de delinquir. Eran fácilmente influenciables y
cometían, sobre todo, delitos contra la propiedad.
Si bien en la edición primera de “El hombre delincuente” el único tipo de criminal reconocido era el
“delincuente nato”, las sucesivas críticas hicieron que en las posteriores ediciones fuera agregando otros
tipos, incluso desvirtuando su propia hipótesis; a punto tal que en su clasificación el delincuente nato
pasó de ser del sujeto principal a no lograr superar el tercio de la población criminal.

Con respecto a la sanción que debían recibir los delincuentes, no se oponía a la pena capital
siempre que se ejecutara como última instancia; y para algunos casos prestaba su apoyo a la rea-
daptación del delincuente. En cuanto al delincuente nato, propiciaba su neutralización median-
te la reclusión indeterminada con miras a procurar la defensa social.
En el libro “La mujer delincuente, prostituta y normal” (1893) sostenía que la mujer primitiva era
inferior al hombre, y que su forma natural de regresión en la cadena evolutiva no era el crimen
sino la prostitución, circunstancia que explicaba la menor participación de ésta en actos delicti-
vos, según las estadísticas.
En función de ello, los rasgos y estigmas del delincuente nato, entre las mujeres, eran más fre-
cuentes entre prostitutas que en el resto. Por otro lado, señalaba que las mujeres delincuentes
tenían menor cantidad de signos de degeneración que los hombres, por el solo hecho de ser
menos evolucionadas que estos.
Además, la mujer delincuente nato desarrollaba una fuerza inusual, circunstancia que, sumada
a la menor evolución del sexo, la convertía en un verdadero monstruo, mucho más temible que
el hombre delincuente nato. La metodología de estudio de Lombroso fue su talón de Aquiles.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 61
Sus afirmaciones surgen de la realización de al menos 400 necropsias de delincuentes y de la
observación de 6.000 criminales. Luego, para verificar sus hipótesis investigó 25.000 reclusos de
las cárceles de Europa. Es por ello, por lo que se sostiene que el primer error ha sido confundir la
idea de criminal con recluso; es decir, que su estudio sólo tuvo por objeto a aquellos que habían
sido tocados por el sistema penal, sin realizar una comparación con aquellos otros que estaban
por fuera del mismo (lo que se denomina grupo de control).

„„
b) Enrico Ferri (1856-1929).

Discípulo de Lombroso, este sociólogo italiano se apartó de la teoría de la libertad de la voluntad o libre
albedrío que habían señalado los autores de la denominada escuela clásica, bajo las ideas del iluminismo.
El libre albedrío, según Ferri, era una ficción que había sido desmentida por la ciencia al demostrarse que
todos los actos humanos se hallan ligados al principio de causalidad (es decir, a la relación causa-efecto).
El hombre, cuya personalidad está determinada por la herencia psicofísica y por el ambiente, “obra
como siente y no como piensa”. En consecuencia, sostenía que no se puede hablar de la responsabilidad
moral individual a la que hacían referencia Beccaria o Carrara (dentro de la escuela clásica), sino más
bien que la responsabilidad es de índole social, del hombre frente a la sociedad que tiene el derecho de
defenderse, es decir, el sujeto es responsable de todos sus actos por el simple hecho de vivir en sociedad.
Dicho en otras palabras, Ferri afirmaba que el delito es imputable al delincuente, pero no deseado
libremente por éste; ya que en realidad actúa por causas que física o psíquicamente condicionan su
voluntad. Por tanto, la sociedad no puede castigar, sino tan sólo defenderse contra el desorden que el
individuo produce en una convivencia humana organizada.
Siguiendo a su maestro Lombroso, señalaba que hay delincuentes natos, siendo este tipo de criminal
“un salvaje perdido en nuestra civilización”, esto es, una variedad antropológica que representa a las razas
inferiores, a causa de degeneración, retorno atávico o desarrollo insuficiente.
Pero a diferencia de su antecesor, que sólo hablaba de factores antropológicos, Ferri entendía que la estadís-
tica de la reincidencia en varias especies de crímenes confirmaba que, del número total de delincuentes, sólo
una parte presentaba anormalidades antropológicas, razón por la cual había otras causas de la criminalidad.
De esta forma, para comprender a todos los tipos de delincuentes había que considerar diversos fac-
tores, agregando a los antropológicos (constitución orgánica, psíquica y caracteres personales como la
edad, el sexo, la raza o el estado civil), los cosmotelúricos o físicos (clima, suelo, temperatura, estaciones
del año) y los sociales, culturales (densidad de población, la migración del campo a la ciudad, la reli-
gión, la familia, la opinión pública, el alcoholismo, la educación, etc.).
Sus investigaciones afirmaban que el único método válido en la investigación del criminal es el experi-
mental – inductivo, exigiendo que toda experimentación refleje la medida del fenómeno estudiado, la
adopción de una postura neutral y objetiva de la investigación y la enunciación de leyes naturales que
regulan el suceso en estudio.

62 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 6. DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.

Con relación a la clasificación de los delincuentes, Ferri, los dividía en:


1) Nato: los salvajes que estaban determinados genéticamente a cometer crímenes.
2) Loco: imbéciles morales, epilépticos, etc.
3) Pasional: moralmente ordenado, pero de exagerada sensibilidad y reacción.
4) Habitual: personas con poca educación y muy influenciable por los grupos sociales con los que se
relaciona.
5) Ocasional: llega a la delincuencia por motivos externos y raramente reincide.
6) Delincuente involuntario: tipología incorporada en la última edición de su obra y que abarca a
aquellos que cometen delitos culposos o imprudentes.
Para este autor, la pena no tenía como finalidad el castigo del reo sino la defensa social conforme la
“peligrosidad” que presentara; y era ineficaz si no iba precedida y acompañada de reformas económicas
y sociales a modo de sustitutivos penales66. Estos sustitutivos eran, en realidad, medidas que rempla-
zaban, por anticipado, las penas que evitaban, previniendo así el crimen. Consideraba que con estos
medios preventivos se podían contener los impulsos criminales de la clase más desfavorecida por el
sistema económico. No era necesario, según él, esperar a que los individuos, golpeados y oprimidos
por la sociedad, reaccionaran violentamente contra ésta, cometiendo el tipo de delitos que la ley con-
denaba. Proponía, más bien, intervenir sobre este tipo de individuos, evitando el crimen que tarde o
temprano terminaría por ocurrir.
Ferri ofrecía una larga lista de sustitutivos, tanto de orden económico como político, científico,
civil-administrativo, religioso, familiar y educativo. La reforma de las legislaciones y la utilidad de los
progresos de la ciencia permitirían, según su mirada, prevenir un número importante de los delitos
más comunes en su tiempo.

„„
c) Raffaele Garófalo (1851-1934).

Este abogado napolitano, de gran éxito tanto en su carrera judicial como por llevar una meticulosa
labor de sistematización y divulgación de los postulados de la escuela positivista, efectuó una incorpo-
ración interesante a la cuestión criminológica, al establecer el concepto de “delito natural”.
Algo es natural cuando no se encuentra establecido por las convenciones de los hombres, sino que está
incorporado al ser de las cosas (en el sentido que aquí se abordará, lo natural será lo que viene con la
evolución del hombre y de la sociedad), va más allá de una sociedad y no se limita a un lugar o a un
período determinado.
Sostenía que para obtener ese concepto de delito natural se debía partir de la idea de sentido moral,
siendo que cada raza poseía una suma de instintos morales innatos que no dependían del razonamien-

Baratta, Alessandro, Op. Cit. p. 33.


66

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 63
to individual, sino que formaban parte de lo que el individuo heredaba por nacer dentro de determi-
nada sociedad.
Luego, tomando para el análisis la parte civilizada de la humanidad (cuyos sentimientos formaban para
él la verdadera moral contemporánea, mientras que a las tribus salvajes las consideraba anomalías de la
especie humana), consideraba que en toda sociedad se podían encontrar dos sentimientos altruistas o,
dicho de otro modo, que se basan principalmente en el interés de los demás: Benevolencia y Justicia.
A su vez, el sentimiento de benevolencia tenía diferentes grados de desarrollo:
• Piedad que evita el dolor físico del otro.
• Piedad que evita el dolor moral del otro.
• Beneficencia, generosidad, filantropía (grados más elevados del sentimiento de benevolencia).
Ahora bien, solo el primer grado de la benevolencia había llegado a tener grado casi universal, es decir,
en todas las agrupaciones humanas civilizadas había un sentimiento de piedad que repugnaba los actos
que causaban dolor físico.
Con respecto al sentimiento de justicia, señalaba que es una muestra más elevada de altruismo, y
que está basada en permitir la libertad de acción de los demás ciudadanos mediante limitaciones a la
libertad propia. A dicho sentimiento, en su grado más elevado, lo denominaba “delicadeza”, pero esta
expresión de la justicia tan perfecta solo estaba presente en un grupo minoritario de personas capaz,
por ejemplo, de no aceptar un simple elogio que hayan tenido la conciencia de no haber merecido.
Ahora bien, dentro del sentimiento de justicia Garófalo observaba que en las sociedades civilizadas, las
personas poseían, generalmente por herencia y por tradición, un cierto instinto que les prohibía apo-
derarse de lo ajeno. A este instinto lo denominó probidad, y era esta parte del sentimiento de justicia
la que encontraba presente de manera universal en todas las sociedades.
En definitiva, Garófalo llegó a concluir que el elemento de inmoralidad necesario para que un acto
perjudicial fuera considerado como criminal por la opinión pública era la lesión de aquella parte del
sentido moral que está presente en todas las sociedades: sentimientos de Piedad y Probidad.
Es decir, la conducta delictiva no era aquella que violaba la parte superior y más delicada de los
sentimientos de benevolencia y justicia, sino la medida media en que son poseídos por la humani-
dad civilizada (esas medidas son la piedad que prohíbe el dolor físico y la probidad para respetar la
propiedad ajena).
Luego, a partir de cual fuera el sentimiento moral afectado, el delito natural estaba dividido en dos
categorías:
1) Ofensa al sentimiento de piedad: agrupaba todos los atentados contra la vida o el cuerpo (delitos
violentos).
2) Ofensa al sentimiento de probidad: abarcaba todos los delitos contra la propiedad (delitos con-
tra el patrimonio).

64 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 6. DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.

Fuera del concepto de delito natural estaban, según Garófalo, los delitos contra el Estado (sedi-
ción, insurrección, etc.); las acciones que atacaban al poder social sin fin político (como los actos
de resistencia a la autoridad, la usurpación de títulos, el contrabando, etc.); las acciones que ataca-
ban a la tranquilidad pública (como las violaciones del domicilio, las riñas, los duelos en público,
la evasión de prisioneros); conductas que afectaban a los derechos políticos (intrigas electorales),
hechos que vulneraban el respeto al culto o al pudor público y las transgresiones de la legislación
particular de cada país.
En todos estos casos, a diferencia de aquellos que constituían el concepto de delito natural, existía una
inmoralidad especial pero no estaban afectados los sentimientos altruistas que formaban la base de la
moralidad. Lo malo de estas acciones consistía, principalmente, en una rebeldía contra la autoridad o
en una desobediencia a la ley, pero dependían de cada sociedad o de determinada época. El delincuen-
te que cometía este tipo de crímenes específicos de cada sociedad no era tanto un malhechor -término
que empleaba Garófalo para referirse al que cometía un delito natural- sino más bien un rebelde.
Respecto del estudio de las personas que cometían el tipo de hechos que quedaban comprendidos
dentro del concepto de delito natural, Garófalo coincidía con Lombroso en cuanto a que había cri-
minales que respondían a determinada caracterización física, pero sostenía que el mayor número de
delincuentes no tenía esas anomalías.
El punto capital, para él, era que todo delincuente tenía alguna anomalía psíquica, pudiendo ser visible
o no e, incluso, podía llegar a no estar aún determinada. Además, sostenía que las causas exteriores
como el medio ambiente, físico, moral, las tradiciones, el alcoholismo, etc. podían servir para determi-
nar a una persona a delinquir, pero más allá de eso, siempre quien cometía el crimen presentaba una
cuestión congénita diferente al de la persona honrada. El delincuente fortuito no existía, queriendo
significar con esa expresión que un hombre moralmente bien organizado no podía cometer un delito
por la sola fuerza de las circunstancias exteriores.
Por lo tanto, Garófalo consideraba que no era posible dividir a los criminales en dos clases distintas,
una de seres anormales y otra de normales; sino que sólo se los podía clasificar conforme al grado
mayor o menor de su anomalía.
En este sentido, señalaba que había delincuentes instintivos (caracterizados por la ausencia de
sentido moral) y fortuitos (tenían una debilidad orgánica que les impedía rechazar los impulsos a
delinquir provocados por el mundo exterior, es decir, poseían un sentido moral, pero debilitado).
Ahora bien, tanto en unos como en otros había una falta de repugnancia al delito, y ello estaba
vinculado a factores congénitos.
Luego, uniendo esta idea con el concepto de delito natural, Garófalo señalaba que había tres tipos de
delincuentes:
a) Criminal típico o asesino: carente por completo del sentimiento de piedad. Tenía anomalías psí-
quicas, y muy frecuentemente, también anatómicas no patológicas, sino de carácter degenerativo o
regresivo. Tenían ciertos instintos o arranques comparables a los de los salvajes y niños, careciendo

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 65
de todo sentimiento altruista, es decir, actuaban exclusivamente bajo el impulso de sus deseos.
Como su anomalía era congénita y representaban un peligro para la sociedad al ser incapaces de
adaptación, ésta debía eliminarlos para protegerse a sí misma.
b) Violento: tenía desarrollado insuficientemente el sentimiento de piedad. De este modo, al no
tener, congénitamente, una gran repugnancia por las acciones crueles podía cometerlas bajo el
influjo de causas externas como los prejuicios sociales, políticos, religiosos, pasiones amorosas o por
excitación alcohólica.
c) Ladrón: es aquél que tenía un defecto en el sentimiento de probidad (por el cual se respetaba la
propiedad ajena). Respecto de esta categoría de delincuentes, Garófalo dudaba si esta imperfec-
ción moral era siempre una consecuencia de la degeneración hereditaria, es decir, dejaba abierta la
posibilidad de encontrar algún caso donde el defecto fuera adquirido y no heredado. Más allá de
esa cuestión, afirmaba que ayudaba mucho al desarrollo de esta falta de probidad la clase de ejem-
plos brindados a la persona durante la infancia, porque tal tipo de educación ayudaba a formar el
instinto. Una vez constituido el carácter de la persona (cuando entraba en la adultez), era imposible
de corregir, aunque sí podía practicarse la supresión de las causas directamente determinantes de
la inclinación al delito, sea modificando el medio en el que vivía, o bien separando al individuo de
dicho medio para transportarlo a otro en el que pudiera encontrar condiciones de existencia más
favorables para la vida honrada.
Con respecto al castigo a aplicar, Garófalo estableció un cuadro de punibilidad en donde reservaba la
pena de muerte para aquellos sujetos que carecían de piedad (criminal típico).
Por su parte proponía:
> Segregación indefinida en una isla o en una colonia para quienes demostraban insuficiencia de
piedad o de probidad.
> Envío a colonias agrícolas a los delincuentes jóvenes.
> Reparación del daño del delito para aquellos que tenían una insuficiencia en su sentimiento de
probidad si no llegaba a comprobarse la anomalía moral en dichas personas.
La justificación de la pena de muerte tenía su fundamento en el proceso de selección natural de las
especies, en la que se condena a muerte a aquellas que no se adaptan al medio.
Con respecto a la influencia de la educación sobre el comportamiento delictivo, Garófalo sostenía que
era prácticamente nula, porque el delincuente estaba determinado por su herencia y el medio social en
el que vivía. La educación, por lo tanto, no servía si el criminal, después de expiar su delito o cumplir
la pena, regresaba al mismo medio en que se encontraba antes de cometer el hecho.
Por ello, para que aquellos delincuentes que no eran completamente degenerados dejaran de ser nocivos,
proponía deportarlos o segregarlos en colonias situadas en regiones poco habitadas, pero además ese des-
tierro debía ser perpetuo o no fijarse de antemano su duración, garantizándose así que se les diera libertad
sólo excepcionalmente, cuando la regeneración del individuo fuera comprobada en realidad.

66 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 6. DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.

La escuela francesa.

A pesar de las numerosas críticas que recibió la teoría lombrosiana en los congresos de antropolo-
gía criminal de su tiempo, los psiquiatras de la llamada escuela francesa, con su mayor exponente
Alexandre Lacassagne (1843- 1924), retomaron el discurso positivista y sostuvieron teorías semejan-
tes, que se basaban en la psiquiatría y el medio social.
Sin embargo, lo que diferenciaba a la escuela italiana de la francesa era que, si bien ambas se referían
al hombre delincuente, los franceses centrarían su discurso haciendo hincapié en que ese hombre tam-
bién se hacía, no sólo nacía así.
Ahora bien, dentro de los condicionamientos del medio, la delincuencia sería considerada una dege-
neración de tipo patológica; o sea, una enfermedad que se desarrolla en el medio propicio, como los
gérmenes pueden ser propicios para determinadas enfermedades. Por ello la teoría de Lacassagne ha
sido llamada “teoría microbiológica del delito”, pues equiparaba a los delincuentes con los microbios y,
como éstos no dañan a menos que se encuentren en un medio social adecuado, se reproducen y actúan
en caldo de cultivo favorable 67.
De esta manera, para la escuela francesa el delito tenía dos factores etiológicos determinantes. Los predis-
ponentes, como la debilidad mental, las enfermedades nerviosas, la falta de frenos inhibitorios, etc., que
eran considerados como la predisposición al delito o “causas endógenas”. Y los transmisores de contagio,
como el medio ambiente, como la familia, la escuela, los amigos, etc., considerados “causas exógenas” 68.

El positivismo criminológico en España.

El referente más importante en España fue Pedro Dorado Montero (1861-1919), quien trató de
armonizar los conceptos positivistas con los correccionalistas. Se refería a la crisis del sistema penal por
tener sólo la idea de castigo, y proponía un nuevo derecho de carácter tutelar que fuera “defensor de los
criminales”, en el sentido de proponer la modificación y corrección de la voluntad delictiva individual.
A diferencia de Garófalo en Italia, para este autor no había ningún delito natural, siendo el Estado el
que define arbitrariamente los delitos y estaba obligado a educar a los individuos para que no caigan
en los mismos.
Dorado Montero postulaba que no existían ni delincuentes ni delitos por sí solos, sino que la sociedad
los creaba arbitrariamente. Es decir, dentro de un contexto situado en tiempo y espacio una acción
podía ser un delito y, en otro tiempo o espacio dejar de serlo. Entonces, si la sociedad creaba al delito y
al delincuente, este último tenía derecho a que esa misma sociedad lo educara para dejar de delinquir.

Anitua, Gabriel Ignacio. Ibídem, p. 192.


67

Anitua, Gabriel Ignacio. Ibídem, p. 192.


68

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 67
No obstante, lo dicho, mantenía cierta influencia positivista al considerar que había hombres deter-
minados a realizar esas conductas delictivas, a desobedecer las normas. Frente a ello, lo que el Estado
debía hacer era protegerlos en instituciones a las que estos pudieran acudir pidiendo ayuda. Estas
nuevas instituciones suplantarían la administración penal existente para dar lugar a una “pedagogía
correccional” en la que los magistrados y abogados debían ser sustituidos por especialistas en psicología,
antropología, higiene, etc.; de forma tal que el delincuente pudiera ser diagnosticado correctamente,
aplicándosele un tratamiento adecuado, con sustento científico.
Lo importante para este autor no era la gravedad objetiva del delito cometido, sino las demandas
pedagógicas concretas de cada delincuente; por ello, el “tratamiento” tenía una duración indeterminada
y su contenido se definía de conformidad con los logros y las respuestas obtenidas.

La cuestión en Argentina: criminología clínica.

El referente de esta corriente en Argentina fue el médico psiquiatra, José Ingenieros69 (1877 - 1925),
quien tomó a la antropología criminal y la psiquiatría como pilares básicos de su teoría.
José Ingenieros desarrolló una explicación de la cuestión criminal en su libro “Criminología”, señalando
en este que la adaptación de la conducta individual de las personas al medio social requiere de cierto
equilibrio de los elementos que conforman la personalidad. Cuando este equilibrio falla, la conducta
se transforma en inadaptada y el individuo comete actos que la sociedad juzga de inmorales y las leyes
califican como delitos.
Ingenieros reconocía también que la personalidad es distinta en cada individuo, y que por eso los hom-
bres tienen caracteres diferentes, circunstancia que se traduce en una desigual aptitud para adaptarse
a la vida social.
Según Ingenieros, las causas de los trastornos de la personalidad eran:
a) las tendencias congénitas (herencia) y,
b) la diversidad de educación (experiencia individual), subordinada esta última a la influencia del
medio físico y social en que el sujeto se desenvolvía.
Ahora bien, la incidencia de la educación podía surtir efecto siempre y cuando las aptitudes mentales
existieran, es decir, estaban subordinadas al factor congénito, porque no podían crear tales aptitudes en
individuos defectuosos genéticamente.

69
Estudió medicina en la Universidad de Buenos Aires, y fue profesor de psicología experimental. Es considerado como uno de los máximos represen-
tantes del positivismo en Latinoamérica. Escribió su tesis doctoral, La simulación en la lucha por la vida (1903), en clara consonancia con la corriente
darwinista que prevalecía en Argentina por aquella época. Su interés por los problemas psiquiátricos, criminológicos y psicofisiológicos, unido a
la influencia de positivistas europeos como Spencer o Comte, le hizo tomar como punto de partida de su labor filosófica un positivismo de corte
cientificista.

68 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 6. DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.

Ingenieros propuso un programa criminológico con tres niveles de análisis:


> la etiología criminal, que buscaba las causas biológicas y del ambiente que influían en el individuo,
> la clínica criminológica, que trataba de determinar la peligrosidad del delincuente y,
> la terapéutica criminal que se ocupaba de la pena, para asegurar la defensa de la sociedad.
En esta etapa del positivismo criminológico argentino, al igual que acontecía en otros países como
Italia, Francia, España o Alemania; los registros de información sobre los sujetos adquirían suma
importancia. Un ejemplo de ello fue el sistema de identificación en base a huellas dactilares desarro-
llado por Juan Vucetich.
Este sistema de identificación fue adoptado inicialmente por las autoridades argentinas para identifi-
car a los sujetos que ingresaban al sistema carcelario y a las comisarías, es decir, a los delincuentes. En
una segunda etapa, su aplicación se hizo extensiva a los inmigrantes europeos, con el fin de controlar el
ingreso al país, saber dónde se alojaban y qué labores desempeñaban. Más tarde, también se aplicó para
quienes ingresaban a la función pública o realizaban el servicio militar (enrolamiento) y, finalmente, se
amplió a toda la población masculina de la época70.

El positivismo psicológico.

La psiquiatría y la psicología aportaron mucho al estudio del delincuente y de la personalidad criminal


desde la perspectiva del positivismo, respaldando la idea referida a que el hombre delinquía porque
tenía una predisposición al delito.
Sigmund Freud, conocido como el padre del psicoanálisis, si bien no se ocupó del discurso crimino-
lógico, escribió un pequeño capítulo que interesa a los fines de esta materia, al que denominó “Los que
delinquen por sentimiento de culpa”.
Allí, Freud se refería a la habitualidad con la que sus pacientes le comunicaban la comisión de peque-
ños actos de vandalismo o hurtos cuando transitaban la preadolescencia, situación que consideraba
normal, ya que es una etapa de la vida donde las inhibiciones morales son más débiles.
Pero lo que le llamaba la atención era que dichos pacientes experimentaban un gran sentimiento de
culpa previo a la comisión del acto mientras que, en cambio, quedaban aliviados anímicamente des-
pués del hecho.
Sobre este grupo, al que denominó “delincuentes por sentimiento de culpa”, realizó su inconcluso estudio
y no habló más del tema. Previo a tratarlo, descartó de su análisis a aquellos sujetos que no poseían
sentimiento de culpa (psicóticos o psicópatas que no han desarrollado ningún tipo de inhibiciones
70
Una anécdota contada por Luis Reyna Almandos, quien defendía el sistema de identificación dactilar, cuenta que un empleado suyo, le dijo con
tono indignado que no tenía por qué someterse a la identificación porque era bien conocido. Pocos días después, al bajar del tren en Buenos Aires,
fue tomado preso porque se le confundió con otro perseguido por la policía. Ante ello entendió la importancia de la identificación.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 69
morales) como así también a aquellos que usaban al delito como lucha política contra la sociedad
(anarquistas, por ejemplo). Con respecto a la posesión de este sentimiento de culpa, Freud se plantea-
ba dos cuestiones: la primera, rastrear de dónde provenía la culpa; y la segunda, saber si esta culpa era
causa suficiente para la comisión de delitos.
La primera cuestión la resolvió con la teoría general del psicoanálisis, considerando que la culpa surge
por atravesar con éxito el complejo de Edipo, es decir, porque se instauran las inhibiciones o frenos
morales, y también porque el sujeto abandona el estado salvaje para vivir en sociedad, lo que le lleva a
adquirir conciencia moral en cuanto al significado de sus actos frente a los demás.
La segunda cuestión la enunció, pero no llegó a tratarla. De todos modos, manifestaba su curiosidad
al ver cómo los niños buscan el castigo en base a esa conciencia de culpa, lo cual podría resultar inte-
resante para entender el razonamiento adulto.
Más allá de esta referencia de Freud a ciertos aspectos psicológicos vinculados a la criminalidad, su
teoría general del psicoanálisis sirvió para que - diversos autores sostuvieran que el sujeto se rige
por los principios de placer y de realidad. El primero, busca satisfacer las necesidades primitivas y
vitales; mientras que el segundo está constituido por las trabas puestas por la educación y las normas
de convivencia.
Aunque ambos principios luchan entre sí, el principio de realidad contiene o limita los esfuerzos del
principio del placer, en base a las normas sociales establecidas por consenso.
Cuando estos procedimientos de contención o de límite fallan, el sujeto realiza actos contrarios a las
normas sociales. Lo que ocurre, en términos freudianos, es que el Super yo (conciencia moral) cede
frente al Ello (el puro deseo), y ante esa situación, la norma penal serviría para reforzar un Super yo
débil además de ayudar a afianzar la constitución psíquica del sujeto (su Yo).
El Super yo (o conciencia en términos más vulgares), se constituye al caer el complejo de Edipo – los
autores ubicaban este proceso entre los 3 y 5 años de edad- cuando la censura externa (la imagen
paterna) se introduce en el sujeto y pasa a ser una censura de carácter interno – ejemplo, el papá le dice
al nene “no hagas esto porque está mal”, luego la autoridad aparece en nuestra conciencia “no debo hacer
esto porque está mal”.
Los impulsos delictivos censurados o prohibidos (los pedidos del Ello que no salen a la luz por el buen
funcionamiento del Super yo) engendran, entonces, un sentimiento de culpabilidad que lo lleva a rea-
lizar el acto delictivo para “exigir” la pena externa (refuerzo), con el propósito de aplacar el sentimiento
de culpabilidad que opera sobre la conciencia.

