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DERECHO NATURAL

CARACTERES ESENCIALES DEL DERECHO

I. NORMATIVIDAD, VALIDEZ Y SEGURIDAD

Entre las varias notas o rasgos característicos que presenta el Derecho y que han sido objeto de consideración
expresa, por parte de la doctrina jurídica, cabe destacar la normatividad, la validez y la seguridad.

1. Normatividad

El rasgo de la normatividad es el primero (o uno de los primeros) que aparecen en el concepto del Derecho.
Con él se quiere señalar que éste no historia o describe los comportamientos que tienen lugar en el seno de la sociedad,
sino que determina o prescribe las conductas que deben ser realizadas por los miembros de esa sociedad, sin que el
hecho del ulterior no cumplimiento menoscabe su propio vigor normativo.

El Derecho aparece vinculado a la idea de que, mediante él, se establece lo que los hombres deben hacer en sus
relaciones con los otros hombres dentro de la sociedad. De tal modo que resulta obvio afirmar que tiene carácter
normativo, es decir, que, en última instancia, se reduce a un conjunto o sistema de normas.

Según el moderno normativismo positivista, el Derecho se identifica con las normas jurídicas "positivas" o
puestas por el legislador estatal, ya que estas normas concretan la racionalidad jurídica atribuible al proceso
democrático de legislación.

La normatividad del Derecho no se reduce a una directividad estatal arbitraria o a un "deber ser" puramente
lógico. Pero no consiste tampoco en una estricta sintonía o identificación con las exigencias de lo que es idealmente
justo, ya que la vinculación a los condicionamientos provenientes de la vida social, de la que él mismo es instrumento
regulador, es connatural a todo Derecho.

La normatividad del Derecho surge de la propia normatividad ética de la vida social en la que se incardina y a
la que pertenece. Por eso, puede afirmarse que esa normatividad es previa a las llamadas "normas jurídicas positivas", si
bien no pueda realizarse más que a través de éstas.

2. Validez

La teoría jurídica actual señala generalmente como una de las características primarias del Derecho la validez.

A) Concepto general

Aunque la validez del Derecho ha sido y puede ser conceptuada, al menos de tres formas radicalmente
diferentes, según el punto de vista que se asuma a cada caso, en la actualidad, el análisis del problema se centra
generalmente en dos únicas manifestaciones: la validez ética o filosófica y la validez jurídica formal. La primera se
deriva de la conformidad de las normas jurídicas con las exigencias se deriva de la conformidad de las normas jurídicas
con las exigencias materiales que dimanan de los principios o valores ético-jurídicos fundamentales. Reside en la
interioridad de las mismas. La segunda depende de la fidelidad con que el proceso de creación de las normas sigue las
exigencias prefijadas en el sistema jurídico a que tales normas pertenecen. Reside fundamentalmente en los rasgos
externos de las normas.

En la época actual, la validez del Derecho se explica dentro de una perspectiva predominantemente formal. Lo
único que puede afirmarse con carácter general es que la validez es la cualidad que se predica del Derecho por tener la
fuerza o valor requeridos para la subsistencia, aplicabilidad y eficacia de sus disposiciones.

Por otra parte, también resulta evidentemente que siempre se ha considerado necesario, para aceptar a las
normas jurídicas como válidas, que éstas se ajusten a las exigencias que el propio sistema jurídico al que pertenecen ha
establecido a través de un sistema de principios o criterios de validificación que son decisivos para el grupo social al
que van destinadas dichas normas.

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B) Validez y eficacia

En el siglo XX, H. KELSEN proclama expresamente que la separación que existe entre la validez y la eficacia
es tajante, termina por subordinar de alguna forma la primera a la segunda, en cuanto que afirma la validez de las
normas y del ordenamiento jurídico como sistema. La eficacia del orden jurídico como un todo y la eficacia de una
norma jurídica aislada son, junto con el acto de instauración normativa, condición de la validez, en el sentido de que ni
el orden jurídico ni la norma pueden ser considerados válidos si han dejado de ser eficaces.

La eficacia es, pues, una condición necesaria de la validez, pero ni se identifica con ella ni es siquiera su
fundamento, ya que es una simple cualidad de los comportamientos efectivos de los hombres mientras que la validez es
una cualidad de las normas.