70 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 6. DIVERSAS VERSIONES DEL POSITIVISMO.

Críticas hacia la escuela positivista.

Respecto de las versiones del positivismo criminológico expuestas, se han realizado diversas críticas,
siendo una síntesis de ellas la siguiente:
> Sus conclusiones derivaron de planteamientos falsos y premisas erróneas, pues el reducir el objeto
de estudio al delincuente institucionalizado, no reconoció que el delito abarca un espectro mucho
más amplio, como lo muestra la cifra negra de la criminalidad.
> No tuvo en cuenta los mecanismos culturales, políticos y sociales que llevan a considerar o no como
delito a una determinada conducta en distintas etapas de la historia.
> No hizo ningún tipo de cuestionamiento a la ley penal y, en consecuencia, no aportó propuestas
constructivas en materia legislativa.
> Hasta el momento la ciencia no demostró, a través de las tesis segregativas y degenerativas, dife-
rencias tan estructurales entre las personas.
> Ha sido una teoría indudablemente racista que sirvió a determinados regímenes políticos.
> Facilitó la estigmatización de los grupos marginados como si ellos fuesen los únicos capaces de
delinquir.
> Ignoró los principios de acción, culpabilidad, responsabilidad por el hecho y lesividad, pilares fun-
damentales del Estado de Derecho.
> Bajo la excusa de la peligrosidad, promovió la aplicación de la pena y la persecución sin delito, por
la mera sospecha o “portación de cara”.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 71
72 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA
UNIDAD 7
POSITIVISMO Y SOCIOLOGÍA.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 73
UNIDAD 7
POSITIVISMO Y SOCIOLOGÍA.

La sociología y las ideas de sus fundadores acerca de la cuestión criminal. Émile Durkheim. Robert
Merton. Teoría ecológica. Teoría de la asociación diferencial. Teoría de las subculturas criminales.
Teoría de la neutralización.

La sociología y las ideas de sus fundadores acerca de la cuestión criminal.

La denominada escuela sociológica vino a romper con el patrón patológico que concebía al delito como un
ente natural y que era consecuencia de la predeterminación a delinquir de un sujeto enfermo. Lo que hizo
esta escuela fue devolverle al delincuente la normalidad perdida en manos del positivismo criminológico, pero
siguió manteniendo la raíz etiológica del discurso, es decir, continuó buscando las causas de la criminalidad.
Esta nueva forma de trato de la criminología se reflejó también en el cambio de palabras para nombrar
al binomio delito/delincuente, el que pasó a denominarse desviación/desviado.
El nuevo concepto de desviación aparecía como más neutral que el de delito, y comprendía una mayor
amplitud de parámetros capaces de calificar un comportamiento: el acto desviado no necesariamente
era la infracción a la norma penal.
Un sujeto desviado era aquél que se calificaba negativamente respecto de una norma: ya sea que se
apartara del promedio de comportamientos normales, que realizara una acción contraria a las buenas
costumbres, o bien que la reacción social así lo calificara. Es decir, en la definición de desviado existía
una relación con el mandato normativo (media estadística, norma social, reacción de la sociedad).
La génesis de esta escuela nos remite a la segunda mitad del Siglo XIX y primeras décadas del XX
siendo uno de sus fundadores el francés Emile Durkheim (1858-1917).
A finales del siglo XIX se produjo en Europa el fenómeno conocido como la Gran Depresión.
Finalizada la revolución industrial el panorama económico se desdobló: por un lado, había excedentes
de capitales, importante renovación tecnológica y el aumento constante de la producción; pero por el
otro, se produjo una fuerte caída de precios y de ganancias, crisis que afectó especialmente a las empre-
sas marginales -grandes empresas habían acaparado la producción de todo un sector-, las que fueron
expulsadas del mercado con el consiguiente aumento de los índices de desocupación. La consecuencia
inmediata se tradujo en un aumento de la conflictividad obrera.

74 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 7. POSITIVISMO Y SOCIOLOGÍA.

“Se rompe el viejo tejido sociocultural unitario, abriendo un vacío, una ausencia de valores y de normas sociales
sobre las cuales cimentar alguna forma de solidaridad. Este estado de ausencia de normas y valores sociales
(anomia) pone en términos imperiosos la cuestión de cómo garantizar el orden, de cómo asegurar el control en
una sociedad industrializada, en fase de avanzada división social del trabajo” 71.
Emile Durkheim iba a ser el primer sociólogo en analizar este problema.

„„
Émile Durkheim.

Para Durkheim, una sociedad está constituida por un conglomerado de individuos en contacto conti-
nuo; representa un poder que regula los individuos. La sociedad determina al individuo. La sociedad es
externa y anterior al individuo. Externa porque impone coacciones a sus miembros; y anterior porque
históricamente surge primero la sociedad y luego el individuo, y porque la formación de las conciencias
individuales se desprende del desarrollo histórico de la sociedad.
Para este autor, la conciencia colectiva es un conjunto de creencias, sentimientos, juicios de valor, que
nos une y hace a la solidaridad y por tanto a la sociedad. La conciencia colectiva es entonces la que
otorga cohesión e identidad a la sociedad, expresándose a través de mandatos fuertemente sentidos
por sus miembros.
Cuanto más envuelve la conciencia colectiva a la individual, más fuertes son los lazos sociales. Cuanto
más fuerte es, menos lugar deja para las diferencias individuales.
Estados fuertes y definidos de la conciencia colectiva son la base de la ley penal. La violación de ese
código de sentimientos y creencias es lo que constituye el delito.
En este marco de ideas, la teoría de la criminalidad introducida por Durkheim constituyó la primera
alternativa a la concepción dominante hasta ese momento de considerar al delito como algo nocivo
para la sociedad y al delincuente como un elemento disfuncional del sistema social.
Para este autor, el delito era algo normal, natural y necesario, que ha existido siempre y es parte inte-
grante de toda sociedad sana. Además, era funcional para la sociedad ya que provoca una reacción de
rechazo que mantiene vivo el sentimiento colectivo respecto de la escala de valores que esa sociedad
comparte, ya que generaba un rechazo por parte de los miembros de la sociedad que fortalecía la con-
ciencia colectiva.
Cabe subrayar que lo dicho, no significa que se alentaba la conducta disvaliosa. Este punto es muy
importante: que Durkheim considerara al delito como un elemento funcional no quiere decir que, por
ejemplo, estimara como moralmente correcto el hecho de cometer un homicidio.
En tal sentido, expresó que el delito “… no es sólo un fenómeno inevitable, aunque repugnante, debido a la
irreductible maldad humana”, sino que también es “una parte integrante de toda la sociedad sana” 72.
71
Pavarini, Massimo. Control y Dominación. Teorías Criminológicas Burguesas y Proyecto Hegemónico. Siglo Veintiuno Editores. 7° edición, 1999, p. 56.
72
Durkheim, Emile. Las reglas del método sociológico, Paris, 1968, citado en Baratta, Alessandro, Criminología Crítica y Crítica del Derecho Penal,
Siglo XXI Editores, México, 2000, p. 57.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 75
Ahora bien, cabe señalar que dicha funcionalidad del delito era tal siempre que la cantidad de críme-
nes se mantuviera dentro de ciertos límites. Sólo sería disfuncional aquella producción de crímenes
por encima del número máximo que la sociedad pueda tolerar sin alterar sus valores fundamentales. Si
la cosa se desborda acompañada de un estado de caos y desorganización, significa que todo el sistema
de reglas pierde valor, generándose una situación de anomia, hasta tanto no logre afirmarse un nuevo
sistema de normas y valores en la sociedad. El desviado era parte -en cuanto elemento funcional- de
la fisiología y no de la patología del tejido social. Como bien explica Zaffaroni73, Durkheim pensaba
que el delito cumplía la función social positiva de provocar un rechazo y, con eso, reforzar la cohesión
de la sociedad con relación a sus valores fundamentales.
Según Zaffaroni74, la anomia de Durkheim no es una literal falta de normas sino un estado subjetivo
producto de un cambio de normas por otras nuevas para las que la persona no tiene capacidad de
adaptación; circunstancia que se verifica tanto en épocas de crisis como de crecimiento, pues la rapidez
en lograr el anhelado éxito económico pone en crisis el equilibrio entre el fin y los modelos de com-
portamiento apropiados a éste.
En cuanto a la finalidad de la pena, Durkheim sostenía que, en su esencia, no contenía finalidad algu-
na, pues no era más que la reacción de venganza que emerge colectiva y espontáneamente en la comu-
nidad. Su razón de ser no era estar destinada a controlar la delincuencia ni a corregir al delincuente,
pues la imposición de una pena no hace otra cosa que reforzar el vigor y la autoridad morales de la
conciencia colectiva que se ha visto violada.
“Si la pena no se aplicara, el delito con su repetición terminaría fatalmente por erosionar el común conjunto
de las creencias y sentimientos morales que configuran y unifican la sociedad… La penalidad despliega así
una función necesaria para la preservación de la sociedad, en tanto impide el debilitamiento de las creencias
morales sobre cuya existencia reposa la propia subsistencia de la sociedad” 75.

„„
Robert Merton.

El sociólogo norteamericano Robert Merton (1910 - 2003), retomó el concepto de “anomia” utilizado por
Durkheim y le dio una nueva significación: la falta de cumplimiento de aquello que las normas prometen.
El contexto en el que escribió este autor fue el Estados Unidos en los años 50, post Segunda Guerra
Mundial, donde se palpaba el contraste entre el “sueño americano” de convertirse en persona exitosa y
la desigualdad económica notoria que la sociedad tenía. Aquel sueño americano promovía que todos
(no solamente los nobles o la aristocracia) pudieran acceder a la riqueza trabajando duramente y des-
plegado los propios talentos individuales. El ideal cultural promovido era la figura de un hombre que
había nacido en una cabaña de madera y había llegado a la Casa Blanca como presidente de la Nación
(por Abraham Lincoln).

73
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Op. Cit. p. 122.
74
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Op. Cit. p. 154.
75
Virgolini, Julio E. S. Op. Cit. p. 114.

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UNIDAD 7. POSITIVISMO Y SOCIOLOGÍA.

Dicho de otro modo, se promovían una serie de valores, estatus, consumos y formas de vida como
socialmente ideales y que debían ser alcanzados por todos los estadounidenses para sentirse plena-
mente integrados y exitosos; pero al mismo tiempo, la estructura social no les permitía a todos los
sujetos acceder a ese tipo de vida. En este desacople se generaba una situación de anomia, que podía
desembocar en una serie de conductas desajustadas respecto de la “normalidad” programada.
Dentro de esa explicación es importante tener en cuenta que, para Merton, en su concepción de la
sociedad como un sistema, había una estructura cultural, conformada por las aspiraciones o metas del
conjunto de individuos -éxito económico-, y los medios institucionales o legítimos para alcanzarlos.
Además, había una estructura social, que era la que ofrecía a los integrantes de esa misma sociedad un
posicionamiento dentro de los grupos y las posibilidades de acceso a los medios legales que les permi-
tían lograr las metas culturales.
En ese clima, ante la distancia entre las aspiraciones culturalmente impuestas y los caminos o medios
para llegar a ellas, surgían diferentes respuestas o adaptaciones de los sujetos según la adhesión o el
rechazo a los fines culturales y a los medios institucionales:
■1. Conformidad: Respuesta positiva a los fines y a los medios institucionales. Es el ciudadano res-
petuoso de la norma.
■2. Innovación: Adhesión a los fines culturales sin respeto a los medios institucionales. Es el desviado
propiamente dicho. Según el autor, la propia cultura presiona fuertemente para conseguir metas,
pero no les brinda a todos por igual los medios para alcanzarlas, generando así una frustración que
aumenta los niveles de conducta desviada, muchas de las cuales llegan a ser delictivas.
■3. Ritualismo: Respeto sólo formal a los medios institucionales, pero sin perseguir los fines cultura-
les. Las frases que caracterizan a este tipo de sujetos son “no me afano por nada”, “juego sobre seguro”,
“estoy contento con lo que tengo”, “no aspires a demasiado y no tendrás desengaños”, etc.
■4. Apatía: Negación de los fines culturales y de los medios institucionales. A esta categoría pertenecen
los parias, proscriptos, vagabundos, borrachos crónicos y drogadictos. Son los sujetos que renunciaron
a las metas de la cultura -el éxito económico- y su conducta no se ajusta tampoco a los medios legí-
timos que la estructura social ofrece. El conflicto se resuelve abandonado ambos elementos: metas y
medios. El escape es completo, se elimina el conflicto y el individuo queda asocializado.
■5. Rebelión: No es la simple negación de los fines y los medios institucionales, sino también la afir-
mación de fines y medios alternativos. El sujeto considera que debe articularse de otra manera la
relación entre mérito, esfuerzo y recompensa.
Como se observa, el modelo mertoniano sólo explica la delincuencia de las clases bajas -modelo
innovador- más no puede explicar haciendo pie en su marco teórico, la criminalidad de los estratos
sociales altos, es decir, la de quienes aun teniendo una posición privilegiada en la estructura social que
le garantiza el acceso a los medios institucionales, optan igualmente por la vía ilegítima.
De este tema se ocupará el sociólogo Edwin Sutherland, a partir del desarrollo de su teoría de la aso-
ciación diferencial.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 77
Una de las críticas más relevantes que se le ha hecho a la teoría de Merton, además de la imposibilidad
de explicar el fenómeno delictivo de las clases privilegiadas, consiste en el modelo de sociedad extre-
madamente consensual que presenta, en el que la gran mayoría comparte una escala de valores básica
sin perjuicio de los distintos posicionamientos en la estructura social.
Dicho modelo parece ignorar los conflictos que surgen en un tejido social, como así también el juego
de las relaciones de poder que se traducen en la lucha de algunos grupos, con la finalidad de imponer
sus valores a otros.

La teoría ecológica

El principal y gran beneficiario de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fue Estados Unidos.
Europa quedó devastada y una gran masa de emigrantes se dirigió a ese país, cuyas ciudades crecían
en forma poco menos que incontenible mientras se respiraba una fuerte sensación de desorganización.
Tal fue el caso de la ciudad de Chicago que había pasado de cuatro mil a tres millones de habitantes
en un siglo76.
En dicha ciudad se llevó a cabo una investigación por parte de un grupo de sociólogos pertenecientes
a la Universidad de Chicago y que demandó muchos años. Su comienzo fue anterior a la elaboración
de la teoría de Merton y tuvo su génesis en las recopilaciones efectuadas por Robert Ezra Park Robert
(1864-1944) en su labor como periodista.
Cuando Park fue nombrado en 1914 en el Departamento de Sociología de la citada universidad, con-
tinuó por veinte años más junto a este grupo de sociólogos estudiando la ciudad y elaboró una teoría
que se denominó ecología social de la ciudad de Chicago.
En ese contexto, se efectuó una búsqueda de las causas del delito observando -en lo que aquí inte-
resa- que la desorganización social producida por las migraciones trajo aparejado el asentamiento de
una nueva moral urbana proveniente del campo y las culturas extranjeras. Además, este proceso de
movilidad social y concentración en las urbes implicó un crecimiento progresivo de la miseria, la cri-
minalidad organizada y la prostitución. En consecuencia, se determinó que el crimen era el resultado
de la desorganización social generada a raíz de la lucha por la ocupación del espacio urbano.
Este estudio sirvió para asesorar a quienes elaboraban políticas públicas e ilustraba cómo estaba distri-
buida la sociedad respecto de los lugares de trabajo y de residencia, en qué sitios había esparcimiento
público y dónde se producían las conductas delictivas, todo lo cual demostraba que se podían predecir
actividades humanas dentro de ciertas fronteras naturales.
La teoría utiliza conceptos propios de la biología (simbiosis, invasión, domino y sucesión) para explicar el
fenómeno de la coexistencia de distintos grupos en un territorio y los conflictos que ello genera. Asimismo,
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Op. Cit., p. 135.
76

78 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 7. POSITIVISMO Y SOCIOLOGÍA.

asevera que en una sociedad debe darse un equilibrio entre la comunidad y el medio ambiente, cuyo
grado máximo es la simbiosis, entendida como la costumbre de cierto tipo de especies de vivir juntos en
un mismo hábitat generando un equilibrio biótico, por lo que la tarea del sociólogo será descubrir cómo
se agrupan los sujetos, cuál es su estilo de vida y cuándo se produce el equilibrio deseado.
Ahora bien, cuando ese equilibrio se rompe en base a nuevos factores que lo alteran, ese desequilibrio
hace surgir nuevos procesos de adaptación y de defensa.
El problema principal que estudió esta teoría fue la influencia de la inmigración en esos equilibrios
sociales y cómo se daba la lucha para asegurarse la supervivencia en el lugar.
Esa lucha por el espacio urbano llevó a formar diferentes barrios que agrupaban personas con caracte-
res en común y que trataban de imponerse a otros mediante la ley del más fuerte.
La descripción geográfica de la sociedad en estudio se puede explicar de la siguiente manera: la ciudad
se dividió en cinco zonas concéntricas:
1) La central, con actividad comercial intensa, bancos y oficinas públicas.
2) El círculo siguiente, en su origen habitado por la alta burguesía que ahora lo abandonaba por
haberse convertido en la zona elegida por los recién llegados; “… es el barrio maldito, con habitacio-
nes arruinadas, alquileres bajos, locales equívocos”.77
3) La zona ocupada por los obreros que huían de la anterior.
4) La residencial de media y alta burguesía.
5) La de los suburbios.
La zona de desorganización permanente era la 2) por la constante invasión de los inmigrantes que
luego pasaban a las 3).
La población de reciente emigración invade la segunda área removiendo a los originales habitantes
que a medida que se integran en el tejido productivo tienden a trasladarse a las periferias residenciales.
Algunos representantes de la teoría sostuvieron que la criminalidad era el resultante de las zonas de
transición en períodos invasión de inmigrantes y hasta el momento de concluir la ocupación.
La Escuela de Chicago significó un progreso por su antirracismo y por elaborar una sociología crimi-
nal urbana más razonable78. Sin embargo, su análisis se limitó a explicar la criminalidad de los pobres
en un contexto urbano de sociedad capitalista en períodos de expansión económica, obviando -tal vez
conscientemente- la explicación criminal de las pequeñas comunidades.
Ahora bien, esta teoría reviste una particular importancia ya que los postulados de la “desorganización
social” influenciarán en las teorías criminológicas sucesivas como la de la asociación diferencial de
Edwin Sutherland.

Pavarini, Massimo. Op. Cit. p. 68.


77

Zaffaroni, Eugenio Raúl. Op. Cit. p. 137.


78

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 79
Teoría de la asociación diferencial: Edwin Sutherland.

El modelo creado por Sutherland sirvió de base para estudios que pretendieron dar una explicación
de la criminalidad de los grupos de prostitutas, gánsteres, es decir, a los criminales de carrera que for-
maban parte de organizaciones mafiosas en Estados Unidos (como Al Capone). Solían desarrollar sus
actividades como un negocio ilegal o, a veces, ocultaban sus actividades delictivas bajo la apariencia de
actividades lícitas. de la criminalidad de cuello blanco y del crimen organizado.
Este autor se apartó del modelo totalmente consensual y orgánico de sociedad, presentándola como
un sistema social en el que conviven simultáneamente diferentes valores, plurales y antagónicos. Al
dejar de lado el concepto de organicidad, la sociedad quedaba “… pulverizada en organizaciones sociales
diferenciales, cada una con su propia jerarquía de valores, cada una con su propio código normativo, cada una
en potencial conflicto con las otras” 79.
Para Sutherland (1883-1950), el delito era algo normal, una conducta que se aprende, y dicho apren-
dizaje transcurre en un proceso de socialización normal, en donde adquieren un papel fundamental la
comunicación –el lenguaje- y la interacción con otras personas dentro de un grupo.
En este sentido, una persona se convierte en criminal cuando internaliza conductas de carácter delic-
tivo en mayor proporción que conductas conformistas, cuando las definiciones favorables al crimen
superan a las desfavorables.
Ahora bien, para que esta carrera criminal logre su cometido, el aprendizaje debe revestir determina-
das características.
Sutherland hacía referencia a los niveles de contacto que el individuo debía tener para llegar a con-
vertirse en delincuente, los cuales dependen de la frecuencia, duración, intensidad y prioridad de la
interacción con otros sujetos que le transmiten los diversos códigos de comportamiento.
El aprendizaje de la conducta criminal –que abarca técnicas, lenguaje, motivos, actitudes- tiene lugar en
la interacción estrecha e íntima dentro de los grupos o guetos, lo cual pone como objeto de análisis a la
banda, la cárcel y el manicomio, donde se concretan los contactos más importantes entre los criminales.
La postura de Sutherland, entonces, demuestra que el libre albedrío del hombre queda seriamente
afectado, porque lo condicionan el lenguaje, códigos, símbolos, pautas y valores que la persona asimila
dentro del grupo o del medio con el que tiene contactos. “El individuo no elige un tipo de comporta-
miento porque tenga significado y propósito para él; simplemente queda conformado por los significados que
prevalecen en su medio social… Obsesionado en parte por la idea de la ecología, Sutherland, prácticamente,
convirtió a su sujeto en un cautivo del medio” 80.
El aporte de esta teoría permitió no sólo explicar los procesos de criminalización de las clases margi-
nales, sino también la criminalidad de los poderosos: la de profesionales, empresarios, administradores,
gerentes, etc.

Taylor, Ian; Walton, Paul; Young, Op. Cit. p. 106.


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80 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 7. POSITIVISMO Y SOCIOLOGÍA.

Es decir, Sutherland vino a llenar el vacío que, con respecto al delito de las clases acomodadas, dejó
Merton, aseverando que estos sujetos delinquen para acumular más poder. Luego, a raíz de la impu-
nidad que los protege -gracias a su situación de privilegio dentro de la estructura social-, dichos indi-
viduos no son los seleccionados por el sistema penal en los procesos de criminalización secundaria.

Teoría de las subculturas criminales: Albert Cohen.

El punto de partida de la Teoría de la Subcultura Criminal, cuyo principal exponente fue Albert
Cohen (1918 - 2014) tiene como punto de partida de que toda acción es el resultado de continuados
esfuerzos para para solucionar problemas de adaptación.
La teoría intentó da una explicación general de la cuestión criminal y dar respuesta a la desviación de
ciertos grupos, centrando su objeto de estudio en los delincuentes juveniles.
La subcultura delincuente es un sistema de caracterizaciones y valores que se desarrollan en un pro-
ceso de interacción comunicativa entre niños y jóvenes para los que la cultura vigente no proporciona
respuestas adecuadas.
A partir de la teoría de Merton, estudiada anteriormente, Cohen iba a señalar que los jóvenes de las
clases sociales bajas adhieren a los valores y metas de la clase media y alta, pero al comprobar que les
es imposible alcanzarlos, se juntan con otros que se hallan en iguales circunstancias y crean una sub-
cultura, desarrollando otros valores que les permitan mediar su estatus, es decir, hacer valer la posición
social que tienen.
Recordemos que, para la teoría de Merton, la sociedad cuenta con metas culturales, pero no todos
pueden alcanzarlas. En efecto, la distribución desigual de las chances de servirse de medios legítimos
para lograrlo está en función de la estratificación o clase sociales a la que se pertenezca, circunstancia
que deja a algunos fuera de carrera.
Un ejemplo que da Pavarini, se refiere al joven negro81: este joven adhiere a los valores y metas que la
sociedad le propone, pero pronto se da cuenta de que está frente a un partido que tiene perdido antes
de haberlo jugado, pues viene de una familia pobre, su educación formal no es buena y muchas veces es
incompleta o inexistente, no posee personas o contactos que puedan ayudarlo, su situación económica
es peor, vive en un barrio marginal, etc. Ante esta realidad, se junta con los de su misma condición y
forman una banda juvenil con la ilusión de resolver el conflicto en que se hallan inmersos, que no es
otro que el choque entre una cultura de clase obrera y una cultura de clase media.
Es decir, Cohen consideraba que la conducta de los integrantes de una pandilla se origina en las nece-
sidades y frustraciones de las clases bajas en un mundo donde predominan los valores de la clase media.

Pavarini, Massimo. Op. Cit. pp. 110 y ss.


81

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 81
En ese contexto, puede suceder que esas mismas minorías lleguen a expresar otros valores o metas que
puedan perseguir desde esa posición de desventaja en la que se encuentran o, inclusive, pueden impo-
ner como aceptables algunas prácticas ilegales para lograr las metas oficiales de las clases alta y media.
En ambas hipótesis, lo que surgen son subculturas y no contraculturas, toda vez que los nuevos valo-
res o la aceptación cultural de las prácticas ilegales no tienen la fuerza de colocarse como alternativas
respecto de la cultura dominante, sino que se desarrollan como respuesta necesaria, minoritaria y de
simple supervivencia en relación con esta última. La subcultura vendría a ser un sistema social para el
que rigen valores y normas propios que pueden coincidir parcialmente con la cultura dominante pero
que, en parte, se diferencian de ella. Es decir, los miembros adoptaron e internalizaron inicialmente
valores y normas de la cultura dominante, pero al chocar con la imposibilidad de alcanzarlos, desarro-
llaron otros y crearon una subcultura.
Y se llama subcultura porque está integrada por la cultura madre, es dominada y tolerada por ésta.
Distinta situación se presenta con la contracultura, que constituye la antítesis de la cultura dominante
y, en tal sentido, se opone a ésta como alternativa, siendo rechazada y perseguida por aquélla.
Así, el joven negro del ejemplo anterior aprenderá dentro del grupo modos alternativos -ciertas prác-
ticas ilegales tales como venta de estupefacientes, que son aceptadas por los miembros como un “tra-
bajo”- que servirán como atajo o camino alternativo para alcanzar las metas que la sociedad propone
-éxito económico-. Esta relación entre los miembros de la pandilla genera también valores propios y
lazos solidarios entre sus integrantes, como podría ser el encubrimiento frente a las fuerzas de seguridad.
De acuerdo con el tipo de asimilación de los valores de la clase media que realizan las subculturas,
Cohen presentaba tres modelos:
■1. El “college boy”: es el que intenta asumir los valores culturales a pesar de su posición en desventaja;
es el conformista, el que asume su condición desfavorecida, pero sigue el camino legítimo que la
sociedad ofrece.
■2. El “corner boy”: es el individuo que no se opone frente a la sociedad, sino que se adapta, se acomoda
y sobrevive. Renuncia a los objetivos de clase media y opta por seguir adhiriendo al estilo de vida
de la clase baja. Si comete delitos son sólo ocasionales y de poca monta.
■3. El “delinquent boy”: es aquel cuya frustración de expectativas lo lleva al abierto enfrentamiento con
la sociedad. Es decir, el muchacho delincuente que se declara en total rebeldía contra la cultura
dominante de la clase media, de la cual se siente víctima. Así, crea y adhiere a una alternativa
cultural distinta. De ello resulta una subcultura calificada por Cohen de maliciosa, no utilitaria y
negativa. Su conducta es, entonces, típicamente agresiva y destructiva con respecto a todo lo que
aparenta ser de clase media.
De lo expuesto, se desprende que la delincuencia juvenil subcultural se origina en una frustración de
estatus y constituye una contraposición a un sistema sin alternativas, una reacción tendiente a adaptar-
se a una sociedad que le es hostil, en virtud de las limitadas posibilidades legítimas de lograr las metas
que le propone, dada su desfavorable posición en la estructura social.

82 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 7. POSITIVISMO Y SOCIOLOGÍA.

Las críticas hacia esta teoría es que se circunscribe al análisis de la realidad básicamente económica
de estos sujetos, prescindiendo de la esfera política y sociológica del fenómeno subcultural y grupal.
Tampoco se plantea el juego de las relaciones sociales y económicas sobra las cuales se asienta la cri-
minalización primaria, ni los mecanismos de criminalización secundaria que definen quiénes son los
sujetos “criminalizables” o seleccionados por el derecho penal.

Teoría de la neutralización: Gresham Sykes y David Matza.

Los autores David Matza (1930 – 2018) y Gresham Sykes (1922 – 2010), publicaron en 1957 un
artículo titulado Técnicas de neutralización: una teoría de la delincuencia. Consideraron que los jóve-
nes desviados no presentaban una escala de valores inversos a los estipulados por la sociedad, como
los “delinquent boys” de Cohen, pues si ello así fuera, tenderían a considerar moralmente aceptable su
accionar. Por el contrario, no negaban ni invertían los valores dominantes, sino que los neutralizaban.
Sin embargo, cuando eran descubiertos estos jóvenes manifestaban sentimientos de culpa y vergüenza
por considerar erróneo su accionar.
En consecuencia, para justificar su comportamiento delictivo, estos jóvenes elaboran lo que los autores
denominaron técnicas de neutralización, que consisten en expresiones lingüísticas utilizadas como
defensa, para sentirse liberados de la limitación impuesta por las normas. Es decir, estas técnicas faci-
litan la tarea delictiva al transformar la conducta desviada en moralmente aceptable.
Estos autores consideraban que el desviado acepta el sistema dominante, sólo que se siente agraviado
por la sociedad y elabora esta respuesta cuya confección y aprendizaje son anteriores al hecho delictivo,
lo que le permite llevarlo a cabo convencido de hallarse justificado su accionar.
Al respecto, los autores manifiestan que el delincuente se sale con la suya, porque, si bien sigue acep-
tando el sistema normativo dominante, condiciona de tal manera sus imperativos que las violaciones
son por lo menos “aceptables”, si no “correctas”. Así, el delincuente representa, no una oposición radical a
la sociedad respetuosa de la ley, sino más bien un fracasado contrito que, a su juicio, más que ultrajar es
ultrajado. A estas justificaciones de la desviación las denominaremos técnicas de neutralización y cree-
mos que las mismas forman una parte importante de lo que Sutherland llama “definiciones favorables a
la desviación de la ley”. Los jóvenes se hacen delincuentes aprendiendo esas técnicas y no aprendiendo
imperativos, valores o actitudes morales que se oponen directamente a los de la sociedad dominante .
Sykes y Matza elaboran cinco tipos de técnicas de neutralización:
■1. Negación de la propia responsabilidad (yo no lo elegí, la sociedad me hace así).
■2. Negación del daño (con toda la plata que tiene, no lastimo a nadie).
■3. Negación de la víctima (yo solamente me defiendo, son unos villeros).

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 83
■4. Condenación de los que condenan (los jueces son unos hipócritas, en la escuela me tratan mal).
■5. Apelación a lealtades superiores (no puedo abrirme ahora de mis compañeros).
Una vez iniciado en la actividad ilícita, la compañía de otras personas con voluntad de delinquir incita
a este joven al aprendizaje de nuevas técnicas.
Una de las críticas a esta teoría es que, si bien explica el debilitamiento del control social ante la actividad
criminal, no puede explicar cuál es el motivo inicial que lleva a la desviación. Además, sólo se refiere a los
delitos de clases bajas, ya que estas técnicas no son las utilizadas por los delincuentes de cuello blanco.
En realidad, a esta teoría de la neutralización debe asignársele una función integradora y no alternativa
de la teoría de las subculturas criminales de Cohen; y, por otra parte, estas técnicas desarrolladas por
Sykes y Matza constituyen una parte esencial de la teoría de Sutherland, pues se trata de “definiciones
que son favorables a la violación de la ley” y que se aprenden por medio de los contactos sociales.

84 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 8
QUIEBRE DEL PARADIGMA ETIOLÓGICO.
LOS PRIMEROS PASOS DE LA REACCIÓN SOCIAL.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 85
UNIDAD 8
QUIEBRE DEL PARADIGMA ETIOLÓGICO. LOS PRIMEROS PASOS DE LA REACCIÓN
SOCIAL.

El fin del paradigma etiológico. Criminología de la Reacción Social. El etiquetamiento. Teoría del
conflicto. La criminología radical.

El fin del paradigma etiológico. Criminología de la Reacción Social. El etiquetamiento.

Hasta aquí puede advertirse que la criminología venía interesándose por conocer las causas de la cri-
minalidad (paradigma etiológico). Sin embargo, la criminología sociológica ya no podía seguir inda-
gando por las causas del delito sin prestar atención al poder punitivo83.
Hasta mediados del siglo XX, nadie se había puesto a analizar el poder represivo del Estado con rela-
ción al delito. Cuando ello ocurrió, presenciamos un cambio de paradigma84.
A partir de ese momento el estudio de la cuestión tuvo como objeto de análisis los procesos de defi-
nición de la desviación; se amplió el estudio criminológico a los mecanismos y al funcionamiento del
control social, a las agencias del Estado que intervienen en el proceso de criminalización, en la defi-
nición por parte de la sociedad de las conductas delictuales y de las respuestas estatales frente a ello.
Ya no se considera al delito como un “ente natural”. El delito empieza a ser considerado un fenómeno
distinto, delito será lo que la sociedad diga que es delito.
Los conceptos principales de esta teoría fueron elaborados por un grupo de sociólogos, en su mayoría
norteamericanos, cuyas ideas –más allá de los diferentes matices que pueden hallarse en sus obras-
fueron agrupadas debido a sus lineamientos esenciales, denominándose a sus estudios como teoría de
la reacción social, de la rotulación o interaccionismo simbólico.
Entre sus exponentes más conocidos se encuentran Howard Becker (1928), Edwin Lemert (1912-1996),
Jhon Kitsuse (1923-2003) en otros, aunque fueron los dos primeros los que adquirieron mayor notoriedad.
Hasta el momento, los criminólogos justificaban la causa de la criminalidad en cuestiones genéticas,
psicológicas o, de conformidad con lo visto en la unidad anterior, en la estructura de la sociedad.
Los autores que veremos en esta unidad rompen con la idea de una sociedad de tipo consensual
en la que todos consentían y compartían los valores y creencias como supremos, como universales.
Al excluirlo, brindaba una información incompleta de la realidad y, a su vez, lo legitimaba.
83

Según Kuhn, paradigma son las realizaciones científicas universalmente reconocidas, que durante cierto tiempo proporcionan modelos de proble-
84

mas y soluciones a una comunidad científica.

86 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 8. QUIEBRE DEL PARADIGMA ETIOLÓGICO. LOS PRIMEROS PASOS DE LA REACCIÓN SOCIAL.

Presentan, en cambio, una sociedad del disenso, donde coexisten diversos sistemas de pensamiento que
luchan entre sí y todos afirman ser verdaderos.
Esta criminología que incorpora el análisis del poder punitivo al fenómeno de la cuestión criminal, se
denomina criminología de la reacción social y en ella se distinguen:
1) La corriente liberal, que critica exclusivamente al sistema penal, limitando sus propuestas a reformarlo.
2) La radical que extiende esa crítica hasta la totalidad del poder y el orden social; en consecuencia,
sostiene la imposibilidad de cualquier reforma sin cambiar profundamente el sistema85.
El aporte más importante de esta teoría es invertir la afirmación que imperaba hasta este momento
y que sostenía que la conducta desviada era la que provocaba la reacción de la sociedad y su control
social. Para sus exponentes, el control social es preexistente y es justamente el que determina que una
conducta sea considerada como desviada.
Los criminólogos tradicionales se formulan preguntas como éstas: ¿quién es criminal?, ¿cómo se llega a
ser desviado? Los interaccionistas se preguntan ¿quién es definido como desviado?, ¿qué efecto acarrea
esta definición para el individuo?, ¿en qué condiciones este individuo puede llegar a ser objeto de una
definición?, y, por último, ¿quién define a quién?86.
Los teóricos de la reacción social relativizan la causalidad y aseveran que un acto puede ser desviado
para una persona y puede no serlo para la otra; y, sobre todo, que la creencia sobre la desviación cambia
con el paso del tiempo y según el lugar en que se plantee.
Un ejemplo: el acto de inyectar heroína en una vena no es desviado en sí mismo. Si una enfermera
administra drogas a un paciente cumpliendo órdenes de un médico, todo está perfectamente en orden.
El acto se convierte cuando se hace en una forma que, públicamente, se considera indebida. El carácter
desviado de un acto radica en la forma en que lo define la mentalidad pública87.
En igual sentido, matar a otro puede ser visto como un acto desviado o como una acción con justifi-
cación legal, como ocurre cuando una persona se defiende de una agresión ilegitima que no ha contri-
buido a causarla y utiliza un medio razonable para esa defensa.
Esto significa que no hay un acto que por naturaleza sea “desviado” sino que es la norma lo que define
que una acción antes tolerada, más tarde se defina como algo no querido o desviado.
Estos autores también afirman que, en muchos lugares del mundo, el aumento de la cantidad de deli-
tos tiene relación directa con un incremento de la prohibición de conductas que hasta el momento no
estaban reguladas y no de un incremento en la cantidad de delitos ya existentes.
En nuestra vida cotidiana se producen infinidad de infracciones que no son consideradas conductas
criminales hasta que la sociedad comienza a hablar de ellas como desviadas. Este acto de señalamiento
de la sociedad produce en el individuo, que es su blanco, consecuencias en su personalidad al empezar
a verse como desviado y adecuar su conducta a esa categoría.
85
Ver Zaffaroni, Eugenio Raúl. Op. Cit. p. 221.
86
Baratta, Alessandro. Op. Cit. p. 87.
87
Becker, Howard Saul. Sociological work; method and substance, Aldine Publishing, Chicago, 1970, p. 341.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 87
Es decir, las investigaciones abarcaron, por un lado, el estudio del poder de definición de la desviación
-qué características tiene la conducta, quién la define y cuáles son sus efectos- y, por el otro, las conse-
cuencias de la aplicación al sujeto particular del rótulo de desviado y la asunción de la identidad criminal.
De esta forma, se analizan mucho más los procesos de definición social del delincuente que el desviado
en sí mismo.
El delito o el infractor integran una realidad social que se construye. Por lo tanto, no interesan tanto
las “causas” de la desviación cuanto los procesos de criminalización a través de los cuales, ciertos grupos
sociales que tienen poder para ello definen como delito y como delincuente a determinadas conductas
y personas. Cuando este proceso de etiquetamiento se realiza con éxito, se construye un delincuente.
La inclusión del sistema penal en el análisis de la cuestión criminal se efectuó por distintas vías teóricas.
El delito o el infractor integran una realidad social que se construye. Por lo tanto, no interesan tanto
las “causas” de la desviación cuanto los procesos de criminalización a través de los cuales, ciertos grupos
sociales que tienen poder para ello definen como delito y como delincuente a determinadas conductas
y personas. Cuando este proceso de etiquetamiento se realiza con éxito, se construye un delincuente.
La más importante fue el labelling approach -teoría del etiquetamiento- que tiene como punto de
partida el interaccionismo simbólico.
Para elaborar esta hipótesis parten de la idea de George Mead con respecto a que el yo del sujeto es
una construcción social, es decir, que la forma en la que nos vemos o desenvolvemos en la sociedad es
producto de la forman en que nos “ven” los demás.
La tesis central de esta corriente consiste en afirmar que cada individuo va haciéndose del modo como
los otros lo van viendo, según las demandas de roles que los demás le formulan.
Lo que una persona es, entonces, se ve influido por lo que la gente piensa o actúa sobre esa persona.
Luego de la rotulación que el grupo social efectúa en el individuo, se produce un proceso de transfor-
mación subjetiva que provoca una imagen negativa de sí mismo o una reorganización simbólica del yo,
que lo conduce a actuar como si en realidad fuera un desviado.
La sociedad asigna a personas concretas el rótulo, estigma o etiqueta criminal.; pero el rótulo de delin-
cuente no se aplica a todos y cada uno de los que han transgredido normas penales. La única realidad
que diferencia al criminal del no criminal es haber sido rotulado como tal; motivo por el cual puede
afirmarse que la distinción radica en la percepción de la conducta delictiva: una cosa es cometer un
acto desviado (tomar alcohol en exceso) y otra muy distinta es ser acusado -o definido socialmente- de
desviado (borracho). Esto último es asignar un rol.
Esa rotulación del individuo consiste en una reacción social hacia quien porta esa etiqueta. Ese estatus
de desviado junto con el rótulo, lo colocan las agencias de control social (policía, justicia).
La sociedad, entonces, ejerce su poder de definición social sobre la desviación creando normas jurí-
dicas cuya violación constituye un acto de desviación. Empero, dichas leyes se aplican solamente a
determinadas personas, mediante el proceso de selectividad de las agencias de control social.

88 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 8. QUIEBRE DEL PARADIGMA ETIOLÓGICO. LOS PRIMEROS PASOS DE LA REACCIÓN SOCIAL.

El rótulo no sólo nos indica que esa persona ha cometido un acto desviado, sino que, además, evoca
un conjunto de cualidades maliciosas de quien esperamos que actúe como tal. Implica siempre conse-
cuencias negativas, ya sea por la pena como por la marginalidad social -“no te juntes con él”-. Y eso no
es todo. Ya que una vez identificada y rotulada dicha persona como delincuente, ésta reaccionará en lo
sucesivo en el sentido de su estigma y todos sus actos posteriores serán juzgados a la luz de este. Es en
este sentido, que la cárcel cumple plenamente su función reproductora y la persona que fue etiquetada
como delincuente termina asumiendo ese rol.
Howard S. Becker es considerado como el auténtico sistematizador y el mayor representante de la teoría
del etiquetamiento, sobre todo por su obra Outsiders: Hacia una sociología de la desviación, del año 1963.
Becker sintetiza claramente el pensamiento de la teoría del etiquetamiento: la desviación no es una cua-
lidad del acto cometido por la persona; es más bien, una consecuencia de la aplicación por parte de otros
de las normas y penas a este ofensor. El desviado es una persona a quien la etiqueta de desviado le ha sido
aplicada con éxito, el comportamiento desviado es el que la sociedad ha establecido o “etiquetado” como tal.
La conducta desviada surge en el momento en que la sociedad establece reglas que establecen que
comportamiento es aceptado y cuál no lo es. Para Becker, que tan “desviada” es una conducta, depende
en qué tanto lo vea el entorno social de esta manera.
Becker dice que los grupos sociales producen desviación88:
1) Al creas reglas.
2) Al aplicarla a los particulares.
3) Al catalogarlos como extraños (outsiders).

Teoría del conflicto.

La criminología conflicto deriva su nombre del hecho de que los teóricos dentro de la zona creen que
no hay consensual del contrato social entre el Estado y los ciudadanos.
La teoría asume que toda sociedad se somete a un proceso de cambio continuo y que este proceso crea
conflictos sociales. El conflicto, desde esta mirada, es un hecho social indispensable a la vida en socie-
dad, por lo tanto, una constante histórica ya que se dio en todos los tiempos y en todas las sociedades.
Esta teoría pone énfasis en un modelo de sociedad fraccionada y conformada por diversos grupos con inte-
reses contrapuestos que convergen y luchan entre sí para obtener el poder o, una vez logrado, mantenerlo.
El grupo triunfante, poseedor del poder, utiliza el control social para mantener el statu quo y es el
derecho penal la herramienta que resulta más eficiente para dicho fin.

Aniyar de Castro Lola, Codino, Rodrigo, Manual de Criminología Sociopolítica, Buenos aires, Ediar, 2013, p. 170.
88

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 89
La teoría del conflicto refiere que la homogeneidad de la sociedad no se consigue por consenso sino
por la aplicación de las herramientas de coerción del aparato estatal. Hay quienes ejercen la fuerza y el
poder y quienes soportan esa dominación.
Por ello, la definición de crimen y delincuencia debe ser entendida desde una perspectiva social y
política; el poder es el que establece las políticas de criminalización de conductas a través de las defi-
niciones que crea el grupo económico que lo detenta.
La construcción de la criminalidad no tiene que ver con la conducta individual sino con la cuestión
social; por lo tanto, para intentar entender la cuestión criminal se le dará a su estudio un enfoque
macro sociológico.
Para Alessandro Baratta, los postulados de esta teoría se podrían resumir en los siguientes:
1. La sociedad no está compuesta por un grupo contractual único, sino que se agrupan diversos grupos
con intereses que se excluyen entre sí.
2. No existe uniformidad de criterio para definir lo que es bueno y es malo, lo justo o injusto, todo
depende del grupo dominante, el lugar y el tiempo.
3. El conflicto social es resultado de la lucha por el poder, entre quienes lo ejercen y quienes quieren
obtenerlo.
4. Para mantener el poder, el grupo dominante utiliza las herramientas de coerción estatal y la ley es
un instrumento para conservar y defender el statu quo.
Si bien esta teoría reconoce diversos autores, como Ralf Dahrendorf (1929 – 2009), George Vold
(1896 – 1967) y Richard Quinney (1924), Lewis Coser (1913- 2003) y Austin Turk quien falleció en
el año 2014, sus propuestas no son uniformes, aunque coinciden en los postulados generales señalados
precedentemente.
Este modelo establece dos posiciones sociales: la dominación por parte de quienes poseen la autoridad
y los sometidos a ese poder.
La criminología y la teoría de la desviación deben perfeccionar una técnica para identificar las rela-
ciones entre autoridad y sometimiento en determinados períodos históricos y ambientes culturales.
“El estudio de la delincuencia se convierte en el estudio de las relaciones entre los estatus y los roles de las auto-
ridades legales -los que crean, interpretan y aplican los patrones de lo bueno y de lo malo para los integrantes
de la colectividad política- y los de los súbditos -los que aceptan o rechazan, pero no toman, esas decisiones de
creación, interpretación y aplicación de la ley-” 89.
Turk sostiene que las normas de dominación se aceptan o se rechazan conforme la edad y sexo del
actor del grupo racial al que pertenece. Ejemplifica diciendo que un joven negro tiene mayor probabi-
lidad de entrar en conflicto con la autoridad que un varón mayor de clase acomodada. Esto es porque
los grupos más vulnerables “no se condicionan” a las relaciones de autoridad y éstos son personas más
experimentadas que aplican normas sobre los más inexpertos.
Taylor, Ian; Walton, Paul, Young, Jock. Op. Cit. p. 257.
89

90 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 8. QUIEBRE DEL PARADIGMA ETIOLÓGICO. LOS PRIMEROS PASOS DE LA REACCIÓN SOCIAL.

Subyace, en aquellos que detentan el poder, un temor hacia el dominado que se desvía de las normas
establecidas, sobre todo por lo que estos podrían llegar a hacer en el caso de desaparecer el ordena-
miento legal.
El delito para Turk, es el producto de quien es rotulado como oposicionista a los medios que se le
adjudican en una determinada situación social, por eso es por lo que hay más probabilidades que ese
rótulo alcance a individuos de determinadas características sociales, culturales, sexo y raza que a otros.
Otros autores, como George Vold, ven al acto delictivo como un acto de protesta política “El crimen,
en este sentido, es un comportamiento político, y el criminal llega a ser en realidad un miembro de un grupo
minoritario, sin la base públicamente suficiente para dominar y controlar el poder policial del Estado.” 90

La criminología radical.

La llamada “criminología radical” proviene del encuentro de la crítica al poder punitivo con los marcos
ideológicos que reclaman cambios sociales profundos o generales.
El movimiento surge, en Estados Unidos con Platt como referente, pero se expande a otros países
como Alemania, Italia e Inglaterra. A este último sobre todo luego del cierre del Departamento de
Criminología de la Universidad de Berkeley en 1976 después de sucesivas prohibiciones y censuras.
El escenario político estadounidense de finales de los años sesenta estaba caracterizado por un alto
grado de conflictividad. En el momento en que nacen los “Movimientos Radicales” en Estados Unidos
existía una gran crítica universitaria a la política exterior americana representada por la reacción de la
ciudadanía en contra de la guerra de Vietnam, el golpe militar que en Chile que derrocó a Salvador
Allende, el reconocimiento de que los delitos de cuello blanco causan más daño que los delitos con-
vencionales; las respuestas de la población civil a la violencia policial, las rebeliones de naturaleza
política producida en las cárceles91. Todo ello sumado a la existencia de una variedad de movimientos
sociales de protesta: el de afirmación de los derechos civiles de las personas de color y el movimiento
estudiantil, por mencionar algunos.
Dicha problemática social tuvo influencia en el ámbito académico, específicamente en lo que respecta
a nuestra temática, un grupo de sociólogos advirtió sobre la necesidad de redefinir el concepto de con-
flicto, criticando las ideas sociológicas tradicionales con el objetivo de realizar un análisis de la realidad
social que sea representativo de su efectiva complejidad.
La criminología radical se desarrolló principalmente a partir del año 1966, en la Universidad de
Berkeley en la costa occidental de Estados Unidos. Esta teoría pertenece a las que consideran que el
Estado es producto del conflicto.

Baratta, Alessandro. Op. Cit. p. 132.


90

Aniyar de Castro, Codino Op. Cit. pp. 197 y 198.


91

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 91
El método de esta corriente criminológica se encuentra vinculado con las ideas de la teoría marxista,
es decir, se ubica a la ley en un contexto socioeconómico concreto realizando un análisis desde la lucha
de clases y su función estructural.
De este modo considera a los aparatos del sistema penal como funcional a la clase dominante.
Así se pone de relieve el tema del poder y se comienzan a estudiar conductas que no se encuentran
tipificadas en los códigos y en las leyes (la corrupción, los problemas de género).
La criminología radical afirma que la realidad debe ser observada como una totalidad y más allá de la apa-
riencia de los fenómenos sociales tal y cual se presentan, haciendo foco en la praxis para transformar aquella.
El contenido esencial de la criminología radical es que la ley es un acto político.
Sus teóricos asumieron un compromiso político y social.
Algunas de las consecuencias a nivel institucional de la criminología radical son: el surgimiento de nuevos
movimientos académicos destinados a “atacar” al sistema penal y no a investigar y buscar ideas para mejo-
rarlo; la politización de las cárceles y la creación de grupos externos de apoyo de las personas encarceladas.

92 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 9
LA CRIMINOLOGÍA CRÍTICA EN LATINOAMÉRICA Y EN EUROPA.
POLÍTICAS PENALES ALTERNATIVAS, DERECHO PENAL
MÍNIMO Y ABOLICIONISMO.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 93
UNIDAD 9
LA CRIMINOLOGÍA CRÍTICA EN LATINOAMÉRICA Y EN EUROPA.
POLÍTICAS PENALES ALTERNATIVAS, DERECHO PENAL MÍNIMO Y ABOLICIONISMO.