Ha de establecerse la tesis de que la validez de las normas jurídicas no puede depender de su propia eficacia.
Por exigencias de su modo de ser y de la función específica que desempeña, el Derecho es válido o no antes y con
independencia de producir los efectos que persigue entre los destinatarios. Sin embargo, la experiencia jurídica constata
también una cierta tendencia de los juristas a considerar como carentes de validez aquellas disposiciones que se ven
afectadas de una manifiesta y prolongada falta de eficacia.

3. Seguridad

Parece claro que el objetivo de eliminar la inseguridad del sistema de relaciones sociales ha sido uno de los
impulsos fundamentales que dieron origen al Derecho. La seguridad es, pues, uno de sus caracteres primarios y, en
consecuencia, también uno de los elementos indefectibles en su existencia. A partir del siglo XVIII se llegó a pensar la
instauración de un orden cierto y seguro en las relaciones sociales como la finalidad casi exclusiva del Derecho.

En la actualidad, la valoración de la seguridad jurídica está perdiendo importancia merced a la incidencia de


varios fenómenos o tendencias entre los que pueden destacarse los siguientes: crecimiento vertiginoso de la legislación,
paso progresivo de la actividad legisladora a manos del poder ejecutivo, rapidez con que unas disposiciones legales son
sustituidas por otras y mayor discrecionalidad de la actividad jurisdiccional. Sin embargo, todavía sigue considerándose
a la seguridad como uno de los elementos o caracteres esenciales de todo Derecho. No hay un orden jurídico
propiamente dicho, si no está garantizada la seguridad jurídica básica.

Se considera que el Derecho realiza la seguridad jurídica cuando ofrece a todos los sujetos la posibilidad de
determinar en cada momento cuál es la situación jurídica que les corresponde conforme al ordenamiento. La seguridad
comporta, por tanto, la previsibilidad de las conductas que corresponde a cada uno de los sujetos que entran en relación,
según la determinación de las reglas establecidas por el respectivo sistema. La seguridad ocupa dos posiciones distintas
en su relación con el Derecho. Por una parte, se presenta como una especie de meta o exigencia exterior al propio
Derecho. Por otra parte, se muestra como una cualidad o carácter que el Derecho ha de realizar en sí mismo antes de
iniciar su proyección sobre el orden de la sociedad. Ahora bien, hemos de preguntarnos si, a través de todas esas
exigencias o mecanismos, se ha llegado a conseguir una completa seguridad jurídica en el orden social.

La respuesta es negativa. Es inevitable que sea negativa por la sencilla razón de que la seguridad jurídica
absoluta constituye un ideal inalcanzable. Lo único que puede hacer el Derecho en cada época es tratar de aproximarse
a ese ideal mediante la implantación de lo que parecen ser exigencias básicas de la seguridad: que las normas jurídicas
sean establecidas de forma pública y generalmente vinculante para todos los miembros de la comunidad, que sean
autosuficientes, de tal modo que su validez y su fuerza vinculante no queden nunca subordinadas a la aceptación de los
sujetos a los que tales normas se dirigen.

Asimismo, se señalan otras varias exigencias particulares que posibilitan la realización de la seguridad en la
vida jurídica diaria, tales como la cognoscibilidad de la existencia del contenido de las normas, la firmeza o estabilidad
de la normación jurídica o la legalidad en la actuación de los órganos jurídicos.

II. VINCULATORIEDAD Y COERCIBILIDAD

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1. Vinculatoriedad

Uno de los rasgos más característicos del Derecho es su "vinculatoriedad", es decir, su capacidad o posibilidad
de condicionar determinativamente el comportamiento social de los sujetos jurídicos. Esta capacidad básica y general
del Derecho se manifiesta, a su vez, en dos rasgos específicos: la imperatividad y la obligatoriedad.

A) El carácter de la imperatividad

Cuando se afirma que el Derecho es imperativo se quiere significar que sus normas constituyen órdenes o
mandatos para los sujetos a quienes van dirigidas, de tal modo que estos sujetos han de contar con ellos, ya sea para
proceder de acuerdo con lo que exigen, ya sea para atenerse a la sanción que su incumplimiento lleva consigo.

La conceptuación de las leyes como mandatos de quien ostenta el máximo poder de mando es una sociedad
determinada se debe fundamentalmente a J. J. ROUSSEAU, las órdenes o mandatos contenidos en las leyes eran la
máxima encarnación de la racionalidad jurídica, puesto que la voluntad general, de la que es genuino representante el
poder legislativo, no puede imponerse a sí misma nada malo o injusto.