La ruptura con la criminología tradicional. La nueva criminología. El surgimiento de la criminología


crítica. Abolicionismo penal Teorías de Hulsman, Mathiensen y Christie. El realismo de izquierda. El
minimalismo y el garantismo penal. Justicia Restaurativa y Justicia Terapéutica.

La ruptura con la criminología tradicional. La nueva criminología. El surgimiento de la criminología crítica.

Inglaterra a principios de los setenta se encontraba atravesando un período de esplendor en el ámbito


económico y en las ciencias sociales. En ese contexto explicó Young92, que el exilio de la criminología
radical y de la sociología de la desviación estadounidense hacia las tierras de Gran Bretaña determinó
un cambio en su objeto de investigación.
En efecto, mientras que en el contexto norteamericano las teorías del etiquetamiento y las teorías de
las subculturas estaban en una relación opuesta (la primera se ocupaba de la reacción a la conducta
desviada y la segunda del análisis de las razones de la conducta desviada), en Inglaterra se sintetizaron
en una única teoría.
En Inglaterra la fusión de las teorías estadounidenses de la desviación realizó en virtud del traba-
jo intelectual de dos centros de investigación: el Centre for Contemporary Cultural Studies en la
Universidad de Birmingham y la National Deviance Conference (NDC), formada en Cambridge en
el 1968. “El reto principal de la NDC era el de distanciarse de las ideas dominantes y positivistas de la cri-
minología tradicional y el de inaugurar una nueva perspectiva de estudio en el ámbito del fenómeno de la cri-
minalidad. El rechazo de las posturas positivistas era lo que unía a todos los autores de la nueva criminología.
La voluntad de distanciarse de las ideas positivistas era tan fuerte que los exponentes principales de la new
criminology decidieron rebautizar su novedosa perspectiva bajo el nombre de nueva teoría de la desviación” 93.
La nueva criminología constituyó así el esfuerzo más completo por consolidar un modelo de corte
marxista: es una teoría empírica, concreta, social, dialéctica, totalizante, que requiere de la interdisci-
plina y entiende el conocimiento vinculado con la práctica.

Young, Jock; La imaginación criminológica, Traducción Gavela Llopis, Andrea, Barcelona, Marcial Pons, p. 240.
92

Panarello, Giulia. Historia y Concepto de la Criminología Crítica. Genealogía de una teoría entre muertes, resurrecciones y Transformaciones. ttp://
93

www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2015/07/doctrina41538.pdf

94 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 9. LA CRIMINOLOGÍA CRÍTICA EN LATINOAMÉRICA Y EN EUROPA.

La “nueva criminología” propiciaría la elaboración de una teoría con un vasto objeto de estudio:
1) Los orígenes mediatos del acto desviado: Analizar el acto criminal tomando en cuenta la situación
económica y política de la sociedad industrial observada.
2) Los orígenes inmediatos del acto desviado: Como no todos los hombres experimentan la misma
reacción ante la situación aludida en el punto anterior, tomará para su análisis las experiencias o
cambios estructurales que precipitaron el acto desviado y contará con una psicología social del deli-
to que lo reconoce como una elección consciente para enfrentar los problemas sociales.
3) El acto en sí mismo: Como el hombre elige, hay que estudiar la relación entre sus creencias y la
acción desviada. Un adolescente de la clase obrera puede, ante la frustración y falta de oportunida-
des, dedicarse al hedonismo -consumo de alcohol o drogas- o devolver el golpe a la sociedad que lo
rechaza -actos de vandalismo-.
4) Los orígenes inmediatos de la reacción social: La definición del acto es producto de las relaciones
interpersonales. Así, un acto desviado puede entenderse como producto de una inconducta que nece-
sita de la consulta ante un psicólogo, o como un delito que debe ser denunciado ante la policía. Son
los espectadores sociales quienes eligen (si es del grupo familiar o un extraño); al igual que las agencias
sociales cuando sorprenden al desviado en flagrancia y “deciden” sobre la persecución penal del acto.
5) Los orígenes mediatos de la reacción social: Se produce un conflicto entre las teorías que aplican las
diversas entidades sociales. La ideología de la asistencia social choca con la ideología de los centros
correccionales, o el pensamiento policial con el pensamiento de la práctica judicial. Hay que poner
en estudio las sociologías implícitas del Estado.
6) La influencia de la reacción social sobre la conducta ulterior del desviado: El individuo debe enten-
der que su accionar consciente produce un rechazo o estigmatización social; como así también saber
qué hacer frente a esta exclusión que puede sobrevenir.
7) La naturaleza del proceso de desviación en su conjunto: En suma, esta teoría deberá explicar el
proceso general y tratar todos los requisitos formales expuestos como factores esenciales de su tesis.
Por su parte, por criminología crítica se entiende al movimiento del pensamiento criminológico que
tiene en cuenta instrumentos, conceptos e hipótesis elaborados en el ámbito del marxismo.
El impulso de este pensamiento criminológico coincide temporalmente con un período de cambio polí-
tico en América del Sur, por cuanto lograron imponerse dictaduras cívico-militares que se dedicaron a
perseguir a las masas disidentes utilizando el criterio de peligrosidad impuesto por el positivismo criminal.
En Latinoamérica, la criminología crítica tuvo representación a través de la venezolana Lola Aniyar
de Castro y de la española Rosa Del Olmo -radicada en Venezuela-, quienes fueron las principales
impulsoras, junto con otros criminólogos de la región, del Manifiesto del Grupo Latinoamericano de
Criminología Critica en 1981.
El hecho de asumir la Criminología esta posición crítica permitió establecer las relaciones de la des-
viación y el delito con el ejercicio del poder, con el Estado y, en general, con el hecho político.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 95
De esta manera, la Criminología se convirtió en una disciplina que cuestiona el sistema de coerción
penal y promueve formas alternativas de control social bajo un modelo de emancipación.
Los teóricos de la criminología crítica aducen que el control social es estigmatizante y generador de
un círculo vicioso de criminalidad, pues crea nuevas y más conflictivas actitudes desviadas. En este
contexto, sostienen que el aparato institucional de la justicia y el derecho penal son selectivos y segre-
gatorios, por ser herramientas del poder para mantener la cohesión y el statu quo.
Así, las teorías criminológicas críticas se abocaron al estudio del problema estructural de la selectivi-
dad del sistema penal, demostrando que las conductas delictivas se reducen a un ámbito específico de
lo criminalizable, que coincide con la población menos beneficiada del sistema socioeconómico.
La postura crítica se fundamentó en la negación de las instituciones de control: para los criminólogos crí-
ticos el sistema de control social tiene un éxito permanente en cuanto su máximo objetivo consiste en la
dominación y represión de las clases sociales menos favorecidas o disidentes políticamente; por lo tanto, lo
que se impone es un cambio radical en la política de control tanto en la sociedad como en el sistema penal.
Por esta razón, el análisis del aparato estatal conducirá a resolver el interrogante respecto de porqué
unas personas imponen reglas y cuál es la razón que las habilita a hacerlo, lo que llevará a que afloren
a la superficie las diferencias económicas, de sexo, edad, clase social, grupo étnico, etc.
Esta teoría considera que el delito, entre otras cosas, es un fenómeno histórico y político. El criminó-
logo no puede, pues, olvidar tales aspectos para lo cual ha de mirar la sociedad como un todo, especial-
mente las formas de control social y la desviación propias del mundo capitalista.
Dentro de las corrientes derivadas del pensamiento crítico en el abolicionismo penal: las teorías de
Hulsman, Mathiensen y Christie, el “realismo de izquierda” de J. Young, el “derecho penal mínimo” y el
garantismo.

Abolicionismo penal. Teorías de Hulsman, Mathiensen y Christie.

El abolicionismo penal, o “nuevo abolicionismo” -para distinguirlo de las viejas teorías anarquistas-
eclosionó en las décadas del 70 y 80.
Tuvo como precursor el libro “La sociedad y sus criminales” del suizo Paul Reiwald (1948), pero no fue
sino hasta la década del 70 que se consolidó definitivamente.
Surgió casi por completo de movimientos y organizaciones que se ocupaban de los derechos de los
presos y por los que se interesaron criminólogos y otros académicos, que conforme estas experiencias
pasaron a postular y teorizar sobre la abolición de la pena de muerte primero, luego de la prisión y
finalmente del sistema penal en su conjunto.
Sin bien existen diferentes corrientes dentro del pensamiento abolicionista, Elena Larrauri reúne en

96 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 9. LA CRIMINOLOGÍA CRÍTICA EN LATINOAMÉRICA Y EN EUROPA.

los siguientes tópicos las líneas generales de las distintas escuelas:


1) La ley penal conocida en la actualidad no es propia de la historia de las sociedades, sino que surge
de la expropiación del conflicto a la víctima a partir del sistema inquisitorio medieval.
2) El abolicionismo quiebra la forma de definir el delito hasta el momento al sostener que no existe
más allá de su definición legal, lo que significa que el delito no tiene existencia ontológica, sino que
se trata sólo de un problema de definiciones de raíz político-legislativa.
3) La persecución penal es selectiva. La teoría del hombre delincuente de Lombroso terminó siendo
la más honesta de las pretensiones descriptivas de los sistemas penales, aunque no haya sido conce-
bido de esa forma por el autor.
4) La pena no cumple la función que siempre nos han dicho que cumplía ya que el derecho penal tiene
un fin declarado y un fin latente. En una sociedad con profundas desigualdades en las relaciones de
poder el sistema penal contribuye sólo a reforzarlas.
Si bien existen posturas muy radicales, dentro del abolicionismo penal se plantea la posibilidad de que
los conflictos se resuelvan por vías informales, ya sea mediante soluciones privadas entre los sujetos o,
en otros casos, que sea el derecho privado o administrativo el que medie entre los titulares del conflicto
para lograr alcanzar una solución más conveniente.
Como dijimos, podemos agrupar estas ideas en tres teorías diferentes:
a) La teoría de la personalidad usurpadora del Estado de Louk Hulsman:
Este autor holandés considera al sistema penal inútil: sus normas no cumplen con la función esperada
por la sociedad y transforma la naturaleza del acto criminalizado en un acto aislado, negando el plura-
lismo necesario en las sociedades heterogéneas. Los delitos son expresiones de necesidades humanas
frustradas y la respuesta punitiva es sólo represión para ocultar que el Estado y la sociedad no son
capaces de satisfacerlas.
En el sistema penal las sanciones son impuestas por una autoridad extraña al conflicto, tiene un poder
vertical de estilo militar que se opone a la estructura horizontal de la sociedad en que viven autores y víc-
timas. Asimismo, prescinde de los intereses de la víctima e insiste en que en todos los casos a ella le inte-
resa la imposición de un castigo, no la consulta por la marcha del proceso -le roba el conflicto- e impide
la participación de las partes de acuerdo con el derecho primitivo (por ejemplo, en la Germania antigua).
La cárcel es un mecanismo en el que prevalecen y se incrementan las relaciones de dominación
mediante la pasividad, agresividad y dependencia, Se fomenta el desprecio por la persona al quitarle al
prisionero la personalidad y la sociabilidad, incrementando el odio y la agresividad.
El problema más grave es la violación sistemática de los derechos humanos del imputado, reflejada a
través de prácticas arbitrarias e injustas de parte de los encargados de la justicia penal, pero que tienen
su máxima expresión en aquellos que llegan a la cárcel, donde son objeto de todo tipo de abusos.
Para Hulsman el sistema penal no funciona de acuerdo con las legitimaciones que se le otorgaran,
como la resocialización y la prevención, y el hecho de que no atienda las necesidades del pueblo, lleva

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 97
a la conclusión de que hay que abolirlo en su totalidad. Además, es incontrolable, roba el conflicto y
provoca sufrimiento innecesario.
En consecuencia, propone el reemplazo de la administración burocrática centralizada de la justicia
penal por formas descentralizadas de regulación autónoma de conflictos, donde los involucrados ten-
gan mayor participación.
Estas ideas impulsaron reformas en los códigos de procedimiento penal instaurando nuevos principios
penales que admiten acuerdos como aproximaciones al modelo de justicia restaurativa y han estimulado
la creación de múltiples medidas alternativas a la privación de la libertad, tales como la participación de
la víctima en mediaciones, los acuerdos reparatorios, el trabajo comunitario, la prisión de fin de semana,
las charlas de difusión de derechos, el sistema días multa, la privación de derechos distintos al de liber-
tad ambulatoria (inhabilitación o interdicción), el confinamiento a un espacio limitado como la prisión
domiciliaria, la prisión nocturna, la condena condicional y la suspensión del proceso a prueba, entre otras.

b) Abolición del sistema penal en el ámbito de las acciones políticas de las clases no privilegiadas de
Thomas Mathiensen:
Las cárceles son instrumentos de acción política que recaen siempre sobre los más pobres, creando
nuevos conflictos para la sociedad y atentan contra la propia efectividad del sistema penal.
Si la cárcel se encuentra vinculada a la estructura de producción del sistema capitalista, resulta lógico
que cualquier propuesta de abolición de esta venga acompañada de la abolición de todas las estructuras
de represión existentes.
La idea de la abolición de todas las instituciones sociales tal cual la conocemos en la actualidad no
es una utopía para este autor, ya que el mismo sostiene que el sistema de la inquisición desapareció y
nadie podía sospechar en aquella época que esto podría llegar a ocurrir.
Para Mathiesen la clave es la elaboración de una teoría que no comparta premisas con el sistema
actual, es decir, con el sistema que pretende criticar, porque si comparte premisas se va a considerar a
la propuesta como una teoría alternativa hasta llegar al abolicionismo y lo que ocurre cada vez que se
propone una teoría alternativa, es que termina siendo absorbida por el sistema de manera automática.
Las dos condiciones principales que debe tener todo sistema abolicionista son: su permanente relación
de oposición (puntos de vista teóricos diferentes respecto de la base del sistema) y de competencia
(acción política práctica desde afuera hacia adentro) con el sistema penal.
Propone una acción política radical sin límites, que tienda a un cambio social profundo y perdurable,
que no se trate de una alternativa.

c) La teoría Negadora del castigo sostenida por Nils Christie:


Este autor, de la corriente abolicionista radical, elabora su teoría diciendo que el sistema penal sólo es

98 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 9. LA CRIMINOLOGÍA CRÍTICA EN LATINOAMÉRICA Y EN EUROPA.

la aplicación de un mal, y castiga a los hombres en base a una concepción inadecuada del mismo por
la cual la sociedad se encontraría dividida en criminales y no criminales.
El sistema penal pone su énfasis en los actos humanos más que en las interacciones, más en los siste-
mas biológicos o de la personalidad que en los sistemas sociales.
Para Christie la sanción penal debe extinguirse ya que sólo trae sufrimiento al reo y la prisión no es
sólo es la privación de la libertad, sino que representa un cambio total en su vida, se queda sin su fami-
lia, su hogar, su lugar de trabajo, amigos, identidad, etc. ya que un procesado o condenado es estigma-
tizado frente a la sociedad y frente a sí mismo.
El sistema penal es una maquinaria estatal para crear criminales y producir un dolor inútil, porque la
ejecución de la pena le produce al sujeto daños irreparables.
Eso no es todo, si se enfoca la cuestión desde el lado de la víctima, se verá que está excluida por el
sistema penal, porque no obstante haber sido dañada, es apartada de la resolución de su caso.
Propone un modelo de corte vecinal con un tribunal orientado a la víctima que tendría un elevado
grado de orientación legal, evitando al máximo la presencia de especialistas que despersonalizan el
conflicto e impiden que sea considerado como una pertenencia compartida.
Los obstáculos que el autor observa para llevar a cabo su proyecto son la carencia de relaciones vecinales, la
falta de víctimas personales y, sobre todo, la abundancia de profesionales entrenados para sostener el sistema.
Como es imaginable las posturas abolicionistas han recibido numerosas críticas. Entre ellas, la de afir-
mar que engendran el peligro de alternativas peores que el derecho penal, como la reacción vindicativa
descontrolada, sea en manos individuales o estatales (vigilancia total, control tecnológico, etc.); y que
tienen una visión muy positiva de los seres humanos ya que creen que, una vez removidos los frenos
represivos, las personas se van a organizar y administrar la justicia de modo efectivo.
Sin perjuicio de ello, no puede soslayarse la importancia que revisten los postulados del abolicionismo
como una invitación permanente a repensar los alcances de la legitimación del poder punitivo del
Estado y las formas en las que es ejercido.

El Realismo de izquierda.

Los criminólogos del realismo de izquierda estaban de acuerdo en que el delito era un problema. Que
más allá de las críticas al Estado y a las instituciones que lo conforman -especialmente al sistema
penal- a la sociedad y a los medios de comunicación no debían excluirse las explicaciones sobre la
situación de las víctimas y también de la situación de aquellos que cometen delitos.
En esa línea comprende que en general víctima y autor del delito son parte de la misma clase (baja);
ello, en desmedro de los conceptos anteriores de la criminología que aseveraban que las clases más

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 99
favorecidas eran las que se veían damnificadas por esta lucha política de las clases menos privilegiadas.
Propone entonces un estudio más centrado entre estos dos participantes -víctima y victimario- para
poder elaborar teorías más específicas.
Para pensar el fenómeno se propone “un cuadrado ideal” en el que en cada vértice se sitúa la víctima, el
autor, el Estado y el público, y desde esta interacción se definen los procesos de criminalidad.
Es así como se han elaborado teorías de prevención que implican una necesaria colaboración entre
la policía y los ciudadanos, y en las que el flujo de la información desde el vecino hacia la autoridad
es esencial, ya que no basta un aumento en los recursos de la policía si no viene acompañado de una
estrategia más integral.
Para esta concepción el delito no es pues el producto de un individuo separado de la sociedad, sino que se
“construye” desde las cuatro ópticas del cuadrado mencionado, en un contexto social e histórico determinado.
Como consecuencia de su análisis, manifiestan que el desempleo y los descontentos hacia las políticas
sociales implementadas llevan al quiebre de las reglas de la comunidad y, consiguientemente, al incre-
mento de las tasas del delito, situación que provoca pánico social aumentados superlativamente por
los medios de comunicación.
Para el realismo de izquierda la pobreza no es el factor único en la comisión del delito, sino que a ello
hay que agregarle otros valores existentes en la sociedad como el individualismo, la competitividad, el
deseo de bienes materiales y el machismo.
El fenómeno criminal se agudiza en los sectores más débiles por lo que se genera una suerte de doble
victimización: por un lado, la que provoca la exclusión y marginación social en la que viven las perso-
nas que pertenecen a dichos grupos; por el otro, la falta de recursos para realizar actividades preventi-
vas para el delito y su dificultad para el acceso a la justicia.
En suma, esta propuesta busca repensar la cuestión criminal pensando desde lo que ellos denominan
la realidad del delito, regresar al estudio de su etiología y priorizar el análisis victimológico. Por otra
parte, refieren la importancia de recuperar las herramientas del sistema penal como la policía, haciendo
hincapié en el concepto de “policía de proximidad”, como propuesta alternativa a los discursos del rea-
lismo de derecha que propugnan los conceptos de “Ley y orden” (mano dura, tolerancia cero) garantes
del mantenimiento del sistema capitalista y los excesos de este.

El minimalismo y el garantismo penal.

Existen propuestas desde el reduccionismo penal cuyos mayores exponentes -Alessandro Baratta
(1933 – 2002 y Luigi Ferrajoli (1940)- señalan, siempre con sus diferencias, que el poder punitivo
debería limitarse a conflictos muy graves y que comprometan masivamente bienes básicos (como la
vida o el medio ambiente) y que los conflictos de menor entidad deberían resolverse por otras vías.

100 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 9. LA CRIMINOLOGÍA CRÍTICA EN LATINOAMÉRICA Y EN EUROPA.

Así el minimalismo penal es la corriente de pensamiento político criminal que reconoce la inutilidad
del actual esquema de represión penal en razón la lentitud judicial, el proceso de estigmatización del
delincuente, la selectividad del aparato penal, la cifra negra de la criminalidad y los crímenes sin cas-
tigo; propiciando la reducción del sistema penal a la mínima expresión.
Podemos afirmar que Baratta con su teoría sienta las bases del minimalismo penal: “El desigual fun-
cionamiento de la justicia penal encuentra, pues, en la discrepancia entre los recursos administrativos y el
programa legislativo, una causa estructural. Si no se quiere aceptar como fisiológica la existencia de una vas-
tísima cifra oscura de criminalidad y la realización de la función punitiva por medio de chivos expiatorios,
quedan teóricamente, sólo dos posibilidades: adecuar los recursos a los programas de acción legislativos, o bien,
redimensionar los programas de acción sobre la base de los recursos disponibles en o para el sistema. La primera
alternativa debe ser excluida no sólo por la imposibilidad de realizar una gigantesca inversión, cuyos costos
económicos jamás podrán equilibrar los eventuales efectos útiles del sistema mismo, sino también porque sería
insostenible el costo social de una operación de efectiva adecuación que, de todas maneras, queda planteada
únicamente como hipótesis teórica; esto es, una militarización de la justicia penal y el Estado. Permanece, pues,
abierta tan sólo la otra posibilidad, que consiste en la adecuación de los programas de los recursos existentes o
adjudicables al sistema. La aplicación correcta del principio de implementabilidad administrativa de la ley
bastaría por sí mismo para reducir drásticamente al mínimo el área de intervención de la ley penal.” 94
Por su parte Ferrajoli, en la teoría del garantismo penal, señala la ilegalidad de los actos de autoridad
que se manifiestan en la ausencia de control por parte de los poderes públicos.
El Derecho es un sistema de límites al poder político y el “garantismo” no impone un sistema legal en
concreto, sino que parte de un modelo general que considera al Estado como garantizador de bienes y
derechos de los individuos que lo componen.
Su construcción teórica parte de cuatro conceptos fundamentales, a saber:
1) Valor de la persona: consistente en otorgarle al individuo el máximo valor, considerando sus diferencias
(sexo, raza, preferencias) como incluyentes y sus desigualdades (económicas y sociales) como excluyentes.
2) Tolerancia: como una atribución de idéntico valor a cada persona.
3) Igualdad: Si bien el autor diferencia los conceptos de igualdad formal (presente en los derechos de
libertad individual) e igualdad sustancial (presente en los derechos sociales- colectivos), no deben
considerarse como contradictorios sino como complementarios.
4) Derechos fundamentales: definidos como aquellos derechos cuya garantía es igualmente necesaria
para satisfacer el valor de las personas y para realizar su igualdad.
En su obra Ferrajoli sostiene que de la ley penal puede rescatarse la posición de garante respecto del
Estado, derivada de las obligaciones que éste asumió desde la celebración del pacto social. Propone
generar un nuevo derecho penal sobre la base de un núcleo de garantías inalienables (legalidad, tipici-
dad, proporcionalidad, debido proceso, victimología y lucha contra el genocidio).

Baratta, Alessandro. Criminología y sistema penal. Principios del derecho penal mínimo (Compilación in memoriam) Buenos Aires, B d F, 2004, p. 314.
94

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 101


Intenta rescatar los principios legalistas y garantías del liberalismo de la escuela clásica, proponiendo
despenalizar numerosos comportamientos, al mismo tiempo que extender y reforzar la tutela penal a
los intereses colectivos.
El minimalismo rechaza completamente la función supuestamente resocializadora de la cárcel, descono-
ciendo la eficacia de cualquier tratamiento penitenciario. Asume que el derecho penal tiene una función
simbólica de protección de los derechos de la mayoría y de garantía del individuo frente al Estado.
Para Ferrajoli, un derecho penal mínimo se legitima únicamente por razones utilitarias: la prevención
de una reacción formal o informal más violenta contra el delito; es decir, una intervención mínima que
opera como instrumento que impide la venganza privada.
La pena, entonces, se justifica como un mal menor, debiendo establecerse sobre un cálculo de costos
del derecho penal y la anarquía especial.
En nuestro país, Zaffaroni utiliza un ejemplo basado en la ingeniería y en una suerte de física jurídica
para contraponer la postura minimalista con la abolicionista. Refiere que, si las pulsiones del poder
punitivo representaran una represa que puja por desbordarse poniendo en riesgo de inundación a la
sociedad, levantar un muro que impida el paso del agua derivaría en que, tarde o temprano, la fuerza
del agua haría ceder los cimientos del muro y terminaría destruyendo la humanidad. En cambio, si
se procurara la instalación de varias compuertas que filtraran los grandes volúmenes de agua y sólo
permitieran el paso de aquellas más calmas, sin dudas resultaría más fácil controlarla.
Este es, entonces, el riesgo que los minimalistas ven en la abolición completa del sistema penal: que, si
se pretendiera anular el poder punitivo con una única barrera, la continua presión que por naturaleza
aquél ejerce (que es mayor en cuanto se ejerce sobre un solo punto) termine por romperla generando
niveles de violencia catastróficos.
Cabe señalar que estas propuestas de derechos penales mínimos también exigen una profunda trans-
formación del poder que hoy camina en sentido diametralmente opuesto. Al igual que el abolicionis-
mo, tienen la virtud de invertir la cuestión: es el poder punitivo, como artificio humano, el que debe
justificar su existencia y extensión naturalizadas.
Algunos autores sostienen que la criminología crítica se encuentra en crisis. Sin embargo, este movi-
miento ha aportado conceptos que perduran en el análisis criminológico actual, a saber:
1) Los delincuentes son personas que no difieren en esencia de los respetuosos de la ley, y en este sen-
tido también se los puede considerar normales;
2) La esencia del delito se encuentra en conflictos sociales, políticos y económicos y en las normas
legales que crean la delincuencia;
3) Se amplía el objeto de estudio de la criminología a conductas que no coinciden con las tipificaciones de las
leyes penales, como es el caso sobresaliente de los comportamientos considerados socialmente desviados; y
4) La respuesta al delito no puede centrarse en los delincuentes, sino más bien en las condiciones
injustas de las sociedades.

102 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 9. LA CRIMINOLOGÍA CRÍTICA EN LATINOAMÉRICA Y EN EUROPA.

Justicia Restaurativa y Justicia Terapéutica.

Es una perspectiva novedosa que se vincula al pensamiento filosófico denominado “Ubuntu”, el cual
fue utilizado en el marco de la Comisión de Verdad y Reconciliación en Sudáfrica en 1996, para tratar
los delitos producidos como consecuencia del apartheid.
El Ubuntu no tiene posibilidad de ser traducido a nuestro idioma y tiene que ver con la convivencia
en armonía entre los integrantes de una misma comunidad. Si este vínculo se rompe, se debe restaurar
por medio de una reparación adecuada.
Esta forma de ver el mundo le asigna vital importancia a la crianza del niño, la concepción de familia
y a la benevolencia como forma de relacionarse con los otros miembros de la comunidad.
Si alguien falla en esa comunidad, este espíritu lleva a pensar que hubo una falla en la crianza grupal.
El Ubuntu quedaría resumido de la siguiente forma -comportamiento benevolente- si te hago mal a
vos me hago un mal a mí mismo; si te hago un bien, lo propio se hace para mí y toda mi comunidad.
La reacción ante un conflicto no debe buscarse por medio de la violencia sino procurando reparar las
heridas de la víctima para que se restablezca el equilibrio dañado.
Su finalidad es el diálogo entre los sujetos para la búsqueda de la verdad y el encuentro entre víctima y
victimario hasta llegar a la catarsis, promoviendo el no castigo y la verdad como reparación, tomando
conocimiento el ofensor del daño que produjo.
Cuando una comunidad reacciona con venganza no existe diálogo posible y se reproducen los ciclos de
violencia que se pretende evitar. Si la víctima no puede perdonar se transforma de víctima a vengador.
Esta postura crítica los puntos de vista minimalistas y garantistas porque legitiman la violencia del
sistema penal. Por ello, consideran que la mediación penal o la probation no cumplen con los requisi-
tos de justicia restaurativa, ya que el imputado repara no por convicción sino por temor a la reacción
punitiva, pues el control queda en manos del juez.
La justicia restaurativa tiene como objetivo la transformación de la cultura del castigo y de la venganza
en una cultura del diálogo y del encuentro.
La justicia restaurativa, como un enfoque alternativo de justicia, comenzó en Canadá en 1974, una
definición generalmente aceptada de justicia restaurativa es aquella que esbozó Tony Marshall en el
año 1996, quien propuso una definición operativa que ha sido aceptada por las Naciones Unidas: La
Justicia Restaurativa es un proceso por el cual todas las partes con un interés en un determinado delito
se reúnen para resolver colectivamente la manera de hacer frente a las consecuencias de la ofensa y a
sus implicaciones para el futuro.
La definición nos brinda un contenido mínimo que deben tener los programas restaurativos: que las
víctimas y sus victimarios tengan reuniones cara a cara y ellos determinan el resultado del encuentro.
Algunos ejemplos de Justicia Restaurativa son las instancias de mediación, de mediación comunitaria,
los círculos restaurativos (de sanación y co-enjuiciamiento) y conferencias restaurativas.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 103


La Justicia Terapéutica está relacionada con la Justicia Restaurativa pero no es lo mismo.
La Justicia Terapéutica95 es un nuevo paradigma que nace ante las inconformidades con el sistema de
justicia tradicional para disminuir el delito o la violencia.
La Justicia Terapéutica se ha planteado que el Sistema de Justicia vea al agresor, a la víctima y a la
sociedad como aquellos elementos que pueden contribuir a la reparación del daño, entendido este de
forma integral y no solo económico.
Por un lado, la Justicia Restaurativa es un paradigma para pensar de diferente manera la Justicia, en
el cual se entiende que la víctima y al agresor son actores que tienen necesidades dentro del proceso
de administración e impartición de justicia. La Justicia Terapéutica, desde una mirada restaurativa,
surge desde los ámbitos académicos y pretende hacerse operativa en los poderes legislativos donde se
discuten y se crean leyes; en los juzgados, en las salas de audiencias y en las cárceles para contribuir a
la reinserción o resocialización de quien cometió un delito y considerando a la víctima de este. Para
cumplir su objetivo se vale del apoyo de distintos profesionales de las ciencias sociales para que el
proceso legal, una vez encontrado un responsable de un delito y una víctima (en la sentencia) sea una
experiencia terapéutica.
La Justicia Terapéutica surge como una corriente filosófica jurídica en los años 80’s propuesta por el
Dr. David Wexler de la Universidad de Arizona y el Profesor Bruce Winick, (fallecido en el año 2010)
que se desarrolló dentro de la academia bajo una corriente multidisciplinar intentando estudiar a la ley
como un agente terapéutico. Entiende a la ley como “la ley en acción”, la que divide en tres categorías:
1. Normas legales.
2. Procedimientos legales.
3. Los roles de los actores legales y su comportamiento dentro de un contexto legal.
Afirma, entre otras cuestiones, que lo que hacen los actores legales influye en el bienestar psicológico
y el aspecto emocional de las personas afectadas por la aplicación de la ley.

Puede ampliarse el concepto de Justicia Terapéutica en http://www.law.arizona.edu/upr.intj


95

104 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 10
LA INFLACIÓN PUNITIVA: DISCURSOS DE “LEY Y ORDEN”.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 105


UNIDAD 10
LA INFLACIÓN PUNITIVA: DISCURSOS DE “LEY Y ORDEN”.

La caída del Estado de bienestar. El neoliberalismo. Las políticas de “ley y orden”. El realismo penal
“duro”. El análisis “económico” del derecho. La nueva penología. La gestión y evitación de “riesgos” La
localización y exclusión espacial de grupos de riesgo. Prevención y control. Transformaciones en el
gobierno del delito y la conflictividad social.

La caída del Estado de bienestar. El neoliberalismo y los gobiernos conservadores. Las políticas
de “ley y orden”.

Los cambios que dieron origen a las transformaciones en la política criminal de la última etapa del
siglo XX son de diversa índole.
En los países centrales los cambios socioeconómicos causados por la crisis del Estado benefactor y los
inconvenientes de las clases dirigentes para resolver los problemas sociales en un contexto de paraliza-
ción económica, hizo que se planteara el nuevo modelo de desmantelamiento de un Estado “costoso” y
la aplicación de la lógica del costo/beneficio a toda la esfera pública. De esta manera se recortaron los
“gastos” en vivienda, educación y demás derechos sociales, destinándose ese dinero a los gastos milita-
res, policiales y penitenciarios, bajo las consignas de ley y orden o seguridad ciudadana.
En una época caracterizada por la flexibilización laboral y la dificultad cada vez más creciente de
encontrar pautas comunes de pertenencia y cohesión social, se refuerza por parte del Estado la cons-
trucción de un “otro” que condensa todas las frustraciones, miedos y resentimientos. Como advierte
Pavarini “La necesidad insatisfecha de seguridad social produce una demanda social de seguridad a la que
hoy se corre el riesgo de responder de dos maneras diferentes. Por un lado, valorando todavía más el sistema
represivo en un circuito de peligrosa autor referencialidad que legitima al sistema penal en una dimensión ya
predominantemente simbólica. Por el otro, reivindicando cada vez más el espacio privado –o, mejor dicho, no
público– para la defensa de la seguridad social. La cultura de derecha puede hoy sentirse cómoda sugiriendo
respuestas a las demandas sociales de seguridad, exasperando las tendencias simbólicas, por una parte, y tecno-
crático- liberales, por otra, ofrecidas por el sistema de justicia penal 96”.
En ese contexto surgen las llamadas políticas de ley y orden, que pretendían entre otras cosas, volver a
lo básico, a lo que entendía la gente como bien y mal97.
Pavarini, Massimo. Castigar al enemigo. Criminalidad, exclusión e inseguridad. 1ª edición. Quito, FLACSO. Sede Ecuador, 2009 p. 34.
96

Anitua, Gabriel Ignacio, Op. Cit. p. 487.


97

106 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 10. LA INFLACIÓN PUNITIVA: DISCURSOS DE “LEY Y ORDEN”.

Un realismo penal “duro”. El análisis “económico” del derecho.

En el contexto descripto algunos teóricos pretendían acabar con lo que denominaban un dominio de
expertos especialmente blandos con los delincuentes, y proponían volver a lo básico, lo que se dio en
llamar “criminología de la vida cotidiana” 98. Antonio García-Pablos de Molina describe este enfoque
señalando que “la denominada prevención situacional centra todas sus investigaciones y programas de inter-
vención en la delincuencia utilitarista de las bajas clases sociales urbanas, que alarma al ciudadano. Su men-
saje es, por tanto, social y político-criminalmente conservador y defensista. Se trata de prevenir eficazmente el
crimen, sin analizar ni incidir en las raíces ultimas de este doloroso problema social” 99.
Desde esta perspectiva sus autores se centrarían sobre todo en la prevención del delito que, según ellos,
tendría que ver con las oportunidades situacionales.
James Q. Wilson (1931-2012), uno de los referentes fundamentales de este enfoque punitivo, sostenía
que los índices delictivos habían subido porque habían bajado las posibilidades de ser detenido, con-
denado y, sobre todo, de ser severamente castigado.
Una de las características de su concepción puede condensarse en un artículo que escribió con George
Kelling (1935-2019), denominado “Broken Windows. The police and neighborhood safety” (Ventanas
rotas: la policía y la seguridad de los barrios).
Desde este análisis se sostenía la necesidad de perseguir lo que era considerado como las más pequeñas
incivilidades callejeras, debido a que éstas son el punto de partida de un mayor deterioro de los barrios.
En palabras de los autores: “… si una ventana de un edificio está rota y se deja sin reparar, el resto de las
ventanas serán rotas pronto”. Esto es cierto tanto en buenos barrios como en los más decadentes. La
rotura de ventanas no ocurre en mayor escala debido a que algunas zonas están habitadas por decidi-
dos “rompedores de ventanas” mientras otras están pobladas por “amantes de ventanas”, sino porque una
ventana sin reparar es señal de que a nadie le preocupa, por lo tanto, romper más ventanas no tiene
costo alguno100.
Las críticas más profundas respecto a la conclusión mencionada se dirigen que se reduce el problema
de la cuestión criminal a un problema administrativo, de gestión del espacio público, desde la cual se
proponía, por ejemplo, como un buen recurso sacar a la policía fuera de sus patrulleros y hacer que
vigilen los barrios a pie, ya que de este modo se elevaría el nivel de orden público.
Pero, resaltaban los críticos a la teoría de las ventanas rotas, esa policía más cercana no tendría tanto la
finalidad de perseguir delitos sino más bien combatir las conductas desordenadas o antisociales como
el vagabundeo, la mendicidad, la prostitución, etc., pues ellas serían la “ventana rota” que luego daría
lugar a conductas más graves. En oposición a lo que indicaban las teorías clásicas del derecho penal,
debería castigarse más duramente un acto que no sea necesariamente más grave. O incluso criminali-
zar lo que no era legalmente delito, la “incivilidad”.

98
Anitua Gabriel Ignacio, Op. Cit. p. 488.
99
Garcia-Pablos de Molina, Antonio. Op. Cit. pp. 624.
100
García Pablos de Molina, Antonio. Ibídem p. 624.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 107


De aquella teoría de las “ventanas rotas” se derivaría la técnica de policía intensiva conocida como
“tolerancia cero”.
Para analizar brevemente las implicancias de esta política podemos referenciar un ejemplo concreto:
En 1994, el conservador Rudolph Giuliani, fue elegido alcalde de Nueva York, gracias a una campaña
electoral basada en el tema de la criminalidad y de la seguridad que proclamaba una “guerra” a la delin-
cuencia callejera, a la droga, a las bandas y a la violencia de los jóvenes en general.
La violencia de los cuerpos policiales y de seguridad, incluso privada, sería un componente de ese
discurso que buscaba la aceptación, al menos pasiva, de importantes sectores de la opinión pública.
A partir de esta política de “guerra a la delincuencia”, sólo en un año las detenciones se habían triplica-
do, el número de policías había aumentado un 20 por ciento y los delitos denunciados habían bajado
un 30 por ciento. Asimismo, las demandas por abusos policiales se duplicarían, el número de muertos
por balas de la policía aumentaría un 35 por ciento y un 53 por ciento el de los fallecidos mientras
estaban bajo la custodia policial.
El accionar de la policía neoyorquina fue tomado como modelo en América Latina y en Europa. Los
discursos neoconservadores llegaron a calificar a otros seres humanos como basura en aquella sim-
plista frase de “barrer las calles de pequeños delincuentes”. Tal como sostienen algunos autores, de lo que
se trataba sin complejos era de justificar una nueva criminalización de la marginalidad o pobreza. 101
Detrás de estas estrategias de intervención en relación con el problema del delito subyace una imagen
del sujeto bajo un análisis de carácter económico.
Como lo describe Alessandro De Giorgi: “La elección racional del sujeto desviado se asimila a un com-
portamiento económico: el delincuente potencial, en el momento en que actúa, se comporta como un actor del
mercado que valora los costes que está dispuesto a soportar respecto a los beneficios que está convencido de poder
obtener. En este sentido, la función de intimidación debe necesariamente consistir en incrementar los costes
para el delincuente y, por tanto, en un progresivo aumento del nivel de punición” 102.
Con complicados cálculos de costos y beneficios, algunos autores justificaban elevar los máximos
punitivos argumentando que la modificación legislativa comporta mucho menos gasto que el que
implicaría un reforzamiento en las agencias de justicia para permitir la persecución penal. Ello es
evidentemente cierto, pero es también lo que demuestra que este análisis que no toma en cuenta la
amplitud de elementos políticos y culturales que pone en juego la cuestión criminal.

101
Anitua, Gabriel Ignacio. Op. Cit. p. 491.
102
De Giorgi, Alessandro. Tolerancia cero. Estrategias y prácticas de la sociedad de control. 1ª edición, Virus Editorial, Barcelona, 2005, p 55.

108 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 10. LA INFLACIÓN PUNITIVA: DISCURSOS DE “LEY Y ORDEN”.

La nueva penología. La gestión y evitación de “riesgos”.

Ahora bien, esta concepción va a tener implicancias directas en las estrategias de control social.
En efecto, la aplicación de este enfoque “no hace referencia sólo a la eficacia de las estrategias de control,
sino también al carácter económico de las estrategias dirigidas a una gestión racional del sistema penal. Esto
marca el nacimiento de una filosofía de la eficacia que comporta una revisión radical de los parámetros de éxito
o fracaso de las políticas sobre la desviación: ya no habrá valoraciones sobre el éxito de los programas, sino
balance de los costes soportados frente a los niveles de seguridad obtenidos”.103
En la gestión de la seguridad la cuestión fundamental es la economía y la relación económica entre el
costo de la represión y el costo de la delincuencia104.
Esta lógica economicista del control del delito iba a ser anunciada por sus partidarios como el surgi-
miento de una nueva concepción del sistema penal y su función de prevención del delito.
Fueron Malcolm Feeley y Jonathan Simon, quienes supusieron el surgimiento de una “… nueva peno-
logía” que habría surgido en los Estados Unidos hacia finales de los años 70 y cuya lógica actuarial
(dado que utilizaría métodos similares a los empleados por las compañías de seguros), habría modifi-
cado los presupuestos básicos del sistema penal que habrían sido usados durante el siglo XX105.
Comenzó a analizarse el costo social del delito.
En concreto la “nueva penología”, la aplicación de los castigos de esa justicia penal actuarial no esta-
ría preocupada por la culpabilidad, por el delito, por la sensibilidad moral que se ha puesto en juego
en el delito o en el juicio, ni por el diagnóstico o el tratamiento al individuo “delincuente”. Tal como
describen los propios autores, “la Nueva Penología se propone agrupar y clasificar, para separar los menos
peligrosos de los más peligrosos, y emplear así las estrategias de control racionalmente” .106
De esta manera, el objetivo de la justicia penal actuarial sería el tradicional manejo -management- de
grupos poblacionales clasificados e identificados previamente como peligrosos y riesgosos, así como
el mantenimiento del funcionamiento del sistema y sus privilegios con un mínimo costo. En el nuevo
enfoque, las finalidades principales serán identificar, clasificar, ordenar y manejar grupos peligrosos de
modo eficiente, hacia los que se dirige la incapacitación y la intimidación. Se habla de manejo porque
no se busca eliminar la delincuencia, sino hacerla tratable o tolerable.
A partir de esta concepción, la justicia actuarial consiste en cuatro elementos:107
■1. El uso de probabilidades estadísticas para identificar delincuentes de alto riesgo.
■2. La conexión entre estas probabilidades y tablas para fijación de condenas, de manera tal que el riesgo (más
que la gravedad del delito que se está juzgando) es la base para el cálculo de la severidad de la condena.
103
Ver De Giorgi, Alessandro. Ibídem p. 55.
104
Ver la clase del 11 de enero de 1978 en Foucault, Michel. Seguridad, territorio, población. 1977-1978. 1ª edición, Fondo de cultura económica.
Buenos Aires. 2006.
105
Citado en O’Malley, Pat. Riesgo, Neoliberalismo y justicia penal. 1ª edición. Ad Hoc. Buenos Aires. 2006. p. 183.
106
Feeley, Malcom y Simon, Jonhatan: “La nueva penología: notas acerca de las estrategias emergentes en el sistema penal y sus implicancias” (1992),
en Delito y Sociedad, 6-7, 1995 p. 36.
107
O’Malley, Pat. Op. Cit. p. 257.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 109


■3. Una condena cuyo contenido no es retributivo ni rehabilitador, sino que es incapacitador – dirigida
solamente a la reducción de riesgos.
■4. Un énfasis sobre la capacidad de procesamiento y los números más que sobre los “resultados”, ya que
cuando estas cifras son agregadas, indican la suma total de reducción de riesgos conseguida.
Aquellas personas que entonces no son funcionales a las dinámicas económicas, sociales y culturales
de la sociedad serán sucesivamente calificadas como portadores de riesgos.
Como lo señala De Giorgi, que “combinándose sistemáticamente con estrategias políticas que alimentan la
construcción social de un imaginario de la inseguridad, del riesgo y de la amenaza criminal proveniente del
“extranjero”, las tecnologías actuariales se muestran al mismo tiempo como un mecanismo instrumental de
contención de la fuerza de trabajo en situación de excedencia y como un dispositivo simbólico de deconstrucción
de los vínculos sociales de la multitud posfordista.” 108
De acuerdo con la nueva lógica actuarial, mientras los que están en riesgo de delinquir se encuentran
encarcelados, se restringe físicamente su posibilidad de concretar esa acción.
Así aparecerá la mayor expresión de esta cultura punitiva: la teoría de la “incapacitación selectiva”. Esta
teoría, con el cálculo probabilístico y la distribución estadística, propone que la extensión de la sen-
tencia no dependa de la naturaleza de la ofensa o de la evaluación del carácter pasado y presente del
“delincuente”, sino de especiales perfiles de riesgos.
La incapacidad selectiva buscará incapacitar anticipadamente a aquellos que ya se vislumbran como
posibles delincuentes, en base a estos cálculos probabilísticos señalados. El problema que se presenta
es que esta teoría no puede justificar el determinismo, sobre todo la existencia de los denominados
“falsos positivos”, que son aquellos sujetos que, a pesar de formar parte de un grupo de riesgo, tienen
“posibilidad” de no llegar a cometer delitos.

La localización y exclusión espacial de grupos de riesgo. Prevención y control. Transformaciones


en el gobierno del delito y la conflictividad social.

Las consecuencias político-criminales de la actualización positivista de la noción de peligrosidad,


devino en el surgimiento de nuevos expertos considerados menos vulnerables al error, y la consecuente
ampliación de la red punitiva. Para mayores hechos definidos como delitos, será necesario crear nue-
vos agentes judiciales que puedan procesarlos. Para cárceles cada vez más numerosas y pobladas, se
requerirá crear mayores dotaciones de agentes penitenciarios y mejor remunerados. En las enormes y
problemáticas ciudades, tal lógica se traducirá en más inversión en policía y no en otras instituciones
referidas al cambio.

108
De Giorgi, Alessandro. Op. Cit., p. 133.

110 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 10. LA INFLACIÓN PUNITIVA: DISCURSOS DE “LEY Y ORDEN”.

No habrá, según esta lógica, nada más económico que blindar las nuevas formas de segregación dentro
de la misma ciudad. Así, será necesario fijar determinadas áreas para señalar la separación de la “gente
respetable” -en donde se mueve la economía y la vida social y cultural- de aquellas que están “fuera”,
que son “otros”.
Las estrategias de gestión cercarán los barrios de los primeros y pondrán obstáculos a su invasión, a la
vez que vigilarán minuciosamente a los segundos. Para ellos también existe la cárcel, cuyo modelo será
el de “máxima seguridad”, en la que la institución no tiene que hacer nada: ni crea ni transforma, pues
su esencialidad es la exclusión.
El gueto (barrios carenciados) se parecerá cada vez más a la cárcel al estar separado físicamente de
la ciudad y sus fronteras o “muros” poseerán altos grados de presencia policial y extremos niveles de
vigilancia. Por otro lado, la clientela penitenciaria sería, a grandes rasgos, la población que habita en
estos barrios marginales.
Como señalábamos al principio, gobernados por los “miedos” a infinidad de cuestiones -reales o no- la
idea de “seguridad” es la que brinda en parte ese soporte ideológico y emocional.
La clase política vuelve la vista hacia la vieja herramienta punitiva, la que ofrecen a una comunidad asus-
tada como demostración de que “están haciendo algo”. Ello ha sido identificado como una política penal
“populista”, puesto que proclama su actuación como respuesta a los pedidos de una supuesta audiencia.
Esta política funciona haciendo pie en la estrategia de una mayoría enfrentada ficticiamente con los
otros -lo diferentes- y, a veces, se suscitan casos que no responden a esa lógica ni se los puede encuadrar
en ella; por lo que se utiliza el recurso de identificación con el sufrimiento de la víctima, en virtud de
que la respuesta punitiva no puede reparar el mal causado.
Asimismo, esta perspectiva considera positivo que la comunidad colabore con los cuerpos policiales en
proyectos como el de vigilancia vecinal.
La ampliación del poder punitivo se produce así por la tipificación de nuevas conductas, como así
también por la retracción de las garantías y límites en lo que hace a la represión de aquellas conductas
“clásicas” y que venían de la protección de la propiedad como núcleo de los derechos, e incluso contra
el vagabundeo y demás formas típicas de las designadas como clases peligrosas.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 111


112 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA
UNIDAD 11
LINEAMIENTOS CRIMINOLÓGICOS DEL PRESENTE.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 113


UNIDAD 11
LINEAMIENTOS CRIMINOLÓGICOS DEL PRESENTE.

Sociedad Postindustrial. Sociedad de riesgos. Criminología verde. Criminología feminista.


Neurociencia y Neopositivismo. Criminología Constitutiva. Criminología Mediática. Los medios
de comunicación masiva y el sistema penal. Criminología cautelar. Criminología de los Derechos
Humanos. Criminología Cultural.

Hasta aquí hemos realizado un sintético recorrido histórico de los pensamientos criminológicos.
Podemos afirmar que en la actualidad no hay un discurso preponderante en los saberes criminológicos,
sino que varían, algunos sectores reclaman mayor presencia punitiva, otros, sin embargo, entienden
que muchas conductas -que se definen como delitos- pueden ser solucionadas por medios alternativos
al sistema penal, por las graves consecuencias que éste acarrea.
Ahora bien, es importante reflexionar para qué sirve actualmente saber de criminología y de esa mane-
ra interrogarnos sobre el rol que debe tener el criminólogo en nuestra sociedad.
Este rol se encuentra disputado entre mantener una postura más conservadora, donde el criminólogo
se aboque a describir y coadyuvar a la construcción de definiciones legales –una mayor preponderancia
del saber del derecho penal o la política criminal- o tomar una postura más jugada, de crítica al status
quo transformándose en un instrumento de cambio social.
Por ahora, pareciera ser que la primera postura lleva la delantera, ya que nos encontramos frente a un
discurso penal pan-penalizador.
Los esfuerzos dogmáticos se alejan de la praxis penal. Nada de lo que sucede en las operaciones
analíticas de los textos de derecho se traduce en los procesos penales. La distancia entre la presunta
cientificidad dogmática del saber penal y la aplicación concreta de éste oscurece y oculta todos aquellos
ámbitos de decisión, que controlan el curso de los pasos de la maquinaria punitiva.
Desde la academia, se plantea la existencia de un nuevo conjunto de bienes jurídicos que requieren la
protección del derecho penal, en consonancia con la aparición de una nueva configuración social en la
era postindustrial, caracterizada por los “riesgos”.
En consecuencia, aparecen “nuevas” criminologías que -lejos de la crítica y el control del sistema puni-
tivo- luchan por conseguir la protección penal de su objeto.

114 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 11. LINEAMIENTOS CRIMINOLÓGICOS DEL PRESENTE.