B) La obligatoriedad

Uno de los elementos constitutivos de la vinculatoriedad del Derecho es sin duda el de su "obligatoriedad". El
Derecho, por ser Derecho, en cuanto regla directiva del comportamiento social de los hombres, incorpora de forma
inevitable la característica de la obligatoriedad. O es obligatorio o no es una normatividad en sentido propio.

La obligatoriedad jurídica sólo puede ser conceptuada de alguna de estas dos maneras: o bien como una
vinculación interna de la voluntad de los sujetos jurídicos, o bien como una situación objetiva en que tales sujetos se
hallan colocados por efecto de la norma. En el primer sentido, la obligatoriedad jurídica termina siendo una actitud
anímica, un "reconocerse" obligado por parte de los individuos. Estos tienen la convicción de que han de ajustar sus
conductas a lo dispuesto por las normas jurídicas porque ese ajustamiento es éticamente bueno para ellos. En el
segundo sentido, la obligatoriedad jurídica se reduce a un mero condicionamiento externo, ya que el deber consiste en
una especie de "estar en" una determinada situación ante la norma. En efecto, la obligación jurídica que contiene la
norma solamente implica para el sujeto el tener que realizar la conducta indicada por la norma bajo la amenaza de que,
en caso contrario, le serán aplicadas las medidas sancionadoras previamente establecidas.

En realidad, lo que ocurre casi siempre es que la mayor parte de los destinatarios de las normas jurídicas
realizan su vida jurídica en el convencimiento de que es éticamente obligatorio ajustarse a lo que ellas prescriben. En el
supuesto de una convicción contraria por parte de la mayoría, la vida de un ordenamiento jurídico, su permanencia,
sería inviable.

Puede concluirse que la obligatoriedad de las normas jurídicas deriva de la relación necesaria que existe entre
el Derecho y la vida humana. La inevitable dimensión social de la existencia del hombre y la ineludible necesidad del
Derecho para la vida social hacen que sea "naturalmente" obligatorio para el hombre el sometimiento de su conducta
social al Derecho.

Tal vez sería más adecuado hablar de la necesidad vital o existencial de cumplir el Derecho que de la
obligación o deber de hacerlo. Y, en consecuencia, dado que el hombre es un ser "naturalmente" ético, el cumplimiento
de las normas jurídicas es éticamente obligatorio.

2. La coercibilidad

Resulta patente por sí mismo que la normatividad jurídica no es un simple plan o proyecto libre de
comportamiento social. Su modo de funcionar consiste, por el contrario, en hacer valer unas determinadas exigencias
frente a aquéllos a los que se dirige, consiste en la pretensión de un cumplimiento incondicional y general. Y esto
porque el Derecho sólo puede realizar su función de aseguramiento de la vida social siendo una ordenación que se
aplique de modo general. En otro caso, si las normas jurídicas permitieran que su cumplimiento dependiera del arbitrio
individual, perderían automáticamente se carácter de tales.

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En la actualidad, se afirma de manera general que la capacidad de emplear/aplicar la coacción es uno de los
rasgos más definitivamente característicos de la normatividad jurídica. Hay incluso autores que sostienen que esa
posibilidad es la nota que distingue al Derecho de todos los demás códigos de normatividad social.

A) Coacción y coercibilidad

Así pues, la distinción entre "coacción" (= aplicación efectiva de la fuerza coercitiva) y "coercibilidad" (=
posibilidad estructural de emplear la coerción) resulta imprescindible para poder superar los vestigios de ambigüedad e
imprecisión que han dejado los planteamientos habituales de la doctrina en el desarrollo de la cuestión de si la coacción
es o no un elemento esencial del Derecho.

B) La coercibilidad como carácter esencial del Derecho

La doctrina sobre el carácter de la relación que existe entre el Derecho y la coacción se ha polarizado en dos
posiciones fundamentales: mientras una sostiene que la coacción forma parte de la esencia del Derecho, la otra rechaza
abiertamente esa posibilidad. A su vez, la primera posición incluye dos tendencias básicas: la que afirma la esencialidad
instrumental y la que proclama la esencialidad material.

Según la tesis de la esencialidad instrumental de la coacción, si no fuese por el carácter coactivamente


impositivo de sus normas, el Derecho no podría imponer su propia regulación ni podría diferenciarse suficientemente
de la Moral o de los Usos Sociales.