Así, modernamente, podemos encontrar a la llamada criminología verde, que tiene raíz en movimien-
tos previos como la ecofeminismo, el antirracismo ambiental y el ecologismo rojo o de izquierda.
Tiene como objeto estudiar las infracciones y delitos que se producen contra el medio ambiente y que
permanecen ocultos, denuncian la inobservancia de los intereses de las minorías -por parte de las cor-
poraciones- al tomar decisiones o producir transformaciones en el medio ambiente, que se traducen
en explotación y violación de derechos.
Son, a su criterio, precisamente los excluidos los que sufren más sus consecuencias nocivas, dañosas y
delictivas. Afirma, que son las mismas corporaciones las que se presentan como respetuosas y preocu-
padas por el medio ambiente las que exponen el problema, lo que genera el mismo inconveniente que
los llamados delitos de cuello blanco.
También podemos mencionar a la criminología feminista, que desarrolla su crítica a la diferencia de
trato que existe en el sistema de justicia entre mujeres y hombres, ya que las teorías criminológicas tra-
dicionales se debatieron entre no tomar en cuenta la delincuencia cometida por mujeres o considerar
que las teorías y los hallazgos sobre hombres les eran igualmente aplicables a ellas.
Como vemos, estas nuevas criminologías parten de una crítica al sistema imperante, pero terminan
reclamando mayor intervención del sistema penal o, peor aún, redefinen conceptos del viejo positivis-
mo del siglo XIX, bajo otros ropajes.
Tal es el caso del neopositivismo, que utiliza los modernos conceptos de las ciencias en auge, como
la genética y las neurociencias para esgrimir hipótesis sobre las causas patológicas de la criminalidad.
Entre alguno de los autores, podemos mencionar a Goldberg109 quien, en su obra, “El cerebro ejecutivo.
Lóbulos frontales y mente civilizada”. También podemos citar el estudio neurocientífico denominado
“Red de Investigación de la Mente”, efectuado por Kent Kiehl en Albuquerque, Estados Unidos, donde
escanearon el cerebro de un grupo de noventa y seis prisioneros que iban a ser puestos en libertad -una
propuesta muy lombrosiana por cierto- y les hacían tomar decisiones rápidas, luego le efectuaron un
seguimiento durante cuatro años llegando a la conclusión de que aquellos ex reclusos que tenían una
menor actividad en las partes del cerebro que inhiben impulsividad eran más proclives a reincidir.
Como vemos, nada nuevo bajo el sol, y estas posturas reciben las mismas críticas que las que fueran
efectuadas antaño.
Sin embargo, no podemos dejar de mencionar como otra cosmovisión de nuestro saber a lo que se
denomina criminología constitutiva –propuesta por S. Henry y D. Milanovic, 1996-. Esta es una pro-
puesta alternativa, ya que utiliza algunos conceptos ya desarrollados por pensadores anteriores, parte
de la idea de que el delito y el control social no pueden ser descontextualizados de la realidad cultural,
ya que las sociedades están interconectadas a través de los procesos de globalización.
Su búsqueda se centra en la redefinición del delito, las víctimas y los delincuentes. El delito es definido
como “un daño”, entre muchos tipos de males que impiden o niegan que una persona pueda integrarse
plenamente en la sociedad. Asimismo, redefinen el concepto de delincuente y víctima basado en con-
Goldberg, Elkohon. El cerebro ejecutivo. Lóbulos frontales y mente civilizada, Barcelona, Crítica, 2002, p. 197.
109

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 115


ceptos de negación del otro y acrecentamiento de sus desventajas entre sí; no tiene interés en mantener
el causalismo en la definición del delito y considera que este tiene muchas más definiciones que las
relaciones entre el delincuente, la víctima y la ley.
El delito es mucho más que un acto de infracción a la ley, ya que es entretenimiento en la ficción -pro-
ducción de libros, de películas, programas de televisión, entre otros-, es generador de noticias y “rating”
y también fuente de empleo -integrantes del poder judicial, legisladores, abogados, etc.-, generando la
estructura social y la producción cultural.
El conocimiento de la cuestión criminal que le llega a las personas en el terreno de lo cotidiano, del
saber popular se denomina “criminología mediática”.
Esta apela a la “creación de la realidad a través de la información, subinformación y desinformación en
convergencia con los prejuicios y creencias, basadas en una etiología criminal simplista asentada en una cau-
salidad mágica”.110
La “criminología mediática” establece una tajante división entre un mundo de personas honradas que se
enfrentan a un grupo criminal –nosotros o ellos-. Ante un conflicto penal exige una respuesta inme-
diata, sin pensar, con un señalamiento caprichoso, critica el sistema judicial como “lento” y utiliza estas
situaciones para vender su mercancía. Se trata “de un discurso mundial con versiones locales, todas condicio-
nantes de reacciones políticas traducidas en leyes y acciones […] Pese a estar plagada de prejuicios, falsedades
e inexactitudes, es la que configura las actitudes del común de las personas y sobre la que suelen montarse las
decisiones políticas que se traducen en leyes penales”111.
De esta manera gran parte de los medios de comunicación masiva, en especial el periodismo, terminan
constituyéndose en actores sociales que, desde su rol comunicacional, adoptaron el papel de agencia
de control social.
Siguiendo a Nilo Batista en su escrito sobre “Medios de comunicación y sistema penal en el capitalismo tar-
dío”, nos encontramos ante una nueva forma de legitimación del sistema penal, a través de los dichos
inexpertos en una línea editorial de un medio de comunicación o ante el espacio cedido al “especialista”
para que refuerce el mensaje que se pretende dar.
Si bien se procura dejar sentado que a lo largo de la historia la prensa libre se caracterizó por la lucha
contra el poder ilimitado o las opresiones penales, no menos cierto es que siempre resultó fascinada
por las teorizaciones del positivismo criminal.
No ha cambiado el tratamiento informativo que se le daba otrora a la persecución de los huelguistas
anarquistas o a los mendigos y prostitutas al que se da en la actualidad respecto de las razias munici-
pales a vendedores ambulantes, trapitos, etc.
El compromiso de la prensa con grupos económicos a los que pertenecen los medios de comunicación
es la clave para comprender cómo se promueven ciertas informaciones o creencias, a la par que se
ocultan otras que servirían para desmentir lo que se pretende imponer.
Zaffaroni, Eugenio Raúl. Op Cit. p. 216.
110

Ver ZaffaronI, Raúl Eugenio; Gelmam, Juan. La palabra de los muertos: conferencias de criminología cautelar. Buenos Aires, Ediar, 2011.
111

116 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 11. LINEAMIENTOS CRIMINOLÓGICOS DEL PRESENTE.

Los procedimientos penales son denunciados por estos medios como lentos y obsoletos ante la nece-
sidad de comunicar la noticia, establecer los hechos y formular una condena social sin que se hayan
articulado los resortes estatales. La necesidad de mantener la atención en el oyente/televidente obliga
a formular las hipótesis más inverosímiles y el reclamo de castigo que contraviene cualquier estipu-
lación normativa; esto es, el debido proceso legal es presentado como un estorbo, la defensa en juicio
y el principio de inocencia caen y son eliminados en pos de “la justicia” que se quiere instaurar, sin
considerar que se tratan de derechos que se refieren a la vigencia de la legalidad misma, es decir, de la
Constitución Nacional.
En esta situación, cualquier pensamiento que se presente como deslegitimante de la línea editorial del
medio de comunicación es ignorado o descalificado sin ningún tipo de explicación o sustento.
Así, los enunciados que se escuchan no alcanzan nunca una constatación empírica, pero se robustecen
con la palabra de los “especialistas” que pretenden darle un soporte científico sin especificar las fuentes
del conocimiento ni los trabajos de campo de los cuales toman sus muestras: “la impunidad aumenta el
número de crímenes”, “las drogas son la puerta de entrada a la delincuencia”, “las penas elevadas disuaden los
delitos”. “Como dicen los especialistas…” pretende ser la frase inicial que permite aseverar una hipótesis
no contrastada bajo argumento de autoridad alguno.
El fenómeno descripto es denominado por el autor como criminogenésis comunicacional, mecanis-
mo que pone especial énfasis en la infracción cometida y su inmediata condena social, lo que trae
como consecuencia la instalación de la idea de que cualquier procedimiento penal que se lleve a cabo
para acreditar la comisión del ilícito sea percibido como lento, incómodo e incluso entorpecedor del
esclarecimiento de “la verdad”, soslayándose así -como se ha dicho- las garantías del debido proceso y
prácticamente aniquilándose la presunción de inocencia del “señalado” como autor del crimen.
Contra esta situación se propone la emergencia de una criminología que gane la proponiendo un
enfoque más combativo.
En el fondo, la discusión de estas criminologías parte, por un lado, de la instalación mediática de una
realidad penal y caótica, que refuerza y legitima la emanación constante de reglas legales que robus-
tecen al modelo punitivo de Estado, y permiten ejercer sin obstáculos control y vigilancia absolutos.
En la medida que los individuos autorizan y legitiman estos desbordes discursivos, los recortes en los
derechos individuales y las restricciones a las libertades aumentan de forma exponencial, deformando
el Estado de Derecho y deshaciendo su poder contentivo.
Frente a ello, la criminología cautelar tiene la necesidad de desarticular y deconstruir esa realidad
mostrada como una ficción como forma de advertir y prevenir los avances de la fuerza autoritaria que
espera en lo profundo de nuestro presente y golpea siempre otra vez.
“La criminología cautelar debe confrontar con el pánico moral, por un lado, pero apoyar el temor racional- y
por ende la cautela- frente a los riesgos reales causantes de cadáveres anticipados, ya sea que provengan del
delito violento, de otros riesgos minimizados mediáticamente o del propio poder punitivo”112.

Zaffaroni, Eugenio Raúl. Op. Cit. p. 338.


112

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 117


Exige una criminología que se legitime, trabajando en la vida cotidiana que llegue a resolver el foco
de conflictividad antes de que sea necesaria la aparición del derecho penal. Un trabajo que se cimiente
en el estudio sincero de las realidades, basado en estadísticas reales y concretas, que se defina por la
discusión sincera y sin objetivos efectistas.
La criminología cautelar sostiene que se debe fomentar que la presencia estatal en tareas de preven-
ción se aproxime al modelo comunitario, con llegada a la realidad del ciudadano común para poder
generar la confianza necesaria y se cumpla su buen actuar.
Asimismo, propende a una cosmovisión que entienda la vulnerabilidad de los sujetos que resultan
captados por el sistema penal, víctimas y victimarios, para poder formular una estrategia conjunta.
Lolita Aniyar de Castro (1937-2015) sostiene que “a pesar de la probada incapacidad del Derecho Penal
para sus fines manifiestos, éste ha sido seleccionado prioritariamente para solucionar problemas sociales y polí-
ticos. (…) ese juego de utilizar la legalidad (el Sistema Penal) como legitimidad (para justificar simbólica-
mente un estado de cosas que no interesa, no se saber, o no se puede enfrentar de otra manera); ese oscilar entre
los bordes de la legalidad y la ilegalidad, hace de la criminalización el gran problema actual de la democracia
y de los Derechos Humanos”113. Así, la criminología debe controlar los controles y tener en observación
permanente todas las relaciones de poder. Entiende a la Criminología como una criminología de los
Derechos Humanos y define esta última como la Criminología Crítica del siglo XXI resaltando su
compromiso con la vida, la igualdad, la inclusión y la seguridad.
Finalmente, vemos como un gran grupo de pensadores afirman que la criminología como espacio
privilegiado de producción de saber acerca del crimen y el control social debe sumergirse en nues-
tra sociedad postmoderna, entre ellos Key, Hayward y Jock, Young autor de “La Sociedad Excluyente:
Exclusión Social, Delito y Diferencia en la Modernidad Tardía” bregan por una perspectiva criminológica
cultural que debe procurar por encima de todo situar al crimen y su control en el ámbito de la cultura
y percibir al crimen y las agencias de control como productos culturales.

Aniyar de Castro, Lolita. Op. Cit. p. 23.


113

118 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 12
EL NACIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES TOTALES.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 119


UNIDAD 12
EL NACIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES TOTALES.

El control social. Las “instituciones totales”. Clasificación de Goffman. Ejemplos de instituciones totales.
En esta segunda parte del manual, analizaremos específicamente, los conceptos de control social,
como surgieron las instituciones que podríamos denominar “totales”, entre ella la cárcel y luego de ello
haremos un breve comentario a la ley que regula en nuestro país la ejecución de la pena privativa de
la libertad.

El control social.

Como vimos en la unidad anterior, a partir de la revolución francesa y el comienzo de la Edad


Contemporánea se produjo un cambio radical en la estructura política, económica y social, lo que
llevó a concebir una nueva forma de ejercer y administrar el poder.
Para Foucault, el poder implica la capacidad que tiene un determinado sujeto o conjunto de sujetos de
imponer su verdad como “la verdad para el otro”.114
El poder es el que crea la verdad, y si ésta se repite una y otra vez -por parte de los representantes de ese
poder- el sujeto termina convencido de que se trata de su propia verdad, lográndose así su dominación.
El orden impuesto por el movimiento burgués abandonó el empleo de la fuerza física y la destrucción
del adversario para imponer la verdad, empleando una nueva forma de ejercer el poder y la fuerza
basada en una relación de codependencia entre el saber y el poder.
Si bien no fue la primera vez que el poder buscó moldear los cuerpos -y la voluntad de las personas- en este
período se aplicaron nuevas técnicas para manipular y educar para obedecer las reglas de este nuevo orden.
La manera de poder lograr a nivel general esta obediencia fue a través del control social.
Por control social se entiende todo mecanismo, público o privado, individual o colectivo, estatal o no esta-
tal, legal o ilegal, violento o no violento, genérico o específico, destinado a establecer patrones de conducta.
El control social puede ser formal o informal. Es formal cuando las acciones de control son públicas y
actúan dentro de límites legales. Este control es rígido, pero asegura el mantenimiento de las libertades
a través de la legalidad (por ejemplo, los tribunales penales).
Ver Foucault, Michel. Microfísica del poder. Madrid, La Piqueta 1978.
114

120 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 12. EL NACIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES TOTALES.

Por su parte, se habla de control social informal cuando las instancias de control son privadas y actúan
sin referencia precisa a normas legales. Este control es más flexible, pero puede hacerse más invasivo y
restringir las libertades individuales porque no está condicionado por la ley (por ejemplo, la familia).

Las “instituciones totales”. Clasificación de Goffman.

Dentro del control formal podemos hablar de las instituciones totales.


Si bien muchas de las instituciones que mencionaremos ya existían con anterioridad a este período, es
aquí donde alcanzan su mayor poderío y eficacia.
En 1968, Goffman definió a la llamada institución total como “… el lugar de residencia y de trabajo
de grupos de personas que –amputadas de la sociedad por un período considerable de tiempo- se encuentran
compartiendo una situación común, transcurriendo parte de su vida en un lugar cerrado y formalmente admi-
nistrado”. Más adelante dice: “… tomaremos como ejemplo explicativo las prisiones, en la medida en que su
carácter más típico se encuentra también en instituciones cuyos miembros no han violado ninguna ley”.
El carácter totalizador de estas instituciones está simbolizado en la imposibilidad de intercambio
social y de salida hacia el mundo externo.
El autor realizó una clasificación de estas instituciones totales en cinco categorías:
1) Aquellas que buscan la tutela de incapaces no peligrosos (ciegos, viejos, huérfanos e indigentes).
2) Las que albergan incapaces que son peligrosos para la colectividad, aunque no lo son intencional-
mente (sanatorios antituberculosos, hospitales psiquiátricos, leprosarios).
3) Instituciones que dicen proteger la comunidad de peligros intencionales contra ella (cárceles, peni-
tenciarías, campos de concentración).
4) Establecimientos para desenvolver una actividad que encuentran su justificación en el servicio que
brindan (cuarteles, naves, colegios, plantaciones, grandes fábricas).
5) Aquellas que se definen como “separadas del mundo” (abadías, monasterios, etc.), generalmente
orientadas a la preparación religiosa.
Como característica común, en las instituciones totales las actividades se desarrollan en contacto con
un enorme grupo de personas y están dirigidas por una misma autoridad, los sujetos son tratados de la
misma manera y obligados a hacer las mismas cosas. Las actividades diarias están programadas riguro-
samente dentro de un ritmo preestablecido según las reglas fijadas desde lo alto, son ejecutadas a través
de un cuerpo de representantes de la autoridad y orientadas a realizar el fin oficial de la institución.
Un rasgo de suma importancia para la criminología es que las instituciones totales logran, mediante su
organización burocrática, manipular las necesidades humanas. La disciplina se convirtió en la forma

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 121


más difundida de dominación, lográndose mediante ella, en las instituciones totales, un aumento de las
habilidades de las personas con menor costo, de manera tal que se obtenían sujetos obedientes y útiles.
En efecto, la disciplina permitía aumentar las fuerzas del cuerpo (en términos de utilidad) y disminuir
la capacidad de rechazar las órdenes (generaba obediencia). Dicho de otro modo, la disciplina fabrica-
ba cuerpos sometidos y ejercitados, cuerpos “dóciles”.
Aquellos sujetos que fueron ubicados en las instituciones totales eran explorados y estudiados en sus
movimientos, para lograr que respondieran con rapidez y eficacia al método que se les aplicaba.
Ejemplos de instituciones totales: Podemos mencionar -y analizaremos brevemente- como ejemplos de las
instituciones totales el ejército, la fábrica, el convento, el hospital, la cárcel, la escuela y el reformatorio de
menores (tal como se designaba a los niños, niñas y Adolescentes en el paradigma tutelar) entre otros tantos.
a) Respecto del ejército, hacia la segunda mitad del siglo XVIII, se logró la dominación del campesino
transformándolo en soldado. De esta manera, se lo convirtió en una máquina, con posturas que trans-
mitían vigor y temor al enemigo, se automatizaron sus hábitos y se lo volvió perpetuamente disponible.
b) El hospital permitía curar, pero también seleccionar; separando en pabellones a los pacientes.
Además, lograba aislar a los que padecían enfermedades para los que no existían respuestas desde
la medicina y, de ese modo, prevenir contagios. Procuraba, en definitiva, establecer un espacio que
permitiera individualizar los cuerpos, las enfermedades, los síntomas, etc.
c) Las fábricas, por su parte, aparecieron a fines del siglo XVIII distribuyendo a los individuos en
espacios en los que era posible aislarlos y localizarlos.
d) La cárcel tuvo cierta semejanza con el convento, ya que a cada individuo se le otorgaba un lugar
-celdas de los conventos- necesario para que la soledad del cuerpo y del alma pudieran evitar la
tentación y la falta de concentración.
Por otra parte, con el pretexto de no aplicar más las penas corporales crueles usadas hasta entonces,
el encierro en la cárcel pasó a ser una solución sumamente útil, ya que permitía que haya mano
de obra barata y bien preparada para realizar los trabajos públicos -en comparación con la fuerza
laboral que ofrecían hasta ese momento los esclavos-.
Aunque la prisión no era algo nuevo en esa época, comenzó a imponerse como castigo de forma
generalizada debido a que, en una sociedad en la que la libertad era un bien de suma importancia (lo
demuestra el hecho de ser la “libertad” uno de los principios en que se basó la revolución francesa),
su privación también constituía un mal para todos, por lo que aparecía como un castigo “igualitario”.
Además, la prisión permitía cuantificar exactamente la pena mediante la variable tiempo, asumiendo
también un papel de aparato que transformaba a los individuos mediante mecanismos disciplinarios.
Los principios fundamentales sobre los que se asentó la prisión para poder ejercer una educación
total sobre el individuo fueron los siguientes:
> el aislamiento, para garantizar que el poder se ejerciera sobre la persona con la máxima intensi-
dad, ya que no podía ser contrarrestado por ninguna otra influencia.

122 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 12. EL NACIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES TOTALES.

> el trabajo, que estaba definido como un agente de la transformación penitenciaria. No era la
producción en sí lo que se consideraba intrínsecamente útil, sino los efectos que ejercía sobre
el penado, que pasaba a transformarse en un individuo que acataba las normas generales de la
sociedad industrial.
e) El surgimiento de los manicomios coincidió con el nacimiento y consolidación del saber de la psi-
quiatría, como especialidad médica -en Europa central, entre fines del siglo XVIII y principios del
XIX- y su versión más dura declina su poderío a fines de la Segunda Guerra Mundial.
Fue el médico Philippe Pinel (1745-1826), quien desarrolló esta rama de la clínica médica, considera
a la enfermedad mental como una enfermedad orgánica perturbadora de las funciones intelectuales.
Su método se caracterizaba por la observación y el análisis sistemático que se impuso al oscurantismo
imperante en la Inquisición, donde se confundía a los enfermos mentales con endemoniados o brujas.
Foucault identificó la puesta en funcionamiento de los manicomios como “el gran encierro”.
En París, en el año 1656 se creó el Hospital General donde fueron confinados todos los señalados
como criminales, prostitutas, mendigos, librepensadores, blasfemos, homosexuales y locos, quienes
eran obligados a trabajar a fin de contrarrestar un modo de vida basado en la ociosidad, exaltando
así el espíritu burgués inspirado en los valores del esfuerzo y el trabajo.
El tratamiento propuesto era moral, lo que significaba que, si bien se debía dejar librado al cuerpo
a su desarrollo natural, el manicomio constituía el medio ambiente esencial para la cura del “alie-
nado” al aislarlo y retirarlo de sus percepciones habituales, permitiendo también el control de sus
condiciones de vida.
El asilo o manicomio, entonces, pasó a ser un centro de reeducación basado en el modelo panópti-
co, con el fin de lograr la sumisión y el disciplinamiento que conducían a la cura del enfermo.
En otros términos, se buscó vigilar a peligrosos y a diferentes en un espacio destinado a silenciar
a todos aquellos que no compartían una misma manera de pensar, de sentir o de comportarse, y
que el poder de turno consideraba intolerables. A todos ellos se los etiquetaba como enfermos que
debían ser tratados, como es el caso de los homosexuales, ya que hasta 1973 esta inclinación apa-
recía en el D.S.M. -que es el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales- como
enfermedad, en la categoría de desviación sexual de origen psiquiátrico.
f ) Con respecto a la escuela también se aplicó un diseño semejante al del hospital o la prisión. Si bien
las aulas no eran específicamente plantas centralizadas como en la fábrica o en la cárcel, tenían un
diseño que respondía a la misma lógica del panóptico, ya que el maestro estaba ubicado en el frente
exponiendo su saber, generalmente en un espacio apenas más elevado, haciendo que el alumno
se encontrara siempre expuesto a la visión del encargado de vigilarlo. Los alumnos, por su parte,
eran distribuidos en hileras con motivo de alguna tarea y sometidos a pruebas que evaluaban su
rendimiento. Además, se los ordenaba en determinados rangos, de acuerdo con la edad, materias
tratadas y dificultad creciente.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 123


La escuela fue muy efectiva en la construcción de dispositivos que modelaran “cuerpos dóciles”. En
ese entonces, la nueva sociedad exigía la presencia de sujetos calificados para insertarse a los medios
de producción, pero para ello no sólo se necesitaba que aprendieran nuevas técnicas, sino también
que incorporaran el respeto de las nuevas pautas impuestas por la clase dominante.
g) Para aquellos niños, niñas o jóvenes que no se adaptaban a las condiciones escolares o que en la
calle efectuaban pequeños actos antisociales, se creó el “reformatorio de menores”.
Si bien siempre hubo intentos para formular programas de protección a los niños, niñas y adolescen-
tes, en el siglo XIX se trató de realizar un enfoque global unificando la creación de instituciones para
que atendieran el problema -reformatorios, clínicas de guía del niño, tribunales para “menores”, etc.-.
El movimiento de salvación del niño115 procedía de las clases media y alta en procura de desarrollar
nuevos controles sociales para proteger su poder y privilegio.
El movimiento juvenil pro-niño no sólo contó con el aporte de dinero y trabajo de las clases socia-
les altas, sino que cada disciplina aportó su conocimiento para poder moldear a este individuo que
no se adaptaba a las pautas escolares o a los designios de la ley.
Se pasó así de los castigos crueles y encarcelamiento de por vida, a la vida del reformatorio, con un
sistema de internación que asignaba puntuación y premisos como método que tenía como objetivo
moldear a los jóvenes.

Platt, Anthony. Los salvadores del niño. Buenos Aires, Ediciones Siglo XXI, 2006, p. 21.
115

124 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 13
LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 125


UNIDAD 13
LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

Marco Legal de la Ejecución Penal. Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad. Modificación del
Art. 1 de la Ley Nro. 24.660. Principio de Progresividad: Período de Observación, Tratamiento y
su regulación en el Prueba. Libertad Condicional. Prisión Domiciliaria. Prisión discontinua y semi
detención. Libertad Asistida. RENABEM. Ejecución Penal Diferenciada. La víctima y la etapa de
Ejecución Penal. La situación en las cárceles argentinas

Marco legal de la Ejecución Penal. Ejecución de la pena privativa de la libertad.

Corresponde señalar como primera cuestión que la ejecución de la pena, según la normativa vigente
en nuestro país, debe consistir en un tratamiento cuya finalidad esencial sea la reforma y la readapta-
ción social de los penados (arts. 10.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 5.6 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos -CADH-). El marco constitucional está dado
por el artículo 18 de la Constitución Nacional que establece “que las cárceles serán sanas y limpias, para
seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca
a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autoriza”.

„„
La Ley de Ejecución Penal.

Como primera cuestión resulta necesario aclarar que respecto al marco que regula la ejecución de la
pena en nuestro país, la Ley Nro. 24.660 es complementaria del Código Penal, pero cada una de las
provincias pueden dictar sus propias leyes para regular la ejecución de la pena privativa de la libertad.
La ejecución de la pena privativa de libertad en Argentina, a nivel federal, se encuentra regulada por la
Ley Nro. 24.660 con las modificatorias introducidas por la Ley Nro. 27.375, sancionada el 5 de julio
de 2017, promulgada por Decreto Nro. 573/17 y publicada en el Boletín Oficial el 28 de julio de ese
mismo año. Esta norma introdujo la reforma más importante que ha sufrido la ley de Ejecución de la
Pena Privativa de la Libertad, desde su sanción en 1996.
La nueva ley modificó diversos institutos relativos a la etapa de ejecución penal en forma más exi-
gente en cuanto a plazos y requisitos, definiendo ciertos procedimientos y creando ciertos institutos
(Renabem), ampliando el espectro de casos de excepciones a las modalidades básicas de ejecución en
los que los condenados deberán cumplir la totalidad de la condena impuesta (Art. 56 bis), e incorpo-

126 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 13. LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

rando el régimen preparatorio para la liberación de los condenados por los delitos previstos en el Art.
56 bis. (Cfr. Art. 56 quater)
Aquel objetivo del que habíamos hablado, lo vamos a encontrar en primer lugar en su art. 1, que esta-
blece como su finalidad: lograr que el condenado adquiera la capacidad de respetar y comprender la
ley, “como así también la gravedad de sus actos y de la sanción impuesta”, procurando su adecuada reinser-
ción social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad, que será parte de la rehabilitación
mediante el control directo e indirecto.
Con esto queda claro cuál es el objetivo, qué es lo que se pretende con la imposición de una pena de
prisión en nuestro país.
Sabemos que la consecuencia directa de incumplir la ley penal va a ser sustraer al individuo del resto
de la sociedad; pero esa sanción no se agota en la mera privación de la libertad; sino que, en la letra de
la ley, va a tener una finalidad: lograr que el condenado adquiera la capacidad de respetar y comprender
las normas. En nuestro orden legal, resocializar, significa lograr que el individuo, una vez que recupere
nuevamente su libertad, respete las reglas que entendemos necesarias para nuestra convivencia.

Principio de Progresividad: Período de Observación, Tratamiento y su regulación en el Prueba Libertad


Condicional. Prisión Domiciliaria. Prisión discontinua y semi detención. Libertad Asistida. RENABEM

La ley de ejecución penal establece en su Art. 6to, establece que “…el régimen penitenciario se basará en
la progresividad, procurando limitar la permanencia del condenado en establecimientos cerrados y promovien-
do en lo posible, y conforme su evolución favorable su incorporación a instituciones abiertas, semi abiertas, o
a secciones de separadas regidas por el principio de autodisciplina. Las acciones por adoptar para su desarrollo
deberán estar dirigidas a lograr el interés, la comprensión y la activa participación del interno. La ausencia
de ello será un obstáculo para el progreso en el cumplimiento de la pena y los beneficios que esta ley acuerda.”
El sistema progresivo contempla distintas etapas en los métodos de ejecución, hasta el completo reintegro
del individuo en sociedad, teniendo como base la conducta y el trabajo del condenado. Si bien el discurso
del “progresivismo” o “gradualismo” consiste en permitir que la persona privada de su libertad atraviese a lo
largo de su vida en prisión, por una sucesión de periodos con el fin de capacitarlo para su vida en el medio
libre; no podemos dejar de pasar por alto que su implementación también conlleva el mantenimiento de
la disciplina en el ámbito carcelario. Bajo este principio, la disciplina busca ser mantenida a través de estí-
mulos positivos antes que, por medio de medidas meramente represivas, alentando a la persona mantenga
una línea de conducta en pos de su avance por los distintos periodos de la ley.
Es así como, al momento de ser evaluado para avanzar a las distintas instancias en la recuperación
gradual de la libertad, el mantenimiento de la disciplina va a jugar un papel importantísimo en la
obtención de un concepto positivo para alcanzar aquel objetivo. Como contracara, las sanciones de las

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 127


que fuera pasible durante su vida carcelaria van a ir en detrimento de aquella posibilidad de acceder al
medio libre, al menos en instancias más lejanas al vencimiento de la pena.
Cuando un interno ingresa a un Establecimiento Penal, deberá transitar un camino caracterizado por
una serie de objetivos y pautas a cumplir que permitirán su avance dentro de la llamada Progresividad
del Régimen penitenciario.
De acuerdo con el Reglamento de Modalidades básicas de la Ejecución (Decreto Nro. 396/99) la pro-
gresividad del sistema penitenciario consiste en un proceso gradual y flexible que posibilite al interno,
por su propio esfuerzo, avanzar paulatinamente hacia a recuperación de su libertad, sin otros condicio-
namientos predeterminados que los legal y reglamentariamente establecidos.
Estos avances o retrocesos son evaluados periódicamente en las reuniones del Consejo Correccional
del establecimiento penitenciario decidiéndose el puntaje de en cuanto a la conducta y concepto del
interno, el período y fase de la dentro de la progresividad.
Este Consejo Correccional está integrado por el director de la Unidad como Presidente y por los
responsables del área interna, trabajo, servicio criminológico, área social, área médica y área educación.
Al momento del Ingreso a la Unidad, el interno es entrevistado por el personal del Gabinete Técnico
Criminológico. Este será el encargado de confeccionar un programa de tratamiento individualizado
mediante el cual se proponen al interno objetivos a cumplir para poder avanzar en dicho tratamiento.
Dicho programa se confecciona luego de la entrevista que tienen los profesionales con el interno, deberá
realizarse acorde a su nivel educativo, conocimientos laborales y conforme a la magnitud de su condena.
Dicha progresividad en todos sus periodos o fases es aplicable a los condenados con sentencia firme y
a los procesados que se hayan incorporado a la Ejecución Anticipada Voluntaria, prevista en el Titulo
4 del Reglamento General de Procesados, aprobado por Decreto del Poder Ejecutivo Nro. 303/96.

„„
Períodos

Cuatro son los periodos que lo conforman según lo establece el artículo 12 de la Ley Nro, 24.660, 3.1.
1. Periodo de observación.
2. Período de tratamiento.
3. Periodo de Prueba.
4. Periodo de Libertad Condicional.

■ Período de Observación.
Con respecto al período de observación, el Art. 8 de Ley Nro. 27.375, modificó el Art. 13 de la Ley
Nro. 24.660, que ahora consistirá en el estudio médico-psicológico-social del interno y en la formula-
ción del diagnóstico y pronóstico criminológico.

128 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 13. LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

Este período que comenzará con la recepción del testimonio de sentencia en el organismo técnico
criminológico, que deberá expedirse dentro de los 30 días. Con la cooperación del interno, el equipo
interdisciplinario confeccionará la historia criminológica.
Durante dicho período, el organismo técnico-criminológico tendrá a su cargo:
a) Realizar el estudio médico, psicológico y social del condenado, formulando el diagnóstico y el
pronóstico criminológico; todo ello se asentará en una historia criminológica debidamente foliada
y rubricada que se mantendrá permanentemente actualizada con la información resultante de la
ejecución de la pena y del tratamiento instaurado;
b) Recabar la cooperación del condenado para proyectar y desarrollar su tratamiento, a los fines de
lograr su aceptación y activa participación, estableciendo que se escucharán sus inquietudes;
c) Indicar la fase del período de tratamiento que se propone para incorporar al condenado y el estable-
cimiento, sección o grupo al que será destinado;
d) Determinar el tiempo mínimo para verificar los resultados del tratamiento y proceder a su actuali-
zación, si fuera menester.
En este último punto, el nuevo art. 27 mantiene la redacción con respecto a que la verificación del
tratamiento a que se refiere el artículo 13 inc. D), corresponderá al organismo técnico-criminológico
y se deberá efectuar, como mínimo, cada seis meses.
Agrega un segundo párrafo en el que dispone que en caso de personas condenadas por los delitos
previstos en el art. 128 tercer párrafo, 129 segundo párrafo y 131 del C.P., los profesionales del equi-
po especializado del establecimiento, deberán elaborar un informe dando cuenta de la evolución del
interno y toda otra circunstancia que pueda resultar relevante.
Asimismo, se incorpora el Art. 13 bis, a los fines del cumplimiento de los recaudos previstos en el Art.
13, estableciendo que se deberá proceder de la siguiente manera:
a) Todo condenado será trasladado a un centro de observación en un término de 48 horas de notifi-
cada la sentencia firme en la unidad penal;
b) La unidad de servicio judicial del establecimiento penitenciario, iniciara un expediente adjuntando
copia de la sentencia, planilla de concepto, conducta, informe de antecedentes judiciales, de evolu-
ción en el régimen y en el tratamiento, si lo hubiera, y el estudio médico correspondiente;
c) Dicho expediente completo y así confeccionado será remitido al organismo técnico criminológico
a fin de dar cumplimiento a la totalidad de las previsiones previstas en dicho periodo;
d) El informe del organismo técnico criminológico deberá indicar específicamente los factores que
inciden en la producción de la conducta criminal y las modificaciones a lograr en la personalidad
del interno para dar cumplimiento al tratamiento penitenciario;
e) Cumplimentados los incisos anteriores el expediente será remitido a la dirección del penal que lo
derivará a la unidad de tratamiento la que, conforme las indicaciones emanadas por el organismo

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 129


técnico criminológico y previa evaluación de la necesidad de intervención de cada unidad del esta-
blecimiento, hará las derivaciones correspondientes.
Dispone que en todos los casos, los responsables de las unidades que hayan sido indicados para la
realización del tratamiento penitenciario, deberán emitir un informe pormenorizado acerca de la evo-
lución del interno. Dicho informe será elaborado cada 30 días y elevado al Consejo Correccional,
debiendo ser archivado allí para su consulta.
Por último, contempla el supuesto de cuando el interno, por un ingreso anterior como condenado en el
Servicio Penitenciario Federal, ya tuviere historia criminológica. En este caso, deberá ser remitido de
inmediato al organismo técnico criminológico del establecimiento en que aquel se encuentre alojado
durante el periodo de observación, para su incorporación como antecedente de los estudios interdis-
ciplinarios a realizarse.

■ Período de Tratamiento.
Con relación al período de tratamiento, la nueva normativa, modifica el Art. 14 de la Ley Nro. 24.660,
y agrega que será progresivo y tendrá por objeto el incremento de la confianza depositada en el interno
y atribución de responsabilidades, desarrollada, en tres etapas:
1. Socialización: Consistente en la aplicación intensiva del programa de tratamiento propuesto por
el organismo técnico-criminológico tendiente a consolidar y promover los factores positivos de la
personalidad del interno y a modificar o disminuir sus aspectos disvaliosos.
2. Consolidación: Se iniciará una vez que el interno haya alcanzado los objetivos fijados en el pro-
grama para el tratamiento en la fase 1.
Consiste en la incorporación del interno a un régimen intermedio conforme a su evolución en
dicho tratamiento, en el que tendrá lugar una supervisión atenuada que permita verificar la coti-
diana aceptación de pautas y normas sociales y la posibilidad de asignarle laborales o actividades
con menores medidas de contralor.
3. Confianza: Consiste en otorgar al interno una creciente facultad de autodeterminación a fin de
evaluar la medida en que internaliza los valores esenciales para una adecuada convivencia social,
conforme a la ejecución del programa de tratamiento.
Para ingresar en la etapa de consolidación el interno deberá haber alcanzado los siguientes objetivos:
a) poseer “conducta buena cinco” y “concepto bueno cinco”;
b) no registrar sanciones medias o graves en el último periodo calificado;
c) trabajar con regularidad;
d) estar cumpliendo las actividades educativas y las de capacitación y formación laboral indicadas
en su programa de tratamiento;
e) mantener el orden y la adecuada convivencia;

130 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 13. LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

f ) demostrar hábitos de higiene en su persona, en su alojamiento y en lugares de uso compartido;


g) contar con dictamen favorable del Consejo Correccional y resolución aprobatoria del director
del establecimiento.
Para que el interno pueda acceder a la etapa de confianza, deberá haber alcanzado los siguientes obje-
tivos: a) poseer en el último trimestre “conducta muy buena siete” y “concepto bueno seis” y pleno cum-
plimiento de los incisos b), c), d), e), f ) y g) previstos para la incorporación a la fase de consolidación.
El Art. 14 bis incorporado establece el procedimiento que se deberá seguir:
1. El ingreso a las distintas etapas o fases de referencia, deberá ser propuesto por el organismo
técnico-criminológico.
2. El Consejo Correccional, previa evaluación de la propuesta, emitirá dictamen por escrito.
3. Una vez producido dicho dictamen, el director del Establecimiento deberá resolver en forma fundada.
4. Dispuesta la incorporación del interno en la etapa 3, la dirección del establecimiento, dentro de las 48
horas remitirá las comunicaciones respectivas al juez de ejecución y al organismo técnico criminológico.
Establece además que en caso de que el interno deje de reunir alguna de las condiciones selectivas o
cometa infracción disciplinaria grave o sean reiteradas, el director, recibida la información, “procederá a la
suspensión preventiva de los beneficios acordados en la fase de confianza”, debiendo girar los antecedentes al
Consejo Correccional, que en un plazo no mayor a 5 días, “propondrá a qué fase o sección del establecimiento
se lo incorporará”, comunicando tal decisión al juez de ejecución y al organismo técnico criminológico.

■ Período de Prueba.
En igual forma, modificó el Art. 153 relativo al período de prueba que ahora consistirá en el empleo
sistemático de métodos de autogobierno y comprenderá:
a) Incorporación del condenado a un establecimiento abierto, semiabierto o sección independiente
que se base en el principio de autodisciplina;
b) La posibilidad de obtener salidas transitorias;
c) Incorporación al régimen de semilibertad.
Son requisitos necesarios para el ingreso al periodo de prueba:
1) Que la propuesta de ingreso de este emane del resultado del período de observación y de la verifi-
cación del tratamiento;
2) Estar comprendido en alguno de los siguientes “tiempos mínimos” de ejecución:
a) Pena temporal sin la accesoria del Art. 52 del C.P.: “la mitad de la condena”;
b) Penas perpetuas sin la accesoria del art. 52 del C.P.: “15 años”;
c) Accesoria del Art. 52 del C.P., cumplida la pena: “3 años”.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 131


3) No tener causa abierta u otra condena pendiente.
4) Poseer “conducta ejemplar” y “concepto ejemplar”.
También, entre sus principales modificaciones, se encuentra el Art. 16 relativo a las salidas transitorias,
como así también, lo relativo a los “tiempos mínimos de ejecución” que se requieren para la “concesión” de
las salidas transitorias o la incorporación al régimen de semilibertad (Art. 17), dado ahora la nueva
normativa requiere para:
a) Penas mayores a 10 años: “1 año desde el ingreso al periodo de prueba”;
b) Penas mayores a 5 años: “6 meses desde el ingreso al periodo de prueba”,
c) Penas menores a 5 años: “desde el ingreso al periodo a prueba”.
Además, no tener causa abierta adonde interese su detención u otra condena pendiente, total o par-
cialmente y poseer “conducta ejemplar” o el grado máximo susceptible de ser alcanzado, según el tiempo
de internación, durante el último año condenado a partir de la petición de la medida.
Para la “concesión” de las salidas transitorias o la incorporación al régimen de la semilibertad deberá
meritarse la conducta y el concepto “durante todo el periodo de condena”, debiendo ser la conducta y el
concepto del interno, durante al menos las dos terceras partes de la condena cumplida al momento de
peticionar la obtención de los beneficios, como mínimo “buena” conforme lo dispuesto por el Art. 102
de la ley de ejecución penal.
Deberá, asimismo, contar con informe favorable del director, del organismo técnico -criminológico y
del Consejo Correccional del establecimiento, respecto de su evolución y sobre el efecto beneficioso
que las salidas o el régimen de semilibertad puedan tener para el futuro personal, familiar y social del
condenado. Además, no debe estar comprendido en los supuestos delictivos del Art. 56 bis de la pre-
sente ley, que impide acceder a dichos beneficios.
En los casos de personas condenadas por los delitos previstos en el Art. 128, 3º párrafo, 129, 2º párrafo
y 131 del C.P., antes de adoptar una decisión, se requerirá un informe del equipo interdisciplinario del
juzgado de ejecución y se notificará a la víctima o su representante legal que será escuchada si desea
hacer alguna manifestación, pudiendo el interno y la víctima proponer peritos especialistas a su cargo,
que estarán facultados a presentar su propio informe.
Con ello, el condenado para acceder al periodo de prueba, en el caso de pena temporal sin la accesoria
del Art. 52 del C.P., deberá cumplir con el tiempo mínimo de ejecución de la “mitad de la condena”, que
en la anterior redacción del Art. 17 dicho tiempo mínimo de ejecución se exigía directamente para la
concesión de las salidas transitorias o régimen de semilibertad.
Con la nueva normativa, poder acceder a dichos beneficios dependerá del monto de la pena que se
imponga, ya que en el caso de:
> Penas mayores de 10 años, deberá cumplir un año más desde el ingreso al periodo de prueba (la
mitad de la condena, más 1 año más);

132 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 13. LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

> Penas mayores a 5 años, deberá cumplir 6 meses más desde el ingreso al periodo de prueba (la mitad
de la condena, más seis meses más);
> Penas menores a 5 años, desde el ingreso al periodo de prueba (la mitad de la condena). Es por
ello, que para penas mayores a 5 y 10 años se amplía el plazo que deberá cumplir el condenado para
acceder a los beneficios de salidas transitorias y salidas laborales, respectivamente, con excepción de
aquellos casos del Art. 56 bis que veda el acceso a dicho beneficios.
El Art. 18 prevé expresamente que el director del establecimiento, por resolución fundada, propondrá
el juez de ejecución o juez competente la concesión de las salidas transitorias o del régimen de semi-
libertad, correspondiendo al juez de ejecución disponer las mismas, previa recepción de los informes
del organismo técnico-criminológico y del Consejo Correccional y verificación del cumplimiento de
lo previsto en el Art. 17, quedando facultado el director del establecimiento penitenciario para hacer
efectivo su cumplimiento e informando a la autoridad judicial todo lo relativo a su ejecución, para lo
cual deberá disponer su supervisión a cargo de profesionales del servicio social.
La semilibertad permitirá al condenado trabajar fuera del establecimiento sin supervisión continua, en
iguales condiciones a las de la vida libre, incluso salario y seguridad social, debiendo regresar al aloja-
miento asignado al final de cada jornada laboral, para lo cual deberá tener asegurado, en forma previa,
una adecuada ocupación o trabajo, reunir los requisitos del Art. 17 y no encontrarse comprendido en
las excepciones del Art. 56 bis (nuevo Art. 23).
A los fines de hacer efectivo las salidas laborales, se incorporó el Art. 23 bis a la Ley Nro. 24.660, que
establece que para la incorporación al régimen de semilibertad, se requerirá una información a cargo
de la sección de Asistencia Social en la que se constate:
a) datos del empleador;
b) naturaleza del trabajo ofrecido;
c) lugar y ambiente donde se desarrollarán las tareas;
d) horario a cumplir;
e) retribución y forma de pago.
Concluyendo que, el asistente social que realice la constatación acerca del trabajo ofrecido emitirá su
“opinión” fundada sobre la conveniencia de la propuesta a los efectos de su valoración por parte del
Consejo Correccional.

■ Periodo de Libertad Condicional.


Con respecto a la Libertad Condicional, modifica el Art. 28 de la Ley Nro. 24.660, estableciendo que
el juez de ejecución o juez competente podrá conceder dicho beneficio, cuando el condenado reúna los
requisitos fijados por el Código Penal, previo los informes fundados del organismo técnico-crimino-
lógico, del consejo correccional y director del establecimiento que pronostiquen en forma individua-

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 133


lizada su reinserción social y siempre que no se trate de condenados por los delitos comprendidos y
enumerados en el artículo 56 bis.
En igual forma, la reforma establece que en los casos de personas condenadas por delitos previstos en los
Arts. 128, 3º párrafo, 129, 2º párrafo y 131 del C.P., antes de adoptar decisión alguna, el juez deberá tomar
conocimiento directo del condenado y escucharlo si desea hacer alguna manifestación. También se requerirá
un informe del equipo interdisciplinario y se notificará a la víctima o representante legal, que será escuchada
si desea hacer alguna manifestación, pudiendo tanto la víctima como el interno proponer peritos a su cargo.
Por el Art. 29 bis se establece que a partir de los 45 días anteriores al plazo establecido en el Código Penal
el interno podrá iniciar la tramitación de su pedido de libertad condicional, informando el domicilio que
fijará a su egreso, con la finalidad de acelerar del trámite de la libertad condicional y evitar demoras en
la praxis penitenciaria y judicial que puedan llegar a redundar en perjuicio de los internos condenados.

„„
Prisión Domiciliaria.

Se modifica el Art. 33 de la Ley Nro.24.660, disponiendo como regla general que la detención domi-
ciliaria debe ser dispuesta por el juez de ejecución o juez competente, agregando que la decisión deberá
fundarse en informes médico, psicológico y social en los siguientes supuestos:
a) 36 del Art. 32.
b) 37 del Art. 32.
c) 38 del Art. 32.
Prevé que la pena domiciliaria prevista en el Art. 10 del C.P., o cualquier medida sustitutiva o alternativa
a cumplirse total o parcialmente fuera de los establecimientos penitenciarios, será dispuesta por el juez
de ejecución o juez competente y “supervisada en su ejecución” por el patronato de liberados o un servicio
social calificado, agregando que, en ningún caso, estará a cargo de organismos policiales o de seguridad.
También, prevé que en los casos de personas condenas por los referidos delitos previstos en los Arts.
128, 3º párrafo, 129, 2º párrafo y 131 del C.P., se requerirá un informe del equipo especializado previs-
to en el inciso I) del Art. 185 de esta ley y del equipo interdisciplinario del juzgado de ejecución, que
deberán evaluar el efecto de la concesión de la detención domiciliaria para “el futuro personal y familiar
del interno”, pudiendo tanto el interno como la victima proponer peritos especialistas a su cargo.

„„
Prisión Discontinua y Semidetención.

Con relación al instituto de la prisión discontinua y semidetención, se modificó el art. 35, y la nueva
redacción ahora dispone que el juez de ejecución o juez competente, a pedido o con consentimiento
del condenado, podrá disponer la ejecución de la pena mediante la prisión discontinua y semideten-
ción cuando, no encontrándose incluido en los delitos previstos en el Art. 56 bis:

134 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


a) Se revocare la detención domiciliaria;
b) Se convirtiere la pena de multa en prisión, según lo dispuesto en el Art. 21, párrafo 2 del C.P.;
c) Se revocare la condena condicional por incumplimiento de las reglas de conducta previstas en el
art. 27 bis del C.P.; y
d) Se revocare la libertad condicional dispuesta en el Art. 15 C.P. en el caso de que el condenado haya
violado la obligación de residencia.

„„
Libertad asistida.

Se verifica una modificación en su aspecto cuantitativo y cualitativo ya que la modificación introdu-


cida al Art. 54 de la Ley Nro. 24.660 instituye que el condenado podrá acceder al egreso anticipado y
su reintegro al medio libre, siempre y cuando no se encuentre comprendido en algunos de los delitos
previstos en el Art. 56 bis, sin la accesoria del Art. 52 del Código Penal, “tres” (3) meses antes del ago-
tamiento de la pena temporal.
En los supuestos comprendidos en el artículo 56 bis se procederá de acuerdo con las disposiciones del
artículo 56 quater (Régimen Preparatorio para la Liberación).
En los casos de personas condenadas por los delitos previstos en los Arts. 128, tercer párrafo, 129,
segundo párrafo, y 131 del C.P., antes de adoptar una decisión, el juez “deberá” tomar conocimiento
directo del condenado y escucharlo si desea hacer alguna manifestación. También prevé que se reque-
rirá un informe del equipo interdisciplinario del juzgado de ejecución y se notificará a la víctima o su
representante legal, que será escuchada si desea hacer alguna manifestación. Tanto la víctima como el
interno podrán proponer peritos a su cargo que podrán presentar su propio informe.
En igual forma, se incorporó el Art. 54 bis a la Ley Nro. 24.660 (Art. 29 Ley 27.375), estableciendo
que la Dirección Nacional del Servicio Penitenciario remitirá un listado de condenados al patronato de
liberados, seis (6) meses antes del tiempo mínimo exigible para la concesión de la libertad condicional,
libertad asistida o definitiva por agotamiento de la pena, a los efectos de iniciar las tareas de pre-egreso.

„„
RENABEM.

A través del Art. 39, se crea el Registro Nacional de Beneficios u otras Medidas Procesales (Renabem)
en la órbita del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, que por el Art. 56 quinquies incorporado
a la Ley Nro. 24.660, el juez de ejecución o juez competente deberá remitir, dentro de los 5 días pos-
teriores a quedar firme, copia de otorgamiento de salidas transitorias, de prisión domiciliaria, libertad
condicional, libertad asistida y demás actos procesales que se indica en la citada norma.
Asimismo, dispone que la Nación procederá a readecuar la legislación y reglamentaciones penitencia-
rias existentes en el término de 1 año a partir de la entrada en vigor de la ley de referencia. Invitando

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 135


UNIDAD 13. LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

a las provincias y a la CABA a readecuar su legislación y reglamentaciones, respectivamente. (Cfr. Art.


40 que modifica el Art. 228 de la Ley Nro. 24.660).
Por último, modifica el Art. 229, estableciendo que esta ley es complementaria del Código Penal en lo
que hace a los cómputos de pena y regímenes de libertad condicional y libertad asistida, lo cual deberá
ser tenido en cuenta al momento de practicarse los cómputos respectivos por los operadores judiciales.
En suma, se destaca en particular la incorporación y la participación de la víctima del delito en la etapa
de ejecución penal - como así también el control directo e indirecto de la sociedad durante esta etapa
como parte de la rehabilitación, quedando a salvo determinar la forma en que se ejecutara la misma
-, ya que ahora tendrá pleno conocimiento de los incidentes que se inicien en los que el condenado
pretenda acceder a los beneficios que prevé la ley de ejecución penal.
A este respecto, prevé que la víctima podrá ser escuchada directamente por el juez de ejecución o juez
competente, lo cual se considera repercutirá favorablemente en la etapa de ejecución, la resocialización y
neutralización criminal del condenado, que sin duda son los propósitos perseguidos con la ejecución de
la pena privativa de la libertad (Arts. 1, Ley Nro. 24.660 y CC. 10.3 del P.I.D.C.P. y 5.6 de C.A.D.H.).