Según la tesis de la esencialidad material de la coacción, ésta es precisamente el objeto o contenido nuclear de
la regulación jurídica, en cuanto que ésta actúa como medio o mecanismo para conseguir objetivos sociales mediante el
ejercicio de la fuerza física. Decir que el ordenamiento jurídico es una regulación coactiva es lo mismo que afirmar que
consiste en un complejo de normas que regulan el ejercicio de la fuerza física.

Finalmente, según la tesis que niega el carácter esencial de la coacción, ésta ni es necesaria ni es a menudo
posible en la existencia del Derecho; no puede pertenecer, por tanto, al ámbito de sus caracteres esenciales. El Derecho
es un conjunto de normas que se definen por su función de crear derechos y deberes; la coacción aparece como algo
secundario. En efecto, aunque las leyes imponen el deber de su cumplimiento con anterioridad a la aplicación de
cualquier tipo de coacción, dado que el cumplimiento de las normas es una exigencia necesaria del bienestar social, la
autoridad ha de poder exigir coactivamente ese cumplimiento cuando no se realiza en forma voluntaria por los
obligados. Pero la vinculación entre el Derecho y la coacción es siempre una vinculación meramente externa,
instrumental y accesoria.

El planteamiento de esta doctrina choca con esta dificultad: parece que el Derecho no puede entenderse sin la
coacción. Ocurre que todos los sectores de los ordenamientos jurídicos positivos, aunque unos más que otros, contienen
complejos de normas que se ocupan de la determinación de las medidas de coacción y de la organización y
procedimiento para la aplicación de la coacción.

Las distintas posiciones doctrinales examinadas ponen de manifiesto que, aunque resulte difícilmente
admisible que la coacción forma parte del núcleo esencial profundo del Derecho, éste, por su propia naturaleza y por la
propia función social que desempeña. tiene mucho que ver con la coacción, hasta el punto de que no podría ser
explicado satisfactoriamente sin remitirse a ella. Resulta patente que hay múltiples situaciones en las que la coacción de
las normas jurídicas no está presente. Pero no parece posible pensar una norma que sea genuinamente jurídica y que
carezca de la posibilidad estructural de aplicarse coactivamente en caso de necesidad. La coactividad o coercibilidad
es, pues, un rasgo necesario y constitutivo, es decir, esencial del Derecho, si bien no sea un elemento esencial primario.

El Derecho consiste primaria y fundamentalmente en un mandato que se dirige a seres racionales,


imponiéndoles deberes jurídicos a los que corresponden (en otro sujeto) unas facultades de exigir el cumplimiento de
tales deberes. Esto es lo primordial. Y esto es también lo único que se da en un gran número de casos para lograr que
las relaciones sociales se desarrollen ordenadamente. Mas, cuando los sujetos no cumplen voluntariamente sus deberes
jurídicos, es necesario que exista la posibilidad de que entre en juego la aplicación coactiva, que se desencadene el
mecanismo de la coercibilidad.

III. LA LEGALIDAD

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La legalidad como carácter fundamental del derecho significa que el núcleo central de éste está integrado por
leyes, es decir, por normas o cuerpos de normas establecidos por el poder legislativo. Esta exigencia fue introducida por
las revoluciones liberales de finales del XVIII y cristalizó en el Estado de Derecho liberal-burgués.

En la actualidad, el Derecho se interpreta como un sistema de legalidad porque se le entiende fundamental


constitucional, de la que deriva escalonadamente todas sus normas, según la conocida teoría de A. MERKL y
KELSEN. Así, el carácter jurídico de las normas se determinará por su concordancia con las exigencias establecidas en
las leyes generales y, en última instancia, en la suprema ley de la Constitución. Cuando alguna norma carece de esa
concordancia, el principio de la legalidad la excluye automáticamente del campo jurídico positivo. Ahora bien, para que
tal consecuencia se produzca con plena eficacia, será imprescindible que este hecho sea contrastado y sancionador por
un órgano especialmente cualificado: el Tribunal Constitucional. Si esto no ocurre o si no existe ese órgano, todo lo que
el poder legislativo considera ley tendrá que ser aceptado como tal en el sentido que la constitución da a ese término.
Por otra parte, existe el riesgo de que la legalidad del Derecho termine identificándose con la práctica normalizada de
una burocracia estatal dominada por la preocupación de la funcionalidad institucional y la eficacia tecnocrática.

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