■ Ejecución de la pena privativa de la libertad diferenciada.


De la misma forma en que la ley de ejecución penal recepta e instrumenta los fines que se persiguen
con la imposición de la pena privativa de la libertad, también determina sobre que individuos aquella
sanción va a ser más grave.
La violación de las normas que protegen aquellos bienes que se consideren más preciados va a ser más
severamente penada y no solo porque las escalas penales prevén para estos supuestos penas mayores,
sino también porque las reglas para el cumplimiento de la pena aplicada van a ser más estrictas. Esto
último implica que en nuestro país rige un sistema de ejecución penal diferenciada.
En este sentido la nueva ley incorporó más supuestos delictivos con un régimen penal diferenciado,
estableciendo que los condenados por los delitos graves, como homicidios agravados, delitos contra
la integridad sexual, trata de personas, narcotráfico, entre otros, no podrán acceder a los beneficios del
periodo de prueba ni a la libertad condicional si se verifica la condena.
Así, no podrá otorgarse los beneficios comprendidos en el periodo de prueba a los condenados por los
siguientes delitos:
1. Homicidios agravados previstos en el Art. 80 del C.P.;
2. Delitos contra la integridad sexual, previstos en los Arts. 119, 120, 124, 125, 125 bis, 126, 127,
128 primer y segundo párrafo y 130 del C.P.
3. Privación ilegal de la libertad coactiva, si se causare intencionalmente la muerte de la persona
ofendida, previsto en el Art. 142 bis, anteúltimo párrafo del C.P.;
4. Tortura seguida de muerte, Art. 144 ter, inc. 2 del C.P.;

136 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


5. Delitos previstos en los arts. 165 y 166, inciso 2, segundo párrafo del C.P.
6. Secuestro extorsivo, si se causare la muerte de la persona ofendida, conforme a los supuestos
previstos en el Art. 170, antepenúltimo y anteúltimo párrafos del C.P.
7. Delitos previstos en los Arts. 145 bis y ter del C.P
8. Casos en que sea aplicable el Art. 41 quinquies del C.P.
9. Financiamiento del terrorismo, previsto en el art. 306 del C.P.
10. Delitos previstos en los Arts. 5, 6 y 7 de la Ley 23.737 o la que en el futuro la reemplace.
11. Delitos previstos en los Arts. 865, 866 y 867 del Código Aduanero.
Asimismo, dispone que los condenados por aquellos delitos, tampoco podrán obtener los beneficios
de la prisión discontinua o semi detención, ni el de la libertad asistida, previstos en los Arts. 35 y 54 y
concordantes de la ley de ejecución penal.
En igual sentido, modificó el Art. 14 del Código Penal (Art. 38), que en su nueva redacción establece
que la libertad condicional no se concederá a los reincidentes, y tampoco se otorgará, cuando la con-
dena fuera por los mismos delitos comprendidos y enumerados en el artículo 56 bis.
Consecuentemente, los condenados por alguno de los delitos mencionados, no podrán gozar de los
beneficios previstos anteriormente, debiendo cumplir con la totalidad de la condena impuesta al
momento del dictado de la sentencia condenatoria en el establecimiento carcelario, ampliando de esta
manera el espectro de casos en los cuales no procederán los beneficios de la etapa de ejecución, incluso,
el de la libertad condicional, configurándose de esta manera un sistema o régimen de ejecución penal
diferenciada en función del delito cometido.
Resulta necesario advertir que, para algunos autores, si el tratamiento penitenciario es un régimen
caracterizado por la progresividad, quienes cumplen pena por alguno de esos delitos estarían excluidos
del tratamiento resocializador y, por ende, a su respecto se afectan sus garantías convencionales. Y
consideran que la prisionización, en estos casos, responde a criterios de prevención especial negativa.
La última reforma incorporó el Art. 56 quater, consagrando la figura del “régimen reparatorio para la
liberación”, para los supuestos de condenados por los delitos previstos en el nuevo Art. 56 bis, a los fines
de garantizar de esta manera la progresividad a partir de un régimen preparatorio para la liberación
elaborado a través de un programa específico, que tendrá en cuenta la gravedad del delito cometido y
que permitirá un mayor contacto con el mundo exterior.
En tal sentido, prevé que un año antes del cumplimiento de la condena, bajo observación de los
reglamentos carcelarios y requisitos que se establecen, y previo informe del director y peritos que pro-
nostiquen en forma individualizada y favorable su reinserción social, podrán acceder a la libertad de
conformidad a dicho régimen.
En ese régimen:
• Los primeros 3 meses se dedicarán a la preparación para la liberación dentro del penal.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 137


UNIDAD 13. LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

• Los siguientes 6 meses, podrán gozar del beneficio de salidas con acompañamiento
• Los últimos 3 meses, accederán a la posibilidad de ingresar en el régimen de salidas fuera del
establecimiento penitenciario sin supervisión.
En todos los casos, las salidas serán diurnas y por plazos no superiores a las 12 horas.
La elección de un sistema de ejecución penal diferenciada obedeció a cuestiones de política criminal.
Así frente a una coyuntura, donde determinados delitos aparecen como más disvaliosos frente a la
escala de valores de una sociedad, en un momento dado; esta última reacciona, ya sea mediante el
incremento de la pena o el agravamiento de las condiciones de su cumplimiento.
En definitiva, lo que se pretende es el cumplimiento íntegro de la pena impuesta y retrasar mediante
el encierro prolongado, cualquier eventual posibilidad de que sujeto vuelva a delinquir.
Algunos autores, concluyen que si el tratamiento penitenciario es un régimen caracterizado por la
progresividad, quienes cumplen pena por alguno de esos delitos están excluidos del tratamiento reso-
cializador y, por ende, a su respecto se afectan sus garantías convencionales. Su prisionización responde
-en estos casos- a criterios de prevención especial negativa.

■ La víctima y la etapa de ejecución.


Como ya vimos a lo largo de la materia, los actores en la cuestión criminal han variado al largo de la
historia. El rol de la víctima, no escapo a este proceso. Con una participación preponderante en los
primeros abordajes del conflicto penal, donde la venganza era el eje de la solución del conflicto; su
intervención fue perdiendo preponderancia con el proceso expropiación de este último por parte del
Estado. Más adelante, aquella pérdida de escena se vio menguada con la inclusión de figuras como
la del “querellante” en los ordenamientos procesales penales modernos. Este proceso comenzó con su
reconocimiento como uno de los actores del proceso penal, distinto del Ministerio Público Fiscal
y con un creciente protagonismo en las facultades que les fueron siendo otorgados en las diversas
modificaciones de los códigos de procedimientos Nacionales y Provinciales. Hoy, poco a poco, aquella
exclusividad en el ejercicio de la acción penal que le fue expropiada fue cediendo frente a un avance en
el reconocimiento en el ejercicio de sus facultades.
Este nuevo paradigma, fue receptado por la Ley de víctimas y la última modificación de la Ley de
ejecución penal. Hoy la víctima encuentra en la ejecución de la pena, la posibilidad de ser escuchada.
De esta forma participa, sin un rol decisivo, junto al Estado en el proceso de resocializador.
Bajo esta óptica se incorporó el Art. 11 bis a la Ley Nro. 24.660, consagrando de esta manera que
la víctima tendrá derecho a ser informada y a expresar su opinión ante el juez de ejecución o juez
competente, cuando se sustancie cualquier planteo relativo a salidas transitorias, semilibertad, libertad
condicional, prisión domiciliaria, prisión discontinua o semi detención, libertad asistida y régimen
preparatorio para su liberación. Tal incorporación mantiene concordancia con la Ley de Derechos y
Garantías de las Personas Víctimas de Delitos Nro. 27.372.

138 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


El tribunal a cargo del juicio deberá consultar a la víctima al momento de dictar sentencia condenato-
ria, si desea ser informada acerca de tales planteos, para lo cual la víctima deberá constituir domicilio,
pudiendo designar a un representante legal y proponer peritos.
Para garantizar la participación de la víctima durante esta etapa, la normativa de referencia establece
expresamente que la falta de cumplimiento de las obligaciones impuestas en la norma por parte de los
jueces constituye “falta grave”.
De tal modo, se garantiza la participación de la víctima del delito durante la etapa de ejecución de
la pena, participación que no tenía antes. En adelante, la víctima tendrá derecho a ser informada y a
expresar su opinión ante el juez de ejecución penal, cuando al condenado pueda concedérsele: salidas
transitorias; régimen de semi libertad, libertad condicional; prisión domiciliaria; prisión discontinua o
semi detención, libertad asistida o régimen preparatorio para su liberación.
La nueva ley de ejecución penal, en concordancia con la ley de derechos y garantías de las personas
víctimas del delito, ha contemplado más específicamente la participación de la víctima en la etapa de
ejecución de la pena al expresar que tendrá intervención durante la faz ejecutiva, ya que tendrá derecho
a ser informada y a expresar su opinión directamente ante el juez de ejecución penal, cuando el autor
del delito pueda acceder a algún beneficio, sin necesidad de que el representante de la vindicta pública
deba hacer de su interlocutor tal como está previsto en el nuevo código adjetivo nacional.

■ La Ley de Ejecución Penal y las Garantías Procesales de las personas privadas de la libertad.
La fase de ejecución penal es una etapa más del proceso penal. Precisamente todas las etapas anteriores
del proceso se justifican a efectos de asegurar que cuando se ejecute la sanción y se materialice el ius
puniendi se haga en forma legítima acorde a un Estado de Derecho.
De esta manera, el proceso penal no termina con el dictado de una sentencia firme. Por el contrario,
a partir de ahí es que se ejercita plenamente la potestad de castigo delegada por toda la sociedad a la
autoridad única del Estado.
Por tanto, a partir de ese momento, se deben fortalecer las garantías en favor de la persona privada de la
libertad, y asegurarle plenamente el acceso a la justicia y el efectivo respeto de sus derechos constitucionales.
Bajo esta óptica, los derechos acordados por la ley de ejecución penal funcionan como un límite al
ejercicio de aquel poder y el establecimiento de un procedimiento para el cuestionamiento de las san-
ciones disciplinarias, en sintonía con las garantías constitucionales, como un marco de aseguramiento
del ejercicio de sus derechos mientras dure su encierro.
Por las consecuencias que sobre la libertad y dignidad de una persona produce el ejercicio de la acti-
vidad punitiva estatal, resulta fundamental tener clara la importancia, en primer lugar, de que la Ley
de ejecución penal tenga su cimiento en las nociones y los principios básicos de las garantías constitu-
cionales; en segundo lugar, que una ley previamente establezca la forma y el modo en los que deberán
cumplirse las sanciones. Desde esta perspectiva, dentro de la ejecución de la pena en un Estado de

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 139


UNIDAD 13. LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

Derecho surgen dos elementos indispensables: la legalidad ejecutiva y el acceso a la justicia con control
jurisdiccional de las sanciones impuestas.
El principio de legalidad debe comprender a todo el período que dure la ejecución penal. Ya sea,
durante las etapas de encierro propiamente dicho, como durante las etapas que conlleven la inserción
en el medio libre. De ninguna manera puede permitirse que la prisión se mantenga al margen de la
ley. Conforme a los principios básicos del Estado de Derecho, todos los poderes públicos deben estar
sometidos a la ley, por lo que no hay razón válida para mantener a las cárceles fuera de ese esquema.
Así resulta que si partimos de un Estado de Derecho que respeta la dignidad de todos los ciudadanos,
donde se encuentran incluidos aquellos que haya sido condenados por la comisión de delitos; estos
últimos deben ser reconocidos como sujetos de derecho y, en consecuencia, en sus relaciones con la
autoridad penitenciaria debe regir el principio de legalidad.
Partir de esta base tendrá como consecuencia un mayor respeto a los derechos del ciudadano priva-
do de su libertad, ya que la garantía ejecutiva exige que el desarrollo, la extensión o disminución sus
derechos deba estar regulado en una ley, para que aquellos no queden al antojo de lo que la propia
autoridad penitenciaria considere.
La gravitación y aplicación de estos dos principios a lo largo del proceso de encierro se materializan en el
régimen de disciplina previsto por la ley de ejecución. Así en forma análoga a los régimen penales y proce-
sales penales, se establece en forma clara cuales son las conductas pasibles de sanción, cual es el contenido
de esa sanción, cuales la autoridad habilitada para imponerla y cuáles son los límites para su ejercicio.
De esta forma se pretende garantizar, que las personas que son privadas de su libertad e ingresan en el
ámbito penitenciario conozcan en formar previa, cuáles son las reglas de conductas que deben cumplir y
cuáles son las sanciones a consecuencia de su incumplimiento. Por otro lado, se establece en la misma ley,
tanto el procedimiento para la aplicación de aquellas sanciones, en el cual se prevé el ejercicio del derecho de
defensa de los internos y la posibilidad de solicitar ante la autoridad judicial, la revisión de aquellas medidas
que entiendan impuestas por fuera de aquel marco legal. Este sistema, no hace más que reproducir en el
ámbito carcelario las Garantías Constitucionales, propias del sistema penal, tanto de fondo como de forma.

■ Régimen Disciplinario de la Ley de Ejecución Penal.


El régimen disciplinario al que están sometidas las personas privadas de su libertad se encuentra regla-
do en el Capítulo IV Disciplina.
El interno está obligado a acatar las normas de conducta que, para posibilitar una ordenada conviven-
cia, refiere la ley, que esto será en su propio beneficio y para promover su reinserción social.
El poder disciplinario sólo puede ser ejercido por el director del establecimiento, quien tendrá com-
petencia para imponer sanciones, suspender o dar por cumplida su aplicación o sustituirlas por otras
más leves, de acuerdo con las circunstancias del caso y no habrá infracción ni sanción disciplinaria sin
expresa y anterior previsión legal o reglamentaria.

140 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


Las infracciones disciplinarias se clasifican en leves, medias y graves.
Los reglamentos especificarán las leves y las medias.
Son faltas graves:
a) Evadirse o intentarlo, colaborar en la evasión de otros o poseer elementos para ello;
b) Incitar o participar en movimientos para quebrantar el orden y la disciplina;
c) Tener dinero u otros valores que lo reemplacen, poseer, ocultar, facilitar o traficar elementos electróni-
cos o medicamentos no autorizados, estupefacientes, alcohol, sustancias tóxicas o explosivos, armas o
todo instrumento capaz de atentar contra la vida, la salud o la integridad propia o de terceros;
d) Intentar introducir o sacar elementos de cualquier naturaleza eludiendo los controles reglamentarios;
e) Retener, agredir, coaccionar o amenazar a funcionarios u otras personas;
f ) Intimidar física, psíquica o sexualmente a otra persona;
g) Amenazar o desarrollar acciones que sean real o potencialmente aptas para contagiar enfermedades;
h) Resistir activa y gravemente al cumplimiento de órdenes legalmente impartidas por funcionario
competente;
i) Provocar accidentes de trabajo o de cualquier otra naturaleza;
j) Cometer un hecho previsto como delito doloso, sin perjuicio de ser sometido al eventual proceso penal.
Sólo se podrá aplicar como sanción, de acuerdo con la importancia de la infracción cometida y a la
individualización del caso:
a) Amonestación;
b) Exclusión de las actividades recreativas o deportivas hasta diez (10) días;
c) Exclusión de la actividad común hasta quince (15) días;
d) Suspensión o restricción total o parcial de derechos reglamentarios de hasta quince (15) días de duración;
e) Permanencia en su alojamiento individual o en celdas cuyas condiciones no agraven ilegítimamente
la detención, hasta quince (15) días ininterrumpidos;
f ) Permanencia en su alojamiento individual o en celdas cuyas condiciones no agraven ilegítimamente
la detención, hasta siete (7) fines de semana sucesivos o alternados.
g) Traslado a otra sección del establecimiento de régimen más riguroso;
h) Traslado a otro establecimiento.
La ejecución de las sanciones no implicará la suspensión total del derecho a visita y correspondencia
de un familiar directo o allegado del interno, en caso de no contar con aquél.
La ley determina que el sancionado con la corrección de permanencia en su alojamiento habitual no
será eximido de trabajar. Se le facilitará material de lectura. Será visitado diariamente por un miembro

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 141


UNIDAD 13. LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

del personal superior del establecimiento, por el capellán o ministro de culto reconocido por el Estado
nacional cuando lo solicite, por un educador y por el médico y este último informará por escrito a la
dirección, si la sanción debe suspenderse o atenuarse por razones de salud.
El interno debe ser informado de la infracción que se le imputa, tener oportunidad de presentar sus
descargos, ofrecer prueba y ser recibido en audiencia por el director del establecimiento antes de dictar
resolución, la que en todos los casos deberá ser fundada.
El principio de judicialización establece que las sanciones serán recurribles ante el juez de ejecución o
juez competente dentro de los cinco días hábiles, derecho del que deberá ser informado el interno al
notificársele la resolución. La interposición del recurso no tendrá efecto suspensivo, a menos que así lo
disponga el magistrado interviniente. Si el juez de ejecución o juez competente no se expidiese dentro
de los sesenta días, la sanción quedará firme.
Así como también se prescribe que las sanciones y los recursos que eventualmente interpongan los
sancionados, deberán ser notificados al juez de ejecución o juez competente por la vía más rápida dis-
ponible dentro de las seis horas subsiguientes a su dictado o interposición.
En cada establecimiento se llevará un “registro de sanciones”, foliado, encuadernado y rubricado por
el juez de ejecución o juez competente, en el que se anotarán, por orden cronológico, las sanciones
impuestas, sus motivos, su ejecución o suspensión y el cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 88,
dejándose constancia de todo ello en el legajo personal.

■ Situación carcelaria en la Argentina.


En nuestro país de acuerdo con la organización Federal adoptada por nuestro Estado además del
Servicio Penitenciario Federal cada una de las provincias tiene su propio servicio penitenciario.
El Servicio Penitenciario Federal116 es la institución del Estado Nacional que depende de la Subsecretaría
de Relaciones con el Poder Judicial y Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos de la Nación, y su creación orgánica data de 1933 a través de la Ley Nro. 11.833 “De
Organización Carcelaria y Régimen de la Pena”.
Actualmente, su funcionamiento se rige por las previsiones de la Ley Orgánica respectiva Nro. 20.416,
la Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad Nro. 24.660 y reglamentos complementarios.
Dentro de sus atribuciones, los establecimientos pertenecientes al Servicio Penitenciario Federal pue-
den admitir a condenados de jurisdicción provincial comprendidos en los artículos 18 y 53 del Código
Penal. Esto es, a los condenados por Tribunales provinciales a prisión o reclusión por más de 5 años
-siempre que las provincias no tuvieren establecimientos adecuados- y los condenados con la reclusión
accesoria por tiempo indeterminado.
El 5 de abril de 2019 fue declarada, por el Ministerio de Justicia de la Nación, la emergencia carce-
laria por el término de 3 años. En dicho marco se instó a conformar una Comisión de Emergencia
http://www.spf.gob.ar/
116

142 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


en materia Penitenciaria formada por representantes de la Procuración Penitenciaria de la Nación. la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, la Cámara Federal de Casación Penal, la Cámara Nacional
de Apelaciones en lo Criminal y Correccional (CABA), la Subsecretaría de Asuntos Penitenciarios y
Relaciones con el Poder Judicial y la comunidad académica (dependiente de la Secretaría de Justicia),
la Dirección Nacional del Servicio Penitenciario Federal, el Ministerio del Interior, Obras Públicas
y Vivienda, el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Seguridad, la Comisión de Cárceles del
Ministerio Público de la Defensa y la Procuración General de la Nación.
Se estableció que la Comisión se reunirá cada quince días y tendrá por objetivo analizar la situación
actual y facilitar la coordinación entre los diferentes órganos del estado nacional intervinientes en la
materia penitenciaria federal para la elaboración de propuestas de políticas públicas tendientes a:
a) Resolver el déficit habitacional en el Servicio Penitenciario Federal;
b) Mejorar las condiciones de privación de la libertad;
c) Promover e implementar medidas alternativas a la privación de la libertad, especialmente para gru-
pos vulnerables.
Por su parte, la Procuración Penitenciaria de la Nación117 es un organismo oficial dependiente del
Poder Legislativo a partir de la inserción de la Ley Nro. 25.875, dotado de plena autonomía e inde-
pendencia para en principio, y como objetivo fundante, proteger los derechos fundamentales de las
personas privadas de libertad en el ámbito federal y, asimismo, para controlar la actuación del Servicio
Penitenciario Federal.
El artículo 1° de la mencionada ley establece que fundamental de esta institución es proteger los dere-
chos humanos de los internos comprendidos en el Régimen Penitenciario Federal, de todas las personas
privadas de la libertad por cualquier motivo en jurisdicción federal, comprendidos comisarías, alcaidías
y cualquier tipo de locales en donde se encuentren personas privadas de la libertad y de los procesados y
condenados por la justicia nacional que se encuentren internados en establecimientos provinciales.
El Procurador Penitenciario es elegido por el Congreso de la Nación, la duración del mandato es de
cinco (5) años, pudiendo ser reelegido por una sola vez, goza de inmunidad, no pudiendo ser arrestado
desde el día de su designación hasta el de su cese o suspensión, excepto en el caso de ser sorprendido en
flagrancia en la ejecución de un delito doloso de lo que se debe dar cuenta a los presidentes de ambas
Cámaras con la información sumaria del hecho.
La Procuración Penitenciaria tiene autonomía financiera y elabora su propio presupuesto, el cual es
atendido con los créditos que anualmente determine la ley de presupuesto.
Además de relevar la cantidad de personas alojadas en los establecimientos federales, así como de
niños, niñas y adolescentes privados de su libertad, la Procuración Penitenciaria lleva registro de los
fallecimientos y de los casos de torturas y malos tratos.

https://www.ppn.gov.ar/
117

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 143


ANEXO FINAL. Cuadros comparativos de los diversos paradigmas criminológicos

ESTRATO DE ANÁLISIS ANTIGUO RÉGIMEN ESCUELA CLÁSICA

Objeto de la Criminología Poder del soberano. Esta criminología El Delito, entendido como ente jurídico,
era muy incipiente porque era muy difícil por constituir una violación a la norma.
cuestionar el poder estatal.

Surgimiento Social Es de carácter abstracto o surge de la El origen de la sociedad es explicado por


Tradición. O devenía directamente de dos corrientes de pensamiento:
Dios (explicación teocéntrica). • El contractualismo,
• El consensualismo.

Concepto de Delito El delito consistía en desobediencia al El delito es una violación a una norma
rey o en pecado. previa que así lo establece.

Método de la Criminología Es difuso. Deductivo: la ciencia que por


preeminencia analiza el delito es la
ciencia jurídica. El criminólogo es el
filósofo o el jurista.

Responsabilidad Era Política. Es Moral. Porque las personas con


respecto a la norma pueden decidir si
cometen o no la acción que viole el
derecho.

ESTRATO DE ANÁLISIS ESCUELA CLÁSICA PARADIGMA ETIOLÓGICO (CAUSALISTA)

Objeto de la Criminología El Delito, entendido como ente jurídico, El delincuente. Entendido como un ser
por constituir una violación a la norma. anormal. Derecho Penal de Autor.
Estudio el Hecho Criminal.

Surgimiento Social El origen de la sociedad es explicado No se pregunta por el origen de la


por dos corrientes de pensamiento: sociedad. Defiende el status quo. La
• El contractualismo, burguesía se había transformado en la
• El consensualismo. clase dominante.
La burguesía se encontraba en ascenso
y había que justificar el cambio social.

Concepto de Delito El delito es una violación a una norma El delito es un ente natural.
previa que así lo establece.

Método de la Criminología Deductivo: la ciencia que por Inductivo: Parte de la observación de


preeminencia analiza el delito es la casos individuales para arribar a normas
ciencia jurídica. El criminólogo es el generales.
filósofo o el jurista. El criminólogo es el médico, el psicólogo,
el sociólogo.

Responsabilidad Es Moral. Porque las personas con Es Social. El sujeto está determinado, no
respecto a la norma pueden decidir si es libre.
cometen o no la acción que viole el
derecho. El sujeto está dotado de libre
albedrío.

144 INSTITUTO SUPERIOR DE SEGURIDAD PÚBLICA


UNIDAD 13. LA CUESTIÓN CARCELARIA EN LA ARGENTINA.

ESTRATO DE ANÁLISIS PARADIGMA ETIOLÓGICO (CAUSALISTA) PARADIGMA DE LA REACCIÓN SOCIAL

Objeto de la Criminología El delincuente. Entendido como un El proceso de calificación como


ser anormal. Derecho Penal de Autor. desviado.

Surgimiento Social No se pregunta por el origen de la El Modelo de sociedad es explicado


sociedad. por las teorías de la coacción social.
Defiende el status quo. Estamos frente a una sociedad del
La burguesía se había transformado en disenso.
la clase dominante.
Sociedad del consenso.

Concepto de Delito El delito es un ente natural. El delito es una construcción social.


El delito es lo que la sociedad dice que
es delito.

Método de la Criminología Inductivo: Parte de la observación de


casos individuales para arribar a
normas generales.
El criminólogo es el médico, el psicólogo,
el sociólogo.

Responsabilidad Es Social. El sujeto está determinado,


no es libre.

Preguntas que intenta ¿Quién es el delincuente? Desviado ¿Para quién?


responder la criminología ¿Cuáles son las causas del delito? Desviado ¿respecto de quién?
¿Cómo surge la desviación, cuál es
el proceso?

Teorías Teorías sobre la criminalidad. Teorías sobre la criminalización.

CRIMINOLOGÍA APLICADA. 145

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